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Número 257-258

Serie XXVI

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Razón y democracia

RAZON. Y DEMOCRACIA
POR
RAFAEL GAMBRA
En otoño de 1792 la Convención decreta en Francia el cul­
to de la diosa Razón, y el pueblo revolucionario de París adora
en la catedral de Nuestra Señora a la Razón bajo la forma· de
una prostituta encaramada en su altar mayor. Acababa de pro­
clamarse la República, y pocos meses antes había subido a la
guillotina Luis XVI y su familia, .símbolos del pasado sagrado de Francia, de lo que a .partir de ahora se considerarían «pode­
res irracionales». En aquellos
mismos días el

arzobispo «consti­
tucional» de París, con su canónigos, abjuraría de la religión
católica ante la Convención. Iba a_ comenzar, en un baño de
sangre, la puesta en . práctica de los lemas radonate, de Liber­
tad, Igualdad
y . Fraternidad. Empezando por el de Igualdad,
porque los otros se
· suponían
consecuencias futuras de la obra
igualadora de la Revolución. El calendario
-,-los nombres

de
los meses
y el cómputo de los años- se modificarían con nom­
bres «naturales» y una nueva era a partir del año I; los notá­
bles del reino -nobleza y clero-- se igualarían mediante la
guillotina hasta no haber otra condición ·que
la de «cuidadano».
La canción

de guerra de los revolucionarios era:
Les aristocrates a la lanterne ·
¡;a
ira, ¡;a ira, ,a ira
...
(1)
Los países históricos se igualarían en· departamentos admi­
nistrativos cada uno con su ·número y también con nombr~s «na­
turales» (ríos y montes); leyes y franquicias cederían ante un
solo Código civil; incluso los campanarios de las iglesias se de­
molerían para reducirlos· al nivel
.de las

casas ...
· ( 1 ) Los aristócratas a la farola ( a ser colgados)
~to marchará,_ esté marchará ...
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En ese cnlto a la Razón venían a coincidir la ideología de
la Ilustración y el pensamiento de Rousseau. Los hombres na­
cen iguales, libres, y también buenos_, puesto que son poseedores
de la razón. Pero crecen y viven en un medio social perverúdo
por el «irracional histórico» que los condiciona y malea. Según
ambas teorías, un mundo de creencias y superticiones, de pre­
eminencías y de poderes ancestrales oprime al hombre obligán­
dose a adaptarse, a reprinúr el ejercicio de su razón;. a disimu­
lar
y a mentir. Es preciso destruir ese mundo de instituciones·
históricas y de «prejuicios» para que el hombre recupere .su primi­
tiva _ inocencia en el seno de una nueva sociedád racional, fra­
terna y libre. El poder dentro de esa nueva sociedad «liberal»
habrá de reducirse al
minimo: no

profesará creencia ni doctrina
alguna sino que se limitará a velar por la libertad de todos, es
decir, por que el derecho de unos no interfiera con
el de otros
_ y por que se cumplan los contratos. Ese mismo poder no se
asentará -en orígenes ni carismas supu~stamente superiores, sino
que es establecerá por convenci6n o acuerdo de las voluntades
libres expresadas en
el sufragio, del que nacerá una Constitución
o contrato social, ley única y soberana. Se trata de la «sobera­
nía popular» o régimen democrático moderno. Los hombres
no
serán

ya gobernados por
dipses ni
por leyes venidas de los Alto,
sino por
sí mismos,

por la Voluntad General iluminada por la
Razón.
* * *
Han transcurrido casi doscientos años desde aquella apoteo­
sis de la Razón.
Expandidas a
todo el mundo las ideas de la
Revolución por los ejércitos napoleónicos, parece habrese esta­
blecido universalmente el régimen político ideado en las Con-
·
vención:

laicismo de Estado, Constitución emanada de la volun­
tad popular,
su~ragio universal,

igualdad ciudadana.. . Las dife­
rencias religiosas e históricas que determiriaron una pluralidad
de l)aciones, y

la identidad de cada una, han dejado de ser re­
levantes ante la universalidad
· de

ese esquema político demo­
crático-racional. Incluso las regionalidades o «autonomías» que surgen se acomodan políticamente a ese mismo esquema.
·
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Prescindiendo de la cuestión filosófica de si la razón des­
vinculada de la experiencia
histórica. es
directriz adecuada para
la gobernación de los pueblos, parecería lógico que, a los dos
siglos de la Revolución,
el mecanismo de gobierno de los pue­
blos

