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Número 463-464

Serie XLVI

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Literatura, religión y Política en la Francia del siglo XIX: Prosper Mérimée

LITERATURA, RELIGIÓN Y POLÍTICA
EN LA FRANCIA DEL SIGLO XIX: PROSPER MÉRIMÉE
POR
ESTANISLAOCANTERO
Prosper Mérimée (1803-1870), nació en P arís en el seno de una
familia de larga tradición burguesa, económicamente acomodada y
bien relacionada. S u padre, pintor de cierto talento, que desde 1807
fue secretario permanente de la Escuela de Bellas Artes y que en
1820 fue nombrado Caballero de la Legión de honor, era indifer en-
te en materia de religión (1). S u madre, que era atea y volteriana, a
la hora de la muerte rechazó la asistencia religiosa (2), lo que, s\
egún
V iel Castel, Mérimée alabó (3). Si se ha de creerle, no fue bautiza -
do (4), hecho del que presumía (5) y no r ecibió ningún tipo de
educación religiosa (6). Como indicó Trahard, su madr e le transmi-
tió el ateísmo, el materialismo y “la negación de lo divino” e “hizo
de su hijo un volteriano ” (7). Hijo único y niño mimado, sufría,
Verbo,núm. 463-464 (2008), 203-231. 203
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(1) A. W. RAITT, Prosper Mérimée, Charles Scribner ’s Sons, N ew York, 1970,
pág. 16.
(2) Xavier DAR COS, Prosper Mérimée, La Table Ronde, P arís, 2004, págs. 15 y
327; Robert BASCHET ,Du r omantisme au S econd Empire. Mérimée (1803-1870),
Nouv elles Editions Latines, P arís, 1958, pág. 166.
(3) H orace de VIEL CASTEL, Mémoires sur le règne de N apoléon III (1851-1864),
prólogo de L. Léouzon Le Duc, P aris, 1883, tomo II, pág. 205.
(4) D e entre los autores que he consultado, sólo M irecourt dijo que fue bautiza-
do –pr obablemente sin suficiente documentación–, y que lo fue en la iglesia de Saint
Germain des P rés, el 28 de septiembre de 1803, el día de su nacimiento (Eugene de
MIRECOURT, Mérimée, Gustave Hav ard, París, 1859, pág. 5).
(5) Pierr eTRAHARD, La jeunesse de P rosper Mérimée (1803-1834), Librairie
Ancienne Édouar d Champion, París. 1925, tomo I, pág. 9.
(6) X. DAR COS, Prosper Mérimée , ed. cit., págs. 15.
(7) P .TRAHARD, La jeunesse de P rosper Mérimée, ed. cit., tomo I, págs. 6-7.
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como dijo Freustié, no sin cierto eufemismo, “ una especie de impo-
sibilidad para salir de sí mismo ” (8).
Mérimée creció en un ambiente escolar aristocrático y burgué\
s,
propio del Liceo I mperial Napoleón, posteriormente denominado
Colegio E nrique IV durante la Restauración, donde estudió desde
los ocho años hasta los diecisiete (9). E n 1823 obtuvo la licenciatu-
ra en der echo en la universidad de P aris, aunque nunca ejercería la
abogacía, viviendo de los r ecursos paternos y, más adelante, de su
sueldo como funcionario y de los ingresos pr oporcionados por su
pluma, lo que le permitió dejar una buena fortuna al fallecer .
N unca llegó a abandonar la postura de desprecio por todo lo bur-
gués, propia de buena parte del romanticismo, sin que ello le impi-
diera vivir como un burgués, lo que fue acentuándose con el paso
del tiempo y con su ascenso en la vida social parisina. Desde muy jov en se despierta su afición a la literatura y escribe
teatr o, poesía y nov ela. Aún no había cumplido veintidós años
cuando en may o de 1825, bajo el pseudónimo de una supuesta
actriz española, publica el Théâtre de Clara G azul, donde reúne seis
comedias leídas durante los meses de marzo y abril en el salón del
pintor Étienne D elécluze, uno de los cír culos del romanticismo
liberal de aquellos años. Su afición al teatr o será pronto abandona-
da, tras publicar en 1828 el drama La famille Carvajaly añadir a
Clar a Gazul, el año siguiente, el sainete La Carrosse du Saint-
Sacrement y la comedia L’ocassion. En 1827 apar ece, también bajo
pseudónimo, esta vez la de un supuesto bardo, Hy a c i n t h e
Maglano vich, La Guzla, su única incursión en la poesía, obra pre-
sentada como un conjunto de baladas serbio bosnio croatas, tradu-
cidas al francés. En 1828 Mérimée añade una doble incursió\
n en la
ficción histórica con un drama y una no vela histórica, La jacquerie
y La chronique du règne de Charles IX. Desde entonces se dedicará a
la nouvelle.
Anglófilo desde su juventud, políglota –en lo que no parecía
francés, pues además de latín y griego, sabia, al menos, inglé\
s, espa -
ñol, italiano, y ruso–, intr oductor de la literatura rusa en Francia
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(8) Jean FREUSTIE, Prosper Mérimée (1803-1870). Le nerveux hautain,
H achette, 1982, pág. 11.
(9) P. TRAHARD, La jeunesse de Prosper Mérimée, ed. cit., tomo I, págs. 22, 14, 52.
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mediante sus traducciones de Gogol, Pushkin y Turguéniev , además
de literato, Mérimée, fue crítico de arte y de literatura, filólogo y ,
desde su nombramiento de Inspector General de M onumentos
H istóricos, se dedicó a la arqueología, fr uto de cuya actividad fue-
ron sus cuatro volúmenes de Notas de viaje (10), un Essai sur
l’Architectur e religieuse (1837) y múltiples informes sobr e su activi-
dad. También se dedicó a los estudios históricos sobre Roma (11),
España (12) y R usia (13). Si su Vida de Césarno llegó a ver la luz
quizás fue debido a que la Histoire de Jules César (14) de Napoleón
III le debía demasiado o a que ésta no resistía la comparación con
aquella. O a todo lo contrario . De hecho, en varias de sus cartas
muestra su sorpresa por la gran erudición mostrada (15), aunque a
P anizzi le dirá: “ el gran defecto del libr o, en mi opinión, es que se
diría que el autor se coloca frente a un espejo para hacer el r etrato
de su héroe ” (16).
Mérimée fue un consumado juerguista, frecuentador de burde-
les y asiduo de orgías –en compañía de amigos como el inglés
S utton Sharpe, el barón de Mar este, Musset, el conde de Viel Castel
o Delacroix–, perseguidor de chicas alegres hasta bien entrada la
edad madura (17). Consideraba a la mujer , como ha observado
D arcos, “ sobre todo, como objeto de deseo ” (18), pues como diría
M orel, la mayoría de las mujeres, no eran, para M erimée, más que
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(10) P rosper MÉRIMÉE, Notes d’un voyage dans le M idi de la France(1835),
N otes d’un v oyage dans l ’Ouest de la F rance(1836), Notes d’un voyage en Auv ergne(1838)
y Notes d’un v oyage en Corse (1840).
(11) P. MÉRIMÉE, Essai sur la guerre sociale (1841), C o n j u ration de C a t i l i n a( 1 8 4 4 ) .
(12) P . MÉRIMÉE, Histoire de Don Pédr e 1er roi de Castille(1847-1848).
(13) P . MÉRIMÉE, Épisode de l’histoire de Russie. Les faux Démétrius (1852).
(14) Dos tomos, P lon, Paris, 1865 y 1866.
(15) P . MÉRIMÉE, Cartas a Lise P rzezdziecka, a Victor Cousin, a la P rincesa Julie
y a I van Turguéniev , de 11, 15, 15 y 21 de mar zo de 1865, en Correspondance Génér ale,
ed. cit., Deuxième Série, Tome sixième, 1864-1865, P rivat, Toulouse, 1958, págs. 372,
378, 380 y 394. (16) P . MÉRIMÉE, «Carta a P anizzi, de 13 de abril de 1865», en Correspon-dance
Génér ale, ed. cit., Deuxième Série, Tome sixième, 1864-1865, pág. 405.
(17) X. DAR COS, Prosper Mérimée, ed. cit., págs. 126, 127, 154, 229, 243, 250
y passim.; J. FREUSTIE, Prosper Mérimée (1803-1870). Le ner veux hautain, ed. cit.,
págs., 52, 70; Robert BASCHET ,Du romantisme au Second E mpire. Mérimée (1803-
1870), ed. cit., pág. 196. (18) X. DAR COS, Prosper Mérimée, ed. cit., pág. 238.
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objetos (19). Quizá a esa singular percepción se deba su atracción
por la “ mujer fatal” en su literatura (20), y que “ en toda su obra de
novelista no se encuentra ninguna buena mujer ”, tal como indicó
F ilon (21), al tiempo que su actitud negativa hacia el matrimonio
tanto en su vida como en su obra (22). Sus amantes más conocidas (23), al margen de una brevísima
r elación con George S and en una noche fracasada (24), fueron:
Émilie Lacoste, lo que motivaría que su marido se batiera en duelo
con Mérimée, r esultando éste herido en el brazo; M erimée, excelen-
te tirador , se negó a disparar (25). Alber te de Rubempré («Mme.
A zur», como la denominaba S tendhal), que todavía no se había
separado de su marido, era entonces amante del gran amigo de
Mérimée, Stendhal (26), después de haber sido amante de
Delacr oix (27) y acabaría siendo la amante del barón de Mareste
durante más de tres décadas (28). Céline Cay ot, que también brin-
daba su favor a otr os amantes (29).
E n t re todas sus amantes destaca, sobre todo, V a l e n t i n e
Labor de, hija del arqueólogo amigo de Mérimée, casada con el
Prefecto de policía Gabriel Delessert. Valentine Delessert, le pro-
p o r cionó la relación más duradera, pues se prolongó durante diecio-
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(19) Elisabeth MOREL, Prosper Mérimée. L’amour des pierres, Hachette, P arís,
1988, pág. 45.
(20) Frank P aul BOWMAN, Prosper Mérimée. H eroism, P essimism and Irony,
U niversity of California P ress Berkeley and Los Angeles, 1962, págs. 55-57.
(21) A ugustin FILON, Mérimée et se amis, Librairie Hachette et Cie., P aris, 1894,
pág. 66.
(22) F . P. BO WMAN, Prosper Mérimée. H eroism, P essimism and I rony, ed. cit.,
págs. 52-53. (23) Según B aschet, su amiga desde su juventud hasta el final de su vida, F anny
Lagden fue su primera amante (R. BASCHET ,Du romantisme au ..., ed. cit, pág. 17).
Raitt, siguiendo a Connes y a Trahard, lo da como probable (A. W. RAIT T,Prosper
Mérimée , ed. cit., págs. 22-23).
(24) A. W. RAITT, Prosper Mérimée, ed. cit., págs. 105-109.
(25) E. MOREL, Prosper Mérimée..., ed. cit., pág. 43; R. BASCHET ,Du
Romantisme au..., ed. cit., págs. 51-52. (26) X. DAR COS, Prosper Mérimée, ed. cit., pág. 55.
