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Número 439-440

Serie XLIII

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¿Por qué descristianiza el liberalismo?

¿POR QUÉ DESCRISTIANIZA EL LIBERALISMO?
POR
FRANCISCO CANAIS VIDAL
La palabra "liberalismo" tiene diversidad de acepciones, con
frecuencia no precisadas en su posible conexión. El liberalismo
económico ahora casi define la ideología de las actuales "dere­
chas", que preferentemente gustan de llamarse "centro". "libera­
lismo",
en el mundo protestante, especialmente anglosajón, es
sinónimo, en lo religioso y teológico, del "modemistno" que con­
denó San Pío X o del actual "progresismo". En el siglo XIX, era
una doctrina que se orientaba hacia la separación de la Iglesia y
el Estado, y se realizaba en el reconocimiento obligatorio de la
igualdad
de derechos de todas fas confesiones religiosas.
Aquí
me ocuparé de esta tercera acepción, que fue cronoló­
gicamente la primera
en difundirse y que fue objeto de conde­
naciones pontificias, sobre todo en los Pontificados de Grega­
rio
XVI, Pío IX, León XIII y San Pío X. Pío XI le dio el nombre
de "laicismo" y lo condenó igualmente. Ahora, tanto la palabra
"liberalismo" como la de "laicismo", en este sentido de relación
entre lo religioso y lo político, están prácticamente rehabilitadas
y elaboradas positivamente, lo cual
es un factor decisivo de la
actual confusión
de ideas. Porque el liberalismo, entendido tal
como la Iglesia lo condena, es contradictorio con la que el Con­
cilio Vaticano II, precisamente
en su declaración sobre la libertad
religiosa, nombra como "la tradicional doctrina católica, que se
mantiene íntegra, sobre el deber moral de los hombres y de las
sodedades hacia la verdadera religión y la única Iglesia de Cristo"
(DH n.º 1).
Verbo, núm. 439-440 (2005), 817-828. 817
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FRANCISCO CANALS VIDAL
Buscando razones en defensa del juicio condenatorio de la
Iglesia sobre el liberalismo así
entendido, se podrían aducir
muchos
hechos que hacen patente el efecto profunda y exten­
samente descristianizador
de la política y de la legislación libe­
rales. En esta 1nisma asociacióll de la Ciudad Católica, y aquí
en Barcelona, el Profesor Alsina analizó documentadamente la
pavorosa decadencia de la vida religiosa y de la fecundidad de
las familias cristianas en cuanto a las vocaciones sacerdotales
y religiosas, que han ac·aecido
en España como efecto de la
transición a la democracia, con
el paso de una legislación que
proclamaba el deber de regularse según la doctrina católica
a la afirmación
de la completa "descatolización" del Estado
español.
Me voy a ocupar, en esta ocasión, de razonar el acierto del
juicio de la Iglesia -recordemos que los juicios doctrinales no se
derogan
por el silencio ni por el lenguaje más o menos preciso
con
que se planteen cuestiones en el campo político o socioló­
gico--atendiendo a una fuente filosófica fundamental, inspira­
dora del Contrato social de Rousseau, orientadora de la Ilustra­
ción del siglo
XVIII, y que está en el origen de la "desconfesiona­
lización"
de la sociedad política .en Estados Unidos: me refiero a
la doctrina de Spinoza,
el judío holandés enemistado con la sina­
goga
de su tiempo y más amigo de los cristianos liberales que
eran los republicanos holandeses, enfrentados al calvinismo de
Guillermo de Orange -el que "salvó" Inglaterra del catolicismo
e instauró
y reforzó la confesionalidad en el Reino de la Iglesia
de Inglaterra ratificada en su protestantismo reformado, es decir,
calvinista.
