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Cristiandad y sociedad pluralista laica

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La mala conciencia en los cristianos y la marcha irreversible hacia el socialismo

LA MALA CONCIENCIA EN LOS CRISTIANOS Y LA
MARC]U. IRREVERSIBLE HACIA EL SOCIALISMO
POR
ESTANISLAO CANTERO,
El avarice del socialismo y el avaoce de los países hacia el socia­
lismo
es evidente y, desgraciadamente, un hecho. Basta comparar las
situaciones actuales de los diversos países con
las de hace unos años,
no muchos, en los mismos, para advertirlo. Además,
ese avance es
cada vez más acelerado. Pero lo que es más grave y verdaderamen­
te aterrador, es que ese avance del socialismo, esa marcha hacia él,
se debe en parte, a los propios católicos.
Como señala certeramente Luis Salleron
(1), «anteriormente po­
díamos referimos a la Iglesia como a un bloque para aclarar, deter­
minar o justificar nul'Stras actividades en la, comunidad. Sus dogmas,
su doctrina, su enseñanza,
sus directivas se nos ofrecían como nna
conVergenda
que no permitía querellas ni interpretaciones diversas,
sino en fa periferia de este majestuoso conjunto. Hoy las divisiones
están en todas partes, en todos los terrenos, en todos los niveles.
Antiguamente, cuando alguien se
llamaba católico o era clasifi­
cado como católico,
s·e sabían sin esfuerzo sus opiniones y sus orien­
taciones.
No se podían saber ciertamente sus preferencias políticas,
económicas o sociales, pero
se sabía que excluía necesariamente al­
gunas adhesiones y algunas profesiones de fe. Si dos católicos, con­
siderados como antípodas uno del otro en sus «compromisos» tempo­
rales,
se encontraban mezclad_os en una asamblea o se enfrentaban en
todas
las ideas_ y todas las pasiones, se volvían a encontrar, pese a
ellos mismos, más próximos uno de otro que aquellos que
les comba­
tían
y les condenaban idénticamente por ser católicos. Hoy ha cam-
(1) Luis Salleron: Los católicos y la docft'ina social de la Iglesia~ «Verbo»,
núm." 97-98, agosto-octubre de 1971, págs. 641-642.
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EST ANISLAO CANTERO
biado todo. Si alguno se dice católico o está clasificado como tal,
nadie puede saber lo que piensa ni lo que es. Es en el abanico po·
lítico donde se percibe esto mejor. El católico puede con indiferen­
cia afirmarse como gaullista, independiente, radical, socialista, co­
munista, maoista, castrista o no importa qué. Pero en el p~o filo­
sófico puede, igualmente, decir que
es de Santo Tomás, de Sartre,
de Marcuse, de Marx, de los estructuralistas o de no importa qué.
En el plano religioso, finalmente, su catolicismo no le impedirá pro­
clamar la muerte de Dios, negar
la divinidad de Cristo, hacer del
Evangelio el manual de la revolución,
y así por el estilo».
Conforme a
lo que corresponde al título de este forum, tratare­
mos de responder al porqué de que haya católicos que crean que el
socialismo es la solución del ·mundo moderno así como el porqué
de que entre los propios católicos se promueva el establecimiento del
socialismo como finalidad de la sociedad terrena,
y ello a pesar de
haber sido condenado reiteradas veces por los Pontífices, desde Pío
IX
a Pablo VI.
l. En primer lugar, se debe a la falta de formación en los ca­
tólicos plasmada en el desconocimiento de lo que es el socialismo, así
como de cuál es la doctrina católica. Esta falta de formación por la
que ignoran la absoluta incompatibilidad entre socialismo y religión
católica,
por ser el primero éon trario al derecho natural, les lleva a
creer que la solución total o parcial de los diversos problemas y ma­
les existentes, o de aquellos que son tan sólo producto de unas men­
tes que difunden falsas ideas sobre el hombre y el mundo, sobre la
historia, sobre la estructura de la sociedad y sobre la economía, pero
que consiguen ganarse adeptos a tales ideas hasta convertirlas en
verdades evidentes e indiscutibles, es el socialismo. Dándose el con­
trasentido de que es precisamente para estos propagadores del error
para los que no existe objetivamente error
y verdad, bien y mal.
