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Número 507-508

Serie L

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Enrique Orduña Rebollo, La nación española. Jalones históricos

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA

Enrique Orduña Rebollo, La nación española. Jalones históricos, Madrid, Iustel, 2011, 728 págs.

Enrique Orduña, funcionario público, secretario general de la Organización Iberoamericana de Cooperación Intermunicipal, es autor de un buen número de publicaciones relativas a la historia institucional, en particular la municipal. En el presente libro pretende trazar la historia de la «nación española». Piadoso designio que, sin embargo, queda deslucido por las categorías impías (probablemente a su pesar) que presiden su ejecución. Y es que, según la opinión de lo que no es tanto una escuela intelectual como una red de intereses, la resistencia del pueblo español a Napoleón en 1808 frente a las ambiciones napoleónicas «hizo posible –escribe en el prólogo– el hecho material de la Nación en Armas, como se definió entonces y ahora». En tales circunstancias –sigue– «la soberanía fue asumida por la Nación y sus mecanismos de actuación». Afirma, pues, el nacimiento de la nación española ligado a la revolución liberal. Al tiempo que se opone tanto a la tesis tradicional de la nación cultural (y no política) cuanto a su reviviscencia, en puridad, desnaturalización, contemporánea de la «nación de naciones».

El libro, como quiera que sea, está bien construido, y sobre todo en lo que toca a la institucionalidad, resulta de no poco interés. Más aún, ahí radica su verdadero interés. Sus defectos derivan, en cambio, de la ideología, ajena a la historia, y que impide la comprensión de ésta en su desenvolvimiento. Los autores tradicionales contemporáneos, en cambio, han distinguido muy bien –según observación de Miguel Ayuso– la nación histórica de la nación política revolucionaria. En el orden psicológico (como Rafael Gambra), histórico-político (como Elías de Tejada), jurídico (como Juan Vallet de Goytisolo) o filosófico (como Francisco Canals). Y no han sido sospechosos, sin embargo, del menor de los entusiasmos por el modelo surgido precisamente de la degeneración del modelo revolucionario de la nación política. Resulta curioso que quienes, como el autor del libro que comentamos, rechazan las posiciones de la «nación de naciones» surgidas de la implantación del llamado «Estado de las Autonomías», no alcancen a ver el eje diamantino que las liga con la por ellos añorada del «Estado centralista». No es el foralismo tradicional el vinculado genéticamente con los nacionalismos centrífugos; es el nacionalismo centrípeto el que ha sido objeto de imitación.

La historia institucional tiene un papel relevante, pero requiere de la iluminación de la historia de las ideas y de la filosofía política, sin la que es ciega. Este libro estimable, con sus aciertos y con sus defectos, así lo exhibe.