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Número 267-268

Serie XXVII

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En la muerte de Constantin Noica

EN LA MUERTE DE CONSTANTIN NOICA
POR
JORGE USCATESCU
El apóstol incansable de la vocación filosófica hace tiempo
se había convertido
en ermitafio para servir la causa de la filo­
sofía. En su ermita de Partinis, en Transilvania, al lado de la
aldea que vio nacer a su amigo-hermano y en parte seguidor
E. M. Cioran, desde donde enviaba sus mensajes optimistas a
los amigos que dedicaban sus esfuerzos a la filosofía, acaba de
morir Constantin Noica, el más importante pensador rumano de
las últimas décadas.
Le habíamos visto a principios de julio de 1987. Su figura as­
cética, su paso firme y calmo, su dialéctica apasionada, mostraban
un vigor de adolescente, a pesar de sus 78 afios. La muerte de su
amigo,
Mircea Eliade, le había afectado mucho. «Tenemos que
trabajar mucho», me dijo, «hay que
llenar· los

huecos dejados
por los muertos fecundos y por los vivos perezosos ... He ter·
minado mi Tratado de l6gica», continuaba. «Antes de fin de afio
acabaré mi Ontologla. He entregado mis últimos treinta años
a los discípulos. Les he obligado a aprender sánscrito, griego y
latín. Les he obligado a leer a Kant, Husserl y Heidegger,
en
original. Ahora me he librado de ellos y ellos de mí. Que vuele
cada uno, ellos y yo, con sus propias alas».
En una carta reci­
bida diez días antes de su muerte nos decía que estaba en forma.
Que Europa no
empezaba en las brumas nórdicas del Sigfrido
spengleriano, sino
en la luz de la patrística en Nicea, donde bri­
llaba aún,
en plena gloria, la filosofía.
En una especie de retomo a «Mathesis o de las alegrías sen­
cillas», obra con
la cual Noica se hizo famoso, antes que sus coe­
táneos Eliade, Ciaran, lonesco, en 1934, el fil6sofo vólvía a
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practicar un renovado esto1c1smo sereno, lejos de los tormentos
mesiánicos de Nietzsche, de la olímpica distanciación de Goethe
o del neoheraclitismo de
Hegel. Buscaba superar el olvido del
ser mediante la magia reveladora de las «palabras de oro». Y
sobre todo quería, siempre,
dar testimonio. Ser ejemplar. Por
eso sufrió en la
cárcel, simplemente por ser, ontológicamente, li­
bre. No quiso, ni antes, ni de•pués, escoger el exilio. Para él
la vocación filosófica estaba ligada en cierto modo al «humus»
de la Patria.
No quiso distanciarse de nada humano,
aunqu~ siempre ma­
nifestó su desprecio, tomó sus distancias ante una cierta políti­
ca. La política manejada y llevada a ninguna parte -auténtica
utopía-por los políticos. En un libro de «Homenaje» -titu­
lado «Cultura y existencia humana>>-, que amigos de España y
Europa nos brindaron de car~ a los 65 años de tan desdeñada
(y acaso no tan desdeñable para quien de verdad quiera trabajar
en el sentido que Noica consideraba,
es decir, sin pausa) jubila­
ción obligatotia, Noica publicó
un trabajo titulado: «Jorge Us­
catescu y su continente mental». Decía entonces, entre otras co­
sas: «Hay gentes políticas y gentes que son ministros del espi­
titu. De estos últimos
es Jorge Uscatescu. Habrá que habituarse
a menospreciar a los políticos,
y esto sería quizás el comienzo del
saneamiento espiritual de Europa. Habrá que reducirlos, en el
caso, a su propio menester de simples intendentes o de
emplea­
dos domésticos de la vida de los pueblos. Si se les otorga dema­
siada importancia como desgraciadamente
se viene haciendo to­
davía
-si se les de¡a hacer-, acaban siempre en el crimen y en
el ridículo. Todo comienza con la estópida frase del buenazo
Na­
poleón a Goethe: El destino es la politica. Y en esto seguimos
desde hace dos siglos.
Hora es de terminar (1). En 1978, en una
resonante presencia en Madrid en la Fundación Pastor de Estu­
dios Clásicos, Noica reprochaba también a Platón su célebre pre­
disposición integradora del hombre en la política.