hubiese alcanzado
la más alta cota de racionalidad técnica.
Que la eliminación de factores irtacionales o no racionales hu­
biera llega'do a ser completa. Pensemos, sin embargo, en c6mo
se realiza en nuestras sociedades democráticas la elección de
parlamentarios
y de gobernantes. El sistema es en todos los
países democráticos
el sufragio universal inorgánico o individual,
a través de los partidos,
y otorgando idéntico valor a los votos,
sean de un sabio o de un analfabeto. Dando por sentado que
de ese voto mayoritario nacerá
la ley, .la verdad y la justicia vi­
gentes hasta los próximos comicios.
Se trata
en teoría de con­
sultar a la
«opinión pública»

mayoritaria, pero para en la prác­
tica propiciar o hacer posible
el éxito de una candidatura se re­
quieren estos cuatro elementos o factores:
1.0
) Una imagen -la imagen del candidato-- que ,;esulte
atractiva pata el

electorado, especialmente del femenino si se
trata de un hombre.
2.
0) Un slogan breve e incisivo, capaz de crear una imagen
.mental sugestiva

(«por el cambio», «por las cosas bien hechas»,
etcétera).
3.0 ) Una musiquilfa pegadiza que acompañe al slogan y a
la imagen humana a través de los altavoces.
4.0 ) Dinero en cantidad suficiente para realizar la campaña
masiv~ y saturadora de esos tres elementos.
Como puede verse, factores no demasiado racionales, que se
dirigen más a las capas profundas de la emotividad, de la pere­
za
mental, del

sexo, incluso a
la búsqueda del reflejo o del sín­
drome. Por modo tal
que, más·

que de
Mluntad general podría
hal,4rse hoy de refle¡o condicionado general.
Es, sin embargo, frecuente oír hablar en el seno de estos
regímenes pretendidamente racionales de «poderes fácticos». Po-
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deres de hecho, no establecidos constitucionalmente ni teórica­
mente ideados. La referencia se realiza siempre en un sentido
crítico o agresivo,
__ sobre
todo en las democracias tendentes al
socialismo. Poderes fácticos son, básicamente, la familia, el Ejér­
cito y la Iglesia. La
familia (y
la educación familiar) en cuanto
base
de la sociedad natural, que se opone a una sociedad indi­
vidualista y
a' una
educación estatal. El Ejército concebido, no
como un
mero. instrumento

de emergencia la servicio de la de­
mocracia, sino como continuidad defensiva de la patria y de su
significación histórica. La .Iglesia como. sociedad religiosa inde­
pendiente del Estado y con una esfera pública de atribuciones.
La historia de las democracias modernas lo es también de una
guerra latente o abierta
contra· ¡a influencia

y la existencia mis­
ma de estos
poderes fácticos.
* * *
Es jueves 18 de junio, día este año del Santísimo Corpus
Christi. Me dirijo a participar en la procesión que, desde los
orígenes
de esta fiesta, se celebra en Madrid como. en casi todas
las ciudades.
de España. La procesión arranca del pórtico de la
catedral, aún sin terminar de construir, de la Almudena, que
alza
sus. torres

junto al Palacio Real, y se desarrolla hasta la to­
davía catedral

de San Isidro, en el viejo Madrid de los Austrias.
Se concibe esta procesión como una. gran desfile de la
civi­
tas cristiana y como un homenaje · público, apoteósico, al San­
tísimo Sacramento. Abre el cortejo una sección
de. la
Guardia
Municipal en uniforme de gran gala. Siguen las cofradías arte­ sanales o profesionales con sus estandartes y juntas de gobierno.
A continuación desfila el clero diocesano en dos filas y
la,cus­
todia

con el Santísimo, que es a modo de un gran templete de
plata, Cierran

la procesión las órdenes militares representando
a la nobleza y las autoridades civiles y eclesiásticas, (a cuyo fren­
te iba en otro tiempo el Rey) con bandera
y música, en repre­
sentación del Ejército.
Este, por

su
parte, cubría
la
carrera rin­
diendo.

armas al paso de las custodia. En el trayecto una lluvia
de .flores cae sobre ésta y, en algunas ciudades, la procesión dis-
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curre sobre tapices de flores con artísticos dibujos. Al salir el
Santísimo
y a su llegada a la catedral las bandas interpretan la
solemne y vibrante Marcha Real, a la. vez himno nacional y re­
ligioso, que inspira profunda emoción en el espíritu de los es­
pañoles. El acto está informado por el espíritu corporativo
y
jerárquico de la ciudad medieval, vivificada por la fe ctistiana,
que rinde así adoración pública a su Dios
y Señor.
. . He

dicho que
la Almudena, de donde patte la procesión,
eleva sus inacabadas
oiivas junto

al Palacio Real, formando a
modo de un conjunto que asoma sobre
fo que fue escarpe y mu­
. ralla de. Madrid.