(27) E. MOREL, Prosper Mérimée..., ed. cit., pág. 44.
(28) Henri MAR TINEAU, Le coeur de Stendhal (1953), Albin Michel, P aris,
1983, tomo II, págs. 162 y 168 ; Michel CROUZET,Stendhal ou monsieur moi-même ,
F lammarion, P aris, 1999, págs. 460-464.
(29) X. DAR COS, Prosper Mérimée, ed. cit., págs. 129, 238, 239 y passim.
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cho años, aunque no fue esa la única relación durante ese tiempo, y
a pesar de que ella le engañara con Charles de Remusat (30),lo que
Mérimée sabía, y con Máxime Du Camp , lo que ignoraba, y por el
que terminaría abandonándole (31). Este abandono constituyó
para Mérimée un duro golpe del que tar daría mucho en recuperar-
se. Así, todavía cinco años después de que se produjera la r uptura,
decía –y no sería la última v ez–, que “ después de haber admirado lo
que creía un diamante me di cuenta de que era un pedazo de cris-
tal ” (32). Reproche absurdo en quien llevaba una vida de libertina-
je en la que los amigos compar tían las amantes o pasaban de unos
a otros. ¿Sería porque, pese a todo, se consideraba diferente y supe -
rior a los demás? Su “ anticlericalismo fundamental ”, su “moral epicúr ea” y su
“ ateismo burlón ”, probablemente llevar on a este “volteriano de
corazón y de espíritu ” (33) a mantener “una actitud puramente
negativ a enfrente del problema religioso ” (34). Muy pronto adqui-
rió mer ecida fama por tal comportamiento, hasta el punto que,
cuando se disponía a viajar a España por primera v ez, en 1830,
expresó su temor de que se le negara la entrada por su r eputación
de “liberal y ateo ” (35).
Al terminar sus estudios de colegio se sumergió, durante algu-
nos meses en la lectura de ciencias ocultas y de magia y, por algún
tiempo, practicó la magia y el espiritismo, aunque dejó pronto de
cr eer en ello (36), si es que no se había tratado de un mero entrete-
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(30) Marquis de L UPPE, Mérimée, Albin Michel, P arís, 1945, pág. 142; X. DAR-
COS, Prosper Mérimée, ed. cit., págs. 55, 241, 242 y passim.
(31) Algún autor ha sostenido que su r elación con Jenny Dacquin no sólo fue de
amistad, sino que también fue su amante ( J. FREUSTIE, Prosper Mérimée ..., ed. cit.,
pág. 48). También lo había afirmado Billy (André BILL Y,Mérimée, F lammarion, P arís,
1959, pág. 84). (32) P rosper MÉRIMÉE, “Carta a la Marquesa de La Rochejaquelein, de 27 de
julio de 1859”, en Correspondance Génér ale, edición y notas de Maurice P arturier,
E douard Priv at, París, 1955, Deuxième sèrie, tome troisième, pág. 194.
(33) E. MOREL, Prosper Mérimée..., ed. cit., págs. 25, 54 y 136.
(34) Mar celino MENENDEZ PEL AYO, Historia de las ideas estéticas en E spaña,
CSIC, Madrid, 1993, tomo II, pág. 876. (35) Mar quis de LUPPE, Mérimée, ed. cit., pág. 48.
(36) P rosper MÉRIMÉE, “Carta a la Marquesa de La Rochejaquelein, de 18 de
marzo de 1859”, en Correspondance Génér ale, edición y notas de M aurice Parturier,
E douard Priv at, París, 1955, 2ª Serie, tomo III, pág. 76.
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nimiento, como indicó en otra ocasión (37). Después de profesar
ideas liberales terminaría en un conser vadurismo anticlerical. Ateo
durante toda su vida, sorpr endió a todos al declararse protestante en
su testamento (38), otorgado el año anterior a su muerte (39), si
bien algunos autores, como Josserand (40), Lyon (41) o Smith (42),
consideran que no se trató de una conversión a la r eligión reforma-
da, sino de un gesto de afecto hacia las dos amigas inglesas que le
cuidar on hasta el final. E n todo caso, desconociendo cuales fueron
sus intenciones, es el hecho el que permanece. Mérimée fue de aquellos escritores que en su obra se dedicaron
a desprestigiar al sacer dote y a la religión practicada por los “ devo-
tos ”. Así, sus frailes incrédulos, hipócritas, libidinosos y hasta asesi-
nos: los inquisidores, Antonio, Rafael y D omingo de Une femme est
un diable (1825), obra escrita, en opinión de Smith, para herir la
sensibilidad religiosa de la reacción conservadora bajo Carlos X (43).
E l también inquisidor , el dominico Fray Bartolomé, de Le ciel et
l’enfer (1825), vividor y carente de escrúpulos, que consigue que la
dama denuncie, por celos, a su amante y que muer e asesinado por
una arr epentida doña U rraca que, de ese modo, logra que su aman -
te huya con el hábito del que han despojado al monje. Esta obra es,
además, una burla del sacramento de la confesión y de los pr ecep-
tos de la I glesia, en la que el sacer dote concluye que su penitente no
ha infringido el precepto de abstinencia por que la mosca que, inad-
ver tidamente, se tragó, era pequeña. F ray Eugenio de L’occasion
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(37) P. MÉRIMÉE, “Carta a la Mar quesa de la Rochejaquelein, de 28 de no viem-
bre de 1856”, en Correspondance Génér ale, edición y notas de M aurice Parturier,
D euxième série, tomo deuxième, 1856-1858, P rivat, Toulouse, 1955, pág. 183.
(38) Se lo había anunciado unos años antes a Viollet-Le-Duc (P. MÉRIMÉE,
“Carta a Viollet-Le-D uc, de 1 de enero de 1865”, en Correspondance Générale, ed. cit.,
D euxième Série, Tome sixième, 1864-1865, pág. 315.
(39) F echado el 30 de may o de 1869, lo reproduce Albert FOURNIER, “Ceci est
mon testament”, Europe, año 53, núm. 557, septiembre 1975, págs. 142-144.
(40) Pierr e JOSSERAND, “Introduction ” a P. MÉRIMÉE, Carmen et tr eize autr es
nouv elles, edición, introducción y notas de Pierre J osserand, Gallimard (Folio classique),
Bussièr e à Saint-Armand, 2007, pág. 20.
(41) Sylvia L YON, The life and times of P rosper Mérimée, Dial Press, N ew York,
1948, pág. 313.
(42) Maxwell A. SMITH, Prosper Mérimée, Twayne P ublishers Inc, N ew York,
1972, pág. 164.
(43) M. A. SMITH, Prosper Mérimée, ed. cit., pág. 33.
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(1829) dominado por la lujuria (44). En el conjunto de Théâtre de
Clar a Gazul (1825), se muestra su “ antipatía hacia el catolicismo ”,
su “ pasión antirreligiosa ”, la herencia de los prejuicios antirreligio -
sos de los enciclopedistas que “se agrava con el sarcasmo” (45).
EnLa J acquerie (1828), obra en la que pintó al clero opr esor,
avar o y cínico (46), los monjes explotan la creencia de los campesi-
nos con falsos milagros (47) y el fraile J ean se pone al frente de la
sublevación campesina por venganza, despechado por no haber sido
elegido abad (48). E n la Chronique du règne de Char les IX(1829),
nov ela histórica ambientada en la matanza de la noche de San
B artolomé, el franciscano Lubin –que en modo alguno repr esenta
al tipo de pr edicador de entonces (49)–, se regocija cuando, br ome-
ando, se le atribuy e el pecado de lujuria y , por una apuesta, empie-
za su sermón con tres juramentos que disfraza con el nombre de
Cristo (50). S u héroe morirá rechazando todo auxilio espiritual,
tanto el del sacer dote católico como el del pastor protestante (51).
En Histoir e de Rondino (1830), es el sacer dote el que entrega a
la justicia al bondadoso bandolero (52). La incr edulidad se muestra
burlona en Federigo(1829), que es una burla de la S alvación, en la
que el protagonista de la historia termina salvándose mediante el
engaño, a la muer te y al demonio, y la compasión de C risto, aun-
que sin arr epentimiento alguno (53). De La Carrosse du Saint-
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(44) P rosper MÉRIMÉE, Une femme est un diable ,L’occasion ,Le ciel et l ’enfer, en
Théâtre de Clar a Gazul (introducción y cronología de P ierre Salomon), G arnier-
F lammarion, P arís, 1968, págs. 137-148, 239-240 y 255-285.
(45) P .TRAHARD, La jeunesse de P rosper Mérimée, ed. cit., tomo I, págs. 191,
215, 191. (46) P . MÉRIMÉE, Théâtre de Clar a Gazul, La Jacquerie. Scénes Féodales, La
F amille C arvajal, Charpentier , París, 1842, págs. 266-271.
(47) P. MÉRIMÉE, La Jacquerie, ed. cit., pág. 269.
(48) P. MÉRIMÉE, La Jacquerie, ed. cit., pág. 316
(49) Esa fue la errónea apreciación de M aigron (Louis MAIGRON, Le roman his -
torique a l ’époque romantique. Essai sur l’influence de Walter Scott, N ueva edición,
Librairie Ancienne H onoré Champion, París, 1912, pág. 169).
(50) P. MÉRIMÉE, C h ronique du règne de Charles IX , edición, introducción y notas
de Pi e r re Josserand, Ga l l i m a rd (Folio classique), M a n c h e c o u rt, 2005, págs. 112 y 113.
(51) P. MÉRIMÉE, Chronique du règne de Char les IX, ed. cit., págs. 327-333.
(52) P. MÉRIMÉE, Histoire de Rondino , en Carmen et tr eize autr es nouvelles, ed.
cit., pág. 438. (53) P . MÉRIMÉE, Federigo, en Carmen et tr eize autr es nouvelles, ed. cit., págs.
321-333.
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Sacrement(1829), cuando en 1848 se negó a que fuera repr esenta-
da, dijo su autor, que en aquel momento no era oportuna una obra
“ que se burlaba de los virreyes y de los obispos ” (54).
Su percepción de que el renacimiento católico que se apreciaba
en aquellos años era pura hipocr esía se refleja en Arsène Guillot
(1844), en la que la virtud de la piadosa señora de Piennes, sucum-
be ante la pasión en las últimas páginas, r evelando que no era más
que un mero artificio sin ningún fondo verdadero (55). En la carta
que escribió a la Condesa de M ontijo en la que le dice que esta obra
había causado un “ gran escándalo” y había sido calificada de “impía
e inmoral ”, se puede apreciar con toda claridad que lo achaca a pura
hipocresía (56). EnIl viccolo di madama L ucrezia, escrita en 1846 pero publica-
da tras su muerte, en 1873, la marquesa Aldobrandi, “ después de
haber sido extr emadamente ligera, había caído en la gran dev oción,
una v ez que se dio cuenta que la edad de las conquistas había pasa -
do ” y el sacerdote N egroni, “después de haber sido el último amico
de la mar quesa, gobernaba su casa con una autoridad prácticamen-
te despótica ” (57).
