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Número 273-274

Serie XXVIII

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Estudios sobre la Revolución francesa (I)

ESTUDIOS SOBRE LA REVOLUCION FRANCESA (1) .
POR
MIGUEL POR.ADOWSKI
Con ocasión del bicentenario de la Revolución francesa ( 1789-
1799), recientemente han aparecido
muy valiosos y variados es­
tudios críticos sobre este gran acontecimiento histórico de ex­
ttaordinatia importancia no solamente para Francia y Europa,
sino también para todos los países . civilizados. Estos estudios
completan
a los no menos impoita11tes estudios · anteriores. El
¡,tese.tite artículo se limita solo a una información sucinta al res­
pecto, con el propósito de facilitar a los interesados, no espe­
cializados
en la historia de la Revolución francesa, un panorama
tanto de lo publicado
eh el pasado, como ta¡µbién recientemen­
te.
Se trata solo de los libros más importantes, con exclusión di,
los innumerables trabajos minuciosos y detalládos ·que, probable­
¡µente,
llegan actualmente a los cuarent~ y cinco mil, pues,· ya
por el año 1976, según el especialista en la bibliografía de la Re­
volución. francesa, Eberhard Schmitt, sobrepasaban los cuarenta
mil ( 1
). Además, d presente artículo tiene por finalidad servir
como introducción a
la lectura de dos siguientes, a saber: uno
sobre «La relación entre la Revolución francesa y la revolución
¡µarxista», y otro sobre «La Revolución francesa y la revolu­
ción en Rusia», es decir,
la de octubre de 1917, conocida más
~ien como «Revolución bolchevique».
(1) EBERHARD ScHMITT, IntróduCCi6n a la historia de la Revolución
francesa, edición en traducción castellana, Madrid, 1980. El original alemán
es de 1976. ,Vid., al respecto, pág. 16.
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l. Los principales estudios anteriores.
Probablemente el primer estudio sobre la Revolución fran­
cesa es el de
Edmurid Burke (1729-1797), Reflections on the
Revolution
in France», 1790. El autor es uno de los más repre­
sentativos políticos
de Inglaterra de la segunda mitad del siglo
xvm. Nacido en Dublín, Irlanda, fue un cristiano fervoroso y
un hombre de excepcional cultura. Conocía muy bien a Francia
y la desgracia de la revolución
en este país fue para él una tra­
gedia personal .. Su libro proporcionauna descripción interesante
de los primeros dos años de la revolución, siendo escrito y pu­
blicado en noviembre de 1790. Este libro nació con ocasión de
una polémica con
la conferencia dada por el doctor Price (1723-
1791) sobre los acontecimientos en Francia.
El doctor Richard
Price se
había entusiasmado. con lo que pasaba en París y su
conferencia tuvo lugar en la «Revolution Society», una institu­
ción recién fundada,
pués, en 1788, para .celebrar el centenario
de
la revolución inglesa, la que ~pieza en 1622 y termina en
1688 y pasa a la historia de Inglaterra bajo el nombre de:, la
«Glorious Revolution» (muchos historiadores consideran que la
Revolución
francesa es la continuación de esta revolución in­
glesa). También es sintomático que la mencionada conferencia
del doctor Richard
Price tuviese lugar en la sinagoga de · Lon­
dres (
« ... at the meeting house of the Old Jewry» ). Parece que
Burke consideraba
que la Revolución francesa no era «francesa»,
pues _siempre escribe «la revolución en Francia» y no «la ·revolu­
ción francesa». El mencionado discurso de Price es llamado por
Burke, irónicamente,
«... a sort · of portidge of various political
o¡',inions and rellections». Pues bien, el libro de· Burke <5• una
contestación al discurso de Price, pero una
2ontestación bien do­
cumentada, llena de inforrnaciones, de textos y datos. Lo curioso
es que el libro de Burke, leído actualmente a la luz de los es­
tudios publicados recientemente, resulta. ser en sus opiniones y
valoraciones muy acertado, especialmente si se
trata de su. tesis.
principal, a saber: que la Revolución francesa fue el resultado de
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ESTUDIOS SOBRE LA REVOLUCION FRANCHSA
una acci6n consciente y deliberada cohtta la civilizaci6n Qistia­
na y, especialmente, contra el caráq:er cat6lico de la cultura fran,
cesa. Como vamos a ver más adelante, los estudios desde Ba­
rruel hasta hoy día confirman esta opini6n de Burke. No ex­
traña, pues, el furor de Jules Michelet contra el libro de Burke,
al
mal llama con desprecio «libro infame, insensato, lleno de
rabia, de calumnias, de bajos insultos, de bufonerías injuriosas y
groseras» (2).
Cronol6gicametite, el segundo estudio sobre la Revoluci6n
francesa es, probablemente, el
-de A. P. J. M. Barnave, Intro­
duction
a la Révolution fran,aise, escrito en 1792, publicado, sin
embargo, solo en 1843 (en Oeuvres de Barnave, ed. M. Bérenger
de Drome, vol. I, nueva edici6n en 1960). Barnave fue no so­
lamente un testigo oeular de los acontecimientos revolucionarios,
sino, desde el principio, también un principal protagonista de
ellos, durante el primer período, es decir, hasta el momento
de
la disoluci6n de la Asamblea Constituyente, pues integraba el asi
llamado «ttiumvirato» (Duport, Barnave, Lameth).
Batnave
----eentenares
de veces mencionado por Michelet, Taine, Thiers y
en todas las principales obras históricas sobre
la Revolución fran·
cesa-hace un análisis de ella desde el punto de vista del «ma­
terialismo histórico» y del «detetminismo económico», de los
cuales es, probablemente, el primer autor, unos cincuenta
años
antes de Karl Marx. Es también muy probable que Karl Marx
sea, en esta materia, sencillamente un discípulo de Barnave, a
pesar de que nunca lo menciona.· El pensamiento de este precur-
sor del marxismo
será analizado oportunamente. .
Después de los libros de Burke y Barnave aparece una lar­
ga serie de estudios escritos por los testigos oculares de estos
acontecimientos y que tienen también carácter de reflexiones, de
los cuales los más importantes son los de Joseph de Maistre ( 1753-
(2) JuLEs M1CHELET, L'histoire de la Révolution fran~ais_e, ed. caste­
cana, Buenos Aires, Editorial Areópago, 1960, vol. 11, pág. 7. Estos in­
sultos Michelet los repite en cada ocasión en que se refiere al libro de
Burke.
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1821), de Louis-Gabriel-Ambrois de Bonald (1754-1840) y .de
Augustin Barruel (1741-182(1).
Joseph de Maistre, en sus Considérations sur la France, edi­
tado en 1796, es. decir, en un libro escrito y publicado tocli\vía
durante el primer período {3) de la Revolución francesa -expli­
ca el carácter anticristiano de la Revolución francesa y su furor
tlestructivo, lo que llama la «teofobia», es decir, el odio No se trata, según el autor, solo de una indiferencia u olvido de
la existencia de Dios, sino más bien de una satánica lucha contra
Dios
y sus mandámientos. El libro de Joseph de Maistre .se ubio
ca más bien en el plano de la «teología de la historia» o, al .me­
nos, en la historiosofía, pues los desastres y catástrofes, en ge­
neral, los considera como «castigos de Dios», no solamente por
una
vidá pecaminosa y· falta de amor de I;>íos y del prójimo,
sino, especialmente, por
no cumplir las naciones con su deber y
papel previstos por la Providencia divina.
Los varios estudios de
De Bonald, como Théorie du pouvoir
politique
et religieux dans la société civile ( 1796 ), Législation
primitive
.( 1802) y Recherche philosophique ( 1818) no tienen ca­
rácter de investigaciones históricas; sino . más bien de relle,¡iones
filosóficas sobre Ios temas político-jurídicos; sin embargo están
llenos de opiniones sobre la Revolución francesa.
El auto~ sub­
raya, especialmente, la nefasta
influencia de. las «ideologías» del
siglo xvrí1, que pretenden reemplazar a la religión cristiana. Se­
gún el autor, estas ideologías ateas y frecuentemente materialis­
tas, llenas de odio de todo lo cristiano, penetran en
todá la rul­
tura francesa del siglo XVIII, preparando la revolución social. y
política. Especialmente los así llamados «filósofos», como Vol­
taire, Diderot, d'Alambert,
J. J. Rousseau, Holbach, Helvetius,
(3) Hasta hoy día sigue la polémica entre. los historiadores sobre el
«período de
la Revoluci~n francesa». La mayoría acepta solamente los años
1789-1799~ según la categórica opinión al respecto de Napoleón Bonaparte,
sin embargo, ha:y ·también opiniones distintas; Bernard FaY habla de los
años 1715"1815, E. Cabet de 1789 hasta 1830, Louis Blanc de 1789 a
1840, y muchos socialistas-marxistas prolongan este período hasta 1848,
o hasta 1871, e incluso hasta hoy día.
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ESTUDIOS SOBRE LA REVOLUCION FRANCESA
lle¡Jer y Lessing . siembran la subversión intelectual, destruyen­
do los mismos fundamentos
de la s!lciedad francesa y la revolu­
ción política
viene como una consecuencia lógica de esa previa
su.bversión
· cultural. Esta opinión de De Bonald, en la actualidad,
está plenamente compartida
por muchos investigadores y espe­
cialmente estudiada por el gran historiador Bernald Fay; ello
justifica, según él, la extensión del período de la Revolución
francesa a los años 1715-1815.
De Bonald no solamente lamen­
ta esta corrupción cultural por las ideologías del
siglo XVIII, sino
que insiste en
la necesidad de volver a las raíces mismas de la
civilización cristiana: a
la fe, a la tradición, al respeto de la ley
natural, al régimen monárquico de la «ley divina» y al «cato­
licismo».
El mencionado Augustin Barruel, ex-jesuita (no porque aban­
donara la Compañía,
sino porque ésta había sido disuelta), es
autor de muchos libros y de una enorme y monumental obra,
Memoires ( 4) pour servir a l' histoire du ;acobinisme (dos volú­
menes; en la nueva edición
de 1974, el primer volumen tiene
530 páginas y el segundo 574). El autor, después de largas in­
vestigaciones en los archivos y, especialmente, después de la
lec­
tura de varios miles de cartas de la correspondencia de Voltaire,
D'Alembert, Federico Segundo de Prusia, Catalina
II, emperado­
ra de Rusia, Cristián
VII, rey de Dinamarca, Gustavo III, ,rey
de Suecia, Estaoislao Poniatowski, rey de Polonuia, y más de un
centenar de príncipes
y duques de distintos países de la época y
de otras personalidades, llega a la conclusión de que existía un
complot con la finalidad concreta
de destruir la Iglesia católica en
general y especialmente la de Francia, y de que el camino
trazado fue la destrucción de
la monarquía católica de Francia;
ésta fue, según Barruel,
la finalidad principal de la Revolución
francesa.
La tesis . de Barruel parece estar completamente demos'
trada y comprobada por la documentación citada en la obra. Pa­
rece que nadie, hasta ahora, se ha atrevido poner en duda
la.do-
(4)- En la época es un título de moda; aparecen-centenares de Me­
?llorias (Recuerdos), que se presentan como fuentes de información, pata
muchos historiadores; Hyppolite Taine cita más de treinta.
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cumentación citada por Barruel,. y los que niegan o ridiculizan · 1a
opinión de · Barruel lo hacen· gratuitamente.
Fuera de esta. documentación, el
libro de Barruel contiene
también un extraordinario material informativo sobre
la situa­
ción en Francia en el siglo XVIII y durante la revolución. Entre
otros documentos
se encuentra el texto ·completo de una homi'
lía del padre Beauregard, pronunciada en la· catedral Notre Dame,
en París, trece años antes de la revolución y que resultó ser una
profeda asombrosa. He. aquí un fragmento:
~sí, el Rey y la Religi6n son el objeto de los ataques de los
filósofos; ellos
tienen en sus manos el hacha y el martillo y solo
esperan un momento. oportuno para derrumbar, el trono
y el
altar.
Sí, vuestros templos, Señor-Dios, quedarán despojados y
destruidos, vuestras fiestas 'suprimidas, vuestro nombre blasfema­
do, vuestro culto proscrito. Mas,
¡qué oigo, Señor, Dios Grande,
qué
veo! En lugar de los cánticos inspirados, que fueron reteni­
dos por
estas columnas sagradas a vuestro honor, sucederán can­
tos frívolos y profanos. · Y tú, divinidad infame del paganismo,
impúdica Venus,
tú vienes aquí incluso para ocupar audazmente
el lugar del Dios vivo, tomando asiento sobre el trono del Santo
de los Santos y recibiendo incienso de tus adoradores» (5).
Desgraciadamente, todo lo profetizado por el predicador se
Cumplió exactamente durante la Revolución francesa en el famo­
so «Año Dos».
El segundo volumen de esta extraordinaria obra se ocupa de
la secta de los Iluminados. Probablemente este estudio sea uno
(5) «Oui, c'est au Roi, -au Roi et a la Religion que les philosophes
en veulent; la hache et le marteau sont
dans leurs mains; ils n'attendent
que l'instant favorable pour renverser le trone et I'autel! Oui, vos tem­
ples, Seigneur, seront dépouillés et détruits, vos fetes abolies, votre nom
blasphémé, votre culte _proscrit!-Mais qu'entends-je, gran Dieu! Que
vOis-jel Au.x cantiques inspirés qUi faisaient retenir ces volites sacrées en
votre honneur, succedent des,.;:.chants lubriques et profanes! Et toi, divi­
nité infame du
paganisme, impudique Vénus, tu viens ici meID.e prendre
audacieusement
la place du Dieu vivant, t'asseoir sur le tróne du Saint
des Saints,
et y recevoir l'encens coupable de tes nouveaux adorateurs!»,
vol. I, pág. 223.
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ESTUDIOS SOBRE LA REVOLUCION FRANCESA
de los más .importantes sobre este tema. Barruel describe detalla­
damente la vida .de Spartacus Weishaupt, el fundador .de esta
secta,
además la organizaci6n de ella, su ideología y sos progra­
mas, concretos de actividad, es decir:, tanto el aspecto doctrinario,
como también el hist6rico. Los estudios sobre este tema, lleva­
dos a cabo por Barruel, terminan con la fecha de la publicaci6n
de las Mémoires, en Londres, en el año 1797, es decir, durante
el
máximo auge de la revoluci6n. Las Mémoires rompieran las
obras. anteriores de
Barruel sobre la Revolución francesa y, espe­
cialmente,
Les Helviennes, de 408 páginas, que sale en Amster­
dam en 1781, en la cual analiza las distintas corrientes filos6ficas
de la
c,poca, e Histoire du Clergé pendant la Révolution fran­
,aiu, editada en Londres en 1793, y son seguidos por otras obras,
especialmente por
Du Pape et de ses droits religieux, de 799 pá­
ginas, que sale también en Londres en 1803.
. La lectura de las obras de Barruel se hace indispensable para
la comprensi6n de la situaci6n política en Europa en el siglo si­
guiente, es decir el XIX, especialmente si se trata de la compleja
actividad de varias organizaciones subversivas en Italia (los Car­
bónarii, la Venta y otras), dirigidas principalmente contra la Igle­
sia (y no solamente contra los Estados Pontificios), como tam­
bién explica el fermento liberal en la Iglesia del siglo xx. ·
La . principal · tesis de Barruel respecto a la Revolución fran­
cesa fue confirmada también por otros «testigos oculares» de es­
tos eventos, como, por ejemplo, el beato eudista Fr~s Le­
franc (6), Francesco Gusta (7), Jacques Crétinean-Joly, Nicolas
Deschamps (7) y muchos otros autores actuales.
Convendría también mencionar aquí la interesante obra de
Oaride Fran~is Beaulieu, Essais historiques sur les causes et les
effets de la Révolution fran,aise, escrita y editada en los años
1801-1803; sin embargo la vamos a analizar en
otra ooasi6n.
(6) FRANc;ors LBFRANC, Oeuvres, Duvivier, Liege, 1826, ·citado por
Massimo lnttovigne, Quaderni di Cristianit<2, 2 pág. 7.
'(7) Sobre las obras de F. GusTA, _N. DEscHAMPS y otros, véase MA.ss:1~
M.O lNTROVIGNE, ~La Rivoluzione francese: verso una interpretazione teo­
logica?», en Quaderni di Cristianitlt, núm. 2, págs. 3~25.
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Si' se trata dé los testimonios dejados por los «testigos ,ocu­
lares», éstos.
son muchísimos. Varios de ellos fueron recogidos y
ordenados cronológicamente por los historiadores Georges Per­
noud
y Sabine F1aissier y publicados en un volumen con el títu,
lo La Révolution, con una introducción de André Maurois. La tra­
ducción castellana de esta obra salió ·en Buenos Aires en 1964.
Enseguida viene otra larga serie de
obrás · escritas por los
autores que nacieron· al final del período principal de la Revolu­
ción francesa (1789-1799) o inmediatamente después,
es decir,
en los tiempos
de su plena acrualidad y vigencia. De entre ellós
los más importantes son: Erienne Cabet (1788-1856), Philipp
Joseph Benjamin Buchez (1796•1865), Jules Michelet (1798-
1874
), Alexis de Tocqueville (1805-1859), Híppolyte Taine (1828-
1893) y Louis Blanc (1841-1882).
.
La obra de Cabet, Histoire populaire de la Révolution fran­
faise de 1789 a 1830 es d~da a las grandes masas. Para los
historiadores lo interesante es que el autor extiende el período
de la RevoluciónJrancesa a los años 1789-1830, lo que va a per­
mitir a los ®os escritores socialistas incluir casi a todo el si­
glo XIX.
Buchez, ayudado por Roux-Lavergne, dejó una enorme. obra,
Histoire parlamentaire de la Révolution fran,aise .ou Journal des
assemblées nationales dépuis 1789 ¡usqu'en 1815,
en 40 volú­
menes, publicada
en los años 1833-1838. Se trllta de una impor­
tante documentación recopilada de las actas de debates y discur­
so• parlamentarios. Buchez, discípulo
de Saint Simon, fue un
convencido «socialista»; se convirtió al catolicismo en 1829
y
luchaba por un «socialismo católico», es decir, por un «catolicis­
mó social», en el cual lo «socialista» significa solamente la preo­
cupación por mejorar la situación económica y culturál de los
trabajadores.
En su obra previa, la del afio 1833, Introduction a
la science de l'histoire ou science de développement de l'huma­
nité, Buchez mira a la Revolución francesa como una etapa Íln­
portante del desarrollo y progreso de la humanidad. Buchez se
declara «católico» y no «cristiano», distinguiendo bien la dife-
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ESTUDIOS SOBRE LA REVOWCION FRANCESA
rencia ( 8 ). Sin embargo, Jean Dumont ( en la obra analizada más
adelante) lo considera «masón,
so\irui.sta esotérico y terrorista,
uno de los primeros militantes de los carbonarios» (9) .
. Louis Blanc, en su voluminosa obra Histoire de dix ans.
1830,1840, de la cual el quinto volumen está publicado en 1844,
no se refiere al período principal de la Revolución francesa,· es
decir,. a los años 1789-1799, sino a su prolongación y a sus con­
secuencias políticas
en los años 1830-1840, continuando de esta
manera la obra. de. Cabet. ·
Jules
Michelet publica su obra Histoire de la Révoluti t;caise en siete (10) volúmenes, durante los años 1847,1853. Esta
im~ente obra carece de una visión crítica y más bien tiene por
finalidad
la elaboración de una leyenda e, incluso, de una místi­
ca, pues
no se limita a· .una apología de la Revolµción francesa,
sino que llega a su
divinización. Para Michelet, la Revolución
francesa tiene
el carácter de una religión laica y temporal, siendo
resultado de un proceso inmanente de
la Historia. Michelet escri­
be: «He observado que los grandes
y magníficos oradores, que
expresaban el pensamiento y los deseos del pueblo, injustamen­
te fueron consk!erados como actores de los acontecimientos. Sin
embargo, ellos solo recibían el impulso
y no fueron los causán­
tes de él. El principal actor es el pueblo. Para descubrirlo y co­
locarlo en el lugar debido, he tenido que presentar a es.tas am­
biciosas marionetas en debidas y reales dimensiones y demost:J:"at
cómo fueron manipuladas por . el auténtico y único protagonista
de la Historia».
Entonces, para Michelet,
el «puel~lo» es el único protagonise
ta ele .los acontecimientos históricos; . no Píos, no el hombre, sino
solo
el «pueblo», lo que supone la previa aceptación . de la vi­
sión hegeliana de la historia, es decir,
una· visión inmanentista, la
(&) Vid., al respecto, su artículo «Pourquoi nous somn:1es catholiqueS
et non pas seulement_ chrétiens?», en Revue National, 1847,-citado por
DuRosELLE, Les dibuts· du __ catholicisme soqial en .Fr4nc_c. 19_51, pág .. 14 ..
(9} · JEAN DuMoNT, La Révolution' franraise ou lés prodiges du' sa.:
crilege, Criterion, Limoges, 1984. ·
(10) · En: la ediciOn castellana dé .Buenos· Aires ·está reducida-·a 5. ·
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cual es un proceso dialéctico de la alienación de la Idea•Espí­
ritu.
En esta perspectiva hegeliana, Michelet describe ·1os acon­
tecimientos .de la Revolución francesa. Nada de extraño es, pues,
que el Parlamento de la Francia laica
y anticristiana, con ocasión
del centenario de la Revolución francesa (1889) ordenara publi­
car una nueva edición popular de la obra de Michelet. Es esta
obra la que inspira a muchos autores populares, glorificadores
de la Revolución francesa, entre ellos a Jean Jaures y .su Histoire
socialiste de la Révolution fran¡;aise (1901-1904).
La obra de Michelet está escrita con un estilo emocional .que
le quita toda seriedad. Veamos algunos
ejemplos ilustrativos.
«Grandeza
y credulidad es el carácter de la primera edad re­
volucionaria . que ha pasado para no volver ... · Encantadora histo­
ria que no
podrá nunca ser leída sin sentir los ojos arrasados de
lágrimas» ( vol.
II, pág. 8 ),
«Aquel pueblo tenia el alhia · inmensa de la 'revolución bajo
sus dos formas
y sus dos edades. En la primera edad, que fue
una reparación a las largas injurias del género humano, una ex­
plosión de justicia, la' revolución formula en leyes la filosofía del
siglo
XVIII. En la segunda edad, que vendrá temprano o t:arde,
saldrá de las fórmulas, encontrará su fe religiosa ( donde toda la
ley política se basa);· y en esta libertad divina, que da sola la ex­
celencia del cori!ZólJ., llevará un fruto desconocido de bondad, de
fraternidad» (vol.
II, pág. 10).
«Esta burguesía, imbuida en la de Voltaire y de Rousseau; era
más amiga de la humanidad, más desinteresada y generosa que
la que ha hecho el industrialismo; pero era tímida; las costum­
bres, 1ós caracteres formados bajo el deplorable régimen antiguo,
eran
necesariamente débiles. La· burguesía temblaba delante· de la
revolución que ella misma habla hecho; retrocedía ante su pro­
pia obra:
el miedo la extravió, la perdió más aún que el interés»
(vol. II, pág. 11).
«La profundidad del espíritu en la investigación científica es
una profundidad de remura. y de voluntad de muy otro modo
fecunda, que da. un fruto vivo ... ¡Extraña incubación, tanto más
divina cuanto es más natural! Con un dul¡:e calor, sin esfuerzo,
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ESTUDIOS SOBRE LA REVOLUCION FRANCESA
SÍi1 'Irte, a veci,s deL coraz6n, .simples explosiones del nuevo ge­
nio, la consolidaci6n nueva que espera el mundo. ¿Bajo qué
forma? Diversa,
seg6n los lugares, los tiempos: que esta alma
tierna y potente resida en un individuo, que se extienda a un
pueblo, que sea un hombre, una palabra viviente, un libro,
una
palabra escrita; no importa: es .siempre Dios» {vol. II, pág. 13).
«Una fatalidad hostil existía por fuera que detuvo el alum­
bramiento de la Francia. ¿A quién acusar? ¿A quién echar en
cara el crimen de este alumbramiento frustrado? ¿Quiénes sop.
los que viendo a la Francia en apuro han encontrado las malas
palabras del aborto, los que han poclido, ¡maldi.tos sean!, poner
fa mano sobre ella, impedirle su acción, forzarla a tomar la es­
pada y marchar al combate? ¡Maldito el que sorprendiendo .a Wl
Newton en el alumbramiento del genio estorba que n8ZCII una
idea! ¡Maldito el que encontrando a la mujer en el momento do,
loroso en que la naturaleza entera conspira con ella,. ruega y 11~
por ella, impide a un hombre el nacer! ¡Maldito mil veces el que
viendo este prodigioso espectáculo de mi pueblo en el estado
i,e­
roico, magnánimo, desinteresado, intenta dificultar, ahogar este
milagro del que nada un mundo!» (vol. 11, pág. 14).
Con este tipo de fraseología,. Michelet llena centenares de pá­
ginas
de sus siete volúmenes, sin contribuir nada a fa historia de
l~ Revoluci6n francesa. Desgracia~ente, es esta. «historia» la
que, hasta hoy día, goza de mayor prestigio y formula opini6n
sobre la Revoluci6n francesa. .
Para Michelet las persooas creyentes y devotas son retr6-
gadas: « ... madame de Lafayette, muj<,r excelente, pero devota,
entregada
como tal a. las ideas retrogradas, y que hacía detjr
diariamente misa en su capilla por un clérigo no juramentado~
(vol. II, pág. 22).
Con ocasión de los acontecimientos. del
16 de septiembre , y
la carnicería de la Glaciere, Michelet escribe: «las consecuencias
de estos acontecimientos han
sido. incalculables.' La Rt:volución
se ofrecía al .mundo con los brazos abiertos, inocente, amante ,y
bienhechora, desinteresada, verdaderamente fraternal; el mundo
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n:trocedía, el mundo la rechazaba con una palabra, siempre la
misma: septiembre y la Glaciere» (vol. II, pág. 278).
«No teniendo
la. Asamblea ni administración ni tribunales
que fuesen suyos, la Revolución obr6 por los clubs,
por la apela,
ción a la violencia y. consiguió obrar destrozando todo y destro­
zándose»
(vol. II, pág. 285). ¡Qué triste testimonio de lo que
fuera en realidad la Revolución francesa!
Y, sin embargc;,, este
proceso autodestructivo
un poco más adelante lo compara con
el sol, mientras a
la Edad Media con sus catedrales y .universi­
dades la compara con «las ;,¡,,curas pr~didades»; pues leemos:
«el sol
d.e la Revolución, nacido ayer, ya inmenso, inundaba los
ojos
de luz, las almas de calor y de esperanza; siempre creciendo,
de hora en hora, anunciaba
ya que muy pronto su rival de la
Edad Media iría palideciendo en las obscuras profundidades»
En otra parte Michelet escribe: «por encima del impulso de
la guerra, de
•su furor y de su violencia, flotaba . siempre el pensa­
miento grande, verdaderamente santo, de la Revolución:
fa libe­
ración del mundo» (vol.
III, pág. 74 ). Pero, en realidad, se tra'
taba ·
de las guerras-saqueos:, con el botín de las cuales los go~
biemos revolucionarios de París salvaban a Fran~ia del· desastre
económico. Michelet ( véase el vol.
IV de la edición castellana) categóri­
camente condena al rey Luis XVI solo por ei hecho de ser rey,
pues, para
Micheler; la · monarquía no es una parte integral de
la historia de Francia, lo que es copletamente contrario al sentir
común de todo el pueblo francés casí hasta al final de · proceso
revolucionario, c'omo lo-4:t?nsíatan todos los otros historiadores;
ningún
francés fue capaz de imaginarse una Francia sin monar­
quía, lo que explica por qué, después de la ·Revolución, tantas
veces se ha vuelto a la monarquía.
Alexis de T ocqueville escribe
dos importantes libros sobre
la Revolución francesa;
ambos, como todas sus obras, pertene­
cen
más bien a los estudios políticos; sin embargo, tienen mucho
valor para la historia, pues, este autor
siempn: se destaca como
un gran observador de la' ,realidad social, económica y política
y
sus obras contienen· mochas informaciones concretas, especial'.
}64
Fundaci\363n Speiro

