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Número 267-268

Serie XXVII

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La Iglesia Católica y la masonería

LA IGLESIA CATOIJCA Y LA MASONERIA (*)
POR
ROMANOS
Dado que actualmente la información nos llega incompleta
o monopolizada,
ocurre que hechos importantes para la vida re­
ligiosa sean mal conocidos o bien voluntariamente mal presen­
tados.
El modo en que se consideran recíprocamente la Iglesia Ca­
tólica y la Masonería es uno de estos casos de desinformación.
Intentaré, pues, aquí resumir brevemente, históricamente y
ob­
jetivamente este caso.
Condena de la Masonería por Roma
En 1738 Roma condenó por primera vez a la Masonería en
la bula del Papa
Oemente XII In Eminenti en la que se dice:
«Nos hemos concluido y decretado condenar y prohibir dichas
sociedades, asambleas, reuniones, agregaciones o convent!culos
de
liberi muratori o francmasones o llamados de cualquier otra
forma,
tal como Nos los condenamos y prohibimos pot Nuestra
presente Constitución
válida a perpetuidad».
A pesar de esta precisión (subrayada por nosotros),
el suce­
sor de Oemente XII, el Papa Benedicto XIV tuvo que recordar,
en la encíclica
Providas, en 1751: «Como Nos informan que
ciertas personas
han asegurado y publicado sin temor que dicha
pena de excomunión dada por Nuestro predecesor no afecta ya,
puesto que
la Constitución mencionada no ha sido confirmada
(*) Reproducimos, traducido al castellano, el artículo aparecido en
La pensée catholique, núm. 234, lnllyo-junio, 1988, págs. 70-75.
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por Nos, como si fuera necesaria la confirmación expresa del
Papa sucesor para que Constituciones Apostólicas dadas por un
Papa predecesor subsistan;
... Nos hemos decretado confirmar
por las presente la susodicha Constitución de nuestro predece­
sor como si fuera publicada en Nuestro nombre por primera
vez. Queremos y decretamos que tenga fuerza y eficacia para
siempre».
Desde entooces Roma no ha cesado de confirmar, completar
y justificar esta condena, cada vez que fue necesario hacerlo.
La
última condena y la más importante fue la del Papa León XIII
en su encíclica Humanum gem1s en 1884 que dice: «Por consi­
guiente, todo
lo que los Romanos Pontífices, nuestros antece,
sores, decretaron para impedir las iniciativas y los intentos de
la masonería, todo lo que sancionaron para alejar a los hombres
de estas sociedades o liberarlos de ellas, todas y cada una de
estas disposiciones damos
por ratificadas y las confirmamos con
nuestra autoridad apostólica .

. . lo primero que debéis procurar
es arrancar a los masones su máscara, para que sea conocido de
todos su verdadero rostro ... ».
Poco antes de su muerte, en 1902, dice León XIII en la
encíclica Annuum ingressi: «Personificación permanente de la re­
volución, constituye una especie de sociedad al revés, cuya fina:
lidad es un predominio oculto sobre la sociedad reconocida, y
cuya razón de ser consiste en la guerra a Dios y a su Iglesia».
Una última confirmación de todos estas condenas se
hizp
por la Congregación para la Doctrina de la Fe en 1983, con la
aprobación del . Papa actual Juan Pablo II, refiriéndose especial­
mente a la de 1884 y precisando entre otras cosas: «Algunos
se
han preguntado si el pensamiento de la Iglesia había cam­
biado, ya que no se hace mención expresa de esto en el nirevo
Código de Derecho canónico, como era el caso del Código an­
tiguo. La Sagrada Congregación se encuentra en disposición de
contestar .

. . el juicio negativo de la Iglesia sobre
la Masonería
queda pues inalterado puesto que
sus principios han sido siem'.
pre considerados como incompatibles· con la doctrina de la Igle­
sia: queda pues prohibido por la Iglesia
inscttbirse en ella».
