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Número 147

Serie XV

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Así se escribe la historia (La España del siglo XIX, de Manuel Tuñón de Lara)

NOTA CRITICA ASI
SE ESCRIBE
LA
IDSTOiRIA
(La España del siglo XIX, de Manuel Tuñón de Lara)
POR
FRANCISCO JOSÉ FEB.NÁNDBZ DE LA CIGOÑA.
La editorial nos dice que se trata de .. una visión minuciosa y
eschu-ecedom del tan maltratado siglo XIX", siglo "tan trascenden­
tal, aunque tan faaseado e ignorado". Y califica a Mam,.el Tuñón
de La,:a, autor de La España del siglo XIX, de historiador.
El éxito econónúro de

la
obra parece indiscutible. El ejemplar
que
tengo en mi poder, techado en 197 4, es una quinta edición, se­
gunda de bolsillo, y creo haber visto, al menos, una edición más.
Magnífico negocio, pues, para la editorial y para el autor.
Hasta aquí dos hechos. Uno objetivo: el número de ediciones.
Y
seguramente de

bastantes
ejemplares. Subjetivo el

otro: la
edi­
torial

que nos dice que su
libro es un gran 'libto. Porque Jo cree o
porque
ie interesa decirlo por razones mercantil.es. Nadie iba a co=­
pratlo
si la propia editoriru advirtiera que no era tan bueno o que
incluso era

muy
malo.
Añadamos

a
estos antecedentes una impresión particular. Los
lecrores de La España del siglo XIX son, en su mayoría, jóvenes uni­
versitarios. Los he visto ron ella, o con la rorrespondiente del siglo
xx,
por las aulas y en los bares. Me han hablado de su objetividad
y de su moderna visión de la historia. En ocasiones he oído el "como
dice Tuñón

...
" pronunciado romo quien sentencia definitivamente
una causa. Ha hablad.o e1 maestro, acatemos todos revet:entemente
su opinión llena de ciencia e imparcia:lidad. Es, romo digo, una im­
presión personal. Que no

tiene mayor
importancia. O

que sí
la tie­
ne.
Lo hemos de ver.
Antes de
pasar a la crítica del libro he de ronfesar que cuaoto
diga
se refiere

sólo a
las setenta primeras páginas. He sido incapaz
de seguir adelante. De asombro en asombto, de error en error,
llegué hasta la muerte de
Fernando VII.
No valía la pena perder un
1054
Fundaci\363n Speiro

ASI SE ESCRIBE LA HISTORIA
minuto más en comprobar cómo el "falserulo e ignorado siglo XIX"
salía de la plmna de Tuñón prácticamente irreconocible.
Recojamos
alguoas muestras
del
"p,:-eocupado historiador": "En
esta nueva fase de

la
guerra las fuerzas inglesas, al

mando de Wel­
Jington,
se decidieron

a
desempeñar papel
más activo.
En enero
tomaron

Ciudad Rodrigo
y Badajoz, y el 22 de julio (1812), al de­
rrotar al ejército francés en
la batalla habida entre Salamanca y Alba
de
Tormes, le

obligaron a
dasa:lojar la meseta de Castilla 'la Vieja.
José I abandonaba Madrid, esta vez
pa,:a no

volver jamás" (pág. 20).
La toma de
Badajoz, que

Tuñón fecha
en enero, se retrasa nada
menos

que hasta abril. Y José I, que abandonaba
Madrid pa,ra siem­
pre, vuelve a estar en la capital de España en noviembte de 1812
y desde el 3 de diciembre de ese mismo año hasta el 17 de marzo
de

1813. Como se ve, el concepto que Tuñón
tiene del "jamás" es
oompletamente
distinto

del de los demás
morta:les. Para
él, jamás
quiere decir otras dos
veces. De

no aceptarse que
las palabras
tienen
un distinto significado
para Tuñón habrá que concluir que su ig­
norancia sobre las andanzas de José
Bonaparte es
muy
considetable.
Dice

también:
"La segunda Regencia (oompuesta por Císca,r,
Agar y el cardenal Borbón) pasó una nota al Nuncio desaprobando
su
conducra. El