• • •
Bonifacio vm promulgó una Bula de las más denostadas y
desprestigiadas, no sólo por los ene1nigos de fuera de la Iglesia,
sino también desde dentro,
por todos los regalistas, galicanos y
febronianos y, desde luego, por los católicos liberales. Leamos el
punto
de partida y la definición a que llega la Bula de 18 de
noviembre de 1302:
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¿POR QUÉ DESCRISTIANIZA EL LIBERALISMO?
"La fe nos urge y obliga a creer y mantener y con{esar que
es una la Santa Iglesia Católica y APJstólic.a, fuera de la cual no
se da salvación ni remisió,n de los pecados, que es único Cuerpo
místico, cuya Cabeza
es Cristo, que es el Cristo de Dios, en la
cual Iglesia hay un solo Señor, una sola fe y un solo bautismo"
(DS n.º 870).
La conclusión que contiene la fórmula definitoria dice:
"Así, pues, estar sometido al Romano Pontífice es absoluta­
mente de necesidad para la salvación para toda humana crian.ira.
Lo declaramos, lo afirman1os y lo decirnos" (DS n.º 875).
En el texto de la Bula se habla de las "dos espadas", la espi­
ritual y la temporal.
"La primera, ejercida por la Iglesia; la segun­
da,
por los reyes y soldados. Pero, según el agrado y tolerancia
del Sacerdote. Pues
es necesario que una espada esté bajo la otra
espada, y
que la autoridad temporal se someta a la autoridad
espiritual" (DS
n.º 873).
El tema de las dos espadas se toma a partir del pasaje evan­
gélico en el cual los Apóstoles, durante la Pasión del Señor, alu­
den a que teman "dos espadas". Según el magistral estudio del
Padre Francisco Segarra, esta argumentación y el contexto de la
misma
no son lo definido infaliblemente. Lo definido infalible­
mente es el universal deber de obedecer a la Iglesia en todo lo
humano, fundado en que la Iglesia es la única Iglesia de Cristo.
El rey Jacobo I de Inglaterra escribió el tratado Contra la doc­
trina católica de
la autoridad pontificia sobre los reyes. El último
acto de juicio fom1al condenatorio de un Rey y declaratorio de
que sus súbditos no le debían obediencia, por oponerse él a la
Ley divina,
es el de San Pío V contra la reina Isabel de Inglaterra,
en una Bula de 25 de febrero de 1570 (v. Historia de los Papas
de Ludovico Pastor, versión castellana, vol. XVIII, Barcelona,
1931, págs. 180 y sigs.). Notemos
que es el último Papa canoni­
zado anterior a Pío X y recordemos que los ingleses católicos no
lo recibieron con adhesió!]-entusiasta. En réplica al rey Jacobo,
escribió Suárez, en 1613, su Defensa de la fe católica contra los
errores de la secta anglicana con respuesta a la apología a favor
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FRANCISCO CANALS VIDAL
al juramento de fidelidad y el Prefacio monitorio del Serenísimo
Rey de Inglaterra ]acabo.
En esta obra de Suárez, la cúestiót) decisiva es tratada en su
Parte Tercera. El rey Jacobo defendía que, siendo el poder real
de origen divino, era una usurpación de los Papas romanos pre­
tender que terúan juicio y autoridad sobre el poder real. Suárez
argumenta contra el rey Jacobo partiendo del principio
de que no
podrían existir en el mundo dos autoridades soberanas entre las
que
no se diese ningún orden ni dependencia de una con otra:
"O la Iglesia tiene autoridad sobre los Reyes
en lo que ha sido
confiado a la autoridad
de la Iglesia o, por el contrario, habrá que
reconocer
que la Iglesia ha de someterse al poder real". Si no se
acepta la autoridad del
Papa sobre los reyes, hay que aceptar la
autoridad
de los reyes sobre la Iglesia.
