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Número 165-166

Serie XVII

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Las asociaciones intermedias en el pensamiento de Elías de Tejada

LAS ASOCIACIONES INTERMED'1AS
EN EL PENSAMIENTO DE ELIAS DE TEJADA(*)
POR
J. F. LORCA NAVARRETE
En la historia del pensamiento tradicionalista de nuestros días,
la figura de don Francisco Elías de Tejada
y Spínola ha signifi­
cado el punto más
álgido de

la misma, siendo, sin duda alguna, su
figur~ más representativa. Su labor ingente en pro de la difusión
del
ideario tradicionalista, concretada en multitud de libros o en
intervenciones en congresos, es algo que sólo podrá aquilatarse en
s_u justa medida apenas transcurra
ese instante necesario para que
la perspectiva histórica se objetivice. Dotado de una voluntad de
trabajo
excepcional y

de un sentido de
1~ sistematización
peco común,
puede decirse que en todas y cada
una de

las páginas de los
nume­
rosos

escritos salidos de su pluma palpita su inquebrantable tradi­
cionalismo, que ha dado sentido a su
magna obra. Con el ánimo
firme
y sin quebrarse, podría decirse de él aquello de Ramiro de
Maeztu: «No envidié
punca la agilidad del
pájaro, que vuela
donde quiere, sino el destino del árbol, que muere donde nace». De ascendencia extremeña, al igual que a Donoso Cortés, le
cuadran perfectamente aquellas palabras suyas de que «Vencedor o
vencido, siempre es honrado combatir cuando por buena causa se
pelea; el honor consiste en levantar el guante; sólo Dios decide
(*) Estas páginas fueron leídas en el acto académico necrológico que
la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla organizó el día 11 de
marzo de 1978 en recuerdo del que tantos años fuera profesor de Derecho
Natural

y Filosofía del Derecho en dicha Universidad, don Francisco Elías
de Tejada. En dicho acto intervinieron, junto a don
Juan Vallet

de Goytisolo,
los profesores de la misma· disciplina don Luis
Legaz Lacambra

y don
Ma­
nuel Fernández Escalante.
517
Fundaci\363n Speiro

J. F. LORCA NAV AlmETE
después la victoria». Sobre todo no ceder, cuando esa causa es la
Tradición y es. la España misma: «Para los que murieron sin ceder»,
reza
la dedicatoria entrañable de su obra La Monarquía Tradicio­
nal (1). Pero no ceder es empresa ardua ante situaciones ásperas de la
vida,
cuando la
actividad política oficial se
torna absurdamente
incomprensible.

Entonces, desde el sentir tradicionalista, surge, co­
rriendo parejo con él, su profundísimo bagaje
filosófico-jurídico,
que

en determinados momentos de
·su vida
rindió insensiblemente
loa a una retórica por fuerza sofista. Pero siempre restando «intran­
sigentemente»
-en sus tempranas convicciones. < fermedad curada por los años
---escribía en el preliminar de la
segunda edición de su
obra El Franco-Condado Hispánico (2)­
y suele ser daño de juventud el afán por graduarse en insolencias».
Hace ahora

cuarenta
y cuatro, mis trece de edad andaban embria­
gados por

lecturas desaforadas, estúpidas y liberales, en las que
desboqué en

desmedida
admiración por
los Borbones. Fue entonces
cuando
mi mayor

maestro,
el jesuita Femando de Huidobro Polanco,
jesuita
de los

de
San Ignacio de Loyola, muerto en olor de santidad
y de heroísmo en el frente de Madrid el 11 de abril de 1937, pú­
some delante de los ojos
el siguiente trecho de Menéndez y Pelayo:
«Pero por tristes que hubiesen sido los últimos tiempos de Carlos
II,
casi

estoy por
decir que

hubieron de tener
razón para echarlos

de
menos los que en el primer reinado de Felipe V vieron a nuestros ejércitos desalojar, uno tras
otro, los

presidios y fortalezas de
Milán, de Nápoles, de Sicilia y de los Países Bajos, y vieron, sobre todo, con lágrimas de
indignación y de vergüenza, flotar en Me­
norca y en Gibraltar el pabellón
de Inglaterra.
¡Jamás vieron so­
bre nuestra
raza mayores

afrentas! Generales extranjeros guiaban
siempre nuestros ejércitos,
y una plaga de aventureros, arbitristas,
abates, cortesanas y lacayos franceses, irlandeses e italianos caían
sobre España, como, nube de langosta, para
acabar de

saquear y
empobrecer,
en son de reformar nuestra hacienda y de civilizarnos.
A
cambio de un poco de bienestar material, que sólo se alcanzó
518
(1)
Ed. Rialp, Madrid,
1954.
(2)