Incluso el abbé Au b a i n (1846) (58), de dudosa vo c a c i ó n ,
f r uto de un desengaño amoroso, sólo preocupado por la buena
vida y la buena mesa, que consigue la mejor parroquia de la dió-
cesis gracias a la influencia de una de sus feligresas, que le aleja
p o rque creía haberle enamorado, es muy poco atrayente (59).
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(54) P . MÉRIMÉE, “Car ta a Augustine B rohan, de 16 de septiembr e de 1848”,
en Correspondance Génér ale, edición y notas de Maurice P arturier, con la colaboración
de Pierre J osseran y J ean Mallion, tome cinquième, 1847-1849, Le Divan, P aris, 1946,
pág. 393. (55) P . MÉRIMÉE, Arsène Guillot, en Carmen et treize autr es nouv elles, ed. cit.,
págs. 25-84. (56) P . MÉRIMÉE, «Car ta a la Condesa de M ontijo, de 23 de marz o de 1844»,
en Cor espondance Génér ale, edición y notas de Maurice P arturier, con la colaboración
de P ierre Josseran y J ean Mallion, tome quatrième, 1844-1846, Le Divan, P aris, 1945,
pág. 66. (57) P . MÉRIMÉE, Il viccolo di madama Lucr ezia, en Carmen et tr eize autres nou -
velles , ed. cit., pág. 205.
(58) P . MERIMEE, L’abbé Aubain en Carmen et tr eize autr es nouvelles, ed. cit.,
págs. 188, 198, 193-194 y 192. (59) Mérimée, previendo que la obra sería tachada de irreligión afirmó que la
av entura era r eal (P. MÉRIMÉE, «Car ta a la Condesa de Montijo, de 28 de febrero de
1846», en Correspondance Génér ale, tome quatrième, ed. cit., pág. 422.
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Josserand (60), con toda razón, observó que “nunca pudo ver en
el sacerdote otra cosa que un hipócrita o un imbécil” (61).Fue, también, de aquellos que, con sus obras, contri buye ron a
sustituir las leyendas cristianas por leyendas fantásticas o mitológi-
cas. La Venus d ’ I l l e(1837), como observó Millet, es la «paganiza-
ción» de una leyenda cristiana, la leyenda de San Paulin, en la que el
triunfo de la castidad es sustituido por la pasión y el asesinato (62). Su anticlericalismo también dio muestras de comportamiento sec-
tario al negarse a votar como académico a candidatos católicos (63),
incluso cuando se lo pidió Napoleón III (64), y en su oposición a la
p r esencia de las tropas francesas en Roma para sostener a Pío IX (65).
En sus C artas desde E spaña(1831) los españoles “ pretenden
hacer terrible la religión ” y la imagen de Cristo que pr ecede al reo
camino del cadalso, es “ una horrible figura”, “una imagen horror o-
sa ”, “ una estatua desagradable ” (66).
E n su correspondencia también se muestra su inquina hacia la
Iglesia, el “partido clerical”, el P apa y, en general, hacia todo lo que
tenga que ver con la r eligión católica y, donde la burla tampoco está
ausente. A Panizzi, al que se queja de que llovía demasiado, le dice:
“Par ece que el funcionario celestial que cuida del tiempo se hace
viejo o se da a la bebida, pues desde hace algunos años desempeña
muy mal los deberes de su cargo ” (67).
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(60) P. JOSSERAND, “Introduction” a P. MÉRIMÉE, Colomba et dix autres nou -
velles, edición, introducción y notas de Pierr e Josserand, Gallimard (F olio classique),
Manchecourt, 2006, pág. 17. (61) El bandoler o Giocanto Castriconi de Colomba, no es un «cura bandido», ni
un «clérigo bandido», con quien algún autor le ha confundido (M anuela SAN
MIGUEL, Mérimée. Erudición y creación liter a r i a, Ediciones Un i versidad de
Salamanca, Salamanca, 1984, págs. 65y 71), sino un antiguo estudiante de teología (P .
MÉRIMÉE, Colomba, ed. cit., págs. 389-390), es decir , un ex seminarista.
(62) Claude MILLET ,Le Légéndaire au XIX e siécle. Poésie, mythe et v erité, Presses
U niversitaires de F rance, Paris, 1997, pág. 150.
(63) P . MÉRIMÉE, “Carta a al M ariscal Vaillant, de 15 de diciembre de 1857”,
en Corr espondance Générale , edición y notas de Maurice P arturier, Deuxième série,
tomo deuxième, 1856-1858, P rivat, Paris, 1955, págs. 418-419.
(64) J ules TROUBAT, Plume et pinceau. Études de L ittérature et d’Art, I sidore
Lisieux, P aris, 1878, pág. 33 ; A. W. RAITT, Prosper Mérimée, ed. cit., pág. 296.
(65) Paul LÉON, Mérimée et son temps, Pr esses Universitaires de France, P arís,
1962, págs. 191-192 y 198-199 ; A. W. RAITT, Prosper Mérimée, ed. cit., pág. 322.
(66) P . MÉRIMÉE, Lettres adressées d ’Espagne. Une execution, en Carmen et treize
autres nouv elles, ed. cit., págs. 384, 386 y 387.
(67) P . MÉRIMÉE, «Car ta a Panizzi, de 26 de mar zo de 1865», en Correspondance
Génér ale, ed. cit., Deuxième Série, Tome sixième, 1864-1865, pág. 395.
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Tras los disturbios rev olucionarios de Paris de febrero de 1831
–cometidos ante la pasividad del gobierno–, le escribió a Stendhal:
“ Os habéis perdido un bello espectáculo, el del saqueo del
Arzobispado ”, con una “ procesión en la que figuraban innumera -
bles zapater os remendones y crápulas de todas clases, con casullas,
mitras, etc., mascullando oraciones y rociando al público con agua
bendita que sacaban de orinales. La guar dia nacional se desternilla-
ba de risa y no impedía nada. N o hay religión en este país” (68). A
V iollet-Le-Duc, le responde: “Me gustaría que tuvierais razón cu\
an-
do decís que no hay católicos en F rancia” (69). N aturalmente, apr e-
cia la Vie de J esúsde Renan (70), aunque r eproche la admiración de
su autor a la humanidad de J esús (71). El aprecio es mayor en el
libro de Charles Lambert, L’Immortalité selon le Christ, “ demoledor
del santo r ey David y de la B iblia” y que le parece “ muy ingenioso
y bastante divertido ” (72).
Su animadversión hacia Pío IX se muestra, especialmente, con
m o t i v o de la publicación del S y l l a b u sy la Quanta cura, encíclica que
le parece “una payasada” (73), documentos con los que “el Papa ha
p e r dido totalmente la cab ez a” (74), al tiempo que “es un necio del
sigloVII” (75), “un imbécil en Roma que se cree Gregorio VII” (76),
un “ tonto y algo loco ”, “rodeado de canallas vestidos de r ojo, de vio-
leta o de negro ” (77). El revuelo causado por el Syllabusno había
E S TA N I S L A O CA N T E R O
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(68) P. MERIMEE, “Carta a S tendhal, de 15 de marzo de 1831”, en Correspon-
dance Génér ale, edición y notas de M. Parturier con la colaboraciób de P . Josserand y J.
M allion, Le Divan, París, 1941, tomo I, págs. 92-93.
(69) P . MÉRIMÉE, «Carta a Viollet-Le-Duc, de 1 de enero de 1865», en Corres-
pondance Génér ale, ed. cit., Deuxième Série, Tome sixième, 1864-1865, pág. 314.
(70) P. MÉRIMÉE, «Carta a P anizzi, de 19 de marzo de 1864», en Correspondance
Générale , ed. cit., D euxième Série, Tome sixième, 1864-1865, págs. 84-85.
(71) P . LÉON, Mérimée et son temps , ed. cit., pág. 385.
(72) P . MÉRIMÉE, «Car ta a Jenny Dacquin, de 14 de abril de 1865», en Corres-
pondance Génér ale, ed. cit., Deuxième Série, Tome sixième, 1864-1865, pág. 411.
(73) P . MÉRIMÉE, «Carta a Viollet-Le-Duc, de 1 de enero de 1865», en Corres-
pondance Génér ale, ed. cit., Deuxième Série, Tome sixième, 1864-1865, pág. 314.
(74) P. MÉRIMÉE, «Carta a Panizzi, de 24 de diciembr e de 1864», en Correspon-
dance Génér ale, ed. cit., Deuxième Série, Tome sixième, 1864-1865, pág. 310.
(75) P. MÉRIMÉE, «Carta a Viollet-Le-D uc, de 11 de enero de 1865», en Corres-
pondance Génér ale, ed. cit., Deuxième Série, Tome sixième, 1864-1865, pág. 324.
(76) P. MÉRIMÉE, «Carta a E dward Childe, 1 de febrero de 1865», en Corres-
pondance Génér ale, ed. cit., Deuxième Série, Tome sixième, 1864-1865, pág. 355.
(77) P. MÉRIMÉE, «Carta a P anizzi, de 26 de marzo de 1865», en Correspondance
Générale , ed. cit., D euxième Série, Tome sixième, 1864-1865, pág. 396.
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sido pequeño, y Mérimée cree que se deberían tomar medidas con-
tra el clero, por haber dado lectura el obispo de Moulins a las par-
tes de la encíclica que el gobierno francés no había autorizado
publicar (78). U na mayor actividad desplegada por el “ partido cle-
rical” le hace compararla con la hidra de las siete cabezas (79). Si en Las almas del P urgatorio(1834), donde el sacer dote
M anuel Tordo ya es vanidoso, hipócrita y simoniaco (80), don J uan,
tras la visión de su propio funeral, se arrepiente de su vida anterior
y alcanza el amor divino tras entrar en un conv ento –no sin que
durante el itinerario cometa un homicidio en un duelo tras haber
recibido los hábitos–, tal camino espiritual no lo recorrió Mé\
rimée,
a quien, si le preocupó la cuestión, no fue de modo suficiente para
dar el paso, a pesar de los r eiterados intentos de su amiga, la mar-
quesa de La R ochejaquelein, que fracasó en sus esfuer zos para lle-
v arle al catolicismo (81), como antes lo había intentado, también
sin éxito, Émile Lacoste (82).
“Tengo la desgracia de ser escéptico pero no es mi culpa.
Intento cr eer pero no tengo fe ”, le escribía a la Mar quesa de La
R ochejaquelein, aunque poco después añadía: “Sobre todo so y muy
sensible a la piedad que os inspir o y os doy las gracias desde el fondo
de mi corazón por interesaros por mi pobre alma. Pero, a decir ver-
dad, no creo que me convier ta” (83). Unos años más tarde, le decía
sobre la conversión de S an Pablo: “Estamos de acuerdo en que tuv o
la gracia y , desgraciadamente, no se da a todo el mundo (...) P ero es
cier to que no todo el mundo tiene la gracia (...) N o creo tenerla
jamás ” (84). U nos meses después le r espondía: “Pienso con frecuen -
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(78) P. MÉRIMÉE, «Carta a Viollet-Le-Duc, de 21 de enero de 1865», en Corres-
pondance Génér ale, ed. cit., Deuxième Série, Tome sixième, 1864-1865, pág. 232.
