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Número 147
Serie XV
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Autores
1976
La fábula del «homo creator» (De la búsqueda del método a la praxis del cambio)
LA FABULA DEL "HOMO CREATOR" (1)
(De la búsqueda del método a fa praxis del cambio)
POR
JOSÉ MIGUEL GAMBRA GUTIÉR.JlEZ.
La filosofía escolástica afirmaba, como Aristóteles y Platón, la
primacía a la vida contemplativa sobre la vida práctica. Este asunto
personificado
en
las figuras evangélicas de Marta y María, constitu
yó el tema de una reciente Reunión de
amigos de la Ciudad Católica.
Conviene, no obstante, resumir en
pocas palabras las notas más des
tacadas de
la vida contemplativa
para que resalte mejor la ttansición
hacia
un predominio de
la praxis en tiempos más recientes.
La contemplación procede esencialmente sólo del acto del inte
lecto; accidentalmente proviene,
sin embargo, de un acto de
la vo
luntad.
El objeto
per ,e primo de la contemplación es la "V eritm Prima
in essendo seu ipsa .Deitas seoundum
se". Pero también toda la crea
ción en cuanto obra
de Dios sirve de objeto para la contemplación.
Pues, según palabras de Santo Tomás,
"La perfección última del inte
lecto
humano es
la verdad divina; sin embargo, las restantes verdades
también perfeccionan el intelecto
en orden
a
la verdad divina" (" td
tima pe,fectio humani intellectus est vmtas divine,; aliae autem ve
ritates pe,ficiunt intellect1'm
h, ordme ad vmtatem divinam (2)).
Toda teoría, "todo conocimiento que no se ordene a otra cosa que
al ronocimiento mismo" (3) constituye una
perfección del entendí-
(1) Raro.frez, S. M., De Donis Spirit11s Sancti deque Vita Mystica, In
II P. Summae Theologiae Divi Thomae expositio., C. S. l. C., Madrid, 1974,
pág. 409.
(2)
S. Th., 11-11, 180, a. 4.
(3) Palados, L. E., La Filoso/la del saber, Gredos, Madrid, 1962, pá~
gina 162.
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miento analógica a la perfección que proporciona la contemplación
de
Dios.
La acción supone la contemplación y la contemplación consiste
en
un cierto
tipo de
acción. Por
consiguiente, la acción
y la contem
plación
se implican entre sí
y se presentan naturalmente fusionadas
en
la
vida del
hombre.
Lo CQal no obsta para que haya una distin
ción:
"Los hombres activos se distinguen de los contemplativos, aun
que no dejen totalmente los contemplativos de
actuar ni
los activos
de contemplar".
(Activi a contemf!l,ativi dislinguuntur, quamvis et
contem-plativi a/iquid agunt et activi ai,iquid contem-plentur (4)).
Entre acción y contempfación hay un orden de prioridad moral
y de naturaleza. En la escala moral la actividad contempfativa, en sí
misma considerada, fuera de. las circunstancias, es más meritoria que
la p,axis. En cuanto a su natw:a1eza, también tiene prioridad la con
ttemplación sobre
1a praxis. E incluso temporalmente, aunque la vida
contemplativa presuponga la vida activa, los actos de la voluntad y de las manos presuponen siempre la
intelección (S).
Con
el fin
de examinar esta apretada síntesis es necesario desta
car
un punto
esencial para
nuestro tema:
Que el pensamiento cató
lico
supone la
existencia de
un orden en los objetos, vestigio de
1a
obra divina, manifestación de su Omniporencia y Sabiduría, no sólo
en la contemplación, sino también en la
acción. Pues ésta, que sólo es
propiamente
humana, no
puede darse sin que
aquélla la preoeda.
Qué pasos ha dado el pensamiento occidental, la filosofía domi
nante en
Europa desde el siglo XIV, para otorgat la primacía a la
prtJXis, es la materia que intentaré a9-uí esibozru: en sus Htteas más
generales.
Partiremos
para ello de una exposición de los momentos más se
ña!lados de este camino, para, luego tratar de hallar los profundos
cambios que entrañan en
la postura del hombre ante el Cosmos y
ante Dios. La
decadencia escolástica
determinada por la crisis de la meta-
( 4) In IV Senl., d. 21, q. !, a. 2.
(5) Ibíd ..
cfr. Ram.írez, op. cit., Tractatus secundus, De mmparatione
vitae activae ad Contemplativam.
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LA FABULA DEL «ROMO CREATOR»
física da el primer paso hacia un saber cuya firurlidad intrÚ!seaL está
fuera de sí
mismo, es decir, un saber útil.
El desencanto
de la meta·
. fiska conduce a los espíritus hacia las ciencias particulares de la
natutaleza, a la vez que se revalidan contra la especulación fos oficios
manuales.
Renato Descartes empalma las artes manwtles con
el
saber fil<>'
sófico:
. . . nuestra proposición (Regla X) nos enseña que no conviene
que nos ocupemos, ante todo, de lo más difícil
y duro, sino
que
es
pteciso examinar de antemano todas las artes menos im
portantes y más simples, ptincipalmente aquellas en que el
orden reina de manera predominante: por ejemplo, las de
los
artesanos que tejen telas y tapices, las de las mujeres que bor·
dan con agujas o entremezclan los hilos de un tejido de ma
tices infinitamente variados; asimismo todos los juegos nu
méricos y todo lo que se relaciona con la aritmética y los ejer·
cicios semejantes. Es
maravilloso comprobar de
qué
manera
y hasta qué punto todas estas cosas ctiltivan el espíritu, a con
dición de que no tomemos
prestado a otro el descubrimiento,
antes
bien lo saquemos de
nosotros mismos"
(6).
Esta falta de tajante distinción
entre el saber ptáctioo y el es,.
peculativo es siguo de una profundl! tendencia a reducir al primero
todo
tipo
de conocimienro; de aJhí que leamos en la quinta parte del
"Discurso":
Es posible alcanzar un conocimienro que sea de gran utilidad
para la vida, y, en lugar de la filosofía especulativa que se
enseña en las escuelas, se podrá encontrar una práctica por
medio
de
la cual, al conocer la fuerza y los efectos del fuego,
del agua, del aire, de los
astros, del ciefo y de todos los cuer
pos que nos rodean, de modo tan preciso como conocemos
los diversos oficios de nuestros artesanos, podamos empleatloo
para
los oficios que nos interesan,
y de esta manera, nos ha
gamos
algo así como dueños
y poseedores de la naturaleza.
El
empirismo se fija
especialmente en
el
aspecto servil
del conoci
miento. Este no tiene más alcance que el adecuado a nuestras ne-
(6) Regulae ad Direclionem lngenH, AT. 403404, 11-22.
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cesidades; y eso po,:que el Dios de Locke y la natuta1eza no pueden
habernos dejado sin un
saber. que satisfaga la condición en que nos
hallamos.
En la genealogía del saber establecida por esta última corriente,
Jo que puede conooersie con c,;rr,eza es exmordinariamente limita
.
do. De ahí que los empiristas se vean obligados a admitir un tipo
de conocimiento que supere para la vida tales limites.
En este sen
tido escribe Locke:
La
facultad que Dios ha concedido al hombre para suplit la
falta
de
conocúniento claro y seguro en las cosas en que éste
no puede obtene
supone que
sus ideas guardan un acuerdo o desacuerdo, o lo
que
es lo
mismo, supone
que
alguna proposición es verdade
ra
o falsa, sin
haber percibido
una evidencia demostrativa o
prueba (7).
El simil que ha recordado Vallet de Goytisolo en su conferen
cia ~ perl,namente el va[o,' dcl juicio: si bren no pode
mos co~ocer d fondo del océano poseemos una sonda, a la cual
prestamos crédito por obra de esta facultad, el juicio, imprescin
dible para la vida práctica. Porque esto es lo más
importante: "En
la
acción consiste el gran negocio del género humano" (8).
