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Número 209-210

Serie XXI

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Intervención

ANDRE-VINCENT, O. P.
sor del derecho de los indios respecto de los españoles ( 2) -y
también hacia el fin de su vida de los derechos de los negros
contra los colonos esclavistas-. Por tanto, de derechos diversos
( diversos también son los derechos de los americanos de hoy
día). Si Las Casas no practicaba el vocabulatio de los derechos del hombre, no era porque le faltara caridad cristiana. El reino
de Dios sobre la tierra ( que nosotros le pedimos que advenga) será el del amor entre todos, pero no, sin embargo, que yo sepa,
el de la uniformidad escandinava.
INTERVENCIÓN.
DEL
R. P. PHILIPPE ANDRÉ-VINCENT, o. P.
El profesor Michel Villey acaba de ofrecernos una reflexión
fundamental acerca· de la doctrina social de la Iglesia y, si a
veces su judo ha parecido provocador, veo en
él una llamada
acuciante para reflexionar sobre este hecho paradójico: las gran­
des herejías sociales, que son el liberalismo y el socialismo, di­
manan de una concepción cristiana del hombre. Es más, la doc­ trina social católica, en curso de elaboración, frente a estos dos
en-ores no

procede por deducciones a partir de un concepto abs­
tracto del hombre cristiano, sino que asume la sabiduría pagana
partiendo de la naturaleza de las cosas a la luz de la razón. Asu­
me, he dicho, esta sabiduría natural. Esta asunción, por una razón que la fe esclarece, es algo muy distinto que una transac­
ción; discierne los verdaderos saberes: integra el concpeto aris­ totélico del hombre como animal político, pero no la concep­
ción de Hobbes o la de Rousseau, erróneas en su punto de
partida
y en su método.
El método de la doctrina social católica se observa mejor
(2) Acerca de este tema, cfr., en Verbo, 143·144, págs. 313·336, el es­
tudio del Padre Te6filo Urdanoz, O. P., Pensamiento internacionalista de
Bartolomé de las Casas y Francisco de Vitoria.-N. R.
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DOCTRINA SOCIAL Y CONCEPCION CRISTIANA DEL HOMBRE
si se capta, siguiendo a Michel Villey, el error de las dos here­
jías sociales
modernas denunciadas por los Papas de nuestro
tiempo. Aunque contrapuestos, ambos erro.res tienen en ,;Común
cierto humanismo que hace del hombre el creador de la socie­
dad y de la historia. Individualista o colectivista, este huma­
nismo es un absolutismo del hombre
. constructor

de
la socie­
dad. Este error de principio va acompañado de uo error de
método: se elabora una teoría social y uoa praxis a partir de
una concepción del hombre, de uoa idea de la naturaleza, como
libertad individual o como igualdad social. Se deduce la teoría
y también
la praxis a partir de. una entidad abstracta; incluso
cuando se articula la praxis con la historia;
. ya
que la historia
en la praxis marxista se convierte en una economía abstracta
reducida a la ley del conflicto, de ese conflicto fundamental que
define el hombre y su poder creador,
. la ley de la lucha de
clases. ¡Esquematizo! Michel Villey lo ha hecho
mejor, y

nos ha
conducido por los
caminos de

la historia de las ideas a
. luga­
res

de búsqueda apasionantes acerca de los orígenes cristianos
de las dos grandes herejías sociales. Así, nos ha puesto en
guardia contra uoa doctrina social deducida de un concepto
de
la naturaleza humana, incluso si este concepto es tomado
de la

Sagrada Escritura. La deducción, matemática y metafísica,
no es el método de las ciencias sociales; no es el método del
derecho. La ley natural se precisa partiendo de la observación
de las relaciones humanas
y sacando sus consecuencias. Así, para
en la elaboración del derecho, Santo Tomás lo ha comprendido y nos ha hecho comprobar el valor universal
y actual de la dia­
léctica aristotélica. ¿Estamos, con Santo Tomás, en
la escuela de la sabiduría
pagana? Sí, pero de esta sabiduría asumida por
la sabiduría
cristiana. Porque la sabiduría humana refleja un orden inscrito
en la naturaleza de las cosas. En Aristóteles se la ve nacer de
la observación paciente y de
la contemplación de este orden.
Encuentra los grandes signos de la ley natural y alcanza el
Decálogo.
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ANDRE-VINCENT, O. P.
El Evangelio, ciertamente,· sobrepasa esta sabiduría, pero sin
destruirla. En el misterio de la Encarnación
la naturaleza hu­
mana es asumida; todo lo que es humano, todo lo que es na­
tural, participa, de alguna. manera, ~e esa asución. Correspon­
de al Magisterio apostólico, fondado en Jesucristo, asumir en
su enseñanza
la sabiduría

natural de las civilizaciones. Por ha­
ber realizado esta asunción de una manera incomparable, Santo
Tomás es el
Doctor común. Y también lo es en doctrina social.
Agradecemos al profesor
Villey que lo haya recordado.
¿Ha sido
éste,-tal

vez, demasiado incisivo en su crítica de
los derechos del hombre? No lo creo, es del concepto de lo que
ha tratado y no de los esfuerzos desplegados por los juristas y
por los organismos internacionles para defender a los seres hu­ manos y promover sus derechos. Pero, ¡qué contraste entre esos esfuerzos y los resultados conseguidos! ¡Es más, los derechos del
hombre cuanto más son proclamados más son violados! Nues­
tro Papa Juan Pablo II denunciaba este contraste en su primer
mensaje a
la ONU. Invitaba a sus interlocutores para que refle­
xionaran acerca de las bases de una
acción verdaderamente efi­
caz;

les acuciaba para ,escuchar las enseñanzas de Pío XII sobre
la persona humana: «fundamento de la sociedad». La verdad acerca del hombre es fundamental para la doc­
trina social. Esta verdad es completamente contraria a la ideo­
logía que hace del hombre un ser sin padre ni madre y sin
Dios, un individuo existente por si mismo, un sujeto absoluto,
titular de derechos objetivos anteriores a toda relación con otro.
Li persona humana, que es el fundamento de la doctrina social,
es muy

distinta que la del
Contrato social o la del personalis­
mo existencialista. Espirirual y corporal a la vez, es naturaleza
y cultura
· en

una historia que tiene sentido a través del orden
de los seres y de los fines: las personas están inmersas en este
orden aunque aspirando hacia Dios. La relación con Dios, de
quien dimana su ser, fundamenta en la persona las otras rela­
ciones fundamentales ( con
el padre y la madre, con la sociedad)
y determina los derechos naturales, los derechos fundamentales.
Empleando estas palabras con más gusto que las de «derechos
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DOCTRINA SOCIAL Y .CONCEPCION CRISTIANA DEL HOMBRE
del hombre», los Papas de nuestro siglo y el Concilio Vatica­
no II muestran la intención de distinguir la Enseñanza de
fa
Iglesia y las ideologías. De Pío XII a Juan XXIII se observa
la constitución de una doctrina de los derechos fundamentales
( que yo he esbozado en un capítulo de mi libro, Libertad reli­
giosa, derecho fundamental,
Ed. Téqui).
¿Estamos, pues, en contra de
los Derecho, del hombre?
Estamos por, y más aún. Ya que los queremos liberados del
falso concepto que los parasita y vacía de su sustancia. Les fundamos en la realidad de las relaciones humanas, sobre la
roca de la relación con Dios. Una concepción cristiana del hombre es la de un ser en re­
lación, a imagen de Dios, que se ha revelado en la triple rela­
ción de Padre, Hijo
y Espíritu.
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