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Número 257-258

Serie XXVI

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Los fracasos: las ideologías

LOS FRACASOS: LAS IDEOLOGIAS
POR
JuAN ANTONIO WIDow '(*)
Profesor de Lógica y Metafísica .en la Universidad Católica
· de Valpara!so (Chile).
Entrar en este tema implica una exigencia previa. ineludible:
la precisi6n del significado de los términos, o
específicamente del
término

que
ha de marcar el rumbo a esta exposición. La palabra
ideología tiene un origen artificial: se inventa, en efecto -en el
ambiente del optimismo de las Luces a finales
del siglo XVIII-:--,
pa1a designar una nueva ciencia, aquella que había de desvelar
.en forma definitiva los secretos sobre el origen de las ideas del entendimiento humano, mostrando que no son más que una for­
_ma un

poco más elaborada de las sensaciones.
Es obvio que, en su historia, el término no
manifiesta espe­
ciales

vínculos con ese primer
significado. Pero,
quizás por esto
mismo, y al verse libre de las
raíces semánticas

que marcan la
identidad genética del lenguaje, se
ha· prestado para muy distin­
tos usos, por lo general vagos y
poco aptos para precisiones. Por
ejemplo, suele ser empleado para designar, simplemente,
cual­
quier doctrina o concepción intelectual, sobre todo en el orden
de lo que
clásicam~te .se
llam6 ciencias prácticas:
la ética, la
política, la economía.
Sin embargo, en la historia de las ideas políticas,
y en la del
mismo actuar social y político, se ha ido
decantaodo una

actitud
o mentalidad -un estilo de pensamiento y un criterio de con­
ducta- que ha podido ser designado, con bastante propiedad, ·
con el adjetivo
ideol6gico. Esto aparece, con formas definidas,
(*) Conferencia pronunciada en el I Fo Ro EMP.RESARIAL · IBEROAME·
RICANO. México, D. F., 12 de niarzo de 1987.
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JUAN ANTONIO WIDOW
en el siglo xvnr, aunque sus raíces se remontan mucho más lejos.
Hablar de ideología, en este contexto -y aun admitiendo ma­
tizaciones diversas en su
significadO-:-, se

habla de un sistema
coherente de ideas acerca de cómo ha de ser la realidad personal
y
social del

hombre.
La primera cualidad de tal sistema es esa coherencia inter­
na: debe estar todo debidamente explicado; nada debe escapar a la racionalidad o a la
l6gica propias

del conjunto. Una ideolo­
gía debe tener respuesta para todos los problemas: si para algo no la tiene, es que eso no existe. Es un universo lógico en que
no hay ningún camino de salida, pues toda
vía es de comunica­
ción
interna, Si

hubiese
. una

puerta de escape, la ideología no
sería tal: su identidad
es· incompatible

con la admisión del mis­
terio o, ·simplemente, de la validez objetiva de lo contingente. La ideología
no_ es,. por

tanto, una interpretación de la rea­
lidad
humana en' sus

distintas dimensiones. No pretende ser una
teoría,
_en el

sentido tradicional
dé este

término; es
decir, nó
es
una
ciencia especulativa, cuyo objeto

sea descubrir y explicar
cuál es la verdadera naturaleza del hombre, como individuo y como parte de la
sociedad'. Por el contrario, el

pensamiento ideo­
lógico pretende ser
una anticipación

de
esa realidad
individual
y social del hombre. Es un 1rni"delo o un proyecto, y en él se
define lo que
débe ser

el hombre, determinando as! su valor en
absoluto. De esta
manera, la ideología no es un conocimiento que deba
ser
confrontadó con Ía realidad, para saber si es verdadero. Es la
realidad concreta de
los hombres
la que debe ser confrontada
con la ideología, para saber si,
eri · cuanto tal realidad, es válida
o no lo es.
La ideología es la prefiguración acabada de lo que
la sociedad humana, en cada
uno de
sus aspectos,
debe ser. Por
esto, la acción que en ella se inspira tiene como única finalidad
la
¡le construir

la realidad social de acuerdo al modelo. El hom­
bre
_en su vida cotidiana

es, en manos del ideólogo, como
el ba­
rro en
manos del

alfarero: y con la misma libertad de poder
desecharlo y tomar. otro si es que por cualquier motivo no sirve
para hacer coñ. él lo que se intenta. Es decir, que, si esta -tarea
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LOS FRACASOS: LAS IDBOLOGIAS
falla, la de construir la nueva sociedad, nunca es por culpa de
la ideología, que en sí es perfecta e infalible, sino de la realidad,
que
.no es

capaz de recibir las nuevas formas redentoras: el
lla­
mado «costo social» de la implantación del modelo ideológico es siempre despreciable, pues no
tien,e proporción
con el
valor de
la

humanidad que descubre su verdadero destino.
* * *
· Al describir de este modo lo que, en un sentido más. estricto
del término, se entiende por ideología, puede quedar fácilmente
la impresión de que no queda
margen para

admitir
formas más
atenuadas

o moderadas de lo ideológico. Sus perfiles se presen­
tan de tal modo definidos, que no quedan en ias fronteras del
concepto esas tieru:as de

nadie que haoen posible interpretaciones
del mismo en tono menor. Las
hay, sin embargo. Lo ideológico es básicamente una ac­
titud
o mentalidad, y, por ello, puede, como en general todas
las
posiciones que adoptan los hombres, ser más o menos con­
secuentes consigo mismas. Además,
·como actitud

