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Número 463-464

Serie XLVI

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Boecio y Casiodoro

BOECIO Y CASIODORO
«Queridos hermanos y hermanas:
»Ho y quiero hablar de dos escritor es eclesiásticos, Boecio y Casiodor o,
”que vivier on en unos de los años más tormentosos del Occidente cristia-
”no y , en particular , de la península italiana. Odoacro, r ey de los héru-
”los, una etnia ger mánica, se había revelado , acabando con el imperio
”romano de Occidente (año 476), per o muy pronto sucumbió ante los
”ostrogodos de T eodorico, que dur ante algunos decenios controlaron la
”península italiana.
B o e c i o
»Boecio nació en Roma, en tor no al año 480, de la noble estirpe de
”los Anicios; siendo todavía jo ven, entró en la vida pública, logrando ya
”a los 25 años el cargo de senador . Fiel a la tr adición de su familia, se
”comprometió en política, convencido de que er a posible armonizar las
”líneas fundamentales de la sociedad romana con los valores de los nue-
”vos pueblos. Y en este nuev o tiempo de encuentro de cultur as consideró
”como misión suya reconciliar y unir esas dos cultur as, la clásica y roma-
”na, con la la naciente del pueblo ostr ogodo. De este modo, fue muy acti-
”vo en política, incluso bajo T eodorico, que en los primeros tiempos lo
”apreciaba mucho .
»A pesar de esta actividad pública, Boecio no descuidó los estudios,
”dedicándose en particular a profundizar en los temas de or den filosófi-
”co-religioso . Pero escribió también manuales de aritmética, de geome-
”tría, de música y de astronomía: todo con la intención de tr ansmitir a
”las nuevas gener aciones, a los nuevos tiempos, la gr an cultura grecorro-
”mana. En este ámbito, es decir , en el compromiso por promov er el
”encuentro de las cultur as, utilizó las categorías de la filosofía griega par a
”proponer la fe cristiana, buscando una síntesis entre el patrimonio hele-
”nístico-romano y el mensaje ev angélico. Precisamente por esto , Boecio ha
183Verbo,núm. 463-464 (2008), 183-187.
Fundaci\363n Speiro

”tirosa (Libro IV), y se manifiesta la natur aleza providencial de la adver-
”sa fortuna. Las dificultades de la vida no sólo r evelan hasta qué punto
”esta es efímer a y breve, sino que r esultan incluso útiles par a descubrir y
”mantener las auténticas r elaciones entre los hombres. D e hecho, la adver-
”sa for tunapermite distinguir los amigos falsos de los ver daderos y da a
”entender que no hay nada más precioso par a el hombre que una amis-
”tad ver dadera. Aceptar de forma fatalista una condición de sufrimiento
”es totalmente peligr oso, añade el creyente Boecio , pues «elimina en su
”r aíz la posibilidad misma de la or ación y de la esperanza teologal, en las
”que se basa la r elación del hombre con Dios» (L ibro V, 3: PL63, col.
”842).
»La per oración final del De consolatione philosophiae puede con-
”sider arse como una síntesis de toda la enseñanza que Boecio se dirige a
”sí mismo y a todos los que puedan encontr arse en su misma situación. En
”la cár cel escribe: «L uchad, por tanto , contra los vicios, dedicaos a una
”vida de virtud orientada por la esper anza que eleva el corazón hasta
”alcanzar el cielo con las or aciones alimentadas por la humildad. Si os
”negáis a mentir , la imposición que habéis sufrido puede tr ansformarse en
”la enorme ventaja de tener siempr e ante los ojos al juez supremo que ve
”y que sabe cómo son realmente las cosas» (L ibro V , 6: PL63, col. 862).
»T odo detenido, independientemente del motivo por el que haya aca-
”bado en la cár cel, intuye cúan dur a es esta particular condición huma-
”na, sobr e todo cuando se embrutece, como sucedió a Boecio , por la
”tortur a. Pero es particular mente absurda la condición de aquel que,
”como Boecio –a quien la ciudad de Pavía r econoce y celebra en la litur-
”gia como mártir en la fe–, es tor turado hasta la muerte únicamente por
”sus convicciones ideales, políticas y r eligiosas. De hecho, Boecio, símbolo
”de un número inmenso de detenidos injustamente en todos los tiempos y
”en todas las latitudes, es una puerta objetiva par a entrar en la contem-
”plación del misterioso C rucificado del Gólgota.
