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Número 347-348

Serie XXXV

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Las muñecas rusas y el penúltimo Lenin. En torno a «El verdadero Lenin»

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
LAS MUÑECAS RUSAS Y EL PENULTIMO LENIN
(EN TORNO A «EL VERDADERO LENIN»)
En junio de 1991 la prensa española nos informó de que, en vez
de presentarse en Moscú el primer tono de la nueva versión de la
«Historia de la
Gran Guerra Patria» -la participación soviética en
la Segunda Guerra Mnudial-, el ministro de Defensa había destitui­
do
al autor de la misma porque dicha obra era «anticomunista», «pre­
para
un proceso de Nurenberg para el PCUS» y realiza «menciones
excesivas a la política interna estalinista». El general Jefe del Estado
Mayor llegó a decir que «no les daremos nunca acceso a los archivos
militares si
no son capaces de utilizarlos como es debido» y el asesor
militar de Gorbachov. Falin, opinó a su vez que «lo que ha escrito es
más anticomunista que lo que se puede leer en Occidente» (1).
El historiador destituido era el general Volkogónov, entonces
asesor militar de un Yeltsin quien era a la sazón el primer político
que, en julio de 1990, había abandonado el PCUS en su XXVIII
Congreso, y acababa de ser elegido presidente de Rusia. La Unión
Soviética pervivía aún,
y conviene recordar cual era el tono de los
colaboradores de Gorbachov.
Pareció que nos quedaríamos sin conocer la verdad sobre la in­
terioridad del Ejército Rojo, sus propósitos comparados con, sus
resultados,
sus percepciones de la situación, bajas, rendimiento,
etc., según sus propios ,documentos.
(1) Víd. ABC de 23-Vl-91. También fue ABC quien, más adelante, dio la
noticia de
la presentación en Moscú (24-VI-94) del libro que nos ocupa, y con
motivo del LXXV aniversario de
la Revolución de octubre, había publicado un
artículo resumen del propio Volkogónov (7-Xl-92).
V,rb,, núm. 347-348 (1996), 835-866 835
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Pero dos meses después, el mismo equipo seleccionado por
Gorbachov realizó el frustrado golpe bumerang de agosto de 1991,
que condujo a la caída del comunismo soviético y, de seguido, a la
desintegración de la URSS.
De modo que el general Volkogónov
fue designado para
superviS:ar y c-Ontrolar el conjunto de los archivos
del Partido y del Estado. Así, antes de fallecer
en 1995, añadió a su
obra sobre Stalin (1988), otras dos sobre Trotski (1992)
y Lenin
(1994), manejando los propios archivos de éstos custodiados por el
PCUS.
Se comprende nuestra expectación ante la publicación casce­
llana de su obra sobe Lenin, con prometedor título y subtítulo
(2). Pero su lectura resulta decepcionante, y también preocu­
pante.
La decepción se debe en primer lugar a la decisión de los edito­
res occidentales de refundir los dos Volúmenes originales en uno,
eliminando los comentarios que, sobrepasando a Lenin, establecían
juicios
y comparaciones con el resto de la historia soviética hasta
Gorbachov. Apartarse del
tema Lenin no significaba no aportar
datos
y consideraciones ·interesantes, y, más aún, que no ·nos permi­
tiera comprender, a través del autor, las coordenadas de pensamiento
de los que han derruido la U.R.S.S.
La presente crítica no puede
serlo tanto a la obra de Volkogónov cuanto a lo que de ella nos han
querido trasladar al español.
Y este es un segundo motivo de disgusto. La traducción espa­
ñola, con su propio
copyright y todo, se ha hecho de la francesa, a
su vez procedente de la inglesa. Falta en ella conocimiento del cas­
tellano
y cultura acerca de la materia abordada. Sobra transcripción
simple del francés, de
modo que habla de «exterminación» en
lugar de exterminio, de «declinación» en
lugar de declive, «repar­
tición»
por reparto y «fundaciones» por fundamentos; aparecen
ciertos buques «posaminas»
que deben ser minadores, y por
(2) Dmicri Volkogónov, El verdadero Lenin. El padre legítimo dél Gulag según
los archivos secretos soviéticos, Anaya & Mario Muchnik, 1996, 450 páginas.
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INFORMACION BIBLIOGRAPICA
«avanzada» del ejército alude, no al destacamento de vanguardia
del mismo, sino a su progresión por campo enemigo: el avance. El
galicismo «mansarda» evita el recordar
esas buhardillas que el mismo
sentido de
la frase reclama, y por supuesto se escapa algún «arma­
da»
por ejército.
Si eso puede significar desidia y apresuramiento, más grave es
que en todo
un libro de historia política se nos hable de «monar­
quistas» y nunca de monárquicos, que, como
se ignora que «Saxe»
sea Sajonia,
se deje sin traducir, que el epíteto «filisteo» se con­
vierta en
un arcano «filistino», y que centenares de veces se nos
hable de los ultraderechistas
«Cien-Negros». ¿No conoce la expre­
sión consagrada Centurias Negras? ¿Ni tampoco su editor, que en
la misma colección ha publicado
-un libro sobre.el tema, que se
anuncia en la solapa del que comentamos?
