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Número 439-440

Serie XLIII

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¿Terminaron las ideologías? Ideología, realidad y verdad

¿TERMINARON LAS IDEOLOGÍAS?
IDEOLOGÍA, REALIDAD Y VERDAD.
POR
MIGUEL AYUSO
l. A modo de prólogo
Con gran alegría nos encontramos en la Fundación Bahne­
siana inaugurando la
XLl Reunión de amigos de la Ciudad Cató­
lica. Pemútanme, preliminarmente, antes
de decir unas palabras,
breves, sobre el tema general de la convocatoria, "La. ideología
contra la verdad", dar uha explicacióri, y un agradecimiento.
En efecto, los últimos años nos hemos venido encontrando
con algunas dificultades para desarrollar nuestra Reunión
anual. La
reducción del núcleo duro de la organización y la imposibilidad de
hallar una casa religiosa adecuada a nuestras necesidades han roto
el pasado
año la continuidad sostenida de modo regular desde los
primeros años sesenta. Sin e1nbargo, Siempre la hemos considera­
do de gran importancia, por lo que no podíamos permanecer
impasibles a la interrupción,
que de mantenerse se tornarla preo­
cupante.
De ah! que, en esta ocasión, y aun a riesgo de dis¡ninuir
el número de los amigos llegados de fuera de Cataluña, y de cau­
sarles más incomodidades
que las imprescindibles, nos hayamos
lanzado a la celebración de esta
XLI Reunión en la Fundación
Bahnesiana. Gracias, pues, a ellos, en especial, y a todos los asis­
tentes de Barcelona y Cataluña. Y gracias también en especial a los
amigos
de Schola Cordis Iesu y de la "Unión Seglar de San Antonio
Maria Claret'', por su ayuda imprescindible. Sin el concurso de
Jorge Soley y Mateo Argerich, consiéntanme de personalizar en
ellos ese auxilio, nO estaríamos aquí en este momento.
Verbo, núm. 439-440 (2005), 767-773. 767
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Podemos, asi, proseguir nuestra labor de formación cívica y
acción cultural según el derecho natural y cristiano. Que, además
de .Ver.bo, requiere de un contacto personal, periódico, que estas
reuniones custodian.
2. La equivocidad de la "ideología''
No es wúvoco, ni siquiera análogo, el término "ideología".
Juan Vallet, en 1971, recordaba que el mismo significa (1):
a) Un denuesto empleado para acusar al adversario: Asi pa­
reoe que nació,
en el siglo XIX para acallar las voces que
disgustaban a Napoleón. Y asi ocurrió igualmente con el
marxismo. en el xx respecto. del calificado como pensa­
miento "burgués". Luego se ha generalizado para desa­
cfeditar, sin más, al contrincante.
b} Más exacto seria, sin embargo, decir (con Manheim) que
comenzamos a calificar de "ideológicas" las opiniones de
nuestros adversarios cuando, más que como mentiras deli-
. beradas o el resultado de un aparato conceptual defec­
tuoso, las consideramos como algo intermedio, a saber, la
consecuencia inevitable e ignorada de ciertos determi­
nantes causales o
idola, preconceptos mentales.
e) Al lado de tales conceptos subjetivos e individuales, pue­
de hallarse otro psicosociológico, contrapuesto al punto
de vista propiamente ontológico. Pues tras haber demoli­
do la unidad ontológica del mundo, se trata de sustituir
por otra impuesta por el sujeto percipiente y sus circuns­
tancias, apareciendo de resultas
"la conciencia en si" (ilus­
trada),
que se mutará -a través de la perspectiva históri­
ca-en "espíritu del pueblo" (historicista).
(1) JUAN VAIJ.ET DE GoYTISOLO, Ideología, praxis y mito de la tecnocrada,
Madrid, 1971, capítulo l.
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d) Incluso, dando un paso más allá respecto de lo recién in"
dicado, cabe que la conciencia -lo explicó Yves Simon­
se vuelque sobre un puro "objeto de deseo".
e) Finalmente, llegamos a la construcción con ideas no obte­
nidas
de la realidad, sino a partir de las cuales se preten­
de "ordenar", gobernar e incluso transformar la realidad.
Constructivis1no utópico
que ha de concluir -necesaria-
1nente
en la revolución .
. 3. La ideología contra la verdad
Si, trascendiendo las acepciones anteriores, debiéramos fijar­
nos en la matriz de lo que podrfamos llamar el "modo de pensa­
miento" ideológico (2), lo encontraríamos ligado a la racionalida.d
mod~rna y en contraposición con la clásica. Mientras ésta_es aco­
gimiento del
lagos, esto es, del orden de las cosas, y del orden
que son las cosas Oo que nos conduce a la filosofía), aquélla
-por contra-es cálculo o método idóneo para alcanzar un
objetivo, finalmente puro do1ninio (con lo que nos movemos en
los predios de la ideología) (3).
