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Número 463-464

Serie XLVI

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Joseph Ratzinger: Miremos al traspasado

No sé si a Küng se le puede tratar de modernista, per o lo cier-
to es que leyendo el ar tículo de José Miguel Gambra (Verbo 455-
456), me recor dó al teólogo al leer: “N o niega abiertamente nin-
gún dogma. U n modernista y un fiel [...]. Ambos conocen lo
mismo, pero para uno el magisterio es un especie de no vela, mien-
tras que para el otro es más cier to que un tratado científico.” (pág.
412). Las memorias, como he dicho, son en buena parte un rosario
de lamentaciones y la muestra de la fr ustración del autor, de por
qué el Concilio Vaticano II no se desarr olló como él quería y se
plasmó en unas conclusiones y documentos conser vadores y conec-
tados con la T radición de la Iglesia. E n este caso, son a la vez tris-
tes e irritantes. T ristes porque dan la sensación de alguien que sigue
sin encontrar su camino, e irritantes por ese empecinamiento en
modificar el pasado para justificar una vida en nombre de la liber -
tad de conciencia.
A
NTONIO DEMENDOZACASAS
Joseph Ratzinger: “MIREMOS AL TRASP ASADO”(*)
El título del libro – Miremos al tr aspasado– ya nos está indi-
cando su argumento, pues la lanza del soldado nos pone al descu-
bier to el corazón herido de Cristo que no es sólo un órgano físico
vital sino también el centro de toda su vida interior donde radican
sus sentimientos, afectos, ideales, etc. P or eso, ha sido llamado
como el misterio de los misterios.
J. Ratzinger nos proporciona, en la primera parte del texto, una
magnífica teología de la devoción al S agrado Corazón de Jesús,
titulada “F undamentación teológica de la cristología espiritual”,
seguida de dos apar tados que prolongan el desarrollo teológico
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(*) Fundación S an Juan, M adrid, 2007.
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anterior para explicarnos, por un lado, la relación entre comunión,
comunidad y misión y , por otro, las fuentes de esta relación que
centra en la eclesiología a través del itinerario eucaristía-cr\
istología-
eclesiología. En la segunda parte, pr esenta tres desarrollos meditativ os
denominados La P ascua de Jesús y de la I glesia (Meditación del
juev es santo), El cor dero redimió a las o vejas (Meditaciones sobre
la simbología pascual) y C risto el Liberador (Una homilía pascual).
E xplica el Papa las causas de la crisis de la devoción al Sagrado
Corazón que tuvo lugar , ya en el siglo XIX, principalmente en
Eur opa “... cuya espiritualidad, cercana al tipo clásico de la liturgia
romana, significó, no obstante, un alejamiento decisivo de la pie-
dad fuertemente afectiva del siglo XIX y su simbolismo ...”.
Este dualismo peligr oso entre piedad litúrgica y devoción pare-
cía definitiv amente superado con la encíclica Haurietis aquas publi-
cada el 15 de mayo de 1956 por Pío XII, que contenía una com-
pleta exposición teológica de la devoción al S agrado Corazón. En
efecto, en ella se pone de manifiesto que la imagen del costado
abierto de J esús, de la que emana sangre y agua, es, de nuev o, la
imagen pascual que mejor invita a meditar las palabras pr oféticas
de Zacarías “mirarán al tr aspasado”.
S in embargo, surgieron dos objeciones:
■ N o apar ece en los textos bíblicos escogidos para fundamen-
tar dicha devoción la palabra “cor azón” por lo que, por sí
mismos, no pueden fundamentar que el corazón de J esús
es el centro de la imagen pascual.
■ ¿No es superflua la devoción al Sagrado Corazón en ve z de
contemplar el misterio pascual allí donde se r ealiza directa-
mente el misterio, es decir , en los sacramentos, en la litur-
gia de la Iglesia? P orque la devoción al S agrado Corazón
parecía, si no necesaria, al menos muy útil con el endure-
cimiento de la liturgia. Pero cuando la liturgia se renuev a
en el Concilio V aticano II, la devoción al S agrado Corazón
comienza a decaer sensiblemente.