(79) P . MÉRIMÉE, «Car ta a Panizzi, de 14 de mar zo de 1865», en Correspondance
Génér ale, ed. cit., Deuxième Série, Tome sixième, 1864-1865, pág. 376.
(80) P. MÉRIMÉE, Les Ames du purgatoir e, en Colomba et dix autres nouvelles, ed.
cit., págs. 232-234. (81) P .TRAHARD, La vieillesse de Prosper Mérimée (1854-1870) , Librairie
Ancienne Édouar d Champion, París, 1930, págs. 37-38.
(82) A. W. RAITT, Prosper Mérimée, ed. cit., pág. 68.
(83) P . MÉRIMÉE, “Car ta a la Marquesa de la Rochejaquelein, de 24 de ener o de
1855”, en Correspondance Génér ale, ed. cit., Deuxième Série, Tome premier , 1853-
1855, Edouard P rivat, Toulouse, 1953, pág. 426.
(84) P . MÉRIMÉE, “Carta a la M arquesa de la Rochejaquelein, de 5 de febrero de
1859”, en Correspondance Génér ale, ed. cit., D euxième Série, Tomo III, pág. 44.
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cia en dios (sic) y en el otro mundo. A veces con esperanza. Otras
v eces con muchas dudas. Dios me parece muy pr obable y el
comienz o del Evangelio de S an Juan no tiene nada que me repug-
ne. En cuanto al otro mundo me cuesta más cr eer. M e es muy difí-
cil no v er una invención de la v anidad humana” (85). Poco antes,
le había dicho: “H ablando prácticamente, me parece que la duda
tiene menos inconv enientes que la creencia ” (86).
Esa manifestación pesarosa por no cr eer, que en alguna carta le
indicó, ¿r eflejaba el estado de su alma o era una retórica amabilidad
hacia quién se pr eocupaba por él? Más bien par ece que debió ser
esto último, pues no tenía auténticas inquietudes r eligiosas ni por
la otra vida (87). E n otra carta a la Mar quesa de La Rochejaquelein,
tras agradecerle sus oraciones, añadía: “Pero hablando con franque-
za, cr eo que jamás tendrán otro efecto que el de avivar mi agrade-
cimiento hacia v os” (88). Como quiera que fuera, ni tal pesar , si era
auténtico, ni su gusto por las cer emonias religiosas –que le llevó a
escribir desde España, en 1830, “ amo estas ceremonias católicas,
quisiera creer ” (89)–, ni el reconocimiento, también desde España,
de la labor de los religiosos, hasta el punto de escribir que “ a u n q u e
les pese a los liberales intolerantes [los monjes] son el apoyo y el con-
suelo de los desgraciados, desde su nacimiento hasta la muert e” (90),
fue suficiente para hacerle creer y conv e rtirse a la religión católica (91).
D e hecho, en su opúsculo sobre S tendhal (92) (1850), llegó a defi-
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(85) P . MÉRIMÉE, “Carta a la Marquesa de la Rochejaquelein, de 7 de no viem-
bre de 1859”, en Correspondance Génér ale, ed. cit., Deuxième Série, Tomo III, págs.
299-300.
(86) P. MÉRIMÉE, “Carta a la Marquesa de la R ochejaquelein, de septiembre de
1859”, en Correspondance Génér ale, ed. cit., Deuxième Série, Tomo III, pág. 271.
(87) P. MERIMEE, “Carta a la Mar quesa de la Rochejaquelein, de 11 de agosto
de 1856”, en Correspondance Génér ale, ed. cit., tome deuxième, pág. 96.
(88) P . MERIMEE, “Car ta a la Marquesa de la Rochejaquelein, de 25 de mayo de
1856”, en Correspondance Génér ale, ed. cit., tome deuxième, pág. 48.
(89) P . MÉRIMÉE, Lettres adressées d ’Espagne. Une execution, en Carmen et tr eize
autr es nouvelles , ed. cit., pág. 388.
(90) P . MÉRIMÉE, Lettres adr essées d ’Espagne. U ne execution, en Carmen et treize
autr es nouvelles , ed. cit., pág. 389.
(91) E n su correspondencia con la M arquesa de La Rochejaquelein se muestra su
nula disposición para ello . Es más, le indica que sólo se podía creer en la crítica (P .
MERIMEE, “Carta a la Marquesa de la Rochejaquelein, de 21 de octubr e de 1857”, en
Corr espondance Génér ale, ed. cit., deuxième série,tome deuxième, pág. 391).
(92) La reedición de su opúsculo en 1864, llev a esta fecha “MLCCLXIV de l’im-
posture du N azaréen” (A. BILL Y,Mérimée, ed. cit., pág. 113).
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nirse como pagano (93) y en sus Cartas desde España(1831) ya lo
había hecho como impío (94).
Sainte-Beuv e dijo de Mérimée que era “ el menos cristiano” de
los escritor es (95) y Trahard, en su monumental obra, destacó “ su
odio hacia el cler o” y le describió como “ ateo impenitente” (96). En
opinión de J ohnstone, “la absoluta incredulidad le acompañó toda
su vida ” y “la religión fue para él superstición ” (97). Pero se da la
paradoja de que, M erimée, según observó Raitt en su literatura,
“ nunca se pudo librar de un incómodo e irracional apego a talisma -
nes, fórmulas mágicas o pr ecauciones fetichistas” (98).
P ara Luppé, Mérimée “buscó motivos para no cr eer” (99).
Billy , más benévolamente estimó que “ educado en el volterianismo,
nunca varió sobre la cuestión de la r eligión: le era indiferente en sí
misma y antipática en las personas de sus repr esentantes. De todos
los escritor es de su tiempo fue el más refractario, no sólo al dogma,
sino a la sensibilidad de lo religioso ” (100). Bowman destacó que
Mérimée,“ rechaza cualquier fe ” y que en su profundo anticristianis -
mo, quizá por su pesimista percepción del mundo, “ rechazaba las
ideas de un D ios creador y del J uicio final” (101). En opinión de
Raitt, su inquina a la religión tenía muy poco de racional, pues “ su
rabioso anticlericalismo era más instintivo que raz onado” (102). A
juicio de Trahard, el “desprecio de la fe y de la ley moral le condu-
jo a la nada, donde encuentra un refugio definitiv o” (103). N o llegó
a ser así, finalmente, si su conversión al protestantismo fue sincera.
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(93) P. MERIMEE, H.B., en Carmen et tr eize autres nouv elles, ed. cit., pág. 443.
(94) P . MÉRIMÉE, Lettres adressées d ’Espagne. Une execution, en Carmen et treize
autres nouv elles, ed. cit., pág. 388.
(95) Citado por P .TRAHARD, La jeunesse de P rosper Mérimée, ed. cit., tomo II,
pág. 297. (96) P. TRAHARD, La jeunesse de Prosper Mérimée, ed. cit., tomo II, págs. 226 y 204.
(97) G. H. JOHNST ONE, Prosper Mérimée. A Mask and a F ace, George
R outledge and Sons, Londres, 1926, pág. 6.
(98) A. W . RAITT,Prosper Mérimée, ed. cit., pág. 177. Ver , también, por ejemplo,
F . P . BO WMAN, Prosper Mérimée. Heroism, P essimism and Irony, ed. cit., págs. 30-32.
(99) Mar quis de LUPPE, Mérimée, ed, cit., pág. 208.
(100) A. BILL Y,Mérimée , ed. cit., pág. 230.
(101) F . P. BO WMAN, Prosper Mérimée. H eroism, Pessimism and Irony, ed. cit.,
págs. 30 y 34.
(102) A. W. RAITT, Prosper Mérimée, ed. cit., pág. 359.
(103) P .TRAHARD, La jeunesse de P rosper Mérimée, ed. cit., tomo II, pág. 330.
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Contrario tanto a los “clericales” como a los rev olucionarios,
Mérimée, como observó Baschet, “ ofrece esta par ticularidad de
odiar al mismo tiempo al partido de la iglesia y al de los revolucio-
narios ” (104). Particularidad que no fue sólo de Mérimée, sino que
fue pr opia, también de otr os autores, como Flaubert (105), es decir ,
del tipo de liberal conservador anticatólico .
P or ello, pese a la inquina que tenía a la religión y a la I glesia,
es posible que sea cierta la observación de Bac cuando indica que
para Mérimée “la I glesia es una administración de la moralidad
pública ” y que “la r eligión es el freno más poderoso que se haya
encontrado contra los vicios humanos ” (106), pues bajo esa percep-
ción se contrarr estaba el peligro rev olucionario. Ideas muy comunes
a no pocos conser vaduristas liberales, más preocupados por su bien -
estar y por su posición que por la coherencia de sus ideas con su
forma de vida y con la penosa situación menester osa de la gran
may oría del pueblo en el siglo XIX.
A finales de febrero de 1848 le decía a R oyer-Collard sobre la
r evolución que acababa de derribar a la monarquía burguesa:
“Probablemente estamos todos arruinados. Es la única cosa que
lamento en lo que acaba de finalizar ” (107). Preocupación que
par ecía no sentir diecisiete años antes y de la que se burlaba cuan-
do, en la r evuelta de febrero de 1831, ante el saqueo del ar zobispa-
do de P aris, le decía a S tendhal: “no os podéis hacer idea de la
inquietud de los ricos. Es totalmente cómica para nosotros los
gueux (108). En 1859 le decía a la mar quesa de La Rochejaquelein
que el N uevo Testamento, prescindiendo de “la ley enda biográfica”,
contiene “ una admirable moral”, “ el resumen de los mejores princi-
pios, antaño reser vados por los filósofos griegos a un pequeño
númer o de adeptos, hoy día al alcance de todos los hombres sin
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(104) R. BASCHET ,Du r omantisme au…, ed. cit., pág. 242.
(105) Me he ocupado de F laubert en E. CANTERO, “Literatura, religión y polí -
tica en la F rancia del siglo XIX: Gustav e Flaubert”, Verbo núm. 459-460, no viembre-
diciembr e 2007, págs. 857-888.
(106) F erdinand BA C, Mérimée inconnu, H achette, París, 1939, págs. 190 y 199.
(107) P . MÉRIMÉE, “Carta a H ippolyte Royer-Collard, de finales de febrer o
1848”, en Correspondance Génér ale, ed. cit., tomo V, págs. 247-248.
(108) P. MERIMEE, “Car ta a Stendhal, de 15 de marzo de 1831”, en Correspon-
dance Génér ale, ed. cit., tomo I, pág. 92.
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excepción” (109). Tras las r evoluciones de 1848, Mérimée le escri-
bía a la Condesa de M ontijo: “Es cierto que la religión católica es el
más fuer te y más eficaz medio de policía que existe ” (110). Con
todo, la defensa de Mérimée hecha por B ac es a todas luces excesi-
v a cuando, de las premisas anteriores concluye que no cabe consi -
derarle enemigo de la r eligión ni su perseguidor (111).
