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Número 321-322

Serie XXXIII

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Situación religiosa de Colombia en 1900. San Ezequiel Moreno y Díaz: una vida por el reinado social de Jesucristo (I)

SITUACION RELIGIOSA DE COLOMBIA EN 1900.
SAN EZEQIDEL MORENO Y DIAZ: UNA VIDA POR EL
REINADO SOCIAL
DE JESUCRISTO (I)
POR
] OSÉ f'ERMÍN GARRALDA ARIZCUN
Doctor en Historia
SUMARIO:
L lNTRODUCCIÓN,-lL VIDA.-111. TEMPLE PASTORAL.-­
IV. ¿QUÉ ES EL LIBERALISMO?-V. DESARROLLO DE LA DOCTRINA LIBE­
RAL.-VI. GRADOS DE LIBERALISMOS.-Vll. «CONCORDIA NACIONAL» EN
COLOMBIA O ESPÍRITU DE FALSA CONCORDIA.-VllL BREVE INTERPRETA­
CIÓN DE LOS PROCEDIMIENTOS DEL PADRE MüRENO.-lX. PRINCIPIOS
RECTORES DE LA PASTORAL ANTILIBERAL DE SAN EZEQUIEL-X. LA IN­
JUSTICIA DE LAS DESCALJFICACIONES.-XI. Sus «ULTIMAS DISPOSICIONES».
!. INTRODUCCIÓN
1. Profundizar en la personalidad espiritual de San Ezequiel
Moreno y Díaz (1848-1906), fraile Agustino Recoleto, es suma­
mente difícil
y comprometido.
Comprometido tanto por tratarse de una vida cristiana y, pre­
cisamente,
la de un Santo, como por la necesidad de alcanzar con
nuestro biografiado cierto grado
de intimidad espiritual para com­
prender mejor la vida de nuestro personaje. Creemos que esta
cercanía espiritual n1ejora el conocimiento
de su vida y garantiza
Ja rectitud de intención de la investígación. Acercarnos a quien
hemos admirado desde hace 19 años nos ha conducido no sólo a
conocer
su vida y a estudiar sus enseñanzas, sino también a cono­
cer la sencilla casa
que le vio nacer en Alfaro (La Rioja) y a rezar
en .la capilla y cripta donde descansan sus restos mortales en el
monasterio de Agustinos Recoletos de Monteagudo (Navarra), en
cuya comunidad religiosa se formó, fue rector y n1urió tras una
dolorosa enfermedad.
Por otra parte, penetrar en la personalidad de San Ezequiel
es difícil
por la naturaleza del intento, por lo ceñido de estas líneas,
y por no tener acceso directo a la correspondencia privada del san­
to, aunque sí
la tengan1os -y con gozo-a sus pastorales y a
Verbo, núm. 321-322 (1994), 149-205 149
Fundaci\363n Speiro

JOSE Fh.'RA1IN GARRALDA ARJZCUN
otros de sus escritos públicos que, en realidad, son la fuente do­
cumental básica para conocer la doctrina y pastoral del Padre
Moreno. Sería largo querer desgranar
la doctrina y los procedimientos
de fray Ezequiel
en la infinidad de actuaciones, temas, facetas,
perfiles y riquísimos matices, pletóricos de significado, de un fiel
hijo de la Iglesia que ha escalado la santidad. Su vida, la de un
religioso profundamente humano, dulce y
cariñoso, austero y pe­
nitente, intransigente en los asuntos de Dios
y de las almas, de
rnirada serena
y entreverada de cierta melancolía, exige no sólo ser
narrada
y explicada sino) sobre todo, testimoniada.
2. El liberalismo, considerado como
«hijo del padre ele la
lvientira», ha querido vengarse de quien tan ejemplar y eficazmente
le combatió. Primero, en vida
de fray Ezequiel, 1nediante la ca­
lumnia. Después, a través del silencio y un olvido imposible. Por
último, cuando el Padre Moreno ha sido elevado a los altares
-declarado beato en 1975 y santo en 1992-mediante el tor·
tuoso arte de «enmendar al santo». A los historiadores de la Iglesia
de tendencia liberal o católico liberal les
es difícil -me parece­
entender o bien comprender a este santo. Con ser importante, esro
-es lo de menos. Lo más grave es que algunos historiadores no se
confor1nan con narrar y explicar el pasado. En sus estudios hay
una directa o indirecta descalificación -más o menos declarada y
elegante-de las doctrinas y proceditnientos católicos del siglo XIX
y de parte del siglo xx. Según ellos, San Ezequiel, como la Iglesia
de] siglo xrx, estaría marcado por el denominado «integrismo»<
Cierta biografía de San Ezequiel, que precisamente nos ha n1ovi­
do para escribir la investigación que ahora _presentamos, quizás hay.1
querido enmendar la doctrina enseñada y los procedimientos segui~
dos por San Ezequiel, en base a una falsa y actual reconcilación en­
tre el Catolicismo y el Liberalismo ( 1 ). Pero corregir esta doctrina
significa enmendar las enseñanzas del Magisterio de la Santa Igle·
sía, que el Padre Moreno siguió con absoluta fidelidad. Asimismo,
(1) MARTÍNEZ CUESTA, Angel, OAR: Beato Ezequiel Moreno. El (amino
del deber, Roma, 1975; 583 págs. Un resumen de este libro seguido al pie
de la letra: ID.: San Ezequiel Moreno. Fraile, obispo y misionero, Madrid,
Ed. Agustinus, 1992, 127 págs. Esta bíografía es muy interesante en lo que
respecta a los datos personales y al entorno del Padre Moreno. Sin embargo,
el autor efectúa una crítica a la doctrina tradicional sobre el liberalismo y
a los procedimientos del santo totalmente -creemos y con todo el cariño
del
mundo-desafortunada. Nuestra impugnación se centra en el contenido
de las págs. 97, 286-287, 369-370, 390-391, 456, 489-491, 497 del primer
libro citado, y en la 82, 97 y 102-104 del segundo.
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SlT[iAClO,V RELIGIOSA /Ji:.' COLOA1BIA EN 1900
e?me~dar ~c~os procedimientos supone corregir la santa intran­
s1genc1a practica de la Iglesia católica mantenida durante el si­
glo xrx Y_ buena parte del = frente a la Revolución liberal, así
como malmterpretar
el Concilio Vaticano II. La confusión quizás
sentida por algún bienintencionado biógrafo del Padre Moreno,
al
contrast.ar la doctrina y la praxis que este mantuvo con la que
defienden ciertos sectores actuales de la Iglesia, también ba podido
ser experimientada por otros católicos. San Ezequiel no está en
los altares a pesar
de su antiliberalismo sino precisamente tam­
bién por él. Creemos que su canonización, efe~tuada el 11-X:1992,
es un signo providencial porque, hoy, el liberalismo ha hecho su
estancia entre las casas y familias del pueblo católico y lúere el
seno de parroquias y catedrales. El liberalismo se ha infiltrado en
el Santo Templo de Dios y hoy se enrosca en la superficie de la
tierra en lucha perpetua contra los hijos de la Virgen. En este
trabajo sólo queremos descubrir la verdad
y el auténtico sentido,
profundamente romano
y eclesial, de la santa figura de fray Eze­
quiel, obispo de Pasto (Colombia). Su figura y su canonización
es un signo de los tiempos presentes. Así leemos en el Nuevo
Catecismo: «El espíritu
de comunión permanece indefectiblemente
en la Iglesia, y por eso la Iglesia es el gran sacramento de la co­
munión divina que reúne a los hijos de Dios dispersos» (número
1.108). Esta comunión se realiza
en una misma fe, que reúne a
todos los hijos no sólo de diferente espacio sino también de dife­
rente tiempo. ¿Cuál fue
el sentir de la Iglesia en tiempos de
San Ezequiel? ¿ Y el sentir del santo elevado a los altares como
modelo para los cristianos de nuestros días?
3.
El carácter de nuestra exposición es histórico y objetivo
aunque,
al final de ella, se insertan ciertos aspectos subjetivos,
debido a que San Ezequiel nos interpela también hoy. De esta
manera, estamos lejos de utilizar
la biografía del Padre Moreno
para formular una aplicación concreta del derecho público cristia­
no, aunque esta sea efectuada
por una conciencia católica y si­
guiendo las orientaciones prácticas de la Santa Sede. Nuestra ex·
posición pretende algo 1nás profundo. Mostraremos algunos aspec­
tos doctrinales del santo obispo de Pasto, su temple espiritual, su
vocación eclesial
y contínuamente misíonera, y las aplicaciones
concretas de
1os principios doctrinales que defendió, realizadas
por él en unas determinadas coordenadas
espacío~temporales.
Nuestro trabajo1 de carácter histórico, tiene como principal
función conocer la verdad, actividad y pastoral del Padre More­
no, en cuanto tal y en función de la Iglesia local donde las desa-
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JOSE FE'RM!N GARRALDA ARJZCU,V
rrolló. Reconocemos que, a su vez, esta exposición puede tener
-y, en efecto, tiene-otras funciones secundarias. La ~nseñanza
de fray Ezequiel --esto es, la doctrina inmutable de la Iglesia­
perdura también hoy : su temple espiritual interpela y conforta;
y las aplicaciones concretas de los principios doctrinales son, sin
duda, faro guía en las circunstancias históricas posteriores.
Por
otra parte, los contenidos -enseñanzas y temple espiritual-de
los escritos de fray Ezequiel son actualísimos, conservan todo
su
frescor y lozanía aunque con ropaje diferente al actuat e incluso
nos hacen testigos del cumplimiento de sus premoniciones.
4. Fray B,equiel da cita al misionero (en Filipinas de 1869 a
1885
y Colombia de 1888 a 1894), al rector del colegio-noviciado
de Monteagudo (1885-1888),
y al obispo (tras 1894 en Casanare
y desde 1895 en Pasto, ambos en Colombia). En cualquier cir­
cunstancia hizo de su vida un ejemplo de pobreza, penitencia,
caridad y servicio al enfern10 y al necesitado. Toda su
vida) fuera
de los estrechos límites
peninsulares) fue un continuo misionar,
también siendo obispo. En el episcopado tuvo una doble y cons­
tante preocupación: la evangelización de los indígenas de Los
Llanos de Casanare v la salvación eterna de cada fiel a él enco­
mendado, en unos momentos en los que la lucha se presentaba
simultáneamente
por el reinado social de Jesucristo y, en conse­
cuencia, por la salvación eterna
de cada fiel cristiano.
El Padre Moreno auna al hombre contemplativo y al de acción.
En él se funde el maestro de doctrina ( catequética de niños o bien
teológica)
y el pastor. Como maestro, «buen teólogo y notable
moralista» (dice su biógrafo Minguella,
vid. nota 4, pág. 129),
amó ante todo la Verdad en sí misma, como reflejo divino y en
cuanto fundamento del auténtico bien
y libertad. Como pastor,
tuvo presente las circunstancias del momento tanto en su
expo­
~ición doctrinal como en la primera aplicación práctica --que
efectuó--de los princípios. Esta primera aplicación fue, en reali­
dad,
definitiva, porque sus únicas consideraciones fueron el Cru­
cificado, la Verdad y la salvación de cada hombre a él encomen­
dado como pastor.
5. La principal enseñanza v preocupación de fray Ezequiel
se refirió al problema básico que causó epidemia en su tiempo,
así como
-creemos-que también posteriormente: esto es, el
liberalismo.
Doctrinalmente,
el Padre Moreno fue absolutamente fiel al
Magisterio de los Pontífices que conoció, esto es, de Pío IX,
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S!TVACION RELIGIOSA DE COLOMBIA EN [900
León XIII y Pío X. También sigue en sus escritos las directrices
señaladas
por los principales teólogos y moralistas de su tie1npo
-con preferencia de los Jesuitas-como Pablo Víllada, S. I., An­
gel M." Arcos, S. I., Félix Sardá y Salvany ( en numerosas ocasio­
nes cita fragmentos
pecado (2), Niceto Alonso Perujo, Ballerini, Bucceroni, Gasparri,
Pedro Casas y
Souto ( obispo de Plasencia) (3 ), etc.
(2) SARDÁ y SALVANY, Félix: El Liberalismo es pecado. Cuestiones
candentes,
.Madrid, 9."-ed., 1936, 192 págs.
Para iVlartínez Cuesta «queda bien clara la aversión visceral del padre
Ezequiel a cuanto sonara a conciliación o transigencia doctrinal o práctica
con el liberalismo ( ... ). La había asimilado en los claustros agustinianos en
Navarra, partidarios todos ellos del integrismo carlista, y luego la había ido
fortificando con lecturas
de la mistna tendencia; Sardá, El Siglo Futuro,
"órgano
de la más fina ortodoxia", según el padre Fabo, el obispo Casas
Souto, el padre Arcos, etc. Consideraba funesto
y pernicioso el sistema ca­
novista, que descansaba sobre el diálogo con el espíritu del siglo. En 1897
se escandalizaba de que periódicos carlistas lo miraran con simpatía y cre­
yeran digno de imitación ( .. )» (pág. 489). La cita no tiene desperdicio. Cier­
tamente,
no todo lo que digan y hagan los Sumos Pontífices -por ejem­
plo--tiene el mismo valor. Y con mucha más razón los fieles.
Otro autor, Gonzalo Redondo, con 111otívo de la Unión Católica organi­
zada en torno a Pídal, señala:
«El problema, pues, se planteó por el lado de
los radicalmente puros,
de los incontaminados del morbo liberal de aque1los
que defendían, a la vez,
el poder absoluto de los reyes y el poder temporal
de los pontífices, marchando de mutuo acuerdo. El mismo año 84 en que
se consumaba el lógico proceso de absorción de la Unión Católica por Cá­
novas, al aceptar ( en enero) Alejandro Pídal la cartera de Fomento veía la
publicación de El liberalismo es pecado del clérigo catalán, Félix Sardá
Salvany, que habría
de convertirse en catecismo del integrismo español, la
facción católica irreductible». REDONDO, Gonzalo: La Iglesia en el mundo
contcrnporáneo, Pamplona, Ed. EUNSA, 2 vols. vol. II De León XIII a
Pío XI (1878-1939), 333 págs., pág. 69.
Ambos textos muestran desdén por la obra de Sardá aunque la Secretaria
de la Sagrada Congregación del índice señalase, el
10-1~1887, lo siguiente:
«( ... } nada halló contra la sana doctrina, antes su autor don Félix Sardá y
Salvany merece alabanza porque con argumentos sólidos, clara y ordenada­
mente expuestos, propone
y defiende la sana doctrina en la materia que
trata, sin ofensa de nínguna persona». Esto es más que un «Nihil Obstat».
En este documento, la Sagrada Congregación aprobó y defendió la obra de
Sardá contra el opúsculo del canónigo de la diócesis de Vich, P. De Pazos,
titulado: Refutación de los errores contenidos en el opúsculo El Liberalismo
es pecado. La Sagrada Congregación añadió sobre este último: <~Pero no se
formó el mismo juicio acerca del otro opúsculo publicado por D. De Pazos,
porque necesita corrección
en alguna cosa, y además no puede aprobarse e1
modo injurioso de hablar de que el autor usa, más contra la persona del
Señor Sardá que contra lo errores que se suponen en el opúsculo de este
escritor».
De Pazos fue amonestado y obligado a retirar su opúsculo. Ade­más, se incluía a Sardá entre las personas «sobresalientes en doctrinas y
piedad».
La Revista Popular, dirigida por Sardá, incluyó tres extensos y bien
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JOS'H FERMIN GARRALDA ARIZCUN
Pastoralmente, sus escritos se encuadran en los acontecimientos
desarrollados en Colombia v su vecino Estado del Ecuador. En
ellos mantiene el espíritu y temple de la Iglesia miliante de la
época, expresado
mediante una fina, rnatizada y recia intransigen­
cia
práctica y no sólo doctrinal.
En nada de esto el Padre Moreno fue totalmente original. Sin
embargo, sí destacó en:
1. Ser pastor celosísimo por el bien espiritual -y material­
de los fieles a él encomendados.
2. La devoción al Sagrado Corazón de Jesús --y a sus «do­
lores internos»-y a su Madre Inmaculada. Su sello de oficio
construidos artículos en defensa del libro El Liberalismo es pecado, firmados
por la Revista de los Jesuitas La Cilvilta Cattolica. Véase Revista Popular,
Barcelona, tomo 32, año XVII, núm. 839-890 (8 y 16-Vl-1887), págs. 383·
390 y 407-411; y del 7-Vll-1887, págs. 5-20.
Creemos que el término
< propiedad
y como arma arrojadiza descalificadora con terribles consecuencias,
Asimismo, se tiende a nivelar todos los aspectos, muy diversos, que incluye.
Al igual que con muchos <~ismos», algunos otorgan a dicho ténnino la fun­
ción de una ideología religiosa de creación 1neramente humana, mantenida
por espíritus que utilizan la religión para mantener su inmovilismo en favor
de unas estructuras y valores de un pasado periclitado que nunca ha de
volver. Serían los nostálgicos engolfados en
un romanticismo estéril y aferra­
dos a realidades temporales
que consideran definitivas. Como tales, al vin­
cular lo divino a lo humano, los perjuicios causados a la verdadera religión
serían
inmensos. Hasta aquí el planteamiento de algunos. En realidad, la
cuestión
es si esto respondió a la realidad o es un grave desenfoque. Porque
se da la casualidad que aqueUos que fácilmente denostan como integristas
a sus oponentes filosófico-teológicos, extienden el calificativo de tales a gran
parte de la Iglesia catóJjca y a los Sumos Pontífices. A otros y quizás para
salvaguardar sus labores apostólicas, les
es más cómodo, fácil y conveniente
desviar hacia tercero el calificativo
de «integristas» con el que algunos, con
clara injusticia, les motejan. La Iglesia
--continúan-todavía no estaba
liberada para propugnar la época de la Nueva Cristiandad, a la que
se debió
de llegar en sincero diálogo con
el siglo decimonónico liberal. De efectuarse
este diálogo, la Santa Iglesia hubiera liberado al liberalismo de sus excesos
y de su amarga corteza y, este último, a la Santa Iglesia, del lastre de los
siglos pasados, de sus intransigencias, faltas de caridad, desconocimiento de
la <~dignidad humana» y de su antievangélica «huida del inundo>>. Los erro"
res
y aun la calumnia contra la Santa Iglesia que supone este planteamiento
nos parece evidente aunque
su den1ostración exceda los límites de este trabajo.
{3) Ilmo. Pedro CASAS SouTo, obispo de Plasencia, Carta Pastoral (23·
1~1885), publicada por la Revista Religiosa, Madrid, 3.ª ed., 1885, 32 págs.
De esta pastoral insertaremos varios fragmentos que ejemplifiquen su sin­
tonía con las pastorales dd Padre Moreno. Poco después, el obispo Casas
Souto publicó otra carta pastoral sobre el carácter de la guerra que se hace
a Ja Iglesia y de los deberes que impone a los católicos (Barcelona, tipografía
Católica)
(1890), 16 págs.
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S!TUACJON RliLlGJOSA DE COLOMBIA F.,V 1900
episcopal inserta en su campo el Sagrado Corazón de Jesús iníla-
1nado de amor1 orlado por la leyenda siguiente: «Fortitudo mea
et refugium memn est tu» (salmo 30, v. 4).
3. La fidelidad absoluta e inquebrantable a la Santa Sede.
Prueba de ello fue su escrupulosa y dolorosa obediencia al man­
dato de silencio impuesto
por Roma en 1898 ( con motivo del
conflicto de jurisdicción mantenido con
el obispo de !barra, Ecua­
dor) y 1901 ( con ocasión de las negociaciones entre la Santa Sede
y el Gobierno anticatólico del Ecuador), aunque en ningún mo~
mento Roma recelase ni de la validez de la doctrina enseñada por
él
ni de sus procedimientos pastorales.
4. Ser abanderado
-sin pretenderlo--del antiliberalismo
doctrinal entre sus hermanos del Episcopado colombiano
y la Igle­
sia en Colombia.
5. Ser abanderado
-sin proponérselo-- del antiliberalismo
práctico en Colombia, apoyado al efecto por gran parte de sus
hermanos en el Episcopado y del clero colombiano, así como de
casi la totalidad de
los fieles de sus diócesis.
6. Su intransigenciu doctrinal y práctica en defensa de los
derechos de Nuestro Señor Jesucristo en las sociedades y los Es­
tados, íntimamente vinculada al celo por la salvación eterna de
los hombres.
7. Alentar, con una gran eficacia, a los soldados católicos
durante la desgraciada guerra civil, de carácter principahnente
religioso, mantenida entre liberales
y católicos en Colombia duran­
te tres años, de 1899 a 1902.
8. Desvelar los errores implícitos en la política de concordia
-según él, de falsa concordia-iniciada por los políticos conser~
vado res (católicos) respecto a los liberales, una vez finalizada la
guerra civil en 1902. Ello le condujo al ingrato enfrentamiento
con el general conservador don Rafael Reyes,
el obispo Ilmo. Ni­
colás Casas (Agustino Recoleto) y el Delegado Apostólico Monse·
fiar Francesco Ragonesi. Los liberales, que perdieron la guerra,
triunfaron después de las hostilidades. De ello se lamentará -do­
lorido-San Ezequiel en sus últimas disposiciones episcopales
(6-X-1905), antes de sufrir el calvario de su última enfermedad y
de su muerte.
9. Ser claro, sencillo, lógico y firme expositor de la doctrina
católica ante la que siempre mostró un claro y hondo con1pro1niso
personal. Sus pastorales, escritas con un corazón cuajado por una
fe vívida, interpelan la fe, la esperanza y la caridad. Eran asumi­
das por todos, fieles y eclesiásticos, incluso por sus hermanos en
el episcopado, como faro y guía. Como dice su biógrafo y amigo
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JOSE FERMIN GARR.ALDA ARIZCUN
Minguella: «predicaba lo que sentía y practicaba lo que decía»
(o. c., pág. 53). Estudiados sus escritos concluimos que su cloc~
trina era a la vez pastoral y que su pastoral hundía su raíz en la
doctrina.
6. Fray Ezequiel comprendió la realidad de su tiempo
con
un profundo sentido sobrenatural. Ello lo garantiza la santidad
de su vida, centrada en los derechos de Dios y de la Verdad y en
la salvación eterna de los hombres. Con impulso sobrenatural y
siempre misionero, desplegó su acción pastoral, totalizadora, en­
tera, íntegra y vibrante. La Gracia divina vertebró y n1oduló su
quehacer tanto doctrina] corno la necesaria aplicación de los prin­
cipios del derecho público cristiano. Dios constituyó la médula
de su ser
y actuar y, a la inversa, todo él era de Dios. Por eso
le veneramos
en los altares y su doctrina y actuar son un faro­
guía para su época
y las generaciones posteriores, inmersas en el
profundo abismo de la crisis anunciada también por
el Padre
Moreno.
n. VmA
1. Los biógrafos.
Los autores a quienes seguiremos son el Padre Matute y el
Padre Toribio Minguella ( 4 ), compañero de misión y amigo, res­
pectivamente, del Padre Moreno,
y a Martínez Cuesta. La dife­
rencia entre las biografías de estos dos últimos autores es muy
notable. Mingüella, obispo de Sigüenza, tiene el mérito de ser
el
primer biógrafo documental de Fray Ezequiel, de conocer perso­
nahnente
al santo, de penetrar en su alma ( tanto por su amistad
como
por conocer y sentir como él conocía y sentía el derecho pú~
blico cristiano), y de salvar del olvido multitud de detalles y tes­
timonios de quienes conocieron
al Padre Moreno. Martínez Cuesta
sigue un método historiográfico moderno,
es más críticó, penetra
(4) MrNGUELLA Y ARNEDO, Toribio Fr. Agustino Recoleto, obispo de
Sigüenza: Biografía del Il,no. Sr. D. Fr. Ezequiel Moreno J Díaz, agustino
recoleto
y obispo de Pasto (Colombia) muerto en opinión de santidad, Bar­
celona, Ed. Luis Gili, 1909, 484 págs. (Biblioteca General de Navarra).
('.,onsideramos que esta biografía penetra realmente en el corazón de San Eze­
quiel
y que entiende las enseñanzas y pastoral del Padre Moreno. En este
sentido
supera a la citada biografía de Martínez Cuesta (vid. nota 1). En
este trabajo citaremos varios fragmentos de la obra de Minguella que con­
tienen cartas del Padre Moreno y consideraciones de Minguella, amigo, y
conocedor del santo.
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SITUACION RELIGIOSA DE COLOMBJA EN 1900
en ciertos aspectos conflictivos que Minguella debe omitir por ser
coetáneo a los hechos, profundiza mediante una visión de conjunto
madura por el paso del tiempo ... pero, creemos que, desgraciada­
mente, efectúa una crítica -y persistente e innecesaria crítica­
ª la doctrina y procedimientos de San Ezequiel que en modo al­
guno compartimos. Creemos que esta última biografía no llega a
comprender la personalidad del Padre Moreno, que nos llega vul­
nerada y disminuida a pesar del respetuoso tratamiento hacia el
biografiado.
2. Formación y misión en Filipinas.
San Ezequiel nace en Alfara (La Rioja) el 9-IV-1848 (5). Su
familia era sencilla: Félix Moreno era sastre de profesión y padre
de
seis hijos. Ingresa en el cercano noviciado de Monteagudo (Na­
varra) donde hace profesión temporal como Agustino Recoleto
el 22-IX-1865. De 1866 a 1869 estudia teología dogmática en
Marcilla (Navarra). El 22-IX-1868 hace la profesión solemne con
el nombre de P. Ezequiel Moreno de la Virgen del Rosario. El
14-X-1869 embarca en Cádiz rumbo a
las islas Filipinas, todavía
de soberanía española. El 3-VI-1871
es ordenado sacerdote. En
Filipinas tuvo varios destinos de responsabilidad en
las islas de
Palawan (Puerto Princesa), Mindoro (Calapán) y Luzón (Las Pi­
ñas, Santo Tomás y Manila). En estos destinos se cruzará varias
veces con su hermano mayor Eustaquio, Agustino
y misionero
como él. Más de 15 años estuvo en Filipinas.
3. Rector de novicios.
Muy joven todavía, de vuelta a la península, el 9-VIII-1885,
a
los 3 7 años, ocupa el cargo de rector del noviciado de Monte­
agudo hasta 1888. El 17-XII-1887 acompaña
al P. Provincial a
Roma. Poco después.
el 10-VIII-1888 decía fray Ezequiel: «Hace
(5) Hemos tomado diversos datos de la vida y de las cartas privadas
de San Ezequiel de los biógrafos Mingüella y Martínez Cuesta, vid. notas 2
y 4. Véase también AYAPE, Eugenio: Semblanza del Beato Ezequiel More­
no, agustino recoleto y obispo de Pasto, Colombia, Monachíe (Granada),
Ed. Imp. Santa Rita, 1975, 98 págs. Recientemente han escrito sobre el Pa­
dre Moreno,
FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA, Francisco José: «En la canonización
de Fray Ezequiel Moreno. Un santo de la contrarrevolución» y
PÉREZ AR­
GOS, Baltasar: «Fray Ezequiel Moreno: Santo y seña frente al liberalismo
reinante», ambos en
Verbo, Madrid, Ed. Speiro, núm. 309-310 (nov.-díc.
1992), págs. 989-992 y 993-1.007 respectivamente.
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./OSE FERMJN GARRALDA ARIZCVN
ya algún tiempo que me parece me llama el Señor para esas mi·
siones: y pueden contar conmigo» (Minguella, pág. 67). El Padre
Moreno era un alma de acción misionera. Así, el 28
de octubre
de este último año, partió
de Santander en el vapor «Saint-Lau­
rent», esta vez hacia Colombia, al frente de una misión con el
objeto de restaurar la casi desaparecida provincia agustina recoleta
de Colombia.
4. "Misión colombiana.
La presencia de los Agustinos Recoletos en Colombia era es­
casa, a beneficio de Filipinas en cuyas islas su auge era muy no­
table.
En Colombia su presencia se limitaba a los conventos de
La Candelaria (Tunja), Misque (Lima), Santa Cruz de
la Popa
(Cartagena),
y Panamá, que formaban la provincia de La Cande·
laria. Si
a ello se suma la persecución religiosa de los liberales de
1860 hasta 1885 se comprende las limitaciones de esta provincia.
Fray Ezequiel, provincial
de La Candelaria, llegó a Bogotá el
2-l-1889, donde residió cinco años con el Padre Matute, y ad­
quirió fama corno confesor
y predicador. Por diferentes factores
fue difícil
la restauración de la provincia agustina colombiana. En
Bogotá intimó con la familia de don Miguel Antonio Caro, pre­
sidente efectivo de la República en sustitución del dr. Núfiez.
Caro era de tendencia conservadora, es decir, católico, según el
sentido que por entonces tenían los términos en dicha República.
El
Padre Moreno fue conocido, respetado y querido por todos los
sectores sociales, que le franquearon sus puertas con alma devota,
admiración
y confianza, como lo de1nuestra su abundante corres­
pondencia con numerosos
y aún relevantes particulares.
En su actividad bogotense, destaca su sermón pronunciado en
1892 o 1893 a petición
de los PP. jesuitas. Este sermón, que se
ha conservado, fue una enérgica y vibrante defensa de
la Com­
pañía de Jesús en un ambiente social bogotano algo hostil a esta.
Sin embargo,
el Padre Moreno mostró las mejores galas de su
piedad
y entereza de la manera siguiente:
158
«Esa persecución incansable de la revo]ución al jesuita
es el sello, es la credencial de su misión divina sobre la
tierra. Sabedlo, pueblos: o jesuitas o revolución;
si no que­
réis revolución, amad, proteged a los
iesuitas ( ... ). Yo que
me honro
y me honraré siempre de ser hijo} aunque indigno,
del Grande Agustino, sin dejar de serlo soy jesuita, pienso
Fundaci\363n Speiro

