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Número 175-176

Serie XVIII

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Interpretación tomista de la civilización cristiana

INTERPRETACION TOMISTA DE LA CJ:VILIZACION
CRISTIANA
POR
VICT0RIN0 RoDIÚGUEZ, 0. P.
l. Nociones previas
El Diccionario de la Rea,! Academia Española nos da una noción
bastante precisa de civilizaci6n: "conjunto de ideas, ciencias, artes
y costumbres que
forman y caracterizan el estado social de un pue­
blo o de una raza".
Arnold Toyrrbee, dedicado más bien al esrudio evolutivo de las
civilizaciones, prefiere describirla en su fieri: "acaso pueda consi­
derarse ---dice él-

como un esfuerzo para crear un
estado socia1
en el que toda la humanidad pueda vivir en armonía, y sus miem­
bros como pertenecientes a una sola familia común"
(La Historia,
pág. 40. Bru:celona 1975).
Es obvio
que
el cristianismo o la cristianddtl {si preferimos el
. término más abstracto) constituye una gran civilización en la que se
integran,
debidamente reasumidos e informados, elementos

de otras
civiJb:aciones, y qne condiciona de alguna manera otros sistemas de
-.ida social que han rozado con ella. En rea!lidad, ¿qué ha sido y es
la
evangelización, a

nivel de
humanidad, sino " un

esfuerzo -usando
los términos de
Toynbee-para

crear un estado
social en

el que
toda la
humanidad pueda vivir

en armonía, y sus miembros como
peNenecienres a

una sola
familia común"? ¿Qué mayor hermandad
universal

que la que
predica y se esfuerza en practicar el cristia­
nismo? ¿Qué

mayor principio de armonía
humana que la sabiduría
y el precepto del amor cristianos? Es verdad que Toynbee prefiere
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VICTORJNO RODRJGUEZ, O, P.
distinguir entre civilizaciones y religiones; pero lo cierto es que en
su noción de
civfüzación entra

la
cristiandad, o romo nn
todo o
como parte principal. Baslll fijarse en el concepto que tiene él de
civilización y en el conrepto que tiene Pablo VI de evangclización
(cristianización):. "Evangelizar significa para la ·Iglesia llevar la Bue­
na Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, oon su influjo,
rransformar desde dentro, renovar a la misma hmrwoidad ... La fi­
nalidad de la evangelización es, por consiguiente, este cambio inte·
rior y, si hubiera que resumirlo en una pa[abra, lo mejor sería de­
cir

que la Iglesia evangeliza cuando, por la sola
fuerza divina del
Mensaje

que proclama,
trata de oonvertir al mismo tiempo la con­
ciencia

personal y colectiva de los hombres,
la actividad
en la que
ellos
están comprometidos, su

vida
y ambiente concretos" (Exhor­
tación Apostólica Evange/ii numilWldi, núm. 18).
Entonces, la civilización cristiana (permitiéndonos ya conjugar
ambos términos) ¿qué es como civilización y como cristiana.? ¿Cómo
se origina y toma cuerpo? ¿ Para qué es y cómo evoluciona.? ¿Qué ,
valor ti'ene?
A eso quiere l'esponder la interpretación tmni,ta. No es que
Santo Tomás o alg6n tomista postetior se hayan propuesto haoer una
filosofía o una teología de la civilización. Pero Santo Tomás y los
tomist sí han pensado m""'1o en el origen, naturaleza, evolución
e
interaa:ión de las ideas, y de los sentimiento.s, ele las ciencias y de
las artes,

de
las virtudes y de los vicios, de la sociedad y de las ins­
tituciones; disremien:m. fo necesario de lo cootigente en ~a vida
del hombre y de la sociedad, lo natural de lo sobrenatural; intentllron
ver

la
conexión de las leyes Íntetlllls del desarrollo con los hilos de
la Providencia. Es deéir, que se han preocup,do exrensa y profun­
damente del anMisis de los contenidos que integran la noción acadé­
mica de civfüzación. Gabe, pues, buscar la interpretación tomislll de
la civilización cristiana lo mismo que cabe buscar la interprelllción
de la filosofía cristiana, del arte cristiano, de la perfección. cristia­
na, del sentido trascendente de la vida y de la historia, del hombre
en su devenir social.
126
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INTERPRET ACION TOMISTA DE LA CIVILIZACION CRISTIANA
11. Necesidad de una inter,pretación tomista de la civilización
La actual civilización cristiana occidental está sufriendo una cri:.
sis de conciencia en la propia evaluación. Se edha de menos nna
valonación en

profundidad del
sujero de la historia y de la civili­
zación,
que

es
el hombre en sociedad. No se .coordinan debidamente
los
dos
factores del dinamismo civilizador, que son la tradición y
la iniciativa, la herencia cultnral y el genio
creador. Un
morboso
naturalismo desacrali:aador, por

lo demás,
está desfigurando
la
ima­
gen del homo Dei (Cf. I Tim. 6, 11; II Tim. 3, 17; Efesios 4, 24)
y de la civitas Dei (Gf. Sa1mo 47, 2; 86, 3; y piénsese en la obra de
San
Agustín bajo

el mismo título).
Concretamente en nuestra pa­
tria vuelve a sonar la jerga liberal laicista del hombre y de la liber­
tad, herencia del paganismo precristiano o producto. espontáneo de
un ambiente desmoralizado y agnóstico: el homo, saora res (de Sé­
neca) y lo de peri pantos ten eleutherian ( de los políticos griegos).
Hace bien poco (30-3-1979), en el Congreso de Diputados, el por­
tavoz de

Unión de Centro Democrátiro no
se sonrojó al responder
a! representante

de Unión Nacional (que
había afirmado que la
moral obliga Jo mismo a los hombre que a los pueblos): "Sincera­
mente, Señor Piñar, en
fa democnacia liberal no existen los valores
morales"' (referencia
de

prensa). Pues bien, si
la nueva edificación
democrática de España sigue ese criterio, la civilización cristiana
está amenazada en nuestra pueblo; no por los bárbanos, romo en el
siglo v, sino ah intrinseco, como en el siglo VIII. -Que "si Yavé no
edifica la casa, en vano trabajan los que la ronstruyen" (Stdmo
126, 1).
El
actnal Papa
Juan Pablo II
ha apuntado cerreramente al prin­
cipal
fallo de la civilización actual.. Merece la pena oü,le ya, porque
será el principal punto de vism que vamos a tener en cuenta en este
trabajo, en plena. coincidencia con el
pensamiento tomista.
"Quizás una de i!as más vistosas debüidade, de la cwil,hadl,n
actual-esté en una inadecuada visi6n del hombre. La nuestra es, sin
duda, la época en que más se ha escrito y hablado sobre el hombre,
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VICTORJNO RODRJGUEZ, O, P.
la época de los humanismos y del anoopocenttismo. Sin embargo,
paradójicamente,
es también la época de las más hondas angus­
tias

del
hombre respecto de su identidad y destino, del rebajamien­
to del hombre a ni'V6les antes insospoohados, época de wrlores hu­
manos
conculcados como jamás lo fueron antes.
¿Cómo se explica esa paradoja? Podemos decir que es la para·
doja inexoral,Je del h"""'11 putado de una dimensión esencial de su ser ......,¡ absoluto-y
puesto así, frente a la peor reducción del mismo ser. La consti­
tución pastoral Gm«lium et spes (núm. 22) toca el fondo deil pro­
blema cuando dice: El misterio del hombre sólo se esclarece en
el misterio del Verbo encamado" (Discurro en Puebla de los An­
geles, 28-1-1979),
En redba posterior dirá que "en Cristo y por Cristo, Dios se
ha revelado plenamente a ,[a humanidad y se ha acercado definiti­
vamente a