Así, par ece que la parcialidad se sobrepone a la simpatía en no
pocos estudiosos que par ecen camuflar los aspectos antipáticos, sec-
tarios o reprobables de la persona a la que han dedicado algunos de
sus esfuer zos intelectuales, edulcorando su figura y v elando algunos
de sus comportamientos. Así, S an Miguel, para la que Mérimée “ no
será contra la fe y contra la religión contra las que arremeterá\
en sus
nouvelles ”; “será, muy al contrario, contra la hipocresía y el fariseís -
mo de clérigos y beatas contra los que descargará su ironía y s\
us más
acervas ( sic) críticas ” (112).
San M iguel parece dar por bueno que en tiempos de Mérimée
el cler o se caracterizaba por su hipocresía, pero al margen de tan
incorr ecto juicio que sólo cabe emitir por prejuicios o por ignoran -
cia, tampoco Mérimée juzgaba el pasado con un mínimo de objeti-
vidad. Al describir el estado de la catedral de Le Mans y el tránsito
en sus capiteles del románico al gótico, desliza este comentario
mor daz, injusto y falso sobr e el uso del poder por el clero:
“Desgraciadamente no creo que haya habido la menor difer encia
entre el cristianismo del siglo doce y el del siglo tr ece, salvo que,
quizás, en éste último el clero tenía may or poder y abusaba aún
más ” (113). Y en su descripción de los edificios de A vignon, apro-
v echa para intercalar este comentario igualmente malévolo: “ Al ver
L I T E R AT U RA , R E L IG IÓ N Y P O L ÍT IC A E N L A F R A NC IA . . . : P R O S PE R M É RI M É E
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(109) P. MÉRIMÉE, “Carta a la Ma rquesa de la Rochejaquelein, de 18 de septiem-
b re de 1859”, en C o r respondance Génér a l e, ed. cit., Deuxième Série, Tomo III, pág. 255.
(110) P . MÉRIMÉE, “Carta a la Condesa de M ontijo, de 20 de julio de 1848”,
en Correspondance Génér ale, ed. cit., Le Divan, P aris, 1946, tomo V, pág. 360.
En la carta, añadía: “P e ro cómo hacerlo revivir ahora que las clases inferiores han
adquirido de nosotros el contagio filosófico?”. Años después, escribía que el N u e vo
Testamento era el mejor libro de moral (“Carta a la M a rquesa de La Rochejaquelein, de 18
de septiembre de 1859”, en C o r respondance Génér a l e, deuxième série, tome III, pág. 255).
(111) F . BAC, Mérimée inconnu, ed. cit., pág. 199.
(112) M. SAN MIGUEL, Mérimée. Erudición y creación liter a r i a, ed.cit., pág. 171.
(113) P . MÉRIMÉE, N otes d’un voyage dans l’Ouest de la F rance, prólogo de P ierre-
Marie A uzas, Adam Bir o, Paris, 1989, pág. 33.
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el palacio de los Papas, el más grande de todos estos edificios, se
diría la ciudadela de un tirano asiático más bien que el hogar del
vicario de un Dios de paz” (114). Al relatar la tradición milagrera de
un agua de Arles que había contenido las reliquias de dos már t i r e s ,
añade que, desde que los monjes del lugar s e perc a t a r on de que eran
los propietarios de aquella agua que curaba a los enfermos, “la guar-
d a r on cuidadosamente y ya no la dieron más que por dinero” (115).
N i que decir tiene que, esos escasos comentarios de sus Notas de
viaje, siempre son para decir algo contrario a la Iglesia y al clero, y ,
en ningún caso, para referir cualquier cosa que suene a elogio .
Enemigo de la religión, lo fue siempre como acredita su obra lite-
raria y si no fue un perseguidor cruento, si lo fue intelectual e ideoló-
gico, al que importunaba la vitalidad de la religión católica. Por ello,
mucho más correcto es el juicio de Raitt al indicar que “sus más vio-
lentas críticas se dirigieron contra el resurgir católico que fue un rasgo
notable de la sociedad al comienzo de la década de 1840” (116). Mérimée ha sido un autor muy controver tido por su compro-
miso político con el régimen de Napoleón III, incluso en su v alora-
ción literaria. Desde la acusación de Victor Hugo, que le calificó de
“ruin ” y de “ cortesano ornamental” (117), no han faltado los juicios
contrarios que han ido más allá de la mera crítica a su posició\
n polí -
tica. E l marqués de L uppé, a mediados del siglo pasado, obser vaba
que Mérimée “ tiene contra él a todos los que han odiado encarni-
zadamente el S egundo Imperio ”, y que “la reputación equívoca que
tiene todavía en nuestro tiempo tiene origen político ” (118). Aún
en la actualidad, se le ha r eprochado, como ha recordado Antonia
F onyi, su posición en el S egundo Imperio, reproche puramente ide-
ológico, que no r esponde a la realidad de su participación “ políti-
ca ”, prácticamente nula, pues Mérimée sólo inter vino tres veces en
el S enado en asuntos de escasa o nula trascendencia (119). Así
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(114) P . MÉRIMÉE, Notes d ’un voyage dans le Midi de la F rance, Librairie de
Fournier , Paris, 1835, pág. 143.
(115) P . MÉRIMÉE, Notes d ’un voyage dans le M idi de la France, ed. cit., pág. 422.
(116) A. W. RAITT, Prosper Mérimée, ed. cit., pág. 210.
(117) Victor HUGO, Histoire d’un crime, en Œuvres complètes. Histoire, Robert
Laffont (col. Bouquins), P aris, 2002, pág. 319.
(118) Marquis de LUPPE, Mérimée, ed, cit., pág. 163.
(119) A ugustin FILON, Mérimée et se amis, Librairie Hachette et Cie., P aris,
1894, pág. 266.
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mismo, esa crítica, continúa Fonyi, olvida su labor de conservación
del patrimonio monumental francés y que su literatura en absoluto
fue reaccionaria, pues se fundó en una firme oposición al orden,
razón por la que, debido a esta ideología anarquista sub yacente, fue
per cibida en su época como intolerable (120).
A juicio de sus defensores, que tratan de exculparle –lo que supo-
ne dar por sentado que la colaboración con el régimen debe ser re p ro-
chada, como se acaba de ver en el juicio anteriormente expuesto de
Fonyi-, el compromiso de Mérimée proviene del horror que le pro-
dujo la insurrección r e volucionaria en París de junio de 1848, por lo
que aceptó el golpe de Estado de 1851 y el Imperio posterior (121),
en el que, según algunos autores, mantuvo su independencia y su
liber tad de pensar (122). N o han faltado los que han querido expli -
car y ex culpar su conducta con un elogio que, quizá inconsciente-
mente, resultó envenenado, como fue el caso de Arbelet, para el que
Mérimée, a pesar de su nombramiento como senador , nunca fue
bonapartista, criticando en privado al régimen y que al aceptar
dicha designación “ aceptó un favor que hacía su vida más confor ta-
ble, per o que sería exagerado decir que se adhirió al Imperio ” (123).
¿F ue políticamente un “ oportunista”, según la dura expr esión
de Trahar d (124)? A unque algo de base haya para calificarle de tal
modo, ¿fue realmente así, o fue sólo un empleado, un funcionario
que se avino a la sucesiva legalidad vigente? Esto último no par ece
sostenible desde el momento en que aceptó ser senador , aceptación
que supone mucho más que las obligaciones funcionariales. S u
compor tamiento, ¿no r esponde al tipo de cierto liberal conser vador,
políticamente afecto a un régimen –cualquiera que sea– que garan-
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(120) Antonia FONYI, “ Avant-propos”, en Antonia FONYI, Prosper Mérimée.
Écrivain, ar chéologue, historien, D roz, Ginebra, 1999, pág. IX.
(121) R obert BASCHET ,Du romantisme au Second Empir e. Mérimée (1803-
1870), N ouvelles Editions Latines, P arís, 1958, págs. 149-151 y 240; A. BILL Y,
Mérimée, ed. cit., pág. 358; Marquis de LUPPE, Mérimée, ed. cit., págs. 161 y 181.
(122) F . BAC, Mérimée inconnu, ed. cit., pág. 46; R. BASCHET ,Du r omantisme
au..., ed. cit., pág. 181. (123) P aul ARBELET ,Trois solitaires (Courier-S tendhal-Mérimée), Gallimard,
P aris, 1934, págs. 266 y 267.
(124) P. TRAHARD, La vieillesse de Prosper Mérimée (1854-1870), ed. cit., pág. 12.
Si fue un oportunista, sin embargo, parece que rechazó en dos ocasione\
s, en 1856
y en 1863, ser Ministro de I nstrucción Pública (Marquis de L UPPE, Mérimée, ed. cit.,
págs. 170 y 195).
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tice el orden en el que se encuentra bien situado, mientras que inte -
lectualmente, sus “ principios”, “creencias ” y “actitudes ” le impulsan
a la crítica de los principios e instituciones que aborr ece, como es el
caso de la r eligión y de la Iglesia, y de la sociedad a la que conside-
ra falsa e hipócrita? Parece, más bien, que Mérimée, encaja en esa tipología.
P olíticamente evolucionó, de modo cada vez más mar cado, desde
una posición liberal antiborbónica hasta la de un liberal, cada v ez
más conser vador y más partidario de un régimen autoritario pero,
siempre, anticatólico. En efecto, Mérimée, aunque liberal, se carac-
terizó por acomodarse a los cuatro regímenes que conoció, en todos
los cuales estuvo bien situado . Si bien durante la Restauración
r echazó en 1829 una agregaduría de embajada en Londr es, no fue
molestado por sus ideas ni por sus obras literarias, ni participó en \
el
mo vimiento que produjo su caída, pues se encontraba viajando por
España, donde le sorprendió la r evolución de julio.
Con la llegada de la Monarquía burguesa comienza su carr era a
la sombra del poder , que culminaría en el S enado del Segundo
Imperio . A su regr eso de España encontró a sus amigos bien situa-
dos políticamente y al amparo del conde de Argout, en 1831, fue
nombrado J efe de secretaría del Ministerio de Marina y , siempre al
ampar o del conde conforme a los traslados de éste, fue J efe de gabi-
nete en el M inisterio de Comercio y Trabajos Públicos y , posterior-
mente, del Ministerio del Interior y de C ultos (125). Caballero de
la Legión de H onor en 1833, ese mismo año, con un nuevo gobier-
no, solicita de los poder osos bien situados el amparo para mantener
su puesto y Thiers le nombra, en mayo de 1834, Inspector G eneral
de M onumentos H istóricos, lo que, durante dieciocho años, le con -
dujo a viajar por toda F rancia y a publicar diversas obras r elaciona-
das con la ar quitectura mediev al. Su situación económica mejora
notablemente con los 8.000 francos anuales de sueldo (126).
S ituación económica que será sensiblemente mejorada en 1853 con
los 30.000 francos anuales de senador (127).
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(125) P. TRAHARD, La jeunesse de Prosper Mérimée, ed. cit., tomo II, págs. 232-233.
(126) L U P PE, M é r i m é e , ed. cit., pág. 69; J. FREUSTIE, Prosper Mérimée (1803-1870).
Le nerveux hautain , ed. cit., pág. 162; A. W. RAITT, Prosper Mérimée, ed. cit., pág. 137.
(127) L UPPE, Mérimée , ed. cit., pág. 156; J. FREUSTIE, Prosper Mérimée (1803-
1870). Le nerveux hautain, ed. cit., pág. 170.