C a s i o d o r o
»Mar co Aur elio Casiodoro fue contemporáneo de Boecio . Calabrés,
”nacido en Squillace hacia el año 485, murió ya anciano en Vivarium,
”alrededor del año 580. T ambién él era de un elevado niv el social. Se
”dedicó a la vida política y al compromiso cultur al como pocos en el
185
”sido considerado el último r epreentante de la cultur a romana antigua y
”el primero de los intelectuales mediev ales.
»Ciertamente su obr a más conocida es el De consolatione philo-
”sophiae, que compuso en la cár cel para dar sentido a su injusta deten-
”ción. Había sido acusado de complot contr a el rey Teodorico por haber
”defendido en un juicio a un amigo, el senador A lbino. Pero se tr ataba de
”un pretexto: en r ealidad, Teodorico, arriano y bárbar o, sospechaba que
”Boecio sentía simpatía por el emper ador bizantino Justiniano. De hecho ,
”procesado y condenado a muerte, fue ejecutado el 23 de octubr e del año
”524, cuando sólo tenía 44 años. »Precisamente a causa de su drámatica muerte, puede hablar por
”experiencia también al hombr e contemporáneo y sobre todo a la nume-
”rosísimas personas que sufr en su misma suerte a causa de la injusticia
”pr esente en gr an parte de la «justicia humana». Con esta obr a, en la cár-
”cel busca consuelo, busca luz, busca sabiduría. Y dice que, pr ecisamente
”en esa situación, ha sabido distinguir entre los bienes apar entes, que en
”la cárcel desapar ecen, y los bienes v erdaderos, como la amistad auténti-
”ca, que en la cárcel no desapar ecen.
»E l bien más elevado es Dios: Boecio apr endió –y nos lo enseña a
”nosotros– a no caer en el fatalismo, que apaga la esperanza. N os enseña
”que no gobier na el hado, sino la Providencia, la cual tiene un r ostro.
”Con la Providencia se puede hablar , porque la Providencia es Dios. D e
”este modo, incluso en la cárcel, le queda la posibilidad de la oración, del
”diálogo con A quel que nos salv a. Al mismo tiempo, incluso en esta situa-
”ción, conser va el sentido de la belleza de la cultur a y recuerda la ense-
”ñanza de los gr andes filósofos antiguos, griegos y romanos, como Platón,
”Aristóteles –a los que había comenzado a tr aducir del griego al latín–,
”Cicerón, Séneca y también poetas como Tibulo y Virgilio .
»La filosofía, en el sentido de búsqueda de la ver dadera sabiduría, es
”según Boecio, la ver dadera medicina del alma (Libro I). Por otr a parte,
”el hombr e sólo puede experimentar la auténtica felicidad en la pr opia
”interioridad (Libro II). P or eso, Boecio logra encontrar un sentido al
”pensar en su tr agedia personal a la luz de un texto sapiencial del Antiguo
”T estamento (Sb7, 30-8, 1) que cita: «Contra la Sabiduría no pr evale-
”ce la maldad. Se despliega vigorosamente de un confin al otr o del mundo
”y gobier na de excelente maner a el universo» (Libro III, 12: PL63, col.
”780).
»Por tanto, la así llamada pr osperidad de los malvados resulta men-
184
Fundaci\363n Speiro

”tirosa (Libro IV), y se manifiesta la natur aleza providencial de la adver-
”sa fortuna. Las dificultades de la vida no sólo r evelan hasta qué punto
”esta es efímer a y breve, sino que r esultan incluso útiles par a descubrir y
”mantener las auténticas r elaciones entre los hombres. D e hecho, la adver-
”sa for tunapermite distinguir los amigos falsos de los ver daderos y da a
”entender que no hay nada más precioso par a el hombre que una amis-
”tad ver dadera. Aceptar de forma fatalista una condición de sufrimiento
”es totalmente peligr oso, añade el creyente Boecio , pues «elimina en su
”r aíz la posibilidad misma de la or ación y de la esperanza teologal, en las
”que se basa la r elación del hombre con Dios» (L ibro V, 3: PL63, col.
