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Espiritualidad y acción consecuente de los seglares en el mundo

ESPIRITUALIDAD Y ACCION CONSECUENTE
DE LOS SEGLARES
EN EL MUNDO
por
Jost MARÍA GIL MoRENo DE MoRA.
El Catecismo, que no cambia, define nuestra razón de ser humana última, muy sencillamente : Hemos sido creados ¡x>r Dios, para conocerle, amarle y servirle, y mediante esto salvar el alma.
De hecho, cuanto ha sido creado sirve a Dios, sea. automáti­ca e inconscientemente como los seres meramente físicos y ma­teriales que le dan Gloria, sea a pesar de la misma criatura cómo sucede con quienes se rebelan contra Dios que aun en su
rebelión
no logran otra cosa, sino servir a sus designios aunque
sin mérito (hasta el Infierno da gloria a Dios) sea por fin cons­
ciente y libremente asintiendo a Su voluntad como lo hacen los hombres y los ángeles que le ·aman y le conocen.
Siendo este
Fin de conocer, amar y servir (que todo es uno en un ser dotado de espíri.tu) cosa que está en Orden, en el
Orden querido por el Creador, resulta de ello orden y equili­
brio l)a;ta la criatura y por ende el hombre se ·salva. Así, cono­
ciendo, amando
y sirviendo a Dios tenemos un fruto ·espontáneo:
salvarnos.
Dios da al hombre poder sobre las criaturas pero siempre en función del Fin del mismo hombre que nnnca pnede ser otro que el que dice el Catecismo. Así, parte de lo que hay en la Creación queda a disposición del hombre ; pero por una fun­
damental razón para que el hombre lo utilice, conociendo, aman­do y sirviendo a su Dios. Siempre que así usa de las cosas, el hombre mantiene el resultado: salvar su alma.
Pero he aquí que hemos perdido todos de vista, quien más quien menos, ese catecismo de nuestra niñez ("Quien no acoge el reino de Dios como un niño no entrará en él". Lu-eas 18-17)
y olvidados, atraídos
por la excelencia de la Obra de Dios olvi­
damos al mismo Dios y de hecho nos lanzamos a buscar los
fines en
las mismas criaturas. Error mil veces denunciado por los Santos, los Padres de la Iglesia y la Escritura entera. Por muy excelente que sea la Obra, más excelente es el Creador
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y sólo El es Meta. Hemos pues de volver al catecismo y entonces
realizar que a las
criaturas sólo las podemos emplear en vistas
a
un Fin de conocer, amar y servir.
Sabemos que esto choca
con la mentalidad actual. Mil metas
se proponen a diario al
hombre ponderadas como excelentísimas:
Progreso científico, aumento del nivel de vida, progreso técnico,
justicia social, etc. y
no se nos proponen como meras cosas te­
rrestres sino como
Fines, y algunos creen verdaderamente que
lo son.
Fines absolutos en un "Devenir de la Historia" ...
Mas he aquí que está la Muerte al final, y al hombre que
agoniza pregúntenle sobre el progreso técnico
y científico, el d;:­
venir de la Historia, las reivindicaciones sociales, la socialización,
la colectividad.
¿ Dónde queda todo eso y qué resuelve el So­
cialismo
más perfecto cuando se enfrenta uno con el problema
de bajar a la fosa, a la cual no se baja colectivamente? Y ¿ qué
hace entonces
el Estado prepotente para resolver la soledad de
la Mllerte? Entonces cobra fu::rza el ''Conocer, amar, servir''
del catecismo de niño. Porque la Historia se acaba, y luego hay
Eternidad de Dios y la verdadera Meta vuelve a dejar las
cosas en su sitio lo
queramos o no. Verdad es que de la Muerte
nadie quiere hablar, no está de moda y hasta es de mal gusto,
en
el siglo de las cabezas nucleares. Pero, se quiera o no, ahí
está la Muerte gran restauradora de escalas de valores adul­
teradas.
Y entonces bien
daro aparece que los medios, medios son y
el Fin sigue siendo el mismo.
Las criaturas, los seres materiales, el Progreso técnico cien­
tífico
y social, el nivel de vida y todo lo que pertenece a la vida
terrena sujeta al Tiempo termina con el tiempo y está supe­
ditado a
un fin excelente, único Fin en sí: Amar y conocer y
servir a Dios.
Lícito es sin
duda dedicarse a todo ello, y necesario, pero
en
tanto que queda supeditado a este Fin, es ilícito en cuanto
se les sustituye a este
Fin, es lícito en tanto que, no más que ...
