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1971

Cristiandad y sociedad pluralista laica

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Algunos aspectos de la lucha por la verdad

ALGUNOS ASPECTOS DE LA LUCHA POR LA VERDAD
POR
GABRIEL DE ARMAS.
La verdad, preocupación de minorías.
Creo que fue Bossuet quien dijo que la verdad es un bien
común, y aquel que la posea la debe a sus hermanos, los hombres.
Hoy, sin embargo, la verdad no goza del favor y
de la estimación
pública.
¿ Quizá se la teme? ¿ Quizá se la odia? ¿ Quizá se la
desprecia?
Es cierto, por otra parte, que hablar de la verdad,
defender la verdad, amar entrañablemente la verdad, morir
he­
roicamente por la verdad, no ha sido nunca objetivo polarizador
de grandes corrientes de opinión. Más bien, de minorías equili­
bradas y discernidoras. Por un lado, de mentes acostumbradas a
los severos veredictos cribados
en los juicios que guardan cierto
rigor científico. Por otro, de corazones hien purificados por la
fe. Son los santos, fundamentalmente, los que fabrican sobre dog­
mas y no sobre movedizas opiniones, los grandes paladines de la
verdad ... Así, pues,
la verdad, a través de la Historia, ha podido
ser: para unos, materia absoluta de indiferencia; para vtros,
blanco de incontenibles odios; para los menos, cruzada perma­
nente de amor (véase Apéndice I).
Campaña actual contra la verdad.
No obstante, hay que reconocer que, en estos últimos tiem­
pos, se ha desatado, como en turbión furioso, una campaña siste­
máticamente dirigida y orquestada contra la verdad. Cualquier
mediano observador está conforme
en detectar este fenómeno.
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GABRJEL DE ARMAS
El santo Abad de Nuestra Señora de Getsemaní, el converso
Thomas Merton, dejó escritas estas precisas palabras: "La ver­
dad es una realidad en sí misma, considerada como
el objetivo del
intelecto.
La verdad que el hombre necesita conocer es la realidad
trascendente de
la que las verdades particulares son meras mani­
festaciones parciales" (1).
Pues bien; contra esta verdad trascendente, que desemboca
en lo absoluto, contra la que nos conduce necesariamente al unum
neccesarriium evangélico, se proclama hoy, en un ambiente de vio­
lenta beligerancia, lucha abierta y sin tregna. Y es tan intenso
y sutil, a la vez, el vendaval que la combate, que Juan XXIII de­
dicó su primera encíclica, Ad Petri Cathedram, a este tema. Efec­
tivamente,
el 29 de junio de 1959, ante una gran espectación, que
pronto
se tradujo en silencio conspirador de hondas traiciones,
el Papa nos
decia sin ambages :
"La causa y raíz de todos los males que, por decirlo así,
envenenan a los individuos, a los
pueblos y a las naciones, y
perturban las mentes de muchos, es la ignorancia de la verdad.
Y no sólo su ignorancia, sino, a veces, hasta el desprecio y la te­
meraria aversión a ella. Sin embargo, Dios nos ha dado una
razÓn capaz de conocer la verdad natural. Si seguimos la razÓn,
seguimos a Dios mismo, que es autor y a la vez legislador y guía
de nuestra vida; si al contrario, o por ignorancia, o JX>r negli­
gencia, o -lo que es·· peor-por mala voluntad, nos apartamos
del recto uso de
la razón, nos alejamos, por lo mismo, del Sumo
bien y
de la recta norma de vivir" (2) (véase Apéndice II).
El 22 de diciembre de 1960, en su mensaje navideño, vuelve
el Santo Padre a hablar a los fieles acerca de
la verdad y afirma
que existe "como una conjura diabólica" contra la misma (3).
Cl) Thomas Merton: Aseen.ro a la verdail. Editorial S'l«Ul11r1Crica,na,
Buenos Aires, 1958; pág 20.
(2) Juan XXIII: Ad Petri Cathe&ram. Núm. 30 de la Colecci6n
Ecclesia,
1959; pág. 4.
(3) Juan XXIIII: Radiomensaje de 22 de diciembre de 1960. Ecc/esia
núm. 1.016 de 31,XH-1960.
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ALGUNOS ASPECTOS DE LA LUCHA POR LA VERDAD
Una frase de Donoso Cortés.
Esta conjuración diabólica
crece por momentos. Quizá las
palabras iluminadas que pronunciara Donoso Cortés en la mitad
del siglo
xrx, resulten ya un pálido reflejo de la dramática rea­
lidad que vivimos los hombres
d.e la segunda mitad del siglo xx:
"Si en los primeros siglos de la creación la confusión de
lenguas produjo la confusión de las ideas, ahora parece que la
confusión de las ideas va a dar por resultado la confusión de todas
las lenguas"
(4).
La verdad, traicionada.
El combate contra la verdad está agravado hoy por una cir­
cunstancia singular: la
traición interna.
Y es que, antes, los ataques más duros y frontales provenían
siempre del campo enemigo. Es decir, de los oponentes, de los
que, bien por ignorancia, bien por malicia, conservaban una pos­
tura de enfrentamiento. Postura equivocada, sí, pero gallarda
al fin. A veces, honesta. Ahora, no. Ahora los ataques a la verdad
parten del campo de la verdad misma, donde se encastillan los
desertores que
no pueden con ella, los Judas que la venden, los
viles traidores que quieren, a toda costa, fingir que permanecen
en su reducto, para .desde. dentro, sin· sujeción a norma alguna
objetiva, minar sus fundamentos, desfigurar su rostro, autode­
moli!rla con complacencia más que satánica . . . Da la impresión
de que
el propio Lucifer, padre de la mentira (5), es quien for­
mula las consignas a estas impúdicas huestes, cuyo santo y seña
es la apostasía, la deslealtad y el perjurio, adobados con el más
depravado de
los cinismos. Jamás se ha registrado en la Historia
(4) Donoso Cortés: Obra., Completas de B. A. C. Madrid, 1946
Tomo II; pág. 677.
(5) Jon.: VIII, 44.
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GABRIEL DE ARMAS .
tan variada gama de intrigas, de alevosas estratagemas, de arti­
ficiosas perfidias, de taimadas deserciones, con · apariencia incluso
de celo apostólico.
¿Moralidad sin verdad?
Ahora bien ; si la acción es -conseeúencia de la idea; si el pen­
samiento es precedente normal del acto; si la conducta no es
más que un derivado lógico de la doctrina; si la virtud no es, en
definitiva,
otra cosa que un reflejo de la verdad ... ¿por qué nos
atrevemos
entonces a hablar de depravadas costumbres, si se ha
dejado zarandear esta verdad, masacrándola impunemente, des­
arraigándola de las almas, cuando era ella precisamente
-'Y úni­
camente ella-el fundamento inexcusable de toda norma ética, in­
dividual y colectiva?
¡ Qué insensatez! Th, un caos ideológico sólo cabe esperar una
moral en ruinas.
Por eso, tenemos que gritar, siguiendo los consejos de la
nueva Doctora de la Iglesia, Santa Catalina de Siena : ¡ culpables,
sí, culpables, los que debieron
ser guardadores fieles del depósito
de la verdad y no lo hicieron, escudándose en especiosas razones !
Porque también lo dijo ya Juan XXIII: "Es culpable no
solamente aquel que desfigura deliberadamente
la verdad, sino
que lo es igualmente quien,
por temor de no parecer completo y
moderno, la traiciona por
una actitud ambigua" (6).
Enrique VIII y Crammer, dos figuras aoiuales.
La torpe y despreciable figura de Enrique VIII está de moda.
Recordemos que él escribe contra Lutero una obra en defensa
de los Sacramentos, circunstanda que le vale el título papal de
Príncipe Defensor de
la Fe. Pero, ¡ ah!, cuando esa misma fe,
(6) Juan XXIII: Radiomensaje ya citado.
