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Número 487-488

Serie XLVIII

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Un filósofo nuestro, el mundo y el humo de Satanás

No en vano Pablo VI ha hablado de una “autodemolición de la Iglesia”, y de que en ella ha entrado el “humo de Satanás”.

Juan Alfredo Casaubon

 

1. Todo discurso está limitado en el tiempo

Este es un acto motivado por la piedad de los hijos y por la observancia de los demás. Por la piedad familiar que mueve a los primeros a rendirles culto de respeto, de dulía, a los padres, quienes junto a la patria, son principios secundarios de ser y de gobierno, y por la observancia que mueve a los beneficiarios a rendirles un culto, también de veneración, a quienes son principio de gobierno y causa de bienes comunes. No cabe duda que el legado de Casaubon es un bien común.

Cabe señalar la diferencia entre dos virtudes: la gratitud, que es la respuesta honesta, agradecida, que el beneficiado debe al bienhechor, causa de un beneficio particular, y la observancia, dirigida a personas que constituyen por su ejemplo, principio de gobierno, y de quienes recibimos bienes comunes.

Si como señala Santo Tomás de Aquino, “la gratitud es un deber de honestidad”[1], la ingratitud es deshonesta. A fortiori, o sea con mayor razón, es deshonesto quien no cumple los mandatos de la observancia, e ignora u olvida a aquéllos que nos legaron bienes comunes.

Han hablado primero algunos de los hijos, Tomás, Luján, Javier y Pablo, cumpliendo con los deberes emanados de la piedad filial. Luego, lo ha hecho Fernando Bermúdez, y ahora lo hacemos nosotros, movidos por la observancia. Entendemos que así, el homenaje es completo, pero también advertimos que nuestra participación no debe ser demasiado extensa, pues si es verdad esa regla de sana retórica que señala que “todo discurso está limitada en el tiempo”, eso se agudiza en estas participaciones colectivas.

Nuestro papel en este homenaje será el de glosadores del homenajeado; ese papel se facilita porque hubo durante su larga y fértil vida, un Casaubon. No es el caso de otros filósofos, como Jacques Maritain, cuya vida reconoce por lo menos tres etapas de cambios sustantivos; en nuestro caso encontramos una larga continuidad, nunca esclerótica, siempre vital; una permanencia firme a pesar de las novedades, de los avatares del existir. Unas palabras de Saint-Exupéry son como su radiografía: “Permanente como la roda que forma la proa de un navío que a pesar de la demencia del mar retorna inexorable a su estrella”[2].

 

2. Un filósofo “nuestro”

Casaubon fue un filósofo que jamás se creyó sabio, sino “amante de la sabiduría”. Todas las cuestiones científicas, culturales, jurídicas, políticas, sociales, económicas, las encaró desde esa perspectiva, de una filosofía siempre abierta a un saber universal más alto: la teología.

En su vida Casaubon fue un paradigma de esa preferencia que aparece en el Libro de la Sabiduría:

“Invoqué al Señor y vino sobre mí el espíritu de la sabiduría, Y la preferí a los reinos y honores y en comparación con ella t u ve en nada a la riqueza…
La amé más que a la salud y a la hermosura y me propuse tenerla por luz, porque su resplandor es inextinguible Todos los bienes me vinieron juntamente con ella…
Sin engaño la aprendí y sin envidia la comunico, y a nadie escondo sus riquezas” (7,7/13).

Puedo, como adjunto suyo un año en la Universidad de Buenos Aires, como colega muchos años y como notario, dar fe que este maestro y amigo vivió todo esto. Habíamos comenzado una gran empresa en la cual participamos Casaubon como titular, Guido Soaje Ramos, como asociado y nosotros como adjuntos: romper la unanimidad del relativismo y del positivismo. Pero pronto tuvimos una gran baja, pues al año Casaubon se enfermó y tuvo que dejar la cátedra.

