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Número 273-274

Serie XXVIII

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Husserl y su comprensión de la crisis

HUSSERL Y SU COMPRENSION DE LA CRISIS
POR
THOMAS MOLNAR
A lo largo del siglo diecinueve, un número creciente de pen­
sadores dedicaron
la mayor parte de sus esfuerzos especulativos . a
la tarea de construir un mundo nuevo, al que denominaron fre­
cuentemente con expresiones como «utopías», «paz permanente-»:
o «humanidad armoniosa». La orientación del pensamiento hacia
un estado ideal de las cosas, alcanzado a través de
la ciencia o
por una moralidad científica, como
es sabido, había é-0menzado
con el Renacimíento. Hasta entonces no había pasado de ser
-"-en
el caso de que hubiera existid<>-.una empresa esporádica.
En los siglos dieciséis y diecisiete las
certezas abogadas y codifi·
cadas por la visión cristiaoa del mundo se debilitaron dramática­
mente, y quizás fue Nicolás
de Cusa el primero en columbrado
con su conocida fráse «el centro (del mundo) está en todas partes,
lá circunferencia en ninguna». Desde entoces, los filósofos y cien­
tíficos han tratado
de formular un sustitutivo de la religión o, al
menÓs, un sistema de. creencias plausible dentro del cual el hom­
bre pudiera encontrar de nuevo su propio lugar. De ahí la proli­
fer~ción
durante cerca de cuatro siglos dé «utopías»· y «mundos
nuevos». Incluso el siglo diecinueve fue optimista respecto de
una nueva religión y un nuevo orden: Augusto Comte, por
nieli­
cionar una figura representativa de la época, estaba convencido
de haber puesto,· con el positivismo, los cimientos de un edilicio
contenido
'en leyes científicas · y de un credo que las conságra
como verdades eternas (véase su CaÚcismo positivista).
· Hacia finales del siglo pasado comeniarÓn a cambiar lM su­
puestos· utópicos y se · expresaron · nuevas-Valoraciones por: bóca
de algunas mentes impopulares o, si se prefiere, filósofos revisio­
nistas, Kierkegaard, Burckhardt, Dostoyevski y Nietl jaron del tótem del progteso, que aúri• segu1a cobrándose Ínucha.s
víétimíis. Porque si tres o cuatro siglos de pensamiento utópico'
s.e habían extendido ampliame11te en fa. búsqueda de . un nuevo
mundq,. él siglo diecinu.eve creyó ahora que . todas las. energías
debían ser aplicadas a la adoración de
fa ciencia, situada final-
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mente como principal instrumento para la creación de un estado
perfecto de cosas. Perfecto, porque los científicos sabían ahora
cómo
medir el progreso y cómo predecir su curso fururo.
Los pocos «reaccionarios» que vivieron durante el
cénit del
optimismo científico-utópico
-y que vivieron lo bastante para
ver
el comienzo de su crepúsculo también-hablaban un lengua­
je que apenas unos cuantos entendían. El lenguaje era práctica­
mente codificado, casi como la escritura «esopiana» de hoy bajo
los regímenes totalitarios. Kierkegaard y Nietzsche fueron
maes­
tros en disimular sus verdaderos pensamientos, no porque te­
mieran a los «dandys» establecidos en las universidades, sino
porque sabían que no
se. entendería su significado. Su estilo fue,
además, una suerte de poesía, porque, como sugirieron ( 1) un
siglo antes, otros dos
gr.andes anti-progresistas, Vico y Herder,
los nuevos dioses
se levantan y se anuncian a través de la imagi­
nación de los poetas. Lo que sabían los poetas del crepúsculo y
de los dioses aurorales (
en el caso de Kierkegaard, el Dios cris­
tiano) era que
las murallas todas del edificio sin bóveda de la
modernidad occidental estaban desplomándose. Nietzsche debía
saber que estaba sacudiendo los muros y pilares que aún estaban
en
pie, aunque su posteridad debata sin fin si sobre las piedras
desmoronadas se regocijó o si
Uoró. Aventuro a decir que ambas
cosas.
