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Número 353-354

Serie XXXVI

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El Gran Hermano, la droga y la honda (ordenadores y Ciudad Católica)

EL GRAN HERMANO, LA DROGA Y LA HONDA
(ORDENADORES Y CIUDAD CATÓLICA)
POR
LUIS MAJúA SANDOVAL
La informática no pertenece al futuro, sino que es una cum­
plida realidad de nuestro presente. Los arcanos «cerebros electróni­
cos» de aquella ciencia ficción de hace no muchos años han sido,
incluso, superados. Y son completamente cotidianos: microproce­
sadores hay en los ascensores con memoria, por ordenador se
reservan los asientos del tren o se elaboran enteras escenas de las
películas más variadas, etc. Las crípticas fichas perforadas de otrora
son ya remotísimas.
En un mundo ampliamente familiarizado con los ordenadores,
y
en muchos aspectos impensable ya sin ellos, no pueden hurtarse
a la reflexión cristiana sobre su incidencia moral y social. Además,
por su naturaleza, la revolución informática ha de tener una re­
percusión humana mucho más directa que la trascendente
revolución industrial, puesto que no afecta sólo al fundamento
económico de la sociedad y al modo de trabajo
-que también lo
hace--, sino directamente a la esfera de la cultura y de los hábitos
del pensamiento.
Y
no se han de enfocar de un modo simplista, ya sea el optimis­
mo ingenuo de la admiración por el progreso, ya sea la denuncia
de amenazas por sistema, que raya en el misoneísmo.
La informática debe ser ante todo un múltiple motivo de ala­
banza a Dios.
Indirectamente,
por haber hecho a los hombres capaces de obras
tamafías.
Verbo, núm. 353-354 (1997), 305-330
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LUIS MAR!A SANDOVAL
Empezando por la labor maravillosa de los precursores de hace
cincuenta años, sobre cuyos basamentos, sólidos y de amplias miras,
se han podido superponer sistemáticamente nuevos escalones de
complejidad exponencial. Sin una reflexión rigurosa inicial del
orden del código ASCII, o de la arquitectura de los sistemas
contemplando ampliaciones futuras, o del uso de programas para
simplificar la gestión de
los programas iniciales, por niveles super­
puestos (una pirámide de compiladores, lenguajes, sistemas opera­
tivos, entornos y aplicaciones, e incluso instrucciones orales ya,
median entre el usuario y el código máquina), no asistiríamos hoy
a la multiplicación de aplicaciones informáticas.
Pero
si la obra de las causas segundas revierte en gloria al
Creador, la investigación informática realza la obra directamente
suya: cada vez que las máquinas intentan emular un proceso men­
tal, «fácil» para un niño, como el reconocimiento automático de
caracteres -no hablemos de rostros-, un algoritmo de solución
de problemas,
el almacenamiento y evocación de memoria, etc.
uno no puede sino admirarse de lo difícil que resulta para unos
artefactos que no dejan de ser estólidos, y de lo incomparable de
aquel
don de la inteligencia que Dios nos ha conferido. Como
maravilla la capacidad de memoria de nuestra mente. Por compara­
ción con las disciplinas cibernéticas
se aprecia mucho más el valor
de las dotes intelectuales humanas y, diríamos,
el mérito de su
Artífice.
El Gran Hermano
La primera incidencia de la informática en la vida social se ha
producido por vía de los grandes ordenadores. Esos voluminosos
equipos posibilitan los grandes cálculos y la gestión administrativa
en masa. Hay terrenos de los que no
se podría desterrar el ordena­
dor, pues está hecho a su medida: no sólo la navegación espacial,
sino algo tan usual como la gestión bancaria, que controla y liquida
las cuentas, efectúa las transferencias, vende los valores, y, final­
mente, emite la correspondencia.
Así, sin cajeros automáticos ni
tarjetas de crédito -todo ello posible solamente mediante la ges-
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EL GRAN HERMANO, LA DROGA Y LA HONDA
tión informática-nuestra vida económica cotidiana padecería
un colapso.
Por definición, los ordenadores encuentran su aplicación en la
gestión de tareas repetitivas y análogas a gran escala. Las ventajas
para los administradores de todo género son evidentes. Muchos
servicios no
se pueden brindar sino con la exactitud y prontitud
automatizadas.
Para el usuario, dichas ventajas -innegables-van unidas a
la constricción que supone la rigidez de los programas: los or­
denadores, como todos
los auxiliares que ha encontrado el hombre,
desde
el caballo al carbón, nos imponen sus propias exigencias y
servidumbres. Y en
el caso de la informática, es la de ceñirse a pautas prefija­
das. Los casos excepcionales requieren ascender hasta la persona
-casi escondida-con suficiente capacidad de decisión para re­
solver al margen del sistema general informatizado, o con acceso
a los «portillos» del mismo. Tales dilaciones resultan desproporcio­
nadamente frustrantes e irritantes, pero sólo, obsérvese bien,
precisamente por comparación con la habitual celeridad que han
hecho posibles los mismos ordenadores. Y son y serán difíciles
de evitar: en
el mundo informático la flexibilidad también está
programada; no es tal, sino programación, aún más minuciosa,
de (casi) todas las eventualidades.
Otro inconveniente de los ·grandes sistemas informáticos es
el de la vulnerabilidad inherente a la concentración en que reside
su ventaja.
No hay quien no haya oído la frase «el sistema está
caído», u otra parecida, justificando la detención momentánea de
una oficina entera.
Tanto
la información en sí misma, como su vehículo impres­
cindible, el hardware o conjunto de aparatos informáticos, son
susceptibles de padecer problemas técnicos y ataques externos,
deliberados o no.
Si pensamos la situación de un particular que con su ordenador
pierde
al mismo tiempo su agenda, su contabilidad, sus escritos,
el fichero de su biblioteca o de sus discos, todas sus notas, trabajos,
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investigaciones y también juegos y aficiones, comprenderemos la
importancia de respaldar peri6dicamente todos los datos. Se ha
llegado a escribir que «la mayoría de la gente comienza a hacer
copias de seguridad después del primer desastre;
los que comienzan
a guardar copias de seguridad antes del primer fallo del hardware
o del software indudablemente perderán menos trabajo que los
que esperan a éste». Es más, incluso si dicha información no se
pierde, la avería del equipo -o la ausencia de corriente eléctrica,
y, parcialmente, de conexión telefónica-la hace temporalmente
inaccesible, por mucho que se tenga en la mano el disquete corres­
pondiente.
