Índice de contenidos
Número 165-166
Serie XVII
- Textos Pontificios
-
Estudios
-
Las asociaciones intermedias en el pensamiento de Elías de Tejada
-
El movimiento GRECE: Apuntes para la historia de los heterodoxos
-
Wilhelm Reich, sexo y revolución
-
La tensión materia-espíritu desde sus connotaciones axiológicas e históricas
-
La estatización de la enseñanza
-
El pensamiento contrarrevolucionario español: Benito Mª Sotelo de Noboa, Marqués de Villaverde de Limia
-
Repercusiones de la inflación en lo rústico y en lo urbano, en lo industrial y en lo agrario
-
- Actas
- Crónicas
Autores
1978
Las asociaciones intermedias en el pensamiento de Elías de Tejada
LAS ASOCIACIONES INTERMED'1AS
EN EL PENSAMIENTO DE ELIAS DE TEJADA(*)
POR
J. F. LORCA NAVARRETE
En la historia del pensamiento tradicionalista de nuestros días,
la figura de don Francisco Elías de Tejada
y Spínola ha signifi
cado el punto más
álgido de
la misma, siendo, sin duda alguna, su
figur~ más representativa. Su labor ingente en pro de la difusión
del
ideario tradicionalista, concretada en multitud de libros o en
intervenciones en congresos, es algo que sólo podrá aquilatarse en
s_u justa medida apenas transcurra
ese instante necesario para que
la perspectiva histórica se objetivice. Dotado de una voluntad de
trabajo
excepcional y
de un sentido de
1~ sistematización
peco común,
puede decirse que en todas y cada
una de
las páginas de los
nume
rosos
escritos salidos de su pluma palpita su inquebrantable tradi
cionalismo, que ha dado sentido a su
magna obra. Con el ánimo
firme
y sin quebrarse, podría decirse de él aquello de Ramiro de
Maeztu: «No envidié
punca la agilidad del
pájaro, que vuela
donde quiere, sino el destino del árbol, que muere donde nace». De ascendencia extremeña, al igual que a Donoso Cortés, le
cuadran perfectamente aquellas palabras suyas de que «Vencedor o
vencido, siempre es honrado combatir cuando por buena causa se
pelea; el honor consiste en levantar el guante; sólo Dios decide
(*) Estas páginas fueron leídas en el acto académico necrológico que
la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla organizó el día 11 de
marzo de 1978 en recuerdo del que tantos años fuera profesor de Derecho
Natural
y Filosofía del Derecho en dicha Universidad, don Francisco Elías
de Tejada. En dicho acto intervinieron, junto a don
Juan Vallet
de Goytisolo,
los profesores de la misma· disciplina don Luis
Legaz Lacambra
y don
Ma
nuel Fernández Escalante.
517
Fundaci\363n Speiro
J. F. LORCA NAV AlmETE
después la victoria». Sobre todo no ceder, cuando esa causa es la
Tradición y es. la España misma: «Para los que murieron sin ceder»,
reza
la dedicatoria entrañable de su obra La Monarquía Tradicio
nal (1). Pero no ceder es empresa ardua ante situaciones ásperas de la
vida,
cuando la
actividad política oficial se
torna absurdamente
incomprensible.
Entonces, desde el sentir tradicionalista, surge, co
rriendo parejo con él, su profundísimo bagaje
filosófico-jurídico,
que
en determinados momentos de
·su vida
rindió insensiblemente
loa a una retórica por fuerza sofista. Pero siempre restando «intran
sigentemente»
-en sus tempranas convicciones. <
fermedad curada por los años
---escribía en el preliminar de la
segunda edición de su
obra El Franco-Condado Hispánico (2)
y suele ser daño de juventud el afán por graduarse en insolencias».
Hace ahora
cuarenta
y cuatro, mis trece de edad andaban embria
gados por
lecturas desaforadas, estúpidas y liberales, en las que
desboqué en
desmedida
admiración por
los Borbones. Fue entonces
cuando
mi mayor
maestro,
el jesuita Femando de Huidobro Polanco,
jesuita
de los
de
San Ignacio de Loyola, muerto en olor de santidad
y de heroísmo en el frente de Madrid el 11 de abril de 1937, pú
some delante de los ojos
el siguiente trecho de Menéndez y Pelayo:
«Pero por tristes que hubiesen sido los últimos tiempos de Carlos
II,
casi
estoy por
decir que
hubieron de tener
razón para echarlos
de
menos los que en el primer reinado de Felipe V vieron a nuestros ejércitos desalojar, uno tras
otro, los
presidios y fortalezas de
Milán, de Nápoles, de Sicilia y de los Países Bajos, y vieron, sobre todo, con lágrimas de
indignación y de vergüenza, flotar en Me
norca y en Gibraltar el pabellón
de Inglaterra.
¡Jamás vieron so
bre nuestra
raza mayores
afrentas! Generales extranjeros guiaban
siempre nuestros ejércitos,
y una plaga de aventureros, arbitristas,
abates, cortesanas y lacayos franceses, irlandeses e italianos caían
sobre España, como, nube de langosta, para
acabar de
saquear y
empobrecer,
en son de reformar nuestra hacienda y de civilizarnos.
A
cambio de un poco de bienestar material, que sólo se alcanzó
518
(1)
Ed. Rialp, Madrid,
1954.
(2)
Ed. Jurra, Sevilla, 1975.
Fundaci\363n Speiro
ELIAS DE TEJADA Y LAS ASOCIACIONES INTERJ.IEDIAS
después de tres reinados, ¡cuánto padecieron con la nueva dinastía
el carácter y la dignidad nacionales! ¡ Cuánto la lengua! ¡ Cuánto la
genuina cultura española, la tradición del saber de nuestros padres !
¡Cuánto su vieja libertad cristiana,
a!hogada por
Ja centralización
admiuistrativa
!». Así
fue, por el aporte de aquella página del maes
tro en una mañana 1invernal de romienzos de 1930, como yo aprendí
que han sido los Borbooes uno de los dos constantes enemigos de mi
patria española» (3). Anteponiendo a cualquier
afán político
sus
creencias recias tradicionalistas, escribía, según gustaba decir, sin
«intención política, porque político no soy» ( 4), «ni busco apoyos
de
¡iadie, condenándolo
( se refiere a su libro
El Franco-Condado
Hispánico) de antemano a fa conjura del silencio que rodea todas
las
cosas de verdad hispanas» (5). Su vida, empero, fue un conti
nuo ¡peregrinar apasionado, desde la razón de esa verdad hispana, en
pos de la Tradición de sus reyes muertos, en encuentro conmovido
en los cuatro <
hecho
-rezo en Dola.