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ALGUNOS ASPECTOS DE LA LUCHA POR LA VERDAD
con tanto tesón defendida, por lo menos en apariencia, se con­
vierte
en un obstáculo molesto a sus concupiscencias, cuando se
traduce en un vallad.ar insalvable a sus bajos apetitos libidinosos,
salta por encima de
ella e inventa "su credo", en el que pueda
caber impunemente todo
el cúmulo de sus nuevos desvíos y re­
sentimientos. Crammer, sacerdote rijoso y sin escrúpulos, "teo­
fanto" de innovaciones avanzadas, justificará teológicamente ( o
teofánticamente), con pérlido interés personal, cuanto
el rey le
propone
...
Hoy, cada católico, a ]a vuelta de la esquina, puede encontrar
un Crammer que le induzca al desprecio de la· fe y le anime á la
práctica de la inmoralidad. También la traición a la verdad se
ha hecho ecuménica y puede tremarse de ecumenismos fingidos.
Y no podemos dndar de que
la soberbia vanidad de Nietzsche ha
encontrado ecos y resonancias perversas en los sacerdotes contes­
tatarios
y progreSista:s de riuestros días. Caminamos, pues, hacia
una gigantesca vanidad universal, donde el hombre, mono de
Dios, se complace en presentarse como el máximo creador de sí
mismo y de su verdad inmanente y subjetiva.
Mendaces justifiOOciones.
Pieter Van Der Meer de Walcheren había escrito, con pro­
fundidad,
en su obra "Nostalgia de Dios":
" ... casi todos- los hombres tienen una filosofía de la vida
que adaptan perfectamente a su propio temperamento y carácter,
de forma que
¡ para cada acción equivocada tienen preparado un
argumento que la
ínstifique !" (7).
Es natural. Cuando el culto al valor obíetivo de la Religión
se subjetiviza; cuando el hombre se inclina reverente ante "su
verdad" y no ante la verdad; cuando se hace depender ésta del
hombre
y no viceversa ; cuando todo es inmanencia desconectada
(7) Pieter Van Der Meer de Walcheren: Nostalgia de Dios. Edicio­
nes Carlos Lohlé. Buenos Aires, 1955: pág. 62.
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de los trascendentes principios qne brotan del Verbo, Luz del
mundo ...
; las motivaciones se confunden con los apetitos y las
convicciones se quiebran y, al fin, periclitan ...
lntie'grismo e intransigencia en la verdad.
¿ Quién es cal!"z de defender la verdad sin convicciones? Ello
no es posible. Qniérase o no, guste o no guste, la intransigencia
es una
necesidad ontológica en la defensa de la verdad. Por eso,
el irenismo que Pío XII condenara en su inmortal H Utni1ffl4 Gé­
neris (12 de agosto de 1950), ha vuelto a ser sefialado, como un
enemigo común, como peligrosa desviación, en el camino de
la verdad, por los Papas que le han sucedido y por los decretos
conciliares
del Vaticano II.
Juan XXIII ea su M~ter et Magistra (14 de mayo de 1961)
advirtió que los católicos,
en sus relaciones y diálogos con los no
católicos, " ... han de tener cuidado de ser siempre coherentes con­
sigo mismos,
de no admitir posiciones iintenn.edias que compro-­
metan la integridad de la religión o de la moral".
Este texto aparece de nuevo, como advertencia ratificada por
su excepcional importancia, en su Pa.cem in Terris (11 de abril
de 1963).
Paulo VI, desde los comienzos de su Pontificado,
dio la voz
de alarma contra este ireoismo devastador.-En su Ecclesüun
Su-(6 de agosto de 1964) nos pone ea guardia contra él: "El
apostolado no puede transigir con una especie de compromiso am­
biguo respecto a los principios de pensamiento y de acción que
debeo definir nuestra profesión cristiana. El irenismo y el sin­
cretismo son en el fondo formas de escepticismo respecto a la
fnerza y
a1 contenido de la Palabra de Dios que quereroos pre­
dicar".
Y más adelante afiade : " ... no está en nuestro poder el tran­
sigir en la /Jntegridad de la fe y las exigencias de la caridad".
En su alocución del 19 de febrero de 1966, a1 hablar de las
rutas abiertas
por la fe en pro del movimiento ecuménico, vuelve
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ALGUfiOS ASPECTOS DE LA LUCHA POR LA VERDAD
Paulo VI a decirnos que "es preciso amar verdaderamente para
hacer avanzar el ecumenismo, salvando la integrkloo de la doc­
trina" (Ecclesw núm. 1.277).
La consecuencia es clara y terminante Si no podemos trainsi­
rftr y debemos mantener la integri,da,d, henms de ser intranüigentes
e integrista;s en materia de verdad. Seria curioso, por otra parte,
hacer un recuento de las veces que, en sus alocuciones, exhorta­
ciones, documentos y encíclicas, Paulo VI ha barajado ambos
términos en. la única acepción que ellos tienen.
En el decreto sobre Ecumenismo del Concilio Vaticano II
(21 de noviembre de 1%4) se dice: "Es necesario que se exponga
con claridad toda la doctrina. Nada es
tan ajeno al ecumenismo
como el falso· irenismo, que pretendiera desvirtuar la pureza de la
doctrina ·católica
y oscurecer su genuino y verdadero sentido"
(véase Apéndice III).
Doctrina deBvirtuada por los hechos.
La Iglesia ha hablado y sigue hablando con la sabiduría del
Espíritu. Sin embargo, estamos en tiempos de auténtico desba­
rajuste ideológico y moral. ¿ Qué sucede? Aplicando la filosofía
riquísima de nuestro refranero al momento presente, podríamos de­
cir que "una cosa es predicar y otra dar trigo".
Porque, ciertamente; el trigo que se -está recogiendo (secula­
rizaciones sacerdotales, exclaustració~ de religiosos de ambos sexos,
cierre de seminarios y noviciados, abandonos colectivos, pérdida
de
la fe en la juventud, caos doctrinal, retroceso en la caridad,
sustituida por una especie de filantropfa de la violencia) no puede
ser consecuencia lógica de los -enunciados expuestos ...
¿ Dónde está el fallo? ¿ Dónde se desarticula la trabazÓn del
engranaje doctrina-conducta?
Oigamos nuevamente, al Vicario de Cristo:
"Y mientras que el sentido religioso se debilita en los hom­
bres de nuestro tiempo, privando de esta forma a la fe de su
fundamento natural, por todas partes aparecen en el campo de
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GABRIEL DE ARMAS
la doctrina católica opiniones proféticas o teológicas nuevas, fre­
cuentemente tornadas de filosofías foráneas, atrevidas pero ciegas.
Estas opiniones ponen en duda o deforman la significación obje­
tiva de verdades que
la Iglesia enseña en virtud de su autoridad ;
bajo
el pretexto de adaptar el pensamiento religioso a la menta­
lidad moderna, dejan de tenerse en cuenta las directrices del ma­
gisterio eclesiástico, se imprime a la especulación teológica una
orientación radicalmente historicista, y se llega hasta despejar el
testimonio de la Sagrada Escritura de su carácter sagrado, esfor­
zándose
pcr introducir en el pueblo de Dios un espíritu sedicente
"posconciliar ... " ¿ Qué quedaría del contenido de la fe ni de la
virtud teologal que profesa esta fe si semejantes intentos que se
sustraen a la autoridad del Magisterio de la Iglesia llegasen a
prevalecer?" (8).
U na vez más, se pone de manifiesto la traición .a la verdad.
Momentos de angustia.
No es extraño, pues, que la angustia y la ansiedad crezcan
en el pueblo fiel, oprimiéndole el corazón hasta la asfixia. Pero,
como dice el Libro de los Proverbios, "la angustia del corazón
deprime al hombre y una palabra buena le conforta'' (9).
Las jornadas de los amigos de la Ciudad Católica.
Esa palabra buena,· confortadora, llave de una esperanza para
un futuro no lejano, es la que venimos a escudi,ar, cada año, Jos
asistentes a las jornadas de los amigos de la Ciudad Católica.
Palabra
de aliento que nos impele a seguir luchando, con denuedo,
(8) Pablo VI: Exhortaci6n de 22 de febrero de 1967. Permaneced
firmes l"11J la fe. Madrid. 19$. Ediciones Maro-va; pág. 23.
(9) Proverbios : XII, 25.
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ALGUNOS ASPECTOS DE LA LUCHA POR LA VERDAD
sm desfallecer, con renovado aliento cada día, por la verdad.