de la persona
frente al universo circundante
y, sobre todo, frente a las aristas
que la realidad cotidiana le presenta, corresponde a una tenden­
cia psicológica profudamente afincada en el hombre
y que siem,
pre

cuesta dominar: es la inclinación a anteponer los propios
sentimientos, las reacciones de la subjetividad independiente, a
esa realidad que constantemente· está poniendo exigencias que
no son gratas,
y que recuerda al alma que hay normas -para
el conocimiento
y para la voluntad-que· emanan, en definitiva,
de
la propia condición existencial de creatura.
Entre aceptar
lo que las cosas son o lo que uno querría que
fuesen,
fa tendencia atávica es la de optar por la segunda alterna­
tiva. Y
ahí vienen los complejos resortes psicológicos destinados
a
disfrazar esa
opción, presentándola como la más auténtica y
válida. Esto

es
pan diario en el ámbito más restringido de la
vida privada de los hombres. Ha
encontrado un
fuerte correctivo
en la vida pública, donde instituciones y leyes
han impuesto una
valla
que ha mantenido en

su coto a las veleidades
de la
subjeti-
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JUAN ANTONIO WIDOW
vidad: hasta el advenimiento a este plano, en gloria y majestad,
de la mentalidad ideológica.
La tendencia a prevalecer
de la 'propia subjetividad sobre las
exigencias objetivas
del-mundo

real,
supon.; la existencia en el
interior de los hombres de una de las
más fuertes hihris o con­
cupiscencias: la del poder. Es, en efecto, el poder
del sujeto lo
que se pone
en cuesti6n

al plantearse la alternativa entre aceptar,
humilde,
las condiciones que a la propia vida· y conducta impone
la naturaleza de las cosas, incluida la
del mismo hombre, o im­
poner, contra viento y matea, las determinaciones subjetivas de
una voluntad
indepeodizada. Al. elegir esta última alternativa, la
persona siempre opta por el poder, por el gozo íntimo de sentir
que nada se impone a
la voluntad, y que es ésta, por el contra­
rio,
la que está imponiendo formas y l'UlDbos a sí misma y a su
propio contoroo.
Esto explica un hecho aparentemente
difícil de entender: el
de las
dos caras. de la ideología. Por una parte está la que pre­
senta en

el ideólogo: un sistema inextricable para el profano o
para el
recién iniciado, pero que en aquél es fuente de respuestas
luminosas para todos
los problemas. Por la otra, es un alimento
simple
y elemental para las mentes de la masa: crea en ella la
impresi6n de
que está participando en un poder único,
y que su
voluntad es parte activa de
él; da fe absoluta de· que el sistema
al cual se adhiere tiene el
secreto para
todas las respuestas
y solu­
ciones. La ideología, traducible para
ella en unas cuantas mu­
letillas básicas, le otorga seguridad
y, al mismo tiempo, le evita
el esfuerzo y el riesgo de pensar por cuenta propia.
De este modo, la ideología satisface la elemental concupiscen­
cia de poder de los hombres simples.
Lo cual exige la existencia
de una estructura 6sea para esa masa: es la organizaci6n de los
iniciados, rematada por la cúpula de maestros
y líderes, que son
los que tienen la
Cl\pacidad para

responder, en cualquier momen­
to, a los apetitos e inquietudes que emanan de
esa concupis­
cencia,
y que, por lo mismo, poseen el carisma para guiar a la
masa hacia la plena realizaci6n de su voluntad soberana.
La ideología, para ser eficaz, debe rebajar al nivel del vulgo
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LOS FRACASOS: LAS IDEOLOGIAS
todo lo. que pudiere ser respetado como norma o principio de la
vida social, es decir, aquello que pudiere ser estimado como in­
mutable o sagrado. Debe dar esto en pasto a
la masa, creándole
la sensación de que, por fin, ya .no está sometida a ello y de que,
al contrario, son los principios
los que
se hallan sometidos a la
aprobación
de su voluntad. Pero, a la vez, debe alimentar una
oligarquía
estricta y con poderes absolutos,
la de aquellos ini­
ciados en los cuales la masa debe tener
fe incondicionada. Esta
oligarquía, por lo general organizada como cúpula de un partido,
es
la que, según explica. Rousseau, debe forzar a los particwares
a

querer
el bien que conocen, pero rechazan, y enseñan a la. masa
el

bien que quiere, pero no conoce.
¿De
dónde provienen

estos hombres que no suelen ser in­
telectnahnente mediocres, y

que,
sin embargo, son atraídos por
los
sistemas ideológicos,

en los cuales ascienden con relativa
fa­
cilidad, col;!Íormando sus estructuras dirigentes? Manifiestan,
además, una

energía inagotable, y una gran capacidad para su­
bordinarlo todo en su vida
al triunfo

de la ideología. Hay una
fuerza interna .en ellos que aparentemente no se agota
ni decae,
aun tras los peores fracasos y
. derrotas:

siempre vuelve a empe­
zar, recogiendo de las experiencias pasadas
la enseñanza para
aplicar en los

siguientes
embates. Es

un devoto
de la disciplina
'y de la pureza de los objetivos revolucionarios. A ello sacrifica
lo
que normalmente es más
caro al
hombre: familia, amistades,
seguridad personal. Sólo
cambia en