Y,
ccmsciente de
ello, gastaba su fuerte energía
y
su vista fatigada en componer obras como su Nápales Hispánico
(cinco, tomos, 1958-1964), no obstante ser «el Reino de Nápoles
hoy pura ,arqueología e indagar en estudios de la calidad del pre sente es excavar tumbas pobladas de sombras huidizas» ( 6). Por
que, ante todo, lo que importaba era .el testimonio,. su testimonio, en
época de confusionismo,
y de novedades novedosas, en tiempos de
crisis. Así escribía en la páginas preliminares del tomo I de su
Tratado de Filosofía del Derecho (7): «en cualquier caso, la crisis
exige ¡el testimonio; en mi casó el testimonio del empleo que hiciera
de mi vida intelectual. Por eso quiero hacer constar desde estas
palabras preliminares la aspiración de que mi obra, si convenien~
temente
provista de
¡los .análisis históricos
adecuados, quiero sea
afirmado de posturas que, en la medida de mis poquedades, estén
timbradas de novedad. Novedad que, por otra parte, reside en la
(3) op. cit., págs. 13-14.
( 4) Op. cit., pág. 16.
(5)
Op. cit., pág. 16.
(6)
Op. cit., tomo I, Ed. Montejurra, Madrid, 1958, pág. 15.
(7) Universidad de Sevilla, 1974.
519
Fundaci\363n Speiro
i F. LORCA NAVARRETE
fidelidad a las enseñanzas recibidas de mis muertos, de los hispanos de las Españas .áureas ...
» (8).
Vano sería en estas breves páginas intentar siquiera resumir la
doctrina que paso a paso, sin interrupción, ha inspirado las obras del
qne fuera,
hasta el
4 de octubre de 1977, profesor de la Universidad
hispalense
y, desde aquella fecha hasta el día de su muerte, 18 de
febrero de 1978, de la Complutense madrileña. Si
en 4 de octubre
pensábamos que la lejanía no siempre es distancia, ahora, cuando ya
estaban redactadas estas páginas, que el propio profesor Elías de Te
jada conoció en su última estancia en Sevilla en la primera semana
del mes de febrero, sentimos la profunda desazón que produce la
conjugación del verbo de la gratitud
y el afecto, cambiando sus
tiempos de presente en los de pasado. Recortándonos a la materia
que nos pcupa, podríamos citar una serie de escritos a modo de
mojones en que ha ido cristilizando, cuando todavía había que es
perar tanto de su madurez plena, su ideario en este punto. Ideario
que se abre como UJ1a catarata de colores en las páginas de su fun
damental
La Monarqula Tradicional ya citada, y que se continúa, entre
otros trabajos, en
Ab,trakte Freiheit und konkrete Freiheiten (Oslo,
Universitetsforlaget, 1963),
Crmstrucción de la paz y asociaciones
intermedias
(Madrid, Sociedad Española de Filosofía Jurídica y So
cial, 1964), Uberlad abstracta y libertades concretas (Mad-rid, Speiro,
1968)
y tantos otros cuya enumerad6n sería imposible hacer aquí
y que el lector puede ver en ou correspondiente apéndice, de forma
actualizada, en el tomo
II de su Tratado de Filosofla de{ Derecho
(Universidad de"Sevilla, 1977, págs. 721 y sigs.). Por lo que se
refiere, en concreto, al tema del municipio~ ha.y que citar su trabajo
Úl familia y el municipio como b
drid, Speiro, 1971). Títulos a los que habría que añadir aquellos
otros aponentes de la doctrina foral, como su estudio Los Fueros
como sistema de libertades políticas (Ma
catecismo divulgador la obra
¿Qué es el Carlismo? (Madrid, Esce
licer, 1972), en
colaboración con los profesores
Rafael Gambra
y
Francisco Puy.
(8) Op, cit., pág. 8.
520
Fundaci\363n Speiro
ELIAS DE TEJADA Y LAS ASOCIACIONES INTERMEDIAS
En efecto, en La Monarquía Tr
Tejada
va a decirnos Jo que significa históricamente la Tradición
de las Españas, en qué consisten los Fueros como «sistemas de
libertades concretas», como «barreras protectoras de la acción libre
de cada hombre,> -en palabras que nos traen a la memoria a Magin
Ferrer-, y
al cabo, posibilitaotes de la existencia de las asociacio
nes
iotermedias básicas y
fundamentales que,
desde el hombre al
Estado, pasando por la
familia, el pueblo o municipio, la provincia
y la región, aseguran las libertades concretas en el desarrollo de su
actividad humana
en el
~eno de
la sociedad, En aquella obra, en fin,
el profesor Elías de Tejada
inició el
recorrido del
Decálogo del
T r
bajo del
,mismo titulo,
aún inédito,
y que redactara en Sevilla en
marzo de 1977.
«Históricamente,
la Tradición de las Españas -escribe--está in
tegrada por
el conjunto de las Tradiciones de cada uno de Jo,¡ pue
blos componentes. O sea, es
Tradición única, pero
variada y multi
forme en sus expresiones sociales e históricas a tenor de la
idea de
los
Fueros.
En la península comprende las tradiciones particulares
de Castilla, de
Galicia, ,de Portugal,
de
las truncadas Euskalerría y
Catalunya, de Andalucía, de Aragón y otras menores» (9). «La pa
labra castellana "fuero" ---explica Elías de Tejada,-viene. de la
latina "forum", nombre del lugar donde se
administraba justicia,
pasando
luego
a significar
las sentencias dictadas
y, más tarde, las
leyes particulares de una ciudad o estamento, hasta que adquiere
la de conjunto de
normas peculiares
por las que se rige
cada uno
de
los pueblos
españoles» (10)
y «cara a la negación de libertades
implícita en los totalitarismos, y cara a
la libertad abstracta engen
drada
por el
89, la Tradición española
alimentó la
realidad
histó
rica de los Fueros como sistemas de libertades históricas concre
tas» ( 11), que inciden en la protección de las sociedades iotermedias,
como se desprende del siguiente
.texto: «Cuando el Estado quedó
(9) La Monaffj_uia Tr(laicional, op, cil., pág. 123.
(10)
Op, cit., págs, 127-128.
(11) op, ,;,., pág. 131.
521
Fundaci\363n Speiro
J. F. WRCA NAVARRETE
solo en medio de la arena política durante los siglos xvm y XIX,
pudo aniquilar al individuo o ser su víctima en la cadena de abso
lutismos y
revoluciones que constituyen lo más memorable de la
historia de las sociedades europeas, y nuestra propia historia, desde
que comenzarnos a
europeizamos en los días
de Felipe V. Faltaba
el juego moderador de las sociedades intermedias, propio de la
Cristiandad medieval y del Derecho público de
las Españas.