En realidad,
en la hostilidad secular contra la doctrina de
Bonifacio VIII esta.ha subyacente la voluntad de que el poder
humano de las autoridades de los Estados no tuviese que reco­
nocer ninguna dependencia ni deber de obediencia res1Jecto
de los juicios morales que diese la Iglesia sobre las leyes y
decisiones políticas. Esta emancipación del
hombre frente a
Dios, realizada a pretexto
del plincipio de independencia de lo
político respecto
de la autoridad religiosa, que fue madurando
desde el regalismo a través de la Ilustración de las monarquías
del· despotismo ilustrado, no tendría en el mundo su culmina­
ción definitiva más
que en el Estado liberal. En la proposi­
ción veinte del
Syllabus de Pío IX, de 8 de diciembre de 1864,
lee1nos:
"El poder eclesiástico no debe ejercer su autoridad sin per­
miso
ni asentimiento de la autoridad política" (DS n.0 2920).
Y en la proposición treinta y nueve, encontramos condenado
el siguiente principio:
820
"El Estado de la República (es decir, en el Estado de origen
democrático),
en cuanto que es el origen y la fuente de todos los
derechos, goza de un derecho no circunscrito por límite alguno
(DS n. º 2939).
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¿POR QUÉ DESCRISTIANIZA EL LIBERALI'.,"'MO?
Recuerdo que, en los tiempos del ascenso del totalitarismo
del Estado nazi, comentaban algunos
que Pío IX se había antici­
pado a su condenación. Lo que en realidad hizo Pío IX es con­
denar muy explícitamente y con perfecto conocimiento de causa
el liberalismo
de su tiempo, que sentó principio que desde en­
tonces no ha hecho sino consolidarse y desarrollarse. en sus con­
secuencias.
La democracia absoluta que ahora se presenta a sí
misma como la única
for1na de poder hu1nano acorde con la
naturaleza del hombre se fundamenta en principios filosóficos de
los que se deduce lógicamente la absoluta independencia res­
pecto
de Dios de la voluntad política de los hombres.
Spinoza sostiene que "siempre que
en un Estado se admita el
ejercicio
de una autoridad independientemente del poder político
habrá, necesariamente, escisión y lucha como ocurrió a los reyes
de Israel, a los que pretendían juzgarles los Profetas". Y, a partir
de aquí, sostiene que "sólo
el poder político puede ser fuente de
la vida moral" y que "los que tienen el poder soberano son guar­
dianes e intérpretes,
no sólo del derecho civil, sino también del
sagrado y que únicamente ellos tienen derecho a decidir qué sea
lo justo y qué lo injusto, lo
que sea conforme o no a la piedad.
Mi conclusión, finalmente, es que, en orden a mantener el de­
recho de la mejor manera posible y asegurar la estabilidad del
Estado, conviene dejar cada
uno libre de pensar lo que quiera, y
de decir lo que piense"
(Tractatus teologico-politicus prefacio).
El Tractatus theologico-politicus de Spinoza fue escrito en
1670. Fue más conocido como el punto de partida de los crite­
rios metafísicos y epistemológicos que pusieron
en marcha la lec­
tura racionalista .y modernista de la Sagrada Escritura, pero ejer­
ció una inspiración profunda en lo más originario y auténtico del
pensamiento liberal. Parece muy probable que el verdadero crea­
dor del edificio político an1ericano. Thomas Jefferson, aparente­
mente
"unitariano" era, en su pensainiento profundo} un disá­
pulo de Spinoza, porque hacía ya tiempo que el unitarianismo,
que se presentaba como "negador de la Trinidad", había evolu­
cionado en la dirección del 1nonismo panteísta y naturalista que
se había expresado en fonna tan explícita en la obra del judío no
creyente, sino "filósofo", Baruch de Spinoza.
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Los católicos liberales del siglo XIX ponían en duda el acierto
y la justicia de las condenaciones pontificias sobre el liberalismo,
e inspiraron práctican1ente la aceptación de los principios libera­
les. Si hubiesen atendido a las fuentes filosóficas del liberalismo,
hubieran comprendido el profundo acierto de las condenaciones
de la Iglesia.