Se dejó hacer a otros lo que los intelectuales serios deben
realizar naturalmente en los tiempos decadentes: hacer el inven­
tario de los logros pasados y definir los puntos de crisis, siempre
en vista de situar retrospectivamente los errores fatales, descarri­
lamientos,
hybris y falsas esperanzas. En los últimos cien años
aproximadamente, estos hombres han sido unos cuantos
y en
número creciente: Oswa!d Spengler, Max Weber, C.
E.M. Joad,
Arnold Toynbee, C. G. Jung, Ortega, E. Voegelin, Aurel Kolnai,
Hans Sedlmayr, René Guénon. Los títulos de
sus obra:s cuentan
la historia evaluando el pasado y el presente desde 1900: tér-
(1) Rathmann Janos proporciona pruebas concluyentes de que Herder
conocía los escritos de Vico, en Herder es%111ei, a bistorizmus ut;an, Aka­
demiai Kiado, Budapest, 1983. ·
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minos como decadencia, pérdida del centro, desencanto (Entzau­
berung), crisis, masas (en sentido peyorativo), el reino de la can·
tidad, etc., son palabras-clave. El único aspecto engendrador de
desacuerdo
es la fecha inicial de la corrupción. Algunos la sitúan
en el siglo catorce ( el nominalismo de Ockham), otros
en el dieci­
nueve (la democracia); sin embargo, otros la atribuyen a
un punto
de ruptura muy anterior, o incluso a la intrínseca mundanización
de la civilización occidental.
A la pregnnta sobre qué fue
mal, la respuesta, frecuente­
mente, es que en
la naturaleza del proyecto greco-cristiano oc­
cidental estaba inscrito que había de terminar en la modenúdad,
el nihilismo y
la desacralización. El islamólogo Henty Corbin es,
quizás, el
más radical, en cuanto adopta la visión musulmana:
la encarnación de Cristo obligó a la Iglesia a sumergirse
en las
vicisitudes de la historia, con sus conflictos,
cambios de poder y,
finalmente,
la secularización del cristianismo. Hoy, el mundo está
sin casa ni hogar y desgarrado por las ideologías que pretenden
rehacer la historia y
el hombre. El diagnóstico menos arrebatador
de
André Malraux se refiere a la destrucción del rostro de Dios
y del hombre en el arte, la excesiva individualización de la psique
(Jung), la extensión de la democracia (Ortega, Faguet), el énfa­
sis sobre el hombre económico (Karl Polanyi, Louis Dumont), el
agotamiento del desafío (Toynbee), etc. Hace
algunos decenios
Paul Hazard dató «la crisis
de la conciencia europea» en 1715
(muerte de Luis XIV);
A. Kolnai denunció el ascenso de las uto­
pías; René
Guénon situó el problema al final de la cosmovisión
escolástica con Guillermo
de Ockham. La literatura de la deca­
dencia es vasta y aun creciente, y los epígonos de los «padres»
son, con frecuencia, capaces
de poner al descubierto nuevas fu.
ce tas. Orwell y Huxley meramente pusieron estas conclusiones
en forma dramática y severamente caricaturesca. Siendo discuti·
ble si no dañaron la «causa»
al enfocar la atención del público
sobre los aspectos gestuales
de una tragedia que es divina y hu­
mana al tiempo. Kafka, en cambio, caló
más hondo, aunque tam­
bién describió las consecuencias· sin entrar en cómo el proceso
maduró.
* * *
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En este punto entra Edmund Husserl. El formulador de la
fenomenología -que está a caballo entre los siglos diecinueve y
veinte--es quizá el fil6sofo emblemático de la edad contempo­
ránea.
La fenomenología ha engendtado, antes y después de la
muerte de Husserl. (1938), una.multitud de sistemas: estructura­
lisínO, existencialismo, hermenéutica y ramas de la lingüística.
Al momento de publicar
su Crisis de la Civilización Europea
( 1935), a la que en adelante nos referiremos como Krisis, su fi­
losofía no solo-estaba madura, sino que, incluso, pudo tomar en
consideración un vasto campo que se extiende desde la ciencia
a la política. Además, era
lo suficientemente objetivo como para
observar la descomposici6n de los postulados modernistas, la
li­
quidaci6n de un optimismo varias veces secular y, Jo más impor­
tante de todo, para evaluar su propia contribuci6n a tan
gigan­
te-seo fracaso.