Como también
se descubren errores de fechas y cantidades -- traducción y linotipia-, hay motiVos para creer que en algunas
frases se traiciona e invierte el sentido del original, escribiendo
subestimar donde todo induce a pensar que Volkogónov piensa
que Lenin sobrestimó a Alemania. El dislate culmina cuando
se
nos dice ¡con toda seriedad! que los antiguos oficiales zaristas ser­
vían en el Ejército Rojo firmando
un· compromiso «indicando que
responden de. la suerte de sus familias» ¿no s·erían éstas las que
responderían por su conducta? (pág. 196).
En suma, la traducción hace honor a Lenin, que despteciaba a
los rusos, y cuyos discípulos destruyeron con la jerga bolchevique
la lengua de Dostoievski.
Se nos brinda un castellano internaciona­
lizado y torturado.
En el mejor estilo leninista, no podemos sino
desear que el traductor no se
considere mal pagado, sino que lo
esté, lo cual, infelizmente, dudamos.
El interés del libro, tal
y co·mo ha sido arbitrariamente edita­
do en España, se reduce a tres elementos: el respaldo documental
soviético acerca de la personalidad y conducta de Lenin, que de­
bería ser el principal; lo que se infiere acerca de lo que se ocultó
durante siete décadas a los soviéticos acerca de Lenin y la histo­
ria,
que se trasluce por los énfasi~ del autor; y las reflexiones
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
que sugiere acerca del estado intelectual de Occidente esta
edición.
No nos encontramos ante una biografía, sino con un conjunto
de cuadros que suponen ya
un conocimiento del personaje. Está
dirigida a los que en las escuelas soviéticas
se familiarizaron con una
biografía canónica y hagiográfica. Dichos cuadros pretender revelar
aspectos desconocidos, o contrarios a la imagen común. Muchas de
las revelaciones no
.lo son en absoluto para el lector occidental, y
ninguna para el anticomunista informado. Si acaso los detalles, o
la corroboración documental interna. De todos modos, conviene
recordarlos.
En cuanto a la persona de Lenin los rusos se habrían enterado
ahora, entre otras cosas, de
que apenas tenía un cuartel de su ascen­
dencia ruso, siendo otros dos kalmuko y alemán, y el cuarto judío­
sueco.
También de que su padre llegó en la administración civil a
un
rango comparable al de general, legándoles un rango de nobleza
hereditaria
y una pensión que permitió vivir a su viuda y cinco
hijos sin trabajar
y con frecuentes viajes al extranjero.
Y que la represión zarista era relativamente benigna, sobre todo
comparada con la que instituyó Lenin, el cual tampoco pasó penu­
rias en su exilio, donde, si nunca gustó de lujo,
no se privó de viajes
de vacaciones
y espectáculos, sin haber trabajado entonces, ni en
Rusia más que dos años como pasante, siendo
por un tiempo ren­
tista agrario, ¡un kulak!
Igualmente de que engañó a su esposa en
un triángulo consen­
tido,
y documentado con cartas.
Y de que
su enfermedad fatal y muerte fueron dramáticas y
crueles, sin la pretendida grandeza de la propaganda, perdida casi
absolutamente su capacidad intelectual, y
muy mermada ya desde
el
primer ataque cerebral. Se nos informa de que solicitó ser enve­
nenado con cianuro
durante su enfermedad. Y se nos detalla la
momificación de su cadáver y la disección de su cerebro.
Biográficamente, Volkogónov destaca
que accedió por presión
de su suegra a una ceremonia religiosa completa con motivo de su
boda, pese a que ambos contrayentes se declaraban ateos. Ante esta
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INFORMACION BIBLIOGRAFJCA
anticipación de nuestro entorno uno se pregunta, ¿los postmoder­
nos han heredado el absoluto pragmatismo leninista, o Lenin tam­
bién incurrió en incongruencias por comodidad?
En cuanto a la personalidad de Vladímir Ilích y de su política,
Volkogónov descubre mediterráneos para nosotros, pero refrenda
lo que dijeron todos aquellos a los que los filoizquierdistas rehusa­
ban escuchar:
Para Lenin su vida era la política y sólo la política. Ambiciona­
ba el poder en tal grado que desconocía las tentaciones de la vani­
dad o la molicie. Careció de amigos íntimos.
Su determinación absoluta
de llevar a término una revolución,
que ya
se caracterizaba por el radicalismo, le permitía justificar y
emplear cualquier método.
También el pragmatismo y el maquia­
velismo eran absolutos
en él.
Entre los revolucionarios fue sectario: ponía el acento
en las
diferencias.
Nunca fue tolerante con sus opositores políticos. Pero
su capacidad de emplar ricos dicterios descalificadores y expresio­
nes insultantes sustituía con frecuencia a los argumentos propia­
mente dichos
y a un debate real.
Se transfiguraba al tratar de temas políticos volviéndose cor­
tante, feroz, intransigente, vengativo y despiadado. Pero su cruel­
dad más que de temperamento era ideológica. A diferencia de sus
compañeros de partido, nunca
se acercó a los frentes durante la
guerra civil, pese a todas sus expresiones bélicas. Personalmente
fue siempre precavido, nada arriesgado.