”842).
»La per oración final del De consolatione philosophiae puede con-
”sider arse como una síntesis de toda la enseñanza que Boecio se dirige a
”sí mismo y a todos los que puedan encontr arse en su misma situación. En
”la cár cel escribe: «L uchad, por tanto , contra los vicios, dedicaos a una
”vida de virtud orientada por la esper anza que eleva el corazón hasta
”alcanzar el cielo con las or aciones alimentadas por la humildad. Si os
”negáis a mentir , la imposición que habéis sufrido puede tr ansformarse en
”la enorme ventaja de tener siempr e ante los ojos al juez supremo que ve
”y que sabe cómo son realmente las cosas» (L ibro V , 6: PL63, col. 862).
»T odo detenido, independientemente del motivo por el que haya aca-
”bado en la cár cel, intuye cúan dur a es esta particular condición huma-
”na, sobr e todo cuando se embrutece, como sucedió a Boecio , por la
”tortur a. Pero es particular mente absurda la condición de aquel que,
”como Boecio –a quien la ciudad de Pavía r econoce y celebra en la litur-
”gia como mártir en la fe–, es tor turado hasta la muerte únicamente por
”sus convicciones ideales, políticas y r eligiosas. De hecho, Boecio, símbolo
”de un número inmenso de detenidos injustamente en todos los tiempos y
”en todas las latitudes, es una puerta objetiva par a entrar en la contem-
”plación del misterioso C rucificado del Gólgota.
C a s i o d o r o
»Mar co Aur elio Casiodoro fue contemporáneo de Boecio . Calabrés,
”nacido en Squillace hacia el año 485, murió ya anciano en Vivarium,
”alrededor del año 580. T ambién él era de un elevado niv el social. Se
”dedicó a la vida política y al compromiso cultur al como pocos en el
185
”sido considerado el último r epreentante de la cultur a romana antigua y
”el primero de los intelectuales mediev ales.
»Ciertamente su obr a más conocida es el De consolatione philo-
”sophiae, que compuso en la cár cel para dar sentido a su injusta deten-
”ción. Había sido acusado de complot contr a el rey Teodorico por haber
”defendido en un juicio a un amigo, el senador A lbino. Pero se tr ataba de
”un pretexto: en r ealidad, Teodorico, arriano y bárbar o, sospechaba que
”Boecio sentía simpatía por el emper ador bizantino Justiniano. De hecho ,
”procesado y condenado a muerte, fue ejecutado el 23 de octubr e del año
”524, cuando sólo tenía 44 años. »Precisamente a causa de su drámatica muerte, puede hablar por
”experiencia también al hombr e contemporáneo y sobre todo a la nume-
”rosísimas personas que sufr en su misma suerte a causa de la injusticia
”pr esente en gr an parte de la «justicia humana». Con esta obr a, en la cár-
”cel busca consuelo, busca luz, busca sabiduría. Y dice que, pr ecisamente
”en esa situación, ha sabido distinguir entre los bienes apar entes, que en
”la cárcel desapar ecen, y los bienes v erdaderos, como la amistad auténti-
”ca, que en la cárcel no desapar ecen.
»E l bien más elevado es Dios: Boecio apr endió –y nos lo enseña a
”nosotros– a no caer en el fatalismo, que apaga la esperanza. N os enseña
”que no gobier na el hado, sino la Providencia, la cual tiene un r ostro.
”Con la Providencia se puede hablar , porque la Providencia es Dios. D e
”este modo, incluso en la cárcel, le queda la posibilidad de la oración, del
”diálogo con A quel que nos salv a. Al mismo tiempo, incluso en esta situa-
”ción, conser va el sentido de la belleza de la cultur a y recuerda la ense-
”ñanza de los gr andes filósofos antiguos, griegos y romanos, como Platón,
”Aristóteles –a los que había comenzado a tr aducir del griego al latín–,
”Cicerón, Séneca y también poetas como Tibulo y Virgilio .