¿Qué fracaso? Puede ser \ítil detenernos aquí por un instante
y ocopamos de un ensayo muy poco conocido que el novelista
Robert Musil
(el hoy autor famoso de El hombre sin atributos)
eséribi6 en sus años de estudiante bajo el título «Una valoración
de las doctrinas de Mach». Fijémonos en la conjunci6n de estos
nombres: Ernst Mach, Robert Musil y Edmund Husserl, los tres
centroeuropeos del
átea lingüística germana, nacidos en el dieci­
nueve, pero· activos en ·nuestro -siglo, y contemporáneos de varios
sucesos decisivos que anunciaban «el hundimiento de los muros»:
eI final del Imperio · Habsburgo, la primera guerra mundial, la
influencia cada vez
más extendida de Nietzsche y Kafka, cata­
clismos
políticos y, en filosofía, el supuesto fin de la metafísica,
condenada por Kant como el callej6n sin salida de la empresa
especulativa. Fue un tiempo del
fín del mundo, sin que indicio
definido
y esperanzador alguno surgiese entre· los oscuros nuba­
rrones del intelecto. Los
únicos qué se sintieron exuberantes
fueron,
quizás, los pensadore; católicos, divididos en dos gtupos:
aquellos que, siguiendo a Bergson;
· descubrieron la visión anti­
mecanicistá y, por ende; la posibilidad del alma; y los que, si­
guiendo a Marx, defendieron el socialismo católico, el Reino
materializado en la civitas terrena.
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· ¿Por qué era el joven Musil un pesimista? ¿,Por qué podemos
leer· su ensayo como una introducción a la Krisis de Husserl?
Como
se ha sugerido más atrás, el fin de siecle vio la celebración
del
«fin de la metafísica». Musil, el novelista que situamos ahora
cercano a Kafka por su percepción, sintió pesar al conocet en la
universidad las tesis de Mach, construidas sobre postulados
em­
píricos y positivistas tales como la sustitución de la substancia
por un complejo de sensaciones, y la ·realidad por una malla de
puros significados y signos. Esto significa que el conocimiento
es incapaz de descubrir la realidád objetiva, y que solo ofrece una
representación de los hechos verificables y sus relaciones.
La
crítica de Musil destaca que un tal conocimiento, aunque se pre­
tenda cientifico, ignora
y vuelve la espalda al valor del pensa­
miento
científico y de la investigación. Si · el sujeto no puede al­
canzaf la inteligibilidad de la realidad fisica (2), entonces su co­
nocimiento permanece inadecuado; además destruye el ideal de
ciencia alegado: conocer lo que
es. Si· no hay sustrato metafísico
del conocimiento, entonces éste queda sin objeto, reducido a
una especulación gratuita.· Más · aún: la misma noción de. sujeto
es también disuelta, empujándosenos a estar satisfechos (?) con
una teoría del conocimiento en la que un
no-sujeto trata de al­
canzar un no-objeté>. Incidentalmente, el ensayo juvenil de Musil
explica por qué su héroe de ficción
es un «hombre sin atributos».
Un hombre así es el producto necesario de la filosofía académica
dominante a principios de siglo. Las discusiones de hoy en nues­
tras propias universidades muestran que la situación apenas
ha
cambiado en los pasados setenta años. Defender que nuestra in­
teligencia puede conocer, expone, a quien lo sostenga, a sonrisitas
fastidiosas y burlas discretas de sus compañeros ( 3 ).
La filosofía de Husserl se resiente de la ambigüedad de cual·
quier posición situada en la línea de los pensadores racionalistas
desde Descartes a Kant y después de ellos.
En síntesis, el sujeto
(2) Para referencias básicas sobre la posición de Mach habría que re­
tomar a Immanuel Kant, él mismo influenciado. por Hume.
(3} Véase para la discusión de esta materia, TH OMAS MoLNAR, God
and the Knowledge of Reality, Basic Books, 1973.
