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Número 147

Serie XV

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Magisterio de la Tradición. (Testimonio reflexivo de Santa Teresa)

MAGISTERIO DE LA TRADICION
(Testimonio refle:xiro de Santa Teresa)
POR
GRACIELA ROMANO DE ZULETA.
Amigos de la Ciudad Católica de España: debo agradecer a la
geutile'la de nuestro común amigo, don Juan V allet de Goyt:isolo, la
ocasión de estar reunida con ustedes esta noche, y poder dirigirles
la palabra. Y ,tl pensar eu el carácter que debía revestir mi parti­
cipación en este acti>, creí que· era un deber de conciencia referirme
,tl tema que como docente, mujer y madre católica, más me preocu­
pa en

este tiempo.
Hoy, como en otros tiempos críticos, nos enfreutamoo de modo
acuciente con el
problema de la formación humana. En la actualidad,
nos enconcramos con un hombre asediado por la idrología, cuyo
carácter dominante es la pérdida de la propia concieucia, la. irrefle.
xión
y la pasividad del espíritu. El mundo actual está prefiado de
escepticismo; se
reuuncia a todo. saber eu profundidad y se acepta
como porliativo la mera extensión y cantidad de lo que se conoce.
El abandono de las altas y más concretas metas del espíritu, pone
un sello de frivolidad e irresponsabilidad a una época que vive de
las apariencias del presente y de la ilusión de un futuro planifica­
do
y supuestamente feliz.
¿Qué baremos frente a esta situación?

Como cristianos
y cató­
licos, la ina~ción y el escepticismo no nos están pe!mitidos. Platón,
ya eu el mundo pagano, reflexionó insistentemente basta su vejez
sobre el problema de la fo•mación del hombre. Esta inquietud, que
vernos ya

en los
rubores de Occidente, debe animar nuestra tatea.
Hoy se impone retomat la tradición del Occidente cristiano, que
ha
visto en la educación --corno formación de los hombres singu­
lares-una rutemativa ineludible

del pensamiento.
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MAGISTERIO DELA TRADICION
El traer a roladón el 1leDla de la tradición DO signka una vuel­
ta
attás, mantener en vida algo muerto. Los pueblos no conservan
y transmiten por

amor a los
rocueroos, por veneración de lo an­
ciano o por la idealización de un pasado desposeído de las crude­
zas de! presente.
Se
trata, precisamente, de lo rontrario: lo que se romunka -lo
tradido-es

lo que se mantiene
enérgico y vivo a través del tiem­
po, es
1a vida del espíritu. Y el hombre que se vuelve a · esta
auténtica

tflldición es
el que está mejor asentado en la realidad y
en el presente, pues es el que tiene más sólidas raíces y crece.
Nuestra tradición, la de Cristo y su Iglesia, tiene una peculia­
ridad esencial: DO se sostiene por la repetición de frases o por el
ejercicio de la
costumbre, sino

que pide más: pide
eota20tles y al­
mas donde afincarse y a cambio de esta entrega devuelve hombres
nuevos.
listos ideales de formación están ausentes en las ideologías mo­
dernas. Liberalismo y marxismo comparten la misma madre. El mar­
xismo
nos

habla del hombre, la
libertad y el futuro. Pero no del
hombre concreto,
romo sujeto espiritual, único. y valioso por set
hijo de Dios, sino de una
abstracción, la

de humanidad
como con­
junto numérico. El partir de una teorización idealizante oscurece
las singularidades de la realidad, intenta abolir las contradicciones
de la
misma existencia, conduciendo al desquicio del hombre, que
se sacriifica a


mismo y a sus hermanos en nombre de una idea
embriagadora, la idea de la utópica construcción de un "mundo nue­
vo",
perfecto y pulido romo un diamante, pero quieto y helado, im­
placable, hecho, en suma, no

para
los hombres sino ¡,a.ta los fan­
tasmas de un sueño.
Oímos hablar
también de libertad, casi diariamente, pero es sólo
la
'libertad del hombre sobre lo exterior, ya ·sea el mundo material o
sobre
los demás hombres "no
liberados", una libertad que tiene
sabor

y dominio y que no ha sido teñida
por la caridad.
Frente a esto la tradición del magisterio de la Iglesia se yergue
mansa pero no