(1) Cfr·. Cultura y existencia humana (Homenaje a Jorge Uscatescu);
1985, Ed. Reus, págs. 255-261.
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Valiente mensaje de esta ejemplat figura actual de la voca­
ción filosófica, enterrado en un claro mediodía de diciembre en
el· amor de sus compatriotas, en
la ermita transilvana de Paltinis.
* * *
En noviembre de 1961 nos ocupábamos del «caso Noica» en
un amplio artículo publicado el día 29 de aquel mes y año de
la campaña llevada a cabo en Occidente por amigos y admirado­
res
suyos y encaminada a liberar al filósofo de las cárceles ruma­
nas donde sufría junto a miles de amigos y compatriotas suyos.
Es difícil imaginar, decíamos entonces, algo más triste, más deso­
lador, más absurdo, que llevar ante la atención del mundo libre
la tragedia humana y la aventura espiritual de un hombre que
simboliza, por encima de todo, el amor a
la libertad y la dig­
nidad de los hombres. El filósofo rumano Constantin Noica es
uno
de estos hombres. En varios países de Occidente se lucha
ahora
por su libertad, ya que Constantin Noica fue condenado
en 1959 a veinticinco años de trabajos forzados, y rería verdade,
ramente imposible explicar al mundo libre el porqué de su con­
dena. En efecto, recordamos ahora, el pretexto «externo» de la
condena
de Noica, había sido µna carta pública dirigida a él
como
«amigo lejano» que permanecía in partibus infidelium,
-por su coetáneo que se abría, se había abierto ya en parte, el
camino hacia la fama desde la «república
de las letras», en Pa­
rís--, E. M. Cioran. Años más tatde, en sus visitas a París, Noica
recordaría aquel «incidente» con verdadero
,humor. A nosotros
que nos habíamos movido en Occidente para que fuera liberado
de
la cárcel nos decía: «Tú y los demás erais unos verdaderos
inconscientes.
Si se hubiera ,aceptado vuestro trato y hubieseis
pagado mi liberación forzada, no habría tenido remedio, yo cris­
tiano, que
suicidatme. Detras de mí hubieran permanecido en
prisión
mis discípulos, que no tenían otra culpa que ésta: ser
mis discípulos».
Pero volvamos
al discurso del 61 y a nuestro texto-manifiesto
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sobre Noica y su situación triste de entonces. Mientras el mun­
do libre, decíamos,
hace todo lo posible para establecer nuevos
lazos
de comprensión con el mundo comunista; mientras cons­
tantes esfuerzos se realizan para mantener lazos culturales con
los
países que en el comunismo inspiran sus normas de vida,
mientras la reina Isabel de Bélgica
es huésped de honor, junto
con su hija
María José, de la China de Mao y la Rusia de Krus­
chev, es verdaderamente difícil llevar a la conciencia de los hom­
bres de
un mundo libre el caso del filósofo rumano Constantin
Noica. Trazábamos entonces
un breve perfil del filósofo, que tenía
para entonces detrás de
s! casi la mitad de su amplia y fecunda
obra, que luego
se completaría brillantemente. Constantin Noica,
decíamos, es una de las figuras intelectuales más nobles, más pu­
ras de su
país, a la vez que una de las mentes más auténticas y
rigurosas.
En la actualidad no debe tener más de cincuenta años.
En 1934 publicaba ya, con gran éxito, su primera obra, Mathe­
sis o
las alegrías sencillas, y, en 1936, Conceptos abiertos en
la historia de la filosofía en Descartes, Leibniz y Kant, obra
premiada por
la Academia Rumana. Su última obra publicada es
de 1944 y se titula Diario filos6fico. Esta era la situación en que
se hallaba un escritor enormemente fecundo
como Noica, en
1961. Luego, como veremos, cuando
se levantaría la veda a sus
publicaciones, proceso en el cual tenemos el especial orgullo de
haber contribuido desde fuera con nuestras apelaciones, se verá
el impresionante número de sus publicaciones filosóficas y her­
menéuticas.
