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Número 463-464

Serie XLVI

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El personalismo contemporáneo

EL PERSONALISMO CONTEMPORÁNEO
POR
CONSUELOMARTÍNEZ-SICLUNA YSEPÚLVEDA
Antes de entrar en el tema objeto de estudio, queremos desta-
car con nuestras palabras el reconocimiento a la figura del P rof.
D anilo Castellano, maestro italiano en el ámbito de la filosofía ju\
rí -
dica y política y continuador de una tradición de pensamiento a la
que nos sentimos claramente vinculados. Desde esa tradición hay
que contemplar las distintas obras que han ido jalonando su anda-
dura univ ersitaria, de las cuales el último exponente es el libro al
que vamos a dedicar nuestra atención, L’ordine politico-giuridico
“modulare ” del personalismo contempor aneo.
Como bien subraya Danilo Castellano en el mencionado texto,
la persona es una cuestión nuclear para la modernidad y la postmo -
dernidad. E l hombre parece haber roto las ataduras que le ligaban,
convir tiéndose en el ex clusivo objeto de su consideración. La cultu -
ra moderna se agota en sí misma: se manifiesta como la única que
ha descubierto la realidad del hombre, situándole en el centro de su
reflexión. La modernidad se pr esenta, entonces, como el logro y la
conquista del individualismo, la lucha por la autonomía del sujeto
y por su independencia moral. Cabría decir , incluso, por la inde-
pendencia de toda moral por par te del individuo. La modernidad
constituye, de esta manera, no ya una r eferencia cultural, sino la
victoria de una cultura que lo es porque ha destr uido las barreras
que pretendían coartarla. N o es una mera consecuencia del caminar
por el que ha atravesado la H umanidad: es un objetivo de humani -
zación. A la luz de la crítica que se realiza por parte del P rof. Castellano
Verbo, núm. 463-464 (2008), 305-311. 305
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son varias las cuestiones que surgen y que nos sirven de guía para la
elaboración de una crítica en torno al personalismo contemporáneo.La primera, como no podía ser menos, es una crítica de la
modernidad, en la medida en que ésta se ha caracterizado por la
exaltación del subjetivismo y , por tanto y verdaderamente, por la
disolución de la persona. La heterogeneidad de fines que tiene la
modernidad es la demostración más palpable del fracaso del racio-
nalismo que no contempla la subjetividad en su origen real, en su
afirmación teorética. El principal triunfo de esta noción, más que de la persona, del
individuo, es la idea de que, mediante la razón del hombre, sólo se
puede llegar a un hombr e libre, libre exclusivamente porque se le
libera de todo compr omiso. Se supone que estamos ante un hom-
br e que ha culminado la plenitud que le exige su razón. La libera-
ción intelectual tiene, en el seno de la modernidad, una dimensión
única: la libertad ex cluye, dentro del pluralismo, la posibilidad de
la v erdad, puesto que ello supondría un límite impuesto a la razón.
E l hombre de la modernidad no tiene límites: se sitúa en el ámbito
de una autonomía científica, de una ciencia que ha asumido un
nuevo papel y en la que el progr eso se manifiesta bajo la creación
de un nuevo orden natural, en la medida precisamente en que esta
naturaleza carece de un sentido teleológico, carece de fines propios,
presentes en ella. Una naturaleza presumiblemente abierta que, por
ausencia de dir ección, permite forjar cualquier camino, incluso
aquél que va en contra de la razón. La modernidad, en esta concep -
ción, significaría el pr ogreso, la innovación, simplemente porque
construy e a partir de la nada.,
P or el contrario, para Danilo Castellano, el fundamento del
v erdadero orden moral, político y jurídico consiste en la posibilid\
ad
de entender el enshumano como un ente dotado de la capacidad
natural de decir y de expr esar el yo, independientemente de las cir-
cunstancias que lo r odeen. Se trata, por tanto, de reconocer y de
situar al hombr e en el centro de la especulación, como condición de
la que se suceden los acontecimientos, los accidentes y no como un
accidente más.
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Situando al sujeto como causa y no como consecuencia es posi-
ble contemplar todas las teorías que lo han circunscrito a esta carac\
-
terística desde un punto de vista crítico. S i el sujeto es consecuen-
cia del Estado, de la cultura, de la ciencia, del orden jurídico o de
la economía, lo único que se hace en este tipo de visión es confun-
dir la causa con el efecto . Ello significaría claramente que el proble -
ma del sujeto no se elimina, simplemente se modifica. La segunda de las cuestiones hace refer encia a la distinción
entre una serie de términos que pr esentan aspectos comunes, pero
también difer entes: sujeto, persona e individuo. Castellano parte de
la idea de considerar que la persona se pr esenta necesariamente
como individuo y el individuo no puede ser más que persona y , por
tanto, sujeto, en cuanto responsable de sus propios actos, en cuan-
to dotado de r esponsabilidad y de liber tad.