SlTUAClON RELIGIOSA DE COLOMBIA EN 1900
como ellos piensan, opino como ellos opinan, siento con10
ellos sienten, admito todo lo que ellos admiten} y firmo,
señores, todo lo que ellos firmen, aunque la firma costara
el destierro, la cárcel o la muerte. No, no quiero aparecer
sin culpa ante los poderes públicos o ante los pueblos que
consideran culpables a los jesuitas ( ...
)» (Martínez Cuesta,
o. c., págs. 112-114).
Como indica Martínez Cuesta, esta manifestación no fue cir­
cunstancial ni una pieza de oratoria, sino prueba del hondo fervor
de fray Ezequiel hacía los jesuitas, como perfectos expositores de
la sana doctrina frente al liberalismo y propagadores de la devo­
ción
al Sagrado Corazón de Jesús.
5. Misión de Los Llanos de Casanare y nombramiento episª
copa!.
Otro perfil del Padre Moreno en Colombia fue su acción mi­
sionera. Enseguida, en noviembre de 1890, planteó la reevangeli­
zacíón de Los Llanos de Casanare, por entonces abandonados,
secos y semisalvajes. Según
José Manuel Groot, los Agustinos
Recoletos «son los que mejor han manejado las Misiones de Ca­
sanare». El biógrafo Minguella inserta en su obra una carta de
Fray Ezequiel que dice así:
«( ... ) algunas personas nos aconseiaban que no hiciéra­
mos nuestra expedicíón á Casanare, dándonos varias razones,
y como principal el que aquello es muy malsano y expuesto
á calenturas ( ... ) personas (estas) que no están en sítuación
de apreciar debidamente lo grande de nuestra empresa y lo
poco que significa !a salud del hombre
y aun su misma vida,
si se compara con lo que vale una sola alma y con la mag­
nífica recompensa
que nos tiene Dios preparada para pre­
miar ( ... )» (Mínguella, o, c., págs. 82-83 ).
Las Llanos de Casanare también debían de ser un espectáculo
de la naturaleza. Y a en Casanare v mediante carta fechada en Santa
Elena
el 25-1-1891, el Padre Moreno manifiesta su sobrecogimien­
to, humanidad y finura espiritual:
«( ... ) entramos en los deseados llanos de Casanare, tan
temidos de la multitud por sus fiebres, tigres, serpientes,
159
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JOSE J:,'ERMJN GARRALDA A.RJZCUN
etc., etc. ¡Qué panorama tan hermoso se presenta á la vista!
No
es posible describirle; hay que verle. Por una parte se
pierde la vista sin encontrar objeto alguno, y por otra far~
man el horizonte los árboles y espesura que hay en las ori­
llas de
los ríos y esteros, ó caños, como por aquí dicen. A
veces
se figura uno hallarse en alta mar, divisando islas á
lo lejos, pues como tales se presentan en estas inmensas lla­
nuras ciertos pequeños grupos de árboles
ó palmeras ó matas
de cañas que se encuentran de trecho en trecho en las sen­
das que hay trazadas. También pudiera decirse que son
verdaderos oasis colocados
por la Providencia para poder
tomar
un descanso á cubierto de los abrasadores rayos del
sol( ... )» (Minguella, o. c., pág. 88).
Instaladas las misiones, el Padre Moreno solicitó, con éxito,
ayuda al Gobierno.
Tanto hizo por Casanare que en ella se fundió
su alma: «Siento que mi corazón desea volver á estas tierras para
quedarme en ellas y entregar mi alma al Señor en
el temido Ca­
sanare, ¡se puede trabajar tanto por la gloria de Dios y bien de
las almas!» (Tame, 22-II-1891, Minguella, o. c., pág. 96). La ayuda
obtenida
de la Iglesia y el Gobierno de Colombia hizo que el
P. Provincial, esto es, fray Ezequiel, «mirase las misiones de Ca­
sanare como
á las niñas de sus ojos y como á la vida misma de Ja
Corporación religiosa» (Minguella, o. c., pág. 100). La civilización,
el complicado «Ensayo de gramática hispano-guahiva» elaborado
por los Agustinos Recoletos y la evangelización de Casanare
se
desarrollaban en paralelo_ Todo tenía un único fin: la gloria de
Dios.
Poco después, Casanare contaba con cinco misiones: Arauca,
Chámeza. Orocué, Tagaste o San Juanito,
y Támara, con un vi~
cario apostólico y trece misioneros. Como para vicario fue elegido
frav Ezequiel, el
Padre Nicolás Casas de la Virgen del Carmen le
sucedió como provincial de Colombia
y, pocos años después, cuan­
do el Padre Moreno sea destinado desde Casanare a Pasto, corno
vicario
de Casanare.
El 1-V-1894 y
por obcdencia a sus superiores, fray Ezequiel
será consagrado obispo
en Bogotá. Por ello, su primer título fue
el de obispo de Finara (Finara está en Lycia, bajo el arzobispado
de Mira, en Asia Menor). Aunque
se pensó promocionarle para la
sede episcopal de Santa Marta, el primer cargo del nuevo obispo
será
el de primer Vicario General de Los Llanos de Casanare, él,
que siempre había sido un humilde y activo misionero de estos
deprimidos territorios. Así, Casanare tendrá la categoría de vica-
160
Fundaci\363n Speiro

SITUACJON RELlGIOSA DE COLOMlilA EN 1900
riato apostólico con carácter episcopal. Para la Iglesia, el objeto
de esta elección era la evangelización del casi millar de indios
infieles olvidados, e incluso a veces ignorados
por considerarse de
mayor fruto misionar en otras regiones.
El expendiente de la
erección del Vicariato tardó dos años. Por su parte, el Gobierno
de Colombia quería civilizar la región. Casanare se encontraba en
el departamento de Boyad, al N. E. de Colombia; por el norte
litnitaba con Venezuela.
Era esta tierra de 1nisión, insalubre, sal­
vaje
y abandonada. Allí el Padre Moreno plantó su casa. La cate­
dral era
una «pequeña iglesia de pueblo, pobre y miserable», y el
palacio episcopal un «palacio-rancho» consistente en una casa
pobre y sencilla. El obispo debía de hacer de secretario, escribano,
provisor1 misionero, sacristán... Obispo y Vicariato partían de
cero. Pero fray Ezequiel «había entregado todo su ser a
Casanare,
y en él quería vívir y morir». Los indios eran los predilectos de
su alma y la selva su bella y peligrosa mansión. Es una delicia
cómo se dirige San Ezequiel a los casareños
en su primera pastoral:
<<¡Casanare, Casanare! ¡Bella región de Casanare, pre­
parada por la Providencia como para encerrar en tu ancho
seno ciudades populosas que nadaran en la abundancia!
¿Cómo estás solitaria, sin quien pasee tus extensas llanuras,
que ningún obstáculo presentan
á las ruedas del carruaje)
ni á la velocidad que á los trenes imprime el vapor, y sin
quien recorra tus muchos, caudalosos
y pintorescos ríos?
¿Cómo estás abandonada, sin quien explote
tu fecundidad
y tus riquezas ; sin quien disfrute del variado canto de tus
aves, ni quien goce
de las galas y bellezas de tu sorprenden­
te
y fastuosa vegetación? ¡Ah! Tiempo hubo en que regado
tu suelo con el sudor de celosos Misioneros, y fecundadas
tus tierras con sus fatigas
y trabajos, estuviste elevada á
una altura de civilización y prosperidad de que nunca de­
bieras haber caído... Entonces, ¡qué hermosa parecías, y
cuán bella! Hoy ... ¿quién te privó de aquellos infatigables
operarios que trabajaban con
tanto ardor por que dieras fru­
tos abundantes de civilización cristiana y aun de material
progreso? ¿Quién arrancó de
tu suelo aquellos hombres
heroicos que, llenos de caridad y abnegación, iban dejando
impresas por todas partes las huellas de su marcha benéfica
y civilizadora? ¡Ah! Guarda, guarda ciudadosa en la espe­
sura de tus bosques las ruinas de tus poblaciones, de tus
edificios, de tus grandiosos templos ... ; que el1as alzarán
sien1pre
su voz cantando las glorias de los Misioneros, y
161
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JOSI:!: FERMJN GARRALDA ARIZCUN
reprochando y condenando á los que te los quitaron y fue­
ron causa de tu desolación y desventura.
Nos te contemplamos, cuando te vimos, cual viuda que
perdió á su esposo, llorando tu dicha pasada, lamentando
tu desgracia presente, sintiendo tu falta de fuerzas y de
vida, y esperando, triste) tu futura é inevitable n1uerte, si
no llegaba
á haber quien se condoliera de tu situación y te
llevara al aliento vivificador del Catolicismo, que todo lo
renueva y á todo da calor, á todo vida» (Cartas Pastora­
les ... , vid. nota 15, pág. 3). En adelante, siempre que cite·
mos un texto de Fray Ezequiel lo tomaremos de sus propios
escritos referidos
en la nota 14.
Este texto, largo pero bello, salido del corazón) tiene una clara
inspiración bíblica. Se asemeja al clamor de los profetas sobre el
pueblo de Israel, sobre la ciudad de Jerusalén, y articula una
argumentación similar a la seguida por estos. La soledad y los
bienes materiales perdidos son el
fruto menos in1portante1 pero
significativo en un planteamiento pastoralmente eficaz, de la pér­
dida de los bienes espirituales. Casanare es como una viuda ante
el esposo que es Cristo. Sin embargo, ha llegado la hora de la
redención de los casareños: < solos ni abandonados», pues tanto el Gobierno de Colombia corr{o>
sobre todo, la Iglesia, se han comprometido en la salvación de
Casanarc, bella región de Casanare.
El primer acto público del vicario fue la solemne consagración
de Casanare al sacratísin10 corazón de Jesús, cuya devoción fue el
centro de la vida espiritual de fray Ezequiel conforme a la tradi­
ción y al magisterio recientes de la Iglesia.
6. Obispo de Pasto.
Más de un año después, tras la primera intentona revolu­
cionaria, el 2-XII-1895 el Padre Moreno fue preconizado obis­
po de Pasto, donde sucedió al Ilmo. Manuel José de Caycedo.
Efectuó su entrada en Pasto
el 10-VI-1896. Esta región, que per­
tenecía al departamento de Naríño (fray Ezequiel hará campaña
para que este se llamase «Departamento de la Inmaculada» en su
11." Circular del 17-V-1904, pues el tal Nariño había sido un
personaje racionalista v liberal),
se encuentra al S. O. de Colom­
bia,
y tenía 600 km. de frontera con el Ecuador. Dicha proximi­
dad con este Estado hacía de Pasto una región especialmente
162
Fundaci\363n Speiro

