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Número 117-118

Serie XII

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Paul Lessourd, El Cardenal Mindszenty, Primado de Hungría

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mitaciones a su libertad que la de que no puede dejar de ser
libre en la responsabilidad de su destino ultraterreno.»
hasta las
más concretas

de V
ALI.ET DE GoYTISOLO, cuando nos
dice:
«Es preciso que todos, gobernantes y gobernados, sintamos
la

necesidad que nos compete en
la conservación, mejora, res­
tauración o reposición del orden natural querido por el
Creador.»
Cuanto dejamos transcrito --quien lo lea~ puede parecerle un pa­
negírico demasiado interesado
y parcial. Sin embargo, creo que si
llega a sus manos el libro que comentamos, alcanzará a ver, cómo
frente a cualquier apariencia, le hemos dado de él una noticia objetiva.
Sin negar, por muchas razones} más que mi interés, mis afectos.
BALBINO RUBIO ROBLA.
Paul Lesourd: EL CARDENAL MINDSZENTY,
PRIMADO DE HUNGRIA
(*)
Si hay un hombre que personifica a la Iglesia del Silencio, éste
es
el cardenal Mindszenty. Silencio que comprende no sólo los años
de cautiverio. en las cárceles comunistas de Hungría sino que al­
canza, en alguna manera, toda la
etapa posterior, tanto su perma­
nencia en la embajada de los Estados Unidos en Budapest como su
exilio voluntario en Viena, del que se -cumplirán próximamente dos
años. El hecho no es nuevo. Ya en
el momento de detención, a fi­
riales de 1948, se intentó, principalmente en Francia, quitar impor­
tancia a su persecución y martirio físico y
espiritual, por
unas ra­
zones que dicen muy poco en favor de quienes las esgrimieron. Por
ello, todo libro que reivindique su figura debe ser acogido como una
manifestación de estricta justicia y más hoy día en que una política de inciertos resultados parece jugar con la verdad.
- -
El

autor del libro que comentamos es,
seguramente, una
de las
personas que más detalles conoce de la vida del cardenal Mindszenty
y a ]a información inédita que aporta hay que añadir el amor con
que
ha tratado la figura del primado de Hungría. Paul Lesourd es
profesor de
la Universidad Católica de París y estuvo en contacto
(*) Ediciones Acervo, Barcelona, 1973.
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con el padre Szalay, que dedicó los últimos años de su vida a la
abar de dar a conocer a la opinión mundial la verdad sobre
el pro­
ceso, obteniendo de él muchos datos, igual que de otros amigos íntimos
del Cardenal. Lesourd., que, en 1949, era secretario general
del Comité Internacional de Defensa de
la Civilización Cristiana,
promovió la publicación de La verdad sobre el cardena Mindszenty,
héroe y mártir, documento que le _había remitido Monseñor José
Kozi Horvath, presidente del
mo:vimiento popular
cristiano húngaro.
Es, pues, como hemos dicho, un especialista entregado en cuerpo
y
alma a esta obra de reivindicación. El libró no resulta, quizá, defi­
nitivo_ Faltan las
Memorias del Cardenal, cuya publicación parece
ser inminente,
y que, de no interferir problemas de autocensura,
puede ser un documento fundamental para entender la historia de
la Iglesia húngara y de la_ Iglesia universal en la postguerra. Pero,
mientras, el libro de Pau Lesourd creemos que es el más detallado
y veraz que se ha escrito sobre el Cardenal.
Muchos de los hechos que relata son ciertamente conocidos; el
cine
y la prensa se ha ocupado de ellos. Así ocurre con las etapas
de su detención
y cautiverio: desde su proceso y condena, pasando
por su momentánea liberación cuando el levantamiento húngaro de
19S6, hasta su estancia en la cárcel dorada de la embajada de los
Estados Unidos, un lugar que le dejaba prácticamente aislado del
mundo
y, lo que era más doloroso para él, de su amado pueblo hún­
garo. También son conocidas, aunque no con el necesario detalle, las
negociaciones entre la Santa Sede
y el gobierno húngaro. Pero lo
que en general se ignora es
l!l vida

del Cardenal en los años ante­
riores a cautiverio, es decir, su labor como sacerdote, obispo
y car­
denal primado. Y son precisamente estas etapas, en las
c¡ue Lesourd
ha

insistido, las que pueden hacer comprender muchas de las cosas
que han ocurrido después
y, por supuesto, el odio con que los co-
--munistas

miraron siempre la figura del Primado.
Lesourd parte de uo
breve resumen

de
la historia de la Iglesia
húngara que es, también, la historia de todo el pueblo magiar. En
pocas naciones del mundo se da una tal identificación entre pueblo
e Iglesia como en Hungría,
y ello a pesar de ·que conviven allí,
junto a los católicos, fuertes minorías
de protestantes y judíos. En
esta identificación no ha contado sólo la obligación de los pastores
de preocuparse por sus ovejas ; está también la sigular doctrina
polí­
tica

de la Corona de San Esteban que ha hecho sentirse a todos los
primados,
y al cardenal Mindszenty, como algo representantes y
albaceas de toda la nadón. Y así cuando~ en Jos· años inmediatamente
posteriores a
la · segunda guerra mundial, empezaron las persecucio­
nes contra
las escuelas
privadas.
el Primado salió en defensa de
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todas ellas, incluso de las de los protestantes y ¡udíos, y todos se
sintieron defendidos por él. Pero no hay que ver en esto
nna cues­
tión

meramente humana
y en la detención del Cardenal una mera
lucha «política» de supremacía. Lo que se estaba defendiendo era
el derecho sagrado de los padres de educar a los hijos, freute a los
_ intentos,

cada vez más insidiosos, del
estado totalitario
para
mono­
polizar

la enseñanza. Y esto fue la gota que hizo rebosar el
vaso
del

odio comunista contra el Cardenal. Al detenerle se asestaba un
golpe muy fuerte contra toda la Iglesia
y se suprimía el mayor obs­
táculo que impedía la total esclavitud del pueb
1o húngaro. Pero esto
fue sólo
la escusa.