Cada una de esas sociedades intermedias -----continúa diciendo
sirve :P"1"" dar a la sociedad general mayor su índole orgánica; po
seen vida particular e
independiente en
sus esferas
respectivas; abar
can al individuo desde que nace hasta ·que muere; el poder supremo
no las
crea, sino
que las reconoce. Algunas provienen directamente
del Derecho natural, como la familia; otras son resultado de la his
toria, como los pueblos. A veces poseen vida
pública, otras
se
recortan en la esfera de
lo privado. En ocasiones se bastan a sí mis
mas, requiriendo apenas tutela y coordinación con las vecinas, como
la diudad; no faltan las que actúan al par del Estado, pero con
superiores miras
y más altoo derechos, cuaJ acontece con la Iglesia
católica. Pero en su conjunto todas gozan de existencia lozanísima
e independiente según ,sus calidades, cumplen sus fines y se hallan
dotadas de poderes que las capacitan para
realizarlos, poderes que
en su conjunto ra:iben -y ihe aquí, en nuestra opinión, el ,recuerdo
de Elías de Tejada al profesor E. Gil Robles~ el nombre de .autar
quía» ( 12).
Lo que perfila, a mayor abundamiento, desde el sendero
sociológico: ·«En contraste con la sociología europea, que acaba
aniquilando tales sociedades intermedias, bien suprimiéndolas, a lo
liberal, o bien incorporándolas
al Estado,
a
lo totalitario, la socio
logía
española: distínguese por
la importancia que concede a las
entidades
o instituciones sociales. Ni omnipotente a.mitrio del Es
tado pesando
sobre ellas, ni inmolación eu aras de la ilusión rous
seauniana del
salvaje aislado; para la sociología de las Españas,
entendidas como eje de la vida colectiva, sirven de módulo para
la acción del hombre concreto,
y, dada su independencia respecto del
Estado, dan en fuente cierta de equilibrio
hum.ano. El
totalitarismo
(12) Op.
522
Fundaci\363n Speiro
ELIAS DE TEJADA Y LAS ASOCIACIONES INTERMEDIAS
lo reduce todo al Estado, absorbiendo individuo y sociedad; el li
beralismo, al individuo, desconociendo, a la sociedad
y preparan
do
el fío del aparato estatal; la Tradición española busca a través de
la sociedad la armonía del individuo con el Estado» (13).
La pri
mera entre esas comunidades inferiores es la familia, «y al lado de
la familia, las entidades territoriales menores y mayores con su varie
dad riquísima, sus instituciones peculiares, sus. leyes, sus costumbres.
Los Fueros son el instrumento legal para forjar concretamente la
realidad autárquica
de las entidades territoriales mayores, de los
estilos vitales de cada uno de los pueblos de las
Españas» (14).
«Pero
el que cada uno de los pueblos españoles -apostilla Elías
de
Tejada-posea rasgos propios
en leyes, usos, costumbres
y ad
ministracióa, algunos hasta en
lengua
y cultura bien señaladas, no
implica factor de dispersión, antes de la
realización de
la
más per
fecta de las unidades: la unidad eu la
variedad» (15).
De este modo,
«la Tradición
de
las Españas enarbola
la bandera de la libertad ;
pero
sio caer eu el error de fundamentar la libertad sobre la mentira
del hombre
abstracto inexistente,
sino sobre las realidades concre
tas del hombre histórico que
perpetúa una tradición secular. Por
eso no proclama libertad, sino reconoce libertades ; por eso no
abandona al azar de un cerebro construir castillos en el aire de la
divagación ilusionada, sino que se atiene a lo que la historia creó
en los distintos pueblos de las Españas y procura la instauración de
los Fueros como barreras protectoras de la acción de cada hombre.
En
el peusamiento his,pano los Fueros suponen dos cosas: ba
rrera y cauce. Barrera defensora del círculo de acción que a cada
hombre corresponde según el puesto que en la vida social ocupa,
como padre de familia, como profesional, como miembro de un
municipio o de una comarca; y cauce por donde fluye su acción
libre enmarcada jurídicamente en las márgenes de su posición en
el seno de
la vida colectiva. De modo que los, Fueros son garantía
en el uso y evitación para el abusd de la libertad humana» ( 16).
(13) Op. d1., págs. 154-155.
(14)
op. cit., pág. 158.
(15)
Op. cit., pág. 158.
(16)
Op. cit., págs. 147-148.
523
Fundaci\363n Speiro
J. F. WRCANAVARRETE
Aplicaciones concretas de, esta doctrina foral podemos encon
trarlas espigando de
aquí y
de
allá en la obra del profesor Elias de
Tejada. Desde la plataforma cultural de su Centro de Estudios His tóricos y Políticos «General
Zumalacárregub>, ha
ido analizando en
los últimos tiempos las
peculiaridades forales
de las distintas re
giones hispanas. Ya
nos hemos hecho cargo _en otro
lugar de esta
obra de
la
revisión a
que sometiera el pensamiento de Balmes o
de su concepción foral valenciana, a propósito del
pensamiento de
Aparisi
Guijarro. Curiosamente, el último libro que el profesor Elias
de Tejada
vio publicado
-y que
tan entrañablemente dedicara a
quien esto escribe-
es el
que
recoge las
Actas de las Primeras
Jor
nadas
Forales del Señorío de Vizcaya (Bilbao, 5 y 6 de febrero de
1977), y que
lleva por
título
Los Fuerus de Vizcaya (Ed. Jurra,
Sevilla, 1977). En su estudio insertó en dicho volumen
El Señor/o
de Vizcaya y su Fuerr, (17), tras advertir las contradicciones en el
pensamiento de Sabino Arana, y
de haber seguido;
empero, su
dis
currir ideológico, escribe: «Si ello es así, si Sabino
Arana propor
ciona
pruebas incontrastables
de haber consagrado sus afanes a la
restauración del Señorío de Vizcaya, habrá motivos bastantes
para
que, por encima de cuantas discrepancias puedan darse y aparezcan
a
lo largo de
las presentes Jornadas, este carlista a machamartillo
que yo soy profese no ya solamente profnndísimo respeto, sino
además hondísima simpatía, por
el hombre
vizcaíno Sabino
Arana
y Goiri. Y quisiera que estas palabras mías, incluso las del disenti
miento,- se transformasen en vivo ramillete de rosas sobre una tumba
en el cementerio de Sukerrieta; de agrestes rosas recogidas al airón
campesino
de una carlistada mañanera
para cifrar
el
homenaje a
quien
fue radicalmente españolísimo frente al, Madrid afrancesado
de la restauración alfonsina, por más que él mismo se empeñase
tozudarnente en ignorar su radical españolía; homenaje, a sus afanes
por restaurar la Tradición de este
pedazo de
las
Españas que es el
Señorío de
Vizcaya, al que tanto amó por hijo de la carne
y al que
tanto
amo yo con
pasión de
enamorado» (18).
