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Creo en Dios, Padre Todopoderoso

CREO EN DIOS, PADRE TODOPODEROSO
por
JUAN Rorn GIRONELLA, S. I.
Director de "Balmesiana"
(Barcelona)
1. Gozo de la verdad.
Es maravillosa la luz que se ve al examinar el con junto cohe­
rente y armonioso de
las verdades de nuestra Fe.
Ya cada uno de nuestros dogmas estudiado por separado, nos
da -cierta luz divina, con que podemos penetrar cada vez más en
su objeto; pero si se eulazan unos con otros y el conjunto de la
Revelación Divina con lo que nos dice
la Filosofía Cristiana, en­
tonces nuestro espíritu halla
un descanso incomparable, una paci­
ficación en la Verdad,
tan propia de Dios, que como sello suyo
nos llena de aquel gozo de la Verdad, de que
habla San Agustín:
HBeata vita est gaudium de veritate" ; "La vida bienaventurada
es esto: gozo de la
Verdad" (1).
II. Dios Creador.
Es fuerte el contraste que hay entre las creencias de los pneblos
que rodeaban a Israel
y la Fe que desde el principio aparece en
los libros del pueblo escogido. Examinemos
por separado cada
una de las dos mentalidades, la pagana y la de la Revelación.
l.º Si Dios fuera finito, limitado en perfección, entonces
podria haber fuera de
El otras seres, que na dependiesen de El
en su ser. 2;0 Por tanto no sólo podría haber otros dioses, sino
que también podría
haber una miateria eterna, informe, preexis­
tente al mundo. 3.0 Esta materia no procedería de Dios por crea­
ción, sino que sólo recibiría la acción organizadora de un De­
miurgo que la estructurase.
4.0 Por tanto esta materia sería raíz
(1) S. Agustinus: Confesiones, _libro X, cap, XXIII; Migne, 32,
col. 793.
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del mial, por cuanto recibiendo limitadamer?te su acción, al mismo
tiempo le resistiría. 5.0 En esta suposicié,~ es obvio que se haga
el paso al Dualismo, es decir, a admitir dus Principios eternos,
uno del Bien y otro del Mal. Que se sistematice según Zoroastro,
o según los gnósticos del siglo
rr, o según los maniqueos del siglo
rv, en el fondo es lo mismo. 6.0 Pbr consiguiente, si es la materia
el Principio del Mal, es obvio que se considere el mal moral, es
decir, el p•ecado, comio al[!<) necesario (no prodncido por desvia­
ción libre o corrupción de un bien que es
la libertad humana en
busca de su Bien).
7.'" En esta hipótesis cae espontáneamente la
ascética en la aberración de hacer consistir la perfección en la
destrucción del cuerpo material, o de sus fnnciones vitales (por
ejemplo negando toda santidad al matrimonio).
8.° Finalmente,
dentro de esta mentalidad,
la Redención, o liberación del hombre,
de aquella radical infelicidad que le viene por no poder ser
lo
que íntimamente quiere ser, puede concebirse o eomo golpe de
mano, al modo de los titanes o superhombres; o bien como una
"inhabitación"
clel Logos en una materia tan sólo "aparente",
":ficticia", no como Encarnación o unión substancial en una sola
Persona del Verbo Divino con la naturaleza humana, puesto
que se
ha tomado la materia como raíz del mal. 9.0 Por consi­
guiente no habría propiamente
remisión del pecado, sino suspen­
sión del pecado por supresión de la vida corporal; supresión del
cuer¡po que es material; del hombre. 10.0 Tampoco sería el cielo,
que santifica y eleva al hombre, más que regreso del alma al
reino de la Luz, con cierta fusión con Dios de modo panteístico.
Por el contrario, la doctrina que nos enseña la Fe es entera­
mente opuesta
a_ estas imaginaciones del racionalismo ¡pagano.