Y este avance del socialismo hacia
el cual parte de los católicos
se ven atraídos se desarrolla, según el siguiente proceso, como nos
explica Marce! Clément ( 2).
(2) Marce! Clément: Le sens de l'histoire, especialmente el cap. III,
París, «Nouvelles edítions latines», 1958.
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Primeramente se. ha ido _inculcando, poéo a poco, en los cristianos,
la idea de que en la observación de los hechos sociales hay que hacer
metódicamente abstracción de toda
noción moral y finalista.. Así, se
estudian los hechos sociales como cosas, abstracCión hecha de toda
legitimidad. El observador, sociólogo, economista, se abstiene de juz­
garlos. Así, esta actitud «científica» está basada en una metódica
mentira al considerar los hechos sociales en su comportamiento ex­
terno, vaciado de todo contenido moral objetivo.
Aceptado esto, se siembran las ideas marxistas
y socialistas, eso
sí, cuidadosamente revestido su ropaje materialista con el disfraz
cristiano más parecido que ha podido encontrar.
«El ataque inicial, nos dice Marce! Clément (3 ), surge en el te­
rreno de la economía. Terreno, desgraciadamente, en que la ignorancia
religiosa de gran número de católicos los convierte en vulnerables.
Frecuentemente se ha repetido que no hay doctrina económica de la
Iglesia que creen, sinceramente, que en tal terreno -técnico ¿ver­
dad?-ni la fe ni las costumbres están en juego. Por otra parte se
ha inculcado de tal manera la vergüenza por el verdadero programa
de la Iglesia
-la corporación-, el miedo de la palabra, el desprecio
de
la cosa, que creen que deben buscar otra explicación.»
«Todo el trabajo del enemigo
de Cristo ha consistido, así, en
desarmar la confianza en el terreno económico, en desacreditar
la ver­
dadera solución
y después ·en conducir a los espíritus, a través de su­
cesivos
y delicados ataques, hacia los errores mortales. En el punto de
llegada nos muestra
la miseria, el sufrimiento, la injusticia. Ese es el
disfraz, pues frente a
esas imágenes qu_e evocan tantos deberes so­
ciales
un corazón cristiano se emociona.>>
De este modo, se llega a creer que el fruto del régimen capitalista fundado sobre la propiedad privada de
los medios
.de producción. El único medio eficaz de luchar contra
esa miseria es la supresión del régimen capitalista».
Así, se cae
en el monstruoso error de creer que el hombre, pro­
pietario de los bienes de producción, ineludiblemente se conduce de
manera injusta, siendo consecuencia necesaria
la miseria del prole­
tariado.
No cabe ya decir, ni pensar, que esos empresarios determina­
dos que son injustos, como hombres libres que son,
más formados y
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EST ANISLAO CANTER.O
más cristianos, hubiesen obrado de otra forma. Porque al considerar
a los hechos sociales como fenómenos sociales, vaciados de todo con­
tenido moral, esto
es que uo son hechos morales, se afirma que el
proletariado (generalizando el caso injusto existente en concreto)
es
víctima del empresario en abstracto (y no ya del empresario determi­
nado que se comporta injustamente).
Es decir, hay una doble genera­
lización. Por una parte, a partir de determinados casos en los que
realmente determinados
obreros gozan de una situación injusta, se
afirma para todos los obreros en general ; y por otra, a partir de esos
empresarios que dan pie a esa situación, se concluye que ello es
inherente a la condición de empresario. Con ello se afirma que ne­
cesariamente el capitalismo,
la propiedad privada de los medios de
producción, conduce a
la explotación. Argumento típicamente mar­
xista al afirmar que las condiciones materiales
de la producción de­
terminan, independientemente de
la voluntad del hombre, las re­
laciones entre ellos.
Por otra parte, ese disfraz cristiano adoptado que consiste en de­
nunciar
la miseria y la injusticia, lleva al cristiano a adoptar una ac­
titud práctica, que le lleva a creer que la solución de esa miseria y
esa injusticia se encuentra en una reforma social por meillo de un cam­
bio de estructuras. De acuerdo-con esta creencia, · 1a parte más activa
de aquellos que han sido captados por estas ideas erróneas, se lanza
a la propagación
y a la defensa de ese cambio de estructuras. Cambio
de signo totalmente marxista.