Casaubon optó por la sabiduría y la prefirió a los reinos y a los honores; siempre el poder y la gloria le fueron ajenos. Casaubon optó por la sabiduría frente a la riqueza; toda su vida terrenal estuvo enmarcada en una pobreza digna; nunca estuvo en venta su conciencia; rechazó con energía las tentaciones académicas de ese mundillo de viajes, congresos, condecoraciones, figuración y hasta dinero; nunca participó en ninguna asociación de bombos mutuos. Casaubon amó más a la sabiduría que a la salud, y soportó el dolor y la enfermedad en forma digna. Finalmente, fue generoso en la transmisión de los saberes y a nadie escondió la riqueza de sus conocimientos.

En este peregrinaje terrestre hacia la patria celestial, Casaubon fue un cómodo viajero que redujo sus necesidades a lo “estricto y cabal”, y así pudo contemplar la belleza, leer en el cosmos. Como lo dice un poeta, Leopoldo Marechal cuando adoctrina a su discípulo, en la didáctica de la patria:

“Josef, dos modos hay de hacerte
rico:/ o aumentando las cifras de tu
cuenta bancaria/ o reduciendo tus
necesidades a lo estricto y cabal./
Mejor es el segundo, por la razónque
sigue: ¿no es el hombre un viajero
de la tierra?/ ¿Su viaje no es efímero ? /
el que poco desea o necesita/
es, bien mirado, un cómodo viajero /
que anda sin equipaje”[3].

Casaubon fue un filósofo muy nuestro. Como filósofo, fue lo contrario de tantos periodistas, exponentes de un océano de conocimientos de un centímetro de profundidad. Él siempre, en cualquier tema, buscó las honduras. A cualquier realidad la visualizaba desde el ángulo de los primeros principios en el orden del ser que son los últimos en el orden del conocer. Y su reflexión era hecha como argentino. Desde nuestra tierra, con sus raíces en ella, indagaba lo universal.

Cuando en 1982 recuperamos temporalmente las Islas Malvinas, se hizo presente con un artículo publicado en Moenia, y el tema era muy sugestivo: “La virtud de la piedad para con la patria según Santo Tomás de Aquino”. Al comenzar aclara por qué lo escribe: “En estos momentos en que la nuestra se bate con heroísmo contra una de las grandes potencias de la tierra, en lo que estima ser una parte de su suelo, nos parece oportuno dar a conocer lo que el Aquinate opinó sobre la virtud de piedad para con la patria: esa misma virtud que mueve a nuestros soldados”[4].

Casaubon fue un universitario auténtico. Generaciones de estudiantes han escuchado de nuestra boca los caracteres que una Universidad requiere para llevar tal nombre con honor: tener por fin primero la verdad, basarse en una recta filosofía, ser fiel a su tradición cultural, tener vitalidad y apertura a las cuestiones de su tiempo[5].

 

3. La vocación del hombre

El hombre está llamado a servir y reinar, pero esto debe hacerlo en forma ordenada, obediente a los mandatos del Creador, porque como escribe Casaubon, en un artículo publicado en Mikael, “la verdadera libertad no se logra en la rebelión ni en la soberbia autonomía; se alcanza en la entrega al ser, a su brillo y a su imperio y, en último término, al Sumo Ser… Dios”, pues “quien no quiere servir a Dios reinando con Él, tendrá –Dios no concede posibilidades intermedias pues vomita a los tibios de su boca– que sufrir la esclavitud de Satanás, cuyo reflejo en el mundo descristianizado es la más moderna restauración de la más tremenda esclavitud universal”[6].

¿A qué esclavitud hará referencia? No lo dice, pero entendemos que no es a la esclavitud de los cuerpos, sino a la contemporánea esclavitud de las almas, de los espíritus; una esclavitud que otros tiempos, más duros, pero también más sanos, no conocieron. Es la esclavitud de tantos hombres de nuestro tiempo, que se creen libres, pero que son movidos desde el exterior por la publicidad, por los poseedores del poder, político o económico, por el periodismo… son esos hombres veleta esclavos de los vientos de la historia, de los signos de los tiempos transformados en normas, esos hombres mariposa, incapaces de penetrar en la esencia de las cosas.

 

4. Superar la lucha entre católicos

Casaubon siempre fue un buen católico, preocupado por los conflictos que desgarraban a la Iglesia en su interior.