»La filosofía, en el sentido de búsqueda de la ver dadera sabiduría, es
”según Boecio, la ver dadera medicina del alma (Libro I). Por otr a parte,
”el hombr e sólo puede experimentar la auténtica felicidad en la pr opia
”interioridad (Libro II). P or eso, Boecio logra encontrar un sentido al
”pensar en su tr agedia personal a la luz de un texto sapiencial del Antiguo
”T estamento (Sb7, 30-8, 1) que cita: «Contra la Sabiduría no pr evale-
”ce la maldad. Se despliega vigorosamente de un confin al otr o del mundo
”y gobier na de excelente maner a el universo» (Libro III, 12: PL63, col.
”780).
»Por tanto, la así llamada pr osperidad de los malvados resulta men-
184
Fundaci\363n Speiro

”sediento a escrutarlo sin cesar y a dejarme impregnar totalmente por esa
”dulzur a saludable, después de haber me saciado de las innumerables
”amargur as de la vida activa» (cf. PL 70, col. 10).
»La búsqueda de Dios, orientada a su contemplación –escribe
”Casiodoro–, sigue siendo la finalidadpermanente de la vida monástica
”(cf. PL69, col. 1107). Sin embargo añade que, con la ayuda de la gr a-
”cia divina (cf. PL69, col. 1131.1142), se puede disfr utar mejor de la
”Palabr a revelada utilizando las conquistas científicas y los instrumentos
”cultur ales «profanos» que poseían ya los griegos y los romanos (cf. \
PL69,
”col. 1140). Casiodoro se dedicó personalmente a los estudios filosóficos,
”teológicos y exegéticos sin una cr eatividad particular, pero pr estando
”atención a las intuiciones que consider aba válidas en los demás. Leía con
”r espeto y devoción sobr e todo a san Jerónimo y san A gustín. De este últi-
”mo decía: «E n san Agustín hay tanta riqueza que me par ece imposible
”encontr ar algo que no haya sido tr atado ampliamente por él» (cf. PL 70,
”col. 10).
»Citando a san J erónimo, exhortaba a los monjes de Vivarium:«No
”sólo alcanzan la palma de la victoria los que luchan hasta derramar la
”sangr e o los que viven en virginidad, sino también todos aquellos que,
”con la ayuda de Dios, v encen los vicios del cuerpo y conser van la recta
”fe. P ero par a que podáis vencer más facilmente, con la ayuda de Dios,
”los atr activos del mundo y sus seducciones, permaneciendo en él como
”per egrinos siempr e en camino, tr atad de buscar ante todo la saludable
”ayuda sugerida por el salmo 1, que r ecomienda meditar noche y día en
”la ley del Señor . Si toda vuestra atención está centr ada en Cristo, el ene-
”migo no encontrará ninguna entr ada para asaltaros» (De Institutione
” Divinar um Scripturar um,32: PL69, col. 1147).
»E s una adv ertencia que podemos consider ar válida también para
” nosotros. En efecto , también nosotros vivimos en un tiempo de encuen-
” tro de culturas, de peligro de violencia que destr uye las culturas, y en el
” que es necesario esforzarse por transmitir los gr andes valores y enseñar a
” las nuevas gener aciones el camino de la r econciliación y de la paz.
” Encontr amos este camino orientándonos hacia el Dios que tiene rostro
” humano , el Dios que se nos relevó en Cristo .
BENEDICTOXVI: Discurso durante la audiencia general .
L ’ O s s e rv a t o re Ro m a n o ,edición semanal en lengua española, año
XL, núm. 11, 14 de marzo de 2008.
187
”Occidente romano de su tiempo . Quizá los únicos que se le podían igua-
”lar en este doble interés fueron el ya r ecordado Boecio, y el futuro P apa
”de Roma san G regorio Magno (590-604).