inmóvil ni indiferente. No quiere
imponer una for"
ma abstracta y externa al hombre. ¿Para qué, si ya la tiene? Im­
pone, sí, el menester de revelar la auténtica naturaleza humana como
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GRACIELA ROMANO DE ZULETA
hijo de Dios, cuya libertad se realiza íntimamente, en profundidad
y por el servicio
amoroso a sus hermanos.
La Iglesia nos babia también del futuro, pero del único posible,
el de
la Fe y la Esperanza. Fe y seguridad no en nuestras fuerzas
solitarias, sino
en

el Padre.
Este futuro es

el de todos
los dias de la
vida, y surge precisamente con claridad a
la luz de la tradición, aun­
que
suene
paradójico a

los incrédulos.
Cristo nos manda ser maestros de nuestro tiempo. No se trata
de vocaciones: el

cristiano ha de
ser maestro en el testin¡onio cons­
tante, y no le está permitida la inaoción, la desesperanza o la melan­
colía. Esramos obligados a pensar y comprender nuestro mundo para
que nuestros hermanos vean por nosotros las falacias del tiempo
pre,ente y encuentren el e.amino. Es una ardua tarea, pero como dice
San Mateo: "Si al Señor le coot6 tanto el siervo, cuánto más ha de
costarle al siervo merecer al Señor"".
Y en esta tarea 'los españdles pueden dar a quienes asuman el
dictado del magisterio el ejemplo del espíritn que campeó en una
gran mujer: Santa Teresa de Jesús. Su potencia reflexiva rara ve,:
ha sido considerada como su excelencia y profundidad 1o meteeen­
Sobre ella encontrarnos magníficos libros biográficos, de !itletatnra
o piadosos, peto pocos se han detenido en la profundidad y novedad
de su testimonio reflexivo desde el campo de la fiJ.osofía. Ella re­
presenta
un camino que debemos retomm-para esclarecer l.os cauces
de nuestra vida como cat61icos e hispánicos.
Por
el camino de la devoción, obediencia y oración, son sus má­
ximas, ella arriba a cumbres del pensamiento y se inscribe en la
tradición de

la que
venimos Mblando. Advierte que

el mejor
cami­
no para llegar a Dios es el examen del esplriru, que es senda más
llana y segun, que la que parte del mundo exterior. No queremos
conocer el orden del mundo sin antes conocer el de nuestra casa.
¿ Por qué esta prioridad del conocimiento del alma? Porque ésta es
el templo del Dios. "Oímos que tenemos alma, pero no sabemos
acerca de nosotros mismos". Y este primer saber es la fuente de
todos los demás conocimientos. Del
alma es muy difícil hablar si no renemos e,operiencia, nos
dice en "Las Moradas". Porque el alma en tanto espiritua:l es prin-
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cipio de vida y de verdad. Pero no nos conforme esto, pues si bien
es así, muchos no llegan a penetrar nunca 1a verdad, y se quedan
en las afueras de'! palacio o se pi,,rden en sus laberinros. Entonces,
como dice la Sanra, no queramos ir por
camino no

audado. Pues
este
Slllpremo conocimiento

del
alma como principio espiritual, es
el resultado de nuestro obrar interior y exterior. Lo que sostiene e
impulsa este caminar del

alma es el
amor. El amor es disposición,
es querer poder mereoer a Dios, aunque parezca impooible. El amor
es

humilde porque
confía en

el auxilio y
sostén del Padre. De alli
la importancia que da Sanra Teresa a la humildad como fuerza po­
tenciadora del espíllitu; El impulsa a la humildad como fuerza po·
tenciadora del espíritu. El impulsa cuaudo somos cobardes, ve cuan­
do estamos ciegos y quiere en medio de la flaqueza.
La Sanra inicia una peregrinación interior que exige a la vez,
en cada paso, obras, pues sólo en ellas reconocemos al Señor. "Hijas,
diciendo
y obrando,
palabras y

obras". Peregrinación que no
cesa,
pues el hombre no tiene la verdad de una vez para siempre, sino
que sólo
mantiene

su ser unido a la verdad en la
aoción de

su
es­
píritu. Nunca hay seguridad, seguridad teórica, certeza cartesiana,
pues a mayor perfección, más cuidadoso es el hombre, más inseguro
de
sus propias fuerzas, más deudor y mayor el dolor por las caídas.
De este modo nos invita a audar el camino, en silencio y .,..
,peranza y nos dice "no queráis volar cuando tenéis camino seguro,
pues
entre los
pucheros auda el Señor
ayudándoos en
!o interior y
exterior".
Avivemos, put,;, con caridad y firmeza, el fuego que Sanra Te­
resa
supo alimentar en el corazón de España, pata todos los hombres
en todos los tiempoo.
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