Índice de contenidos

Número 347-348

Serie XXXV

Volver
  • Índice

El sincretismo religioso y la creciente ambición de poder político. La unificación del mundo en la historia

EL SINCRETISMO RELIGIOSO Y LA CRECIENTE
AMBICION DE
PODER POLITICO.
LA UNIFICACIÓN DEL MUNDO EN LA HISTORIA
POR
JOSÉ FERMfN GARRALDA AR1ZCUN
El poder llama al poder
En ese ensayo pretendo mostrar que el poder temporal en cuan­
to tal poder aumenta a medida que aumenta el descreimiento y el
sincretismo religiosos. Primero, la religión quedará
instrumentali­
zada por la política, y, después, oprimida hasta la persecución reli­
giosa, aunque no pocas veces los
que toleraron lo primero se suble­
ven con cierta incongruencia
contra lo segundo.
¿Cuál
es el itinerario del Poder? Sabemos que el poder llama al
poder. El poder tiende a ser expansivo
y, por lo tanto, agresivo,
salvo
que realmente se subordine a la autoridad que refrena la gran
tentación del «seréis como dioses».
Todos están de acuerdo
en que todo Poder debe limitarse, y,
sobre todo, al excesivo Poder concentrado hoy en pocas manos. Esta
aspiración la han utilizado todos los revolucionarios hasta llegar a
la
utopía anarquista. Pero ... ¿cómo se logrará?: ¿Negando la autori­
dad hasta la opresión de lo más sagrado que hay en el bombre y el
rechazo a Dios? ¿Negando, al fin, el propio
poder hasta llegar a la
anarquía?
La respuesta a cómo realizar esta limitación sólo la tiene la civi­
lización cristiana.
No nos engañen. No limitará al poder, sino que
lo aumentará, esa máscara seudoreligiosa-la máscara más engaño­
sa
por esconderse en la piedad-que la Revolución hoy pretende
para el año 2000. Se trata de ese sincretismo o convergencia religiosa
-falsamente religiosa-rechazada por S.S. Juan Pablo II en los
decretos sobre Ecumenismo.
La respuesta a
quién frenará el aumento desbordado del Poder
Verbo, núm. 347-348 (1996), 811-826 811
Fundaci\363n Speiro

]OSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
social, económico y político actuales, está en la verdadera tradi­
ción. Sólo nuestra tradición católica reconducirá
y limitará al Po­
der a sus auténticas dimensiones, liberadoras en su limitación. En
efecto; sólo la Verdad
es la garantía de la verdadera libertad.
l. EL SINCRETISMO DE LA ANTIGÜEDAD: LA RELIGIÓN
SUBORDINADA AL PODER POLÍTICO
Desde la antigüedad hasta hoy, la Historia del paulatino au­
mento del poder
por el poder está relacionada con el politeísmo y la
irreligión, con el sincretismo religioso o bien el ateísmo práctico.
El sincretismo
y el poder sociopolítico absoluto tienen una depen­
dencia recíproca.
El sincretismo
es la mezcla de diversos dioses, religiones, doc­
trinas
y ritos, pertenecientes a distintas religiones e incorporadas a
una forma religiosa diferente a
la de su procedencia (1).
El sincretismo fue una constante de la
Antigüedad. Aparece en
Egipto, en Mesopotamia
y en Persia, en el mundo griego, en el
lejano oriente en India y China, y en Roma. Ya por entonces, los
poderes temporales quisieron
absorber las libertades de los hombres
y de la tierra. Sin embargo, por entonces el poder se acompañará al
menos de cierta majestad, aunque también de
la perjudicial divini­
zac~ón o sacralización del emperador; era un poder con rostro, aun­
que muchas veces era
un rostro cruel. Después, en los siglos XIX y
(1) El sincretismo se ha manifestado de tres maneras. La primera, cuando
la realidad política o religiosa superior absorbe a los dioses y prácticas de cada
unidad polícica o religiosa inferior, por lo mismo que el politeísmo tendía a
absorber a las nuevas deidades
y ritos. La segunda se produce por el contacto
entre pueblos de cultura diferente. Ello puede beneficiar a los pueblos oprimi­
dos (v. gr. a los griegos frente a la Roma dominadora), cuando la cultura superior
de un pueblo cautivo, cautiva a su vez a la cultura inferior de un pueblo domi­
nante. En tercer lugar, el sincretismo puede efectuarse dentro de las mismas
gentes vencidas en su período de vida religiosamente subterránea sin reconoci­
miento oficial.
El
sincretismo también está extendido hoy día. No se trata s6lo de los movi­
mientos de Pentecostés, las sectas de la salud, sectas de la sanidad, sectas de la
salvación,
la Misión de la Luz Divina, Hare Krishna, etc. Se trata de cierto talan­
te e intención de una síntesis mundial pseudoreligiosa, que desde hace 200 años
tiene un claro parentesco y carácter ~asónico.
812
Fundaci\363n Speiro

