Índice de contenidos
Número 435-436
Serie XLIII
- Textos Pontificios
-
Estudios
-
Ley injusta y conciencia cristiana
-
Los noventa años de Alberto Wagner de Reyna
-
Bases para un enfoque iberoamericano del mundo actual
-
Las comunidades y sociedades humanas
-
El domingo, último bastión de la Cristiandad
-
Cambio climático, calentamiento global, efecto invernadero. Exageración-error-impostura
-
El problema del constitucionalismo después del estado moderno
-
Autarquía, soberanía y fuentes del derecho
-
- Crónicas
-
Información bibliográfica
-
Pío Moa: Los mitos de la guerra civil
-
Enrique Moradiellos: Los mitos de la guerra civil
-
Pío Moa: Los crímenes de la guerra civil y otras polémicas
-
Pedro Miguel Lamet: Como lámpara encendida
-
Guillermo Herrero Maté: Liberalismo y milicia nacional en Pamplona durante el siglo XIX
-
Amadeo de Fuenmayor: La inspiración cristiana de las leyes (Para una pedagogía del inconformismo ambiental)
-
Pío Moa: Contra la mentira. Guerra civil, izquierda, nacionalistas y jacobinos
-
Autores
2005
Discurso de Eva María Sánchez
CRÓNICAS
DISCURSO DE EVA MARÍA SÁNCHEZ
Como fuente perpetua de inagotables placeres surges de nues
tra mente, te
vfertes en nuestra alma, teñida de buenas nuevas,
de goces efímeros. Siempre
nueva y siempre antigua, hoy lucha
mos porque si alguna vez nos inclinamos hacia ti,. Patria nuestra,
fue por querer descubrir en
tu alma solemne y vetusta, trazos de
la nuestra,
ya perdida por su forma humana y asomándonos a
la tuya, divina,. creemos encontrar en
ella trazos de melancolía,
amor y soledad de aquellos que Dios se dfjó en la creadón del
mundo. Hoy luchamos con el
alma sobrecogida por las infandas con
secuencias de
una posible derrota contra el miedo, el olvido o la
desesperanza, que
nos. consumen como el tiempo. se consume
entre las paredes de
una vifja estación esperando un tren que ya
no. ha de volver a pasar. Hoy amamos más si cabe aún a una
Patria chantajeada, ultrajada, v,jada, asesinada, que duerme
con el amargo sopor de aquél que se sabe durmiente de
un sueño
del que puede
no volver a despertar. Hoy amamos a la Patria con
el
amor que produce ver a la madre sufridora, al soldado caído o
al amante eterno. La amamos.
Pero hoy, todavía, hemos de tomar exacta conciencia de la
gravedad de los males que la
aqufjan, de los males que, en dell
nitiva, asolan nuestras almas. Quizá, todavía muchos
no haya
mos enfrentado
tan ingrata y desagradable tarea por un. pavor
mortal a los insondables abismos a los que habremos de
asomar'
nos, por un horror atrpz a (!flfrentarnos a las garras del mal, por
un pánico cerval a bordear el abismo sin caer en él,· a rozar las
garras del
bfblico Asmodeo sin llevar finalmente en nuestros.cuer
pos y en
nuestras almas las huellas de tan desigual y terrible
lucha. Porque
Jo que verdaderamente se oculta en el trasfondo de
la actual situación
por.la que atravesamos es una lucha. descare
nada, una lucha Sin cuartel entre las fueIZas del Mal y del Bien.
Sí, la eterna lucha que el hombre, desde el principio de los tiem
pos, ha venido luchando contra las tinieblas y de la que nuestro
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CRÓNICAS
Patrono San Fernando es siempre un eyemplo a seguir, muy espe
cialmente en
estos sombríos tiempos que nos ha tocado vivir.
