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Número 267-268

Serie XXVII

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La persecución religiosa en España, antecedente inmediato de la Divini Redemptoris

LA PERSECUCION RELIGIOSA EN ESPA:L~A,
ANTECEDENTE INMEDIATO DE LA DIVINI
REDEMPTORIS (*)
POR
FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA GIGOÑA
Fue 19 3 7 un año por el que la humanidad debía estar espe­
cialmente agradecida a la
I~ia. En él, los totalitarismos opre­
sores del hombre reciben la más absoluta desautorizaci6n
del
magisterio eclesiástico, que se muestra, así, como auténtico libe­
rador de la tiranía y la esclavitud. Espíritus simples o ignoran­
tes se
han dejado engañar por una hábil campaña que procede
precisamente
d~ comunismo y que hace creer a no pocos que
la
liberación se· está descubriendo hoy por obra de una teología
elaborada
al calor y, ciertamente, en beneficio del marxismo.
Es mentira.
La liberación, la verdadera liberación, vino de la
mano de Jesús de Nazaret y, desde entonces,. acompañó
siem­
pre a su Iglesia, aunque, naturalmente, .en ocasiones con defi­
ciencias que suelen acompañar a toda obra de los hombres.
Se anunciaba la primavera de aquel año de nuestro siglo. Y
en verdad fue
para la humanidad una primavera. de esperanza.
Con apenas tres días de diferencia, el nazismo y el comunismo
fueron denunciados a
los. católicos y

a todo
el mundo. Hace
ahora cincuenta años.
En el mes de marzo de 1937.
Con el nacismo terminó la historia. El comunismo sigue hoy
oprimiendo a millones y millones de seres en todo
el universo.
No voy a hacer
yo el análisis de la ])ivini Redemptoris, magistral
encíclica que,
de haber sido más atendida hubiera librado . a la
(*) C.Onferencia. pronull~ada en Roma en el «Convegno sul 50"-aniver­
sario dell'enciclica Divini Redemptoris».
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FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGORA
hum.anidad de una de las lacras más espantosas que ha sufrido
a lo largo de su existencia. Personas más
calificadas lo harán
en este encuentro. Me limitaré solamente a hablaros
de unos
tristísimos acontecimientos que vivi6 mi patria hace medio siglo.
Pero que fueron a la
vez la mayor corona de gloria de una his­
toria que tantas veces la
ha alcanzado.
Porque aquella cruelísima persecución fue, a mi entender, el
inmediato desencadenante de la encíclica. Pío
XI no esperó a la
famosa pastoral colectiva del Episcopado español
del 1 de jnlio
de 19
3 7. Bien informado estaba del martirio de una nación ca­
tólica por obra del comunismo. Comenzaban a correr noticias
de crímenes atroces en
España. Muchos no podían dar crédito
a que fuera posible tanta barbarie desatada. Pero
el Papa cono­
cía la verdad y sus palabras a un grupo de españoles que huían
de la espantosa masacre, con
Ia sangre de los primeros mártires
aún caliente, no dejan lugar a dudas. Y
es preciso señalar que
aún no habían ocurrido las masivas matanzas
de Madrid del
otoño de 1936.
Así les consolaba el Papa. Y el consuelo era, al
mismo tiem­
po, solemne e inequívoca denuncia: «Desposeídos y despojados
de tod¡,, cazados y buscados para daros la muerte en las ciuda­
des y en los pueblos, en las habitaciones privadas y en
las sole­
dades
de los montes, así como veía el Apóstol a los primeros
mártires, admirándoles y gozándose de
verles hasta lanzar' al
mundo aquella intrépida y magnífica palabra que le proclama
indigno de tenerles:
quibus non erat mundus.
»Venís a decirnos vuestro gozo por haber sido dignos, como
los primeros ap6stoles, de sufrir
pro nomine Iesu, vuestra feli­
cidad,
ya exaltada por el primer Papa, cubiertos de oprobios,
por el nombre de Jesús y por ser cristianos; ¿qué diria
él mis­
mo, qué podemos decir Nos en vuestra alabanza, venerables obis­
pos y sacerdotes, perseguidos e injuriados precisamente ut Mi­
nistri Christi et dispeilsatores mysteriorum Dei?
»Todo esto es un esplendor de virtudes cristianas y sacerdo­
tales, de heroísmos y de martirios en todo el sagrado y glorioso
significado de la palabra, hasta el sacrificio
de las vidas más
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LA PERSECUCION RELIGIOSA EN ESPANA
inocentes, de venerables ancianos, de juventudes primaverales,
hasta la intrépida generosidad que pide un lugar en el carro y
con las víctimas que espera el verdugo.