Ed. Jurra, Sevilla, 1975.
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ELIAS DE TEJADA Y LAS ASOCIACIONES INTERJ.IEDIAS
después de tres reinados, ¡cuánto padecieron con la nueva dinastía
el carácter y la dignidad nacionales! ¡ Cuánto la lengua! ¡ Cuánto la
genuina cultura española, la tradición del saber de nuestros padres !
¡Cuánto su vieja libertad cristiana,
a!hogada por

Ja centralización
admiuistrativa
!». Así

fue, por el aporte de aquella página del maes­
tro en una mañana 1invernal de romienzos de 1930, como yo aprendí
que han sido los Borbooes uno de los dos constantes enemigos de mi
patria española» (3). Anteponiendo a cualquier
afán político
sus
creencias recias tradicionalistas, escribía, según gustaba decir, sin
«intención política, porque político no soy» ( 4), «ni busco apoyos
de
¡iadie, condenándolo
( se refiere a su libro
El Franco-Condado
Hispánico) de antemano a fa conjura del silencio que rodea todas
las

cosas de verdad hispanas» (5). Su vida, empero, fue un conti­
nuo ¡peregrinar apasionado, desde la razón de esa verdad hispana, en
pos de la Tradición de sus reyes muertos, en encuentro conmovido
en los cuatro < hecho
-rezo en Dola.

Y,
ccmsciente de
ello, gastaba su fuerte energía
y
su vista fatigada en componer obras como su Nápales Hispánico
(cinco, tomos, 1958-1964), no obstante ser «el Reino de Nápoles
hoy pura ,arqueología e indagar en estudios de la calidad del pre­ sente es excavar tumbas pobladas de sombras huidizas» ( 6). Por­
que, ante todo, lo que importaba era .el testimonio,. su testimonio, en
época de confusionismo,
y de novedades novedosas, en tiempos de
crisis. Así escribía en la páginas preliminares del tomo I de su
Tratado de Filosofía del Derecho (7): «en cualquier caso, la crisis
exige ¡el testimonio; en mi casó el testimonio del empleo que hiciera
de mi vida intelectual. Por eso quiero hacer constar desde estas
palabras preliminares la aspiración de que mi obra, si convenien~
temente

provista de
¡los .análisis históricos

adecuados, quiero sea
afirmado de posturas que, en la medida de mis poquedades, estén
timbradas de novedad. Novedad que, por otra parte, reside en la
(3) op. cit., págs. 13-14.
( 4) Op. cit., pág. 16.
(5)
Op. cit., pág. 16.
(6)
Op. cit., tomo I, Ed. Montejurra, Madrid, 1958, pág. 15.
(7) Universidad de Sevilla, 1974.
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i F. LORCA NAVARRETE
fidelidad a las enseñanzas recibidas de mis muertos, de los hispanos de las Españas .áureas ...
» (8).
Vano sería en estas breves páginas intentar siquiera resumir la
doctrina que paso a paso, sin interrupción, ha inspirado las obras del
qne fuera,

hasta el
4 de octubre de 1977, profesor de la Universidad
hispalense
y, desde aquella fecha hasta el día de su muerte, 18 de
febrero de 1978, de la Complutense madrileña. Si
en 4 de octubre
pensábamos que la lejanía no siempre es distancia, ahora, cuando ya
estaban redactadas estas páginas, que el propio profesor Elías de Te­
jada conoció en su última estancia en Sevilla en la primera semana
del mes de febrero, sentimos la profunda desazón que produce la
conjugación del verbo de la gratitud
y el afecto, cambiando sus
tiempos de presente en los de pasado. Recortándonos a la materia
que nos pcupa, podríamos citar una serie de escritos a modo de
mojones en que ha ido cristilizando, cuando todavía había que es­
perar tanto de su madurez plena, su ideario en este punto. Ideario
que se abre como UJ1a catarata de colores en las páginas de su fun­
damental
La Monarqula Tradicional ya citada, y que se continúa, entre
otros trabajos, en
Ab,trakte Freiheit und konkrete Freiheiten (Oslo,
Universitetsforlaget, 1963),
Crmstrucción de la paz y asociaciones
intermedias
(Madrid, Sociedad Española de Filosofía Jurídica y So­
cial, 1964), Uberlad abstracta y libertades concretas (Mad-rid, Speiro,
1968)
y tantos otros cuya enumerad6n sería imposible hacer aquí
y que el lector puede ver en ou correspondiente apéndice, de forma
actualizada, en el tomo
II de su Tratado de Filosofla de{ Derecho
(Universidad de"Sevilla, 1977, págs. 721 y sigs.). Por lo que se
refiere, en concreto, al tema del municipio~ ha.y que citar su trabajo
Úl familia y el municipio como b drid, Speiro, 1971). Títulos a los que habría que añadir aquellos
otros aponentes de la doctrina foral, como su estudio Los Fueros
como sistema de libertades políticas (Ma catecismo divulgador la obra
¿Qué es el Carlismo? (Madrid, Esce­
licer, 1972), en
colaboración con los profesores