En realidad, el Estado moderno de inspiración filosófica deri­
va prácticamente del panteísmo que, con formulaciones de un
monismo estático spinoziano o de un monismo dialéctico l1ege­
liano1 vino a reinar en el Occidente apóstata del cristianismo a
partir de la Revolución Francesa. La primera proposición del
Syllabus de Pío IX contiene una admirable síntesis de todos los
errores contemporáneos
en esta su doble raíz spinoziana y hege­
liana.
La proposición condenada dice así:
"No existe ningún poder divino supremo sapientísimo y pro­
videntísimo, distinto
de la universalidad de las cosas, y Dios es
idéntico con la naturaleza y, por lo mismo, son1etido a cambio, y
en realidad Dios se realiza en el hombre y en el mundo, y todas
las cosas son Dios, y tienen la mismísinia substancia de Dios, y
una y la nlisma cosa es Dios y el mundo y, por consiguiente, el
espíritu y la materia, la necesidad y la libertad, lo verdadero y lo
falso, lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto" (DS n.º 2901).
Si los católicos liberales hubiesen atendido a las fuentes filo­
sóficas del liberalismo, hubieran podido advertir la razón pro­
funda
de su devastadora influencia descristianizadora. El Vene­
rable Obispo Torras
y Bages veía la revolución liberal como la
puesta
en práctica del Contrato Social de Rousseau. Acertaba ple­
namente, pero podemos añadir
que el propio Rousseau, en su
Contrato Social, viene a ser un epígono de Spinoza, en todo el
sistema de su pensamiento (expuesto
en la Ethica, el Tractatus
1heologico-politicus
y el Tractatus Politic1).
Desde el naturalismo integral de Spinoza, carece de sentido
el libre albedrío,
.la conciencia del deber, del mérito y del demé­
rito, o del bien
y del mal, pensados como distintos de la utilidad
o del deseo
al que el hombre es impulsado necesariamente por
la naturaleza. Si proclamamos la necesidad natural de tocias las
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¿POR QUE DESCRISTIANIZA EL LIBERALISMO?
operaciones del hombre, nos libramos del sentimiento de culpa
por el remordimiento. El mismo Freud es spinoziano. Un miste­
rio presente
en el mundo contemporáneo descristianizado es la
frecuencia del lenguaje moralizador, condenatorio precisamente
de lo tradicional cristiano y del
orden natural de las cosas -del
1natrimonio monógamo e indisoluble entre varón y mujer, de la
fecundidad contraria al aborto, de la conservación de la vida con­
traria a la eutanasia, de toda autoridad en la familia y en la escue­
la-para cumplir literalmente la profeáa bíblica: "Hay de los que
a lo bueno llaman malo y a lo malo bueno".
Nuestro
mundo está atravesado por la desconcertante para­
doja de
que la filosofía que inspira el liberalismo es determinis­
ta, negadora del libre albedrío y desconocedora del carácter per­
sonal del individuo humano. Por esto,
no es de extrañar que la
mayoría
de los que combaten la pena de mue1te defiendan la
licitud del aborto y
de la eutanasia. El juicio condenatorio de Pío
IX en la Quanta cura y el Syllabus fue reiterado y sistematizado
con precisión admirable en el plano doctrinal por León XIII,
sobre todo en sus Encíclicas Immortale Dei y !Jbertas, que pre­
sentan el liberalis1no como la puesta en práctica del irunanentis-
1no naturalista y, a la .vez, advierten que el liberalismo conduce
al ateís1no.