1.0 Dios se manifiesta como Ser perfectísimo ( en Filosofía
Cristiana lo expresaríamos compendiosamente así: "Ser N ece­
sario :
por tener en sí la misma determinación o conexión ne­
cesaria
con todo lo que es pensable como ser-perfección, es Infi­
nito en Perfección"); por tanto, nada puede haber que, siendo
distinto de El, no dependa de El eu su ser. 2.0 Por tanto es
único, hay un solo
Dfos; y por lo mismo no puede lwi/Jer ninguna
materia pree.rlstente e'terna. 3.tO Por tanto, Dios produce el mun­
do ¡por creación,, e~ decir, hasla e,, cuanto al m;s,no ser. 4.° Por
tanto el mal, en cuanto mal, no sería una naturaleza positiva,
sino
pr'tlJadán de ser, privación de bien; todo ser, en cuanto ser,
sería
esencialmente bueno. S.'° Por consiguiente _no puede admi­
tirse ningún dualismo, sólo hay un Principio que es eu sí Infi­
nitamente Perfecto y el mal proviene por corrupción o privación
de bien en los seres puesto que siendo finitos todos los seres
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creados, su ser recibe el ser con límite y puesta la acción crea­
dora; no es el Ser Necesario, puede ser o na ser, perecer, mu­
darse, y ¡por lo mismo corromperse, dar así con la privación
parcial de un ser o bien, origen al mal ; el mal, pues, no escapa
a la ordenación de la Providencia Divina.
Todo esto es lo que quiere enseñar en el Libro del Génesis
el autor del Hexámeron; "Al principio creó Dios el cielo y la
tierra. Abara bien, la tierra era nada y vacío, y las tinieblas
cubrían la superficie del Océano" (2); por tanto hasta este pri­
mer estadio, hasta este estado an1orfo de la materia, depende de
Dios;
lo ha "creado" {baráh}; por consiguiente todo lo que hay
en la creación es bueno : "Entonces vio Dios todo cuanto había
hecho, y he aquí que estaba muy bien" (3), todo era bueno.
6.0 ¿De dónde vino, pues, el mal? No era un principio eterno
preexistente, sino que sobrevino cuando el hombre
libremente
se separó de n;os, norma de Bien, de toda Perfección: por el
pecado, 7:0 En esta enseñanza la ascética no consistirá como
en ambientes budistas orientales (más o menos
lejanamente in­
fluenciados por el Dualismo) en
suprimir la vida y sus anhelos,
a fin de sumergirse en un ser, especie de no-ser o nirvana;
ni consistirá en negar la licitud del matrimonio como ciertos
antiguos gnósticos imaginaban; lejos de consistir en la des­
trucción
del cuerpo, consistirá en la elevación, sublimación del
cuerpo,
someti,endo por /,a recta voh,,ntad liíbre, la concupiscencia
al orden
y perfección de la Ley de Dios. 8.• La Redendón, no
puede, pues, concebirse como si el hombre con sus propias fuer­
zas se levantase al modo de los titanes, o Prometeo, a un super­
hombre divinizado; será por el contrario un gesto de concesión
amorosa
y misericordiosa de Dios: "En esto está el amor: no
que nosotros hubiéramos
amado a Dios, sino que El nos amó
a nosotros
y envió al Hijo suyo, propiciación por nuestros pe­
cados" (4).
Pero siendo
El infinitamente perfecto, toda ofensa o rebelión
contra ·El, tiene en este respecto (no en cuanto a la malicia sub­
jetiva del pecador, siernp.-e finito), por razón del término infinito
a
que va referida, algo de infinitud, "quamdam infinitudinern",
en frase de Santo Tomás.
La remisión del pecado no puede,
pues, venir del mismo hombre pot una acción que tuviera por
sí misma un "mérito de condigno", es decir, proporción intrín-
(2) Gén. 1, !.
(3) Gfu. !, 31.
(4) 1, Jn. 4, 10.
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seca con un término infinito; que fuera proporcionada a él. Si
D:ios se encarna, es decir, une substa,ncialmente' a sí una na­
turaleza humana, por lo mismo habrá un sola persona, es decir,
Aquel que es Dios, es el mismo que Aquél que "nace", que
muere", que "padece", que "merece"; por tanto merece infi­
nitamente;
por tanto, da una satisfacción "de condigno", es
decir, "redime": "no con cosas corruptibles, con plata o con oro,
fuisteis rescatados de
vuestra vana manera de vivir, recibida
por tradición de vuestros padres, sino con la preciosa sangre
de Cristo" (5), "fuisteis comprados a costa de precio" (6).