»Consciente de la necesidad de que no cayer a en el olvido todo el
”patrimonio humano y humanístico, acumulado en los siglos de oro del
”I mperio romano , Casiodoro colaboró generosamente, en los más elev ados
”niveles de responsabilidad política, con los pueblos nuevos que habían
”cr uzado las fr onteras del I mperio y se habían establecido en I talia.
”T ambién él fue modelo de encuentr o cultural, de diálogo y de reconci-
”liación. Las vicisitudes históricas no le per mitieron realizar sus sueños
”políticos y cultur ales, orientados a crear una síntesis entr e la tradición
”romano-cristiana de Italia y la nueva cultur a gótica. Sin embargo , esas
”mismas vicisitudes lo convencieron de que el movimiento monástico\
, que
”se estaba consolidando en las tierr as cristianas, era providencial. Decidió
”apoyar lo, dedicándole todas sus riquezas materiales y sus fuer zas espiri-
”tuales.
»Tubo la idea de encomendar precisamente a los monjes la tar ea de
”recuperar , conservar y tr ansmitir a las gener aciones futuras el inmenso
”patrimonio cultur al de los antiguos par a que no se perdiera. P or eso
”fundó Vivarium, un cenobio en el que todo estaba organizado de mane-
”r a que se consider ara sumamente precioso e irr enunciable el trabajo inte-
”lectual de los monjes. Estableció también que los monjes que no tenían
”una for mación intelectual no se dedicar an sólo al trabajo material, a la
”agricultur a, sino también a tr anscribir manuscritos par a contribuir a la
”tr ansmisión de la gran cultur a a las futuras generaciones. Y esto sin detri-
”mento alguno del compromiso espiritual monástico y cristiano y de la
”actividad caritativ a en favor de los pobr es.
»E n su enseñanza , distribuida en varias obras, pero sobr e todo en el
”tr atado De anima y en las Institutiones divinarum litterar um,la ora-
”ción (cf. PL 69, col. 1108), alimentada por la sagr ada Escritura y par-
”ticular mente por la meditación asidua de los S almos (cf. PL69, col.
”1149), ocupa siempr e un lugar central como alimento necesario par a
”todos. »Este doctísimo calabrés, por ejemplo, introduce así su Expositioin
” Psalterium: «Rechazados y abandonados en Rávena los deseos de hacer
”carrer a política, caracterizada por el sabor desagr adable de las preocu-
”paciones mundanas, habiendo gozado del Salterio , libro venido del cielo
”como auténtica miel par a el alma, me dediqué ávidamente como un
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Fundaci\363n Speiro

”sediento a escrutarlo sin cesar y a dejarme impregnar totalmente por esa
”dulzur a saludable, después de haber me saciado de las innumerables
”amargur as de la vida activa» (cf. PL 70, col. 10).
»La búsqueda de Dios, orientada a su contemplación –escribe
”Casiodoro–, sigue siendo la finalidadpermanente de la vida monástica
”(cf. PL69, col. 1107). Sin embargo añade que, con la ayuda de la gr a-
”cia divina (cf. PL69, col. 1131.1142), se puede disfr utar mejor de la
”Palabr a revelada utilizando las conquistas científicas y los instrumentos
”cultur ales «profanos» que poseían ya los griegos y los romanos (cf. \
PL69,
”col. 1140). Casiodoro se dedicó personalmente a los estudios filosóficos,
”teológicos y exegéticos sin una cr eatividad particular, pero pr estando
”atención a las intuiciones que consider aba válidas en los demás. Leía con
”r espeto y devoción sobr e todo a san Jerónimo y san A gustín. De este últi-
”mo decía: «E n san Agustín hay tanta riqueza que me par ece imposible
”encontr ar algo que no haya sido tr atado ampliamente por él» (cf. PL 70,
”col. 10).
