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Número 353-354

Serie XXXVI

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Doctrina de la Iglesia, hipótesis evolucionista y teoría de la evolución

DOCTRINA DE LA IGLESIA, HIPÓTESIS
EVOLUCIONISTA Y TEORÍA DE
LA EVOLUCIÓN
POR
GIOVANNI CANTONI (*)
Para los adversarios de la Iglesia, la búsqueda del cambio, no
solo en la Iglesia -evidente e inevitable-, sino sobre todo de la
Iglesia, resulta angustiosa. Y necesita ser alimentada continua­
mente. Hoy,
24 de octubre de 1.996, toca a la posición de la
doctrina católica respecto
al llamado c del mensaje del Papa
Juan Pablo II a la Academia Pontificia de
Ciencias de 22 de octubre (1).
¿Qué, «cosas viejas»? En el documento se reafirma -la re­
misión explícita es al Papa Pío XII (2), pero no faltan anteriores
intervenciones del mismo pontífice reinante (3)-como «punto
(*) Giov ANNI CANTO NI es el director de la revista Cristianitfl y presidente
deA/leanza Cattolica. Traducción de Escanislao Cantero.
(1) Cfr.JUAN
PABW II, Mensaje a los participantes en la Asamblea Plenaria
de la Academia Pontificia de Ciencias, 22 de octubre de 1.996, L'Osservatore
Rnmano (24/10/1.996).
(2) Cfr.
Pfo XII, encíclica Humani generis, sobre algunas falsas opiniones
que amenazan destruir los fundamentos de la doctrina católica, 12 de agosto de
1.950, en Enchiridion del/e encicliche. 6. Plo XII (1.939-1.958), EDB, Bolonia,
1995, págs. 628-661 (pág. 657).
(3) Cfr.,
por ejemplo, JUAN PABLO II, discurso a los participantes en el
Simposio Internacional sobre Fe cristiana y teoría de la evolución, de 26 de
abril de 1.985,
en lnsegnamenti di Giovanni Paolo JI, vol VIII, 1, págs. 1.127-
1.133; Idem, discurso
en la audiencia general, del 16 de abril de 1.986, núm. 7,
ibid., vol. IX, 1, págs. 1.038-1.041 (págs. 1.040-1.041); e Idem, discurso a los
participantes en la Asamblea Plenaria de la Academia Pontificía
de Ciencias,
de 31
de octubre de 1.992, ibid., vol. XV, 2, págs. 456-465.
Verbo, núm. 353-354 (1997), 215-218 215
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G!OVANMCANTONI
esencial» (4) que, en cualquier caso, «[ ... ] si el cuerpo humano
tiene su origen en la materia viva pre-existente, el alma espiri­
tual
es creada inmediatamente por Dios» (5).
¿Qué «cosas nuevas»? No se refieren a la doctrina, sino al hecho
con
el que la doctrina se debe confrontar; es decir, al modo de
presentar
el hecho. Juan Pablo Il afirma que «hoy [ ... ] nuevos
conocimientos· conducen a
no considerar la teoría de la evolución
una mera hipótesis» (6);
por consiguiente, algunos piensan grosera
o maliciosamente
-e inducen a otros a pensarlo-, que si no es
una pura hipótesis es una certeza: por tanto, ¡«la Iglesia acepta el
evolucionismo»!
No, el evolucionismo no es ya una hipótesis, no porque se
haya transformado en una certeza, sino porque se trata de una
teoría, es decir que respecto a tal cuestión se han formulado diversas
teorías, así
es que -todavía-, se han propuesto diferentes conjun­
tos de hipótesis.
Así,
el Papa se pregunta, ante todo, qué es una teoría, e indica:
« Una teoría es una elaboración metacientífica, distinta de los resul­
tados de la observación, pero afín a ellos. Gracias a ella, un conjunto
de datos y de hechos independientes entre sí, pueden ser relaciona­
dos e interpretados en una explicación unitaria.
La teoría demuestra
su validez
en la medida en que es susceptible de verificación; es
continuamente valorada por los hechos; en cuanto ya no es demos­
trada
por los hechos, manifiesta sus límites y su insuficiencia.
Entonces debe ser reelaborada».
(4) Idem, Mensaje ... , cit. núm. 5.
(5) Ibídem.
(6) !bid., núm. 4.
La traducción española publicada en la edición semanal en lengua espaiíola
de L 'Osservatore Romano, en lugar de «non considerare pi U la teoria dell' evoluzione
una mera
ipotesi»; dice, «pensar que la teoría de la evolución es más que una
hipótesis, (núm. 43 [1.452], 25 de octubre de 1.996, pág. 5). No considerarla
una mera hipótesis o considerarla más que una hipótesis, el sentido es d mis­
mo: no
se trata, ahora, de una certeza, sino de una teoría, como indica en el
mismo párrafo el Papa (n. del