9.0 Por tanto, hay propiamente remisión del pecado; no con­
siste el ennoblecimiento, el ascenso que nos propone la ascética,
en la .supresión
del cuerpo, sino en que cambiando el hombre su
disposición moral de adhesión al pecado, por la "metánoia" o
penitencia interna de la voluntad libre que consintió en el pe­
cado, entonces
se le aplique el mérito infinito del Redentor. 10.0
Por consiguiente no consistirá la felicidad a que constitucional­
mente tiende el hombre en
una fusión panteística con Dios, úni~
Ser que por Infinito, puede darle esta felicidad a que aspira,
más allá de todo lo temporal, material, que es finito; sino que
consistirá en
la posesión (por la contemplación y por el amor)
de este Bien Infinito, Dios.
III. Dios hecho hombre.
Dentro de este cuadro de conjunto, así como no queda evi­
dentemente excluida para el hombre la posibilidad de "algo
más", tampoco se infiere o -deduce, es decir, no se exige lógica­
mente, que haya de haber este
"plus" a que nos referimos ahora,
o sea lo sobrenatural.
El hombre manifiesta, tanto en el proceso de su conocimiento,
como en el de la tendencia volitiva, y en el de su sentimiento
espiritual, que su actividad desborda
el orden material y finito;
lo rebasa sin cesar, y de tal modo que sin esto ya no sería hom­
bre, sino bruto.
El animal, al contrario, queda encerrado, prisionero de la
materia. Se aclimata en el horizonte material. De ahí deducimos
(hasta sin conocer por la Fe la verdad que es la creación del
alma por Dios, sino con deducción racional o filosófica) que en
206
(5) I, Pe. I, 18-19.
(6) 1, Car. 6, 20.
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CREO EN DIOS, PADRE TODOPODEROSO
el hombre hay un principio que es en su ser esencialmente su­
perior a
la limitación material, del mismo modo-que se mani­
fiesta en su ol:Jrar como esencialmente superior o independiente
de ella; a este ser lo llamamos espiritual.
El animal no pude, pues, tener una "elevación" a algo su­
perior,
porque su ser mismo, bajo pena de contradicción, lo en­
cierra
en la zona de lo finito material. En ca¡nbio el hombre
desborda
en cierto modo la zona de la finitud. Pero ¿ hasta
dónde llegará este proceso?
Esta es la pregunta. _
Desde luego ha de haber una radical diferencia en el modo
de conocer propio del Ser Infinito y en el del ser finito. El Ser
Infinito no depende de su objeto al conocerlo (pues entonces ya
no sería Infinito) sino que El mismo pone todo el horizonte de
inteligibilidad o verdad, todo el orden del s_er. Por tanto no ne­
cesita
un ,jnterrmediario o "species" para conocer los seres tal co­
mo
son: en sí mismo, lo conoce absolutamente todo, puesto que
todo, en
c,uanto a todo, depende de El. En cambio el ser finito
conoce sin crear la inteligibilidad
·o verdad de su objeto; sin
tener en sí mismo la necesidad o fuente de luz cognoscitiva, la
unidad asimiladora intencional: recibe
el ser que tiene, no se
lo da, y así mismo recibe la inteligencia, no se la da a sí mismo;
de igual modo
se encuentra ante un ser que es radicalmente inte­
ligible pero
por obra de la Inteligencia Infinita que lo ha creado,
de la
cual depende en cuanto a todo, hasta en cuanto a las
mismas leyes
de inteligibilidad que descubre en todo objeto.
Por tanto, el ser finito, para conocer, ha de acercarse a su
objeto, es decir, ha de recibir algo de él, llámeselo "species" o
como se quiera.
Por tanto su conocimiento necesariamente será
finito, limitado
en cuanto al grado de asimilación de su objeto
conocido:
para nosotros, que conocemos con "verdad lógica"
(no como Dios, que conoce con
"verdad metafísica" que es la
que exponíamos antes),
para nosotros, decíamos, conocer un ob­
jeto no
es crearlo, producirlo de nuevo, sino por medio de un
intermediario o "species" ( que nunca será "totalmente el
n;iismo
objeto", pues conocer no es crear o pnxlucir el objeto existente)
nos acercamos parcialmente a
él.