Un contratiempo análogo, pero en los sistemas centrales de
los grandes organismos públicos, podría alcanzar caracteres trági­
cos. Un ataque terrorista a los centros de proceso de información
podría
ser más traumático, por sus consecuencias, que uno análogo
a las vías de comunicación para vehículos. De modo que los
grandes sistemas exigen gastos adicionales en redundancias téc­
nicas y protecciones policiales.
De todos modos, los grandes sistemas informáticos, más que
al colapso informático -no imposible-, generan el temor a que
hagan factible el Gran Hermano orwelliano, el control exhausti­
vo de todos y cada uno.
Efectivamente, si se reunieran y relacionaran los datos que
cada persona contenidos en los distintos grandes sistemas hoy
existentes: información fiscal urbana y nacional, expediente aca­
démico, movimientos de las cuentas corrientes y tarjetas, informes
médicos, seguridad social, registros de la propiedad, tráfico, mul­
tas, documentaciones, reservas de viajes y hoteles, etc., se podría
reconstruir al detalle la mayor parte de la vida de cada uno. Y, si
se interfiriera en ellos, sin duda que se puede «eliminar» a al­
guien de la vida civilizada, negarle o usurparle su acreditación en
los más varios archivos, como
ha sido el argumento de alguna
película reciente.
Hay que decir, sin embargo, que tales posibilidades teóricas
chocarían con
un problema práctico. Ciertamente un equipo de
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EL GRAN HERMANO, LA DROGA Y LA HONDA
detectives puede reconstruir minuciosamente los pasos de alguien,
pero el tiempo empleado para ello entre todos suma más horas
que las del suceso investigado. Igualmente, todas
las conversa­
ciones telefónicas de
una nación podrían ser intervenidas y gra­
badas, pero para escucharlas íntegras harían falta tantas horas de
escucha como de conversación, ¿qué tamaño habría de alcanzar la
plantilla de espías?
Aun cuando se crearan programas para seleccionar las coinci­
dencias de ciertas variables, precisamente la pretensión de abarcar
y procesar tantas informaciones parciales acerca de toda la pobla­
ción, convertiría la gestión de tal volumen de datos no sólo en
onerosa en medios,
y, hoy por hoy, en tiempo, sino que la cantidad
de informes resultantes que facilitaría automáticamente sería tam­
bién ingente, requiriendo
una lectura y selección humana poste­
rior, o ·un muestreo al azar en cualquier parte del proceso. Es el
caso de la Hacienda Pública que recurre a la comprobación aleato­
ria de las declaraciones de
la renta para comprobar los datos, pese
a ser la esfera que más se presta a un control puramente numérico.
En la práctica, la represión cibernética no debería concebirse
como una vigilancia universal en tiempo real de tipo preventivo,
sino como la posibilidad de investigar sobre algunos individuos
particularmente molestos
una vez se hubieran sefialado de algún
modo. Lo cual no deja de ser sumamente
·amenazador.
La droga doméstica
Ahora bien, la gran incidencia de la revolución informática
es la del ordenador personal, potenciada luego con su intercomuni­
cación en redes, y en redes de redes, que llegan a la interconexión
mundial que llaman Internet.
Hace quince años no existía en el mundo un solo ordenador
personal. En los primeros ochenta, mientras se disefiaba el primer
Apple, aparecieron una pléyade de pequefios ordenadores que intro­
dujeron en los hogares la afición de programar y, a continuación,
los juegos de ordenador. Los Commodore, Spectrum, Atari o
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Amstrad, ya pasados, no son despreciables en absoluto. Sus posibi­
lidades y facilidad de empleo eran incluso superiores a las de los
primeros ordenadores gigantes con válvulas de los afios cuarenta.
Pero sobre todo, su introducci6n masiva a bajo precio en
los hogares
es la que ha posibilitado la reducci6n de los precios de producci6n,
y la primera «alfabetizaci6n» informática de la poblaci6n.
Ahora los ordenadores personales de todo
el mundo se han
venido a reducir a las dos gamas de Apple y los
PC compatibles
{con IBM).
Tanto para uso doméstico como para terminales se­
miinteligentes de los sistemas administrativos.
Era de justicia decir esto en favor del papel que han tenido
los videojuegos en
el desarrollo de la microinformática antes de
criticarlos.
La inmensa mayoría siguen siendo rápidos y efectistas
«matarnarcianos» para poner a prueba los reflejos, cuyo nivel de
violencia visual realista crece, aun cuando hay algunos eminente­
mente constructivos, pacíficos y de inteligencia, dignos
de ser
jugados y recomendados.
Pero, como en
el caso de la televisi6n, la informática doméstica
puede ser
más dafiina por la actitud que engendra que por su
contenido; por el «medio» en sí más que por el «mensaje».
Los juegos de ordenador son muy adictivos: c6modos, baratos,
bien presentados ... e indefinidamente repetibles; cierto, pero no
sólo ellos,
es toda la microinformática la que es adictiva.
El ordenador tienta a repetir los intentos, hasta conseguir
perfeccionar el resultado, una y otra vez. Lo saben bien las esposas
cuyos maridos trabajan -sin jugar-con ordenador: siempre han
de esperar un ccmomentito)), que luego se prolonga, para cenar. Y
es que el ordenador, con cuasi infinitas posibilidades, y siempre a
nuestra disposición, confiere una sensación de poder y alimenta
la curiosidad ilimitada y la dispersión.
En último término, la posibilidad de crear «realidades vir­
tuales» y sumir en ellos todos nuestros sentidos (materializada
ya, aunque aún tosca y muy cara)
es el último peldaiío de la evasión
de la Realidad creada por Dios, a otra de la que
el hombre es el
creador.
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EL GRAN HERMANO, LA DROGA Y LA HONDA
La afición informática en general, y sobre todo los juegos o el
curiosear
por Internet, son un nuevo vicio, una patología ya ca­
talogada
en Estados Unidos. Respecto de los ordenadores perso­
nales, como de los medios audiovisuales de comunicación, hay
que educarse en la moderación de su uso como enseña el Catecismo
de la Iglesia Católica (vid.
§§ 2496 y 2512). El Internet favorece
una actitud de «zapping» continuo entre centenas de miles de
canales. El merodeo de unos lugares a otros, guiados
por la curio­
sidad
momentánea de los enlaces que se anuncian, no enriquece
realmente
en nada nuestra cultura.
Pero hay otras características psicológicas que acompafían a la
difusión de los ordenadores personales.
La informática, estudiada desde sus nociones básicas, es instruc­
tiva
-se aprende, y además se admiran las soluciones ingenio­
sas--- y formativa.
Muy particularmente es formativa la práctica de la programa­
ción, que tiene
su arte. Programar una computadora requiere
minuciosidad, lógica, sujetarse a la disciplina rígida de la sintáxis
de
un lenguaje -o atenerse a las consecuencias-, paciencia para
descubrir y corregir errores, y sobre
todo una visión de conjunto
y bien estructurada de la realidad que se pretende informatizar.