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El P apa desmonta magistralmente estos dos aparentes escollos
centrándose, en primer lugar , en la segunda cuestión, pues, no cabe
duda que de nada ser viría encontrar determinados textos bíblicos
en los que aparecieran alusiones dir ectas al corazónde Jesús, si antes
no se ha demostrado la utilidad de su devoción. Ratzinger asegura que sólo una errónea comprensión del
V aticano II puede llevar a la conclusión de que todo lo realizado
antes de la reforma litúrgica había sido anulado .
En su explicación de la Haurietis aquas comienza por mostrar-
nos que la encíclica desarrolla una antr opología y teología del cuer-
po en la que se fundamenta la devoción al sagrado corazón. En
efecto, parte de la afirmación de que el cuerpo no está exterior-
mente al espíritu sino que es su auto expresión, su “imagen ”; es
decir , es constitutivo de la persona humana. Y, porque el cuerpo es
la visibilidad de la persona y la persona es la imagen de Dios, por
eso el cuerpo, en todo su ámbito de relaciones, es el espacio en el
que se refleja, deviene visible y decible lo divino . Por eso, la B iblia,
desde el inicio, ha representado el misterio de D ios desde las imá-
genes del cuerpo y desde el mundo ordenado al cuerpo .
En la encarnación del Logos, sigue diciendo Ratzinger , se cum-
ple lo que en la historia bíblica estaba en camino desde el ini-
cio....P or una parte, puede tener lugar la encarnación, por que la
carne es desde siempre la forma de expresión del espíritu y así ella
es el posible hogar de la P alabra. Por otra, sólo la encarnación del
H ijo da al hombre y al mundo visible su sentido definitiv o.
D e esta forma, el P apa nos conduce a la teología de la
Encarnación como fundamento de la devoción al sagrado corazón:
“La encarnación no existe para sí misma...ella tiende hacia la tras-
cendencia y por tanto a la dinámica del misterio pascual. Ella se
funda en que Dios, por su amor paradojal, se trasciende hacia la
carne y, por tanto, en la pasión del ser hombre. En ese trascender -
se de Dios sale a la luz, a la inv ersa, aquella otra trascendencia inte-
rior y constitutiva de la cr eación...El cuerpo, por sí mismo, es
movimiento de trascendencia hacia el espíritu y el espíritu es mov\
i -
miento de trascendencia en y hacia Dios ”.
Y , a partir de esta teología de la encarnación, Ratzinger nos
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muestra como la encíclica ve plasmado este movimiento de tras-
cendencia en el incrédulo T omás que necesita ver y tocar para
cr eer; pone su mano en el costado abierto del Señor y, ahora, en el
contacto físico, reconoce lo intangible....; contempla lo invisible y ,
no obstante, lo ve realmente: “S eñor mío y Dios mío”....Todo se
orienta hacia el misterio de la P ascua.
Concluye el P apa que la teología del cuerpo que propone la
encíclica es, a la v ez, entonces, una apología, una defensa del cora-
zón, de los sentidos y del sentimiento, también y precisamente en
el ámbito de la piedad..... Piedad sensible es piedad en el sentido
de la divisa del car denal Newman: “cor ad cor loquitur” (el corazón
habla al corazón). En segundo lugar , Ratzinger nos demuestra que “ corazón” ,
cuy o concepto acaba de exponer , encuentra también como vocablo
un apo yo igualmente fundamental en la B iblia y en la tradición.