Y lo mismo que cumpliendo el Fin de amar, conocer, servir el
hombre salva su alma o sea obtiene la Felicidad, igualmente la su­
peditación a este
Fin de todos los valores terrenos, políticos,
económicos, sociales, etc.,
traen la felicidad en 1a tierra Porque
es Orden, porque es equüibrio.
O sea que las palabras evangélicas "Buscad el reino de Dios
y su justicia y lo demás se os dará por añadidura" que es como
decir
"El fruto de un frutal es la fruta". Perogrullo cierto pero
así
de evidente. Cuando el Hombre busca el Reino de Dios y
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su justicia automáticamente hay fruta que es ese "lo demás" equivalente por una parte a salvar su alma del Catecismo y por otra el vestido de los lirios de los valles, y a la comida de los
gorriones, y la paz entre los hombres de buena voluntad, es
decir, el fruto es Orden y Equilibrio. ¿No estaría nuestra santo Pío XII horrorizado viendo cómo
su pura doctrina de "Un Mundo Mejor" ha llegado a ser una idea de que la religión tiene como meta principalísirna el lograr un mundo de neveras, televisores y por qué no decirlo, de có­
moda fornicación en week end semanal? ¿ No cabe aquí pre­guntarse cómo es manejado hoy este slogan del Mundo Mejor? Aclaremos que Pío XII entendía por él, el Reinado de Cristo en la tierra. ¿No entienden la mayoría un mnndo mejor mate­rial, social, .histórico? Y un Mundo Mejor así concebido ¿ es acaso un Fin? ¿No es una consecuencia de un Fin que sigue
siendo Amar, conocer, servir?
Porque a veces parece que se ama a Dios para que los hom­
bres vivan mejor. ¿ O es que sólo mediante que los hombres
vivan
mejor se cree lograr que amen a Dios? ¿ No quedarán entonces en el más espantoso ridículo eremitas, monjes y as­cetas?
Dos versiones pues, la primera poniendo el l !undo Mejor como Fin, la segunda poniéndolo como medio y ambas erró­neas. El Fin es sólo Dios (Dogma) Amar, conocer, servir. Los medios, cuántas veces hemos visto que resultan ser excelentes
los del nuestra idea de "la buena vida". El Mundo Mejor no es ni
fin ni medio, es resultado.
Buscando el Reino de Dios y su Justicia obtendremos en la tierra un Mundo mejor. Amando, Conociendo y sirviendo habrá una consecuencia doble: Salvamos en el cielo y un mundo mejor en la tierra.
Esta predicación de caridad, que ha llegado a menospreciar
desde ciertos púlpitos el concepto del
"Santo Temor de Dios" (otro concepto que no está de moda). Predicación de una cierta
Caridad que valorando al "hombre-centro" según un humanis­
mo exacerbado no habrá acaso olvidado 1a respuesta de Jesús que nos relata Mateo (Mt. 22, 34-40) cuando un doctor de la ley le pregunta: "Maestro ¿ Cuál es el mayor mandamiento de la Ley? Y Jesús le contesta: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente; he aquí el mayor mandamiento y el prim,ero . .El segundo se le parece: ama­rás a tu prójimo como a tí mismo. A estos dos mandamientos se
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ligan toda la Ley y los Profetas". Y si el mismo Jesús ·dice
"et pr1im1ero... y el segundo", ¿ será acaso capaz el hombre de
1967 de cambiar este orden sin atraer sobre sí fatales conse­
cuencias?
Tantos son los que hay enarbolando espiritualidades diver­
sas, unas según dicen, basadas en Teilhard de Chardin, otras
en una- pastoral que debe ser social, o socialista, o sindicalista,
o de Diálogo... Quien más valorando la acción hasta más que
rozar esa vieja Herejía de la acción ya bien condenada. Y en
función de ello:· moral de circunstancias, relatividad del dogma,
debilitación de la teología en una re]ación con el magisterio
como deuuuciaba hace pocos días
Paulo VI (Carta al Congreso
Internacional de Teología de] Concilio Vaticano
II, 21-IX-66),
etcétera. Tantos pues, que a lo que es consecuencia simple le
dan valor de fin o de medio y siembran, con ello, las mayores
confusiones porque inevitablemente han de chocar.
tarde o tem­
prano con
el Dogma y la Escritura. Una explosión de orgullo
humano basado en
un_a Ciencia sin riendas ya, o en la RazÓn
declarada soberana,
para proponer mil Fines con mil argumentos
tapadera de mil sofismas, pero que a la
Hora de la Muerte se
topa de nuevo con el humilde librillo del catecismo con su "Amar,
conocer y servir". que ningún descubrimiento paleontológico, ni
nuclear
ha logrado derribar.