Rafael Gambra
y
Francisco Puy.
(8) Op, cit., pág. 8.
520
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ELIAS DE TEJADA Y LAS ASOCIACIONES INTERMEDIAS
En efecto, en La Monarquía Tr Tejada
va a decirnos Jo que significa históricamente la Tradición
de las Españas, en qué consisten los Fueros como «sistemas de
libertades concretas», como «barreras protectoras de la acción libre
de cada hombre,> -en palabras que nos traen a la memoria a Magin
Ferrer-, y
al cabo, posibilitaotes de la existencia de las asociacio­
nes

iotermedias básicas y
fundamentales que,
desde el hombre al
Estado, pasando por la
familia, el pueblo o municipio, la provincia
y la región, aseguran las libertades concretas en el desarrollo de su
actividad humana

en el
~eno de
la sociedad, En aquella obra, en fin,
el profesor Elías de Tejada
inició el

recorrido del
Decálogo del
T r bajo del
,mismo titulo,

aún inédito,
y que redactara en Sevilla en
marzo de 1977.
«Históricamente,
la Tradición de las Españas -escribe--está in­
tegrada por
el conjunto de las Tradiciones de cada uno de Jo,¡ pue­
blos componentes. O sea, es
Tradición única, pero

variada y multi­
forme en sus expresiones sociales e históricas a tenor de la
idea de
los

Fueros.
En la península comprende las tradiciones particulares
de Castilla, de
Galicia, ,de Portugal,

de
las truncadas Euskalerría y
Catalunya, de Andalucía, de Aragón y otras menores» (9). «La pa­
labra castellana "fuero" ---explica Elías de Tejada,-viene. de la
latina "forum", nombre del lugar donde se
administraba justicia,
pasando

luego
a significar
las sentencias dictadas
y, más tarde, las
leyes particulares de una ciudad o estamento, hasta que adquiere
la de conjunto de
normas peculiares
por las que se rige
cada uno
de

los pueblos
españoles» (10)
y «cara a la negación de libertades
implícita en los totalitarismos, y cara a
la libertad abstracta engen­
drada
por el

89, la Tradición española
alimentó la
realidad
histó­
rica de los Fueros como sistemas de libertades históricas concre­
tas» ( 11), que inciden en la protección de las sociedades iotermedias,
como se desprende del siguiente
.texto: «Cuando el Estado quedó
(9) La Monaffj_uia Tr(laicional, op, cil., pág. 123.
(10)
Op, cit., págs, 127-128.
(11) op, ,;,., pág. 131.
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J. F. WRCA NAVARRETE
solo en medio de la arena política durante los siglos xvm y XIX,
pudo aniquilar al individuo o ser su víctima en la cadena de abso­
lutismos y

revoluciones que constituyen lo más memorable de la
historia de las sociedades europeas, y nuestra propia historia, desde
que comenzarnos a
europeizamos en los días