Pero Lenin contribuyó grandemente a exacerbar la crueldad de
la Revolución y la guerra civil con sus instrucciones y sus expresio­
nes. El terror rojo fue
un deliberado instrumento de una política de
Estado forjado por él.
Como colofón, el desprecio por el coste en vidas humanas, aje­
nas, pero
también del propio ejército, fue, a partir de Len_in, la
marca de fábrica de la práctica bolchevique.
Su originalidad política consistió en la intransigencia con que
buscó la escisión del
partido socialista para crear un ejército propio
de revolucionarios profesionales. Y su gran mérito estratégico
rá-'
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
dicó en querer la derrota de su país, y contribuir a ella deliberada­
mente, para convertir
una guerra ya terrible en algo aún más horri­
ble y encarnizado, la guerra civil, para así hacer la revolución, esto
es, conquistar el poder. Al margen de los fines propuestos y de los
'logros' alcanzados,
que tampoco podemos compartir, el sólo enun­
ciado de
los fundamentos de su genio y prestigio repugna.
Eso sí, ni Lenin, ni ninguno de sus colaboradores del Politburó
tenía experiencia alguna
de gobierno o administrativa, a cualquier
nivel, cuando asumieron
el poder.
Tal
es el retrato que espigaremos en Volkogónov. Cierto, sin
duda, pero deslavazado. Sin alcanzar la penetración del de Soljenit­
sin en su «Lenin
·en Zurich», cuya lectura· há.y que recomendar para
ver como aprovecha
una perfecta documentación para reconstruir
la mentalidad de Ulianov 'desde dentro', resaltando su maldad
pre­
cisamente por cuanto que la enuncia con la naturalidad de quien
discurre consigo mismo (3
).
Puesto que fue Soljenitsin quien tanto insistió en que Lenin fue
el padre del Gulag, y su testimonio fue ignorado, casi recusado,
por
los occidentales, para no admitirlo sino de Volkogónov (¿porque la
Unión Soviética ya ha caído?), merece rescatarse esta entrevista suya
que, trazando el mismo cuadro, lo sentencia:
P. «El filósofo británico Bertrand Russell, que
se declara ateo,
conoció a Lenin
y dijo que pensaba que Lenin era la persona más
malvada que jamás había conocido. ¿Cree usted que Lenin era mal­
vado?»
R. «Nunca me encontré con Lenin, pero puedo confirmarlo.
Era de
una maldad fuera de lo común,,.
P. «¿Qué quiere decir con malvado?».
R. «Absolutamene falto de piedad, de toda humanidad en su
contacto con
la· gente, con las masas, con cualquiera que no le si­
guiera de forma estricta. Se volvía contra todos los que
se desvia-
(3) Alexandr Soljenitsin, Lenin en Zurich, Barral Editores, Barcelona, 1976,
315 págs.
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INFORMACJON BIBLIOGRAFICA
ban lo más mínimo de él, como los mencheviques, por ejemplo;
profería injurias, lanzaba imprecaciones contra ellos. Los odiaba.
Incluso sin utilizar la palabra malvado en
su_ sentido amplio, m_eta­
físico, puede aplicarse a Lenin en su acepción más general» (4).
Al
hilo de la biografía de Lenin se documentan en fuentes so­
viéticas varios sucesos históricos, siendo Lo más interesante del li­
bro,
aun cuando a veces sólo en forma de destellos:
La financiación alemana,
por medio de intermediarios, del
partido bolchevique. En cambio se omite toda referencia al acue.rdo
para el paso del famoso «vagón sellado» (¿o
es un corte editorial?).
La reluctancia
popular a integrarse en el Ejército Rojo.
En 1918 y la primera
mitad de 1919 hubo 917.000 prófugos, y
después de
una amnistía en junio fueron encarcelados o registrados
como reincorporados voluntarios
l. 7 61.000. Sólo así se levantó un
ejército de eres millones de hombres cuyos oficiales lo eran a la
fuerza.
Trotski telegrafió
en una ocasión a Lenin lo siguiente: «La ca­
rencia de revólveres ha creado
una situación desastrosa en el frente.
Es imposible hacer que impere la disciplina sin revólveres. Sugiero
que los camaradas Murálov
y Pozern confisquen los revólveres de
todos los que no estén
en puestos de combate [ ... ]. Nosotros no
podemos combatir sin revólveres» (pág. 199). Para cortar las
huí­
das o amenazar a los 'especialistas militares', se entiende.
En cuanto al asesinato del zar con toda su familia, Volko­
gónov
se extiende en las circunstancias del mismo y la presumible
complicidad de Lenin, sin alegar pruebas más directas, que han
salido ya a la luz.
No deja de reproducir el modo en que se jactaron
del crimen los asesinos con absoluta naturalidad
y de resaltar como,
peor que en el caso de Luis
XVI, no hubo ni ficción de juicio y sí
matanza hasta de los niños.
Si algún propósito hay nítido en el libro que reseñamos es
el de responsabilizar personalmente a Lenin en la introducción de
(4) Soljenitsin. Entrevista de David Ajkman. Time, 24 de julio de 1989. El
País, 2 3 de julio de 1989.
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INFORMACION BJBLJOGRAFICA
todas las técnicas de terror sistemático, que los filocomünistas han
querido achacar solamente a Stalin
(5 ).