En realidad, antes de 1944, año en que se inicia
para muchos en Rumania el gran silencio, Noica había publica­
do:
Vida filos6fica de Descartes (1937); De coelo (ensayo en
tomo al conocimiento de lo individual);
En torno a la historia de
c6mo
seria posible algo nuevo (1940); Dos introducciones y una
transici6n
hacia el idealismo (1943), además de excelentes tra­
ducciones
y estudios sobre Kant, San Agustín, Descartes, Fichte,
Schelling, Hegel. La presencia de este filósofo admirado por
Heidegger, en la conciencia intelectual de sus compatriotas
es in­
comparable. Las ideas contenidas en sus obras inéditas, que son
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todas las escritas desde 1944, circulan entre ellos como un patri,
¡nonio sagrado, incontaminado, puro. Escritores de gran presti­
gio, qne han abierto grandes perspectivas. para sn propia obra en
el mundo libre, consideran el magisterio y las ideas de Noica
como la creación más limpia, incandescente, lúcida, la más libre
y más vivificada,
por el simbolismo que encierra, de la genera­
ción rumana, que
en la miseria de su país y en el tertot al cual
ha sido sometido su espíritu, vive una existencia de catacumbas.
«Esta adhesión profunda a la obra inédita de Constantin Noica
no descansa en su carácter militante. Noica no es un milirante
activo contra el comunismo. Ni en su actividad, ni en su magis­
terio, ni en sus ideas el filósofo se ocupa del comunismo. Pero
todo lo que
él ha hecho, ha pensado y ha comunicado en estos
actos, es la expresión de esta
realidad tan sencilla y tan· grandio­
sa para las perspectivas del mundo en que vive: la presencia de
un hombre
.libre, animado por un espíritu libre. Constantin Noi­
ca ha tenido la ocasión de abandonar su país. No lo ha querido
h=. Ha consentido solo que_ su. mujer y sus hijos lo hagan.
Porque así, con su sola persona, ha querido
dar testimonio de
su
fe de hombre libre. Sin agresividad, sin un movimiento con­
creto de lucha contra el régimen actual de _su país. Unicamente
con la presencia de
un hombre libre, dispuesto siempre a dar tes­
timonio de la verdad» (2).
* * *
Este era el Constantin Noica que conocimos, libre ya, de in­
candescente inteligencia, y al mismo tiempo de una
firmeza de
carácter sin par, en 1968. El mismo que vimos a principios de
los setenta
en París, junto con Mircea Eliade. Les había convo­
cado a ambos
en mi hotel familiar de la Rue du Mont Thabor
en la capital francesa. Era la primera vez que Noica
podía salir
de su patria para ver a su familia y sus amigos y respirar nuevos
(2) Cfr. JoRGB UscATESCU: El tiempo de Ulises, Editora Nacional,
Madrid, 1963, págs. 77-85; JORGE USCATESCO: Némesis y libertad, Edito­
ra Nacional, Madrid, 1968, págs. 111-119.
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aires de libelltad. Eliade, que toda su vida había oscilado, con
todo su enorme talento creativo, entre
la vanidad y la ingenuidad
política, incitaba a su amigo a· exiliarse. «A mí no me interesa
nada de lo que pasa en Rumania, sentenció
Eliade. Si no me pu­
blican
mis libros, no me interesan». Noica le escuchaba con su
sonrisa
angélica e irónica a la vez .. Y o estaba medio indignado,
porque consideraba que la actitud del «amigo famoso» era·
hu­
millarrte
para Noica que tanto había sufrido. Peto Noica ha sido
la generosidad personificada. Volvía firme a Bucarest, entre sus
discípulos que le admiraban y querían. Para publicar su obra,
inmensa obra, y para ocuparse siempre con una genetosidad
in­
cansable para que las obras de su amigo famoso de fuera fuesen
publicadas, como
ocurrió. en casi su integridad. Ahora los dos
grandes amigos -y también amigos admirados siempre por mi
por igua~ por muy diferentes que fueren sus caracteres--se ha
ido para siempre. El pasado año, en la Fundación Pastor de
Es­
tudios Clásicos de Madrid y en el Instituto de Filosofía de la
Universidad de Roma, conmemoraba
yo con todo entusiasmo a
un Eliade, hombre de ciencia de grandes recursos y gran presti­
gio. Y lo defendía con todo vigor contra la insidiosa campaña de
algunos estudiosos
neopsitivistas italianos de la Escuela de Pe­
tazzoni, que en el tratamiento de los mitos velan para el gran
profesor de Chicago residuos
ideológícos itracionalistas.
Ahora, qoien entra
en mis ensanchados dominios de la me­
lancolía es Constantin Noica. El filósofo, el hombre de una pie­
za,
el amigo constante, siempre alerta a la amistad y al consejo,
siempre fiel.