Nuncio se
negÓ a dar explicaciones y replicó en
términos
violentos,

en vista de lo cual
'la Regencia le dió sus pasa­
portes y le ofreció la fragata Sabina para partir" (pág. 36).
Esta es una de
las afirmaciom,s que

demuestran
más palpablemen­
te el desconocimiento de Tuñón acerca de aquel período histórico.
Lo

que se prueba
por:
l.º La segunda Regencia no expulsó al Nuncio.
2.0 La segunda Regencia no estaba inregtada por Agar, Ciscar
y el cardenal Borbón.
3.º Los

que Tuñón dice
que componían la segunda Regencia
imegtaban
1a cuarta.
4.º Tuñón
confunde al
cardenal arzobispo de Toledo, don Luis
María de Borbón
con el general don

Joaquín Blake que formaba
con don Gabriel
Ciscar y don Pedro Agar la segunda Regencia.
5.0 Teniendo en cuenta que tanto Blake como Borbón fueron
figuras destacad/simas de la época, el oonfundirlos, mezclarlos, atri­
buir a uno las acciones del otro, es a1bsolutamente injustificable.
Hubiese bastado la simple lectura, no ya de un manual de hisro,.
ria síno de un teJ llerato,
pa,ra haberse enterado de quiénes eran esos personajes cuyas
actividades parece desoonocer.
Para

información del Sr. Tuñ6n el,
para él, desconocido Blake
tiene, por esos años, este insignificante currirulum: La Junta de Ga-

Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGOivA
licia le nombra teniente general.; se hace cargo del ejército de Ga:li­
cia a la muerte de Filangieri; pasa a mandar el ejército de Aragón
y Valencia;
a la muerte de Reding manda también el de Cataluña;
toma después el mando de lo que
resta del ejército de .Andaluda;
sucede

a Albuquerque en el
mando del

ejétcito que
se ha refugiado
en Cádiz; es nombrado Regente

del reino; como Regente
se pone
a:l
frente

del ejétcito de Valencia y después de una
desafortunada
campaña
rinde

aqnella capital al
mariscal Suchet cayendo prisione­
ro de los franceses. j Cómo para confundirlo ron el liberal cardenal
Borbón!
Pero

decididamente
las Regencias no son el fuerte del "profesor
de Historia". Después
de ignorar la existencia de la segunda (Bla­
ke,
AgM y Clscar) y de la tercera (Infantado, Mosqueta y Figueroa,
Villaviceocia, Rodríguez

Rivas y O'Donnell,
sustituido más tarde este
último por

Pérez Villaroil), lo que parece evidente al llamar a
la
cuarta, segunda, también se equivoca en la primera. "La Junta (Cen­
tral) creyó oportuno dar por

terminadas sus funciones
y designar un
Consejo
Supremo de

Regencia formado
por el obispo de Orense, el
general Castaños, el consejero de Estado Saavedra y, en represen­
tación

de
Arnéria,_, Lardizábal" (pág. 22).
¿Y
Escaño? ¿Es
que no
fue tan
Regente
como !os cuatro que
Tuñón

cita? ¿Ignoraba Tuñón que la primera
Regencia se
compo­
nía de
cinro miembros y

no de cuatro? Todo
parece indicarlo así.
Las ronrradicciones no son sólo con la realidad sino que se pro­
ducen entre las mismas afirmaciones de Tuñón. Por ejemplo: "Entre
los diputados de las Cortes de Cádiz sólo se contaron ocho nobles"'
(pág. 16). "Es
interesante saber que entre los

diputados había 14
miembros de la nobleza" (pág. 2 3). ¿
En qué quedamos, ocho o ca­
torce?
Las contradicciones entre páginas inmediatas son numerosísimas.
A la ya indicada pueden añadí= otras muchas: "Morelos será tam­
bién ejecutado, el

22 de diciembre de 1815,
por el coronel español
Coocha"
(pág.

34). "El
general Iturbide fusila a Morelos en 1815"
(pág. 38). En la página 5 3 habla del
"u'lrrarrea:lista ministerio
fran­
cés de Villele-Monrrnorency"
para afirmar en la 54, es decir, en la
siguiente, que "Villele erit mucho más moderado". ¿Pero, no era en
la página anterior ulrrarrealisra?
Sobre

el
famoso incidente de las Cortes con el obispo de Orense
es también grande el desconocimiento de Tuñón. Y así dice: el ju­
ramento lo
"hicieron todos, salvo di obispo de . Orense, que se resis­
tió a
hacetlo durante un

mes" (pág. 24). Si
se tiene
en cnenta que
su negativa a jurat
se produjo en

septiembre de 1810 y
el juramen­
to ,en febrero

de 1811, el mes de Tuñón equivale a cuatro
meses lat-
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Fundaci\363n Speiro