El escepticismo teorético, ·propugnado por Hume, sólo se evita
para la vida gracias a la natutaleza, que empuja a la aceptación no
crítica de creencias sin fundamento. La postura filosófica del es
cepticismo no es natural; sólo puede mantenerse por un esfuerzo
de la atención, carente de sinceridad. Este -esfuerzo no puede durar
mucho ante la necesidad incontrolable de la naturaleza, sustituto
de
Dios.
Si me preguntan si estoy de acuerdo sinceramente con este
argumento, que parece intento obligar a que los demás
acep
ten, y si soy, en realidad, de esos escépticos que afirman que
todo
es incierto
y que nuestro juicio no posee ning,),n crite
rio de
la verdad
y falsedad, debería responder que esta cues-
(7) Ensayo sobre el B'lllendimienlo Humáno, IV, XIV,3.
(8) Loe. cit., 11, XXII, 10.
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LA FABULA DEL «ROMO CREATOR»
tión es completamente superflua, y que ni yo ni ninguna per
sona mantiene
sincera y
constantemente esta
posición.
La na
turaleza,
por una necesidad absoluta e incontrolable, nos ha
determinado para juzgar !o mismo que para respirar y sen
tir, y no podemos evitar. el considerar ciertos objetos con más
o menos certeza a causa de su conexión habitual con una
impresión presente, ni podemos evitar pensar en tanto que
estamos despiertos o ver los cuerpos que nos rocJ.,ean ruando
dirigimos la mirada hacia ellos (Tratado sobre la naturaleza
humana, I, IV, 1).
El pensamiento inglés y el racionafümo cristalizarán en la or
gullosa Ilustración, convencida de la omnipotencia del método y
de
fa indefectibilidad del progreso humano. El estado definitivo
de
la humanidad, el estadio positwo de Comte, da por superados
todos
los intentos
metafísicos de
conocer
el qué y el porqué de la
naturaleza para ocuparne del cómc, de los hechos mismos en oroen
a1 dominio humano de la naturaleza. El hecho positivo se eatacte·
riza por las notas fundamentales de la utilidad, la precisión y fa
contrastabilidad, de tal maneta que el conocimiento consiste en pre
ver para
proveer. Dicho saber viene
a
resolver la extrañeza o atur
dimiento,
situación del hombre
anterior a la sabiduría. Este "éton
nernent" puede parecerse a la admiración aristotélica. Pero si la
admiración suponía una curiosidad, un deseo de conocer, el asom_.
bro comreano tiene un cariz práctico y vital: la extrañeza del hom
bre en la precariedad y necesidad de la situación.
Marx remata el proceso de la sustitución del saber teórico por
la praxis, al decir en su última tesis sobre Feuetbach: "Los filósofos
no han hecho más que interpretar de diversas maneras el mundo,
peto
de
Jo que se trata es de transformarlo". Carlos Marx, seguidor
de
Feuetbach, considera alienada la actitud religiosa. Pero va más
allá: el mismo Feuerbaoh estaba en la alienación filosófica. Oigá
mos!e en un párrafo de la Ideo/o gia Alemana:
..
La actitud filosófica es contemplativa. Efecto remoto de la
división
del trabajo,
esta actitud es
una actividad mutilada,
unilateral .
. . El materialismo
intenta devdlver
al
pensamien
to su fuerza activa, la que tenía antes de la separación de
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]OSE MIGUEL GAMBRA GUTIERJIEZ
la conciencia y el traba jo, cuarulo estaba directamente ligada
a
la. práctica ... La triple exigencia de una filosofía (eficacia,
verdad y universalidad del
pensamiento) no puede cumplirse
en el
plano de
la filosofía (9).
Esta rápida
ojeada de
la praxis en el pensamiento moderno insta
a
que se
busque el fundamento de esta
nueva actitud. ¿ Dónde se
cimenta la constante preocupación por el
saber práctico
en derri
mento de la: contemplación? Aunque toda síntesis hi$tórica tra.ici~
na la verdadera complejidad infinita de factores que intervienen en
'los procesos del pensamiento, creo
que
pua:kn buscarse dos causas
a la transformación que hemos expuesto.
En· primer lugar, la superación del concepto puramente reoré
tico del saber
se debe a
la nueva actitud merodológica de las cien
cias y la filosofía modernas. A su vez, dicha acritud se apoya en
una postura más honda: -el humanismo ateo.
l. El procedimiento más característico de la ciencia moderna
se ha
denominado método
experimenta!.
""Hacer un experimento
-dice
Heidegger-
significa: representar una condición en virtud
de la cual
se siga en su transcurso una determinada relación de
movimiento en la necesidad, es decir, que de antemano ·pueda ha
cerse dominable para el cálculo'" (10): Esta relación con 1a natura
leza
es totalmente diferente
a
la experienPio, &fl~e
miento aristotélico-tomista. El experimento se realiza desde una pers
pectiva anticipadora que tiene el propósito de
provocar hechos
que
puedan ser confirmados objetivamente. El experimento pone como
cimie.ntto una ley, cosa que no sucede en la experientia u observa
ción de las cosas en sus condiciones variables.
Según Heidegger, 1a experimentación atiende a una acritud di
ferente a la de la experiencia: ésta
responde a la postura del sabio;
aquélla a la del investigador. La investigación consiste "en que el
(9) I.efebvre, H., Le M.aterialisme -Dialectique, P. U. F., París, 1919,
pág. s.
(10) Heidegger, :M:., La Edad de Ja,Jmagen del Mundo, en «Sendas Per
didas», Losada, Buenos Aires, 1960, pág. 73.
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LA FABULA DEL «ROMO CREATOR»
conocer se instala a sí mismo como proceso en un dominio del
ente, de la naturaleza o de la historia" (11). El fundamento mera
físiro
de
esta actitud se halla en
la exigencia de objetivación re
presentadora:
la naturaleza pasa antes de su contraste a set objeto
de
una representación exacta
y rigurosa ( de aéuetdo ron la exigen
cia matemática). Sólo luego se
considerarán los fenómenos, pe,ro
en el aspecto parcial que interesa a la ley anticipada y tnaternati>a
da.
"Sólo aquello que de esta
suerte se convierte en objeto es, se
tiene
por existente'" (12): La investigación implica la exigencia de
una
representación de lo existente, que lo reduce
al plano de lo
que puede
el investigador tener por seguro.
El cambio de perspectiva que se
ha producido en. el seno de la
investigación de la naturaleza, ejemplificado en los experimentos de
Galileo, surge de una actitud nueva que transforma no sólo el
campo de las ciencias particulares, sino los
ámbitos del pensamien
to. La misma preocupación metodológica, que vio la iuz para las
ciencias empíricas a:! final de la Edad Media y en el Renacimiento,
aparee.e
también
entre los filósofos modernos, como
Francisro Ba
ron, Renato Descartes, Tomas Hobbes y Benito Espinooa.
De
manera semejante a como el experimento
supone un pro,
yecro de lo que hemos de considerar en las rosas, el método, pre-
ocupación
primera de
Descartes, decide de anremano lo que ,en
rontmmos
de
verdadero en las cosas (13). Por ejemplo,
escribe Des
cartes:
E incluso no quise empezar a deshacerme por romplero de
ninguna de las opiniones que pudieron antaño desli~ en
mi creencia, sin haber sido introducidas por la razón, basta des
pués de pasar buen tiempo dedicado al prrryecto de fa obra
que iba a emprender, buscando el verdadero método para lle
gar al conocimiento de todas las rosas de que mi espíritu fue
re capaz" (14).
(11) Loe-. c'it., pág. 70.
(12) Loe. cit., pág. 77,
(13) Heidegger, M., La Pregunta por la Cosa.
( 14) Descartes, R., Discurso del Método, 2.! parte.