t.).
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DOCTRINA DE LA IGLESIA, HIPÓTESIS EVOLUCTONISTA Y TEORÍA DE LA EVOLUCIÓN
«Además, la elaboración de una teoría como la de la evolución,
mientras obedece a la exigencia de homogeneidad con los datos
de
la observación, toma algunas ideas de la filosofía de la natura­
leza» (7).
Por ello, «en verdad, más que de
"la" teoría de la evolución,
conviene hablar de "las" teorías de la evolución. Esta pluralidad
deriva,
por una parte, de la diversidad de las explicaciones que se
han propuesto sobre el mecanismo de la evolución, y, por otra, de
las diferentes filosofías a
las que se hace referencia. De este modo,
existen lecturas materialistas y reduccionistas, y lecturas espiri­
tuales. El juicio es aquí competencia propia de la filosofía, y, más
aún, de la teología» (8).
Por tanto, si la hipótesis evolucionista debe pasar
por la criba
a la que están sometidos todos los descubrimientos científicos,
que es la de los hechos, la teoría evolucionista debe superar,
también,
el examen de la filosofía -ciencia y no sistema de pen­
samiento-y de la teología. Y el Magisterio de la Iglesia está
directamente interesado en la cuestión de la evolución, porque
concierne a la concepción del hombre, del que la Revelación bí­
blica dice que
ha sido creado a imagen y semejanza de Dios.
«En consecuencia-concluye
el Papa-, las teorías de la evolu­
ción que, en función de las filosofías que las inspiran, consideran
que
el espíritu surge de las fuerzas de la materia viva o como un
simple epifenómeno de esta materia, son incompatibles con la
verdad sobre el hombre. Son, además, incapaces de fundamentar
la dignidad de la persona» (9).
Como vemos, la novedad doctrinal se desvanece, porque no
existe.
No debe, sin embargo, desaparecer la actitud de diálogo
con la comunidad científica y con
sus conquistas, desde el momento
que la creación
es obra del mismo Dios que se ha revelado, y la
Iglesia, que
es vehículo de la Tradición sobrenatural, lo es, tam­
bién, de la tradición natural.
De hecho, el documento origen del
(7) Ibídem.
(8) Ibídem.
(9) Jb;d., núm. 5.
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GIOVANNICANTONI
presunto cambio doctrinal es un mensaje a la Asamblea Plenaria
de la Academia Pontificia
de Ciencias en el «[ ... ] sexagésimo
aniversario del restablecimiento de la Academia» ( 10), realizado
en 1.936 por
el Papa Pío XI con la intención de«[ ... ] rodearse de
un grupo selecto de estudiosos para que informaran a la Santa
Sede con toda libertad del desarrollo de la investigación científica
y
le auxiliaran en sus reflexiones» (11); y se habla de restableci­
miento, porque la institución vaticana
se fundó en Roma en 1.603,
se restauró en 1.847, y se amplió en 1.887.
Por tanto -según un comentario de 1.992 de un «reacciona­
rio» de nuestro tiempo, tan agudo como ignorado-, «quien no
se siente heredero hasta de sus adversarios intelectuales no recoge
sino parte de su herencia» (12); este no es, evidentemente, el caso
de la Iglesia en general, y de Juan Pablo II, en particular.
Si se hubiera tenido alguna duda respecto a la interpretación del
documento pontificio,
se hubiera disipado gracias a una afirma­
ción de
S. E. el Cardenal Ratzinger, expresada durante una confe­
rencia de prensa celebrada
en Munich el 5 de noviembre de 1996,
después de la publicación del mensaje de Juan Pablo II, relatada
por
un redactor del quincenal alemán PUR Magazin: «La doctrina
de la evolución
-ha dicho el purpurado-es, ciertamente, una
hip6tesis importante, que, sin embargo, presenta, decisivamente,
múltiples problemas, que todavía necesitan una amplia discu­
sión» (13). Por consiguiente y a mayor abundamiento,
el mensaje
en cuestión, da cuenta de una problemática, pero no pretende, en
modo alguno, resolverla.
(10) !bid., núm. l.
(11) Ibídem.
(12) NICOLÁS GóMEZ DAVILA, Sucesivos escolios a un texto implícito, Instituto
Caro
y Cuervo, Sanca Fé de Bogotá, 1.992, pág. 19.
(13)
HARRYLUCK, Der zweite Mann im Vatikan [El número dos del vati­
cano]. PUR Magazin, núm. 22, 18/11/1996, págs. 14-15 (pág. 15).
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