algunos aspectos su manera
de ser cuando está en
el poder de la revolución triunfante: en­
tonces se siente con derecho a disfrutar en forma plena de aque­
llo que antes
poseían sólo sus enemigos.
Hay muy valiosos estudios sobre el fenómeno moral
y psi­
cológico
que se encuentra en la raíz dé la personalidad del ideó­
logo
y del revolucionario. Los más conocidos son los de Max
Scheler y de Gregorio Marañón. Nietzsche fue
el que dio el nom­
bre a este fenómeno: resentimiento.
Su campo de acción es, indudablemente, más amplio. Como
Marañón lo muestra en su biografía del emperador Tiberio, el
resentimiento es mucho más antiguo en la historia de la humani-
s,1
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JUAN ANTONIO WIDOW
dad que las ideologías del siglo XVIII. Pero el hecho, también
indudable;
· es

que éstas
han dado al resentimiento un enorme
cauce para dar rienda suelta a su fuerza interna; han sido una
válvula de escape que le han perlllitido arrojar su ímpetu, ya sin
disfraz ni inhibiciones morales, sobre la sociedad.
El
resentimiento es
la
aCUlllulación de agravios, reales o fic­
ticios, que se desvinculan de
la causa original a la cual, CO!Y razón
o sin.

ella, se atribuyen. La
reparación de

esos agravios, por con­
siguiente, debe ser infinita, pues al no haber objetos precisos de
vindicación,
el objeto_ es cualquiera. La herida que en su mo­
mento se ocultó se transforma, así, en fuente inagotable de una
purulencia que por principio debe infestarlo todo: es
ésta, pre­
cisamente,
la actitud y la mentalidad del resentido. El otro, el
vecino, el jefe, -el compañero, la sociedad en sUllla, tieneo la cul­
pa de ese agravio genérico y, de algón modo, tienen que saldar
una deuda que, sin
embargo, nunca
terminará de saldarse. Se­
gún
la psicología profunda del resentido -y que no suele ser
vulgar ni ramplona-, los
demás le deben todo. Por esto, la ideo­
logía, que

busca destruir la sociedad podrida
para construir una
completamente nueva

y distinta, se adapta del todo a esa
psico­
logía:·
da

justificación. plena al
. hecho

de que
el resentido

no se
sienta deudor de nada ni de nadie, y de que sean los otros, por
el
contrario, los que, estando eo una situación casi esencial de deuda
con él, tengan que estar siempre agradecidos de su acción. Hay
resentidos sociales, y los hay religiosos: éstos son los peores, los
de
mayor virulencia.

Son lo que apuntan su odio, su sed
inago­
table de venganza, contra Dios y contra sus creaturas. Es el
caso, muy claro -según se desprende, sobre todo, de sus escri­
tos
tempranos-, de

Marx. Hay
poemas juveniles

suyos en que
se expresa. con toda. la violencia de que son capsces las palabras
ese reseotimiento que• luego convertiría en
método de

acción:
«Pronto estrecharé la eternidad contra
mi pecho, y pronto / Au­
llaré maldiciones .descomunales

contra la
hlllllanidad /
¡Ah! ¡Eter­
nidad! Ella es nuestra aflicción continua, / Una
muerte indes­
criptible
y sin medida ... Si existe un Algo que devora, / Saltaré
dentro de ello, aunque arrastre
al mundo en la ruina / Al mun-
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LOS FRACASOS: LAS IDEOWGIAS
do que s~ levante entre mí y el abismo·/ Lo haré con mis makli­
ciones
perdurables ... Y los mundos nos arrastran consigo en
sus
giros,

/ Aullando sus cantos de muerte,
y nosotros ... / Nosotros
somos. los m9nos de

un Dios
frío».
Desde que nos ofreció la personalidad de Robespierre, la his­
toria

de
la acción de las ideologías está llena de grandes y de
pequeños resentidos. Sin.
dios, esa

historia no
habría existido.
La

adhesión a
la ideología, tanto de parte de la masa que se
alimenta de

sus versiones más simplificadas, como de los qne
se
constituyen

en sus sacerdotes y pontífices,
no nace -seg6n ya se
habrá

podido entrever en lo
dicho-de
una interna convicción
sc,l,re la verdad dé lo que dla postula. Esa.adhesión es a la efi­
cacia de la ideología -a su poder, en suma-, no a su verdad.
O,

visto lo mismo desde otra perspectiva, se entiende como
ver­
dadero,

en este plano, únicamente
aqudlo que
·alcanza sus obje­
tivos, que triunfa u ofrece
expectativas concretas

de triunfo, que
es capaz de inspirar temor. Esto explica
el· éxito de ideologías
cuyos contenidos no resisten el menor
análisis intelectual
serio,
y cuyas obras son desoladoras. Ese éxito se
explica, primeramen'
te,

por los vacíos que la sociedad va creando en su seno, de todo
tipo, pero especialmente
de orden religioso, moral y cultural, y
que
la ideología sistemáticamente ya llenando; luego, es este
poder así

manifestado el que seduce y
atrae a
los nuevos segui­
dotes. La historia del nazismo, en su momento, y del comunismo
en nuestros
días, son

ejemplos claros de este fenómeno: ambos
movimientos fueron, en sus inicios, s6lo un pequeño grupo de
revolucionarios, incapaz de crear por sí solo las mínimas condi­
ciones
para empezar a ·escalar el poder social y. político, hasta·
que circunstancias
ajenas a
ellos mismos les
dieron la
oportunidad
para
hacerse con