De ahí surge la pregunta: cuando el hombre obtenga por
la posesión del Ser Infinito (visión,
amor y gozo de El, de que
hablábamos antes) el término de la felicidad a que
su ser aspira,
y 'que nada finito le puede dar, ¿ no sería capaz de conocerlo,
no
por medio de este intermedio o "species", sino intuitiva­
mente,
tal como es el Bien Infinito, a base de que el mismo Dios
se una de una manera ,superior, desconocida, con
la misma po-
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tencia cognoscitiva humana, elevándola a asimilar así su objeto
infinito, con
el amor y gozo saturante, que de ahí se seguirá?
Como se advierte, ni nos consta si es posible que esto se haga,
ni cómo se podría hacer. Pero desde luego, d~da 1_a naturaleza
humana, que por espiritual no tiene la limitación propia del ser
material, tampoco nos consta que no pudiera hacerse así.
Esto es lo que nos ha dicho la Revelación: que Dios uos
ha sobreañadido este término fantásticamente superior,
y nos lo
ha concedido por a,mor. Por tanto, si fuese por el contrario "de­
bido" a nuestra naturaleza, es decir, si finalísticamente estuviese
orientada a este término, ya no sería concesión de amor, es decir,
gratuita, esto es, sobrenatural.
Ahora ·bien, si Dios nos revela que nos destina a este tér­
mino, es obvio que también nos revele cuál es este término al
cual nos hace aspirar, tender; y que por· tanto nos dé un prin­
cipio, un injerto divino,
puesto el cual, tengamos de hecho esta
intrínseca ordenación y orientación a poseerle así, tal como es.
Por tanto cae bien que Dios también nos revele el misterio de la
Trinidad Divina, es
decir, este misterio íntimo de Dios, de su
Vida Divina, que nuestra razón encerrada como decíamos en el
orden de lo natural,
por sí misma sólo puede vislumbrar, no
inferir o demostrar ni en cuanto a su hecho, ni en cuanto a su
posibilidad.
Es también obvio que nos dé este injerto divino o "gracia
santificante", don sobrenatural, es decir, concesión amorosa
de
Dios, que iios eleva intrínsecamente a hijos de Dios (o partici­
pantes
por adopción de su naturaleza, y por tanto herederos de
sus bienes) de tal modo qne si morimos con esta gracia o eleva­
ción, entonces
ya podamos "exigir" la "corona iustitiae", ¡¡re­
compensa debida". Por tanto, si Cristo, Dios humanado, redi­
miéndonos nos ha concedido de nuevo este don originariamente
perdido
por el pecado original (puesto que es "don" podría no
haberlo
dado, o darlo como hizo, con sujeción a ciertas condi­
ciones que no se verificaron :
el pecado original), entonces tam­
bién está claro que al concedérsenos de nuevo este don por los
méritos infinitos de su Redención, cuando esta Redención se
aplique a uno, se haga mención
de aquello que se le concede:
por esto en
el Baustismo, con que queda el hombre regenerado,
hecho
participante de esta Vida Divina trinitaria, se le da el
Bautismo "en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu
Santo", según nos dijo
el Redentor Jesucristo.
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CREO EN DIOS, PADRE TODOPODEROSO
IV. La gran tentación: evolucionismo y .naturalismo.
El hombre no se siente seguro en su ser, sino inseguro.
Está tendido a una plenitud a la que aspira; y confusamente
advierte que puede lograrla, pero que también puede perderla y
perderse. Sólo
en Dios alcanzará esta seguridad, esta solidifi­
cación,
como dice San Agustín: "Et stabo atque solidabor in
te, in forma mea, veritate tua" ; "Tomaré consistencia y me so­
lidificaré en V os, en el crisol de vuestra Verdad como en el
molde mío" (7).
De ahí la gran tentación: atribuir a sus propias fuerzas este
proceso de génesis.
Es la vieja tentación del paraíso: "eritis
sicut dii"; "seréis como dioses" (8).
Si en el hombre no hubiese cierta lejana proparción para
ascender al nivel divino, ya no sería esto una tentación para él,
como no lo es para un vegetal o para un animal ; pero por otra
parte si el hombre esperase mediante una concesión gratuita­
mente venida de Dios este don divinizante, entonces tampoco
sería tentación de pecado, sino entrega filial, oración. Es tentación
y habrá pecado, precisamente cuaodo el hombre quiera lograrlo
por sí mismo, hacerse como Dios por sus propias fuerzas.