Para tratar de contribuir a superar esa situación, escribe en la revista Verbo un luminoso estudio titulado: “Más allá de una dialéctica entre católicos”. Allí, después de analizar los diversos significados del término dialéctica, busca superar la antítesis por arriba y critica al falso tradicionalismo que denomina inmovilismo y a la falsa renovación que llama progresismo, con estas palabras: “el inmovilismo recluye a la Iglesia en sí, con lo cual el mundo se descristianiza cada vez más y, así, descristianizado, presiona sobre la Iglesia y le arrebata, día a día, nuevos bastiones de almas, instituciones y países. Y el progresismo, lejos de re-cristianizar el mundo, mundaniza la Iglesia... para hacer más eficaz el remedio, lo ha hecho idéntico a la enfermedad… La culpa y el peligro del progresismo son muchísimo mayores, porque producen de por sí esos efectos funestos”.

Pone en duda el optimismo del mundo moderno, y se pregunta: ¿No niega la inmortalidad del alma y la resurrección de los cuerpos? “El hombre es ser para la muerte” (Heidegger); “el hombre es una pasión inútil” (Sartre); “la vida es desesperación” (Engels).

Con referencia a críticas de círculos progresistas a la encíclica Eclesiam Suam, acusada de maniquea, se pregunta “si no deberían entonces llamar maniqueos a todos los doctores de la Iglesia, a todos sus místicos, a todos sus ascetas, a todos sus Santos Padres, a todos sus Apóstoles, a los Evangelios y al mismo Cristo Nuestro Señor, todos ellos condenadores del mundo. Y entonces ¿a que quedaría reducida la Iglesia?”[7].

También en un artículo publicado en Universitas, Casaubon critica a una nueva ética promocionista-cristiana, que centra exclusivamente el perfeccionamiento ético del hombre cristiano en la “promoción del mundo”, en “el trabajo técnico-social y a veces político-revolucionario de liberación de las clases humildes y el aumento del poder científico y tecnológico de la humanidad”, y luego se queja del desprecio a los sacramentos, a los mandamientos, incluso de la crítica a la contemplación y a la vida contemplativa, que por “estáticas” y “egoístas” no constituirían un quehacer auténticamente cristiano.

Luego señala que el camino cristiano de ascenso hacia Dios, es el tradicional de las tres vías, purgativa, iluminativa y unitiva y que los medios “no son el ‘cientismo’, la tecnocracia, la rebeldía ante la autoridad legítima, el odio de clases, la guerrilla, el pansexualismo, etcétera”[8].

 

5. Ante el mundo y el mundo “moderno”

En el año 1964 se dictó un ciclo, Cristianismo y progreso organizado por el Centro de Estudiantes de la Facultad de Filosofía de la Universidad Católica, en el cual también estuvo presente Guido Soaje Ramos. Casaubon participó con una conferencia El sentido de la revolución moderna, luego publicada en 1966. El ciclo y sus oradores prueban, que en esa época, se respiraban en esa Facultad, aires mejores que los actuales.

Casaubon señala que lo mundano vigente hoy es “lo democrático”, lo “proletario”, lo “tecnocrático”, lo “científico”, lo “desprejuiciado”, etcétera. Y a pesar que señala formas anteriores mundanizadas de cristianismo, aclara que su análisis se limitará al progresismo y a su inmediato antecesor, el humanismo o personalismo cristiano que Jacques Maritain y otros comenzaron a enseñar allá por 1932.

Maritain pasa de un rechazo a la modernidad, que se tradujo hasta en un libro titulado Antimoderno, “a un excesivo reconocimiento de lo positivo atribuido a la Revolución Francesa”. También destaca que el maritainismo tuvo una actitud predecesora del llamado meaculpismo de los católicos progresistas de hoy.

Viene luego una referencia a un famoso paleontólogo, que se intenta reivindicar, olvidando que su dios, no es otra cosa que el viejo logos de los estoicos vestido de cosmonauta; sobre este personaje señala Casaubon: “No es de extrañar que Teilhard no sólo revalorice sino que también exalte la Revolución moderna”.

“El hombre, para exaltarse a sí mismo ante Dios, Cristo, la Iglesia y el orden cósmico, moral y social, ha ido negando ‘progresivamente’ a La Iglesia primero, a Dios enseguida, a la verdad especulativa, a la moral y a la belleza (arte morboso o sin sentido), por último, autonegándose y empobreciéndose por lo mismo, para ponerse como epifenómeno de la economía, o de la líbido, o de una situación histórico-geográfica… buscándose se ha perdido”.

