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Número 117-118

Serie XII

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El mensaje de San Fernando. [Discurso en la festividad de San Fernando 1973]

EL MENSAJE DE SAN FERNANDO(*)
POI!.
JosÉ ANTONIO G. DE CORTÁZAll. y SAGARMÍNAGA,
En este día de San Fernando, «Caballero de Cristo», «Siervo de
Santa
María», «Alférez
de Santiago»
--como le gustaba llamar­
se-, conmemoramos la fiesta de nuestro patrón que, en un fluir de
hombres y de edades, entrega a esta gente banderiza del siglo xx
el relevo de su mensaje, para que a su vez lo recoja y viva y lo pro­
yecte sobre los lejanos horizontes del tiempo. Por<¡ue aunque las
épocas sean otras y otras
las cirCWistancias

históricas, su mensaje pal­
pita como

un corazón sano
y fecnndo y comunica a todos --hom­
bres

de ayer, hoy y mañana- sus borbotones de saotidad y su buena
y ejemplar

tarea: Su obra bien hecha política y social. Y a nuestra
generación -no
lo olvidemos, porque a todos nos afecta- le ha
tocado su parte en este alistamiento en las nunca terminadas batallas
de Dios.
¿Y qué es para nosotros San Fernando? No es ante todo una
simple figura nostálgica desvanecida en el espejo de gloria de la
historia ni sólo un heroico campeón, ni únicamente un invencible
capitán. Es, ante todo
y sobre todo, una bandera alzada que bate
todavía al viento de
"la aventura del futuro que estamos creando : La
construcción de un orden natural
. y cristiano. Servicio a Dios, fide­
lidad apasionada a la Iglesia
y a la Sede Apostólica en estos años
tan estremecedores, difusión valiente de la verdad que se hace carne
y sangre en nuestro pensamiento y en nuestra acción en la parcela
intelectual en que nos movemos con la formación cívica
y la ac­
ción cultural; apasionado amor a la patria inmortal y a los
valores
(*) Discurso pronunciado en la cena de hermandad celebrada por los
amigos de

la Ciudad Católica el día de San Fernando (30-V-1973).
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JOSE ANTONIO G. DE CORTAZAR Y SAGARMINAGA
fundamentales de una tradición válida que emerge por encima del
tiempo .en permanente actualidad
y vivencias arrojadas a los tiempos
venideros, porque cada hombre es un heredero
y a su vez causante de
otros

herederos; entusiasmo
y confianza en el futuro, ya que Dios
ayuda
y Santiago; criterios avasalladoramente sociales porque la jus­
ticia social
es una
bandera arrebatada por
el enemigo aunque des­
honrada por sus actos, pero que nos pertenece en
1a hermandad de
todos los hijos de D10s y en el amor fraterno, han de ser las ideas
capitales de nuestras empresas no sólo líricas y románticas -aunque
siempre tendrá su romanticismo el ir solos contra
1a corriente, en
un vivac casi abandonado
y el saber distinguir con sacrificio, como
dijo
el poeta, entre valor y precio'---, sino profundamente ahincadas
en la más exacta de las .realidades.
Siguiendo
el ejemplo de San Fernando que nunca quiso guerrear
contra otros reyes cristianos, nuestra. tarea ha de consistir en reco­
nocer la existencia de un mundo de ideas y sentimientos, por en­
cima de particularismos individualistas, de base ancha
y segura dentro
de la diversidad de las múltiples direcciones del pensamiento,
pero
supeditado

todo al tema que preside nuestro trabajo en pro de un
orden social radicalmente posible.
Yo veo

en «Verbo», en
la Ciu­
dad Católica, grupos de diversos campos e ideologías, pero todos
unidos en lo esencial, libres en
lo accidental y que, presididos por
la caridad, se muestran ante el exterior como un cuerpo fundamental
de doctrina. Hagamos permanente con nuestro esfuerzo común
y
para el bien común esa unidad común que San Bernardo --ese genial
incomprendido, en uno de sus
más emocionantes
sermones, expre­
sión de su alma de fuego-, entendía como una identida-d de sen­
timientos, conformidad de mentes
y armonía de voluntades.
Sigamos
desde nuestras

posibilidades
y limitaciones el ejemplo
de nuestro santo patrono que,
como nos

recuerda un insigne histo­
riador, fomentó las Letras, dio nueva vida a la Universidad de
Sa­
lamanca, mandó codificar las Leyes antiguas, levantó las más bellas
Catedrales góticas de Castilla, hizo traducir los manuscritos árabes ...
Y en los días que vivimos --encerrados en nuestra circunstancia­
devolvamos como él --que restituyó físicamente a Compostela las
campanas que Almanzor había llevado a Córdoba-, devolvamos,
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EL MENSAJE DE SAN FERNANDO
repito, desde una Córdoba metafísica a una metafísica Compostela,
la verdad, simplemente la verdad, desconocida por esos gárrulos
sofistas de que habla Menéndez y Pelayo que están liquidando nues­
tro pasado y reniegan de cuanto en
la historia nos hizo grandes :
Es decir, la verdad objetiva y suprema del orden esencial que pro­
pugnamos.
San Fernando ha vuelto a montar su caballo y con su Cruz y
su Espada va otra vez ensanchándonos esa España ~esa España
cdstiana que es pensamiento y acción, esfuerzo intelectual, espiritual
combate, fervor popular, trampolín hacia un futuro obra de nues­
tras creencias y nuestras conductas y que dice como en los lemas de
los antiguos soldados: «por la honra pon la vida
y pon las dos,
honra y vida por Dios»--, en una palabra, esa España que late irre­
misiblemente en nuestras venas.
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