Por la verdad de. siempre, por la que no cambia, por la que per­
manece firme e impoluta. En una palabra : · por la verdad eterna.
Novedad frente a verdad.
Y o había leído, hace algún tiempo, con gran complacencia,
las siguientes palabras del ilustre filósofo italiano
y catedrático de
Génova, Michele Federico Sciacca:
"Hoy se busca la novedad, el presente sin pasado y sin futnro,
un presente perdido en la ''puntualidad" del momento, sin raíces
en
el ayer, sin proyección hacia el mañana y, sobr:e todo, no con­
siderado como imagen de la eternidad. La investigación de la
verdad, nuestra vieja. gloria de milenios, la hemos descargado de
los hombros como un peso inSoportable" (10).
Y más adelante: "Somos víctimas del presente que pasa:
la
manía delirante de lo nuevo nos ha "liberado" de la eternidad y
nos ha confinado, esclavos de ·10 perecedero~ en el goce efímero
del momento que muere en la corriente del tiempo" (11).
Estas palabras, justas
y medidas, profundas, como correspon­
den a una de las
mentes más esclarecidas de Europa en el mo­
mento actual, me recordaron aquella seria advertencia del Cri­
sóstomo
al comentar un texto de San Pablo, que cita Bossuet en
su imperecedera obra "Historia de las variaciones de las Iglesias
Protestantes" :
"Evitad las novedades en vuestros discursos; porque si in­
troducís una, no será. sola: ·una-, novedad produce otra; y el que
ha empezado a extraviarse, estará extraviado hasta el fin" (12).
Es realmentt impresionante observar cómo la Revolución ha
sabido inclinar los ánimos de aquellas personas que amaron 1a
(10) Midhele Federico Sciaicca: En esp!rilu y en verdad. Escéliccr,
S. A. Madrid, 1955; pág. 105.
(11) Michele Federico Sciacca. Ibídem; pág. 106.
(12) Bossuet: Historia de l,M variaciones de las Iglesias Protestantes.
Barcelona. 1852. Tomo I; pág. 19.
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tradición y respetaron el pasado hacia toda clase de novedades,
valiéndose de metodologías psicológicamente impembles. El cam­
bio sistemático se abre· paso, aunque vaya flanqueado por· el ab­
snrdo y la temeridad. Todo es admisible y bueno si es nuevo.
Todo
es reprobable si es viejo. El sino de los tiempos es cambiar,
cambiar ... Y, con estos cambios, predisponer
al espíritu humano
para
seguir cambiando indefinidamente.
Naturalmente, donde hay cambio incesante y substancial,
no
puede existir verdad.
Los amigos de la Ciudad Católica, paladiru,s de Ia verdad,
Y bien. Frente a la novedad huidiza y cambiante, peligrosa­
mente volátil, escurridiza, evasiva y
fugaz, en las jornadas de
amigos de la Ciudad Católica ha resplandecido siempre, por en­
cima de todo, el amor a la verdad. Por eso, sus miembros bien
pudieran llamarse caballeros esforzados de la verdad, paladines
de la verdad, gonfalonieros de la verdad ...
De ,esa verdad permanente, que no puede ¡:ertirse, que no
puede fraccionarse, sierp.pre rigurosamente exacta y conforme a
sí misma, de la que Cristo vino a dar testimonio (13) y de cuya
primacía no puede ni podrá jamás abdicar la Iglesia, porque Ella
es la prolongación
de Cristo en el tiempo. Y porque, como dice
San Pablo,
aun "la caridad se alegra en la verdad" (14).
(13) Jon.: XIV, 6.
(14) S. Pablo: Primera carta a-los Corintios, XIII, 6
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ALGUNOS ASPECTOS DE LA LUCHA POR LA VERDAD
APENDICE I
Breve historia de la lucha por 'la verdad.
La herejía actual, el Pragresismo antidogmá.tico, no es, en
definitiva, más que un nuevo eslabón de la lucha contra la ver­
dad desarrollada en el seno d€ la Iglesia a través de su historia.
Es la disputa tenaz y constante del reino de las tinieblas con­
tra el reino de la luz. Veámoslo someramente.
SrGLOS r Y n. En los siglos I y n, la Iglesia todavía naciente
se ve obligada, no sólo a sufrir las persecuciones sangrientas, sino,
lo que es más triste y desconsolador, las 11:erejías que brotan en
su propio seno. En el Concilio de Jerusalén (51) hubo de preci­
_sarse la doctrina respecto a la inobligatoriedad de la ley mosaica.
Contra esta primera definición se levanta,
en alarde de soberbia
indisciplinada,
la secta de los Ebionistas, que fue ardorosamente
combatida por S. Clemente Romano.
Junto a estos primeros indisciplinados, surge el Gnasticismo,
especie de sincretismo religioso. He aquí un precursor ideológico,
sin duda, de tantas desviaciones· contemporáneas.
Y en conjunción y maridaje con ambas, hace su aparición el
M <>nta.nisnw. Este, con su estrecho criterio soteriológico, nos deja
inservible la redendón de Cristo.
SIGLO III. En este siglo privan los Antitrin3tarios, contra los
que
se alza, como un coloso, S. Dionisia, obispo de Alejandría.
Luego,
el M anique/.smo, con su concepción dualista de los dos
principios
(el bueno y el malo) en perpetua rivalidad.
Mas, tanto Gnósticos) como Montanistas y Man,iqueas, fueron
duramente flagelados, en el terreno doctrinal, por una pléyade de
hombres singulares e· ilustres: S. Olemente, Ignacio de Anto­
quía, Policarpo de Esmirna, Ireneo
de Lyon, y los apologistas
S. Justino, Clemente de Alejandría, Tertuliano, Orígenes y San
Cipriano, entre otros. · · ·
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GA.BRJEL DE ARMAS
SICLO 1v. No anduvo, no, la pobre mente humana más atinada
en el siglo rv. Unas veces, los Donatistas, con sus alardes rigo­
ristas y puritanos, otras el Arrianismo~ negador de la divinidad
de Cristo. La Iglesia y sus paladines esforzados no logran una
etapa
de tranquilidad, de sosiego, de paz . . . Alma de la lucha
contra
los secuaces de Arrio fue S. Atanasio, que hubo de sufrir
por ello, largo destierro. También
S. Eusebio, S. Hilado, San
Liberio y
S. Ambrosio, obispo de Milán, fueron fieles debeladores
del
Arriwn.ismo. Herejía que alcanzó inmensa difusión y arraigo,
fue condenada
en el concilio de Nicea (325), presidido por Osio.
En España se µianifiesta, por entonces, el Priscüianismo, im­
pugnado por Santo 1'oribio, obispo de Astorga, y por Idacio,
obispo de Mérida. Condenado
en el concilio nacional de Zaragoza,
celebrado en
el año 380.
SIGLO v. En el siglo v -ya damos término a la Edad Anti­
gua-entra en liza el Pek>giml,ismo; con su ataque al dogma de
la Redención y su pensamiento de que el hombre puede alcanzar
la salvación por sí mismo sin ayuda alguna de la gracia, y con
olvido manifiesto de las palabras de Cristo: Sin Mí nada podéis
hacer ... San Agustín fue el gran ariete contra los pelagianos, con­
denados en los concilios de Cartago, Milevo y Efeso. El
último
gran argnmento de Agustín se basó en el dogma de la autoridad
jerárquica de
la Iglesia: Roma habló, la causa está terminada.
Desechando
el dogma de la . Encarnación · del Verbo,· irrnmpe
en la vida
del espíritu el N estorúmismo, condenado también en
el concilio de Efeso. Y, por si fuera poco, el Concilio de Calce­
donia (451) ha de imponer silenci-0 con su anatema al Euti,qwiar
nismo que se niega a reconocer en Cristo su -naturaleza humana.
En medio de esta maraña idoológica; descuellan los grandes
doctores de la Iglesia que no eluden la polémica, no. Antes bien,
la llevan adelante con una
fe y nna constancia bien aleccionadoras
para nuestro mundo de hoy;
tan dado a huir de ella.