Esto es lo que de una forma u otra hace el evolucionismo, que
va sucediéndose reve-Stido con diversos ropaje$ de sistemas ideo­
lógicos a través de
la Historia.
Ante todo, precisemos:
nO se trata aquí del evolucionismo cien­
tífico o científicamente comprobado.
Este evolucionismo tiene un
campo de asertos muy limitado. Y hasta dentro de este campo
de asertos estrictamente científicos, si es de buena ley, distingue
cuidadosamente entre lo que es cierto y lo
que sólo es muy
probable; también distingue entre lo que es objeto científico ( es­
trictamente comprobable en la experiencia o en la experimenta­
ción) y lo que no pertenece a su objeto y método científico. Contra
este evolucionismo, que es, digamos, inocuo, inocente, no te­
nemos nada
que objetar, y no nos referimos ahora a él, hasta
cuando afirme, por ejemplo, que el origen del "cuerpo" del hom­
bre ha venido por evolución de un viviente homínido.
Lo malo no está ahí. Está en que a veces hay científicos que
caen en la tentación. de extrapolar y sin darse cuenta "adivinan"
o creen adivinar; rebasan lo que
da de sí el método estrictamente
(7) S. Agustinus: Confesiones, libro XI, cap. XXX; Migne, 32, col. 825.
(8) Gén. 3, 4.
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JUAN ROIG GIRONELLA, S. l.
científico; y entonces se convierten en una especie de poetas,
porque con método de ciencia natural hacen algo que no eS cien­
tifi.co-natural ; se ponen a hacer fi.losofía, pero en realidad lo
que hacen es poesía. No son ciencia natural sus asertos, porque
no son comprobables experimentalmente, ni mucho
menos; nci
son Filosofía, ·porque no hay una estricta deducción o demos­
tración racional con el
método y evidencia propios de la Filosofía;
son
mera poesía o "ciencia-ficción'_', "fantasciéncia". ¿Cómo pue­
de decir el científico que "la realidad" es Evolución; que "el
Ser" es Evolución; que "el cosmos" es Evolución? ¿ en qué
laboratorio ha experimentado y corn-probado "la realidad", "el
cosmos",
"el Ser" ?
Sin embargo es un hecho que no-pocos, por desgracia, pro­
ceden así. Con esto lo único que consiguen es desacreditar el
nombre y el valor de la verdadera ciencia. Impresionan al pueblo
vulgarizador, pero ante el auténtico científico que se atiene a lo
que da su método propio, y ante. el filósofo que rigurosamente
exige pruebas y evidencia
de demostraciones racionales, todo esto
no es más que una novela con nombres y palabras científicos.
Suelen ser,
por lo demás, novelas de escaso valor literario.
No obstante comprendemos que se presente esta tentación,
porque como decíamos, el psiquismo humano
----- claramente: por razón de su alma espiritual~ está lanzado a
un progreso que solidifique y afiance su Ser. ¿ Qué más tentador
que apoyarse en sí mismo, imaginando que
"su ser" (y de ahí:
"el Ser") es Evolución, para lograr por sí mismo el término
de superación a que tiende? Basta de un plumazo alargar la
línea de la asíntota y ya se salta al límite.
En realidad es totalmente imposible sostener que "el Ser",
o "la realidad", o "el cosmos" ( es decir, la realidad en cuanto
visiblemente
presente) "es" Evolución.
Si el ser es "Hacerse" entonces no -puede atribuírsele sin
contradicción
fringún aserto universal y necesario, ni siquiera. el
aserto de que "es". Hacerse, porque si realmente fuese "mero
Hacerse" también "se haría" (se mudaría, perecería) la univer­
salidad y necesidad del_ aserto de que "es Hacerse": podría ma­
ñana no serlo, o serlo al mismo tiempo y no serlo: ¿ por qué no,
si todo
"es" Hacerse? Y si hay en él algo que soporta esta
necesidad y universalidad con la que se le pueda atribuir con
verdad que "es" ·tal o cual, entonces ya no "es" Hacerse sino
"aquello
que por necesidad es en cuanto sea"; y por tanto. en
cuanto a esto, ya
no "se hace", luego es falso que la realidad sea
un
"mero Hacerse".