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La seguridad que proporcionan a la mente la claridad y dis
tinción de las evidencias son el criterio de verdad de todo lo que
ha de afirmarse como existente. Hallamos, pu.es, en la metodología
carresia:na la
misma actitud de dominio
que en
el método experi
mental, que considera las cosas sólo en cuanto están a nuestro ai
cance, en cuanto de ellas pcxlemos extraer unos fenómenos mensu
rables, matematizables según la exigencia de rigor previa.
En
suma, con
Galileo
y Descarres, nos encontramos la mani
festación a niveles diferentes de una misma toma de posición ante
la realidad.
Esta toma de posición consiste en la objetivación, o
manera de poner el mundo como algo que está ante nosotros hasta
transformar '.la venlad en certeza. Se nos aclara así el apriorismo que
implica
esta postura: el universo es juzgado desde el
tribuml hu
mano·
de la
certeza y de la contratabilidad.
Como dice Heidegger,
'"el hombre
se convierte en medio de
re
ferencia
de
lo existente como tal". El mundo se transforma en ima
gen o representación donde se reproduce el mundo según la vo
luntad
dominadQlrn del
hombre. "Imagen
del mundo, entendida esen
cialmente, no significa una imagen del mundo Sino el mundo com
prendido como imagen" (15).
II. ¿Puede aún llevarse más adelante la investigación acerca
de la
prioridad de
la
praxis? Pienso, en efecto, qu:e con la actitud
del hombre moderno anoo .el mundo no se ha llegado al fondo de
la cuestión. Todavía podemos dar un pa.so más.
La vida contemplativa suponía un orden que el hombre ha de
descubrir
y estudiar, un orden anterior e independiente de él, que
subyace a las cosas más próximas a
nosotros y más fáciles de com
prender.
Podría llamarse,
como lo
hace Frey,
"comprensión" a
esta
actitud fundamentalmente pasiva, de entrega y comunicación en el
intento de captar lo íntimo del Universo (16).
Hay, sin embargo, otro gé~ero de reconocimiento encaminado a
(15) Heidegger, M., La E.dad .... , pág. 80.
(16) Frey, G.,
La Matematización·de Nuestro Universo, Molino de Ideas,
G. del Toro, Madrid.
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LA FABULA DEL «HOMO CREATOR»
lograr el dominio del mundo: la captación activa por apli
de estructunJS del cálculo a la realidad. Este procedimiento operáti
vo«msttuetivo
es
el
del investigador
en sentido
heideggeriano. Lo
especifico de este tipo de conocimiento es que el hombre ocupe
una
posición decidida como sujeto detetminante del conocimiento.
En definitiva, lo que
caractetiza el saber · moderno
es
el humanis
mo,
la
intetvención del
hombre en
el proceso cognoscitivo de for
ma tal que lo real se transforma en lo objetivo, la vertlad en certe
za y el mundo en imagen.
En cierta medida, si esta es la
esencia del saber moderno, el
hombre ocupa el lugar del Sumo Ordenador. Heidegger, de nuevo,
lo ha analizado con precisión:
"La pa!,ibra significa ahora: la he
chura
del elaborar representador.
En
éste, el
hombre
'iuchá por la
posición en que él pueda ser aquel
existenre que
da a todo
1o exis
tente la medida y le traza la pauta" (17). Esta "Edad de la Imagen
del Mundo" se contrapone a la
época anterior:
En
cambio, para la Edad
Media, lo existente es el
ens creatum,
lo cteado por el Dios creado, personal como causa suprema.
Ser
existente significa ,en este caso: pertenecer a una fase .del
orden de lo creado determinada cada vez y, por tanto, corres
ponder
como causado a la causa de la
creación ( analo gia entis).
Pero el ser de lo existente nunca consiste en que, llevad.o romo
lo objetivo ante los hombres, se coloque en su esfera de saber
y disposición y solamenre así sea existente" (18).
Según
el profundo estudio de Heidegger, se oponen la actitud
metodológica moderna
y la escolástica detenninada por la contem
¡;lación, que, según vimos, hacía .referencia esencial a 1a Deitar Je
cundum se, incluso en la consideración de los seres creados.
Este
proceso del pensamiento moderno, que empezó en la pre
gunta por el método,
enfocada desde el ansia dominadora, viene a
ser la subversión
de
todos los
valores, según
fa definición· nietzschea
na
del nihilismo.
Tal inversión del orden
de
los valores tiene su
principio en la voluntad de
podet; que no pretende algo definido,
(17) Heidegger, M., La Eaad .... , op. cit., pág. 84.
(18)
Loe. cit., pág. 80.
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algo que dentto de un orden .actualice sus potencias, sino que se
quiete
a
sí misma (el quetet. es quetet llegar a ser más fuerte). La
dominación de lo sensible desde las alturas de lo suprasensible se
oonviette
en
la
· dominación
humana, al
admitir oomo principio la
posición de
valores desde la voluntad de
podet. "Todos los
han muetto, ¡ahora queremos que. viva el SupBf'hombre!" dice Niett
sche en Así habló Zarathustra.
Para .entender mejor cómo esta transmutación de va!lores atañe
al proceso del
pensamiento
moderno hay
que
precisar cuál es el más
alto
valor
después de tal invetsión. El valor supremo, más elevado
aún que la verdad,
es el arte (no en el sentido estétioo, sino como
saber práctioo), que consiste
esencialmente en
la creación
de posi
bllidades para la voluntad. De la prioridad del sabet puramente
teorétioo
hemos pasado al arte como valor supremo en una cade
na
de eventos, que sólo se comprende por la supresión de Dios
(incluso del lugar que ocupa Dios) y la
posición del
hombre, pun
to de refetencia necesaria de
toda la naturaleza.
Ya
estamos en posesión de
los elementos precisos para compren
der la
famosa decimoprimera
tesis sobre Fenerbaah, en relación con
la búsqueda
cartesiana del método. Porque Nietzsche puede
consi
derarse como
el intérprete último del
sabet moderno, y Marx como
la
consecuencia final del mismo.
Marx
lleva
al
exttemo cada
uno de los pasos de la trasmutación
de la
contetnplación en praxis.
Si Descartes había trasformado la verdad en objetividad, Mane
hace desaparecér toda verdad absoluta para supetar el distanciamien
to entre
el hombre y la naturaleza.
934
El problema de si al pensamiento humano se le pua:le atribuir
una
verdad objetiva, no
es un
problema teórico, sino un
pro
blema
que demuestra
la verdad, es decir, la realidad y el po
derío,
la
terrenalidad de
su pensamiento
aislado de la prácti
ca, es un problema
puramente esoolástico (19).
En
la práctica humana halla Marx la Intima unión dcl hombre
(19) II Tesis sobre Feuerbach.
Fundaci\363n Speiro
•
LA FABULA DEL «ROMO CRJJATOR»
con las cosas: con ello se suprime toda contemplac,ión alienada,
cuya manifestación última fue el idealismo hegeliano.
Hegel,
aunque tuvo
la grandeza de concebir la autoproducción
del hombre,
permanece en la contemplación de este movimiento,
hasta suprimir
la objetividad. Marx se esfuen.a en esta alienación,
considerando al hombre como objetividad. Hay en esto algo análo
go a la intromisión humana característica del método en la cien
cia moderna y en la exigencia de seguridad cartesiana. Si la fiioso
fía idealista, contemplativa, no había llegado a integrar la idea en
la
naturaleza, el
pensamiento marxista recupera para ,el hombre la
idea, al
encontrarse a sí mismo romo objeto de la naturaleza o como
naturaleza en su totalidad (20). Esta conciencia, que
ha pasado a
través de la
abstracción del
objeto, se
vudve a enoontrar enriqueci
da
en
la última síntesis, que se realiza en el proletariado. Sólo el
proletariado es capaz de llegar a la conciencia perfecta y desarrollo
de
todas las aptitudes del hombre. Porque eo ella
se recogeo de
maoera
mediata
todo
,el progreso del saber humaoo.