ella
y, al mismo tiempo, en Cristo y por Cristo, el hom­
bre ha conseguido plena conciencia de su dignidad, de su ele­
vación, del
valot transcendental de la propia humanidad, del sen­
tido de su existencia" (Enddica Retiemptot' homi,¡¡;s, núm. 11).
"El progreso de la técnica y el desarrollo de la llWÜizal»6n de nues­
tro tiempo ~insistirá más adelante--, que está marcado por· el
dominio
de
la técnica, exigen · uh desarrollo proporcional de la
moral
y de la ética" (lbfdem, núm. 15). "El sentido esencial de
esta realleza ly de este dominio del hombre sobre el mundo visible,
asignado a él como cometido por el mismo Creador,
consiste en
la prioridad de la é#ca robre la /Acnica, en el primado de la f,er·
sana sobre las cosas, en la s~ del espíritu sobre la ·ma,.
teria" {Ibfdem, núm. 16). "Demasiado frecuentemente se confunde
la
h'bertad con eil instioto
del
intetés -individual
o
colectivo-,
o

incluso
con el instinto de lucha y de dominio, cualesquiera sean
los colotes ideológicos que revisten" (lbfdem, núm. 16).
M oouparnos, pues, de la interpretación tomista de la civHi­
zación
cristiana,

no pretendemos
soilamente describirla en

su
gé­
nesis, evolución y motivación'es, sirio también en su normativa éti­
co-teológica.
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Fundaci\363n Speiro

INTERPREI'ACION TOMISTA DE LA CIVIUZACION CRISTIANA
UL Conceptos afines al de civilización
En las nociones ofrecidas por el Diccionario de la Real Acade·
mia
y por el señor Toynbee, que doy por buenas, resalta el carác­
ter social de

la
cwilizad6n. La misma .raíz · del término ( civis --> ci­
vil--> civiliza,---> civilizaci6n) connota ese carácter social, si bieo
el sentido usual del término ha .desbordado el áznbito de la ciudad
y del ciudadano en cuanto tal. De alú que resulte diminuta la
noción que da Bagby de la civilización: "la clase de rultura que
se
da eo
las ciudades" (Cttlt11re and · History, pág. 84. Londres
1958).
Precisamente la mayor universalidad social

(urbana o rural)
y de contenido ( ciencias, artes, costwnbtés, técnica, industria, me­
dios

de comunicación, etc.) hace diferir a
la civilización de otros
conceptos afines
más reducidos, como son la rultura, la educa·
ción, humanización, ideología.
También es

verdad que no siem·
pre el
término civilización se

usa o se entiende en toda la amplitud
que le da el Diccionario de la Real Academia, y que yo asnmo
aqul.
No

ratameote
la cwüizaci6n evoca el progreso técnico, el
desatrollo
industrial, modas y modos de comportamiento social re­
finado,

medios de
romunicadón1 organización política; es decir,
no se
toma como un todo respecto de los demás conceptos aludidos,
sino
como un factor más eotre los que integran la perfección de
la comunidad humana.
a) El concepto de cul111ra, en el sentido de formación humana
(pues originariamente se refería
al cultivo del campo o agri-arl­
tura),

ha tenido la misma amplitud que el de civilización.
La defi.
nición que daba de ella Donar
sirve pata la civilización

de que
hemos hablado: "cultura est perfectio natura e
huroanae socialiter
possessa"
(Ethica Genertdis, pág. 52). Lo mismo habtía que decir
de
la noción que daba Bagby: • conjunto de reglas internas y exter·
nas de

conducta de los miembtos de una sociedad, excluyendo
las
que son clatamente hereditarias en su origen" (Obt-a citada, pági­
na

84). Pero el uso ha reducido el contenido del término:
La rul­
tura

se
refiere más

bien a
la formación intelectual de los hombres,
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VICTORINO RODRIGUEZ, O. P.
a sus objetivaciones oociales y medios de adquirirla. Se llama per­
sona
culta a la que tiene muchos conocimientos; se entiende por
bienes
de
cultura las bibliotecas, las universidades, etc. Así la de­
fine
también d Diccionario de la Real Academia: "Resultado o
efecto de

cultivar los
conocimientos humanos y de afinarse por
medio del

ejercicio
las facultades intelectua'les del hombre". Es
claro que, osl entendida, la culru:ra es uno de los factores inregran­
tes
más

valiosos de la
civilización en

su sentido
más amplio.
b) La educación (del latín e-ducere, sacar, exttaer), por una
parte amplía la idea de cultura, al abarcar, además de la formación
intelectual la

formación moral
y física (deporre), y· hasta 'los mo­
dos
de

cortesía o buena crianza; pero, por otta
parte, la reduce

al
concretarse en el desarrollo de las facultades de los niños y de
los jóvenes. Su etimología
responde maravillosamente

bien
al mé­
todo
de aquel prototipo de educador que fue Sócrates, el hijo del
escultor Sofroniso y de la partera Fen:í:retes, que ,eyudaba a los
alumnos
a fomnarse o modelarse intelectua'lmenre aiyudándoles a
alumbrar sus propias ideas.
e) El término ideología (puesto en circulación en Francia a
finales
del siglo
XVIII y principios del siglo XIX) es de conrenido
aún más reducido a la vez que ambiguo. En su acepción más
originaria significaba, de acuerdo con su etimología, tratado de
las ideas o teoría del conocimiento. Pronto tomó sentido peyora­ tivo. Napoleón Bonaparte llamaba despectivamente "ideólogos" a
los filósofos espiritualistas,
Hber,a!es y anticlericales de sú tiempo,
considerados como ilusos o utópicos (Cf. G. Fraile
- T, Urdanol:,
Hitmía de la Filosofía, IU, pág. 952; IV pág. 605). Más tarde
Carlos
Man<: contrapondrá a "la ideologla alemana" (idealista) la
"praxis" realista de su sistema. Aparte de este sentido restrictivo,
el término vino a significar lo mismo que ideario o conjunto de
ideas que caracterizan a un autor, a- una escuela o a una sociedad.
Más que una sama de ideas -o conocimientos se refiere a unos há­
bitos o mentalidad. En este sentido el cristianismo también es o,
Illás 'bien, contiene una ideología.
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Fundaci\363n Speiro

INTERJ'RETACION TOMISTA DE LA CIVIUZACION CRJSTIANA
d) Sobre el humanismlJ no resulta fácil hablar en singular
sin con.fusión, al menos cuando se trata de emitir un juicio de
valor. Si nos atenemos a la etimología, la atención .v,,. a lo h"""""'
y, en definitiva, al hombre. El lema clásico del humanista es la
máxima de Tetencio: homo sum, hfl11Ulni nil " me alienum puto.
Fuese por el antropocentrismo de la filosofía kantiana, o fuese
por la
pseudoliberación niettSdhe-feuecbadhana del

hombre
frente a
Dios,

o por
fa autosuficiencia tecnológica del hombre modecno, o
por la atención que prestó al hombre el Omcilio Vaticano II, o
por todo ello junto y otros motivos
más, lo cierto es "que oo hay
en
el mundo ningún progcama en el que, incluso
sobre la
piara­
forma de

ideologías
opues1¡as acerca

de la concepción
del mundo,
no

se ponga siempre en primer plano al hombre"
Quan Pablo
II,
RedempttJ, hominis, 17). Todo humanista reconoce la digoidad sin­
gular del hombre y pretende promovet la humanii,a,;ión de la · vida,
de
las costumbres, del

ambiente,
de [a historia; pero la concreción
del
modo depende del concepto que se tenga del hombre, de la
sociedad y

de
sus relaciones
con Dios. Por eso difieren fundamen­
mlm.ente, verbigracia, el humanismo cristiano y el humanismo mar­
xista, el humanismo tecnológico y el humanismo espiritualista. Pres­
cindiendo, pues,

