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Número 126-127

Serie XIII

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El reino de Chile en el Padre Alonso de Ovalle (1601-1651)

EL REINO DE CHILE EN EIL PADRE ALONSO DE
OV ALLE (1601-1651)
POR
FRhNCISCO ELÍAS DE TEJADA.
Catedrático en la Universidad de Sevilla.
SUMARIO: l. El rostro histórico del padre Ovalle S. 1.-2. Dios.-3.
Patria y Reino de Chile.-4. Los Fueros chilenos.-5. El Rey a la Mo­
narquía de las Españas.--6. Disculpando al padre Luis de Valdivia S.
I.-7. Teoría renacentista del
saber.---:-.S. El

padre Ovalle en la
Tra­
dición chilena.
l. Es el padre jesuita Alonso de Ovalle el más antiguo entre
Ios nativos chilenos en merecer el título de historiador, por encima
de las cartas de relaciones
y de los memoriales justificativos. Nacido
en 1601 en Santiago, vástago primogénito de dos significa.das fami­
lias, condensa en su sangre
la condición de benemérito de que se
vanagloriaban los primeros conquistadores, con la hidalguía recibida
recientemente de Castilla en las nuevas oleadas de soldados llamados
a ayudar a la consolidación del nuevo Reino. Era nieto de conquis­
tadores por la línea materna, a fuer de hijo de María Pastene y, por
ello, nieto o bisnieto de aquel itálico Juan Bautista Pastene cuyo nom­
bre aparece desde los tiempos de Pedro de Valdivia por uno de los
más sonados soldados de
la conquista. Era del lado de los nuevos
chilenos de adopción, en cuanto hijo del hidalgo salmantino Fran­
cisco Rodríguez del Manzano Ovalle, solariego viejo del reino leonés, pasado a Chile en la tercera generación de los pobladores del Reino
nuevo.
Contrariado en su vocación jesQítica, inserto en los más nobles
estratos de la sociedad chilena de su tiempo, hubo de superar con­
trastes familiares, para entrar en la Compañía. Novicio en la que
entonces se decía Córdoba del Tucumán, vuelve a Santiago en afanes
de predicación, ocupando el rectorado del colegio de San Francisco
Javier, bienquisto entre la nobleza ciudadana igual que entre los
ambientes de su orden. Del honor de su prosapia
cuidase en
el tra,
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Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO EI.IAS DE TEJADA
bajo Arboles de las descendencias de las Muy Nobles Casas, y ,q,e­
llidos de los Rodríguez del Manzano, Pastenes y OvaUes, escritos
"por el dotor D. Alonso Ortiz de Ovalle, capellán de honor de su
Magestad, rector de su Real capilla, y calificador de la
SupreOlll In­
quisición".,
estampádo en

Roma por
el mismo impresor, en el mismo
año y con idéntico tipo de letra al utilizado en su obra capital histó­
rica (1); de donde cabe deducir, siguiendo la discreta hipótesis de
José Toribio Medina en la
Biblioteca hispano-chilena (1523-1817),
que en esa crónica genealógica, en definitiva consagrada a los ante­
cesores paternos
y maternos del jesuita santiagués, hubo mucho, si es
que no todo, de la OlllfiO del padre Alonso de Ovalle (2).
El rostro histórico legado por el padre Ovalle a la posteridad
es
el. de

la dedicación generosa a los estudios, sobre todo en su calidad
de rector del colegio de San Francisco Javier, así como el de su enardecido fervor jesuítico, ambos rasgos aunados en el gesto de su
testamento cuando otorga la mitad de los bienes que le cupieron
por· herencia a la fundación de becas para colegiales de aquel con­
victorio iguaciano (3 ). Era la función del maestro jesuita, que fuera el principal título de sus méritos a
ojos del

hermano de hábito
y
contemporáneo padre Diego de Rosales en la Vida del P. Alonso de
Ova/le, de

la
Compañía de Jesús, cuando hace constar por supremo
.elogio la manera en que "aprovechó también a la república
y al
clero, dándoles hombres de
'l'irtud y letras que han obtenido las ma­
yores dignidades
y el gobierno del Obispado, como es el Dr. D. Fran­
cisco Ramírez de León, maestro-escuela de la catedral de Santiago
y
sub-provisor, y otros muchos canónigos; y en lo político las primeras
personas del gobierno de la República" ( 4).
( 1) Roma, Francisco Cauallo, 1646.
(2) Santiago de Chile, impreso
y grabado en casa del autor. I (1897),
598.
(3) A este respecto José Toribio Medina: La instrucción pública en
Chile desde

sus orígenes hasta la
fundaci6n de

la
Universidad de
S. Felipe.
Santiago de Chile, Imprenta Elzeviriana, 1905, pág. CCXI.
El testamento fue
publicaao"·pC!r el
mismo
J. T. Medina en las páginas
XXIV-XXV del tomo X de
la colección Hist()f'iadores de Chile. Santiago de
Chile, Imprenta Ercilla, 1888.
( 4) Publicada en el
Boletín de la Academia chilena de la historia. V
(1938),