ASI SE ESCRJBE LA HISTORJA
gos de los demás seres hwnanos. Ya habíamos visto que las fechas
no le preocupaban
gran cosa.
Absoluto

desconocimiento
rambién de
lo que
era el
'voto de
San­
tiago', "contribución pagana en Galicia a las órdenes religiosas" (pá­
gina 30). Acudamos a un conocido historiador ·liberai para que nos
lo defina: "Dábase tal nombre (voto de Santiago) a un antiguo tri­
buto de cierta medida
del mejor pan y del mejor vino, que pecha­
ban los labradores de algunas provincias de España para acudir a la
manutención del
arzobispo y

cabildo de Santiago
y hospital de la
misma ciudad;

percibiendo también una
porción, aunque
muy
corta,
otras

catedrales del reino" (Toreno).
No era en
Galicia, pues, sino en diversas partes

de España, in­
cluida Galicia, y no a
las órdenes religiosas sino al arzobispado de
Santiago
a quien se pagaba el tributo.
Es, asimismo, totalmente inencta 1a interpretación que Tuñón
da del Manifiesto de los Persas "reconociendo la soberanía absoluta
y
el derecho divino del
monarca" (pág. 36), cuando del propio texto
del Manifiesto resulta el rechazo expreso que esos diputados haren
de la monarquía arbitraria y la afirmación de que el rey tenía que
estar sometido a "la ley divina, a la justicia y a las reglas funda­
mentales del
Estado" (Manifiesto,
134).
Recoge Tuñón la
versión liberal

del
pretendido complot
de
[os
realistas

al regreso de Fernando VII, cuando la realidad es que el pue­
blo reclamaba a gritos la restauración
de!! monarca en sus derechos
anteriores y los generales no hicieron otra cosa que secundar io que
el pueblo y la mayoría de ellos sentía. Y afirma: "El presidente de
las
Cor1Jes ordinarias,
D. Joaquín Pérez, se
rindió sin pena ni gloria
a Eguía
y todo parece indicar que no era ajeno al complot" (pági­
na 37). Tan no era ajeno
Antonio Joaquín Pérez, romo suele desig­
nársele
y

no Joaquín
Pérez,, que
fue
uno de
los 69 diputados
'persas'
que dirigieron ,el Manifiesto a Fernando VII. Y sus senrimientos
realistas eran
tan evidentes que en 1815 el rey lo promovió a la
mitra de Puebla de los Angeles. Así que, aun sín complot, no todo
p-arece indicar sino que todo indica, a qui,en conoce :la historia, que
Antonio Joaquín Pérez ,estaba encantado con el regreso de Fernan­
do y la derogación de la Constitución de Cádiz. Sigamos
con las

contradicciooes: "Gran parte del clero
e..tuvo
en

primera fila de la renovación nacional, del intento
-fallido-­
de democratizar el

país" (pág. 29). Esta afirmación es
totalmente
gratuita.

Sucedió exactamente todo lo contrario de
[o que afirma
Tuñón. Y no precisarnos demostrarlo porque además de
estar archi­
probado,

es
el mismo Tuñón quíen, tres páginas después, lo reco­
noce:
"Doce días

más tarde se abrían
las sesiones de las Cortes or-
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Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGONA
dinarias. Pero éstas estaban compuestas por una mayoría de dipu­
tados
enemigos de

toda reforma. El
clero y las clases privilegiadas
habían

podido
ejercer su

influencia ... " (pág. 32). ¿No
hahíamoo
quedado
en

que
"gmu parte del clero estuvo en primera fila de 1a
renovación nacional"?
Tan repetidas contradicciones, por las que vemos afirmadas pocas
páginas después las

tesis que
acaban de negarse, alcanza su culmi­
nación en 1a página 26. Allí se dice que las O>rtes no abandona­
ron

"la tradición nacional"
Qlínea 14). Pues bien, dos líneas más
abajo, aquí no se esperó
ni siquiera a volver la página, recoge Tu­
ñón,
y hace suya, una expresión de Tierno Galván segón la cua!l
"las Cortes tuvieron necesidad de inventar una tradición española".
¿No nos
había dicho dos líneas más arriba que

esa
tradición exis­
tía? ¿Cómo puede inventarse lo que existe? ¿Cómo puede inventar­
se la tradición? El lector corre el riesgo de enloquecer, si pretende
seguir ,el hilo

de la
argumenración.
Es de sobra conocida la persecución religiosa del Trienio libe­
ral:
obispos expulsad.os de sus sed,,s y encausados; el de Vich in­
cluoo asesinado; ,el Nuncio puesto en ,Ja frontera, extinguidos los
monacales y amenazados de extinción los regulares, incautados los
bienes de unos y otros, etc. Todos estos hechos, probados hasta la
saciedad,
son interpretados del siguiente modo:
"La jerarquía eclesiástica era activamente apoyada en esta em­
presa
política
(la resistencia
a las medidas que señalamos, que de
política no tenía
nada pues

era
esencirumente religiosa) por el Nun­
cio del Vaticano, quien no dejó de promover incidentes
hasta que,
finalmenre, abandonó el pafs" (pág.