:ántre los de la Iglesia griega, contam.os a San Atanasio, San
BasHio el Grande, San Gregorio Nacianceno y San Juan Crisós­
. tomo. Entre los de la latina, fignran: San Hilarlo, obispo de
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ALGUNOS ASPECTOS DE LA LUCHA .POR LA VERDAD
Poiti~s, San Ambrosio, San Jerónimo, San Agustín y San Gre-­
gorio Maguo.
j Pobre razón hmnana, tan orgullosa como humillada en el
transcurso de los cinco primeros siglos de la era cristiana!
Pero . . . ¿ es que fue acaso más modesta y consecuente durante
la
Edad Media? No. Ni siquiera la triste experiencia de las an­
teriores singladuras históricas, pudieron frenar · al hombre en su
malsano deseo de novedades, en su ansia pennanente de sentirse
creador ...
Por eso, si durante la Edad Antigua tuvo la Iglesia que hacer
frente, con empuje inexcusable, a las persecuciones sangrientas,
al mismo tiempo que a los herejes, ahora se ve sola ante los bár­
baros invasores, a la vez que deberá acudir prontamente a la de­
fensa de su unidad doctrinal, amenazada por nuevas irrupciones
heréticas.
SIGLO VI. Durante el siglo VI toman nuevo incremento los
Eut;quianos o Monofisitas. Sus doctrinas hacen verdaderos es-­
tragos en Egipto y Siria principalmente.
SIGLO VII. Los M onotelitrns predominan en el siglo VII. Afir­
man que en Cristo sólo existe una voluntad. Fue condenada esta
herejía en el tercer concilio de Constantinopla (680).
También comienza en
el siglo VII el M ahonwtismo. Poseídos
sus seguidores de un ardor fanático y sanguinario, van conqui~
tanda prosélitos a golpes de alfange y cimitarra. Asia y Africa
son sus fuertes.
Pero llegarán a penetrar en España y traspasa­
rán los Pirineos.
Europa se verá. amenazada. Y toda la cristian­
dad, conmovida
..
SIGLO VIII. El siglo VIII está sacudido por las tropelías de los
I conodastas. Sus violencias contra las imágenes sagradas las re­
piten, sin cesar, contra las personas. El segundo concilio-de .Nicea
(787) tuvo como principal objeto la condenación de estos inquietos
heresiarcas.
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GABRIEL DE ARMAS
Srcw rx. En este siglo, de trlste memoria, la ambición des­
medida de un hombre, Focio, había de allanar los caminos para
una ruptura trágica: El Grain Cvsma d~ or;ente. Usurpador de la
sedll Patriarcal de Constantinopla, fue amenazado de excomunión
por el
Papa Nicolás I. La reacción de Focio fue de rebeldía y
hubo de ser condenado en el octavo concilio ecuménico celebrado
en Constantinopla (W).
Sror,o xr. La dramática consumación del cisma fue obra de
Miguel Cerulario. Ignorante y soberbio, desató su furor contra
el Papado y se hizo nombrar Patriarca ecuménico. En el siglo xr
quedó concluso el fatal rompimiento. La escisión que aún perdura.
Rwnanía, Grecia, Rusia, quedaron separadas de Roma, con in­
menso dolor de la Cristiandad.
En este mismo siglo xr) Berengario de Tours, que negó la
transnbstanciación y la presencia real de Cristo en la Eucaristía,
fue condenado
por San León IX en un concilio celebrado en
Roma (1050). Berengario
se retractó durante el pontificado de
San Gregario VII. Murió en el seno del catolicismo.
SIGLO xn. En el siglo xrr el Pontificado hubo de sufrir las
duras embestidas de
Federico Bmrburroja,. El tercer concilio de
Letrán {1179) excomulgó a los antipapas que Federico, llevado
de su descomunal apetencia, quiso oponer a Alejandro
III.
Por otra parte, a mediados de este siglo, surgen varias sec­
tas que vienen a revivir las falsedades gnósticas
y maniqueas.
Unos, los Valden~es, negaban obediencia a la Iglesia. Otros, los
Cáf!aq'os o Albigenses, contradecían casi todos los dogmas cristia­
nos
y llevaban una vida de absoluto libertinaje, justificando in­
cluso, teológicamente, la homoxesualidad, Santo Domingo de Guz­
mán, gloria inmensa de
España, fundador de la Orden de Pre­
dicadores, fue -el" martillo más firme de estos herejes y, a la vez,
el salvador de muchos de ellos. El concilio IV de Letrán (1215)
condenó
los errores de ambas sectas.
Sror,o xiv. El siglo xiv lo llena el Wicklefismo. Juan Wick-
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ALGUNOS ASPECTOS DE LA LUCHA POR LA VERDAD
lef, natural de Inglaterra y profesor de teología en Oxford, im­
pugna la autoridad del Papa. Gregorio XI condenó diecinueve
proposiciones de este triste personaje, precuFsor, con Juan Hus,
de las rebeliones luteranas y anglicanas.
SIGLO xv. Estamos ya en el umbral de la Edad Moderna. El
Husitismo rompe con toda su fuerza demoledora. Juan Hus, lanza,
en Alemania, su ofensiva contra la jerarquía eclesiástica y contra
el Pontificado. Fue' condenado en el concilio de Constanza (1414-
1418), que pone fin
asimismo al gran Cisma de Occidente.
A medida

que la Iglesia condenaba todos estos errores,
las
grandes lumbreras del pensamiento cristiano elaboraban los fun­
damentos razonados de la
fe. Sus nombres son hitos gloriosos de
nn fecundo pasado que abre todavía rutas al presente y las abrirá
siempre
al porvenir. San Anselmo, Pedro Lombardo, San Al­
berto Magno, San Buenaventura, Duns Escoto, R.aimundo Lulio,
San R.airnundo
de Peñafort y, descollando entre todos corno un
sol, Santo Tomás
de Aquino, abren la marcha triunfal de la cien­
cia cristiana ... Tanto
la Sumnw Ttologica,, como la impresionante
SUIYl1M'l,a contra Gentües, son dos monumentos ejemplares de cómo
se debe combatir en pro de la defensa del dogma y de la Iglesia.
Es altamente significativo. La Su.mima Teologica, de Santo Te>­
rnás, mereció figurar junto a la Biblia en las deliberaciones del
Concilio de Trente. Los compañeros del santo, impresionados por
su rigorismo en guardar el silencio, le llamaron el "buey mudo".
Al enterarS'e San Alberto Magno de tal mote afirmó clarividen­
temente:
"Sí, se le puede llamar buey, porque dará tan fuertes
mugidos que resonarán en todo el universo".
SIGLO XVI. Es el siglo de las grandes defecciones. El Lutera,­
nismo, con su exclusiva justificación por la fe y la libre interpre­
tación individual de
la Biblia, deja francas las compuertas a todos
los posibles desatinos de
la mente humana. El Calvinismo, rompe
el equilibrio de la libertad al asegurar que Dios tiene ya predes­
tinadas
al infierno a multitud de almas. El Anglica,usmo, nacido
100)
Fundaci\363n Speiro

GABRIEL DE ARMAS
delas bajas pasiones de nn rey lujurioso, Enrique VIII, sume
a Inglaterra en el más espant060 caos doctrinal.
Sobre la posterior atomización y ridícula proliferación de estas
tres
sectas habría mucho que hablar.
El Concilio de Trento (1545-1563) fue el encargado de con­
denarlas. Convocado
por el Papa Paulo III, en él se examinaron
las enseñanzas
heréticas y se formuló, con sin par claridad y
precisión, -la: doctrina católica atinente a las verdades dogmáticas
y a -las normas disciplinares emanadas de la Iglesia.
Un con junto de teólogos de primera línea pone al descubierto
los errores y falsas concepciones
protestantes. Diego Laínez, Suá­
rez, Sahnerón, Melchor
Cano, Soto, Fray Luis de Granada, Be­
Iarmino · ...
SIGLO XVII. Este siglo alumbra el Jansenismo, permoosa es­
cuela
·que, bajo una capa aparente de piedad rigurosa, socava los
fundamentos de la fe cristiana. El Papa Inoc denar inexorablemente los errados principios vertidos por Jan­
senio.