E_l motivo real fue la negativa constante de Minds­
zenty en contemporizar con el ateismo
y el totalitarismo. Hay una
frase suya que resume perfectamente su manera de pensar, su firmeza de carácter
y su fidelidad a la doctrina perenne. En 1946, hablando
de San Ambrosio, otro perseguido, dijo:
«En las
luchas entre los
cristianos
y el paganismo, no osciló. No quiso jugar la carta de la
políticá «realista» ...
». Y el mismó año, en la homilía que pronun­
ció en Ja consagración de un obispo, hablando de lo que el obispo
debe predicar, reafirmó:
«El pastor

de la diócesis de Veszprem
se
hará

eco de las verdades eternas, invariables, no alteradas por
la
moda

... Ha de recordar continuamente que hemos sido rescatados
por
la sangre del Cordero y no por el orO o la plata perecederos.
Predicad el principio de que la nación que reniega de su pasado, que
lo_ olvida o lo desprecia, no merece ver
el futuro». Este era el len­
guaje del Cardenal, en
el púlpito, en" las cartas pastorales y en sus
discusiones con las autoridades comunistas.
De
su vida pastoral queda -constancia en el libro : creó numero­
sas parroquias, promovió la fundación de conventos, las obras de
caridad
y la beneficencia, impulsó las escuelas católicas, pero por
encima
de todo predicó. Predicó con valentía, tanto en los años de
libertad corno en los de persecución, alentado por una intensa vida
interior, de devoción a la Virgen. Tal como dice Lesourd al final
del libro, «pasará a la Historia
como· uno

de los héroes populares
de Hungría; pero es también, para nuestra época paganiz1da, un
ejemplo
de vida

cristiana
y de actitud intelectual, una lección de fe
inquebrentable, la de los mártires; el símbolo de la fidelidad a los
principios y a los jurarilentos prestados; la prueba de que Dios con­
cede, a

los sacerdotes de esa envergadura, la fuerza sobrehumana
necesaria rara
supei;ar los

más crueles sufrimientos
morales y físicos,
cuando se muestran dignos de ello
y depositan en El su confianza».
Le queda todavía al cardeual Mindszenty la última pena de no
poder regresar

a Hungría
~unto a

su pueblo, tal como hubiera sido
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su deseo. Pero el gobierno húngaro, temiendo su popularidad, se
ha opuesto siempre a ello.
Este ha sido
y es el calvario. de un mártir de siglo xx, un hombre
de acero a quien nada ni nadie ha podido doblegar, reflejado en
un libro que resulta imprescindible
para conocer

no sólo
la vida del
Cardenal sino la de todo el pueblo húngaro en los últimos cincuenta
años.
JosÉ
M.ª MuNDET
GIFRE.
Alberto Boixadós: CARTAS DE VIAJE. ACERCA DE LA
REALIDAD IBEROAMERICANA
(1)
El libro de Boixadós es un texto para saborear y para meditar.
Por casualidad
lo lt>~ ~n el mismo sitio en qu'e años antes El
silencio de Dios, de Rafael Gambr~, me había llegado tan honda­
mente al alma.
El olor de unas lilas increíbles, que crecen sin · má.'­
cuidado

que el de Dios, rimaba perfectamente con el esteticismo que.
impalpable también

pero omnipresente, llenaban las páginas del libro.
Como las del de Rafael. Pero
~a luz

segoviana que daba a la tierra
un calor y un color de vida hasta fundirse en la nieve que aún
vestía
Peñalara, iluminaba
en todos sus contrastes el pensamiento
austero
y recio, preñado de empresas y de batallas, como Castilla. de
Alberto Boixadós. Y de nuevo.
«En estas soledades,
donde viven desnudas las verdades.»
reviví
«El silencio

de Dios» e igual que
entonces me pareció~ que Lejos del

ruido de
la ciudad se hacía voz y orden y promesa.
Y que nuestra actividad de españoles ante el oscuro porvenir
que amenaza a
la civilización nada· tenía que ver con Ja gesta heroica
e inútil de Numancia, sino con el aliento fértil de Isabel que hinchó
ras velas

carabelas de la Pinta, la Niña
y la Santa María hasta her­
manar, en la sangre
y el espíritu, a unos pueblos que han de re­conquistar

el mundo.
Es el libro de Alberto Boixadós más de sugerencias que de
afirmaciones, más de siembra que de recolección. Y no podía
ser de
otro

modo en días de frutos secos o emponzoñados nacidos del libe­
ralismo
y del marxismo con que se alimentó el espíritu en un trá-
(1) Editorial Areté. Buenos Aires, 1968.
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