43).
jQué eutrapélico lenguaje!· Abandonó el país. Tal vez porque
pensó en tomarse unas vacaciones o para visitar a algún amigo que
residía fuera de E. por

el gobierno
por defender, acaso con demasiada suavidad, dere­
chos
irrenunciables de
la Iglesia. Como tuvieron que
dejar sus sedes
el
obispo de
Orihuela, Simón. López.

Y el
arrobispo de
Valencia,
Verernundo
Arias Teijeito. Y el electo de Tartagona y hasta enton­
ces obispo de Menorca,
~ Y el de Ceuta, Vélez. Y el de Tata­
,.ona, Castillón. Y el de Oviedo, Ceruelo. Y el de Pamplona, Uriz.
Y
el de

Barcelona,
Sichar. Y el de Vich, Sttauch. Asesinado este úl­
timo a:l borde de un camino en nombre de ... ¿la libertad? Bien
merecido se ,Jo debía tener por "promover incidentes".
El Papa, modelo
sin duda del oscurantismo, también promovía
incidentes:
"El Vaticano
rnanife.stó también su

enemistad
hacia el
régimen constitucional, rechazando
el nombrarnienro del Padre Vi-
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Fundaci\363n Speiro

AS/ SE ESCRJBE LA HISTORJA
llanueva como ministro plenipotenciario de España en Roma" (pá­
gina 43).
¡ Pobre gobierno
ronstituciona! combatido
a sangre
y fuego por
las fuerzas clericales
y reaccionarias! ¡Qué ~errazón la del Vaticano
al
no bendecir UllilS medidas dictadas por el amor a la Iglesia y por
el celo de unos ejemplares católicos cua:les eran los liberales! ¡Y
qué
intolerancia al
no dar el placet a!l Padre Villanueva, sin duda
elegido embajador por ser un piadosísimo sacerdote! Pero el Padre Villanueva no
era otra -y si Tuñón lo ignora,
lllllJ!o; y si lo oculta, peor-que don Joaquín Lorenzo Villanueva,
máximo representante del jansenismo en nuestra patria, propiciado<
de
todas las medidas contra la Iglesia, fustigador de Roma, autor de
1as CMtas de Roque Leal contra jansenismo', dedicado al filósofo Rancio, de 'Las angélicas fuentes',
etcétera. La designación de Villanueva fue un 'trága:la' que Roma no
aoeptó porque no podía aceptado en modo alguno. Y ello no fue
muestra de enemistad hacia España sino digna respuesta a 1a decla­
rada prueba de enemistad hacia Roma que
supuso el nombramiento
de

Villanueva.
NO hemos de detenernos en otras equivoc.aciones com.o la erró­
nea interpretación del papel del clero en la guerra de Independen­
cia

(pág. 16); la versión también errónea del
asesinato del genera:!
Solano

(pág. 16); 1a afirmación de que la Regencia
"nacía llena de
odio hacia la Junta (Central)" (pág. 22), que históricamente es in­
sostenible; el error en la fecha (una más) en la que se nombró la
Comisión
encargada de
redaetar el

proyecto de Constirución (pági­
na
25); las

equivocadas
afirmaciones acerca

de la
condueta de
Fer­
nando VII
en Valen,:ay dando

a
entender que

era un
ronstirucionalis­
ta

convencido (pág. 37); la tópica visión de la 'camarilla' (pág. 37);
la también incompleta intencionada interpretación
dcl famoso dis­
curso del rey ronocido por la 'roletilla' (pág. 50); el intento, in­
creíble por

lo absurdo, aunque también
es clara la intención, de atri­
buir el

vil asesinaro del cura Tarnajón a "un agente
provocador"
(pág. 50); los

errores
en la

fecha de la
marcha al Pardo de la Guar­
diu Real

(todavía
otra fecha) y en el número de víctimas del 30 de
junio (pág.
51), etc. Prácticamente no hay página en la que no apa­
rezca dato equivocado. Y esa es la visión "minuciosa y esclarecedo­
ra" del siglo XIX.
Terminaremos recogiendo tres últimas muestras -podría se­
guirse con muchas más--de ,esta verdadera anrología dcl error:
"Suele hablarse de!I. período liberal de