Sigue una observación muy aguda: “La Revolución moderna es trágica negatividad. Y si ha alcanzado grandes éxitos científicos-positivos y técnicos ello es resultado de la aplicación de la capacidad infinita de la inteligencia y de la voluntad humanas hechas terminalmente para Dios al mundo finito, ha sido a costa de la sucesiva pérdida de la ascética y mística cristianas, de la teología especulativa, de la Iglesia, de Cristo, de todo lo sobrenatural, de la metafísica, de la ética y de la auténtica estética”.

La divergencia de Casaubon con los pro g resistas es que ellos “hacen de lo bueno y positivo de la Revolución su esencia y su médula y ven en lo malo y negativo una accidentalidad”, mientras que nosotros, escribe, “entendemos que su esencia y fin últimos son malos y negativos, aunque por concomitancia tal proceso vaya unido a ciertos aspectos positivos, que deberán salvarse y conservarse”.

Casaubon alude a la Torre de Babel, prototipo de toda civilización nacida del esfuerzo humano olvidado de Dios y movido por una voluntad de autonomía, autosalvación y terrenalidad.

Los progresistas rinden culto al mundo humano, social, en rebelión. Este es su mundo. No es el cosmos, no es la creación, no es el ámbito natural de la sociabilidad y de la politicidad en las cuales el hombre vive; esto es otra cosa y Casaubon lo señala con una comparación: “pecados mortales han existido siempre… pero otra cosa es –y mucho más grave aun– lo que podríamos llamar la institucionalización de la actitud de pecado[9]. Este es el mundo al cual nuestro homenajeado combate, viejo enemigo del hombre, junto al demonio y a la carne.

Y ahora, para tranquilizar al homenajeado, quien estamos seguros que con bonhomía sonríe desde su descanso eterno, una segunda cita de Santo Tomás de Aquino, quien cuando estudia ese vicio contrario a la virtud de la prudencia denominado “prudencia de la carne”, que también llama “del mundo”, señala que consiste en “proponerse los bienes carnales como fin de toda la vida”, Más adelante aclara que “los bienes temporales están sujetos al hombre para que use de ellos según sus necesidades, no para que ponga en ellos su fin ni se preocupe de ellos en demasía”[10].

No podía estar ausente el Doctor Angélico en este homenaje a un tomista fervoroso, quien en alguna oportunidad, tal vez preocupado por nuestra ortodoxia, confió a sus alumnos: “Este Montejano, no sé si en serio o en broma, dice que no es tomista, sino saint-exupéryano”. Sirva para aclararlo, admiro a muchos tomistas, pero no a otros repetidores, apegados a la letra que a veces mata al espíritu, hombres de nuestro tiempo que no atienden a las circunstancias de hoy, que son muy distintas a las del Medioevo. Existen tomistas cuyo tomismo es “lo mismo” y que no prestan a nuestro tiempo el servicio que Santo Tomás prestó al suyo. Reconozco en él a nuestro gran formador. Pe ro, por otra parte, es bueno ser discípulo de Saint-Exupéry, quien, renovando la tradición, nos regala un lenguaje muy accesible a nuestros contemporáneos.

Ahora, una anécdota. Le pido disculpas a Bermúdez por meterme un poco en su tema y en su tierra. Hace muchos años, con Casaubon y nuestras mujeres viajamos a Mendoza. Eran épocas de relativa abundancia; un viaje en tren y estadía en un hotel de lujo. Después vinieron las conferencias y la del homenajeado fue acerca de “La justicia y el derecho positivo”. Una magnífica exposición, luego publicada[11], en la cual teniendo en cuenta la analogía del término derecho aceptaba la existencia de un derecho normativo injusto. Pe ro, después vino lo divertido. Un profesor mendocino, pretendió refutarlo en su exposición posterior, mientras con gestos poco académicos, golpeaba el escritorio y sostenía que jamás admitiría un derecho injusto. El pobre infeliz, no había entendido nada.

Hace casi medio siglo, Casaubon escribe dos artículos en la revista Verbo.