SlTUACION RELIGIOSA Dli COLO/l1JJ1A E!/ 1900
vulnerable y sensible a todo lo que significase liberalismo, máxime
cuando Ecuador estaba gobernado
por el general Eloy Alfaro,
liberal radical v 1nasón, que quiso intervenir e intervino militar~
mente en los asuntos internos de Colombia a favor de los radica­
les colombianos de 1899 a 1902. Por su parte, el general Eloy
inició en el .Ecuador una intensa campaña persecutoria contra ]a
lglesia católica : eran los efectos acostumbrados del liberalismo
radical ( denominado «progresista» o «fusionista» en España).
A decir del Padre Moreno, la ciudad de Pasto era «una po­
blación católica, donde domina la gente de buenas ideas y son
pocos los liberales» (Carta del 30-VI-1896), aunque en su diócesis
«algunos de los pueblos son muy liberales y hay en ellos algunos
de los desalmados del Ecuador» (Carta del 1-VII-1897í. Según
.Minguella:
«( ... ) son los pastuosos tan hondamente católicos que
personas eminentes por su espíritu de observación han dicho
de Pasto y su territorio, que en cuanto á ideas y sentímien"
tos religiosos es al resto de Colombia lo que eran hace un
siglo nuestras Provincias Vascongadas á las demás de .la
Península. Por eso, y temiendo que la independencia patria
pudiera vulnerar en ]o más mínimo los intereses cristianos,
fue aquella región la más adicta á España, y todavía osten­
tan sus 1noradores, con más caballeroso y santo orguJlo que
en otras partes, el nombre de godos, con que algunos pre­
tenden motejarles ( ... )» (o. c., pág. 149).
No obstante, en Pasto
y su diócesis no faltaban liberales mo­
derados, católico-liberales y transaccionístas, a quienes el Padre
lvforeno se dirigió infatigablemente en casi todas sus pastorales.
En Pasto, el Padre Moreno, en sus desvelos por la buena
prensa, fundó
el semanario El Campeón Católico que sustituyó a
El Adalid.
7, l~reF etapas en la cátedra Pastopolitana.
En pontificado de fray Ezequiel en Pasto puede dividirse en
tres etapas que guardan una perfecta unidad. La anterior al con­
flicto bélico de 1899; durante el mismo hasta el final de las hos­
ti!ídades en 1902; y la etapa de concordia -falsa concordia según
el Padre Moreno-desarrollada posteriormente por el Gobierno
colombiano. Esta
política sobrepasa el año de 1906 en que muere
el obispo.
163
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JOSE F'ERMIN GARRALDA ARIZCUN
El 23-I-1895 tuvo lugar una intentona revolucionaria y arma­
da, liberal-radical, en Colombia. Controlada rápidamente por el
Gobierno, sólo duró tres meses. Esta intentona también afectó a
Casanare. Cuatro años después, los radicales de Colombia
y Ecua·
dor, unidos, provocaran una desastrosa
y larga guerra civil de 1899
a 1902.
7.1.
Primera etapa.-Poco antes de la guerra civil, el 9-VII-
1898, fray Ezequiel efectuó su segundo viaje a Roma, esta vez en
visita «ad limina». En este viaje también solucionó cierto asunto
que explicaremos.
En 1896 defendió al Ihno. don Pedro Schuma·
cher
y Niessen (de la congregación de San Vicente de Paul), obis­
po de Portoviejo (Ecuador), expulsado de este país por los libe­
rales radicales,
y refugiado en la diócesis de Pasto, limítrofe con
Ecuador. La pastoral de ambos obispos se identificaba en todos
los aspectos, tanto doctrinales como prácticos. Fray Ezequiel pro­
nunciará el sermón panegírico del obispo Schumacher, fallecido
en Samaniego (Colombia, diócesis de Pasto), el 9.VIII-1902. En
él valoró los méritos del obispo difunto
y destacó su principia! vir­
tud, la fortaleza que, unida a la integridad y valentía, era nece­
saria -según él-para aquellos tiempos borrascosos. Además de
estos dos ilustres obispos, también sobresalía por
su «enérgico
celo», el Ilmo. Fray José María Masiá y Vidiella (Orden de San
Francisco), obispo de Loja. Ninguno de los tres pudo asistir
al
Concilio Plenario Latino-Americano celebrado en Roma en 1899.
Entre 1896
y 1898 tuvo lugar el desagradable conflicto de
jurisdicción entre fray Ezequiel
y el Ilmo. don Federico Gonzá­
lez Suárez (6), obispo de Ibarra (Ecuador), relativo al colegio de
'fulcán, situado en este último obispado y limítrofe con la dióce­
sis de Pasto. La proximidad entre Pasto y Tulcán permitía el
trasiego de alumnos. Este conflicto de jurisdicción se inició cuando
fray Ezequiel excomulgó a aquellos de sus diocesanos que lleva·
ban a sus hijos a dicho colegio debido
al carácter herético v libe­
ral de su director, don Rosendo Mora, profesor que
había sido
excomulgado por el anterior obispo de Pasto, señor Caycedo. Se­
gún el obispo de Ibarra ( de tendencia liberal según la opinión
( 6) Es significativa la afirmación de cierta historia tendenciosa o
idt-'Ológica: «La Iglesia, reducida a sus propios recursos, seguía teniendo,
sin embargo, una presencia poderosa. El clericalismo más puro, el de los
que no estaban dispuestos a seguir la línea de compromiso señalada por el
arzobispo González Suárez, se radicó en Cuenca». VARIOS: Iiistoria de
América Latina, dirigida por BETHELL Leslie ed., Barcelona, Ed. Crítica,
10 vols. (1990-1992); vol. 10; América del Sur c. 1870-1930, 1992, 535 págs ..
pág. 308. El carácter tendencioso de estas líneas es evidente.
164
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Sl1'UACION RELIGIOSA DE COLOMBIA EN 1900
popular y con el que fray Ezequiel mantendrá posteriorn1ente una
honda diferencia pastoral), además
de carecer de elementos de jui­
cio para considerar herético o liberal a dicho profesor, recurrió a
Roma contra la extralímitación de jurisdicción co1netida -según
por el obispo de Pasto. La primera sentencia de Roma fue
desfavorable a fray Ezequiel. Aunque el conflicto sólo era de
jurisdicción, los
liberales convirtieron aquella en una victoria del
liberalismo. Esto último dolió profundamente al Padre Moreno.
Debido
a lo desagradable de este conflicto, fray Ezequiel quiso
renunciar
-sin éxito--al episcopado .. Fue su primer intento de
renuncia. Asimísn10 y
por disposición de Roma mientras se desarro­
llase el pleito en la Sagrada Congregación, guardó un silencio ejem­
plar aunque
su oponente escribiese sobre el asunto en litigio en
periódicos liberales del Ecuador. Lógicamente, el mandato de silen­
cio incluía a los dos obispos; a este respecto, el comportamiento
de ambos fue muy diferente. Al fin, fray Ezequiel obtuvo
la revi­
sión del primer decreto
de la Sagrada Congregación favorable al
obispo de
!barra, y una sentencia definitiva y favorable a él tras
su citada visita
«ad limina>> a Roma.
Mientras se desarrollaba
este recurso en Roma, viajó a España
para estimular vocaciones misioneras. Durante este viaje asistió
a morir a su hermano Eustaquio
que residía en Madrid. La antigua
carencia de personal agustino en Colombia fue cubierta por la
llegada de unos 40 agustinos de Filipinas en 1898-1899 con mo­
tivo de
la revolución independentista en estas islas del lejano
Pacífico. Por el contrado, los misioneros peninsulares no llegaron
a reforzar las misiones colombianas porque, de los nueve Agusti~
nos Recoletos que acompañaron a fray Ezequiel de regreso a Amé­
rica, ocbo se asentaron fuera
de Colombia. Efectuada la citada
visita
«ad limina» y obtenida sentencia favorable, el 30-V-1899
Fray Ezequiel entraba triunfalmente en
la ciudad de Pasto. Pero
le esperaba
la cruz de una cruenta guerra civil ( 1899-1902) cuyo
carácter fue
principalmente religioso.
7.2.
Segunda etapa.-E1 17-X-1899 los generales liberales
colombianos Rafael Uribe
y Uribe (7) y Carreña se rebelaron con­
tra el Gobierno conservador
(católico) legalmente constituido.
(7) «Había sido la voz única, pero efectiva, del liberalismo en el Con­
greso
a fines de la década de 1890. Llevó a Roma su polémica con el ar­
zobispo de Bogotá sobre si el liberalismo era pecado -el futuro papa
Pío XII lo declaró como tal-y pronunció conferencias sobre socialismo».
VARIOS dir. por BETHELL, idem., pág. 289. El escaso conocimíento del autor
de
dichas líneas relativo a la historia de la Iglesia es patente.
165
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JOSE FERMlN GARRALDA ARILCUN
Para los católicos colombianos se trataba de un acto de rebeli6n
moralmente ilícitd. El general liberal radical ecuatoriano, Eloy
Alfaro, ayud6 eficacísimamente a los rebeldes.
La actitud del Padre Moreno frente a los liberales colombianos
que
se proponían homologar Colombia al Ecuador, se anunciaba
en sus advertencias realizadas a sus fieles en su pastoral del 12-II-
1897,
al rechazar que el régimen político liberal ecuatoriano fuese
un ejemplo para Colombia:
«( ... ) Sois vecinos y os halláis muy cerca de la hoy
desgraciada República del Ecuador, donde dominan y man­
dan masones, liberales y toda clase de enemigos de Nuestro
Señor Jesucristo y de su Santa Religión ( ...
). Ahora que ya
corre de mano en mano
la Constitución de la República del
Ecuador,
dada por la Convención revolucionaria, también
os la alabarán1 encomiarán y aplaudirán. ¿Cómo, pues1 heM
mos de dejar que os engañen?» (vid. nota 14, o. c., págs. 100-
101).
Tras ofrecer cinco 1notivos espirituales v religiosos para jus~
tificat la reprobación de la constitución política del Ecuador -no
en vano «La revolución del Ecuador fue obra de las logias masó­
nicas»-concluye que dicha Constitución es «merecedora del
anatema y reprobación de todo buen católico» ( 4.' carta pastoral,
12-II-1897,
vid. nota 14, o. c., págs. 100-101).
Según Leslie Bethell:
«La guerra de los Mil Días, la última guerra civil for­
mal,
fue una de las más largas y la más destructora. Algu­
nos jefes liberales, de los cuales los más notables eran los
jefes rivales Rafael Uribe y Benjamín Herrera, lograron
montar campañas coherentes. En ella hubo un reducido
nú­
mero de batallas de considerable tamaño, como la de Palo­
negro, en Santander, donde
se dice que pelearon 20 .000
hombres en mayo de 1900. Pero la guerrilla, presente en
todas las guerras civiles, fue en esta elemento dominante>
con las consecuentes atrocidades, la agudización de los anM
tagonismos locales ( ... )» ( 8).
¿Las causas de
la guerra? Además del germen e ideología,
liberal revolucionaria,
ya estructurada y formalizada, se debe te­
ner en cuenta que, en 1898, el presidente de la República colom-
(8) Vid. nota 7. VAruos, ídem., pág. 288.
166
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SlTU.ACION RELIGIOSA DE COLOMBIA EN 1900
biana, don José Manuel Marroquín, efectuó varias concesiones en
aspectos electorales, judiciales
y de prensa que podían haber sa­
tisfecho a los liberales y también a los conservadores disidentes
(Bethell). Sin embargo, en 1899,
el nuevo presidente, don Manuel
Antonio San Clemente, retiró dichas concesiones.
Para fray Ezequiel la guerra tuvo un carácter eminentemente
religioso
-aunque algunos contemporáneos no quisieron recono­
cerlo-debido a la defensa que los no liberales, los católicos,
debieron de efectuar de su religión en
la esfera socio-política. Esta
defensa tenía dos vertientes. Una, evitar la tradicional persecución
contra la Iglesia llevada a cabo por los liberales radicales de Co­
lombia y Ecuador. Segunda, evitar cualquier detrimento del reina­
do social de Jesucristo. Es muy posible que
las masas movidas
por los
jefes liberales en 1899 tuviesen alguna relación con la
grave crisis del café, observada a partir de 1898 y desarrollada en
las provincias productoras de Santander y Cundinamar. Lo mismo
podía decirse de la revolución de 1895, coincidente con la caída
del precio del café como producto más importante de las expor­
taciones colombianas. Es posible que esta circunstancia socioeco~
nómica coadyuvase e hiciese de caja de resonancia social a los
auténticos y lás profundos móviles ideológicos de carácter liberal
que originaron
la insurrección militar de Uríbe (9). Efectivamen­
te, la naturaleza antícatólica del movimiento liberal radical, tanto
en sus doctrinas como en los hechos, queda descrita, por ejemplo,
en los testimonios
de numerosos misioneros Agustinos Recoletos
recogidos por el Padre fray Pedro Fabo en su libro titulado Libe­
raladas de una Revolución (1914) (10).
Estas afirmaciones de carácter socioeconómico no son nuevas.
En realidad, Mínguella advierte sobre la Revolución de 18-X-
1899 lo siguiente:
<~Alguno motivo dio tal vez la triste situación económica
en que se hallaba el Gobierno ; pero la verdadera causa fue
sin duda Ja misma que había producido la guerra anterior,
el natural empeño de los liberales en ser poder, derrocando
á los conservadores (Minguella, o. c., pág. 217).
(9) PECAUT, Daniel: Orden y violencia: Colombia 1930-1954, Bogotá,
Siglo
XXI, 1987, 610 págs., 2 vols.: v. 1 353 págs. y v. 2 353-610 págs.;
vid. pág. 377. Esta historia tiene un fuerte contenido economicista e ideo­
lógico.
(10) FABO, P(edro) Fr.: Liberaladas de una Revolución, Pamplona,
Imp. Diocesana, 1914, VI + 310 págs.
167
Fundaci\363n Speiro

JOSE. FERM/},T GARRALDA ARTZCUN
Por motivos estrictamente relígiosos, fray Ezequiel bendijo
las armas
de los colombianos católicos. Animó a los soldados de
la
fe. Ayudó, incluso monetariamente, al Gobierno legítimo me~
diante un préstamo de diez u once mil pesos de plata procedente
de los bienes de la diócesis y que nunca recuperó. Estimuló el
carácter de
la guerra defensiva. Censuró -por motivos religiosos
y por la cercanía de su diócesis al Ecuador, cuyo Gobierno apoyaba
a los
rebeldes-la debilidad del Gobierno colombiano y su con­
descendencia con el enemigo del Ecuador. Fue partidario de de­
fender la ciudad
de Pasto y aún de invadir el Ecuador en caso
de peligro para los pastuosos, precisamente porque las grandes
distancias eran un handicap para pedir permiso al efecto al Go­
bierno
de Bogotá. Se enfrentó a la posición pastoral de Monseñor
González Suárez, esto
es, a «las locuras del Señor obispo de Ibarra»
(carta privada del 15-VII-1900), etc. Dicho Monseñor González
defendía
«la absoluta neutralidad política del clero, la fidelidad
a los gobiernos de mero hecho
y su apoyo incondicionado al Ge­
neral Alfaro,
una forma muy particular de ejercer la virtud cris­
tiana del patriotismo en el sentido de creer inconveniente «sacri­
ficar la patria para salvar la religión>>, posición esta brillantemente
refutada
por fray Ezequiel en su tercera circular del 25-Vll-1900
(vid. nota 14, o. c., págs. 226-245).
En su 10.' pastoral (20-I-1900) fray Ezequiel se expresaba así:
«El pueblo creyente, ese pueblo que no admite aún en
su credo criminales transigencias, ha conocido perfectamente
de lo que se trata. Su sentido católico le ha dicho que la
guerra actual
es guerra que se hace, no tanto al gobierno
de la República, cuanto a la Religión de Jesucristo,
y por
eso se presentan en grupos numerosos pidiendo armas, y
dispuestos á derramar hasta la última gota de su sangre en
defensa de
la Religi6n como ellos dicen a boca llena y hen­
chidos
de entusiasmo santo» (vid. nota 14, o. c., págs. 210-
211).
Como ya se ha dicho, la intervención del Padre Moreno en
la
guerra civil fue muy notoria. Lo hizo a favor de un Gobierno ca­
tólico de hecho y de derecho, frente a los revolucionarios libera­
les. Minguella, gran conocedor del obispo de Pasto, puntualiza
al respecto lo siguiente:
168
«Tengo la seguridad de que si á la sazón hubieran sido
Gobierno los liberales,
y la guerra hubiese partido de los
conservadores, no habría tomado
el sr. Moreno la actitud
Fundaci\363n Speiro