»Cuanto hay de más humanamente humano y de
O:,ás divina­
mente divino; personas sagradas, cosas e instituciones sagradas;
tesoros inestimables e insustituibles de fe y de piedad cristiana,
al mismo riempo que de civilización y de arte; objetos precio­
sísimos, reliquias santísimas; dignidad, santidad, actividad bené­
fica de vidas enteramente consagradas a la piedad, a la ciencia
y a la caridad; altísimos jerarcas sagrados, obispos
y sacerdotes,
vírgenes consagradas a Dios, seglares de toda clase y condición,
venerables ancianos, jóvenes en la flor de la vida, y el
mismo
sagrado y solemne silencio de los sepulcros, todo ha sido asal­
tado, .arruinado, destruido con los modos más villanos y bárba­
ros, con el desenfreno
más libertino jamás visto, de fuerzas sal­
vajes y crueles, que pueden creerse imposibles, no
digamos a la
dignidad humana, sino hasta
la misma naturaleza humana, aun
la más miserable y caída en lo más
bajo».
Y el Papa no solo exalta la gesta de los mártires, sino que
también bendice a aquellos que tomaron las armas para oponerse
a tanta barbarie, a tanto salvajismo, a tanto odio contra
Dios y
su Iglesia.
«Sobre toda consideración política y mundana, nuestra ben­
dición
se dirige de una manera especial a cuantos se han im­
puesto la
difícil y peligrosa tarea de defender y restaurar los
derechos y
el honor de Dios y la religión, que es como .decir
los derechos y la dignidad de las conciencias, la condición pri­
mera y la base segura de todo humano y civil
bienestar».
¿No advertís en las palabras del Papa un eco especial de
emoción muy distinto del
· lenguaje solemne y medido de las
alocuciones a otros muchos grupos de peregrinos que
venían a
Roma? ¿Fue aquella terrible persecución la que le decidió a
publicar la encíclica que medio año después vería la luz?
Si el
Papa ya la tenía pensada no es aventurado asegurar que esos
hechos, que tanto le conmovieron,
influirían decisivamente en
el texto de la Divini Redemptoris.
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FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGONA
En ella hay una explícita y extensa referencia a España:
«También en las regiones
en que, como en nuestta queridísima
España,
e! azote del comunismo no ha tenido tiempo todavía
para hacer sentir todos los efectos de
sus teorías, se ha desen­
cadenado, sin
embargo, como para desquitarse, con una violen­
cia
más furibunda. No se ha limitado a derribar alguna que otta
iglesia, algún que otro convento, sino que .cuando le ha sido
posible, ha destruido todas las iglesias, todos los conventos e
incluso todo vestigio de la religi6n cristiana, sin reparar en
el
valor artístico y científico de los monumentos religiosos. El fu­
ror comunista no se ha limitado a matar obispos y millares de
sacerdotes, de religiosos
y religiosas, buscando de modo particu­
lar
a aquellos y

a aquellas que precisamente trabajaban con
ma­
yor celo con los pobres y los obreros, sino que, además, ha ma­
tado a un gran número de seglares de toda clase y . condici6n,
asesinados aun hoy día
en masa, por el mero hecho de ser cris­
tianos o al menos conttarios al ateísmo comunista. Y esta des­
ttucci6n tan espantosa es realizada con un odio, una barbarie
y una ferocidad que
jamás se hubieran creído posibles en nues­
tro siglo.
Ningún individuo que tenga buen juicio, ningún hom­
bre de
Estado consciente de su responsabilidad pública puede
dejar de temblar si piensa que lo que hoy sucede en Esapaña tal
vez podrá repetirse mañana en ottas naciones civilizadas» .
. Hay, como se ve, una absoluta identidad entre las palabras
del Papa pronunciadas medio
afio antes con las de la encíclica.
Aunque el calor y la emoci6n de sentirse en medio de los már­
tites, rodeado por los padres, los hijos, los hermanos de los
mártires, dieran · al Papa un tonó distinto del propio de una en­
cíclica. Pero la denuncia de los hechos y su condena no pudo ser
más solemne y rotunda en la Divini Redemptoris. Así como la
. advertencia al mundo de lo que podría ocurtirle si triunfara el
comunismo. Poco tendrían que esperar varias naciones de la mis­
ma Europa en padecer en su carne análoga expetiencia.
Pero el martirio de
mi pattia no fue como una tormenta
de una noche de verano que se desencadena sin que nada parezca
anunciarlo. Fue una génesis de muchos años. De gobiernos
re-
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LA PERSECUCION RELIGIOSA EN ESPMA
galistas que creían, insensatos, que afirmaban su pqder atentando
contra los derechos de Dios y de su Iglesia. De reyes que cre­
yeron compatible. con su glorioso apellido de católicos
el expul·
sar de sus
Estados a la Compañía de Jesús y conseguir luego del
Papa, con presiones y chantajes inauditos, su disolución.