de
estas diferencias,
que son, desde luego,
sustan­
ciales, el humanismo o fa humanización equivale a civilización, a
no ser que de lo humano se excluya el factor sobrenatural y teo­
lógico (sobrehumano) o incluso. el técnico
("inhumano"'), en

cuyo
caso el humanismo sería una parte de la civilización en el sentido
más amplio, ral como la entendemos en este traba jo.
e) La interpretación filosófico-teológica de la civilización, en la
que vamos a entrar, tiene también mucho que ver con 1a filosofía
y la teología de la his1oria, que abarca todo el dinamismo de la hu­
manidad, progcesando o
rettocediendo. Si
el
hombre es el suj,eto y
el agente de lra Historia, quizá se pueda decir que la civilización o
humanización (que no es lo mismo que 1a "hominización" del evo­
lucionismo teilhardiano) constituye el hilo conductor de la misma.
"¿La Historia romo último proceso de lo que podríamos llamar hu-
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VICTORJNO RODRJGUEZ, O. P.
manización del hombre?". La pregunta. es de don Claudio Sánchez
Albornoz,
a la que responde afirmativamente en el excel!'llte attí­
culo El sentida de la Historia Unwersál ( en "Los domingos de ABC"
2 y 9-12-1973), no obstante su acento liberal y el uso abusivo del
término "creación" al respecto. "El

hombre
-dice él-ha tenido
Historia por
haber gozado de libre ai.bedrío con que la Providencia
le

dotó. Pero,.
como he didho y repetido, la libertad es a la vez la
hazaña de la historia'" (pág. 10. Ya veremos hasta qué punto esto
segundo es
cierto). "Yo me atrevo a ver en él (el proceso histórico)
el
último
acto de la creación divina de!! universo. Dios coloca en
éste
al hocnbre, le otorga libertad de albedrío, pero no le abandona
por ente.ro a su puro capricho. Con revelaciones misteriosas, con
generosas concesiones de excraordinatias capacidades mentales o de
extraordinacias voluntades

a
hombres por ella escogidos I' con tími­
dos
y nada frecuentes golpes de timón, se permite intetferitse en
la
cqntinua aunque zigzagueante actividad creacional

del Hombre
con
mayúscula •..

Tal
.evolución no
habría podido iniciatse ni
luego
rea!izacse
sin el primitivo soplo divinal que puso al hombre sobre
la tierra y le dotó de inteligencia y de libertad, divinas mercedes
que le han permitido avanzar en el
curso de
los siglos
y, por ende,
ser
el único sujeto de la Historia" (pág. 4).
Pero no es
lo mismo la Historia que la civilización. La Historia,
en el sentido objetivo de
correlacción de

acontecimientos humanos,
avanza inexorablemente, como el tiempo, entre éxitos
y calamidades,
pero
sin dietenerse mientras exista la humanidad. La civi4ización, en
cambio, experimenta
progresos, retrocesos

y co1apsos. Y la Historia,
en
el sentido subjetivo de estudio de los acontecimientos humanos,
es parte de la civilización
cultural: uno
de los cultivos
racionales de
la memoria.
Ahora bien, siendo
la civilización un ingrediente relevante de
la vida de la humanidad -de la Historia-, la interpretación filo-,
sófico-teológica
de la civilización ha de afectar y condicionat en
gran maneta a la
.filosofía 'Y a la teología de la Historia._ El homo
historicus se concteta en gran parte en el hrmw cwilis. Ello me
pacece obvio.
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INTERPREI'ACION TOMISTA DE LA CIVILJZACION CRJSTIANA
fV. La civilización como "perfectio secunda" del hombre
La civilización, lo mismo que la cultura, la educación, las ideo­
logías, y el humanismo son realidades adjetivas del hombre, de sig­
no positivo o perfectivas. 1l1 hombre no es cultura, no
es civiliza­
ción,

como
tampoco es historia; tiene (o puede tener) culturo, civi­
lización, historia; es decir,
el 'hombre no se hace o autoconstituye
en
tal ( el ser hombre con tal individualidad personal psico-somática
le es dado por Dios y los propios padres), pero sí se cultiva (o
puede
cultivarse), se civiliza, hace Historia.
Esta realización perfec­
tiva

se origina en
el ámbito personal, y, como el hombre es natural­
mente socia1,J,e y vive normalmente en sociedad, su autofo.rmaci6n
.se proyecta en la sociedad, deviene cultura social, civilización. Cul­
tura y civilización que revertirán de la sociedad a'1 individuo, sin­
gularmente al

individuo que vendrá de nuevo a
la vida en pura
capacidad de cultura y de civilización, t decían
los antiguos, aunque sea con infinidad de predesposiciones
genéticas.
En clave tomista diríamos, pues, que no se trata de la perfección
p,-imera (substancial), sino de 'la perfección seg,mda (accidental, ad­
jetiva)
del
,hombre, que

es
la operación, sus resultados inmanentes
y

sus productos
sociales. "Hay
una doble perfección
-dice Santo
Tomás-: la primera y la segunda. La perfección primera es por la
que una cosa se constituye en su substancia, y es la forma del todo,
integrado de
partes. La perfección segunda es el fin, que es la ope­
ración o
algo que se logra con la operación ... La perfección pri­
merara es

causa de
la segunda, ya que la forma es el principio de
la operación"
(S#ma Te{J/ógiet>, I, 73, l. Cf. también I, 6, 3;
105, 5; I-H, 3, 2; III, 27, 5 al 2; 29, 2; De V eriktte, 1, 10, ad 3
in contrarium; In II De C{JeW et mmtdo, lect. 4, núm. 334).
La perfección primera es 'la naturaleza individuada y personal
del hombre con su
propio existir,

es
la persona, sujeto de 3a histo­
ria y artífice de la civilización. m hom.bre no se .~ o autotrealiza
ónticamenre; realiza en

sí y en
su medio infinidad de perfecciones
segundas, que
concretaremos muy pronto como integranres de la
Fundaci\363n Speiro

VICTORJNO RODRJGUEZ, O. P.
civilización. Como di.ce el gran filósofo tomista O. N. Derisi, "el
hombre. se eoruentra en su circunstancia geográfica e histórica, sin
que se
ha.ya autoelegido en su ser ni tampoco haya elegido ni causado
el ser de las cosas, en. que se encuentra. m ter propio y el de las
cosas natu.talles son anretiores al dominio de la intelección y de Is
libertad" (Stmto Tomá! de Aquino y la fil Totalmente distinta y opuesta es la concepción marxista. Para
Carlos Man: el "realizarse" (término ingenuamente divu¼gado en los
medios

católicos novedosos) tienen sentido
esencial u
originario:
"el rota[ de lo que se llama histotia del mundo no es más que la
creación del hombre por el trabajo humano y el surgimiento de la
nattwilem para el hombre; éste tiene, pues, la prueba evidente e
irrefutable· de su ,mtot!readón, de .sus propios origenes" (Man#!critos
econ6mico-fi/cs6ficos,
ed. F.C. E., págs. 147-148). Es decir, para él
la
_peJ"fecci6n segunda

es causa de
la operación

primera: la esencia
del
hombre resulta de su trBJbajo, de la "praxis".
La pe,fec#o ,ec,md,,, a la que se reduce la civilización, no sólo
admite,. sino que exige o postula un doble ámbito, como scabamos
de

indicar: el individual o
personal y el dvico o socia,!. La perfección
personal
se realiza, a su vez, a distintos niv telectnai, moral,

artístico,
técoi.co; y en distintos órdenes: natural
y sobrenatural, adquitido y gratuito, temporal y etetno. La perfec­
ción social tiene, por su parte, una reaiización temporal y otra es­
piritual. San Pablo, por ejemplo, que apelaba a su. condición de
ciudadano romano
(Hechos, 22, 25-28), no olvid:rba que era ciuda­
dano del cielo
(Efesios, 2, 19).
V. Interpretación de la oivHizaclón como conju,nto de hábitoe
La civilización, como perfección segunda más o menos estable
del hombre, a la que propende naturalmente por ley metafísica
(unumqúodqae est p,-opter ,_,. operationem), resulta de la inte­
gración
armónica

de todos los
hábitos y dioposiciones habituales
que configuran el modo de ser del hombre y de la sociedad, efecto
de su obtar ordenado, y consiguiente capacitación para un com-
Fundaci\363n Speiro