351-382. Cita a la pág. 371.
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EL REINO DE CHILE
Estampa de hombre hacendoso y bueno redondeada en el siglo
pasado por B. Vicuña Mackenna en su
Historia crítica y social de la
ciudad de Santiago desde su fundación hasta nuest1'os días (1541-1868),
al calificarle de "apostólico" (5) y de "buen padre" (6); coronada
por E. Solar Correa en el volumeu I de sus
Escritores de Chile. Epoca
colonial,
al ponderar su recuerdo "amable" (7); y confirmada por
Pedro Lira Urquera en
El padre Alonso de Ova/le. El hombre-La
obra
(8). La inclinación del padre Ovalle a la benevolente conside­
ración de los sucesos, su tendencia a contemplar los acontecimientos
en alcances positivos de bondades, junto con aquel su innato senti­
miento de caridad a las veces excesivamente generosa, fueron motivo
del tono conciliador con que en su obra pretende justificar las guerras defensivas propugnadas por su hermano de hábito el padre Luis de
V aldivia, como si buscase cerrar con la mole benemérita de su grande
Histórica relación del Reyno de Chile la actitud de diálogo hacia los
indios, tan contradicha por la inmensa mayoría de los chilenos de la
primera mirad del siglo XVII. No falran puntos en los que el estu­
dioso, a la
perspectiva de

tres siglos más que pasados hoy, concluya
que en el padre Ovalle
la benevolencia cayó en ingenuidad y la co­
munidad de hábito en tenaz afán de apología de una política de contemporización que pronto los propios jesuitas condenarían quince
años después de la aparición de
la Histórica relaci6n por boca del
procurador del Reino ante la corte,
padre Lorenzo de

Arizabalo,
cuan~
do

este jesuita vuelva las espaldas a los fracasados intentos del padre
Valdivia
y pida a Felipe IV exactamente lo contrario: el envío de
tropas,
.. que

hoy sería el único remedio" para acabar con
la rebelión
araucana (9). Ingenuidad en la visión de los problemas políticos con­
cretos que habrá de
sér diputada

como parcela menor del pensa-
(;) Valparaiso, Imprenta del Merrnrio, I (1869), 202.
(6) B. Vicuña Mackenne: Historia
crítica y wdal de la ciudad de San-
tiago. I, 203.
(7) Santiago de Chile, Imprenta Universitaria, 1932, pág. 41. (8) Santiago, Editorial Difusión chilena, 1944, pág. 44.
(9) En la
Relación, enviada hacia 1660, recogida por José Antonio To­
ribio Medina en la Biblioteca Hispano-chilena. II (1898), 295-303, Cita a la pág. 302.
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FRANCISCO EUAS DE TEJADA
miento polítiro del padre Ovalle, cuyas facetas ron mucho más im­
portantes son los ideales de la Tradición chilena: Dios cristiano, Rei­
no de Chile, Monarquía justa y misionera.
Veámoslas separadamente.
2. El esquema dotsal del pensamiento de Ovalle cífrase en ttes
puntos: Dios, Pattia chilena y Rey Católico. Los demás rasgos sin
excepción
penden de

esta ttíada fundamental, que era también el
esqueleto vertebrador de las tesis políticas de la Tradición del Reino
de Chile, en cuanto integrado en la confederación de la Cristiandad
menor de
las Españas .
. El