De filó­
sofos e intelectuales que entendían una ciencia desligada y aun
opuesta de Aquel que proclamó que era
el camino, la verdad y
la vida. De masas desvalidas que se alejaron de quien es · en
verdad el único consuelo.
De egoísmos de ricos olvidados de la
caridad. . . Y así llegó el año de 19 31.
Nada más proclamarse la República, la victoria inesperada
sobre
la monarquía fue considerada también un triunfo sobre la
Iglesia. Aunque ésta hubiera
aceptado inmediatamente el nuevo
régimen, tanto desde sus autoridades, el nuncio y
los obispos,
como desde el influyente periódico de Angel Herrera,
El Deba­
te, que el mismo quince de abril exigía de los católicos, entre
los que tenía gran predicamento, el leal acatamiento de la Re­
pública.
Pero desde entonces
ya se estban preparando los primeros
decretos anticatólicos:
el ministro de Justicia, Fernando de los
Ríos, los
de libertad de cultos y secularización de los cernent<>'
rios y el de Instrucción Pública, Marcelino Domingo, los de se­
cularización de la enseñanza.
El 11 de mayo, a menos de un mes de la proclamación de
la República, tiene lugar la quema de conventos con la toleran­
cia, si no con
la complicidad, de las autoridades republicanas:·
la iglesia de los jesuitas de
la calle de la Flor, la de las monjas
bernardas, la de los carmelitas descalzos de la Plaza de España,
el colegio de Maravillas . en. Cuatro Caminos donde los hermanos
de la Doctrina Cristiana daban educación gratuita a los hijos de
obreros
de aquella barriada, el convento de las mercedarias, la
parroquia
de Bellas Vistas, el colegio de María Auxiliadora/ el
ICAI...
En Sevilla y en Cádiz se reprodujeron los incidentes. Málaga
fue
Yll una orgía de incendios. Como Valenciá y Alicante. Estaba
claro, pese a las exhortaciones de Angel Herrera a
los católicos;
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FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIG01M
cual era el objetivo de muchos republicanos: la abierta persecu­
ción a la Iglesia.
Inmediatamente de este acto de barbarie, en el que se per­
dieron incalculables tesoros artísticos, el
oficialmente católico
ministro de la Gobernación, Miguel Maura, que había presidido
la inacción de la fuerza pública ante los desmanes, expulsa a
Francia al obispo de Vitoria monseñor Múgica que, escoltado
por la policía y con protesta expresa, es puesto en la frontera
de Irún.
El
3 de junio de 19 31 los arzobispos españoles protestaban
de las medidas anticatólicas del Gobierno. El
14 de junio es ex­
pulsado de España el cardenal primado, monseñor Segura.
Los artículos 26 y 27 de la Constitución consagraron oficial,
mente el sectarismo anticatólico de la República. A consecuencia
de ello
dimiten el presidente del Gobierno y el ministro de la
Gobernación y los diputados católicos
se retiran del parlamento.
Azaña, el gnm responsable de la reforma militar y una de las
principales figuras, posiblemente la de más inteligencia, de las
que protagonizaban la
oposición a la Iglesia, llegaba al máximo
poder. Acababa de proclamar que España había dejado de ser
católica.
El canónigo Pildain, que pronto sería nombrado obispo, dijo
en el Parlamento:
«A mí me incumbe el deber de hacer constar
que, según la doctrina católica ante una ley injusta
caben. estas
tres posiciones, perfectamente licitas: primero, la de la resisten­
cia pasiva; segunda, la de la resistencia activa legal,
y tercera,
la
de la resistencia activa a mano armada».
Yo creo
que es la primera vez que, ante la tesis de Herrera
y El Debate, se hace expresa proclamación de la licitud de la
sublevación. Luego vendría
la justificación doctrinal de la rebe­
lión que llevó a cabo
Acci6n Española y, muy particularmente,
el canónigo magistral de Salamanca, Aniceto
de Castro Albarrán.
Y aquella famosa frase de que a la República había que oponer­
se por todos los medios legítimos, incluso los legales.
Expulsión de la Compañía
de Jesús. Dos sacerdotes son ti­
roteados,
y uno resulta muerto, en Vizcaya. En Bilbao se incen-
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LA PERSECTJCION REUGIOSA EN ESPARA
dian el convento de las reparadoras y la parroquia de Santurce.