El humanismo implícito en el método del conocimiento se per
cibe darainente en la concepción marxista del hombre: el hombre
es una unidad cuya existencia es su relación con la ·natumleza, y
todo su ser consiste en transformar esas 11elaciones. El J>e!lsamiento,
hasta en las más altas maoifestaciones de la religión y el arte, nunca
es pura teoría sino reladón
práctica del
hombre con
la naturaleza.
El ser del hombre es su verdadero proceso vital.
"Cuando se
com
prenda -dice Marx
en los
Mannscritos de
1884- que
la industria
es
la relación esotérica de las facultades esenciales del hombre, se
comprenderá igualmeote
la eseocia humana de la naturaleza o la
esencia natural del hombre".
Sobre este asunto nos dice
Calvez: "La naturaleza no existe sin
el hombre, y el hombre no existe sin la naturaleza. La relación entre
estos dos
términos es
el movimiento
eotero de
lo
real" (21). Sea
esto idealismo o materialismo (22), lo importante para nosotros es
(20) Calvez. J. Y., El Pensamiento de Carlos Marx, Tau.rus, Madrid,
1966, pág. 121.
(21) L.,,,. cit., pág. 417.
(22)
Ibid.
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que esta integración que sólo se da en la p,axis, en el contacto dia
léctico y
concreto del
hombre con
la naturaleza, es la consecuencia
última del proceso metodológico por el cual el hombre interviene
de manera
cada
vez más
profunda en
el conocimiento
dominador
de
la naturaleza.
En
Marx culmina también la invetsión de los valores. Feuerbach
había reducido
ya la religión al hombre: los
objetos de
la religión
son producidos
por el hombre y extraídos de su propia naturaleza.
Son
creados a imagen
y semejanza suya. Pero todavía hay una con
tradicción, una alienación no vista por Feuerbach, que Marx pone
de manifiesto en su cuarta tesis:
En efecto, el hecho de que la base terrenal se separe de sí mis
ma
y se plasme en las nubes corno reino independiente, sólo
puede
explicarse por el propio desgarramiento y la conttadic
ción, y luego revolucionarla prácticamente".
Marx interpreta la religión, no corno un producto de la esencia
humana, Sino como efecto de la situación concreta del hombre, co.mo
alienación que es preciso redud:r, según su materialismo dialéctico.
La alienación religiosa está indisolublernenre unida a otras aliena
ciones,
y principalmente a la filosófioo: la crítica de Dios conlleva
aquí también la crítica
de la contemplación. Pues pata la
contempla
ción debe haber un objeto. Mas desapatecido el Sumo Hare:lor y
el orden que lo manifiesta, sólo queda la relación dialéctica por la
que
el hombre interactúa con
la
naturaleza.
Concluiremos, por tanto, que la actitud oculta bajo el método
experimenta!l y bajo la preocupación meodológica en filosofía tien
de
a entronizar al hombre
en
lugar del .Arquitecto de
la
naturaleza.
Mas
con
todo ello no queremos dar a
entender que
las aplicacio
nes de la matemática establezcan una malévola relación
del hombre
con
la realidad. Las ciencias físico-matemáticas permiten un contacto
determinado del
hombre con la
naturaleza, que
se ciñe
al plano de
lo fenoménico. En ellas se da un conocimiento de finalidad prácti
ca en que
e'l investigador interviene para lograt sólo aquellcis datos
que
le resultan más fácilmente manejables.
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LA FABULA DEL «ROMO CRBATOR»
El pensamiento moderno ha llegado a una equivocación com
pleta acerca de la creencia de lo
artificial. Por influencia del saber
con una finalidad práctica se ha llegado a tai a¡nfusión entre teoría
y p,axis, que unas veces se han interpretado los artefactos como
creaciór, humana y otras se. han visto como el luga,r de la síntesis
entre la naturaleza y el hombre.
Si quisiéramos buscar la raíz de estos errores, ·resultaría trivial
decir rolamente que se ha desquiciado lo específico de un proce
dimiento parcial
del saber humaoo. Quizás la mejor maneta de es
clarecer
,esta cuestión nos la proporcione el examen de los objetos
producidos por el
arte humano.
¿En qué se
d~nguen éstos de
los
procesos de transformación
narutal? ¿Cuál
es, en suma, la
diwen
cia
que
nos permite
clasificar entre los seres narurmes un nido de
pájaros o un sendero de cabras,
y entre los artificiales una casa o
una carretera?
Nadie se daría por satisfecho si respondiéramos que aquéllas
son útiles
para los animales y éstas Io son para el hombre. Menos
aún
si respondiéramos que las primeras, a diferencia de las segun
das, se
han producido por la acción de unos 6rganos distintos de
las manos humanas. Tampoco bastada decit que la casa es un pro-
dueto más evolucionado que el nido.
Si convenimos en que
hay una diferencia esencial y no de grado
entre fos artefactos y los productos natura:les, habremos de buscar
algo
que en aquéllos
manifieste a sus causantes,
los hombres,
y que
no se da en éstos. Pues omne agens agit sibi simi!.e.
Lo que refleja en los artefactos al hombre es la finalidad plas
mada
racionalmente en ellos.
Los artefactos a menudo son definidos
tan
sólo por su causa final:
"Esto sirve para ... ". Si esta finalidad
hacia
el
bien
de un género de seres comprende una ordenación ra,.
cional de leyes y energías narutales haciá esas metas, encontraremos
lo
propiamente
·artificial.
Los
artilugios, aunque constituidos por
fuerzas y 'leyes natura
les,
se
catacterizan por
tener un orden superior que domina a ambas.
Este
orden no
procede de la
naturaleza, sino
de
un análisis previo
que ha buscado los medios pata ciertOS fines. Por. consiguiente, en
los objetos construidos por el hombre confluyen las leyes de fa na-
937
Fundaci\363n Speiro
/OSE MIGUEL GAMBRA GUTIERREZ
tumleza y las leyes de la razón de forma tal que aquéllos están so
metidos a éstos. Dos órdenes muy diferentes han tenido que fusio
llllrse para que nazcan entes tan peculiares como la máquina. Si
traramos de confundir esros dos ámbitos, anteriores al ingenio cons
m-uido, destruimos inmediatamente la esencia específica de éste. Así,
pues, los productos del! arte se definen como tales por surgir de
una praxis que en sí · misma conlleva una teorización previa. Sin
esta elaboración interna que modifica el objeto a imagen del hom
bre no hay
artefacto, todo permanece sometido a las ciegas leyes
de
la natumleza.
Aristóteles
vio
muy
claramente la diferencia
entre
objetos na
turales
y lo que son producto de la técnica. Pero aún hiro una dis
tinción más fina y aquilatada: "De la misma manera que se llama
arte a lo que las cosas tienen de acuerdo oon el arte y la técnica, se
llama naturaleza a lo que tienen de oonforme a la natumleza y na
tural" (23).
Así,
en un lecho, su naturaleza es principa!lmente la forma ar
tificial, pero también la materia, que es natural.; de forma tal que
de
una
auna no nace una cama, pero podtía nacer madera por ger
mimciónc
Vallet
toma de Dorfles una solución que permitiría volver a
encauzar correctamente las relaciones ~el hombre con la na,ttttale
za, y que a nosotros puede servirnos de oonclusión: tal recomenda
ción consiste en:
, "... percatarse de que sólo a través de la rectificad6n y na
t"".aüzadón
de 'los prodUCtOS humanos e industriales (y en
todo caso artificiales), será posible al hombre restituir al
hombre la justa relación de las cosas del arte con las de la
naturaleza, permitiéndole alcanzar una condición que no sea
ni excesivamente objetualizada. reificada,
cosificada, ni
e,:ce
sivamente
naturalista,
irracional, instintiva" (24).
(23) Fi!., 193 a 32.
(24) Juan Vallet. de Goytisolo, Ideología, praxis y milo de la tecnocra
cia, 3ª ed-., Madrid, Montecorvo, 1975, III parte, sección II, cap. I, pág. 167.
938
Fundaci\363n Speiro
(De la búsqueda del método a fa praxis del cambio)
POR
JOSÉ MIGUEL GAMBRA GUTIÉR.JlEZ.
