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Número 209-210

Serie XXI

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Acción pedagógica sapiencial universitaria

ACCION PEDAGOGICA SAPIENCIAL UNIVERSITARIA(*)
POR
JUAN TORRES NAVARRO
Introducción.
Cuando supe que la palabra «Acción» era obligada presencia
en los títulos de todos los foros, tuve un momento de tenta­
ción, que rechacé inmediatamente, pensando en la «filosofía de
la Acción», en ese hombre enajenado y reabsorbido por
el Es­
tado, sin ideas ni perspectivas. Pero la Acción de la «Ciudad
Católica» tenía que ser una acción, que podemos llamar «sim­
biótica», de carácter universal y que abarca todos los aspectos
de la vida, dándole teleología (sentido) a la misma. Los jóvenes universitarios de la «Ciudad Católica» somos
hombres de acción pero con ideas. Si no hay ideas claras, no
hay éonvicciones y, sin éstas, no puede haber sinceridad, que es
condición necesaria para que las ideas sean comunicables, es su
vivencia, el camino de la sabiduría. Los jóvenes universitarios de la «Ciudad Católica» queremos
sintonizar con todo lo positivo de los
tiempos modernos.

Pero
estamos convencidos que para que haya buena sintonía es pre­
ciso que la cabeza sea firme, con ejes claros y con corazón blan­
do, abierto a la simpatía. Sabemos que si aflojamos la cabeza y endurecemos el corazón surge la confusión y la terquedad, situa­
ción imposible para entenderse. Los jóvenes universitarios de la «Ciudad Católica» no se
avergüenzan de las raíces católicas
y ctistianas de la civilización
occidental, pues consideran más importante las bases morales,
que le han dado consistencia social y sentido final a . la vida hu­
mana, que las realizaciones materiales, nacidas al margen del Cristianismo. Somos católicos y no nos deslumbramos con los
«juguetes» de la civilización, que se aprenden sobre la marcha
(*) Ponencia del foro de este nombre desarrollada en la XX Reunión
de amigos de la Ciudad Católica en Benicasim (Castell6n) el 12 de octu­
bre de 1981.
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y en los libros. Nos admira, en cambio, la solidaridad fraterna
en esa divina fisiología del Cuerpo Místico que es
la Iglesia.
Los jóvenes universitarios de
la «Ciudad Católica» no sien­
ten vergüenza de ser españoles y mucho menos porque seamos
pobres. Queremos a España porque no nos gusta y la perfeccio­
naremos, con gustos o sin
ellos, para

que ocupe el lugar que le
corresponde en el consorcio
de las naciones. Unamuno, nada
sospechoso de clerical, decía en clase: «Prefiramos siempre a
la
bota enchida de Sancho Panza, que refresca su boca llena de
refranes, la escuálida figura de don Quijote, alzando sobre la
fa.
tigada cabalgadura la lanza, que parece el índice de España se­
ñalando

el ideal, pues yo prefiero ser africano de San Agustín
que europeo de Descartes. No importa nada que los caballeros
sean mendigos, con tal de que los mendigos sean caballeros ... ». Y con estas ideas pueden deducir, con claridad, lo que
so­
mos y a dónde vamos los jóvenes de «Ciudad Católica». ¡Eche­
mos andar! Os invitamos a todos, especialmente a los estudiantes
universitarios, hombres

del inmediato mañana, para que
cami­
nen. junto a nosotros con sencillez, confianza y sinceridad, lan­
zando hechos por delante para que las razones prueben. Cami­
naremos,
entre montañas de dificultades
y por el bosque del
desprecio, animosos y pacientes como niños con un recado.
So­
mos hombres de acción pero con ideas que dan sentido a nues­
tra vida para poder decir .a los enterradores de ideologías aquello
de que «los muertos que vos matais gozan de buena salud».
Y
con esta pequeña introducción de nuestros propósitos entramos
directamente en el tema de nuestro foro.
I. · Actitnd antipaternalista y actitud sapiencial del nniver­
sitario.
En la juventud se estructura el pensamiento abstracto y se
enfocan los problemas de.sde un punto de vista general,
pero
siempre a través de criterios externos y ajenos. El espejismo de
lo nuevo «atrae» al joven con vehemencia, produciendo en él
la tendencia a romper con lo que él considera «viejo», el lazo
familiar. Entonces empieza el aleteo independiente y la aventura
de
la vida, sin pisar firme la realidad y sin darse cuenta de que
lo «nuevo», como tal, no significa nada ni tiene valor alguno si
no está conectado con lo verdadero, lo justo y
lo bueno. La Uni­
versidad

