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Número 165-166

Serie XVII

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Discurso de Javier Urcelay [San Fernando 1978]

vida. Pero el cáncer que envenena nuestra sociedad, más que_ la in­
hibición de loo que no son marxistas, es la pasividad de loo católicos.
Ha llegado el tiempo de actuar, afirmó ;
pero no con una acción
solitario, sino unificada, es la minoría la que dirige a la masa,
España necesita
una minoría conquistadora. Minorías que actúen en
todoo los campos y que puedan desarrollar un gran influjo; sólo
hace falta una cosa: ,el con.vencimiento y la acción.
Finalizó el turno de intervenciones don Enrique
Zuleta Alvarez,
argentino
y católico, por tanto hispanista. Afirmó que «por América
llegamos a Es,pa.ña, y sólo desde España podemos pror«:tarnos a
una
comprensión abarcadora de
la peculiaridad que nos caracteriza.
Estamos entonces ante ese ente histórico que Maeztu definió como
la hispa,nidad y que debe ser dedaxado como premisa fundamental
toda vez que un
americano se
refiera a la realidad fundadora de su
existencia». Debemos reflexionar sobre la índole de la crisis actual
desde uoa perspectiva que afirme la vigencia indubitable de la his­
panidad. Dijo que «nuestros pueblos habrán de contar con
la verdad
de
w,a doctrina y la bondad de wia voluntad firme en el obrar
ejemplar; todo
ello bajo

el imperio dulce de la caridad que
prorecta
su sentido trascendente sobre las penurias de una historia que sin
la fe quedaría reducida al sin sentido pagano». ·
Enfatizó

la
necesidad de reactualizar

la tradición hispánica
y
católica para los pueblos hispanoamericanos, concluyendo su inter­
vención

con una vibrante alusión al reencuentro con lo mejor
del
alma de la juventud española, expresado inmejorablemente por Rubén
Dario en los versos que
resonando en

nuestros oidos pusieron fin
a esta reunión:
«Mientras el mundo aliente, mientras la esfera gii-e,
mi.entras la onda cordial aliente un ensueño,
mientras haya una
viva pasión,
un noble empeño,
un
buscado imposible, una imposible hazaña,
una
América oculta
que
hallar; ¡vivirá
España!»
E.M.D.
DISCURSO DE JAVIER URCELAY
Un año más nos reunimos para conmemorar la festividad de San Fernando,
nuestro
Santo pmrón y protector. Un afio mds que tiene, no obstante, algo
que lo singulariza y da

especial
relieve, y es el

hecho de
que éste
puede ser
el úl#mo año que nos reunamos bajo

la
techumbf'e de un Estado
que,
al me­
nos nominalmente, ·sigue siendo, y lo seguirá siendo todavía hasta la apro­
bación
de

la Constitución, confesionalmente
católico.
781
Fundaci\363n Speiro

El mayor infortunio que este desdichado 1978 está a punto de deparar
a los españoles
es la consumación aficial de
la pérdida de nuestra unidad
católica, la que, na
nos cansaremas de repetirlo una y mil veces con Menén­
dez

Pe/ayo, constituía la mayor
riqueza que las españoles poseíamos

como
nación, baJe no sólo

de
nuestra unidad nacional -como se

ve· en estos
días
de

separatismo
a nivel

de
patio de

vecindad-, sino
también de nuestra
identidad

colectiva como- Patria,
como Tradición en marcha, como multi.recu­
lar

empresa en la historia
universal.
De

la mano del Estado- laico
y excéptico han llegado también a España
en estos tiempos
sus l6gicas secuelas:
-La inmoralidad en las costumbres.
- La separación creciente de la Iglesia y el Estado.
- Los
atentados contra

los
der(khos de
la familia a
su ertabilidad y a
la
educación de

sus
hiios.
- El
desconocimiento,

en
suma, de

todos los preceptos del
derecho na­
tural
y, especialmente, del principio de subsidiariedad, acogotado y
asfixiado
por un totalitarismo liberal que no
es sino una etapa lar­
varia,
previa al colectivismo socialista que llegará detrás.
En
este 1978 la Revolución,
tantas veces,
como
inútilmente, denunciada
por Eugenio Vegas en los

mismos
inicias del
Estado-
Nuevo pera oculta

y
subterránea hasta ahora,

ha
salido a la superficie mostrándose en

toda
su
dimensión,

consciente de
la solidez de lar posiciones

conquistadas. Con
ello,
España,
rompeolas hasta ayer

de la cristiandad frente a
los embates
de la
marea revolucionaria, se incorpora plenamente al mundo llamado moderno,
justamente en

el momento en
que éste, ·ya agónica, inicia casi su descompo­
sición.
-Con aquel seismo

social,
cuyo epicentro
estuvo en los
sucesor del
mayo
francés del 68, de
los que este año hemos