Bien mediante acuerdos del Politburó, o mediante notas tajan­
tes y expeditivas (6), Lenin promovió y
promulgó todas las medi­
das del terror rojo como política de estado, ordenando requisas,
ejecuciones sumarias, tomas de rehenes, muertes para escarmiento,
creación de campos
de concentración, y, muy particularmente, res­
paldando la Cheka.
Volkogónov hace
un servicio inapreciable para que se recuerde
lo
que fue el verdadero comunismo histórico rescatando la memo­
ria
de ·multitud de expresiones de Lenin de una violencia sin paran­
gón ni paliativos. Un lenguaje propio de hinchas cegados por la
cólera eran las instrucciones
de quien podía convertir esas palabras
salvajes en realidad ¡y lo hizo!
Esas expresiones, inusitadas en el gobierno
de una nación civi­
lizada, están
por todo el libro, y en algunas páginas componen una
verdadera antología (pág. 268). Suya fue la consigna «un buen co­
munista es asimismo un buen chekista», pero es definitiva esta
(5) Y aunque es cierto que con Stalin el mattirio del pueblo rUSo alcanzó su
punto culminante, es una gigan-resca burla de los millones de víctimas de la
«deskulakización» o las campañas antirreligiosas el
que se haga referencia a los
crímenes
de Stalin bajo la rúbrica de «las purgas» o «los procesos de Moscú»,
que sólo afectaron a comunistas anteriores cómplices de
la violencia sistemática
contra el pueblo ruso. ¿Acaso se cita como el mayor crimen de Hitler la purga de
las SA
en la «noche de los cuchillos largos», o es que la compasión se reserva para
los comunistas víctimas de la lucha por el poder?-
Oportunamente, Volkogónov recuerda que en el famoso discurso desestali­
nizador de Kruschev, al condenar
la crueldad de Stalin, dijo «¿Y quién podría
decir que Lenin no recurrió a las medidas más duras contra los enemigos de la
revolución cuando fue auténticamente necesario? .. Pero Lenin sólo utilizaba esos
métodos contra los auténticos enemigos de clase ...
». Condenar las purgas es
colocarse en esa perspectiva de que la violencia es condenable o admisible según
quien la padeciera.
(6) La mayoría de los
documentos inéditos que se consultaron para este li­
bro
por primera vez son simples notas a lápiz. Denota verdaderamente la natura­
leza del
poder personal y absoluto de Lenin el que se acostumbrara a abordar el
gobierno mediante ese
tipo de órdenes sin ninguna formalidad.
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INFORMACUJN BIBLIOGRAFICA
instrucción para la redacción del Código criminal de la República
Socialista Federativa Soviética
de Rusia: «La Ley no debería abolir
el terror; prometerlo sería
un engaño o una ilusión; debería ser
concretado
y legalizado desde el principio, claramente, sin escapa­
torias ni ornamentos».
Por eso, «cuando Stalin emprendió la colectivización de la agri­
cultura cinco años después de
la muerte de Lenin no tendría nece­
sidad de nuevas consignas, pues
ya estaban allí». En agosto de 1918
Lenin había proclamado la consigna «¡Guerra sin piedad a los ku­
laks! ¡Guerra a muerte!».
Sobre este tema, de pasada, se nos refiere la existencia en los
archivos de una orden del Politburó de 5 de marzo de 1940, con la
firma de Stalin
y demás miembros, para exterminar a veinte mil
oficiales, sacerdotes y civiles polacos internados tras el reparto de
Polonia con
Hitler (7).
(7) El presidente Yeltsin envió en 1992 la copia de este documento a Lech
Walesa, entonces presidente de Polonia, de lo cual se hizo eco la prensa española
(ABC y El País de
lS-X-92). ¿Servirá esto para que se corrijan los manuales y
atlas históricos más
en boga, que siguen atribuyendo el crimen de Katyn a los
nazis? La verdad
es que, en tanto que existe una conciencia permanente de los
crímenes nazis, incluso de los falsos
como Katyn, de los crímenes comunistas de
todo el mundo no hay eco ninguno: se descubren --o se prueban irrefutable­
mente-y a continuación no se airean ni se insiste periódicamente, ni nunca
más, sobre ellos.
Cuando escribía estas líneas se juzgó
en Italia a un nazi de 83 años por unos
crímenes cometidos
cincuenta y dos años antes ... Pero es de mal gusto, y caza de
brujas, hablar de la culpabilidad de tantos comunistas supervivientes, con crí­
menes
mucho mayores a sus espaldas. ¿Han fallecido ya todos los jefes de campos
del
Gulag, todos los vopos del Muro de Berlín, los médicos de las clínicas psi­
quiátricas para disidentes de la URSS, todos los asesinos de exiliados en occiden­
te, los que ordenaron y ejecutaron las sangrientas intervenciones
en Budapest,
Praga o Afganistán?
En la conciencia de la gente sólo permanece aquello que un par de centenares
de periodistas repite suficientemente. Periodistas
que al menos durante la uni­
versidad se educaron en la simpatía con el leninismo, si no la conservan todavía
y pese a todo.