Pero
hoy tenemos miedo, miedo al qué dirán, miedo a cómo
nos juzgarán, miedo a qué será de nosotros. Todos los que estamos
sentados en
esta sala hemos escogido unos caminos en fa vida que
distan
mucho de aqueJJos que nos podrían conducir a la simplici
dad y a la tranquJJidad de una vida sin complicaciones. Frente al
pasotismo general, nos hemos negado a ver pasar la vida sin más,
nos hemos negado a ser pobres peleles en
una compfJ.['Sa que no es
nada más que sedimento de destrucción y de muerte segur.a al
flnaf de la vida mortal. Hemos querido sentir en nµestras vidas el
dulce regusto anticipado de
fa vida eterna que ya se nos ha rega
lado, en contraste con
fa vida mortaly el singular momento histó
rico presente. Vamos caminando, entre
Jo dulce y Jo amargo, entre
lljOmentos intemporales
que nuestra propia vida mortal
nos ofrece
y
la eterna intemporalidad por nosotros siempre anhelada y desde
tiempos primigenios e inmortales prevenida.
Vamos caminando
por una vida que muchas veces nos resuf:
ta especialmente extraña y en fa que todos permanentemente
inquirimos el Jugar que estamos Jfamados a ocupar: Marchamos
en
una búsqueda constante del Jugar que, el Dios que nos imagi
nó antes de que todo fuera, dispuso desde siempre para nosotros.
Pero
fa suavidad de esta búsqueda se toma en ocasiones dureza
cuando olvidamos que a fa Provide11cia debe seguirla pasión en
fa lucha y que a la fucha apasionada debe suceder la sencilla
aceptación de los caminos de
Dios. Y es que fa aceptación de la
voluntad del Dios providente en nuestras vidas se toma especial
mente urgente en las especiafísimas circunstancias a las que nos
vemos abocados. Esta aceptación ha de ser total, s!fl reserva ni
mir.amiento alguno que fa pudieran empañar; fa urgencia. en fa
que se haJJa fa Patria así Jo demanda, el enemigo que antes per,
manecfa inca11sable al acecho ha alcanzado el poder de una
forma que no admite más calificativo que el de "demoníaca", y el
demonio inspira
ya descaradamente todos sus actos, pretendien
do sometemos fa Bestia a sus maléficos plaries sin miramiento ni
dique de contención alguno. Solo 11osotros, ante fa Bestia, solo
nosotros, pero nosotros con. San Ftir11aJldo, nosotros coh Dios.
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CRÓNICAS
En nuestra humanidad pretendemos alzarnos por encima de
nuestras limitaciones,
llevar,do a cabo una lucha perpetua con
tra las mismas, pero
en la lucha caemos constantemente presas de
nuestra propia naturaleza y apresados, sobre todo, por nuestra
soberbia.
En nuestro afán por ser mejores, por ser los mejores.por
distinguirnos de
Jo que nos rodea, no tenemos presente a Aquel
que debe ser la principal referencia en nuestras vidas, sino a una
soberbia enorme que nos hace, en numerosas ocasiones, mirar
por encima del hombro a nuestros propios hermanos, creyéndo
nos meyores simplemente por querer ser diferentes. Cómo siempre,
encontrar el justo medio entre la
natural diferencia que precisa
mente el mismo Dios nos ha podido dar y el hecho de que todas
nuestras actuaciones y nuestras personas se hallen indisoluble
mente unidas a Cristo, teniéndole a Él, y solo a Él, como amanti
sima referencia en nuestras vidas, es algo realmente complicado
pero
a Jo que continuamente estamos llamados para evitar que el
mal se haga presente en nuestras vidas en forma de la siempre
recurrente
yfácil soberbia. S6lo si tomamos exacta conciencia de
nuestras responsabilidades,· cumpliéndolas flel y
puntualmente, y
evitando siempre
la sin par perfldia del mal que, a través de la
soberbia, pretende sellar de manera deflnitiva las obras del Bien,
nuestras obras obtendrán
la _bendición· divina marcando signos
indelebles sobre. el discurrir.de los tiempos. ·
Pero para estar prontos
y preparados para ]a lucha no sólo
deberfamos tener presente
una humilde aceptación de los CE;JilJi
nos de Dios, sino tambiéil un benéfico retorno ·a nuestras raíces.