Y así
se vuelve al discurso del 61 y del 68. Cuando prose­
guíamos en su defensa. «Ha sido --- cordábamos en 1968, con Noica ya libr~ esta actitud suya de
hombre libre en un sentido casi absoluto, lo que más ha irrita­
do a los que le han condenado. No le han podido acusar concre­
tamente ni de conspirador, ni de tránsfuga, ni de enemigo
de
una patria que ya no es paitria de nadie, sino un vasto cemente­
rio de todos. Pero había algo mucho más grave, más acusador
en el magisterio de su persona y sus ideas: el valor ejemplar de
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la libertad en su encatnación más limpia y humana, Este Sócra:
tes joven y trágico, lúcido y apasionado,· identificado .en su. espí­
ritu
y su carne con .el drama sin límites y sin horizontes de los
hombres de
su tierra, no podía permanecet en el seno de .una
sociedad estandardizada y sombría pata predicar con su ejemplo
algo que es el mayor peligro para.el nuevo ~than: la presen­
cia
incontaminada de un hombre que ha , logrado -conservar .intac­
tos sus perfiles humanos».
Los temas que entonces
contenían los inéditos de Noica eran
temas que no tenían contingencias con
la · situación política en
la cual el filósofo se había encontrado en sus últimos años. Ly­
sys o en torno al sentido griego de la filosofía; Esencia y Ser;
Introducci6n a
una filosofía sistemática; Devenir en el ser; Ten­
tativa de una
filosofia sistemática; Anti-Goetbe (dos volúmenes);
Historias según Hegel (contra la. fenomenología del Espíritu); El
circuito metafísico; Tratado de l6gica ( en preparación entonces
y ,terminado años más tarde, en Paltinis, poco antes de su muer:
te). Una vasta obra, inspirada· en una concepeión socrática de la
filosofía. Una filosofía entendida . como especulación pero tam­
bién como escuela, como Paideia, como áceocamiento profundo,
imposible de
hallar en el espíritu de la Universidad, de la cáte­
dra, del sistema. La idea de una Escuela, en un sentido humano,
ejemplar,
preocupaba al filósofo rumano hacía muchos .años. Era
el tema central de su
Diario filois6fico .de 1944.
A Noica le preocupaba la
idea de una escuela donde no se
enseñara nada. «Estados del.espíritu -escribía él-, esto se debe
brindar a otros; no contenidos, ni consejos, ni enseñanzas». Nun­
ca abandonaría Noica esta actitud, ni siquiera en sus últimos años,
cuando tenía que enfrentarse con ciertas ingratitudes
y los rigo­
res de su sólida enseñanza. y su incitación a una .·siempre sólida
preparación filológica y filosófica, se traducía en cierta pedanter
rla
y autosuficiencia de algunos discípulos sálidos de los «en­
cuentros de Paltinis». Cosa que le llevaría a escribirme: .«Estoy
algo
cansado de discípulos y seguidores. He perdido mucho tiem­
po con ellos. Ignoro los resultados verdaderos». Pero otros. eran
,;,s
entusiasmos cuando. escribía en su «Diario» de un Noica aún
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joven y siempre esperanzado: «Sueño con una escuela donde no
se enseña en realidad nada. Vivir pausada y convenientemente,
al margen de una ciudad, para que los hombres j6venes, algunos
hombres
j6venes del mundo, vengan allí con el fin de liberarse
de
la dranía de los profesores. Porque todo y todos les dan lec­
ciones. Todo. ha de ser aprendido desde fuera y de memoria y
lo único que se les permite, de vez en cuando, es hacer pregun­
tas. ¿Pero no veis que también ellos
han de decir algo? ¿Y no
veis que nosotros no tenemos siempre
algo que decirles? Somos
solo mediadores entre ellos y ellos mismos (pero esto no se les
debe
decir)». Es la suya, la de Noica, una escuels donde el maes­
tro también aprende. «Una escuels donde el maestro no aprende
a su
vez es un absurdo». Una escuels donde se intenta pensar
de un
modo vivo, a saber: procediendo mediante totalidades,
unas totalidades a deducir de elementos infinitesimales. «Arist6-
teles
-la única vez que me atrae--, nos brinda un ejemplo su­
gestivo. Imaginaos . un ejército -dice él-echando a correr en
desorden.