impulso principal que le lleva a componer su
Relación, lejos
de Chile, sin libros y sin notas, no parece ser, contra lo que han
visto algunos eminentes críticos de la talla de Jaime Eyzaguirre en
su ejemplar
Historia de Chile, "el noble. anhelo de romper la abso
!uta ignorancia que se tenía de su pattia en el Viejo Mundo" (10);
sino dar a conocer
las empresas apostólicas de la Compañía de Jesús
en Chile, con no disimulada previsión de apologética disculpa en
pro
de las opiniones del padre Luis de Valdivia, con quien estuvo en
contacto al pasar por Madrid y a quien loa con encomiásticos acen­
tos en el capímlo V del libro IV de la Histórica Relación (11). Dí­
celo expresamente en el prólogo al lector: "el principal motivo que
me obligó a tomar la pluma para hacer esta relación fue
el dar noti­
cia .de los ministerios de las ahnas en -que se ocupa nuestra Compañía
de Jesús en el Reino de Chile" (12).
Por lo demás, constiru.ía la exigencia forzosa en un chileno del
siglo XVII, imbuido de la convicción de saberse lo que menéndezpe­
layescamente apellidóse martillo de herejes, espada de Roma y luz
de Trento. Antes que nada la Histórica relación es apología de la
actuación de la Compañía en Chile; lo demás, con ser tanto, viénele
por añadidura. Es lo que consta al final del prólogo en escueto len­
guaje misionero: "Y, sobre todo, de adelantar el Reino de Cristo en
(10) Santiago de Chile, Zig-zag, 1973. Segunda edición, pág. 201.
( 11) Cito por la edición cuidada por César. Bunster e impresa en
San­
tiago de Chile, Instituto de Literatura chilena, 1969, pág. 359.
(12) Hfrt6ríca relación, 5.
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EL REINO DE CHILE
aquel Nuevo Muodo, mostrando el apostólico celo de sus operarios
evangélicos, la copiosa mies con que les. convida aquel dilatado gen­
tilismo y nueva Cristiandad" (13).
La sujeción de los indios al yugo de Cristo es el motor radical
de sus actos todos, como predicador, como maestro, como historiador
apologeta. Cristo, Dios verdadero,
lo es también de los indios, aun­
que éstos no lo reconozcan porque todavía no son cristianos. An­
hela por "el buen pasaje que haría a los indios rindiéndose a su Dios", al
Cristo (14). La Virgen María es la peleadora suprema por
Dios, la "capitana de los ejércitos de Dios"
(5): Debajo de la sotana
del jesuita el padre Ovalle viste la armadura del guerrero, auoque
sea del guerrero a lo divino. Y, en efecto, va el relato esmaltado de
hechos prodigiosos, en los que Santiago y la Virgen María bajan a
pelear las batallas al lado de los soldados católicos, de suerte que la
protección celeste es en la Histórica Relaci6n tensa, vividfsima gesta,
creída por certísima y como certísima coritad.a.
Por eso fue modelo de miopía histórica aquel cerril capítulo que
Miguel Luis Amunátegui consagró bajo el título de "La crónica mi­
lagrosa de Chile" en
Los precursores de la independencia de Chi­
le (16), al poner en solfa el aura prodigiosa que envolvió las gestas
de la conquista y que perduraba en la sociedad chilena del Barroco;
porque no es lícito medir con criterios del siglo Xlx, anticlerical y
deísta, el temple de los hombres del Reino clásico de Chile. Parece
como si el padre Ovalle le refutara de antemano cuando narraba,
pletórico. de imaginaciones de poéticos milagros, la verdadera histo­
ria ideal en la cual, hijo de su pueblo y de su tiempo, participaba
por entero. Si es cierto que la
fe mueve montañas, el alarde de fe de
aquellos hechos su.pi;ahumanos proporciona a la Hist6rica relación
el halo divino que envolvía a las gentes del pueblo cuyo acontecer
relata el padre Alonso de Ovalle. Porque únicamente fe ta.mafia era
ca paz de mover a quienes integraban aquella sociedad perdida en
(13) Histórica relación, 6.
(14) Histórica ,elación, 43 b.
(15) Histórica relación, 280 a.
( 16) Santiago de Chile,
Imprenta, litog.ra.fla y encuadernación. Barce­
lona. I (1909), 47-89.
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los extremos del mundo conocido, sociedad cuya fuerza consistía pre­
cisamente en -esa tensión trascendente de lo divino vivida en lo
humano, en aquella presencia actuante de Dios sobre la tierra. Gracias
a ella pudo sobrevivir la sociedad chilena y gracias a ella no cayó
aniquilada por los constantes golpes de la fortuna adversa. El ridículo
que busca Amunátegui es ridíatlo antihistórioo que cae sobre sus
.apreciaciones de burlón positivista; que si la historia de Chile estaba
aderezada de milagros es historia por eso mismo, porque de otra
suerte no podían concebirla quienes la vivieron y quienes sustenta­
ron al Reino de Chile en las remotas costas del Pacífico inferior.
3. Para el padre Ovalle no existe Chile, sino el Reino de Chile.
Baste leer su Hist6rica relación para percatarse de este matiz impor­
tantísimo. Por lo demás, lenguaje al unísono con cuantos escritores
trataron del Chile de aquel tiempo.
Lo cual supone dos cosas: la afirmación de la personalidad ins­
titucional de Chile como Reino aparte;
y su integración, al lado de
otros reinos
y señoríos, en la confederación católica de las Españas.
Que Chile era reino aparte dedúcese de la explicación que por
menudo da Ovalle del sistema de instituciones por el cual el Reino
se regía y de la aseveración de la existencia de un derecho propio
del Reino. Veanios las proporciones exactas del patriotismo del his­
toriador jesuita.
Que el Reino de Chile estaba integrado en las Españas, que era
reino hispánico
igual que el de Nápoles o el de Castilla, que el de
Cerdeña o de Valencia, viene de
la unión en la persona del mismo
Rey y de la sujeción a las instituciones centrales de las que el Rey
comUn se