Volver a sentir la emoción de redescubrir una tierra y unos ante.
pasados
mil veces amados, mil veces sentidos, pero siempre de
diferente forma y manera. Una tierra siempre
nueva y siempre
antigua,
un sentimiento siempre pretérito y siempre actual, un
amor siempre presente y siempre eterno. Volver a la tierra que
desde siempre
nos soñó y sentir el Amor del que, aceptándote tal
como eres, no te pide nada a cambio porque sabe también de tu
Amor. Volver a la tierra que desde siempre nos imaginó y sentir
también
la alegría que ella siente por el que vuelve y]a tristeza
por el que se va. Volver a nuestros antepasados y amarlos porque
forman
ya parte de nuestros recuerdos, de Jo mucho o poco que
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CRÓNICAS
sarrios. Perdernos_en nuestras rafees para volver a encontrarnos,
dilucidando los tiempos y las horas, elucidando nuestra propia
historia.
Una pulsión del corazón que nos hace amar sin pedir nada
a cambio, una razón de Amor, que nos llevará a estar siempre
ahí, caminando hacia los brazos de Cristo y de la Virgen, Nuestra
Señora. Mientras tanto quién sabe hacia dónde la noche
nos
lleva, quién· puede decir qué nos depara la aurora, quién sabe si
habrá
im nuevo amanecer para nuestra Patria. Mientras tanto,
sólo
Dios. Pero, mientras tanto, nosotros humanos, aquí, en nues
tra querida Ciudad católica, hemos de velar a la vida, para
que
viva quede en la muerte.
DISCURSO DE FERNANDO. CLARO
El historiador del siglo m Hernán Pérez de Guzmán,. en un
delicioso castellano antiguo, describe así el sepulcro de San
Fernando en la Catedral de
Seyi.Jla, "e tiene en .la cabeza el Rey
don Femando tma corona de oro de tales piedras preciosas del
tamaño de
una nuez, e tiene en la m;¡no derecha una espada, que
dicen es de gran virtud, con la cual ganó a Sevilla, la cual espa
da tiene por atrás uh rubí, que es tamaño como_ un güeboi en la
cruz de la espada una esmeralda muy verde".
· En el marco incomparable de la Capilla Real de la Catedral
de
Sevilla. Jo primero con que nos encontramos es con la Virgen
de los
Reyes, patrona de Sevilla y de su archidiócesis. Allí, a sus
pies,
es donde._se encuentra el sepulcro del Santo rey.
La imagen de la Virgen de los Reyes constituye el máximo
exponente de la religiosidad de un pueblo, que en su marianismo
cifra su orgullo, como
una de las principales razones de su sentir .
sevillano.
Virgen Madre nos sonríe, mostrando al Niño Dios sobre sus
rodlllas; Virgen Reina,
nos atrae con su sencilla majestad.
· Como en otras veneradas imágenes españolas un halo Íegen
dario envuelve los principios de su culto.
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DISCURSO DE EVA MARÍA SÁNCHEZ
Como fuente perpetua de inagotables placeres surges de nues
tra mente, te
vfertes en nuestra alma, teñida de buenas nuevas,
de goces efímeros. Siempre
nueva y siempre antigua, hoy lucha
mos porque si alguna vez nos inclinamos hacia ti,. Patria nuestra,
fue por querer descubrir en
tu alma solemne y vetusta, trazos de
la nuestra,
ya perdida por su forma humana y asomándonos a
la tuya, divina,. creemos encontrar en
ella trazos de melancolía,
amor y soledad de aquellos que Dios se dfjó en la creadón del
mundo. Hoy luchamos con el
alma sobrecogida por las infandas con
secuencias de
una posible derrota contra el miedo, el olvido o la
desesperanza, que
nos. consumen como el tiempo. se consume
entre las paredes de
una vifja estación esperando un tren que ya
no. ha de volver a pasar. Hoy amamos más si cabe aún a una
Patria chantajeada, ultrajada, v,jada, asesinada, que duerme
con el amargo sopor de aquél que se sabe durmiente de
un sueño
del que puede
no volver a despertar. Hoy amamos a la Patria con
el
amor que produce ver a la madre sufridora, al soldado caído o
al amante eterno. La amamos.