En un determinado momento un soldado se detiene.
A su alrededor se detienen otros cuatro o
cinco. Luego, alrede­
dor del núcleo formado por ellos, se reúnen otros y, de repente,
todo
el ejército se vuelve cara al enemigo dispuesto a luchar nue­
vamente. Esto significa «vida»: uno solo, el elemento infinitesi­
mal, puede coagular el resto. Un solo individuo puede vertebrar
todo. No subes, matemática
y gradualmente, de lo sencillo a lo
compuesto, sino que subes, sin componer, de lo sencillo al todo.
Es la paradoja de la vida, pero
la paradoja de cualquier vida».
* * *
A los profesores de su tiempo Noica los compara al hermano
del hijo
pr6digo, el huraño del que habla el Evangelio: «Veo tan
concretamente a este hermano moral que le oigo emitir juicios
sobre el mundo de hoy tomando actitudes, dando clases, parti­
cipando
y, sobre todo, negándose. Y a que no es un hombre cu­
rioso -romo cualquier tipo sedentario-vendrá a ver qué ha­
cemos en la escuela. Alguien de nosotros le dirá en la cara: "Eres
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el hermano del hijo pródigo". El no oye bien, porque todos los
orgullosos son
algo sordos y dirá: "Perdonadme: soy el profe­
sor
... ". Y esperará que le preguntemos qué materia profesa.
Pero nadie
1e preguntará».
Saber
es empezar. Al saber concreto, al saber sabido, el fi.
lósofo prefiere la aproximación de lo pensado. Ni la ccltura, ni
menos la filosofía son posibles sin amor; son simples vehículos
de conceptos: «El hijo
prodigo posee la voluntad. El hermano
del hijo pródigo posee
la curiosidad y el orgullo. ¿Quién peca
más? Acaso ambos poseen la curiosidad. Pero el hijo pródigo
abre la puerta; el hermano mira por la mirilla». Considerando la
historia de la filosofía, Noica ve la serie de filósofos sin el de­
monio de la filosofía. El padre de todos ellos, Aristóteles. En
la filosofía alemana -Kant, el conocimiento; Fichte, lo ético;
Schelling, lo ~rgánico; Hegel, el espíritu-ve él, sobre todo, una
filosofía de la libertad.
En los reglmenes de libertad los hombres caen bajo una ti­
ranía: la del lugar común. La razón es libertad. Pero el hombre
no
se define en la libertad solamente,• sino -mediante su. perma­
nente devenir. La
filosofía la concibe el filósofo, como la religión,
mediante el concepto
de la caída. También en el plano del cer
nocimiento ha habido un paraíso perdido. « Una de las princi­
pales certidumbres de la filosofía es precisamente la de que
el
hombre es un ser caído y limitado». Por otra parte, todos los
mitos, entre ellos el de
la filosofía, participan del mito de la
caída. Es absurdo pretender
de la filosofía la verdad. Verdades,
sí; pero no la verdad. La filosofía te brinda la dirección de la
verdad. No la verdad misma. Noica define «poco serio» a Goethe
cuando
afirma: «Todo lo que me enriquece es verdadero». El
acto del conocimiento es enajenación,
eotrega, pérdida, riesgo.
No es
a-símil-acción, sino alter-ación. Te desvitalizas vitalizando.
La filosofía de Noica es
la filosofía del encuentro con el otro. Lo
esencial es encontrarse con el otro. «Sigo con interés, cuando se
paran dos trenes en una estación, con qué avidez se miran los
hombres unos a otros. Seria mezquino concluir que quieren
en-
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conttar un conocido. No es .un sentimiento metafísico: quieren
ver al
otro. Cada uno se ve a sí mismo en el otro. Y se ríe,..
Desde que su patria había dejado de ser una patria y muchos
amigos suyos habían tomado el camino del exilio o habían acep­
tado, quedándose en el país, el camino del mar.tirio, Constantin
Noica escogió su propio destierto. Un destierro lleno de riesgos,
de sufrimiento, de terror; pero un destierro sin nostalgia, ro­
deado de paisajes
y cargado de lirismo como es cuando se escoi
su propia patria como lugar del exilio. En una ciudad de provin:
da, en Cilmpulung, enseñaba a' un grupo de amigos y seguido~
filosofía y literatura. Eran los años 50, los años sin piedad ·del
stalinismo.