El cristiano renuncia ya, en esta etapa,
a la reforma moral personal como
medio fundamental para evitar
las injusticias en la vida económica;
y aunque en este estadio, su vida
social sigue alimentado de
ideas cristianas, renuncia en lo económico
a hacerlas realidad
(4). Piensa que estas injusticias se eliminarán auto­
máticamente con sólo
el cambio de las estructuras sociales existentes,
sin darse cuenta de que ello
nO es posible sin una reforma moral de
las costumbres. Esta separación entre lo moral y lo social, totalmente
(3) Marcel Clément, op. cit., cap. III. Véase, astm1smo, su libro Le
communisme face a Dieu, «Nouvelles editions latines», París, 1968, parte I,
caps. 'u y III.
(4) Cfr.
Marce! Clément: Le sens ... , cap. 111.
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MALA CONCIENCIA Y MARCHA HACIA EL SOCIALISMO
contraria a las enseñanzas y doctrinas de la Iglesia ( 5), será la causa
de que pese a continuas reformas de las estructuras sociales, las injus­
ticias no sólo no se eliminen sino que s~ acrecienten. Ejemplo de ello
son todas las reformas
y canibios habidos en· los países socialistas. Antes
de serlo,
la situación por definición era injusta. Sin enibargo, des­
pués del triunfo del socialismo,
la situación no ha mejorado, sino que
contrariamente
y como no-_ podía menos que suceder, al ser esas me­
didas contrarias a la naturaleza de las cosas, la situación ha empeorado
y las injusticias son mucho mayores. Claro que en este caso se buscan
cien mil excusas e interpretaciones, deformando los hechos o no ha­
blando de ellos ( 6).
Esta conciencia deformada del cristiano, esta mala conciencia, pue­
de
aún. deformarse más, hasta llegar a defender abiertamente lo con­
trario de
la religión católica, convencidos algunos, por otra parte,
de que obran cristianamente.
Los asaltos del error son continuos en esta etapa en la que la
conciencia del cr~stiano ha admitido ya dos errores, uno sobre el hom­
bre, el que éste ineludiblemente explotará
al asalariado cuando sea
poseedor de medios de producción
y otro sobre la economía, al ad­
mitir que ésta determina las relaciones entre los hombres al negar su
libre albedrío. Fácilmente
pasa después a admitir otros dos errores, uno
sobre
la historia y otro sobre la sociedad, creyendo que las concep­
ciones que se forja, que le han presentado, son totalmente ciertas y
objetivas. Así, tras sucesivos acercamientos se llega a creer que el capitalis­
mo, la propiedad privada de los medios de producción, admitida
ya
su in justicia, no será destruida más que por la lucha de clases, por
lo que la lucha de clases
se_ convierte en el modo eficaz .de destru_irlo.
De este modo tenemos la teología de la violencia, los curas guerri­
lleros, luchando precisamente contra todo aquello que debieran
de­
fender como sacerdotes; la. sacrílega imagen de Cristo con fusil al
hombro.
Se condena la violencia, pero como nos recordaban nuestros
(5) Ver especialmente Pío XI en Qualragesimo anno y en Quas primas,
y Pío XII, en Summi Pontificatus y en Con sempre.
( 6) Sobre los fracasos del socialismo pueden verse las Ilustraciones con
recortes de periódicos de los núms. 89 y 91-92-de «Verbo».
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amigos brasileños de Hora Pre,en:e en el «III Congreso de laicos para
la animación cristiana del orden
temporal>> recientemente celebrado en
Fátima, según el siguiente esquema presentado nada menos que por
el tristemente famoso arzobispo de Recife. En primer lugar se en­
cuentra la violencia institucionalizada, qué
es la peor y la represen­
tan el orden social existente, sus
leyes_ y sus normas; en segundo lugar,
la violencia de aquellos que sinceramente se oponen a ella,
por la
fuerza de sus convicciones; en tercer lugar, la violencia represiva para
castigar la anterior. Ejemplo
de la primera son los gobiernos, el orden
social
existente, pero siempre y cuando no se refiera a países socia~
listas o comunistas. Ejemplo de la segunda serían los tupamaros en
Uruguay, o la ETA en España; naturalmente quienes
se opusieran a
gobiernos como los de la Unión Soviética o al de Allende serian
tachados de inmovilistas
y reacios al progreso y, por ello, condenados.