ese poder. Y
ahí es
donde
empiezá su
historia.
En su
Breve tratado de sovietologla, AJain Besan~on dice
algo
del comunismo que es aplicable a
toda ideología
instalada
en el poder, pues en
el marxismo-leninismo se halla la quinta­
esencia de lo ideológico, es la ideología en que se dan
c;on más
claridad

y rigor
todas.· las

consecuencias
;de su carácter de
tal.
Explica
Besan~n qúe pueden

encontrarse
tres' tipds de

cómunis-
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JUAN ANTONIO WIDOW
tas, de los cuales sólo el tercero es el que corresponde con fide­
lidad a lo que exige de
él la estructuración del poder de la id=
logía:
el prím<,ro es

el ingenuo,. el que cree que lo que está en
la ideología
-o que sostiene su único intérprete válido, el par­
tido--es

verdadero. Luego está el cínico, el que no cree en las
doctrinas ideológicas,
peto se adhiere a ellas en razón de las ven­
tajas
per;onales que

puede lograr del poder. Y el tercero es el
que
no. se

plantea nunca
la cuestión de creer o no creet, sino
que simplemente se
hace parte del sistema, contribuyendo a su
consolidación
y al acrecentamiento de su poder. Es el que posee
la «lengua de madera» del régimen, el que interpreta y difunde
sin convicciones la doctrina, y el que procuta que todos actúen
como si fuese ella verdadera, aplicando a esta tarea todas sus
potencias y los inagotables recutsos que, con este objeto, pone en
st:Í mano

el poder del partido.
Esta condición intelectual
y afectivamente neutra que debe
tener el
más fiel

miembro del partido ideológico, da
luz sobre la
estructura psicológica de aquellos hombres que sirven con la
misma lealtad y eficacia a distintos
titulates del

poder o a
dis­
tintas corrientes que se oponen dentro de una misma ideología.
Son las versiones
más depuradas y, por lo tanto, despojadas de
cualquier amago de
originalidad o de· independencia
personal,
y con mayor
razón de

genialidad, de personajes como Talleyrand:
servidores de un·
poder sin

nombre y
sin principios.
* * *
Hay aquí puntos suspensivos que guardan una pregunta: si
fa mentalidad ideológica está caracterizada por estos rasgos do­
minantes, ¿en qué
queda la diferenciación entre las distintas
ideologías? Es
natural que surja

una cierta resistencia a juzgar
según los mismos patrones a comunistas y nacional-socialistas,
a socialdemócratas y demócratacristianos.
Las diferencias. son obvias. Pero son diferencias
específicas
que

se inscrib$ dentro de. un género
común. Y
no hay que
caer en el engafio de
· juzgar · la moderación en los criterios y en
las conductas de adherentes a determinada.s ideologías
como efec-
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LOS FRACASOS: LAS IDEOLOGIAS
to o propiedad de éstas. La ponderación en los actos y el buen
juicio
revelan cualidades
que son
refractarias a la actitud
ideo­
lógica,

cualquiera sea su contenido conceptual o
doctrinario, In-·
cluso

en la
.con,ducta de un comunista -y lo cito a él pues es
en el marxismo-leninismo donde se dan los métodos más afina­
dos para lograr el
perfecto vasallaje

intelectual y moral en sus
seguidores--, pueden registarse inconsecuencias respecto al im­
perio sobre él ejercido por la
ideología. Y

hay testimonios de
ellos. Es decir, que incluso en el comunista es
posible encontrar
una

humanidad que es contraria al sistema, aunque nunca tenga
la fuerza capaz
de quebrarlo o siquiera amortiguarlo. Y también·
es posible encontrar en el otro extremo del mismo
espectro
ideológico,

en el liberal,
una. actitud
implacable
y cerrada cuan­
do
trata de encuadrar la realidad en el molde de sus postulados.
La historia de las
ideologías es

una. No hay historias parale­
las e independientes de. cada

una de
ellas. Se puede dibujar el
árbol genealógico en que se ven
las inserciones de las ramas en
el tronco y los renuevos que brotan de éstas.
Las relaciones
de parentesco suelen fortalecerse,
además, con

vínculos agrega­
dos que manifiestan, precisamente, esa afinidad primera en que
radica la aptitud para tejer nuevos lazos.
Por ejemplo, entre el desaparecido nacional-socialismo ale­
man y el marxismo hay, aparentemente, un abismo insalvable.
Sin embargo, hay que recordar que ambas
ideologías son

ver­
siones del socialismo, y
que,' además,

ambas se reconocen deudo­
ras, en aspectos esenciales de su doctrinas, de la misma fuente:
las ideas de la selección natural y de la lucha por
la existencia,
de Darwin: Es sabido que la teoría germana de la lucha de ra­
zas
y del destino fatal de las inferiores a desparecer o a some­
terse a las superiores, aplicada a
la raza aria y a sus proyeccio­
nes geopolíticas,
está· tomada

directamente de la obra del natu­
ralista
in,glés. Por

su parte,
en· una

carta
a Lasalle, Marx le
confiesa que es en la lectura de
Darwin donde

ha nacido su
concepto de clase, y el de
la lucha de clases como motor único
de la historia. Pero, aparte de estos parentescos políticos que
fácilmente
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JUAN ANTONIO WIDOW
enlazan entre sí a 'las ideologías, hay un tronco común. Hasta
el punto de que se puede afirmar, sin-caer en el equívoco o en
la