vale para gobernar la entera Monarquía católica. Dirá Ova­
lle que el Reino de Chile es uno más "entre los reinos de su real
corona" (17). Y en oportunidad de referir la biografía del gobernador
don Martín de Mújica, caballero del hábito de Santiago, capitán de
tercios en Flandes y en Italia, -razonará qu~ semejantes antecedentes
suponen como "todo asegura los grandes aciertos que espero en Nues­
tro Señor le ha de dar en aquel Reino, mediante los cuales florezca
en él y dé nuevos resplandores la monarquía, de nuestro católico Rey,
( 17) Histórica relación, 189 a.
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EL REINO DE CHILE
así en lo temporal de sus aumentos, como en la espiritual conquista
de las almas
y conversión de aquel riumeioso y dilatado gentilis­
mo" (18). Dentro de la
Moruu:quía católica

existe un pueblo de Chile, una
patria chilena y un derecho foral del Reino. Hasra donde llegan mis
noticias es Alonso de Ovalle el primer escritor que siente a Chile
como cosa propia, por más que el documentado Néstor Meza Villa­ Jobos en
La conciencia polltica chilena durante la Monarquia, le haya
pospuesto, otorgando a Francisco Núñez de Pineda
y Bascuñán en
El
cautiverio feliz y ra:z6n de las guerras dilatadas de Chile, los mé­
ritos de haber sido el primero en haber superado el enteco criterio
de identificar a la patria con
el lugar donde se nace, para fundir la
patria con el entero Chile (19). Porque la adscripción de Ovalle a
Chile es la adscripción a la comunidad del pueblo del Reino, ya muy
por encima de referir la patria a la ciudad de Santiago en que nació.
No hay que esperar a Núñez de Pineda para leer
la terminallte re­
ferencia
al Reino entero, y no ya exclusivamente a Santiago, como
cosa propia. "Comenzando -asienta Ovalle--, pues, por la parte
principal de este Reino, que· propiamerite llamamos Chile, confieso
que me holgara más hablaran de este país testigos de
fuera que
Je
han visto, porque como más libres de
la calumnia de apasionados
a que están expuestos los que hablan de sus propias cosas, pudieran
con menos temores encarecer las buenas calidades de que fue N. S. servido dorarle" (20) "Por no aparecer que alabo mis agujas", reite­
rará en otro sitio, aludiendo· al refrán antiguo de que "cada buhonero
alaba sus agujas" (21).
No hay que esperar a Francisco Núñez de Pineda, que
redacta
el Feliz cautiverio entre 1656 y 1673, para encontrar la visión del
Reino como cuerpo político separado, sólidamente. asentado en una
sociedad dotada de cuantas
característims dan

viso a la personalidad
de un pueblo. El padre Ovalle caora al Reino en su totalidad, mucho
más allá de los muros de la natal Santiago. Su patria e_s Chile, reino
(18) Histórica relad6n, 343 a-b.
(19) Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 1958, pág. ·106.
(20) Histórica relación, 16 a.
(21) Histórica relación, 167 a.
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del cual Santiago es solamente la capital Su descripción de la cor­
dillera de los
Andes, "que
podemos
llamar maravilla de la naturaleza",
en el capítulo V del libro I de
la Histórica relaci6n, por más que do­
cumentada desde su lejanía romana en los datos recogidos por An­ tonio de Herrera en la
Historia general de

los
hechos de
los
caste­
llanos en las Islas y Tterra Firme del Mar Océano (22), es la apasio­
nada sublimación de las hermosusas andinas, de
la sierra mirada por
hombre que sabe sentir algo más que las
plazas y calles santiaguinas,
explicada con tantos arrestos que para E.
Solar Olrrea en Las tres
colonias (Ensayo de interpretaci6n), da