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Académico en 1844, O ficial de la Legión de Honor en 1852 y
Comendador en 1860. Mérimée r ecibió todo tipo de honores a lo
largo de su vida y frecuentó los salones más distinguidos, codeán -
dose con lo más granado, política, social y culturalmente, de aque-
lla sociedad. Críticos y biógrafos coinciden en v er en él al perfecto
gentleman –pero, también, no pocos, a un petimetre, a un r epresen-
tante conspicuo del dandismo, personal y literario (128)–, y a un
amigo leal con sus amigos, aunque quizás, como obser vó Bowman,
ninguna amistad fuera auténtica porque no se arriesgó a ello (129),
si bien en el caso de su amigo Libri parece que no fue así, pues su
defensa en la prensa (130) del Inspector G eneral de Instrucción
Pública y de B ibliotecas, justamente condenado por hur to de libros,
le costó, en 1852, quince días de cárcel y una multa de mil fra\
ncos.
Su amistad con los Montijo desde su primera visita a España, en espe-
cial con la madre de la futura esposa de Napoleón III, le conv irt i ó ,
después de ese matrimonio, en asiduo de la Corte, incluso en los des-
plazamientos a Compiègne, a Biarritz y a Fontainebleau, y en confi-
dente de la Emperatriz, de modo que fue “casi de la familia” (131).
C uando el régimen evolucionó hacía lo que se ha llamado la etapa
del I mperio liberal, se mostró contrario a tal evolución (132), aun -
que tal oposición no se manifestara en el Senado sino en su corr es-
pondencia (133).
Si sus detractores exageraron sus culpas políticas hasta el punto
de ignorar su obra literaria y, sobre todo, r estauradora del patrimo-
nio monumental y artístico francés, sus defensores y aquellos que
han reivindicado su obra por encima de su actitud y de su actividad
política, han minimizado ésta, puesto que no se limitó a la acepta-
ción del régimen, sino que incluyó su participación activa c\
ontribu -
yendo a su sostenimiento como senador .
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(128) J ean- Pierr e SAIDAH, «Mérimée et le dandysme», Europe, año 53, núm.
557, septiembre 1975, págs. 92-103. (129) F . P. BO WMAN, Prosper Mérimée. H eroism, Pessimism and Irony, ed. cit.,
págs. 58.61
(130) P. MÉRIMÉE, «La procés de M. Libri», Revue des Deux Mondes, año XXII,
tomo XIV , 1 de abril de 1852, págs. 306-336.
(131) J ean AUSTIN, Prosper Mérimée,écrivain, ar chéologue, homme politique,
Librairie Académique P errin, París, 1983, pág. 245.
(132) R. BASCHET ,Du r omantisme au…, ed. cit., págs. 241-242.
(133) M arquis de LUPPE, Mérimée, ed. cit., págs. 181, 198-199.
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De la vida y de la obra de Mérimée, maestro de la novela corta
en juicio de S ainte-Beuve (134), posteriormente r eiterado por casi
todos los críticos –“ el primero de los nouvellistes franceses” (135)–,
aunque con él naciera el cuento moderno y con él la nouvellellega-
ra a la perfección según las autorizadas opiniones de S ainte-Beuve,
T aine (136), M enéndez Pelayo (137) o Thibaudet (138), me par e-
ce que su importancia como literato, sin caer en el extremoso juicio
de B iré –que solo le consideró “ un hombre de letras” (139)–, en
general ha sido sobrev alorada, incluso cuando, como, siguiendo a
T aine, P ellissier le sitúa en la literatura francesa ocupando “ una
plaza alta, pero estrecha ” (140) y no se diga cuando, como G ustave
P lanche, en crítica en extremo elogiosa, se afirma que “ aunque
Mérimée sólo hubiera escrito Mateo Falcone, ocuparía una plaza
eminente en la historia de la literatura ” francesa (141).
En todo caso, esa impor tancia ha sido menor que la de su labor
como conser vador y restaurador del patrimonio artístico nacional
francés, tar ea destacada muy pronto por algunos autor es (142). En
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(134) C. A. SAINTE-BEUVE, Causeries du lundi , Garnier Frères, 3ª ed., P arís,
s.f ., tomo VII, pág. 384.
(135) Émile F AGUET,Dix-neuvième siécle. Études littér aires, S ociété F rançaise
d ’Imprimerie et de Librairie, 34ª ed., P aris, s.f., pág. 346.
(136) Hippolyte TAINE, Essais de critique et d’histoir e, trad. esp. Ensayos de críti -
ca y de historia , Aguilar, Madrid, 1953, págs. 891-894.
(137) Marcelino MENÉNDEZ P ELAYO, Historia de las ideas estéticas en España,
ed. cit., tomo II, pág. 875.
(138) Albert THIBAUDET, Histoire de la littératur e française de 1789 à nos jours,
S tock, D elamain et Boutelleau, P aris, 1946, pág. 211.
(139) Edmond BIRÉ, Portraits littér aires, Librairie Générale Catholique et
Classique, 4ª ed., L yon, 1888, pág. 62.
(140) Georges PELLISSIER, “Le R oman”, en L. PETIT de JULLE VILLE,
H istoire de la Langue et de la L ittérature française des O rigines a 1900, tomo VII, Dix-
neuvième siècle. Période r omantique (1800-1850), Armand Colin et Cie., P arís, 1899
(págs. 413-477), pág. 454. (141) Gustave PLANCHE, «Écrivains modernes de F rance. Prosper Mérimée»,
R evue des D eux Mondes, año XXV , tomo VII, 15 de septiembre de 1854 (págs. 1207-
1232), pág. 1212. (142) A ugustin FILON, Mérimée et se amis, Librairie Hachette et Cie., P arís,
1894, págs. 109 ; Eugène-Louis VIOLLET LE DUC, «Mérimée et les monuments
historiques», Revue de P aris, Deuxième année, tomo sixième, 15 de noviembr e de 1895,
págs. 411-417; André HALLA YS, «Mérimée, inspecteur des monuments historiques»,
R evue des Deux Mondes , año LXXXI, sexto periodo, tomo II, 15 de abril de 1911, págs.
761 -786; René CANAT, La L i t t é ra t u r e Française au XIXe siècle , Pa yot et Cie., Pa r í s ,
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esa empresa fueron sus más conocidos colaboradores, además de
E ugène Viollet-le D uc, el más famoso de ellos, A ugustin Caristie,
Jacques Duban, J e a n - Baptiste Lassus, Joly-Leterme y E m i l e
Boeswillwald (143), y en la que, sor teando no pocos obstáculos y
v enciendo algunas reticencias, por encima de err ores, que sin duda
los hubo y , a veces, no pequeños, contribuyó de forma eminente a
la salvación de buen número de obras de arte, iglesias, abadías y cate-
drales incluidas (144). Mérito que es de destacar por el hecho de
que, quien realizó tal trabajo, profesaba un “ateísmo radical” (145) y
por que fue sólo “una curiosidad de sabio y el gusto por el arte góti-
co ” (146) el que le motivó, pues, como advirtió F ilon, “no buscó ni
comprendió” “ el alma de la arquitectura gótica ”, ya que “ignoró
siempre lo que debía a la religión”, carácter “ que no supo percibir o
no quiso admirar” (147). Hallays entendió que esta apreciación era exagerada. P e ro la
c o r r ección a Filon me parece inconsistente. De los dos textos que cita
Hallays, en el primero (148), que se re f i e re a las ruinas de la abadía
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1921, tomo I, pág. 148; F o rtunat STROWSKI, Tableau de la Li t t é ra t u re Française au XIX
e siècle et au XXe siècle , (1912) Mellottée Editeur , París, s. f. (pero 1925), pág. 222.
(143) J. AUSTIN, Prosper Mérimée, ed. cit., págs. 127-129.
(144) Sobr e este importante aspecto de su vida, que salv o muchísimos monumen-
tos, E. MOREL, Prosper Mérimée. L’amour des pierres , ed. cit., págs. 93-230; X. DAR-
COS, Prosper Mérimée, ed. cit., págs. 147-223; J. AUSTIN, Prosper Mérimée..., ed cit.,
págs. 73-159; F rançoise BERCÉ, “Les enjeux et les contradictions de l ’archéologie et
de la politique sous la monarchie de juillet et le second empire ”, en A. FONYI, Prosper
Mérimée. Écrivain, archéologue, historien , ed. cit., págs. 3-14; Georges POISSON,
“Pr osper Mérimée et les monuments historiques de P aris et d’Ile-de-France”, en A.
FONYI, Prosper Mérimée. Écrivain, ar chéologue, historien, ed. cit., págs. 15-26; P ierre-
Marie A UZAS, «Mérimée au ser vice des Monuments historiques», Europe, año 53,
núm. 557, septiembre 1975, págs. 115-135; André FERMIGIER, “Mérimée et l ’ins-
pection des monuments historiques ”, en Pierre NORA (dir.), Les lieux de mémoir e,
Gallimard (Quarto), P arís, 1997, vol. I, págs. 1599-1614.
(145) P aul BOURGET ,N ouvelles pages de critique et de doctrine, P lon-Nourrit et
Cie., Imprimeurs-Éditeurs, P arís, 1922, pág. 10.
(146) Étienne-J ean DELÉCLUZE, Souvenirs de soixante années , Michel Lévy
Frèr es, P arís, 1862, pág. 498.
D elécluze, que al igual que Mérimée, era miembro del Comité historique des arts,
le repr ocha que no siendo “ ultramontano” se comportara como si lo fuera.
(147) A ugustin FILON, Mérimée et se amis, Librairie H achette et Cie., París,
1894, págs. 114 y 116. (148) André HALL AYS, «Mérimée, inspecteur de monuments historiques», Revue
des Deux M ondes, LXXXI année, sixième période, tome deuxième, 15 de abril de 1911
(págs. 761-786), pág. 775.
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de Be a u p o rt, Mérimée sólo dice que el monje debía amar la bell ez a
por sí misma y que, frente al caballero que sólo pensaba en cons tru i r
una for t a l eza inexpugnable, el abad embellecía su hogar y dis fru t a b a
los placeres que p ro p o rcionan la imaginación y las artes (149). Nada
más lejos de la r ealidad que reducir a un placer estético la obra reli-
giosa de las abadías. E n el segundo texto, Mérimée, al examinar las
vidrieras de la catedral de Le M ans, advierte que la mirada de quien
las contempla está obligada a dirigirse hacia el cielo y , añade: “¿No
es esta idea la que ha pr esidido toda la arquitectura gótica? ¿Y las
largas líneas v erticales, carácter constante de esta arquitectura, mul -
tiplicadas sobre todo en los coros, no tienen un destino similar? En
una época en la que la primera de las ciencias (sic) era la r eligión,
no hay que extrañarse de estas alegorías místicas, de las que el plan
y los detalles de nuestras iglesias ofrecen tantos ejemplos ” (150).
¿S ignifica esto que compr endió el sentido religioso de la ar quitectu-
ra? P arece que no . El mismo H allays, indirectamente, lo reconoce.