SITUAC!ON RELIGIOSA DH CVLOll/JHJA EN 1900
que tomó, por 1nás que deseara la victoria de los segundos»,
defensores de la religión (Minguella, o. c., pág. 219).
Con motivo de las negociaciones
entre la Santa Sede y el Go­
bierno liberal radical del Ecuador, Roma in1puso silencio
-por
segunda vez-a fray Ezequiel en 1901 por motivos diplomáticos
y de prudencia política, debido, precisamente, a la profunda ene­
mistad de los radicales ecuatorianos hacia
nuestro buen fraile.
«No escribiré más, porque me dicen que no escriba, pero está
pasando lo que
pasó cuando lo del Colegio (de Tulcán). Los libe·
rales cantan triunfo
1 porque Roma ha corregido mi conducta y
me ha impuesto silencio» (carta del 6-VI-1901). Este silencio fue
una gloriosa cruz. Incluso
Roma le ordenó vigílar el silencio de
sus diocesanos. Sobre todo,
en estas circunstancias, fray Ezequiel
obedeció siempre. Desde
el dolor escribe en carta privada: «Este
peligro de las ahnas que me están encomendadas
me pide que
bable, pero la Santa Sede
me ha mandado callar ( ... ¡, En vista de
esta situación
me ocurre renunciar y salir de la diócesis» ( carta
del 25-XI-1901). Ai igual
que su primer intento de renuncia, el
segundo tan1poco tuvo éxito. Las conversaciones entre la Santa
Sede y
el Gobierno radical del Ecuador fracasaron rotundamente.
La
orden de silencio murió sola y quedó totalmente diluida, eva­
nescente,
para enero de 1902.
Aunque los liberales colo1nbianos solicitaron, con éxito, ayuda
a tres presidentes de República liberales, esto es, Eloy Alfara
(Ecuador),
Joaquín Crespo (Venezuela) y José Santos Celaya (Ni­
caragua), fracasaron
en el campü de batalla. El general colombiano
Rafael Uribe Uribe y los tres presidentes citados tenían una pro­
funda solidaridad ideológica,
eran anticlericales y estaban «vincu­
lados
por medio de la francmasonería y el espiritismo» (Bethell).
En estas circunstancias y tras una guerra de tres años, la paz de
Panamá puso fin al conflicto bélico con el triunfo militar del Go­
bierno legítimo de Colombia.
No obstante, los liberales, que perdieron en el campo de ba­
talla,
obtuvieron un triunfo diplomático pues, según Benjamín
Herrera, en el Manifiesto de Poén (Panan1á) «quedó en toda su
brillantez el honor del
Partido Liberal, y la intransigencia cedió
el campo á
la tolerancia». Según Minguella:
«Ello es
que debieron mediar promesas agradables á los
que aparecían vencidos y no desagradables á los prudentes_,
según la carne, ó sea, á ciertos católicos, á quienes se refería
el Ilmo. Sr. Moreno» (Minguella, o. c., pág. 229).
169
Fundaci\363n Speiro

}OSE FERMIN GARRALDA AR!ZCUN
A continuación, y en el mismo sentido ctítico que el Padre
Morend
-lo que al parecer no satisface a Martínez Cuesta casi
den años después-, añade este biógrafo:
«No hemos de culpar por
esto á todos los prohombres
del partido conservador, ni acusar
á este ni al otro ( aparte
de que no sabemos el peso de
las circunstancias en el centro
y norte de Colombia); sin duda
se apoyó entonces la debi­
lidad en altos pensamientos
y nobles aspiraciones, por más
que tales pensamientos fuesen tan equivocados como altos}
y las aspiraciones tan funestas como nobles. Pretender ser~
vir al mismo tiempo y agradar á dos señores de opuestísimos
caracteres
es imposible; y aunque así lo afirman el Evan~
gelio y la sana razón, hay quienes, llamándose cristianos y
teniéndose por personas juiciosas, quieren realizar el absur~
do» (Minguella, o. c., pág. 230).
Seguramente, las citadas palabras de Benjamín Herrera recor~
daban a fray Ezequiel el artículo de Carlos Martínez Silva, titula­
do «Puente sobre el abismo», que intentaba conciliar dos extremos
imposibles -Catolicismo y Liberalismo--- y el folleto del presbí­
tero Baltasar Vélez sobre «Los Instransigentes» que tenía el mismo
«falso espíritu de conciliarlo todo». Ambos habían sido descu­
biertos, desvelados y combatidos por el Padre Moreno en diversas
pastorales. Roma condenó el folleto de Vélez, quien aceptó
ple­
namente el fallo.
7.3. Tercera
etapa.-Hasta su muerte el 19-VII-1906, fray
Ezequiel fue
el campeón contra la política de concordia -falsa
concordia según él-iniciada por el general conservador Rafael
Reyes (1904-1909). El, amigo del silencio, de la vida retirada, de
la verdadera concordia y la auténtica paz. Desde su santidad per­
sonal,
el celo por la salvación de los hombres y por los derechos
divinos sobre los pueblos, sólo entendía posible una concordia
y
una paz fermentadas por la fe católica en la vida privada y socio­
política, lo que prohibía cualquier grado de cesión al liberalismo.
8. Conclusión: el camino de la Cruz.
La vida de San Fray Ezequiel fue una continua cruz. «Para
que nos abran en el cielo hay que llamar con la cruz que el Señor
nos ha puesto encima» (1897).
170
Fundaci\363n Speiro

SlTUACION RELIGIOSA DE COLOMBIA EN l9()(J
De salud física delicada, sufrió enfermedades durante toda su
vida. Su delicada conciencia
le causó inquietudes espirituales, so­
bre todo con ocasión de las graves responsabilidades episcopales.
No en vano, inicialmente se resistió a su elevación al episcopado.
Así escribía el 13-III-1893 a su superior, pidiéndole que le obli­
gase a aceptar las cargas episcopales:
<~Porque así y sólo así pudiera yo abrazar esa Cruz, que
sí para todos es pesada, para mí tiene que ser más por mi
especial conciencia que no goza de esa libertad santa de que
gozan otros, sino que más bien se encuentra en frecuentes
apuros, principalmente en todo lo que se relaciona con la
salvación eterna de las almas, creyendo siempre que se debe
hacer más, y exponiéndome á pasar imprudente el justo
límite, ó á dejar gritando a mi conciencia» (Minguella, o. c.,
pág. 117).
¿ Verdadero conocimiento de sí? ¿ Profunda exigencia para
consígo mismo? ¿liumildad ascética? Tengamos en cuenta que
esta carta es una manifestación de las intimidades del alma y, con­
cretamente, del alma de
un santo. Como expresa al final de la
carta, el Padre Moreno pedía el mandato de su superior de que
aceptase
e] báculo «para que me dé la mayor seguridad posible».
Esta carta debe completarse con otras, por ejemplo, la escríta por
la superiora de las Carmelitas Descalzas de Bogotá:
«Su dirección eta tan suave y dulce como enérgica y efí­
caz; pues, condescendiendo y acomodándose, al parecer, con
la debilidad de la dirigida. con la mayor delicadeza y bon­
dad, y con tino nada común y ordinario, sino con una gracia
concedida
por Dios sólo a él, hacía que una se conociera y
reconociera sus faltas é imperfecciones, pero sin dejarle
sentír el menor desaliento y desmayo, antes
por el contra­
rio ( ... )» (Minguella, o. c., pág. 75).
La biografía de Minguella arroja abundante luz y permite re­
conocer como craso error el creer que nuestro humilde fraile tu­
viese una conciencia rigurosa y mucho menos no recta. Quizás
algunos puedan sentirse tentados a afirmarlo con motivo de la
enérgica y valiente oposición de
fray Ezequiel a todo tipo de libe­
ralismo.
Poco amigo de conflictos y menos si estos eran públicos, su
lucha fue continua y pública frente al liberalismo al que anatema-
171
Fundaci\363n Speiro

JOSE FERMIN UARRALDA ARIZCUN
tizó y por lo que recibió persistentes calumnias y persecuciones.
Amigo
de la paz, sostuvo espiritualmente a los soldados católicos
colombianos en defensa de la
fe católica durante la guerra civil
frente a los liberales (1899-1902).
Dos veces Roma le impuso silencio ( 1898
y 1902) aunque ello
-ya lo hemos señalado---no se debió a recelar sobre su doctrina
ni sobre sus procedimientos.
Sufrió «cierta incomprensión
y recelos de sus superiores ecle­
siásticos» como el Delegado
Apostólico monseñor Ragonesi.
Se enfrentó al falso patriotismo -que separaba y prefería la
patria a la religión-del obispo de Ibarra (Ecuador) durante la
citada guerra civil colombiana (1900). Rechazó, apoyado por todos
los prelados
de la provincia eclesiástica de Popayán, la posición
benévola del obispo antiliberal Nicolás Casas ( 1902) con los libe­
rales-materiales en
el confesonario. Combatió la política de ccm­
cordía -falsa concordia según él-seguida tras el final de las
hostilídades ( 1902) por
el Gobierno conservador del general Re­
yes, apoyada
por Monseñor Ragonesi. Este último tenía fama de
hombre conciliador y
nego<:iador, y no fue imparcial respecto a
fray Ezequiel a quien siempre trató y entendió de la forma más
desfavorable, acusándole
-incluso-de exagerado e imprudente
celo religioso. Según Minguella estas acusaciones no se correspon­
dían con la realidad del
Padre Moreno. Entre otros testimonios
Mingüella señala una carta de fray Ezequiel donde este hace suya
la siguiente p.roposición de cierta obra
de teología del momento:
«en materia de Liberalismo puede pecarse no sólo por defecto,
sino también
por exceso» (Minguella, o. c., pág. 399). Como hom­
bre prudente, el Padre Moreno «desconfiaba
de sus propjas luces>>
y consultaba sus actuaciones y pastorales a expertos.
Lo explicado permite entender la siguiente exclamación del
Padre Moreno: «las cruces hay que llevarlas con cariño y ternura,
v abrazándose a ellas
es como se descansa». En sus lides más de­
Íicadas fray Ezequiel no se encontraba solo. Su denuncia de la
falsa concordia fue apoyada, entre otros,
por obispos corno Mon~
señor Ignacio Antonio Parra (obispo de Pamplona), Monseñor
Caycedo (arzobispo de Popayán), Monseñor Rojas (obispo de Gar­
zón), Monseñor Ismael de Perdomo (obispo de Ibague)
y gran
parte de
la jerarquía y el clero colombiano. La posición del clero
se refleja en la siguiente carta privada del Padre Moreno, fechada
en 1896:
172
«( ... ) He sido el primero de los obispos en hablar con
esa claridad en estos tiempos,
y si subieran los radicales,
Fundaci\363n Speiro

SIJ'UACION RELIGIOSA UE COLO,'>'JBIA EN 1900
.no sé si me darían tiempo para correr. Sacerdotes de otras
diócesis me han escrito llenos de entusiasmo y lamentando
que otros nos hablen. Tengo una carta muy curiosa de un
padre Lazarista colombiano, en la que me hace historia de
lo mucho que ha trabajado para que algún obispo hablara
como yo hablo, y del miedo, o cosa parecida, prudencia de
los ( sic) a quienes se dirigió. No fueron más que dos, y tengo
confianza que no serían cobardes, llegado el caso. Gracias a
Dios, no hay malos obispos por aquí» ( 11 ).
Los dos casos 1nás delicados durante su Episcopado fueron,
según Minguella (o. c., pág. 396), dos. El primero, fue la publi­
cación de las Instrucciones acerca del liberalismo donde corregía
la citada enseñanza práctica del P. Nicolás Casas para el trato con
los liberales-materiales en
el confesonario. El segundo, se trató
de
la política denominada de «Concordia nacional». En ambos
casos, fray Ezequiel consultó y escuchó a. su clero parroquial, al
Metropolitano
y a otros obispos. Por supuesto, tanto en la cues­
tión de la concordia como en la del colegio de Tulcán «siempre
estaba dispuestísimo a no seguir más regla de conducta que la mar­
cada por la santa sede» (Minguella, o. c., pág. 414).
A pesar de todo, un «conciábulo de sotanas» (según el filipense
Padre José M." Cabrera) ( 12) se esforzó por lograr la remoción
del obispo de Pasto de
su diócesis, en la que era amadísimo de
sus fieles y clero. Por su parte, Monseñor Pietro Adamo Brioschi,
arzobispo de Cartagena, defendió a fray Ezequiel frente a los
desenfoques presentados por Ragonesi en Roma. Tras su visita aJ
Sumo Pontífice, Monseñor Brioschi dijo: «me oyó con atención y
me aseguró que el señor Moreno no sería removido».
Fray Ezequiel sufrió numerosas amenazas de muerte y un
probable atentado fallido en febrero de 1903, «a los pocos días
de haber publicado
su Pastoral acerca de que no es posible la paz
entre el liberalismo y
el catolicismo» (Minguella, o. c., pág. 403 ).
Este atentado no era una novedad. García Moreno presidente ca­
tólico de Ecuador fue asesinado, al parecer con orden de la secta
masónica, en 1875; y el cardenal Salvador Casañas y Pagés fue
agredido por un anarquista en Barcelona
el 24-XII-190.5 ( 13 ), etc.
(11) MARTÍNEZ: o. c., pág. 324.
(12)
MARTÍl\"EZ: o. c., pág. 518.
(13) Casañas (1834-1908) será sucesor de Caixal Estradé -ejeinplo tam­
bién este último de fidelidad y fortaleza-en el obispado de Urgel y cardenal
en 18951 hasta que, en 1901, sea nombrado obispo titular de Barcelona.
\1id. Razón y Fe, Madrid, año V, tomo XIV, enero-abril 1906.
173
Fundaci\363n Speiro

JOSE FERMJN GARRALDA ARIZCU1,'
La vía del dolor por la que atravesó el P. Moreno culminó en su
última enfermedad,
un cáncer de boca. Las dos operaciones efec­
tuadas en España (14-II y 25-III-1906) fueron un auténtico mar­
tirio. Murió en Monteagudd al regazo de su querida Madre Nuestra
Señora del Camino: «voy a morirme
al lado de mi madre». Era
el 19-VIII-1906. Pablo VI le beatificó el 1-XI-1975 y Juan Pa­
blo II le ha canonizado en Santo Domingo el 11-X-1992.
En uno de sus últimos escritos titulado «¡Viva Jesús!» (Pasro1
14-X-1905) hace suyas las palabras de San Hilario de Poiticrs
que resume
el temple pastoral de su alma: «Tengo miedo del pe­
ligro que corre el mundo, de la responsabilidad de mí silencio,
del juicio de Dios»
(vid. nota 14, o. c., pág. 573).
III. TEMPLE PASTORAL
En este epígrafe, como en los siguientes, pretendemos desgra­
nar la doctrina y los procedimientos pastorales de San Ezequiel.
Para ello insertaremos diferentes textos {pastorales, circulares,
instrucciones,
cartas_, opúsculos, etc.) significativos del autot (14).
(14) MoRENo y DíAz, Ezequiel fr.: Cartas pastorales, circulares y ot1·os
escritos, Madrid, 1908, XVI + 599 págs. El prólogo es del obispo de Sí­
güenza (15-V-1908). Esta colección documental contiene los textos públicos
de fray
E2equie1, no los privados, que son los siguientes: 25 pastorales como
obispo de Pasto (las dos prhneras en cuanto obispo de Casanare), 14 cir­
culares, 4 instrucciones pastorales (la primera en Casan ares) entre las que
sobresale la instrucción dirigida
a sus sacerdotes sobre la conducta a obser­
var con los liberales en el púlpito y el confesonario (17-IX-1902, págs. 344-
418), una resolución y un reglamento sobre las Cofradías de la Doctrina
Cristiana.
También
se incluye la Otación fúnebre por el Ilmo. Pedro Schumacher,
obispo de Portovíejo (Ecuador) del
9-VIII-1902, págs. 328-340; d opúsculo
«O con Jesucristo o contra Jesucristo.
O Catolicismo o Liberalismo», 29-X-
1987, págs. 113-148; y tres cartas, esto es, la carta «Por la Religión y, como
{.'Onsecuencia, por la Patria» del 30~IVM1904, págs. 476-479; la carta «jViva
Jesús!» del 14-X~l.905, págs. 570-.575; y la carta de agradecimiento dirigida
a D. Juan E. Moncayo y D. José M.aría Navarrete del 4 y 9-X-1904, págs.
529-532. Por último, dícho volumen incluye las «Ultimas disposiciones» del
obispo de Pasto del 6-X-1905, págs. 592-596. También se inserta varios
docwnentos pontificios de León XIII y Pío X.
Muchos de estos documentos guardan relación directa con el liberalismo;
otros, sólo indirecta. No en vano el liberalismo tocaba todos los aspectos de
la vida. Incluso hay varios documentos tjue no tienen relación alguna con
él. Tudas los temas tratados e.tan de una absoluta actualidad, ya sea doctrina­
les, ya relativos a la piedad o bien a otras cuestiones pastorales. La pastoral
anual de cuaresma era el momento más propicio para tratar el gran tema
de la conversión con todas sus
implicaciones de cualquier tipo.
174
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SlTUACIOl'< RELIGIOSA DE COLOMBIA EN 1900
Siempre que citemos algún texto del padre Moreno, y como lo he­
mos efectuado hasta hora, tomamos por referencia el libro que re­
coge todos sus escritos publicados por Minguella en 1908 (vid. nota
14
). Acompañaremos estos textos de la debida explicación efectuada
tanto en relación a las circunstancias de la época, como en compa­
ración con las pastorales de diferentes obispos españoles ( 15). La
selección de estos obispos ha sido aleatoria, pues nos consta la
existencia de otros 1nuchos con sus mismas enseñanzas. Aunque
es interesante, omltiremos establecer relación alguna entre las en­
señanzas y temple pastoral de fray Ezequiel y el Ilmo. José Caixal
Estradé, obispo de Seo de Urgel fallecido
en 1879, cuya fama se
extendió
por toda la península, destacó en la celebración del Con­
cilio Vaticano I en favor de la infalibilidad Pontificia, fue Vicario
General Castrense de los Ejércitos
de don Carlos (1872-1876) por
encargo pontificio y, al final de su vida en Roma, llegó a tener
una pública intimidad con el Papa
Pío IX. La identidad entre
fray Ezequiel, otros obispos de Colombia
y el Ilmo. Pedro Schu­
macher del Ecuador, respecto a los ohispos de España, es patente
tanto en la doctrina como, en general. en los procedimientos. Si
se observa al eplscopado de otros países, puede decirse que Ia
.Iglesia universal sentía y actuaba en la unidad.
En este apartado nos referimos expresamente a las enseñanzas
de fray Ezequiel sobre la gravedad del liberalismo y a cómo en­
tendió sus deberes episcopales en relación con él.
! . Valoración del liheralisn10.
Tres n1eses antes de que los liberales provocasen repentina­
mente .la guerra civil contra los católicos, fray Ezequiel retrataba,
con el lenguaje de su tiempo, el rostro del mal que los católi­
cos debían de rechazar. Sus palabras fueron las siguientes:
<~A medida que pasan los días, si no hubiéramos estado
convencidos,
nos hubiéramos convencido más y 1nás de la
necesidad de hacer frente al mil veces maldito y diabólico
liberalismo, y cada vez nos hallamos más satisfechos de nues~
( 15) Ilmo. Tomás BRYAN Y LIVERM ORE, obispo de Cartagena, Carta
pastoral acerca del Liberalismo (3-III-1889}, Madrid, Biblioteca de la Ciencia
Cristiana, 1889,
40 págs.; Ilmo. Pedro CASAS SouTo, o. c., nota 3; Ilmo.
Remigío GANDASEGUI y GoRROCHATEGUI, obispo de Dora, Carta pastoral
sobre
la secularización del Estado (13-11-1909), Ciudad Real, In1p. Ramón
Clemente Rubisco, 1909, 85 págs. Omitimos la referencia
a los Congresos
Católicos
de Madrid (1889), Zaragoza (1890), Sevilla (1892), Tarragona
(1894), Burgos (1899), Santiago de Compostela (1902).
175
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JOSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
tras trabajos para darlo á conocer en toda su deformidad e
infundir
en las almas confiadas á nuestra vigilancia Pastoral
profundo odio
y horror hacia ese monstruo del Averno, que
amenaza destruirlo todo
y aniquilarlo todo» (Resolución con­
tra los Directores
de El Eco Liberal, periódico semanal pu­
blicado en Pasto, 5-VII-1899,
o. c., pág. 176).
Con
un estilo propio de la época y una clara ínspiración bíbli­
ca, el Ilmo. Tomás Bryan
y Livermore, obispo de Cartagena (Es­
paña) concluía diez años antes su pastoral del 3-III-1889 de esta
manera:
«Conclusión: el Liberalismo es pecado: hay que hacer
astillas el árbol maldito (
... ). Cortadle y hacedle astillas ;
desmochad sus ramas, sacudid sus hojas, desparramad sus
frutos; huyan las bestias que están debajo de él
y las aves
que anidan
en sus ramas ; extirpad las raíces hasta que co­
nozcan los vivientes que el Altísimo tiene dominio sobre el
reino de los hombres, sobre los Estados ( ... )» (Bryan. o. c.,
págs. 37-38).
Estas expresiones no deben entenderse
en un sentido de vio­
lencia física sino de combate espiritual, en especial para evitar
«el pecado del silencio, tanto de palabra como de obra, (que) es
el gran pecado de los fieles de nuestro tiempo» (Bryan, o. c., pá­
gina 38).
El liberalismo no sólo vulneraba y combatía los frutos de bien,
verdad, paz
y auténtica civilizaci6n, sino que imposibilitaba la
propia recuperación de los individuos
y de las sociedades de los
males sufridos. Atraía el castigo divino sobre quienes despreciaban
y abandoban la fe cat6lica. Así pues, el mayor castigo de los hom­
bres orgullosos era su abandono por Dios «en el orden religioso,
moral, político
y social» ( 6." Pastoral, 25-1-1898, o. c., págs. 150-
151).
El silencio de Dios, es decir, el dominio del reino de] Ma­
ligno que s6lo engendra mal.
A este castigo también
se refiere el obispo de Plasencia, ei
Ilmo. Pedro Casas Souto, al enseñar en 1885:
176
<<( ••• ) Esto. sin embargo, no sería nuevo ni extraño en
la providencia sobrenatural de Dios.
En el orden de la gra­
da, cuando la falta de correspondencia agota, digámoslo
así. los dones con que el Señor determinó favorecer á un
Fundaci\363n Speiro