pura metáfora, que la
ideologílt es b.lsicamente una,
y que la
diversidad de sus rostros corresponde a interpretaciones distin­ tas de los mismos postulados
y a diferentes métodos de aplica'
ción

del modelo ideológico a
la realidad
social.
Podría argumentarse en contrario aduciendo las
numerosas
e

inacabables pugnas
y guerras entre ideologías. Estas mismas
guerras, sin embargo, con toda la ferocidad
que las
ha caracte­
rizado, vienen a ratificar que hay un idéntico tronco común. Han sido y siguen siendo guerras
al estilo de las de religión. Son ver­
siones secularizadas de la Guerra de los Treinta Años, que opuso
a católicos y protestantes, o
y sunitas

para dirimir cuál es
la· versión
más fiel y auténtica
de legado
islámico. Es la pugna entre astillas del mismo 1nadero,
y su ferocidad es · aquella de la cual son capaces los hermanos
cuando en sus divisiones dejan a
. un
lado toda razón de ave­
nencia.
Las iedologías coinciden todas en el · reconocimiento de un
mismo postulado fundamental, cuyo contenido es el que,
al re­
cibir interpretaciones más o menos radicales, da lugar a la de-·
rivación

del tronco en sus
ra1nas. Este
postulado es el de la
libertad, considerada como el valor
supremo del

hombre, como
el primer
principió' de

moral y como el
dog1na que hay que sos­
tener por encima de cualquier
dudk o

intento de verificación
racional.
·
¿Cómo
se

puede relacionar el
reconocimiento de
este postu­
lado éomún con algo tan absolutamente contrapuesto a las liber­ tades concretas de los
hombres, como es . el

modelo ideológico
y las técnicas para implantarlo en la sociedad? La respuesta a
esta natural perplejidad está en la misma
índole de la idea que
se establece como tal postulado. Las revoluciones de nuestro
tiempo se
han realizado todas con

el fin
de liberar

a los hom­
bres y a la sociedad, para ganar un estado de libertad ·que se ve
negado

en la situación anterior; no obstante lo
cual, todas han
impuesto·

una situación de opresión semejante o
peor a lá 'que
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LOS FRACASOS: LAS IDEOLOGIAS
se vivía hasta el momento de su triunfo. Sacrifican muchas liber­
tades para
lograr la
liberación final, y las siguen sacrificando
para asegurar el poder de la revolución contra todos sus enemi­ gos latentes. Esta contradicción, a pesar de lo que podría
es­
perarse

luego de una visión superficial, no debilita a las
ideoh
gías,
ni

crea mala conciencia a sus sostenedores.
Lo que ocurre
es que, desde el momento en que
se. pone

a la Libertad
-que
aquí

tiene que ser con mayúscula- en el pedestal del principio
y del dogma, ya no se trata de algo real
y concreto, de algo que
exista en el uso y goce cotidiano de los hombres, sino
de la
Idea
a cuya imagen

debe conformarse la
· realidad.
Esta idea es la
piedra angular del sistema iedológico: los hombres son libres
sólo ·en

la medida en que su vida se adecua a esta·
matriz básica,
fo son únicamente si se comportan de acuerdo a esa idea de
libertad que tiene y guarda ~ ideólogo instalado en el poder.· De
aquí que en las revoluciones
inspiradas en
ideologías, se pueda
aplicar, en casi todas ellas, el criterio
tan claramente enunciado
por Rousseau, y que no es de
ningún modo expresión de cinis­
mo o de inconsecuencia con los ideales:
«Aquel que rehúse obe­
decer

a la voluntad general,
será ·

obligado a ello por todo
el
cuerpo: lo cual no significa otra cosa sino que se le forzará á
ser libre» .. Este· postulado de la libertad se encuentra claramente for­
mulado por los doctrinarios de todas las ideologías,
comenzando
por

aquellas que, aun sin las
. características
ideológicas más de­
finidas que van a tener las que surjan a partir de la segunda mi­
tad del siglo xvm, es por vía materna la antecesora de ellas: el
liberalismo, o lo que desde 1812 se conoce universalmente con este nombre.
·
Uno

de los expositores contemporáneos más notables de las
doetrinas liberales, Friedrich van

Hayek afirma que
la libertad
«cofistituye lo que más apropiadamente puede considerarse como
principio moral de la
acción pol!tica» ...

«Exige que se le acepte
como valor intrínseco» . . . Hay que asumirla como
«un credo o
presunción tan fuerte que excluya toda consideración de conve­
niencia

que la limite». Y a la aporía insoluble que nace con la
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JUAN ANTONIO WIDOW
misma ideología liberal: ¿cómo justificar que se. gobierne en
nombre de la libertad, si por ser gobierno debe necesariamente
limitar las libertades, o al menos algunas.
de ellas? Responde,
pragmáticamente, diciendo que el individuo debe considerar las leyes que lo limitan del mismo modo como considerá los
acci­
·dentes externos, es decir, como circunstanciaS extrínsecas que
condicionan sus actos, pero que no implican la intención de de­
terminarlos directamente. El problema siempre latente es de
cómo garantizar que quienes dictan las leyes se abstengan de con­
dicionar las libertades según determinadas intenciones.
La contradicci6n con que se tropieza al postular la limitación
de las libertades en nombre de la Libertad -limitación que
está inevitablemente presente en todo acto positivo de gobier­
no-, produce, a mediados del siglo XVIII, la reacción que in­
tenta ver en la democtacia
la· superación