ESTUDIOS SOBRE LA REVOWCION FRANCESA
mente si se trata de las instituciones y del funcionamiento de
ellas.
Su obra Etat social et politique de la France avant et de·
puis 1789, editada en 1836, es una de las primeras y, en este
tiempo, casi única (la obra de
H. Taine sale más tarde) que
describe el régimen social
y político de Francia en vísperas de
la Revolución francesa e inmediatamente después de ella. Este
estudio comparativo veinte años
más tarde, viene a ser comple­
mentado con el otro, a saber: L'Ancien Régime et la Révolu·
tion (11).
Hippolyte Adolphe Taine, un filósofo dedicado a la estética,
«positivista», conocedor de la historia de las ideas políticas, como
historiador también se encuentra bajo la influencia de las teorías
sociológicas
de moda, a pesar de que las critica. Después de pu'
blicar varias obras sobre temas de historia del arte ( de lo cual
fue profesor
en la École des Arts en París), al final de su vicbi
y, probablemente, con ocasión del centenario de la Revolución
francesa, se dedicó a la
difícil tarea de escribir la historia de la
Revolución francesa. Esta gran obra¡ presentada en once
volú­
menes (el último no está terminado debido a la muerte del autor),
se
publica en los años 1873-1893, con el título Origines de la
France contemporaine. Esta «Francia contemporánea», que para
Taine es la Francia del siglo XIX, está presentada como un ejem­
plo concreto de un proceso histórico dialéctico-sodológico-biol6-
(1:i) La crítica contemporánea de esta obra es muy severa. Pierre· Ga­
xotte le reprocha que se refiera solo al análisis de una documeritación in­
suficiente, pues está limitada solo al estudio de los archíVOS de una sola
intendencia
cercana a París. Jean Dumont es todavía más severo, pues es­
cri~: -' qui
a donné une sorte de majest~ reconnue a ses études historiques, ne
mérite guere plus ll'Otre considération,, quant au jugement a porter sur
la Révolution
fran~aise. Lui aussi propose une vérité visionnaire. Lui aussi
est · un
"théoricien idéaliste", co.tnme le caractérise PIERRE GAXOTT.E,
L'Ancien Régime et la Révolution, qu'il écrit dans les annés 1850, est un
livre
d'autojustification au setvice de ses idéalisations politiques. Anclen
ministre.
des affaires étrangeres de la Seconde République, Tocqueville va
s'opposer au coup d'Etat de Louis-Napo!éon, le 2 décembre 1851>, J. Du­
MONT, op. cit., pág. 221.
365
Fundaci\363n Speiro

MIGUEL PORADOWSKI
gico, el cual, gracias a .su propia dinámica, se desarrolla no sola­
mente
de una maneta completamente independiente de . la vo­
luntad de los distintos protagonistas de él, sino que se impone
a ellos como un fenómeno de fisiología social. Entonces, Taine,
de una maneta algo
parecida como Michelet, toma en serio la
visión hegeliana de la historia, como un proceso
dialéctico de
cambio, que arrastra consigo no solamente a las personas indi­
viduales, sino también a los pueblos o naciones
entetas, y, ade­
más, Taine vincula la visión hegeliana con las teorías sociológi­
cas de moda, especialmente del
poshivismo de August Comte,
del biologismo de Spencer y de los otros
«sociólogos» .de la
época, que tanto escribían sobre el
«progreso», el «cambio»,
llegando al
. concepto del «mecanicismo fisiológico social» que
actúa de
una manera fatalista y determinista en la historia. Esta
«hisoriosofía» ( un término muy caractetístico para muchos es­
critores del siglo XIX) de Hippolyte Taine gozaba de. mucha
aceptación
y, por ende, tenía mucha influencia en la opinión
pública sobre la Revolución. francesa al
final del siglo XIX.
Una visión biológica de los fenómenos históricos es evidente
en la obra de Taine.
Al principio de su primer volumen, publi­
cado con el título
Antiguo régimen, leemos: «¿Qué es la Francia
contemporánea? Para responder a este pregunta, es preciso
sa­
ber cómo se ha constituido, o, lo que es mejor, asistir como
espectador a su formación. A fines del siglo último, semejante
a un insecto que
se transforma, sufrió una metamorfosis. Su
antiguo organismo se disuelve; desgarra ella misma sus más
preciados tejidos, y cae
en convulsiones que parecen mortales.
Después, tras múltiples sacudidas y un letargo penoso, se yergue.
Pero
ya no es el mismo organismo: mediante un sordo trabajo
intetior, un nuevo set
ha sustituido al antiguo» (pág. 4 ).
«. . . la crisis terrible y fecunda, por la cual el antiguo régi­
men produjo la Revolución y la Revolución el régimen nuevo»
(págs.
5-6 ).
«Antiguo régimen, Revolución, régimen moderno son los
tres estados que voy a tratar de descubrir con exactitud» (pá­
gina 6).
366
Fundaci\363n Speiro

ESTUDIOS SOBRE LA REVOWCION FRANCESA
«. . . se ha de permitir a un historiador conducirse como
naturalista; estoy •ante el· asunto como ante la metamorfosis de
un
insecto» {pág. 6 ).
Según Taine, la Revolución francesa, como cambio político,
viene
como consecuencia lógica de la prevía revolución cultural:
«en los albores de 1789 existe la creencia de que se vive en el
siglo de las luces, en la edad de la razón; de .qne antes el género
humano estaba en la infancia; de que
en la actualidad ha llega­
do a la mayor edad. Al fin la verdad se ha manifestado y por
primera
vez se va a ver su reinado sobre la tierra. Su derecho
es supremo, puesto que es la verdad. Debe reinar sobre todos
porque es universal por naturaleza. Por estas dos creencias, la
filosofía del siglo dieciocho' se parece a una religión, al purita­
nismo del diecisiete, al mahometismo del séptimo. Tiene el
mismo ardor en la
fe, en la esperanza, en el entusiasmo; el mis­
mo espíritu de propaganda y de dominación; la misma rigidez y
la misma intolerancia;
la misma ambición de refundir al hombre
y de
moderar toda la vida humana con arreglo a un tipo precon­
cebido. La nueva doctrina tendrá también sus doctores, sus dog­
mas, su ateísmo popular, sus fanliticos, sus inquisidores y· sus
mártires. Hablará en igual tono que 1as precedentes, com. o legí-. . .
tima soberana a quien la dictadura pertenece desde su nacimiento
y contra
la cual toda rebelión es crimen o locura. Pero difiere
de las anteriores en que se impone en nombre de la razón, en vez
de imponerse en nombre de Dios» (pág. 289).
Se puede discrepar con las opiniones del autor; sin embargo,
hay que reconocer que su obra es muy rica en informaciones con­
cretas y muy bien docum.entadas. El primer volumen, Antiguo
régimen, termina con una anécdota, la cual es, al mismo tiempo,
su síntesis. He aquí el texto: «. . . se hubiese podido creer en !a
ficción siguiente q\le Laharpe, convertido, inventó a fines del Di­
rectorio, al poner en orden sus
recuerdos. Me parece --dice­
que fue ayer, y esto sucedía, sio embargo, a priocipios de 1788.
Estábamos sentados a la mesa en casa de uno de nuestros cole­
gas de. academia; gran señor y hombre de ingenio. La reunión
era numerosa y variada: cortesanos, hombres de toga, literatos,
367
Fundaci\363n Speiro

MIGUEL PORADOWSKI
académicos; se había comido fuerte, como de cost11mbre. A los
postres, los vinos de Malvasía y de Constancia añadían a la ale·
gría de los comensales esa especie de libertad que no siempre
guarda una severa compostura. Hablamos venido al mundo en
una época en
la que se permitía todo lo que hiciese reir. Cham­
fort nos había leído sus cuentos impíos y libertinos que las dis­
tinguidas damas escucharon sin recurrir siquiera al abanico. De
aquí un diluvio de bromas sobre la religi6n; uno recitaba una
relación
de La Doncella, otro recordaba ciertos versos filosófi­
cos de Diderot... ¡Cuánto se aplaudía ... ! La conversación se
hace más seria; todos admiran la revolución que ha realizado
Voltaire, y
se convierte en que éste era su primer útulo de glo·
ria.
Ha dado el tono a su siglo, y se hace leer lo mismo en las
antecámaras que en los salones. Uno de los convidados nos re­
firió, ahogándose de risa, que un peluquero le había dicho, míen·
tras
le empolvaba: sabed, señor, que aun cuando no sea sino
un miserable pipiolo, no tengo
más religión que cualquier otro.
Se convino en que la revolución no tardaría en consumarse, en
que era absolutamente preciso que la superstición y
el fanatis­
mo cedieran el puesto a la filosofía, y se. pusieran a calcular la
época probable y cuáles de los que allí estaban reunidos verían
el reinado de la razón. Los de más edad se quejaban de no po­
der alcanzarlo; los jóvenes se recocijaban ele abrigar una espe­
ranza muy justificada y se felicitaba sobre todo a la Academia
por haber preparado la gran obra, y por haber sido la capital,
el centro, el móvil ele la libertad de pensar.
Uno solo
de los convidados no había tomado parte en la ale­
gría de la conversación ... Era Cazotte (12), hombre amable y
original, pero desgraciadamente imbuido por los ensueños de
los
iluminados. Toma la palabra y con el más serio acento: Seriares
--dice-estad satisfechos; todos veréis esa gran revolución que
tanto deseáis. Ya sabéis que
soy algo profeta; os lo repito, la
veréis ... ¿Sabéis lo que sucederá en esa revolución, lo que os
(12) CAzoTTE es conocido por sn obra Diablo enamorado (1772). En
1806, La Harpe publica Las predicaciones de G'azotte y, últimamente, C.
Taittinger, Monsieur Cazotte monte lJ l'echafaud.
368
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ESTUDIOS SOBRE LA REVOWCION FRANCESA
sucederá a todos los que estáis aquí? -¡Ah!, veámoslo -dijo
Condorcet, con su aspecto y sonrisa burlones y tontos-, a un
filósofo no le disgusta encontrarse con un profeta. -Vos, se­
ñor de Condorcet, expiraréis en el suelo de un calabozo, mori­
réis con
el veneno que tomaréis para libraros del verdugo, con
el veneno que la felicidad de esos tiempos
os obligará a llevar
siempre encima.
Al pronto quedaron todos muy asombrados, después se rieron
estrepitosamente. ¿Qué era lo que todo aquello podía tener de
común con la .filosofía y el reinado de la raz6n? -Eso
es pre­
cisamente lo que
os digo: en nombre de la filosofía, de la huma­
nidad, de la libertad, bajo el reinado de la razón, es cuando os
ocurrirá acabar de esa manera; y se estará en pleno reinado de
la raz6n, puesto que tendrá templos, y hasta no habrá sino tem­
plos
de la razón en toda esa época y en toda Francia... V os,
señor de Chambort,
os abriréis las ven,is con veintidós cortes
de una navaja de afeitar, y, sin embargo, no moriréis hasta
algunos meses después. Vos, señor
Vicq-de-Azyr, no os abriréis
las venas con vuestra propia mano, pero haréis que
os las abran
seis veces en un
día, en medio de un acceso de gota, para mayor
seguridad del hecho y
moriréis a la noche. Vos, señor de Nioolai,
en
el cadalso; vos, señor Bailly, en el cadalso; vos, señor de Ma­
lesherbes, en el cadalso ... ; vos, señor Roucher, en el cadalso tam­
bién. -
¿ Pero acaso vamos a ser subyugados por los turcos y
los tártaros? -
_De ninguna manera; ya os lo he dicho; estaréis
gobernados solamente por
la filosofía y por la razón. Los que os
tratarán así serán filósofos todos ellos, tendrán constantemente
en los labios las frases que estabais pronunciando hace una hora,
repetirán todas vuestras
máximas, citarán, como vosotros, los
versos de Diderot y de Voltaite. -¿ Y cuándo sucederá todo
eso? -No transcurrirán
seis años sin que se haya realizado todo
cuanto
os he dicho. -Se trata de verdaderos milagros ---dijo
Laharpe-y no me incluiréis en nada. -Vos mismo constitui­
réis un milagro tan extraordinario por lo menos; en esa época
seréis
cristiano. -¡Ah! -exclamó Chambort-, me tranquilizo;
si no hemos de morir hasta· cuando Laharpe sea cristiano, so-
369
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MIGUEL PORADOWSKI
mos inmortales. En verdad --dijo entonces la duquesa de
Grammont-que las mujeres tenemos mucha suerte de no mez.
ciamos para nada en las revoluciones. Queda convenido en que
no la tomarán con nosotras y nuestro sexou. -Vuestro sexo,
señoras, no os protegerá en esta ocasión ... Seréis tratadas lo
mismo que los hombres, sin la menor diferencia... Vos, señora
duquesa,
seréis condncida al cadalso; vos, y muchas otras damas
con vos, en carreta
y con las manos aradas a la espalda. -¡Ah!
espero que en
ra1 caso me llevarán, por lo menos, en una carroza.
con paños negros. -No, señora; damas de linaje superior al
vuestro irán, cómo -vos, en carreta y también con las manos ata­
das. -¿De linaje superior? ¿Quiénes? ¿Las princesas de la
sangre? -De mayor alcurnia aún... Hallóse, finalmente, que
la broma era demasiado pesada. Madame de Grammont, para
que no continuara, no insistió sobre la respuesta, limitándose a
decir ligeramente:
--,--Y a veréis cómo ni siquiera me va a dejar
un confesor. -No, señora; no lo tendréi'S; ni vos, ni nadie; la.
última víctima, que tendrá uno por gracia, será... Se paró un
momento:
-Pues bien, ¿quién será el dichoso mortal que goce
de tal prerrogativa? -Será el rey de Francia, y esa será su úl­
tima prerrogativa» (págs. 546-549). Para Taine, la Revolución
francesa
es el efecto lógico de toda la historia de Francia, es de­
cir, es la culminación de un proceso de cambios espontáneos,
propios del país, inevitables, «orgánicos».
Sin embargo, no todos quedaban satisfechos con una visión
de la Revolución francesa como proceso histórico espontáneo y
detrás de esta «espontaneidad» buscaban las causas concretas e
incluso a los planificadores, organizadores, actores y protagonis­
tas conscientes. La categórica
afirmación de Michelet de que el
único protagonista de los acontecimientos ·históricos
es el «pue­
blo» no podía satisfacer a todos, menos a los auténticos historia­
dores. Ya hemos visto que Barruel, concretamente, denunciaba a
los jacobinos
y a la masonería como conscientes promotores de
la revolución e, incluso, indicaba al complot de los «iluminados»
de Weishaupt . .Además, todos sabfan que mucho antes de la
R~olución francesa actuaban en Francia variadas asociaciones
370
Fundaci\363n Speiro

ESTUDIOS SOBRE LA REVOLUCION FRANCESA
!leCtetas y otras organizaciones legales políticas y culturales, como
también
las así llamadas «filosóficas». Cuando, antes de la re­
volución, en vísperas de la reunión de los Estados Generales, em·
pezaron a llegar a

V ersalles
Les cahierr áe áoléances (los cua­
dernos de quejas) con denuncias, quejas y proposiciones, llamó
la atención el hecho de que casi todos
tenían una redacción uni­
forme y que los contenidos de estas quejas fueran casi idénticos.
¿Cómo explicar que, en una época en la cual casi no existían
los medios de información (los diarios
apen,;s empezaban a apa­
recer y, antes de la revolución, tenían una circulación muy mo·
des ta), los habitantes de localidades
muy distintas pensaran de
la misma
manera y reclamatan lo mismo? Vino la sospecha de
que existirían algunos vínculos, coordinación, planificación y, por
ende, una organización.
Es sabido que, muchos años antes de la
revolución, actuaban en todo el territorio de Francia innumera­
bles «clubes», en los cuales nacieron los futuros jacobinos y
sus
ideologías. Michelet señala (vol. II, pág. 8) que «dos mil cuatro­
cientas sociedades se constituyen en menos de dos años en otras
tantas
ciudades y aldeas. Grande y terrible máquina que da a la
revolución una incalculable fuerza». Sin embargo
no aclara de
cuáles «dos años» se trata, ni de dónde
sacó esta información.
Al lado de estos clubes actuaba la masonería, . la cual, recién
salida de la clandestinidad
y, estando de moda, despertó un gran
interés en toda la sociedad culta (es decir, entre los que se
con­
sideraban cultos). Los aristócratas, los nobles, los estratos de alta
burguesía, la gente de negocios, los banqueros, los grandes
comer­
ciantes, los empresarios, el clero e, incluso, muchos obispos se
hacen masones. Es la «revolución cultural» del siglo XVIII, fo.
mentada por los «filósofos», inspirados por
los «iluminados», es
decir, por la conspiración anticristiana de Weishaupt.
Sin embargo, es un errór confundir
. la Ilustración con el
«iluminismo».
La Ilustración es uno de los períodos del desa·
rrollo
de. la cultura europea y abarca toda la segunda mitad del
siglo XVIII. El «iluminismo», siendo una cotriente de pensamien­
to en la misma época, pretende representar a la Ilustración. No
obstante, hay una esencial diferencia entre lo primero y lo
segun-
371
Fundaci\363n Speiro

MIGUEL PORADOWSKI
do. La Ilustración recurre a las ciencias, las que, en esta época,
se desarrollan con gran rapidez y éxito, proporcionando datos y
métodos que _permitan crear una cultura, basada más en los es­
tudios y conocimientos que en las especulaciones abstractas y «fi­
losóficas». La Ilustración continúa en los siglos Xtx y XX bajo el
nuevo nombre del «cientismo». Contrariamente a la Ilustración
(
el cientismo ), el «iluminismo» no recurre a las ciencias, sino a
la «iluminación», por la cual se entiende sean
las «ciencias ocul­
tas», es decir, los conocimientos reservados solo para las perso­
nas seleccionadas, pertenecientes a las sociedades secretas ( entre
ellas la masonería), sean los conocimientos que sobrepasan
las. ca­
pacidades de la razón humana, apelando más bien al «corazón»,
es decir, a los sentimientos y son «revelados», y esta «revela­
ción» está atribuida, sea a Dios (la pseudomística), sea a los «es­
píritus» ( el espiritismo), sea a las personas «iniciadas» en los
«se­
cretos», transmitidos por la «tradición» oral o escrita, como lo
son las presuntas enseñanzás del antiguo Talmud (oral), de
la
Cábala, .de la Gnosis y también las muy variadas enseña.nzas se­
cretas de los presuntos «sabios» de las culturas orientales, espe·
cialmente las
de la India. Asi, el «iluminismo» es la negación de la
Ilustración. La principal organización de los iluministas, actuante
en la segunda mitad del siglo
XVIII, es la de Weishaupt, descrita
con detalles en el segundo volumen de
la obra de Barruel, Mé­
moires, ya anteriormente señálada. Los grandes historiadores fran­
ceses de
la primera mitad del siglo xx, como Jacques Bainville,
Pierre Gaxotte, Bernard
Fay, etc., tratan este problema muy se­
riamente y con muchos detálles.
Incluso
ya Hippolyte Taine escribe al respecto: «Nacida en
Inglaterra, la filosofía del siglo
XVIII no ha podido desarrollarse
en Inglaterra;
la fiebre de destrucción y de reconstrucción fue
állí superficial y momentánea. Deísmo, ateísmo, materialismo, es­
cepticismo, ideología, teoría del regreso a la naturaleza, proclama­
ción de
los derechos del hombre, todas las temeridades de Bo­
lingbroke, Collins, Tolaud, Tyndal y Mandeville, todos los atre­
vimientos de Hume, Hartley, James
Hil1 y Bentbam, todas las
doctrinas revolucionarias han sido
allí plantas de invernadero ... ,
372
Fundaci\363n Speiro

ESTUDIOS SOBRE LA RBVOWCION FRANCESA
al aire libre abortaron, tras una breve florescencia ( ... ). Por el
contrario, en Francia, la semilla importada de Inglaterta vegeta
y pulula con vigor extraordinario. Desde la
Regencia está en
flor» (pág. 356 ).
«Con sus robustos árooles, sus apretados macizos, su innu­
merable ejército de malezas y plantas trepadoras, con Voltaire,
Montesquieu, Rousseau, Diderot, D'Alambert y Buffon, con
Du­
elos, Mably, Concillac, Turgot, Beaumarchais, Bernardin de Saint­
Pierre, Barthelemy y Thomas
... , la semilla en cuesti6n se apo­
dera de la academia, del teatro, de los salones y de la
conversa­
ci6n»
(pág. 356).
Taine destaca también el papel de los salones de las damas:
«En los diálogos de Fontenelle sobre la
Pluralidad de mundos,
el personaje central es una marquesa. Voltaire compone su Meta­
física
y su Ensayo sobre las costumbres para madame del Ota­
telet, y Rousseau su Emilio para madame de Epinay. Condillac
escribe el
Tratado de las sensaciones, inspirándose en las ideas de
la señorita Ferrand y da a las j6venes consejos acerca de la ma­
nera de leer su L6gica. Bandean dirige y explica a una dama su
Cuadro econ6mico. El más profundo de los escritos de Diderot
es una conversaci6n de la señorita de Lespinasse con D'Alambert
y Bordeu. En medio de
El espíritu de las leyes, Montesquieu co­
loc6 una invocaci6n a las musas. Casi todas las obras salen de
algún sal6n
y siempre es un sal6n el que obtiene las primicias
antes que el público. Respecto de esto, la costumbre
es tan gran­
de, que dura aún hasta
fines de 1789; las arengas que se van a
pronunciar en la Asamblea Nacional, son arranques de valor que
se· ensayan previamente en las veladas ante las damas» (páginas
357-358).
En estos «clubes» ( que funcionan en los «bisrrots») y «salo­
nes» (de las casas particulares), a lo largo de todo el país, se
empiezan
los interminables debates «filos6ficos» sobre el tema:
«¿C6mo perfeccionar el
mundo?». El entusiasmo es extraordi­
nario. Además, si
se trata de los «salones», es decir, de las pe­
ri6dicas reuniones ·en las casas particulares de la gente de buena
situaci6n econ6mica, la principal
preocupaci6n es la emancipa-
373
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MIGUEL PORA.DOWSKI
ci6n de la mujer, la cual se entiende como la participaci6n de las
damas en la vida pública y política, mientras que en las dispu­
tas con los «fil6sofos»
se pretende reemplazar la tradicional mo·
ral cristiana por una confusa y pálida «ética» laica de moda, es
decir, una inmoralidad. Estos «salones» funcionan regularmente
y, en la mayoría de los casos, una
vez por semana y casi siempre
en forma de lujosas comidas.
Así, en los «clubes»,
en las «logias» mas6rucas y en los «sa­
lones» se realiza la «revolución cultural», la que descristianiza a
la sociedad francesa y
!~ lleva directamente a la «revolución po­
lítica» de los años 1789-1799. Los detallados estudios sobre este
tema son innumerables, si se toman en cuenta los trabajos .mono~
gráficos, es decir, los dedicados a los casos concretos locales, pu·
blicados en
las revistas especializadas. Aquí solamente podemos
mencionat algunos estudios-síntesis elaborados en base a estos
trabajos «puntuales».
Siguiendo el ejemplo
de Batruel, Jacques Crétineau-Joly pu·
blica su famosa obra
L'Eglise romaine en face de la révolution,
en 1859, y treinta y siete años más tatde su estudio sobre Histoi­
re de la Vendée militaire. Mientras tanto, el otro jesuita, ya an­
teriormente mencionado, Nicolas Deschamps, actualiza la obra
de Barruel con su estudio en dos volúmenes sobre
Les Sociétés
secretes et
la société ou philosophie de l'histoire contemporaine,
editado en 1874. Estos estudios demuestran que en los mencio­
nados «clubes», «salones» y «sociedades de pensamiento» (So·
ciétés de Pensée) no solamente se discutía sobre los abstractos
temas «filosóficos» en compañía
de las personalidades de moda,
como
Benjamín Franklin, Helvetius, Holbach, Rousseau, D'Alam­
bert, Voltaire, etc., sino que, al
final del siglo XVIII, se pasa a
los temas concretos de la política contigente, reclamando
cam­
bios radicales que, según la legislación vigente, tenían carácter
de subversivos y revolucionarios.
II. Publicaciones con ocasión del centenario.
•En la medida en que se acercaba el centenario de la Revolu­
ci6n francesa, también
se animaba el interés por los estudios · so-
374
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ESTUDIOS SOBRE LA REVOLUCION FRANCESA
bre ella. Al respecto, un acontecimiento fue decisivo: la funda­
ción por
el gobierno francés, en 1885, del «Instituto de historia
de la Revolución francesa», vinculado con
la Universidad de Pa­
rís y dotado de una cátedra de la Historia de la Revolución fran,
cesa, con varias publicaciones periódicas. Poco después aparece
también la
Société des Etudes Robespierriste. De las revistas
especializadas empiezan a publicarse:
La Rfrolution fran,aise, en
París, durante los años 1881-1939;
Revue historique de la Ré­
volution fran,aise, en París, en los años 1910-1923; Annales ré­
volutionnaires, en París, en los años 1908-1923, que continúan
después con el titulo
Annales historiques de la Révolution fran­
faise, París, 1924-1940 (con interrupción durante la segunda gue­
rra mundial) y desde 1946 en adelante.
La mencionada cátedra, desde el principio hasta hoy día, se
encuentra en manos de los entusiastas de la Revolución francesa,
carentes de objetividad
y criticismo, dedicados a su glorificación.
Además, siendo todos ellos izquierdistas y simpari2antes del mar­
xismo, estudian la Revolución francesa casi exclusivamente a la
luz del materialismo histórico
y determinismo económico, siguien­
do fielmente
el camino indicado por Barnave, considerado por
ellos como gran precursor de Karl Marx.
Los principales catedrá­
ticos
han sido: A. Aulard, A. Mathiez, G. Lefevre y A. Soboul.
Poco después aparece otro centro de estudios sobre la
Revo­
lución francesa en Moscú, pues, luego de la Revolución de Oc­
tubre de 1917, creció el interés entre los marxistas-leninistas por
estudiar la Revolución francesa como raíz
y modelo de la revolu­
ción marxista-comunista mundial.
La sistemática publicación de gran cantidad de trabajos por
estos dos centros glorificadores de la Revolución francesa provo­
có una réplica de parte de los católicos tradicionalistas y de otros
investigadores críticos, los que continúan las
investigaciooes em­
pezadas por Barruel y Crétineau-Joly. Se destacan en este grupo,
en vísperas de la primera guerra mundial e inmediatamente des­
pués de ella, especialmente Augustin
Cocbin, Jacques Bainville,
Pierre Gaxotte, Bernard
Fay, Hilaire Belloc y Jesús Pabón, para
menciona~ solo a los más importantes.
375
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MIGUEL PORADOWSKI
Siguiendo la pista de investigación indicada por Barmel y Des·
champs, Augustin Cochin,
ya al final del siglo xrx y en los prin­
cipios del siglo xx, elabora
sus principales obras: La Société de
pensée et la démocratie, La Révolution et la libre pensée y Les
Sociétés de pensée et
la Révolution en Bretagne ( dos volúmenes).
Desgraciadamente, sus
fe<:undas investigaciones están interrum­
pidas por
su muerte en el frente de combate con las tropas ale­
manas en 1916. Cochin demostró que el pensamiento subversivo
de los «filósofos» del siglo
XVIII resultó ser mucho más efectivo
en su acción destructura
de la sociedad tradicional, que las armas
y bombas del ejército invasor. Los trabajos de Cochin contribu­
yen a la rectificación de muchas opiniones anteriores e indican
para la investigación una pista correcta:
el estudio de h docu­
mentación detallada, como lo son las actas de las sesiones de
los mencionados clubes y sociedades, y la correspondencia entre
los revolucionarios; es la vuelta a
Barmel, aprovechada después
con gran éxito incluso
por los investigadores marxistas.
Otra contribución extraordinaria viene de parte del historia­
dor Jacques Bainville, quien trata la Revolución francesa dentro
del amplio
marco de toda la historia de Francia, volviendo más
bien al enfoque de H. Taine. Solo en esta perspectiva se puede
comprender las causas de la Revolución francesa, como también
hasta qué punto
es ella la ruptura radical con todo el pasado, es
decir, con la bimilenaria historia de Francia, siendo su negación.
La obra de Jacques Bainville, Histoire de France sale en 1924.
A la obra de Bainville sigue
la de Gaxotte. Pierre Gaxotte
ubica también su libro
La Révolution fran,aise, de 1928 ----<:Otno
Taine y Bainville-, en las amplias perspectivas de toda la histo­
ria de Francia, recordando, en
el primer capítulo introductivo,
que Francia, en primer lugar,
es obra de la Iglesia: «La Francia
del antiguo régimen era
un edificio muy grande y muy viejo que,
a lo largo de quince siglos,
hablan ido construyendo cincuenta
generaciones». «Los cimientos más profundos y
más antiguos eran
obra de la Iglesia, que durante doce siglos había trabajado en
ellos sola, o casi. sola». «En los tiempos de Roma, en
un mundo
duro y
frío, ella aportó el consuelo de las miserias, el valor de
376
Fundaci\363n Speiro