Nuestro amigo el profesor Thomas Molnar tituló uno de sus
libros
como "la utopía, eterna herejia" (4). Era la época en que,
intencionada o inconscientemente, se negaba el
pec~do original,
sustituido
poi" el pecado social1 sanable sólo a través de un "cam­
bio de estructuras" revolucionario. En su versi'ón marxista o lJro­
gresista
(recuérdese al malhadado padre Teilhard de Chardin, de
quien se ocuparon
con frecuencia las páginas de Verbo) una ideo­
logía liberadora de matriz judaizante buscaba afanosamente el
paraíso en la tierra, causando -ruinas pOr doquier, pues el camino
no es apto para pretender instalar en él una mansión. En su ori-
(2) Cfr. DALMA.CIO NEGRO, "Modos de pensamiento politice", Anales de la Real
Academia de Ciendas Morales y PoUticas (Mad_rid), n." 73 (1996), págs. 528 y sigs.
(3) DANILO CAsTEl.LANo, La razionalit8. della política, Nápoles, 1993, págs. 9
y sigs.
( 4)
TuoMAS MOLNAR, Utopía, the perennial heresy, Nueva York, 1967.
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gen se hallaba lo que otros de nuestros amigos, los profesores
Marce!
de Corte y Michele Federico Sciacca, belga y siciliano res­
pectivamente,
habían caracterizado como J'intelligence en péril de
mort (5) o el oscuramento della inteltgenza (6). En efecto, esa
religión heretizada, convertida en agente de las utopías hodier­
nas,
no era sino expresión de un fenómeno natural, aunque pato­
lógico: la ruptura del
pacto nupcial del hombre con la naturale­
za, ruptura -se ha dicho-por la que, de un lado, se destruían
las raíces que le per1nitían succionar los jugos nutricios de la tie­
rra, mientras
que de otro sus ra1nas se hacían incapaces de absor­
ber la clorofila del cielo. Perdido, así, el lugar del hombre en el
orden de la naturaleza, tanto respecto del Creador, como de los
demás
hombres y del mismo mundo, el volver la espalda a la ver­
dad debía venir seguido del lanzarse enloquecido en lo útil. La
de1nagogia, tras ocupar el centro de la escena, va a hacer mutis
por el foro dejando paso a la dominación tecnocrática. Los inte­
rrogantes
emergen súbito. En primer lugar, ¿se da una verdadera
oposición entre la temocracia y la ideología? Y, en segundo,
¿marca aquélla el declive de ésta?
4. Tecnocracia e ideología:
especial referencia a la democracia
La primera pregunta, en lo que aquí nos interesa, requiere
examinar la relación entre tecnocracia y democracia. Juan Vallet,
en sus madrugadores estudios sobre la ternocracia, ya observó
cómo los regítnenes autoritarios ofrecen un amplio campo donde
la acción tecnocrática puede desarrollarse con mayor eficacia: "El
ejecutivo fuerte les facilita enormemente su acción. Sin embargo,
ésta puede serles frenada por el contraste de la ideología tecno­
crática con la ideología dominante o bien por la contradicción
que,
para ésta, pueda significar la primacía que la tecnocracia
concede al desarrollo mera1nente económico. Incluso podría, tal
(5) MAR.cm. DE CORTE, L ~ntelligence en pffil de mort, París, 1969.
(6) MICHELE FEDERICO SCIACCA, L 'oscuramenta della intellígenza, Milán, 1970.
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vez, una dictadura que tratara de restaurar el tejido social y de
revitalizarlo, a través de los cuerpos sociales naturales básicos.
Por desgracia,
en este último medio siglo -escribía a mediados
de los
setenta-, aunque varios regímenes han podido efectuar
esta obra, e incluso han afirmado realizarla, ninguno
ha hecho
sino falsearla, confundiendo
un régimen verdaderamente orgáni­
co con su contrario, es decir, eón una representación parlamen­
taria dimanante de la Administración Pública, en una parte, y del
dictador,
en la otra". Sin embargo, las democracias de partidos
políticos, frecuentemente partitocracias,
no escapan mejor a este
fenómeno:
"La demagogia de.sarrollada con fines electorales, por
una parte, incita al Estado democrático a ofrecerse a sus ciu­
dadanos para sustituirles, cada vez más,
en sus responsabilidades
y prometiéndoles
así un bienestar difundido. Este canje tiene
como precio la masificación y como contrapartida empuja al
Estado democrático a confiar las palancas de la Administración
Pública a la tecnocracia. Los medios de comunicación de masas,
manipulados, permiten conducir muy democráticamente (es de­
cir, con el refrendo de votos mayoritarios) hacia la aprobación y
realización totales y· absolutas de los planes te"cnocráticos". No
olvidemos, concluye, que la igualdad, ideal democrático, facilita
la homogeneización
que conduce a la sociedad de masas y a dar
realidad a la visión
que proféticamente anticipó Tocqueville de
un totalitarismo democrático (7).