Los gobernadores prohíben procesiones
y romerías. El Ayunta­
miento de Zaragoza retira del salón de sesiones una imagen de
la Virgen del Pilar. El de Avíla retira a una de sus plazas el
nombre de Santa Teresa. En Sevilla no hay procesiones
de Se­
mana Santa ...
La Ley de confesiones y congregaciones religiosas es un aten­
tado
más a las convicciones católicas de muchísimos ciudadanos.
Los obispos protestan contra la ley y afirman que «somete a
la Iglesia a una condición notoriamente injusta». El Papa Pío XI,
en su encíclica Dilecti.ssima nobis, dirigida a España es particu­
larmente duro contra la situación: «Protestamos con todas nues­
tras fuerzas contra esta ley... y tenemos la esperanza de que
todos los católicos españoles, valiéndose de todos los medios
le­
gítimos que les concede el derecho natural y la legislación, harán
por reformar y sustituir esta ley». No pocos vieron en estas
pa­
labras del Papa un apoyo a la conspiración militar.
Mientras tanto seguían ardiendo iglesias en Purchill ( Gra­
nada), Algeciras, Pozáldez (Valladolid), Rioja (Almería), Peal
de
Beccerro,
Santa Olalla (Huelva), Santa María de Pulpis (Cas­
tellón), Betanzos, Chanteiro y Santa María del Villar (Ferro!),
Córdoba
... Es asesinado el párroco de Erice (Navarra).
El arrollador triunfo de las derechas fue
un respiro para la
Iglesia. Sevilla tuvo de nuevo su
Semana Santa. Y salvo la ex­
plosión de odio y barbarie que constituyó la revolución de
oc­
tubre que alcanzó en Asturias un salvajismo especial con el
asesinato de numerosos sacerdotes
y la voladura de la Cántara
Santa de la catedral de Oviedo, pareció conjurarse el clima de
persecución.
Duraría breve tiempo.
Las elecciones de febrero de 1936 marcan el punto de no
retorno.
El Gobierno Portela, -presa del pánico, entrega el po­
der a la izquierda. Un vendaval de anarquía se extiende por
Es­
paña. De nuevo incendio de iglesias y centros políticos. Inva­
sión de fincas. Amnistía a todos los implicados en la revolución
de octubre. La
caza del «fascista» es un deporte que enloquece
al exaltado. Los centros de la CEDA incendiados a asaltados se
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FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIG01M
cuentan por centenares. Raro es el casino radical, círculo tra­
dicionalista o sede de Falange que
quedan en pie. Se asaltan o
queman numerosos peri6dicos.
La atribuci6n de las actas de di­
putados da lugar a
v,rdaderos escándalos. En Cádiz y Granada
se viven días de terror.
Calvo Sotelo, en las Cortes, hace un balance de lo que fue
el Frente Popular: «A partir del 16 de febrero
... hasta el 2 de
abril
se han producido los siguientes asaltos y destrozos: en
centros
pol!ticos, 58; en establecimientos públicos y privados,
72, en domicilios particulares, 33, en iglesias, 36. (Un diputado
interrumpe: Muy pocos cuando no
os han arrastrado a vosotros
todavía). Centros
pol!ticos incendiados, 12, establecimientos pú­
blicos y privados, 45; domicilios
parriculares, 15; iglesias, 106,
de las cuales, 56 quedaron completamente destruidas; huelgas
generales, 11; tiroteos, 39'; agresiones, 65; atracos, 24; heridos,
345; muertos, 74».
La denuncia de Calvo' Sotelo no detiene los desmanes. En
la mayoría de las provincias continúan incendiándose templos.
Yecla bate todos los récords, 14 iglesias son incendiadas.
Con­
forme pasan los días la violencia va in crescenda. Es ahora Gil
Robles quien hac~ balance también en el Parlamento. Del 16
febrero
al 15 de junio: Iglesias totalmente destruidas, 160; asal­
tos de templos, incendios focados, destrozos e intentos de asalto,
251; muertos, 269; heridos, 1.287
...
Y todas estas agresiones no fueron nada en comparaci6n con
las que sobrevinieron después del 18
de. julio de 1936. Que la
Iglesia viera
el cese de la persecuci6n como una bendici6n de
Dios solo resultará incomprensible para aquellos que están
cie­
gos por los prejuicios.
Y
lleg6 el día de Caín. Ya sé que estoy en Roma. Es la pri­
mera vez que a ella llego con la inmensa emoci6n
de siglos de
fe
de mis mayores que, por libérrima gracia de Dios, ha germi­
nado también en nú por encima y a pesar de mis pecados. Llego
a mi vieja patria, a la que
mis padres y mis abuelos amaron
tanto que la quisieron todavía
más que a la suya propia. Por
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LA PERSECUCION RELIGIOSA EN ESPAIVA
la que combatieron y por la que se arruinaron, pues no peleaban
las batallas de España sino las de Dios.