Su pecado era precisamente éste: el de enseñar libre,
mente, pese a que lo que enseñara no tuviera contingencia al'.
guna con el hecho político, ni con el régimen o forma de go'
biemo del totalitarismo &talinista. Un pecado que equivale, para
la mentalidad comunista, a un acto de «conspiración contra 1á
seguridad del Estado y de inteligencia con el enemigo». El Mi­
nisterio de Pública Instrucción había exigido del filósofo que su­
primiera de su volumen
Historias según Hegel, presentado para
su publicación en 1958, el capítulo sobre la idea de libertad en
Hegel.
Al negarse a hacerlo, Noica se convirtió en enemigo del
régimen. Su
suevte había sido decidida. El joven maestro, que
en medio del terror
y la tormenta, !a degradación, la miseria;
quiso
conservar su entereza espiritual e intentó buscar un rincón
posible como una añorada
utopía, donde enseñar filosofía,, 'dl:a:
ba por esto mismo condenado de antemano. Condenado por en­
señar una nueva manera de acercarse al mundo de las ideas a
Platón, a
Axistóteles, a San Agustín, a Pascal, a Descal\1:es, a Leib­
niz,. a Hegel, a Kant y a Goethe, en· una nueva manera de con­
ciliar en una síntesis actual razón
y fe. Con él fueron acusados
y condenados sus discípulos y antigos.
* * *-
La historia de hoy parece una historia de siempre. El Le­
viathan, el tirano, odia al filósofo, su dignidad, su libertad 'f
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EN LA MUERTE DE CONSI'ANTIN NOICA
busca .su perdición. Pero no nos engañemos. La hi$toria es bien
nueva,
. ya que el tirano de hoy no persigue solo las voces libres
que claman, sino las
más recónditas vibraciones de una concien­
cia que en su propio profundo silencio ( «hay en nosotros algo
más profundo que nosotros mismos», escribía una vez Noica re­
cordando a San Agusún), formula la más aleccionadora protesta.
En una. pootdata a nuestro manifiesto del 61, escribíamos en
1968, en un
texto que se insertaba en nuestro libro «Némesis y
libertad»: «Han
pasado algunos años desde que las páginas an·
teriores fueron escritas. Un nuevo J?roceso se ha realizado hacia
la liberación en el país de Constantin Noica. La voz del filósofo,
voz que clamaba con serenidad, con nobleza, por lo que siempre
ha habido de esencial en
la libertad, ha vuelto a resonar, sin ren:
c del 7 de marzo de 1968, el filósofo, ya en libertad, restauraba
el poder indestructible,
la estructura misma de la palabra. Será
éste uno de los leit-motivs de sus preocupaciones futuras hasta
la muerte. Así tratará, en términos ontológicos, el habla (ros,.
tire) rumana, la poética del más grande . lírico rumano, Mihai
Eminescu. Así se acercará, con una originalidad ,sin par, a los mi­
tos y cuentos populares rumanos, con el prodigioso te:,oto, creemos
aún inédito, que nos
confiara un día «Tinerete fara batríine\e»
(Juventud sin ve;ez y vida sin muerte), uno de los más penetran­
tes estudios del mito de la eterna juventud en su origina:lísima
veisión
rumana. Así, en el manuscrito de sin par belleza · sobre
la suerte del «Hermano Alejandro» que nos entregó una vez
para que viera la luz después de su muerte. «Cuando caminas
en el bosque -escribía él en la página de 1968 en la Gaceta Li­
teraria-caminas por la palabra bosque tal como lo decía un
pensador de hoy, Heidegger». Y, proseguía: «Cuando
amas ca­
minas por la palabra amor; cuando conoces, caminas por la pa·
labra conocimiento; cuando vagas, vagas por la palabra vagancia,
romo el hijo pr6digo». El leit-motiv deLhijo pródigo vuelve con
.el fllósofo en libertad. Vuelve con el deseo auténtico de un en­
cuentro verdadero consigo mismo, deseo de plenitud sobre las
huellas de
un concepto tan fundamental como la esencia misma
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JORGE USCATESCU
de su pueblo: el concepto de «temei» que es, al mismo tiempo,
fundamento, estructuta, fortaleza de espíritu y
bósqueda onto­
lógica
de la libertad en libertad.