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CREO EN DIOS, PADRE TODOPODEROSO
Tampoco podemos decir que "el Ser" sencillamente "es";
porque entonces tampoco podrá cambiar o Hacerse en cuanto a"
algo (ya que bajo la absoluta universalidad de lo que "es" cae
todo) lo cual es
contra la experiencia más inmediata, tanto ex­
terna como interna.
-Sólo .de Dios, Necesario y por tanto Perfec­
tísimo o Infinito, sólo de l;':I puede decirse con plenitud que "ES",
excluyendo de sí toda imperfección de Cambio (pues ya no ten­
dr(a1 en cuanto "se hiciese", la Perfección · final o conexión ne­
cesaria con ella); excluye de su Ser toda multiplicidad. Por
consiguiente, cuando decimos "ser" atribuyéndolo tanto al Ser que
soporta la verdad de esta afirmación, Dios, Necesario, Infinito,
como al "cosmos" (o seres finitos,
por tanto creados), decimos
de
amOOs "ser'' en un sentido analógico: es decir, "el ser en
cuanto es exige ser lo que es", lo cual implica que puede decirse
"ser" en diversos sentidos, analógicamente de unos y de otros.
No es, pues, más perfecto "Hacerse" que "Ser", so pena de
decir
que el alumno en cuanto "se hace" profesor, sería más
perfecto en su ciencia que el profesor, que por tenerla, "ya es"
aquello y por lo mismo no debe "hacerse" con ella. Es decir, se
dice "ser" tanto del que está "en acto" ("ya es") como del q:ue
está "en potencia" ("es-ir a ser") respecto de aquel acto pleno
a que tiende.
Pero la prioridad, la perfección, está en el acto;
la potencia pasiva -sólo se dice "ser" analógicamente, en cuanto
particípa ya en algo del "ser' , es decir, porque ya en cuanto a
algo "es". Pero ni "puro Hacerse" evolutivo, ni totalmente "ser",
pues sería Dios, Infinito e Inmutable.
En otras palabras, no se explica el "Ser" por el "Hacerse",
sino el "Hacerse" por el "Ser". Formulándolo en términos de
Aristóteles
y Santo Tomás, diríamos que es necesario señalar la
prioridad del Acto sobre la Potencia, y por tanto hay Causas,
y
la Causa de las Causas, Dios.
En efecto, si lo primario es "Ser", no "Hacerse", entonces
cuando vernos
un ser que "se hace", preguntamos: ¿ por qué 11se
hace" Es decir, ¿ cómo se explica, cómo se justifica racional­
mente, cómo es inteligible? Se explica el
"Hacerse" por el "Ser",
según decíamos antes, Por tanto por algo que "ya es" aquello,
llamado Causa.
Pero a su vez si esta "se hace" preguntaremos de
ella lo mismo. Con este proceso necesariamente el término nos
lleva a quien corte la
pregunta porque tenga en sí mismo un
"ya es" perfecto, pleno, necesario, Dios. En cambio, si el "Ser"
fuera "Hacerse'", entonces al preguntar por qué "se hace", di­
ríamos: "porque .sí", porque hay ser, y ser es "Hacerse". En
esta_ suposición podría hacerse cualquier cosa "porque sí"; ser
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JUAN ROIG GIRONELLA, S. J.
y no-ser.; empezar porque sí, hacerse tal o cual1 del todo gra­
tuitamente: lo cual es la total negación del pensamiento, de lo que
más evidentemente captarnos; habríamos de ser con todo dere­
cho escépticos, relativistas,
destruir toda ciencia. Y si no llegá­
semos a este resultado, s·ería
por tener poco vigor mental, poca
hondura metafísica, por ser _poco consecuentes.
Es, por tanto, enteramente evidente que en las ciencias natu­
rales cabe un ancho margen, muy amplio, para. la Evolución;
pero necesariamente
será, parci,ql. limitada, restringida. No lo
primario, sino lo
derivado.
Si un evolucionista tiene, pues, suficiente vigor de pensa­
miento, por lo mismo que niega el recurso último explicativo a
Dios, advertirá que con ello se niega a sí mismo,
su propio pen­
samiento. Es una paradoja: apoyándose el hombre en ·sí ·mismo,
no en Dios, se encuentra con que
se destruye a sí mismo con el
mismo plumazo con que destruye a Dios.