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cognoscente husserliano no conoce el objeto, sino que se _conoce
a si mismo en el proceso del conocer. Husserl escapa de la postura
empirista de Hume y Mach, pero no termina de deshacerse de la
herencia kantiana que sitúa
el conocimiento entre el sujeto y el
objeto; con todo, rehúsa situar
el conocimiento en el objeto,
donde la inteligencia va a buscarlo. Ya notamos, a propósito del
ensayo
de Musil, que tal actitud especulativa también pulveriza
al sujeto, dejándolo fragmentado y radicalmente insatisfecho.
Incluso si admitimos que la
visión de Husserl -y la de los po­
sitivistas-puede servir a la investigación científica con su mé­
todo, lo cierto es que seguimos aún sin respuesta en nuestra
legitima demanda de entender los procesos
y conclusione_s de la
ciencia. Aparece una especie de señal roja, avisándonos de que
la ciencia ha traicionado su
raison ,¡,, ¿tre, que no es la domina­
ción de la ,naturaleza, sino. asegurar de nue_vo su comprensión.
En otras palabras, la filosofía, alrededor de 1900, se dirigía
hacia una grave crisis cultural que Nietzsche, por ejemplo, había
promovido y denunciado
al tiempo. «Nosotros matamos a Pios»
debería leerse como «nosotros eliminamos el · sustrato del pensa­
miento y la vida». (Aquí es donde el existencialismo, por supues­
to, dio un paso más, como
se hizo en el caso de Pascal contra
los mecanicistas cartesianos o en
el caso de Kierkegaard contra
los racionalistas hegelianos. Pero esta
es otra historia).
El mérito de Husserl
estuvo en admitir su propio fracaso
--el de su fenomenología trascendental-en el seno del fracaso
más amplio de toda la civilización europea. Hacia 1935 entendió
que los postulados científicos en boga en su tiempo, y a los que
había contribuido con su cuota, estaban destruyendo la misma
cultura a la que se suponía estaban sitviendo. Estaban perjudi­
cando la causa del conocimiento, tanto .a
tr<1vés del estrechamien­
to de su validez, como empujándolo a pasar por un único canal,
así como considerando disponible
la riqueza original de la cívili­
:,jaci6n occidental. Hay un desenlace conmovedor en la vida de
Husserl.
En su lecho de muerte, en marzo de 1938, pronuncia
las siguientes palabras, inmediatamente anotadas por la hermana
Jagerschmidt, su enfermera: «Me esforcé por avanzar desde
el
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sujeto hacia el set. Pero cuando filosofamos, siempre afirmamos
el yo y no el objeto, sea un árbol o una casa» ( 4 ). Lo que es a
la vez una confesión de su impotencia especulativa y una peque­
ña luz en la oscuridad (5).
Si examinamos la Krisis en este contexto, se hace luz sobre
el combate de Husserl contra
el psicologismo, que es un combate
contra la suposición de que el conocimiento tiene lugar en
el
interior del yo, el cogito. Esta visión .es contraria a la tra.dición
especulativa clásica,
la cual, de acuerdo con el profundo estudio
de Pierre Hadot sobre
la sabiduría helénica, tiene sus raí~ en
unos «ejercicios espirituales» destinados -sea a través de;, Sól:ra­
tes, los. estoicos, o Plotino--a enseñarnos una paideia, una ma­
nera de vivir en armonía con la naturaleza humana adaptada a. la
naturaleza del universo ( 6 ). Husserl empezó a bosquejar su inter­
pretación del quehacer filosófico bastante tarde en su
vida, cuan­
do adquirió conciencia, con horror, del descarrilamiento
de la
civilización. Incluso entonces, sin embargo, cayó víctima de la
visión moderna que
iguala todas las culturas a través de un gran
método de unificación
de la humanidad. Esto no es lo que .los
griegos tenían en mente. Su universalismo se refería a los raros
individuos capaces de autoimponerse una disciplina y no era una
llamada a
la comunión --en el sentido trascendental de Platón­
con «esquimales y chinos» ( como señala Husserl). En otras pa-
( 4) Sartre tuvo, por el mismo tiempo, una intuición husserliana (habla
estudiado en Alemania y admiraba a Husserl) que está sugerida en el epi­
sodio central
de su novela La Nausée. El personaje central, Antoine Ro­
quentin, se enfrenta con un roble antiguo y vigoroso, el en-si o ser, com­
parado con
el cual su propio yo, el ser-para o no-ser, aparece como la nada
(neant).