será para el joven emancipado un campo de aterrizaje
ideal.
Aill encontrará

el grupo que sintonice con sus anhelos
y
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aventuras. En bastantes ocasiones encontrará y buscará paterna­
lismos sin padre.
Si escoge el paternalismo de los «intelectuales» se agrava su
enfermedad espiritual, que podemos
llamar soledad o tedio. En
el mejor de los casos, esta soledad le empujará a la casa paterna
buscando, con píos lastimeros, los amores que nunca fallao, los de los padres. Si no se produce la reacción del «hijo pródigo»,
tendremos al hombre desarraigado que, como «intelectual», cons­
truirá sobre arena programas imaginarios y, al final, cansado de
tanta programación ineficaz, caerá en las garras de misteriosas
fuerzas que aotes solapadamente secaron las raíces que
nutríao
su

vida espiritual, las raíces de la educación familiar. Cuaodo hablamos de «intelectuales», no nos referimos a los
grupos verdaderos de estudiosos que del maoejo de las ideas
ha­
cen

maestría, que esto sería una actitud sapiencial, sino me
re­
fiero

a los profesionales de la inteligencia, a los que, según la
pintoresca fórmula del chotis, constituyen «la crema de la
inte­
lectualidad».

Podrán ser muy doctos, pero, si son profesores,
nunca serán maestros, por carecer de nobleza, hombría y caridad.
No formarán hombres completos, sino hombres macrocefálicos,
grupos «selectos», en donde sólo ingresao, con grao esfuerzo, los
iniciados. Una vez parapetados en las murallas del grupo,
dis­
parao

sus dardos
contra todo

aquel que piense diferente, siendo
una de las características de los «intelectuales»
el ser desagra­
decidos. Me cuenta un amigo que en la Universidad de Munich el
profesor Schlund (
1) dedicó todo un semestre a estudiar la ti­
pología

humana.
Al hablar del «intelectual» cargó sobre él el
«saobenito» de la ingratitud: busca favores, se humilla y arras­
tra para

conseguirlos; después se venga de los donaotes. El «in·
telectual» de nuevo cuño es material apto para espíritu de tribu,
no se da, es egoísta e ingrato, que repite en sus adentros el
clá­
sico «más merezco».
Si el joven universitario escoge el grupo de profesores in­
teligentes
se curará muy pronto de su aventura emancipaote y
avanzará rápidamente en su formación académica, y moral, habrá
empezado a andar el camino de la Acción Sapiencial. Porque
el
hombre inteligente, si es profesor se convierte en maestro des­
interesado,
da sin recompensa, virtud característica del padre de
familia. El inteligente no sólo comunica saberes, también vida. Para él no se trata de que sus discípulos sepao muchas cosas,
(1) Profesor de Weltanschaung (Visi6n del mundo, Actitud /rente a).
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sino se trata de saberlas bien, incorporándolas de tal forma que
se confundan con la propia personalidad. A raíz de los disturbios univetsitarios, fueron muchos los que
se lamentaban
. de

