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Número 273-274

Serie XXVIII

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La verdadera y la falsa liberación

LA VEl=tDADERA Y LA FALSA LIBERACION
La pena de quienes han luchado por una lihertad verdadera
al ver la sociedad extraviarse por las falsas vías de una
libertad incontrolada o de un goce degradante.
«El mundo de hoy debe preguntarse a si mismo qué valores
"morales y espirituales constituyen
el fundamento de la vida en
"sociedad en aquellos lugares donde se vive la situación benefi­
" ciosa de la ausencia de guerra. En efecto, vosotros combatisteis,
"en definitiva, para que vuestro país conociera una libertad ver­
" dadera, una paz social y una fraternidad auténticas, más justicia
''y mayor respeto a las exigencias que aseguran la dignidad de las
"personas y de las familias. ¿No serla una pena ver a la sociedad
"extraviarse por
las falsas vlas de una libertad incontrolada o de
"un goce degradante? Vosotros podéis y debéis continuar apor­
" tando vuestro testimonio para que las nuevas generaciones com­
"prendan mejor los esfuerzos que requiere una civilización digna
"del hombre».
·
JUAN PABLO 11: Discurso a una peregrinación
de ex-combatientes franceses y a un grupo de
niños de primera comunión. L'Osservatore Ro­
mano, edición semanal en lengua española, año
XVIII, núm. 34 (921), domingo 24 de agosto
de 1986.
La aspirac,on de los pueblos a la liberación y la verdadera
liberación cristiana.
«Podéis afirmar, por conocimiento directo, que "la poderosa
"y casi irresistible astJiración de los pueblos a una liberación cons­
"tituye uno de los principales signos de los tiempos que la Iglesia
"debe discernir e interpretar a la
luz del Evangelio" (Instrucción
"de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre algunos as­
"pectos de la Teologla de la liberación, 6 de agosto de 1984, I,
"1). AJ mismo tiempo tenéis experiencia de cómo la búsqueda
"de libertad y la aspiración a la liberación, que son universales
"aunque difieren
en forma y en P,rado entre los distintos pueblos,
"tienen su fuente y su fuerza
en la herencia cristiana. Et año
"1979, en el contexto de Puebla, propuse tres verdades básicas
"para orientar todos los e!fuerzos de la Iglesia dirigidos a liberar
}!y elevar las condiciones de las personas necesitadas. Son ta ver­
" dad sobre Jesucristo, la verdad sobre la Iglesia, la verdad sobre
"la humanidad. Con todo, la verdad sobre la Iglesia y la huma-
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"nidad debe ser ponderada, efectivamente, a la luz del misterio
"de Jesucristo, la Palabra encarnada.
»Lo mismo puede decirse de todas las dimensiones de la vida
"humana
y cristiana. La Providencia divina solo se entiende unida
"al destino eterno de la persona humana, tal y como fue revelado
"por
la Palabra encarnada. El sentido Pkno del progreso humano.
"o del desa"ollo debe tener en cuenta la enseñanza de Cristo:
""No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale
"de la boca de Dios" (Mt 4, 4; cf. Dt 8, 3). Las imperfecciones
"de la justicia humana y el carácter inadecuado de cualquier rea­
"lización t=ena se hallan unidos en último término en el desig­
"nio divino revelado en Cristo, según el cual "no tenemos aqui
"ciudad permanente, sino que andamos buscando la del futuro"
"(Heb 13, 14). La cuestión del sufrimiento físico y espiritual por
"parte de personas inocentes exige una explicación que solo pue­
" de ofrecer la Palabra encarnada. Y para poder darla del modo
"más efectivo tJosible, la dio desde la cruz».
JUAN PABLO Il: Alocuci6n a los obispos de la
región XI de Estados Unidos en visita «ad
Limina Apostolorum». L'Osservatore Romano,
edición semanal en' lengua española, año XX,
núm. 38 (1029), domingo 18 de septiembre de
1988,
La auténtica liberación social
•El combate del hombre por su liberación, por la satisfacción
"de sus derechos humanos, no ha comenzado en nuestros dias.