INTERPRF:TACION TOMISTA DE LA CIVILIZACION CRISTIANA
portamiento digno y dignificante de la persona: ciencia, virtud,
arte, técnica, lenguaje, reflej'os motores; costumbres, instituciones,
dútninio del medio ambiente.
En realidad, el hábito, como efecto de un obrar ordenado y per­
severante, a la vez que es una condensación perfectiva del pasado,
importa
una

supercapacitación para el obrar
fururo; es
el
punto de
convergencia entre la tradición y el progreso. Todo ello proyectado
más en

su
realidad antropológica
inmanente
(modo de ser .de la
vida humana social) que en sus objetivaciones y efectos extrínsecos
(instituciones, productos
técnicos, industrias, etc.).
Como escribe Ramírez, "los hábitos contienen en sí toda la vida
humana, esto es, la
pasada, la presente y :la fututa. La ptMada, porque
por los actos se producen
los hábitos y por eso

todos !os actos
pa­
sados están como conservados en el hábito engendrado, _que viene
a ser como un condensadot o acumulador de toda la actividad hu"
mana

pasada.
La presente, porque el hábito es atlgo que se usa cuan­
do se quiere,
y así ofrece a mano la octividad humana. La futura,
porque el hábito existente prorrumpe pronta, constante y placente­
ramente en actos más pe.rfecos, que, a su vez, corroboran y aumen­
tan los propios hábitos~ que de este modo contienen, como en su
fuente, toda la
perfectabilidad y evdlución humaoa. Los actos de
las virtudes ,y de la ciencia, que son transeúntes, no se pierden ni
desaparecen, sino que permanecen en la subconsciencia, en
,el há­
bito que engendran. Así, toda hrunana actividad, toda energía psi­
cológica y
rnot~l del
hombre se encuentra condensada en los hábi­
tos... que son como un tesoro de toda la octividad humana, que im­
plican a la vez tradición y progreso" (De habitibus in com,,,,,,,;, I,
págs. 5-6.
lldición de

Victorino Rodríguez, O. P. Madrid,
C. S. I. C.,
1973).
En el sistema aristotélico-tomista, el hábito-cualidad, que es el
modo de ser o de haberse el hombre en sí y en su obrar, remota­
mente semejante al hábito-vestido; es de una enorme trascendencia.
La definición más general de hábito ( en latín habitus, del verbo
habere en su uso reflexivo de haberse, en contraposición al habere
activo o relación de simple tener) es la que expone Santo Tomils en
la Suma

Teológica, I-II,
49, 1-4; y que Ram/irez sintetiza en estos
535
Fundaci\363n Speiro

VICTOJUNO RODJUGUEZ, O, P.
términos p,ecisos: qlkZl#as p..-se stabiUs q11<1 subiectum befle vel
mak se habet m emmdo vel operando, esto es: "una. cualidad de
suyo estable por la que el sujeto se eoouent:m bien o 1Illll en el ser
o

en
el obrar" (Op. cit., pág. 117).
Se trata de una clkZlidad. No es una realidad substantiva, sino ad-'
yacente,

accidentaria;
DO es una perfeC#O fl<'Í'md, sino una p..-fecti,o
secmzda
sobreañadida, sea coogénita o adquirida, que es la más co·
rriente,

al menos
tratándose de hábitos operativos.
Tampoco

es reducible
al género accidental

de la cantidad, pues
ésta es
siempte material, mientras que

la mayoría de los
hábitos
(ciencias, artes, virtudes) son de

orden
espiritual. Siendo
propio de
la cualidad el modificar o determinar las substancias
haciéndolas
semejantes

o desemejantes
(0. Suma Teo-16gica I, 4, 3, y I-ll, 49, 1),
es
cla,,:o que

los
hábitos (ciencia, virtud; arte, salud, belleza, etc.)
son accidentes

de este género, puesto que a
ellos se debe que las
pe1sonas resulten

o no semejantes eo el
saber, en el comportarse,
en el estar ... ),, Por eso, al. querer identificar la calidad de ·una per·
sona (quaü.r s#), la pregunta se refiere a sus hábitos; sabia o igno­
rante, virtuosa o viciosa,_ sana o enferma.
Se trata, además, de una cualidad estable, bien sea por propia
condici¡Sn
(per ,e, y entonces es Mbito estrictamente dicho, como
son las ciencias, cuyas demostraciones son definitivas, y las virtudes
infusas, cuya
causa

es
indefectible), o
por fuerza de
la costumbre (en
cuyo

caso
se trata más bien de disposiciones habituales).
Califica
bien a mal al sujeto, porque le afecta eo orden a su fin
propio
o

perfectivo, de donde se
toma el critero de bondad y mal.dad
Al

añadir
h, essend-o vel operanda se ex¡ilicitan los dos modos
fundametales

de hábitos: los
entitativos, que afectan al modo de ser
del sujeto (sano-enfermo,

bello-feo,
fuerte--débil, con tal o cual pre­
disposición

constitucional) y los operativos, que
afectan a las facul­
tades
de

conocimiento· o
afección, vegetativas

o motoras.
Básteoos
ahora

esta
chirificaci6n del término "hábito" en el sistema tomista.
, Antes

aludía a la doble
significación del

verbo
habere, del que
procede el
sustantivo habitus: el habere activo (tener) y el habere
reflexivo (haberse, modo de ser o de estar). Parece que esta distinción
tomista DO ha sido suficientemeote comprendida por los lectores
536
Fundaci\363n Speiro

INTERPRETACION TOMISTA DE LA CIVIUZACION CRJSTIANA
más o menos ajenos al sistema. Gabriel Marct!I, por ejemplo, que
tanto
énfasis puso en la distinción entre ser y tener, no oreo que se
hubiese

adentrado en
la citada cuestión 49 de la 1-ll de la Suma
Teológica. De lo contrario no hubiese diclio que la noción de tener
es "casi inelucidable" (Etre et avoir, pág. 218). Con dependencia o
no de
la dilucidación tomista, el tema ha entrado de lleno en la ac­
tual antropología aristiana, y el Magisterio eclesiástico lo ha subra­
yado debidamente (Cf. Pablo VI, Alocución al Cuerpo Diplomático,
7-1-1965, en "Ecclesia", núm. 1228, pág. 10; Concilio Vaticano II,
Constitución pa,toral "Gaudlum et spes", núm. 35; Juan Pablo II,
Encíclic., "Redemptor homims", núm 16).
Ahora bien, estos modos de haberse el hombre no todos tienen
igual proyección social ni contribuyen
por igual a la constitución
de
la civilizatión. Es, por ejemplo, más social la justicia (que es
siempre
ad alterum) que la templanza; más la prudencia política
que
la prudencia personal; más la matemática aplicada y la técnica
que la gnoseología; más el arte de hablar que
la costumbre de afei­
tarse o tos reflejos de natación; etc. Peró más o menos remotamente
y de forma más o menos indirecta, todos los hábitos, habilidades y
d.isposiciones personales inciden en 'º social, y, consiguientemente,
en
la civilización, máxime si la tomamos, antes como realización an­
tropológica (modo de ser), que como relación de dominio sobre las
cosas
(tener).
En este concepto tomista de la civilización no entran directa·
mente las disposiciones viciosas o aberrantes, personales o colectivas
(propias de la "ciudad terrena"), que, lejos de civilizar o dignificat
al hombre (edificar la "Ciudad de Dios"),
lo degeneran y desper­
sonalizan.
rampoco se insiste en la persona y en su dignidad nativa ni en
el hecho dado de su libertad, porque todo eso, tan valioso ontoló­
gicamente, es el presupuesto de la cwilizaci6n, no la civilización
misma ni resultado de ella. El ser persona y el ser libre ni se ad­
quiere ni se pierde: se es sencillamente. La civilización se refiere
a
la pe,fectio secunda, propiamente humana, adquirida o recibida
por e'l hombre y la sociedad en el ejercicio de la responsabilidad.
Parte de esa perfección adquirida es justamente el reconocimiento
537
Fundaci\363n Speiro