Así, tras decir que ahí está la mejor respuesta al r eproche de F ilon,
añade que Mérimée, “ experimentó toda la belleza de los edificios
r eligiosos del siglo XIII”, aunque, “ ahí, es cierto, se detiene su admi-
ración ” (151).
Las abadías no se constr uyeron para disfrutar de su belleza, ni
el gótico se r educe a mirar al cielo y a ver ticalidad. Sin necesidad de
r ecurrir a explicaciones teóricas muy posterior es a las investigacio-
nes de Mérimée, el estilo gótico, en especial en las catedrales, es un
arte religioso, más aún es un arte católico, dirigido a la compren-
sión de la doctrina católica y de la totalidad de sus dogmas, de lo
que se cree y se reza en el cr edo, desde la contemplación de la facha -
da hasta que, tras penetrar en la nave se llega al altar may or. Las for -
mas, las dimensiones, la ornamentación, la luz, todo conv erge a la
adoración y exaltación de C risto, Dios hecho hombre, verdadero
D ios y ver dadero Hombre. P ara captar este sentido del ar te, su obje-
to y finalidad, no se pr ecisa ser creyente. Este encuentra, además, la
confirmación y la exaltación de su fe.
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(149) P . MÉRIMÉE, Notes d’un voyage dans l’Ouest de la F rance, ed. cit., pág. 71.
(150) P . MÉRIMÉE, Notes d’un voyage dans l’Ouest de la F rance, ed. cit., pág. 35.
(151) A. HALL AYS, «Mérimée, inspecteur de monuments historiques», ed. cit.,
pág. 776.
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Si Mérimée captó algo del simbolismo religioso de los estilos
románico y gótico, desde luego, lo guardó para sí. Y lo que mani-
festó es conceptualmente muy pobre y poco compr ensible cuando
recorrió casi toda F rancia y describió centenar es de iglesias y cate-
drales en sus notas de viaje. Así, el ar tista “no supo percibir o no
quiso admirar ” el sentido de aquél arte, quedándose, tan sólo, en el
exterior de su belleza; se quedó en un placer estético a ras de suelo.
M ucho mejor lo habían comprendido los vándalos r evolucionarios
cuando se dedicaron a destruirlo –destrucción muy criticada por
Mérimée– por el simbolismo que encerraba. Además, las pocas veces que interrumpe la aridez de sus des -
cripciones e interpretaciones sobre la construcción y el estilo de los
edificios para r eferirse al sentido religioso, lo es para pr esentarlo con
un aspecto sesgado, destacando una porción de la realidad como si
fuera la totalidad, como ocurr e con los capiteles de la iglesia de
Vezelay: “Se v e por la elección de los temas que tienen un sentido
cuál era el espíritu de aquellos tiempos y la manera de interpr etar la
religión. N o era por la dulzura o por la persuasión con lo que se
quería convertir , sino por el terr or”.
“Los discursos de los sacerdotes podrían r esumirse en estas
pocas palabras: «¡Cr eed, si no pereceréis miserablemente en este
mundo y seréis eternamente torturados en el otro!». P or su parte,
los artistas, gente r eligiosa, incluso eclesiásticos en su mayor parte,
daban una forma real a las sombrías imágenes que les inspiraba un
celo salvaje. N o encuentro en Vezelay ninguno de esos temas que a
las almas tiernas les gustaría esculpir , como el perdón dado al arr e-
pentimiento, la r ecompensa del justo, etc. Al contrario, veo a
Samuel (sic ) degollando a Agag; a demonios descuartizando a seño -
ras o arrastrándolas al abismo; animales horribles, monstr uos
espantosos, caras deformadas, expr esando los sufrimientos de los
condenados o la alegría de los habitantes del infierno . Si se tiene en
cuenta la devoción de los hombr es educados en medio de estas imá -
genes extrañará menos las masacres de los albigenses ” (152). Y, en
cambio, parece haber compr endido el sentido profundamente reli-
gioso del gótico sólo para repr ocharles su ignorancia a los curas que
se dedicaban a enlucir los edificios r eligiosos: “¿Cuándo compren-
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(152) P. MÉRIMÉE, Notes d ’un voyage dans le M idi de la France, ed. cit., pág. 46.
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derán los curas que es de interés para la religión conservar en sus
templos su carácter antiguo, tan grave, tan imponente, tan cristia-
no?” (153). Literariamente, Mérimée se estrenó como romántico exaltado,
per o como romántico sui generis, pues en ningún momento partici-
pó de aquel primer romanticismo que se caracterizó por una veta
proclive a la religión e, incluso, al catolicismo, al tiempo que a la
R estauración borbónica, bien r epresentado por las odasde Victor
H ugo y al que nunca se asoció, probablemente debido a su animad -
v ersión a la religión y a su inquina hacia el cler o. Tampoco liberó su
yo, ni dio libr e curso al sentimiento, ni ofreció descripciones; y lo
fantástico, que no fue ex clusivo del romanticismo, permanecería a
lo largo de toda su obra (154). En sus primeras obras se manifiesta
libr e de todo convencionalismo literario y moral y rompe con la
famosa triple unidad temporal, de acción y de lugar , al tiempo que
se muestra el gusto por lo macabr o, lo fantástico, el exotismo, lo sal-
v aje, la br utalidad y la exageración más extr emados. En su literatu-
ra, impregnada de relativismo moral y, en buena parte de
determinismo, se muestra el apr ecio por lo primitivo frente a lo
civilizado y sus personajes son más libres que los civilizados, más
honestos y su moral es superior a la de éstos (155). A lo largo de su obra predomina el gusto por la muerte y la br u-
talidad, por lo horrible y terrible –aspectos que D utourd liga a su
dandismo juv enil, a una velada y quizá inconsciente filosofía hob-
besiana conforme a la cual lo que caracteriza al hombr e es el cri-
men, a su sadismo literario y a un pesimismo sin parangón (156)–,
al tiempo que en sus personajes la virtud no sobr esale por encima
del vicio (157).
Como ya se ha visto, en el Teatro de Clar a Gazul, el asesinato y
el vicio son lo común. En Mateo F alcone (1829), su primer cuento,
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(153) P . MÉRIMÉE, Notes d’un voyage dans le M idi de la France, ed. cit., pág. 120.
(154) Cristina RISCO SAL ANOVA, Realismo y ficción en la narrativ a fantástica
de P rosper Mérimée, U niversidad de Valladolid, Valladolid, 1993.
(155) F . P. BO WMAN, Prosper Mérimée. H eroism, P essimism and Ir ony, ed. cit.,
págs. 79-80 y 147-150.
(156) Jean DUTOURD, « Don P rosper le cruel », Revue d’Histoire Littér aire de
la F rance , año 71, núm. 1, ener o-febrero de 1971, págs. 1-9.
( 1 5 7 ) E dmond BIRÉ, Po rt r aits litt éra i re s, Librairie Générale Catholique et
Classique, 4.ª ed., L yon, 1888, págs. 34-45.
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como lo más natural, un padre, para salvar el honor, asesina a su
hijo de die z años culpable de haber denunciado a un bandoler o y
con ello, de haber traicionado la hospitalidad corsa. E nLa famille
de Car vajal(1828) un padre incestuoso envenena a su mujer y la
hija, para evitar la violación, mata al padre. E nTamango (1829), los
esclavos negros acaban con la tripulación negr era de La Esper anza,
despedazándola, y después perecen de hambre al no saber tripular
el velero . EnLa Venus d ’Ille, el novio perece la noche de bodas por
el abrazo mor tal de una estatua de Venus. En Carmen(1845), el
héroe, comienza matando a su teniente y termina asesinando a
Carmen. En Lokis(1869), el hombr e-oso mata a su esposa en la
noche de bodas y bebe su sangr e. EnLa jacquerie , nobles, monjes,
burgueses y villanos son igualmente brutales y sin ninguna vir tud.
En La chronique du règne de Char les IX, tanto católicos como hugo -
notes son igualmente fanáticos y brutales y el interés es el móvil de
sus acciones. E nColomba (1840) la v enganza de una mujer atena-
zada por el odio mueve los hilos. Nunca llegó a pertenecer a ninguna escuela y buena parte de la
crítica, que le asocia a S tendhal, de cuya influencia nunca se alejó
demasiado (158), le considera precursor de la corriente que, poste-
riormente, se conocería como realismo, a pesar de que, como obser -
vó B runetièr e (159), se burlara de ella como antes se había burlado
del r omanticismo.
Inicialmente r omántico y posteriormente, como dijo Trahard,
“realista sin saberlo ” o “a su pesar” (160), Sainte-Beuve le trató bas-
tante bien aunque sin exagerar los elogios (161) y la fama entre las
críticas favorables le llegaría de la mano de Taine que no escatimó
los elogios como maestr o de la novela corta (162). Casi como
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(158) Arbelet estimó que esa influencia fue «decisiv a» en su comportamiento, en
sus ideas y en su literatura (P . ARBELET,Trois solitair e (Courier-Stendhal-Mérimée) , ed.
cit., págs. 208; 206-208). (159) F erdinand BRUNETIÈRE, Manuel de l’Histoire de la Littérature fr ançaise,
CH. Delagrave, P arís, 1898, pág. 439.
(160) P .TRAHARD, La vieillesse de P rosper Mérimée (1854-1870) , ed. cit., págs.
103 y 239.
(161) C. A. SAINTE-BEUVE, Portraits contempor ains, nueva edición revisada y
corr egida, D idier, Paris, 1855, tomo II, págs. 361-378.
(162) H. TAINE, Essais de critique et d ’histoire, trad. esp .Ensayos de crítica y de
historia, ed. cit., págs. 891-894.
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excepción, la crítica de B arbey D’Aurevilly (163) y la del inconfor-
mista B iré, en absoluto políticamente correcta como diríamos hoy,
que negó su maestría, la originalidad de su imaginación y le achacó
falta de estilo (164). En cuanto a su carácter y personalidad, la influencia de Taine se
ha dejado sentir . Durante mucho tiempo se ha r epetido, siguiendo
al ilustr e crítico, que, junto a su escepticismo, una desconfianza
radical –apuntada ya por S ainte-Beuve (165)–, fue su principal
rasgo, lo que motivó que jamás se entr egara, que le faltara la since-
ridad, lo que en buena parte de su obra se traduce en sequedad y
falta de vida y que esa fuera su penitencia: “por temor a ser engaña-
do, desconfió de la vida, del amor , de la ciencia, del arte y ha sido
víctima de su desconfianza ” (166). En términos muy semejantes,
p e r o con un importante matiz, S t rowski entendió que la desconfian-
za de Mérimée, unido a “la insuficiencia de su vida interior y de la
facultad de admirar, le condenaron a la ironía y a la sequedad, impi-
diéndole llegar hasta el final de la emoción y de la v e r d a d” (167).
P ara Léon, de modo similar , Mérimée fue víctima de su desconfian -
za (168).