en el supremo mérito de
Alonso de Ovalle como escritor, "por haber sido el primero que vió
y amó el paisaje chileno, virtud rara en nuestro tiempo e inaudita
en el suyo" (23). La concepción de Chile como realidad social unida fuerza su plu­
ma de nieto de conquistadores para hermanar unitariamente a los
españoles con los indios. Verdad es que para él los españoles o des-.
cendientes de españoles siempre son los "nuestros" (24); pero
tam­
bién no es menos cierto que siente por propia, él, que no tenía-la
menor .gota de sañ.gre indígena, las heroicidades_ de 10s araucanos y
tucapeles. Los araucanos, vencedores ya de los Incas a causa de "sus
invencibles ánimos" (25), dignos del honroso título de "los valerosos
cántabros de la América" (26). Empiedra de voces quechuas (27)
y
mapuches (28) sus narraciones. Incluso culturalmente les rinde la
pleitesía de sus ·respetos, ponderando como sus "machis", a quienes
decora con el título valioso de "médicos" (29), obran cusas admira­
bles (30), merced al profundo conocimiento de las virtudes de las
(22) Madrid, Imprenta real, 1601, folios 14-16. En la década V, libro I,
capítulo 5.
(23) Santiago de Chile, Editorial Zamorano y Caperán, 1943, págs. 61-62.
·(24) Histórica relacióni 219 b, 237 b, 255 a, 305-a.
(25) Histórica relad6n, 105 a.
(26) Histórica relad6n1 108-a.
(27) Histórica ,-e/ación, 61 b, 73 a, 74 b, 78 b, 95-b.
(28) Hist6dca re/ad6n, 65 b, 66 b, 67 a, 72 b, 78 b, 113 a-b, 114 b,
211 a, 292 b,
293 a, 303 b, 348 b,
401
b.
(29) Histórica relación, 21 a.
( 30) Ibídem.
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EL REINO DE CHILE
yerbas que crecen en los campos del país; curas milagrosas que por
lo visto no suscitaban, a fue.r de no se.r católicos prodigios, las desa­
bridas ironías de Miguel Luis Amunátegui. Tanta personalidad poseía la sociedad chilena respecro a los de­
más reinos hispánicos que había una "nobleza chilena" regnícola (31),
"mucha nobleza" (32), digna de emparejarse con la
más alta.de Cas­
tilla.
A esta sociedad, ya dechado de particularidades diferenciadoras,
por su ais~iento geográfico, por la constante pugna indiana, por
la mutua estima entre conquistadores y aborígenes, por la formación
de una nobleza en nueva aristocracia, correspondía un conjunto de
instituciones diferenciadas, en el
cual el Reino de Chile se hallaba al
principio respecto a los de Perú y Castilla en situación pareja a· la
que estaban los de Murcia o de Atagón. Sin entrar a referir aquí la
progresiva independización de los gobernadores del Reino de Chile
respecro a los virreyes limeños, baste hacer notar
la diferenciación
cada vez más pronunciada de Chile como Reino aparte, diferenciación
que estaba ya implícita desde la fundación misma por Pedro de
Valdivia. La meticulosidad con que Alonso de
Ovalle estudia

las
diversas instituciones de gobernadores, Audiencia y cabildos en los
libros V, capítulos IV y XII; VI, capítulo XVIII; y VII, capítulo VIII,
exponiendo las sucesivas mudanzas en los cambios de los tintlares del
gobierno, presupone la convicción de la realidad de un sistema ins­
titucional autárquico, por más que illtegrado en la máquina política
de la Monarquía Católica.
4. Lo más significat_ivo es el aspecro jurídico de tal autarquía
política e institucional del Reino de
Chile, cifrada

en el empleo de
la clásica palabra con que nuestros mayores designaron
la· perulia­
ridad jurídica: los Fueros.
La palabra "Fuero" va presupuesta en las consideraciones ela­
boradas por Alonso de Ovalle al justificar las ventajas de la existen­
cia de la Audiencia. Dice a la letra: "No se puede negar sino que la
suma autoridad de este tribunal es de_ grande momento para mante-
(31) Histórica relación, 322.
(32)
Histórica relación, 323.
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FRANCISCO ELIAS DE TEJADA
ner en paz un reino, administrando justicia y deshaciendo agravios
y amparando a los desvalidos, no permitiendo que el soberano poder
y licencia que· algunos se toman, o por razón de sus oficios y puestos
o por sus riquezas, valimientos
y buena maña, ahogue la razón, opri­
ma la inocencia
y quiera llevarse por delante a los menos entremeti­
dos, pisando sus
fueros y
atropellando por los derechos de su jus­
ticia" (33). O sea, la Audiencia es buena en la medida en que hará
respetar las leyes -esto es, en su conjunto, los Fueros- del Reino
de Chile. Fuero
y Derecho chileno son la misma cosa; lo que en len­
guaje actual diríamos "Estado de Derecho" era posible en el Reino
de Chlle porque, gracias a la Audiencia, autoridades
y particulares se
amoldarían a las leyes del Reino, a los Fueros del Reino de Chile.
La
Concepción tradicional castellana de los Fueros como leyes particula­
res y fundamentales del Reino está aquí más que supuesta, expresada
claramente.
Corrobora esta interpretación
la consideración de los otros pasos
en los que Alonso de Ovalle emplea
la palabra Fueros. Son las leyes
fundamentales del Reino de Castilla juradas por Fernando de
Maga­
llanes al naturalizarse castellano en la iglesia trianera de Santa María
de la Victoria (34). Son las leyes fundamentales por las se regían los
indios antes de integrarse en el Reino de Chile. Tan patente era el
significado de los Fueros como leyes fundamentales que en el relato
de Ovalle lo que piden los indios es que sean respetados sus "fuerosº'.
Lo pide el cacique Carampangui al padre Luis de Valdivia al decirle
"que todos ellos querían paz, pe.ro paz como
la que entre sí guar­
daban, sin servirse unas provincias a otras, sino gozando cada una
de sus fueros y de sus tierras" (35). Los araucanos dirán a don García
Hurtado de Mendoza que
"reconocerían por