que los estupendos saberes que atesoran nues­
tros universitarios no les saquen de su mediocridad; en la vida
no tienen signo de distinción y se dejan llevar por cualquier
viento y, a veces, por simples brisas ambientales. No sin raz6n,
la tan calumniada Escolástica, junto a la ciencia colocaba la Sa­
biduría, que es actitud personal frente a eso que «esta
ahí» y
que nos trasciende; puede ser incluso la minerología o las ma­
temáticas, por poner el ejemplo menos filosófico. ¿Es que no existen en España maestros inteligentes? Desde
luego existen y en gran escala, pero les falta el sosiego necesario
y ambiental para transmitir a sus alumnos sabiduría y vida.
Quisiéramos llegase el momento, y se crease el ambiente, para
que los mejores estudiantes se encetrasen con sus profesores­
maestros a meditar, a trabajar, olvidando el reloj, el Mercado Común o la Otan ... El profesor inteligente, que siempre es maestro, es el que
crea en la Universidad el clima familiar, el que mejor represen­
ta, aunque sin superarlo, las virtudes de la paternidad natural. Siendo la Universidad el paso obligado de los dirigentes del
mañana inmediato, para actuar en la sociedad, debe dirigirse la
mirada hacia la familia en donde se realizan y perfeccionan las
relaciones entre individuo y sociedad. Cuando más perfecta sea
una asociación pública, tanto más imitará el modelo de
la vida
familiar. La ley y la libertad conviven perfectamente en la fa­
milia y fuera de ella se convierten muchas veces en enemigos declarados. El padre de familia, interviniendo en los asuntos
universitarios, se entendería perfectamente con un claustro de
profesores inteligentes y maestros. Resultaría agradable el salto del graduado a la vida social y política, se daría el salto sin des­
garraduras interiores. La familia universitaria continuarla con el
respaldo de los catedráticos o profesores, se podría recurrir a
ellos con confianza en los problemas difíciles. La familia nos
enseña a suscribir, sin reservas, lo que es el alma misma de la
sociedad organizada:
la jerarquía definida por los servicios que
presta
y éstos nunca tienen reciprocidad por parte de los hijos.
La relación profesor-discípulo tiene su modelo irrebatible e ima­
gen en las relaciones de la paternidad impuesta por la naturaleza, obra de
Dios.
La

Universidad es la intermediaria entre la familia
y la so­
ciedad y en ella no se puede prescindir de las líneas del instinto
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ACCION PEDAGOGICA SAPIENCIAL UNIVERSITARIA
familiar: la obediencia, la jerarquía, la disciplina y, aprovechando
hasta el
línúte posible,
lo espontáneo.
Trasladando estas ideas a nuestros municipios, decía hermo­
samente, el
recién fallecido, don José María Pemán: «el alcalde
es un padre sonriente. Un juez municipal es un padre enfadado.
Una multa es como quedarse
sin postres, unos azotes, después
de una riña, prisión o cuarto oscuro es un purgante "salud", que
nos pone en orden». La autonomía absoluta de la universidad
en donde el alumno se convierte, poco menos que, en rector,
por votación masiva, es introducir la anarquía en los centros
universitarios y marginar el ideal «familia _universitaria», como
aspiración constante.
II. El "cor irrequietum" de San Agustín puede convertirse en conocimiento sapiencial.
El joven estudiante, procedente de un ambiente familiar ca­
tólico, que
ha sabido inquietar su corazón en el continuo aohelo
de buscar y poseer a Dios, al llegar a la universidad convertirá
el «cor irrequietum» de San Agustín en conocimiento sapien­
cial que le servirá de defensa, en primer lugar, frente a ese hu­
manismo científico-positivista que se abre camino aceleradamente
en nuestras facultades y que «rebasando indebidamente los lími­
tes de las ciencias positivas, pretende explicarlo todo sobre una
base puramente científica (2)», de modo que predispone al uni­ versitario a vivir prescindiendo de Dios, amparado en el progreso
de la ciencia y de la técnica. Sin darse cuenta de que «no hay espectáculo más triste de ver que el que presenta el hombre de
esclarecido ingenio, cuando acomete la empresa imposible y ab­ surda de explicar las cosas visibles por las visibles, las naturales
por las naturales
(3 )» sin tener presente, tal como enseñara
San Agustín ( 4) que «así como la tierra no se puede ver si no
está iluminada por la luz, de las misma manera las verdades que
se enseñan en las ciencias . . . no pueden ser entendidas si no es­
tán iluminadas por Cristo, que es el sol espiritual».
En segundo· término el «corazón sin reposo» agustiniano
puede convertirse, también, en conocimiento
sapiencial que
nos
haga salir de la abulia general en que está sumida la juventud
(2) Iglesia Mundo, núm. 19.
(3)
J. Donoso Cortés, Ensayo sobre Cato!., Liberalismo y Socialis.
&lit. Austral, 1973, pág. 62.
(4) Soliloq., I, c. 8, n. 15.
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universitaria «merced» a los medios de comunicación social mo­
dernos, que tiranizan las inteligencias. Porque el pequeño grupo
que nos hablan por prensa, radio
y televisión no son más que
tiranzuelos que se imponen
· y no dejan hablar a nadie en una
tertulia. Se reciben demasiados impactos, se nos sirven manjares
sin apetecerlos, se nos lava constantemente el cerebro y no se
discurre por cuenta propia, sino por cuenta ajena. Los jóvenes
universitarios de la «Ciudad Católica» hemos reaccionado ante
este estado de cosas. Queremos aprender a pensar, a ,ver, con
nuestros propios ojos, que todos los seres de la creación están
abiertos los unos a los otros, a semejanza de la Trinidad augusta.
Todo está ordenado a otro
y por el cual se complementa. No
,existe
ningún ser que esté solo; todos dan y reciben: en la na­
turaleza exterior, la flor toma el alimento de la tierra, mediante
la planta con sus
raíces, respira