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
La guerra en Rusia no acabó con la retirada de los blan­
cos de
Wrangel en 1920. De los posteriores alzamientos campe­
sinos en el centro de Rusia
se nos da alguna información docu­
mental, por la cual nos enteramos que en 1921, sólo en Tambov,
Tujachevski tenía a sus órdenes contra ellos
un ejército de más de
cincuenta
mil hombres, y que proyectó el Uso de gases asfixian­
tes.En 1921 el Ejército Rojo perdió en desórdenes internos 171.185
hombres sin
contar los hombres de la Cheka y las Unidades espe­
ciales. ¡De tal
magnitud fue la resistencia popular en la Repúbli­
ca de los Obreros y Campesinos y oficialmente acabada la guerra
civil!
En Rusia, los primeros años veinte conocieron
un hambre
terrible, con miles de muertos diarios y casos de canibalismo, que
fueron atendidos en parte
por ayuda internacional, desde Estados
Unidos al Vaticano. Mientras tanto, Lenin ordenaba exportar
un
millón de toneladas de trigo.
Pero cuando el patriarca ortodoxo Tijón instó a los fieles a dar,
para ayuda a los necesitados, los tesoros de la Iglesia que
_no tuvie­
ran empleo litúrgico, Lenin decidió intervenir para evitar que cre­
ciera el prestigio
-de la Iglesia y poner su mano sobre esa riqueza:
«Así podremos obtener un tesoro de varias centenas de millones de
rublos de
oro[ ... ] Sin ese tesoro no es concebible ninguna actividad
estatal en general, ninguna edificación económica en particular, ni
ninguna defensa de nuestras posiciones [ ... ] A cualquier coste de-
bemos tomar
en nuestras manos ese tesoro ... ».
El decreto de confiscación de todos los objetos de valor de las
iglesias de Rusia chocó en bastantes casos con
una resistencia de los
fieles ahogada en sangre. Inmediatamente,
se puso en marcha la
persecución de la Iglesia
que supuso la muerte de una cifra entre
catorce y veinte
mil sacerdotes y laicos y la destrucción del 85 por
100 de los templos, pretendiendo que la Iglesia se oponía al soco­
rro de los hambrientos ... a los cuales no llegó casi nada de tal expo­
lio, pese a que
se destinaron cinco millones de rublos por adelanta­
do a cqntratar la «colaboración técnica» de antiguos ladrones para
acelerar el
ritmo de las confiscaciones.
La miseria de la población rusa y la rapiña de los bienes
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INPORMACION BIBLIOGRAFICA
religiosos contrastan con las simultáneas empresas exteriores del
Komintern.
De todos es sabido que Lenin creía que la revolución mundial
era inminente e hizo cuanto
pudo para extenderla, creando una
nueva internacional que no permitiría en su seno «a las organiza­
ciones que, aunque aprueben la dictadura del proletariado en
su
programa, persistan en una política tendente a resolver la crisis
histórica
por medios pacíficos».
Pero nuestro libro certifica
-la existencia del «oro de Moscú»,
más abundante incluso con Lenin que con Stalin. Todo tipo de
agitaciones, incluso las más descabelladas, recibieron generosas
y
poco controladas subvenciones, de las que se nos brindan las cifras.
Lenin pudo escribir a una secretaria del Komintern en Estocolmo
que transfería grandes sumas a Europa:
« .•• le pido que no econo­
mice. Gaste millones, muchos millones».
De modo que en marzo de 1922, recién iniciada la requisa de
las iglesias, la cantidad asignada al presupuesto de la Komintern
fue de 5.536.400 rublos de oro, en tanto que, según los datos del
propio Politburó, no
se destinó más de un tercio de tal suma a
socorrer al pueblo ruso famélico.
Finalmente, respecto
de la intelligentsia rusa (profesores,
académicos, artistas, periodistas, muchos de ellos de izquierdas pero
no bolcheviques), Lenin dio órdenes para su persecución y deporta·
ción, escribiendo de su mano listas nominales, y preocupándose
después de saber «quién fue deportado, quién está en prisión, quién
fue eximido de ser deportado
y por qué». La progresía intelectual,
que execra como pecado máximo cualquier atentado a la libertad
de expresión, puede intentar justificar este procedimiento. de listas
para deportar sin juicio arguyendo que no eran fusilados ... todavía.
El que no se consuela es porque no quiere.
El resultado de aquella expulsión de los rusos más capacitados
se trasluce en esta confesión del chequista Dzherzinski: « ... nos ha­
cen falta especialistas.
Los mejores que tenemos son los que hemos
recuperado de Kolchak, Denikin
y W rangel y por algún motivo no
fueron fusilados» (pág. 318).
Todas estas cosas nos eran conocidas en sus líneas generales,
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INFORMACTON BIBLIOGRAFICA
au·nque la documentación interna, esto es,. la confesión de parte, las
hace irrefutables.
Lo tremendo es que el autor emplea el tono de
quien hace una revelación:
en el País de la Gran Mentira las menti­
ras comenzaban acerca del propio Lenin.
Uno se pregunta qué sa­
bían
de· cierto los soviéticos sobre el hombre momificado en la
P1aza Roja, sobre la historia del régimen soviético y sobre el resto
del mundo
..
Igualmente indirecto, y aún más interesante, es el testimonio
que proporciona nuestro libro sobre el postleninismo.