Porque está muy bien que amemos a Dios en sus Criaturas,
como también lo hicieron tantos Santos,
San Juan de la Cruz
extasiado con unos pececillos,
San Francisco de Asís, pero no
se detuvieron allí y ni el hermano lobo fue nunca
Fin, ni el
Hermano Portero siquiera. Lo que sucede es que quien bien
ama a Dios inevitablemente
amará a su prójimo por queda lleno
de un amor que rebosa por doquier. Señal cierta de no amar a
Dios será el no amar a su prójimo. Pero no es cierto siempre
que quien ama aparentemente a
su prójimo, ame siempre a Dios.
Demasiadas veces hemos visto
filántropos ateos, sin auténtica
caridad.
Amor de coleccionista más qne de hermano.
CDnservemos pues,
el Orden de esta cuestión de principio y
a la hora de enfocar nuestra espiritualidad de seglares en
el mun­
do, de cuya espiritualidad
manará una acción como el agua de
la fuente,
sepamos que una escala de .valores fundamental nos
señala a Dios sobre todas las cosas.
No lo decimos por
nada; no basta con darlo por sobreen­
tendido, no basta el Cristo
punto Omega, ni el Dios lejano que
muchos quieren que no intervenga en política o en economía y
que no conviene que sea Dios Justiciero, ni Dios de los Ejércitos.
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Nuestra Teresa de Avila dice: Dios es suma Verdad, y hu­
mildad es andar
en Verdad (Moradas, 10-8). ¿ Pueden acaso las
orgullosas teorías de los Humanistas modernos andar así en
verdad?
En esta hora de confusión en nuestra vida religiosa tan sa­
cudida por uoo y otro viento de ideas encontradas que de nues­
tra Iglesia quieren hacer un medio, trampolín o palanca de am­
biciones materiales
y sociales, descaradas ante la jerarquía de
los Obispos cuando
no del mismo Papa, dadas a las más libres
y disparatadas interpretaciones tanto de las Escrituras como del
reciente Concilio, subvirtiendo todos los valores en 4n marasmo
donde el cristianismo siente naufragar sus más queridas
convic~ cienes, en esta hora sombría es cuando más preciso resulta dar al César lo que es del César y a Dios·lo que es de Dios; y, para
ello, el único camino, .clarificando nuestras ideas a una luz que
no es de este mundo, sigue siendo la humilde página del librillo
infantil ''Conocer, amar, y servir a Dios y mediante esto sa¡var su alma". Y mediante esto, salvar al mundo, y mediante esto lograr aquel Mundo Mejor de Pío XII, que no es, sino el Rei­
nado de Cristo. Mundo Mejor mera autoffiática .consecuencia
de amar, conocer y servir. Dejémoslo
pues. como consecuencia,
que llegará por añadidura. Concentre cada cual su vida en el Fin.
Arregladores del Muodo hay en cada café, que
no arreglarán su propia vida; arreglemos primero nuestra propia vida, y luego,
los que por misión o por vocación debamos o podamos poner
nuestro granito de arena
para contribuir a hacer el mundo algo
mejor, hagámoslo ante todo
para mayor gloria de Dios, por amor suyo y el amor a nuestros hermanos que él quiere que
amemos como a nosotros mismos, que el Mundo, si todos tal
hacemos,
ya ·se arreglará en consecuencia.
Esta sí es base de espiritualidad, tan actual hoy como ayer
o más.
Ni duda cabe, de que al resplandor de Amar, conocer,
servir, lo social, lo humano, la ciencia, el progreso, la Historia,
la toma de conciencia de las masas
y todo eso, tan nuevo hoy, tan viejo dentro de pocos años, toma una importancia muy otra de la que se nos ha dicho. San Ignacio no se equivocaba: no
resulta inútil pensar un poco desde· el umbral de la Muerte,
se tienen perspectivas insospechadas. Y muerte hay inevitable­
mente porque también inevitablemente hay
otra Vida, muy mu­
cho más trascendental, pero que hemos de ganar aquí, sirviendo
a Dios como
El nos pide, según nuestra misión y vocación que
puede ser la de trabajar más · específicamente para su reinado
social en este mundo,
para su mayor gloria.
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