EL SINCRETISMO RELIGIOSO Y LA CRECIENTE AMBJCJON DE PODER POLITICO
XX, se ha degradado aquella majesrad que el paganismo al menos
mantuvo.
Destaquemos algunos de los principales hitos de la Antigüedad.
El sincretismo de la religión
sumero-akkadia pasó al imperio
asirio. Este sincretismo servía a los intereses del imperio como ins­
trumento para la unidad de los semitas. En efecto, el politeísmo de
los asirios y los babilónicos, con más de 3.300 dioses, originaba un
comprensible y problemático sincretismo. Así
se creó a Assur-Marduk
como dios supremo, la suma potencia y la suma voluntad.
Asiria era todo poder. Dominó toda Mesopotamia, el centro del
mundo de entonces. Este Imperio subsistía a mediados del siglo VII
a. de J.C. gracias a la eficacia de sus cuadro militares, pero no de los
soldados, que eran casi todos mercenarios sin patriotismo. La po­
blación no tenía unidad: era el resultado de
una mezcla sin el viejo
espíritu nacional, sin
una religión común que no fuese la suma de
todas las preexistentes. Y la caída del Imperio fue estrepitosa. Y su
catástrofe fue tan rápida que los hebreos vieron en ella el secreto
designio de Yahvé.
El imperio asirio y los dos Imperios babilónicos fueron sucedi­
dos
por el Imperio Persa, el más extenso hasta entonces conocido.
Estamos en el siglo
VI hasta el IV a. de J.C. Este Imperio abarcaba
desde el Mediterráneo hasta
la India. Su constructor fue el gran
Daría, protegido
por los Inmortales, los diez mil arqueros persas,
de los cuales
mil pertenecían a la guardia personal del rey. A estos
se les sumaban grandes contingentes de los pueblos integrados en
el Imperio e incluso mercenarios, como los diez
mil griegos que
sirvieron al rey de Persia, cuyas aventuras fueron narradas
por Jeno­
fonte en su
Anabasis.
Aunque el persa Darío facilitó mucho la difusión de las doctri­
nas reformistas y singularmente monoteístas de Zaratustra (2), nunca
éstas
se convirtieron en credo oficial del Imperio. Dominaba el más
hondo sincretismo.
Si la religión de Zaratustra no fue la de Persia,
mucho menos
lo fue la de su Imperio.
Así, Herod.oto, historiador griego,
pudo describir una religión
persa
muy difundida pero muy diferente a la reforma monoteísta
(2) Aunque las doctrinas de Zaratustra no eran un monoteísmo completo
de alguna manera tendían a él. Esta nueva religión afirmaba la existencia de un
Dios personal (aunque también la del dualismo metafísico y ético) y unos pre­
ceptos morales de cierta elevación para la época. Esca interesante reforma, resul­
tó vana, aunque menos que la del fracasado movimiento monoteísta del faraón
Amenofis IV en el mítico y apasionadamente politeísta Egipto.
813
Fundaci\363n Speiro

]OSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
de Zaratustra. Y Persia, como amalgama de pueblos y dioses, y con
un ejército de entre 50.000 a 175.000 hombres, cifra fantástica por
entonces, será vencida por la minúscula Grecia, unida por su cultu­
ra, sus libertades políticas,
y su panteón que, aunque también era
politeísta, tenía unos dioses ·más cercanos a los hombres que los
orientales. Persia, todo poder y sincretista, sin freno
al poder, fue
un coloso de pies de barro.
Algo más a Occidente, allá,
en la quebrada y próspera Grecia,
Alejandro Magno de Macedonia (s, rv a. de J.C.) fue un receptor
pero también un creador. Al escepticismo -negar nuestra capaci­
dad de conocer la verdad-griego de la época helenística, Alejan­
dro le sumó su personal oportunismo político. En un primer mo­
mento, quiso
unir el gran Imperio Persa recién conquistado con la
pequeña y dividida Grecia. Pero fue Oriente el que, al fin, se ganó
a Alejandro, que siempre mostró una gran capacidad Para asimilar
determinados elementos de las grandes civilizaciones orientales
extrahelénicas (3
).
También este imperio universal de Alejandro, mayor toda­
vía que el persa, fue sincretista.
No sólo quiso fundir a griegos
con bárbaros, sino
también fusionar sus creencias y sus dioses.
Es
la antítesis de la antigua resistencia griega al imperialismo
persa. Y el Imperio de Alejandro Magno cayó como cayó el
Imperio persa. A su muerte, todo se disgregó hasta el desastre
más total, iniciándose
un sin fin de guerras civiles en Oriente y
Grecia. También será sincretista el gran
imperio romano, cuna de occi­
dente.
Quizás os preguntéis
si la caída del Imperio romano Occiden­
tal en el
añ.o 476 d.C. fue la caída de un Imperio cristiano y por ello
no sincretista. La respuesta es negativa. Se trata de la caída, el hun­
dimiento de un Imperio herido muy de atrás por el paganismo, el
sincretismo religioso romano, y la consiguiente increencia e inmo­
ralidad. Lo que parecía cálculo y fuerza -recibir en el panteón ro­
mano a los dioses de los países conquistados-se convirtió en una
(3) En la época helenística desaparece el espíritu de ciudad y surge el cosmo­
politismo.
El casamiento de Alejandro Magno con una hija del rey de Persia
señaló el nacimiento de
un espíritu nuevo, cuyos caracteres fueron: la unidad
profunda del género humano presentada como opuesta a la tradicional división
entre griegos y bárbaros; destaca el carácter individual de la religión soslayando
su aspecto social; se pierde confianza en los dioses de la ciudad; y muchos dioses
extranjeros sustituyeron a los dioses gtiegos.
814
Fundaci\363n Speiro