suyo al Rey de España,
con tal que no les tocasen en la libertad ni en el derecho de sus
fueros" (36). Es lo que mandan las cédulas de los Reyes, con las "que
apretadísimamente ampararon sus fueros desde sus principios las_
614
(33) Hist6rica relación, 178 b.
(34) Histórica relad6n, 150 a.
( 3
5) Histórica relación, 294 a.
(36) Histórica relación, 225 a.
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EL REINO DE CHILE
Católicas Majestades" (37), en la opinión personal con que el padre
Ovalle enjuicia
la legislación de Indias; pues que, reafirmará en otra
parte

remachando sus ideas acerca de la protección real de los
"Fue­
ros"

o leyes fundamentales de los indígenas, "desde los principios
hasta .hoy han estado siempre las majestades de los Reyes Católicos
amparando los indios, porque la pretensión que han tenido en su
conquista no es su ruína y desnutrición, sino el remedio de sus almas,
juntamente con la conservación de su república, como se hace ya,
atendiendo con más puntualidad a su protección, no consintiendo que
se les hagan agravios, y guardándoles los fueros de su libertad y pro­
pio dominio" (38).
Establecido de esta suerte el concepto de Fuero a tenor de los
precedentes castellanos, no por privilegio ni por
ley ordinaria, sino
corno normativa fundamental del derecho propio de cada uno de los
Reinos hispánicos, cobra sentido
la jura de los gobernadores antes
de comenzar su mandato, pareja a la de los· Reyes antes de comenzar
su reinado, ya practicada desde los días alborales por Pedro de Val­
divia
y exigido a cada uno de sus sucesores en la gobernación de
Chile. Como cobra sentido el que el gobernador Alonso de Rivera
hubiese de abandonar el gobierno por casar en el Reino,
segón nos
refiere

Ovalle (39). Tórnanse
el juramento en Santiago, dado que la
capital encarnaba
al Reino entero, con arreglo a la vieja mentalidad
castellana, por Ovalle aplicada a Chile (40).
Postura que coincide con
la de los escritores todos, desde los pri­
meros tiempos de la conquista. Pedro de Valdivia jurando en
manos
de

los cabildos, con todo lo que ello significa, cual ha mostrado Julio
Alernparte en
El Cabildo en el Chile colonial (41). Alonso de Ercilla
refiriendo corno
en· la

asunción del trono de Portugal Felipe II fue
rey cuando
"el reino le jurase segón fuero" (42).
(37) Histórica relación, 127 a.
(38)
Histórica rela~ión, 274 a.
(39) Hist6rica relación, 288 b.
(40) Histórica relación, 169 a.
( 41) Santiago de Chile, Editorial Andrés Bello, 1966.
(42) En
la Biblioteca de Autores españoles de Rivadeneyra. Madrid,
Atlas. XVII (1945), 136 b.
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Pedro de Oña al censurar a los encomenderos, describiendo " ... como andaban todos absolutos
sin regla, sin medida, ley ni fuero,
con el ansioso hipo del dinero" (43).
Cuando Alonso de Ovalle habla de los Fueros quiere decir, pues,
dos cosas: unas leyés fundamentales y una situación jurídica seme­
jante a la que hoy denominarnos "Estado de Derecho". Lo que supone
un sistema jurídico de libertades concretas a lo segundo, y, a
lo pri­
mero, un sistema institucional propio del Reino de Chile.
5. Conquistados los aborígenes en la aspiración de insertarlos
en la Cristiandad de
las ,Españas y definida la patria chilena por Reino
asaz diferenciado

en lo político y
en lo
jurídico, Alonso de Ovalle co­
rona su temática
en la

fidelidad al Rey de Chile, Rey común de las
Españas todas. Pende el argumento de
la jerarquía de valores políticos sentida
por nuestros abuelos. Justificábase el monarca por
el buen gobierno,
ya que caso contrario caería en tiranía; era Rey por gozar de la doble
legitimidad del
'origen, a

fuer de señor natural de sus vasallos,
y del
ejercicio, en las tres facetas de la recta gobernación, de respetar los
Fueros o leyes fundamentales de cada uno de sus Reinos, y de servir
a Cristo, Dios de las Españas.
La unión de lo religioso con lo político genera la concepción de
la Monarquía federativa
y misionera. Federativa porque está cons­
tituida por un manojo de pueblos dispares histórica, sociológica e
institucionalmente. Misionera porque es monarquía de aspiraciones
universales cuya justificación de universalidad proviene de
la acción
misionera de difusión de la fe católica. En el padre Ovalle
el razonamiento es concluyente. Su monar­
quismo pende de su catolicismo, su adscripción a las Españas resulta,
aparte de los hontanares humanos de su Chile patrio, de la tenaz
cruzada
misionera.