Uno
. de mis grandes reyes, «aquel que en su vuelo sin se­
gundo / debajo de sus alas tuvo al· mundo», dijo que su verda­
dera patria era aquella donde mejor pudiera rezar. Y
los espa­
ñoles
supimos siempre, desde los tiempos apostólicos, que no se
podía
re2ar de espaldas a Roma.
A Roma miraban mis mártires de
las persecuciones imperia­
les y por ella morían. Ciertamente a manos de sus prefectos
pero, sobre todo, por amor y fidelidad a una
religión que lle­
gaba de Roma. De Roma fueron hijos fidelísimos y amantísimos
mis santos obispos visigodos, que son tantos que casi podría
decirse que entonces no se podía ser obispo sin ser santo. Por
Roma lucharon mis reyes
de la Reconquista que querían una
España católica y no musulmana
y mis mártires de Córdoba
morían en el suplicio porque Roma les había enseñado el
cami­
no del cielo. Por Roma vinimos a Trento y fuimos a Lepanto.
Y combatimos a Lutero. Y como dijo nuestro gran
Menénde2
Pelayo dimos a Roma cien pueblos por cada uno que le arreba­
taba'llla
herejía. Fue el descubrimiento, la evangelización y la ci­
vilización de América. Por Roma, por el Papa de Roma prisio­
nero y no solo por nuestra independencia amenazada, odiamos
a Napoleón
y lo derrotamos ...
Soy ciudadano romano. Lo digo con santo orgullo. Porque
no
lo debo al hecho fortuito del ,nacimiento, que está al alcance
de cualquiera, sino a la fe, al sacrificio, a la entrega y al heroís­
mo de mi patria que quiso ser, ante todo y sobre todo, hija de
Roma. Y no de la magnifica Roma pagana, que también lo fue,
sino
de esa otra mucho más sublime, redimida por la sangre del
Hijo de Dios,
·que la hizo sede de su Vicario en la tierra.
Aquí,-junto a las tumbas de Pedro y de Pablo, ante el Co­
liseo donde los primeros mártires enseñaron a mis gentes que
hay que obedecer a Dios antes que a los hombres, cueste lo que
cueste, aunque sea la vida, vengo a deciros, no con la arrogan­
cia del « Yo más» paulino que cabe ante los enemigos pero no
con los hermanos, pero sí con la inmensa satisfacción de una
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FRJJNCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGORA
herencia gloriosa, que en un año, en menos de un año, en seis
meses, mi patria, España,
dio a la Iglesia más santos que en
toda una historia llena
de santos. Más santos que en toda la
historia de los santos del mundo.
Donde
ttiunfó el comunismo, y aquí es preciso aclatat que
cuando decimos comunismo no nos referimos exclusivamente al
pattido comunista por que la barbarie en España la desataton
sobre todo socialistas
y anarquistas, aunque sus postulados coin­
cidían
en gran patte o totalmente con los del comunismo, hasta
el extremo
que rettatos de Lenin y Stalin presidían sus concen­
traciones
y fue grito común en ellos el ¡viva Rusia! Donde el
comunismo triunfa la religión católica es el enemigo a batir.
¡Qué digo a batir, a eliminat! Y damos a la palabra eliminar su
más exacto sentido.
Las cifras son aterradoras
y excusan todo comentario. Fue­
ron asesinados trece obispos, siete mil sacerdotes, casi ttescientas
monjas
y miles y miles de seglares. Por odio a Dios y a la reli­
gión. Nunca se conoció nada igual en ningún país del mundo.
Hubo diócesis, Batbastro por ejemplo, en la que apenas quedó
un solo sacerdote. Y me dicen que el actual obispo de aquella
mínima diócesis, mínima por la extensión y por el número de
sus habitantes que no por la gloria que supieron escribir en el
libro de los cielos, me dicen que el obispo
·ha permitido que se
atrancata la lápida que recordaba sus nombres.
Nunca estuve
en Batbastro y, por tanto, no pude verla.
Pero recuerdo otta, interminable, encabezada por el obispo auxi­
liar, que se encuentra, todavía, en el bellísimo claustro de la
catedral
de Tarragona. La vi con asombro. Hoy lamento no ha­
berla leído
de rodillas pues esos nombres eran una letanía de
santos que,
día a día, calmaban las iras de Dios por los pecados
de España y las tornaban en paternales miradas de benevolencia
y amor.
Los mártires de 1936.
Los innumerables mártires de 1936.