Así dicho, en un mundo de ideas vagas, dificultades de redac­
ción y expresión, y de mal uso del lenguaje y de la ortografía,
parece que la difusión
de la informática hubiera de actuar de an­
tídoto. Desgraciadamente
no es así, por cuanto esto sucede sólo si se
trata de un estudio por sus pasos desde las nociones básicas. La
cultura informática de los meros operadores, que no precisan
-ni quieren -saber· sino lo imprescindible, y a los que los
fabricantes tienden a satisfacer con entornos «transparentes» (cuan­
do debiera decirse opacos, pues el usuario se despreocupa, igno­
rándol.os, de todos los detalles técnicos de lo que está haciendo)
conduce más bien a defectos contrarios:
a) Se extiende un nuevo analfabetismo como el que ya se
observa de quienes
no realizan una simple operación sin
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LUIS MARÍA SANDOVAL
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ayuda de la calculadora. Se está creando una seria depen­
dencia de las máquinas.
b) En cuanto a la falta de critica, extendida en esta época de
masas,
el ordenador se une como objeto de culto a lo que
ha sido la letra impresa o lo dicho por televisión. Cuando
algo «hecho por ordenador» puede ser, pese a todo, una
insigne chapuza aparatosa.
c) Lo más preocupante es como se alimenta la combinación
de pereza y sentido mágico.
Hoy en día los usuarios se
acostumbran a que se les den hechas cosas -secundarias
respecto al verdadero trabajo-que hace unos años to­
davía tenían que introducir personalmente en sus te­
clados.
La mentalidad
que se alimenta con ello es insaciable:
en vez de apreciar lo que ya
se nos da, se adopta una
actitud irascible
ante cualquier configuración que uno
haya de molestarse en adoptar, ante cualquier programa
carente, no ya de menús, sino de colores, iconos y punte­
ros por ratón. El resultado es una absoluta incapacidad
para solventar cualquier problema elemental que requie­
ra comprender la cuestión y actuar en consecuencia; que
no venga masticado.
Y como no se comprende la complejidad implícita y
las dificultades vencidas en las soluciones, se adopta una
postura mágica. Quien no distingue el directorio, el pro­
grama,
el fichero de datos o la contraseña a que reciben
el mismo nombre, ni sabe apreciar cuanto se le da, ni
qué está haciendo, ni aun sabe explicar coherentemente
sus problemas.
La informática es un arcano que no fun­
ciona y un genio que debería adivinar y cumplir por en­
cantamiento la
voluntad de su amo.
En las oficinas se pueden ver gentes que, habituadas al
arranque automático~ dicen que ef ordenador está estro­
peado cuando el sistema operativo está a la espera de que,
simplemente,
se invoque la aplicación. Se dan casos de
emplear
por comodidad hojas de cálculo como procesa-
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EL GRAN HERMANO, LA DROGA Y LA HONDA
dores de texto, y luego de no entender el por qué un pro­
grama
no hace lo que otro de género distinto.
d) Finalmente, la evasión de la realidad, ya apuntada,
se ma­
nifiesta, cuanto menos, en los hábitos sedentarios, opues­
tos al ejercicio y el frecuentamiento de la naturaleza.
e) En cambio, aunque a la larga el cibernauta se aísla del
trato social, hay que destacar el comportamiento solida­
rio,
en una actividad todavía de pioneros, de aquellos que
ya saben respecto
de los que empiezan. Existe una cierta
fraternidad esotérica en el mundo de los aficionados a los
ordenadores. Todavía
es común solicitar ayuda para con­
seguir que algo funcione y que otro aficionado te la pres­
te desinteresadamente.
De todos modos, la falta de integración lógica de nuestros
contemporáneos es independiente de la introducción de la infor­
mática, aunque resulte más llamativa la incapacidad de discurrir,
o de tener
una visión estructurada de la realidad, en los que viven
entre ordinogramas y «logical». En realidad, los expertos recono­
cen que la formación filosófica, ahora
como siempre, es la mejor
preparación para el mundo informatizado.
La honda de David
Si los dos aspectos anteriores eran sobre todo constataciones:
la informática como agente del Gran Hermano al acecho, y como
extendida droga casera, en realidad deseamos apuntar a otro as­
pecto que contiene una llamada a la acción: la microinformática
como honda de David.
La posesión de potentes ordenadores domésticos, con su cre­
ciente panoplia de periféricos, y la existencia de redes abiertas a
todos, ofrecen grandes posibilidades ... para aquellos que trabajan
en saber y, más aún, que tienen algo que decir.
Don Quijote se lamentaba (l.• parte, capítulo XXXVIII) de
que con
las armas de fuego cualquier infame y cobarde brazo pudie­
ra quitar la vida a un valeroso caballero; pero los norteamericanos,
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LUIS MARIA SANDOVAL
por el mismo motivo y con distinta perspectiva, llamaron al re­
v6lver el gran igualador: no hace falta ser particularmente fuerte
para defenderse con éxito.
Para la causa tradicional, la de la política cat6lica, la infor­
mática personal se convierte en una oportunidad adecuadísima a
su situaci6n de oposición, alejada de los grandes resortes de ri­
queza
y poder. Veámoslo.
Las ventajas de los ordenadores para la Causa contrarrevolu­
cionaria pueden resumirse en dos aspectos: beneficiosas para la
actividad individual de los contrarrevolucionarios o potenciadoras
de su acción colectiva.
La milicia cristiana, fuera de los casos excepcionales en que
exige el martirio o la cruzada,
es cotidiano ejercicio y testimonio
de caridad, con un componente permanente de predicación.
Y en
ese terreno de las ideas, y en la específica cruzada con­
trarrevolucionaria, los ordenadores personales pueden brindar a
cada uno
una contribución preciosísima. Aun en el peor de los
casos: que los «pecés», más que permitirnos ahorrar tiempo. más
bien nos permitan hacer más tareas -o más perfectas-en el
mismo tiempo.
Dos tipos de aplicaciones son cruciales para nuestro interés:
el procesamiento de textos y las bases de datos.
Para quien escribe para
el público (artículos, lecciones, con­
ferencias),
el ordenador procesando textos satisface todas las ne­
cesidades y aspiraciones, como empieza ya a ser bien sabido:
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Elimina la necesidad de ser buen mecanógrafo, pues per­
mite volver atrás a corregir errores,
y hasta puede indicar
los cometidos.
En todo momento
se puede añadir en cualquier parte
nuevo texto a lo ya escrito, incluso utilizando pasajes
enteros propios o ajenos.