N os recuerda que en el Antiguo T estamento se habla 26 veces del
corazón de Dios, que es visto como el órgano de su v oluntad. Pero
él escoge el capítulo 11 del libro de Oseas, afirmando que allí el
tema del corazón apar ece de un modo muy claro y en el que, ade -
más, la autotrascendencia del Antiguo T estamento en el Nuevo
T estamento es tan evidente que difícilmente se la puede negar . A
pesar de que el pueblo de Israel no corresponde al amor incansable
de Dios, Él se compadece del pueblo esclavo:“¿Cómo voy a dejar-
te E fraín, cómo entregar te, Israel?...M i corazón se vuelv e contra mí
y mi pasión se quema...”. (...) E l corazón traspasado del crucifica -
do es el cumplimiento literal de la profecía del corazón de D ios que
trastoca su justicia por compasión....”. Concluye el autor explicando que, aunque en la patrística no
se usaba el término “Corazón de J esús”, no obstante, el fundamen -
to de su veneración al sagrado corazón se deduce a partir de lo que
podría llamarse su “ teología y filosofía del corazón ”. No hay que
olvidar que, en aquel entonces, estaba muy pr esente la filosofía pla-
tónica que consideraba el cerebro como el centro del hombr e. Sin
embargo, la contraposición entr e la filosofía platónica y estoica
permitió a los P adres, a partir de la Biblia, una nueva síntesis antr o-
pológica.
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La antropología platónica distinguía entre potencias o capaci-
dades específicas del alma, or denadas jerárquicamente: intelecto,
voluntad, sensibilidad. P or su parte, el estoicismo pensaba que el
hombre es un micr ocosmos, configurado por una chispa del fuego
divino, denominado logos, que rige el proceso de las funciones vita -
les. Y de la misma forma que se identificaba el sol como el centro
del macrocosmos –“el corazón del cosmos”– se situaba, en el caso del
microcosmos humano, la chispa de fuego original en el corazón;
puede así decirse que el corazón es él “logos en nosotros”.Es decir ,e n
el corazón es donde sucede el nacimiento del Logos divino en el hombr e ,
la unión del hombre con la palabra de Dios personal y hecha hombr e .
Esta última idea, la unión del hombre con la palabra de Dios,
es el punto final de la exposición teológica del P apa, aunque, tam-
bién, es el punto del par tida. Esta idea, que emplea al P apa en
muchos de sus escritos y alocuciones, me par ece el verdadero hilo
conductor de todo el libro . Es tan crucial, que Ratzinger le dedica
una gran parte del libro, la primera, que titula “ Eclesiología”, como
señalamos al principio. Pues bien, Ratzinger desarrolla esta idea a través de un raz ona-
miento escalonado en 7 tesis. S e diría que él también ha querido
acercarse al corazón de J esús atravesando con su ciencia teológica
todas las capas tras las que se oculta el misterio de los misterios.
Es inter esante obser var que el autor utiliza como fuentes de sus
tesis –apar te, claro está de la Biblia– los Concilios de Calcedonia
(457) y III de Constantinopla (680-681). Esto se explica porque el
autor nos va mostrando consecutivamente que:
1. El centr o de la vida y de la persona de J esús es su comuni-
cación con el P adre.
2. Jesús murió rezando y transformó la muerte en una glori-
ficación de D ios.
3. La participación en su oración, por lo dicho en 1, es el pr e-
supuesto para conocer a J esús.
4. La comunión con la oración de J esús incluye a todos los
hermanos, es decir a la Iglesia, verdadero sujeto del cono-
cimiento de J esús.
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5. En los primeros concilios se definió que J esús es el verda-
dero H ijo de Dios y , por la encarnación, verdadero hom-
bre, que no es otra cosa sino la interpretación de la vida y
muer te de J esús, siempre determinadas por su diálogo con
el P adre. P or tanto, no es posible separar u oponer una
cristología dogmática y otra bíblica.
6. ElIII concilio de Constantinopla es esencial para una
correcta comprensión de la unidad interior de teología
bíblica y dogmática definidas en el concilio de Calcedonia.
7. E l método histórico crítico y otros métodos científicos son
importantes para la comprensión de la S agrada Escritura y
de la tradición pero sólo la hermenéutica de la fe es la úni\
ca
capaz de consevar todo el testimonio de las fuentes.
E n resumen estamos ante una obra esencial para todos aque-
llos que pr etendan conocer y/o transmitir las razones teológicas de
la devoción al S agrado Corazón, actualizadas por quien, como J.
Ratzinger , posee una indiscutible autoridad en la materia.
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