de Felipe V. Faltaba
el juego moderador de las sociedades intermedias, propio de la
Cristiandad medieval y del Derecho público de
las Españas.
Cada una de esas sociedades intermedias -----continúa diciendo­
sirve :P"1"" dar a la sociedad general mayor su índole orgánica; po­
seen vida particular e
independiente en
sus esferas
respectivas; abar­
can al individuo desde que nace hasta ·que muere; el poder supremo
no las
crea, sino
que las reconoce. Algunas provienen directamente
del Derecho natural, como la familia; otras son resultado de la his­
toria, como los pueblos. A veces poseen vida
pública, otras
se
recortan en la esfera de
lo privado. En ocasiones se bastan a sí mis­
mas, requiriendo apenas tutela y coordinación con las vecinas, como
la diudad; no faltan las que actúan al par del Estado, pero con
superiores miras
y más altoo derechos, cuaJ acontece con la Iglesia
católica. Pero en su conjunto todas gozan de existencia lozanísima
e independiente según ,sus calidades, cumplen sus fines y se hallan
dotadas de poderes que las capacitan para
realizarlos, poderes que
en su conjunto ra:iben -y ihe aquí, en nuestra opinión, el ,recuerdo
de Elías de Tejada al profesor E. Gil Robles~ el nombre de .autar­
quía» ( 12).
Lo que perfila, a mayor abundamiento, desde el sendero
sociológico: ·«En contraste con la sociología europea, que acaba
aniquilando tales sociedades intermedias, bien suprimiéndolas, a lo
liberal, o bien incorporándolas
al Estado,
a
lo totalitario, la socio­
logía
española: distínguese por

la importancia que concede a las
entidades
o instituciones sociales. Ni omnipotente a.mitrio del Es­
tado pesando
sobre ellas, ni inmolación eu aras de la ilusión rous­
seauniana del
salvaje aislado; para la sociología de las Españas,
entendidas como eje de la vida colectiva, sirven de módulo para
la acción del hombre concreto,
y, dada su independencia respecto del
Estado, dan en fuente cierta de equilibrio
hum.ano. El
totalitarismo
(12) Op. 522
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ELIAS DE TEJADA Y LAS ASOCIACIONES INTERMEDIAS
lo reduce todo al Estado, absorbiendo individuo y sociedad; el li­
beralismo, al individuo, desconociendo, a la sociedad
y preparan­
do
el fío del aparato estatal; la Tradición española busca a través de
la sociedad la armonía del individuo con el Estado» (13).
La pri­
mera entre esas comunidades inferiores es la familia, «y al lado de
la familia, las entidades territoriales menores y mayores con su varie­
dad riquísima, sus instituciones peculiares, sus. leyes, sus costumbres.
Los Fueros son el instrumento legal para forjar concretamente la
realidad autárquica
de las entidades territoriales mayores, de los
estilos vitales de cada uno de los pueblos de las
Españas» (14).
«Pero

el que cada uno de los pueblos españoles -apostilla Elías
de
Tejada-posea rasgos propios

en leyes, usos, costumbres
y ad­
ministracióa, algunos hasta en

lengua
y cultura bien señaladas, no
implica factor de dispersión, antes de la
realización de
la
más per­
fecta de las unidades: la unidad eu la
variedad» (15).

De este modo,
«la Tradición

de
las Españas enarbola

la bandera de la libertad ;
pero
sio caer eu el error de fundamentar la libertad sobre la mentira
del hombre
abstracto inexistente,
sino sobre las realidades concre­
tas del hombre histórico que
perpetúa una tradición secular. Por
eso no proclama libertad, sino reconoce libertades ; por eso no
abandona al azar de un cerebro construir castillos en el aire de la
divagación ilusionada, sino que se atiene a lo que la historia creó
en los distintos pueblos de las Españas y procura la instauración de
los Fueros como barreras protectoras de la acción de cada hombre.
En
el peusamiento his,pano los Fueros suponen dos cosas: ba­
rrera y cauce. Barrera defensora del círculo de acción que a cada
hombre corresponde según el puesto que en la vida social ocupa,
como padre de familia, como profesional, como miembro de un
municipio o de una comarca; y cauce por donde fluye su acción
libre enmarcada jurídicamente en las márgenes de su posición en
el seno de
la vida colectiva. De modo que los, Fueros son garantía
en el uso y evitación para el abusd de la libertad humana» ( 16).
(13) Op. d1., págs. 154-155.
(14)
op. cit., pág. 158.
(15)
Op. cit., pág. 158.
(16)
Op. cit., págs. 147-148.
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J. F. WRCANAVARRETE
Aplicaciones concretas de, esta doctrina foral podemos encon­
trarlas espigando de
aquí y
de
allá en la obra del profesor Elias de
Tejada. Desde la plataforma cultural de su Centro de Estudios His­ tóricos y Políticos «General
Zumalacárregub>, ha

ido analizando en
los últimos tiempos las
peculiaridades forales

de las distintas re­
giones hispanas. Ya
nos hemos hecho cargo _en otro

lugar de esta
obra de

la
revisión a

que sometiera el pensamiento de Balmes o
de su concepción foral valenciana, a propósito del
pensamiento de
Aparisi