E ntendida así, la persona es el fundamento y el fin de la políti-
ca y del der echo.Y de esta manera, el mandato político y el orden
jurídico se ponen al ser vicio de la persona, no para dejarla hacer lo
que quiere, que es como lo entienden algunos, un área de libr e
actuación donde no hay límites, sino para ayudarla a hacer lo que
debe, en consonancia con su propia naturaleza. De esta manera, el ordenamiento hace refer encia a los fines
objetiv os de la persona, que en pura tradición del pensamiento clá-
sico, hace que la comunidad política sea en sí un bien en cuanto
contribuye al bien de la propia persona. Esto implica elevar a la per-
sona por encima de las pasiones, de la mera necesidad, al estilo hob -
besiano; implica vincular la libertad de acción con la responsabili -
dad por las consecuencias de nuestr os actos. Se trata de una liber-
tad dirigida a la r ealización del bien.
P or otra parte, teniendo en cuesta esta perspectiva mucho más
amplia sobre el concepto de persona que la visión r educcionista que
propone el personalismo, es posible mantener una corriente crítica
acerca del totalitarismo, generado por la modernidad en su sentido
fuerte, la cual asigna al Estado o al P artido el derecho al ejercicio de
la liber tad negativ a, de forma que al individuo sólo le queda la
opción de actuar en conformidad a la voluntad del Estado o en con -
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formidad a ese proceso histórico de liberación creado y configura-
do por el P artido y desde él.
En el campo católico, como destaca Castellano, se confió en el
personalismo y en el milagro de la palabra persona para mantener
la oposición al totalitarismo . Pero el personalismo contemporáneo
lejos de situarse en un campo div erso de la doctrina liberal, se ha
apo yado fuertemente en ésta, de suer te que se ha convertido en una
forma de radical liberalismo, confirmando, a su v ez, al individualis-
mo moderno .
El personalismo contemporáneo v a más allá incluso que el pro-
pio liberalismo por que propone asegurar a la persona sus deseos y
sus pr oyectos por medio del Estado; el or denamiento jurídico, en
esta perspectiva, debe garantizar las condiciones formales y sustan-
ciales de la igualdad en la diversidad y a la div ersidad de las opcio-
nes, entendidas todas como legítimas, por que todas consienten a la
persona su desarr ollo y su plena realización.
Como subraya Castellano, pese a su aparente incardinación
dentr o del catolicismo, simplemente por rescatar el concepto de
persona, el personalismo contemporáneo, en realidad, hunde sus
raíces en la cultura de origen protestante que ha generado la subje-
tividad moderna. Y de ella su encuadre dentro de una posición r ela-
tivista, porque r elativiza la noción de persona, que queda reducida
a la condición de un individuo que sustenta una pluralidad de
intenciones o de deseos, que únicamente a través del or denamiento
jurídico-estatal y por razón del mismo, se podrían lograr .
El personalismo contemporáneo crea su pr opio orden, un
or den subjetivo, que, en puridad, es la negación del or den moral,
jurídico, político, S e establece un orden en consonancia con los
fines estrictamente individuales, de suerte que todo ello confluye en
una v erdadera anar quía. Y, por otra parte, tampoco se pueden r ea-
lizar todas las aspiraciones, todas las elecciones de las diferentes formas
de vida que persigue el individuo/ciudadano . El hombre modular
pretende construirse sobr e la base de pulsiones que no vienen fil-
tradas, de manera que el sujeto se disuelve en la pulsión misma,
r esulta ser un fenómeno ocasional y contingente.
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Con ello llegamos a plantearnos cuál es el verdadero problema
de la persona humana en la experiencia jurídico-política y ese pro-
blema es el de la naturaleza de la persona, entendiendo además que
falta un acuerdo y un fundamento común en las difer entes versio-
nes del personalismo acerca de qué pueda entenderse por naturale -
za del hombr e.
R esulta, por tanto, necesario referirse primeramente al concep-
to de persona, el cual, pese a todas las interpr etaciones doctrinales
que se encuadran en el personalismo, no es definido unitariamente
por parte de la filosofía. Y todo ello porque todas las corrientes que
se sitúan en el ámbito del personalismo son corrientes que, en defi-
nitiva, parten de una raíz unitaria que es la que repr esenta la moder-
nidad, sustituyendo entonces la perspectiva clásica sobr e la persona.