VICTORINO RODRIGUEZ, O, P.
ck_ fa dignidad, de la libertad y de la responsabilidad del hombre_
Reconocimiento, no adquisición,
en

orden a obrar dignamente, a
ejercer la

libertad con responsabilidad.
Ahí empiezan los valores
propiamente
humanos. "En nuestro tiempo - Juan Pablo II-se consideraba a veces erróneamente que la li,
bertad es fin en sí misma, que rodo hombre es libre cuando usa de
ella cotoo quiere, que a esto hay que tender en la vida de los indi­
viduos y de las sociedacks. La libertad, en cambio, es un don grande
sólo cuando sabemos usarla responsablemente para rodo lo que es
verdadero bien" (Redemptor hom;,,,;.,, núm. 21, & 5).
La civllizoción - la sociedad, a .distintos niveles de intetioridad, en distintos ór­
denes,
y con diversa consistencia, segón la consistencia de sus mo­
tivaciones y la continuidad de los actos que la engendtan y desa­
rrollan. Detengámonos un momento en este aspecto.
VI. El hombre y la sociedad, sujeto de la civilización
_Cuando

Santo Tomás se
cuestiona sobre la razón de ser o nece­
sidad

de
los hábitos (Stlmá T eol6gka, I-II, 49, 4), señala tres con­
diciones fundamentales para que algo o dgnien sea

sujeto de
há­
bito, es decir, para qne necesite de él para logtar su pe,fectfo se­
cunda:
Primera, qne sea un ser potencial, no plenamente actualizado.
"De ahí que si hay algo en cuya -natural= no hay composición de
potencia y acto, y cuya substancia se identiifica con la operación y
no se ordena a otra cosa, en él no hay lugat para el hábito o dis­
posición, como es el caso de Dios".
Segunda, que el sujeto potencial esté abierto a múltiples deter­
minacfones
para diversas cosas (possit plflfibus '1Uldis determina­
,;, et
,ad dwersa), porque si un sujeto está en potencia para una
determinada perfección

a
alcanzar de un solo modo, en realidad
no necesi1'l de hábito determinante del modo; bas1'l la simple ac­
tuación existencial de la forma a la que está cranscendentalmente
ordenado.
538
Fundaci\363n Speiro

INTERPRETACION TOMISTA DE LA CIVIUZACION CRISTIANA
Tercera, que a la disposición o modificación habitual del sujeto
concurran diversos facro,es diversamente integrables para la per­
fección del mismo. "Por eso llamamos disposiciones o hábitos a la
salud, a
la belleza y cosas así, que importan cierta conmensuración
de
muchos faetores

que pueden
estructw:arse de
distintos modos".·
Ahora bien, es indudable que
el hombre, lo mismo en su vida
individual que obrando en sociedad,
cumple estas
tres condiciones
y necesita, por tanto, de diversos hábitos para lograr su perfección.
Está efectivamente abierto (en potencia) a infinidad de determina­ ciones cualitativas de orden entitativo, como son las predisposi­
ciones genéticas,
la salud, la enfermedad, la belleza, la malforma­
ción,
la ¡Jracia santificante o la falta de ella tras el pecado original
o
los pecados

personales.
Está aún más abierto a infinidlld de derer­
minaciones

en su actividad racional y libre
por parce de las facul­
tades superiores de inteligencia y voluntad y en sus variadas parti­
cipa.dones en las facultades inferiores sensitivas, apetitivas y mo­
toras: todo el ámbito de las ciencias, de Jru, artes y de las técnicas;
todo
el dinamismo libre de las virtudes y de los vicios; el amplio
mundo de la imaginación creadora o
perrur'badora, de la memoria
disciplinada,

de
ios instintos y de las pasiones educados o desbor­
dados, de los automatismos motores controlados
Qhábitos de
andar
o de conducir, de pulsar un instrumento o de hablar, de
escribir o
de

manejar una herramienta, etc.). En
el orden
de la gracia, las vir­
tudes
teologales y los dones del Espíritu Santo amplían hasta el in­
finito
el área de la actividad del esplritu humano. Si es verdad
que
el hombre es quodam11Z1Jdo ,omma {Santo Tomás, Suma Teo/6-
gica, I, 96, 2; In III De anima, lec. 13, núms. 788-790) en potencia,
esta potenciailidad se va realizando, se va haciendo act0 por. esa va­
riedad de hábitos entitativos y operativos. Santo Tomás dedicó la
amplia cuestión 50 de la
Prima Secundae al sujeto de los hábitos
(el cuerpo, el alma, las
facu
el entendimiento, la
voluntad, las sustancias
separadas), donde el lector podrá encontrar
una más amplia exposición de lo que acabo de sintetizar aquí.
Ciertamente que en el hombre no todo es hábito, no todo es
autotrealizadón. Su misma alma
· y el código genético o individual
personal son algo que le es dado y previo a su
actividad. Incluso
539
Fundaci\363n Speiro

VICTORJNO RODRJGUEZ, O. P.
en el orden del pensamiento y del ejercicio libre de su voluntad,
donde la
determinabilidad y la auwmodelación habitual son máxi·
mas, bay unos límites: el discurrir pensando parte de unos princi·
pios

inmodificables (primeros principios)
y termina a veces (me·
· nos que las fueran de desear) en unas certezas meformables; y el
ejercicio de la
libertad nace de

la apetencia o amor
fundamental del
bien
(bom,m m commum; y de los dictámenes natu¡J:aies de la sin·
déresis
( también inmodificables) y termina en la posesión gozosa y
necesaria del bien absoluto (fruición beatífica). Estos son los autén·
ricos y realísimos a priori que presupone el tomismo en el proceso
de
la civilización.
No
obstante,
el ámbito del hábito o de la disposición habitual
domina, más o menos conscientemente, la maiyor parte de la vida y
del comportamiento del hombre. Por eso, en la antropología to­
mista, si bien resulta exagerndo decir que "vivre, c' est s'babituer"
(Le

Dantec,
Stabil#é de la vie, ap. 8, pág. 149), más exagerado y
falso es pensar con Rousseau que la civili=ión (lhábitos y costumbres
sociales) depravan al hombre, al que supone naturalmente bueno.
Tan obvio es que el
hombre mee imperfecto corno que puede y
debe perfeccionarse con la adquisición de hábitos personales y SO·
ciales. Mediante ellos logra el hombre la actualización y uniformi­
dad de
su capacidad operativa,

prontitud o
' facilidad en su discu­
rrir, elegir y obrar (frente a los titubeos, indecisiones y -torpezas
molestas) y delectación en elobrar que se ha hecho connatural por
el !hábito o "secunda natura".
En

esta línea
de pensamiento, el hábito, lejos de despersonali·
zar
(tópico

de
los inconformistas

patológicos), es un
factor funda­
mental

de la personalidad, sobre todo
ruando se piensa en los há­
bitos superiores por los que se encauza la actividad del espíritu
(sabiduría,
artte, prudencia, msgnaoimidad, justicia, caridad),
Santo Tomás no ha prestado especial atención a la sociedrJd comc
sujeto de ci,,;lizaci6n o de hábitos sociales. Tampoco esto supone
una laguna en su sistema.
Ante todo, al Doctor Común, que tan aitinada y profundamente
habló de
fa naturaleza social del hombre, de la necesidad de la vida
social, de
la ronstitución de la sociedad, de las virtudes sociales del
540
Fundaci\363n Speiro