En
su· inspiración

originaria son como una sim­
bolización del Altar
y el Trono. El palacio de la que fue Ma­
jestad
Católica 1 tuir al viejo alcázar de los Austrias, destruido por un incendio.
Su emplazamiento coincide con el de la primitiva fortaleza árabe,
cristiana más tarde, que fue el reducto
desde donde se

extendió
Madrid. Es

un palacio de piedra
bllllll>l, de

un bellísimo neoclá­
sico barroco. Obra de Saccherti
y deVentura Rodríguez es el
mru; hermoso y armónico de los palacios regios de Europa. En
su concepción se conjugan la fortaleza, el palacio
y el templo,
representado éste por
la cúpula de su capilla que lo preside.
Desde ese palacio se gobernó a las Españas universales, desde
Oceanía hasta los reinos italianos, pasando por
la inmensidad
de la América hispana.
Para su balaustrada superior se esculpieron cientos de inmen­
sas estatuas pétreas, de airosos perfiles, que representan a todos
los reyes y reinas de España desde la época visigótica hasta
Car­
los
III.

La guerra de Napoleón interrumpió las obras finales
del Palacio,
y las estatuas quedan dispersas por múltiples par­
ques y paseos de España, sin llegar a su emplazamiento. Sólo
una pocas se elevaron recientemente a los
ángulos y fachada
. principales. La .propia Plaza de Oriente, contigua al real alcá­
zar, está circundada de muchas
de esas
estatuas.
Aquellos monarcas representados en esa gran galería escul­
tórica reinaron y goberanaron «por gracia de Dios y según fue~
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ro», es decir, atenido su poder a la ley divina y limitado por
las leyes y los derechos de su estados
y de sus súbditos. Elegían
a sus secietarios o ministros según su recta razón y prudente
consejo, y en el acierto de esta elección eran ,ellos mismos los
primeros interesados. Pero, sobre todo, recibían, conservaban y trasmitían un poder que permaneció unánimemente respetado
durante mil años. Una continuidad histórica en
la que

cada uno
de esos príncipes, a pesar a veces de rivalidades y contigencias, se consideraba heredero de su predecesor, y el que encargó las
estatuas, del primero de todos. Desde el origen
del reino visigó­
tico hasta vísperas de la Revolución, en el siglo
XVIII.. Un mi­
lenio de monatqufa, con épocas de esplendor
y poderlo eomo no
conoció otra monatquía, ni aun el propio Imperio Romano. Volvamos ahora la mirada a la etapa histórica
-la nues­
tra~, que

inauguró la Revolución adorando a la diosa Razón
en el

gran templo de
París, Ya

no hay unidad de
fe, ni las na,
ciones
-menos

aún lo que fue el ámbito de la Cristiandad­
poseen un
. común fqndamento espiritual.

Ya no es posible un
desfile
. procesional

como el
del Corpus que represente al con­
junto de las
civitas. No. hay más desfiles que las manifestaciones
de partidos políticos, rivales entre sí, entregados a una lucha por
el poder, siempre recomenzada, bajo los irracionales supuestos del
sufragio inorgánico.

Menos aún
existe una.
continuidad milena­
ria
de gobierno; antes .bien, en cualquier nación europea puede
contarse· una sucesión de ocho o diez regímenes insolidarios_ en­
tre sí, separados por revoluciones, en el decut'so de menos de
dos siglos.
Estamos así en condiciones
de preguntarnos
sobre qué des­
cansa mejor la razón humana, la contemplación del espíritu:
¿ sobre áquel conjunto de poderes «fácticos» -familias, Iglesia,
MonarqU.fa-armonizados entre sí milenariamente por una mis­
ma fe? ¿O sobre este inmenso tumulto en que nos debatimos en
nombre de una supuesta racionalidad liberada? ¿Dónde encuen­ tran la razón el orden
y la armonía, y en dónde le repele la
· anarquía Y· la improvisación?-
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