"A nuestro Católico Rey debe la América con
( 43) En la Bihlio-Jeca de Autores españoles de Rivadeneyra. Madrid,
Atlas, XXIX (19'48), 363 b.
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EL REINO DE CHILE
tan justo . rítulo, como consta de lo dicho, rodas sus progresos y au­
mentos en la fe y policía cristiana, con_ que la corresponde -a los que
ella ha dado a su real corona y monarquía" (44).
Erró, pues, una vez más el prejuicio positivista y europeizante de
Miguel Luis Amunátegui cuando habló de "la especie de adoración''..
con que los vasallos miraban a los reyes de Chile, reyes de todas las
Españas ( 45
t Era la unción del sentir de la fe cristiana con el de la
fidelidad a la Corona, era ver en sus reyes de Chile reyes misioneros.
Es inútil intentar apoyar con citas de los clásicos de· Ch.He este
rasgo del pensar del padre Ovalle. Pero lo dicho por él basta para
concluir el escalonamiento de los deberes políticos desde las libertades patrias a la cruzada misionera, pasando por la fidelidad al Rey de su
patrio Reino de Chile.
6. Un completo estudio del pensamiento político del padre
Ovalle requeriría situarlo en el marco de la polémica alrededor de
las
opiniones del padre Luis de V aldivia sobre la guerra defensiva, polé­
mica cuya historia cae también fuera de los linderos del presente es­
tudio y que ha aflorado apenas la docta pluma de Pedro Lira Ur­
queta (46).
Baste subrayar que Ovalle escribe lleno de simpatía hacia
su hermano de- hábito en momentos en que las propuestas de la
guerra defensiva habían sido universalmente contrariadas por el Reino
entero, oficialmente por cada uno de sus estamentos, particularmen­
te en los memoriales de los militares, cuales· el maestre de campo
Pedro Cortés de Monroy o el capitán y luego sacerdote Antonio Pa­
risi, y de clérigos, al ejemplo del franciscano fray Pedro de Sosa o el
agustino fray Miguel de Aguirre. La
actirud del

padre Ovalle, colocado entre la espada de
la rea­
lidad y la pared de su devoción hacia el padre Valdivia, es la de
·la
disculpa,

procurando salvar
a la Compañía de las generales críticas.
Tras exponer el programa misionero del padre Valdivia, con pulcri­
tud para separar de él cualquier dato político, concluirá resignada-
( 44) Histórica relación, 353 h.
(45) M. L. Amunategui: Los precursores de la independencia de Chile,
I, 91.
( 46) Pedro Lira Urqueta: El padre Alonso de Oval/e, 77~99.
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FRANCISCO EUAS DE TEJADA
mente que "no debía de ser tiempo de que Nuestro Señor hiciese
a aquel Reino esta misericordia,
y así permitió que todo se desba­
ratase y se encendiese de nuevo la guerra, y de recudida de las per­
secuciones del padre Luis de Valdivia, se levantasen contra la Com­
pañía
las que padeció aquellos primeros años en aquel Reino, aunque
no de todos, que los buenos y de sana intención siempre se pusieron
de parre de la verdad. No me detengo en esto, porque parecerán me­
jor en boca de otro que no sea
tan parte como yo, los ejemplos de
sufrimiento Y· paciencia, de religión, virtud y constancia con que los
nuestros se han portado, hasta que conocida la verdad de su inocen­
cia y del buen celo y amor con que pretendían solamente el bien de
las
almas, han

desmentido a sus calumniadores
y ganado el crédito y
opinión con que está hoy estimada en todo el Reino su buena doc­ trina y virtud" (46).
Es que
el padre V aldivia intentó ingenuamente desmantelar las
fortalezas
y presidios, a fin de ganarse la benevolencia de los arau­
canos; los cuales, al contrario de lo que él esperara, tomaron por de­
bilidad lo que había sido candidez rayana en la torpeza. De donde
que, envalentonados, hubo de volverse a
la política de la guerra
ofensiva
y permanente, pues que la experiencia enseñó que la evan­
gelización en
la guerra intelectual únicamente era posible tras la
victoria bélica de las lanzas
y arcabuces. La reacción contra la absur­
da política del padre Valdivia arrastró al descrédito a la entera
Com­
pañía

de Jesús, que viene ahora a pretextar justificarse, por boca del
padre Ovalle, de las buenas intenciones con que "pretendían sola­
mente el bien de las almas"; o sea, confundiendo
la bondad del fin
con lo inadecuado de los medios empleados.
7. Puesto que los temas políticos dependen de planteamientos
filosóficos, enmarcar al padre Ovalle
dentro de

la cultura de su
tiem'
po

implica situarle en la gran dualidad del Humanismo y del
Rena­
cimiento. Arinque a primera vista