En el primero traza un panorama del mundo de ese tiempo y denuncia dos errores: el subjetivismo teorético, moral, político y jurídico, y el pseudo-objetivismo meramente técnico-científico.

Respecto del subjetivismo, escribe que “consiste en hacer depender lo real y lo verdadero del conocimiento y de las opiniones de los hombres, en lugar de centrarlo sobre lo que es en sí verdadero y real”, pero esta actitud genera un voluntarismo, “dado que la naturaleza de la inteligencia consiste en conocer y afirmar lo que es, en someterse al ser, todos aquellos que quieren sobre poner el arbitrio humano a lo real tienen que desbancarla en beneficio de la voluntad”.

Así, “la humanidad es hoy conducida por un voluntarismo ciego, subjetivista, contra el ser, y en último término, contra el Principio del ser, Dios”.

En el ámbito religioso se dice “que todas las religiones son buenas”. Con lo cual “se pone a la Revelación divina a igual nivel que cualquier sueño o aberración humana o incluso diabólica. Así se pretende que es ‘intolerancia’ el afirmar que Dios existe, que Cristo es Dios, que la Iglesia Católica es la de Cristo, como verdades objetivas; algo así como si alguien dijera que dos y dos son cuatro, porque ello quita la ‘fecunda libertad’ de sostener que son cinco, cero, un millón o todo ello a la vez”.

En una nota aclara que “no se pretende con esto que evidencia matemática y conocimiento por la fe de las verdades reveladas pertenezcan a un mismo tipo gnoseológico. Las verdades matemáticas son naturalmente cognoscibles; no así los misterios sobre naturales… La fe, aunque virtud sobrenatural, es un ‘obsequio racional’. Es irracional hacer de la razón humana la medida absoluta del ser negando lo que la sobrepasa”. Como decía ese gran poeta y amigo Rafael Jijena Sánchez: “La razón razona que hay razones superiores a la razón”.

“En filosofía los sistemas se contradicen… concordes sólo en que no se puede, no se debe volver a la filosofía escolástica”.

En el ámbito moral, “cada uno quiere ‘vivir su vida’ y no admite consejos, correcciones ni castigos, porque no tolera normas que él mismo no se autoimponga. Cada vez menos cosas son consideradas malas, y triunfan la pornografía, la corrupción de la juventud y de la mujer, el robo, el asalto, el asesinato, la estafa, el negociado, el divorcio”.

En lo jurídico, se multiplican las leyes y constituciones, “contradictorias, detallistas y asfixiantes”, a lo que se une “un cada vez menor respeto por la ley”, porque no se las funda “en los principios del derecho natural y del derecho cristiano sino… en el arbitrio subjetivo y voluntarístico de una mayoría, o de un partido, o –lo que es peor aun– en la oculta imposición de un grupo económico internacional o de una superpotencia extranjera, liberal o marxista”.

Respecto al segundo error enunciado, el del pseudoobjetivismo meramente técnico-científico, escribe que muchos, ante la falta de idoneidad por parte de los gobernantes y el requerimiento, sobre todo en los tiempos modernos, de conocimientos específicos desean instaurar el gobierno de los técnicos y de los científicos.

Ante esto, Casaubon señala que el “error tecnocrático-cientificista se olvida que el orden ético no se confunde con el orden técnico y que la sociedad pertenece precisamente al primero, por lo cual, aun cuando englobe técnicos, éstos deben subordinarse a lo ético, y por tanto los técnicos y científicos deben subordinarse al prudente moral”.

Agrega que las ciencias físico-matemáticas originadas en Descartes y Galileo, “sólo consideran las cosas desde el punto de vista de la cantidad y de la medición: como dijera De Koninck, para ellas son lo mismo 70 kgs. de ladrillos y 70 kgs. de hombre, pues hacen abstracción de la esencia substancial de las cosas, de sus cualidades, de sus tendencias orientadas al fin, de su ubicación en la jerarquía de los seres… y por lo tantos son ciegas para el valor y para el bien”.

En síntesis, la sociedad no es una obra técnica, es un orden humano que “no consiste en un orden de cosas exteriores, sino en uno de conductas humanas, tendientes todas a un bien común… capaz de perfeccionar a los hombres como hombres: la verdad, el bien moral, Dios”[12].