1820-1823 en
términos de
menosprecio y conmiseración. No está de más recordar que aquellos
legisladores, tan a la ligera vapuleados pot ciertos historiadores, cum-
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FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGONA
plieron una obra de primer orden, a tono con el ritmo de la histo­
ria., cuya necesidad se vió confirmada en el transcurso del siglo" (pá­
gina 44).
No puede
set, por tanto, más positiva la valoración de Tuñón.
Nada de

menosprecio y
conmiseración hacia tan sublimes políticos.
Son sólo
historiado,es ligeros quienes se atreven, movidos sin duda
por su ignorancia y sus prejuicios, a criticar esa refulgente etapa de
nuestra historia. Pues bien, el mismo Tuñón se dedica a vapulear
-¿a
la ligera?-al Trienio con palabras que traslucen, por lo me­
nos, menosprecio y conm.i,seración. Y, siguiendo lo que parece ser
cosrumbre en él, sólo tres páginas después de haber hecho la anterior
consideración: "Un rasgo característico de la obra de aquellos f!P­
biernos y de ias Cortes es su ineficacia" (pág. 47). "La mayoría de
las
decisiones que podían contribuir a
la transfortnación del país
-y a crear lo que llamaríamos una "base social" al nuevo régimen­
no fueron llevadas a la práctica" (pág. 47). "Esta inoperancia ... "
'(pág. 47). "Inexis
Administración" {pág. 47).
"El ejército está minado
por luchas

internas
y de camarillas" (pági­
na 47). "Los grandes
errores (del

Poder) ... " (pág. 47). ¿Cabe de­
cir algo más en
menosprecio y conmiseración del Trienio?
La camarilla del rey, cuyas figuras "más prominentes" eran el
infante
D. Antonio (que,
naturalmenre, era
"zafio"), Collado y
Ugar­
te

(pág. 37), sigue siendo
camarilla en la página 50, pero ya con
'.'prominente" único y distinto de los anteriores. Ahora es fray
Ci­
rilo Alameda, el que terminaría siendo cardenal arbobispo de Tole­
do con los gobiernos
liberales de
Isabel II. ¿Es que en
la camarilla
todos eran "prominentes"? ¿Se seguía un tutno rotatorio de pro­
minencias? ¿F.s "prominente" en cada momento quien interesa a
Tuñón?
Cerremos este cúmulo de equivocaciones con la asombrosa ver­
sión de la entrada de las tropas del duque de Angulema. Es este un
capítulo de nuestra
historia especialmente molesto a determinada
escuela.

¿Cómo
explicar que el ejército francés, romootido de 1808
a
1813 a

sangre y fuego en
cada rincón
de
nuestra patria, pndiera
recottetla prácticaruenre sin disparar un

solo tiro
diez años después?
La explicación es clarísima pero sumamente molesta para ciertos his­
toriadores acostumbrados a inventar su disciplina en vez de reflejar
la verdad. El pueblo no veía en los franceses de 1823 invasores, sino
llbermdores. Tuñón

reconoce cómo se "hundi6
estrepitosamente" ei
sistema defensivo de los liberales y cómo los franceses llegaron sin
el menor obstáculo hasta Cádiz. Pero allí, en la ciudad que supo
resistir a
los ejéocitos napole6nicos y que alumbró la Constirución
1060
Fundaci\363n Speiro

ASl SE ESCRIBE LA HISTORIA
de 1812, algo tenía que ocurrir para salvar el honor liberal. Y si
nada ocurrió, se insinúa la posibilidad de que algo había ocurrido.
"Sin embargo, los franceses se eternizabao ante Cádiz, sin poder
dar un paso adelante, a pesar de su superioridad numérica" (pági­
na 58). Cádiz ,esistía, el ejército de la reacción era humillado una
vez ·más ante aquellos muros gloriosos. Al menos eso parece enten­
derse de las palabras de Tuñ6n. Pero la explicación, que Tuñón no
da,
era muy otra. En Cádiz, prisionero de los liberales, estaba Fer­
nando VII. Y los franceses habían entrado en fupaña para liberar­
le.
lisa es la única explicación de las vacilaciones francesas. No las
victorias, heroísmos y laureles de los sitiados, porque nada de eso
hubo.
No entraremos ·en las "matanzas", "proscripciones", "horcas",
"represiones", etc. que tanto parecen impresionar a Tuñón y sobre
las que habría muoho que decir. ¿Quiénes fueron los muertos? ¿No
vuelven a
aparecer en nuestra historia a partí< de la muerte de Fer­
nando