Pero hoy, todavía, hemos de tomar exacta conciencia de la
gravedad de los males que la
aqufjan, de los males que, en dell
nitiva, asolan nuestras almas. Quizá, todavía muchos
no haya
mos enfrentado
tan ingrata y desagradable tarea por un. pavor
mortal a los insondables abismos a los que habremos de
asomar'
nos, por un horror atrpz a (!flfrentarnos a las garras del mal, por
un pánico cerval a bordear el abismo sin caer en él,· a rozar las
garras del
bfblico Asmodeo sin llevar finalmente en nuestros.cuer
pos y en
nuestras almas las huellas de tan desigual y terrible
lucha. Porque
Jo que verdaderamente se oculta en el trasfondo de
la actual situación
por.la que atravesamos es una lucha. descare
nada, una lucha Sin cuartel entre las fueIZas del Mal y del Bien.
Sí, la eterna lucha que el hombre, desde el principio de los tiem
pos, ha venido luchando contra las tinieblas y de la que nuestro
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Patrono San Fernando es siempre un eyemplo a seguir, muy espe
cialmente en
estos sombríos tiempos que nos ha tocado vivir.
Pero
hoy tenemos miedo, miedo al qué dirán, miedo a cómo
nos juzgarán, miedo a qué será de nosotros. Todos los que estamos
sentados en
esta sala hemos escogido unos caminos en fa vida que
distan
mucho de aqueJJos que nos podrían conducir a la simplici
dad y a la tranquJJidad de una vida sin complicaciones. Frente al
pasotismo general, nos hemos negado a ver pasar la vida sin más,
nos hemos negado a ser pobres peleles en
una compfJ.['Sa que no es
nada más que sedimento de destrucción y de muerte segur.a al
flnaf de la vida mortal. Hemos querido sentir en nµestras vidas el
dulce regusto anticipado de
fa vida eterna que ya se nos ha rega
lado, en contraste con
fa vida mortaly el singular momento histó
rico presente. Vamos caminando, entre
Jo dulce y Jo amargo, entre
lljOmentos intemporales
que nuestra propia vida mortal
nos ofrece
y
la eterna intemporalidad por nosotros siempre anhelada y desde
tiempos primigenios e inmortales prevenida.
Vamos caminando
por una vida que muchas veces nos resuf:
ta especialmente extraña y en fa que todos permanentemente
inquirimos el Jugar que estamos Jfamados a ocupar: Marchamos
en
una búsqueda constante del Jugar que, el Dios que nos imagi
nó antes de que todo fuera, dispuso desde siempre para nosotros.
Pero
fa suavidad de esta búsqueda se toma en ocasiones dureza
cuando olvidamos que a fa Provide11cia debe seguirla pasión en
fa lucha y que a la fucha apasionada debe suceder la sencilla
aceptación de los caminos de
Dios. Y es que fa aceptación de la
voluntad del Dios providente en nuestras vidas se toma especial
mente urgente en las especiafísimas circunstancias a las que nos
vemos abocados. Esta aceptación ha de ser total, s!fl reserva ni
mir.amiento alguno que fa pudieran empañar; fa urgencia. en fa
que se haJJa fa Patria así Jo demanda, el enemigo que antes per,
manecfa inca11sable al acecho ha alcanzado el poder de una
forma que no admite más calificativo que el de "demoníaca", y el
demonio inspira
ya descaradamente todos sus actos, pretendien
do sometemos fa Bestia a sus maléficos plaries sin miramiento ni
dique de contención alguno. Solo 11osotros, ante fa Bestia, solo
nosotros, pero nosotros con. San Ftir11aJldo, nosotros coh Dios.
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En nuestra humanidad pretendemos alzarnos por encima de
nuestras limitaciones,
llevar,do a cabo una lucha perpetua con
tra las mismas, pero
en la lucha caemos constantemente presas de
nuestra propia naturaleza y apresados, sobre todo, por nuestra
soberbia.