ESTUDIOS SOBRE LA REVOLUCION FRANCESA
vivir, la abnegación, la paciencia, la esperanza de tina vida mejot
y más justa. Cuando el Imperio se derrumbó bajo la masa de los
bárbaros, fue la Iglesia
el refugio de las leyes, de las letras, de
las artes
y de la política; y fue quien ocultó, en sus monasterios,
aquellos valores de la cultura humana y de la ciencia que
podían
ser salvados. En plena anarquía había constituido una sociedad
activa-y ordenada, cuya disciplina y espíritu bastaban para evocar
el recuerdo de los tiempos de calma y pata suscitar su nostalgia.
Más aún:
se afronta con los invasores, los vence, los apacigua, los
convierte, canaliza su irrupción, limita sus devastaciones. Ante
el obispo, representante de un misterioso más allá, el germano
tiene miedo
y retrocede; y no hace daño a las gentes, ni a las ca­
sas, ni a las tiertas. El hombre de Dios viene a ser el jefe de las
ciudades,
el defensor de los hogares y de los talleres, el único
protector
de los humildes en este mundo. Y, cuando más tarde,
pasado
ya el momento de los incendios y de los saqueos, se hace
necesario comenzar a reconstruir, administrar, negociar las Asam~
bleas y los Consejos abren de par en par sus puertas a los clé­
rigos, únicos capaces de redactar un tratado, de dirigir una em­
bajada, de hablar ante un príncipe».
En segundo lugar, Francia es la obra de la monarquía católi­
ca: ~Fue el rey, ante todo, el obrero de la unidad nacional». «Y
el rey construye carreteras, traza canales, crea puertos, regulari­
za· nos, abre escuelas, erige hospitales, protege universidades y
academias. Monumentos de gloria
y .de utilidad le proclaman a
porfía padre de la patria y bienhechor del pueblo». «Cuando los
viejos autores hablan de él, parecen sobrecogidos por una
devo­
ción sobrenatural. Es, dicen ellos, el primero de los reyes; nin­
gún soberano puede compararse con él, ni por la antigüedad de
su corona, ni por el esplendor de su trono, ni por la extensión y
la santidad de supoder. Es un personaje divino -henrado y jubi­
losamente servido por toda
la nación: "Todo el Estado está con
él -escribe Bossuet-; la voluntad del pueblo está encerrada
en la suya;
as! como en Dios se hallan reunidas toda perfección y
toda virtud, todo
el poderío de los particulares está reunido en.
el príncipe ... ". El mariscal Marmont, nacido quince años antes
377
Fundaci\363n Speiro

MIGUEL PORADOWSKI ·
de la Revolución, cuenta en un célebre pasaje de sus Memorias,
qué prestigio tenía aún Luis XVI en los últimos tiempos de la
monatquía: ''Yo tenía para el rey un sentimiento difícil de de­
finir, un sentimiento de adhesión con un carácter religioso. La
palabra del rey tenía entonces una magia, un poder que nada ha­
bía alterado. En corazones· rectos y puros, este afecto se conver­
tía en una especie de culto". Y
se citaba ron deleitación esta
frase de un embajador veneciano del siglo
XVI: "El reino de
Francia ha sido siempre reconocido, por un sentimiento
unánime
de los pueblos, como el primera y más excelente reino de la
Cristiandad, tanto por su
dignidad y su poderío, como por la
autoridad absoluta de aquel que le gobierna"» (13).
La Revolución francesa destruye conscientemente estos dos
factores, pero, sin ellos Francia pierde
su alma· y su grandioso
pasado, sin el cual
no ¡,aede renacer. La Revolución francesa es
esencialmente destructora.
El libro termina con la descripción de
la toma de poder por Napoleón Bonaparte al pedido de todos;
quien interrumpe
por algún tiempo el proceso revolucionario
destructivo.
Otra extraordinaria contribución al estudio de
la Revolución
francesa viene
de parte de Bernard Fay, autor de más de veinte
obras históricas ( además de una docena de obras literarias y de
varias traducciones), la mayoría de las cuales son sobre el tema
de
la Revolución francesa; las principales son: La Franc-Ma~on­
nerie et la Révolution intellectuelle du XVIII-e siecle y La Gran­
de Révolution, además las biografías: Ben¡amin Franklin (tres
volúmenes), Beaumarchais, Jean-Jacques Rousseau, Rivarol y
Louis XVI.
La obra de Bernatd Fay sobre el papel de la masonería en
la Revolución francesa tiene una importancia muy especial, pues
es una de las obras que contribuyen a establecer la real y exacta
participación de ella, rectificando muchas apiniones exageradas
al respecto, que predominan en algunos ambientes debido
prin•
(13) Citas de la edición en castellano, Madrid, 1942, págs. 9, 10, 12,
13, 14.
378
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ESTUDIOS SOBRE LA REVOLUCION FRANCESA
cipalmente a los esfuerzos de los historiadores masones por atri­
buir todos los «méritos»
a la masonería,
La masonería, en efec­
to,
reclama de que la Revolución francesa es obra exclusivamente
de ella, lo que esta muy lejos de la verdad, pues, fuera
de la
masonería están presentes muchísimos
otros factores. No hay
duda de que la masonería
tenía urta enorme influencia en -las
«Sociedades de pensamiento» ,en los «clubes», especialmente eri
los de jacobinos y en los «salones», es decir, en toda la «revolu­
ción cultural», que fue preparación de
la «revolución política»,
sin embargo, no consta que
desempefiata el papel principal, rti
menos el de único protagortista, como lo pretenden los historia­
dores masones, entre ellos Gaston
Martín, en su obra La Franc­
Ma,onnerie et la preparation de la Révolution fratt,aíse ( 1926 ).
El título de la obra Histoire de la grande Révolution · fran­
,aise 1715-1815, se explica por el hecho, de que Bernard Fay
extiende
el período de esta revolución a cien años; la palabra
«grande» no
se refiere a la grandeza de las atrocidades, destruc­
ciones y cambios, sino
al gran tiempo de su duración, distinguen­
do en él siete etapas: 1) la revolución filosófica; 2) la revolu­
ción monárquica; 3) la revolución parlamentaria; 4) la revolución
orleartista;
5) la revolución atistocrática; 6) la revolución de los
revolucionados; 7) de la revolución de los podtidos a la revolu­
ción militar y a Waterloo. Es un estudio inmeso, el
más com­
pleto, el
más serio y el más crítico, siendo publicado en 1959 (14 ).
(14) Vale la pena citar algunos extractos de la introducción· al libro:
«Depuis pre5 de deux: siecles la France brandit sa Révolution commC un
drapeau. Pour beaucoup de Fran~S l'histoire de leur pays débute ~-la
Révolution, se· ramene a elle, se resume en elle et trouve en elle tout- .son
sens .. Beaucoup d'éttangers ne connaissent la France que par la Révolution.
Le monde officiel, les partis, les écoles, les academies, les universités, tous
rivalisent pour vanter les
mérites de ]a Révolution et pour en maintenir
l'image présente devant le peuple comme une obsession. Avec la Révolu·
tion russe et son choix de -la Révolution frán,;aise comme ancetre légitime,
cé culte révolutionnaire s'est animé d'une ferveur ·nouvelle», pág. 11. «De
tous préjugés, le plus grave et le plus général est celui qui fixe a 1789
le début de la Révolution, alors qu"en fait elle s'amorce en 1715, s'annonce
des 1750, et s'ébranle des le début de 1787, qui fut une année révolu-
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MIGUEL PORADOWSKI
Lo completan las otras obras del autor, especialmente las men­
cionadas biografías, entre ellas Ia del rey Luis XVI (primera edi­
ción en 1955, reelaborada y completada en 1966, y la última
edición,
de la Table Ronde, es de 1981) es una obra magnífica
y bellísima, una verdadera
joya de la literatura y de la historia,
con gran cantidad de ilustraciones seleccionadas. También
las
otras biografías de Bernard Fay, dedicadas a los principales pro­
tagonistas de la «revolución
cultural» del siglo XVIII en Francia,
anteriormente mencionadas, son de una lectura obligatoria para
comprender la Revolución francesa
y, entre ellas, especialmente
la de Franklin.
A pesar de la existencia de estas biografías de Bernard
Fay
y de otros autores muchos asuntos al respecto no están todavía
de todo aclarados, como, por ejemplo,
el papel exacto del emba­
jador de Estados Unidos en Francia, Benjamín Franklin. El his­
toriador español Jesús Pabón, con su obra Franklin y Europa-,
1776-1785 (las fechas indican el período de su permanencia en
Francia), editada en Madrid, en 1957, contribuye
algo a esclare­
cer, este papel de Franklin, dqrante su casi diez años de perma­
nencia en Francia, precisamente en vísperas de la Revolución
francesa. Es sabido, que Franklin fue un personaje muy activo,
especialmente en
los «salones». Por otro lado, al mismo tiempo,
muchos franceses,
casi todos de la alta aristocracia, combatian
en la América del Norte por la independencia
de los Estados
Unidos, tal vez no solamente motivados por
las ideologías de
moda, sino también por los permanentes intereses políticos de
Francia. De todas maneras el libro de Pabón presenta a Benja­
mín Franklin como modelo de un embajador de Estados Unidos,
es decir, como un personaje que no
se limita a representar los
intereses de su país, sino que, al mismo tiempo, toma parte ac­
tiva en la vida política del país en el cual esta acreditado. Al­
gunos consideran que la participación de Franklin en la «revolu-
tlonnaire au meme titre que 1789; l'assaut contre la Monarchie était alors
mené par le Haut Oergé et la Haute Noblesse. 11 semblerait qu'on se soit
refusé a aborder la Révolution avant que ,1e peuple" entratt en jeu?»
(pág. 13).
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ESTUDIOS SOBRE LA REVOLUCION FRANCESA
ción cultural» en Francia fue tan importante, que la Revolución
francesa, que de ella nace, no debería llamarse «francesa» sino
frankliniana». Franklin, siendo un embajador modelo, tuvó la
delicadeza de abandonar Francia antes de que estallara la revo­
lución, en cuya preparación tomara parte.
De las muy interesantes obras de Hilaire Belice, vinculadas
ron la Revolución francesa, conviene mencionar la biografía de
Robespierre. Belloc la empieza constatando: «el secreto de
su
encumbramiento y de su extinción hay que investigarlo en la
propia personalidad de Robespierre» (pág. 7). Consecuentemen­
te, Belloc dedica su obra al análisis de la personalidad de
Ro­
bespierre. Supone que su origen fue irlandés y su apellido viene
de «Robestpeare»;
como argumento recuerda que Picardía, donde
nació
Maximiliano, fue un rincón de Francia favorito de los
refugiados católicos perseguidos por
la reina Isabel. Además,
este hecho explica también el porque
de la preocúpación rradi·
dona! de las autoridades eclesiásticas por la familia de los
Ro­
bespierte, incluido Maximiliano y su hermano Augusto (pág. 39).
Belloc subraya la determinante influencia de
J. J. Rousseau so­
bre Robespierre: « ... fue Rousseau quien definitivamente moldeó
y forjó
las demandas del siglo decimooctavo. Solo a él le fue
dado
. plantear con exactitud y vigor la teoría universal del Es­
tado; de Rousseau muerto se hicieron apóstoles los hombres de
la Revolución, y de la fórmula de Rousseau hizo Robespierre
especialmente su credo
-como si dijéramos---divino: una re­
velación única y permanente del Estado perfecto» (pág. 21). Y
en orra parte de su libro escribe: «Robespierre, cuya vida
en­
tera consistía en representar en el poder el papel de Rousseau»
(pág. 237). «Locke, que escribió sobre el gobierno de los pue­
blos, hizo también de la educación un empeño predilecto ...
Ruosseau, que escribió sobre el gobierno de los pueblos, hizo
asimismo de la educación un tema favorito, y todos sus escritos
se colorearon del
pesar instintivo, apasionado, por la simplicidad
perdida» (pág. 22). Rousseau
« ... en el más breve de sus folle­
tos, el Contrato social, fijó en pequeñas cláusulas diamantinas
el
credo político que los hombres reclamaban» (pág. 26). «La
381
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MIGUEL PORADOWSKI
comunidad conjunta iba a ser, manifiesta y explícitamente, el
soberano; el ejecutivo se convertiría, por definici6n y abierta­
mente, en su criado; la vaga tesis de equidad, sobre la cual
reposaba la jurisprudencia,
se reclam6 en cada pormenor con exac­
titud y energía y fue la piedra de· toque o norma de juicio de
cada ley; los límites de la libertad individual
iban a ensancharse
hasta encontrar el confin de la libertad general de todos» (pá­
gina 27).
Como curiosidad de la vida del joven Robespierre: «Luis XVI,
joven
rey acabado de coronar en Reims, fue de Notte-Dame a
Santa Genoveva, en
la colina de la universidad, y se detuvo en
el gran colegio fronterizo al Barrio Latino. Era una visita solem­
ne. Había que designar
un muchacho para que leyese una salu­
taci6n en
latín. Naturalmente, se escogió a Robespierre». «En
contraste, sin embargo, entre este desconocido jovencito que lee
nerviosamente su panegírico
y la magnificente pero fatigada pre­
sencia de quien tenía a toda Francia en sus manos debe quedar
registrado en
la historia de aquellos días; porque, tomando sen­
cillamente a cada uno de ellos en su papel, un accidente ciego
iba a colocarlos frente a frente; una extraña. y subitánea luz iba
a caer sobre ambos, destacándolos para siempre;
la fama de cada
uno de ellos superaría ampliamente la natural oscuridad de sus
personas respectivas; uno por la triste herencia de una corona,
el otro por
la pura contingencia de una violenta convulsión, iban
más adelante a situarse en la cima de la notoriedad y en la me­
moria de las gentes» (pág. 49). En el mes de enero de 1793,
durante
el juicio .del rey Luis XVI, Robespierte de nuevo pro­
nuncia un largo discurso, en
el cual condena a su rey a la pena
de muerte, Las últimas frases son las siguientes: «El sentimiento
que
me impulsó a pedir en la Asamblea Constituyente la aboli­
ción de
la pena capital es el mismo que hoy me impulsa a pe­
dir su aplicaci6n al arbitrario regidor de mi patria, y en su per­
sona a
la propia monarquía. No tengo ocasi6n de profetizar o
conjeturar sobre los desconocidos déspotas del fututo, y no
quie­
ro hacer usó de esa visi6n para excusarme de derribar a ese hom-
382
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ESTUDIOS SOBRE LA REVOWCION FRANCESA
bre, a quien he declarado culpable, como ha hecho, uniforme­
mente, esta Asamblea. Voto por
la muerte» (pág. 191).
Y, . volviendo atrás, al comienzo de la revolución, orra ima­
gen: «El 4 de mayo, en un escenario que una docena de cro­
nistas
han hecho memorable, los Estados Generales se reunieron
en la iglesia de Notre-Dame para entonar el
Veni Creator y des­
filaron ordenadamente entre silenciosa multitud para oír en San
Luis la misa del Espíritu Santo. Vestido de negro riguroso, que
tal era la uniformidad que correspondía a los seiscientos
miem­
bros del Estado lleno, con su espada y su capa de seda, Robes­
pierre, entregado a una pompa y un ceremonial que convenían a
su inclinación, entraba
en el mundo del debate y la controversia,
con el que llegaría a identificarse» (pág. 66 ).
Muy interesante es la opinión de Condorcet sobre Robespie­
rre:
«. , . Y hay algunos· que preguntan por qué tantas mujeres
rodean siempre a Robespierre y están pendientes
de él: en su
casa, en las galerías del club jacobino y de la Convención. Ello
se debe a que esta revolución nuestra es una religión, y Robes­
pierre dirige una secta dentro de ella. El' es el sacerdote a la
cabeza de sus fieles ... Robespierre predica; Robespierre censu­
ra; es furioso, grave, melancólico, exaltado, con toda frialdad;
sus pensamientos fluyen correctamente, sus hábitos son correc­
tos; hace descargar sus truenos sobre los ricos y los grandes;
vive casi de nada; no tiene necesidades.
Su misión no es más
que una: hablar; y habla incesantemente; crea discípulos ... Po,
see las condiciones no del creador de una religión, sino las del
creador de una opinión; tiene fama
de asceta ... Habla de Dios
y
de Providencia; él se dice amigo de los humildes y de los dé­
biles; va seguido por mujeres y pobres de espíritu, cuya adora­
ción recibe gravemente
... Es un sacedote, y jamás será otra cosa
que un sacerdote» (págs. 182-183
). Belloc indioa que el texto
completo se encuentra en
Chronique de Parls, del 9 de noviem-
bre de 1792.
· ·
El papel de Robespierre en el período del Terror es dema­
siado conocido para que sea necesario recordarlo aquí. Termine­
mos estas citas ilustrativas con la siguiente: «Sus huesos, ente-
383
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MIGUEL PORADOWSKI
rrados en un indeterminado campo de los suburbios, olvidados
bajo el pavimento de un
salón de una casa consistorial, fueron
insultados durante veinte años hasta que
un azadón los removió
y esparció e nel trazado de un camino para los ricos hacendados;
y nadie sabe dónde yacen .... Dios tenga piedad de su alma y de
las nuestras, de las almas de quienes
espetamos cosas mejores»
(pág. 304) (*).
III. Algunas obras recientes
Después de recordar los principales estudios sobre
la Revo­
lución francesa publicados en el siglo XIX y, principalmente, con
ocasión del centenario
de este evento ( 15), conviene ahora pasar
a los estudios recién publicados con ocasión del bicentenario.
La
cantidad de ellos es también impresionante y difícil de clasificar,
pues siguen publicándose, lo que, probablemente,
se va a prolon­
gar por algunos años más.
Por ahora, solo se pueden mencionar
algunas obras generales, dejando para los artículos siguientes los
estudios vinculados con los temas que en
ellos serán tratados, a
saber: «La
Revolución francesa y la revolución marxista» y «la
Revolución francesa y la revolución bolchevique».
Una de las obras
más interesantes es el estudio de Jean Du­
mont, La Révolution fran,aise ou les prodiges du sacrilege, París,
Criterion, 1984, 510 págs. La tesis principal del autor es que la
Revolución francesa fue una consciente realización del propósito
de Voltaire, expresado en su famoso llamado «ecrasez
!'Infame»
(aplastad a la Infame), es decit, la destrucción de la Iglesia ca­
tólica. El autor recuerda . que, desde· los tiempos de Rabelais
(1483[?]-1533), existe
en Francia una acción permanente, orga­
nizada, llena de odio contra el cristianismo en general y contra la
Iglesia
católica en particular; casi tres siglos de una sistemática
lucha contra la religión, sirviéndose de calumnias, ridiculizando
(º) Todas las citas vienen de la edición castellana: Hilaire Belloc,
Robespierre, Editorial Juventud, Batce!ona, 1969, 1985. La edición origi­
ua! en inglés es de 1927.
(15) Vid. Miguel PoRADoWSKI, «Eol¡,dios sobre la Revoluci6n france­
sa (I)», en Vr!rbo, núm. 777-77, pág. m.
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ESTUDIOS SOBRE LA REVOLUCION FRANCESA
la fe, los conventos, sembrando el odio contra el clero y la vida
monástica, según
la conocida consigna de Voltaire: «calomniez,
calomniez, il en restera toujours quelque chose» (calumniad, ca­
lumniad, siempre quedará algo de eso). Así minaron la fe en todos
los estratos de la sociedad y debilitaron a la Iglesia, lo que per­
mitió en seguida la exterminación física del clero y de los fieles
durante la Revolución. La Revolución francesa fue -según Jean
Dumont-una consciente, premeditada, planificada, organizada
destrucción de la
cultura católica, elaborada durante dieciocho si­
glos en Francia. De ahí que esta revolución fue y sigue siendo
considerada instintivamente
por los católicos como una desgracia
y por los
enemigos del cristianismo como un gran triunfo sobre
el cristianismo. El autor considera que esta reacción instintiva
de los católicos debería actualmente transformarse en una actitud
consciente; hay que tomar conciencia de este hecho, es decir, hay
que informarse al respecto, hay que saber que fue así; hay que
saber también
cómo se llegó a esta situación, es decir, a la Revo­
lución francesa.
La tesis de Jean Dumont no es una novedad, pues -como. ya
hemos visto anteriormente-muchos autores del siglo XIX sos­
tenían lo mismo e, incluso, JosePh de Maistre la llamó «satá­
nicas» ( 16 ). Lo nuevo es que Jean Dumont, es una exposición
bien documentada y perfectamente presentada, no solamente
ex·
pone esta tesis claramente, sino también, al mismo tiempo, ri,­
futa, en una forma no menos seria, las opiniones contiarias, de­
mostrando que, en este período, no existían conflictos sociales
reales ( como lo sostienen otros historiadores, especialmente los
marxistas) ni entre el pueblo y el clero, ni entre el Estado
y la
Iglesia, ni entre la nobleza y los campesinos, ni entre la aristocra­
cia y los revolucionarios, pero sí hubo conflictos artificiales, fo ..
mentados por los jacobinos, es decir, existía una consciente y sis­
temática acción subversiva.
La obra de Dumont se compone de dos partes: la primera,
(16) «Il y a dans la Révolution fran~se un caractere satanique qui la
distingue de tout ce qu'on a vu et peut-etre de tout ce qu'on verra». Con­
sidérations sur la France} París, 1797, ed. 1936, pág. 63.
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MIGUEL PORADOWSKI
que tiene cuatro capítulos, lleva el título «Ecrasez !'Infame ou le
grand air de la calomnie», pues se quiere aplastar a la Iglesia,
sirviéndose de calumnias.
El primer capítulo informa sobre una gran campaña de calum­
nias contra las congregaciones masculinas y femeninas, durante
todo
el siglo XVIII, sirviéndose especialmente de una extraordi­
naria cantidad de folletos, panfletos y novelas, para ridiculizar y
denigrar a las congregaciones. El principal autor de estas
calum­
nias fue· Diderot. Al mismo tiempo se callaba el hecho de que
estas congregaciones
se dedicaban a las magníficas obras de cari­
dad
y de educación. La documentación al respecto, proporcionada
por el autor,
es muy abundante.
El segundo capítulo trata sobre
la conspiración para destruir
la
Compañía de Jesús. El autor primeramente informa detallada­
mente sobre las actividades educativas y
caritativas de los jesuitas
y después pasa a describir la organizada· acción
de los enemigos
del cristianismo: Choiseul
en Francia, Aran da en España y Pom­
bal
en Portugal, los que, gracias a una acción coordinada, con­
siguieron la supresión de la Compañía de Jesús por el papa Cle­
mente XIV, en el año 177 3. En este capítulo, el autor hace una
descripción muy detallada
de la brutal persecución de los sacer­
dotes jesuitas después de la supresión de la Compañía y el mar­
tirio de muchos de ellos en
Perú, en Paraguay, en Portugal, en
España y
en Francia. Fuera del odio de la religión, se trataba
también de deshscerse de las personas incómodas, que heroica­
mente defendían a los indios y