En la versión española al menos, uno
se queda sin saber cuál es
la forma de pensar del autor, quién confiesa que «en mi cabeza el
leninismo fue el último bastión que hube de echar por tierra» (pág.
4), o que veía como la forma más alta de sabiduría la máxima «todo
lo que sirve al comunismo
es moral» (pág. 38) (8). ¿Qué le hizo
convertirse? Y sobre todo
¿a qué se convirtió?
Sus vacilaciones ideológicas pueden ilustrar la situación men­
tal
y moral del equipo de Yeltsin, del que furmaba parte, y de toda
la Rusia postsoviética.
Volkogónov, aparte de horrorizarse por la violencia
y el totalita­
rismo «unidimensional», no tiene criterios definidos. Sigue siendo
mucho- más deudor de
su. educación comunista de lo que cree porque
no
·ha conocido otra, -y cuando -la rechaza no sabe a que sistema recurrir.
Así, va mostrando simpatía-
por todos los adversarios de Lenin,
según fueron
siendo-ví.ctimas·de éste: Kerensky, asamblea constitu­
yente, mencheviques, social-revolucionarios, etc. Pero sin
lógica:
¿acaso los SR de izquierdas no eran tan sólo algo más moderados que
los bolcheviques?
¿acaso el funador del socialismo ruso, Plejánov, no
había escrito en
el programa del partido (común a bolcheviques y
mencheviques) la cláusula sobre la dictadura del proletariado, y pro-
(8) Me consta que hasta 1983 por lo menos, Volkogónov escribía folletos de
propaganda soviética con todos los tópicos absurdos, mendaces
y ridículos de la
jerga marxista, sazonados con citas
dt! Lenin: obra en mi pode'r Las fuerzas ar?na­
das en el mundo actual de Dmitri Volkogónov editado en castellano y Moscú por la
Agencia Novosti ese año.
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
nunciado la máxima «el bien de la revolución es la ley suprema»?
Ninguno era un paradigma de demócrata liberal, y sin embargo,
luego
se referirá a los «valores indestructibles del liberalismo».
Sólo los blancos
-¿media Rusia?-son tratados sn esa simpa­
tía de pasada, como igualmente sanguinarios que los bolcheviques,
aunque no por sistema ideológico: asoman el prejuicio y el cliché
por el adoctrinamiento comunista.
Se detecta, sí, un cierto nacionalismo en hacer destacar la as­
cendencia extranjera de Lenin,
su desprecio por los rusos,. y sobre
todo, su traición a Rusia como cómplice de sus enemigos en guerra
abierta y firmante de las humillantes concesiones de Brest Litovsk,
con referencias al «patriotismo» y el «honor nacional» burlados.
Pero, a
la postre, el peso del mito comunista lastra este libro
pretendidamente desmitificador:
se nos habla del ideal socialista
como sinónimo de justicia social ( «lo atractivo de .buena parte del
leninismo derivaba de
la perpetua añoranza humana por alcanzar
un
mundo perfecto y justo», aunque en otro pasaje el autor viene a
entender
por socialismo la simple elevación general del nivel de
vida). ideal desviado al «burocratismo», y de
que en los últimos
escritos de Lenin hay méritos políticos e ideas sensatas.
En esto
último no hay sólo un pensamiento de fondo izquier­
dista, sino demagogia de estirpe puramente leninista, porque no
puede en unas páginas subrayar el dudoso estado de salud mental
de Ilích cuando dictaminaba sobre la suerte de
la intelligentsia
rusa, y a la vez recalcar la sensatez de las ideas de sus últimos artí­
culos. Es como el recalcar el
monto de las facturas de los médicos
extranjeros de la enfermedad de Lenin: entra en
la naturaleza de las
cosas que, en todos los regímenes, los mejores medios y avances
estén a disposición de los gobernantes antes que de nadie.
Con ese bagaje intelectual y moral de desorientación, no
es de
sorprender lo que está pasando en Rusia
y en los demás países de la
órbita soviética desde la caída de Gorbachov. La democracia liberal
es de suyo disolvente, como lo veffios en cuestiones de moral fami­
liar, delincuencia organizada, drogas, etc. Pero en Occiden,te su
efecto pernicioso está paliado
por el poso cristiano remanente.
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JNFORMACION BIBLIOGRAFICA
En el antíguo Segundo Mundo la situación es inversa: se había
procurado extirpar,
y no s6lo postergar, la visión cristiana, y por
eso la transición no deja de arrojar resultados pésimos, que algunos
comunistas occidentales
pretenden hacer valer en reivindicación
póstuma del tégimen soviético (9).
Los males del liberalismo no justifican los males del socialis­
mo. Pero además, si el antiguo Bloque Soviético está mucho peor
aún que Occidente cuando han penetrado en él principios y usos
occidentales, la diferencia habrá
que buscarla en lo distintivo:
la pesadísima herencia del socialismo real, material,
política y
espiritual.