En nuestro afán por ser mejores, por ser los mejores.por
distinguirnos de
Jo que nos rodea, no tenemos presente a Aquel
que debe ser la principal referencia en nuestras vidas, sino a una
soberbia enorme que nos hace, en numerosas ocasiones, mirar
por encima del hombro a nuestros propios hermanos, creyéndo
nos meyores simplemente por querer ser diferentes. Cómo siempre,
encontrar el justo medio entre la
natural diferencia que precisa
mente el mismo Dios nos ha podido dar y el hecho de que todas
nuestras actuaciones y nuestras personas se hallen indisoluble
mente unidas a Cristo, teniéndole a Él, y solo a Él, como amanti
sima referencia en nuestras vidas, es algo realmente complicado
pero
a Jo que continuamente estamos llamados para evitar que el
mal se haga presente en nuestras vidas en forma de la siempre
recurrente
yfácil soberbia. S6lo si tomamos exacta conciencia de
nuestras responsabilidades,· cumpliéndolas flel y
puntualmente, y
evitando siempre
la sin par perfldia del mal que, a través de la
soberbia, pretende sellar de manera deflnitiva las obras del Bien,
nuestras obras obtendrán
la _bendición· divina marcando signos
indelebles sobre. el discurrir.de los tiempos. ·
Pero para estar prontos
y preparados para ]a lucha no sólo
deberfamos tener presente
una humilde aceptación de los CE;JilJi
nos de Dios, sino tambiéil un benéfico retorno ·a nuestras raíces.
Volver a sentir la emoción de redescubrir una tierra y unos ante.
pasados
mil veces amados, mil veces sentidos, pero siempre de
diferente forma y manera. Una tierra siempre
nueva y siempre
antigua,
un sentimiento siempre pretérito y siempre actual, un
amor siempre presente y siempre eterno. Volver a la tierra que
desde siempre
nos soñó y sentir el Amor del que, aceptándote tal
como eres, no te pide nada a cambio porque sabe también de tu
Amor. Volver a la tierra que desde siempre nos imaginó y sentir
también
la alegría que ella siente por el que vuelve y]a tristeza
por el que se va. Volver a nuestros antepasados y amarlos porque
forman
ya parte de nuestros recuerdos, de Jo mucho o poco que
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sarrios. Perdernos_en nuestras rafees para volver a encontrarnos,
dilucidando los tiempos y las horas, elucidando nuestra propia
historia.
Una pulsión del corazón que nos hace amar sin pedir nada
a cambio, una razón de Amor, que nos llevará a estar siempre
ahí, caminando hacia los brazos de Cristo y de la Virgen, Nuestra
Señora. Mientras tanto quién sabe hacia dónde la noche
nos
lleva, quién· puede decir qué nos depara la aurora, quién sabe si
habrá
im nuevo amanecer para nuestra Patria. Mientras tanto,
sólo
Dios. Pero, mientras tanto, nosotros humanos, aquí, en nues
tra querida Ciudad católica, hemos de velar a la vida, para
que
viva quede en la muerte.
DISCURSO DE FERNANDO. CLARO
El historiador del siglo m Hernán Pérez de Guzmán,. en un
delicioso castellano antiguo, describe así el sepulcro de San
Fernando en la Catedral de
Seyi.Jla, "e tiene en .la cabeza el Rey
don Femando tma corona de oro de tales piedras preciosas del
tamaño de
una nuez, e tiene en la m;¡no derecha una espada, que
dicen es de gran virtud, con la cual ganó a Sevilla, la cual espa
da tiene por atrás uh rubí, que es tamaño como_ un güeboi en la
cruz de la espada una esmeralda muy verde".
· En el marco incomparable de la Capilla Real de la Catedral
de
Sevilla. Jo primero con que nos encontramos es con la Virgen
de los
Reyes, patrona de Sevilla y de su archidiócesis. Allí, a sus
pies,
es donde._se encuentra el sepulcro del Santo rey.
La imagen de la Virgen de los Reyes constituye el máximo
exponente de la religiosidad de un pueblo, que en su marianismo
cifra su orgullo, como
una de las principales razones de su sentir .
sevillano.
Virgen Madre nos sonríe, mostrando al Niño Dios sobre sus
rodlllas; Virgen Reina,
nos atrae con su sencilla majestad.
· Como en otras veneradas imágenes españolas un halo Íegen
dario envuelve los principios de su culto.
510
Fundaci\363n Speiro