 

6. Ante el “humo de Satanás”

En el segundo artículo, escribe algo muy actual: en muchos círculos católicos se habla mucho del hombre, de la persona humana y de sus derechos, de la fraternidad de todos los hombres, de la tolerancia universal, de la justicia social, de las condiciones de vida, de las ‘culpas’ de la Iglesia… y se habla muy poco de Dios, menos de Cristo, nada del pecado, de la muerte, del infierno, de Satanás, del “misterio de iniquidad”.

“Es muy duro luchar siempre contra el ‘mundo’ que nos rodea y presiona con sus vigencias y ‘slogans’; por eso, salvo tener una formación y piedad individuales muy sólidas y profundas, se termina por ceder a esa presión del ‘mundo’ y aunque no se llegue a la apostasía… se diluye el catolicismo callando de él todo lo que en público pudiera molestar a liberales y marxistas… y se confunde la caridad cristiana con la ‘fraternidad’ revolucionaria; el amor al prójimo con la tolerancia de errores especulativos y desvíos morales; la libertad para el bien con la libertad liberal que ante todo es contra Dios y contra los deberes morales de base trascendente; la justicia social cristiana con el igualitarismo jacobino o marxista…”.

“Es que los pseudovalores de la Revolución moderna son la corrupción de los valores cristianos”[13].

Esto fue escrito hace muchos años, bajo el seudónimo de Pincius, pero lo más sorprendente y actual es la descripción de lo que entonces sucedía: “Se han perdido para Cristo los colegios, las universidades, los periódicos y demás medios de difusión; el poder público es constitutivamente laico; masones y marxistas se hallan infiltrados por doquier, especialmente en la educación, donde conforman las almas de los argentinos que mañana decidirán la suerte de la patria; avanzan la inmoralidad y el crimen…el odio entre las clases aumenta… el impulso viril de la renovación católica, que cambió la situación de la Iglesia entre 1928 y 1950, aproximadamente, aparece debilitado y muchos católicos creen que la mejor manera de mantener el catolicismo es disimularlo bajo ‘slogans’ meramente humanos, unciéndolo al carro de una ideología de moda, cediendo al prestigio del mundo y del progreso moderno[14].

En una obra colectiva La quimera del progresismo[15], Casaubon escribe un trabajo titulado: “ Syllabus” de los principales errores progresistas, en sus variantes burguesas y marxistas, en los cuales aparecen más de una vez Rahner y Teilhard, que concluye así: “El progresismo se encamina hacia el ateísmo, o hacia un panteísmo tipo Teilhad… No en vano Pablo VI ha hablado de una ‘autodemolición’ de la Iglesia, y de que en ella ha entrado el ‘humo de Satanás’. Pero sabemos que la Iglesia es invencible por ‘las puertas del infierno’, y que a la tentación que el progresismo le ofrece mostrándole el mundo, sus glorias y sus reinos, sabrá responder, como Nuestro Señor: “Vete de aquí, Satanás; porque está escrito (Deuteronomio, 6.13): Al Señor sólo adorarás y a Él sólo darás culto” (Mateo, 4, 10)[16].

En el mismo trabajo, denuncia como Error 6 la siguiente afirmación: “El conocimiento humano es radicalmente histórico, por lo que no cabe hablar de verdades inmutables”; explicado así: “es el principio historicista, característico de la mentalidad contemporánea y, por tanto, también del modernismo y del progresismo”[17]. Y podríamos agregar del decano de la Facultad de Filosofía de la UCA, para quien no existen las verdades absolutas y a quien denunciamos en la primera Declaración del INFIP. Esto debe tener que ver con el silencio ominoso guardado por esa Facultad ante la muerte de nuestro homenajeado.