Figura destacadísima contra esta herejía fue· San Vicente de
Paúl, el santo de
la caridad, pero el santo también de la energía
viril en las duras batallas intelectuales contra los deformadores
de la doctrina multisecular de la Iglesia.
SIGLO XVIII. El siglo XVIII es el feudo histórico del Ra,cwna­
lismo. Las ideas dieciochescas están representadas por dos auto­
res principahnente: Voltaire y Rousseau. Voltaire,
el hombre que
aconsejaba la mentira como arma de triunfo, es ariiete dirigido
contra el altar. Roussea..u, tipo repulsivo que abandona a sus pro­
pios hijos, es catapulta dirigida contra el trono. Trono y altar
---autoridad divina y autoridad humana-, pilares fundamentales
en toda sociedad bien constituida, se tambalean. Entonces, aparece
el espectro sangriento de la RiJVolución. Voltaire y Rousseau son
como dos ríos formidables que confluyen y vierten sus aguas en
un
mar común: la Ericiclopedia. Esta encuentra un hombre de
10o6
Fundaci\363n Speiro

ALGUNOS ASPECTOS DE LA LUCHA POR LA VERDAD
habilidad satánica para aunar ambas fuerzas disolventes:· Dio­
nisio Diderot.
Ha periclitado, en la mente de los rectores del pensamiento,
de los intelectuales,
la luz de la fe. Sin fe, el mundo queda redu­
cido a lo fáctico, a lo
puramente fenomenológico. Con fenómenos,
exclusivamente, no existen convicciories. Y sin convicciones, no
hay principios. Ya puede el hombre preguntarse libremente: ¿qué
es el bien?, ¿ qué es el mal?, ¿ qué es la verdad?, ¿ qué es la men­
tira?, ¿ por qué no se puede injuriar?, ·¿ por qué no se puede
robar?, ¿por qué no se puede matar?
Están, por consiguiente, bien plantados los fundamentos de
la Revolución. Llegarnos a 1789. ¡ Adelante! Y crujirá, hecha
añicos,
la Bastilla. Rodarán cabeza y corona de Luis XVI. No
habrá piedad para María Antonieta. Funcionará día y noche la
guillotina. Arderán las iglesias. Se establecerá
el '!'error que,
con una lógica implacable~ exterminará a los mismos que lo eSt­
tablecieron: Marat, Danton, Robespierre ... Se proclamarán pom­
posamente los "Derechos
del Hombre", sin tenerse en cuenta que
éste es,
fundamentalmente, un complejo de deberes. Tenía raz6n
COndoi:'cet cuando escribió reíiriéndos~ a Voltaire: "El no ha
visto todo lo que hizo, pero es él quien hizo todo Jo que vemos".
¡ Dramático balance el de la herejía racionalista!
Srnw x1x. A principios de este siglo, Napoleón Bonaparte
quiso restablecer en Francia
el culto católico. Firmó un Concor­
dato con Pío
VII. Luego, pretendió pasar su cuenta de servicios
a
la Iglesia. Exigió del Papa una serie de hipotéticos derechos
que iban en detrimento
de la autoridad eclesiástica. De los labios
del Sumo Pontífice volvió a salir el" non possumws de los tiempos
apostólicos. Pío VII fue llevado prisionero, entre inauditos vejá­
menes, a Savona y a Fontenebleau
por orden del Emperador:
¡ Pobre Napoleón ! Años más tarde firmaba su abdicación en
esta última ciudad. Y cuando todas las naciones europeas negabari
asilo a los miembros de la destronada familia imperial,
el perse­
guido Pío VII los acogió en Roma con brazos amorosos de
padre... ·
1007
Fundaci\363n Speiro

GABRIEL DE ARMAS
La intransigencia doctrinal de Pío VII no fue obstáculo a
su inmensa capacidad de
amor y de perdón, a su bien probada
caridad con las personas.
A través de todo el siglo
xrx sigue latente el mismo espíritu
de rebeldía,
de insubordinación, revolucionario, que predominó
en
el anterior. Augusto Comte enseña el Positivismo, que sólo
admite como verdadero aquello que los sentidos perciben, con
total ausencia de
Jo trascendente. El Liberalismo invade el campo
de la vida política
y social, propugnando la separación de la Igle­
sia y el Estado, a la par que busca un desdoblamiento hipócrita
en
la vida personal: públicamente ateo y privadamente lo que
convenga ser. Consecuencia lógica de este último sistema :
el
Socialismo. Y unida a todos estos errores, incrementándolos, fo­
mentánd-olos, con apariencia benefactora y altruísta, la M ason.eria.
Entre todos estos errores, quizá ninguno tan pernicioso como
el liberalismo doctrinal, por su fácil adaptación y hasta por re­
vestirse, a veces, de apostólico -celo. Felicitas Lamennais, hombre
inteligente
y captador de ánimos, reunió en tomo a sí a un grupo
de figuras de singular relieve. Entre ellas, Lacordaire y Monta­
Jembert.
Funda el periódico L' Avenir como órgano de expresión
de sus ideas. Desde
él propugna por la separación de la Iglesia
y el Estado.
El 15 de agosto de 1832, Gregario XVI condena estas doc­
trinas por medio de su encíclica Mirari vos. Lacordaire y Mon­
talembert se someten, Lamennais, engreído y resentido a la vez,
apostata
y es objeto de nueva condenación, el 22 de junio de 1834,
por la encíclica Singu//JIYÍ Nos.
Aquí terminaba, con triste ·epílogo, un hombre que quiso ser­
vir a la
Iglesia; pero no como ella CJ.uiere ser servida, sino como
. su capricho y talante le ordenaban.
Las voces augustas de los Snmos Pontífices, vigilantes de
la grey del Señor, no descansan un momento.
El Liberalismo-es
nuevamente condenado por Pío IX en las ~ncíclicas Qui pluribus,
de 9 de noviembre de 1846, y Quanta cura; de 8 de diciembre de
1864, acompañada del Sylla./Jus, en el· que se recogen ochenta
proposiciones heréticas.
La M asmieria recibe los anatemas portti-
100&
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ALGUNOS ASPECTOS DE LA LUCHA POR LA VERDAD
ficios a través de los siguientes docu111-entos, entre otros: cons­
titución In Eiwinenti, de Clemente XII, en 1783; constitución
Providas, de Benedicto XIV, en 1751; Letras Apostólicas Eccle­
sio,m a J esu Christo, de Pío VII, en 1821; Constitución Quo
Grwiora, de León XII, en 1825; encíclica Tra,didi, de Pío VIII;
y, sobre todo, encíclica de León XIII, H umanu,n Genus, de 20
de abril de 1884, el documento más completo esclarecedor de esta
sociedad secreta "que pugna, según
el Papa, con la justicia y
probidad naturales".
Secundando la acción de los Papas, emergen los grandes apo­
logistas, tan sumisos al Papado, como firmes debeladores de las
desviaciones doctrinales. Francía puede enorgullecerse de Luis
Venillot,
maestro de periodistas, de Monseñor Pie, de Dom Gué­
ranguer. España puede mostrar al mundo, con maternal compla•
cencia, a, un conjunto de pensadores universales, entre los que
destacarán siempre el talento sereno de Balrnes y el genio incan­
descente de Donoso Cortés ...
SIGLO xx. Apenas abierto a la vida el siglo xx, un Papa santo,
Pío X, ha de enfrentarse con la llamada herejía Modernista. Pri­
mero, en el Decreto J,,amentabüi, de 3 de julio de 1907, después
en
la grandiosa encíclica Pascendi, de 8 de septiembre ·del mismo
año; este dulce y enérgico Pontífice pone a las claras las .tor­
tuosas tretas modernistas para perturbar a las mentes fieles y
sumisas a la Iglesia. La define como "un agregado de todas las
herejías". Y puntualiza acerca de los manejos subrepticios de
sus más conspicuos seguidores y representantes.
Y o destacaría tres puntos que me parecen de viva actualidad.
Primero. Cómo los modernistas "andan a la caza de profesa­
rías, las cuales convierten poco a poco en cátedras de pestilen­
cia".