(5) Antes, en sus meditaciones del lecho de muerte, Husserl difO:
~Antes de todo principio está el Yo... Pero el problema es, precisamente,
qué había antes del principio».
La hermana Jagerschmidt le replicó: «Al
principio estaba Dios, el Verbo, y el Verbo está en Dios, y. el Verbo es
Dios». Y Husserl añadió: «SI, hay un problema aquí que solo puede re-
solverse poco a poco». -
(6) PmRRE HAnoT, Exercices spirituels et phüosophie antique, Etudes
Augustioiennes, París, 1987, pág. 48.
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labras, ·uno de los principales motivos de Husserl para escribir
su
Krisis fue su miedo de que Europa, y más estrechamente la
filosofía alemana, estuviera a punto de perder el liderazgo de la
única plataforma intelectual válida.
Si no es Europa -hoy de·
cimos
«Occidente»-, ¿entonces qué? Un cri de coeur cierta­
mente, pero que no era
la preocupación de los primeros maestros
del filósofo.
Husserl creia
realmente en la posibilidad de armonía entre
todos los seres racionales, áunque preguntaba ·si· la racionalidad
era una propiedad necesaria
y universal del hombre o un «acci­
dente antropológico» manifestado en un momento determinado
en· la Hélade·. La formulación de esta pregunta sugiere que Hus­
serl,
hacia el final de su vida, tuvo conciencia del fracaso de la
ciencia como regulador exclusivo de la «objetividad», excluyendo
al propio hombre. Y cuando, finalmente, la
ciencia se propuso
encararse también con
el hombre, señaladamente .a través de las
disciplinas de las
«ciencias humanas», el hombre fue pronto re­
ducido al status de objetó. En otras palabras, la indagación cen­
tral de Occidente durante siglos -la ciencia-huyó de la ver­
dad que supuestamente buscába.
¿ Y cómo hablar en esta tesitura
de una «validación ontológica», la idea husserliana del conoci­
miento universal? El
hecho es que el individuo positivista se
hace escéptico de su propii, conocimiento, mientras que las pro­
posiciones científicas ya no sugieren al investigador nada que se
asemeje a la vida.
La Krisis demuestra que el gran intento de clarificar el mundo
ha errado
el blanco. Si el conocimiento es, por definición, lo que
se encuentra en la 'realidád, debe ser universal, y no en términos
de una red de medidas sobrepuestas, sino en términos de una
metafísica orientada teológicamente. De otro modo, la especula­
ción trascendental corre el riesgo de convertirse en un solipsismo
trascendental.
La hybris de la ciencia que Husserl vislumbró en
1935 consiste en la
asunci6n · de que las leyes naturales -bási­
camente desconocidas y puestas solo arbitrariamente (Kant}-de­
terminan la propia vida. Poseemos, entonces, un conjunto de
fórmulas sólidas, pero sin contacto
con la realidad.
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HUSSERL Y SU COMPRENSION ])E l,JL,(;RJSI$
El último Husserl reexamina sin piedad la entera empresa
especulativa
en busca del sustrato ontológico abaudonado mucho
tiempo antes como no-científico. Desde su reducción, la ciencia
concluyó por tolerar solo las relaciones entre fenómenos, al tiem­
po que declaraba que los fenómenos erau
per se incomprensibles,
Así, la comprensión era se¡,arada de .los objetos y de sus. relacio;
nes, y desacreditada en sí misma como lugar de un acto genuino,
el acto
de la inteligencia y el juicio. La moderna cosmología nos
proporciona una ilustración: rompiendo con la · astrología --en la
que
la armonía era captada fácilmente--, la percepción ,de dioses,
espíritus y fuerzas condujo a la comprensión de cómo afectabau
a los hombres y
a los acontecimientos. La conciencia, en
cualq1,Üer
época, es resueltamente· geocéntrica, no copérnicana. Los anti­
guos -y todas las civilizaciones arcaicas--vinculabau el orden
humano al orden cósmico.