524
(17) Op. cit., págs. 59 y sigs.
(18) op. cit., pág. 63.
Fundaci\363n Speiro
ELIAS DE TEJADA Y LAS ASOCIACIONES INTERMEDIAS
En este sentido, puede decirse que su última preocupación fue
Andalucía. En Sevilla, y durante los días 14 y 15 de mayo de 1977,
organizó las Primeras Jornadas Andaluzas del Reino de Sevilla,
en que leyó su ponencia
«Tradición andaluza
y Tradición del Reino
de
Sevilla», el
día 14 de mayo. Aunque inéditas las conclusiones
y ponencias de dichas Jornadas,
queremoo recoger
por su virtud
clarificadora el texto que antecedía al programa de las mismas,
redactado por el profesor Elías de Tejada: «Cumpliendo sus fines fundacionales, el Centro de Estudios
Históricos y Políticos "General Zwnalacárregui" convoca las
Primeras Jornadas Andaluzas del Reino de Sevilla, en el afán
de puntualizar los problemas andaluces, hoy discutidos, desde
el ángulo de la Tradición de las Españas.
En lo cual conti
núa
la tarea
ya desarrollada en anteriores Jornadas regionales,
habidas en Madrid, Barcelona, Valencia y Bilbao.
Los planteamientos andaluces han adolecido hasta el pre
sente de notorio sello político, lo que ha dado lugar a visiones
parciales según la ideología de los partidos que los abordan. Las presentes Jornadas Andaluzas están desprovistas de
todo matiz político, según la línea cultural de
los trabajos del
Centro
"Zumalacirregu.i" ;
siendo la intención que las anima
estudiar la temática de Andalucía con arreglo a criterios his tóricos, sociológicos y culturales alejados del menor carácter
partidista. Porque no nos
resignamos a
reducir lo
andaluz a
un
esquema de subdesarrollo económico, al estimar que las
cuestiones que a él se refieren ahondan en perspectivas de di
mensiones mucho más amplias.
Esperamos que contribuyan, en
consecuencia, a la clarifi
cación necesaria para poder considerar a Andalucía en
la com
pleja magnitud de una visión total, más allá de recortados
temas circunstanciales tan de moda hoy en día. Nuestro deseo
es que,
a
la conclusión de ellas, puedan es
tablecerse las bases para un diálogo en términos precisos,
desde
los cuales quepa profundizar las ideas sobre las que se
ha de construir la teoría de la Andalucía de nuestro tiempo
en una visión de con.junto desde donde las cuestiones meno
res adquieran el carácter adecuado que supere
las visiones
parciales en que cae todo planteamiento de partido.
Porque Andalucía es
una Tradición que perdura a lo largo
de los siglos, y
solamente en
la magnitud total de los factores
525
Fundaci\363n Speiro
J. F. LORCA NAVARRBTE
que ha forjado en la decantación de cientos de generaciones
el sentido andaluz de la existencia es posible hallar una de
finición de Andalucía.
O sea, apurando los rasgos que perfilan
la- Tradición viva que Andalucía es: patente en lo psicológico,
clara en lo sociológico y discutida en lo político.
Con tales criterios, confiamos en Dios sean fecundas las
Primeras Jornadas Andaluzas del Reino de Sevilla.
En cuanto a su concreta concepción del municipio, podemos de·
ducirla de su trabajo ya citado La familia y el municipio como bases
de la organización poNtíca. En él encontramos, junto a la concepción
tradicional de que «son las familias y los municipios entidades natu
rales, que encuadran la existencia del hombre desde su nacimiento
como ser histórico» (19), una penetración más profunda del tema,
en diálogo con el pensamiento hegeliano, con ansias de trascen
dencia. «Nosotros podemos coincidir
con Hegel
en admitir
--es
cribe--- la noción del hombre como ser concreto; pero nos aparta·
mos de Hegel en que nuestra visión del hombre como ser concreto
es raigadamente metafísica y permanente, consustancial a la esencia
de lo humano, no mero punto despareciente en el proceso del deve
nir
dialéctico del
único y
•hsorbente Espíritu
del Mundo. Para Hegel,
el hombre es pura historia, o sea, im,tante casi anecdótico en la
marcha del Espíritu, incmstado en uno de los peldañoo del devenir
dialéctico; para nosotros, el hombre es metafísica que forzadamente
labra historia, con destino trascendente
y ultimidad metafísica, pero
que siempre hace historia y además hace historia dentro del marco
de quienes le precedieron en
la tarea de efaborar historia antes» (20).
Por ello que «el municipio; como la familia, arrancan de una sola
realidad humana; la condición ineludible de ser el hombre un ser
concreto, de vivir su existencia dentro de un cuadro de valores por
él nunca libérrima.mente bailados, sino con los cuales se topa de
bruces apenas abre
loo ojos
a las luces de
la vida; de que su saber
sociológico le viene de una línea y en un lugar que él no determinó,
empero en los que se encontró situado
por el mero hecho de nacer.
(19) Op. ,it., pág. 36.
(20)
op: cit., págs. 25-26.
526
Fundaci\363n Speiro
EL/AS DE TEJADA Y LAS ASOCIACIONES INTERMEDIAS
Todas las teorías totalitarias de la apoteosis del Estado, igual que
todas las teorías anarquizantes, de la deificación del individuo abs
tracto, quiebran, añicos de cristal de vaso roto, al choque con esta
verdad indiscutible. Sangre
y suelo, familia y municipio, hácennos
ser Jo que somos, nos guste o no nos
guste>> (21). «Las preten
siones
modernas de
destrozarlas son
el reflejo -concluye- de los
afanes de destrucción que animan a las revoluciones. Pero
ambos~
familia y municipio, son más . fuertes que todas las revoluciones
posibles, pues sin ellas el hombre nunca sería aquello que es. Y
un día no lejano, cuando los huracanes de la Gran Revolución que
hoy
desmantelan a
la humanidad pasen más allá de los linderos del
presente, las volveremos a contemplar de pie, enhiestas
y seguras,
tras las noches del actual vandalismo, guardianes firmes de la historia
viva que es la Tradición perenne, ejemplos vivos de la manera en que
los pueblos viven su vida auténtica, indiferentes a los caprichos revo
lucionarios que
sarud-en las
cimas del poder político. La familia
cristiana
y el municipio romano siguen existiendo, mientras caen-a
cada
generación monarquías
y repúblicas, imperios y señoríos. Su
supremacía está en su radical y única autenticidad» (22).