»Citando a san J erónimo, exhortaba a los monjes de Vivarium:«No
”sólo alcanzan la palma de la victoria los que luchan hasta derramar la
”sangr e o los que viven en virginidad, sino también todos aquellos que,
”con la ayuda de Dios, v encen los vicios del cuerpo y conser van la recta
”fe. P ero par a que podáis vencer más facilmente, con la ayuda de Dios,
”los atr activos del mundo y sus seducciones, permaneciendo en él como
”per egrinos siempr e en camino, tr atad de buscar ante todo la saludable
”ayuda sugerida por el salmo 1, que r ecomienda meditar noche y día en
”la ley del Señor . Si toda vuestra atención está centr ada en Cristo, el ene-
”migo no encontrará ninguna entr ada para asaltaros» (De Institutione
” Divinar um Scripturar um,32: PL69, col. 1147).
»E s una adv ertencia que podemos consider ar válida también para
” nosotros. En efecto , también nosotros vivimos en un tiempo de encuen-
” tro de culturas, de peligro de violencia que destr uye las culturas, y en el
” que es necesario esforzarse por transmitir los gr andes valores y enseñar a
” las nuevas gener aciones el camino de la r econciliación y de la paz.
” Encontr amos este camino orientándonos hacia el Dios que tiene rostro
” humano , el Dios que se nos relevó en Cristo .
BENEDICTOXVI: Discurso durante la audiencia general .
L ’ O s s e rv a t o re Ro m a n o ,edición semanal en lengua española, año
XL, núm. 11, 14 de marzo de 2008.
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”Occidente romano de su tiempo . Quizá los únicos que se le podían igua-
”lar en este doble interés fueron el ya r ecordado Boecio, y el futuro P apa
”de Roma san G regorio Magno (590-604).
»Consciente de la necesidad de que no cayer a en el olvido todo el
”patrimonio humano y humanístico, acumulado en los siglos de oro del
”I mperio romano , Casiodoro colaboró generosamente, en los más elev ados
”niveles de responsabilidad política, con los pueblos nuevos que habían
”cr uzado las fr onteras del I mperio y se habían establecido en I talia.
”T ambién él fue modelo de encuentr o cultural, de diálogo y de reconci-
”liación. Las vicisitudes históricas no le per mitieron realizar sus sueños
”políticos y cultur ales, orientados a crear una síntesis entr e la tradición
”romano-cristiana de Italia y la nueva cultur a gótica. Sin embargo , esas
”mismas vicisitudes lo convencieron de que el movimiento monástico\
, que
”se estaba consolidando en las tierr as cristianas, era providencial. Decidió
”apoyar lo, dedicándole todas sus riquezas materiales y sus fuer zas espiri-
”tuales.
»Tubo la idea de encomendar precisamente a los monjes la tar ea de
”recuperar , conservar y tr ansmitir a las gener aciones futuras el inmenso
”patrimonio cultur al de los antiguos par a que no se perdiera. P or eso
”fundó Vivarium, un cenobio en el que todo estaba organizado de mane-
”r a que se consider ara sumamente precioso e irr enunciable el trabajo inte-
”lectual de los monjes. Estableció también que los monjes que no tenían
”una for mación intelectual no se dedicar an sólo al trabajo material, a la
”agricultur a, sino también a tr anscribir manuscritos par a contribuir a la
”tr ansmisión de la gran cultur a a las futuras generaciones. Y esto sin detri-
”mento alguno del compromiso espiritual monástico y cristiano y de la
”actividad caritativ a en favor de los pobr es.
»E n su enseñanza , distribuida en varias obras, pero sobr e todo en el
”tr atado De anima y en las Institutiones divinarum litterar um,la ora-
”ción (cf. PL 69, col. 1108), alimentada por la sagr ada Escritura y par-
”ticular mente por la meditación asidua de los S almos (cf. PL69, col.
”1149), ocupa siempr e un lugar central como alimento necesario par a
”todos. »Este doctísimo calabrés, por ejemplo, introduce así su Expositioin
” Psalterium: «Rechazados y abandonados en Rávena los deseos de hacer
”carrer a política, caracterizada por el sabor desagr adable de las preocu-
”paciones mundanas, habiendo gozado del Salterio , libro venido del cielo
”como auténtica miel par a el alma, me dediqué ávidamente como un
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Fundaci\363n Speiro