EL SINCRETISMO RELIGIOSO Y LA CRECIENTE AMBICION DE PODER POLITICO
gran debilidad. Y para cuando se generalizó el cristianismo, la cri­
sis ya había cuajado en el
Imperio (4).
Los poderes políticos
se hicieron cada vez más fuenes, y los
gobernantes, dioses, divinizados
primero a su muerte y luego tam­
bién en vida. Las sociedades e imperios se ahogaban en el politeís­
mo,
en un sincretismo pseudo-religioso, en un ateísmo práctico, en
un exceso de poder.
En estas circunstancias, para alcanzar incluso la libertad social
y política, era necesario que viniera el Redentor. Consecuencia de
la· liberación del pecado sería también la liberación del hombre de
la opresión de cualquier poder
por el poder.
De los principales imperios antiguos podemos extraer las con­
clusiones siguientes: el politeísmo no fue
-no podía ser-freno y
cauce al poder sociopolítico; el politeísmo llevó consigo el sincretismo;
la religión pagana estimulaba el
aumento del poder por el poder; el
poder político pagano instrumentalizó a la religión para sus fines
temporalistas y no a la inversa; el poder pagano pretendió absorber
a todos los pueblos de
la tierra en un gran imperio universal; la
religión pagana absorbía a los dioses de los pueblos dominados y a
su vez era dominada
por ellos; estas falsas religiones se convertían
en sincretistas, y esta religión sincretista no ponía límite alguno al
(4) Vayamos por panes. La caída de Roma se inicia con la gran crisis de la
República de la Roma pagana, en el siglo I a. de
J. C. Las guerras civiles asolaron
el Mediterráneo.
Roma se salvó aparentemente creando el
título imperial; el emperador sólo
era
un Prínceps pagano. Es la época del Principado. Pero en el siglo III d.J .C.,
tras el emperador Marco Antonio,
!~crisis de Roma era patente.
Los poderes de
un emperador limitad.o por el Senado desembocaron en el
Dominado o poder absoluto
del emperador hacia el año 300 d.J .C. El Senado
pasó a ser tan sólo a modo del ayuntamiento de la ciudad de Roma.
Si el primer Imperio pagano de Octavio Augusto y sus inmediatos sucesores,
fue
un brillante fuego de a_rtificio, el Dominado fue un remedio que agudizó los
males
y la crisis hasta la disgregación. La suerte estaba echada.
El Imperio llegaba a
su fin aunque se salvaría la gran Constantinopla. Era el
fruto
del sincretismo primero y, después, de la imposición de la divinidad impe­
rial como religión oficial
que pretendía superar el sincretismo y aquellos dioses
oficiales pero de barro
que nada vivificaban.
En realidad, el cristianismo frenó
la caída que venía anunciada tiempo atrás,
hasta hacer sobrevivir
150 años más al Imperio de Roma occidental. Mil años
más vivirá Bizancio o Constantinopla, la
Roma de Oriente aun con caracteres
nuevos. Era
un Imperio cristiano.
815
Fundaci\363n Speiro

]OSE PERMIN GARRALDA ARIZCVN
Poder sino que estimulaba su continua expansión hasta llegar, a ser
posible, al imperio universal. El espíritu humano lo deseaba, pero
las limitaciones que aherrojaban al hombre no se lo permitían
alcanzar.
Primero, sin verdadera religión, vino el poder por el poder.
Luego, la religión sincretista se subordinaba al nuevo poder uni­
versal para afianzarlo. El paganismo produjo un poder sociopolíti­
co irrefrenable y sin religión, y, el poder universal, un gran sincre­
tismo con el objeto de
aumentar más su poder. En efecto; o se cree
en
un solo Dios, en el verdadero Dios, o tarde o temprano no se
cree en ninguno. Y sin Dios el poder aumenta hasta límites insos­
pechados.
Hoy, donde ponemos falsa religión, pongamos ateísmo prácti­
co, y donde decimos sincretismo religioso «de facto» o final digamos
principio irreligioso sincretista. Así comprenderemos que nuestra
situación
es peor que la de la antigüedad. Y algunos todavía se
presentan como liberadores.
II. DE LA CRISTIANDAD A LA RUPTURA DE LA CRISTIANDAD:
APARECE EL LAICISMO DE LOS ESTADOS
El Cristianismo configuró los pueblos y ha permitido su per­
manencia y progreso durante siglos. La realeza de Cristo es opuesta
a
un poder político absoluto, propiamente soberano. En la Cris­
tiandad la soberanía correspondía religiosa y socialmente, política
y propiamente, a Cristo.
La verdadera religión aglutinaba, la verdadera religión unía los
corazones y las almas, la religión verdadera no era sincretista y sí el
único fundamento de la verdad y la auténtica fraternidad. Este era
uno de los muchos reflejos temporales del Mensaje salvífica.
Después de Roma surgieron en Occidente dos Imperios cristia­
nos: el Carolingio
---ruío 800-y después el Sacro Imperio Romano
Germánico
-año 1.000-. Eran Imperios que nada tenían que ver
con los paganos o los Estados de los cuatro últimos siglos.
En la Cristiandad occidental, que sobrepasa los mil años de la
Edad Media, el poder político estaba limitado. Incluso muy limi­
tado. Hubo intentos cesaristas, paganizantes en Francia y Alema­
nia, pero esporádicos, parciales y que, además, fracasaron. El cris­
tianismo marcó una etapa
de verdadera libertad ante la gran tentación
del Poder por el poder, de ser como Dios.
Y los siglos
se sucederán. La Cristiandad, ajena a todo poder
816
Fundaci\363n Speiro