Por tanto es absurdo imaginar a Dios como inmerso en la
Evolución del Hacerse.
Porque El es infinitamente Perfecto, es
decir,
infinitw,n;ente dista,nte del polvillo de ser que evolucionando
mendiga más ser, por lo mismo le está infitnita-mente presente o
cerca,no, pues este polvillo de ser depende de El en cuanto a todo
absolutamente, esto es, la Creación, depender hasta en cuanto al
mismo ser, por venir de
la nada. Pero una cosa es que Dios
esté presente en lo íntimo de ser que evoluciona (mejor dicho:
todo ser "está en El" : "in ipso vivimus, movemur et sumus",
"en El vivimos, nos movemos y somos" (9), como dijo San Pa­
blo) y otra cosa radicalmente distinta es el dislate de afirmar. que
"Dios es Evolución" porque "el Ser es evolución". Al contrario
enteramente:
"Al Principio existía el Verbo ... , y el Verbo era
Dios" (10).
Concluyamos: nuestra razón, nuestra Filosofía, concuerda ma­
ravillosamente con nuestra Fe, con nuestra Teología; y ello nos
da raudales de luz. Cuando afirmamos que Dios es Alfa y que
Dios es Omega, Principio y Fin, no lo decimos porque el cosmos
"se haga divino", s·ino porque Dios atrae a participar de su Per­
fección como Causa Final última a todo ser. Es aquel grito
"omniá intendunt assimilari Deo", de Santo Tomás; "todas las
cosas tienden a asemejarse a Dios" (11).
Todo lo que hemos dicho hasta aquí queda en el orden que
(9) Act. 17, Zl.
(10) In. 1, l.
(11) S. Thomas: Contra Gentes, libro III, cap. 19.
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CREO EN DIOS, PADRE TODOPODEROSO
podríamos llamar natural. Pero sube de punto la cohesión si pa­
samos al orden sobrenatural.
Si examinando la misma naturaleza
del cosmos
pudiésemos ver en el cosmos considerado en cuanto
a lo que es, una intrínseca proporción para "encarnarse en Dios"
(más que la posibilidad de que
"Dios libremente quiera encar­
narse") pasando de la "cosmogénesis" a la "noogénesis"
y con
igual proceso a la "CristogénesisP, entonces además de la con­
tradicción y absurdos ahi implicados (que antes he indicado .bre­
vemente) nos encontraríamos con que este proceso y este término
divino, ya serían debidos a esa naturaleza j con otras palabras,
serían prop"Orcionado·s a su ser. En este caso, este término ya no
sería una concesión gratuita y ·amorosa de Dios, pues una sobre­
naturaleza nah.tralizada ya no sería sobrenaturaleza, como tam­
poco podría ser "naturaleza" (según
lo dicho antes), pues nunca
la criatura
por evolución propia puede llegar a Dios.
En otras palabras, no puede haber Ciencia si no hay un ob­
jeto formal propio, es decir,,si no hay una unidad sujeto-objeto,
para constituirse como
¡,Tincipio de explicación. Pero ¿ qué unidad·
puede concebirse que vaya desde
la química y la geología a la
biología, y de ahí a
la paleontología; que haga pasar lo material a
ser espiritual; y de ahí a Dios; habiéndose sin embargo conce­
dido la Encarnación y Redención por la concesión libre y gratuita,
no debida de Dios?
Si hubiese esta unidad de objeta formal, ya
la Fe no sería
Fe, sino Razón. Y si no la hay, entonces la Cristogénesis, un
Cristo que toma cuerpo en un cosmos, es una exposición que si
no se basa en el hecho histórico
de la Revelación será una mera
ficción novelesca. Sólo recurriendó a la Historia, al hecho de la
Revelación, sólo así encontramos los datos por los cuales dedu­
cirnos que se han dado esta concesión gratuita, amorosa,
de Dios
al hacerse hombre por amor, dándonos cor(Cristo el perdón, y los
dones sobrenaturales que nos hacen "semejantes a Dios."
Si el hombre se apoya en sus fuerzas para escalar el cielo
como los titanes, cae su torre de
Bs bel en la nada. Si por el con­
trario se afianza en Dios, al afirmar a Dios, se afianza. a sí mismo.