Segundo. Cómo eluden sistemáticamente a los grandes auto­
res católicos "oponiéndo1es la conjuración del silencio".
Tefcero. Cómo adereza.ti sus enseñanzas y escritos con citas
de autores heterodoxos y "tales son las alabanzas que prodigan
a· los mantenedores ·de esos errores, tales los honores que públi-
64 1009
Fundaci\363n Speiro

GABRIEL DE ARMAS
camente le tributan, que hacen creer fácilmente que lo que pre­
tenden honrar no son
las personas, merecedoras ocaso de alguna
consideración, sino más bien los errores que a las claras profesan
y que se empeñan con todas veras en esparcir eutre el vulgo".
El Pontificado de Pío XI, nno de los más notables de toda
la Historia, es de pasmosa fecundidad. Dos graves herejías per,
turban la paz de los espíritus y de la Iglesia. El Cmmmismo, con
su andamiaj1e marxista-leninista y su materialismo dialéctico, ac­
tivista y combativo; y el TotaliJarismo que, no obstante beber
en las mismas fuentes metafísicas
que el primero, exalta el nacio­
nalismo racista, con una mentalidad absolutamente naturalista
y atea.
El 14 de marzo de 1937 lanza Pío XI su encíclica M# bren­
nedcr sorge,
acerca de la Iglesia en el Reich gennánico. Hubo
mucho silencio significativo
en torno a este documento. Algunos
católicos se atrevieron a
censurar al Papa:. se trataba, decían,
de una clara ingerencia del Romano Poutífioe en el terreno polí­
tico. Entonces Alemania aparecía invicta. Pasados los años, el
mundo· pudo contemplar, atónito, hasta qué extremo tuvo razón
Pío XI cuando execró un movimiento que, andando el tiempo,
había de exterminar, fria y deliberadamente, a
seis millones de
hombres en horripilantes crematorios públicos.
El 19 de marzo del mismo año 1937 aparece la encíclica. Di­
,,.,.¡ Redemptoris. En ella se reprueban las máximas .comunistas,
fundadas ''hoy sobre los principios del materialismo dialéctico
e histórico proclamados antes
por Marx, y cuya única y genuina
interpretación pretenden poseer los teorizantes
del bolchevismo.
Esta doctrina enseña que no exista más que una sola realidad,
la niateria con sus fuerzas ciegas, la cual, por evolución, llega a
ser
planta, animal, hombre". _De los estragos del comunismo· es
víctima hoy
el mundo entero.
Durante el Pontificado de Pío XII la Iglesia asestó nuevo
golpe a las habilidades
.comunistas. El 1 de julio de 1949, la
Suprema Congregación del Santo Oficio promulgaba un decreto
sobre
la actitud de los cristianos ante el Comunismo. Publicado
el 13 de julio, fue aprobado el día 30 por el Papa. Es nn decreto
1010
Fundaci\363n Speiro

ALGUNOS ASPECTOS DE LA LUCHA POR LA VERDAD
disciplinar por el que se prohíbe a los católicos toda couoomi­
tancia con los movimientos comunistas.
Un rebrote del M adernismo vuelve a entristecer el rostro
de
la Iglesia. Pío XII, eu cuyo pontificado la Cátedra de Pedro
llega al máximo prestigio universal_, intenta cortarlo por medio
de la encíclica Hwmani generis, de 12 de agosto de 1950. Se trata
de la Teología nueva, con un injerto tan antigno como la más
vetusta de las herejías:
el Jrenisnw. Se basa éste en un relativi&­
mo de la verdad. En un malsano deseo de vivir la unión a toda
costa, deja el acervo doctrinal de Cristo hecho jirones
en poder
de sus enemigos. Es la táctica de la mano tendida para entregar
medias verdades y recibir, a cambio, medias mentiras.
Es un
movimiento difuso y ladino, que mata las aristas y suprime los
contornos, para acabar en confusa nebulosa. Negación de la más
elemental gallardía ideológica, es un agradable refugio para toda
mediocridad ... Clima ideal para tibios y mentes subdesarrolladas.
La primera encíclica de Juan XXIII Ad Petri Catheiwam, de
';!} de junio de 1959, trató acerca de la verdad. Según el Papa,
"la causa y raíz de todos los males que, por decirlo así, envene­
nan a los individuos, a los pueblos y a las naciones, y perturban
las mentes de mucQos, es la ignorancia de la verdad. Y no sólo
su ignorancia, sino, a veces, hasta el desprecio y la temeraria aver­
sión a ella. De aquí proceden los errores de todo género que
penetran
como peste en lo profundo de las almas y se infiltran en
las estrncturas sociales,
terqh,ersámxtolo todo ... ".
¡ Tergiversándolo todo! Esta es la característica de las fuerzas
ocnltas del mal durante el Pontificado de
Juan XXIII, de cuya
buena
fe y santidad tanto abusaron. Los primeros momentos de
este reinado
papal se asemejan mucho a los primeros eu que go­
bernó
la Iglesia Pío IX. Este tuvo tiempo de cortar el mal, aun­
que a costa casí de su propia vida.
Juan XXIII murió llorando
tanta traición parapetada tras
· su innata bondad y su credulidad
excesiva ...
Duranre el reinado de Pablo VI el Progresismo arrecia. En
su primera encíclica Ecclesiatm summ,, vuelve a condenar .el N atu,­
ralismo, el Simcrelmno, el Irenismo, el Comunismo, el Escep,ti-
1011
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GABRIEL DE ARMAS
cismo, errores todos de que se aprovecha el Progresismo-Moder­
nismo para desarticular a la Iglesia, o mejor aún, utilizando un
vocablo del mismo Papa, ·para autodemolerla.
La autodemolición es demolición interna, sistemáticamente lle­
vada a cabo
por elementos infiltrados que no quieren salir de la
Iglesia," sino realizar la revolución desde su interior. Estamos
quizá ante la herejía
peor de todos los tiempos. Frente a ella, nos
ha
dichÓ persona tan poco sospechosa de parcialidad como Ma0
ritain: "el modernismo del tiempo de Pío X no era más que un
modesto
resfriaclillo".
Todo se ha puesto en tela de juicio, en una campaña orques­
tada por los grandes medios de propaganda actual. Podemos
re­
sumir el estado caótico
en que vivimos utilizando palabras del
Papa en su Exhortación apostólica de 22 de febrero de 1967:
"Y mientras que el sentido religioso se debilita en los hombres
de nuestro tiempo, privando de esta forma a la fe de su funda­
mento natural, por todas
partes aparecen en_ el campo de la doc­
trina católica opiniones proféticas o teológicas, nuevas, frecuen­
temente tomadas de filosofías foráneas, atrevidas, pero ciegas.
Estas opiniones ponen en duda o deforman la significación obje­
tiva de verdades que
_la Iglesia enseña en virtud de su autoridad ;
bajo el pretexto de adaptar el pensamiento religioso a
la menta­
lidad moderna, dejan
de tenerse en cuenta directrices del Ma­
gisterio eclesiástico, se imprime a la especulación teológica una
orientación radicalmente historicista, y se llega hasta despojar
el testimonio de la Sagrada Escritura de su carácter histórico
sagrado, esforzándose
por introducir en el pueblo de Dios un
espíritu sed.icen.te ''posconciliar".
Se ha combatido el misterio de la Eucaristía. Y Pablo VI ha
publicado una carta encíclica, M isterium fidei, de 3 de sep­
tiembre de 1965, donde se nos recuerda que Cristo está en la
Sagrada Eucaristía con su cuerpo, sangre, alma y divinidad.
Se han combatido los mismos fundamentos de la
fe. Y Pablo
VI , ha publicado, el 30 de junio de 1968, el Credo del pueblo
de Dios, porque ve el Pap0., según sus. propias palabras, que "al-
1012
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ALGUNOS ASPECTOS DE LA LUCHA POR LA VERDAD
gunos católicos se dejan llevar de una especie de pasión por el
cambio y la novedad".
Se ha combatido la santidad sacerdotal y la más preciosa de
sus manifestaciones, el celibato, y . Pablo VI ha publicado su carta
encíclica
Sacerdotalis coelwatus, de 24 de junio de 1967, recor­
dando verdades elementales
que venían consagradas por veinte
siglos de ascética cristiana ...