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LA IGLESIA CATOLICA Y LA MASONERIA
La postura de la Iglesia frente a la Masonería permanece
así inalterada desde 1738 a nuestros días, aunque el mundo y
sus estructuras hayan cambiado frecuentemente desde entonces
y aunque, en el seno de la Iglesia algunas novedades o decisio­
nes del último Concilio Vaticano, han llevado a pretender a la
Masonería que el «nuevo espíritu» católico
podía permitir un
cambio de actitud frente a ella.
No
se puede tampooo argumentar que la postura de Roma
haya sido dictada únicamente por un espíritu conservador está­
tico y ciego,
ya que, de 1974 a 1980 con su pleno acuerdo, el
Episcopado alemán ha mantenido discusiones muy abiertas y
profundas con
la Masonería alemana para examinar si ciertos
cambios en
el seno de esta última pudieran a su vez provocar
otros en la Iglesia con respecto a ella. Bien al contrario, al final
de este largo diálogo totalmente nuevo en la historia de las re­
laciones entre las dos potencias, la imposible cohabitaci6n -am­
pliamente documentada por el Episcopado alemán-entre la
Masonería y la Iglesia está clara y definitivamente demostrada,
ya, que las logias alemanas han rehusado, al contrario de lo que
habían hecho para los tres
primeros grados, revelar a sus inter­
locutores cat6licos nada de lo que concierne a
los grados supe­
riores
--,--considerados siempre por los conocedores de la Maso­
n~ría
como los más importantes--lo que una vez más confir­
inaba la naturaleza secreta de parte de su doctrina y de sus
actividades.
La
Masonería frente a Roma
A la Masonería le molesta inucho la continuidad de su con­
dena por Roina. Tanto en Francia como en el extranjero, y no
ha dejado de negar la legitiinidad de las posturas cat6licas al
respecto, coino hemos podido ver anteriormente por las cons­
tantes condenas pontificias desde 1738. Hoy hace grandes
es­
fuerzos para modificar la situaci6n en provecho suyo, afirmando
a los dirigentes religiosos y a los creyentes que la condena
ya
no estaría justificada por las razones siguientes:
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-la primera condena de 17 3 8 habría sido de naturaleza
más política que religiosa, debido a las circunstancias de la época;
-hasta la desaparición de los Estados Pontificios, la Iglesia
habría estado inf1uenciada por el estado monárquico y conser­
vador del mundo, contrario al espíritu de apertura y de libera­
lismo
qúe pregona la Masonería;
-no solamente han cambiado los tiempos desde entonces,
sino que el estado actual del mundo necesita, si no una paz, por
lo menos una tregua entre
las dos potencias igualmente amena­
zadas por el materialismo y todos sus derivados. Hay que recor­
dar aqui un documento masónico de gran importancia, la carta
al Soberano Pontífice de
un masón francés de alto grado, Albert
Lantoine (grado 33) escrita en 1937 diciendo
(en su prefacio
de uno de los Maestros
de la doctrina y del simbolismo masó­
nicos: Oswald Wirth): «La Iglesia y la Masonería están en
guerra desde hace dos siglos
... No se puede mandar que den
una media 'vuelta repentina a los ejércitos en campaña, si no,
¿podría oirse el toque de alto el fuego? ¿Está dispuesto el Papa
a dar la señal?
Es la cuestión que plantea Albert Lantoine» .. Y
en el texto mismo de
la carta: « ... la cuestión es saber si, ante
el peligro común que nos acecha, no sería necesario
hoy pooer
sordina a la expresión de nuestro disentimiento» (pág. 18).
Entre otras declaraciones masónicas o influidas por la Masonería,
desde entonces, puede citarse, en lo concerniente a la
paz entre
Iglesia y Masonería, esta parte de
la conclusión del libro Papas,
Reyes, Masones, de Charles V. Bokor (Ed. Quebec-América, Mon­
treal 1977, a
la venta en la librería del Gran Oriente en la calle
Cadet, de París): «Es vano hablar de
paz mientras una de las
partes mantiene
el estado de guerra» (pág. 454), un estado de
guerra querido por Roma, según este autor que se ha dedicado
principalmente a destruir
la clave de bóveda que representa la
primera condena de
la Masonería en 1738 dentro del conjunto
monumental,
mantenido sin tregua, de las condenas siguientes.