INTERPRETACION TOMISTA DE LA CIVIUZACION CRISTIANA
género de la justicia y de la prudencia, del caxácter comunicativo
de
la verdad, de la singulat proyecci6n social de la catidad cristia­
na,
etc., jamás se le ocurri6 hipostasiar o attibuit prerrogativa per­
sonal a la sociedad, Ha sido ésta una rentaci6n del sociologismo
moderno.
Cuando, pensando en tomista, hablo aquí en los términos abs­
tractos del lenguaje actual de la sociedad como sujeto de la civili­
zación
ry de la historia, no es bipostasiando a la sociedad (que no es
ni más ni menos que una correlación de personas o individuos hu~
manos) ni dando a ]a civilización y a la historia otta categoría que
la
rorrelaci6n o

conjunto de
interferencias en
el flujo
y reflujo del
comportamiento
humano, de sus residuos
habituales en las perso­
nas y de sus objetivaciones y resultados pennanentes.
Así

entendidas
la sociedad y fa civilizaci6n, podemos decit que
fa sociedad

es,
a la vez agente, sujeto y destinatario de la civili­
zación; en
ella (en

los hombres
y en sus obras) se da la civiliza­
ción;
y pata ella (en su presente y en su fututo) es, puesto que para
el perfeccionamiento de
la humanidad son las ciencias, las artes, fas
técnicas, fas vittudes y los dones de fa gracia, que son los elementos
integrantes de
la civilizaci6n.
VII. Génesis y evolución de la civilización
Santo Tomás dedica tres cuestiones (la 51, 5 2 y 5 3 de la Prima
Se&undae) al estudio de la génesis, aumento, disminución y corrup­
ción

de
los hábitos

en general. No me detendré en una considera­
ción adecuada de este proceso
y en la formulaci6n de sus leyes;
pero advirtamos estos
heehos fundamentales:
que las disposiciones
afectivas (ámbito de la virtud
y de la amistad) crecen, y se afianzan
o

enraízan en
el individuo y en la sociedad por la repetici6n del
comportamiento
espontáneo o por
la imitación admirativa de ottas
personas o

grupos; que
las ciencias extienden sus dominios objeti­
vos

con la invenci6n, a la
vez que
se consolidan con
la reflexi6n y
el ejercicio (conocer más o saber mejor); que las instituciones se
estabilizan
y se perfilan con las eostumbres y la experiencia; que
541
Fundaci\363n Speiro

VICTORJNO RODRJGUEZ, O, P.
los gustos y. estilos artísticos proliferan y se mantienen en admira­
ble simbiosis con el medio geográfico, etnológico e histórico; que
la
industria civil,
el
urbanismo y la ingeniería son obras de paz;
que la comodidad y el bienestar material suelen enervar . la fuerza
civilizadom de 4os pueblos;

que la
religión es
el
alma de las civili­
zaciones.
En el fieri y en el · consiguiente proceso evolutivo de la civili­
zación, puesto que se trata fundamentalmente de
una automodela­
ción

libre del hombre
y de la sociedad en sus múltip/es capacidades
perfectivas, por más !Imites y

rondicionamientos que se supongan,
tiene
papel preponderante 1t imdalwa, espocialmente la de los
genios
y la de los santos. Pero •i se contempla el conjunto de estas
iniciativas integradas en la tradición, entonces ésta tiene prepon­
derancia en el proceso de la civilización. Según la imagen medie­
val, "somos como enanos montados a hombros del pasado". Toynbee
subrayó, quizás

exageradamente, el factor creatividad en el
progreso
y mantenimiento

de las
civiliza,::iones .. Ramiro

de
Maezru advirtió
que

"si falta la
voluntad de conservación, las civilli:aciones se
desha­
cen"
(Músk~ del m11ndo, en "La Nación" de 28 del 6 do 1927. Obras,
ed. de V. Matrero, Madrid, 1974, pág. 210). En todo caso, "en el cur­
so de
los milenios y milenios de la vida de un pueblo se ha ido for­
jando una herencia temperamental que
consti~e su
comunal ta­
Iante. No

ba
permanecido éste inalterable pero ha mudado muy
despacio
y está siempre abí actuando sobre el hoy y sobre el ma­
ñana" (Qaudio Sáncbez Albornoz, art. cit., II, pág. 15).
Por otra
parte no debe confundirse

la iniciativa perfectiva con
la simple
n011edad. Como advertía el académico francés René O.ir,
"el
confundir la noción de progreso con la novedad es una de las
debi4idades de

nuestros contemporáneos. No se produce únicamen­
te esta

confusión en el dominio de
las ciencia y de sus aplicaciones.
Reina asimismo en las artes, en las que, en ntiestros días, la. idea de
continuidad, de filiación que enlaza a una generación de creadores
con la que le precedía ha sido suplantada por la idea de
ruprum y
de bruscas mutaciones, como si cada artista se hallase en medida
de aportar su pro¡;ia revoluci6n" (El '1rle 'Y el progreso, en "Los
domingos
de ABC",
9-12-1973, pág. 32).
542
Fundaci\363n Speiro

INTERPREI'ACION TOMISTA DE LA CIVIIJZACION CRISTIANA
La novedad, lo '1ll$1llO que el cambio y el ejercicio de la libertad,
para ser valorados han de ser antes auscultados en sus contenidos.
Apuntarse a la novedad o

al
cambio, por el simple hecho de serlo,
no
pasa de ser una vanidad: la praesumptio novitatu-m de que ha­
blaban San G!egorio Magno y Santo Tomás (S"111d Teológica, II-II,
21, 4). Como advierte Santiago
Ramírez comentando ese artículo,
"las cosas nuevas suelen provocar la admiración de la multimd, aun­
que sean pequeñas. de
suyo; mientras que las rosas grandes provo­
can más bien la admiración de los sabios. Por ~to, el magnánimo
tiende
a las cosas grandes conforme a
las propias fuerzas. El pre­
suntuaso, en cambio, si tiende a. las .cosas grandes, es por encima de
sus fuerzas, y al resultarle esto difícil, tiende más bien a .las n,)1)e­
dades, aunque no se trate de cosas grandes, a fin de alcanzar el
aplauso de la multitud ignorante" (Texto iné Semejante "novedismo", lejos de ser un factor de civilización,
más bien la entorpece por su alergia a valores dbjetivos más con­
sistentes.
VIII. Mirada valoratlva en profundidad
Pero más que esta perspectiva genético-evolutiva de la civili~
zación nos in¡teresa una mirada en profundidad, una verificación
de humanidad. Se

corre el riesgo de valorar la
civilización .más por
sus plasmaciones exteriores
y materiales que por su núcleo humano
originario. A
mucha gente

la palabra civilización le evoca, ante
todo, técnica industrial, medios de locomoción o de comunicación
audiO"Visual, · homologación de modos de vida, y hasta pacifismo
anémico. Y,

sin embargo, no es raro oomprobar
el hecho de que tras
una maravillosa pantalla televisiva, un acic.aladísimo señor haga ex­
hibición d,e ignorancia, de mezquindad o incivismo; que un astro­
nauta soviético declare que en sus giros espaciales no !,a encon­
trado

a Dios; que una derecha "civilizada" esté dispuesta a legali­
zar el divorcio o
el aborto clínico, etc. En el apartado segundo re­
cogía algunas denuncias de Juan Pablo II en
este sentido.
Aun

prescindiendo de esta
pseudocivilización, illtb:á
que decir
543
Fundaci\363n Speiro