En la Doforasa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, escrita
por Sor Ana Catalina de Emmerich (Madrid, 1896. Sexta edi­
ción. Hijos
de Gregario del Amo; pág. 178), dice la fumosa re­
ligiosa· vidente: "Los sacerdotes de Dios habíanse vuelto sacer­
dotes de Satanás".
Quizás hoy, como entonces, sea ésta precisamente la mayor
tragedia que vive el catolicismo y la Iglesia: la defección, la trai­
ción, la deserción masiva de
sacerdotes y religiosos que luchan
por imprimir en la Iglesia la vida depravada que ellos llevan,
justificada por
doctrina.s inventadas para cada caso concreto. Los
seminarios quedan vacíos. Los conventos y noviciados se despue­
blan. Con las monjas, en muchísimas OC:asiones, se recurre al la­
vado de cerebro. Es, sin duda, la hora de las grandes traiciones
contra
la Iglesia. Todo está permitido, por otra parte, contra
aqwellos que se oponen a esta pública almoneda de la fe y de
la.s costumbres, de la doctrina y de la moral.
Pero no olvidemos jamás que la norma fundamental de la
Iglesia es la verdad y que, mientras Cristo esté con Ella, las
puertas del infierno no
prevalederán.
APENDICE II
La razón, puerta abierta a la fe.
Dice, a este respecto, MARI'l'AIN :
"Pienso que la, füosafía es obra de la razón y como tal
esld
fundada sobre las evidencias naturales y na sabre
la, fe; mas, pienso también que la ra,:ón misma, q,ce no
1013
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GABRJEL DE ARMAS
es wn mwndo cerrado, sinien sus
obras má., .levadas y no alcanza su pro¡m plemtud siino
cUOltt de
1" fe" ("De Bergson a Santo Tomás de Aquind'. Club
de lectores. Buenos Aires, 1964; pág. 100).
GARCÍA MoRENTE escribe:
"La fe no es, pu,e,s, negación de la YQJZÓn, simo · comple­
mento de ella. El acta de fe es el p,erfeccúmMn,iento, el
remate del ed;fici,o constrwido ¡,or u, ciencia y la filosofía,
que, habiéndonos
llevado como por la mano a la linde
del mundo natural, se-,io,la como últimá conclwsión de /,a
humnna sapiencia hacia ese reino donde está Dios, donde
e-,npiezoo
los d~as del Ser dimino". ("Idea de la
Hispanidad". Espasa Calpe. Madrid, 1947; pág. 123).
El profesor GREGORIO R. DE YuRRE expone:
"Nuestra jüoso'f/,a necesita descubrw el furndamento úl­
timo y esto no puede hacerse sin recurrw a Dios. Por eso
la ley de la naturaleza humana es, en último término, ley
di-vi,,a. El ag,nostidsmo siempre d!ejará insatisfecha a la
inle/i!genem, p,o.-que le corta el vuelo y la tendencia nat>u,­
ral a bwse<>r el fundamenta última de las leyes natwales"
("Etica". Editorial ESET. Vitoria, 1962; págs. 549-5-50).
ISMAEL Qurr.,;s nos dice, al hablar de Blondel :
íói4
" ... ya que es la actitud religiosa, en suprema grado, el
'fin a quie necesarimmente debe lfegar el füóso'fo, según
Bkmdel; y esto no sálo trata,ndo de la rel;gión natural,
sino ta.ml,ién
de una religión sobrenatural y positima, su­
perior a
las fuerzas de la naturaleza humana, cual es el
crMtilJlllismo'' ("Filosofía de la Religión". Austral. Ar­
gentina, 1949; pág. 77).
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ALGUNOS ASPECTOS DE LA WCHA POR LA VERDAD
J osEF PnwER también abunda en este pensamiento :
"No hmy ¡,-regwnto, filosófica alguna que si quiere l/'ega,
al fondo, al fwndamiento de lo que pregwnta y al d!e sí
misma, no tropiece con la roca primaria, de afir11UIC>Ones
teológica.'' ("Sobre el fin de los tiempos". Biblioteca del
Pensamiento actual. Madrid, 1955; pág. 19).
El P. SANTIAGO RAMíREz nos adoctrina :
"La f;lo-sofía reconoce este destino del hombre, que
sálo puede consistir en su wni6n con Dios. S 6lo Dios es
causa propia
del almo humana por creación dórecta e in­
dwidual y, P'or consigwiente, sálo D;os ¡,uede ser su úJ..
tinw fiin, ya que la coosa efidente y la ca,usa final se co­
rresponden mutuame,nte''
("Pueblo y gobernantes al ser­
vicio del bien común". Euramérica. Madrid, 1956; pá­
gina 19).
DONOSO CORTÉS había escrito en el capítulo I del Libro I de
su
''Ensayo":
uM. Proudhon ha. e9erito en sus "Confesiones de un
revolucionario" est<>s notables palohras: «Es casa que ad­
mira el
ver de qu;é manera en todas nuestras cuestiones
polí~c<>s tropezamos siempre con la teologfa». Nada hmy
aquí que pueda coosar sorpresa, sino la sorpresa · de M.
Proudhon. La teolog de Dios, es el océano que Contiene y abarca toMs l<>s cien­
cias, así como Dios es el acéa;no que abarca y contiene
todas las cosas" ("Ensayo sobre el Catolicismo, el Libe­
ralismo y el Socialismo". Obras Completas de Donoso
Cortés de la B. A. C. Madrid, 1956; pág. 347).
Vale la pena parar mientes y reflexionar sobre este bello
texto del filósofo
Peter W ust dirigido a sus discípulos como des­
pedida desde su lecho de muerte :
!015
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GABRIEL D../l AJ¡AfAS
" ... si ustedes me pregun/asen ahora antes de irme, de­
Jínilvllwmenle, si conozco olgwna clave mágica rJ:U,C puede
abrirle a
uno· la puerta última que conduce a la sa,biduria
de la, 'lfidai, yo le contesta,ría que sí. Y esta c!a,ue mágica
no es
la rejk.rión, como taJ. vez esperasen ovr de ""' füó·
sofo,
svno la ara,ción. La oración entendl® coma· entrega
definitiva,,
lo hace a, uno tranquilo, infantil, o/,je#,vo, Yo
pienso que un hombre se adentra más y más en el ám,­
bito de la humanidad (no del humanismo), a me/Üda que
eslci mejor dispuesto para orar, con tal de que se trate de
auténtica oración" (Alfonso López · Quintas: "Pensado­
res cristianos contemporáneos". B" A. C. Madrid, 1968;
pág. 51).
APENDICE III
Apología de la intransigencia doctrinal.
La intransigencia doctrinal es una necesidad ontológica en la
defensa de la verdad. El mesurado no se contrapone al intrarrsi·
gente, como se ha querido hacer ver por algunos, no. Mesura
equivale a moderación, a comedimiento. La mesura-p:>see mucho
de cortesía y de equilibrada serenidad ; pero ella nada tiene que
ver con el
pacto. Y mucho menos con la falta de carácter para
defender los principios
y las actitudes que se estiman verdaderos.
Se puede ser intransigente y mesurado, transigente y
redomado
truhán. La mesura es siempre una virtud humana. El pacto, no.
A veces, sí, será un acto plausible. Otras, simple villanía.