La filosofía escolástica afirmaba, como Aristóteles y Platón, la
primacía a la vida contemplativa sobre la vida práctica. Este asunto
personificado
en
las figuras evangélicas de Marta y María, constitu
yó el tema de una reciente Reunión de
amigos de la Ciudad Católica.
Conviene, no obstante, resumir en
pocas palabras las notas más des
tacadas de
la vida contemplativa
para que resalte mejor la ttansición
hacia
un predominio de
la praxis en tiempos más recientes.
La contemplación procede esencialmente sólo del acto del inte
lecto; accidentalmente proviene,
sin embargo, de un acto de
la vo
luntad.
El objeto
per ,e primo de la contemplación es la "V eritm Prima
in essendo seu ipsa .Deitas seoundum
se". Pero también toda la crea
ción en cuanto obra
de Dios sirve de objeto para la contemplación.
Pues, según palabras de Santo Tomás,
"La perfección última del inte
lecto
humano es
la verdad divina; sin embargo, las restantes verdades
también perfeccionan el intelecto
en orden
a
la verdad divina" (" td
tima pe,fectio humani intellectus est vmtas divine,; aliae autem ve
ritates pe,ficiunt intellect1'm
h, ordme ad vmtatem divinam (2)).
Toda teoría, "todo conocimiento que no se ordene a otra cosa que
al ronocimiento mismo" (3) constituye una
perfección del entendí-
(1) Raro.frez, S. M., De Donis Spirit11s Sancti deque Vita Mystica, In
II P. Summae Theologiae Divi Thomae expositio., C. S. l. C., Madrid, 1974,
pág. 409.
(2)
S. Th., 11-11, 180, a. 4.
(3) Palados, L. E., La Filoso/la del saber, Gredos, Madrid, 1962, pá~
gina 162.
925
Fundaci\363n Speiro
/OSE MIGUEL GAMBRA GUTIERREZ
miento analógica a la perfección que proporciona la contemplación
de
Dios.
La acción supone la contemplación y la contemplación consiste
en
un cierto
tipo de
acción. Por
consiguiente, la acción
y la contem
plación
se implican entre sí
y se presentan naturalmente fusionadas
en
la
vida del
hombre.
Lo CQal no obsta para que haya una distin
ción:
"Los hombres activos se distinguen de los contemplativos, aun
que no dejen totalmente los contemplativos de
actuar ni
los activos
de contemplar".
(Activi a contemf!l,ativi dislinguuntur, quamvis et
contem-plativi a/iquid agunt et activi ai,iquid contem-plentur (4)).
Entre acción y contempfación hay un orden de prioridad moral
y de naturaleza. En la escala moral la actividad contempfativa, en sí
misma considerada, fuera de. las circunstancias, es más meritoria que
la p,axis. En cuanto a su natw:a1eza, también tiene prioridad la con
ttemplación sobre
1a praxis. E incluso temporalmente, aunque la vida
contemplativa presuponga la vida activa, los actos de la voluntad y de las manos presuponen siempre la
intelección (S).
Con
el fin
de examinar esta apretada síntesis es necesario desta
car
un punto
esencial para
nuestro tema:
Que el pensamiento cató
lico
supone la
existencia de
un orden en los objetos, vestigio de
1a
obra divina, manifestación de su Omniporencia y Sabiduría, no sólo
en la contemplación, sino también en la
acción. Pues ésta, que sólo es
propiamente
humana, no
puede darse sin que
aquélla la preoeda.
Qué pasos ha dado el pensamiento occidental, la filosofía domi
nante en
Europa desde el siglo XIV, para otorgat la primacía a la
prtJXis, es la materia que intentaré a9-uí esibozru: en sus Htteas más
generales.
Partiremos
para ello de una exposición de los momentos más se
ña!lados de este camino, para, luego tratar de hallar los profundos
cambios que entrañan en
la postura del hombre ante el Cosmos y
ante Dios. La
decadencia escolástica
determinada por la crisis de la meta-
( 4) In IV Senl., d. 21, q. !, a. 2.
(5) Ibíd ..
cfr. Ram.írez, op. cit., Tractatus secundus, De mmparatione
vitae activae ad Contemplativam.
926
Fundaci\363n Speiro
LA FABULA DEL «ROMO CREATOR»
física da el primer paso hacia un saber cuya firurlidad intrÚ!seaL está
fuera de sí
mismo, es decir, un saber útil.
El desencanto
de la meta·
. fiska conduce a los espíritus hacia las ciencias particulares de la
natutaleza, a la vez que se revalidan contra la especulación fos oficios
manuales.
Renato Descartes empalma las artes manwtles con
el
saber fil<>'
sófico:
. . . nuestra proposición (Regla X) nos enseña que no conviene
que nos ocupemos, ante todo, de lo más difícil
y duro, sino
que
es
pteciso examinar de antemano todas las artes menos im
portantes y más simples, ptincipalmente aquellas en que el
orden reina de manera predominante: por ejemplo, las de
los
artesanos que tejen telas y tapices, las de las mujeres que bor·
dan con agujas o entremezclan los hilos de un tejido de ma
tices infinitamente variados; asimismo todos los juegos nu
méricos y todo lo que se relaciona con la aritmética y los ejer·
cicios semejantes. Es
maravilloso comprobar de
qué
manera
y hasta qué punto todas estas cosas ctiltivan el espíritu, a con
dición de que no tomemos
prestado a otro el descubrimiento,
antes
bien lo saquemos de
nosotros mismos"
(6).
Esta falta de tajante distinción
entre el saber ptáctioo y el es,.
peculativo es siguo de una profundl! tendencia a reducir al primero
todo
tipo
de conocimienro; de aJhí que leamos en la quinta parte del
"Discurso":
Es posible alcanzar un conocimienro que sea de gran utilidad
para la vida, y, en lugar de la filosofía especulativa que se
enseña en las escuelas, se podrá encontrar una práctica por
medio
de
la cual, al conocer la fuerza y los efectos del fuego,
del agua, del aire, de los
astros, del ciefo y de todos los cuer
pos que nos rodean, de modo tan preciso como conocemos
los diversos oficios de nuestros artesanos, podamos empleatloo
para
los oficios que nos interesan,
y de esta manera, nos ha
gamos
algo así como dueños
y poseedores de la naturaleza.
El
empirismo se fija
especialmente en
el
aspecto servil
del conoci
miento. Este no tiene más alcance que el adecuado a nuestras ne-
(6) Regulae ad Direclionem lngenH, AT. 403404, 11-22.
• 927
Fundaci\363n Speiro
/OSE MIGUEL GAMBRA GUTIERREZ
cesidades; y eso po,:que el Dios de Locke y la natuta1eza no pueden
habernos dejado sin un
saber. que satisfaga la condición en que nos
hallamos.
En la genealogía del saber establecida por esta última corriente,
Jo que puede conooersie con c,;rr,eza es exmordinariamente limita
.
do. De ahí que los empiristas se vean obligados a admitir un tipo
de conocimiento que supere para la vida tales limites.
En este sen
tido escribe Locke:
La
facultad que Dios ha concedido al hombre para suplit la
falta
de
conocúniento claro y seguro en las cosas en que éste
no puede obtene
sus ideas guardan un acuerdo o desacuerdo, o lo
que
es lo
mismo, supone
que
alguna proposición es verdade
ra
o falsa, sin
haber percibido
una evidencia demostrativa o
prueba (7).
El simil que ha recordado Vallet de Goytisolo en su conferen
cia ~ perl,namente el va[o,' dcl juicio: si bren no pode
mos co~ocer d fondo del océano poseemos una sonda, a la cual
prestamos crédito por obra de esta facultad, el juicio, imprescin
dible para la vida práctica. Porque esto es lo más
importante: "En
la
acción consiste el gran negocio del género humano" (8).