Por
su parte, la revista jesuita francesa Etudes concluye en
su número de noviembre de 1987 su artículo sobre
ia «Francma-
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LA IGLESIA CATOUCA Y LA MASONERIA
sonería francesa» con estas palabras: «Se daría un gran paso en
el diálogo entre Roma y la Masonería si
la Santa Sede diera las
razones profundas de su nueva condena e indistinta para todas
las logias de Francia».
Esta pregunta es por lo menos
sorprendente que sea formu·
lado por parte de
la revista de unas de las principales órdenes
religiosas católicas; y uno puede, a su vez, preguntar: ¿un cre­
yente debe, para aceptar
y seguir la línea pontificia inalterada
hacia
la masonería, conocer las «razones profundas» del Vati­
cano de hoy en
vez de conformarse sin más con los prescripcio­
nes de su Iglesia?
Hablar de «razones profundas», ¿no es acaso poner en duda,
sin
pruebas, la legitimidad de aquellas prescripciones y preten­
der querer informar a los fieles mejor de que lo hace
la Iglesia?
Es necesario decir al respecto que la Orden de los jesuitas
había sido encargada
-salvo que no haya tomado tal iniciativa­
desde los años veinte, de examinar a lo largo de los contactos
tan variados como frecuentes, . si una nueva actitud de la Igle­
sia de cara a la Masonería no habría sido posible.
Se vio incluso a uno de sus eminentes represetantes, el padre
Caprile, adoptar repentinamente a lo largo del último Concilio
posiciones favorables a la Masonería, mientras que, hasta el
mo­
mento y de forma muy pensada y documentada, se había dis­
tinguido casi como pottavoz autorizado del Vaticano en sentido
absolutamente contrario desde Roma y como colaborador de la
revista jesuita italiana
Civilta Cattolica.
Desde una posición alejada de toda actitud o hipótesis idea­
listas o incluso generosas, ¿cómo
podría ignorarse el inmenso
y constante pensamiento
y la «jurisprudencia» masónicas acerca
del cuál las tres citas siguientes
dan una idea que parece hoy
muy olvidada en ciertos medios católicos?
l. En su libro Israel y la Humanidad, el rabino Benamo­
zegh dice: «Es bien cierto que la teología masónica corresponde
bastante bien a la de
la cábala ... », afirmación comentada así por
sus editores, el rabino Toaff y el doctor Modiano: «Para
aqué-
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llos a quienes tal expres1on sorprendería, conviene decir que
hay una teología masónica en
el sentido de que existe en la
Masonería una· dootiina secreta filosófica y religiosa, introduci­
da por los Rosacruz gnósticos cuando se fusionaron con los ma­
sones libres en 1717. Esta doctrina secreta, o gnosis, es atributo
exclusivo de
la Masonería de alta graduación, o Masonería filo­
sófica».
2. Uno de esos masones de alta graduación, Quartier-La­
Tente, proclamaba en 1917, en
su libro Two Centuries of Freema­
sony (Dos siglos de masonería libre) en Neuchatel (Suiza): «La
reconciliación
ya no es posible. No puede haber sino lucha, una
lucha sin perdón, que acabará por el triunfo de
la ciencia y la
conciencia. Es inútil insistir. El masón es un hombre libre; el
católico un esclavo
sometido a ·una disciplina forzada del espí­
ritu, y nada más incompatible con el espíritu masónico».
3. El R. P. Georges Cottier, OP, en su segundo artículo
« Visiones católicas sobre la masonería» en (Revista Nova et
Vetera,
Friburgo, de enero-marzo de 1988) recuerda las decla­
raciones de unos
ele los participantes en el coloquio católico­
masónico de 1974-1980, el obispo de Augsburgo, monseñor
Stimple,
en el diario alemán Deutsche Tagespost de 28 de marzo
de 1986 titulado
La cohabitación imposible en donde se expone
el dogma máximo de la Masonería: el racionalismo, opuesto al
del catolicismo:
la revelación divina. El obispo alemán hace
igualmente destacar otra característica de
la «religión» masóni­
ca, conducida por una jerarquía
en parte secreta y exigente para
con sus adeptos de
una adhesión total y exclusiva a principios
acerca de los cuales e imposible conocer a sus verdaderos inspi­
radores y que no
podrían ser discutidos. El R. P. Cottier dice
especialmente: «Estas páginas aportan preciosas precisiones. Se
ha manifestado
una incompatibilidad de fondo en cuanto a la
concepción de
la verdad. La parte católica ha obtenido informa­
ción sobre los
tres primeros grados; pero ha trapezado con un
neto rechazo para todo aquello que concierne a los grados
su­
periores».