EL SINCRETISMO RELIGIOSO Y LA CRECIENTE AMBICION DE PODER POLITICO
por el poder, a todo -µniversalismo sostenido en la fuerza, quebró por
el protestantísmo. Así aparecíó Europa. En estas críticas circunstancias
fue providencial
la aparición del último gran imperio cristiano y
católico, el Imperio Español de los siglos XVI y XVII. Sí;
el impe­
rio moral y político Español,
que forjará lo que hoy llamamos His­
panidad. Y en plena lucha entre católicos y protestantes, el muy cristia­
no, el muy católico francés, cardenal Richelieu, consolidó la quie­
bra protestante en la política internacional.
Lo que los católicos
alemanes perdieron en Augsburgo en 15 5 5,
se consolidó ahora,
como pérdida católica,
también en el ámbito de la política interna­
cional en Westfalia en 1648.
De esta Europa podemos decir que:
« •.. si somos lo que somos, a tal punto divididos y en inminente
peligro de descomposición, es porque Richelieu aplicó antaño su genio
solitario
y dominador a la creación del Estado moderno, y así, sin él
mismo sospecharlo, hubo de arruinar la unidad común de la vida cris­
tiana» (5).
III. LLEGA EL GERMEN MUNDIALISTA: BASTÓN Y SABLE
EN LA
UNIFICACIÓN LAICISTA DE EUROPA
El hilo conductor de la verdad da sentido y unidad a la sucesión
de siglos. En su inicio, la Revolución racionalista
y protestante
comenzó a fundar los Estados. Poco después, en 1648, la Revolu­
ción
se consolida en el derecho internacional. Y ciento cincuenta
años después,
el gran Napoleón, heredero directo de la primera
Revolución
fr;incesa, fue un convencido europeista.
Napoleón, hijo directo de la Revolución francesa, fue el funda­
dor de la Europa políticamente racionalista y laicista, donde Cristo
debiera,
por principio, de ser uno más, y, en una Europa repleta de
cristianos, Cristo debiera convivir con Buda
y Confucio. Si el sin­
cretismo antiguo procedía de
la debilidad humana, el sincretismo
moderno parece proceder de la maldad de quien ha apostatado de
la
fe. La condición de Cristo quedaría-lógicamente-no sólo rebaja­
da, sino también por debajo de Buda
y Mahoma. Esta nueva Euro­
pa estaba siempre presente en los afanes de Napoleón. Pero debido
a
que el mundo se reducía a la civilización europea, el mundialismo
propiamente dicho todavía
se encontraba algo lejos.
(5) BELLOC, Hilaire, Richelieu, Barcelona, Ed. Juventud, 19 pág. 6.
817
Fundaci\363n Speiro

}OSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
Si el sincretismo religioso antiguo, que mantenía ciertas obli­
gaciones religiosas, hacía crecer el Poder hasta límites despóticos,
imaginemos el crecimiento
del despotismo y la consiguiente hu­
millación del hombre, .en una sociedad liberal y en un Estado por
encima de Dios, convertido en dios mismo, en su propio ídolo.
Si el poder
antiguo cayó en la tentación del seréis como dioses,
el poder moderno cae
de lleno en la tentación de pretender suplan­
tar a Dios. Nos encontramos ante un poder casi sin límites. ¿Cuál
podía ser la expansión territorial de este poder? La respuesta de­
pende de la época.
Así, para Napoleón:
«Existen en Europa, aunque esparcidos, más de treinta millones de
franceses, quince millones de españoles, quince millones de italianos,
treinta millones de alemanes ... Yo hubiese querido hacer de estos pue­
blos un solo y único cuerpo nacional ... Este estado de cosas habría permi­
tido el máximo de posibilidades para la instauración en todas partes de la
unidad de los códigos, principios, opiniones, sentimientos, miras e
inte­
reses ... Ello habría autorizado a soñár en los Estados Unidos de Europa,
según el sistema norteamericano o la anfictionía griega ... y ¡qué perspec­
tivas, entonces, de fuerza, de grandeza, de dicha, de prosperidad ...
! Por lo
que hace a los franceses, ya la cosa está hecha ... » (6).
El gran corso también confesó:
«De este modo, Europa no hubiese tardado en formar realmente un
solo pueblo, la patria común de todos. Esta unión llegará, tarde o tem­
prano, por la fuerza de las cosas; el impulso está dado, y no creo que,
después de mi caída y
de la desaparición de .mi sistema, haya en Europa
otro gran equilibrio posible que la unión, y la confederación de los gran­
des pueblos».
Esta era la libertad, la igualdad y la fraternidad revoluciona­
rias. Napoleón quiso imponer la unión europea por las. armas, al
son de la hipócrita marsellesa y el ondear de las banderas tricolores
bajo
el águila imperial. Esta llamada Libertad iba de la mano de la
opresión. Francia fue el
instrumento de Napoleón, y Napoleón será
el instrumento de la Revolución moderna. A ésta, los españoles di­
jimos
que «no» en guerra cruel en defensa de la Religión, el Rey y
la Patria. Hoy vemos que dicha unión europea bajo la impronta
secularista, laicista, se está realizando pacíficamente, aunque enga­
ñando a unos pueblos y con la oposición de buena parte de la pobla­
ción de otros.
(6) LUDWIG, Emil, Napoleón, Barcelona, Ed. juventud, 19, pág. 426-463.
818
Fundaci\363n Speiro