Los seres humauos podían ocupar un
lugar indistinguible
.en la escala jerárquica, pero, .al menos, ellos
sabían donde estabau, y esa
su posición les daba .sentido. El
hombre moderno solo conoce reglas arbitrarias, derivadas de
ley~~
arbitrarias que él mismo. formula, sin ninguna seguridad de que
él mismo, sus fórmulas o los objetos
" los que las aplica; tengau
una realidad distinta de la establecida convencionalmente. El su­
jeto matematizado vuelve la espalda a la psicología ordinaria y
al contacto humano. No cree por más tiempo en la . realidad dej
conocimiento, aunque fuera en nombre del conocimiento (la cien­
cia} como se inició el culto del hombre (hutnauismo}.
• * *
Este sobrevuelo de la tesis dominante a través. de la Krisis
de Husserl, llama la atención· ahora, medio siglo · después, sobre
un aspecto generalmente ignorado de la crítica contemporánea
del concepto de decadencia. Como crítica, profundiza
más que
los diagnósticos. acostumbrados y dirigidos a la civilización y la
cultura,
la política y el estado de la moralidad. ¿En qué .sentido
es
la crítica de Husserl profunda, original y· decisiva?
Otros ·hau escrito
acerca de las modificaciones estructurales
de las formas de civilización y hau apuntado qu~ la decadencia
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THOMAS MOLNAR . ·
.i..:a-coino d acrecentamiento _ o la · madur~ ., está inscrita en la
naturaleza de las comunidades, ya sean pequeñas, ,como un mo­
vimiento literario y .una secta religiosa, o grande_s, como un itn­
perio y un área cultural. Aunque tales diagnósticos explican
mochas cosas, son, en cambio, deficientes en un sentido: .son
herederos de la visión griega y pagana del mundo y consideran
la historia como una serie de sistemas cíclicos,. casi autosuficien­
tes y encerrados en sí mismos. El lector aprende detalles fasci­
nantes y secuencias causales
. inesperadas, pero algo esencial
pem,anece velado para él: las elecciones deliberadas que ciertos .
pensadores hicieron siguiendo las reinterpretaciones de sus ex­
periencias fundamentales.
Esto
es lo que Husserl hizo en su Krisis. Se dio cuenta de que
el título de gloria de la humanidad occidental, la cosmovisión
científica, es una de las posibles vías de contemplar el universo,
y que, a su vez,
se basa en dos conceptos: la afirmación del pro­
greso y lá expresión de un ideal matemático. Los dos conceptos
se funden porque la penetración en los misterios del universo
con instrumentos matemáticos lleva .. a mediciones más precisas,
cuyo último · objetivo es la comprensión y -todavía más-el
dominio sobre el universo. Seguramente el dominio es cada día
más firme; sin embargo, paralelamente al dominio, hay una dis­
minución en
la comprensión, aun avanzando la ciencia. En otras
palabras, el resultado de la acumulación del conocimiento cien­
tífico es un menoscabo
de -la perspectiva de la realidad, de esa .
realidad que la ciencia se suponía debla explicar y acercar a
nuestra inteligencia. Por retornar a la pregµnta anhelante de
Rcibert Musil: si la ciencia. abandona. el principio de causalidad,
¿qué queda de la inteligibilidad de lo real? O., dicho diferente­
mente: ¿podemos abandonar
el postulado de un sustrato real
que preside todo conocimiento válido y
habla todavía de «cien­
cia» conduciéndonos al «conocimiento»? ¿Mejor6 Galileo a Pla­
tón cuando llegó a la conclusión de que la naturaleza no
es copia
de la realidad trascendente, sino una expresión
de· las leyes ma­
temáticas? Obviamente, las «leyes matemáticas» están, por lo
menos, tan alejadas
de nuestra experiencia de la naturaleza como
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HUSSERL Y SU COMPRENSIQN. DE LkCRISIS
pudieran estarlo las ideas platónicas. C. E. M. Joad, en· su libro
sobre .
la «decadencia», define este término. siempre . controverti como ·«la destrucción dd objeto», demostrable en los tiempos
modernos a través de una larga secuencia en
la especulació¡dilo ..
sófica. John Loclre apartó como .«cualidades secundarias» lo que
no fuera matematizable en nuestro. campo de conocimiento; Kant
situó las. cualidades escribe Joad ..-,y Ortega lo aprueba-, ba derribado, .deformado
y· finalmente abolido, los objetos porque no se .alzan bajo d
escrutinio
científico, escrutinio que ha moddado por ahora la
sensibilidad de varias generaciones,
Los objetos · y la realidad se alejan de nosotros como cada
galaxia entre si y como. todas respecto de. un centro postulado.