Ejemplo de la tercera seria la actividad de
la polida y los tribuna­
les de justicia, naturalmente también
de países no socialistas.
Al mismo tiempo, al presentar la historia tan sólo desde un punto
de vista económico, pero además de un modo falso, el cristiano llega
a creer que la Historia
no es más que la historia de la lucha de clases,
y que los diferentes hechos sociales se explican por una teoría de la
explotación.
En esta etapa, en la que además de los errores sobre el hom­
bre y la economía
se han aceptado los errores sobre la Historia y
la sociedad,
ya no es posible pensar en la mutua cooperación entre
las clases, cuya existencia
es absolutamente necesaria para el buen
funcionamiento de la sociedad y
en modo alguno contrario a él. La
reconciliación de las clases se considera utópico y paternalista, y en­
caminado a debilitar la fuerza de
la clase asalariada. En esta etapa, el
cristiano se ha convertido
ya totalmente al marxismo, consciente o in­
conscientemente y aunque crea
que-obra de acuerdo con las enseñanzas
evangélicas cuando no con las de la Iglesia.
En cualquiera de ambas etapas procura el establecimiento del so­
cialismo, pues es etapa previa para el advenimiento lento e inadver­
tido del totalitarismo marxista, hasta que una vez llegado éste, des­
pierten del sueño
en el que han estado viviendo y se les enfrente,
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trágica y doloiosamente, la-realidad marxista que tan cuidadosamente
desterra·ron de sus mentes· o tan «cristianamente» les fue disfrazada.
2. Otra rizón para la exiStenda de cristianos que propugnan el
advenimiento del socialismo, es un cierto complejo de culpabilidad
suscitádo · en ellos a la vista de ciertas in justicias y miserias que hay
en el mundo, por ·stipuesto en aquellos países que no sean socialistas.
Para ello apelan a
la ignorancia y al buen corazón de los hombres,
col11Ilovidos por esas miserias. Casi siempre se refieren á. la, según
ellos, injusticia de la existencia de las
de:Sigualdades sociales. No se
paran a analizar las causas de esas
desigllaldadeS en coricreto, ni la
de la existencia de desigualdades sociales
en general, sino que se afir-
·, ma que por el inero' ·hecho de su exiStencia son injustas. Afirman que
la justicia social estriba en
la igualdad, olvidando que la jnsticia en
un sentido amplio significa tratar desigualmente a quienes
sOn desM
igllales, ya que las desigualdades económicas y sociales son necesa­
rias,
y que, por tanto, no sé puede identificar justicia con igualdad. Se
crea un círculo vicioso: la justicia social es la igualdad; por tanto,
para que exista jnsticia
ha de existir igualdad. Igualdad por otra parte
matemática y mecánica,
que llevaba a Joaquín Costa (7) a condenarla
al hablar de
la libertad de testar y las legítimas por ser contraria a la
verdadera igualdad, a
la igualdad de derecho, pues en las relaciones
entre los hombres no puéde establecerse una igualdad algebraica, me­
cánica, con carácter general, pues ésta tan sólo existe en
la justi­
cia conmutativa.
En el libro «Socialismo
y propiedad rural» (8) se impugnan una
serie de proposiciones, las
cuales, creídas como verdaderas llevan al
hombre
al socialismo y a procurar su advenimiento, al mismo tiempo
que le crean un complejo de culpabilidad por poseer, legítimamente,
aqueIIo de lo qu:e otros carecen. Así, se afirma que:
«La existencia de propiedades agrícolas de tamaño desigual es,
(7) Joaquín Costa: La libertad de testar y las legítimas en «La libertad
civil y el Congreso de Juristas Aragoneses», Madrid, 1883.