VII,
y en algunos casos durante su mismo reinado, los nom­
bres de todos
los liberales? Argüelles, Quintana, Toreno, Martínez
de
la Rosa, Calatrava, Istúriz, Mendizábal,

Ballesteros,
Gattelli, Al -
varez Guerra, García Herreros, Egea, Aicalá Galiano, San Miguel, etc.,
volvieron al poder, una vez más, y con mucha más pena que gloria.
Que
poco hubo de glorioso en nuestro desdiohado siglo· XIX una
vez concluida la guerra de la Independencia. "Mientras tanto, Riego era
traidoramente entregado

a los
abso­
lutistas

en la Carolina
por el general francés Foissac-Latour" y "para
millares de españoles se abría orra etapa de destierro" (pág. 59).
Ese
"traidoramente entregado",
que denuncia
las simpatías
rieguis­
tas de Tuñón es, por Jo menos, poco oportuno aplicado al mayor
traidor a fupaña de

la
época. Y digo traidor a fupaña y no al rey,
cosa que

también fue
y que justificaría su ejecución al triunfo del
absolutismo,

pues esa era la
pena que en todo el mundo se aplicaba
a actuaciones como la de Riego, porque su sublevación
frustró el
último

esfuerzo de
una nación exhausta por conservar la América
hispana. Poco importa que hoy sepamos que aquella era una causa
prácticamente perdida.

No se
at!enúa por ello el delito de lesa patria
cometido
en
las Cabezas de San Juan. Las actitudes de un Lacy o
de un Porlier pudieron
ser nobles y románticas aunque sus poste­
riores ejecuciones estuvieran también
más que justificadas. La de
Riego, no.
Tampoco pueden contairse los exiliados españoles como Jo hace
Tuñ6n. Efectivamente cruzaron los Pirineos más de diez mil españo•
les. Pero la inmensa mayoría de ellos eran soldados prisioneros de
guerra del ejército de Angulema que en 1824 se
encontraban ya
de
!061
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FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGOFiA
regreso en España. La verdadera emigración, la que duró hasta la
derena de

los treinta,
muchísimo más reducida,

no es lícito contar­
la por millares. No es lícito para un hisroriador.
No hemos -de seguir a T-uñón en sus juicios de valor, en la in­
tenciorntlidad
política

de todas sus
páginas. Mucho

podría
escribk­
se aoerca de ello, pues nos parece una de las interpretaciones más
parciales e

inexactas de la historia de
Fspaña, pero no es ,ese nuestro
propósito. Tampoco nos parece grave

que se haya escrito un
libro
como

este.
Lo preocupante es que tal libro tenga aceptación y pre­
cisamente romo obra histórica.
Cinco

édiciones, dos de ellas masivas, sin que nadie haya adver­
tido al autor de
los descomurntles errores

que contiene
y recibidas
como una especie de Sagrada Escritura de la historia, descubren en
los
'lectores un

analfabetismo en esa materia
rea'lmente estremecedor.
Que

debería hacer
considerar a

los
orgaoismos encargados de la en­
señanza un

nuevo planteamiento de los
earudioo história,s del ba­
dhillerato, pues los aauales parex:en totalmente inadecuados cua:ndo
estos son sus frutos.
Porque no
se uata aquí

de hipótesis más o menos inverificables
sobre el hombre de
las cavernas o acerca de remotas civilizaciones
del
extremo orient!e, sino de _hechos recientes, documentad.os y ocu­
rridos en nuestra patria. Un
bachillerato bien estudiado debería bas­
tar
para que

el libro de Tuñón no pasase de la primera
edición.
Quéda
una

última
posibilidad de interpretar favorablemente la
obra

de Tuñón. Y es que no
hubiera p,etendido escribir un libro
de

·historia sino demostrar
la radical ignorancia

de sus
compatriotas
acerca

de esos
temas. Si

así hubiera sido, su propósito
se habría
lo­
grado plenamente.
FRANCISCO JoslÍ FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA.
\2
Fundaci\363n Speiro