La tentación del Evolucionismo ha de ceder su puesto a la Verdad
de nuestra
Fe: "Creo en Dios, Padre Todopoderoso ... y en Jesu­
cristo, su único Hijo ... que por nOsotros y por nuestra salvación
bajó del Cielo y se hizo hombre".
Hay otra faceta en este proceso falsificador que acabamos de
estudiar: esta otra faceta es el naturalismo no evolutivo. Esta otra
tentación, no ¡,Tetende explicar el paso desde el punto Alfa al
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JUAN ROIG GIRONELLA, S. l.
punto Omega: dice que le basta con un punto Alfa, el cual sea
esta naturaleza presente y finita; y que
fuera de ella no hay más.
En es:te momento no tengo suficiente espado para desarro­
Uar es.ta concepción naturalística y mostrar sus fallos, así como
he desarrollado la anterior. Me bastará con remitirme a otros
escritos míos, y
en cuanto a algún aspecto, a una conferencia
titulada
"Técnica y Humanismo" (12), dejando al lector que por
sí mismo complete las líneas del cuadro, cuyo trazado de con junto
ya ha advertido con la exposición que precede.
V. "No ha!)' hombre más feliz que el santo".
Cierto autor norteamericano que estudió bien lo que sabemos
sobre
San Francisco de Asís, afirmó concluyendo su estudio: "no
hubo hombre más feliz que San Francisco".
Y o creo que la afirmación podría hacerse más universal y
podría decirse: "no hay hombre más feliz que el santo."
Cuando nuestro cuerpo está en perfectas condiciones, cada
elemento
en su sitio, cada función donde debe estar, experimen­
tamos
una sensación de bienestar, como un sentimiento total de
euforia vital, que llamamos
"buena cenestesia".
Pues lo mismo acaece con nuestro psiquismo en su zona su­
perior, la religiosa y moral: cuando el hombre tiene cada cosa
en su sitio, su espíritu experimenta una sensación de bienestar
espiritual,
un bienestar superior, más íntimo y profundo, que
llamamos
la alegría.
No es lo mismo el placer que la alegría; puede uno tener
muchos placeres pero estar profundamente triste y asqueado;
puede ser que uno sufra mucho ( como San Francisco) pero que
esté profundamente
gozoso, alegre, feliz. Más aún, por el ca­
mino del placer, nunca se llega al horizonte de la alegría.
La
alegría habitual es indicio de buena salud espiritual, así como
la
buena cenestesia corporal indica buena salud corpórea. Y si
a esto se
añade la acción de Dios haciendo sentir su presencia
al alma, entonces
se tiene el paraíso en la tierra, en cuanto en
esta
tierra se puede tener.
Quizá por eso se observa en nuestras sociedades modernas
tantas veces, el fenómeno de 1a profunda tristeza, de la náusea,
(12) Conferencia pronunciada el 28 de noviembre de 1966 en la
Escuela de Ingeniería Técnica industrial (Villanueva y Geltrú), que
se
publicará en la revista 11Espíritu" -XVI (1967), núm. 55.
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CREO EN DIOS, PADRE TODOPODEROSO
que las invaden. A esa tristeza la acompaña la rebelión, la revolu­
ción, esa inquietud indefinible de inestabilidad,
tan frecuente en
nuestras pobres sociedades, económicamente
tan ricas.
¡ Qué distinta es la plenitud del santo, que el mundo, alejado
de Dios, no puede saborear!
T'oda la Revelación cristiana que
nos manifiesta cuál es
el verdadero camino para ''hacernos como
Dios", es decir, participantes de su Divina Naturaleza, por lo
mismo nos exhorta a huir de la eorrupción del mundo, que es
"concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y jac­
tancia de los bienes terrenos" (13).
Nunca está
el hombre tan alto y erguido, como cuando se
baja arrodillándose; ¡x,rque en la oración humilde se une con
Dios, de quien recibe ·et supremo don de su Divina Semejanza:
"graciosamente nos
ha dado los preciosos y sumos bienes pro­
metidos, para que
por estos os hagáis participantes de la Divina
Natqraleza, una vez escapados de la corrupción que reina en el
mundo", como nos dice por boca de su apóstol y primer Pontí­
fice de la Iglesia (14).
(13) 1, .in. 2, 16.
(14) 2, Pe. 1, 4.
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