SlTUACION RELIGIOSA DE COLOMBIA EN 1900
pueblo o á un individuo, sucede frecuentemente que se re~
tira de quienes le abandonan, y comunica a otros los favores
que aquéllos rechazan( ... )» (Casas Souto, o. c., págs. 28-29).
2. El peligro del liberalismo.
A pesar de la vigilancia de los obispos y del clero colombiano,
el .liberalismo fue extendiéndose de hecho entre los católicos. Fray
Ezequiel dio la alarma sobre
la peste liberal que penetraba en los
espírítus de forma insensible y mortífera, ya antes de .la política
de concordia --de falsa concordia según él-entre liberales y ca­
tólicos, que denunció tras 1902. No en vano, según Mingüella:
«para nuestra naturaleza caída
es más simpático el liberalismo que
el Catolicismo, como que este reprime las pasiones y aquel las
halaga,
y, si ha de ser lógico, las da rienda suelta>> (introducción
a las Pastorales del padre Moreno, 15-V-1908, o. c., pág. XIV).
En otras ocasiones, como en 1901, fray Ezequiel, profundo cono­
cedor de la sicología humana, denunciaba:
«La gran peste liberal nos irá inficcionando á todos, si
no miramos al error y la herejía con la aversión que deben
mirarse,
y si no procuramos combatirlos con tanta más va~
len tía cuanto mayor es el daño que pueden hacer, por la in­
fluencia que ejerce y el prestigio que goza la persona que los
enseña
y propaga» (6." circular, 3-IV-1901, o. c., pág. 287).
En plena política de falsa
concordia entre católicos y liberales,
posterior a 1902, la atmósfera letal del error multiplicaba las
víctimas:
«No hay por qué ocultarlo: nos va rodeando por todas
partes una atmósfera de error que, ó guita del todo la fe, ó
la disminuye, teniendo que suceder, como consecuencia, que
los hombres se alejan de Jesucristo, Autor de la fe, y pere­
cen corno está predicho»
(17." pastoral, 15-I-1904, o. c.,
pág. 451).
« Visibles son los estragos que hacen los vicios, y las
enfermedades espirituales
y muertes del alma que está
causando la peste liberal, y visible es también que, lejos de
purificar esa atmósfera letal los que están llamados a ello,
dejan
que se ensucie cada día más y se multípliguen las víc~
timas» (19." pastoral, 2-VIII-1904, o. c., pág. 493).
177
Fundaci\363n Speiro

}OSE FERMJN GARRALDA ARlZCUN
Según el Padre Moreno, todos los investidos de autoridad en
la Iglesia o en el Estado debían de sanear la atmósfera liberal que
cobraba víctimas sin cuento.
De no hacerlo:
< por haber
<~entrado en amistad con ella, con perjuicio de
los derechos
de Jesucristo ( ... ) (y) otros por haberle hecho
guerra sin transigencias ni cobardías, defendiendo
y confe­
sando
á Jesucristo» (19." pastoral, 2-VIII-1904, o. c., pág.
494).
También en España, según el obispo Casas (1885), la omní­
moda libertad defendida desde la aparición del liberalismo
multi­
plicaba los males espirituales:
«Cada día que pasa, hace muchos lustros, se multiplica
desgraciadamente ese número, merced á la libertad que el
Estado concede á la difusión del error, de las más horribles
blasfemias
y del más inmundo libertinaje. Vemos crecer en
alarmantes proporciones la impiedad
de los descreídos, las
dudas de los escépticos, la plaga más difícil de curar en los
pueblos, de los que
se han hecho indiferentes, y los públicos
desórdenes de los libertinos. A pesar de tales efectos, que
entristecen el corazón del católico que los contempla con
alguna atención, se
notan las riquezas de la bond1.ld del Señor
en favor nuestro» (Casas, o. c., págs. 24-25).
3. Obispo y pastor.
Ese homhre silencioso y profundamente humano que fue
frav Ezequiel, gozaba
de una energía y entereza a la altura de las
difíciles circunstancias históricas de Colombia
y Ecuador de 1900.
El,
que inicialmente se resistió a aceptar el Episcopado -al final
lo aceptó
por obediencia-por motivos de conciencia, ejerció su
carga episcopal con dulzura
y fortaleza, camino jalonado de go­
zosas
cruces. Para fray Ezequiel, «las tribulaciones son las delicias
de los verdaderos siervos de Jesucristo, porque los hacen seme ..
jantes a El» (pág. 106). El sabor de la cruz le hizo exclamar: «las
cruces hay que llevarlas con cariño y ternura, y abrazándose a
,ellas es como se descansa» (idem.). San Ezequiel no admitía el
silencio del pastor cuando los fieles a él encomendados atravesaban
continuos
y graves peligros. Su celo pastoral para librar a sus fie-
178
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SIFUACION RELIGIOSA DH COLOMBJA EN 1900
les de los perniciosos frutos del .liberalismo, así como para evitar
el mayor o 111enor destronamiento de Jesucristo propugnado por
los diversos grados de liberales, le hizo considerar el silencio como
un crimen. Así se expresaba en 1896, al comienzo de su episco­
pado:
«( ... ) mi oblígación, sosteneros con el pan de ejemplo y
de la doctrina, defenderos de vuestros enemigos y, si nece­
sario fuere, llevar vuestras almas sobre mis hombros, como
el pastor lleva la oveja sobre los suyos, y dar mi vida por
que vuestras almas no mueran» (Martínez Cuesta, o. c., pág.
285).
Este celo se reflej6 eo
el calor de su alma en múltiples ocasio­
nes, alma pletórica de obras más que de pastorales y palabras.
Entre sus escritos, que 1nuestran la transparencia de su alma,
quizás destaque la dulzura de su primera pastoral como Vicario
Apostóíico de Casanare
-texto citado del l·V-1894--, tierra esta
de misión
y abandonada, o bien de su segunda pastoral de cuares­
ma para este Vicariato publicada
el 16-I-1895.
Todas sus enseñanzas son una voz de «alerta». Algún sacerdote
de su diócesis --el párroco de Tulcá, dr. Rafael Aguilera-le
llamó el «Atanasio colombiano». Sus invitaciones a la vigilancia,
expresas
y explícitas, pretendían alejar a sus fieles de la falsa
filosofía -del «filosofismo», término este del siglo xvm-y del
racionalismo:
«Estad sobre aviso para que nadie os seduzca por n1edio
de una filosofía inútil y falaz, y con varias sutilezas (funda­
das) sobre una tradición de los hombres, conforme
á las
máximas
del mundo y no conforme á (la doctrina de) Jesu­
cristo» (P pastoral, Pasto, 12-VI-1896, o. c., pág. 47).
«Con este objeto pasamos á daros la voz de ALERTA;
con el objeto de que esteis vigilantes y no os dejeis seducir
de esos hombres que predican una filosfía falaz, contraria
á las enseñanzas de Jesucristo, porque sólo llevan en pos de
sí desgracias, sangre
y desolación» (l.ª pastoral, Pasto, 12-
VI-1896, o. c., pág. 58).
4. ¿ Cuál era la misión del obispo según el Padre Moreno?
En la gran complejidad y riqueza de la vida cotidiana y en sus
diferentes pastorales, circulares, etc., fray Ezequiel ejerció y mos-
179
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!OSE FERM!N GARRALDA ARlZCUN
tró cuales eran sus obligaciones y compromisos como pastor. Ade­
Jnás de la palabra escrita, que cuidaba con esmero, e impresa, el
Padre Moreno preparaba
y escribía sus sermones, muchos de ellos
perdidos, aunque, al pronunciarlos, guardase el debido carácter
oratorio
y efectuase frecuentes digresiones propias de la espon­
taneidad pastoral.
En plena guerra civil, cuando algunos sacerdo­
tes
y el propio obispo de !barra (Ecuador) aspiraban al silencio
del clero
y a la paz y concordia con los liberales radicales, enemi·
gós del reinado social de Jesucristo, fray Ezequiel enseñaba:
«Si los Obispos
no reproban1os estos pecados, ¿quién
pondrá remedio al
mal, señalándolo i al menos, para que se
conozca y se evite?» (11." pastoral, lQ,IJ.1900, o. c., págs.
217,218).
Y continuaba:
«Ya sabemos
que nos agrada á algunos el que hablemos
tan claro; pero si los Obispos callamos, ¿quién hablará?
¿Quién señalará los errores? ¿Quién prevendrá a los pueblos
contra ellos, mucho más que si los
que los enseñan son per~
sanas notables ó por su talento, ó por su posición social, ó
por todo junto?
Que un Obispo hable contra el error que aparece y
puede seducir a los fieles ; que grite y de la voz de alerta
para que huyan del peligro; que defienda la intransigencia
doctrinal absoluta,
no debiera producir alarmas ni causar
recelos,
en especial en los que quieren pasar por católicos.
La intransigencia doctrinal es principio fundamental de la
Iglesia, porque donde quiera que la Verdad
es manifiesta,
excluye en absoluto
á su contrario que es el error. Y como
la verdad
es íntegra, absoluta, no consiente ni la menor
transacción ni tolerancia.
Por eso entre el Catolocismo, que
es verdad,
y entre el Liberalismo, que es error, no cabe
conciliaci6n,
ni es posible el famoso puente que salve el
abismo que los separa.
Bien están separados,
y cuanto más separados, mejor.
La mezcla
de los católicos con los liberales, el trato con estos,
es un verdadero peligro para la salvación» ( 6." circular, 3·
IV,1901, o.
c., pág. 288).
Quizás, después de finalizar la guerra civil en 1902 con
oca·
sión de la política de concordia --de falsa concordia_:_ iniciada
180
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SJTUAC!ON RELIGIOSA DE COLOMBIA EN 1900
por el Gobierno conservador (católico en Colombia), la tentación
del silencio pudo ser aguda. Sin embargo,
el Padre Moreno se opuso
a dar cabida a los liberales en las Cámaras legislativas y en el pro­
pio Gobierno, así como a que extendiesen impunemente sus erro­
res religiosos, en materia socio-política, de carácter teóric0-práctico.
Su firmeza hizo que los liberales
y católico-liberales reanudasen
sus ataques contra fray .Ezequiel, quien recordó que ser co1nba­
tido por los enemigos de Cristo era una buena señal para un obis­
po católico, mostró la falsedad de que se metía en cuestiones
puramente temporales, dejó clara la necesidad de tratar de
poli­
tíca
siempre que lo exigiesen los derechos de Dios y la salvación
eterna de los bombres, e hizo patente tanto la obligación de todo
obispo
de enseñar a pesar -a veces-de las circunstancias como
que el único temor debía de ser guardar un silencio culpable. Sus
palabras fueron
las siguientes:
«La verdad engendra odio. Por esa razón padeció Jesu­
cristo para entronizar la verdad, y .nosotros tenemos que
padecer para sostenerla
(. .. ).
Sólo un miedo está permitido á los sacerdotes, y sobre
todo al Obispo:
el miedo que tuvo el gran Obispo San Hi­
lario de Poitiers,
y expresó con estas palabras: "Tengo miedo
del peligro que corre
el mundo, de la responsabilidad de
mi
silencio, del juicio de Dios".
( .. -)
No tengamos otro miedo que ese de San Hilario. El
miedo del peligro que corren las almas que nos están enco­
mendadas
; el miedo de la responsabilidad que nos puede
caber por nuestro silencio, y el miedo del juicio de Dios, en
el que se nos pedirá cuenta de si el error avanzó, de si el
vicio prosperó, de si las almas se perdieron por nuestro
silencio. IJuevan, pues, insultos sobre nosotros
por hablar;
pero librémonos de esa tremenda responsabilidad y de la
terrible cuenta que nos pedirá el Juez supremo» (¡Viva Je­
sús!, 14-X-1905,
o. c., págs. 573-574).
Esta entereza del pastor también era exigida
por el obispo De
Casas Souto en su pastoral del 23-I-1885, referida a la España
de
la Restauración alfonsina y liberal-moderada de Cánovas del
(:astillo:
«Abora que el organismo de la sociedad no está formado,
como antes estaba, para ayudaros á cumplir los deberes crís-
181
Fundaci\363n Speiro