EL SINCRETISMO RELIGIOSO Y LA CRECIENTE AMBICION DE PODER POLITICO
Napoleón insistirá:
«Yo tenía por objeto la reconstrucción de Europa, pero el des­
tino interrumpió mi obra antes de su término». Habla de reconstruc­
ción porque, según él, «la religión, el feudalismo
y la realeza han go­
bernado sucesivamente a Europa desde hace veinte siglos». (¡Ya!
-me diréis-. Y tenéis razón). Quiso dar una constitución a Europa;
quiso fundar Europa bajo el signo
de la revolución liberal: «Yo quise
fundar
un sistema europeo. Necesitamos---dirá-un código europeo, un
tribunal de casación europeo, una misma moneda, los mismos pesos
y medidas, las mismas leyes; es menester que yo haga de todos los pue­
blos de Europa
un solo pueblo. Este es ( ... ) el único desenlace que me
conviene» (7).
A Napoleón, que soñaba con un imperio universal, Europa le
parecía una ratonera:
«Europa es una ratonera, y jamás ha habido
grandes imperios
y grandes revoluciones sino en oriente, donde
viven seiscientos millones de hombres». Su
meta era Oriente. Y
cuando plantea repartirse el mundo con el Zar Alejandro I, Napo­
león defenderá su presencia en Oriente,
y exclamará: «¿Constanti­
nopla?
¡Eso sería la dominación del mundo!». Es más, a Napoleón
le tentaba el dominio del mundo, que pasaba por Asia:
«Un ejército de cincuenta mil hombres, formad.o por rusos, franceses
y tal vez, en parte, por austríacos, que marchara por Constantinopla sobre
Asia, apenas llegase al Eufrates haría temblar a Inglaterra, obligándola a
ponerse de rodillas ante el
continente (. .. ) El golpe tendría resonancia en
la
India( ... ) nuestras tropas pueden estar en Asia( ... )» (8).
Esto en Oriente; en Occidente la ocupación de España conlle­
vaba la ocupación de América. A la razón de Estado,
al sueño de la
razón, el mundo le comenzará a parecer pequeño.
Napoleón anhelaba
y luchó por una monarquía universal. Así,
desde el árido peñón de Santa Elena, perdido en medio del bravío
y
gran océano, Napoleón lanza un llamamiento a la unificación de
Europa, aunque reconocerá:
«Yo me vi obligado a domar a Europa por las armas; hoy, lo preciso
es convencerla ... ». Así, quiere que su hijo--quizás su hijo espiritual-sea
el «hombre de las ideas nuevas
y de la causa que yo hice triunfar en todas
partes ...
Reunir Europa con vínculos federá.tivos indisolubles ... » (9).
(7) Idem,
pág. 87, 270, 463 y 468.
(8) Idem, 75, 200 y-206.
(9) ldem, pág. 467, 481 y 482.
819
Fundaci\363n Speiro

]OSE FERMIN GARRALDA ARJZCUN
En vez de Napoleón coloquemos unas u otras ideologías revo­
lucionarias,
y, en vez de la Francia diletante y dominadora, ponga­
mos al número, a la Nación, al dinero, al gran capital, a la raza, a la
clase, a las pasiones y soberbia humanas.
Al siglo
XIX le tocaba fundar los nacionalismos, los indepen­
dentismos político_-sociales disgregadores, el internacionalismo de
rechazo. Vendrá el «a cada nación
su Estado», el «proletarios de la
tierra, uníos»,
y «ni Dios, ni Estado, ni patrón» ... Tras ello, la
nada, luego la guerra,
y después, sin verdadero arrepentimiento, la
vuelta a los orígenes del· mal camino. Así, siempre sin solución.
El siglo
XX iba a dar paso al mundialismo a costa de dos guerras
mundiales, la quiebra
y corrupción liberal, y la opresión naciona­
lista, la miseria racista, la ruina y el chafallo socialista y la debacle
del comunismo. Nada digamos del absurdo del anarquismo, con
sus actuales rebrotes de insumisión,
y protesta sistemática. Todo
ello ha dado como fruto
un falso cosmopolitismo culrural y políti­
co, que arruina las Patrias.
Fracasaron todas estas ideologías racionalistas; hoy, vuelta a
empezar.
La tragedia es que nunca se quieren solucionar los pro­
blemas
por superación de la Revolución en base a la Tradición
católica, sino volviendo,
en el menos malo de los casos, a los orí­
genes moderados de la Revolución. Así nunca saldremos de la
crisis.
Aunque el poder absoluto de Napoleón haya fracasado
-sus
últimas palabras fueron: «Francia ... Cabeza de ejército ... »-, la Re­
volución
se sostiene hoy en otro poder igualmente absoluto y ex­
pansivo
por naturaleza, tan intransigente como si fuese la violencia
napoleónica.
Se trata de la actual Unión Europea, laicista, como
uno de los últimos frutos
de la Revolución. No en vano esta Unión
Europea fue la instancia más sectaria en la reciente conferencia de
Pekín sobre la mujer en 1995 (10).
IV. EL MUNDIALISMO HOY: LA MODERNA ESTRATEGIA
Como fruto último del liberalismo, el marxismo ha formula­
do la
última tentación del Paraíso (11). Pero, con o sin marx:is­
mo, individual y socialmente
se ha formulado hoy el propósito
820
(10) NAVARRO V ALLS, Joaquín en «Redacción», febrero 1996, pág. 27.
(11) WOJTILA, Karol, Signo de contradicción, Madrid, Ed. BAC.
Fundaci\363n Speiro