por las hojas
y vive de la luz y
del calor. Existe, por otro lado, la tendencia a cerrarnos a nosotros
mismos, de esconder el misterio personal. Aquí tiene la fe que
actuar para abrir las puertas cerradas de una inseguridad des­
esperante
y estar dispuestos a las exigencias del Ser Creador, de
Dios. Hablando de este anhelo metafísico que todos, más o me­ nos, percibimos frente a la abulia de la nada, dice T. S. Eliot
en su The Cocktail Party (5): «Si por lo menos tuviese es mis
manos la vatita mágica para poder encontrar el tesoro misterioso
y escondido, que, despreciado u olvidado y recubierto de cieno,
está encerrado hace tiempo en alguna cárcel. Si todo esto no tuviese sentido, quisiera curarme de este anhelo de
querer lo
que

no puedo encontrar
y de la vergüenza de no ser posible el
hallazgo». Y aquel energúmeoo de la ansiedad, mitad ángel mi­
tad diablo, humildad
y soberbia, tosquedad y finura a la vez,
Nietzsche,
decía (6):

«los riachuelos de mis lágrimas siguen su
curso hacia Ti y la llama de mi corazón quisiera encontrarte ...
y cuando he escuchado tu voz salgo más remozado que antes,
más noble
y espontáneo, como empujado por aguas y viento de
deshielo
y lleno de esperanzas, todavía anónimas, lleno de nuevo
empuje y voluntad». Para nosotros no existe el problema de los autores citados. Por la Fe, la Esperanza
y la Caridad el anhelo
de nuestras almas queda sobrenaturalizado
y proyectado hacia
Dios. El camino de la sabiduría o sapiencial queda abierto.
(5) T. S. Eliot, The Cocktail Party, Londres, 1950. Tr. alem., 1950, página 125.
(6)
Nietzche, Ecce Homo, vol. 77, Leipzig, pág. 346.
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ITI. La creación y la imagen de Dios en ella.
Dios crea para que la creaci6n le dé gloria. Pero la creaci6n
es constante acci6n de Dios, de suerte que el Señor nos está
creando siempre y estampa en nosotros y en la creaci6n la «imago
Dei»
(la imagen de Dios). «En la grandeza y hermosura de las
criaturas, proporcionalmente se puede contemplar a su Hacedor
original (7)» nos dice uno de los libros sapienciales de la Biblia,
y quien quiera desfigurar esta imagen, irremisiblemente cae con
deformidad, siempre creciente, en
la nada; le desaparecerá la luz
y el sentido de la vida cerrándose todos los posibles caminos.
Y de esta desfiguraci6n de
la imagen de Dios surge la confesi6n
nihilista actual: «es de noche,
la puerta está acerrojada . . . esta­
mos en el infierno, hijo mío (8)» (Sartre). Quien se separa del Verbo cae en manos del diablo. Todo ha sido hecho por el Verbo
y para el Verbo. Y lo que ha sido hecho fue en El vida y la vida
fue la luz de los hombres, nos dirá San Juan (9). La Creaci6n tiene carácter sacral, por
-la