* * *
Pasaron los afios. Los encuentros con Noica se hicieron cos­
tumbre y necesidad del espíritu. En 1968, en el puerto de Cons­
tanza, por vez primera en contacto con él, ya libre, en coinciden­
cia con pisar nosotros
por primera vez la tierra patria, después
de
afios largos de ausencia. Noica el entrafiable, el familiar, el
lúcido,
el incandescente, enamorado hasta las raíces de su patria
y de las tareas constantes, incansables,
de la inteligencia. El tri­
turador
de ideas, en suave permanente rechazo de todas las ideas
comunes posibles y de todas las cosas simplemente aprendidas.
Y luego diálogo permanente, cortespondencia sin prisas y sin pau­
sa y una y otra vez encuentros personales. Anfitrión en lugares
de paz y hospedaje como el «Hanuel Ancutzei» de Bucarest. O
en
París, en la bella casa de sus primos, allí establecidos, rodea­
do de amigos suyos y admiradores sin reservas. O huésped mío
y de mi esposa en Madrid, en mi casa. O el mensaje inolvidable
-úniro------de Noica, al perder para siempre a la dulce compa­
ñera de mi vida. Hombre de inefables, sobrias delicadezas fue
Constantin Noica.
Y
de trabajo incesante. Obras publicadas una tras otra. Y
viajes a Alemania y Francia e Inglaterra en busca
de su hijo
adorado y de la difusión
de sus ideas y de las obras de los pen­
sadores y escritores rumanos injustamente ignorados. Hombre de
cultura hasta los tuétanos y apóstol generoso como ninguno de
las ideas siempre renovadas, siempre repensadas. Hombre "exel'P­
cional, amado y admirado por todos, incluidos los de muy dis­
tinta ideología. Ninguno de su generación más merecedor de las
simpatías de todos, milagro de una personalidad presente en un
mundo de insidias, desuniones e envidias deplorables. Ninguno,
como
él, tan dispuesto a descubrir los secretos milagros de l.a
palabra en su idioma. Ninguno más inclinado a detectar valores
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EN LA MUERTE DE CONSTANTIN NOICA
rumanos en . el campo del pensamiento. Reivindicador del pensa­
miento enciclopédico de un Demetrio Cantemit, Príncipe de
la.
Ilustración. O de los valores del gran poeta Eminescu, «milagro
de la cultura rumana», hombre plenario de esta rultura, «rey del
pensamiento humano» como lo
definiría en su tiempo el crítico
Titus Maiorescu.
En verdad que nuestro entusiasmo por lo que Noica hacía y
decía y e&eribía y publicaba dentro y fuera de su patria nunca
ha decaído. Sus libros eran sus principales mensajes. Así, su
«Eminescu sau
ganduri despre omul deplin al culturii romane~ti»;
su «Despar\irea de Goethe); su «Spiritul romanesc in cumpana
vremii» ( ;,ase maladii ale spiritului contemporan), sus libros de
estructura puramente filosófica, sus
nuevos ocercamientos a la fi­
losofía de Platón, Aristóteles, Hegel. Su falta absoluta de con­
cesiones a una ideología oficial. Sus generosos, constantes comen­
tarios a nuestros propios escritos
y a nuestra actividad, dentro
y fuera de Rumania. Nadie más abierto, más alerta a
la actua·
lidad y más generoso ante el esfuerzo cultural que el noble er­
mitaño
de Paltiuis, el maestro indiscutible del pensamiento ru­
mano durante
los últimos cincuenta años. Nadie de su genera­
ción o de
la generación posterior a la suya estará nunca a su al­
tura. Nadie alcanzará la dimensión de su personalidad, ni su ori­
ginalidad de pensamiento y de interpretación.
El 3 de marzo de 197 4 acabábamos de recibir uno de tantos
libros que Noica nos enviaba, con fresca tinta, en aquella época,
y publicábamos un comentario en un impottante diario madrile­
ño (3 ). El comentario llevaba por título: «Noica y el olvido del
ser». El comentario decía esto y con ello queremos acompañar
al
gran amigo desaparecido, en su último viaje hacia la eterni­
dad.
El filósofo Noica, decíamos, acaba de pueblicar en Buca­
rest un nuevo libro de fascinante interés sobre el milagro meta­
físico de
la palabra, que completa sus preocupaciones en esta ma­
teria, a las cuales nos referíamos aquí en otra ocasión. El libro
(3) Cfr. JoaGE UscATESCu: Fragmentarium, Ed. Forja, Madrid, 1984,
págs. 155 y sigs.