de este sinsentido. El
sistema
democrático es --según esta . versión--aquel en que los
individuos renuncian a sus voluntades particulares -:-" sus liber­ tades concretas-,
para· hacer

propia la voluntad colectiva, aque­
lla que Rousseau llama la voluntad general. Se
acaba así

el pro­
blema insoluble de
conciliar el postulado de la Libertad con las
libertades reales de los individuos, pues éstas dejan de existir
por propia

decisión de sus sujetos. La única libertad verdadera
es, de esta manera, la del todo, la de
la voluntad soberana del
pueblo. Por consiguiente, el ciudadano que se aparte de los man:
datos

de esta voluntad deja por lo mismo de ser libre. Y como
la Libertad es considerada el valor más propio
del hombre, no
hay que ahorrar medios· ni energías
en la tarea de forzarlo a ser
libre, es decir, de obligarlo a pensar
y a querer de acuerdo a los
' dictámenes de los fieles intérpretes de la voluntad popular, los
ideólogos en el poder. Siempre permanece en su sitial el principio:
la Libertad. Y,
en este sistema, el principio empieza a manifestar
esa· dialéctica
suya

que se va a proyectar en plenitud en el régimen marxista­
leninista: para que prevalezca como principio, deben
, ser

sacrifi­
cadas ritualmente en sus aras todas lasHbertades ¡,articulares. Y, puesto que lo qne debe someterse a esta idea suprema de Liber-
858
Fundaci\363n Speiro

LOS FRACASOS: LAS IDEOLOGIAS
tad es la mente de las personas, para que piensen,· sientan y
actúen siempre en conformidad a
ella, se desarrollan los méto­
dos

destinados a someter
la interioridad. del hombre, su alma,
pues no · basta el acatamiento puramente externo de los dictados
del poder, ni
la reducci6n física de los recalcitrantes. Hay que
reeducar, provocar la claudicaci6n interior: un poder de esta
índole no puede descansar mientras sus súbditos no
le rindan
el

alma.
Las variantes de esta iedología de
la soberanía popular o de
la voluntad general, aunque muchas de ellas moderan las con­
secuencias, reconocen el mismo principio. Algunas ramas estable­
cen un vínculo esencial entre
la noci6n de democracia allí im­
plicadQ y el cristianismo. Se .. trata, más bien, de una desacrali­
zaci6n. de

ciertos valores propios
del cristianismo, y un esfuerzo
por hacer inmanente al hombre
la acci6n redentora de Cristo:
de este modo, lo que en
la Revelaci6n cristiana e• la vida eterna,
participación por el hombre de algo superior a él, en estas ideo­
logías se remite a una utopía futura,
la sociedad perfecta.
Lo importante es ver que en el seno de la ideología se in­
cuba siempre una dialéctica. La
afirmaci6n del

valor de la liber­
tad no implica un respeto por la libertad concreta de los hom­
bres, sino únicamente el despliegue de poderes destinad0s a
garantizar en el futuro una libertad perfecta y absoluta. No se trata de procurar los medios para que
la libertad, con los. lími­
tes
que naturalmente impone
1a condici6n humana, s.ea algo real
ho),!; sino

de liberar al individuo y a
la sociedad de todaa las
causas de opresión. Cuáles sean estas causas: eso lo
define la
ideología. Y en esto el marxismo llega hasta el final: dice Marx que «sólo cuando el hombre individual real recobra en sí al
ciudadano abstracto y se convierte,
co1110 hombre individual, en
ser genérico, . . .
sólo entonces

se lleva a cabo
la emancipación
humana». La libertad, ese valor absoluto de
la ideología,
s6lo
puede hallarse,
entonoes, al

término
de un proceso que habrá de
continuar
mientras exista una brizna de humanidad -afectos,
lealtades, iazos particulares- en los hombres. Ese proceso, para
ser efectivo, pasa necesariamente por todos los métodos que se
859
Fundaci\363n Speiro

JUAN ANTONIO WfDOW
han inventado pata aniquilar eLespí,;itu personal en la creatura
hun¡ana, Y

en la
utopía final,
ese espejismo que busca suplan­
tar la
esperanza cristiana,

«los hombres
--escribe Mar,..._, al
fin dueños

de su propio
mQdo. de. vida

en sociedad, se hacen
también, por esto
·mismo, dueños

de
la. naturaleza,
dueños de
si rp.ismos,, * * *
Pata· quien el fracaso es sólo lo opuesto al éxito circunstan­
cial, es :difícil, si no imposible, hablar con sentido de un fracaso
de las ideologías. En nuestro
siglo se
ha podido comprobar de
qué son
capaces cuando tieoon poder;-

Y también,
cuán eficaces
son

para
mantenerse én él, para lograr uná estabilidad de la cual
muy pocas
instituciones, humanas -gozan.