El escepticismo teorético, ·propugnado por Hume, sólo se evita
para la vida gracias a la natutaleza, que empuja a la aceptación no
crítica de creencias sin fundamento. La postura filosófica del es
cepticismo no es natural; sólo puede mantenerse por un esfuerzo
de la atención, carente de sinceridad. Este -esfuerzo no puede durar
mucho ante la necesidad incontrolable de la naturaleza, sustituto
de
Dios.
Si me preguntan si estoy de acuerdo sinceramente con este
argumento, que parece intento obligar a que los demás
acep
ten, y si soy, en realidad, de esos escépticos que afirman que
todo
es incierto
y que nuestro juicio no posee ning,),n crite
rio de
la verdad
y falsedad, debería responder que esta cues-
(7) Ensayo sobre el B'lllendimienlo Humáno, IV, XIV,3.
(8) Loe. cit., 11, XXII, 10.
Fundaci\363n Speiro
LA FABULA DEL «ROMO CREATOR»
tión es completamente superflua, y que ni yo ni ninguna per
sona mantiene
sincera y
constantemente esta
posición.
La na
turaleza,
por una necesidad absoluta e incontrolable, nos ha
determinado para juzgar !o mismo que para respirar y sen
tir, y no podemos evitar. el considerar ciertos objetos con más
o menos certeza a causa de su conexión habitual con una
impresión presente, ni podemos evitar pensar en tanto que
estamos despiertos o ver los cuerpos que nos rocJ.,ean ruando
dirigimos la mirada hacia ellos (Tratado sobre la naturaleza
humana, I, IV, 1).
El pensamiento inglés y el racionafümo cristalizarán en la or
gullosa Ilustración, convencida de la omnipotencia del método y
de
fa indefectibilidad del progreso humano. El estado definitivo
de
la humanidad, el estadio positwo de Comte, da por superados
todos
los intentos
metafísicos de
conocer
el qué y el porqué de la
naturaleza para ocuparne del cómc, de los hechos mismos en oroen
a1 dominio humano de la naturaleza. El hecho positivo se eatacte·
riza por las notas fundamentales de la utilidad, la precisión y fa
contrastabilidad, de tal maneta que el conocimiento consiste en pre
ver para
proveer. Dicho saber viene
a
resolver la extrañeza o atur
dimiento,
situación del hombre
anterior a la sabiduría. Este "éton
nernent" puede parecerse a la admiración aristotélica. Pero si la
admiración suponía una curiosidad, un deseo de conocer, el asom_.
bro comreano tiene un cariz práctico y vital: la extrañeza del hom
bre en la precariedad y necesidad de la situación.
Marx remata el proceso de la sustitución del saber teórico por
la praxis, al decir en su última tesis sobre Feuetbach: "Los filósofos
no han hecho más que interpretar de diversas maneras el mundo,
peto
de
Jo que se trata es de transformarlo". Carlos Marx, seguidor
de
Feuetbach, considera alienada la actitud religiosa. Pero va más
allá: el mismo Feuerbaoh estaba en la alienación filosófica. Oigá
mos!e en un párrafo de la Ideo/o gia Alemana:
..
La actitud filosófica es contemplativa. Efecto remoto de la
división
del trabajo,
esta actitud es
una actividad mutilada,
unilateral .
. . El materialismo
intenta devdlver
al
pensamien
to su fuerza activa, la que tenía antes de la separación de
929
Fundaci\363n Speiro
]OSE MIGUEL GAMBRA GUTIERJIEZ
la conciencia y el traba jo, cuarulo estaba directamente ligada
a
la. práctica ... La triple exigencia de una filosofía (eficacia,
verdad y universalidad del
pensamiento) no puede cumplirse
en el
plano de
la filosofía (9).
Esta rápida
ojeada de
la praxis en el pensamiento moderno insta
a
que se
busque el fundamento de esta
nueva actitud. ¿ Dónde se
cimenta la constante preocupación por el
saber práctico
en derri
mento de la: contemplación? Aunque toda síntesis hi$tórica tra.ici~
na la verdadera complejidad infinita de factores que intervienen en
'los procesos del pensamiento, creo
que
pua:kn buscarse dos causas
a la transformación que hemos expuesto.
En· primer lugar, la superación del concepto puramente reoré
tico del saber
se debe a
la nueva actitud merodológica de las cien
cias y la filosofía modernas. A su vez, dicha acritud se apoya en
una postura más honda: -el humanismo ateo.
l. El procedimiento más característico de la ciencia moderna
se ha
denominado método
experimenta!.
""Hacer un experimento
-dice
Heidegger-
significa: representar una condición en virtud
de la cual
se siga en su transcurso una determinada relación de
movimiento en la necesidad, es decir, que de antemano ·pueda ha
cerse dominable para el cálculo'" (10): Esta relación con 1a natura
leza
es totalmente diferente
a
la experienPio, &fl~e
pectiva anticipadora que tiene el propósito de
provocar hechos
que
puedan ser confirmados objetivamente. El experimento pone como
cimie.ntto una ley, cosa que no sucede en la experientia u observa
ción de las cosas en sus condiciones variables.
Según Heidegger, 1a experimentación atiende a una acritud di
ferente a la de la experiencia: ésta
responde a la postura del sabio;
aquélla a la del investigador. La investigación consiste "en que el
(9) I.efebvre, H., Le M.aterialisme -Dialectique, P. U. F., París, 1919,
pág. s.
(10) Heidegger, :M:., La Edad de Ja,Jmagen del Mundo, en «Sendas Per
didas», Losada, Buenos Aires, 1960, pág. 73.
930
Fundaci\363n Speiro
LA FABULA DEL «ROMO CREATOR»
conocer se instala a sí mismo como proceso en un dominio del
ente, de la naturaleza o de la historia" (11). El fundamento mera
físiro
de
esta actitud se halla en
la exigencia de objetivación re
presentadora:
la naturaleza pasa antes de su contraste a set objeto
de
una representación exacta
y rigurosa ( de aéuetdo ron la exigen
cia matemática). Sólo luego se
considerarán los fenómenos, pe,ro
en el aspecto parcial que interesa a la ley anticipada y tnaternati>a
da.
"Sólo aquello que de esta
suerte se convierte en objeto es, se
tiene
por existente'" (12): La investigación implica la exigencia de
una
representación de lo existente, que lo reduce
al plano de lo
que puede
el investigador tener por seguro.
El cambio de perspectiva que se
ha producido en. el seno de la
investigación de la naturaleza, ejemplificado en los experimentos de
Galileo, surge de una actitud nueva que transforma no sólo el
campo de las ciencias particulares, sino los
ámbitos del pensamien
to. La misma preocupación metodológica, que vio la iuz para las
ciencias empíricas a:! final de la Edad Media y en el Renacimiento,
aparee.e
también
entre los filósofos modernos, como
Francisro Ba
ron, Renato Descartes, Tomas Hobbes y Benito Espinooa.
De
manera semejante a como el experimento
supone un pro,
yecro de lo que hemos de considerar en las rosas, el método, pre-
ocupación
primera de
Descartes, decide de anremano lo que ,en
rontmmos
de
verdadero en las cosas (13). Por ejemplo,
escribe Des
cartes:
E incluso no quise empezar a deshacerme por romplero de
ninguna de las opiniones que pudieron antaño desli~ en
mi creencia, sin haber sido introducidas por la razón, basta des
pués de pasar buen tiempo dedicado al prrryecto de fa obra
que iba a emprender, buscando el verdadero método para lle
gar al conocimiento de todas las rosas de que mi espíritu fue
re capaz" (14).
(11) Loe-. c'it., pág. 70.
(12) Loe. cit., pág. 77,
(13) Heidegger, M., La Pregunta por la Cosa.
( 14) Descartes, R., Discurso del Método, 2.! parte.