(21) Op. cit., pág. 39.
(22) Op, cit., págs. 41-42.
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EN EL PENSAMIENTO DE ELIAS DE TEJADA(*)
POR
J. F. LORCA NAVARRETE
En la historia del pensamiento tradicionalista de nuestros días,
la figura de don Francisco Elías de Tejada
y Spínola ha signifi
cado el punto más
álgido de
la misma, siendo, sin duda alguna, su
figur~ más representativa. Su labor ingente en pro de la difusión
del
ideario tradicionalista, concretada en multitud de libros o en
intervenciones en congresos, es algo que sólo podrá aquilatarse en
s_u justa medida apenas transcurra
ese instante necesario para que
la perspectiva histórica se objetivice. Dotado de una voluntad de
trabajo
excepcional y
de un sentido de
1~ sistematización
peco común,
puede decirse que en todas y cada
una de
las páginas de los
nume
rosos
escritos salidos de su pluma palpita su inquebrantable tradi
cionalismo, que ha dado sentido a su
magna obra. Con el ánimo
firme
y sin quebrarse, podría decirse de él aquello de Ramiro de
Maeztu: «No envidié
punca la agilidad del
pájaro, que vuela
donde quiere, sino el destino del árbol, que muere donde nace». De ascendencia extremeña, al igual que a Donoso Cortés, le
cuadran perfectamente aquellas palabras suyas de que «Vencedor o
vencido, siempre es honrado combatir cuando por buena causa se
pelea; el honor consiste en levantar el guante; sólo Dios decide
(*) Estas páginas fueron leídas en el acto académico necrológico que
la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla organizó el día 11 de
marzo de 1978 en recuerdo del que tantos años fuera profesor de Derecho
Natural
y Filosofía del Derecho en dicha Universidad, don Francisco Elías
de Tejada. En dicho acto intervinieron, junto a don
Juan Vallet
de Goytisolo,
los profesores de la misma· disciplina don Luis
Legaz Lacambra
y don
Ma
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J. F. LORCA NAV AlmETE
después la victoria». Sobre todo no ceder, cuando esa causa es la
Tradición y es. la España misma: «Para los que murieron sin ceder»,
reza
la dedicatoria entrañable de su obra La Monarquía Tradicio
nal (1). Pero no ceder es empresa ardua ante situaciones ásperas de la
vida,
cuando la
actividad política oficial se
torna absurdamente
incomprensible.
Entonces, desde el sentir tradicionalista, surge, co
rriendo parejo con él, su profundísimo bagaje
filosófico-jurídico,
que
en determinados momentos de
·su vida
rindió insensiblemente
loa a una retórica por fuerza sofista. Pero siempre restando «intran
sigentemente»
-en sus tempranas convicciones. <
---escribía en el preliminar de la
segunda edición de su
obra El Franco-Condado Hispánico (2)
y suele ser daño de juventud el afán por graduarse en insolencias».
Hace ahora
cuarenta
y cuatro, mis trece de edad andaban embria
gados por
lecturas desaforadas, estúpidas y liberales, en las que
desboqué en
desmedida
admiración por
los Borbones. Fue entonces
cuando
mi mayor
maestro,
el jesuita Femando de Huidobro Polanco,
jesuita
de los
de
San Ignacio de Loyola, muerto en olor de santidad
y de heroísmo en el frente de Madrid el 11 de abril de 1937, pú
some delante de los ojos
el siguiente trecho de Menéndez y Pelayo:
«Pero por tristes que hubiesen sido los últimos tiempos de Carlos
II,
casi
estoy por
decir que
hubieron de tener
razón para echarlos
de
menos los que en el primer reinado de Felipe V vieron a nuestros ejércitos desalojar, uno tras
otro, los
presidios y fortalezas de
Milán, de Nápoles, de Sicilia y de los Países Bajos, y vieron, sobre todo, con lágrimas de
indignación y de vergüenza, flotar en Me
norca y en Gibraltar el pabellón
de Inglaterra.
¡Jamás vieron so
bre nuestra
raza mayores
afrentas! Generales extranjeros guiaban
siempre nuestros ejércitos,
y una plaga de aventureros, arbitristas,
abates, cortesanas y lacayos franceses, irlandeses e italianos caían
sobre España, como, nube de langosta, para
acabar de
saquear y
empobrecer,
en son de reformar nuestra hacienda y de civilizarnos.
A
cambio de un poco de bienestar material, que sólo se alcanzó
518
(1)
Ed. Rialp, Madrid,
1954.
(2)
Ed. Jurra, Sevilla, 1975.
Fundaci\363n Speiro
ELIAS DE TEJADA Y LAS ASOCIACIONES INTERJ.IEDIAS
después de tres reinados, ¡cuánto padecieron con la nueva dinastía
el carácter y la dignidad nacionales! ¡ Cuánto la lengua! ¡ Cuánto la
genuina cultura española, la tradición del saber de nuestros padres !
¡Cuánto su vieja libertad cristiana,
a!hogada por
Ja centralización
admiuistrativa
!». Así
fue, por el aporte de aquella página del maes
tro en una mañana 1invernal de romienzos de 1930, como yo aprendí
que han sido los Borbooes uno de los dos constantes enemigos de mi
patria española» (3). Anteponiendo a cualquier
afán político
sus
creencias recias tradicionalistas, escribía, según gustaba decir, sin
«intención política, porque político no soy» ( 4), «ni busco apoyos
de
¡iadie, condenándolo
( se refiere a su libro
El Franco-Condado
Hispánico) de antemano a fa conjura del silencio que rodea todas
las
cosas de verdad hispanas» (5). Su vida, empero, fue un conti
nuo ¡peregrinar apasionado, desde la razón de esa verdad hispana, en
pos de la Tradición de sus reyes muertos, en encuentro conmovido
en los cuatro <
-rezo en Dola.