(8) Socialismo y propiedad rural, por Antonio de Castro Mayor, Obispo
de Campos (Brasil), Gerardo de Proern;a Sigaud, Arzobispo de Diamantina
(Brasil, Plinio Correa de Oliveira y Luis Mendonc;;a de Freitas. «Edit. Asocia­
ción
Cordobesa de Derecho Agrario», Córdoba, 1969.
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en si misma in justa, porque: La raz6n muestra que todos los hombres
son iguales por namraleza. No es, pues, justo que unos tengan mu­
cha tierra, otros pora y otros, en fin, ninguna>> (9). Olvidan que salvo
la igualdad esencial de todos los hombres
que· consiste en que todos
están llamados a ser hijos de Dios y, por tanto, la existencia de una
serie- de derechos para todos los hombres, precisamente por ese ca­
rácter de ser criaturas · de Dios·, la realidad y la razón muestran la des­
igualdad de los hombres en todos los
campos. A esta proposici6n
responden los autores del libro ya citado en la siguiente forma:-
< existencia de prop'iedades de tamaños desiguales es intrínsecamente
justa, porque: Todos los hombres
activos y honrados tienen igual de­
recho a la vida, a la integridad física, a disfrutar condiciones de exis­
tencia suficientes, dignas y estables. Pero es justo que· los más capa­
ces, más activos, más económicos tengan, además de este mínimo, lo
que produzcan gracias a sus mayores tá.Ientos. De ahi se origina le­
gitimamente la diferenciaci6n de las propiedades en grandes, medias
y pequeñas y quizás, la existencia de una clase dignamente remunera­
da aunque sin tierras»
(10). ·.
Otra de esas perniciosas proposiciones es la siguiente: «Quien ama
seriamente al pr6jimo debe condolerse de su
sufrimiento. Ahora bien,
la existencia de desigualdades hace sufrir
legítimamente a fos que
tienen
menos. Luego los que tienen m:ls deben dividir con ellos lo
que poseen hasta llegar a una igualdad que sea fuente de alegria
y
concordia general» (11).
A ello se responde en el libro que desde el momento en que uno
tenga lo suficiente para
si y su familia y tenga una rernuneraci6n
justa por
su trabajo, no puede deplorar el que haya otros que tengan
m:ls. Si lo deplora peca de orgullo al no aceptar la voluntad de Dios
que
cre6 hombres con capacidad diferente y por envidia, al rebelarse
ante
el hecho de que otros posean más bienes, sean de la naturaleza
que sean, que él.
302
Proposiciones como estas impugnadas no es extraño que susciten,
(9) Socialismo y propiedad rur4J, pág. 64.
(10)_ ·Socialismo y_ propiedad Yurdl,· págs-. 64:y 65.
(11) Socialismo y propiedad rural,_ págs. 79~80.
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por el ropaje de amor al prójimo y de cristiandad de que van en­
vueltos,
un complejo de culpabilidad en aquellos que poseen lo que
otros no tienen. Y ello, porque no
se suscita la caridad, que, dicen, es
fruto del paternalismo y hiere a la sensibilidad de quien recibe, sino
porque
se pone al socialismo, que trae la igualdad, como lo justo; de
tal manera que se acusa a estos que están en mejor situación que
aquellos que nada tienen o tienen poco, de mantener la situación exis­
tente, prevíamente calificada de injusta, al no trabajar
y procurar
que
se establezca el socialismo. Así, no sería extraño que se atlpase
al campesino que trabaja su tierra del hambre en la India, porque
él no trabaja para que venga el socialismo.
Este sentido de culpabilidad, suscitado sabiamente al presentar
tendenciosamente los hechos, lleva a
que se adhieran a las teorías so­
cialistas católicos de buena fe, pero, por otra parte, ignorantes de la
doctrina de
la Iglesia.
Mas no es este el único sentido de culpabilidad existente. Hay
otro, de acusación global a
la Iglesia católica y a los católicos, basado
en
la identificación de la justicia con la igualdad y en la tergiversa­
ción de
la Historia. Así, se acusa a la Iglesia, y a los católicos con
Ella, de apoyar siempre el orden social existente, siempre que éste no
sea el socialista, y de oponerse a este último que representa la jus­
ticia y
el progreso de los pueblos.