a los
negros, especialmente a los
esclavos, de la explotación y del trato inhumano. El autor insiste,
con argumentos irrefutables, en la vinculación de esta lucha
con­
tra los jesuitas, en el siglo XVIII, con la conspiración.para destruir
las monarquías católicas
de la época, lo que fue la finalidad prin­
cipal de la Revolución francesa.
Al mismo tiempo, el autor informa sobre
la profunda mística
del pueblo francés
en este tiempo, pues el pueblo identificaba ple­
namente la monarquía católica con Francia misma, de la cual esta
monarquía fue un símbolo y expresión del «cuerpo místico de la
nación católica francesa», lo que encontró una exposición en la
386
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ESTUDIOS SOBRE LA REVOLUCION FRANCESA
teología de J ean de Terrevetmeille ( 1419 ); las «tres flores de
lis»
de los reyes de Francia fueron intetpreta.das como el símbolo
de la Santísima Trinidad, según el
tratado teológico de Vivaldus
de Monte
Regali, en el año 1507, en los tiempos de Luis XII
llamado. «el Padre del Pueblo».
Voltaite, al recibir
la noticia de la supresión de la Compañía
de Jesús por el
papa, exclamó: «Dans vingt ans, il n'y aura plus
d'Eglise». Y, hasta
algún punto, tenía razón, pues veinte años
después,
en 1793, la Iglesia en Francia casi deja de existir, con
la decapitación del rey Luis XVI y una cruel petsecución y ma­
tanza del cleto y hasta de las monjas de caridad, seguida por el
famoso «L' an
deux» con la abdicación de los sacetdotes «pan­
dours» y la prohibición completa del culto católico; esta petse·
cución de la Iglesia por la Revolución francesa llega hasta su ca­
beza, cuando, por orden del Directorio, el genetal Bonaparte con­
quista R.oma, toma preso al papa· Pío VI y lo trae a Francia,
donde muere
en la cárcel. .
En el tercer capítulo, el autor vuelve al asunto de las minas
peruanas de plata
y a la abnegada labor evangelizadora de los je·
suitas, aclarando cómo fueton injusias y calumniosas las acusacio­
nes de los escritores europeos, como Jetéime Benzoni, L'histoire
du Nouveau Monde y de Jean FraÍ:i\;Qis Marmontel, Les Incas ou
la destruction de l'Empire du Pérou (1777). Ambos libros pre­
sentaban
la actividad misionera de los jesuitas como una obra de
fanatismo
y obscurantismo, para despertar entre los europeos el
odio contra
la Compañía. En realidad, según el autor, gracias a la
protección de los jesuitas, la situación de los indios mejoró nota·
blemente. Esta propaganda tenía por finalidad desprestigiar
la
religión católica entre los franceses y, curiosamente, con la misma
finalidad
es usada también hoy día, sirviendo como base de mu­
chísimas películas calumniosas, que siembran el odio contra la re·
ligión católica y hacen obra
de permanente desinformación.
El capítulo cuarto lleva el título «L'Eglise, mise au han.de
la
nation et de l'humanité» (La Iglesia, expulsada de la nación y de
la humanidad). Es el petíodo de
la propaganda antirreligiosa que
logra
la supresión de la Compañía de Jesús p0t el decreto Domi-
387
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MIGUEL PORADOWSKI
nus et Redemptor ( 1773) y de la persecución de todo el clero
católico en Francia, pues, ya en este tiempo,
los ateos lograron
dominar los Parlamentos y provocar conflictos artificiales entre
las autoridades civiles y eclesiásticas. Se trata
de los mismos ac­
tivistas anticristianos que, durante la Revolución francesa, toman
el nombre de jacobinos. En el año 1759, el procurador general
Joly de Fleury, con ocasión del proceso judicial contra Helvetius,
denuncia la existencia
de un complot para destruir la Iglesia ca­
tólica.
En este tiempo, Choiseul, el primer ministro, conocido ene­
migo de la religión católica, para manejar los asuntos de la .Igle­
sia, nombra una «Comisión para los asuntos de los religiosos»,
encabezada por el arzobispo Loménie de Brienne, simpatizante de
los «filósofos», perseguidores de la Iglesia, gracias a lo cual la
misma Iglesia quedó integrada en el proceso subversivo. anticris­
tiano. Esta Comisión suprimió más de 400 casas de religiosos y
de religiosas, y muchísimas congregaciones quedaron completa­
mente liquidadas, bajo
el pretexto de no contar con la debida
cantidad de personas.
Sin embargo, el autor informa de que estas
drásticas medidas
persecutorias resultaron ser contraproducentes,
pues despertaron un nuevo fervor religioso y muclúsimas ni¡evas
vocaciones. El autor cita testimonios al respecto de Alexis de
Tocquevllle y
de T aine ( 17 ).
Y también refuta la calumniosa propaganda respecto al p~pel
de la Iglesia en la educación, informando que, en vísperas de la
Revolución francesa, la Iglesia tenía escuelas primarias gratuitas
casi en cada parroquia, pues eran más de treinta mil, además de
900 colegios, sin contar los Seminarios Menores y Mayores. Mu-
( 17) «Je ne sais si, a tout prendte et malgré les vices de queléiues--uns
de ses membres, il y eut jam.ais dans le monde un clergé plus remarqua­
ble que le clergé catholique de France au moment OU la Revolution -l'a sur­
pris, plus éclairé, plus national ... J'ai commencé l'étude de l'ancienne so­
cieté plein de préjugés contre luí; je l'ai finie plain de respect» .. Citado
por Jean DuMONi', op. cit., pág. 1.5.5. Es parecido el testimonio de TAINE:
«J'ai lu vingt volumes des procCs-verbaux de leurs Etats (LANGUEDoé, Pro·
vence, etc.). On ne peut 'Voir de meilleurs citoyens ni d'administrateurs
plus integres». Citado por Jean 'DuMONT, op. cit., pág. 155.
388
Fundaci\363n Speiro

ESTUDIOS SOBRE LA REVOWCION FRANc;1µ4
chos de estos cqlegios gozaban del prestigio internacional. Así,
por ejemplo,
el colegio de los benedictinos en Saint-Maur (col­
lege de Sorezc, Taru) en el año 1789 tenía más de 500 estudi,µ¡­
tes extranjetos, de los cuales el 20% eran. de Estados "{}nidos.
Cuando el general Bonaparte asume el gobierno recomienda, a )os
padres benedictinos
de este colegio la reorganización de toda la
educación de Francia. Los colegios
de la Iglesia aceptaban a la
juventud procedente de todos los grupos sociales sin ninguna dis­
criminación, mientras que,
en la misma época, los «filósofos» in­
sistían
en la exclusión de la juventud campesina y obrera (18 ). La
educación en las escuelas parroquiales casi siempre fue gratuit~,
mientras que en los colegios pagados, los alumnos de las familias
modestas gozaban de becas. Como una curiosidad,
el autor ¡nen­
ciona que varios protagonistas de la Revolución francesa gozaron
en su juventud de estas becas, por ejemplo: Camille Desmoulins,
Jacques Danton, los hermanos Robespietre, etc.
·
En vísperas de la Revolución, en la Iglesia de Francia actúa
el santo varón Benoit Labre ( 17 48-1783 ), conocido por la santi­
dad de vida
y por su fervor pastoral; sin embargo, el autor lo r.;_
cuerda más debido a sus famosas profecías respecto a la pronta
persecución de la Iglesia, de su clero, de la profanación de las
hostias consagradas
y la destrucción de los templos, lo que plena-
mente se cumplió diez años después.
·
En los años 1788-1789 toda Francia está inundada con los
folletos antirreligiosos. Pierre Gaxotte, citado
por el autor, anota:
«durante tres semanas aparecieron
más folletos que durante todos
los treinta últimos años». Los editaba el Club de los Treinta, wia
de las instituciones jacobinas, con filiales en todo el país. Esta
acción subversiva entusiasmó incluso a algunos sacetdotes, los
(18) El famoso LA CHALOTAIS escribla: «Le bien de la sodété demande
que les connaissances du peuple ne s'étendent pas plus loin que ses occu­
pations», y VoLTAIRE lo aprobaba: «Je vous remercie de proscrire l'étude
chez les labm,ireurs». Y el voltariano CoYER, en su Plan d'éducation publi­
que, constata que entre los 5,160 alumnos-_de los colegios de París, 2.460
son hijos
de campesinos y obreros, y exige que sean expulsados. Vid. Agus-­
tín SICARD, Les étude's classiques avant la Révolution, París, ·18871 citado
por Jean DuMONT, op. cit., pág. 169.
389
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MIGUEL PORADOWSKI
que en los Cuadernos de que;as del clero (Cahiers de doléances
du clergé),
dirigidos al rey, pedían drásticas reformas en la Igle­
sia y, especialmente, su «democratización», es decir, la absoluta
igualdad entre los obispos
y curas pártacos y la elección de los
obispos y párrocos porla feligresía. En el folleto «Le diable dans
l' eau bénite»
se exige la reducción de los obispos de 13 5 a 3 5 y
la supresión completa de todas las congregaciones religiosas; de­
seo plenamente realizado durante la Revolución francesa.
La segunda parte de la obra de Jean Dumont lleva el título:
«Aux armes, citoyens!» ou l'assaut révolutionnaire contre·l'Eglise,
tomando las primeras palabras de la Marsellesa; describe en segui­
da los detalles de este asalto contra la Iglesia.
El primer capítulo
de esta segunda parte tiene un título muy
elocuente: L'e¡sentiel de la Révolution: l'antichristianisme; en
este título
se expresa la principal tesis del autor: la Revolución
francesa es esencialmente anticristiana.
Se empieza por recordar
que esta tesis no es una novedad, sino la opinión de casi todos
los primeros historiadores de
la Revolución francesa, y que sola·
mente mucho más tarde fue acompañada
e, incluso, reempla2ada
en la opinión pública por la tesis «oficial» (es decir, de los go­
biernos i2quierdistas que se impusieron con el tiempo) de que la
Revolución francesa es la cumbre del progreso de la humanidad.
Los primeros historiadores de
la Revolución francesa -'Como fue
ya oportunamente mencionado--insisten sobre este carácter anti­
cristiano de ella.
El autor recuerda que, hace poco, en la obra
de Manuel Moreno Alonso,
Revolución francesa en la historiogra­
fía española, Sevilla, 1979, se menciona que esta opinión fue com­
partida por muchos historiadores españoles, entre ellos por Het·
vás y Panduro, en su obra Revolución religiosa y civil, escrita en
los años 1790-1800.
Jean Dumont desmiente
la opinión de que en Francia existiera
antes de la Revolución francesa algún
· movimiento político repu,.
blicano, pues incluso durante bastante tiempo después de la de­
capitación del rey Luis XVI (21 de enero de 1793) todos los
franceses siguen siendo exclusivamente monárquicos, y la única
diferencia entre ellos es de carácter religioso: unos son monárqui-
390
Fundaci\363n Speiro

ESTUDIOS SOBRE LA REVOLUCION FRANCESA
cos cat6lic;os y otros no son pa,:tidarios de la monarquía cat6lica,
sino de
la laica, y, entre éstos, hay una gran variedad de opinio­
nes,
según los credos religiosos o ideol6gic;os que profesan: son
ellos los que decapitan al rey Luis XVI, no por ser
monarca, sino
por ser
cat6lic;o, pues desean reemplazar la m~narquía cat6lica
por una
monarquía laica, o protestante, o «deísta»; decapitando
al
rey Luis XVI, pensaban reemplazarlo con.el duque de Orleans,
llamado Felipe-Igualdad, el padre del futuro rey Luis-Felipe
(1830-1848).
Los mismos «padres de la Revolución francesa»: Voltaire,
Diderot, Rousseau,
D' Alambert, Mirabeau, etc., fueron moµár­
quicos. Voltaire escribía: «Mieux vaut servir sous un !ion de bon­
ne maison que sous deux cents rats de mon
espece». Diderot, el
adulador de
todos los reyes y príncipes, servía a la emperadora
Catalina
II de Rusia como secretario, y a ella vendió su biblio­
teca por la astron6mica suma de 2,5 millones de francos de hoy
día .. Rousseau afirmaba que prefería «les fets de quelque grand
prince que l'insuportable
et odieux joug des égaux» y que «jamais
approuvé le gouvemement démocratique», además, en los pro­
yectos de las Constituciones para Córcega ( 1765) y Polonia
( 1772) no prevé
ningún tipo de elecciones. Mirabeau fue un ar­
diente defensor de la monarquía, siendo partidario de cambios ex·
clusivamente dentro del régimen monárquico: «dans le
system.e
monarchique... pour empi,cher · l'invasion de la démocratie qui
s'avance sur nous». El eminente historiador
francés P. Gaxotte
concluye: «S'il fallait ramener
a l'unité la pensée du XVIII' siecle
ou du moin.s de ses écrivains, on pourrait avancer qu'elle a eté
antichrétienne; on ne saurait prétendre qu'elle ait antimonarchi­
que»
(Le siecle de Louis XV, París, 1963, vol. II, pág. 160).
Daniel Mornet, el especialista del siglo
XVIII, afirma: «Personne
n'est, m8me sans l'avouer, républicain» (artículo «Révolution», en
Dictionnaire des Lettres fran,aises ). Todas estas citaciones son de
Jean Dumont.
En todos los Cuadernos de queias (Cabiers de doléances) nadie
menciona a
la república. El día tan cacareado del H de julio ( el
actual día de la fiesta nacional de Francia), en el cual fue «toma-
391
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MIGUEL PORADOWSKI
da» la Bastilla, primeramente fue el día festivo para celebrar y
aclamar al rey y a la monarquía. Todavía solo a un mes antes de
la proclamación de la República, el 7 de julio de 1792, la
Asam­
blea Legislativa prohíbe hablar de la república, pues nadie tenía
apuro para reclamarla (19). La supresión de los títulos aristocrá­
ticos y de los privilegios por el decreto de 4 de agosto de 1789
se realiza por iniciativa
de los mismos arist6cratas.
El autor clasifica de mito la tesis marxista sobre la Revolu­
ción francesa como efecto del conflicto entre la aristocracia (los
opresores y explotadores) y
el «pueblo» (los oprimidos y explo­
tados). Esta tesis marxista se encuentra en varias presentaciones
y
en una forma muy popular y simplificada de la «historia ofi­
cial» en el libro de Albert Soboul Précis d' histoire de la Révolu­
tion
fran~aise, París, 1962, publicada por Editions Sociales, una
institución editorial del partido comunista
de Francia ( en sus
nuevas ediciones publicadas con el título L'Histoire de la Revo­
lution
fran~aise, Gallimard, y en una edición abreviada con el tí-
(19) Formalmente la República es proclamad• por la Convención el 10
de agosto de 1792; sin embargo, la gran maylJria de la población sigue
reconociendo exclusivamente a la monarquía y a su representante el rey
Luis XVI, imposibilitado de gobernar libremente. Después de su decapi­
tación, los monárquicos solo reconocen como monarca legítimo a Luis.XVII,
el hijo del rey decapitado. La situación se complica con la muerte carcelado niño-rey, pero los monárquicos (principalmente los campesinos)
siguen fieles a ]a monarquía, reconociendo a Luis
XVIII1 el hermáno del
asesinado ·Luis XVI, quien también está por algún tiempo imposibilitado
de gobernar, ,y llSU!ne todo d podet solo después de la abdicación de Na­
poleón Bonaparte en 1814; su reinado está interrumpido por los .«cien
día.s» y se normaliza solo después de la segunda caída de Napoleón, a raíz
de su derrota en Waterloo. Luis XVIII gobierna a Francia hasta su muer-­
te en 1824 y la monarquía tradicional sigue· eón el rey Carlos X, el her~
mano de los reyes Luis XVI y Luis XVIII, hasta 1830, cuando llSU!ne d
el rey Luis-Felipe (el hijo de Felipe-Igualdad) y gobierna hasta 1848, el
afio de la revolución y de la Segunda República encabezada por el Presi­
dente, el futuro Napoleón III, quien pronto se proclama Emperador, sien~
do confirmado pot' plebiscito, y gobierna hasta -1871, terminando la guerra
franco-alemana, adviene la revolución y la instalación de la Tercera Re­
pública.
392
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ESTUDIOS SOBRE LA REVOWCION FRANCESA
tulo Revolution fran,aise, en la colección «Que sais-¡e?») (20).
Jean Dumont, polemizando con esta
tesis, sostiene que, en rea'
lidad,· ocurría lo contrario, pues durante la Revolución francesa
los campesinos defendían a los nobles y aristócratas
de la acción
destructora
de los revolucionarios y que, gracias a aquéllos, la
gran mayoría de los
«chateaux» fue salvada de la destrucción, que­
dando
en manos de sus propietarios hasta hoy día.
El autor formula una tesis contraria, la que sostiene que, du­
rante la Revolución francesa,
no existió «lucha de clases», sino
una solidaridad entre todos los estratos sociales; el conflicto no se
planteaba al nivel de «clases», sino al nivel
de «ideologías»; por
un lado la posición tradicional católica y, por el otro, la posición
radicalmente anticatólica, como consecuencia
de la previa propa­
ganda antitreligiosa de los «filósofos» durante todo
el siglo XVIII,
la cual después está asumida por los jacobinos, los que se com­
ponían
de gente de todos los estratos sociales, con excepción de
los campesinos y obreros. Jean Dumont recuerda que los prime­
ros actos de violencia revolucionaria (la violence révolutionnaire)
fueron
dirigidos contra la Iglesia y su clero. Los actos de violencia,
en
los· famosos días 24 y 25 de junio de 1789, no fueton dirigidos
ni contra el rey ni contra los aristócratas, sino contra los obispos;
la brutal agresión contra el obispo de Beauvais y contra el bon·
dadoso arzobispo
de París, apedreado casi hasta su muerte (21);
también, antes
de la «toma» de la Bastilla, el 13 de julio, fue in­
cendiada, saqueada y destruida en
París la principal casa de las
(20) El libro de Albert So»OUL es bien conocido en el mundo his­
pánico, traducido al castellano por E. TIERNO GALVÁN y editado por Tec­
nos, en Madrid; tiene varias ediciones.
(21) Burke cita un extracto de la carta de su amigo Lally-Tolendal con
la descripción de una de estas escenas: « ... il a été au-dessus de mes for~
ces de supporter plus longtemps l'horreur que me causait ce sang, ces
tetes, cette Reine presque égorgée, ce Roí amené esclave, rentrant a Paris,
au milieu de ses assassains, et précédé des tetes de ses malhereux gardes.
Ces perfides janíssaites, ces assassins, ses femmes cannibales, ce cri de
"Tous les éveques a la lanterne", dans le moment ou -le. Roi entre daos
sa capitale avec deux évSques de son conseil dans sa voiture». Reflections
on tbe Revolution in France, Pelican, ed. 1979, pág. 167.
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MIGUEL PORADOWSKI
Monjas de la Caridad, Saint-Lazare, llena de enfetmos y po­
bres (22). Estos ataques brutales contra los conventos, especialmen­
te los femeninos, son muy frecuentes y típicos durante toda la Re­
volución francesa y en todo el territorio de Francia, y no se trata
solo de saqueos, sino más bien
de profanaciones, de destrucciones
blasfemas de altares, de imágenes sagradas, de todos los objetos
de culto. Las monjas son apaleadas, apedreadas,
maltratadas, fre­
cuentemente torturadas; las capillas y los templos saqueados y des­
truidos o bloqueados, para
impedir lá entrada de los fieles a las
ceremonias litúrgicas.
Casi siempre los atacantes distribuyen al mismo tiempo folle­
tos
y volantes subversivos y blasfemos, dejando los muros rayados
con consignas
y expresiones de amenazas, como, por ejemplo: «Le
fouet aux soeurs grisettes par la col
ere du peuple». Pero nunca
y en ninguna parte consta algo parecido contra la aristocracia.
Por
el contrario, las casas de los aristócratas quedan tranquilas
y seguras, los «salones» llenos de gente bailando, comiendo y «dia­
logando» sobre los temas «filosóficos», y así hasta el riempo del
Terror. Pero también durante
el Terror, los aristócratas no son
perseguidos, arrestados
y ejecutados por ser aristócratas, sino por
ser católicos.
En el año 1791, inmediatamente después de la publicación de
la «Constitución civil del
cleto» -por lo cual se pretende «esta'
tizar» a la Iglesia--se pasa a juramentar obligatoriamente a todos
los clérigos. El primero que jura
es el arzobispo de Sens, cardenal
Loménie de Brienn.e; algunos otros obispos y sacerdotes siguen
(22) El conocido historiador de la Revolución francesa, el decano Jac­
ques Go»ECHOT, en su libro Prise de la Bastille, sostiene que el saqueo
de la casa de Saint-Lazare fue efectuado por los «pobres y hambrientos».
Jean DuMONT rechaza categÓricamente esta opinión, pues consta que los
mismos «pobres»
y enfermos, habitantes en ella, la defendían contra l'OS
asaltantes. Además, es difícil creer que entre los asaltantes haya habido
«pobres
y hambrientos», pues en este caso hipotético, más bien habrían
robado los alimentos en vez de destruirlos, y concluye: «La vérité saute
aux .yeux: ce qui poussa les-assaillants de Saint~Lazare ne fut pas la faim
mais, outre le désir de beuverie et de vols lucratifs, la volonté d'anéantir
una maison religieuse
et son ínflúence», 'op. dt., pág. 204.
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ESTUDIOS SOBRE LA REVOWCION FRANCESA
su ejemplo; sin embargo, se trata solo de algunas excepciones, pues
la enorme mayoría rechaza categóricamente esta «estatización»
de la Iglesia,
y solo siete obispos juraron sobre 135, es decir,
menos
del 5%; el porcentaje de sacerdotes es todavía más ba­
jo (23).
Los obispos que se negaron
a prestar el juramento fueron obli­
gados a abandonar sus diócesis y muchos de ellos emigraron a los
países vecinos y desde lejos seguían administrando sus diócesis por
intermedio de su.s vicarios generales, los cuales, a su vez, actuaban
(23) Las opllllones de los historiadores respecto a esta «Constitución
civil del clero» son muy variadas<. Edinund BuRKE considera que se bus­
caba no . tanto la «estatización» de la Iglesia, como su desttucción: «L'in­
tention n'était
pas d'engager l'Eglise a servir l'Etat. On a employé le pré,.
texte de J'avantage le l'Etat pour déttuir l'Eglise•. Citado por Jean Du­
MONT, op. cit., pág. 242, de la traducción al francés.
L. A. THIERS solo ve razones exclusivamente administrativas: una vez
reformada toda la edministración del Estado e introducida una nueva sub­
división
teriitorial ~ 83 departamentos, se imponía ]a adaptación a ella
de la estructura administrativa de la Iglesia. Véase: L. T. THmRS, HistOire
de la Révolution fra~aise, en la traducci6n castellana, París-México,. 1909,
vol. I-págs. 154 y sigs.
Albert MATHIEZ acepta la opinión de THIERS: «La reorganización del
Estado entrañaba forzosamente la reorganización de la: Iglesia, ya étue
ambos aparecían, desde hacía siglos, ligados. No era posible . separarlos de
un plumazo. Nadie,_ aparte, tal vez, del excéntrico ANACARIS CLOOTS, de­
seaba esta _ separación que la apinión pública no hubiera comprendido· o
que
hubiera, mejor, interpretado como una declaración de guerra a una
religión que las masas
practicaban con-gran fervor».. La Revolución fran­
cesa, ed. castellana, Santiago, Chile, 1936, pág. 138. Curiosamente, Ma­
thiez reconoce la unidad de la · Iglesia y del Estado en Francia en esta
época y, por ende, la imposibilidad de efectuar una separación, pues for­
man una sola realidad histórica, que es la
Francia. Sin embargo, MATHIEZ,
miran.do todo desde el punto de vista exclusivamente económico ( del ma­
terialismo histórico), sostiene que · las razones aquí también fueron solo
económicas: apoderarse-de los .bienes de la Iglesia para solucionar· los
problemas
:financieros del Estado.
Entre
los otrQs historiadores _izquierdistas predomina la opinión de
Jean JAURl!s, expresada en su Histoire sociaUste de la Révolution ·fran­
faise, de que estas medidas fueron indispensables para la efectiva descris­
tianización de Francia.
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MIGUEL PORADOWSKI
en clandestinidad. Inglaterra acogió a 31 obispos, España a 15,
Alemania a 10, los Estados Pontificios a 14, Suiza a 6, etc. Mu·
chos de estos obispos tuvieron que huir a pie, disfrazados
pata
evitar
arrestos y dificultades. El primer tninistro de Inglaterra,
William Pitt, rindió a estos refugiados un emocionante homenaje
en el Parlamento británico
(24). Para todos fue evidente que la
negativa de prestar el juramento no fue la causa de las
persecu·
clones, sino más bien servía de pretexto. Además, estas persecu­
ciones
se extendían a todo el clero, tanto a los que se negaron a
jurar, como
a los que prestaron el juramento, e, incluso, algunos
revolucionarios odiaban más a los juramentados que a los no
ju­
ramentados (25). Se perseguía a todos los católicos sin distinción,
pues en la Francia jacobina ya no hubo lugar para la
fe católica,
como
no hubo lugar para la religión, porque --como lo declara el
ateo Edgar Quinet-«la Revolución llegó a ser una nueva reli­
gión» (26).
Después de este segundo período de persecución viene el ter­
cero, todavía mucho más
cruel y brutal, el de los años 1793-1794,
el famoso L'An deux, proyectado y planificado ya en 1791 en los
folletos y volantes, cuando
un pequeño grupo de curas renegados
y traidores de la
fe se transforman de perseguídos en perseguido­
res de
la Iglesia.
Si ·se trata de las víctimas del terror, es decir, de la guillotina
y de las ejecuciones masivas
--según Donald Greer, The Incidence
of
Te"º' during the French Revolution, Cambridge (Mass.),
1935-el 69% corresponde a los campesinos y obreros (los pri-
(24) «Peu de personnes oublieront la piété, la conduite itréprochable,
lia longue et doul'OUl'eUse patience de ces horiunes respectables, jetés tout
a coup au milieu d'une nation étrangete, différente par sa religion, sa
tangue; ses moeurs, ses usages. IIs se sont concilié le respect et la bien·
veillance de tout le monde». Jean DuMONT, op. cit., pág. 207.
· (25) Por ejemplo, MARAT: «Jacobhis, j'ai une véri.té a vous dire:
vous ne connaissez pas vos plus morteles ennemis; ce sont les pretres
constitutionnels... lls voulaient établir leur trone sacerdotal sur les -ruines
de la libe:tté. Ne ca:tessez plus les erteu:ts populai:tes; coupez les racines de
la superstition!». Citado por Jean DuMONT, op. (26)
Citado por Jean DuMONT, op. cit., pág. 212.
3%
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ESTUDIOS SOBRE LA REVOWCION FRANCESA
meros el 28% y los segundo el 41 %), 22,5% a los sacerdotes y
a los profesionales (abogados, médicos, etc.) y solo 8,5% a la
noble2a y