Sin llegar a la agilidad de la fotocopiadora, nos propor­
ciona siempre que lo deseemos una nueva versión en
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EL GRAN HERMANO, LA DROGA Y LA HONDA
papel, corregida, actualizada y limpia, ya sea parcial o
completa.
En suma: un original en ordenador presenta simultá­
neamente
las ventajas de un borrador siempre mejorable,
y de
un original impecable a punto de entrega.
Escrito ya
el texto, las posibilidades de nuevas presenta­
ciones sobre el papel son casi infinitas, sin necesitarse
otra cosa
que solicitarlas
y esperar su impresión. De ese
modo pueden satisfacerse las solicitudes de quien nos
reclama un original en tal tamaño de letra, a tantos es­
pacios, especificando márgenes o longitud total, etc. y
más adelante otras distintas.
Y
el archivo de todo lo escrito se conserva íntegro, orde­
nado, accesible y reproducible sin límites.
Recordemos que todo esto, ya presente, era
un desideratum
imposible hace quince afios.
¿Cómo no concluir que no puede privarse a la Causa Cristia­
na, por prejuicio o pereza, de los mejores instrumentos disponibles,
pese a
las resistencias que muchos correligionarios aún presentan?
No se puede justificar el misoneísmo apelando al tradiciona­
lismo.
La informática es nueva causa de alabanza a Dios.
Pero tampoco
es concluyente el argumento de los hábitos o la
edad. Cuando
se trata de conducir un coche nadie alega que eso es
propio de camioneros; más bien se habrá de decir que si los repar­
tidores pueden
¿cómo no he de hacerlo yo? Y en el caso de la
conducción, los reflejos necesarios menguan con la edad sin que
por ello se renuncie al coche, en tanto que la escritura por ordena­
dor permite seguir
un ritmo propio, y su aprendizaje no requiere
comprender la informática,
como el conducir se hace sin saber
mecánica. Es más, no puede ser difícil para personas con hábito
intelectual. Y todavía más, si los adversarios del Reino de Dios son capaces
de aprender a usar ordenadores, ¿no seremos capaces nosotros de
aprenderlo también por Su servicio? La contraprueba de que adap-
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LUIS MARíA SANDOVAL
tarse es factible está en que todos los remisos que se han puesto a
ello están contentos, animan a los demás, y ya no renunciarían a
esa adquisición.
No insistiríamos tanto en esta cuestión, si la informatización
de cada cual, más allá de las ventajas individuales, no poseyera
otras ventajas de acción colectivas, a las que se debe cooperar y
de las que beneficiarse con creces.
Otra ventaja individual a la que aludimos es la de poder rea­
lizar consultas con
una potencia y velocidad antes impensables.
Hoy, eso cae bajo la rúbrica de
«bases de datos».
Durante siglos, el trabajo intelectual sobre las lecturas se ha
hecho de memoria, o confeccionando primero ficheros de cartuli­
nas y tomando notas de obras de consulta.
Cuanto más amplio se hacía un fichero, más fácil era que una
ficha que teníamos conciencia de haber introducido pasara desa­
percibida cuando la buscáramos, o que hubiéramos de multiplicar
cada
una para permitir después su localización a partir de temas
distintos.
Las actuales bases de datos informáticas permiten introducir
cada ficha una sola
vez, y recuperarlas rodas las veces que se busque
cualquiera de los códigos
con que se la haya marcado, y hasta
para contener una palabra o combinación de palabras (admitiendo
comodines) determinada.
Igual que
el sistema de las fichas y los cajoncitos de cartón
era siempre
el mismo, un programa de base de datos, con la misma
mecánica, puede gestionar desde la agenda
telefónica propia al
listado de la biblioteca y las materias de investigación que guste­
mos.
Con la ventaja adicional de poder imprimir, sin copiarlo de
nuevo,
el contenido de las fichas, los listados resultantes, o in­
cluir en nuestro procesador de textos los pasajes encontrados,
método muy superior al de adjuntar fotocopias. En unas concor­
dancias de la Biblia se nos remitía a una serie de pasajes que con­
sultar, en tanto que en una Biblia informática éstos se nos pre­
sentan en pantalla uno tras otro, y la búsqueda puede ser conjugada
por varias voces.
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EL GRAN HERMANO, LA DROGA Y LA HONDA
Hay que hacer constar que, en tanto que los archivos personales
de cartulinas eran intransferibles,
el soporte informático permite
su duplicación instantánea si
se desea compartirlo. Y que, por ese
principio, las bases de datos de que tratarnos no tienen por qué
ser de elaboración propia, sino compradas, cedidas o compartidas
y mejoradas.
Y a los que tienen ya ficheros voluminosos, fruto de muchos
años de labor, hay que explicarles que no
se trata ni de que aco­
metan la ímproba y prohibitiva tarea de pasarlos a ordenador,
ni
de que renuncien ya al nuevo método. Lo prudente consiste en
trabajar en paralelo, usando las nuevas técnicas en los nuevos fi­
cheros que emprendan, e incluso en
las nuevas fichas que tomen
a partir de ahora.
Con lo dicho, se puede intuir hasta que punto el militante
intelectual católico puede potenciar su trabajo particular. Pero
si
nos hemos referido a la honda de David no era para hacer publici­
dad de los fabricantes informáticos, sino para instar a una coor­
dinación para el mejor servicio de la causa común.
Sobre la base de
un mínimo de equipos, y siendo los progra­
mas iguales, la competencia que
se establece entre los resultados
(textos, bases de datos, gráficos) depende sólo de la calidad misma
de lo que
se ofrece: es decir, de su verdad, y del estudio, la prepara­
ción y
el esmero de los hombres que los han utilizado.
Y precisamente, la difusión de la informática a precios asequi­
bles hace que igual ordenador y programa tenga
un gran partido
que uno pequeño, un grupo editorial o el clásico autor autoeditor.
Y en la distribución y en la red publicitaria, aún persistiendo
diferencias, los disquetes y los módem confieren posibilidades
nuevas e impensables a los davides del pensamiento.
Ante una nueva tecnología todos parten sensiblemente igua­
lados ... si
no dudan en entrar en ella rápidamente.
Los ordenadores son aparatos eléctricos. No producen obje­
tos materiales. A lo más que llegan
es a controlar robots de produc-
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LUIS MARÍA SANDOVAL
ción industrial. En realidad, el fruto más tangible de los ordenado­
res
es la proliferación de papeles. Como ya dijimos, el gran orde­
nador está hecho a la medida de las funciones administrativas,
para gestionar archivos y emitir impresos. Igualmente, el primer
periférico de un .ordenador personal es la impresora, sin la cual
todo su fruto
se limita a crear en las pantallas dibujos y juegos.