Padres
de familia asesinados junto a una cuneta porque creían
en Dios y amaban a España. Religiosas asesinadas salvajemente,
con extremos
de ctueldad inenarrables ... Muchos recordareis
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LA PERSECUCION REUGIOSA EN ESPAAA
aquella hermosa película que fue Diálogo dé carmelitas. Aun
las personas de menor sensibilidad
sentían un. nudo en la gar­
ganta al ver a las monjas subir los peldaños de la guillotina, al
encuentro definitivo con el esposo, cantando. Pues igual las nue­
ve hermanas carmelitas de la Caridad que ejercían
su labor edu-
cativa
y docente en el colegio-asilo de Cullera. ·
«Llegadas al lugar del suplicio, a una de ellas, anciana de
setenta y tres años, le propusieron salvarse abandonando al
resto de la· comunidad.
-No, yo iré a donde vaya la madre, aunque sea a la muerte.
Instantes
más tarde las religiosas estaban apiñadas junto a
la superiora y ésta sacó arrestos para entonar el himno eucarís­
tico,
y que todas le siguieron. Vio morir a sus ochó encomen­
dadas con entereza de vírgenes cristianas
y sucumbió ella a
las halas con el posrrer consuelo de ver consumada gallarda­
mente su misión como carmelita y como superiora» (M_ontero:
Historia de la persecud6n religiosa en España).
Días después otras doce carmelitas de la Caridad, destina­
das en
la Casa de la Misericordia de Valencia eran fusiladas. Y
veintitrés adoratrices. en Madrid el diez de
noviembre. Y siete
salesas madrileñas, «La que hacía entre ellas de superiora
pro­
púsoles aceptar los ofrecimientos del portero de sacarlas una por
una e
ir colocándolas en diversos consulados. Hizo constar la
madre que la · obediencia y la observancia religiosa quedaban
completamente a salvo con semejante
opción, dado lo amenazan­
te de las circunstancias. Pero ni la insistente bondad del portero
ni la comprensión de
la superiora bastaron a disolver el pequeño
palomar, dispuestas como estaban las salesas a ir juntas a una
muerte que ellas reputaban como martirio. Les daba fuerza y
convicción el encargo de la superiora general del monasterio,
translllitido al despedirse: mientras podais, permaneced juntas.
En un descampado, hacia el final de la calle López de Hoyos,
el catllÍÓn de las milicias populares se detuvo. Fue. cosa de un
momento bajar la religiosas una por una y disparar sobre ellas
segón pisaban tierra» (Montero: Op. cit.). ·
Juntas permanecieron· hasta la muerte. Juntas fueron al en-
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FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA C1GONA
cuentro del esposo. Juntas marchan hacia la .proclamación sokm­
ne de santidad porque las tres carmelitas de Guadalajara que
mañana Juan Pablo U elevará a los altares son solo las pione­
ras de lo
que va a ser legión imnensa. De los miles y miles de
mártires que España ofreció hace medio siglo a Dios
y al mundo.
A Dios porque eran de
El y a El querían ir aun a costa de
la vida. Y al mundo para· que aprendiera, en días de infidelidad
y de miseria, que hay cosas grandes y bellas y heroicas.
Cinco Hijas de
la Caridad ejecutadas en Madrid el 12 de
agosto. Diecisiete Doctrineras asesinadas en Paterna: una de
las
víctimas tenía noventa y dos años, dos ochenta y cuatro, otra
setenta y seis y
la mayoría más de sesenta. Nueve Mínimas asesi­
nadas en San Ginés dels Agndells. Cinco Dominicas de la Anun­
cia ta asesinadas también en Barcelona ...
En total: 30 Hijas de la Caridad, 26 Carmelitas de la Cari­
dad, 26 Adoratrices, 20 Capuchinas, 17 Doctrineras, 10 Concep­
cionistas Franciscanas de San José y cifras menores
dé otras con­
gregaciones hasta sumar doscientas ochenta y tres monjas asesi­
nadas.
Y 259 clarerianos, 226 franciscanos, 204 escolapios; 176
ma­
ristas, 16'.i hermanos de La Salle, 155 agustinos, 132 dominicos,
114 jesuitas,
97 hermanos de San Juan de Dios ... Hermanos de
San Juan de Dios, dedicados a atender a los más pobres, a los
más desvalidos, a los. más necesitados. Por amor a Cristo. :Y por
eso les mataban. Y
94 capuchinos, 93 salesianos, 91 carmelitas
descalzos
... Hasta un total de 2.365 religiosos. Más 4.184 sacer­
dotes diocesanos.
En Barbastro, de 140 sacerdotes incatdinados en la
dióce­
sis, de los que alguno estaría fuera de ella, asesinaron a 123.