931
Fundaci\363n Speiro
/OSE Ml.GUEL GAMBRA GUTIERJU!Z
La seguridad que proporcionan a la mente la claridad y dis
tinción de las evidencias son el criterio de verdad de todo lo que
ha de afirmarse como existente. Hallamos, pu.es, en la metodología
carresia:na la
misma actitud de dominio
que en
el método experi
mental, que considera las cosas sólo en cuanto están a nuestro ai
cance, en cuanto de ellas pcxlemos extraer unos fenómenos mensu
rables, matematizables según la exigencia de rigor previa.
En
suma, con
Galileo
y Descarres, nos encontramos la mani
festación a niveles diferentes de una misma toma de posición ante
la realidad.
Esta toma de posición consiste en la objetivación, o
manera de poner el mundo como algo que está ante nosotros hasta
transformar '.la venlad en certeza. Se nos aclara así el apriorismo que
implica
esta postura: el universo es juzgado desde el
tribuml hu
mano·
de la
certeza y de la contratabilidad.
Como dice Heidegger,
'"el hombre
se convierte en medio de
re
ferencia
de
lo existente como tal". El mundo se transforma en ima
gen o representación donde se reproduce el mundo según la vo
luntad
dominadQlrn del
hombre. "Imagen
del mundo, entendida esen
cialmente, no significa una imagen del mundo Sino el mundo com
prendido como imagen" (15).
II. ¿Puede aún llevarse más adelante la investigación acerca
de la
prioridad de
la
praxis? Pienso, en efecto, qu:e con la actitud
del hombre moderno anoo .el mundo no se ha llegado al fondo de
la cuestión. Todavía podemos dar un pa.so más.
La vida contemplativa suponía un orden que el hombre ha de
descubrir
y estudiar, un orden anterior e independiente de él, que
subyace a las cosas más próximas a
nosotros y más fáciles de com
prender.
Podría llamarse,
como lo
hace Frey,
"comprensión" a
esta
actitud fundamentalmente pasiva, de entrega y comunicación en el
intento de captar lo íntimo del Universo (16).
Hay, sin embargo, otro gé~ero de reconocimiento encaminado a
(15) Heidegger, M., La E.dad .... , pág. 80.
(16) Frey, G.,
La Matematización·de Nuestro Universo, Molino de Ideas,
G. del Toro, Madrid.
932
Fundaci\363n Speiro
LA FABULA DEL «HOMO CREATOR»
lograr el dominio del mundo: la captación activa por apli
vo«msttuetivo
es
el
del investigador
en sentido
heideggeriano. Lo
especifico de este tipo de conocimiento es que el hombre ocupe
una
posición decidida como sujeto detetminante del conocimiento.
En definitiva, lo que
caractetiza el saber · moderno
es
el humanis
mo,
la
intetvención del
hombre en
el proceso cognoscitivo de for
ma tal que lo real se transforma en lo objetivo, la vertlad en certe
za y el mundo en imagen.
En cierta medida, si esta es la
esencia del saber moderno, el
hombre ocupa el lugar del Sumo Ordenador. Heidegger, de nuevo,
lo ha analizado con precisión:
"La pa!,ibra significa ahora: la he
chura
del elaborar representador.
En
éste, el
hombre
'iuchá por la
posición en que él pueda ser aquel
existenre que
da a todo
1o exis
tente la medida y le traza la pauta" (17). Esta "Edad de la Imagen
del Mundo" se contrapone a la
época anterior:
En
cambio, para la Edad
Media, lo existente es el
ens creatum,
lo cteado por el Dios creado, personal como causa suprema.
Ser
existente significa ,en este caso: pertenecer a una fase .del
orden de lo creado determinada cada vez y, por tanto, corres
ponder
como causado a la causa de la
creación ( analo gia entis).
Pero el ser de lo existente nunca consiste en que, llevad.o romo
lo objetivo ante los hombres, se coloque en su esfera de saber
y disposición y solamenre así sea existente" (18).
Según
el profundo estudio de Heidegger, se oponen la actitud
metodológica moderna
y la escolástica detenninada por la contem
¡;lación, que, según vimos, hacía .referencia esencial a 1a Deitar Je
cundum se, incluso en la consideración de los seres creados.
Este
proceso del pensamiento moderno, que empezó en la pre
gunta por el método,
enfocada desde el ansia dominadora, viene a
ser la subversión
de
todos los
valores, según
fa definición· nietzschea
na
del nihilismo.
Tal inversión del orden
de
los valores tiene su
principio en la voluntad de
podet; que no pretende algo definido,
(17) Heidegger, M., La Eaad .... , op. cit., pág. 84.
(18)
Loe. cit., pág. 80.
933
Fundaci\363n Speiro
/OSE MIGUEL GAMBRA GUTIERJIBZ
algo que dentto de un orden .actualice sus potencias, sino que se
quiete
a
sí misma (el quetet. es quetet llegar a ser más fuerte). La
dominación de lo sensible desde las alturas de lo suprasensible se
oonviette
en
la
· dominación
humana, al
admitir oomo principio la
posición de
valores desde la voluntad de
podet. "Todos los
sche en Así habló Zarathustra.
Para .entender mejor cómo esta transmutación de va!lores atañe
al proceso del
pensamiento
moderno hay
que
precisar cuál es el más
alto
valor
después de tal invetsión. El valor supremo, más elevado
aún que la verdad,
es el arte (no en el sentido estétioo, sino como
saber práctioo), que consiste
esencialmente en
la creación
de posi
bllidades para la voluntad. De la prioridad del sabet puramente
teorétioo
hemos pasado al arte como valor supremo en una cade
na
de eventos, que sólo se comprende por la supresión de Dios
(incluso del lugar que ocupa Dios) y la
posición del
hombre, pun
to de refetencia necesaria de
toda la naturaleza.
Ya
estamos en posesión de
los elementos precisos para compren
der la
famosa decimoprimera
tesis sobre Fenerbaah, en relación con
la búsqueda
cartesiana del método. Porque Nietzsche puede
consi
derarse como
el intérprete último del
sabet moderno, y Marx como
la
consecuencia final del mismo.
Marx
lleva
al
exttemo cada
uno de los pasos de la trasmutación
de la
contetnplación en praxis.
Si Descartes había trasformado la verdad en objetividad, Mane
hace desaparecér toda verdad absoluta para supetar el distanciamien
to entre
el hombre y la naturaleza.
934
El problema de si al pensamiento humano se le pua:le atribuir
una
verdad objetiva, no
es un
problema teórico, sino un
pro
blema
que demuestra
la verdad, es decir, la realidad y el po
derío,
la
terrenalidad de
su pensamiento
aislado de la prácti
ca, es un problema
puramente esoolástico (19).
En
la práctica humana halla Marx la Intima unión dcl hombre
(19) II Tesis sobre Feuerbach.
Fundaci\363n Speiro
•
LA FABULA DEL «ROMO CRJJATOR»
con las cosas: con ello se suprime toda contemplac,ión alienada,
cuya manifestación última fue el idealismo hegeliano.
Hegel,
aunque tuvo
la grandeza de concebir la autoproducción
del hombre,
permanece en la contemplación de este movimiento,
hasta suprimir
la objetividad. Marx se esfuen.a en esta alienación,
considerando al hombre como objetividad. Hay en esto algo análo
go a la intromisión humana característica del método en la cien
cia moderna y en la exigencia de seguridad cartesiana. Si la fiioso
fía idealista, contemplativa, no había llegado a integrar la idea en
la
naturaleza, el
pensamiento marxista recupera para ,el hombre la
idea, al
encontrarse a sí mismo romo objeto de la naturaleza o como
naturaleza en su totalidad (20). Esta conciencia, que
ha pasado a
través de la
abstracción del
objeto, se
vudve a enoontrar enriqueci
da
en
la última síntesis, que se realiza en el proletariado. Sólo el
proletariado es capaz de llegar a la conciencia perfecta y desarrollo
de
todas las aptitudes del hombre. Porque eo ella
se recogeo de
maoera
mediata
todo
,el progreso del saber humaoo.