Guijarro. Curiosamente, el último libro que el profesor Elias
de Tejada
vio publicado

-y que
tan entrañablemente dedicara a
quien esto escribe-
es el

que
recoge las
Actas de las Primeras
Jor­
nadas

Forales del Señorío de Vizcaya (Bilbao, 5 y 6 de febrero de
1977), y que
lleva por

título
Los Fuerus de Vizcaya (Ed. Jurra,
Sevilla, 1977). En su estudio insertó en dicho volumen
El Señor/o
de Vizcaya y su Fuerr, (17), tras advertir las contradicciones en el
pensamiento de Sabino Arana, y

de haber seguido;
empero, su
dis­
currir ideológico, escribe: «Si ello es así, si Sabino
Arana propor­
ciona

pruebas incontrastables
de haber consagrado sus afanes a la
restauración del Señorío de Vizcaya, habrá motivos bastantes
para
que, por encima de cuantas discrepancias puedan darse y aparezcan
a

lo largo de
las presentes Jornadas, este carlista a machamartillo
que yo soy profese no ya solamente profnndísimo respeto, sino
además hondísima simpatía, por

el hombre
vizcaíno Sabino
Arana
y Goiri. Y quisiera que estas palabras mías, incluso las del disenti­
miento,- se transformasen en vivo ramillete de rosas sobre una tumba
en el cementerio de Sukerrieta; de agrestes rosas recogidas al airón
campesino

de una carlistada mañanera
para cifrar
el
homenaje a
quien

fue radicalmente españolísimo frente al, Madrid afrancesado
de la restauración alfonsina, por más que él mismo se empeñase
tozudarnente en ignorar su radical españolía; homenaje, a sus afanes
por restaurar la Tradición de este
pedazo de
las
Españas que es el
Señorío de

Vizcaya, al que tanto amó por hijo de la carne
y al que
tanto

amo yo con
pasión de

enamorado» (18).
524
(17) Op. cit., págs. 59 y sigs.
(18) op. cit., pág. 63.
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ELIAS DE TEJADA Y LAS ASOCIACIONES INTERMEDIAS
En este sentido, puede decirse que su última preocupación fue
Andalucía. En Sevilla, y durante los días 14 y 15 de mayo de 1977,
organizó las Primeras Jornadas Andaluzas del Reino de Sevilla,
en que leyó su ponencia
«Tradición andaluza

y Tradición del Reino
de
Sevilla», el

día 14 de mayo. Aunque inéditas las conclusiones
y ponencias de dichas Jornadas,
queremoo recoger

por su virtud
clarificadora el texto que antecedía al programa de las mismas,
redactado por el profesor Elías de Tejada: «Cumpliendo sus fines fundacionales, el Centro de Estudios
Históricos y Políticos "General Zwnalacárregui" convoca las
Primeras Jornadas Andaluzas del Reino de Sevilla, en el afán
de puntualizar los problemas andaluces, hoy discutidos, desde
el ángulo de la Tradición de las Españas.
En lo cual conti­
núa
la tarea

ya desarrollada en anteriores Jornadas regionales,
habidas en Madrid, Barcelona, Valencia y Bilbao.
Los planteamientos andaluces han adolecido hasta el pre­
sente de notorio sello político, lo que ha dado lugar a visiones
parciales según la ideología de los partidos que los abordan. Las presentes Jornadas Andaluzas están desprovistas de
todo matiz político, según la línea cultural de
los trabajos del
Centro
"Zumalacirregu.i" ;

siendo la intención que las anima
estudiar la temática de Andalucía con arreglo a criterios his­ tóricos, sociológicos y culturales alejados del menor carácter
partidista. Porque no nos
resignamos a

reducir lo
andaluz a
un

esquema de subdesarrollo económico, al estimar que las
cuestiones que a él se refieren ahondan en perspectivas de di­
mensiones mucho más amplias.
Esperamos que contribuyan, en
consecuencia, a la clarifi­
cación necesaria para poder considerar a Andalucía en
la com­
pleja magnitud de una visión total, más allá de recortados
temas circunstanciales tan de moda hoy en día. Nuestro deseo
es que,
a
la conclusión de ellas, puedan es­
tablecerse las bases para un diálogo en términos precisos,
desde