a la aristocracia, lo que comprueba que la Revolución
francesa no fue una rebelión del «pueblo» contra la aristocracia,
ni
un conflicto entre la burguesía y la nobleza, como lo sostienen
los marxistas, pues los revolucionarios mataban principalmente a
los obreros, campesinos y sacerdotes, y no a los aristócratas, a
los nobles y a
los burgueses.
Otra estadística, analizada
por el mismo autor ( en la obra T he
Incidence of tbe Emigration during the French Revolution), in­
dica que en el año 1789 había más de 400.000 nobles y aristó­
cratas y de ellos solo 1.158 fueron ejecutados, y solo 16.431 emi­
graron. Otra prueba de que la tesis marxista no corresponde a
la realidad.
En este tercer período de la persecución de la Iglesia vienen
las deportaciones en masa de
los sacerdotes, pues solo en base
al decreto del 6 de mayo de 1796 están e¡¡:pulsados 20.000 (27),
casi todos a lejanas islas inhóspitas (debido
itl .clima y la malaria),
Ré y Oléron, y también a la Guayana.
Los deportados a la Gua­
yana mueren en pocas semanas
de malaria (70% de los deporta­
dos) y de los deportados a la isla Ré, donde quedaron
encarce­
lados, murió un 50%. Estas matanzas por las deportaciones se
llamaban «la guillotina seca», para distinguirlas de las matanzas
con la guillotina en las plazas
de las ciudades de Francia.
La Revolución francesa destruía no solamente a los creyentes,
ejecutándoles o deportándoles a lugares inhóspitos donde rápida­
mente morían, sino también destruía todos los objetos del culto,
especialmente
las cruces y los crucifijos, lo cual estaba exigido por
ano de los decretos: «anéantir toutes les croix des endroits pu­
blics» (28).
J ean Dumont, quien --durante la segunda guerra mundial y
en los tiempos de la ocupación
de Francia.por el ejército de Ale­
mania bitlerista-vivió en carne propia la petsecución de los ca·
tólicos por el histerismo, hace una comparación entre estas
dos
(27) Jean DuMONT, op. cit., pág. 275.
(28) Jean DuMoNT, op. cit., pág. 277.
397
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MIGUEL PORADOWSKI
situaciones, llegando a la conclusión de que Adolf Hitler imitaba
conscientemente los métodos de lucha antirreligiosa de la
Revo­
lución francesa .. Esta imitación la ve no solamente en los campos
de exterminio, sino también en la creación de la
Deutsche Christ­
liche Nationalkirche,
es decir, una Iglesia casi idéntica a la Iglesia
estatizada en
.Francia por la Revolución francesa. También las reac­
ciones de parte de los papas Pío XI (respecto del hitlerismo) y
Pío VI (respecto de la Constitución civil del clero, de 1791) las
considera muy parecidas.
Las ejecuciones y deportaciones en masa de los sacerdotes, du­
rante la Revolución francesa y durante el gobierno de Adolf Hit­
ler, son casi idénticas. Un ejemplo concreto: en el año 1792
más
de 400 sacerdotes son deportados de Francia a España, obligados
a marchar amarrados unos a otros con cordones, recibiendo lati­
gazos durante todo el tiempo de la marcha, de manera
parecida
al ganado llevado al matadero. Así, en realidad, se practicaba el
lema de la Revolución: «Libertad, Igualdad, Fraternidad».
Es sabido que Adolf Hitler exterminaba
ante todo a los en­
fermos, a los ancianos, a los minusválidos y a los enfermos men­
tales, pero poco se sabe de que todo eso lo hacía, antes de Hitler,
la Revolución francesa. A veces, algunos historiadores de la
Re­
volución francesa mencionan la famosa «matanza de septiembre»
en Paris, en 1792;
sin embargo, no mencionan los detalles de ·ella,
que son muy elocuentes, a saber, que en esta ocasión fueron ma·
sacradas 1.400 personas, entre ellas 220 sacerdotes, siendo las
demás víctimas sacadas brutalmente de los hospitales (los enfer­
mos mentales, los. ancianos, los niños minusválidos, etc.) y de las
cárceles (los ladrones,
los asaltantes, las prostitutas, los crimina­
les sicópatas, etc.). Así, Hitler
solo segula el ejemplo de la Revo­
lución francesa, pero sin la hipocresía de ella.
Durante
el Terror, la Revolución francesa introduce una «li­
turgia del terror», la cual consiste en un ceremonial, según el cual
todas las torturas
y ejecuciones tienen que empezar por el clero;
primeramente
se torturaba y mataba a los sacerdotes y a las mon­
jas, y solo después a los demás. Muchos interpretaban la estrofa
de la · Marsellesa: «Que una sangre impura abreve nuestras hue-
398
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ESTUDIOS SOBRE LA REVOLUCION FRANCESA
llas» (Qu'un sang impur abreve nos sillons), como alusión a la
sangre de los sacerdotes. Esta sangre,. por ser de sacerdotes
--quie­
nes, debido al sacramento del sacerdocio, están .siempre unidos e
identificados con el Sumo Sacerdote
Jesucristo--, es una sangre
«sacerdotal»
y símbolo del martirio pot la fe. Por la «liturgia del
terror», esta sangre se unía con la
s,u:igre de todos los mártires de
la Revolución francesa, empezando con la sangre del inocente rey
Luis XVI, decapitado solo por ser un monarca católico,
Los últimos sacerdotes, monjes y monjas, los últimos conven­
tos, los últimos templos
y capillas, las últimas imágenes sagradas,
esculturas
y objetos de la liturgia, todo eso -las personas y los
objetos-son casi por completo. destruidos y aniquilados ~ el
«año dos» (1793-1794), mas destruidos con
un titual, pues esta
destrucción es
acompañada con una música y unos cantos com­
puestos a propósito, para ridiculizar y blasfemar. Los dibujos de
la época reflejan este ritual y dan un testimonio de que todo eso
no ha ocurrido «así no más», espontáneamente, sino de una ma­
nera deliberada, programada y preparada. Antes de destruir los
objetos sagrados
y quemarlos, se les usó para la parodia, imitando
las procesiones solemnes, arropando a los animales con los
ves­
tidos litúrgicos, poniendo las capas y casullas .e, incluso, las mitras
de los obispos, a los asnos, perros y puercos. Al mismo tiempo
se masacró a
la gente creyente en masa, como, por ejemplo, en
Angers, donde fueron muertas más de 3.000 personas, de
las
cuales 99 mártires fueron recientemente (en febrero de 1984) bea­
tificados por
el papa Juan Pablo 11. Antes de esta masacre las
tropas revolucionarias cantaban:
«Soldats,
foncez sur ces pretres,
La
bafonnette a la main.
Point
de quartier pour ces traitres,
Bourreaux-nés du gente humain» (29).
Este desprecio a todo lo cristiano,
las tropas revolucionarias
lo manifestaban también fuera de Francia, especialmente en Ita-
(29) Serge CHASSAGNE, Histoire du diocese d'Angers, París, 1981, pá­
gina 168, citado por Jean DuMONT., op. cit., pág. 323.
399
Fundaci\363n Speiro

MIGUEL PORADOWSKI
lia, quemando y destruyendo· los templos y todos los objetos de
culto, saqueando los
objetas de arte para llevarlos a Francia.
Describiendo esta destrucción vandálica, Jean Dumont subraya
que fue solamente dirigida contra los objetos del
culto cristiano;
casi nada de lo que expresa la cultura aristocrática fue destruido:
ni los lujosos muebles de los palacios y castillos, ni la cerámica
decorada con los
escudas familiares, ni los retratos de los prín­
cipes, duques, condes, barones, ni las esculturas y pinturas, ni las
bibliotecas, etc., y concluye: la Revolución francesa no fue anti­
aristocrática, sino exclusivamente anticristiana. Incluso bastaba
confesar que
se es católico, para set reconocido traidor, e inmedia­
tamente ejecutado. Al respecto menciona un caso ilustrativo: cuan­
do un tribunal popular
ju~gaba al general Quetineau por traición
y los testigos aseguraban habetlo oído gritar «¡Vive le roí! -¡Vive
la reine!», esto no fue tomado en cuenta; sin embargo, cuando
otro testigo declaró que el general también había gritado « ¡ Vive
Jesus Christ!», el tribunal de inmediato lo condenó a muerte y
fue ejecutado.
Durante el gobierno del Directorio, el cual llegó al poder por
el golpe de estado contra el primer gobierno democrático, surgido
de las elecciones,
la revolución se extiende fuera de Francia, pues
las tropas revolucionarias conquistan otros
países, bajo el pretexto
de traerles la libertad. Esta «guerra liberadora», en Italia
est,í
dirigida principalmente contra los Estadas Pontificios y, en rea­
lidad, ante todo, contra
el cristianismo y el papado. Incluso -co­
mo ya fue mencionado anteriormente-se llegó a arrestar al papa
Pío VI y llevarlo preso a Francia, donde queda encarcelado en
Valence y rápidamente muere
el 29 de agosto de 1799. Su muerte
es considerada como el triunfo de la Revolución, lo que consta
del diario
Le Claire-voyant, una publicación de los jacobinos en
el vecino Grenoble.
El mencionado periódico subraya este triunfo,
considerando que con la muerte de
Pfo VI, a quien llama «le
dernier pape» ( el último papa) se termina
el papado, además agre­
ga: «La mort de Pie VI vient mettre le sceau a la gloire de la
philosophie moderne». Y,
¿ qué fue esta «filosofía moderna»? El
ateísmo y el culto del hombre.
400
Fundaci\363n Speiro

ESTUDIOS SOBRE LA REVOLUCION FRANCESA
Para Jean Dumont, uno. de los hechos comprobantes de que
la Revolución francesa fue una revolución contra el cristianismo,
es la Vendée, es decir, la horrorosa guerra civil, extendida a una
gran parte del país,
guerra en la cual los campesinos salieron en
defensa de la
fe. La espantosa crueldad de las represiones del go­
bierno revolucionario sobrepasa todo lo imaginable. La iniciativa
de
.Ja rebelión contra la Revolución fue de los campesinos; sin
embargo, el entusiasmo de la lucha por defender
la fe se extendió
también a la nobleza
y, en algunos casos, a la aristocracia. Las
tropas revolucionarias exterminan con una crueldad excepcional
a los combatientes, destruyendo sus moradas, quemando todo, in­
cluso
el trigo todavía no cosechado. El relato de Jean Dumont
sobre
la Vendée es escalofriante; sin embargo, el autor está más
interesado en los aspectos anticristianos de la represión, que en
los detalles de los acontecimientos, pues
su preocupación está
concentrada en desmentir la leyenda de que
la V endée fue una
guerra civil de los campesinos contra los
«señores», es decir,
contra los grandes terratenientes, los hacendados nobles y aristó­
cratas, como
la presentan los historiadores marxistas. Los recien­
tes estudios sobre este tema, publicados ya después. del libro de
Jean Dumont (30), especialmente la obra de Reynald Secher,
Le
génocide franco-fran,ais, La Vendée-Vengé, 1986, confirman ple­
namente esta opinión.
El segundo capítulo de la segunda parte del libro de Jean Du­
mont está dedicado a corregir y a desmentir a un grupo de histo­
riadores católicos, entusiastas de
la actual República y, por ende,
de la misma Revolución francesa. Se trata de algunos demócrata­
cristianos: Daniel Rops, Adrien Dansette, André Latreille y
Ber­
nard Plongerond, los cuales silencian el carácter anticristiano de
-,:,.
(30) También muchos estudios anteriores al libro de Jean DuMONT
subrayan este carácter religioso de La Vendée, empezando por CRÉTINEAU­
}OLY y su obra Histoire de la Vendée mílitaire, París, 1896,.1897, varios
volúmenes, hasta el historior argentino CALDERÓN BoucHBT, quien, . en su
obra La contrarrevoluci6n en Francia, ve en La V endée una parte impor­
tante de la Contrarrevolución, la cual se desarrollaba paralelamente a la
Revolución francesa, al menos desde el momento de la encarcelación del
rey.
401
Fundaci\363n Speiro

MIGUEL PORADOWSKI
la Revolución francesa e, incluso, según Jean Dumont, consciente­
mente
la presentan de una manera completamente falsa. Este
grupo
de historiadores católico-liberales, sitnpatizantes izquierdis­
tas, partidarios del «ralliement de
l'Eglise fran~aise a la Répu­
bilque»,
es decir, de la adhesión de la Iglesia francesa a la Repú­
blica
oficialmente atea y, en realidad, perseguidora del cristianis­
mo,
especialtnente en los años 1890-1945, divulga, en el ambiente
eclesial, una visión de
la Revolución francesa reñida con la ver­
dad; en otras palabras, Jean Dumont los acusa de una consciente
desinformación.
En la polémica con los mencionados historiadores, Jean Du­
mont vuelve al asunto de la Iglesia estatizada por la Revolución
francesa, recordando el triste papel
y el trágico fin de sus prin­
cipales protagonistas. Prácticamente,
en pocos años, esta Iglesia
de la «Constitución civil del clero» dejó de existir, pues tanto
los pocos obispos juramentados, como
el grupo de sus sacerdotes,
por unas u otras razones, se secularizan. Lo hace
el tnismo ar­
zobispo cardenal Etienne Charles
Loménie de Brienne, el pri­
mero y principal iniciador y organizador
de esta Iglesia estatiza­
da (31).
En efecto, renuncia al cardenalato (26 de marzo de 1791)
y a sus funciones eclesiásticas
(el 15 de noviembre de 1793) y
poco después muere (
el 19 de febrero de 1794 ).
El obispo Henti Grégoire, el «papa» de la Iglesia estatiza­
da, quien había sido antes el primer secretario de la Asamblea
Nacional, desde el 3
de julio de 1789, anteriormente fue cono­
cido como ferviente defensor de los judíos en Francia y publicó
al respecto dos libros:
Mémoires sur les moyens de recréer le
peuple juif ( 1779) y Essai sur la régénération physique et mora­
/e de juifs ( 1784 ). El primer libro probablemente influyó so-
(31) El papa Pío VI, con ocasión de la aceptación de la renuncia
presentada por el cardenal E. Ch. Lémonie de Brienne al Colegio Cardenac
licio, declaraba: «No sabíamos y con nosotros todo el mundo no sabía,
que la revolución efectuada por la Asamblea Nacional (la Constitución ci­
vil del clero) fue proyectada, preparada y realizada por él mismo» (26 de
septiembre de 1791). Brefs et institructions de· notre Saint-Pe;e le papé
Pie VI, nouvelle édition, Rome, 1797),, vol. JI, pág. 145, citado por Jeari
DuMONT, op. cit., ¡> 402
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ESTUDIOS SOBRE LA REVOWCION FRANCESA
bre la. decisión del rey Luis XVI de mejorar la situación jurfdi,
ca de los judíos, antes de la Revolución francesa. Sin embargo,
la completa liberación de los judíos en Francia
la introduce la
Revolución francesa en nombre de la Igualdad. Pues bien, Henri
Grégoire es promovido a la dignidad episcopal con ocasión de la
estatización de la Iglesia en Francia, llegando a ser
su cabeza.
Siendo obispo de Elois, reside en
París y su diócesis la adminis­
tra sirviéndose de su vicario general.
En París toma parte en los
«trabajos» del taller de
la logia masónica Neuf Soeurs (Nueve
Musas), la misma que había estado antes integrada por los «fi­
lósofos»: Helvetius, Voltaire, Diderot, Holbach, D'Alambert, etc.,
los principales «ideólogos» que prepararon
la Revolución fran­
cesa. Grégoire tiene por «compañeros» a los más destacados
re­
volucionarios: Camille Desmoulins, Callot d'Herbois, Rabaut
Saint-Etienoe, etc.;
Henri. Grógoire también descuella entre los
obispos juramentados como terrorista revolucionario, dirigiendo
personalmente el asalto armado al palacio Tuileries el 10 de
agos­
to de 1792, tomaodo preso al rey Luis XVI y poniendo término
a
la monarqufa católica (32).
Desgraciadamente, no solo el obispo Grégoire .perteoece a
la
masonería. Eo esta época, pertenecían a ella todos los obispos
que querían estar
«a la page» y no solamente los obispos, sino
incluso algunos conventos, como los famosos de Clairvaux y
de
Cluny de la Orden de San Benito.
Henri Grégoire escoge a sus colaborados también entre per­
sonas de la peor reputación, como, por ejemplo,· al ex-capuchino
Chabot, terrorista y jefe de bandas terroristas, compuestas por
criminales, dedicados
al saqueo. El autor escribe: «Le gran vi­
caire de Grégoire est un de plus sinistres et crapuleux personna­
ges de la Révolution», y uno de sus parroquianos lo menciona
en sus
Mémoires: «Mauvais pr~tre pr&beur du matérialisme. Je
craignais tout d'un homme si affreux» (pág. 370). Teniendo gran
influencia en la Asamblea Nacional,
Chahot extorsiona a las gran­
des empresas comerciales y bancarias, como «La Companie.-des
(32) Vid., nota 19.
403
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MIGUEL PORADOWSKI
Indes», «Les Compagnies d'Assurances», «La Caisse d'Escompte»,
etcétera. Deja
el sacedocio y se casa con la hija del gran banquero
austriaco Frey; sin embargo, debido a las intrigas, se pone en
conflicto con Robespierre
y, arrestado, es guillotinado junto con
Danton y los banqueros Frey.
El otro vicario general del
obispo Grégoire es un ex-orato­
riano, Rochjean, jacobino, también terrorista, intrigante y extor­
sionista, dedicado al gran saqueo en los países vecinos, principal­
mente en Bélgica y Holanda, donde, con sus bandas criminales
revolucionarias saquean las obras
de arte. Los siguientes vicarios
generales del obispo Grégoire, Plassiard, conocido como
«infi­
me», y Vaugois, terrorista que tomó parte, en el asalto al pala­
cio Tuileries.
Jean Dumont menciona a muchos otros
de estos curas-terro­
ristas, párrocos
de la Iglesia estatizada, y los compara con los cu­
ras-guerrilleros de hoy dia, entusiastas de la revolución marxista­
comunista
y de la Teología de la Liberación, aquellos que actúan
en Colombia, Guatemala,
El Salvador, etc.
Así, la Iglesia, estatizada por la Revolución francesa, se des­
compone por dentro, sirviendo a la revolución solo durante muy
corto tiempo. Los sacerdotes terminan como terroristas
y bandi­
dos, y los
obispos se secularizan. El obispo de Autun, T alleyerand,
secularizado, se dedica a
la política contingente, sirviendo a los
gobiernos de turno; Fauchet, obispo de Calvados, secularizado,
combate a
lá Iglesia que permanere fiel a Roma, haciéndose fa­
moso por sus ataques a ella en los discursos parlamentarios (33 ).
Torné, arzobispo de Bourges, reclama en la Asamblea Legislativa
la supresión de todos los conventos para «liberar» a
las mon­
jas (34). Gracias a su iniciativa, todas las congregaciones mascu­
linas y femeninas quedan suprimidas. Gobel, arzobispo de París
(33) «Aupres des pr@ttes réfractiaires, les athées sont des anges• (Jean
DuMONT, pág. 386).
(34) «Ce n'est ·done pas un acte de sévérité que je vous propose en
rehdant les religieuses 8. la société, c'est un acte de bienfaisance ... Disper­
sons-les pour leur propre félicité. Associons-les comme malgré elles
au bon­
heur de la Révolution• (J. D., op. cit., pág. 391).
404
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ESTUDIOS SOBRE LA REVOWCION FRANCESA
(de la Iglesia estatizada), renuncia muy «democráticamente», pues
recoge
al respecto el deseo del «pueblo» (35). Sin embargo, cuan­
do
es condenado a muerte por el tribunal revolucionario, en el
último momento, antes de la ejecuci6n, grit6: «¡Vive Jésus­
Christ!
». Los pocos sacerdotes restantes de la descompuesta y
desaparecida Iglesia estatizada se dedican al nuevo culto
de la
Raz6n.
La auténtica fe cristiana permanece en
el pueblo, sostenido
por los sacerdotes fieles a Roma y activos en la clandestinidad.
Sin embargo, la destrucci6n
del ctistianismo por la Revoluci6n
francesa fue muy profunda y muy efectiva, de manera que, basta
hoy, Francia no
se recupera de ella.
El último capítulo de la obra de Jean Dumont es especialmen­
te importante e interesante, pues, en
él, el autor polemiza con
la
simplificada· tesis marxista, de que la Revoluci6n francesa fue
obra del «pueblo», que
se rebela contra su siruaci6n de «explo­
tado y oprimido». Sirviéndose de una documentaci6n seria y
abundante,
el autor demuestra que esta opinión es gratuita.
El «pueblo», es decir, los campesinos y los obreros de la
industria, que totalizan casi el 85 % de la poblaci6n, no es . el
protagonista de la Revolución
frapcesa; por el contrario, es ad­
versario de ella y la combate. Los campesinos combaten a la re­
voluci6n en una larga guerra civil, conocida como la Vendée; los
obreros combaten a la revoluci6n con las huelgas. Antes de la
revolución, los campesinos están relativamente contentos, pues
el trabajo obligatorio de ellos, en la construcción de caminos
(la
«corvü») y en los predios señoriales sido suprimido más de veinte años antes de la revolución, con el
decreto de Turgot del
5 de febrero de 1776. Es, precisamente,
la Revolución francesa la que, en el.Año Dos (1793-1794), reim­
Pone, en forma algo distinta, la «corvée» en todo el territorio
de Francia y decreta las drásticas medidas jurídicas contra las
huelgas
. de los obreros.
Si se trata de la miseria del «pueblo», antes de la Revolu-
(35) « domestique aux ardes de son maltre» (J. D., op. cit., pág. 398). ·
405
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MIGUEL PORADOWSKI
ción francesa, los recientes estudios al respecto, especialmente
los del historiador británico Richard Cobb, informan de que
la
mortandad en 1795 en Francia es cuatro veces mlÍs alta en com­
paración con la de antes de la revolución y que la miseria del
«pueblo»
es el efecto y no la causa de la revolución. También,
en los
años de la revolución, existe una enorme baja de los na­
cimientos, de manera que, en el año 1795, en París, hay 10.000
más decesos que nacimientos, lo que se debe no solamente
al
terror y a la guillotina, sino también a la miseria y al desabas­
tecimiento· provocados. por la revolución.
Las huelgas de los obreros textiles en Lyon, en el año 1793,
vienen
como reacción contra el hambre y la miseria; sin embargo,
el motivo principal de ellas es de carácter político, pues los obre­
ros
se declaran monárquicos y protestan con la huelga contra la decapitación del rey Luis XVI
y contra la República. Es sabido que la Revolución francesa per­
sigue y maltrata a los obreros; solo en Lyon sesenta mil de ellos
son ejecutados,
es decir, la mitad de toda la población de esta
ciudad. El autor compara
estas sangrientas represiones con las
de Stalin y con el crimen de Katyn (la ejecución de quince
mil
oficiales prisioneros polacos durante la segunda guerra mundial).
Las represiones contra los obreros fueron análogas a las que
su­
frieron los campesinos combatientes en la Vendée antirevolutionaire).
La Revolución francesa, con la famosa «Ley Chapelier» del
1 O de junio de
1791, suprime el salario mínimo (/a tarif) y el
derecho a asociarse;
es la típica ley antiobrera. Así, el «pueblo»
empieza a ser «explotado y oprimido» durante la Revolución
francesa y después de ella, no antes. Todo esto en provecho de
la recién crecida ,,burguesía» (parcialmente de origen noble y
aristocrático),
la que, en este tiempo, no llega al 15 % de la
población total. Jean Dumont llama a esta situación «la confis­
cación del Estado por la burguesía» ( «un Etat confisqué par la
bourgoisie»
), y concluye que la Revolución francesa no fue obra
del «pueblo», sino de la burguesía, y que el «pueblo» fue
la
víctima de esta situación. El «pueblo» era profundamente cató-
406
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ESTUDIOS SOBRE LA REVOLUCION FRANCESA
lico, mientras que la burguesía, casi en su totalidad, se identifica
con la «filosofía», es decit, con el frívolo ateísmo de la época.
El libro de Jean Dumont tiene muchas referencias a la actual
situación en Polonia, donde
el «pueblo», representado por la
organización de los trabajadores Solidaridad, no es el protago­
nista de la nefasta revolución marxista-comunista, sino su
vícti­
ma. En la Polonia actual, de manera parecida a Francia, durante
la Revolución francesa de los jacobinos, un pequeño grupo de
comunistas, apoyados por la Unión Soviética,
la ocupante del
país,
opritne y explota al «pueblo». Este pequeño grupo, 'orga­
nizado como partido comunista ( que oficialmente se llama el
«partido obrero»), compuesto casi exclusivamente por «burgue­
ses»,
es análogo al partido de los jacobinos de la Revolución
francesa; ambos hacen la revolución solo en su
pro¡¡io provecho,
esclavizando y explotando al «pueblo». Y no hay
nada de extraño
en esta «analogía», pues la revolución comunista-marxista es una
consciente imitación y continuación de la anticristiana Revolución
francesa.
Las informaciones y opiniones de
Jean Dumont están plena­
mente confirmadas y completadas por otros estudios recientemen­
te publicados. Así, por ejemplo, la obra de Reynald Secher,
Le
génocide
Franca-fran~ais. La VendéesVmgé, París, PUF, 1986,
página 338,
ya anteriormente mencionada, elogiada por varios
renombrados historiadores de
la Revolución francesa y presenta­
da por dos de ellos, Jean Meyer y Pierre Chaunu, en los respecti­
vos «préface» y «avant-propos», no solamente confirma las in­
formaciones y opiniones de Jean Dumont sobre
la. Vendée, sino
también. aporta
mucl,os datos nuevos, que aquí conviene mencio­
nar, a saber: en pritner lugar, el periodo exacto en el cual se
desarrolla esta espantosa guerra civil religiosa; en segundo lugar,
a qué territorio de Francia
se extiende, y, en tercer lugar, hasta
qué punto
se puede hablar de una «destrucción total». Todos
estos
tres aspectos de la Vendée siguen siendo muy discutibles y,
además, están estrictamente vinculados entre sí.
La Vendée, en el sentido del descontento y de la rebelión
contra la Revolución francesa, empieza junto con ella, pues es
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MIGUEL PORADOWSKI
una inmediata reacción contra la descristianización, llevada a cabo
por la revolución, que entonces empieza con la proclamación de
la Constitución civil del clero (el 12 de julio de 1790). Sin
em­
bargo, otra cosa es la «rebelión» y la «insurrección armada», la
cual se manifiesta solo a comienzos de marzo de 1793 y dura
hasta
el decreto de pacificación del cónsul Bonaparte ( el 28 de
diciembre de 1799
). Sin embargo, abarcando un territorio muy
amplio y extendiéndose hacia Bretafia, Normandía e, incluso, a
los territorios que después pertenecen a Bélgica, no termina si­
multáneamente en todas estas partes
y, en algunos lugares, per­
dura incluso hasa la caída de Napoleón.
La Vendée, como una
horrorosa guerra civil, dura siete
afios, pero la Vendée como
rebelión contra la descristianización y contra la República dura
hasta la Quinta República ( 36
). A.demás, el autor no habla de
«una» guerra civil, sino de «las» guerras de
la Vendée, pues, en
realidad, hubo sumultáneamente varias guerras de
la Vendée.
-¡w s:,uopl!J.>do •"{ :ip «ow1:i¡» p o o¡,o¡µ:i:,¡ p 'opmúl:is "1
litares de las guerras de la Vendée es bastante complicado, pues,
en algunos períodos, hay lugares completamente
«pacificados»
debido a una destrucción completa, mientras que en otros, me­
nos devastados, las operaciones seguían adelante. Básicamente se
trata de un
territorio de 10.000 kilómetros cuadrados. En el afio
1793 abarca, como territorio independiente del gobierno revolu­
cionario, a 53 departamentos sobre
los 83 (37).
Lo tercero, el grado de destrucción, es lo más detalladamente
estudiado por
el autor. El libro empieza con una descripción mi­
nuciosa de la extraordinaria riqueza de esta parte de Francia,
en vísperas de la revolución.
El ganado sobrepasa las 200.000
cabezas. Hay dos millones de ovejas, que abastecen de lana a
la
(36) «L'eo.semble de ces événements est hautement significatif et il est,
des lors, aisé de comprendre le traumatisme subí par les populations. Il
a: marqué pour plusieurs décennies l'histoire, le sentiment politique et idécr
logique et le co.mportement social du pays: la Vendée militaire sera avant
tout ant-républicaine
jurqu•a la Vª République», op. cit., págs. 304-305.
(37)
«En fait, au couts du printemps-été 93, le gouvemement central
ne se
fait plus obéir que dans une trentaine de départements au plus»,
ibid.,
pág. 32.
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ESTUDIOS SOBRE LA REVOWCION FRANCESA
industria textil francesa. El autor habla de una verdadera «revo­
lución» agraria (38). Toda esta
riqueza queda destruida y que'
mada por las tropas revolucionarias; también quedan destruidas,
en gran parte, las edificaciones en el campo y en las ciudades.
Los revolucionarios deseaban que la Vendée se transformara en
el «cementerio de Francia»; vienen órdenes que exigen de las
tropas una destrucción total. Solo con la llegada al poder del
general Bonaparte viene no solamente
el apaciaguamiento, sino
también la reconstrucción por cuenta del Estado. Con ocasión de
esta reconstrucción
se hace un registro exacto de las pérdidas
materiales, según
el cual se pagan las indemnizaciones. Es pre­
cisamente esta documentación
la que sirve al autor en la estima­
ción de la destrucción.
Las pérdidas humanas de
la V endée son más difíciles de es­
timar. Generalmente fueron calculadas en 400.000 a 500.000.
Sin embargo, las muy minuciosas y detalladas investigaciones del
autor, presentadas en
su libro, le permiten reducirlas a 117 .227,
si se trata solo de los habitantes de
la Vendée y muertos en com­
bates, sobre una población de 815.029 personas, es decir, el
15 % (39), lo que permite al autor hablar del «genocidio Fran­
co-francés». Pierre Chaunu,
en el mencionado «avarit-propos»
de
'este libro, compara el comportamiento de las tropas revolu,
cionárias
en la guerra de la V endée con el de los SS de la Ale­
mania hitlerista, de los Gulags (los campos de exterminio) de la
Unión Soviética y de
los «khmers» rojos. El hecho de que se
trata de un consciente y premeditado genocidio, queda fuera de
(38) «Le nord-ouest des Deux-SCVres conn.ait une véritable révolutlons
agrkole. Le préfet Dupin !'explique par le fait qu'en 1766 Choiseul ait
rendu_ libre la circulation du blé. Six ans sµffisent pour changer la face de
tout le pays: on recueille une quantité prodigieuse de-,blé; c'est l'époque
la plus brillante de la prospérité de ces contrées», op. cit., pág. 205.
(39)
Franc;ois R.&VEL, comentando este libro en un artículo de la re­
vista francesa Le Point, calcula que, en proporción a la población actual
de Fxancia, esq significa 7 ,5 millones de personas.
Si se trata de la destrucci6n de las viviendas, el porcentaje llega al
20 %, pues son 10.309 casas destruidas sobre las 53.293 existentes antes
de la guerra civil.
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toda discusión, pues existen al respecto innumetables textos de
los discursos en la Convención
y en los documentos del Comité
de Salud Pública. El autor los cita frecuentemente.
Mas las modestas cifras
de Reynald Secher ( 117 .227) no in­
clnyen las pérdidas humanas de las tropas revolucionarias, las
cuales,
se puede suponer, son similares a las de los combatientes
de
la Vendée, es decir, otras 117.227 personas. Además, tampoco
incluyen a
los otros combatientes, los que no son habitantes de
la Vendée, es decir, los muy numerosos voluntarios monárquicos,
los que, sea por razones políticas,
sea por motivaciones religio­
sas, tomaron parte en esta guerra contrarrevolucionaria y que
fueron, probablemente, más de 50.000; en consecuencia, se pue­
de suponer que
la cifra total de muertos en las guerras de la V en­
dée llega a los 300.000, más próxima a la calculada tradicional­
mente ( 400.000).
A
la obra de Reynald Secher se puede reprocar que no es tan
completa
como parece, pues uno de los aspectos esenciales de
las guerras
de la V endée no está tomado en cuenta. Se trata de
la estricta relación entre
la Vendée y la contrarrevolución, la cual
se desarrolla paralelamente a
la revolución y de la cual, la V endée
es una parte esencial. Además, es sabido que los combatientes
de las guerras de
la V endée recibían un apoyo muy significativo
y casi permanente de parte de los monárquicos, combatientes en
la Contrarrevolución, especialmente de los refugiados en Ingla­
terra,
de donde los abastecían. de armas y municiones. Lo mismo,
en menor escala, existía entre
los combatientes en la V endée
y los emigrantes residentes en Alemania y en Austria. Estos he­
chos fueron frecuentemente discutidos en las sesiones de la Con­
vención
y, hasta algún punto, justificaban a los ojos de los re­
volucionarios sus drásticas y crueles medidas y, ante todo, el afán
de una destrucción total
de la Vendée, tan total que, incluso, se
proponía borrar el nombre de la lista de los departamentos y, en
su lugar, poner
el nombre de «Vengé» (lo cual justifica el subti­
tulo de
la obra de Reynald Secher ). Este aspecto es tratado por
el anteriormente mencionado estudio del historiador argentino
410
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ESTUDIOS SOBRE LA REVOLUCION FRANCESA
Rubén Calderón Bouchet, en su libro La· contrarrevoluci6n en
Francia, Huemul, lluenos Aires, 1960.
Otro estudio, que completa la visi6n de la Revoluci6n fran­
cesa, de Jean Dumont,
es la obra del profesor Jean de Viguerie,
Cristianis¡ne et Révolution, Cinq Lerons d'histoire de la Révolu­
tion franraise, NEL, .nueva .edici6n de 1986, 280 páginas. El
subtítulo hace alusi6n al origen de este
libro, las cinco conferen­
cias dictadas en la Universidad de Angers en los años académi­
cos
1984-1985 y 1985-1986, las que después fueron completa­
das y presentadas en forma de libro. Se trata de una exposi6n
bien ordenada, clara y documentada (gran cantidad de referen­
cias a las fuentes), además, el autor hace frecuentemente
acerta­
das alusiones a la situación actual de la Jglesia.
La primera conferencia eva el título: «La religión y la Igle­
sia de Francia en los últimos años del Régimen antiguo». Es.os
«últimos años» son los diez que van de 1780 a 1789. El autot
constata:
en el año 1789, la .gran mayoría de los franceses soo
cat61icos practicantes; quince años después, dutante el gobierno
de Napole6n, la cuarta parte de los
cat61icos no cumplen con la
obligaci6n de confesi6n y comunión con ocasión de
la Pascua de
Resurrección y no asiste a
la Santa Misa dominical; la descristia­
nización masiva de Francia empieza, pues, con la revolución.
Este hecho, según el autor, es el resultado de una fuerte y
sistemática campaña anticristiana, llevada a cabo dutante tndo
el
siglo xvm. Casi ninguno de los campeones de la lucha anticris­
tiana
se declara ateo a materialista; por el contrario, casi todos
ellos se declaran
creyentes en un Ser Supremo ( 40) y reclaman
una vida moral
y virtuosa; sin embargo, atacan brutalmente los
dogmas de la fe cristiana
y ridiculizan la mota! del Evangelio.
Todavía
en el año 1789, antes de que empiece la revolución,
casi toda
la población de Francia es cristiana, pues casi tndos son
bautizados, con excepción de los
40.000 judíos; entre los cris-
(40) Voltaire escribe: «Si Dieu n'existait pas, i1 faudrait l'inventer;
mais toute la nature nous cri qu'il existe» (René PoMEAU, La religion de
Vóltaire, París, 1956, pág. 385). El autor cita análogos textos de otros «fi­
lósofos».
411
Fundaci\363n Speiro

