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Número 147

Serie XV

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La razón enloquecida

LA t' ON ENLOQUECIDA (*)
POR
HELE FEDERICO ScIACCA ( t).
i
La "racionalidad'tentendida según el modelo de la ciencia y
elevada a

principio bsoluto, la
"racionalización" según

el mismo
modelo extendida

a , a la realidad humana y
oatma1, esto
es,
se­
gún los imperativos dJ¡crados por el Iluminismo y perfeccionados por
algunas corrientes de [pensamiento del siglo XIX, son impuestas hoy
pudi~ decirse

que

pedantería,
hasta sus extremas conse-
cuencias. · 1 •
Exiliada la búsquj:rla de la verdad o reducida ésta a la "utili-
dad", racionalidad
si¡/nifica ~hora "funcionalidad" simpre más

per­
feociooada, de
ahí la ¡adecwción de "racional" y de "funcional": es
decir, lo que es racicjrurl es funcional y fo . que es funcional es ra­
cional Lo demás
--,,i ser o la verdad de lo creado- no cuenta, no
tiene valor. De ahí el ~l roceoo (o ¿e.! prurito?) de racionalizarlo todo;
en
primer
lugar la

eco omía
y la política, entendido como el prim=
necesarium y, en fun ión suya, de racionalizar la natutaleza físka
y la sociedad humana,, desde la cría de pollos y el cultivo de los cla­
veles,
hasta el arte, la moral, la religión que, funciooaiizados, cesan
(*) Cittá Nueva Editrice acaba de editar los artículos publicados en I/
Tempo de Roma desde ~970 a 1974 por nuestro querido amigo y maestro
siempre inolvidable,
Mic¡hele Federico Sciacca, recopilados por María Man­
ganelli en un volumen
¡presentado por Luigi Pareyson,

que lleva
el título
IJ magnifico oggi, con ~ imagen de la Torre de Babel en s-u portada. El
magisterio
de
Sciacca si']1 e entre nosotros y nada nos ha parecido mejor pára
continuar difundiéndolo entre nuestros amigos que reproducir en castellano
uno de los artículos rec · dos, que lleva
la fecha del 24 de tnmo de 1971
y como título revelador 4z f'agione impazzita.
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MICHELE FEDERICO SCIACCA
de ser arte, monil o religión, pues quedan vacíos de ios vaiores que
a
cada uno
corresponde.
Cuando
falta

la verdad.
Pero
la razón despotenciada reducida a mera "funcionalidad
operativa", limitada a desarrollar un

conjunto de
"técnicas perfec­
cionadas" oplicadas a los datos sociológicos, éticos, religiosos, etc,
para '1a organiz.ación de un plano toárlmenre previsible en su diná­
mica práctica; esta razón se convierte necesariamente en enemiga de
la naturaleza o del ser de las cosas o del hombre y se hace promo'
tora de la barbarie, "incivilidad" destruetora de lo que es verdade­
ramente
"civil". La razón en sí misma, a pesar de la buena concien­
cia de
los iluministas de ayer y de hoy, no es luz si no es iluminada
por la verdad, única que revela valores y eleva' idea[es y entusias­
mos. Cuando lo racional, entendido como medida

y
peso de canti­
dad calculable es aplicado como crirerio incluso a. la vida estéti­
ca, moral y religiosa, obtura o expulsa la fantasía, ios sentimientos,
la fe, adormece todo ímpetu o empeño, seca el amor y hace a los
hombres mezquinamente egoístas, petdidamente empeñados en me­
dir y pesar su propia utilidad para una siempre mediocre "felicidad'º;
la
faita de

ardor y
de magnanimidad acrecienta

en
él la pereza y el
vicio, sobre todo
la codicia y la lujuria.

A este punto,
la tanta ciencia,
la

tanta
técnica, ias interminables

comprobaciones lo
convierten en
bárbaro, incivilizado, enemigo de todo vivir civil, que es propio
de
los hombres cuitos y libres.
Ciertamente, la razón entendida solamente como funcionalidad
operativa, ttansformadora y organizatriz rigurosa de la realidad na­
tural y humana, acrecienta enormemente los medios de vwk, pero
se acaba en sí misma, pues quita al hombre cUtdquier raz6n para
exhtÍI/'. Este status innaturale, que sufre sobre todo el hombre de los
países que se llaman "desarrollados", es propiamente el estado de
desesperaci6n. De becho, esci desesperado sin remedio quien dis·
pone del
máximo de
medios
y esci privado del más mínimo motivo
que de significado a su existencia; aquellos medios convertidos en
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LA llAZON ENWQUECIDA
fines en sí mismos llegan a ser los odi= enemigos de su vida, los
que "exaltan" el vacío de su existencia "inmotivada", gratuita. :&to
confirma que el hombre, además de las cosas que le sirven, y a fin
de que éstas le sean realmente útiles, precisa de modo irrenunciable
y

necesario de una verdad a la que
servir y para la cual valen Jos
medios y vale la vida.
Cuando todo sirve
-y esto que sirve se justifica por el mero
servir-y nada hay que px ser eterno merezca nuestro servicio, la
desesperación se hace rabiosa, rebelde, destructiva: el hombre, per­
didos los motivos de