Pues bien, hoy en día, cada poseedor de
un ordenador personal
tiene en su despacho, no una mera máquina de escribir electr6nica,
sino los elementos de una imprenta propia: comprobación orto­
gráfica, programas de dibujo y de maquetación de revistas con
todo tipo de letras, resaltes, formatos y composiciones, adquisición
e inclusión de imágenes, impresoras rápidas y en color, etc.
Esto significa que uno mismo puede convertir en hojas y fo­
lletos de propaganda, perfectamente presentados,
sus propios tex­
tos. Pero también pasárselos a otro que
se lo haga. O se puede
recibir
un original en disquetes e imprimirse y difundirse en el
lugar de destino ... si ambas personas o asociaciones están míni­
mamente informatizadas. Y la ventaja es doble: de difusión y de
coste.
En difusión, porque los ficheros de texto se reproducen a lá
perfección y en el acto: en un par de disquetes, o por una trans­
misión telefónica,
se envían rápidamente a gran distancia. Y el
coste de la impresión en papel se reparte entre los destinatarios
que hacen copias localmente, en función de la demanda, con lo
que
se evitan los problemas de inversión inmovilizada o fallida, y
de almacenamiento.
Para una empresa editorial más seria, la informatización de
todos los autores facilita los trabajos colectivos, ahorrando la
mayor parte del trabajo de refundición del original y de compo­
sición tipográfica, y no cabe descartar
la autoimpresión, adqui­
riendo impresoras de categoría algo superior a las domésticas.
También es de considerar la difusión directa en soporte in­
formático: disquetes,
CD-Rom, transferencia de ficheros telefó­
nica, etc.
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EL GRAN HERMANO, LA DROGA Y LA HONDA
En primer lugar, porque no hemos de limitar las posibilida­
des de la informática a los textos. Incluso los ordenadores domés­
ticos de hoy, con los programas adecuados y esmero, permiten
realizar presentaciones audiovisuales (auténticas películas para los
monitores de televisión), salvando nuevamente la antigua barrera
de medios técnicos y econ6micos.
Hay objetos de difusión específicamente informáticos, que no
pueden ir en ningún otro formato como pudiera ser papel o cintas
de sonido o vídeo: son
las bases de datos.
Las bases de datos son un nuevo tipo de obras de consulta, con
la ventaja de poderse facilitar siempre corregidas y actualizadas,
por voluminosas que sean,
con toda comodidad; y aún de poder
ser anotadas y completadas
por el propio usuario (1). La difusión
electrónica agrega la ventaja de salvar la barrera económica y téc­
nica, como ya hemos dicho.
Pero también hay que ponderar otros factores.
La edición in­
formática permite entrar en un nuevo mercado --o cuanto me­
nos escaparate-de acuerdo a las tendencias de nuestro mundo.
Hay que pensar que, así como a partir de la invención de la im­
prenta todo
el acervo de la cultura occidental fue trasladado de
manuscritos a impresiones, vamos a contemplar un fenómeno
análogo, perdiendo oportunidades y prestigio aquellas obras que
no estén disponibles «en ordenador». Y podemos tener la seguri­
dad de que, siendo mucho más abundante y menos homogéneo
el acervo escrito del siglo XX que el del XVI, nadie va a acometer
el traslado del papel a los discos de los textos de los maestros más
punzantes de la escuela contrarrevolucionaria, y aún del pensa­
miento tradicional a secas, si no somos sus mismos discípulos,
suscitando y apoyando iniciativas al respecto.
(1) La revista Verbo ha dado ejemplo ya, ofreciendo sus índices completos
del número 1
al presente, desde al afio pasado, de manera que se pueda localizar
cualquier trabajo por su autor, su clave temática, cualquier palabra del título,
y hasta su fecha o tamafio.
Otros amigos nuestros ofrecen ya diversos textos de consulta accesibles en
bases de datos compatibles: así, el Centro de Estudios históricos
y políticos
General Zumalacárregui.
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Fundaci\363n Speiro

LUIS MARIA SANDOVAl
En ese mismo sentido abunda la gran vaciedad de los prime­
ros
CD-Rom, donde la demostración de las capacidades del nue­
vo soporte prima sobre los contenidos, y éstos
se dirigen a cues­
tiones lo más actuales posibles.
Igual que
se vendieron antes en las tiendas informáticas que
en las librerías, los «libros electrónicos»
han sido introducidos
por nuevas empresas en lugar de por las antiguas editoriales, que
sólo ahora empiezan a entrar
en el negocio. Todo ello refuerza su
carácter de un medio de difusión de espaldas a la tradición, ten­
dencia que nos cumple (a nosotros y
no en impersonal «hay»)
invertir.
Los que hacen las nuevas enciclopedias y recopilaciones
no
incluirán a nuestros autores, sea por sintonía con la época, por
ignorancia, o por aversión de los mismos. Y a su ve:z, los nuevos
lectores potenciales
no encontrarán oferta ninguna de ellos en
los nuevos «quioscos» del pensamiento, con lo que el círculo vi­
cioso
se cerraría, precisamente cuando la capacidad de partida de
todos para exponer las ideas
en igualdad de condiciones ha me­
jorádo netamente en lo que se refiere a la producción e incluso a
la difusión y distribución (en las redes).
Ahora bien, el ingente esfuerzo de
«reedición» de nuestros
autores, que
es más bien de versión a soporte informático, se verá
compensado por la característica de «edición infinita» de un trabajo
singular. Cada vez que
se agota una edición en papel o se desea
otra distinta,
en presentación o contenido, se requiere empezar la
edición
en el cajista de imprenta.
En cambio, una vez que un texto de cualquier tamafi.o
está disponible
en un soporte informático, el reproducirlo idén­
tico a otros soportes
y máquinas, indefinidamente en cuanto
a tiempo y lugar se refiere, es algo inmediato y baratísimo, sin
mengua de calidad, y la importación a otros programas de pro­
ceso de textos o de edición
es rápida y fácil, de modo que la
edición parcial o total y la presentación
se puede adecuar a vo­
luntad. La
reedición informática de nuestros textos se puede hacer, si
es con esmero, de una vez por todas.
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Fundaci\363n Speiro

EL GRAN HERMANO, LA DROGA Y LA HONDA
De ningún modo debe interpretarse todo lo dicho como un
afirmar la sustitución del papel por las pantallas. Entenderlo así
sería deformarnos
por prejuicio. El ordenador es un «además» y
no
un «en lugar de» los libros.