MIGUEL PORADOWSKI
tianos todos son católicos, menos los 500.000 protestantes; los
bauiliados, católicos y protestantes, conocen muy bien sus re­
ligiones. Los libros religiosos son leídos; solo en los años 1788-
1789
se publica más de un millón y medio de ejem¡,lares. En to­
dos los estratos sociales por igual existe una extraordinaria
de­
voción al Sagrado Cora2ón, al Santísimo Sacramento y

a la Santa
Cruz, además de las devociones marianas.
En el año 1789 hay 139 diócesis y más de 40.000 parroquias,
con uu cleto (incluidos los monjes y las monjas) de 130.000
pet­
sonas, cuando la población total del país es de 26 millones. La
Iglesia
es económicamente autosuficiente y se mantiene con las
rentas de sus bienes, los que provienen de donaciones y funda­
ciones voluntarias. Las fundaciones tienen
finalidades concretas,
como mantención de colegios, hospitales,
universidades, casas de
huérfanos, de ancianos, etc. Los hospitales son atendidos gratui­
tamente por las religiosas, que sobrepasan las diez
mil. La gran
mayoría de los establecimientos educacionales
es atendida por las
Congregaciones, incluso las doce Escuelas Militares, fundadas en
1776, a cargo de los Benedictinos y Oratorianos.
Existe una inseparable «unión» entre la Iglesia y
el Estado.
La religión católica exige una monarquía católica. El rey de Fran­
cia tiene que
Set católico, segón la decisión de los Estados Ge­
nerales, reunidos en Blois en 1598. Sin embargo, esta «unión»
de la monarquía francesa con
la Iglesia existe desde el mismo día
del bautismo de Clodoveo, en 496, y viene a ser renovada
so­
lemnemente con ocasión de cada consagración de los reyes si­
guientes, en la catedral de Reims. El rey es también «obispo»,
pues por la consagración deja de ser un «laico», entrando en el
«cleto» con el título del «obispo de afueta» (l'év&aue du de­
hors» ), como protector de. la Iglesia. Con ocasión de la consa­
gración monárquica, el
rey también recibe la categoría de «tau­
maturgo»
con el podet de curar a los enfermos, especialmente a
los que
padecen una enfermedad llamada «écrouelles», segón el
rito: «el
Rey te toca, Dios te cura» ( «le Roi te toucbe, Dieu te
guérit»; desde Luis XV la fórmula es: «le Roi te touche, Dieu
te guérisse»
). La Iglesia reza por el rey y por la monsrquía; to-
412
Fundaci\363n Speiro

ESTIJDIOS SOBRE LA REVOLUCION'FRANCESA
dos. los domingos, despufr de la Santa Misa, el sacetckm, canta
«Domine ,salvum .fae regem». En cada hogar, por la noche, 'toda
la familia,· junto con sus. domésticos, termina sus oraciones con
los rezos por . el rey, pidiendo su salvaci6n eterna y la petseve­
rancia ,en la fe de toda la «familia de San Luis» (41).
· L,¡ autoridad del papa, en .los· asuntos in~ de Francia, es
limitada: las
bufas papales y los decretos conciliates, pata sus
efeqos civiles en Francia, tienen que ser examinados y registra­
.dos por los Parlamentos.
El Estado hace respetar la moral cristiana; por. ejemplo, el
derech.o penal ·castiga con la pena de muerte el aborto y . el in­
ces.to.
Este tipo de sanciones tenían lugar todavía durante el rei­
nado-•de
Luis XVI, .es decir, ·hasta la revoluci6n. También el sa:.
cril~gio era castigado con la muerte; el 1 de .julio· de 1766, "el
cabillero de .la Ba.tre fue. decapitado por haber mutilado un cru­
cifijo. Así, la monarquía cat6lica es parte integral y esencial de la
historia. de Francia .hasta la revolución.
En la segunda .conferencia, el autor analiza la , nueva situa­
ci6n. !im~e
el I\st!U;ic;). y la Jglesia,. un.a situaci6n creada por la re­
voluci6n, La revolu<;i6n .-empieza con Ja transformaci6n de los
Estados Generales en la Asamblei, Constituyente (lo cual es por
SÍ ll'ÍSJI\O un. acto revolucionario), ]o cµal significa la supresi6n
del,.otden eclesiástico.y, por ende, la.suP,resión-de la Iglesia como
una
instituci6n tradicional, .esencialmente vinculada con el Esta­
dq ~onárquico cat6lí!'O; esta sitwici6n se agrava todavía m~s
por fa supresión de la mon.arquía, Sin embargo, atites pe ser ~sta
suptjnrida,
viene la radical laicizaci6n dd Estado y a este Esta­
do !,¡leo se somete .a .la. Iglesia por la «Con.stituci6n ,civil del cle­
ro» Ú0-24 de agosto de 1790)., Así,. la revoluci6~ destruye todo
el' edificio .estatal de Francia ,de más de trece sigl~¡ s~ destruye
la armoniosa relaci6n entre
el Éstado y la Iglesia, los que, jlll)"
(41} «Stdgneur.,. ~auvez .. 1e Roí~ -~ bénissez .sa. famille:_ -oons~ .la
fat;nilli;_ . de sáiht_ · _iou.is, et _faites -. · que ses : enfants·. ·50ient ir,nita~eµts dé. sa
foi». L'/;Jffice divin iJ l'usagé dé Róme ... E~ fáveur des Laíques "qui fré­
i¡u'eii~ent' leúts PárOisiei~ Pa±fs·, 1769/pág. 33. Citlldo· p'or ~-aúi:or, Óp;: cit:~ pdg.' 36, . . . • .
4B
Fundaci\363n Speiro

MIGUEL PORADOWSKl
tos, .durante trece siglos, «hacen a Francia»; se laiciza el Esta­
do
y, a este Estado laico se subordina la Iglesia (lo que, por sí
mismo,
es un acto de violencia). Los otros cambios que introduce
la revoluci6n, son las consecuencias
l6gicas de· esta ruptura radi­
cal con el pasado
y con la tradici6n. En realidad no se trata solo
de subordinar la Iglesia al Estado, sino de una total estatizaci6n
de la Iglesia. Jean de Viguerie describe con mayores detalles que
Jean Dumont este esfuerzo de estatizaci6n de la Iglesia
y su
completo fracaso, acompañado, sin embargo, parad6jicamente con
un gran
éxito, si se trata de la destrucción de la Iglesia.
En el tercer capítulo,
el autor describe la «gtan persecución»
de la Iglesia en el
período del gobierno de la Asamblea Legisla­
tiva, con sus varias. masacres del clero y de los católicos laicos,
mencionando muchos detalles que completan el relato
de Jean
Dumont. Entre ambos relatos hay algunas diferencias, pues se
basan
en distintas fuentes.
En la «gran persecución», el autor distingue dos etapas: una
durante el gobierno de la Asamblea Legislativa y otra durante
la Convención.
En la primera etapa, la Legislativa, las atrocida­
des empiezan con la masacre del 2 de septiembre de 1792,
en que
se asesina, primero, a tres obispos y a un centenar de sacerdotes
y después a 1.200 personas más, sacadas de distintas prisiones,
casas correccionales y asilos, en total más de 1.395 personas
solo en París. Sin embargo, previamente, en los meses de ju­
nio, julio y agosto, en distintas localidades en todo el
país, hubo
muchos sacerdotes· lapidados, ahorcados y ahogados, en· lo que
se llamó «la chasse aux calotins». La masacre del 2 de septiem­
bre, pocos
días después, se· extiende a otras ciudades, especial­
mente a Meaux
(donde siete sacerdotes son degollados), a Reims
(con dos sacerdotes quemados vivos), a Charleville, a
Caeny a
Yyon.
La persecuci6n de
los cristianos en el período de la Conven­
ci6n está descrita por el autor de una manera
casi igual que por
Jean
Dumont ( el libro de Jean Viguerie, en su primera edición,
es anterior al libro de éste), con mayores detalles. Uno de estos
detalles
se refiere a la «liturgia» del culto de la República. Esta
414
Fundaci\363n Speiro

ESTUDIOS SOBRE LA REVOWCION FRANCESA
«liturgia» es una imitación s.imiesca de la liturgia cristiana, hasta
el punto de que han sido compuestos los «evangelios» y las «car­
tas» republicanas por un tal Henríquez ( 42) , y, siendo aprobados
por la Convención, son leídos durante estas ceremonias blasfe­
mas. Este «culto de la · República» viene junto con el «calendario
revolucionario», votado por la Convención dos veces, los días
5 y 24 de octubre de 1793, y dura hasta la introducción, por
Robespierre, del culto del Ser Supremo, el día 8 de junio , de
1794. Sin embargo, esta nueva
«religión» de Robespierre no in­
terrumpe la persecución del cristianismo, sino, por el contrario,
la agrava.
Esta agravación el autor la trata
en el capítulo cuarto; com­
prende
el período entre el 27 de julio de 1974 hasui el 9 de
noviembre
de 1799. La situación política cambia frecuentemente
y con estos cambios vienen también distintas fases de la perse­
cución del cristianismo
y diferentes esfuerzos para sustituirlo con
nuevos cultos,
los cuales, sin embargo, no pueden desvincularse
de la 'tradición cristiana. Por ejemplo, cuando Mallarmé llama
a adorar
la Revolución escribe: «A la creación de los siete días
ha sucedido la de la Constitución francesa; en lugar del domingo
tenemos el día
décimo; en. vez de la Virgen, que sin dolor da a
luz, un hombre-Dios, tenemos un pueblo siempre puro e incorrup­
tible, que procrea la libertad.
No necesitamos tnás honrar a esta
trinidad heteróclita e incomprensible de los ciistianos: libertad,
igualdad y fraternidad es la trinidad que debemos incensar» ( 43 ).
(42) Eilte libro lleva el título: Epltres et Evangiles du Républicain
pour toutes les décades de l'année a l'usage des ;eunes sans-culottes, · l'an
deuxieme de la République fran,aise .une et indivisible. He aquí un ex­
tracto del «evangelio» pata la segunda década del mes niVOse: .«En CC
temps-la un peuple libre défendait ses ,droits contre plusieurs nations d'es·
claves. Or le signe de ralliement , du peuple libre éttait une cocarde trico­
Iore; et les esclaves devenaient furieux quand ils apercevaient ·ce signe de
liberté et de concorde ... ». Como se ve, la lectura empieza con las palabras
con las cualea tradicionalmente empieza la lectuta de los Evangelios; la
cocarda reemplaza a la Cruz, el símbolo de la República reemplaza al
símbolo
de la fe cristiana.
( 43) «A la création des sept jours, écrivait-il, a succédé la création
415
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}4[<:;rJE~ PO,RADOW~KI.
;I'al vez, ningún otro texto nos. indica = .. tanta claridad qué
fue y qué sigue siendo, para
los jacobinos.de áyer y de hoy, la
Ra,volución francesa .
. Dos años más tarde aP!!fe<;e el culto «teQfilantt:ópko» y sus
principios son expuestos en un manual. !X>lllpt¡esto por Chemin,
Dupontes, Manuel des théophilanthropes .. Se habla de .. Dios Y .de
la)nmortalidad del alma, también de \~ ProVidenci go;
a este «dios» se lo .identjjic¡ éQ1l la Naturaleza y la .Provi­
dencia está identificada con el or4en natural; .es, pues, eridente
que se trata de una vuelta .a, la .@ijgión natural de .Newton. y de
Rousseau. Las autoridades facilitan a esta nueva
religión los. tem­
pjq,; católicos y el nuevo CllltQ se 4esarrolla. dentro del nuevo
qilendario, . con. la· obligación de trabajar·· el día décimo (los in,
fwctores sqn ~tiga¡los con. prisión). Se educa por la participa­
ci<$n enlas fiestas, «republicanjzando» a los franceses e, incluso,
algo más; se pretende crear un «hombre nqevq» (de n1JevQ qna
imitación simiesca del cristianismo), un Jsevolus:ionario repuh!i,
~ano; creyendo. que se puede «cambiar. la substancia .del hom,
bre» {44 ), como consta en un escrito de La Rcívelli~e, Essai sur
les mpyens de. /aíre participe,. l'u11ivers#é. des spet;tateurs)J ,to11t
e~ qui se pratique dans lés jetes natipnales, lejdo en una sesión
cl~ «Ciencias morales y polítlcas» de!JnstiturQ Nacional de-Fran"
.cia, el día «22. vendémia:re; l'an VI de,la Répqblique».,
En . el. alío 1799, la pei;secución del cristianismo llega a la
cima. Curiosamente,. este.
sw:ritnientQ 4e Ja Iglesia en Frapcia ~
encabezado por el mismo papa, quien, como prisionero, habiendo
sic;lo,. traído por fuerza 4esde Italia, cotnparte con el cler<;> fran-
de la cOJ1Stltution 'frá~se; au lieu du. dinutnche, nous autoris le décadi.
Ge n'est plus .une víerge enfantant sans douleur un homme-dieu; c'est le
peuple toujours pur et incorrupnble, méttant au monde . la liberté. Npus
n'a.vons ·plus. a. honorer cette trinité hétéroclite et incompréhensible., des
chrétiens: liberté, égalité, fratemité, voila celle que nous ·devons_ encea­
ser .. _. •~ op. cit., pág. 184.
(M) «Modifié la substance de l'homme, de manim: a l'identifier avec
la forme du gouvernement et. a faite de l'amour de la liberté sa .passion
dominante», op. cit., pág. 217. Es decir, no la .tabaquera para la nariz,
sino. la nariz para Ja tabaquera ..
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ESTUDIOS SOBRE LA REVÓLUCÍON FRANCESA
cés el: exilio y el martirio (muere el 28 de agosto de 1799, ,da
edad de '81 años).
Los revolucionarios
están eufóricos; creyendo 'que, córi "Ía
muerte del papa, se acaoó la Iglesia. Sin embargo, pocos mdd
después (el 29 de diciembre dé 1799), los c6nsules dé la Itep\í­
blica, encabezados por Bonaparte, aclaran que la Constitución
garantiza la libertad de culto, sin provocar con esto ningún ciri:ls
bio ínn:iediato. Solo. después de la firma del Concordato (el' 1.'5
de julio de 1801) viene la libertad de culto para los católicós,
la cual, sin embargo, resulta ser solo una libertad relativa.
Ert el último· capítulo, el autor hace un balance de la perse'
cución y de la resistencia a ella y considera que la persecudiíii
brutal y violenta del cristianismo por la revolución no es lo ni.is
importante,, sino la descristianízaci6n metódica, la cual consiste
en
· hacer · imposible a los católicos· practicar su religión, separán'
doles 'de·
los' sacerdotes, lo que se logra con las «ocho acciones
de persecución».
L.Í primera de ellas consiste en la confiscación de 'los bici:tes
de l.i Iglesia, en los cuales se incluye todos los templos, los rua'
les, una vez confiscados, son vendidos y pasan al uso profanó o
son' demolidos, La segunda es la «Constitución civil del clero»;
que
eii:íge la ruptura con Roma y con la Iglesia universal; su¡;.;J:_
dínando la Iglesia de Francia al Estado, que ·se declara ateo.' La
tercera coosiste. en la supresión de las órdenes religiosas, 'a la
que el,
autor llama la «amputación de la Iglesia», que afect¡ tam­
bién a gran' parle de los fieles, vinculados con la vida reÍigi&a
de estas congregaciones. La cuarta acción de persecución es' 'fa
reorganización,' por el Estado, de la estruci:uia administrativa d~
la . Iglesia, especialmente · la supresión de cuatro mil parroquias,
que afecta, ante todo, a la vida espiritual de los campesinos, La
quinta 'aéción de persecución · comprende todo lo que imp~iblli­
ta
a lós sacerdotes fieles á la «Iglesia de siempre», ejercer su lá­
bor sacerdotal: los arrestos, reclusiones, detenciones, deportáció­
nes y ejci:uciones, cómo también los mismos castigos, incluida l~
pena de muerte, que se aplica a todos los que, en cualquier
forma;
los ayudaban, especialmente escondiéndolos. La sextá ac-
4i7
Fundaci\363n Speiro

MJGUEL PORADOWSKI
ción de persecución es el cierre de Cl!Si todos los templos que no
fueron destruidos,
lo que dura entre los años 1793-1799. La
sciptima es el reemplazo del domingo por el día décimo; el ca­
lendario republicano de 1793 funciona hasta el final del año
17.99, es decir, que durante siete años no se celebra el
día do­
mingo y no se interrumpen las actividades laborales en los días
f,;stivos tradicionales. Como consecuencia viene una profunda
descristianización del tiempo, la que, en muchas partes de Fran­
cia, perdura hasta hoy día.
La octava acción de persecución del
cristianismo
es .la secularización del matrimonio, pues por la ley
se impone el matrim9nio civil y, a1 mismo tlempo, se prohíbe e
i!Jlposibilita el matrimonio sacramental; además, se introduce el
divorcio. Esta cruel persecución provoca una heroica resistencia; la des­
cripción de ella
constituye la parte más interesante, más bel\a y
!J]ás emocionaote del libro de Jean de Viguerie. Citando cen­
tenares de casos concretos, presentados detalladamente por los
testigos, el autor recuerda la profunda vida espiritual
de los ca­
tófü:os franceses durante la revolución, especialmente en el pe­
rfodo del T ertor. Muchos
de ellos ofrecieron sus vidas confesando
y. practicando la fe. Centenares de estas víctimas ya están bea­
tificadas o canonizadas. La Vendée es solamente una parte de
esta resistencia.
Así, la revolución y la República se identifican con la per­
secución y destrucción del
cristianismo y de la Iglesia, de ahí que,
para los católicos de Francia, ambas seao aborrecibles.
La con­
clusión del
autor es la siguiente: muchos historiadores subrayan
demasiado la heroica resistencia
de los creyentes durante las per­
secuciones de la revolución y, especia1mente, el rechazo
de los
nuevos cultos. Al leer estos estudios se puede llegar a pensar
que la persecución fracasó, lo que es falso, pues, si se toman
en
cuenta todos los aspectos y la totalidad de los hechos y sus con­
secuencias, hay que reconocer que la revolución tuvo
éxito en su
hora de descristianización:
.«la Révolution a réussi sa déchristia­
nisation» (pág. 266 ).
Una de las obras más recientes sobre la Revolución fraocesa
418
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ESTUDIOS SOBRE LA REVOWCION FRANCESA
es )a. de René Sédillot, Le. cout de la Révolution franfaise, .Edito­
riaL Perrin,
París, 1987, 285 páginas. El autor es .un historiador
a quien le gusta la síntesis; El costo de la Revoluci6n francesa es
su vigesimoquinto libro-sínesis, esta vez una síntesis de lo que
el autor llama. «el costo» de la Revolución francesa, mas, en rea­
lidad,
'se trata de un .balance: demográfico, tertitorial, jurídico,
cultural,
artístico, económico (agricultura, industria, comercio, fi.
nall1'as) y social. Frente a la misma Revolución francesa, el autor
quiere guardar
la imparcialidad: no se pronuncia sobre los acon·
tecimientos.
Por el «período de la Revolución francesa» entiende
los años 1789-1815 y
de este período hace este balance, el cual
habría tenido, seguramente, otros resultados si el «período» hu­
biera' sido reducido al deceño 1789-1799, pues, el gobierno de
Bonai,.
te frena primero y elimina después el desastróso proceso
destructivo de la revolución, y durante esos quince años se pasa
a
la reconstrucción del país e, incluso, a la construcción de un
gran imperio. Sin embargo, por otro lado, los principales cam­
bios destructivamente radicales (y
por eso «revolucionarios») he­
chos
por la revolución, gracias a Napoleón Bonaparte se consoli­
dan y afuman, especialmente en el plano jurídico; más todavía,
los· quince años del gobierno de Napoleón impiden el triunfo de
la Contrarrevoluciónq hacen que todas las futuras vueltas a la
monarquía sean solamente unos episodios pasajeros ( a pesar de
que, algunas de ellas, duran bastante tiempo) y no signifiquen el
retomo a lo de antes de la revolución. Las heridas se cicatrizan,
pero lo destruido no se reconstruye, sino más bien se construye
lo nuevo y esta construcción nueva se edifica sobre un funda­
mento en
el cual los elementos aportados por los trece siglos del
Antigluo Régimen tienen una importancia menor que lo impuesto
por los diez años
de la revolución.
El balance demográfico.
El autor calcula que las muertes de los jóvenes soldados
franceses, durante
las guerras de la Revolución y del Imperio,
llegj!n a dos millones. Se trata de juventud que no deja deseen-
419
Fundaci\363n Speiro

clencia, .ni hijos ni nietos, lo ·cual produce catastróficas consértien­
cias demográficas para el Ifaís. Estos · dos millones son casi' 'lb
mismo que Ftancia pierde durante las dós guerras inwidiales
(1914-191'8 y '1939-1945),, sin embargo, proporcioruiimente',' esó
significa.mucho más, pues la Francia·de la revolúci6n y del im­
periÓ tiene linos ·27, inillones de habitantes y la Franda de la
primera guerra· mundial
rierie 40 · millones de habitantes.'
El áutor rectJefdéque, desde el reinado de Luis X1V; éi· te­
rritorio
francés tlb sufrió invasión de tropas extranjeras hasta el
año 1792 (
el tetcer añiJ .de la revolución), lo que se rq,ite des­
pués en los año,· 1814 y 1815, esto significa lio sólameiíte la
pérdida de vidás de los soldados franceses, sino también de la
poblaci6i('civil y la destrucción del país. Mas todavía: crin lá re­
volución empjceza ¡a w,erra «democrática»' pues se llama ~: t~o
el «puebló». a toinár arnias y a combatir en los frentes como sol­
dados. Sé llama a los «voluntarios», qué no se presentan yql~­
taria'mente, sino bajo'amenazas y represiones (Decreto de 23. de
agosto de
1793 ). Prácticamente, ·todos los jlvenes no ca~, de
los 18 a los 25 años, son 11.aniados a las filas. La Conve¡ición, en
el año H94; vota la formación de. un ejército de 1.200.ooq sol­
dados, con un~ plllnta penn,,;,ente de 800.000 hombres .. · ;. : .
.
Las pér¡lidas por las guerr~ internas de. la Vendée son, cal­
culadas por,~! autor en 400.000. muertos;. las pérdidas :de fas
guerras. del:.Imperio en 700.000 (según Taine); otro.Jas evalúan
entre
430.000 y 2.600.000. El autor recuetda que La Fayette, el
día 21 de junio de 1815 {tres días después de Waterloo),· cuan­
do exige la abdicación de Napoleón, lo acusa, delante de ambas
Cámaras
reunidas, de ser responsáble de la muerte de tres mi­
llones de franceses, caídos en los desiertos de Egipto y ei, las
estepas de Rusia. Sin embargo, los especialistas estiman que las
pérdidas totales de las guerras de Napoleón llegan a .. ¡¡n .• millón
( 470.000 muertos y 530.000 desaparecidos, segón los ~gisu-'o,;
militares). Mas el asunto se complica, pues las tropas de Napo­
león
se componen no solo de franceses; haya decenas de miles de
otras nacionalidades, especial¡nente polacos, croatas, suizos, por-
420
Fundaci\363n Speiro