El dominio que
· han
logrado
.de las

técnicas del poder;
mcltlidas, sobre todo, las que
se

dirigen directamente a la voluntad y a la inteligencia de los
hombres, para conseguir una incondicionalidad en el sometimien­ to que las
víctimas deben confundir con

su propia libertad, es
algo con lo
cual nunca soñaron, ni de lejos, las peores tiranías
de la antigüedad. Y son técnicas que actualmente se siguen des­
arrollando
y aplicando, sin que se vea en el mundo una reacción
proporcional al
mal que causan, sino más bien una tendencia a
acomodarse;
. tratando cada cual de desentenderse de ese mal, re­
fugiándose en su cubículo
y ocupándose únicamente de su pre­
pia y particular suerte.
Sin embargo, es en este· mismo
éxito circunstancial
de las
ideologías donde

se puede descubrir
el fracaso profundo que
las marca en toda su
cibra. Nunca

se han visto
reilizadas sus
promesas:

lo que
presentan conio

sus frutos positivos,
-es siem­
pre algo realizado por hombres que, a pesar de la
ideología
dominante,

han rrabajado
.honesta y tesoneramente, aplicando a
ello
sus capacidades naturales
y sus virtudes. ·
Al

amparo del poder ideológico se han desarrollado grande­
mente, sí, 'ni.U.chas tecnicas, ·alcanzando niveles sofisticados y
complejos. Pero la técnica y
la teéonologla son

saberes neutros,
que no
están necesariamente

o de suyo ordenados al bien real
860
Fundaci\363n Speiro

LOS FRACASOS: LAS IDEOLOGIAS
de .los hombres .. Pueden, por cierto, ordenarse a este bien, pero
la ideología no los ordena, si no es por accidente, pues los usa
y los desarrolla en cuanto son instrumentos eficaces del poder.
El crecinliento extraordinario que han tenido, en nuestro riem·
po, la técnica y la tecnología, aparece, en cualquier caso, y mi­
rado
_desde esta pet$pectiva .de] bien

real de
los hombres ~que
no

exige ser espectacular, ni
·consistir principalmente
en
bienes­
tar

material, aunque obviamente lo incluya-,
como la multi­
plicación disparada
y sin orden de aquello, que no tiene claro
cuál es
.su ~-
Las
ideologías

muestran su fracaso cuando se trata de
alcan­
zar

aquello que los hombres, cuando pueden juzgar
con su
con­
ciencia quieta, aprecian como la
parte más

valiosa de su
patri­
monio natµral,, La. famosa

frase de
Pascal, «no
puede ser feliz
el h,ombre que no sea capaz de estar
a solas . consigo nlÍsmo en
su

habitación», puede ser tomada
como• el libelo de acusación
contra todas las
ideologías-Ellas exigen movimiento,
actividad
sin fin, pues tratan de
.alcanzar lo

inalcanzable:
. ]a
transforma­
ción completa de la realidad de acuerdo al modelo ideal; y bus­
c.ar la

utopía exige entregarse a
la acción frenética y a la enso­
ñación sentimiental, que impiden la reflexión sobre la verdadera
condiciónde uno mismo
y del mundo que se tiene .por delante.
Por
esto, la mentalidad ideológica no puede soportar a aquel
que reserva el juicio cuando no hay elementos reales
y suficien,
tes

que
Jo funden,

a aquel que posee un criterio que no
cabe en
los

moldes homogéneos.
-en que

se
encuadra dicha

mentalidad.
T
ampocó tolera

que pueda haber hombres a
lo.s cuales no

corres­
ponda una etiqueta simple y excluyente: progresista, reacciona­
rio, demócrata, fascista, _etc . .,No se ,~usca tohdcer a· los hombre~
por sus obras: en realidad, simplemente no hay ninguna füten­
ción

de conocerlos.
Es impensable pedir a
alguien, conformado
mentalmente por
,la. ideología, la ponderación en el juicio, sobre
todo si
recae sobre
algo tan rico en matices, muchos de ellos
nlÍsteriosos, como es la realidad de un hombre.
De este modo, la actitud ideológica es profundamente injus­
ta,
y siempre lo es. Es incapaz de respetar al otro en lo suyo:
861
Fundaci\363n Speiro

JUAN ANTONIO WIDOW
todo lo que es ese otro y todo lo que tiene ha de ser necesaria­
mente una emanación de la ideología o algo que se opone. En
el primer caso, se presenta como una proyección de la subjeti­
vidad del que juzga, sin esa inefabilidad de las personas que
obliga, en su conocimiento y en su trato, a la atención y al res­
peto; en
el segundo caso, el otro es considerado como algo digno
sólo de las tinieblas exteriores. Las ideologías
muestran' cotidianamente

su absoluto y rotun­
do fracaso
. en

la realización de las promesas de hacer felices a
los hombres. La felicidad es algo íntimo y
delicado,. que

no pue­
de ser siquiera entendido o vislumbrado por un sujeto que piensa
y actúa según criterios
ideol6gicos. Y,

a pesar del inmenso po­
der que son capaces de manejar, han manifestado también su
impotencia para penetrar en
el alma de quien no quiere reci­
birlas.
De esto dan testimonio esos hombres que en cárceles,
campos de concentración
y centros psiquiátricos han sabido re­
sistir a todos
-y hay que

repetir: a todos- los esfuerzos hechos
para someter su espíritu. Alguno
podrá decir,

quizás, que son
pocos.
En. cualquier caso, en el anonimato al cual están también
condenados

en su
mayoría, son
más de los que sospechamos, y
cuantos sean -pocos
o mud,os-, son

ellos, y no los que clau­
dican
y reniegan, los que conservan ese patrimonio inapreciable
que el Creador ha puesto en
el interior de los hombres. Son los
que se mantienen en la normalidad propia de creaturas raciona­
les y libres.
Lo que ocurte es que para que un hombre sea nor­
mal tiene que alcanzar,
a veces,
altos niveles
de. heroísmo.
En

la vida ordinaria de los que permanecemos físicamente
libres
--'lo cual no coincide · necesariamente con la libertad in­
terior-, la normalidad en que hay que permanecer es la misma.
La diferencia está sólo en que las incitaciones a abandonarla son
mucho más sutiles y, en ·ocasiones, venenosas. La normalidad
está en el fortalecimiento de esa libertad interior, la del espíritu,
y ello exige que la inteligencia se forme en el
ha'bito de
juzgar
de acuerdo a !a verdad de las cosas y de ]as personas, renun­
ciando a poseérla
siempre a priori, ya definida por nuestras es­
tructuras mentales. Y también exige que la voluntad se
forme
862
Fundaci\363n Speiro