acci6n creadora
y constante de Dios
y por la «imago Dei» en ella.
Esa acci6n creadora interviene de una manera sublime en la
producci6n del conocimiento intelectual; parece lo más sencillo del mundo, el conocer,
y sin embargo estamos insertos en un
milagro constante que San Buenaventura «resuelve con su teoría
de la «iluminación». Fijémonos, por unos momentos, en unos
conceptos e ideas, tjue debieran remozar todo estudio en inves­
tigaci6n y que obligan a una actitud ante lo creado de reverencia
sacral: El conocimiento sensible podemos decir que es presencia
de objeto en la conciencia. Presencia de objeto, que no es dife.­
rente del conocimiento que pueda tener un animal. Entonces
¿ qué acción misteriosa se realiza para que nosotros afirmemos
o neguemos? Con otras palabras, ¿c6mo pasamos de la sensa­
ci6n al juicio? ¿
C6mo del
concimie_nto sensible al racional? Es
el gran misterio de la
filosofía. Hasta

el presente nadie lo ha
explicado
y se viene intentando desde que el hombre existe. Te­
nemos que admitir Ja. intervención directa de Dios: Puesto que
el Señor nos está constantemente creando, nos está también ha­
ciendo setes racionales. El conocimiento racional se produce por
la acci6n directa de Dios, por la iluminaci6n. Arist6teles
había
(7) Sabiduria, 13-5.
(8)
Sartre, Huis Clos, págs. 133 y sigs.
(9) Evangelio de San Juan, 1-3.
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inventado el «intellectus agens», que viene a ser así comd un
«cascanueces», que nos conecta con lo trascendente. Prefiero la
explicación bonaventuriana, la intervención divina. El vestigio, la huella divina, que se encuentra en todas las
criatura!> nos

lleva a Dios y de
alú el manto piadoso que cubre
la creación
y el carácter sacral de todo lo existente; nos acercare­
mos a las criaturas con respecto y sentido sacerdotal queriendo encauzarlas hacia Dios en un himno de alabanza
y acción de
gracias. Si se prescinde de este carácter sacral de lo creado nos quedamos a medio camino
y no se responde a las exigencias ni
del orden
natural y menos del sobrenatural. Imagínense lo que
significa esta
actitud sapiencial
de la investigación científica en­
contrándose constantemente con la huella divina de las ctiaturas, que nos proyecta hacia lo eterno.
La pedagogía sapiencial en la
universidad abriría nuevas perspectivas a
la investigación, haría
que el estudiante saborease los saberes, los que fuesen ciencia,
para convertirlos en «sapientia».
De alú al área religiosa no hay
más que un paso, si no se está ya completamente dentro de ella. La actitud ejemplarista de un profesor que descubre en las
cosas
y en simple acto cognoscitivo racional la «imagen de Dios»,
desbordará torrentes de luz sobre las cosas para que podamos
penetrar en ellas y saber cómo es su origen, cómo son conduci­
das al fin y cómo en ellas resplandece la acción divina del Crea­
dor. Dice San Buenaventura ( 1 O) que todo método que consistiera
en investigar las cosas adheriéndose a ellas sin reducirlas a la
luz ejemplar, como si fuera suficientes en sí mismas, sería vana
curiosidad, estulticia y prostitución de la verdad.
La aplicación de los pensamientos expuestos, la podemos ver,
claramente, en los siguientes sencillos ejemplos:
a) Entre dos médicos, en igualdad de conocimientos técni­
cos, uno creyente y otro incrédulo, se prefiere al creyente.
La
razón es sencilla: el incrédulo verá en el enfermo a un manojo
de elementos orgánicos; el creyente verá «la envoltura corporal
de un alma inmortal que es capaz de salvarse y también de con­
denarse». El creyente maneja al enfermo con conocimiento sa­
piencial .. . sabe más.
b) Un jurista que ignora la «!ex aeterna», ese golpear cons­
tante de Dios al corazón del hombre para que se encauce hacia El,
y sólo maneja el derecho positivo humano, sin relación trascen­
dente que le
obligue a
obrar en justicia, representa una ficción
legal. De ahí el dicho popular «hecha la ley, hecha
la trampa».
(10) San Buenaventura, In Exaemeron De Donis, coll. 4, n. 12.
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e) Hace unos meses moría en accidente de carretera un jo­
ven universitario. Escritas en una estampa, que guardaba en su
cartera, se leían estos pensamientos: «La vida se nos ha dado
para buscar a Dios, la muerte para encontrarle, la eternidad para poseerle». Martín Argaya, que así se
llatnaba este