Por razones ya señaladas anteriormente, el católico no quiere que
se le acuse de ello; convencido de la veracidad de esas acusaciones se
convierte en defensor del socialismo, cuando no en uno ele sus más
firmes pilares.
No es por eso extraño encontrarse con católicos prac­
ticantes, que frecuentan los sacramentos, que se dicen socialistas y
trabajan para su establecimiento.
Además, unido al punto que analizaremos a continuación, debido
a los «vientos de la historia», se suscita. un sentido del ridículo ante
aquellas proposiciones
y doctrinas que se oponen a ese pretendido
«sentido de
.la, historia», por el que hay que ir hacia el socialismo. Y
pocas cosas teme más el hombre que parecer ridículo, diferente de los
demás, en
1a sociedad de masas.
3. Junto a esta mala conciencia existente en parte de los católicos,
existe
el becho de presentar al socialismo. como algo inevitable hacia
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lo que ineludiblemente camina el mundo según un pretendido «sen­
tido de la historia», al cual es imposible oponerse y cuya oposición
conlleva el que se la califique de inmovilista, retrógrada y contraria
al progreso de los pueblos.
Antes de analizar este Pretendido sentido de la historia, diremos
que parte de los católicos también se han dejado ganar por esta idea
y,
entonces, piensan que como es inevitable el -socialismo, la Iglesia debe
marchar acorde
con él, e incluso, a veces, adelantándose a él, para
tomar posiciones de tal modo, que sea posible la coexistencia y la
cooperación entre el socialismo y la Iglesia. Olvidan que, aun despo­
jado de su ateísmo,
el socialismo es contrario a la religi6n cat6lica,
pues
es un sistema social contrario al derecho natural, lo mismo que
las condenas del socialismo alcanzan al llamado socialismo moderado
y al contradictoriamente llamado socialismo católico, como quiera que
si es católico no puede ser socialista y si es socialista no puede ser
católico
(12).
No existe un sentido de la historia, una marcha irreversible de la
historia hacia el socialismo. Lo que existe es una teoría que propugna
esa marcha como si fuera inevitable, lo cual es evidentemente dis­
tinto.
Y no existe ese pretendido sentido de la historia irreversible, por­
que el hombre
es libre y, precisamente por ello, es él quien hace la his­
toria
y no al contrario. A.firmar ese sentido irreversible y al mismo
tiempo defender la libertad,
es totalmente contrario. Ya que lo que
afirma o niega el uno
lo niega o lo afirma la otra.
Pero además, no existe
un sentido de la historia hacia el socialismo,
porque como nos dice Jean Madiran
(13) : «El sentido cristiano de la
historia
es el único sentido que existe de la historia. No hay otro.
No hay competidores ni rivales. Sólo el cristianismo nos hace cono­
cer el origen de
la historia, que se remonta, incluso más allá de la hu­
manidad y del mundo material, a la rebelión de
fos ángeles; es el
único que nos da a conocer el pecado original, la Promesa de un
(12) Cfr. especfalmente Pío XI, en Quadragesimo anno, núms. (117) y
(12D).
(13) Jean Madiran: Introducción sobre el sentido de la historia, «Verbo»,
núm. 69, noviembre de
1968, págs. 677-678.
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MALA CONCIENCIA Y MAR.CHA HACIA EL SOCIALISMO
Redentor, la Encarnación del Hijo de Dios en el centro de la his­
toria humana;
y la meta de todo esto, el fin de la historia, el com­
pletarse
el número de los elegidos. Se puede uno negar a creerlo:
pero no hay ninguna otra cosa que proponer, nada con que sustituirlo
en
lo que concierne al origen y en lo que concie!ne al fin de la his­
toria humana».
4. Hemos visto cómo se forma la mala conciencia en los cristianos
así como la existencia
de un movimiento que procura inculcar la idea
de· que existe un sen~do de la historia, una marcha de ella hacia el
socialismo, y ello de manera inevitable. Mas, ¿cómo es posible que
ello ocurra en
la civilización occidental que no es otra que la civili­
zación cristiana, la civilización católica?