La pobreza del Segundo Mundo ya existía: hemos de recordar
que
fue la constatación del fracaso económico la que condujo a plantear
la Perestroika. El capitalismo salvaje en Occidente
se ve atenuado
por el reparto de la propiedad y
el hábito de la iniciativa privada. Si
en Rusia es hoy mucho más feroz, hemos de responsabilizar al régi­
men-que en vez de crear
una clase media -como hizo el de Fran­
co--- proletarizó a toda la población, eliminó la propiedad y frustró
las iniciativas individuales. Por otra parte, ¿cómo no habría de pensar
en enriquecerse a toda costa
una población educada en el materia­
lismo, la primacía de lo económico, y el pragmatismo absoluto, y
que nunca oyó hablar de otra cosa? El capitalismo oriental y las
mafias -dos grados distintos-tiene su origen en la desmoraliza­
ción radical efectuada por los comunistas, muy superior a la parcial
existente eh Occidente.
(9) Cada vez que se leen en la prensa lamentaciones por los conflictos bélicos
que estallan ahora y estaban refrenados por la bipolaridad de la Guerra Fría, o
sea,
por la existencia de la URSS «tristemente» disuelta, uno ha de preguntarse
si entonces los periodistas
tenían tanto aprecio a la estrategia de la Destrucción
Mutua Asegurada ... o sólo al Socialismo, antes justificado en tanto que real y
ahora idealizado y aflorado en tanto que difunto.
Como
si el comunismo, con su doctrina de la dialectización, ·su objetivo de la
Revolución mundial
y su falta de escrúpulos leninista no hubiera sido el máximo
promotor
y sostenedor de conflictos de este siglo. Y como si la guerra fría no se
hubiera librado por delegación
en múltiples· conflictos sangrientos como el de
Vietnam.
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Políticamente, no existiendo una sociedad civil, que el estatismo
socialista-no necesariamente violento--suplanta, falta la base para
una vida política sana.
No por poseer información, sino por lógica,
predijimos como muy posible, en 1992, recién caída la URSS, el
retomo de los partidos comunistas reconvertidos al poder, por consti­
tuir el único grupo de presión organizado (10). A estas alturas
han vuelto los «socialistas» a los gobiernos y presidencias, hasta en
Polonia.
No sólo hay una herencia de los comunistas, sino una
supervivencia.
Se asombran las gentes del nacionalismo que ha emergido de
las ruinas del Telón de Acero. Hemos hablado de algunas trazas
de él en las expresiones de Volkogónov. Pero es
un mal lógico:
siempre hará falta
una identificación social en la política, y, caído
el
mito soviético, cuando se ha destruido toda verdad y moral,
sólo subsiste
un sentimiento primario de identificación superfi.­
cial: raza, lengua, etc. Lo cual no es derechismo sino paganismo,
la deificación de la propia ciudad, lo que existía antes de la cris­
tianización que
se ha querido erradicar. Y no sólo era lógico sino
previsible y predicho (11).
Y de lo que menos debería extrañarse nadie
es de la violencia en
que
se han resuelto los conflictos del Segundo Mundo: Alto Kara­
baj entre Armenia
y Azerbaiján, Georgia (guerra contra el electo
Gamsajurdia decantada en favor del kagebista Shevernadze, revuelta
en Abjasia), guerras de Croacia y Bosnia, en varias repúblicas de la
Federación Rusa, sobre todo en Chechenia, y en el lejano Tadjikistán.
Si de algo puede servir especialmente el libro de Volkogónov es para
explicar esto, porque basta leer las incitaciones a
la violencia de-Lenin,
(10) Víd. Luis María Sandoval, Cuan@ se rasga el Telón, Madrid, Speiro, 1992,
págs.
235-236.
(11) En una conferencia de Prensa en Estocolmo, 1974, Soljenitsin opinó:
«si en nuestro país declaramos la democracia de golpe estallará entre las naciona­
lidades una guerra intestina, devastadora» (Vid. Alexandr
Sojenit.sin, Alerta a
Occidente, Acervo, Barcelona, 1978).
Soljenitsin tenía razón
también en esto, pero ni se le podía atender antes por
antisocialista, ni reconocerle su acierto ahora por «reaccionario».
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
y saber que era la doctrina deificada y enseñada en la antigua Unión
Soviética para responder· ¿qué esperábais de-tal educación?
La publicación de libro que nos ha ocupado era útil y necesaria
en Rusia,
donde suponía una auténtica novedad. También en Espa­
fía es conveniente, por cuanto que las verdades no sólo deben repe­
tirse para
que se retengan, sino que deben alimentarse con aspectos
concretos, pues
de otro modo los recuerdos se aplanan con el tiem­
po y tendemos a desvalorizar los juicios generales y ya establecidos
como tópicos.
Ahora bien, el
modo en que se ha afrontado la edición es distor­
sionante. Presentación
de contraportada y subtítulo dan a entender
que sólo ahora se prueba que Lenin, y no Stalin, fue el instaurador
del sistema soviético de represión.
Pero desde las fechas de la Revolución bolchevique era sabido
que implantaron el Terror· Rojo sin ambages. Los anticomunistas
lo hemos denunciado siempre: no eramos viscerales, sino conscien­
tes
y bien informados. Hace veinte afíos, cuando Soljenitsin publi­
có su Archipiélago Gulag, insistió sobre el origen de los campos en
los años veinte,
pero la izquierda occidental exigió que se conside­
rara como
una denuncia del estalinismo, manteniendo intacto el
mito de Lenin, y eso le costó el ·ostracismo cultural.