León XIII insistió en que viene del ateísmo el que el Estado
conceda a todas las religiones iguales derechos. Su juicio se
corresponde plenamente
con la intención profunda de la con­
cesión,
por el Estado liberal, del derecho que propugnaba Spi­
noza de dejar a cada uno pensar lo que quiera y decir lo que
piensa como camino para que el poder--político se constituya en
única fuente de ideas 1norales. En realidad, estan1os viendo esto
en la_ vida política interna de los Estados y en la vida interna­
cionaL desde la ONU y desde la UNESCO, los criterios y las nor­
mas con que
se pretende evitar el contagio del SIDA o regular
la explosión demográfica
en el mundo dan por presupuesto
como algo obvio que desde los poderes estatales o internacio­
nales no se ha de es¡)erar ni se puede aceptar ninguna norma­
tividad moral de origen religioso, procedente de cualquier igle­
sia o confesión.
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Hay que reconocer que desde la ONU, como desde los pode­
res políticos estatales, ni se espera 'ni se aceptarla un juicio moral
venido del mundo religioso. Sociológica y culturalmente, nos
encontramos con la· trágica exclusividad del islamismo en apare­
cer
como una resistencia explicita a la secularización del laicismo
en nuestra vida colectiva. Si se hubiese atendido a los procesos
. reales que hemos presenciado y que han llevado a la desaistia­
nización de la cristiandad occidental, tendríamos que reconocer
dos hechos importantísimos y de significado decisivo:
En primer lugar, la injusticia sectaria que ha hecho evolucio­
nar el Estado separado de la Iglesia hacia el Estado laicista opre­
sor del
derecho a la presencia de la fe en la educación y en la
vida social, que no es algo contradictorio con los principios del
liberalismo que la Iglesia condenó, ni accidental a
su dinamismo
profundo.
En segundo lugar, la hegemónica influencia del secta­
rismo anti-cristiano en los medios de comunicación social y en
todos los ámbitos culturales que han confom1ado la mentalidad
contemporánea anti-tefstica es algo no sólo coherente con los
principios del liberalismo, sino algo intentado por "principios"
explícitamente afinnado como la finalidad del propio liberalismo
desde sus fuentes filosóficas originarias
y capitales.
• • •
Al preparar el envío de la ponencia pronunciada en Barce­
lona
en el último Congreso de la Ciudad Católica, me parece
oportuno añadir unas notas sobre la filosofia profunda
de los
nacionalismos, a
modo de homenaje al eminente pensador Rafael
Gambra, recientemente fallecido,
y que durante tantos años habla
colaborado activamente manteniendo la presencia del pensa­
miento tradicional
en tantos ámbitos de la vida española.
En
un iluminador trabajo titulado Patriotismo y nacionalismo,
publicado en la revista barcelonesa Cristiandad (n.º 160, noviem­
bre
1950, págs. 507-508), Rafael Gambra formuló un análisis pro­
fundo
y fundamental sobre la génesis y el sentido de la ideolo­
gía nacionalista que 1ne parece oportuno citar literalmente con
alguna extensión:
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¿POR QUP DESCRISTIANIZA EL LIBERALISMO?
"Para los ilustrados, las diversas religiones ... eran visiones
butdas, representaciones populares de
ur1a más profunda ver­
dad, que es la co1nprensíón racional,· dentffica, del universo. Y
como complemer1to de este nuevo gnosticismo vulgarizado domi­
nó, en el ambiente de las luces,
una fi/osoffa de la historia según
la cual
se va opél-ando lentamente un proceso de racionalización
en el cual la razón
va abriéndose paso a través de las nieblas de
la ignoranda, de la supersüdón
y de la creenda ".
"La actitud personal del enciclopedista, congruente con esta
concepción, habría de ser idéntica a la del antiguo
«sof~ griego,
que fue heredada por el gnosticismo:
un aristocrático desdén
hacia las
perecederas creencias del pueblo y del medio ambiente,
y la pasividad meian1ente espectadora del dniciada» (Jue espera Jo
que necesariamente y por sus pasos 9ontados ha de suceder".