Es un hecho indiscutible que el socialismo ha fracasado en to­
dos aquellos países en los cuales se ha implantado, lo mismo que
todas aquellas medidas socialistas
y estatistas establecidas por do­
quier fracasan estrepitosamente aunque no se implanten en países
socialistas. A pesar de ello, se sigue propugnando que el socialismo es
la solución no tan sólo inevitable sino además buena y fructífera.
Hemos visto cómo se forma esa mala conciencia
y cómo existe un
movimiento que pretende hacer creer que el mundo marcha inevitable­
mente
h0:Cia el socialismo. Mas ello no sería posible si al mismo tiem­
po no sucediesen los hechos que pasamos a enumerar:
1. Laicización continúa
y progresiva de la sociedad, plasmada
sobre todo en los siguientes hechos:
a) separación entre la moral y
el derecho, lo que se observa sobre todo cuando se ideotifica o tiende
a hacerse lo legal, o lo que no
es ilegal, con lo que está bien, indepen­
dientemente de su
adecuaci.ón con el derecho natural y la moral ; así, el
establecimiento del divorcio, las leyes
consintiendo-el aborto, son ejem­
plos de ello.
b) Separación de lo público y lo social de la religión,
afirmando que ésta
tan sólo concierne a lo privado de cada cual. La
religión
es tan sólo nna relación entre el individuo, en su actitud pri­
vada
y Dios. e) Falta de fe en Dio~ y la Iglesia, progresivameote susti­
tuida por una falsa fe en los avances tecnológicos, afirmándose que
estos van poco a poco derribando
la construcción de la Iglesia sobre
el mundo, el hombre, la socie_da~, la economía, la ciencia, etc., edi-
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EST ANISLAO CANTERO
ficada en una época de incultura, pero que en la actualidad el pro·
greso científico no permite concederle valor alguno.
2. Olvido creciente por parte de los gobernantes de
lo que cons­
tituye el objeto del bien común, esto es, el conjunto de condiciones
sociales que permiten y promueven el desarrollo integral de cada
hombre en concreto sin olvidarse de su fin último para el que ha
sido creado, sustituyéndose, bien por la colectividad en la que se
hace abstracción de los hombres concretos, bien por el progreso téc­
nico y económico como única meta de la actividad del Estado, identi­
ficándose ese progreso con el bien común. Ese olvido lleva al aumen­
to progresivo del poder y de las actividades del Estado que mueve
a los individuos, sabiamente aleccionados por él, a pedir su acrecenta­
miento, perdiendo sus libertades concretas, en aras de una libertad
abstracta e inhumana y de una seguridad ilusoria.
3. Materialismo creciente del mundo moderno a lo que contri­
buye en gran medida la apetencia por el dinero como único objeto
de la vida del hombre. Este materialismo lleva a despreciar y a
pres­
cindir del significado y valor de la oración, pues ésta, en un mundo
«dinámico» como
el actual se considera una pérdida de tiempo, pues
lo que se necesita es una actividad social intensa. Es el trabajo y no
la oración lo que trae el progreso. Este mismo materialismo se ma·ni­
fiesta a través de la creciente co~pción moral, en todos los niveles de
la actividad humana, y a la degradación de las costumbres ; a lo que
contribuyen por una parte el ambiente laico circundante y por otra el
olvido por parte de los gobernantes de lo que constihlye el bien
común.
4. Una masificación creciente, debido en parte a las razones se­
ñaladas y a situar la justicia y el bien en la. igualdad.
5. Falta de autoridad en la jerarquía eclesiástica que permite la
defensa de cualquier doctrina contraria a la religión católica por par·
te de aquellos que están sometidos a su autoridad.
Lo que contribuye
a desorientar y confundir al pueblo católico.
6. La existencia de unos medios de comunicación social que,
generalmente, lejos· de informar se convierten en deformantes,
así
como la proliferación de obras desprovistas de todo valor cristiano y
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defensoras de teorías contrarias a la religión católica, al derecho na­
tural, e incluso contrarias a
la . llamada moral natural.