Y,
ccmsciente de
ello, gastaba su fuerte energía
y
su vista fatigada en componer obras como su Nápales Hispánico
(cinco, tomos, 1958-1964), no obstante ser «el Reino de Nápoles
hoy pura ,arqueología e indagar en estudios de la calidad del pre sente es excavar tumbas pobladas de sombras huidizas» ( 6). Por
que, ante todo, lo que importaba era .el testimonio,. su testimonio, en
época de confusionismo,
y de novedades novedosas, en tiempos de
crisis. Así escribía en la páginas preliminares del tomo I de su
Tratado de Filosofía del Derecho (7): «en cualquier caso, la crisis
exige ¡el testimonio; en mi casó el testimonio del empleo que hiciera
de mi vida intelectual. Por eso quiero hacer constar desde estas
palabras preliminares la aspiración de que mi obra, si convenien~
temente
provista de
¡los .análisis históricos
adecuados, quiero sea
afirmado de posturas que, en la medida de mis poquedades, estén
timbradas de novedad. Novedad que, por otra parte, reside en la
(3) op. cit., págs. 13-14.
( 4) Op. cit., pág. 16.
(5)
Op. cit., pág. 16.
(6)
Op. cit., tomo I, Ed. Montejurra, Madrid, 1958, pág. 15.
(7) Universidad de Sevilla, 1974.
519
Fundaci\363n Speiro
i F. LORCA NAVARRETE
fidelidad a las enseñanzas recibidas de mis muertos, de los hispanos de las Españas .áureas ...
» (8).
Vano sería en estas breves páginas intentar siquiera resumir la
doctrina que paso a paso, sin interrupción, ha inspirado las obras del
qne fuera,
hasta el
4 de octubre de 1977, profesor de la Universidad
hispalense
y, desde aquella fecha hasta el día de su muerte, 18 de
febrero de 1978, de la Complutense madrileña. Si
en 4 de octubre
pensábamos que la lejanía no siempre es distancia, ahora, cuando ya
estaban redactadas estas páginas, que el propio profesor Elías de Te
jada conoció en su última estancia en Sevilla en la primera semana
del mes de febrero, sentimos la profunda desazón que produce la
conjugación del verbo de la gratitud
y el afecto, cambiando sus
tiempos de presente en los de pasado. Recortándonos a la materia
que nos pcupa, podríamos citar una serie de escritos a modo de
mojones en que ha ido cristilizando, cuando todavía había que es
perar tanto de su madurez plena, su ideario en este punto. Ideario
que se abre como UJ1a catarata de colores en las páginas de su fun
damental
La Monarqula Tradicional ya citada, y que se continúa, entre
otros trabajos, en
Ab,trakte Freiheit und konkrete Freiheiten (Oslo,
Universitetsforlaget, 1963),
Crmstrucción de la paz y asociaciones
intermedias
(Madrid, Sociedad Española de Filosofía Jurídica y So
cial, 1964), Uberlad abstracta y libertades concretas (Mad-rid, Speiro,
1968)
y tantos otros cuya enumerad6n sería imposible hacer aquí
y que el lector puede ver en ou correspondiente apéndice, de forma
actualizada, en el tomo
II de su Tratado de Filosofla de{ Derecho
(Universidad de"Sevilla, 1977, págs. 721 y sigs.). Por lo que se
refiere, en concreto, al tema del municipio~ ha.y que citar su trabajo
Úl familia y el municipio como b
otros aponentes de la doctrina foral, como su estudio Los Fueros
como sistema de libertades políticas (Ma
¿Qué es el Carlismo? (Madrid, Esce
licer, 1972), en
colaboración con los profesores
Rafael Gambra
y
Francisco Puy.
(8) Op, cit., pág. 8.
520
Fundaci\363n Speiro
ELIAS DE TEJADA Y LAS ASOCIACIONES INTERMEDIAS
En efecto, en La Monarquía Tr
va a decirnos Jo que significa históricamente la Tradición
de las Españas, en qué consisten los Fueros como «sistemas de
libertades concretas», como «barreras protectoras de la acción libre
de cada hombre,> -en palabras que nos traen a la memoria a Magin
Ferrer-, y
al cabo, posibilitaotes de la existencia de las asociacio
nes
iotermedias básicas y
fundamentales que,
desde el hombre al
Estado, pasando por la
familia, el pueblo o municipio, la provincia
y la región, aseguran las libertades concretas en el desarrollo de su
actividad humana
en el
~eno de
la sociedad, En aquella obra, en fin,
el profesor Elías de Tejada
inició el
recorrido del
Decálogo del
T r
,mismo titulo,
aún inédito,
y que redactara en Sevilla en
marzo de 1977.
«Históricamente,
la Tradición de las Españas -escribe--está in
tegrada por
el conjunto de las Tradiciones de cada uno de Jo,¡ pue
blos componentes. O sea, es
Tradición única, pero
variada y multi
forme en sus expresiones sociales e históricas a tenor de la
idea de
los
Fueros.
En la península comprende las tradiciones particulares
de Castilla, de
Galicia, ,de Portugal,
de
las truncadas Euskalerría y
Catalunya, de Andalucía, de Aragón y otras menores» (9). «La pa
labra castellana "fuero" ---explica Elías de Tejada,-viene. de la
latina "forum", nombre del lugar donde se
administraba justicia,
pasando
luego
a significar
las sentencias dictadas
y, más tarde, las
leyes particulares de una ciudad o estamento, hasta que adquiere
la de conjunto de
normas peculiares
por las que se rige
cada uno
de
los pueblos
españoles» (10)
y «cara a la negación de libertades
implícita en los totalitarismos, y cara a
la libertad abstracta engen
drada
por el
89, la Tradición española
alimentó la
realidad
histó
rica de los Fueros como sistemas de libertades históricas concre
tas» ( 11), que inciden en la protección de las sociedades iotermedias,
como se desprende del siguiente
.texto: «Cuando el Estado quedó
(9) La Monaffj_uia Tr(laicional, op, cil., pág. 123.
(10)
Op, cit., págs, 127-128.
(11) op, ,;,., pág. 131.
521
Fundaci\363n Speiro
J. F. WRCA NAVARRETE
solo en medio de la arena política durante los siglos xvm y XIX,
pudo aniquilar al individuo o ser su víctima en la cadena de abso
lutismos y
revoluciones que constituyen lo más memorable de la
historia de las sociedades europeas, y nuestra propia historia, desde
que comenzarnos a
europeizamos en los días
de Felipe V. Faltaba
el juego moderador de las sociedades intermedias, propio de la
Cristiandad medieval y del Derecho público de
las Españas.