los cuales quepa profundizar las ideas sobre las que se
ha de construir la teoría de la Andalucía de nuestro tiempo
en una visión de con.junto desde donde las cuestiones meno­
res adquieran el carácter adecuado que supere
las visiones
parciales en que cae todo planteamiento de partido.
Porque Andalucía es

una Tradición que perdura a lo largo
de los siglos, y
solamente en

la magnitud total de los factores
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J. F. LORCA NAVARRBTE
que ha forjado en la decantación de cientos de generaciones
el sentido andaluz de la existencia es posible hallar una de­
finición de Andalucía.
O sea, apurando los rasgos que perfilan
la- Tradición viva que Andalucía es: patente en lo psicológico,
clara en lo sociológico y discutida en lo político.
Con tales criterios, confiamos en Dios sean fecundas las
Primeras Jornadas Andaluzas del Reino de Sevilla.
En cuanto a su concreta concepción del municipio, podemos de·
ducirla de su trabajo ya citado La familia y el municipio como bases
de la organización poNtíca. En él encontramos, junto a la concepción
tradicional de que «son las familias y los municipios entidades natu­
rales, que encuadran la existencia del hombre desde su nacimiento
como ser histórico» (19), una penetración más profunda del tema,
en diálogo con el pensamiento hegeliano, con ansias de trascen­
dencia. «Nosotros podemos coincidir
con Hegel

en admitir
--es­
cribe--- la noción del hombre como ser concreto; pero nos aparta·
mos de Hegel en que nuestra visión del hombre como ser concreto
es raigadamente metafísica y permanente, consustancial a la esencia
de lo humano, no mero punto despareciente en el proceso del deve­
nir
dialéctico del

único y
•hsorbente Espíritu
del Mundo. Para Hegel,
el hombre es pura historia, o sea, im,tante casi anecdótico en la
marcha del Espíritu, incmstado en uno de los peldañoo del devenir
dialéctico; para nosotros, el hombre es metafísica que forzadamente
labra historia, con destino trascendente
y ultimidad metafísica, pero
que siempre hace historia y además hace historia dentro del marco
de quienes le precedieron en
la tarea de efaborar historia antes» (20).
Por ello que «el municipio; como la familia, arrancan de una sola
realidad humana; la condición ineludible de ser el hombre un ser
concreto, de vivir su existencia dentro de un cuadro de valores por
él nunca libérrima.mente bailados, sino con los cuales se topa de
bruces apenas abre
loo ojos
a las luces de
la vida; de que su saber
sociológico le viene de una línea y en un lugar que él no determinó,
empero en los que se encontró situado
por el mero hecho de nacer.
(19) Op. ,it., pág. 36.
(20)
op: cit., págs. 25-26.
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EL/AS DE TEJADA Y LAS ASOCIACIONES INTERMEDIAS
Todas las teorías totalitarias de la apoteosis del Estado, igual que
todas las teorías anarquizantes, de la deificación del individuo abs­
tracto, quiebran, añicos de cristal de vaso roto, al choque con esta
verdad indiscutible. Sangre
y suelo, familia y municipio, hácennos
ser Jo que somos, nos guste o no nos
guste>> (21). «Las preten­
siones

modernas de
destrozarlas son

el reflejo -concluye- de los
afanes de destrucción que animan a las revoluciones. Pero
ambos~
familia y municipio, son más . fuertes que todas las revoluciones
posibles, pues sin ellas el hombre nunca sería aquello que es. Y
un día no lejano, cuando los huracanes de la Gran Revolución que
hoy

desmantelan a
la humanidad pasen más allá de los linderos del
presente, las volveremos a contemplar de pie, enhiestas
y seguras,
tras las noches del actual vandalismo, guardianes firmes de la historia
viva que es la Tradición perenne, ejemplos vivos de la manera en que
los pueblos viven su vida auténtica, indiferentes a los caprichos revo­
lucionarios que
sarud-en las
cimas del poder político. La familia
cristiana
y el municipio romano siguen existiendo, mientras caen-a
cada
generación monarquías
y repúblicas, imperios y señoríos. Su
supremacía está en su radical y única autenticidad» (22).
(21) Op. cit., pág. 39.
(22) Op, cit., págs. 41-42.
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