Y ahora sólo se
admite la verdad si es 'desde la izquierda', cuan­
do ya no existe una URSS que pueda ser perjudicada. ¡y se enco­
mienda el prefacio castellano a un notorio escritor comunista, Váz­
quez Montalbán!
En confusos párrafos, éste no se refiere a la monstruosidad del
comunismo sino a que estas revelaciones forman parte de «la estra­
tegia propagandística de los intelectuales orgánicos del capitalis­
mo», y son «instrumentalizables por el ejército cultural vencedor
de
la guerra fría». Pero que son «las gentes empefíadas en la nece­
sidad
de retomar la lógica del cambio social, en la que se inscribe la
Revolución Soviética
como un proyecto desgraCiado» quienes de­
ben
entender que «los cambios históricos tal vez se incuben en los
laboratorios
de las vanguardias, pero sólo serán justos cuando sean
asumidos
por el consenso de masas en libertad». Ni siquiera desea-
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INFORMACION BIBLIOGRAFJCA
lifica verdaderamente la violencia, por cuanto después de afirmar
que hay que desconfiar de las vanguardias totalitarias, termina con
estas afirmaciones. «Se
ha sostenido el principio de que no hay
cambio histórico sin violencia,
y un examen somero de la Historia
de la razón al argumento. Pero
no es menos cierto que las experien­
cias aportadas
por el siglo XX de algo han de servir para acceder a
una cultura de la tolerancia, fruto de la valoración de las flores y los
frutos del mal de la intolerancia ventisecular. Como han de servir
las experiencias que demuestran que cualquier nivel progresivo de
justicia e igualdad
se ha conseguido mediante terribles luchas so­
ciales e individuales, en las que los propietarios del caballo,- la casa
y la pistola sólo han cedido parte de sus privilegios por la fuerza o
por el poder disuasorio de
la amenaza. El poder reaccionario ha
cambiado la violencia represiva por el diálogo cuando no ha tenido
más remedio que dialogar porque no estaba seguro de la victoria
mediante la violencia».
Todo eso no parece ni un arrepentimiento ni un abandono de la
vía leninista, más bien
un momentáneo retroceso táctico en la más
pura línea del Lenin de Brest-Litovsk. Con ese prólogo el sentido
del libro cambia del todo, no es ya una denuncia del comunismo
desde su origen, sino
una autocrítica compatible con el manteni­
miento de una postura comunista. Por otra parte, Volkogónov ya
no
pudo conocerlo.
El comunismo no ha sido enterrado
en Occidente porque, pe_se
a la oportunidad privilegiada, no se quiere derrocar en los espíritus
el
mito socialista, que no es una filantropía, un amor a los pobres
genérico, sino una doctrina específica,
'materialista, estatista y con­
traria a la iniciativa
Y propieda_d privadas. Mientras no se haga ese
distingo,
y no se introduzca una limitación moral y corporativa al
capitalismo liberal, el socialismo seguirá gozando de todos los
pa­
rabienes generales, y ser de izquierdas significará estar por la justi­
cia y con los pobres, pese a que
en nuestro siglo las peores situacio­
nes de opresión
y pobreza se han dado, sin excepción, en los regímenes
izquierdistas. Todo lo más
se rechazarán los métodos totalitarios y
violentos, si es que el prólogo de Vázquez Montalbán significa eso.
Porque de la biografía de Volkogónov lo que queda meridiana-
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
mente claro precisamente es que la cruel violencia leninista proce­
día de
una postura ideológica llevada luego a término a toda costa.
En resumen, el de esta biografía, siendo un resumen bueno y
documentado, no es aún el verdadero Lenin.
Son conocidas las muñecas rusas que contienen cada
una otra
más pequeña dentro.
Se induce a engaño cuando se nos dice que
esta
es la más pequeña cuando hay aún otra, y ésa de una pieza, en
su interior. El Lenin que desvela Volkogónov estaba en el interior
de las máscaras del Lenin canónico de
la URSS, y de ese Lenin de la
progresía occidental, genial fundador del experimento soviético
«desviado»
por Stalin. Pero, si bien se mira, Volkogónov, al em­
plear repetidamente para Lenin-el término jacobino, nos indica que
aún hay otra envoltura
que retirar para llegar al núcleo del que
dimanaron los males de
la URSS: esa corriente de ideologías -no
sólo de prácticas, y no sólo las socialistas-, explícita y violenta­
mente anticristianas, que recorre la modernidad desde la Revolu­
ción Francesa.
LUIS MARfA SANDOVAL
AA. VV.: Anales de la Fundación Francisco E/fas de Tejada,
(vol. 1) (*).
Una de las numerosas actividades editoriales de la Fundación
Francisco Elías de Tejada y Erasmo Percopo ha sido la publicación
del
nº l de la revista Anales de dicha Fundación. Ello supone una
novedad editorial mediante la creación de una revista independiente
y con tendencia a prolongarse en el tiempo. Esta iniciativa es con­
soladora pues la escasez
de revistas científicas especializadas en Es­
paña
es casi proverbial, sobre todo si son independientes y una ini-
(*) Madrid, Ed. Fundación Francisco Elías de Tejada, (1995) Año I vol. I,
172 págs. 165 x 235
mm.
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