Cada una de esas sociedades intermedias -----continúa diciendo
sirve :P"1"" dar a la sociedad general mayor su índole orgánica; po
seen vida particular e
independiente en
sus esferas
respectivas; abar
can al individuo desde que nace hasta ·que muere; el poder supremo
no las
crea, sino
que las reconoce. Algunas provienen directamente
del Derecho natural, como la familia; otras son resultado de la his
toria, como los pueblos. A veces poseen vida
pública, otras
se
recortan en la esfera de
lo privado. En ocasiones se bastan a sí mis
mas, requiriendo apenas tutela y coordinación con las vecinas, como
la diudad; no faltan las que actúan al par del Estado, pero con
superiores miras
y más altoo derechos, cuaJ acontece con la Iglesia
católica. Pero en su conjunto todas gozan de existencia lozanísima
e independiente según ,sus calidades, cumplen sus fines y se hallan
dotadas de poderes que las capacitan para
realizarlos, poderes que
en su conjunto ra:iben -y ihe aquí, en nuestra opinión, el ,recuerdo
de Elías de Tejada al profesor E. Gil Robles~ el nombre de .autar
quía» ( 12).
Lo que perfila, a mayor abundamiento, desde el sendero
sociológico: ·«En contraste con la sociología europea, que acaba
aniquilando tales sociedades intermedias, bien suprimiéndolas, a lo
liberal, o bien incorporándolas
al Estado,
a
lo totalitario, la socio
logía
española: distínguese por
la importancia que concede a las
entidades
o instituciones sociales. Ni omnipotente a.mitrio del Es
tado pesando
sobre ellas, ni inmolación eu aras de la ilusión rous
seauniana del
salvaje aislado; para la sociología de las Españas,
entendidas como eje de la vida colectiva, sirven de módulo para
la acción del hombre concreto,
y, dada su independencia respecto del
Estado, dan en fuente cierta de equilibrio
hum.ano. El
totalitarismo
(12) Op.
Fundaci\363n Speiro
ELIAS DE TEJADA Y LAS ASOCIACIONES INTERMEDIAS
lo reduce todo al Estado, absorbiendo individuo y sociedad; el li
beralismo, al individuo, desconociendo, a la sociedad
y preparan
do
el fío del aparato estatal; la Tradición española busca a través de
la sociedad la armonía del individuo con el Estado» (13).
La pri
mera entre esas comunidades inferiores es la familia, «y al lado de
la familia, las entidades territoriales menores y mayores con su varie
dad riquísima, sus instituciones peculiares, sus. leyes, sus costumbres.
Los Fueros son el instrumento legal para forjar concretamente la
realidad autárquica
de las entidades territoriales mayores, de los
estilos vitales de cada uno de los pueblos de las
Españas» (14).
«Pero
el que cada uno de los pueblos españoles -apostilla Elías
de
Tejada-posea rasgos propios
en leyes, usos, costumbres
y ad
ministracióa, algunos hasta en
lengua
y cultura bien señaladas, no
implica factor de dispersión, antes de la
realización de
la
más per
fecta de las unidades: la unidad eu la
variedad» (15).
De este modo,
«la Tradición
de
las Españas enarbola
la bandera de la libertad ;
pero
sio caer eu el error de fundamentar la libertad sobre la mentira
del hombre
abstracto inexistente,
sino sobre las realidades concre
tas del hombre histórico que
perpetúa una tradición secular. Por
eso no proclama libertad, sino reconoce libertades ; por eso no
abandona al azar de un cerebro construir castillos en el aire de la
divagación ilusionada, sino que se atiene a lo que la historia creó
en los distintos pueblos de las Españas y procura la instauración de
los Fueros como barreras protectoras de la acción de cada hombre.
En
el peusamiento his,pano los Fueros suponen dos cosas: ba
rrera y cauce. Barrera defensora del círculo de acción que a cada
hombre corresponde según el puesto que en la vida social ocupa,
como padre de familia, como profesional, como miembro de un
municipio o de una comarca; y cauce por donde fluye su acción
libre enmarcada jurídicamente en las márgenes de su posición en
el seno de
la vida colectiva. De modo que los, Fueros son garantía
en el uso y evitación para el abusd de la libertad humana» ( 16).
(13) Op. d1., págs. 154-155.
(14)
op. cit., pág. 158.
(15)
Op. cit., pág. 158.
(16)
Op. cit., págs. 147-148.
523
Fundaci\363n Speiro
J. F. WRCANAVARRETE
Aplicaciones concretas de, esta doctrina foral podemos encon
trarlas espigando de
aquí y
de
allá en la obra del profesor Elias de
Tejada. Desde la plataforma cultural de su Centro de Estudios His tóricos y Políticos «General
Zumalacárregub>, ha
ido analizando en
los últimos tiempos las
peculiaridades forales
de las distintas re
giones hispanas. Ya
nos hemos hecho cargo _en otro
lugar de esta
obra de
la
revisión a
que sometiera el pensamiento de Balmes o
de su concepción foral valenciana, a propósito del
pensamiento de
Aparisi
Guijarro. Curiosamente, el último libro que el profesor Elias
de Tejada
vio publicado
-y que
tan entrañablemente dedicara a
quien esto escribe-
es el
que
recoge las
Actas de las Primeras
Jor
nadas
Forales del Señorío de Vizcaya (Bilbao, 5 y 6 de febrero de
1977), y que
lleva por
título
Los Fuerus de Vizcaya (Ed. Jurra,
Sevilla, 1977). En su estudio insertó en dicho volumen
El Señor/o
de Vizcaya y su Fuerr, (17), tras advertir las contradicciones en el
pensamiento de Sabino Arana, y
de haber seguido;
empero, su
dis
currir ideológico, escribe: «Si ello es así, si Sabino
Arana propor
ciona
pruebas incontrastables
de haber consagrado sus afanes a la
restauración del Señorío de Vizcaya, habrá motivos bastantes
para
que, por encima de cuantas discrepancias puedan darse y aparezcan
a
lo largo de
las presentes Jornadas, este carlista a machamartillo
que yo soy profese no ya solamente profnndísimo respeto, sino
además hondísima simpatía, por
el hombre
vizcaíno Sabino
Arana
y Goiri. Y quisiera que estas palabras mías, incluso las del disenti
miento,- se transformasen en vivo ramillete de rosas sobre una tumba
en el cementerio de Sukerrieta; de agrestes rosas recogidas al airón
campesino
de una carlistada mañanera
para cifrar
el
homenaje a
quien
fue radicalmente españolísimo frente al, Madrid afrancesado
de la restauración alfonsina, por más que él mismo se empeñase
tozudarnente en ignorar su radical españolía; homenaje, a sus afanes
por restaurar la Tradición de este
pedazo de
las
Españas que es el
Señorío de
Vizcaya, al que tanto amó por hijo de la carne
y al que
tanto
amo yo con
pasión de
enamorado» (18).