JOSB FER.MIN GARRALDA ARIZCUN
tianos1 sino, al contrario, para facilitar vuestra perversión)
autorizar vuestros vicios y fomentar todo género de concu­
piscencias, se hace necesario preveniros contra estos peligros,
Si en la política está el enemigo; si de la política se vale,
como del arma más poderosa, para herir de n1uerte, si po­
sible fuera, á la Religión, ¿cómo no hemos de condenar y
estigmatizar, con todo el celo de Pastor católico esa mala
política?
Porque sean los poderes públicos los que la pu·
sieron y ponen en práctica, ¿habrá de callar el Pastor? ¿De­
jará, por respetos indebidos á los poderosos de la tierra, de
sostener los derechos
de Dios sobre los Príncipes, los pue­
blos y los Gobiernos, y, luchando
en favor de aquéllos, de·
fenderlos cuando éstos los combaten?»· (Casas Souto, o. c.,
pág. 18).
Las divergencias
entre los obispos católicos no estaban ni en
las verdades enseñadas, ni en el hecho de ensañarlas (perros mu­
dos
... ¿para qué los quieto?)} sino, en todo caso, en la for1na de
decirlas. El Padre Moreno optó por enseñar la verdad de forma
directa
y clara, admitiendo la validez de otras formas pastorales.
La intransigencia de San Ezequiel
en doctrina y procedimientos
(aplicaciones doctrinales inmediatas)
era correlativa a su ductibili·
dad en las formas. Esto último, según Minguella, «es evidente
prueba de la
santa amplitud de su espíritu1 que 1nuchos tenían
po.t estrecho
y de absoluta intransigencia para todo», Este mismo
biógrafo inserta como
documento original el siguiente testimonio
sobre lo tratado en una Junta o Conferencia de eclesiásticos reu­
nida en cierta población colombiana:
182
«Al tratar; nos dice el que por escrito nos falicitó la
noticia, al tratar sobre el modo que convenía usar con .los
llamados liberales, si era más ventajoso i.r á ellos de frente
en la forma que siempre lo hizo el P. Ezequiel, ó bien de
una m.anera velada, indicó otro insigne Prelado que lo se­
gundo le daba á él mejores resultados. A esto contestó el
P. Moreno las siguientes palabras, que indican su grande
a1nor
á Dios Nuestro Señor y á las almas, y dicen también
que, á pesar de haberle enseñado la experiencia que los
paños calientes
ningún efecto producían en esta clase de
enfermos, sin embargo, no pretende imponer su pensamiento,
síno que, fija su
111irada en Dios y en las aln1as, prescinde
de su juicio y buscando sólo la gloria divina, Ilustrísh110
Señor> ]e dice: Los Obispos nada debemos pretender sino
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SlTUACJON RELIGIOSA DE COLOMBIA EN' 1900
llevar almas á Jesucristo: si Su Señoría salva más almas
obrando
así, siga en esta forma) ya que procediendo de ese
modo consigue el fin de nuestra misión»
(Minguella, o. c.,
pág. 234).
Como justifícacíón de su forma pastoral, fray Ezequiel escribe
en
una de las cartas:
«Comprendo que busquen algún modo de hacerme callar,
á fin de que siga la mezcla que están haciento entre católicos
y liberales. ¡Dichoso de mí, si algo sufro por el nombre de
nuestro buen Jesús!» (Minguella, o. c., pág. 339).
En efecto, añadimos, sí conjugamos el hecho de que el hom­
bre tiende naturalmente al bien, con la existencia de los efectos
del
pecado originat resulta que la tentación más frecuente suele
ser el establecimiento de pactos
y compromisos entre la luz y las
tinieblas, o, traducido a lo que dice el refrán: < Dios y otra al diablo». Este era el mayor mal de la época entre
los cat6licos, lo mismo que entre los declarados liberales era
el
intentar expulsar a Dios de todo ámbito que no fuese la conciencia
individual, o, lo que es lo mismo, intentar reducir a .la Iglesia a
las sacristías.
IV. ¿Qm ES EL LIBERALISMO?
La respuesta a este interrogante tiene un carácter doctrinal.
Pretende mostrar la naturaleza
y la esencia del liberalismo. A
este respecto, el Padre l'vforeno siguió fiehnente el magísterio pon~
tificio expresado en las encíclicas de carácter sociopolítico que
expresan la doctrina social de la Iglesia. Por otra parte, los ma­
tices
de su pensamiento y forma de expresarlo tiene una gran se··
mejanza con el de autores franceses como Monseñor Segur (16),
Monseñor Freppel -obispo de Angers-(17), por citar algunos.
1.
Racionalismo integral: soberanía del hombre frente a la
soberanía de Dios.
(16) SEGUR Mons.: La Revolución, Madrid, Imp. La Esperanza, 2." ed.,
1863, 125 págs., trad. por el marqués de la Romana.
(17) FREPPEL Mons.: La Revolución francesa con 1notivo del Cente·
nario de 1789, Madrid, Biblioteca de «La Ciencia Cristiana», 1889, 149 págs.,
trad. por Francisco Pons Boigues.
183
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.fOSE f'ERMIN GARRALDA AIUZCUN
}~l liberalismo «es un sisten1a esencialmente político-religioso»
(4." circular, 19-IX-1900, o. c., pág. 249). En esencia, prescinde
de la fe católica para gobernar los pueblos y asegura que la razón
humana
es, para ello) suficiente:
el liberalismo
< reino
de lo que se llama LA RAZÓN PURA y LA NATURALEZA,
excluyendo de las inteligencias humanas, de la vida y de las
costumbres de los pueblos á Cristo»
(l.ª pastoral, Pasto,
12-Vl-1896,
o. c., págs. 58 y 60).
Ai\sí pues) el liberalismo es la puesta en práctica del raciona­
lismo
fiJ.osóficd) efectuada en n1ayor o 1nenor grado, con unas u
otras justificaciones
v de múltiples formas ( opúsculo «O con Je­
sucristo ... », o. c., págs. 120-121). Es «la rebelión de la libertad
humana contra la
voluntad divina en el orden religioso, político y
social» (cita León XIII) Libertas praestantissimum, 2.ª pastoral,
Pasto,
10-VIII-1896, o. c., pág. 75; 3." pastoral, Pasto, 28-VIII-
1896, o. c., pág. 84). La voluntad y la razón humanas esencial­
mente autónomas son propias del liberalismo
radicat y sólo par­
cialmente autónomas del moderado:
«El ideal acariciado del liberalismo es que el Estado, la
familia y el individuo sacudan toda obediencia á Dios y á
su Iglesia Santa y se declaren completamente independientes,>
( «O con Jesucristo ... », o. c., págs. 120-121).
Las consecuencias del liberalismo son evidentes
y opuestas al
Evangelio, pues
pretende constituir los Estados y las sociedades,
asl como gobernarlas, con entera independencia de Dios y de su
Iglesia (6." pastoral, 25-I-1898, o. c., pág. 157). Esto es, consti­
tuirse y gobernar sin Iglesia, sin Religión y sin Dios (Instruccio­
nes ... , 17-IX-1902, o. c., pág. 389).
184
Por el contrario, según la doctrina católica:
< traerse al dominio de sus leyes,
y debe ser católico. Toda
persona moral, toda agrupación de individuos,
no menos que
cada individuo,
está obligado á obedecer á Jesucristo, y el
Estado debe obedecerle y ser católico, lo mismo que el in­
dividuo» (17." pastoral, 15-1-1904, o. c., pág. 455).
«Deben ser regidos y gobernados los pueblos y las na­
ciones con leyes en un todo conformes» con el Evangelio
(3." pastoral, Pasto, 28-VIII-1896, o. c., pág. 83).
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S!TUACION RELIGIOSA DE COLOMBIA EN 1900
2. Secularización o secularización radical: divinización de lo
humano y humanización integral de la religión.
El liberalismo hace a Dios de «igual ó
de peor condición que
a Mahoma ó Confucio, proclamando
la libertad de cultos en sus
nzás generosa amplitud» (Instrucción, pastoral, 24-VII-1899, o. c.,
pág. 180). De esta manera, al creer «que la solución del problema
religioso
es la separación de la Iglesia y del Estado» (íd.), el libe­
ralismo pretende:
«( ... ) rechazar toda sujeción del Estado á la Iglesia; y
no sólo eso, sino que el Estado considerará á la Iglesia por
lo menos como cosa extraña». En realidad, dicha separación
«es la ruina de la Iglesia por el Estado». Es 1nás, «si la
Iglesia nada tiene que ver con el Estado, y todo depende
del Estado, el Estado viene
á ser, en último resultado, des­
tructor
de la Iglesia, puesto que nada le deja» (17.' pastoral,
15-1-1904, o. c., pág. 458).
Seguramente, los liberales moderados se resistirían a estas
lógicas conclusiones.
Aunque quisieran evitarlas mediante la prác­
tica de los Concordatos, son bien conocidos los conflictos mante­
nidos entre el Estado liberal -radical o moderado----y la Santa
Iglesia anteriores y posteriores a la segunda guerra mundial. Lau­
reano Pérez Mier, después de efectuar una síntesis histórjca de las
relaciones
Iglesia-Estado, y antes de explicar detalladamente los
Concordatos
que la Iglesia establece con los Estados modernos en
todo el mundo, señala:
«( ... ) los Concordatos y hasta las relaciones diplomáticas
responden a una
mísma línea y son fieles al mismo pensa­
miento:
conquistar para la Iglesia una posición jurídica de
libertad con la cual pueda desenvolver y desarrollar plena­
mente su influjo bienhechor sobre la sociedad) sin los rece­
los
y las trabas que caracterizaban al Estado liberal.
Benedicto XV señaló este anhelo pacífico de los Con­
cordatos como inseparablemente unido a la libertad e inde­
pendencia de la Iglesia (
... )» ( 18).
Pero
sigamos con la exposición de fray Ezequiel. Rotas las
relaciones
y la sun1isión del Estado respecto a Dios, el liberalismo
«concede y da al error los mismos derechos que á la verdad»
(carta 30-IV-1904, pág. 478); «deja
á la Prensa facultad libérrima
(18) PÉREZ MIER, Laureano: Iglesia y Estado nuevo. Los concordatos
,-u1re el moderno derecho público, Madrid, Ed. FAX, 1940, 730 págs., pág. 117.
185
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JOSE FE::Rlv!IN GARRALDA ARJZCUN
para decir y publicar cuanto le plazca»-aunque sea calumnia, error,
blasfemia e impiedad,
libertad ésta de perdición conforme al ma­
gisterio
de Gregario XVI (2." pastoral, Pasto, 10-VIII-1896, o. c.,
págs. 74-75). Esta impunidad de la blasfemia y el error, contrarias
a
la religión (Instrucción pastoral, 24-VII-1899), puede tener
múltiples formas y efectuarse no sólo a través de la libertad de
prensa.
De una 1nanera implícita, fray Ezequiel rechaza dos aspectos
diferentes:
que el poder civil reconozca con10 bien el maC y que
considere al
mal 01 mejor, a los que yerran, con derecho natural
a la inmunidad de coacción en la manifestación pública de sus
errores.
IJor lo que respecta a dicha inmunidad, esta puede signi­
ficar
una legítima y circunstancial tolerancia práctica -no dog­
mática-del mal, legislada y aplicada por el político, que jurídi­
camente se manfiesta como permisión negativa del
mal, recono­
ciéndose así la perversidad
y el daño social del mal tolerado. El
derecho a dicha
inmunidad es un concepto diferente por desapare­
cer el citado carácter circunstancial.
Según fray Ezequiel,
el liberalismo no tiene relación directa
con la forma
de gobierno republicana y se expresó tanto en la
«declaración de los derechos del hombre» de la revolución francesa
de 1789 como en la separación Iglesia-Estado de la República
norteamericana
(19), ambas rechazadas por la Iglesia. Todo ello
lo expone en su opúsculo
titulado «O con Jesucristo contra Jesu­
cristo»,
en combate contra los errores del presbístero Vélez (o. c.,
págs. 118-120).
Para el Padre Moreno, el liberalismo es totalizador al preten·
der abarcar todas las realidades individuales, sociales, y políticas,
y otorga una peculiar preferencia a .la secularización de los Estados,
del
matrimonio (matrimonio civil, etc.), de la familia, de la en-·
señanza, etc.
V. DESARROLLO DE LA DOCTRINA LIBERAL
1. Concepto d.e civilización.
En sus escritos, fray Ezequiel expone cómo la fe católica1 vi­
vída por los pueblos a lo largo de las generaciones, ha originado
una civilización católica. Al expresar dicl1a fe católica toda la vet­
dad revelada, sólo la civilización católica supone la auténtica civi-
(19) León XJIJ, Longinqua Oceani, eocl. 6-I-1985, nún1. 6.
186
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S!TUACION RELJGJOSA DE COL01\1B!A EN 1900
lización aunque, en sus aplicaciones, adquiera múltiples formas y
manifestaciones. Alejarse de la fe católica sería alejarse de la ver­
dadera civilización. Así,
el grado de alejamiento refleja el grado
de la paulatina extensión del tenebroso

manto del error, del vicio
Y., como consecuencia, la presencia de un dolor sin esperanza< Así
se expresa fray Ezequiel:
,,La verdadera civilización sólo puede hallarse donde las
creencias católicas unen y estrechan los vínculos sociales ;
donde reinan la verdad
y la virtud, y están desterrados el
error y el vicio : donde la religión fomenta el amor de la
amistad, de la familia,
de la patria; donde todo el movi­
miento social gira sobre el eje indestructible del gran prin­
cipio de la
fe; de esa fe que aún está sosteniendo las mo­
dernas sociedades,
á pesar de la guerra que se le hace; de
esa fe que aún es, hoy mismo, el dique fuerte y robusto que
contiene las olas destructoras de la anarquía;
de esa fe que
aún anima} por fortuna, á las grandes masas, y que con las
enseñanzas que les da, con las virtudes que les inspira
y la
obediencia
á las autoridades que les predica, impide que Jo
domine todo el ünperio del mal. Sí; a'Ún se alimentan las
clases populares del espíritu católico;
aún viven de la fe :
aún se dejan regir por sus principios, y eso está salvando las
sociedades y probando su benéfica influencia en ellas>> (Pasto,
1: pastoral, 12-VI-1896, o. c., pág. 57).
Sin fe católica el paganismo abrazará el mundo con hipocresía.
La caridad será sustituida por la filantropía, insuficiente, vana e
inoperante. Al dirigirse como obispo a los casareños, región esta
apartada
y olvidada del mundo, e incluso de la propia Colombia, y
por entonces todavía por civíHzar, el Padre Moreno exclamó:
<~El n1undo no se acuerda de los salvajes; la generalidad
de los hombres los mira cdn desdén é insolente desprecio,
si no los persiguen y matan como animales dañinos. Los
mismo que se llaman amigos de la humanidad, fi .. lán .. tro ..
pos (cytnbalum tiniens.1)., esos mis1nos ja1nás han pensado en
dar un paso en bien de los salvajes, ni se cuenta1 dice un
sabio escritor, que ninguno de ellos haya derramado ni un,a
gota de sangre en el Japón ó la China por sacarlos de su
barbarie. La Iglesia católica, en cambio, los allega
á su co­
razón( ... )» (l.' pastoral, Casanare, 1-V-1894, o. c., pág. 11).
187
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.íOSE FERMJN GARRALDA ARJZCUN
El carácter de polemista, que expresa vivos y fuertes senti~
mientos, conjugado con una clara exposición doctrinal, imprimen
a las enseñanzas de fray Ezequiel un sello inconfundible. Un ejem­
plo, entre cientos, es el texto arriba transcrito.
2. RacionaJismo o racionalismo radical.
Sin fe divina, la razón, herida por el pecado original, tiende
al oscurecimiento. De ello se
habían derivado grandes males. No
en vano, el hombre, sin fe, tendía a hacerse el centro de sí mismo
y del universo, suplantando, de hecho, a Dios (antropocentrismo y
Deísmo). La razón del hombre, orgullosa (egolátrica), se convertía
en la medida de todas las cosas (horno mensura). Este paganismo
o secularización, unos lo admitieron en la vida privada y pública
( denominada vida política) y otros sólo en la vida política de los
pueblos. Minguella, biógrafo que intimó con el Padre Moreno,
mostró, en la introducción que precede a la publicación de ]as
pastorales de éste, su pensamiento de la forma siguiente:
«No: no era obsesión, ni mucho menos odio personal
lo que impulsaba al Ilmo. Obispo de Pasto á oponerse cons­
tantemente al liberalismo, más aún al manso que al fiero;
era un deber inedulible (sic) que le imponía su sagrado mi­
nisterio : eran efecto de su ciencia experimental; era que
evidentemente palpaba cómo todos los males en el orden
religioso, á contar de-sde fines del siglo XVIII) procedían en
Europa
y en América del liberalismo, esencialmente consti­
tuido
en su grado máximd por el negar la existencia de Dios,
y en su grado mínimo por prescindir de la razón divina y
proclamar de hecho la soberanía absoluta de la razón huma­
na en el régimen de los Estados, haciendo, ya descarada,
ya hipócritamente, la apoteosis de ciertas libertades que
Ja
Iglesia católica, la Madre de la verdadera y santa libertad,
califica con
el nombre de libertades de perdición» ( 15-V-
1908, vid. nota 14, o. c., pág x1).
En los dos casos citados del texto, el liberalismo-radical
o
moderado-era fuente de males inagotables. A este respecto,
existe
un interesante texto de fray Ezequiel1 que explicamos e in­
sertamos a continuación, del que es posible que alguien pretenda
efectuar una lectura sesgada y por ello falsa.
188
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SlTUAClON RELIGIOSA lJE COLOMBIA EN 1900
.3. Principios de la Revolución .francesa y utopía revolucio~
naria.
En dicho texto a insertar, el Padre Moreno explica en qué se
habían convertido los conceptos de libertad, igualdad, fraternidad,
ilustración y progreso --en realidad vertebrales de la nueva civi~
lización posterior a 1789-concebidos con independencia de Dios
y de la Revelación de Jesucristo. El texto, reproducido a continua­
ción, se iustifica de dos maneras. Por una parte, fray Ezequiel se
limita a juzgar -materia bahía para ello--la realidad desde el
punto de vista espiritual, que era el único de su competencia, con
omisión de otras implicaciones de carácter estrictamente
temporal.
Es obvio que la explicación del Padre Moreno sólo implicase al
orden sobrenatural y a las repercusiones que dicha libertad, igual­
dad, etc., tenían en la salvación eterna de los hombres. Corno sólo
estos aspectos eran de su com.petencia, no puede otorgarse al cita­
do texto
un carácter absoluto. Es decir, en él no se contemplan
los efectos de una libertad, igualdad, etc., aplicadas a determina­
dos aspectos que Dios ha dejado a la libre opinión de los hombres
por tratarse de materias puramente temporales, aspectos que per
se podían originar un orden sociopolítico diferente tanto al creado
por la Revolución liberal como al orden vinculado al despotis­
mo ilustrado y al absolutismo político anteriores a 1789, orden
que perduró en Europa hasta 1848. De hecho, triunfó un estado
de cosas o reformas opinables para un católico a la vez que un
orden
--o desorden institucionalizado dirán otros-sociopolítico
inspirado directamente y en buena medida en la ideología racio·
nalista y anticristiana de la Revolución liberal. Fue esta ideología
la que secuestró y orientó en sentido revolucionario otras reformas
per se admisibles para un católico.
Dicho de otra manera, muchos de los cambios en materias que
Dios ha dejado al libre criterio de los hombres (por ej., la libera­
ción de los «siervos de la gleba», la desaparición de las corbeas,
etc.) pudieron haberse efectuado -y no pocos se efectuaron-al
margen de
la revolución filosófico-religiosa liberal, por lo mismo
que hubo otras reformas inspiradas en ella. La revolución religiosa
(o seudoreligiosa, según guste) se hizo sociopolítica y originó, di­
recta o indirectamente, ciertas reformas en materias exclusiva­
mente temporales que también pudieran haber sido originadas
-y en algunos ámbitos se originaron-por un espíritu no revo­
lucionario. De hecho, políticamente triunfó la revolución liberal
189
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JOSE FER!vflN GARRALDA ARJZCUA'
con una variedad de rupturas, incluidas las reformas en materias
opinables para
un católico.
Desde el Estado,
la ideología liberal inició su carrera de con­
trolar, influir
y modelar la sociedad. El Estado liberal y el sector
social que lo
n1onop0Hzaba, será el principal agente de múltiples
reformas
y ciertas rupturas, incluso en materias opinables ante la
fe de la Iglesia. Sin en1bargo, a estas últin1as les dará una orienta­
ción ideológica liberal,
revolucionaria, por lo que, posteriormenteJ
se vincularán sistemáticamente al Estado liberal aunque, por su
naturaleza, cualquier sector ideológico pudiera haberlas realizado.
En fin, que para ciertas reformas políticas, sociales, económicas ...
en materias que Dios ha dejado al libre arbitrio de los hombres,
la Revolución líberal no era necesaria. Incluso, en este
sentidoy
sectores políticos no liberales -v. gr., el Carlísrno-eran n1ás
reformistas y tenían una mayor conciencia social --comunitaria­
que los propios liberales. Creo que se puede aplicar al Estado y
próceres liberales lo que Corona Baratech señaló de los ilustrados
en la España del siglo XVIII:
«Reformismo y tradición llegan a tener un sentido pro­
fundo en la conciencia histórica española. Los tér1ninos no
reflejan exactamente el contenido de las dos posiciones que
se definen como antagónicas, pues los que en tér1ninos ge~
nerales son llamados tradicionalistas son tan progresistas o
reformistas, en términos generales
, como quieren reservarse
para sí sus antagonistas; así como entre éstos
no es tanto
el patrocinio de las reformas estructurales en el cuerpo de
la nación como la modificación sustancial del espíritu
na­
cional, lo que, so capa de lo anterior, se les atribuye rotun­
damente» (20).
Si esto se dice de la segunda mita! del siglo XVIII español, me­
jor puede aplicarse
al siglo XIX en el que los Gobiernos y la labor
de las Cortes españolas fueron puramente ideológicos
y nada -o
casi nada-administrativos y de realización de mejoras en la eco­
nomía, la educación, físcalidad, etc.
Por otra parte y vinculado a lo anterior, entiendo que para
fray Ezequiel, las diversas aplicaciones de la libertad,
la igual­
dad, etc. liberales, no compensaban los graves daños espirituales
(20) CoRONA BARATECH, Carlos E.: «La Ilustración» en VARIOS His­
toria General de España y América, vol. X-1: La España' de las ref¿rmas.
Hasta el final del reinado de Carlos IV, 11:adrid, Ed. Rialp, 1983, 597 págs.,
pág. 41.
190
Fundaci\363n Speiro