Escribe Fur,ToN J. SmsEN:
"Odümdo
el pecado y mmando a los pecadores; con-­
denando el comwnismo y amando a los comunistas; des­
precian~o
la herejía y amando a los herejes; recibiendo de
nuevo a lo,s errados en et tesoro de su. corazón, pero sin
ad,,.;¡¡,. jamás el error en el tesoro de su sabiduría; per-
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ALGUNOS ASPECTOS DE LA WCHA POR LA VERDAD
donando a los pecadores IJ'Ue )a sociedad ya había conde­
na,do, pero mostrándose intolerante ante los que pecaron
y
cwyo petado permaneció impune a los ojos de los h0W1,­
bres, reservó, sin em"bargo, sus más destructiva.ts explo­
siones de ;,-a p el p'l!cado, para aquellos que siendo culpa/}les dijeron que
sólo tenlam un complejo. Fma/;m,enle, fue El quien. des­
ató en explosi,,m,es
de ira al contemplar p.-oféticamente /;a
condenació-n y ruina de aquel~os enfermos de cáncer moral
que
rehúsan mprovecharse de ü, medicina que El ajquifi,ó,
a precia miwcho más elevado qwe la sangre de corderoS'
("Vida de Cristo". Barc En sn extraordinaria obra Cuerpo Místico de Cristo nos dice
este excepcional y popnlar obispo americano :
"La tolerancia y la intolerancia se aptican a dos cosas
completamente diferentes: la tolerancia se aplica a las per­
sonas, pero ,¡unca a los principios; la intolerancia se a,fil,ica
a los principws y nunca a las personas. Debemos ser com,­
plet®'ente intolerantes con /,as verdades matemáticas, pero
tenem.os que ser toleram.tes con el 'J1U1temático."
"Nada hay más terril,lemente excluisivo que la verdad.
Debemos
ser i,ntolerantes con la verdad porque ésta es
hechura de Dios y no nuestra."
"La i,nto,/eranc'ia es esenciil cuando IM verdades están
en
P'e/;igro; de otra manera d,generarían en una espi,na
dorsal
de una consistencia gel(]Jtinfüa. Cuanto m6s fuerle
es la vida, más rerutente es el esqueleto; cuanto más di,.
vóna es la verdad, más iMtolerantes debemos ser con el
error". ("Cuerpo Místico de Cristo". Editorial Difusión.
Chile, 1943; págs. 170 y sigs.).
Veamos
lo que a este respecto nos dice BALllCéS :
"Tienen, es verd(]Jd, ciertos filóso,jos incrédulos un triste
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GABRIEL DE ARMAS
títuJo a sws prete,mon/Cs sobre la e,.-tensóón de la to/eram,­
cía, y es que, h y el escepticismo, han generalizado, así en los Gobiernos
como en los puel,/os, aquella falsa /!alerancia, que no es
mng,ma wtud, sino, la mdiferencía por todas /u,s religio­
nes" ("El Protestantismo ... ". B. A. C. Obras Comple­
tas, Tomo IV, 1949; pág. 347).
"... en la palabra tolerancía referida a opiniones se en­
vuelve la significación de tolerancia de errores. Qiwn está
P'or el sí tiene por fal,so el no ; y qwien está P'or el no
tiene por falso el sí. Esto no es más qu,e una svmple ap'1i­
caci6n de aque'l famoso principio: es imposible que una
cosa ,ea y no sea al mismo tiempo" (Ibídem; pág. 342).
También
J EAN GUITTON defiende la intransigencia doctrinal:
"Del lado de la ortodoxia advierto el sentvmiento muy
vimo en los Papas de su de/Jer de fidelidad al depórito
de ta fe, la ;,J.ea de que sería preferivle U111DJ Igksía red,,,.
cida al extremo que una Iglesia que humer/JJ hecho con­
cesiones en lo esencial, que no se puede tramp,ear en cues­
li,ones de fe mds que en geoml!tría y que " tramfs de ta
intransigencia se haée un 1'UMntico sermcio a los siglos
futuras"
("Diálogo oon los precurso,es", Ediciones Tau­
rus. Madrid,
1963; pág. 171).
PlETJlR VAN Dl(R MllER o¡¡ W ALCIIl(RiiN •nos da su opinión:
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"El cristianismo no tolera la indecisíém, es gr(lJVe como
la sangre, exige la totalidoo de todo mi ser. El cristianis­
mo
del EV roísmo: es decitr: requiere la temerixiad má.rima. de
que S(J(J/J11()'S capaces dUIT'ante toda nuestra '/J'Íáa. En el "sf'
no puede ocultarse jamds una reserva, una mirada de
soslayo hacia, el "no·". Servir· a dos -señores· queda abso..
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ALGUNOS ASPECTOS DE LA WCHA POR LA VERDAD
lutam.ente ezclwido" ("La Gran Aventura". Ediciones
Carlos Lohlé. Buenos Aires, 1954; pág. 61).
Escuchemos a M>:NÉNDEZ PEr.A YO :
"ú, llamada toleru:ncia es virtud fácil; digámoslo más
claro: es enfermedmd de épocas de escepticismo o de fe
..,,,Za. El que nada cree, m esp'era en nadw, ni se wfana y
ac<>ngoja por la salwción o perdi:ión de las almas, f&­
cilmente ¡,uede ser tolerante. Pero tal ma,n,sedumbre de
carácter no depende sino de una debilidad o eumoquismo
de enlendiimiento" ("Historia de los Hetero.doxos". C. S.
de Invest. C. Madrid, 1947. Tomo IV; pág. 410).
"No conozco en el mundo moderno pap,el más triste que
el de estos teólogos m,ftn)Sos y concil,iadores ( mux:ho más
triste cuando autorizan y realzan su persona la ,,,;tri, y
el roquete) que bajOJnJ a la arena, cuando más ,mp,eñada
arde la lid entre
Cristo y las potestades del infierno, y en
vez de ponerse resueltamente al lado del vexillum regís,
se colocu:n en nwdio, con la pretensión imposi/Jle de ha­
cerse oir y entender de uno-s y otros, de sosegar los con­
tranos bandos, de casar lo /J/ani:o con lo negro, y de llegar
a una !J'/Jenencia imposible con la revo-lución, que, anti,..
cristiana por su índole, acaba por mofarse siempre de
tales
auriliares, después de hnber apro~chad,J y mal pa­
gado sus serok/o<" (Ibídem. Tomo VI; pág. 137).
Y la voz del gran APARISI y GurJARRo:
"Y o diré que en cierto sentido la Iglesia cató'lica h,a
sido, es y no puede menos de ser intolerante; porque la
Iglesi,, caMNca es la verdad, y la verdad no pu'l!de ser
tolerante
porrpue es verdad. El error puede m"vvr en co-m­
¡x,ñ,ia de otras errores, que hermanos son y petenecen
a
una misma fmmüia; pera la verdad es un so-l que no
consiente tinieblas. Al decir, yo-soy la verdad, dice t/Jfflo-
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GABRIEL DE ARMAS
bién: todo el que no es yo}" es mi enemigo, y yo-lo comba,to;
yo combato el error, aunque ame y compudezca al que
yerra" ("Antología". Ediciones FE. Madrid, 1943; pá­
gina 165).
El gran teólogo dominico SERTII,I,ANGI\S nos enseña:
"Dejemos a la Igksia de Jesucristo con su dwina in­
transigencia,
con su [lrandeza que n,unca se compromete
aunque es benévola pwra con todos y para con todo, res­
petuosa de toda partícula de verdad y fwO'Yecedora de
quien la descubre, si.empre que se deje en la corriente, y
esté
smnetida a Dios, que es el Padre de las luces, y a
su Verbo encarnado que ;!u.mina a todo hombre que mene
a este .,,,,,,.,,¡o" ("La Iglesia". Editorial Difusión. Tomo
II. Buem,s Aires, 1946; pág. 151).
V ÁZQUÉZ DE MEU,A expone:
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"Si kr, ·luz penetra, la sombra se desvanece; si el error
sal.e, la luz queda eclipsada. Querer conciliar/as sería co­
mo pactar un crepúsculo p,erpetuo entre la noche y el dia,
para
negar a /as dos'' (Vázquez de Mella: Obras Com­
pletas, editadas por la Junta del Homenaje. Madrid. Tomo
XXII; pág. 198).
"El conodmiento precede a la volición, porque nadie
quiere lo que no conoce; pero la voluntad, una vez des­
pertada, mueve y apl/,ca el entend~iento en dirección aJ
objeto que oohela. PM eso el que cree, ama, y el que
ama, aborrece
todo lo que se opone ,a su fe y a su amo-r.
Pedirle que transija es P'edirle que abdique, y eso s6lo
puede e:1>igirlo una fe y un amor más grande que los su­
yos.
La tolerancia, que es el vacío que dejan al ser e:1>pul,­
sados del aJma, no tiene más que un derecho, el de ce­
derles el sitia" (Ibídem: Tomo XXII; págs. 201-202).
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