"Es bueno conocer los éxitos y los e"ores del pasado para pre­
"parar un futuro meior. El mundo contemporáneo siente también
"él
la necesidad de ser liberado de cierto número de servidum­
"bres. Ciertos
pa!ses viven dolorosamente lo, dramas de una
J}opresión politica o económica que se impone a veces de forma
"violenta o ba¡o formas de opresión Permanente. No olvidemos
"las conmociones y las opresiones más sutiles, consistentes en
"deformar o herir la ideas y los sentimientos del hombre me­
"diante una selección tendenciosa de la información, la manipu­
"lación del lenguaje, lá falsificación de los valores. La reciente
"Instrucción sobre
libertad cristiana y liberación ha analizado
"estas opresiones indebidas y el objetivo que deben perseguir
"los cristianos: el cambio necesario de las estructuras injustas, su­
"bordinado al cambio de la iniusticia del corazón humano (cf. nú­
"mero 75).
» La edificación de una cultura cristiana en la vida y las acti-
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"vidades sociales comienza. en efecto, '{)01' una inteli,gencia co"ec­
"ta de la. libertad en lo que ésta tiene de fundamental, y que
"incluye
la libertad interior y la libertad exterior orie!ltadas al
"bien. La liberaci6n es, ffl definitiva, la victoria del biffl sobre el
"mal ffl cada hombre y en la vida social, En esta última, un
"progreso social as! debe conducir a una mejor protección de los
"derechos del hombre, incluida la libertad, y a crear para él las
"me;ores condiciones de desarrollo. Pero la liberación social no
'.' es auténtica y efectiva más que cuando el bien triunfa en el co­
"razón de todos los hombres. Cuanto mayor sea el mal social,
"tanto meiores deben ser los hombres que lo combaten; solo asl
"podrán resistir al contagio que el mal social trae consigo».
JuAN PABLO II: Discurso a los participantes
en el Coloquio celebrado en Roma con ocasión
del 4.º aniversario de la fundación de la revista
polaca Znak, el 19 de juni'O. L'Osservatore Ro­
mano, edición semanal en lengua española, año
XVIII, núm. 43 (930), domingo 26 de octubre
de 1986.
La verdad de Cristo ha realizado, mediante la redención, la
liberación del hombre del mal principal del pecado,
» "Dios no ha. enviado a su Hiio al mundo para iuzgar al
"mundo, sino vara que el mundo se salve con El" (Jn 3, 17).
»Estas palabras del Evangelio de Juan, el último que se escri­
"bi6, reflejan lo que aparece en todo el desarrollo de la misión
"de Jesús, la cual encuentra confirmación al final en su pasión,
"muerte y resurrección. Los autores del Nuevo Testamento ven
"agudamente, a través del prisma de este acontecimiento defini­
"tivo
-el misterio 1)1Jscual-, la verdad de Cristo, que ha reali­
"zado la liberación dd hombre del mal principal, el pecado, me­
"diante la redención».
JuAN PABLO-II: Catequesis en la audiencia ge­
neral del miércoles 27 de julio. L'Osservatore
Romano" ~ción semanal en lengua °'es¡,añpla,
año XX, núm, 31 (1022), domingo 31 de julio
de 1988.
El don gratuito de la sangre de Cristo es el comienzo de la
obra de la salvación, es decir, de la liberación del mal y
del pecado.
«... encontramos una coherencia sorprendente, casi una pro­
"funda ''16gica" de la Revelación, que une los dos Testamentos
"entre si
-desde Isa!as a la predicación de Juan en el Jordán~
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"y nos llega a través de los Evangelios v los testimonios de las
"Cartas apost6licas. El Ap6stol P<1blo expresa a su modo lo mis­
"mo tlUe está contenido en las Cartas de Juan. Después de haber
"observado que ''apenas hay quien muera por un ¡usto", declara:
n"La prueba de oue Dios nos ama es. que Cristo, siendo nosotros
"pecadores,
murió por nosotros" (Rom 5, 7-8).