El humanismo implícito en el método del conocimiento se per
cibe darainente en la concepción marxista del hombre: el hombre
es una unidad cuya existencia es su relación con la ·natumleza, y
todo su ser consiste en transformar esas 11elaciones. El J>e!lsamiento,
hasta en las más altas maoifestaciones de la religión y el arte, nunca
es pura teoría sino reladón
práctica del
hombre con
la naturaleza.
El ser del hombre es su verdadero proceso vital.
"Cuando se
com
prenda -dice Marx
en los
Mannscritos de
1884- que
la industria
es
la relación esotérica de las facultades esenciales del hombre, se
comprenderá igualmeote
la eseocia humana de la naturaleza o la
esencia natural del hombre".
Sobre este asunto nos dice
Calvez: "La naturaleza no existe sin
el hombre, y el hombre no existe sin la naturaleza. La relación entre
estos dos
términos es
el movimiento
eotero de
lo
real" (21). Sea
esto idealismo o materialismo (22), lo importante para nosotros es
(20) Calvez. J. Y., El Pensamiento de Carlos Marx, Tau.rus, Madrid,
1966, pág. 121.
(21) L.,,,. cit., pág. 417.
(22)
Ibid.
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/OSE MIGUEL GAMBRA GUTIERJUJZ
que esta integración que sólo se da en la p,axis, en el contacto dia
léctico y
concreto del
hombre con
la naturaleza, es la consecuencia
última del proceso metodológico por el cual el hombre interviene
de manera
cada
vez más
profunda en
el conocimiento
dominador
de
la naturaleza.
En
Marx culmina también la invetsión de los valores. Feuerbach
había reducido
ya la religión al hombre: los
objetos de
la religión
son producidos
por el hombre y extraídos de su propia naturaleza.
Son
creados a imagen
y semejanza suya. Pero todavía hay una con
tradicción, una alienación no vista por Feuerbach, que Marx pone
de manifiesto en su cuarta tesis:
En efecto, el hecho de que la base terrenal se separe de sí mis
ma
y se plasme en las nubes corno reino independiente, sólo
puede
explicarse por el propio desgarramiento y la conttadic
ción, y luego revolucionarla prácticamente".
Marx interpreta la religión, no corno un producto de la esencia
humana, Sino como efecto de la situación concreta del hombre, co.mo
alienación que es preciso redud:r, según su materialismo dialéctico.
La alienación religiosa está indisolublernenre unida a otras aliena
ciones,
y principalmente a la filosófioo: la crítica de Dios conlleva
aquí también la crítica
de la contemplación. Pues pata la
contempla
ción debe haber un objeto. Mas desapatecido el Sumo Hare:lor y
el orden que lo manifiesta, sólo queda la relación dialéctica por la
que
el hombre interactúa con
la
naturaleza.
Concluiremos, por tanto, que la actitud oculta bajo el método
experimenta!l y bajo la preocupación meodológica en filosofía tien
de
a entronizar al hombre
en
lugar del .Arquitecto de
la
naturaleza.
Mas
con
todo ello no queremos dar a
entender que
las aplicacio
nes de la matemática establezcan una malévola relación
del hombre
con
la realidad. Las ciencias físico-matemáticas permiten un contacto
determinado del
hombre con la
naturaleza, que
se ciñe
al plano de
lo fenoménico. En ellas se da un conocimiento de finalidad prácti
ca en que
e'l investigador interviene para lograt sólo aquellcis datos
que
le resultan más fácilmente manejables.
936
Fundaci\363n Speiro
LA FABULA DEL «ROMO CRBATOR»
El pensamiento moderno ha llegado a una equivocación com
pleta acerca de la creencia de lo
artificial. Por influencia del saber
con una finalidad práctica se ha llegado a tai a¡nfusión entre teoría
y p,axis, que unas veces se han interpretado los artefactos como
creaciór, humana y otras se. han visto como el luga,r de la síntesis
entre la naturaleza y el hombre.
Si quisiéramos buscar la raíz de estos errores, ·resultaría trivial
decir rolamente que se ha desquiciado lo específico de un proce
dimiento parcial
del saber humaoo. Quizás la mejor maneta de es
clarecer
,esta cuestión nos la proporcione el examen de los objetos
producidos por el
arte humano.
¿En qué se
d~nguen éstos de
los
procesos de transformación
narutal? ¿Cuál
es, en suma, la
diwen
cia
que
nos permite
clasificar entre los seres narurmes un nido de
pájaros o un sendero de cabras,
y entre los artificiales una casa o
una carretera?
Nadie se daría por satisfecho si respondiéramos que aquéllas
son útiles
para los animales y éstas Io son para el hombre. Menos
aún
si respondiéramos que las primeras, a diferencia de las segun
das, se
han producido por la acción de unos 6rganos distintos de
las manos humanas. Tampoco bastada decit que la casa es un pro-
dueto más evolucionado que el nido.
Si convenimos en que
hay una diferencia esencial y no de grado
entre fos artefactos y los productos natura:les, habremos de buscar
algo
que en aquéllos
manifieste a sus causantes,
los hombres,
y que
no se da en éstos. Pues omne agens agit sibi simi!.e.
Lo que refleja en los artefactos al hombre es la finalidad plas
mada
racionalmente en ellos.
Los artefactos a menudo son definidos
tan
sólo por su causa final:
"Esto sirve para ... ". Si esta finalidad
hacia
el
bien
de un género de seres comprende una ordenación ra,.
cional de leyes y energías narutales haciá esas metas, encontraremos
lo
propiamente
·artificial.
Los
artilugios, aunque constituidos por
fuerzas y 'leyes natura
les,
se
catacterizan por
tener un orden superior que domina a ambas.
Este
orden no
procede de la
naturaleza, sino
de
un análisis previo
que ha buscado los medios pata ciertOS fines. Por. consiguiente, en
los objetos construidos por el hombre confluyen las leyes de fa na-
937
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tumleza y las leyes de la razón de forma tal que aquéllos están so
metidos a éstos. Dos órdenes muy diferentes han tenido que fusio
llllrse para que nazcan entes tan peculiares como la máquina. Si
traramos de confundir esros dos ámbitos, anteriores al ingenio cons
m-uido, destruimos inmediatamente la esencia específica de éste. Así,
pues, los productos del! arte se definen como tales por surgir de
una praxis que en sí · misma conlleva una teorización previa. Sin
esta elaboración interna que modifica el objeto a imagen del hom
bre no hay
artefacto, todo permanece sometido a las ciegas leyes
de
la natumleza.
Aristóteles
vio
muy
claramente la diferencia
entre
objetos na
turales
y lo que son producto de la técnica. Pero aún hiro una dis
tinción más fina y aquilatada: "De la misma manera que se llama
arte a lo que las cosas tienen de acuerdo oon el arte y la técnica, se
llama naturaleza a lo que tienen de oonforme a la natumleza y na
tural" (23).
Así,
en un lecho, su naturaleza es principa!lmente la forma ar
tificial, pero también la materia, que es natural.; de forma tal que
de
una
auna no nace una cama, pero podtía nacer madera por ger
mimciónc
Vallet
toma de Dorfles una solución que permitiría volver a
encauzar correctamente las relaciones ~el hombre con la na,ttttale
za, y que a nosotros puede servirnos de oonclusión: tal recomenda
ción consiste en:
, "... percatarse de que sólo a través de la rectificad6n y na
t"".aüzadón
de 'los prodUCtOS humanos e industriales (y en
todo caso artificiales), será posible al hombre restituir al
hombre la justa relación de las cosas del arte con las de la
naturaleza, permitiéndole alcanzar una condición que no sea
ni excesivamente objetualizada. reificada,
cosificada, ni
e,:ce
sivamente
naturalista,
irracional, instintiva" (24).
(23) Fi!., 193 a 32.
(24) Juan Vallet. de Goytisolo, Ideología, praxis y milo de la tecnocra
cia, 3ª ed-., Madrid, Montecorvo, 1975, III parte, sección II, cap. I, pág. 167.
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