Los libros de papel no van a desaparecer por múltiples motivos:
son accesibles a todos directamente, sin precisar aparatos volumi­
nosos, ni dependencia de la red eléctrica: en el autobús, el campo
o la terraza. Y para todo lo que sea leer, y no implique algo de
análisis y posterior reelaboración intelectual el ordenador es su­
perfluo e incómodo.
Existe otro motivo adicional
por el que los libros tradicionales
no pueden
ser sustituidos completamente por los soportes informá­
ticos. La capacidad de efectuar correcciones (adiciones, supresiones,
sustituciones) sobre un original informático es tan fácil, al alcance
de cualquiera, y sin dejar la menor traza, que los textos que se
difunden por estos medios pueden ser facilísimarnente interpolados
y manipulados en cualquier eslabón de la cadena, sin que
se sospe­
che lo más mínimo. De modo que la referencia a un texto impreso,
más difícil de alterar imperceptiblemente, debe existir siempre
en los textos que se distribuyan en soportes electrónicos. Y a veces
convendrá también archivar todas las distintas versiones para
identificar en un momento dado una copia y saber cuales han sido
las modificaciones ulteriores de ese archivo.
La fuerza de la unidad ... a distancia
Pero el último paso de la informática ha sido su conexión
con las telecomunicaciones, de tal modo que los ordenadores
personales nos pueden presentar datos contenidos
en otros orde­
nadores -grandes o domésticos-por medio de redes, y no
transportándolos físicamente en discos o similares.
Dicha conexión es ya antigua, pero se ha lanzado al público
como objeto de consumo cuando se ha comenzado a realizar por
medio de presentaciones gráficas efectistas (que absorben la mayor
parte de los recursos requeridos). Internet
es ya un mito popular,
aunque mal comprendido, mágico.
321
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARIA SANDOVAL
En todo el mundo, miles de empresas han colocado potentes
ordenadores -servidores---- conectados a la red telefónica y con­
tratan, a quien desee abonarse a ellos, un conjunto de servicios:
Unos servicios centrales: de mantenimiento, gestión
(como el correo electrónico) o información (según el
interés o actividad de cada una de dichas empresas
proveedoras,
puede ofrecer determinada información
específica aparte de la que puedan introducir los distintos
abonados).
Otros de acceso común en red: cada usuario individual
puede contratar (con cuota diferenciada de la de consulta)
el exponer determinado material (de distinta índole,
tamafio y duración, siempre revisable) a los demás usua­
rios que acceden para ver lo que se ofrece.
Y otro de acceso mundial: el abonado de una red puede
a través de ella penetrar
en todas las demás interconecta­
das del
mundo, y consultar las «páginas» y ficheros de
los abonados de todas ellas, o enviar sus opiniones o
pedidos comerciales, pagando solamente la tasa de co­
nexión a su propia red y
el coste de la llamada telefóni­
ca hasta
el ordenador de su proveedor, quien carga con
el coste de las conexiones con los demás ordenadores
servidores.
A esta interconexión mundial de redes independientes entre
sí, privadas y públicas, pero técnicamente compatibles,
es a lo
que se llama Internet. Que no es tanto una institución, sino un
concepto o un lugar («ciberespacio») de encuentro, como puede
ser
un mercado espontáneo que surge del acuerdo de vendedores
y clientes de concurrir a
una misma plaza y hora para beneficio
de todos.
Las posibilidades de
Internet son inabarcables, porque crece
sola. Se dice que
en Internet hay de todo. Pero en realidad, aun
cuanto haya más de lo que nunca podrá un sujeto conocer, posee
322
Fundaci\363n Speiro

EL GRAN HERMANO, LA DROGA Y LA HONDA
un doble límite que hay que tener muy presente: no hay nada
que
no haya elaborado e introducido alguien primero; y, aun en
el caso de que exista, hace falta encontrar a quien lo ofrece.
Internet adolece de exceso de ofertas, muchas de ellas triviales
o repetidas, y en absoluto jerarquizadas. Si no se conoce a que
dirección dirigirse para encontrar lo que interesa, se pierde un
tiempo incalculable en localizarlo. Es el máximo exponente de la
desinformación por exceso.
No existe un listín de abonados (se habla ya de decenas de
millones) de Internet porque
no existe un proveedor único, sino
miles, que desaparecen o se incorporan.
Cada dirección ofrece «puertas» a otras direcciones que juzga
análogas o de interés (en la medida en que las conoce). La multi­
plicación de posibilidades
que explorar alienta la dispersión de
los más, y puede ser una trampa también para-quien busca con
un fin determinado pero es perfeccionista. Mientras que el afi­
cionado meramente curioso, que se conecta como quien sale de
tiendas o va
al Rastro «a ver que cae», congestiona la red igual
que si una autopista se empleara
como paseo.
En la propia red existen índices
para orientarse ... que son frutos
de iniciativas privadas y obedecen a criterios particulares. Religión,
filosofía y política son
en ellos apartados secundarios y clasificados
por legos, y, en todo caso, con criterios cuanto menos ambiental­
mente deudores de la Revolución.
Aun cuando
la libertad en Internet ha sidó hasta ahora absoluta,
con amplios volúmenes circulantes de contracultura, pornografía,
instrucciones terroristas, etc., no por ello se debe pensar que no
hay censura (y los estados ya piensan en establecer un control de
los contenidos, aunque presente graves dificultades), pues en reali­
dad hay múltiples censuras: no ser incluido en un índice, o serlo
en un apartado arbitrario, puede significar no ser encontrado por
quienes se desearía, pese a estar en el escaparate mundial de
Internet. Tampoco se debe omitir que hay que precaverse de conexiones
dañinas: virus, «hackers», etc., pero bastará tomar en su momento
las precauciones oportunas.
323
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARIA SANDOVAL
Pese al riesgo de «censura», que sólo se podrá contrarrestar
introduciéndose rápidamente para gozar de una posición adquiri­
da, las ventajas de entrar en Internet, como «consumidores» o «pro­
veedores», confirma decisivamente
el papel de la informática como
honda de David.
324
• La más lejana y especializada información puede estar ac­
cesible, sin intermediarios y en el acto. La información
que está en la red lo está para todos por igual, con lo que
la diferencia estará
en quien sepa procurársela y analizar­
la. Así, conectando con el Vaticano se puede consultar
L 'Osservatore Romano.
• El correo electrónico permite agilizar las comunicaciones
con los correligionarios en rapidez, economía
y volumen.
La factura de leer un folio por teléfono es mayor que la del
envío electrónico de
un libro entero o una foto.