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JORGE USCATESQJ
trata de la «Creación y la belleza en el habla rumana», pero sus
· perspectivas podemos asegurar que son más amplias y más hon­
·das de lo que esta escueta y faltalmente mutilada traducción del
título puede indicar.
Hombre
de vasta formación filosófica, cuyos escritos sobre
Platón y Hegel poseen una gran originalidad, Noica vive, a través
de su conducta
y su magisterio ejemplar, en un estado de ten­
sión y
combustión última de las ideas y sus posibilidades de ex­
presión. Ante el formalismo que domina amplios sectores de in­
vestigación, pero sobre todo el lingüístico y aotropológico, y aote
la muerte o «superación» de la metafísica, Noica busca nuevas
energía~ creadoras en un reducto que basta ahora parecía invisi­
ble o cuyas reservas creadoras
parecían agotadas. El «habla» en­
tendido a través de una bella y curiosa semántica. La lengua ru­
mana pone una auténtica carga metafísica en el mismo nombre
que adopta para
definirse: «rostire», que tiene sus orígenes la­
tinos en «rostrum», norma, cara metafísica de la responsabilidad.
Siguiendo la huella del milagro expresivo
de las palabras, Noi­
ca parte de un principio que asegura, a través de ellas, la fuente
de la creación y la belleza: su radical intraducibilidad. En esta
línea, un te> partida: «Esta parte intraducible de un idioma forma su verda­
dero patrimonio»; Este tesoro patrimonial, este segundo tesoro
profundo, logra revelarle Noica
siguiendo los rastros originarios
de las palabras.
En este
esfuerzo recuerda el proyecto del antiguo· Antiphon,
el cual
quiso enterrar una cama para mostrar que su esencia era
la madera.
Lo mismo ocurre con las palabras. Enterradas en su
«humus», lo que.brota no son palabras, sino el habla (rostro).
En este proceso
Noka ve en el Ser algo que se oculta. Lo con­
trario que Heidegger, que en el Ser y la Verdad quiere ver algo
que
no se ocúlta, algo que en cierto modo se revela, como en la
«Alétheia» de los griegos primeros. La vasta gama que ofrecen
a Noica en
su propio idioma, las modalidades de empleo del ver­
bo «ser», le ayuda en abundancia para desplegar las .posibilida­
des que brinda este tesoro, intraducible, no revelable,
pero re-
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EN LA MUERTE DE CONSTANTIN NOICA
velador en extremo. Pero ocultación y olvido no son la misma
cosa ni para Heidegger ni para Noica.
El Ser se manifiesta en un singular olvido del Ser, tan caro,
por otra parte, a Holderlin
y al propio Heidegger. Jünger decía
que mientras Heidegger se complace en proclamar el olvido del
Ser, la palabra la arranca de su propio olvido
y la levanta del
«hnmus» del bosque.
Pero. las .«palabras de oro» que Noica des­
cubre no implican el olvido del Ser, sino dejan el privilegio del
olvido creador
al propio lenguaje, enterrado en su «humus» fe­
cundo germinador de belleza.
En los trece años transcurridos entre la publicación del li­
bro comentado y la fecha de su muerte, el interés de Noica en
trazar
los tértninos de una «Ontología» que no fuese una de tan­
tas reediciones de la Escolástica ha sido constante. ,Un libro suyo
de real contenido y originalidad de 1978, «Sentimentul romfuiesc
al fiintei» (El sentimiento rumano del Ser) marca con rasgos de­
finitivos esta preocupación y búsqueda última del gran filósofo
rumano ahora desarapecido. La pregunta por el Ser se toma así
constante culminación y también iluminación en la Ontología
de Constantin
Noica. «Cuando recibes una respuesta tú te ilu­
minas,
decía Noira eri los comienzos de aquel libro. Pero cuando
tú te planteas una pregunta, en cambio, iluminas las cosas». La
obra del filósofo que descansa ahora ~ la soledad de la montaña
de
l'altinis fue un constante diálogo iluminante. Diálogo entre
la iluminación de sí mismo y fa iluminación de las cosas y la
realidad que le rodea a uno mismo. Iluminación que da luz a un
hombre soló, inscrito en una sencilla lápida:
Constantin.
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