EL SINCRETISMO RELIGIOSO Y LA CRECIENTE AMBICION DE PODER POLITICO
de aunar a todos los hombres en desafío contra. la superioridad di­
vina (12).
Hoy, bajo la manifestación de tensiones, existe oculto un sólido
entendimiento económico que actúa, no como unidad de Amor uni­
versal, sino movido por intereses puramente materiales. Para D'Ors
esta unidad subyacente no
es algo querido por Dios, y, al no presentarse
como auténtica potestad, su inmenso poder no merece respeto moral
alguno; antes bien,
se puede ver en ella la acción del Diablo (13).
Así
se construye la Torre de Babel, con el enconamiento en­
tre todos y todo: «La idea de constituir hoy
un Estado universal
sería
una repetición analógica del pecado de la Torre de Babel»
(14). Además de contrario a la naturaleza de las cosas, esta preten­
sión sería utópica. Sin embargo, a pesar de ello
y quizás precisa­
mente
por ello, esta utopía se está imponiendo a la fuerza. Fuerza
que no
se basa sólo en guerras sino, sobre todo, en el control econó­
mico, «manteniendo
la apariencia de un pluralismo político uni­
versal» (15). Este es el fin de la Sinarquía.
Ante tal dislate Alvaro
D'Ors concluye que:
«toda organización política del mundo debe partir de la pluralidad
política como algo querido por Dios, a diferencia de la unidad de su
Iglesia. Toda pretensión de unificar el gobierno del mundo, sea declata­
damente, en forma de Estado universal u otra forma de organización con
potestad única sobre todos los pueblos, sea de manera oculta a modo de
Sinarquía económica,
es contraria a la voluntad de Dios y no merece ser
acatada como
poder constituido» (16).
En efecto, toda potestad humana debe surgir de la tradición,
mantener
un orden justo, debe respetar la libertad de las personas e
instituciones conforme al principio de subsidiariedad y lo que en
España llamamos Fueros. Debe también estar limitada por una cons­
titución institucional de autoridad que no pretenda el poder sino
el saber, debe reconocer a la Iglesia como intérprete del derecho
natural,
y debe entenderse como delegación divina de Cristo Rey.
Las élites del mundo actual repugnan todo esto aunque los pueblos
lo necesitan.
Si no puede esperarse «una evolución constructiva
(12) D'oRS Alvaro, La violencia y el orden, Madrid, Ed. Dyrsa, 1987, 125
págs., pág.
88.
(13) Idem, pág. 98.
(14) ldem, pág. 88.
(15) ldem, pág. 91.
(16) Idem, pág. 120.
821
Fundaci\363n Speiro

]OSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
sobre las actuales bases del mundo» (17), sí debemos tener Espe­
ranza en
el triunfo del sentido común, del derecho natural y sobre
todo del reinado Social de Jesucristo.
V. LA HISPANIDAD ES FARO Y GUÍA; ES UN CANTO
DE ESPERANZA
Es negro el panorama de unión forzada en el sincretismo reli­
gioso.
y de patrias al servicio del materialismo o de otros fines in­
confesables, que conllevará hondos pesares y un gravísimo perjui­
cio para nuestras almas, nuestros hijos y nuestros pueblos.
Ante él,
¿qué unidad contraponer? La respuesta
se contiene en dos palabras:
catolicismo y, para el mundo hispano, Hispanidad.
La diferencia que existe entre la Cristiandad e Hispanidad por
una parte,
y la Europa racionalista y secularizada por otra, es abismal.
La Revolución tiende a ocupar todos los pueblos, uniformándolos
y
uniéndolos bajo su disciplina. Desea una Europa unida en su inde­
pendencia respecto a Dios
y a su Santa Iglesia. Desea una Europa
unida por un poder y bajo el poder en realidad absoluto y sin rostro.
Por virtud propia y también frente al cosmopolitismo, pagano
o laicista, desarrollado a
partir del siglo XVI, los pueblos que más se
entregaron y vivieron la fe católica fueron los pueblos de la Monar­
quía Hispánica.
La labor de España fue un signo de los tiempos y
tiene su lugar en la teología de la Historia. Estos pueblos son los
que más han dado a Dios y a
la humanidad. Tan vehemente y des­
interesada
---quijotesca-ha sido esta entrega y servicio, que la
religión ha conformado a España, a la Hispanidad.
Podemos recordar
el canto de Ramiro de Maeztu a la Hispani­
dad (18) de ayer, a su herencia de hoy:
«Sólo se salvará la Hispanidad en la medida en que sus pueblos se
den cuenta de que esa es su misión y la obra más grande y ejemplar que
pueden realizar los hombres
en la Tierra» (19). «La España del siglo XVI
( ... ) representaba, con su Monarquía católica, el principio de unidad -la
unidad de la Cristiandad, la unidad del género humano, la unidad de los
(17)
]dem, pág. 122.
(18)
MAEZTU, Ramiro de, Defensa dela Hispanidad, Valladolid, 31.ed. 1938,
368 págs.
( 19)
GOMA y TOMÁS, Isidro, «Apología de la Hispanidad», en Defensa de
la Hispanidad, o. cit. págs. 309-358.
822
Fundaci\363n Speiro