• Publicitariamente, mediante las hojas «webb»,
se nos per­
mite hacer llegar nuestras ideas a todo
el que vea el nombre
de
un apartado y le llame la atención. Que le atraiga o le
repugne a priori seguirá siendo otra cosa, pero desaparece
el problema de llegar a los que simpatizan o simpatizarían
(siempre y cuando sean usuarios de Internet). Evidente­
mente, subsistirá la diferencia
por la publicidad previa
y externa a la red: hay nombres conocidos y otros no lo
son.
Pero el mensaje de un partido chico puede estar más
cuidado y ofrecer más que
el de uno grande. Lo mismo
pasa con
las organizaciones apostólicas y las sectas. Origi­
nalidad, atención y trabajo deciden. Y aunque
se suelen
contratar
por dinero, con amor y abnegación se puede
competir en esos terrenos sin que el menor presupuesto
disponible sea decisivo.
En las redes, la «tirada» de la publicidad de todos
es
potencialmente la misma, y al mismo coste. Lo cual es
más de cuanto se podía soñar en el dominio de la difu­
sión en papel o vídeo.
Fundaci\363n Speiro

EL GRAN HERMANO, LA DROGA Y LA HONDA
• Y se puede entrar libremente en debates para hacer valer
razones nunca oídas. Porque existen innumerables inicia­
tivas de foros (newsgroups) -además de los «buzones»
de cada página-para los opinantes. Que equivalen a sec­
ciones de Cartas al Director con inserción segura y sin
límite de extensión o réplicas.
Con ocasión de las tertulias radiofónicas o los debates
televisados mucbos pensábamos
«si al menos nos escu­
charan a nosotros también», ahora, cuando
el foro infor­
mático existe, no
es honesto quejarse de que la posibili­
dad requiere mucho esfuerzo y
el fruto es aleatorio.
Son
un magnífico terreno de testimonio, publicidad de
actividades, apologética, y terreno de pruebas para escritores.
Cruzada en la red
De todos modos, se pueden gozar de los beneficios de Inter­
net sin sus inconvenientes si no se empieza la casa por el tejado
ni se actúa inconexamente.
El fruto de estas reflexiones no pretende ser divulgativo, sino
militante.
Nunca hemos querido exponer el Derecho Público
Cristiano por mero afán de saber, ni por entretenimiento, sino
para promover el Reinado Social de Cristo. Y a ese fin, la infor­
mática debe ser movilizada como un arma poderosa más.
Hay que tener muy claro el por qué es preciso hacer un es­
fuerzo para incorporarse al apostolado social católico en las redes
informáticas.
Porque no podemos quedarnos atrás en un campo, abandonán­
dolo al enemigo, cuando ese medio, además de conferir prestigio
y facilitar la publicidad, ofrece muchas otras ventajas.
Muchos cristianos de otras lenguas ya están en la tarea. Y el
Papa no solo ha ensalzado la informática desde hace tiempo (2),
(2) El Decreto conciliar lnter mirifica sienta como principio «el derecho
natural de
la Iglesia a usar y poseer todos los instrumentos de este orden en
325
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARIA SANDOVAL
cuanto sean necesarios o útiles para la educación cnsuana de las almas
y su salvación»
(§ 3) y reitera la necesidad de crear medios católicos y el de­
ber de todos los fieles de leer, difundir, sostener y auxiliar la prensa católica
(§§ 14 y 17). Afirmaciones todas extensibles al apostolado en los medios
cibernéticos, que merecen más
aún que los audiovisuales d apelativo de «miri­
fica».
La exhortación postsinodal Christifideles laici (1988) al tratar de la nueva
evangelización
-necesaria porque ha habido una descristianización, daro­
en especial de la cultura, afirma que los instrumentos privilegiados para su
creación y transmisión son los medios
de comunicación social y que, en esa
«nueva frontera
de la misión de la Iglesia», «debe ser anunciado el evangelio
que salva» mediante iniciativas a las que se reconozca todo su valor y se les
apoye
con los más adecuados recursos materiales, intelectuales y pastorales
(§ 44). Todo lo cual es aplicable a la novísima frontera informática, como lo es
la referencia a los «nuevos areópagos» de la misión en Redemptoris missío ( 1990)
§
37, o en Tertio millennio adveniente (1994) § 57.
Como muestra de que esta novísima frontera no lo es tanto para la ata­
laya del Vaticano,
reproducimos dos párrafos del Mensaje de Juan Pa­
blo II para la XXIV Jornada Mundial para las Comunicaciones Sociales (27-
V-1990):
«Con la llegada de las telecomunicaciones informáticas y de los sistemas de
participación informática, a la Iglesia se le ofrecen nuevos medios para llevar a
cabo su misión.
Métodos para facilitar la comunicación y el diálogo entre sus
propios miembros
puedenJ'ortalecer los vínculos de unidad entre los mismos.
El acceso inmediato a la información le
da a la Iglesia la posibilidad de ahondar
en su diálogo con el mundo contemporáneo. En d marco de la nueva «cultura
informática», la Iglesia tiene más facilidades para informar al
mundo acerca de
sus creencias y explicar los motivos de sus posturas sobre cualquier problema o
acontecimiento concretos.
También puede escuchar con más claridad la voz
de la
opinión pública y estar en el centro de una discusión continua con el
mundo, comprometiéndose así a sí misma más inmediatamente en la búsque­
da común por resolver los problemas más urgentes de la humanidad (cf. Com­
munio et progressio, 144 sigs.).»
«Sin duda, tenemos que estar agradecidos por la nueva tecnología que nos
permite almacenar información
en amplias memorias artificiales creadas por el
hombre, facilitándonos así un acceso extenso e instantáneo al conocimiento
que
es nuestra herencia humana, a la ensefianza y tradición de la Iglesia, a las
palabras
de la Sagrada Escritura, a los consejos de los grandes maestros de
espiritualidad, a la historia y tradiciones de las Iglesias locales, órdenes religio­
sas e institutos seculares, así
como a las ideas y experiencias de los precursores
e innovadores cuya intuición lleva
un testimonio constante de la fiel presencia
en nuestro medio de un Padre amoroso que saca de sus arcas lo nuevo y lo
viejo (cf.
Mt 13,52).,
326
Fundaci\363n Speiro

EL GRAN HERMANO, LA DROGA Y LA HONDA
sino que da ejemplo al respecto instalando una página en Inter­
net (3).
Las ventajas particulares del trabajo con ordenadores
se pue­
den resumir así:
• Hay tareas de estudio y difusión que, por su envergadura o
naturaleza, sólo
se pueden acometer con ayuda del orde­
nador.

Hay gentes que sólo son accesibles mediante la informática.
El perfil típico del aficionado a la informática y del
navegante por Internet es el de un varón joven con un
nivel de instrucción más bien alto: un objetivo de primer
orden al que se abre una nueva puerta de acceso.