El conocimiento profundo de Nicolás. de Cusa está plenamente
aceptado:
estamos desorientados en un universo desorientador,
por
Ji;, que . hemos puesto arbitrariamente reglas ideadas en el
lugar en que estaba la .realidad estructurada. El infinito se solía
«medir» como
la distancia dd hombre respeqo de Dios; para
Pascal, en los umbrales de
la modernidad, d infinito se hizo Pa"
voroso, aunque tuviera la consolación . de que también los «espa ..
cios» eran creadón de Dios y que entre las criaturas d hombre
era el
,ínico favorecido. Hoy, sin embargo, se entiende el infi ..
nito como la soledad frente a un tiempo que te.nemos que medir
sin cesar.
¿Cuál es, pues, d juicio husserliano sobre.la crisis de nuestro
tiempo? ¿Cuál
su significado singular? Primero, es d ,ínico ra,,
zonamiento técnicamente filosófico que poseemos sobre la deca­
dencia después de los análisis tipológicos y morfológicos spengle­
rianos, etc. Es, además, uno a través del cual el filósofo profe­
sional, reconsiderando
d callejón sin salida a . que ba llegado,
formula
la decadencia· como la separación moderna del sustrato
ontológico. En resumen, es,
dado el lugar prestigioso ocuPado
por Husserl en la
especulación contemporánea, una autotizada
inversión
de los postulados antimetafísicos kantianos. Paradó·
jicamente fue el positivista Augusto Comte quien, con
sus obser ..
vaciones frecoentemente profundas, llamó la atención sobre el
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hecho de que lo que.llamaba «doctrina crítica» .(desde.Descartes)
estaba arruinando la filosofía. Comte pedía la restauración de
uoa «doctrina
no-crítica»,una que brindara la validación .del jui­
cio, su juntura o ensamblaje con la realidad en los• últimos tér·
minos. Lo que Husserl hizo en Krisis fue admitir que uoa red
de signos --sin que importe lo sofisticados matemáticamente o
precisos,
en el sentido de vacíos, tautológicos, basados en la
convención, que son-no puede sel' un sustitutivo del conoci­
miento. De hecho, lo corroe en sus ralees y en su fuoción; 4
vida, escribió Husserl, reconoce el significado de la percepción
sensible directa. Si es así -y, fuera de uo nada concluyente es­
cepticismo, solo. nuestra empresa científica descarrilada lo nie­
ga.e- podemos esperar las siguientes consecuencias beneficiosas:
la· restauración de nuestra cultura de Ia postración que ha sufrido
por el formalimo excesivo. Concretamente, arte, educación, lite­
ratura y, por supuesto, ciencia, han abandonado el significado
en uo desesperado intento de que las cada vez más abstractas,
geométricas y arbitrarias formas se interrelacionen unas con otras;
evitando cuidadosamente el contenido como 1lh intruso irrelevan,
te. Ortega lo llamó «la deshumanización del arte», en psicología
es 'el behaviorismo; en sociología la precedencia dada al estudio
J~:las eStrué:turas, en literatura «le ·nouveau toman», etc. Antes
estudiamos la decadencia cómo un cataclismo· histórico y ahora
puede ser conveniente examinar sus aspectos observables día tras
día en un nivel público e intelectual. La crisis surge cuando de­
jamos
el substrato y cuando las afirmaciones arbitrarias usurpan
el lugar de las que el conocimiento dicta natural y espontánea­
mente a una
de sus posibles expresiones, la llamada ciencia. Lll
Krisis de Husserl propone, en · suma, la apertura confiada del
conocimiento a muchas áreas que desde Descartes habían que­
dado restringidas a lo mental y lo físico, la res extensa y la rei
cogitans. Hay bajo el sol más por conocer que lo que una civili,
zación, o un sistema filosófico, es suficientemente espacioso para
abllrcar.
(Traducción de M. A. T.).
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