ESTUDIOS SOBRE LA REVOWCIONFRANCrnS'tl.
tuguesés,>ete.; 'se.supone.que, al menos una tereera parte no son
franceses
•... Además, muchos de los extranjeros no son voh:ti!ta­
rios; sino gente., obligada a integrar el ejércitó' ftancés; dé'' alií
que, frecuentemente, haya desertores que son tomados por muer­
tos o por desaparecidos.
Al fin y al cabo, el autor calrula, como
la cifra
más probable, en 1.400.000 los soldados franceses: caidbs
durante las guerras de la Revolución y del Imperio (1789-1815).
Todávfa•más romplkado es ef asunto de los muertos pór las
ejeruciones =revolucionarias: los guillotinados;' ahoicsdos, quema­
dos vivos, ahogados y, sobre todo, los fusilados. La guillotifut
funciona en muchas ciudades y con un ritmo diferente: en París
con'
un promedio de 50-60 csbezas por día; eh: Toulon 'llegan 'a
200; eri Lyon. los guillotinados son. , en total, 1.684 según los re-. '
gistros. A pesar de que la Constituyente ha habolido la pena de
muerte/la revólúción, ya en orubre de 1789;'bajo el pretexfo de
la defensa del ideal de la Igualdad, decreta que todos los' l!i~\ft,
danos, y no soLunehte los nobles, rierien eÍ d¿;,echo de ser· giii'.
llotinados {y no decapitados con hecha). La cifra de 200.000 es;
tal vez, la 'más probable. . ' '·
El balance probable total, según Sédillot, de ias ·muerte~.' ',',k,:.
lentas durante la revolución es: 400 :000 inuertod,n las gtlertá's
externas de la revolución hasta el año 1800; un millón en las
guerras de Napoleón; 600.000 en las ejecuciones y .en las gue­
rras de la Vendée, en total dos millones de. muertos (es aecit;
cuatro veces más que en la guerra civil española). . ·, ..
El bal~ce demográfico total se presenta de la. manera si~ier¡:
te: en vísperas de la revolución,. en 1789, ·Francia· tiene -23, mh
llones según Calonne; 24,8 según Necker; 26,3 según los' «Im­
puestos Internos» {comparando con los otros países: España
10,5; Inglaterra 10; Italia 18; Austria 20, etc.). Durante.el reí,
nado de Luis XVI, nacen en Francia.cada año 900.000 niños.,jl
la natalidad es de 3,7; en el año 1789, el promedió de niños pot
matrimonio es 5,27. Durante la revolución (1789-1815) 'noceri.
22,5 millonesde niños, al mismo tiempo ri:meren de muei:te uit'.
tura! 18,1 millones; los muertos, víctimas del terror Y' las ,;gue,
421
Fundaci\363n Speiro

MIGUEL PORADOWSKI
nas son dos millones; total de muertos, 20,1 millones; la dife­
rencia con los nacimientos es de 2,4 millones; la población de
Francia al final de la revolución (1815) es de 27 millones (45). ·
El . balance territorial.
El territorio nacional de Francia casi no sufre cambios con
ocasión de la revolución. Se agregan: Avignon (comprado al con­
tado,
al precio de 80 mil florines de oro, por el papa Oemente VI,
en el siglo XIV) es definitivamente integrado al Estado francés
por la dedsi6n de la Constituyente,
del día 14 de septiembre de
1791, previo plebiscito favorable para la
Francia revolucionaria;
d~ esta manera, el territorio de Francia aumenta en 3.500 kiló­
metros cuadrados. El 15 de abril de 1798 ocurre la anexión de
Mull,ouse, confirmada después por el Congreso de Viena .. En oc­
tubre de 1793, la Convención proclama la anexión de l,\dontbé­
hanl y, más tarde, también de Salm y Sarre,
Al mismo tiempo vienen algunas pérdidas: una parte de Gex,
Philippeville,
l\darienbourg, Sarrebruck, Landau y, fuera de Euro­
pa:,
Santo Domingo, L'Ile de France, Rodrigues y las Seychelles.
· , {45) Se puede observar que cuando la población de un país crece
con el ritmo 2,5-3 tiene la. ¡,osibilidad de duplicatse cada 25 a:fios; enton­
ces, 'Francia débería haber alcanzado en el año 1815 al menos la canti­
dad de 50 millones; sin embargo, esta «ley» demográficá no es aplicable
rigtitosamente antes del descubrimiento de los microbios (Pasteur), que
ha. : petmitido bajar la mortandad infantil y prolongar la perspectiva de
vida. Sin -embargo, la icidencia de 1a Revolución francesa en la catástrofe
de.Ínográfica de Francia es indiscutible.
El Terror las matanzas practicadas por la Revolución francesa no tienen
ninguna justificación aceptable; en ellas· se expresa el desprecio por la vida
humana, que caracteriza a: todos los revolucionarios; Babeuf-insiste en las
mlltanzas para solucionar de esta -manera la falta de alimentos ( véase: TAL·
MO~,. Los origenes de la democracia totalitaria, ed. castellana, Aguilar, 1956,
pág. 208). La actual revolución marxista en China también recurre a las
.llla'tanzás -de los niñ9s recién nacidos. Estas son las consecuencias de la
pérdida del concepto cristiano de la dignidad de la persona humana.
422
Fundaci\363n Speiro

ESTUDIOS SOBRE LA REVOLUCION FRANCESA
El be]ance jurídico.
Se trata de un asunto sumamente complicado y entedado,
pues se pasa de un régimen tradicional «feudal», con un .tejido
de
cuerpos intermedios y de distintos tipos de. autonomías y Ji.
bertades a un régimen nuevo, simplificado, centralizado, bur()Cra­
tizado e «individualista», es decir, a una situación en la cual el
ciuda4ano, siendo «liberado» de los cuerpos intermedios,. pasa
a depender directamente de
la administración estatal burocrática.
La exposición del .autor es demasiado minuciosa y larga pira que
pueda ser aquí resumida. La revolución introduce también algu­
nas novedades como, por ejemplo, la policía secreta, con poder
absoluto,
dictatorial. y terrorista, que sirve después como modelo
de
la futura Cheka y KGB de la Unión Soviética. En resumen:
en
.nombre de la libertad abstracta y teórica, se suprimen las in­
numerables libertades concretas y reales, garantizadas efectiva­
menre
por las leyes.·
. Según el autor, la revolución es antifeminista; se termina con
el
· papd importante y casi igual al varón de la mujer de los si­
glos anteriores, cuando las mujeres llegaban sin dificultad a ser
incluso
reinas y gobernantes. En los «Cuadernos de quejas» ( Ca­
biers. de doléances) las mujeres no reclaman casi nada, prol;,eble­
mente. en razón de que, antes de la revolución, se encontraban
en una situación casi
de igualdad con los varones. Durante la re­
volución, las mujeres son casi diminadas de la vida pública y
política. Las nuevas leyes son desfavorables para la mujer, espe-
.. dalmetrte el Código civil de Napoleón.
El balance cultural.
Antes de la Revolución casi toda la enseñanza estaba en ma­
nos de la Iglesia. La enorme red de todo tipo de institutos edu­
cativos, que
se extiende a todo el país, queda destruida, al. prin­
cipio, mismo
de la Revolución, por la «Constitución civil del
423
Fundaci\363n Speiro

MIGUEL PORADOWSKI.
clero», por la persecución de los religiosos y las religiosas y, ante
todo,
por la confiscación de los bienes de la ·Iglesia, en los' eriales
están
incluidos los edificios de las escuelas y colegios. La Revolu­
ción
bargo, no loirrealiza: La ensefianza de fa Iglesia destruida ·por la
Revolución
durante los quince años de su duración; no llega a ser
reernplazada·por
ninguna otra. Napoleón declara: «Cuando en ·1804
tne
puse ;la.corona en la cabeza, el 96% de los franceses no sa­
bían leer» (Journal de Montholon, el 20 de agosto de 1820Í; Solo
con el Iriip&io de Napoleón ·se vuelve a' una enseñanza sistemátlca,
ordenacL!
y . entregada de nuevo a las rehabilitadas congregaciortes
tna$CWinils y femeninas; se reabren los antiguos colegios y se-agre­
gan• nuevos. En ·e! año 1789 el 37% de los franceses' sábla leer
y escribir (sin étnbargo, cl 47-% de los vlirones sabían firtn~das
actas ·de·rnatritnonio), y en 1815 solo el 30%.
Los Institutos y Acadetnias, creados durante siglos, .se·salvan
tni!agrósatnente .
de la destrucción revolucionarla, pero 'solo' . du·
rante el Imperio renacen y aumentan. Y si, durante la, Rerolu­
ción, aparecen la Escuela politécriica y la Escuela de tnina:S, se
trata solo de , la reestructuración 'de las correspondientes esouelas
anteriores.,
La Revolución no afecta ai'idiotna francés. Algunas extraña:,
palabras, usadas en el ridículo nuevo calendario; desaparecieron
rápidamente
junto con él. Solo se agregan algunas nuevas· pala­
bras respecto a.las medidas: «tnetres, litre, gratntnes». Aumentó
algo
la influencia del latín, pues vuelve a clos liéeos gracias '"' Na·
poleón y -sigue siendo obligatorio en algunas escuelas. superiores.
La Revolución
no tolera los idiomas locales (que daban tanta ri­
queza a la
cultura francesa) y en todo el territorio se itnpone el
idiotna francés.
Durante
la Revolución ( 1789-1815), la producción litetarla es
muy pobre, y
el autor considera que el único escritor de valor,
en este
·tiempo, es Napoleón; mas rebrota· después· de ·fa Revo­
lución.
Si se trata de las ciencias, durante el período de la Revolu­
ción,
fa situación es-gravísitna. Cuando el Tribunal revolucionario
424
Fundaci\363n Speiro

ESTUDIOS SOBRE LA REVOLUCION FRANCESA
condena a la pena de muerte al famoso. químico Lavoisier y d
condenado suplica que le. suspendan. la. ej¡,cución, para qµe. pueda
terminar sus importantes inVestigácionés·, recibe: ui;J.a · contestación
dnica: «La República no n.ecesita científicos» ( «La République
n'a
¡,as besoin de savants») (46 ). De nuevo Bonaparte es una ex­
cepción: aprecia a los. científico.s·y los lleva coosigo a Egipto. Va·
ríos. años
después, siendo Emperador, los privikgia. Monge, en
1809; puede publicar su obra llpplication .de l'analyse a la géo.
me
trie; Bertbollet, Essai de statique chimiqt!e; Laplace (el. mar'
qués <;le! antiguo régiI11en), Systeme du monde, Mécanique celeste,
Théorie des probabílités. Jean-Baptiste Biot, Fran~ois Al;ago, Louis
Gay-Lussac y muchos otros, solo después de
la Revolución, sien­
do amparados por
. el Imperio, pueden dedicarse .a los estudios
científicos. Los apuros dé la guerra imponen a la Reyolucióo la
necesidad de recurrir
.a algunos científicos, perdonándoles la vida,
pero esos son. solo ei.cepciones; por el co11tratio, muchos tienen
que interrumpir sus trabajos y exiliarse;
es la su.erte de Franc:
Comt:Qis Jouffroy, Lorrain Cugnot, Nicolas Leblanc yJnuchísiinos
otros ... Mientras ,Inglaterra y Alemani~ rápi.damente .progresan,
Francia, debido a la l;levolución, se qqeda atrasada.
El bak.ce artístic9.
ia"creación arrlstica, durante este periodo, es ·ha~tant~ ~bun'.
dante, :J><'ro poco original; es la conti,;.W1ci6n de. los úl~os añps
de la. monarquía, .cuando viene la moda de lo «clásico» y la imi­
tación de
la Antigüedad, lo cual, durante el Imperio, toma el
carácter de una p¡¡rodia. . . . .
La Revolución ~ue empieza con la .de,laración de la paz y
(46} ._Se_.~te si esta frase es au~tica. 4,l_respecto, el.autor anota.:
~Ce .propo,5 figure _dans un rapport de l'abbé Grégoire_ sur .le Vandalisme
réV'Qlutio·ntlaire. La· phrase, .a· Cette date, est ptObablen:ierit. al)OC!yphe. Mais
clle iÍlustre et résume "les ·préfé!enCes vraisetllblables -de ·certains tévolutiOri­
naires, pour qúi le coupe,ét de l'échafaud, sytribole de la justice nouvelle,'a
plus· d'importance qu'une formule .chinique», op .. cit.,. pág.-110; · ·
425
Fundaci\363n Speiro

MIGUEL PORADOWSKI
solemnemente renuncia a la guerra-pronto, en el nombre de la
Libertad, conquista los países vecinos
y saquea brutalmente todos
sus tesoros artísticos;
París se llena de cuadros y esculturas roba­
das en Bélgica, Holanda, Alemania, España e Italia. Napoleón
sigue con
lo mismo, y a las obras del Renacimiento y del Barro&.
agrega los tesoros antiguos de Egipto. Con la caída de Napoleón,
la Francia de Luis
xvm, ocupada por las tropas inglesas, prusia­
nas y rusas, está obligada a devolver, al menos en parte, lo ro­
bado, pues lo exige W' ellington man u militari. El León de San
Marcos vuelve a Venecia, «La Ronde de Nuit» a La Haya, El
Apollo del Belvedere
al Vaticano, los caballas de bronce del Ca­
rrousel a la basílica de San Marcos, etc.
Durante la Revolución
hay un vandalismo y una destrucción
de obras de arte planificados y organizados, para que desaparezca
todo
lo que represente o recuerde el pasado monárquico y cató­
lico. Las autoridades revolucionarias pagan sumas astronómicas de
dinero por lo que llaman «la
limpieza» (nettoyage): horrar todos
los elementos decorativos monárquicos y católicos, principalinente
los lirios
de los Borbones y las cruces. Todas las iglesias, si no
son completamente destruidas por
la demolición, quedan «lim­
piadas» de todos los vestigios cristianos: frescos, mosaicos, escul­
turas que representan a Cristo, a la Santísima Virgen y a los san·
tos. El autor proporciona una asombrosa información al respecto
(págs. 130-147). Se aplica una técnica especial. Este vandalismo,
peor que el de los tiempos de los vándalos, pues es «científico»,
se extiende a tódo el país y no escapan de él ni siquiera las cate­
drales de la Edad
Media, siendo ésta una de las más grandes ver­
güenzas de la Revolución. El afán de matar, de decapitar, es tan
grande, que no se .limita a los vivos; se extiende también a los
muertos. Una
vez decapitado el rey vivo, Luis XVI ( el 21 de enero
de 1793), se pasa a decapitar «en efigie» a los reyes muertoo: las
28 estatuas de los reyes de Francia, esculturas del siglo xm, que
adornan la fachada
de la catedral de Notre Dame de París, son
primero decapitadas
y después derrumbadas, y las estatuas de los
reyes siguientes al
siglo xur corren la misma suerte: en cada lo­
calidad son derribadas y destruidas; tampoco escapan del vanda-
426
Fundaci\363n Speiro

ESTUDIOS SOBRE LA REVOWCION FRANCESA
lismo revolucionarip sus imágenes pintadas en las paredes y· los
cielos de los palacios.
La Comuna de París, en el año 1792, or­
dena la demolición de los fantásticos portones de Saint-Denis y
de Saint-Martín (admirados hasta hoy día, pues, felizmente, esta
orden no fue cumplida); el correspondiente decreto precisa: « ...
que no quede piedra sobre piedra ni en Versailles, ni en· Tria­
non, ni en Rambouillet, ni en Saint-Cloud, ni en Fontainebleau,
ni en Chantilly»; sin embargo, felizmente, por falta de tiempo,
estos palacios quedaron solo deteriorados, pero
no destruidos. Y
no
hay nada de extraño en que se haya llegado a tanta locura:
una revolución que no respeta la vida humana, menos puede
res­
petar la cultura. La Revolución francesa es una barbarie. Los
hombres talentosos no faltaban, pero, amenazados de ser guillo­
tinados, se espantaron y emigraron: Fragonard, Riesener, la bella
Louise
Vigée-Lebrun y muchos otros huyen de Francia. Segón el
autor, el balance de lo artístico de la Revolución francesa es ca.
tegóricamente negativo.
El balance económico.
LA AGRICULTURA. Casi toda la economía 'de Francia hasta la
Revolución está concentrada en la agricultura. El 80% de ·la po­
blación vive en el campo, pero no todos los que viven eri el catn),
po se dedican a la agricultura. ¿A quién pertenece la tierra? La
quinta parte a la nobleza (segón Soboul), el 6-10% al clero (segón
Georges Lefebvre) y lo demás pertenece a los campesinos y

a
los
burgueses. Los campesinos trabajan la tierra propia·y la arrendada,
generalmente por nueve años. Todo el siglo
xvm se destaca por
el gran desarrollo de la agricultura en Francia: ·aumenta la pro­
ducción, crecen las sociedades de agricultores, aumentan las es­
cuelas agtícolas, se publican muchos manuales e, incluso, enciclo­
pedias agrícolas, hay escuelas
de veterinaria, etc. La situación es
buena hasta el año 1787, cuando terribles lluvias perjudican las
siembras del otoño, y
las heladas de la primavera y del verano
dañan la cosecha de 1788. Las más dañadas son las viñas; la pro-
4'l7
Fundaci\363n Speiro

MIGUEL PORADOWSKJ
ducción en Champaña cae el 70% y la ele Borgoña el 80%. Así,
en vísperas de la Revolución, debido al mal tiempo, faltan trigo;
patatas y vino, lo eual provoca el descontento de los campesinos y
facilita la agitación prerrevolucionaria en el campo.
En el aiio 1789 empieza la Revolución, y con ella viene el de­
sastre financiero del Estado, el cual ya anteriormente tenía algu0
nos problemas al respecto. Para solucionar este problema se con'
fis~an los bienes ele la Iglesia ( decreto del 2 de noviembre de 17 89)
del país, espantados por la Revolución; en 1789. son más de
70.000 propietarios), Sin embargo, la venta de todos estos .bienes
y enseguida también los bienes de los emigrados (los que huyen
no alcanzan para cubrir el déficit fiscal y solucionar el prol;lema
fuianciero
y, entonces, se recurre ... a la guillotina ( el autor escri­
be;, ·«L'échafaud devient un moyen de trésorerie», pág. 161); se
guillotina a los ricos, para acaparar sus riquezas. Los confiscados
bienes
de la Iglesia, incluidos los templos, y los bienes de los emi,
grantes, son vendidos para la cobertura de la emisión de papel­
moneda ( «assignats» ).
Viene la especulación con los «assignats» y la compra-venta
de los confiscados bienes
de la Iglesia y de los emigrantes, lo cual
atrae a los grandes financieros internacionales; los «assignats»
ctunbian de valor de un día a otro. Mientras más rápido alguien
se, enriquece, más pronto .es guillotinado. Es la suerte también
de los banqueros Frey (Schoenfeld). Estas especulaciones se ex­
tienden al campo y comprometen muchísimos campesinos, los que
~· los «assignats», recibidos por la venta de sus producto&"­
crimpran la tierra; la que antes pertenecía a la Iglesia y

a los
emic
giados. Los nuevos propietarios de la. tierra, a los cuales les falta
adecuada instrucción, rápidamente agotan sus tierras,
pues·no se
preocupan ·.de. abonarlas· y .-enriquecerlas y, en consecuencia, -viene
una drástica disminución del rendimiento y baja· la producción.
Por ejemplo: en cereales, de un qnilltal de semillas, la baja es de
9 quintales (1781) a 7,5. (1824). Mientras tanto, la Revohicióll
va adelante, conquistando los países vecinos, para lo cual necesita
más soldados, llamando a filas a la juventud campesina: las .tie­
rras quedan abandonadas. En las ciudades faltan·Jos alimentosc ·y
428
Fundaci\363n Speiro

ESTUDIOS SOBRE LA REVOLUCION Fl{ANCESA
aparece el hambre. El gobierno revolucionario recurre a las re,;
quisiciones (decreto del 17 de agosto de 1793). Todo esto hace
· qµe la agricultura entre en una crisis gravísirria, de la cual solo
se recupera con la llegada del Imperio
.. Napoleón fomenta nuevas
producciones: la remolacha y
la patata. El 2 de enero de 181.Z
inaugura la primera planta de producci6n · lacha en Francia. La producci6n de la patata aumenta espectacu­
larmente;
de las 20.000 hectáreas sembradas (1790) pasa a las
400.000 en 1815,
lo que significa, en quintales, un aumento de
un rnill6n a 25 millones. Antes de la Revoluci6n son cultivados en
Francia 33 millones
de hectáreas, y al final de la Revolución
(1815) solo
25,5. En general, el balance es negativo, y el autor
concluye: «la Revoluci6n, que
lucha en el nombre de la igual­
dad, entiquece a los ricos y empobrece a los pobres».
El balance indus1:rial.
El desarrollo de la industria en Francia empieza al final del
siglo.XVII. Inglatetra va a
la cabeza, sin embargo, Francia, en el
siglo xvm, recupera su atraso y alcanza la situación de Inglaterra,
pero, debido a la Revoluci6n, pierde su dinámica
y se queda atrás
(al. respecto, el autor recomienda la recién publicada obra de Fran­
~ois Crouzet, De la supériQrité de l'Anglete"e sur la France,
XVII-XX siecle, Perrin, 1985).
La industria textil
es una de las primeras en el siglo XVIII y
está fomentada por el crecimiento de las ciudades: el habitante
de la. ciudad es mejor cliente de ella que el campesino. Crece la
producción textil de lana, algod6n y lino.
En algunos sectores, el
aumento
de prodÚcci6n es extraordinario: los estampados aumen­
tan en
un 738% entre los años 1758 y 1784.
La industria metalúrgica progresa en Francia
en la segunda
mitad del siglo
XVIII. Se pasa en ella del uso de madera al uso
de carbón. Entre 1744 y 1789,
la producción de carb6n aumenta
un 684% (A. Soboul). Los grandes hornos funcionan en distintas
partes de Francia, principalmente en
J:.orena (Creusot, Wendel,
429
Fundaci\363n Speiro

MIGUEL PORADOWSKI
Peugeot, etc.). Entre los años 1738 y 1789 el aumento es del
72 % . La
attillería es el mejor cliente de las fundiciones.
En el año 1778, los hermanos Périer, siguiendo el ejetnplo de
Londres, organizan una gran etnpresa de distribución de agua en
París. Poco antes
de la Revolución ocurre una gran crisis en la in°
dustria textil· y con ella viene la desocupación. Las causas, de esta
crisis son tres: la guerra
por la Independencia de los Estados Uni­
dos dificulta la importación de algodón; las malas cosechas en
Francia ( causadas por
el mal tietnpo) disminuyen la producción
de lana, y
el tratado comercial con Inglaterra perjudica al etnpre­
sario francés. Estas dificultades fueron hábilmente explotadas por
los agitadores revolucionarios.
Con la Revolución y
la guillotina se interrumpe todo el pro­
greso industrial. Los grandes inventores y empresarios son perse­
guidos y amenazados. El químico Nicolás Leblanc se suicida; Ga­
briel Palteau de V eymerange, perseguido
por ser antirrevolucio­
nario, huye, salta por la ventana y se mata; uno de los más gran­
des empresarios, Ignace
de Wendel, obligado a etnigrar, se sui­
cida. Su enorme etnpresa, abandonada por sus hijos amenazados
de muerte, está administrada
por la anciana viuda Marguerite
d'Hayange, hasta que es confiscada por
el gobierno revolucionario;
siendo mal administrada decae y solo renace durante el Imperio,
No en menor grado es perseguida la etnpresa
de la familia
Peugeot,
la cual, todavía antes de la Revolución, tenía dos seccio·
nes: la met.Júrgica y la textil. Fundada en Montbéliatd en el
siglo
xv, pertenece a Francia desde 1790 y es una de las principa­
les etnpresas productoras
de acero. Agobiada y deprimida por las
dificultades de parte del gobierno revolucionario, decae y vuelve
a producir solo gracias a
la protección de Napoleón, sin embatgo,
su auge etnpieza solo bajo el gobierno de Luis XVIII. ·
En resumen, según Fran~ois Crouzet, anteriormente citado,
la producción industrial
en 1800 solo representa el 60% de la del
año 1789, y
el crecimiento entre 1800-1810 apenas recupera las
pérdidas sufridas durante la Revolución; los veinte años de la
Revolución fueron perdidos pata la economía
de Francia.
430
Fundaci\363n Speiro