Desde luego, todas las instituciones grandes y pequeñas
-hasta escuelas y parroquias-van a tener acceso a Inter­
net y correo electrónico a corto plazo. Por lo tanto es un
medio para acceder a los dirigentes sociales y dejarse ver
de ellos.
Y el acceso anónimo por la red ayuda a vencer otras
barreras
de prevención.
Todo lo cual no debe entenderse como si fuera la pana­
cea definitiva, pues
mucha otra gente no será accesible
por esta vía.
• Y, especialmente, el trabajo ante el teclado permite
una valiosa acción apostólica a quienes no les es posible orra.
La red informática permite que las personas geográfica­
mente aisladas no se sientan solas y puedan influir en el
(3) La dirección en la red es: http://www. vatican. va, que no debe confundir­
se con otras iniciativas,
también católicas e incluso más conocidas, como http:!
lwww.christusrex.org
-noneamericana-o http://www.iglesia.org -hispáni­
ca-pero no oficiales.
La dirección espafiola
de unos amigos nuestros http://www.catolicos-es.com
se propone incluir el contenido de cada número de nuestra revista Verbo junto
con muchos otros textos en español de interés para los católicos, y especialmente
referentes a la
Doctrina Social Católica.
327
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARÍA SANDOVAL
resto del mundo; que los méritos tengan un camino para
salir a la luz; y que, incluso
las personas de buena voluntad
menos cualificadas puedan unirse a la tarea colaborando
en el necesario trabajo de introducir textos en la red.
• Econ6micarnente, las necesidades de la difusión en soporte
informático son particularmente baratas y flexibles.
Un buen equipo es asequible como no lo sería un estu­
dio de radio o de producción de vídeos.
Cualquier edición puede ser realizada
por partes, dosi­
ficando
el gasto y sin problemas de arriesgar tiradas o de
almacenamiento como las tradicionales.
Existe una particularidad más. La mayor parte del tra­
bajo remunerado puede ser encargada a correligionarios
en sus propios domicilios: los encargados de introducir
textos, desde estudiantes a parados y jubilados, con lo que
el dinero no va a parar a mercenarios ajenos, sino que «se
queda en casa» con la certeza de estar ayudando a quien
lo puede necesitar.
Conscientes de la utilidad, conveniencia
y relativa necesidad,
es necesario orientar acerca de lo que puede hacer cada uno:
328
1. Si alguno no es capaz de vencer sus prejuicios particulares
al respecto, porque no todas las vocaciones son para todos,
sí debe evitar obstruir o desanimar las posibilidades reales
de este apostolado, exteriorizando
una repugnancia real
o afectada que resulte destructiva.
2. Caer en la cuenta de que las redes informáticas existen
desde el momento
en que existe una compatibilidad uni­
versal de ordenadores. La difusión de disquetes, que
se
reproducirán prácticamente solos, es el primer escalón de
esta tarea: realizar una obra generosa de difusión de dis­
quetes con textos clásicos y de actualidad.
3. S6lo después debe plantearse la participación en las redes
establecidas mediante los cables del teléfono: Internet.
Que posee una doble dimensión:
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EL GRAN HERMANO, LA DROGA Y LA HONDA
Para los propios, agilizando comunicaciones y compar­
tiendo recursos: agenda, crónicas, textos clásicos, artícu­
los de actualidad-y publicaciones enteras-, revista de
prensa, bibliografías, críticas de libros, o cuantos trabajos
monográficos de amigos
se vayan ofreciendo. Todo ello
es posible, falta hacerlo y ampliarlo poco a poco.
Moviéndose
dentro de las posibilidades del correo
electrónico
se mantiene la privacidad del grupo y el re­
sulrado equivale, casi, a
un foro de debates.
Y siempre cabe la posibilidad de separar, mediante
contraseñas, las informaciones de acceso público de
aquellas -convocatorias, direcciones físicas e informá­
ticas o debates-reservadas a los amigos previamente
identificados.
Para los desconocidos, como otra forma de propaganda
genérica, que tiene la particularidad de permitir conectar
en el acto con los afines interesados y permitirnos pre­
sentarnos con los matices deseados a los aún lejanos. Y
también participar en plano de igualdad en los debates
del areópago mundial de los grupos de noticias, en de­
fensa de la verdad y para orientación de los que necesi­
tan oírla sin recibirla de nadie.
En este terreno sí es precisa una concertación de esfuer­
zos para evitar la duplicidad de los mismos, permitien­
do
el medio, perfectamente, salvaguardar las diferen­
cias de los asociados.
4. En cualquier caso, ya sea una difusión por discos o
Internet, es evidente que es preciso alimentar las redes
-cuya capacidad de consumo es enorme-de buenos
textos. Por ello:
Debemos tomar un propósito serio para que todo cuanto
escribamos nuevo desde ahora se realice directamente
en soporte informático.
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Fundaci\363n Speiro

LUIS MARIA SANDOVAL
Y debemos (nosotros, nada de «hay que») acometer la
tarea de trasladar a ese soporte los escritos cat6licos, par­
ticularmente los que de otro modo nadie trasladará.
Conviene repetir que para ello basta disponer del uso
de un ordenador
-que ni siquiera ha de ser propio ni
moderno-, de horas sueltas, y el esfuerzo y esmero que
inspiran el actuar por la Ciudad Católica.
Tres son los grados en
que cada cual puede participar en es­
tas tareas:
La primera, produciendo y ofreciendo programas y archi­
vos. Es la más importante, pero exige cierta cualificaci6n,
aunque no de todos. No se exige lo mismo para el man­
tenimiento técnico de ficheros, programas y redes
(informáticos), o para la aportación periódica de material
(escritores y periodistas), que pata
el simple traslado de
material ajeno a soporte informático.
La segunda, brindando el número preciso -eco y de­
manda-que arrope las iniciativas con sólo beneficiarse
de ellas.
No exige sino adquirir unos conocimientos de
mero usuario y ampliar el parque de microcomputadores
entre nuestros amigos.
Y la tercera, a falta de las otras dos, aportando dinero
para poner en
marcha y mantener los proyectos que va­
yan siendo presentados; o patrocinando
el traslado de
un texto concreto.
Cualquiera de esas participaciones tendrá un fruto multipli­
cado cuyo eco no se detiene.
Pero desde luego, debe constituir un reproche para los católicos
el no ser capaces de emplear pata gloria de Dios los mismos medios
(técnicos, no morales) que
los hijos de las tinieblas movilizan contra
Él y su Ungido.
Como dijera Nocedal hace un siglo, «Pongamos siquiera, en
defender la Soberanía Social
de Jesucristo, el celo que sus enemigos
ponen para destruirla».
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