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LA IGLESIA CATOLICA Y LA MASONERIA
Francia es el país mayoritariamente católico en el cual la
Masonería hace aparentemente más esfuetzos. Es preciso citar a
este
respecto un hecho importante y nuevo dato que demues­
tra cómo ciertos medios católicos franceses consideran el asunto
de las relaciones
· entre catolicismo y Masonería, pese a la posi­
ción limpiamente afirmada y conocida de Roma. Un coloquio
católico-masónico tuvo lugar en Toulouse los
días 7

y 8 de
fe­
brero de 1987 y cuyo tema era: «Iglesia-Masonería: ¿Condenas
o malentendido? Dos siglos de conflictos».
Dos declaraciones de su animador, el padte Xaviet Nico­
las,
S. J., dirigente del SIF (Servicio Descreimiento Fe), nacido,
según él, del Concilio, revelan dentro de qué espíritu este
co­
loquio ( como otros muchos encuentros organizados desde hace
mucho, con o sin la aprobación tácita del episcopado), se ha
concebido y puesto en práctica:
«Lo primero, el realismo: más
vale aceptar al otro tal como
es y no· tal como me lo imagino.
Paciencia a continuación. Tanto unos como otros nos hemos en­
frentado por un largo período histórico. Nosotros asumimos una
herencia vieja de varios siglos. No es cuestión de
pedir al otro
que desautorice su pasado, sino que se adapte al presente, gta­
cias a sus propios valores ... Entonces, ¿por qué no la misma
aventura con los masones? Larga marcha, seguramente».
Esta declaración, llena por lo menos de confianza,
ya que
no de obediencia a Roma,
figura en el texto de presentación del
coloquio. La segunda se contiene dentro de las conclusiones,
siempre expresadas del padre Nicolas:
«De escucharme, algunos de entre ustedes van a tratarme
como a un beatífico optimista, si no como a
un ingenuo. Porque
el diálogo cristianos-masones
en el que yo creo profundamente
no
se ha obscurecido por la declaración de noviembre de 1983
de la Congregación para la Doctrina de la Fe, recordando la
incompatibilidad entre pertenencia a la Iglesia y a
la Masonería.
Seré claro al respecto.
En el SIF, no podemos creer que ésta
sea la solución definitiva».
Por su parte, otro participante católico en este coloquio, el
padre español Ferrer-Benimeli,
S. J., muy docto especialista de
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la cuestión masónica, recogía de hecho las clásicas tesis masóni­
cas según las cuales, fundamentalmente,
la condena inicial, la de
1738, carecía
ya hoy día de sentido.
En el momento del Concilio Vaticano II, la misma · campa­
ña -porque no eriste otra palabra para calificar los esfuerzos
masónicos
de aproximación a una Roma errada-había comen­
zado públicamente por
la «conversión» a la Masonería del pri­
mer católico fraocés introducido
en una logia a instancias del
R. P. Riquet, S. J., y con la aprobación de su ordinario: el
abogado Mellor, autor del libro-programa Nuestros hermanos
separados: los masones, del cual la documentación era casi en­
teramente de fuente masónica. Tal
como se ha podido ver esta
campaña continúa, se amplía y pretende inspirarse de ciertas
tesis o decisiones del último Concilio. Ahora serían los católicos,
y no su Jefe, quienes deberíao
·saber, aproximadamente, cómo
Lutero sabía
más que el Papa ...