»Por lo tanto, la redención es el regalo de amor por parte
"de Dios en Cristo.
El Ap6stol es consciente de que su "vida
"en
la carne" es la vida "en la fe del Hiio de Dios, que me am6
"y se entreg6 a si mismo por mi" (Gál 2, 20). En el mismo sen­
"tido, el autor del Apocalipsis ve las falanges de la futura Jeru­
n salén como aquellos aue al Venir de la '1 gran tribulación han
"lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del
"cordero" (Ap 7, 14)».
»La "sangre del Cordero": Con este don del amor de Dios en
"Cristo,
totalmente ~ratuito, comienza la obra de la salvación, es
"decir, la liberación del mal del pecado, en la que el reino de
"Dios nse ha acercado" definitivamente, ha encontrado una nue­
" va base, ha comenzado su realizaci6n en la historia del hombre.
»As!. la Encarnación del Hi¡o de Dios tiene su fruto en la 11redención. En la noche de Belén 11naci6" realmente el '·'Salvador"
"del mundo (Le 2, 11)».
JuAN PABLO 11: Catequesis en la audiencia ge­
neral del miércoles 27 de julio. L'Osservatore
Romano, edici6n semanal en lengua española,
afio XX, núm. 31 (1022), domingo 31 de julio
de 1988.
La liberación es la eliminación del mal del pecado, que es el
mal fundamental que aleja la humanidad de la realiza­
ción del reino de Dios.
«''Salvar" quiere decir: liberar del mal. Jesucristo es el Sal­
"vador del mundo porque ha venido a liberar al hombre de ese
"mal fundamental, que ha invadido la intimidad del hombre a
"lo largo de toda su historia, después de la primera ruptura de
"la alianza con el Creador. El mal del pecado es precisamente
"este mal fundamental que ale¡a de la humanidad la realizaci6n
"del reino de Dios. Jesús de Nazaret, que desde el principio de
"su misión anuncia la ''cercanía del reino de Dios", viene._,Cf)mo
"Salvador. El no solo anúncia el reino de Dios, sino que elimina
"el obstáculo esencial
a su realizaci6n, que es el pecado, enraizado
"en el hombre según la herem:ia original, v que fomenta en él
"los pecados personales (fornes peccati). Tesucristo es el Salvador
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"',en este sentidü fundamental de la palabra: llega a la rafa del
"mal que hay en el hümbre, la raíz que cünsiste en volver las
''.espaldas a Días, aceptando el dominio del "padre de la men­
"tira" (cf.
Tn 8, 44) que, como "principe de las tinieblas" (cf.
•col. J, 13) se ha hecho, por mediü del pecado (y siempre se
"hace de nuevo), el ''principe de este mundo" (Jn 12, 31; 14,
"30; 16, 11)». JUAN PA~Lo 11: Catequesis en la audiencia
general del miércoles 27 de julio. L'Osservatore
Romano, edición semanal en lengua española,
año XX, núm. 31 (1022), domingo 31 de julio
de 1988.
'Significado de la liheración realizada por Cristo al precio de
su -pasión y muerte en la cruz.
•Se ve claro en qué cünsiste la liberación realizada por Cristü:
"para qué libertad El nos ha liberado. La liberación realizada por
"'Cristü se distingue de la que esperaban sus cüetáneüs en Israel.
"Efectivamente, todavía antes de
ir de forma definitiva al Padre,
"'Cristo era interrogada por aquellos que eran sus más íntimos:
"1MSeñor, ¿es en este momento cuando vas
a restablecer. el reino
"de Israel?" (Act 1, 6). Y así todavía entünces --después de la
"experiencia de los acontecimientos pascuales-ellos seguian pen­
" sandü en la liberación en sentido político: baio este aspecto se
·"esperaba el mesías, descendiente de David.