Prácticamente no quedó
ni un solo saoerdote. En Lérida, de 410
fueron 270 los asesinados, el 65,8
%. En Tortosa, de ·510 se
mató a 316,
el 61, %. En Segorbe, de 110 fueron 61 los asesi­
nados, el 55,4 %. En Menorca, de 80 fueron 39 los muertos,
el
48,7. %. En Málaga, de 240 murieron 115, el 47,9 %, En
Toledo, de 600 sacerdotes
se asesinó a 286, el 47, % ... Y aun­
que el porcentaje de asesinados
da cifras menores en otras di6ce-
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LA PERSECUCION REUGIOSA EN ESPANA
sis, son también aterradoras. Fueron asesinados 334 sacerdotes
de
la archidiócesis de Madrid, 327 de la de Valencia, 279 de
la diócesis de Barcelona, 194 de la de Gerona, 177 de la de
Vid,,
140 de la archidócesis de Oviedo y eso que su capital
estuvo siempre en poder del ejército nacional, 131 de
la de Ta­
rragona, 124 de la .diócesis de Jaén, 109 de la de Cuenca, 109
de la
. de Urgel, 97 de la de Ciudad Real, 84 de la de Córdoba,
81 de la archidiócesis de Zaragoza
...
Podría relataros miles y miles de historias emocionantes de
este holocausto que
Espaija ofreció a Dios sin una sola apostasía
aunque
hay testimonios irrefutables de que no pocos de ellos hu­
bieran podido salvar la vida a cambio de una blasfemia o de un
pecado. Todos prefirieron
la muerte a la traición. Materialmen­
te. no habría palmas en los palmerales de España para poner
una en
la mano de cada uno. Dios se las ha puesto más hermo­
sas y Juan Pablo II y sus sucesores no van a tener días para
proclamar a tanto mártir.
·
No sabría por dónde empezar. Los benedictinos de .El Pueyo,
los maristas de Griñón, aquel santo obispo que cuando exhu­
maron su cadáver hallaron que tenía la mano
derecho atravesa­
da por una bala, la mano
con que bendecía y perdonaba a los
que le asesinaban
...
Esta fue la obra del comunismo en Espafu. De unas ideas
que atentaban contra la familia, entonces, los que asesinaban
gritaban en sus desfiles: «Hijos sí, maridos, no». Hoy hemos
avanzado
muclio y el· grito podría ser «Maridos no, hijos tam­
poco». Porque el aborto acaba con ellos. Y que atentan sobte
todo contra la religión, pues donde quiere que
se implanten es
la Esposa de Cristo
la primera en sufrir las consecuencias. No
fue España una excepción. Donde
se sufre el comunismo son
semejantes los resultados. Rusia, Hungría, Checoslovaquia, Po­
lonia, Rumanía, Cuba,
Vietnalíl, Camboya, China, Etiopía ...
La encíclica de Pío XI situó en su verdadero lugar al comu­
nismo. Era «intrínsecamente perverso». Pero hábiles campañas
propagandísticas adormecieron reparos y oposiciones. Lo que· era
evidente se presentó como una
exageración del Papa Pío XL Y
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FRANCISCO ]OSE FERNANDEZ DE LA CIGONA
no pocos católicos,· de los que siempre están dispuestos a dar
la razón al enemigo contra el hennano, aunque el enemigo sea
precisamente el asesino del hermano, contribuyeron a este la­
vado de rostro del comunismo.
Ya ocurrió cuando
la misma persecución. Contra la opinión
del Papa, contra
la pastoral colectiva de los obispos españoles
supervivientes, contra la acogida unánime de esta pastoral por
e] episcopado de todo el mundo, se alzaron voces católicas que
sostenían a los asesinos y echaban las culpas de la masacre a
los asesinados.
.
Y más recientemente, en España, fue especialmente penosa
la actuación de no pocos clérigos que en la década de 1965 a
197 5
se alinearon claramente con los comunistas llegando a pos­
tular en la famosa Asamblea Conjunta una condena
· de la Iglés:ia
española de 1936 porque, a su miserable entender, los márti­
res, los que por puro azar o especial providencia de Dios salva­
ron la vida en la zona roja y los ·que tuvieron la suerte de no
haber padecido aquella barbarie por vivir en
zona nacional, no
. habían sabido ser «ministros de reconciliación».
La propuesta logró
una votación mayoritaria, si bien no al­
canzó los dos tercios necesarios para su -aprobación. daro está
que pensando así estuvieron bien asesinados todos los que ca­
yeron en las cunetas de España aquel año de gracia y de dolor
de 1936. Los trece obispos, los siete mil sacerdotes, religiosos
y religiosas, los miles y miles de seglares; .. jNo habían sabido
ser ministros de reconciliación!