Sl1'UAC101'.' RELIGIOSA .DE COLOMBIA EN f!JOO
que inherentes a eJlas, aquellas produjeron. El hecho fue que dicha
libertad, igualdad, etc., influyeron y aún configuraron muchas
cuestiones estrictamente temporales ; todo lo impregnaron. La Re­
volución consistió
en una ruptura religiosa que, extendida a la
política, y desde ella a la sociedad, pretendió crear una civilización
diferente
y aún opuesta a la cristiana.
Independientemente
de que, de hecho, el núcleo de la Revo­
lución haya sido estrictamente Deísta, para fray Ezequiel
el orden
sobrenatural
y la salvación eterna de los hon1bres eran las cuestio­
nes más importantes: en definitiva, las únicas importantes.
El
Padre Moreno sólo critica aquellos males derivados de una falsa
libertad,
igualdad, etc., que atentan contra la doctrina católica.
Ta111bién parece indícar cómo dicha falsedad es el 1nayor mal en
la aplicación histórica de la libertad, igualdad, etc., de 1789. Ello
parece
lógico en un obispo católico para quien un grave mal espi~
ritual no puede compensarse con todos los bienes temporales.
Debe, pues, matizarse e] aparente carácter absoluto del texto ex~
presado a continuación, aunque este quizás pudiera deducirse de
la amplitud de su redacción:
«Doctrinas que deifican la razón humana haciéndola re­
gla suprema del bien, del mal y de todo, rechazando la
religión revelada; que niegan los derechos de Dios y procla­
man los del hombre; que enseñan á vivir en entera indepen­
dencia de
toda ley divina y humana, no pueden dar otros
frutos
que los expresados. Tratarán sus propagadores de
ocultar cuanto tienen
de absurdas y de horribles esas doctri­
nas, con los pomposos nombres de libertad, igualdad, fra­
ternidad, ilustración, progreso y otros parecidos; pero los
hechos han
puesto ya en claro que el nombre de libertad no
signifíca otra cosa que corrupción de costumbres ; que el de
igualdad es la negación de toda autoridad; que con el de
fraternidad se ha derramado á torrentes la sangre humana ;
que ilustración es no tener Dios, ni religión, ni conciencia,
ni deber alguno, ni vergüenza siquiera; y que progreso es
llegar
á ser iguales al bruto, sin pensar en otra cosa que en
multiplicar los goces, poner toda la felicidad en disfrutar de
la materia, y desterrar toda idea de espiritualidad. Y,
sln
embargo, ¡oh dolor! hav que decir que las apariencias han
alucinado
y seducido á tantos, que así con10 San Jerónitno
dijo en su tiempo que todo el mundo se encontró arriano
casi sin saberlo,
de la misma manera podemos decir hoy
que el mundo es presa de las modernas libertades casi sin
191
Fundaci\363n Speiro

JOSE FRRMIN GARRALDA ARIZCUN
darse cuenta, si se exceptúan los hombres que han tenido
la dicha de seguir incondicionalmente las enseñanzas de la
Iglesia, Maestra de la verdad» (Pasto, l.ª pastoral, 12-VI-
1896,
o. c., pág. 62).
En otras ocasiones, el Padre Moreno afirmará que las múltiples
aplicaciones de las denominadas libertad, igualdad, etc., efectua­
das en el siglo XIX, se vertebraron, de hecho, en torno a un con~
cepto anticristiano de dichos principios, de manera que el queha­
cer
socio-_po.Htico del liberalismo estaría viciado en su raíz.
4. Secularización o secularización radical.
El racionalismo, radical o moderado -contra ambos combatió
fray
Ezequiel-, aplicado a la vida socio-política, origina una ra­
dical o moderada secularización en el sentido de apartar a Dios
y a su Iglesia de las realidades temporales. San Ezequiel condenó
esta secularización (21) independientemente de los motivos que
la originaron. Estos motivos pueden ser múltiples, desde los más
brutales como el odio a Dios
-el marxismo-hasta lo 1nás «hu­
manitarios» y «caritativos» con el nombre -incluso-de Cristo
en los labios.
En cualquiera de estos casos, la secularización negaba, más o
menos abiertamente v en mayor o menor grado, el reinado social
de Jesucristo, fundado en su derecho propio y absoluto, que no
depende de la razón
-de Estado o no-, voluntad -general,
mayoritaria o individual-, virtud -falsa caridad-, o «pruden­
cias» humanas
-de la carne según el Apóstol-. Personalmente,
cons'dero que dicho reinado de Cristo no radica sólo en las dis·
posiciones de los Gobiernos sino también -v sobre todo-----en las
constituciones de los Estados,
es decir. en la configuración y ver~
tebración de cada uno de los diversos poderes políticos y de todos
entre sí, en su actividad, en la fundamentación del Estado. Así lo
reflejó
el Padre Moreno al oponerse en concreto a las medidas de
la política de concordia -falsa concordia-establecida por el
(21) lLLANES, José Luis: Cristianismo, }Jistoria, Mundo, Pamplona,
EUNSA,
1973, 241 págs. Las diversas acepciones de los términos seculari­
zación
vid. 20-55 y mundo vid. 172-174. Sobre el sentido cristiano de la
tensión Iglesia-mundo
vid. 219-224. La crítica efectuada a los pensadores
tradicionalistas nos parece
poco convincente y la valoración de estos poco
comprensiva;
vid. págs. 28-30, 35 e incluso 43. En estas líneas baste cons­
tatarlo.
192
Fundaci\363n Speiro

SJTUACJO.N RELIGIOSA DE COLOMBIA EN 19!)0
Gobierno de Co.lon1bia tras 1.902. En estas circunstancias y en
relación con el reinado social de Jesucristo, señaló:
«No quieren, pues, los liberales, ó esos hombres que
llevan el racionalismo á la práctica,
que Jesucristo reine de
la manera
que hemos expuesto. Algunos, no todos, llegarían
á tolerar que á Jesucristo se le dejara un puesto en la con­
ciencia del indivíduo,
y aun en las cosas, en el hogar, en la
familia,
pero su reinado social no lo pueden sufrir de ma­
nera alguna.
No admiten que la doctrina de Jesucristo, el
Evangelio, la ley de salvación eterna, diríja á las naciones
y á los pueblos, regule las leyes humanas é informe las cos­
tumbres. "Es preciso, dicen, librar de la dirección de la
Iglesia al Estado, y secularizat su legislación, su política, su
enseñanza
y toda su administración". "Las ciencias filosóficas
y morales,
y también las leyes civiles, pueden y deben apar­
tarse de la ley divina y eclesiástica" (Syllabus prop. 22)»
(17." pastoral, 15-I-1904, o. c., pág. 458).
5. Configuración de nuevos ídolos.
Envanecida la razón y la voluntad del hombre ( o bien -aña­
dimos-ensanchados indebidamente los justos lí1nltes de la .li~
bertad en el Estado o inmunidad de coacción, en atención a
una falsa concepción de la dignidad humana), ya en el ámbito de
la vida privada ya
en lo referente a la vida política ... ; envaneci­
das las potencias del hombre en a1ubos ámbitos simultáneamente
(liberalismo radical --o coherente-) o sólo en el ámbito político
(liberalismo moderado
-o incongruente-) ... de cualquier ma­
nera Dios es sustituido por el hombre, el pueblo y la humanidad.
Hombre, Pueblo y Humanidad mitificados y de rostro desdibuja­
dos. Así se expresa fray Ezequiel:
< llaman libres, abandonándolos
y humillándolos en el orden
religioso.
No quieren adorar y rendir culto al Dios verda­
dero, infinito en toda clase de perfecciones, y adoran cosas
finitas é imperfectas, y se ven castigados y humillados.
El liberalismo se rebela contra Dios, da al hombre la
independencia
que sólo puede pertenecer á Dios) y proclama
Dios al hombre.
"No hay otro culto ya, ni otra religión, que
la religión de la razón v el culto de la libertad" ( Amadeo
193
Fundaci\363n Speiro

JOSH FL·;J(!vJJN GARRALDA ARIZCU~N
Jacques). "Hay en cada uno de nosotros un ideal superior
al del Gólgota" (Feuerbach). "La adoración del hombre
debe
reemplazat á la de Dios" (Idem.) ¡Castigo! .. . ¡Hu­
millación para esos hombres! . . . ¡ Cambiaron á Dios por el
hombre, al Criador por la criatura, lo infinito por lo fini­
to! ... Otro dios de los liberales es "el pueblo". Este es el
"soberano" que quiere1 vive y reina. Hay que seguir "la vo~
Juntad del pueblo". El pueblo decide y manda, y lo que él
decide es ley, y lo que él manda hay que hacer. Nada se
puede hacer que no lo quiera y mande el pueblo. ¡El pueblo
en cambio de Dios! ¡Castigo! ... ¡Humillación! ...
"La Humanidad", he aquí otro dios de los liberales.
"¡Oh Humanidad reina! ésta es tu edad" (Littré). "La Hu­
manidad se pone definitivamente en lugar de Dios" (El pen­
samiento nuevo). En algunos puntos se ha llegado á pedir
limosna "por la Humanidad", y á decir "que la Humanidad
recon1pensará".
Hasta ahora se había pedido "por amor de
Dios",
y se ha dicho ·· que Dios le pague la caridad". ¡ La
Humanidad pobre y miserable> que se ve precisada en sus
individuos á pedir una limosna, se pone c-n el altar en vez
de Dios, infinitamente rico! ... iCastigo! ... ¡Hun1illación
tremenda!
... » (6." pastoral, 25-I-1898, o. c. pág. 153).
Este exto es un claro ejemplo del vigor espiritual y del tem­
peramento del Padre Moreno. Su carácter de polemista -pasto­
ral-le acostumbró a presentar sus afirmaciones y juicios en su
cruda realidad.
6. Derechos cívicos y neutralidad del Estado según los obis­
pos
de Pasto (Colombia) y de Dom (España).
Según fray Ezequiel la Verdad y el Bien existen independien­
temente
de que el hombre los descubra y acepte. Por ello, la ver­
dad y el error no pueden tener los mismos derechos cívicos.
Mientras
el error no tiene derecho alguno, los derechos cívicos
del que verra no pueden equipararse a
los de aquel que goza de
la verdad.
Dicho de otra manera1 eJ que yerra sí tiene derechos cívicos,
precisamente los que le otorgan los propios límites del Estado no
totalitario.
En este sentido se expresó el Ilmo. Remigio Gandásegui
y Gorrocháteguíi obispo de Dora, en su carta pastoral sobre «I.,a
194
Fundaci\363n Speiro