"Sin embargo, en el seno de la Ilustración, surgió una voz
que, si participante del espíritu general del movimiento, era disi­
dente respecto
de la Fi/nsoffa de la Historia... fue la voz la J J
Rousseau. Para el autor del Emilio, el advenimiento de la era
racional de la humanidad no ha de venir por sus pasos contadcis,
en un lento pero necesario abandono de los ddolo~, porque la
·irracionalidad
no es merarnente un estrato previo que se trans­
formará en ilustración, sino que
es causa del anab, del único
mal posible, origen de la perversión del hombre; naturahnente
bueno ... es preciso, en consecuencia, destruir esa sociedad para,
sobre
ella, edificar la «nueva sociedad racionab, en la que el
hombre, libre de estas influencias deletéreas ... recupere el
máxi­
mo posible de libertad, y con ello de espontánea inocencia ".
"Entonces surge de un modo expUdto el espíritu revolucio­
nario, por
opaición y en contraste con el plácido espíritu enci­
clopedista que, simplemente, esperaba la evolución. Esta organi­
zación de la sociedad sobre bases racionales a partir de
uila rup­
tura con el pasado debería realizarse, para ser lógica, sobre la
sociedad universal, o al menos sobre
un ideal universalista, «anti­
nacionab ".
"Sin embargo, contra la lógica interna del sistema, el consti­
tucionalis1110 deci111onónico admitió y se aplicó a las naciona­
lidades existentes, estableciéndose para cada
nación una
~constitudón racional y definitiva;, que tomaba como objeto y
calificativo, precisamente, el nombre de la nacionalidad. Enton­
ces surge
un nuevo y extraño sentimiento que, como el antiguo
patriotismo, representa
una adhesión afectiva a la propia nación,
pero que
no puede llamarse ya pa"trtotisma» porque reniega de la
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obra de los padres y ar1tepasados, y se funda sobre una ruptura
con
su mundo y sus valores. Este sentimiento es el nacionalismo".
A continuación, Gatnbra señala dos caracteristicas del nacio­
nalismo
como "nueva ·fuerza espiritual del mundo moderno": su
naturaleza teórica frente a la meramente afectiva y existencial del
patriotismo ... y su "absolutividad".
"AJ paso que el patrioüsrr10 puede ser un sentimiento condi­
cionado
y jerarquízado ... en el nacíonalismo la ..razón de Estado,
es causa supre1na e inapelable, y la nación o Estado, hipostasia­
dos, comunidad abstracta, constituyen una instancia superior
sin ulterior
recin:r;o ".
El fundamentado juicio de Rafael Gambra responde a un co­
nocimiento auténtico
de las bases filosóficas y los condiciona­
mientos culturales
en que se gestó la doctrina nacionalista: el
Idealismo filosófico,
elaborado en el contexto cultural del Ro­
manticismo ale1nán. En esta
nota de homenaje a Gambra, no haré
sino subrayar los rasgos característicos de este pensamiento en el
doctrinario del nacionalismo catalán Enrie Prat
de la Riba, quien
en su decisivo manifiesto La nacionalitat catalana afirma:
"Descentralización, autogobierno, federalismo, estado com­
puesto, autonomis1no, parti.cu/arismo, suben con el astro nuevo,
pero
no Jo son. Una Catalunya libre podría ser uniformista, cen­
tralizadora,
den1ocrát1.ca, absolutista, católica, librepensadora,
unitaria, federal, individualista, estaüsta, autonomista, imperia­
lista, sin dejar de ser catalana. Son problemas internos que se
resuelven
en la conciencia y en la voluntad de un pueblo, como
~us equivalentes se resuelven en el alma de un hombre, sin que el
hombre y
el pueblo dtyen de ser el mismo hombre y el mismo pue­
blo
JXlr el hecho de pasar por estos diferentes estados".
No puedo dejar de recordar la indignación con que leía este
texto de Prat de la RilJa el Padre Orlandis, al dármelo a conocer.