Por último, el desprecio
y la calumnia sistemática sobre el orden
social
cri~tiano, basado -~ la existencia de diferentes clases sociales
y la cooperación entre ellas y en los cuerpos intetmedios o cnerpos so­
ciales básicos.
5. ¿Cuál puede ser la solución para combatir estas causas que con­
tribuyen
a_ la existencia de una mala conciencia en parte de los cris­
tianos así como para combatir el sentido marxista de
la historia? La
única solución es el trabajo y la oración (14).
Trabajo encaminado a la restauración del orden cristiano, que en
la actualidad parece derrumbarse en tantos países
(15). Este trabajo
(14) No deben olvidarse nunca estas palabras- de Albert de Mun en las
que sr. sintetiza de modo admirable lo one es la Revolución y eI medio de
atajarla: «la revolución es una doctrina que pretende fundar Ja sociedad sobre
la voluntad del hombre, en
luQ'llr de fundarla sobre fa voluntad de Dios» (Dis­
curso
en la Cámara de Diputados, noviembre de 1878). «La Contrarrevolución
es el _principio contrario, es fa doctrina gue hace apovar la sociedad sobre la
ley cristiana» (Discurso en la III Asamblea general de los miembros del
Cft:·culo C',atólico, n de mayo de 1875).
Ni. estas otras de Donoso Cortés: no hab.nl bastante con riingÚn Pénero de ,o:obierno: todos los despotismos serán
pocos» (Di~curso sobre la d.ictadura, 4 de enero de 1849). Profecía amplia­
mente cumplida y a
la que por su mismo contenido no se le ve límite.
(15) Recuérdense estas palabras de San Pío X: << .•. no se edificará la
ciudad de un modo distinto a como Dios la ha edificado; ... no, la civilización
no está por
inventar, ni la nueva ciudad por construir en las 1mbes. Ha exis­
tido, existe: es la civilización cristiana,
e.s la ciudad católica. No se tr~ta más
que de instaurarla
y restaurarla, sin cesar, sobre sus fundamentos naturales y
divinos, contra los ataques siempre nuevos de la utopía malsana, de
la re­
volución
y de la impiedad, omnia instaurare in Christo («Notre cha,ge apoJto­
lique,
I, 11).
Y estas obras de Juan XXIII. « ... el aspecto más siniestramente típico de
la' época moderna consiste en la absurda tentativa de querer reconstruir un
orden temporal sólido y fecundo prescindiendo de Dios,
único fundamento
en que puede sostenerse ....
»-. «Sin embargo, Ia experiencia cotidiana, en me­
dio
de los desengaños más amargos y aun a veces entre formas sangrientas,
sigue
átestiguando lo que afirma el libro inspirado: «Si el Señor no construye
la casa, en vano se afanan los que la
edifican>> (.Mater et MagiJtra, 217,
15-V-61).
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Fundaci\363n Speiro

EST ANISLAO CANTERO
debe comenzar por el estudio de la doctrina católica, sin caer por ello
en una inactividad- práctica bajo pretexto de conocer cada vez mejor
la
doctrina. Pero sin conocimientos doctrinales firmes, los que cada cual
requiera para su puesta en práctica en el ámbito en que se mueve,
no es posible realizar nada en proverho de la instauración de la ciu­
dad católica
y, probablemente, se caerá en manos de aquellos cuyas
doctrinas hay que atacar, acabando por· defender aquello contra lo gue
en uil prin~ipio se pretendía combatir, y e~lo posiblemente sin que se
dé uno cuenta.
Defender siempre, incluso con la fe del carbonero, las libertades
concretas, derechos
Y deberes de los cuerpos intermedios, sin cuya ac­
tividad en cuanto cuerpos naturales anteriores ·a1 Estado, no será po­
sible oponerse al socialismo y al estatismo crecientes.
Por último,
la oración, las prácticas religiosas freruentes. Pedid y
se os dará, nos dice el Evangelio; mas ¿cómo vamos a conseguir nada
si no pedimos, si no rezamos? Hoy más que nunca
el mundo está
necesitado de oración. Por
ello, oremos, y-pongamós nuestra ·actividad
y nuestro estudio bajo la protección de la Virgen, que es Mediadora.
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