EL SINCRETISMO RELIGIOSO Y LA CRECIENTE AMBICION DE PODER POLITICO
principios fundamentales del derecho natural y del derecho de gentes y
aun la unidad física del mundo y la de la civilización frente a la barbarie,
los ojos angustiados
por la actual incoherencia de los pueblos tienen que
volverse a la epopeya hispánica y a los principios de la Hispanidad( ... )»
(20).
Y continúa:
«Otros patriotismos podrán desligarse de la fe. En muchos casos vie­
ne a ser
el patriotismo el sustituto de la religión perdida. El de la Hispa­
nidad no puede serlo. La
Hispanidad no es la historia sino el Imperio de
la
fe» (21). «Si la Hispanidad se hizo con la idea católica, la Iglesia, en
cambio, no ha producido
en el curso de los siglos otro Imperio que se
dedicara casi exclusivamente a
su defensa, más que el. nuestro. Esta mi­
sión hay que continuada. En ella está la orientación que echábamos y
echamos de menos. El mundo no ha concebido ideal más elevado que el
de la hispanidad» (22).
Para el cardenal Gomá:
«América, es la obra de España. Esta obra de España lo es esencial­
mente del catolicismo. Luego hay relación de igualdad entre hispanidad
y catolicismo, y es locura el intento de hispanización que lo repudie»
(23). «Hay
-continúa-una relación de igualdad entre catolicismo e
hispanidad; sólo
que la hispanidad dice catolicismo matizado por la his­
toria que
ha fundido en el mismo troquel y ha arado a análogos destinos
a España
y a las naciones americanas» (24).
La Roma sincretista y pagana y la España católica han origina­
do dos grandes civilizaciones de la historia, y que perduran con
fuerza. De Roma quedan los restos, mientras que la Hispanidad
todavía vive, no ya en
las legislaciones sino en las sociedades. Pero
la diferencia entre ellas
es abismal porque:
«España en estas Indias hizo más que Roma al conquistar su vasto
imperio, porque
Roma hizo pueblos esclavos y España les dio la verdade­
ra libertad.
Roma dividió el mundo en romanos y bárbaros; España hizo
surgir
un mundo de hombres a quienes nuestros reyes llamaron hijos y
hermanos. Roma levantó un panteón para honrar a los {dolos del imperio;
España hizo del panteón
horrible de esta América un templo al único
Dios verdadero.
Si Roma fue el pueblo de las construcciones ingentes,
obra de romanos hicieron los españoles en rutas
y puentes ( ... ); y si Roma
(20) ldem, pág. 201.
(21) Idem, págs. 292-293.
(22) Idem, pág. 302.
(23)
ldem, págs. 313-314.
(24) Idem, pág. 355.
823
Fundaci\363n Speiro

]OSE FERMIN GARRAWA ARIZCUN
pudo concentrar en sus Códigos la luz del derecho natural, España dictó
este Cuerpo de las seis mil leyes de Indias, monumento de justicia cris­
tiana, en
que compite la grandeza del genio con el corazón inmenso del
legislador».
«Tal es la América que hizo España; una extensión de su
propio set, logrado con el esfuerzo más
grande que ha conocido la histo­
ria; nueva España, nueva Granada, nueva Extremadura, nueva Andalucía,
Nueva Toledo, son la réplica, aquende del Atlántico, de la España vieja,
su verdadera madre.
Y a tal punto llegó el amor de esta madre que ( ... )
todo su afán fue modificar sus leyes con el designio
de hacer a sus nuevos
vasallos más felices
que a los propios españoles» (25).
Bueno es recordar la clarividencia de Ramiro de Maeztu:
« El ideal hispánico -dice-está en pie. Lejos de ser agua pasada, no se
superará mientras quede en el mundo un solo hombre que se sienta imperfecto. Y
por mucho que se haga para olvidarlo y enterrarlo, mientras lleven nombres españoles
la mitad de las tierras del planeta, la idea nuestra seguirá saltando de los libros
de mística y ascética a las páginas de la historia Universal. ¡Si fuera posible
para un español culto vivir de espaldas a la Historia y perderse en los «cines»,
café y las columnas de los diarios! Pero cada piedra nos habla de lo mismo. ¿Qué
somos hoy, qué hacemos ahora cuando nos comparamos con aquellos españoles, que
no eran ni más listos ni más fuertes que nosotros, pero creaban la unidad física del
mundo, porque antes o al mismo tiempo constituían la unidad moral del género
humano, al emplatar una misma posibilidad de salvación ante todos los hombres,
con lo que hacían posible la Historia Universal, que haJta nuestro siglo XVI no
pudo ser sino una pluralidad de historias inconexas? ¿ Podremos consolarnos de
estar ahora tan lejos de la Hiitoria pensando que a cada pueblo le llega su caída
y que hubo un tiempo en que fueron tambiin Nlnive y Babilonia?» (26).
Creemos que esto no es afán de poder, sino utilizar un legítimo
y limitado poder para el máximo y desinteresado servicio. Esto fue
ayer. Pero esto es lo que nos une hoy. Porque los muertos, ni en el cie­
lo pero tampoco en la tierra mueren. Esta
es la savia de nuestros
pueblos. Es el faro de todo legítimo poder, de toda civilización que
se precise hoy. Es el ejemplo y el apostolado de España como pueblo.
Cuando
el poder de subordina a Dios, sólo entonces sirve al hombre y
posibilita que este tealice y desarrolle
maravillas como la Hispanidad.
VI. COLOFON
Varios factores se unen formando una gavilla de cizaña.
El poder 13.J por naturaleza expansivo; llama y tiende al aumento del
poder. Malo es el poder de un Estado o macroestado que se presenta
824 (25)
ldem, pág. 342.
(26) ldem, págs. 24-25.
Fundaci\363n Speiro