En la antítesis de las dictaduras tecnocráticas no se halla,
pues, ni nada puede remediar, una democracia de masas: "La
enfennedad radica sociológicamente en el binomio masificación­
estatificación, · alimentado por las _utopías movidas por la dema­
gogia, tanto de la oposición que aspira al poder como del parti­
do o equipo gobernante
que lucha por conservarlo. Los primeros
remedios más imprescindibles
no podrán ser sino religiosos y
metafisicos:
la recuperación de la conciencia de cuál es nuestro
Puesto en este inundo, de paso hacia la vida eterna, y en la rea­
lidad del orden de la naturaleza, en el que incidimos con nues-
(j) JuAN VALLET DE Gornsow, Más sobre temas de hoy, Madrid, 1979, págs.
348-349. .
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tra libertad, pero sin escapar a las consecuencias dimanantes del
uso que de ella hagamos" (8).
5. ¿Fin de las ideologías? Entre el crepúSculo
y una nueva alborada
En ese esquema de subversión de la verdad por la ideología,
la tecnocracia, ¿no habrá marcado
por lo menos el ocaso de las
ideologías' Gonzalo Fernández de la Mora,
en libro celebrado y
pronto famoso,. creyó ver -en efecto--un crepúsculo de las ideo­
logías de resultas de la decadencia de las concretas ideologías
históricas,
tal y como se habían conocido hasta (por lo menos) la
segunda guerra mundial (9).
Sin embargo podría haberse distin­
guido entre el crepúsculo
de "las ideologías" y el de "la ideolo­
gía", pues si el marxis1no soc.ialista o el demoliberalismo habían
a la sazón empezado a cuartearse en su ditnensión de religiones
civiles, el modo de pensamiento ideológico estaba dejos de ha­
llarse en decadencia, antes al contrario, etnergia con fuerza en
versiones renovadas, por lo general "débiles". Así pues, asistimos
al tiempo al crepúsculo de las ideologías y al cenit de la ideolo­
gía. El contexto cultural de la crisis de la modernidad, y el polí­
tico
de la crisis del Estado, esconden la clave de interpretación de
la paradoja aparente. Se producía, sí, la disolución de la filosoffa
moderna, esencialmente ideológica, en su versión fuerte, pero
ocupaban su lugar subrogados débiles brotados de su mismo
humus cultural (10). Retrocedían -también-fascismos, socia­
lismos y liberalismos, 1nientras surgían nuevos "ism:os" -feminis­
mo, ecologismo, etc.-, modalidades las más de la nueva matriz
(ideológica) del "progresismo" (11).
La propia tecnocracia -lo
(8) Id., op. dt., págs. 24-25.
(9) GoNZALO FERNÁNDEZ DE LA MORA, El crepúsculo de las ideologías, Madrid,
1965.
(10) DANIW CAsTEUANo, L'ordine della política, Nápoles, 1997.
(11) GoNZALO FERNÁNDEZ DE LA MORA, "Las presuntas ideologías novísimas",
Anales de la Real Acaden1ia de Ciencias Morales y Políticas (Madrid), n.º 69
(1992), págs. 234-244.
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había denunciado tempestivamente nuestro Juan Vallet-no pa­
saba
de ser sino otra ideología al fin y al cabo (12). Finalmente,
se desmoronaba el Estado,
pero sin que se asentara o divisara al
menos
en lontananza una nueva forma política (13).
6. Plan
La presente reunión _busca, pues, en p_rimer lugar discutir
desde el ángulo de la gnoseología la oposición entre ideología y
ciencia (José María Petit), para después repasar la incidencia de
la ideología
en el derecho (Juan Vallet de Goytisolo), la política
(Consuelo Martínez-Sicluna),
la economía (Osear Vara), la histo­
ria (José María Alsina)
y la educación (José Antonio Roca), Y con­
cluir, tras
una reflexión sobre las ideologías desde la doctrina
social
de la Iglesia, intentando responder a la pregunta de "¿por
qué _descristianiza el liberalismo?" (Francisco Canals) (14).
Invoquemos al Espíritu Santo para
que ilumine nuestras inte­
ligencias
y nos disponga del mejor modo para extraer abundan­
te fruto de esta Reunión.
(12) JUAN VALLET DE GOYTISOLO, Ideología, praxis y mito de la tecnocra­
cia, cit.
(13) Pueden verse mis ¿Después del levJathan? Sobre el Estado y su signo,
Madrid, 1996 y ¿Ócaso o eclipse del Estado?, Madrid, 2005.
(14) A continuación sólo se publican los textos que los autores han ehtre­
·gado a la redacción (N de la R.),
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