La persona, la esencia humana se disuelve en la fenomenología y la
personalidad apar ece como resultado de una perspectiv a liberal,
donde la sociedad se cree que puede ser construida sobre el poder
autodirectivo de la personalidad, para el cual la libertad es tanto un
der echo del individuo como una necesidad social.
La sociedad se constr uye sobr e la liber tad, sobre este concepto
de libertad que apar ece como autodeterminación en una negación
de la verdadera libertad. U na libertad que no se funda en la dir ec-
ción hacia la felicidad, sino que entiende que el ver dadero fin de la
liber tad es la expresión de ella misma. Y junto a esta nueva dimen-
sión de la libertad, se diluye la naturaleza del hombre, o se excluye
que la naturaleza del hombre tenga un sentido de sustancia. La libertad es ahora la condición esencial que define al hombre
y una liber tad que, orientándose en todas las direcciones, elude
cualquier r esponsabilidad. P orque la responsabilidad es, sobr e todo,
la capacidad de respuesta para con los demás y eso es pr ecisamente
lo que elude el individualismo/personalismo: el hombre sólo es res-
ponsable ante sí mismo, lo cual no es r esponder, es un v olcarse
hacia dentro. La modernidad no contempla más que uno de los aspectos pr e-
sentes en este intento de definición de la persona: sólo atiende a la
liber tad en cuanto a la pluralidad en la toma de decisiones, no en
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cuanto hay un vínculo que la une a la responsabilidad. Porque la
r esponsabilidad no es únicamente la posibilidad de responder , sino
la obligación que se deriv a de esa respuesta y éste es justamente el
significado que se trata de eludir: la idea de un débito en la r elación
con los otr os.
La modernidad presupone una cierta “ cosificación” del ser
humano: primeramente de los otr os para los que no hay una res-
puesta. E l otro no adquier e la categoría de sujeto, sino de objeto y
de un objeto que puede terminar con la libertad propia. En cuanto
al y o, éste es por diferentes raz ones, objeto, cosa, y no ser racional:
no es el protagonista del devenir histórico, sino un objeto sobr e el
que los acontecimientos gravitan y se imponen, sometido a fuerzas
que no contr ola, y, en todo caso, subordinado a un pr ogreso cien-
tífico y técnico para el que es un instrumento más, que colabor\
a eso
sí, eficazmente, en esa reducción utilitarista. Es un sujeto que no se
mueve por el bien, sino por el interés y la ventaja, contraviniendo
la enseñanza ciceroniana, de donde resulta ser antes que un hombr e
de bien, un hombr e astuto, que cae en el engaño, porque cr eyéndo-
se centr o del universo, se encuentra con que es el mundo el que ha
usurpado su papel pr otagonista, convertido ahora en el núcleo
sobr e el que reflexiona el sujeto. Egotismo que conduce a la nada
en la que se disuelve la personalidad, perdida la esencia –r esponsa-
bilidad y libertad– que la definía. De esta manera, la r evolución personalista y comunitaria impli-
ca que el Estado tiene la obligación de garantizar el máximo des-
arr ollo de cada uno de los ciudadanos. Ahora bien, la categoría de
ciudadano sustituye al verdadero concepto de persona: el fin supre-
mo del or den social y jurídico es la noción de ciudadano, fundado
sobr e la desaparición de la persona.
Incluso en aquellos planteamientos que hablan de la persona
como un ente que actúa y que en el pr opio acto es donde encuen-
tra su razón de ser , constituyen una falsa metafísica, dado que no
explican la existencia de personas que no tienen conciencia de su
propia acción. La idea de qué pueda ser la naturaleza humana, por lo tanto, el
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fundamento metafísico de la persona desaparece en toda la perspec-
tiv a personalista. Como ha destacado el Prof . Castellano, la natura-
le za del hombre es justamente la que lo hace persona, también en
el origen de su existencia y de su desarrollo, es decir , en el momen-
to en el cual su esencia abstracta, conceptual, se transforma en el
individuo subsistente, real. S u devenir no excluye, por tanto, su ser .
Estamos, por tanto, siguiendo a Danilo Castellano reivindican -
do la existencia de una persona que se define por su cualidad onto-
lógica: un ser racional, un ser trascendente, consciente del fin últi-
mo al que se encamina.
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