parezcan ser hechos encadenados a
extremos de unidad indisoluble, distínguense en que el humanismo
incide en lograr la perfección copiando modelos sacados del venerado
(47) Hútórica t'elación, 315 b-316 a.
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EL REINO DE CHILE
arsenal grecorromano; mientras que el renacimiento procura el há­
llazgo de nuevos clásicos en los hechos o en las obras de unos hombres
que son émulos-, y no simples imitadores, de los antiguos.
El Renacimiento es en el arte Leonardo de Vinci, en la tfOlogía
la escuela salmantina, en el derecho romano Antonio Agustín, en
la filosofía Luis Vives
y doña Oliva Sabuco, en medicina García da
Orta,
en las ciencias naturales el padre José de Acosta, en
las gestas
bélicas los conquistadores hispánicos. Todos empeñados en abrir nue­
vos caminosa a los saberes o en realizar hazañas que pudieran servir
de justificación para otro .diferente estilo de
la vida, superior a 1a
copia de los modelos de la antigüedad grecorromana.
El tema que discierne
al Humanismo del Renacimiento está en
la
valoración de la experiencia entendida por hontanar de .conoci­
mientos; la que enseñara que no todos los animales habían sido cata­
logados por Aristóteles, ni rodas las estrellas por
Hiparro, ni
todas las
tierras por Ptolomeo. Esto es, la experiencia de los descubrimientos
obrados por los hijos de Porrugal
y de Castilla.
Alonso de Ovalle es renacentista porque su teoría de los saberes
está inscrita en la estima de
la experiencia como acicate del saber
humano. En el capítulo II del libro IV formula su teoría renacentista
del saber, criticando a los Aristóteles
y Plinios, a los Lactancias y
Agustinos, que habían sostenido fa imposibilidad de la vida más allá
del trópico de Cáncer, Con la conclusión de que "la experiencia, que
es el norte y agujón del filosófico discurso, ha ya corregido y des­
engañado con mostrarle que no solamente hay paso franco, si penoso,
del uno al otro polo, pero que las regiones contenidas debajo del
Z,diaco han
sido
y son habitadas de innumerables naciones" (48).
Saber de experiencia, no de erudición. Contra tanta 'leyenda negra,
el padre Ovalle presta testimonio del estilo inquisitivo de la ciencia
del Reino hispánico de Chile.
8. Ha de contarse
al padre Ovalle entre los primeros historia­
dores del Chile clásico, por más que su
Hist6rica relación del Reyno
de Chile
contenga, junro a relaros históricos, descripciones geográ-
( 48) Histórica relación, 128 a.
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FRANCISCO ELIAS DE TEJADA
ficas, juicios culturales, disimuladas justificaciones de fracasadas ac­
titudes políticas de miembros de su Orden, e, incluso, hermosísimas
apologías de las gentes
y paisajes patrios, descubridor como fue del
sentir común de la patria chilena por encima de la variedad de sus
comarcas y ciudades. Varón de su pueblo y de su tiempo, expresó cabalmente los ín­
dices cardinales del pensamiento político de los suyos, referido al es­
quen:ia central de la Tradición chilena: Dios servido por la Monar­
quía Católica co.t;1 fervores tridentinos y afanes misioneros; Patria,
sentida por la comunidad humana del Reino de Chile, a tenor del
sistema institucional y de los -Fueros regnícolas; Rey, que lo es de
.Chile y de las Españas todas, justificado en el origen por la pater­
nidad castellana de la monarquía chilena y en el ejercicio por cuanto
sirve a establecer la justicia dentro del Reino y a proteger la fe
católica siempre.
"Porque según ha enseñado la experiencia en aquel Reino --es­
cribió desde la Roma geográficamente remotísima- el principal ner­
vio de su conquista y pacificación está pendiente de la Cristiandad,
justicia distributiva y buen celo del que le gobierna· (49). En cuyo
trecho hállase condensado su pensamiento político: punto de partida
renacentista,
la experiencia desnuda de hojarascas humanísticas; el
buen gobierno del Reino propio suyo y ardor de catolicismo militante. No faltará quien objete que las cédulas reales, benévolas y cris­
tiariísimas, no siempre se cumplían; que hubo luchas entre facciones,
opresiones y abusos; que los frailes eran lujuriosos y hubo encomen­
deros avaros. Pero esa historia es la de la vida plena de imperfeccio­
nes, inevitable dado que la historia es quehacer humano y la imper­
fección es connatural a
la humana namraleza. Mas, por encima de
los fallos de las pasiones h,;,,,anas, álzase la realidad institucional del
Reino de Chile como uno de los que formaran la confederación ca­
tólica de las Españas; realidad del Reino chileno que es la savia nu­
tricia del

pensamiento político del chileno Alonso de Ovalle, hijo
de San Ignacio de Loyola
y vasallo de la Majestad Católica.
(-49) Histórica relación, 325 a.
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