EL SINCRETISMO RELIGIOSO Y LA CRECIENTE A.MBICION DE PODER POLITICO
sólo como potestad, sin institucionalización jurídica, sin regula­
ción exterior, humana, social
y, sobre todo, religiosa. Así aparece
ante nuestros ojos el poder absoluto, o mejor, arbitrario
y sin rostro.
El poder no limitado por la religión tiende a ser ilimitado. El poder
rompe toda barrera cuando no está limitado por la religión. Sin
ésta, no hay verdadera limitación. El poder aumentará más cuanto
menos religión haya.
A menos religión, más poder; poder este ab­
sorbente y reducido a fuerza bruta.
En efecto, es un hecho que,
históricamente, a
una disminución de la presencia de la verdadera
religión
en la política y la sociedad les ha correspondido, en gene­
ral,
un exceso de poder temporal.
Y de la pretensión de igualar todas las religiones en la política
-ninguna sería la verdadera-se llega hoy a la otra pretensión de
que todas las religiones toleren el ser igualadas
---0 igualarse-en
la sociedad, e incluso
-y es el colmo-en materia religiosa. Lo
primero sería propio del liberalismo moderado. Lo segundo de todos
los descreídos y sectarios
en general. En efecto, donde nadie tiene
la verdad no hay tal verdad. Sería nuestra apostasía.
De las falsas religiones se llega al sincretismo. El sincretismo
religioso, donde ninguna religión es verdadera, estimula el aumento del
poder. De por sí, al poder político concebido como un absoluto le
acompaña el descreimiento, el ateísmo práctico, el sincretismo re­
ligioso. Y a la inversa, pues
el sincretismo religioso también con­
duce a
un poder sociopolítico absoluto. A un poder arreligioso o
bien sincretista le ha seguido
una disminución de libertades de las
personas, familias y pueblos hasta
la opresión del hombre, de la
comunidad y de la verdadera religión.
De la falsa religión se llega al vacío arre!igioso. Así, la religión se
convierte en una seudoreligión, y lo religioso queda instrumenrali­
zado
por una mala política. La religión es sustituida por valores o
antivalores como la tolerancia,
la paz, el desarrollo ... pero sin Dios e,
incluso, en casos -lo que no es muy distinto-, contra Dios, la Revelación
y su Iglesia Católica.
El sincretismo hoy se ha elevado a principio. Si en la antigüedad el
sincretismo religioso fue el final de
un proceso político (por el afán
expansivo
se admitían los dioses de los pueblos dominados), en la
actualidad parece estar
en el origen del mismo aumento de poder
sociopolítico.
Se trata de la actual subordinación de la religión a la
voluntad humana, al Estado-Dios o
la mayoría-deificada, que en el
marxismo
se presenta de un modo declarado y en el actual occiden­
te de una forma solapada
y sibilina.
El sincretismo religioso trabaja, aun sin quererlo, contra la verdadera
paz. La falsa unidad religiosa en el sincretismo, al margen de la
82)
Fundaci\363n Speiro

]OSE FERMIN GARRALDA ARIZCUN
religión -esto es, de una única religión verdadera-y por encima
de ella, produce a la larga, queramos o no, la disgregación, el euco­
namiento,
y mil conflictos cada vez mayores, en proporción al gra­
do de unidad forzada o sincretista. La Verdad es la única garantía
de la verdadera Paz.
El horizonte queda
muy desdibujado por la atardecida de nues­
tro milenio. Ni el comunismo ha muerto en el Este, ni el marxismo
se ha derrumbado en el mundo y en la mentalidad Occidental, ni la
era de las catacumbas
ha pasado. Frente al Catolicismo y la Hispa­
nidad se yergue hoy el poder universal basado en el rechazo de la
verdadera religión, basado en el sincretismo religioso donde ni Cristo
es dios porque realmente está por debajo de Buda, Confucio, la
Sinagoga, Mahoma, Lutero y el orgullo de cada hombre, ni la Igle­
sia Católica
es reconocida como Esposa de Cristo y maestra de to­
dos los hombres y sociedades. En fin, con la fe sencilla pero robusta
de nuestros padres, seguimos pensando
que «o somos o no somos»,
«o creemos o no creemos»,
y que sólo una religión, la verdadera,
vale.
No caben medias tintas.
Hoy, el Poder mundial y sin rostro, que existe pero no se mues­
tra fácilmente, va adquiriendo unos tintes muy especiales. Es un
signo de los tiempos. Para anular el impulso religioso, que es lo
último que pierden los pueblos, defiende el sincretismo para una
convergencia religiosa de todos ... mas no en la Piedra de la Verdad.
Mayor habilidad y astucia
es muy difícil. ¿Dónde queda entonces
la Iglesia, única Maestra de
la Verdad?
No sabemos cuando será, pero sabemos que, sin duda, a este
Poder anticristiano le llegará
la hora del desplome y derrumbe de­
finitivo. Desde la teología
de la Historia y la teología política, los
del linaje de la
Mujer saben que «él te aplastará la cabeza mientras
tu te abalances asucalcañab (Gen 3, 15). SS.Juan Pablo JI comen­
zaba
su feliz pontificado con el «no tengáis miedo». Quizás sea
éste, pletórico
de firmeza y Esperanza, el mensaje más gráfico de su
pontificado.
826
Fundaci\363n Speiro