SlTUACJON RELIGIOSA DH CUL0,\1BIA EN 1900
secularización del Estado» (1909) (22). Los límites -expuestos
por este obispo--propios de la jurisdicción de todo Estado jus­
tan1ente constituido se corresponden con los límites del Estado
exigidos por la dignidad de la persona humana. La exposición
del Ilmo. Gandásegui parece ser un antecedente de la doctrina
expuesta por el Concilio Vaticano II, en la Dignitatís Hu1nanae
(núm. 2), en su afán por rechazar el totalitarismo contemporá~
neo ( 23 ). Según el Ilmo Gandásegui, el Estado no debe extender
su actlvidad a todo el individuo o persona, ni abarcar todas las
n1anifestaciones de la actividad hu1nana, a diferencia -precisa­
n1ente-de lo íntentado en la civilización protestante, absolutista
o republicana< En este sentido explicará lo siguiente:
«Esta emancipación del individuo respecto al Estado en
los asuntos religiosos ; esta independencia del cristiano con
relación á la monarquía, á la opinión pública, á la demo~
(22) Vid. nota 15.
(23) «Para exponer qué sea un derecho subjetivo es ante todo oportu­
no recordar que el hecho de set persona lleva consígo la posesión de un
ámbito de inco1nunicabilidad;
la persona es un ser libre, dueño de Jos
propios actos. Y este dominio supone unos ámbitos de autonomía, un. ám­
bito de responsabílidad y libertad. Autonomía, porque la persona regulará
su actividad según las reglas de su prudencia, de su recto proceder; libertad,
porque no está sujeto a otra persona
en esa esfera suya, de autonomía ín­
tima; responsabilidad porque debe rendir cuentas antes Dios y, en ocasio­
nes ante la sociedad del resultado de sus actos. Esa esfera de autono111fa
itn¡:,lica, por la ausencia de potestad de otra persona sobre el sujeto, la
libertad; y esa libertad tiene su raíz en la igualdad, en cuya virtud no hay,
a ese nivel, relación superior-inferior. Pues bien, esa es la realidad humana
en. la que radica el derecho subjetivo; porque esa esfera personal de com­
petencia da ante los den1ás hombres el derecho a exigir que sea respetada,
a
verla suficiente1nente reconocída, a que le sea dado lo que es suyo}:, .
. DEL PORTILLO, Alvaro: Fieles ::v laicos en la Igesia, Pamplona, EUNSA.
2." ed., 1981, 261 págs., págs. 56-57. Los derechos objetivos y los subjeti­
vos no pueden estar en verdadera contraposición. La doctrina tradicional
católica partía de los derechos objetívos; el Vaticano II, en Dignítatis Hu­
rnanae, de los subjetívos, Es decir lo mismo desde ópticas diferentes. Las
formulacíones
cambian y el contenido es el 1nismo, aunque teológicamente
la forn1ulación desde la Verdad objetiva sea más completa. En la práctíca
de cada caso se llega a su efectiva concordancia. Estudiar cómo se conjugan
ha sido labor, por ejemplo, de RODRÍGUEZ, Victorino: Sobre la libertad re­
ligiosa, Salamanca, «La Ciencia Tomista;>, tomo XCI (1985)i 117 págs.; In.;
Estudio histórico-doctrinal de la declaración sobre libertad religiosa del Con­
cilio ·vaticano JI, Salan1anca, «La Ciencia Tomista}>, tomo XCIII, págs. 193-
}39 (147 págs.); MEl'<'VIELLE, Julío: De Lanzennais a Maritain. Buenos Aíres,
Ed. Theoría, 2/ ed., 1967, 387 + 5 págs., incluye un apéndice II sobre ,,La Declaración conciliar sobre libertad religiosa y la doctrina tradicional»,
págs. 355-.378, que ofrece mucha luz sobre el tema en cuestión; }UAN PA-
1n,o TI, Veritatis Splendor, end. 6-VIII-1993.
l95
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JOSt: FERMIN GARRALDA ARJZCUN
cracia, á la ley misma, cuando se trata del negocio supren10
de su eterna salvación, constituye la verdadera libertad de
conciencia, es el origen de las libertades civiles, anteriores
al Estado é independientes del mismo, y ha sido la causa
de
los derechos del hombre, respetados y protegidos por la
constitución de un pueblo, que siempre nos presentan como
la condenación más acabada del clericalismo quienes ignoran
sin duda, con ser
tan sabios, pues á la malicia no cabe atri­
buirlo, que la libertad de que los diferentes cultos disfrutan
en los Estados-Unidos, ha nacido de la intolerancia de
los
creyentes, y no del espíritu laico y secularizador de los go­
bernantes» (Gandásegui, o. c., pág. 57).
A continuación, la pastoral del Ilmo. Gandásegui expone
.la
intolerancia de los anglicanos y puritanos en Inglaterra y en las
Trece colonias respecto a «los discípulos de la única religión ver­
dadera»
-los católicos-, de manera que, en los Estados Unidos
de Norteamérica:
«La libertad de cultos no ha sido, pues, introducida en
el derecho público americano por la indiferencia de los ciu­
dadanos, sino por la intolerancia doctrinal de las nu1nerosas
Confesiones
que integran la floreciente República; no ha
sido acordada por los poderes como tesis de un gobierno
que debe prescindir de la religión en sus altas funciones,
sino con10 hipótesis nacida de las circunstancias expuestas:
porque el anticlericalismo, la neutralidad y el espíritu laico
no rezan con aquellos gobernantes» (pág.
61 ).
Establecida esta doctrina, e.1 obispo de Dora mantenía su re­
chazo, en 1909, al artículo 11 de la Constitución liberal-moderada
de España en 1876 que concedía la tolerancia parcial a la expre­
sión pública de religiones diferentes a la católica (24). Según
él,
(24) Dicho artículo ll establecía: «La religión católica apostólica ro­
mana es la del Estado. La Nación se obliga a mantener el culto de sus rni··
nistros. Nadie será molestado en el territorio español por sus opiniones religio­
sas, ni por el ejercicio de su respectivo culto, salvo el respeto debido a la
moral cristiana.
No se permitirán, sin embargo, otras ceremonias ni 1nanifestaciones pú~
blicas que las de la religión del Estado».
La posición de la Santa Sede, de la Iglesia en España
y de los católicos
españoles fue unánime en defensa de la Unidad Católica, realidad esta más
exigente
que la confesionalidad católica del Estado. Véase: El libro de la
[96
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SlTUACIO.N RELIGIOSA DE COLOMBIA EN 1900
España continuaba en tesis social católica de manera que el Estado
debía de ejercer
«su obligación de proteger eficazmente la religión de todo
un pueblo que coloca su bien mayor en la verdad religiosa;
contra los ataques de una insignificante minoría, cuya impía
y libre propaganda perturba á la inmensa mayoría del país
en la posesión tranquila
de su más querido patrimonio ( ... h>
(o. c., págs. 67 y sigs.).
Según la doctrina católica coetánea a ambos obispos
y la pos­
terior, siempre en consonancia con
la primera, quien yerra sólo
puede ser
-como máximo-tolerado por el poder civil en la ma­
nífestación pública
de su error. Ahora bien, esta tolerancia no
debe ser considerada como principio sino
tan sólo aplicable en
las circunstancias expuestas, por ejemplo, por León XIII en la
Libertas praestantissimun ( 1888) ( casi en el centenario de la Re­
volución francesa)
y por Pío XII en su discurso al V Congreso
Nacional
de la Unión de Juristas Católicos italianos, sobre la co­
munidad internacional
y la tolerancia (16-XII-1953).
De estas últimas consideraciones señaladas, fray Ezequiel se
limita a afirmar que la verdad y el error (los que yerran, se en­
tiende)
no tienen los mismos derechos. Omite toda referencia a
la doctrina de la tolerancia, al parecer porque sus escritos, de na­
turaleza pastoral1 tenían un cat'ácter netamente práctico y de apli­
cación. En este sentido, exponer en sus pastorales la doctrina de
la tolerancia podía hacer creer a algunos
que quizás fuese el mo~
mento de aplicarla en la sociedad y el Estado Colombiano, posibi­
lidad que
el prelado rechazaba sin ambajes:
«Los verdaderos católicos deben negar muy alto
y en
absoluto que
el error y el vicio tengan derecho alguno de
ponerse al lado
de la verdad, y deben rechazar toda com­
ponenda en ese sentido. La responsabilidad alcanzará tre­
menda y pavorosa á los que buscan esas componendas, pero
también
á los apáticos, á los cobardes, á los que se ocultan,
á
los que se cruzan de brazos, á los que tienen más cuenta
·unidad Católica. Año 1876, Madríd, Imp. de Alejandro Gómez Fuentene­
bro, 1876,
CLXXXII + 756 págs. Los Congresos Católicos, citados en la nota
15, especialmente el de Burgos (1899), son buena muestra de ello. Véase
también MINTEGUIAGA, Venancio: El artículo 11 de la Constitución, Barce­
lona, 19! 1, 256 págs.
197
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JOSF FERMIN GARRALDA ARIZCUN
con su amor propio, interés de bando ó comodidad personal,
que
á los supremos derechos de Dios y la salvación de la
patria, que solo puede gozar de verdadera paz sirviendo
á
Jesucristo y practicando en todo sus doctrinas>> ( 15'1 carta
pastoral, 24-I-1903, o. c., págs. 437-438).
Este texto, además de reflejar doctrina, se refiere claramente
a la obligación práctica de no aplicar la tolerancia en las
circun~­
tancias socio-políticas del rnomento. Así lo garantiza también la
fecha de la pastoral pues, en el período de 1902-1906, fray Eze­
quiel se opuso a la política del Gobierno conservador colombiano
de tender «un puente» entre católicos y liberales. No hay duda
de que dicho fragmento tiene -no sólo pot su forma de expre~
sión-un objetivo práctico y de aplicación inmediata.
En esto, el obispo de Pasto parece discrepar rotundamente de
aquellos según los cuales la Iglesia jerárquica sólo puede ofrecer
doctrina y, en consecuencia, que únicamente son los fieles los lla­
mados a aplicarla siempre bajo la responsabilidad de su personal
o individual conciencia cristiana, de
suerte que todas las aplica­
ciones fácticas deben tener para la Iglesia el misn10 valor mientras
no vayan directamente contra
lo establecido por la doctrina. Por
el contrario, el Padre Moreno creyó con certeza que su postura
expresaba el sentir del Magisterio Pontificio, cuya formulación
doctrinal conllevaba su aplicación. Por otra parte, él era obispo
y, con su autoridad moral y su poder de jurisdicción, podía y
debía orientar y guiar a sus fieles en estas materias espirituales
de extrema importancia.
No en vano, la justificación de la necesi­
dad y del valor del Magisterio episcopal y pontificio es la misma
ayer que hoy. Es doctrina común que:
<~Sólo en situaciones extremas, cuando entran en juego
valores básicos de la vida social ( ... ) la autoridad de la igle­
sia, en ejercicio
de su responsabilidad moral y no como
instancia política, puede señalar la obligatoriedad moral de
un determinado comportamiento social o
político para los
miembros de la Iglesia» (Instrucción Pastoral de
la Comi­
sión Permanente de la Conferencia Episcopal Española ; «Los
católicos en la vida pública» del 22-IV-1986, núm. 106).
. Fray Ezequiel también sale al paso, desde una óptica objeti­
v1sta, de diferentes objeciones puestas por los liberales. Para ello
vinmla el derecho y ámbito humano al derecho y ámbito divino,
y afirma la existencia de dos medidas diferentes, según corresponda
198
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SlTUACION RELIGIOSA DE COLOi'vfBIA EN 1900
al Bien o al Mal, para su valoración en la misma balanza. Dice
así al efecto;
«En virtnd de ese mov1m1ento continuo del enemigo,
de
esa actitud, de esos trabajos, de ese luchar constante y
tenaz, ensancha su esfera de acción, engruesa sus filas, va
ganando
terreno, avanza, y se presenta de frente1 no sólo
pidiendo> sino exigiendo que se respeten los derechos que
dice tener para separar á los hombres de Dios, su Criador
y Dueño, y legislar de modo que se pueda insultar á ese
gran Dios impunemente,
y propagar cuantas blasfemias
ocurran. ¡Cómo si
pudiera haber derecho para tales críme­
nes! Si todo derecbo viene de Dios, es indudable que Dios
no
da ni puede dar derecbo alguno al hombre para que lo
desprecie, para que lo insulte, para que obre contra El; y,
por consiguiente, el hombre no tiene esos derechos que pide
y exige el liberalismo» ( opúsculo <<Ü con Jesucristo ... ~>-,
o. c., pág. 144).
« Y siguen diciendo muy serios, como quien dice una
gran cosa: "¿Qué opinarían los señores de Pasto, si en In~
glaterra, en los Estados Unidos, en Alemania, en Rusia y
en los demás países cuyos gobiernos no son católicos, dijeran
éstos:
no queremos concordia y unión sino con los que sean
protestantes
y judíos?".
Contestamos á Ia pregunta provocativa diciendo que los
señores católicos
de Pasto opinan, y no sólo opinan sino que
deducen como cosa cierta de la pregunta de ustedes, que
desgraciadamente han caído en el gran error liberal moder·
no, que concede
y da al error los mismos derechos que á la
verdad.
Un conocido escritor católico, célebre impugnador de los
modernos errores, había ya puesto en boca de los enemigos
de la Religión la misma pregunta que bacen los señores re­
dactores del Correo del Cauca, y aun babía reforzado la
dificultad con esta otra pregunta: "¿Merecerían ser tolera­
dos los católicos cuando se hallen en minoría, sino toleran
cuando se hallan
en mayoría?". Y contesta diciendo: "Este
lenguaje es el de los convenios, no el de los principios. La
verdad no puede tratar con la herejía corno un soberano con
otro soberano, y la verdad es la sola soberana, y la herejía
na es sino una rebelde. La verdad no puede pactar con el
error; la verdad contradice, combate, excluye el error; y
dejaría de creer en sí mis1na, si reconociera en el error el
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!OSE FERML"/\,' GARRALDA ARIZCVN
derecho de ocupar un sitio al lado de ella. Además, ¿para
qué sirven estos convenios? Preténdese con ello inspirar mo­
deración al error. ¿Se amansa á las fieras con dejarlas entrar
al redil?
El error es como una fiera que quiere perder y de­
vorar. ¿Han sido alguna vez tolerantes con la verdad los
errores?"» ( «Por la Religión y, como consecuenciai por la
Patria», 30-IV-1904, o. c., pág. 478).
Los liberales, no obstante, «tienden
á hacer inatacable la liber­
tad al mal». Incluso -dice el Padre Moreno--: «A la revolución
le preocupa poco ser incongruente con tal que consiga sus fines»
(3." cí.rcular, 25-VII-1900, o. c., pág. 232). La Historia de la re·
volución radical y moderada da buenas pruebas de estos hechos y
tendencias a veces ocultas que se han elevado a la categoría de
principio (v. gr., la constitución de 1931 de la Segunda República
española y la legislación radical que originó).
7. La libertad de conciencia y sus frutos.
Los amargos frutos derivados del olvido de Dios y de su ley
divina en el gobierno de los pueblos, sustituida por la ley de
los
hombres) son descritos en numerosas ocasiones por fray Ezequiel
con una lógica y vigor plenamente convincentes. Citamos un ejem­
plo entre muchos:
200
« Siglos ha ya que dijo el profeta Jeremías: "Señor: todos
los que te abandonaron serán avergonzados: los que de Ti
se retiran, en la tierra serán escritos, porque abandonaron
al Señor, fuente de aguas vivas" (Jerem., XVII, 13 ).
Los secuaces del liberalismo que abandonan á Dios y
para nada se cuidan de El en el gobierno de los pueblos, se
ven, en efecto) como dice el Profeta) humillados y castigaü
dos en sus gobiernos. Gobierno liberal es ya de suyo una
humillación, porque es sí y no ; es una contradicción, es un
adefesio. ¿Qué es la ley dentro del liberalismo? Es una con­
tradicción con sus libertades. ¿Qué es delito dentro del libe­
ralismo? No lo hay ni puede haberlo con sus libertades.
¿Qué
es justicia dentro del liberalismo? La fuerza bruta.
¿Qué
es pena dentro del liberalismo? Crueldad, y nada más,
porque no hay delitos.
"La conciencia" es tan libre y tan sagrada en el que
hace la ley, como
en el que la infringe. "La opinión" es tan
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SfTVACJO,V RELJGIOSA DE COLOMBIA EiV 1900
libre y tan sagrada en el que aplica la pena, como en el que
se cree que cometió el delito. El que da la ley y el que la
quebranta, alegan á su favor el misn10 derecho: "su concien­
cia libre", ,. su libre opinión", qsu pensamiento libre", y todo
esto es tan sagrado en el uno como en el otro. El uno tiene
libertad para opinar que es preciso castigar el robo, el asesi­
nato, la rebelión; el otro tiene la misma libertad para opinar
que se puede hacer todo esto lícitamente, y hasta puede
opinar, como el anarquista, que es una virtud el incendiar,
destruir y matar gente. El castigo y proscripción de una sola
de
esas ideas sería la negación absoluta del principio de
libertad
de conciencia, de opinión y de pensamiento. Lo
dicho: un gobierno liberal
es de suyo una humillación, por­
que
es una contradicción, un disparate, y más aún, es una
cosa mala; y mala no sólo por anticatólica, sino por antihu­
mana
y por consiguiente antisocial». ( 6." pastoral, 25-1-1898,
o. c., pág. 158).
Este texto se refiere al liberalismo radical que proclama la
libertad de conciencia, es decir, que el hombre se otorgue a sí
mismo la ley sin instancia superior alguna a la cual subordinarse,
como
si la naturaleza no estuviese herida por el pecado original
y no existiese el orden de la Revelación. A este respecto, podemos
considerar que la «libertad de conciencia~> es diferente a la «liber~
tad de las conciencias», pues esta últíma señala el límite de juris­
dicción propia del poder civil, que coincide con los valores del
bien común, valores que sobrepasan las limitaciones del orden
público. Sin embargo -y esto es importante-el citado texto
del Padre Moreno también involucra
al liberalismo moderado que,
por diferentes las razones, «abandona a Dios y para nada se cuida
de El en el gobierno de los pueblos». Por otra parte, fray Ezequiel
reconoció la estrecha vinculación y semejanza existente entre lo
que las cosas son según Dios y lo que deben ser, para los poderes
civiles o, mejor, para el Derecho público o político que, dentro
de sus debidos límites, regula las relaciones entre los hombres. La
orientación teocéntrica de .las leyes humanas fundan1entales -y
de las restantes por participación-implica que el poder civil
decrete ciertas prohibiciones para evitar debidamente los males
sociales graves
en cuanto anticatólicos, antihumanos y, por ello,
antisociales,
pues en cualquiera de ambos ámbitos se puede violar
el bien común.
201
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JOSE FBRtvJIN GARR.ALDA ARiZCUN
8. Del erróneo concepto de libertad a la anarquía.
En otras ocasiones fray Ezequiel se muestra un profundo co­
nocedor de la naturaleza y sicología humanas. Donde se instaura
el liberalismo se desarrollan las revoluciones, la inestabilidad po~
lítica y, al final, el anarquismo que abre la puerta a cualquier
déspota «que se presenta como libertador». La América hispana
sabía mucho de esto. El exceso de libertad, de una libertad maI
concebida, conduce
a la esclavitud política. Sus palabras son las
siguientes:
«Las perturbaciones no cesan, porque no cesa
la causa
que las produce; y lejos de cesar esas perturbaciones, cada
vez tienen que ser más hondas
y más desastrosas. El anar­
quismo es consecuencia legítima del liberalísmo,
ó más bien,
el anarquismo es el liberalismo más
puro1 el más refinado,
la esencia del liberalismo, y ¡cosa
rara! esos liberales puros
y netos hacen temblar á los gobiernos liberales. Razón tienen
para temblar, porque vienen, vienen sobre las naciones que
abandonaron
á Dios, el castigo y la humillación; vienen las
consecuencias del liberalismo, que forzosamente tienen que
venir; vienen los asesinatos, los robos, los incendios, las
ruinas, la confusión, el espanto, el pavor, la sangre
y la
muerte. Viene el anarquismo, pero furioso,
y este infernal
aborto del liberalismo castigará á quien le dio el ser. El
liberalismo lleva su castigo en su mismo horrendo pecado:
es fiera que se devora á sí misma.
La anarquía siempre produce el despotismo, y los que
no quisieron llevar el yugo suave y la carga ligera del Señor,
tienen que sufrir el peso y los trabajos de cierta esclavitud.
Esto ha sucedido en los tiempos pasados, y esto sucederá
en los venideros. Las sociedades, cuando se ven en la agonía,
por cierto instinto de conservación se lanzan en brazos
del primer atrevido
que se presenta como libertador, y éste,
para sostenerse en el poder, pone grillos y cadenas y reduce
á los que antes se llamaban libres, á la condición de escla­
vos.
Este es el castigo de Dios, aun en este mundo, á los
que orgullosos le abandonan,
y esa la vergüenza y esa la
humillación en quien vienen
á caer» ( 6.ª carta pastoral, 25-1-
1898, o. c., pág. 159).
Estas son las conclusiones lógicas del estudio en profundidad
sobre el liberalismo. Es como si fray Ezequiel conociese los escri-
202
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Sl'J'UACJO,V RELJG[OSA Di:.; COLOMBIA EN l900
tos y acción de los prohombres anarquistas ( el predecesor Proud·
hon, y los rusos Miguel Bakunin, Kropotkin, etc.) en su lucha im­
placable contra toda forma de autoridad, Estado e institución; el
desarrollo práctico de la Primera Asociación Internacional de
Tra­
bajadores (AJ.T.) ( 1864-1872); la fundación de la Internacional
anarquista (Ginebra, 1872); la creación
y frutos de la Segunda
A.I.T. (creada en 1889
y en crisis en los Congresos de 1919 y
1920) ; y el desarrollo de la política terrorista del anarquismo y
la táctica huelguística-revolucionaria del marxismo (ya sea social­
de1nócrata
-denomlllado revisionista-de Friedrich Ebert o bien
el marxismo ortodoxo de los espartaquistas de Karl Liebknecht y
Rosa Luxemburg, de Lenin, etc.).
9.
Lcgítimidad de origen y de ejercicio. Legitimidad de la
guerra de religión.
En 1899 los generales liberales-radicales colombianos Rafael
Uribe Uribe y Carreña, apoyados abiertamente por el Gobierno
radical
y masón del Ecuador del general Eloy Alfaro, iniciaron
una revolución y guerra civil contra el Gobierno legítimo y con~
servador (católico) y el pueblo colombiano, mayoritariamente ca­
tólico. La guerra, desastrosa para la nación, perduró hasta 1902.
Así entendió San Ezequiel, con
el corazón dolorido, el conflicto:
«Estamos en guerra, causa de llanto, orfandad y ruinas;
corre
á torrentes la sangre humana y empapa la tierra; cien­
tos
de cadáveres son pasto de las aves de rapiña y animales
carnívoros ; almas redimidas con la sangre del Cordero in­
maculado bajan desde el campo del combate al profundo del
infiernd, para continuar allí la horrible tarea de blasfemar
eternamente del Santo Nombre de Dios» (
11." pastoral, 1 Q.
II-1900, o. c., pág. 213 ).
Estas expresiones, propias de la época en su carácter formal,
condensan el drama de una guerra provocada por los libetales­
radicalcs, así como la máxima tragedia de la condenación eterna
que el
Padre Moreno temía para almas y cuerpos ...
La guerra adquirió, como planteamiento originario, un básico
y marcado carácter religioso. En su transcurso, fray Ezequiel fue
muy claro en cuanto pastor
y recordó luminosamente la doctrina
de la Iglesia en relación con el derecho público cristiano, recuerdo
este sin duda urgido por las circunstancias:
203
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JOSE FFR.MIN GARRALDA ARIZCUN
«Han cumplido con un deber nuestros soldados al pelear
por su Religión del modo que han peleado. Un pueblo puede
y debe defender la verdadera fe de que está en posesión,
contra toda clase de enemigo que quiera perturbarle en ella.
La verdadera
fe es el blasón más precioso que puede tener
un pueblo, y puede y debe conservarlo á todo trance, y aun
con las armas, si se hace necesario.
La fe verdadera es más que la integridad del territorio
de una nación;
es más que el honor del pabellón nacional;
es más que la misma patria, tomada en todo su conjunto,
porque sin fe es imposible agradar á Dios y conseguir el
último fin en la eternidad, y sin patria sí se podría agradar
á Dios y conseguir el último fin. Si, pues, se debe guerrear
por la integridad territorial de la patria, ó para reparar la
afrenta
hecha al honor nacional, ó por otros motivos justos,
¿cuánto más se podrá guerrear por la verdadera fe, que es
más y vale más que todo eso? O hay derecho para guerrear
en este caso, ó no lo hay en ninguno>> (3.ª circular, 25-VI-
1900, o. c., pág. 241).
Cuando algunos clérigos y monseñor González Suárez, obispo
de Ibarra (Ecuador), intentaron desanimar a los soldados católicos
en aras de cierta paz;
y cuando dicho obispo antepuso la Patria
a la Religi6n
y propugnó la abstención del clero en el conflicto
bélico, San Ezequiel le respondió públicamente
-sin nombrar a
sus oponentes-y frenó con entereza y eficacia los pésimos efec~
tos producidos por dichos clérigos en quienes, generosamente,
arriesgaban
sus vidas con entusiasmo y heroísmo en defensa de la
religión. En defensa tanto de los derechos de Jesucristo en los
pueblos y en los Estados, como de los derechos y prerrogativas
de la Santa Iglesia
y de los propios católicos a vivir su fe, toda
vez que el liberalismo radical significaba una persecución abierta
y violenta contra las instituciones de la Iglesia y la propia Iglesia.
Fray Ezequiel enseñó la doctrina con autoridad y expresó y trans­
mitió el espíritu católico, el sensus fidei, de la manera siguiente:
204
«Los males que hoy afligen á la Iglesia no los causan
principalmente los grandes incrédulos, los grandes in1píos,
los grandes perseguidores ; la obra de estos imitadores de
Lucifer sería
poco menos que estéril si no los ayudaran los
cOnciliadores,
los que llaman intransigencia á la lucha deci­
dida contra el mal, los que sin duda han
olvidado de esta
sentencia del Salvador: Quien no está conmigo, está contra
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S!TUAC!ON RELIGIOSA DE COLOii1.BlA EN 1900
mí. Sí ; los mayores peligros que corren hoy la verdad y la
virtud no los presentan las grandes y escandalosas herejías
sino
las falsificaciones de la virtud y la verdad. Cuando más
hábiles son esas falsificaciones, taÜto más seducen y tanto
más peligrosas.
Se comprende que ciertos ho1nbres quieran
y pidan mi­
nistros del Altar que sean complacientes, flexibles, pruden­
tes, según la carne; pero es un engaño falta el de aquellos
que creen sacar partido para el bien de la Iglesia cediendo
hoy un poco con sus enemigos, empleando luego un lenguaje
incoloro y frases acomodaticias, y más tarde andando ya del
brazo con ellos y recibiendo sus aplausos. Evitad esta con­
ducta, venerables cooperadores nuestros, por la gloria de
Dios, honor vuestro
y bien de las almas, y porque, estad
seguros, día llegará en
que Ja misma revolución, sagaz como
su jefe, se ría y 111enosprecié á los que la sirvieron ó de
alguna manera pidíeron ·favor
ó gracia. Es un error, y error
funesto
á la Iglesía y á las almas, transigir con los enemigos
de Jesucristo y andar blandos y complacientes con ellos.
Mayores estragos ha hecho en
la Iglesia de Dios la cobardía
velada de prudencia
y moderación, que los gritos y golpes
furiosos de la impiedad» (3." circular, 25-VII-1900, págs.
243-244).
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