joven de
22 años, era siempre
la alegría de sus compañeros en el Colegio
Mayor, nunca se le vio enfadado, tenía pequeños detalles para el personal de servicio, se le veía asiduo en los actos de piedad,
estudiaba a conciencia y había pensado seguir
la carrera militar.
El Padre Capellán le preguntó el porqué de su decisión y Mar­
tín
respondió convencido:

«Quiero ser un profesional de
la paz
y del orden, para que todos tengan oportunidad de buscar a Dios.
Porque el
militar no

es un profesional de la guerra, sino de la
paz. Todos
hemos nacido

ricos,
sin merecerlo, estamos rodeados
de sacrificios de generaciones
y de cuyos resultados y efectos
disfrutamos. Haciendo bien los
cálculo,, no podremos dar sufi­
cientemente gracias

a Dios y a los hombres por más esfuerzos
que
hagamos; ¿no

vale la pena sacrificar la vida como un
himno de

acción de gracias? El Padre se quedó pálido y emocionado
al oír estas palabras. Argaya había recibido en el seno de la fa­
milia, en donde se vivía intensamente la fe religiosa, el inicio
del camino sapiencial y que él había fomentado en su vida ínti­
ma con Dios. Para este joven universitario el mundo que le ro­
deaba, como imagen de Dios, era un llamamiento constante, la vida le sonreía, en el estudio encontraba satisfacción, saboreaba
lo que aprendía. De haber sido catedrático hubiese inoculado en
sus discípulos sentido de
la sabiduría.
IV. La estulticia en torno a la verdad.
La estulticia en torno a la verdad aparece cuando se intenta
desacralizar lo que Dios ha creado; cuando se arranca la imagen,
el rastro, la idea eterna de lo que nos rodea, se cae en el caos
de la nada.
Para dar una explicación de lo existente, marginando a Dios,
se ha echado mano últimamente del «pantha rei» heracleciano
y, en general, de todos los «reontes» griegos. Es el mito del río
sagrado, irreversible, que en su constante fluir, crea
y performa
la realidad humana
y la explica en sus raíces dinámicas y gené­
ticas. Ultimamente se
han dado cuenta que la corriente del «sa­
grado río» deja mucho o todo por explicar. Entonces se ha lan­ zado al mercado de las ideas el mito del «péndulo», que responde
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~avillosamente a las exigencias sicológicas de aburguesados y
somnolientos y que produce, en las conciencias religiosas funes­
tos males. Pero el péndulo va de un extremo a otro extremo,
hasta parar en medio. Para los pendulistas la situación presente tenía que producirse, como reacción natural contra los abusos,
eimres y