»Pero la liberación realizada por Cristo al precio de su pasión
"y muerte en la cruz tiene un significado esencialmente diverso:
"es la liberación de lo que en lo más profundo del hombre obs­
"taculiza su relación con Dios. A ese nivel, el pecado significa
,, esclavitud; y Cristo ha vencido el pecado para insertar nueva­
"mente en el hombre la gracia Je la filiación divina, la gracia li­
"beradora. "Pues nü recibisteis un espíritu de esclavos para re­
iv1caer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos
"adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!" (Rom 8, 15).
»Esta
liberación espiritual, esto es, "la libertad en el Espíritu
~'Santo", es, pues, el fruto de la misión salvifica de Cristo:
""Donde está el Espíritu del Señor, alll está la libertad" (2 Cor
"'3. 17). En este sentido, hemos ''sido llamados a fa libertad"
"(Gal 5, 13) en Cristo y por medio de Cristo. "La fe que actúa
"';por la caridad" (Gál 5, 6), es la expresi6n de esta libertad».
JuAN PA13LO JI: Catequesis en la audiencia
general del miércoles 3 de agosto. L'Osservatore
Romano, edición semanal en lengua española,.
año XX, núm. 32 (1623), domingo 7 de agosto
de 1988.
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La liher@ció.n d~l holl)b~e e9mq liberación jnterior.
«Se trata de la liberación interior del hombre, de la "libertad
"del corazón".
La liberación in sentido,social y politico no es la
"verdadera obra mesiánica de Cristo. Por otra parte, es necesa­
"rio constatar que sin la liberación realizada por El, sin liberar
"al hombre del pecado, y, por tanto, de toda especie de egoísmo,
''no puede haber una

liberación real en sentido socio-político.
"Ningún
ct!mbio puramente exterior de las estructuras lleva a
"una verdadera liberación de la sociedad, mientras el hombre esté
"sometido
al pecado y a la mentira, hasta que dominen las pa­
,, siones, y con ellas la explotación y las varias formas de opre­
'·'sión.
»Incluso la que se podría llamar liberación en sentido psico­
"lógico, no se puede realizar plenamente, sino con las fuerzas
"liberadoras que provienen de Cristo. Ello forma parte de su
"obra de redención. Solamente Cristo es "'nuestra 11az" (Ef 2,
"14). Su gracia y su amor liberan al hombre del miedo existen­
"cial ante
la falta de sentido de la vida, y de ese tormento de la
"conciencia que es la herencia del hombre caldo en la esclavitud
"del pecado,
»La liberación realizada por Cristo con la verdad de su Evan­
" gelio, y definitivamente c:on el Evangelio de su cruz y resurrec­
"ción, conservando su carácter sobre todo espiritual e '''interior",
"puede extenderse en un radio de acción universal, y está des­
"tinada a todos los hombres. Las palabras '"por gracia habéis
"sido salvados" (Ef 2, 5), conciernen a todos. Pero, al mismo
"tiempo, esta liberación, 'que es ~··una gracia' es decir, un don,
"no se puede realizar sin la participación del hombre. El hombre
"la debe
acoger con fe, esperanza y caridad. Debe "esperar su
"salvación con temor y temblor" (cf. Flp 2, 12). "Dios es quien
"obra en vosotros el querer y el -.obrar, como bien le parece;'
"(Flp 2, 13). Conscientes de este don sobrenatural, nosotros mis­
"mos debemos colaborar con la potencia liberadora de Dios, que
"con el sacrificio redentor de Cristo, ha entrado en el mundo
"como fuente eterna de salvación».
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JUAN PABLO 11: Catequesis en la audiencia
general
del miércoles 3 de agosto. L'Osservatore
Romano, edición semanal en lengua. española,
año XX, núm. 32 ( 1023 ), domingo 7 de agosto
de 1988.
Fundaci\363n Speiro