Tal vez hubieran salvado sus vidas si hubierán aplaudido
a coro a Manuel Azaña cuando dijo que España había dejado
de ser católica
.. Cosa que parecía no tener demasiada importancia.
En verdad, aquel dfa de vergüenza para nuestra Iglesia,
reunida en Asamblea Conjunta,
se unieron los asesinos con los
hermanos de los asesinados, los que han perdido
la fe en la con­
sagración sacerdotal que recibieron con los incendiarios y los sa­
queadores de los templos y los verdugos de los hijos de Dicis.
Poco importa que no se hubieran alcanzado esos dos tercios .que
hubieran aprobado la propuesta.
La infamia ahí quedó para la
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LA PERSECUCION RELIGIOSA EN ESPANA
historia. Y la aprobación, tal vez, hubiera aclarado el triste pa­
norama de la Iglesia española. Pues sabríamos definitivamente
con quiénes no cabe · reconciliación alguna,. ya que los que renie­
gan de los mártires escupen al mismo tiempo al rostro . de Cristo
crucificado.
Yo, y seguro estoy que vosotros, p.ese a quien pese, prefiero
quedarme con
la España católica y -con esa pléyade de españo­
les, padres y madres de familia, jóvenes, ancianos, niños algu­
nos, monjas, sacerdotes y obispos asesinaclos salvajemente por
creer en Dios y por amar a la España católica, que están recla­
mando por su virtud, por su heroísmo, por su santidad, una
canonización
que gracias a Su Santidad Juan Pablo II tiene ya
vía libre. Porque era verdaderamente inexplicable, o si era ex­
plicable, peor, que así como se venera a los innumerables már­
tires de Zaragoza no pudiera hacerse todavía lo
-mismo _ con los
que, moleste a quien moleste, son en
toda justicia y

a -partir
de mañana comellZllrán a serlo oficialmente, los innumerables
mártires de
la España de 19 36. Los innumerables mártires que
el comunismo santificó en España.
Esos olvidos y esas traiciones bien caros los paga nuestra
Iglesia. Olvidos que en mayor o menos grado nos alcanzan a
todos. ¡Qué
me va a mí en los sufrimientos de los católicos del
Lfuano, de Cuba o de Polonia! Bastante tengo con preocuparme
de lo que ocurre en
mi entorno más próximo. Traiciones a la
Iglesia, que es traicionar_ a Cristo mismo, de los católicos ami­
gos de los perseguidores. De los que hoy, en Nicaragua, están
con el comandante Ortega y contra el cardenal Obando y
el
pueblo católico de aquel país. _De los que, desde el catolicismo,
ensalzan a Fidel Castro y silencian o disculpan la persecución a
los católicos de aquella isla.
De los que utilizan lo que llaman
teología de la liberación no para librar
al hombre del pecado
sino ·para esclavizarle todavía· más en el comunismo.
¡Ah, si los católicos. de todo el mundo vibrasen de indigna­
ción y de protesta cada vez que en un hermano se abofetea a
Cristo! Cada vez que de nuevo se corona a Cristo de espinas
en la frente de un católico de Ucrania o de Corea del Norte, de
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FRANCISCO. JOSE FERNANDEZ DE LA CIGORA
Rusia o de Albania. Cada vez que se crucifica otra vez a Cristo
en la Iglesia de Etiopía o de Cuba o de Lituania.
¿Os dais cuenta de la inmensa fuerza? ¿Os imaginais -las
iglesias llenas del pueblo católico pidiendo a Dios y

a su santí­
sima madre por las Iglesias mártires, por los hermanos mártires
de hoy? ¿Es que iba el. cielo a resistir esas plegarias? ¿Y os
imaginais a los católicos del mundo libre exigiendo a sus go­
biernos no tratar con los asesinos y los perseguidores de nues­
tros
hermanos en la fe? Si nec Ave dixerimus a los enemigos
de Dios, en una expresión muy española, otro gallo
nos cantara;
Como final quiero proponeros, y tal
vez fuera la mejor con­
memoración· de la Divini Redemptoris en su cincuenta aniver­
sario, que este encuentro considere
la posibilidad de organizar
un movimiento mundial que se haga eco de todos aquellos ca­
tólicos a los que el comunismo tiene sin voz, de sus gritos
ahogados
en las cárceles, de sus ansias de poder adorar a su
Dios, que
es el nuestro, en paz y libertad. Que cada vez que se
oprima a una
_Iglesia local, vibre y grite y sufra. y reoe la Igle­
sia universal.
Que· los mártires del siglo xx no se sientan ya,
nunca más, olvidados por sus hermanos.
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