Contiene
un juicio desorientado y desorientador que explica,
probablemente, muchas incoherencias internas y debilidades en
las posturas políticas que ven en esto una inspiración de sus acti-
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¿POR QUÉ DESCRISTIANIZA EL LIBERALISMO?
tudes pero, con su vaciedad e inconsistencia, el significativo pá­
rrafo de Prat de la Riba es coherente con la inspiración filosófica
que revela al escribir
"la nacionalidad es un ,Volkgeist», un espí­
ritu social o público".
Para los sistemas idealistas en que se plasmaron estos con­
ceptos, este "espíritu del pueblo" es
una más cercana y profunda
expresión
de lo Absoluto que la fe o el culto religioso. Aunque
tal vez Prat de la Riba
no fuese plenamente consciente de ello, se
había ciertamente contaminado e impregnado de aquellas dele­
téreas concepciones filosóficas.
Se explica así que, para negar que la "unidad católica" pue­
da ser admitida como explicación de la existencia histórica de
España, afirme que "es un contrasentido inexplicable hacer de la
religión católica1 que es por su naturaleza universal, un elemen­
to
de diferenciación de los puebios. Por su origen, por su fin, por
su doctrina y por su tnisión social, la religión católica es incom­
patible con la acción nacionalizadora que se le atribuye".
Podriamos observar aquí el carácter abstracto y, en el fondo,
racionalista, que atribuye a la catolicidad de la Iglesia, que siem­
pre, a lo la,go de su historia, ha. asumido y se ha compenetrado
en la vida histórica de los pueblos, de tal manera que no sólo los
pensadores católicos, apologistas
de .la fe y de la Iglesia en los
distintos pueblos, sino la misma autoridad jerárquica
de la Iglesia,
ha hablado frecuentemente y ha reconocido secularmente su pre­
sencia generadora de tradición católica en los pueblos.
Hace
poco tiempo, Juan Pablo II llamó a España "evangeli­
zada y evangelizadora", y nunca la Iglesia ha dejado de procla­
marse "generadora maternal"
de la vida colectiva y de la tradición
de pueblos como Italia, Irlanda, Polonia, Francia o Bélgica.
La
Santa Sede ha dado el título de "Católica" a la Corona española,
de "Cristiamsima" a la Corona francesa,
de "Fidelísima" a la Coro­
na portuguesa, o de "Apostólica" a la Corona de Hungria.
El pensamiento implícito del extraño juicio de Prat de la Riba
se pone 1nás gravemente de 1nanifiesto si cov.tinuamos la lectura
del párrafo en que acaba de negar la posibilidad de la Iglesia
católica ejerza una acción for1nadora de la tradición de un pue­
blo. Esaibe Prat de la Riba:
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FRANCISCO CANALS V/DAL
"Causa de individualización social sólo podrían serlo las reli­
giones antiguas, las religiones naturales,
que nacían en cad~ pue­
blo
como los otros elementós de la vida f>opular, como el dere­
cho, la lengua.
No lo podrá ser la religión de todas las naciones
y lenguas".·
La extravagancia de estas afinnaciones, desenfocadas y erró­
neas, póne también de manifiesto que Prat de la Riba no era
consciente de que,
en la filosoffa inspiradora del contemporáneo
nacionalismo revolucionario, la negación o total olvido
de la
transcendencia de lo religioso sobrenatural sobre la sociedad
y la
cultura humana se a¡Joya, precisan1ente, en aquella absolutización
de lo inmanente. No se da cuenta Prat de la Riba de que, enten­
dida como "espiritu del pueblo", universalizada
y absolutizada en
las filosoffas idealistas, la nación pasa a tener el papel de las reli­
giones gentiles
y a dar desde luego por "cancelada" la economía
sobrenatural
y divinizante de la Iglesia católica, máximamente
apta para ser orientadora y generadora
de culturas humanas.
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