cumplido el décimo
aniver­
sario, y cuyas últimas sacudidas probablemente estén por producirse/
can el actual despliegue

diplomático y militar -bajo
formas de
te­
rrorismo
político en Europa y

de
guerrillas en
el
tercer mundo--del
imperialismo
soviético,-
-
con

el debate total
y en todos lw ámbitos ( político, soda/, cultural,
mo-ral y económico) -incluso en los hasta ayer considerados coma
neutros-

planteados merced a la hábil táctica gramsciana del Buro­
comunismo;
-la civilización /Jamada occidental sufre hoy el último a1alto por Parte
de
la Revolución.
La vieja civilización occidental cristiana, surgida en el entorno europeo
de
la predicación apostólica y la Mnversión de la cultura greco-latina, culmi­
nada

en
aquel espléndido siglo
XIII, marcado por la sabiduría del aquinaten.re
y

la
prudencia del
Papa lnocencio, en el
que se
dieron
los dos productos más
genuinos

de la
cristiandad,. las figuras del caballero-y el santo, inmejorable­
mente conjuntadas en

nuestro
santo rey Fernando, el que en las

batallas /le­
vaba una· imagen

de marfil de la
Santísima Virgen

en el
anón de
la
silla de
su cahallo, esa

cristiandad
occidental que fue causa de la más elevada civili~
zación hasta
ahora conocida, toca así ya

hoy a
su fin, victima de problemas
nuevos

a
lot que no se supo encontrar a tiempo la adecuada solución y,
sobre
toda, de las fisuras introducidas

en su edificio, primero por el enfria-
782
Fundaci\363n Speiro

miento del espíritu interno que le daba vida, y luego por /a¡ desviaciones
doctrina/es
del humanismo renacentista, la reforma luterana y sus herederos
liberales
y marxistas.
Vivimos, pues, en un

momento
crucial de
la
hi.storia universal, en

el
que al periclitar una civilización, la occidental, se asiste al dijicil alumbra­
miento

de la
que ha
de
suceder/a. Encruciiada que

tiene, por lo
demás., plan­
teamientos teológicos, puestq que para e.sa nueva civilización solamente

se
presentan dos alternativas: o

la
Ciudad de
Dios, la
Ciudad Católica, o

la
Ciudad de Satanás. El
Principe de

este
mundo, como lúcidamente expuso Maf'cel de

la Bigne
en
su conocido librüo Satanás en la Ciudad, convencido de la mayor eficacia
de su nueva táctica, trata por todos los medio:r de apoderarse de

las nuevas
leyes e instituciones
para usurparlas y convertí/as en

instrumentos suyos.
Su
objetivo,

el
dominio mundial bajo formas de un totalitarismo

ateo,
cada
día más cerca, td ritmo de 50 millones de .seres humanos que caen anuaimente
bajo

la
tirania comunista,

es, sin embargo,
irreai y utópic diahlemente condenado
al fracaso, incluso a pesar de

los Gulags
y los tanques
soviéticos, porque

la naturaleza humana no puede
pisoteares impunemente
por

tiempo indefinido. Asi lo
confirma ese hecho paradójico, contradictorio,
puesto

recientemente de manifiesto
por Ionesco en unas declaraciones publi­
cadas en

el diario
ABC: los paises donde. el marxismo ha desapancido son
precisamente
Rusia, Hungria, Rumania, Checoslovaq_uia ... , naciones en

las
que
a

pesar de sus regímenes comunistas, poco
más queda de las doctrinas de
Marx,

tan propaladas
en la
vieja
Europa, que el oportunismo-de los funcio­
narios

del
Estado y del Par#do, mezclndo con un afán imperialista mal di­
simulado. Por
otra
parte, es indudable que el incremento de

las
relaciones interna­
cionales, los

adelantos de la técnica
y las comunicaciones, determinan tjue la
nueva civilización por hacer sea

necesariamente de ámbito mundial, una
ci­
vilización ecuménica.
Pues

bien, esa civilización
ecuménica será, además, una cristiandad ca­
tólica,

una nueva «Universitas
cristiana» que
llegará de mano de
una nueva
primavera de

la Iglesia
cuyos albores pres-agiaha el gran Pio
XII en medio
de los rigores de
e5te crudo invierno progresista en el

que nos hallamos. Una
nueva
catolicidad alumbrada por

la Iglesia, la
única que por su divino origen,
doctrina
verdadera, su conocimiento profundo de

la
naturaleza humana y

por
su
universalismo misional sin fronteras, puede .ofrecer ta· respuesta integral a
los hombres y las sociedades.
Pero
el

momento que Dios ha querido
que nosotros vivamos

no es
tiempo
de

culminación, sino de interregno, tiempo de tinieblas entre el ocaso
y ese
nuevo y luminoso amanecer en el que esperamos.
Se avecinan, pues, dias dificiles, di.as de apostasia