ESTUDIOS SOBRE LA REVOWCION FRANCESA
El balance comercial.
Antes de la Revolución, la economía en Francia está en pleno
florecimiento;
esta es la opinión casi unánime de los economistas
e historiadores, ocnfirmada, incluso,
por el 'historiador i2quietdista
Albert
Mathiez (47). Es la «economía de metcado», la cual, teó,
ricamente, sigue siendo la misma durante la Revolución y el Im'
perio. «Teóricamente», pues, sin ser eliminada, ·sufre permanen­
tes modificaciones, según la cambiante política de los gobiernos
de turno.
El comercio interior y exterior sigue desarrollándose, siendo
facilitado·
por una excelente red de caminos (más de 40.000 kms.),
perfectamente pavimentados
y bien mantenidos; es la obra de Da·
niel Trudaine, efectnada durante los gobiernos monárquicos de
Luis
XV y Luis XVI ( 48). Sobre estos excelentes caminos corrían
los modernos vehículos hasta cien kilómetros por día, tirados por
caballos que se cambiaban oporrunamente. También existe otra
red de
. transporte pesado: la fluvial. El comercio exterior seguía
creciendo rápidamente: las exportaciones de
50 millones de libras
al principio del reinado de Luis xv, pasan a 450 millones en vís­
petas de la Revolución.
En el mismo tiempo, las importaciones
pasan
de los 40 a los 240 millones.
Con la llegada de
la Revolución todo este maguífico cometcio
se derrumba.
Los caminos quedan abandonados e intransitables.
Solo algunos,
por razones estratégicas, son reconstruidos por Na­
poleón ( 49). También durante
el Imperio es reorgani2ado el Co-
(47) «Ce n'est pas dans un pays ·épuisé, mais au contraire dans un
pays fiorissant qu'éclate la Révolution». Citado por el autor, op. cit., pá­
gina 201.
(48) «Le plus beau chemin du.-monde, parfaitement .consttuit, parfai­
tement tenu; on n'y voit pas plus .de poussiete, de sable, de pierre, d'iné­
galité·-que dans l'allée de'un jardín ... ». «Elles sont superbes jusqu'A la fo­
lie», escribe Arthur YoUNG. Citado po rel autor, op. cit.,, pág. 202.
(49)
En 1807, por orden de Napoleón, se cambia el sentido de trán­
sito en Francia de
izquierda a derecha, lo que es imitado casi en toda
Europa, salvo en
lngaterra y en algunos países del Norte.
431
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MIGUEL PORADOWSKI
rreo; en 1815, París tiene cien buzones-receptores de cartas, que
llegan a 300.000 anualmente.
Durante la Revolución, los comerciantes ocupan rápidamente
· el primer lugar en la guillotina, desplazando al clero y a la aristo­
cracla, pues son odiados por los revolucionarios y culpados por el
populacho del desastre económico (50). Tampooc
Napoleón les
tiene mucha simpatía
y los confunde con los judíos y usureros;
sin embargo, toma muchas importantes medidas en favor del
co­
mercio, ordenando jurídicamente la Cámara de Comercio, la Bolsa
y el Código de Comercio ..
La Revolución -a pesar de que ha proclamado «los derechos
de
los hombres»---sigue manteniendo la institución de la esclavi­
tud en las colonias. El decreto de la abolición de ella ( 4 de fe,
brero de 1794) viene solo cuando Inglaterra ocupa las colonias
francesas; además, pronto, por decreto de 17 de mayo
de 1802,
la esclavitud
es restablecida.
Debido al conflicto con Inglaterra
y al bloqueo, el comercio
exterior disminuye catastróficamente.
La cantidad de grandes bu­
ques que llegaban a los puertos de Francia antes de la Revolución
(1789) sobrepasa los 2.000
y en el año de 1812 son apenas 179.
En consecuencia,
la población en las ciudades-puertos también
baja: Bordeaux en 1789 tiene 110.000 habitantes, y
en el año
1812 tiene solo 60.000 (51); Marseille, antes de la Revolución,
recibe
más o menos 330 barcos por año, y al final de la Revo­
lución solo 9 (52). Así, el balance comercial de
la Revolución es
también negativo.
(50) «Un porteur d'eau appelle au pillage des négociants. Un coiffeur
demande qu'on envoie chaque jour deux cents marchands 8 la guillotine.
Un teinturier proclame qu'il faudrait le jour de la Fete-Dieu tapisser les
rues avec des t@tes de marchands» (Albert Soboul}. Citado por el -autor,
op. cit., pág. 209.
(51) «L'herbe pousse dans les mes, note le consul américain, le port
est désere, a l'exception de deux goélittes de p&:he et de trois ou quatre
navires vides». Gtado por el autor, ou. cit., pág. 218.
(52) «Adolphe Thiers, qui est né a Marseille et y a été élevé, n'oublie­
ra pas le spectacle des trois cents mavires de commerce amarrés sur les
quais et, pendant vingt-cinq ans, 'y pourrissant sans changer de place'•·
Citado por el autor, op. cit., págs. 218M219.
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ESTUDIOS SOBRE LA RBVOWCION FRANCESA
El balance financiero.
Desde los tiempos de San Luis hasta la Revolución, Francia
gozaba de una estabilidad monetaria, usando su moneda · de oro
( «le louis d'or»
). Por iniciativa de Turgot, se emiten los billetes
de papel-moneda, con una circulación limitada solo a París. En
el año 1789, la totalidad del dinero es. de 2.280 millones de li­
bras, de los cuales 2.200 millones son en metálico y solo 80 mi­
llones en papel-moneda.
Cuando empieza la Revolución, de inmediato aparece el pro­
blema financiero, pues la moneda-oro desaparece; una parte por
la huida del país
y otra parte por es.tar enterrada por los campe'
sinos, desconfiados del papel-moneda. También la rápida transfor­
mación social impide el normal cobro de impuestos. Como solu­
ción
se propone la confiscación de los bienes de la Iglesia y la
siguiente venta de ellos para
la cobertura de la nueva emisión de
papel-moneda, los
llamados «assignats», en cantidad de 400 mi­
llones, como única moneda legal. La primera emisión resulta in­
suficiente, entonces
se recurre a las siguientes. En septiembre de
1790 las emisiones llegan a los 1.200 millones, en el
mes de julio
de 1792 a los 2.000 millones, en febrero
de Ú93 ya hay 3.100
millones, en 1796
ya son 39.000 millones, y poco después 45.000
millones. A nadie falta el dinero, que no vale nada. Fuera de eso,
se permiten las emisiones locales, sea por las municipalidades,
sea por instituciones privadas e, incluso, por la cafeterías, llegando
a
5 .800 distintas especies de emisiones. Además, aparecen en
enorme cantidad las emisiones falsificadas, muchas de ellas en el
extranjero. La desvalorización del papel-moneda
de la Revolución
es tal que se habla del «terror monetario», como algo análogo
al «terror guillotinarlo». El 19 de febrero de 1796 es el día de la
mu erre oficial del «assignat»: lá quema de los billetes junto con
sus planchas en la Pka Vendóme. El «assignat» es reemplazado
por el
«mandat», el cual, de inmediato, corre la suerte de su an­
tecesor: se desvaloriza de un día a otro; emitido al valor de 1.000
libras, en pocos meses vale solamente 160 (en abril), en junio
ya
433
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MIGUEL PORADOWSKI
solo vale 80, en noviembre 30 y en febrero del año siguiente
(1797) solo 10.
El papel-moneda de la Revolución es el símbolo
de la miseria, del hambre
y de la ruina económica, perdiendo en
un año el
99% de su valor. Frente a esta situación el Directorio
capitula y autoriza la circulación de la anterior moneda-oro (y
otras de plata, bronce y cobre) por decreto de 23
de julio de 1796.
Sin embargo, las
piezas de oro desaparecieron ( según la ley de
Kopérnico) y solo circulaban las
de menor valor, es decir, las de
bronce y de cobre; en la práctica, hubo que volver al antiguo
trueque: los campesinos llegaban a la ciudad con gallinas, chan­
chos y
vacas para hacer sus compras. Entonces, el gobierno revo­
lucionario recurre a la emisión del dinero en metal. Las
piezas de
oro reciben el nombre de «franco» (53 ), las de plata de «Repú­
blica» (Républicaine). Durante el Imperio salen las monedas
acu­
ñadas con las inscripciones «Napoleón empereur» de un lado y
«République
fran~aise» del otro, así se reconcilió el Imperio con
la República,
al menos en las monedas.
En otro plano, la Revolución ha destruído a la nobleza y la
ha reemplazado por los ricos; la aristocracia
de sangre deja lugar
a la aristocracia del dinero
(54 ). La anterior influencia de las gran­
des familias aristocráticas es reemplazada por la influencia de los
banqueros. Curiosamente, la gran mayoría de ellos son protestan­
tes o judíos.
Y otra curiosidad: muchos de ellos fueron muy acti­
vos durante la Revolución, financiando la subversión, la
agitación
y el terrorismo. El autor cita al respécto un centenar de nombres
(págs. 243-254
). Esta nueva «aristocracia del dinero» gobierna
Francia hasta hoy día.
(53) El primer «franco» fue acuñado por Juan el Bueno en 1360 y
después
desapareci6, pero qued6 en la memoria del pueblo como ~va-
lente de la «libra». . -
(54) «Marat lui-m&ne s'inteiroge: 1Qu'allons-nous gagner a détruire
l'aristocratie des nobles, si elle est. remplacée par l'aristOératie des riches?'~,
op. cit., pág. 243.
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Fundaci\363n Speiro

ESTUDIOS SOBRE LA REVOLUCION FRANCESA
El balance social.
En esta parte de su obra, el autor analiza el nivel de vida de
los distintos grupos sociales antes, durante y después
de 1á Revo­
luci6n. Como durante la Revoluci6n los cambios son muy frecuen­
tes, prácticamente cada
año la situaci6n está variando y con la in­
cidencia de la desvalorizaci6n de la moneda se complican las re,
ladones entre lo que la gente gana y lo que puede adquirir. Se
puede concluir que en la medida en que la Revoluci6n avanza, la
situaci6n
de casi todos. los grupos sociales empeora, con excepción
de los revolucionarios, y solo con la
]legada del Imperio, que tra~
orden y estabilidad, la situaci6n de las grandes masas mejora, sin
alcanzar el nivel de vida de antes
·de la Revolución. En ese mo­
mento en algunos sectores hay progreso: ·hay más campesinos pro­
pietarios y la burguesía mejora
sti situación económica y cultural.
Mas los soldados desmovilizados aumentan el sector indigente eri
las ciudades. En París, en 1813, las oficinas de asistencia social
atienden a más de 100.000 de ellos.
Al final de su libro, el autor subraya .que la Revolución fran,
cesa arruinó a Francia y, curiosamente, favoreció a Inglaterra. El
gran florecimiento de Inglaterra durante todo
el siglo XIX se debe,
en parte, a la Revolución francesa, casi en todos los
planes: co­
mercial, industrial, tecnológico, científico y, ante todo, político
(colooial).
También, gracias a la Revolución francesa,
los países latino­
americanos tuvieron la oportunidad de conquistar su Independen­
cia. Además, en Europa, Italia y Alemania dejan de ser putos con­
ceptos geográficos, pues
se transforman en grandes naciones.
La conclusión general del autor es la siguiente.: «1789-1815:
un cuarto de siglo fasto para la humanidad, una peripecia cruel
para Francia» {pág. 282).
La interesantísima. obra de René Sé<;lillot, en sus análisis del
costo de la Revolución francesa, omite, sin embargo, un
tema de
mucha importancia: los pobres y la salud.
Se la puede completar
en este punto, recurriendo a la reciéo
Pl!blicada obra del hist<>"
435
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MIGUEL PORADOWSKI
riador inglés Alan Forrest, The Frech Revolution and the Poor
(edición inglesa de 1981; traducción francesa de 1986).
En primer lugar, el autor estudia el problema de la pobreza
en Francia antes de la Revolución,
recurriendo a informaciones
de otros
investigádores (55) y, ante todo, a las fuentes, es decir,
a los archivos de hospitales
y municipalidades.
El primer problema que
se presenta es el mismo concepto de
pobreza: ¿a quién hay que considerar como pobre? Es evidente
que los conceptos actuales al
respecto son inaplicables a una situa­
ción tan distinta
como la del siglo xvm, cuando casi el 80%
de la población en Francia vivía en el campo-Se trata, pues, esen­
cialmente de la pobreza en
. el campo, y solo secundariamente de
la que se da en la ciudad. La pobreza en el campo ( como también
la riqueza) depende, ante todo, de las cosechas, y éstas de los
factores meteorológicos ( 56 ).
El otro factor de la pobreza es la desocupación, sin embargo
ésta, en
el campo, también depende mayormente de los factores
meteorológicos: cuando hay una cosecha abundante a nadie
.le
falta trabajo (57). La pobreza o riqueza de la gente del campo
también depende de
la riqueza o pobreza del mismo suelo. Donde
la tierra es pobre en minerales, las cosechas -a pesar de buenas
condiciones atmosféricas y climáricas-- también son siempre
po­
bres y sus habitantes viven siempre desnutridos.
En Francia, como en Qtro países católicos, la Iglesia se ocupa
(55) Estas obras son tan numerosas que es imposible citarlas.
(56)
Lo -que no ·quiete ·decir que este factor seá el único o el más
importante, pues la causa principal de la indigencia es casi siempre el · he­
cho de que algunas personas nacen defectuosas, anormales mental o física­
mente, y, por ende, no tienen las mismas oportunidades de su desarrollo
como personas, que las normales; además, esta
«anormalidad» es ~ene-­
ralmente también la principal causa de algunos vicios en ellas, romo' lo es
la pereza, el alcoholismo, etc., los que son, a su vez, éausas directas de-la
pt,breza.
(57) «Le m~uvais temps peut anéantir tous les efforts du paysan en
quelques heures. Ainsi,_ un hiver pluvieux est générateur de récoltes pou~
rries qui provoquent de graves maladies et souvent m&ne la mort poli' les
conSO!Ilmateurs; le seigle ergoté inspire une terreur superctitieuse» (pági
na 27).
436
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ESTUDIOS SOBRE LA REVOLUCION FRANCESA
de los pobres, creando al respecto variadas instituciones, a cargo
de las correspondientes congregaciones femeninas y masculinas;
durante toda
su historia la Iglesia ha tenido siempre sus hospita­
les, sus casas para ancianos, sus hogares para los niños huérfanos,
etcétera, y el Estado solo a veces ha ayudado a estas instituciones
caritativas, especialmente en los
casos de catástrofes y calami­
dades.
Sin embargo,
las posibilidades económicas de la Iglesia pata
mantener sus obras caritativas, dependen del fervor religioso de
los feligreses. Pues bien, el autor comprueba
-sirviéndose prin,
cipalmente de los estudios de Michel Vovelle (58}-c-que este fer0
vor religioso y la generosidad de los fieles con las instituciooes
de caridad disminuye eatastr6ficamente en el siglo XVIII, debido
a la descristianización llevada a cabo por los libertinos, llamados
«filósofos». Esta situación empieza a manifestarse
ya por el año
1720 y sigue aumentando gradualmente, lo que causa un grave
desfinanciamiento de muchas instituciones caritativas (59). Apa0
recen también las opiniones --como la de Turgot, expresada en
la Enciclopedia-de que la ayuda caritativa a los pobres fomenta
la pereza y, por ende, perjudica la producción y el desarrollo eco­
nómico ( 60 ).
Estos ataques a las obras de caridad de la Iglesia y los reclamos
para
que el Estado intervenga en el asunto de la pobreza influyen
en el gobierno de Luis xvr, quien nombra varias comisiones
para
estudiar este problema e investigar quiénes son los realmente
pobres (
61 ), lo cual da las bases para los futuros trabajos del.
(58) Michel VovELLE, Piété baroque· et .déchristianisation en Proven~
ce au dix-huitieme siecle, París, 1973.
(59) « ... Vovelle démontre que la déchristianisation • pour effet de
réduire daos des proportíons considérables le montant des ·sommes laissées
au:x h8pitaux et bureaux de bienfaisance» (pág. 41).
(60} «Dans l'Encyclopédie, Turgot prétend que la maj'orité des ·insti~
tutions de-charité tradítionnelles va a l'encontre du' résultat pré:vu 1par
leurs fondateurs · car elles suventionnent la pares~,. réduisen.t la capacité
de· production du pays» (pág. 45).
(61) «C'est le
gouvernement royal de !'Anclen Régime qui s'efforre
le premier d'établir une nettc: distinction entre: les pauvres jugés' dignes
437
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MIGUEL PORADOWSKI
~Comité de Mendicité» creado en el año 1790. Es sabido que los
años 1788-1789 fueron muy malos para la .agricultura en Francia,
sin embargo,
el autor atribuye a la Revolución un efecto multi­
plicador de esa mala situación (62).
Así,
el autor pasa al estudio de la pobreza y de los hospitales
durante la Revolución.
Los dirigentes de la Revolución consideran
el mismo hecho de la existencia en la sociedad de un sector indi­
gente como un desafío para la Revolución, pues
el ideal de la
Igualdad no admite estas diferencias (
63 ). De ahí el principio de
que preocuparse del problema de la pobreza
es de incunbencia
exclusiva del Estado,
el cual debe realizar plenamente el ideal de
la Jgualdad (64) y, por eso, se encarga al Comité de la Mendici"
dad un estudio de la situación: cuántos pobres hay en cada de­
partamento. El resultado es asombroso: en el año 1791 ( el tercer
año de
la Revolución) en los cincuenta y un departamentos inves·
ligados
se encuentran 1.928.064 personas pobres sobre una po­
blación total (en estos departamentos) de 16.634.466 ( 65), es
decir, un pobre por cada ocho personas. Sin embargo, de inme­
diato
se cuestiona a estos pobres, catalogando a muchos de ellos
como «vagabundos y perezosos», que huyen del trabajo. Enton­
ces, se introduce
un nuevo método, distinguiendo entre los inap­
tos para trabajar (los ancianos e inválidos, por ser
ciegos o enfer·
mos graves) y los demás ( vagabundos, ladrones,
perezosos, borra"
chos, etc.).
d'atre .. assistés et les personnes valides dont le comportement est suspect»,
(pág. 48).
(62) «En 1788 et 1789, les moissons sont catastrophiques dans de
latgeS secteurs des provinces productrices de blé, et la Févolution augmente
encore la púnurie en répandant la confusion et le malaise danys la pay·
sannerie, (pág. 50). .
(63) «L'indigcnce est pour eux un reproche constant et une insulte
a l'idéal sacré d'égalité qui représente une partie essentielle du mythe de
la' Révolution dont ils sont les attisans» (pág. 52).
(64) «Pendant la Révolution, l'assistance aux pauvres figure parm.i les
priorités explicites du gouvernement national.-et, pour la premi~ fois,
il ne semble pas douteux que c'est A l'Etat qu'íncombe cette responsabi~
lité• (pág. 52).
(65) Op. cit., pág. 56.
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ESTUDIOS SOBRE LA REVOWCION FRANCESA
De parte de los distintos Comités, creados por la Revolución
para ocuparse del asunto de los pobres
y enfermos, se manifiesta
mucha preocupación verbal (muy lindos discursos en
la Asam­
blea Constituyente, Legislativa
y Convencional) y casi ninguna
acción real. Además, la situación se complica y agrava debido a la
persecución de
la Iglesia y a la confiscación de sus bienes, con los
cuales habían sido financiadas distintas obras de caridad.
La diso­
lución obligada de las Congregaciones
y, ante todo, la liquidación
física con la guillotina de las monjas hospitalarias, dejan a los hos­
pitales sin personal.
El. otro factor que agrava la situación económica de los hospi­
tales es la supresión de
la institución feudal de los «señores», los
cuales habían sido obligados por la ley a socorrer los hospitales;
algunos de ellos han sido guillotiuados, otros expulsados del país
o huyeron al
e,ctranjero. Sus propiedades son cotifiscadas y .Pues­
tas a la venta ( igual que los bienes de la Iglesia) para financiar
los «assignats» y, en consecuencia, los hospitales no reciben
más
ayuda de estas fuentes, una ayuda que fue substancial ( 66 ).
En el período de. la Convención, la situación se .hace todavía
peor. Nunca falta
la «preocupación» y lindos discursos (6 7 ), pero
las medidas aplicadas resultan ser ineficaces.
Así, por ejemplo, el decreto del «2 de
brumaría año IV» sus­
pende las disposiciones jurídicas anteriores y ordena devolver los
(66) «L'attaque de la Révolution centre les droits féodaux et seig­
neuriaux est mieux calculée car, desle début, l'abolition de ces droits fi­
gure parmi les ptincipaux objectifs poli tiques et sociaux de l' Assémblée
national. Cette attaqué n'est pas dirigée spécifiquement ooiltre les hOpi­
tau:x et les fondations charitables, bien qu'aucun effort n'ait été fait pour
les fondations charitables, bien qu'aucun effort n'ait été fait · pour les· ex­
clure des effets financiers d'une législation destinée d'abord a. détmire
l'aristoc.ratie et l'Eglise. Les décrets n'établissent pas de distinctions tres
subtiles et, aux yeux de la loi, de nombreux h8pitaux avec leurs propiétés
rurales et urbaines sont des seigneuries .féodales comme les autres» '(pá­
gina 71).
(67} «Sous le Convention, les conditions s'aggraV'ent mais le gouver­
nement reste attaché
a un idéal bien défini, a savoir -que.l'Etat doit venir
en aide a tous seux qui sont incapables de subvenir a leurs besoins·» (pá­
gina 92).
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MIGUEL PORADOWSKI
bienes a los hospitales. Sin embargo, estos bienes ya han sido ven­
didos a terceros y, entonces, prácticamente son irrecuperables.
Después sale otro decreto, el del «16 de vendimario año V», por
el cual la Convención devuelve a Jos hospitales sus haciendas con­
fiscadas, esta vez con una disposición práctica, pues, en el caso
de la imposibilidad de devolverlos, se ordena la entrega de bienes
nacionales del mismo valor; no consta, sin embargo, que esta dis­
posición resultara ser efectiva. Solo con el Imperio viene el cam­
bio de la situación ( 68 ). Napoleón permite la reconstrucción de
las Congregaciones femeninas hospitalarias y
las invita a volver a
cuidar a los enfermos en los hospitales (decreto de 1807) (69).
Durante la Revolución, los pocos hospitales que siguen fun­
cionando lo hacen en condiciones miserables (70).
La Revolución es muy severa coii los mendigos y vagabundos:
los deporta a Madagascar, donde viven prácticamente
encarce­
ládos (71).
La preocupación por solucionar el problema de la desocupa­
ción en Francia está presente mucho tiempo antes de
la Revolu·
ción. El autor cita interesantes datos al respecto. Entre otras ini­
ciativas, aparece la idea
de fundar talleres de trabajo para los
desocupados, financiados por
el Estado (72), no es, pues, exacia
(68) «Cependant, sous le Consulat et au début de l'Empire, les h8pi­
tam:: retrouvent une sorte de stabilité aprCS des années d'insécurité• (pá­
gina 101).
(69) «Sous Napoléon, la majorité des ordres hospitaliets se retaetteot
lentement des effects de la déchristianisation. Finalement, par un décret
impérial de 1807. les soeurs grises qui soignent les malades dans quel­
ques villes de province, comme A Aix, sont autorisées a reprendre leur
anden mode de·vie• (pág. 107).
(70) «... contrairement A toutes les regles de l'hygielle, les patientS
couchent ii deux daos le m@me lit» (pág. 107).
(71) «A l'ápogée de la période jacobine, un décret ordonne que les
vagabonds récidivistes soient déportés a Fort-de-la-Loi, a la pointe sud-est
de MadagascBt, OU de nouveaux b8.timents sont construíts pour les loger»
(pág. 134).
(72) «Dans l'ávenir il faudra fairé meilleur uságe de !'argent de l'Etat
et presser le gouvernem.ent royal d'augmenter sa contribution» (pág. 147),
440
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ESTUDIOS SOBRE LA REVOLUCION FRANCESA
la opinión de que, antes de la Revolución,. el gobierno no se pre­
ocupa por
los cesantes.
Ahora bien, .durante la Revolución, la iniciativa de organizar
los talleres de trabajo coincide con . la supresión de las Congrega­
ciones. religiosas y, entonces, se aprovechan los conventos .vacíos
para colocar en ellos estos talleres. Sin embargo, los resultados de
este experimento son miserables: el costo, muy alto ( cuatro
veces
llll\s que el valor del producto), el trabajo negligente, hay falta de
disciplina y orden, el producto
es de mala calidad (73 ). En París,
el experimento dura solo un año y termina en
un completo fra­
caso. Solo en algunas localidades provinciales se prolonga por dos
o tres años más .
. La Revolución también fracasó en su esfuerzo para solucionar
el problema de los niños huérfanos.
El problema existía antes de
la Revolución, pero antes hubo para estos niños instituciones fun­
dadas por la Iglesia, las cuales, con la confiscación de estos bienes
o son vendidos o quedan sin fondos.
En París, antes de la Revo­
lución, los niños acogidos anualmente en las casas para este fin,
son: en el 1700, 1.738; en 1730, 2.401; en 1750, 3.785;
en 1770,
5.500, y en 1790, 7.500 (pág. 172). Durante
la Revolución, la si­
tuación de estos niños es muy dolorosa; se puede decir que son
ellos los que más sufren sus efectos. Las distintas medidas toma­
das por las autoridades revolucionarias casi siempre fracasan, y lo
peor es que
casi cada año se aplican decisiones diferentes, según
las cambiables orientaciones doctrinarias. Así, por ejemplo,
du­
rante el Directorio se abandona el concepto jacobino del Estado­
Providencia, que exige la
centralización y se vuelve al principio
de la
descentralización, encargando el asunto a las municipali­
dades. El último problema
analizado por el autor es el de los soldados
mutilados, heridos, enfermos e inválidos, pues
ellos también en­
tran en la categoría de los «pobres». Antes de la Revolución, los
reyes de Francia demostraban a sus soldados inválidos y ancianos
un cariño muy especial. Existía la institución
«L'Hotel des In-
(73) « ... le travail accompli a coftté quatre fois plus qu'il ne va.lait»
(pág. 162).
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valides», que recibía un financiamiento privilegiado. Todo cam­
bia con la Revolución; vienen muchas guerras interiores y ei riores .y con ellas hay muchos soldados inválidos. También viene
el nuevo concepto
. del. ejército profesional y «democrático» y,
ante todo, un extraordinario acrecentamiento numérico de •olda­
dos,
aumenta, pues, enormemente la cantidad de soldados inváli­
dos
y enfermos, mientras que los hospitales son escasos y desabas­
tecidos; de ahí
,que, después de los niños huérfanos, son los solda­
dos inválidos los que
más sufren los efectos de la Revolución; la
siruación mejora solo con el gobierno de Napoleón (74 ).
La opinión conclusiva del autor es que «la Revolución francesa
fue un desastre total para los pobres» (pág. 224
).
Así, hemos resumido y analizado aquí algunos de los centena­
res de esrudios recientes sobre
la Revolución francesa, escogiendo
solo los
más relacionados con el tema «la Revolución francesa y
la revolución marxista», que será tratado en los artículos siguien­
tes. En esa ocasión,
serán tomados en cuenta también ottos .esru­
dios recientes.
(74) Todos los autores coinciden en esta opinión.
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