omisiones de la época que nos ha precedido. Tras algún
tietnpo esa

reacción perderá su matiz exagerado y de nuevo se
encontrará la media viable; mientras tanto, «usted tranquilo».
Pero la verdad no es extremo, sino que «está ahí». En
concepto popular «in medio virtus» se puede einplear en el ám­
bito de lo físico y de lo sicológico, sólo en aquello que cae bajo
una ley determinista natural; pero apenas salimos del área física,
la ley del «péndulo» no aprovecha para nada y conduce inexora­
bleinente a

un relativismo de la verdad.
El mismo Santo Tomás, empeñado en salvar a su «cristiani­
zado» Aristóteles, de quien procede el «in medio virtus», tuvo que confesar que la ley pregonada por el filósofo no
era aplica­
ble

a las virtudes teologales: el hombre no puede amar a Dios
detnasiado, ni

puede creer demasiado, ni puede confiar demasiado
ei, su

bondad y misericordia. Tampoco es verdad que la virtud
está en el medio cuando los extremos son viciosos. De dos cosas
viciosas no se puede sacar ninguna verdad, sino un vicio mayor. Los extremos no son verdades incompletas, sino errores con
to­
das las de la ley. El axioma «veritas una, error multiplex» tiene
valor también ahora y lo tendrá
sieinpre. Que
los hombres pa­
seinos con facilidad de un extremo a otro es cierto. Pero la ver­
dad es diferente, está por encima de ellos, y no depende de los
mismos.
Penseinos por

un momento, sin entrar en el análisis, el
lío que

ha organizado el moderno «ecumenismo», hijo del inma­
nentismo y padre de un relativismo letal que estamos viviendo.
Conclusión.
Heinos analizado cómo el alumno que posea una intensa vida
religiosa familiar, verá nacer en
él esa inquietud de corazón, que
ya comentáramos (cor irrequietum), que será la base para, que
cuando llegue a
la universidad pueda descubrir, con la ayuda de
profesores inteligentes y maestros, la «imago
Dei» tanto
en el
estudio como
-en

la investigación, y será también consciente de
que
si se

extirpa el vestigio divino de
lá creación
no se puede
poseer un conocimiento total y real de la verdad. San Buenaventura escribió un tratado con este hermoso
tí-
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tulo: «Itinerario de la mente a Dios». Es una joya preciosa, es
un camino seguro para llegar a la sabiduría y que empieza en la
familia y
termina con la muerte, que nos lleva a la presencia
de Dios.
Creo conveniente
terminar con

unas palabras de Jaspers que
pueden estimularnos, a los que poseemos la fe y la revelación,
a adentrarnos en ella y a vivirla más íntimamente: «Quisiera,
dice Jaspers, llegar a la conciencia de la verdad, busco al filo­
sofar, libertad, redención, paz, fundamento del ser, la plenitud
de la
verdad. Y sin embargo, no puedo pretender redimirme con
la filosofía, pues
la redención sólo la concede la fe religiosa. La
filosofía sólo puede brindarnos un "análogon" de redención».
La ciencia

no puede
ser, sin

embargo, sólo una curiosidad sin
fundamento ni finalidad. El
fin del «Itinerario de la mente» bo­
naventuriano es Dios.
San Buenavenrura escribió otro tratado maravilloso, «Reduc­
ción de las ciencias a
la Teología», en donde prueba que la filo­
sofía es

camino hacia
la teologia y lo más puramente científico
es un eslabón para lo religioso, es el conocimiento sapiencial, el
«Itinerarium mentís in Deum». Jaspers nos habla de «consuelo
y entrega» en
la investigación científica, pero esto sólo tiene sen­
tido cuando a través de
la oscuridad de la vida, se encuentra la
mirada bondadosa de lo divino que quiere encuadrar nuestros
planes con los planes de Dios.
Esta es la Acción Pedagógica Sapiencial Universitaria, diría­
mos, el «Alma Mater» de los jóvenes universitarios de la «Ciu­
dad Católica».
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