o
martirio, en los

que
ya no habrá
paraisos fáciles,

si es que
alguna vez
los
hubo, sino caminos
ásperos,
cuesta arriba,· una dura cuaresma de

ceniza y ayuno, como
expresaba
Marlínez
Bande,

que sólo los fuertes de ánimo, de fe
y de voluntad podrán
superar.
Nru es precisa la misma fortaleza y confianza en Dios que tenía San
Fernando: «Teman

a los hombres los
que en
los
hambres confian, que los
que sólo en Dios confian no temen sino

a Dios».
La misma Je y voluntad que es capaz de vencer los imposibles, la de aquel
capitán español
que,

plantado frente a
un inmenso continente poblado con
millones
de

habitantes, con
un puñado de soldados, pega-

fuego a
sus naves
y exclama: «Marchemos, haciendo que la imposibilidad se convierta en suceso
histórico».
783
Fundaci\363n Speiro

Nuestra m1s10n ante esta hora c111cial de la historia es res1s11r, pero no
contra

toda
esperanza, sino, por el contrario, con

fe
en nuestra fe y seg11ridad
en nuestra seguridad, La tarea a la que e.rtamos convocados no es la de salvar
tan

sólo
los reitos del

naufragio, sino, ante
todo, la de preparar, y acelerar
en la medida de
nueitras posibilidades la llegada de

la
civilización ecumé~
nica católica
en que la

Iglesia deposita
sns esperanzas.
Con nuestra Ciuddd Católica más como meta que como nostalgia,

somos
nosotros los
que con nuestro traba¡o y nuestra oración -con una mano rnn.r~
truir el templo y con la otra sostener la espad~ podemos ddelantar el triunfo,
acortando
los días a
este
tiempo de pasión al que la civilización moderna, y
España con ella, se han precipitado. Que

en este final del
mes de mayo, trddicionalmente dedicado a

nuestra
M.adre, la Santísima Virgen que q11iso

en
Fátima alerttlf' n11estra vigilia y
confirmar nue.stra esperanza en esa nueva catolicidad, nos ayude a vivir ya
en
cada uno de

nosotros y-en
nue.rtro círculo de amigos

de la
Ciudad CaJólica
esa nuestra certeza

del reinado
final. y definitivo, personal y social de f esu­
cristo

Rey.
He dicho.
DISCURSO DE PALOMA SANCHEZ
El tritinfo de la minoría
AsistimQs en nuestros dias a una revolución,. lenta y progresiva, que está
transformando todos los

órdenes
de la vida: social, po-litico, religioso

...
Ya
el Re'nacimhmto · cambió -la imagen teocéntrica del mundo, propia de
la
Edad Media, por una visión antropocéntrica que termina en la aposta.ria
inmanentista
de

la
Edad Contemporánea. Las ideas revolucionarias que surgen
en
el
siglo XIV, cuajan

en la
Re11ol11ción Francesa y en todas las revoluciones
de

los
siglos' XIX

y XX.
.
A esta confusión ideológica, que arrastra siglos,

viene a
sumarse en nues­
tros
dias 11n aJeí.rmo · militante que intenta barrer la

idea de Dios,
matar a
Dios, y, como conucuencia, matar al hombre.
Sin
embargo, el

comunismo
fue expulsado de nuestra patria.

Los
e.rpañoles
de hace cuarenta años sNpieron vencerle porque

el
comunismo realizó
un
alaque
frontal
a· una sociedad

como la española, empapada· de
cristianismo hasta
la
médula. Hoy, sin embargo, el problema. se· ha agudizado, un cambio

de
mentalidad
se produce en pocos años, ya

no se
necesitan siglos,
las cabezas
pensante!
pueden mentalizar
a un país gracias a una profunda acción psicológica

de los
medios- de
comunicación social. Por

este
·motivo, el comunismo sabe que sólo
penetrará en nuestro
pais a
través de una minoría· de intelectuales que, -apropiándose de los puestos claves,
difilndan una visión
atea

del
mundo y de la vida. Precisamente porque nunca
ha estado más empeñado que ahora en

hacerse
con el
poder, irá conquistando
no sólo los
cuerpos, sino,

sobre todo,
las almas: se

trata de controlar la
cul­
tura

desde la
Universidad hasta BGB.
No
perseguirá cruentamente a la Iglesia, sino
arrancará la- fe de los co­
razones · haciendo que

·los· mismos
pastores abandonen su rebaño, creando

di­
sensiones, enfrentando · la
base eón la

jerarquía,
cambianda la piedad por la
politica, sustituyendo una· 1.•isión tranic'endente por

otra inmánente, terrenal,
que no piensa en el
mái allá: Ahora bien, ¿cuál es la raíz profunda de una situación que ha llegado a
784
Fundaci\363n Speiro