LOS FRACASOS: LAS IDEOLOGIAS
en sus propios hábitos de rectitud, la virtudes morales, entre
las cuales
la justicia es el cimiento sobre el cual se levanta todo
el orden moral. Justicia en lo. concreto, en el trato distinto con
cada prójimo, buscando
reconocerle .en

lo suyo, y restituyéndo­
selo si a nosotros compete;
Si es lo justo lo que prevalece como fin en nuestra conducta
-en cualquier ámbito: político, económico, gremial, vecinal, et­
cétera-, se deshace esa costra de imperativos categóricos que
dicta
el modelo o la idea fija, y que va poco a poco anquilosando
el espíritu.
La justicia no es otro concepto a priori: es la dispo­
sición

personal a reconocer
r a dar al otro --que puede ser el
vecino, el subordinado en el trabajo, el gobernante, la patria­
el bien que es suyo, y del cual se me ha dado participar según
un orden cuya urdimbre constituye
la vida en sociedad.
He
oído muchas veces la objeción de que esta vuelta a la
normalidad que se propone no es, en definitiva, más que otra
ideología, otro conjunto de abstracciones que viene a ofrecerse
como salvación a
la humanidad.

Es difícil, en verdad, convencer
al paralítico ya curado que deje sus muletas y se arriesgue a
em­
prender

de nuevo
el camino por sus propios pies. Es práctica­
mente

imposible
ha= entender

a un esquizofrénico que
la reali­
dad

es distinta a sus enfermizas imágenes. Para el que ha sido
paralítico, está
alú la tentación. de la muleta, de la seguridad
sugerida por la anterior familiarización con ella. El instrumento
onopédico, además, es mecánico, nn esconde nada ·misterioso o
algún secreto aún por descubrir; uná vez conocido y ·bien ma­
nejado,

excluye
el riesgo de lo inesperado. Si nos hemos h.ahi­
tuado

a
él, se hace difícil tomar la decisión de abandonarlo para
confiar de nuevo en una vitalidad que no es
mecánica, y
que
siempre guarda
posibili<;lades y

riesgos desconocidos.
La mentalidad ideológica es, en algunos, como el aparato
ortopédico. En
otros es

la
esquizofrenia; que

en ciertos s:asos es
incurable. Como sistema pretendidamente ortopédico, oprime
la
mente. del hombre dándole una simplificación ramplona y un se­
guro

aparente contra lo desconocido y lo inesperado. Es
nece­
sario

decidirse a abandonarlo, formando a la inteligencia y a la
863
Fundaci\363n Speiro

JUAN ANTONIO WIDOW
vohu¡tad en lo que les es natural. Antes de tomar esta decisión,
es
imposib_le saber
qué es
lo que
hay
más allá, es imposible pre­
ver lo

real según
la acabada y rigurosa lógica interna de la ideo-.
logía,

por lo cual, mientras no
·se da
el salto, .ello sigue presen­
tándose como conjunto de sombras inciertas. Desde la alucina­
ción, es ,imposib.le ~aber cómo es la verdadera visión. Esta· no
es una · alucinación de especie distinta, y esto lo puede saber
sólo el que está
c;lespierto y
mira, Del
mis¡no modo,
el buen.
cri-.
terio

de un
homb.re sensat.o. y

justo
tampoco es
otra especie de
ideología.
En nuestras naciones de Hisponamérica,
las. ideologías han
puesto su sello, y en forma bastante profunda. Se asoció el pro­
ceso

de la independencia política a la acción
inspirada en
las
ideologías que acababan de triunfar en Estados Unidos y en Fran­
cia, creándose
así la

ilusión de que nuestra identidad histórica
brota de
ahi, por alguna especie de generación nueva que es obra
exclusiva de esos modelos
, y
de quienes los adoptaron
c01no
suyos.

Desde entonces, unas ideologías
.han reemplazado
a otras,
creyendo sus seguidores
que. la . nueva

habría
de. traer
necesaria­
mente las soluciones que
.las

anteriores fuerari incapaces de dar.
De esta manera, se ha perpetuado un· proceso de enajenación
cultural y política, imposible de
remontar mientras

no se aban­
done
el criterio iluso y simplista que .busca sólo en la fórmula
fácil y clara el remedio para los males.
Es difícil, muy difícil, esta tarea, pues el poder ideológico
.. va
creando

ilusiones e intereses que prenden hondo, las primeras
en la gente simple y los segundos en quienes, más encumbrados,
han aprendido a gustar de lo
que no

es propio.
Es, no obstante,
uµa tarea

ineludible, que nos presenta la
obligación moral perentoria
de· emprenderla,

y de perseverar con
mayores energías en ella.
Sólo retomando

el hilo
de lo que ver­
daderamente
hemos sido,

podemos afirmarnos en lo que debe­
mos ser. Esta tarea es deber de todo aquel
que tenga

alguna
res, .
ponsabilidad

ante
la sociedad.
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Fundaci\363n Speiro