VICTORINO RODRIGUEZ, O, P.
que la civilización exterior_ y material vale hrnnaoamP.nte en función
de la interior y espitirual; que la socialización de la técnica y de la
cultuta son para la pettección integral de la petsona; que Dios es
el
unum necesst#ium (Lut. 10, 42) para el hombre y para la socie­
dad. Lo recordaba a los hombr de la filosofía tomista
León XIII: "El progreso realizado en el campo
de los bienes corporales
y exteriores es un progreso, sin duda algu­
na, oonsiderable. Pero toda la naturaleza sensible, la posesión más
abundante de energías, recursos y riquezas, si bien pueden propor­
cionar c.omodidades, aumentado

el bienestar de la vida, no pueden,
sin
embargo, satisfacer al alma, creada para realidades más elevadas
que aquéllas. Tener la mirada puesta en Dios y tender hacia El,
ésta es la iey suprema de la vida humana" (Sapie,,tiae chrisliMlde,
mím_ 1). Más en nuestros d/as, el Papa Wojtyla, dos año,; antes de
su elevacion a
la cátedra de San Pedro, denunciaba, en el Congreso
Internacional

Tomista de
Génova, el

efecto
deshumanizador de una
"prañs" valorada únicame.D!te por su efectividad exterior: "La con­
cepción de la praxis que se reduce unilateralmente só)o a la objeti­
vación material del obrar humano, sin atender a
la dimensión inma­
nente de ese obrar, sin reconocer su prioridad sustancial, contiene
en sf las premisas para abolir la ttascendencia petsonal del hombre
y anular la identidad de lo htmumum. A base de tal concepción no
se puede hablar de la transf<>rmaci6n tlel mundo desde el punto de
vistt, del hombre y de hacer el mundo más humano" [Teoría y
praxis: un tema humano y cristirmu, en ''Verbo", núms, 169-170
(1978),
págs. 1199-1200].
Prioridad
sustancial de

la dimensión inmanente sobre la efecti­
vidad exterior; 'Y, en perspectiva de interioridad, prioridad de los
primeros principiOis de

la inteligencia
y de la moral (sindéresis)
sobre
las disquisiciones o cavilaciones varias de los hombres; pre­
-valencia del

amor al bien sobre todas las apetencias
y ooncreciones
del
dinamismo zi~eante de

la libertad; en
última instancia,
Dios, principio y fin de todo. No se trata, pues, de negar valor
cluit de una auténtica civilización la sociedad de consumo en aboo­
luto;

se trata
de jerarquizar. La técnica 544
Fundaci\363n Speiro

INTERPRETACION TOMISTA DE LA CIVILIZACION CRISTIANA
y un medio para someter el mundo material al servicio del hombre
privada
y colectivamente. La comodidad y el bienestar material pue­
de ly debe ser efecto del trabajo honesto y de una buena organiza­
ción

social. Pero todo ello ha de
estll!t en función de la perfección
del
espíritu

con vocación de
trascendencia. Digámoslo con pafa­
btas de San F,rancisco de Sales: "'El hombre es la perfección
del

universo; el espíritu, la del hombre;
el amor, la del espíritu, y
la caridad, del amor; por ello, el
amor de

Dios es el
fin, la perfec­
ción
y la excelencia del universo'" (Tratado del amor de Dios, lib.
X,
cap. l. Obras, B. A. C., II, pág. 389).
La ausencia o la pén!ida de esta perspeetiva es ruinosa para la
civilización,
como advierte don Claudio Sánchez Albornoz: "Como
en la historia los períodos de negación
y de ateísmo han sido siem­
pre
pasajeros y han estado siempre seguidos de etapas de ardiente
religiosidad, es probable que la
curva sombría de fe claudicante o
de desprecio de la fe, que va adquiriendo
gran volumen, es probable
que el intento de explicación del cosmos
y del hombre aJ margen
de

toda referencia a un Creador, lleve mañana en
el curso de la His­
toria
a una deputada religión que vuelva las aguas a su viejo cauce'"
(Art. cit., I, pág. 7).
IX. Especificidad de la civilización cristiana
Sobre este fondo_ o sobre este marco metafísico-antropológico
de
la civilización
romo perfección
humana quiero
proyectar ahora
las
caraeterísticas específicas

o valores propios de la
_cristitmd,,d.
La-cristiandad incluye, ante todo, una superior ideología o sa­
bidm-ía cristiana, integrada por la fe teologal (don formalmente
sobrenatural, infundido por Dios en la inreligencia del creyente),
los

dones intelectuales del Espíritu
Santo: sabiduría,
entendimiento,
ciencia y consejo (también formalmente sobrenaturales e
infusos),
la sagrada teología, que es ciencia sui generis (formalmente humana
o

adquirida
por el estudio, aunque radicada en la fe reologal),
y la
llamada

"filosofía cristiana", que, sin dejar de ser específica­
mente
filosofía (natural y adquirida por razonamiento), está posi-
Fundaci\363n Speiro

VICTORJNO RODRJGUEZ, 0; P.
tivámente orientada, potencia respecro de

las verdades
más elevadas y difíciles del pensamiento
filosófico, como son la existencia de un Dios transcendente y per­
sonal, la espititualida'<:l e inmortalidad del alma, la distinción real de
persona
y naturaleza humana individual, la creación "ex nihilo",
el
sentido último de la
historia, las

derivaciones
menos obvias de
derecho natural,

cuales son
la indisolubilidad del matrimonio, la
veracidad, el origeu divino del poder y orras muchas vetdades de
orden
socio-polltiro sobre

las que
la Iglesia se ha pronunciado tan­
tas veces desde hace un siglo para acá como gru:ante del derecho
natural. Esta

sabiduría cristiana, por su
singuiar certeza, por la profun­
didad
y universalidad de sus rontenidos, y por su carga afectiva
· (el aiecro es

indispensable
para la fe y para los dones del Espíriru
Santo)

tiene una fuerza civilizadora inigualable.
La historia es tes­
tigo, por ejemplo, de la civilización que entrañó la evangelización,
de la humanización que supuso para el mundo greco-romano la
penetración del cristianismo, de la elevación del pensamiento aris­
totélico en

los comentarios de Santo
Tomás de
Aquino.
En este ámbito ideológiro o, si se quiere, sapiencial, no puede
olvidarse
un hecho tan saliente como el del arte. Piénsese en la
misma Biblia, en la Divina Comedia, . en San Juan de la Cruz, en
Miguel Angel, en Fra
· .Angélico, eri El Grero, en las · catedrales
medievales,
en Juan Sebastián
Bacli ••. Es un reflejo natural del in,
flujo
petfectivo

del
hábiro de la fe en la inteligencia en cuanto
inteligencia (función distinta

de la del
razonamiento), donde
tiene
lugar la vivencia estética. "Puesto
·que la· gracia no anula la natura­
leza -'decía Santo

TO!Il6»-, sino que la
pedecciona, es necesario
que la razón sirva a la fe, como la inclinación de la voluntad se­
cecunda a la caridad'' (Stlmd Teolágica, I, 1, 8 ad. 2).
Factor no menos hnporcante, sino más (aunqúe genéticamente
sea
posterior a
la fe), de la civilización cristiana, es el impulso per­
fectivo que enttalía la · vida de oaridad, que es amistad o amor teo­
logal.
Si el
conocimiento cierto de. Dios, clave de
una visión
armó­
nica de la vida humana y· de h hisroria, ronsti~e. el mejor habet
culrural

del
hombre (Cf. Santo Tomás, Sumti com,-a Gentiles, lib. III,
Fundaci\363n Speiro

INTERPRET ACION TOMISTA DE LA· CIVILJZACION CRISTIANA
cap. 25), ]¡e caridad, a la que no se le pueden fijar límites ("Este es
mi mandato, que
os améis mutuamente como yo os IJe amado" -/n.
15, 12-. "Sed perfectos oomo vuestro Padre celestial es perfecto"
-Mt. 5,
48--.