Es que no cabe duda que la UCA desde los tiempos de Zecca (ácaro, garrapata, casa de cambio de moneda, según cualquier diccionario de la lengua italiana), está invadida por el humo de Satanás, y si no cómo explicamos que entre sus profesores eméritos siga figurando un obispo sodomita[18], que entre sus invitados aparezcan Vattimo, Francisco Delich, Shuberoff[19], que ayer se haya realizado en la Facultad de Derecho Canónico una jornada para considerar “El matrimonio entre personas del mismo sexo” y que el actual rector Fernández en un artículo publicado en un matutino afirme, sin ninguna prueba, “que en la colonización de América algunos se sentían autorizados a matar a los indígenas porque no parecían plenamente humanos”[20], pero no diga una palabra de la tragedia de China, donde con motivo de los abortos de mujeres, hoy sobran veinticinco millones de va rones, esa China, puesta como ejemplo por nuestra más alta autoridad política. Como expresó Benedicto XVI, un día antes de ser electo: ¡Cuánta porquería hay en la Iglesia!

También aparece denunciado como Error 26, el aserto: “El cristianismo no es una religión” (Bonhoeffer, Robinson)[21]. Podríamos agregar a estos teólogos protestantes al meloso e invertebrado monseñor Laguna, quien publicó unos diálogos con su compañero de viaje el rabino Mario Rojzman. El último sostiene que Jesús era un “judío piadoso” y que nunca tuvo la intención de “fundar una nueva religión”. A lo cual el obispo de apellido lacustre contesta: “Es complicado afirmarlo con precisión. Nunca habla de ello expresamente”[22]. ¡Caradura! ¿De qué Iglesia es obispo vergonzante? ¿Acaso Cristo al instaurar el primado no dijo: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella?” (Mateo, 16, 18)[23].

 

7. Consideraciones finales

Para concluir. Hace alrededor de un año tuvimos el honor de escribir un estudio preliminar a la Interpretación del Padre Nuestro, el Poema de Jesús[24], del “insigne” –son palabras del riguroso Pío XII– Francesco Carnelutti. El gran jurista italiano venía de otro lado y esos erro res de formación, en parte, permanecieron. Por eso, nos vimos obligados a efectuar algunas aclaraciones y correcciones, en el marco de una sentida veneración. Y al final del estudio, aparece Carnelutti para decirnos: No tuve la fortuna de tener sus maestros: el Padre Julio Meinvielle, Tomás Casares, Guido Soaje Ramos, Juan Alfredo Casaubon, Miguel Angel Etcheverrigaray, Samuel Medrano, Ricardo Zorraquín Becú. Para mí llegar hasta aquí fue una empresa ardua y casi solitaria.

Estos maestros tuvieron que ver entre sí y no es casualidad que el 2 de agosto de 1988 en el homenaje al Pa d re Julio Meinvielle, en el Colegio Champagnat, la Santa Misa fuera celebrada por un referente eclesiástico, indiscutido entre nosotros, el Padre Alfredo Sáenz. La renovación incruenta del Sacrificio de la Cruz, fue seguida de tres conferencias, pronunciadas en dos días: Persona y Bien Común, Juan Alfredo Casaubon, Lo político en el Padre Julio Meinvielle, Bernardino Montejano y Evocación de una amistad, Guido Soaje Ramos.

Por todo lo expresado quiero, desde Casaubon, quien nunca fue celoso ni exclusivista, extender el homenaje a los nombrados por Carnelutti, nuestros maestros. Al Padre Julio Meinvielle, quien tuvo la generosidad de donar su biblioteca para este Instituto y que nunca se equivocó en lo fundamental al dirigir sus dardos contra los graves errores de Maritain, Teilhard y Rahner; a Tomás Casares, doctor de la Cristiandad, ese fenómeno político que consiste en la aceptación público de los criterios evangélicos, y que hoy genera nervios su sola mención en las mentes católicas pacatas; a Guido Soaje Ramos, fundador y presidente durante tantos años de este Instituto, que hoy tenemos el inmerecido honor de presidir, con la continuidad en la doctrina, aunque con un estilo diverso; a Miguel Angel Etcheverrigara y, poeta tan exquisito como olvidado, salido de las entrañas de los Cursos de Cultura Católica y sin el cual jamás hubiéramos podido escribir, muy jóvenes, el Curso de Derecho Natura l; a Samuel Medrano, gran señor criollo, partícipe de los mismos Cursos, conocedor de los saberes jurídicos, para quien lo elemental era lo fundamental y a Ricardo Zorraquín Becú, nuestro primer profesor, nuestro primer titular, historiador agudo, cristiano cabal, amigo generoso. A todos ellos, nuestra veneración y nuestro cariño.