Desde que Taine dijo que “había en él dos personajes ” (169), no
han faltado quienes, como Brisson, han indicado que su escepticis-
mo no era más que una fachada, originada por la influencia de
S tendhal (170), tras la que se ocultaba el auténtico Mérimée,
mucho más humano y con una personalidad más atractiva. B risson,
sobr e la base de la correspondencia de Mérimée con J enny Dacquin
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(163) J ules BARBEY D’A UREVILLY,Le XIXe siècle. D es œuvres et des hommes,
choix de texte établi par J acques Petit, Mercure de F rance, París, 1966, tome deuxième,
págs. 227-230. (164) Edmond BIRÉ, Portraits littér aires, Librairie Générale Catholique et
Classique, 4.ª ed., L yon, 1888, págs. 4, 41-52.
(165) C. A. SAINTE-BEUVE, Causeries du lundi, ed. cit., pág. 383.
(166) H. TAINE, Essais de critique et d ’histoire, trad. esp .Ensayos de crítica y de
historia, ed. cit., pág. 896. (167) F . STROWSKI, Tableau de la Littérature F rançaise au XIX e siècle et au XXe
siècle , ed. cit., págs. 220-221.
(168) P . LÉON, Mérimée et son temps, ed. cit., págs. 8 y 365.
(169) H. TAINE, Essais de critique et d ’histoire, trad. esp .Ensayos de crítica y de
historia, ed. cit., pág. 878. (170) Adolphe BRISSON, La Comédie littéraire. Notes et impressions de littérature,
Armand Colin et Cie., P arís, 1895, pág. 241.
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estimó que el libertinaje de Mérimée, su egoísmo y su escepticismo
ocultaban a un hombre cariñoso, a un amigo devoto y a un soña-
dor (171). P ara Josserand, la correspondencia de Mérimée acr edita
que el verdadero Mérimée es el que se escondía tras la másca\
ra coti -
diana (172), opinión muy próxima a la de Léon para el que “\
el per-
sonaje tiene siempre dos caras ” y “oculta un alma sensible bajo la
fanfarronada del vicio ” (173). Sin duda ese aspecto permaneció
escondido para casi todo el mundo puesto que sólo tras su muerte,
con la publicación de esa correspondencia, se pudo descubrir . Aun
cuando se presuma que esas car tas muestran a un Mérimée autén-
tico, el Mérimée más real fue el que el público pudo conocer , que
fue el que él quiso que fuera conocido .
San Miguel, siguiendo una ya larga estela sobre la máscara de
Mérimée, entiende que esa duplicidad, con la que el auténtico
Mérimée se defendía del mundo con una personalidad diferente de
la propia, procede de un trauma infantil, asociado a un complejo de
culpa, del rechazo de la par te femenina de su personalidad y del
deseo de retornar a la naturaleza, y que esta personalidad no se
corresponde con la personalidad auténtica de Mérimée (174). P ara
D ugas el Mérimée íntimo no fue más real que el Mérimée público,
frío, distante, desconfiado a causa de su timidez, escéptico y al que
le gustaba pasar por un monstruo de inmoralidad (175). El testimo -
nio de sus amigos, como el del famoso arquitecto Viollet-le-Duc,
transmitido por los hermanos Goncourt, según el cual “Mérimée
era un hombre de escondida sensibilidad, muy cariñoso bajo la
máscara del egoísmo y el cinismo” (176), no hace sino confirmar la
L I T E R A T U RA , R E L IG IÓ N Y P O L ÍT IC A E N L A F R A NC IA . . . : P R O S PE R M É RI M É E
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(171) A. BRISSON, La Comédie littéraire. Notes et impr essions de littér ature, ed.
cit., pág. 246.
(172) P. JOSSERAND, “Sur Mérimée”, en Prosper Mérimée, Éditions d’ A rt Lu c i e n
Mezenod (col. Les Écrivains Célèbres), París, 1969, (págs. 189-209), págs. 209 y 190.
(173) P . LÉON, Mérimée et son temps , ed. cit., pág. 3.
(174) M. SAN MIGUEL, Mérimée. Erudición y cr eación literaria, ed.cit., págs.
193-206.
(175) L. DUGAS, «La timidité de P rosper Mérimée», Mercure de France, año 31,
tomo CXLIII, núm. 535, 1 de octubre de 1920, págs. 113-125.
(176) Edmond et Jules de GONCOURT, “Anotación de 3 de marzo de1869”,
J o u r nal. Mémoires de la vie littér a i re, II. 1866-1886, edición de R o b e rt Ricatte con
prólogo y cronología de R o b e rt Ko p p, Ro b e r t Laffont (col. Bouquins), París, 1989,
pág. 207.
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existencia del Mérimée real y público que sobresale sobre el íntimo
que apenas quiso que fuera conocido (177). Desconfiado –“ acuérdate de desconfiar ”, era su divisa–, escép-
tico, pesimista (178), fuer on defectos que, en opinión muy exten-
dida, acompañar on a Mérimée, del que Lemaitre, que le fue muy
fav orable en su crítica, destacó su “ determinismo radical”, su con-
cepción “ sombría” del amor , que no era otra cosa que “ una pasión
fatal, inexplicable y cruel ”, su “refinada burla ” y “una filosofía total -
mente negativa que se convirtió en dandismo moral” (179). S i se ha
de hacer caso a los hermanos G oncourt, Mérimée mostraba en su
conversación “ un afectado despr ecio de todo lo que era ilusión,
pudor [y] conveniencia social”, y hacía gala de una “ seca y malévo-
la ir onía, trabajada para sorprender y dominar a las mujeres y a los
débiles ” (180). Lanson dijo de él que era “ el menos humanitario de
los hombr es y [que] menospreciaba demasiado al hombre para
tener fe en el pr ogreso” (181). H oussaye había dicho, unos años
antes, que Mérimée “ de ningún modo amaba a la humanidad ” y
que “ estaba descontento con todo, pero nunca de sí mismo” (182).
Bourget (183), con ocasión del cincuentenario de su muerte, destacó
como uno de los rasgos más sobresalientes de su personalidad “ u n a
absoluta amoralidad intelectual”, su “nihilismo intelectual” (184).
E S TA N I S L A O CA N T E R O
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(177) Lo mismo cabe decir de los r ecuerdos de G renier que lo único que prueban
es que Mérimée era un buen amigo (E douard GRENIER, Souvenirs littér aires,
Alphonse Lemerr e, París, 1894, págs. 127-153.
(178) E. F AGUET,Dix-neuvième siécle. Études littér aires, ed. cit., pág. 341 ; R.
CANAT, La Littérature Française au XIXe siècle , ed. cit., págs. 149-150 ; Paul BOUR -
GET, Nouvelles pages de critique et de doctrine , Plon-Nourrit et Cie., I mprimeurs-Édi-
teurs, P arís, 1922, pág. 9; F . P. BO WMAN, Prosper Mérimée. H eroism, Pessimism and
Irony, ed. cit., págs. 20-21. (179) J ules LEMAITRE, Les contemporains. Études et P ortraits Littéraires, Librairie
H. Lecène et H. Oudin, P arís, 1889, Quatrième série, págs. 30, 31, 40 y 41.
(180) Edmond et J ules de GONCOUR T, “ Anotación de 1 de noviembr e de
1865”, Journal. Mémoir es de la vie littérair e, I. 1851-1865, edición de R obert Ricatte
con prólogo y cr onología de Robert Kopp, Robert Laffont (col. Bouquins), P arís,
1989, págs. 1200 y 1201.
(181) Gustave LANSON, Histoire de la Littérature Française (1894), Librairie
H achette, París, s.f . (pero 17ª ed., 1922), pág. 1010.
(182) Arsène HOUSSA YE, Les confessions. Souv enirs d’un demi-siècle. 1830-1880,
E. D entu, París, 1885, tomo IV , pág. 257.
(183) P. BOUR G E T, N o u vel les pages de critique et de doctrine, ed. cit., págs. 11 y 18.
(184) Pla nc he, opinó, con ex c e s i va benevolenc ia imposible de ded ucir de sus
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B owman observó que Mérimée odiaba la mentira, pero se servía de sus
p r opias mentiras (185) A juicio de Josserand, Mérimée fue un “ e p i c ú-
reo estoico” (186). Arbelet sin duda creyó elogiarle al escribir que “ s u
d e s p r ecio a las opiniones y a los hombres le permitió, con toda hones-
tidad, servir sucesivamente a todos los r e g í m e n e s” (187). P e ro, el juicio
más demoledor y que sin duda le caracteriza bien, es, pr o b a b l e m e n t e ,
el que emitió Raitt: Mérimée fue “un hombre sin principios” (188). ¿Cuál pudo ser la razón de su animadversión hacia la r eligión y
hacia la I glesia? Aún no había cumplido veintidós años cuando, en
plena r estauración religiosa, se complace en escribir unas obras en
las que denigra a la I glesia al tiempo que se burla de ella. N o se
había educado en un colegio religioso, ni había r ecibido ninguna
instrucción que le sometiera a preceptos r eligiosos, por lo que no
tenía cuenta alguna que saldar . Personalmente no tenía nada que
repr ochar pues vivía al margen de la r eligión y de la Iglesia. La edu-
cación que había recibido, contraria a la r eligión y a la Iglesia, su
mala vida enfangada en el vicio y los placeres inmorales, sus amis -
tades y el ambiente en el que se movía, unidos a un ego en exceso
desmesurado, quizá le llevar on a odiar lo noble y lo sagrado y a
imputar los peores vicios a quienes r epresentaban todo aquello de
lo que carecía o a lo que era contrario, y cuya sola existencia cons -
tituía una acta de acusación a su forma de vida. S u mismo raciona-
lismo, cuando se aplica a la r eligión, en su correspondencia con la
mar quesa de La Rochejaquelein, más que a razonar sobre la posibi-
lidad de la fe se dedica a argumentar su rechazo, a justificar la incr e-
encia en la que par ece regodearse (189).
L I T E R AT U RA , R E L IG IÓ N Y P O L ÍT IC A E N L A F R A NC IA . . . : P R O S PE R M É RI M É E
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obras, que la carencia de sentido moral en Mérimée no era más que una calumnia lev-
antada por Mérimée contra sí mismo (G. PLANCHE, «Écrivains modernes de F rance.
Prosper Mérimée», ed. cit., pág. 1229).
(185) F . P. BO WMAN, Prosper Mérimée. H eroism, Pessimism and Irony, ed. cit.,
págs. 61-63.
(186) P . JOSSERAND, «Introduction», en P . MÉRIMÉE, Carmen et tr eize autres
nouvelles , ed. cit., pág. 9. M enéndez Pelayo opinó que en Mérimée «un pesimismo tran -
quilo, que en la práctica tenía más consecuencias epicúr eas que estoicas, parece haber
sido su única filosofía» (M. MENÉNDEZ P ELAYO, Historia de las ideas estéticas en
España, ed. cit., tomo II, pág. 876).
(187) P. ARBELET, Trois solitaires (Courier-S t e n d h a l - M é r i m é e ) ,ed. cit., pág. 234.
(188) A. W. RAITT, Prosper Mérimée, ed. cit., pág. 359.
(189) P . MÉRIMÉE , “Carta a la M arquesa de la Rochejaquelein, de 18 de sep-
tiembre de 1859”, en Correspondance Générale, ed. cit., Deuxième Série, Tomo III,
págs. 255-257.
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