"Hijitos,
oo amemos de palabra ni

de lengua, sino
de
obra y de verdad" -I Jn. 3, 18--); cuyo impulso operativo es
totalitatio ("Todo Jo excusa, todo Jo cree, todo lo
espeta, todo Jo
tolera ... Si oo tengo caridad no soy nada'" -1 Cor. 13, 2 y 7-); que
es la "plenitud
de la ley" •(Rom. 13, 10) y el "vínculo de la perfec­
ción" (Co/_ 3, 14), es la que lleva a:>nsigo o impulsa el bien total
del individuo
y de la sociedad. "Se dice que una cosa es petfecra
-razona
Santo Tomás-en

cuanto
alcam.a el
propio fin, que es
su última
perfección. Ahora bien, la caridad es la que nos une a
Dios, que es el fin último del alma humaoa, puesto que, como dice
San Juan I, 4, 16, quien
petmaoece en caridad permanece

en Dios,
y Dios en él Pot taoto la petfección de la vida cristiana se juzga
especialmente

por la caridad"
(Suma Teológic,,, II-II,

184, 1).
Por
supuesto que

el
leocentrismo del pensamiento y del amor
cristianos no resta humanidad a la civilización cristiana; antes al
contrario: en Dios o caminando hacia Dios, pensando en El, amán­
dole y deseándole (el alma camina con los pensamientos y con los
afectos) es como realiza el hombre más profunda y plenamente su
vida. Y más amando

que pensando,
porque 1 " es mejor el amor de
Dios que su conocimiento"
(Suma Teológica, I,

82, 3; II-II, 23, 6
ad 1).

En este
caminar del

hombre y de la sociedad,
que es
vivir la
esperanza teologal, ·está presente Cristo con su gracia, con su doc­
trina, con su amor, con su ejemplaridad de perfectus ho,mo y con su
sobetanía -Pantrocrator-sobre el mundo y sobre la Historia.
La civilización 'cristiana ha de valorarse -insisto- como per­
fección integral del hombre y de la sociedad, en profundidad y en
extensión espacio-temporal, peto con

prioridad de lo
personal e in­
teriot sobre lo social y exterior, de· lo divino sobre lo humano, de
lo

moral sobre lo
intelectual, puesto que la ciencia y el arte hacen
al
hombre bueno·

sólo en
parte (buen médico, buen

músico, buen
escritor ...

), mientras que
la virtud, milxime la caridad, 'hace al
hombre
bueno en totalidad,
bonum sim¡,Uciter (Cf. Santo Totnás,
Suma Teológica,
I-:FI, 57, 1 y 3; II-II, 184, 1 ad 2).
547
Fundaci\363n Speiro

VICTORJNO R.ODRJGUEZ, O. P.
No me puedo entretener más ahora en subraJyar el singular va­
lor cívico
y civilizador de aquellos hábitos o virtudes sociales que
en la moral
aistiana gozan de indudable prioridad, como son la
prudencia política, la justicia social, la roagnaoimi,fod, la liberabili­
dad, la fottaleza y la religión como virtud moral del orden de la
justicia. De la
prudencia política

depende,
por ejemplo, que haya
una

adecuada legislación
cultural; de la justicia

social depende que
haya paz y prosperidad; de la fortitl=. depende que haya hombres
fuertes
de espíritu, más ne=a.ios a la sociedad que los hombres
fuertes

de
musculatura o b,¡enos atletas;

con ciudadanos
magná­
nimos no faltará iniciativa pua grandes empresas hnma-oh:acioras;
y cuando el espíritu religioso se vive con intensidad, la humanidad
se

mueve en
espiral hacia Dios evi,;ándo el círculo vicioso de la
rueda de la fortuna: paz-prosperidad-soberbia-guerta-pobre2a-humi­
llación-paz..
X. Responsabilidad de I,. oivilizaoión oristiana
La última reflexión será par,, la responsabilidad del hombre y
del Estado para con la civilización aistiana. La hago con palabras
del sabio Pontífice León XIII, de valor perenne.
"El deber esencial

de
los cristianos, que viene a ser como la fuente
de donde derivan todos los
demás deberes,
es
el siguiente: amar
las
dos

patrias, la
natural y la eterna, pero de tal manera que el
amor de ésta ocupe el lugar preferente en nuestro corazón, sin per­
mitir jamás que los derechos humanos sean antepuestos a los dere­
chos de Dios...
En el conocimiento de esta verdad, que es la per­
fección
suprema del
entendimiento,
y en el amor divino, que per­
fecciona de igual modo la voluntad, se resume toda la vida y la
libertad aistianas" (Sapienliae christümae, núm. 4).
"E11 la p,,lltic,,, que no puede quedar separada de la moral y de
la religión, se
ha de tener siempte presente, en primer lugar, la in­
,ención de

servir
lo más eficazmente posible los valores del cri.r#a­
msmo. Y si se ve en alguna parte que el aiscianismo se holla en
peligro por
las maquinaciones

de los
adversarios, deben cesar al
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Fundaci\363n Speiro

INTEI/PRETACION TOMISTA DE LA CIVILIZACION CRISTIANA
punto todas las diferencias y, con unanimidad de pareceres y vo­
luntades, hay que
combatir en

defensa de la religión, que es
el bien
común por excelencia, al cual todos los demás del,en subordinarse"
(lbldem, núm. 15 ).
"Pero, al ,mismo. tiempo, el hombre quiere, como es justo, en­
contrar en la Iglesia los medios convenientes pa religiosa,

la
cual consiste en el conocimiento y práctica de la ver­
dadera

religión, que es la principal de
las virtudes, porque, al con­
ducirnos
a Dios,

cumple y perfecciona todas las
demás virtudes.
De aquí se ·,rlgue 'que, al redaaa.r las leyes y al establecer fas insti­
rnciones,

se debe atender a la
índole moral y

religiosa
del hombre ...
Por

esta
razón, la Iglem no

puede
queda, indiferente ante

la le­
gishción de

los Estados, no en cuanto que esta legislación es com­
perencia exclusiva
del Estado,

sino porque a
veces las
legislaciones
se extralimitan, invadiendo Ja
esfera jurídica

de la Iglesia.
Más
wn, la Iglem ha recibido de Dios el encargo de oponerse a la le­
gislación cuando las leyes positivas
son contrarias a la
religión,
y
de procurar ron eficacia que el espírirn evangéliro informe las
leyes ,y las instirnciones de los pueblos. Y como el destino de los
Estados
depende principalmente
de
1a mentalidad de los gobernan­
tes, por eso fa Iglesia no puede dar sn favor y defensa a los gober­
nantes que la
hostilizan, que
desconocen abiertamente los
derechos
y que se empeñan en separar dos rosas inseparables por narnraleza,
corno son la Iglesia
'Y el Estado... En estos principios queda conte­
nida la norma de
ronducta que
cada
católico debe
observar en la
vida
política" (lbidem, núm. 16).
Con
estos criterios no sería difícil
diagnosticar fa sirnación

em­
barazosa en

que se encuentra la civilización cristiana en la
España
actnal.
Pienso

que
el largo pasado de cristiandad y la Providencia
divina, en cuyas manos
están los hilos de la Historia, serán los
grandes
puntos de apoyo de

los
espírirns nobles iY generosos que
miran hacia adelante y
,hacia arriba.
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