Ellos, amigos en el tiempo y en la eternidad, están hoy aquí están presentes, en el honor y en el recuerdo; para decirlo con palabras de Saint-Exupéry: “Quiero que lloren largo tiempo sus duelos y que honren largo tiempo a sus muertos, pues la herencia pasa lentamente de una a otra generación y no quiero que pierdan su miel en el camino… Porque el desaparecido, si se venera su memoria, está más presente y es más poderoso que el viviente”[25].

 

 

(N. de la R.) El 11 de junio pasado fallecía en Buenos Aires el profesor y magistrado Juan Alfredo Casaubón (1919-2010) que tan activa presencia tuvo en la revista hermana y homónima ya desaparecida que se editaba en Buenos Aires. El Instituto de Filosofía Práctica, que dirige nuestro querido amigo el profesor Bernardino Montejano, ha celebrado una sesión necrológica en su recuerdo el pasado 9 de septiembre. Intervinieron cuatro de los hijos de Casaubón (Tomás Agustín, María de Luján, Javier Ramón y Pablo Martín), así como el abogado Fernando Adrián Bermúdez y el propio profesor Montejano. Es un honor para Verbo publicar este último texto.

[1] Suma Teológica, 2-2, q. 107, a. 1, en BAC, Madrid, 1955, T. IX, pág. 470.

[2] Citadelle, LXX, en Oeuvres, Gallimard, París, 1959, pág. 677.

[3] La Patria, Cuadernos del Amigo, Buenos Aires, 1960, 2, 12.

[4] N.° 10, junio de 1982, pág. 61.

[5] Artículo publicado en la revista Balcón, Buenos Aires, 1955.

[6] Autoridad y libertad, Paraná, 1978, n.° 17, págs. 25 y 38.

[7] N.° 55, Buenos Aires, octubre de 1965, págs. 17, 18 y 20.

[8] N.° 7, Buenos Aires, 1968, págs. 27 y 29.

[9] El sentido de la revolución moderna, Huemul, Buenos Aires, 1966, págs. 20/23, 26, 35/36, 42, 65.

[10] Suma Teológica, 2-2, q. 55, a. 1, en ed. BAC, Madrid, 1956, T. VIII, pág. 134; y a. 7, pág. 145.

[11] Idearium, N° 4/5, Mendoza, 1979.

[12] “El pensamiento moderno y la Revolución”, Verbo, Buenos Aires, octubre de 1960, Año II, Buenos Aires, septiembre de 1960, págs. 19/27.

[13] “El pensamiento moderno y la Revolución”, Verbo, Buenos Aires, octubre de 1960, Año II, n°17, págs. 19/20/21.

[14] El pensamiento… artículo citado, revista citada, n.°17, págs. 22/23.

[15] Cruz y Fierro, Buenos Aires, 1981.

[16] Págs. 352/353.

[17] Ob. cit., pág. 317. Es interesante la crítica de La Nación en la cual se trasluce la pluma de alguna cacatúa católica: “La actitud de estos autores recuerda la mentalidad medieval. Y para que no nos quede ninguna duda sobre su posición ofrecen un ‘Ensayo de Syllabus’. Los colaboradores carecen en general de solidez para apoyar sus opiniones”.

[18] Nuestra clase en la UCA acerca del tema se publicó en Verbo, Madrid, 2006, n.° 449-450, págs. 761 y sigs.

[19] En nuestro libro La Universidad, ayer, hoy y mañana, Folia universitaria, México, 2007, pág. 247.

[20] “La defensa de los que tienen menos poder”, La Nación, 18/8/2010.

[21] Ob. cit., pág. 323.

[22] Monseñor Justo Laguna-Rabino Mario Rojzman, Todos los caminos conducen a Jerusalem… y también a Roma, Sudamericana, 1998, pág. 66.

[23] Biblia de Jerusalén, Desclée de Brouwer, Bilbao, 1975, pág. 1.412.

[24] Signo Cruz, Buenos Aires, 2009.

[25] Ob. cit., I y II, en ed. citada págs. 514/514.