524
(17) Op. cit., págs. 59 y sigs.
(18) op. cit., pág. 63.
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ELIAS DE TEJADA Y LAS ASOCIACIONES INTERMEDIAS
En este sentido, puede decirse que su última preocupación fue
Andalucía. En Sevilla, y durante los días 14 y 15 de mayo de 1977,
organizó las Primeras Jornadas Andaluzas del Reino de Sevilla,
en que leyó su ponencia
«Tradición andaluza
y Tradición del Reino
de
Sevilla», el
día 14 de mayo. Aunque inéditas las conclusiones
y ponencias de dichas Jornadas,
queremoo recoger
por su virtud
clarificadora el texto que antecedía al programa de las mismas,
redactado por el profesor Elías de Tejada: «Cumpliendo sus fines fundacionales, el Centro de Estudios
Históricos y Políticos "General Zwnalacárregui" convoca las
Primeras Jornadas Andaluzas del Reino de Sevilla, en el afán
de puntualizar los problemas andaluces, hoy discutidos, desde
el ángulo de la Tradición de las Españas.
En lo cual conti
núa
la tarea
ya desarrollada en anteriores Jornadas regionales,
habidas en Madrid, Barcelona, Valencia y Bilbao.
Los planteamientos andaluces han adolecido hasta el pre
sente de notorio sello político, lo que ha dado lugar a visiones
parciales según la ideología de los partidos que los abordan. Las presentes Jornadas Andaluzas están desprovistas de
todo matiz político, según la línea cultural de
los trabajos del
Centro
"Zumalacirregu.i" ;
siendo la intención que las anima
estudiar la temática de Andalucía con arreglo a criterios his tóricos, sociológicos y culturales alejados del menor carácter
partidista. Porque no nos
resignamos a
reducir lo
andaluz a
un
esquema de subdesarrollo económico, al estimar que las
cuestiones que a él se refieren ahondan en perspectivas de di
mensiones mucho más amplias.
Esperamos que contribuyan, en
consecuencia, a la clarifi
cación necesaria para poder considerar a Andalucía en
la com
pleja magnitud de una visión total, más allá de recortados
temas circunstanciales tan de moda hoy en día. Nuestro deseo
es que,
a
la conclusión de ellas, puedan es
tablecerse las bases para un diálogo en términos precisos,
desde
los cuales quepa profundizar las ideas sobre las que se
ha de construir la teoría de la Andalucía de nuestro tiempo
en una visión de con.junto desde donde las cuestiones meno
res adquieran el carácter adecuado que supere
las visiones
parciales en que cae todo planteamiento de partido.
Porque Andalucía es
una Tradición que perdura a lo largo
de los siglos, y
solamente en
la magnitud total de los factores
525
Fundaci\363n Speiro
J. F. LORCA NAVARRBTE
que ha forjado en la decantación de cientos de generaciones
el sentido andaluz de la existencia es posible hallar una de
finición de Andalucía.
O sea, apurando los rasgos que perfilan
la- Tradición viva que Andalucía es: patente en lo psicológico,
clara en lo sociológico y discutida en lo político.
Con tales criterios, confiamos en Dios sean fecundas las
Primeras Jornadas Andaluzas del Reino de Sevilla.
En cuanto a su concreta concepción del municipio, podemos de·
ducirla de su trabajo ya citado La familia y el municipio como bases
de la organización poNtíca. En él encontramos, junto a la concepción
tradicional de que «son las familias y los municipios entidades natu
rales, que encuadran la existencia del hombre desde su nacimiento
como ser histórico» (19), una penetración más profunda del tema,
en diálogo con el pensamiento hegeliano, con ansias de trascen
dencia. «Nosotros podemos coincidir
con Hegel
en admitir
--es
cribe--- la noción del hombre como ser concreto; pero nos aparta·
mos de Hegel en que nuestra visión del hombre como ser concreto
es raigadamente metafísica y permanente, consustancial a la esencia
de lo humano, no mero punto despareciente en el proceso del deve
nir
dialéctico del
único y
•hsorbente Espíritu
del Mundo. Para Hegel,
el hombre es pura historia, o sea, im,tante casi anecdótico en la
marcha del Espíritu, incmstado en uno de los peldañoo del devenir
dialéctico; para nosotros, el hombre es metafísica que forzadamente
labra historia, con destino trascendente
y ultimidad metafísica, pero
que siempre hace historia y además hace historia dentro del marco
de quienes le precedieron en
la tarea de efaborar historia antes» (20).
Por ello que «el municipio; como la familia, arrancan de una sola
realidad humana; la condición ineludible de ser el hombre un ser
concreto, de vivir su existencia dentro de un cuadro de valores por
él nunca libérrima.mente bailados, sino con los cuales se topa de
bruces apenas abre
loo ojos
a las luces de
la vida; de que su saber
sociológico le viene de una línea y en un lugar que él no determinó,
empero en los que se encontró situado
por el mero hecho de nacer.
(19) Op. ,it., pág. 36.
(20)
op: cit., págs. 25-26.
526
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EL/AS DE TEJADA Y LAS ASOCIACIONES INTERMEDIAS
Todas las teorías totalitarias de la apoteosis del Estado, igual que
todas las teorías anarquizantes, de la deificación del individuo abs
tracto, quiebran, añicos de cristal de vaso roto, al choque con esta
verdad indiscutible. Sangre
y suelo, familia y municipio, hácennos
ser Jo que somos, nos guste o no nos
guste>> (21). «Las preten
siones
modernas de
destrozarlas son
el reflejo -concluye- de los
afanes de destrucción que animan a las revoluciones. Pero
ambos~
familia y municipio, son más . fuertes que todas las revoluciones
posibles, pues sin ellas el hombre nunca sería aquello que es. Y
un día no lejano, cuando los huracanes de la Gran Revolución que
hoy
desmantelan a
la humanidad pasen más allá de los linderos del
presente, las volveremos a contemplar de pie, enhiestas
y seguras,
tras las noches del actual vandalismo, guardianes firmes de la historia
viva que es la Tradición perenne, ejemplos vivos de la manera en que
los pueblos viven su vida auténtica, indiferentes a los caprichos revo
lucionarios que
sarud-en las
cimas del poder político. La familia
cristiana
y el municipio romano siguen existiendo, mientras caen-a
cada
generación monarquías
y repúblicas, imperios y señoríos. Su
supremacía está en su radical y única autenticidad» (22).
(21) Op. cit., pág. 39.
(22) Op, cit., págs. 41-42.
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