su
ex:isrencia, se entrega a los medios de

vida
siempre credenres y por esto cada vez más sofocantes de todo va­
lor,
a la destrucción del ambienre y de sí mismo basta tender a la
extinción de su especie y de las otras especies vivas. En efecto, el
hombre no puede vivir
separado de la natura1eza y de su naturaleza,
y ésta mortificada en aquello que es verdadera y esencialmente hu­
mano, se tomó el desquite negativamente a través de h autodes­
trucción. Es una consecuencia ineluctable de un progresivo y des­
mesurado enciud13danamiento a rosta ·de una desnaturalización ilimi­
tada; es el producto de la rm:6n enloqt1Bciaa pot la soberbia de ra­
cionalizarlo
y funcionalizarlo todo con miras a la utopía del óptimo
maííana, cuando -en este punto ignoramos si ·habrá un mafia11a. cual­
quiera.
Una -compañía mortal.
Pero existe la locura eufórica y agresiva y la locura depresiva;
el
hombre

de hoy es un ciclo
tfmico en un plano estabilizado sin
derecho

a
la sedancia.; de ahí su ir y venir de la exaltación a:! aba­
timiento, a
la indiferencia. En efecto, la razón funcionalizada y cal­
culadora, reducida

a lo
científico y técniro, hace perder las "dife­
rencias" y el matiz (la finesse) y pot esto el hombre no se hace "in­
diferente" y burdo; pero la naturaleza ffsica y la humana -senti­
miento, inspiración, fantasía, existe una inspiración y una fantasía
moral y religiosa-son lo opuesto de la indiferencia. Por eso son
tombién lo

opuesto a
la igualación de todo bajo todos los aspectos
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MICHELE FEDERJCO SCIACCA
y la extinción de la variedad en la uniformidad, es decir, de aquello
a lo que
tiende la nu:ón científica y técnica. Y es lógico que a ello
tienda, pues es lo que le romper.e; pero es locura render y preten­
der
eliminar la única oposición capaz de resisttt vigorosamente
para salvar
lo "natural" en la naturaleza y en lo humano en el
hombre,

sin impedir
la Wx,r que es propia de la ciencia de modo
tal que con los. medios de vida se conjuguen los motivos de la exis­
tencia. En otras palabras, la indiferencia y la uniformidad dan fuerte
base a la rebelión destructora que concluye en una indiferencia
siempre
más profunda de la cual es hermana el tedio, compañero
mortal
de

la vida.
Sí, una naturaleza física y una sociedad humana perfectamente
racionalJ.jzada
dan

el
máximo de seguridad vital; pero, al fina[:
como conduce a la desesperación tener medios y estat carente de mo­
tivos
para vivir, así del mismo modo lleva también a 1a desespe­
ración poseer la segutidad vital sin una verdad a cuyo servicio pue­
da ponerse.
Y la desesperación, cuando no lleva a la indiferencia y al sui­
cidio,
conduce

directamente a
la corrupción, la forma "dulce·· y
regalona de la desttuoción; por eso se llena con los placeres más
escuálidos y cerebrales. Sobre todo se ttata de venoerla vanaglorián­
dose,

signo manifiesto de
impotencia radical. Los placeres, puestos
en
lugar de la
patlestta, se

convierten en los
nuevos estadios de

la
juventud
y en la attacción de los ancianos que, pot no quedat at:cis,
se adaptan a éstos como los simios o ios papagayos. Se sabe ya,
en el ámbito de los espectáculos, por qué el público decreta la gloria;
porque se desea tener testttnonio del goce de todos los placeres para
poderilo divulgar y magnificarlo. No importa que la evolución no
haga al hombre mejor; importa que
hoy, a diferencia de otrOS tiem­
pos, lo haga laudable. As~ entte alabanzas intercimbiables se llega
inconscientemente a ia muerte.
Concluimos con la invitación a nuesttos lectotes de que sean
razonables y no sólo racionales. Lo razonable tiene más riqueza que
la puta racionalidad: no excluye la 1'a%Ón y se nutte del sentimiento,
, de la fantasla y de muchas más de las rique2aS de la humanidad y
del hombre; es el hacer juiciosa y ruerda la razón raciocinante. La
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LA R.AZON ENLOQUECIDA
raciona!lidad pura se hace abstracta, funcional, inhUlllll!)a. Lo razona.
ble

contempla
a los hombres

de
carne y hueso, concretos, humano.,
personalmente antojadizos
y no anónimamente "fotmales". Sobre
todo

se les
hace buenos

en tanto
"oompr.ensivos" de
las
razones de
los otros y, por tanto, no fanátiros, libres. Da un sentido a la vida,
la tazón de ser y de vivirla, porque reconoce que ia luz de la razón
es 'la verdad o el ser por el cual la vida vale, y vale porque ia verdad
es más que la misma vida.
La razón del "raciocinante" es útil, la del matemático es con­
vencional; sólo

la
razón del y en él hombre integral es humana, es
la única razonable. En definitiva, ser razonable es hacer uso cristia­
no

de la
razón.
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