La Masonería, en su campaña internacional dirigida a modi­
ficar la actitud de Roma
en cuaoto a su consideración por aqué­
lla, pretende que no hay una sola Masonería, sino que es dife­
rente según las diversas obediencias. Para intentar convencer
mejor a un público católico generalmente del
todo ignoraote en
cuanto a la Masonería, ésta opone, por ejemplo,
la obediencia
del Grao Oriente, notoriamente anticlerical, a la de la Grao
Logia Nacional Fraocesa que frecuenta y apoya uno
de los pre­
lados notablemente favorables a
la Masonería, el padre Ri­
quet, S. J. Mientras, según la documentación generalmente se­
gura de Lettres Politiques de J. Ploncard d'Assac, uno de los
conocedores de j,sta materia, el padre Riquet había declarado
al respecto que la
pertenenciá de un católico a la Masonería, le
pondría, según la inmutable doctrina romaoa, en situación
de
pecado mortal: «No se trata sino de uno consejo autorizado,
pero está perfectamente permitido a un católico interpretarlo
de la forma que juzgue más correcta» (Lettres Politiques, nú­
mero 211, diciembre de 1987).
El mismo número del mencionado boletín cita
el siguiente
extracto de un opúsculo confidencial
de la Grao Logia Nacional
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LA IGLESIA CATOUCA Y LA MASONERIA
Francesa, sedicentemente moderada y espiritualista titulado Lo
que debe saber un futuro masón al respecto del origen de la
Masonería: «Masones, alquimistas humanistas, rosacruces
se per­
cataron de que usaban la misma dialéctica y como las logias
estaban bien cetradas, se
podía discutir allí impunemente ciertos
problemas que no debían llegar a los oídos de los inquisido­
res
... Cuando tengáis el honor de estar entre nosotros, tendréis
una nueva forma de pensar . . .
juzgaréis en lo sucesivo todos
los problemas .

. . y sobre todo la vida espiritual . . . y ello se
hará dentro de un "método supra-racional sintético"».
Se cons­
tata así que esta obediencia, lo mismo que las otras, tiene una
tradición y un pensamiento muy alejados del cristianismo, pura­
mente esotérica y «humanista».
Ese boletín indica, por otro lado, que durante la Reunión
masónica internacional que tuvo lugar en
París en mayo de 1987
bajo al alto patronazgo del Presidente de la República, «los
ma­
sones presentes -a título individual y no como representantes
de sus diversas obediencias-
han valorado la unicidad de su co­
mún patrimonio» ( cita de la revista masónica Humanismo, ór­
gano del Gran Oriente de Francia, núm. 175-176).
Los sentimientos y la actitud favorables al cristianismo de
ciertos m-asones autorizados a desvelar su pertenencia pueden
ser sincetos y respetables, lo que no modifica en nada las reglas
de base de la Masonería
de todas las obediencias, reglas enun­
ciadas por la tradición masónica y las jerarquías
superiores, no
aparentes,
de la Masonería. Una eminente personalidad masóni­
ca, reconocida
como tal por la Enciclopedia de la Masonería
(ed. de 1906, págs. 916-917), el Dr. Mackey, del grado 33, ¿no
precisa claramente: «El ritual no es sino la forma exterior y
extrínseca de la doctrina de la Masonería, doctrina que siempre
es la misma»?
Conclusión
La Iglesia católica puede presentar a veces formas y aspectos
diferentes de las del pasado, pero siempre mantiene sobre dos
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ROMÁNUS
bases esenciales: su doctrina y su pontificado. Las difetentes
formas
y aspectos de las divetsas obediencias masónicas no sa­
brían haeet .olvidar al creyente, sincero y unido exclusivamente
a su fe, las diferencias completas de base existentes entre cato­
licismo y masoneria.
Desde una perspectiva cristiana, se puede intentar aprosimar
entre
sí a los divetsas iglesias y practicar un sincero ecumenis­
mo que, sin embargo, solo Dios puede coronar; por el contra­
rio, no se puede intentar volvet conciliables dos espiritualida­
des, la una de inspiración divina,
la otra esencialmente humanista.
Esto
llevaría, final y progresivamente, a crear una religión uni­
vetsal, o una réligiosidad, en la que la nueva divinidad habría
llegado a set el hombre.
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