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Número 126-127

Serie XIII

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El caso chileno. La política en Chile desde 1810 a la caída de Allende

EL CASO CHILENO
LA POLITIGA EN CHILE DESDE 1810 A LA CAIDA DE
ALLENDE
POR
GoNZALO !BÁÑEZ SANTA MARÍA.
Profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad Católica de Chile;
Cuando el 4 de septiembre de 1970, a las 10 p. m., se confirmó
el triunfo del candidato marxista Salvador Allende Gossens, en las
elecciones celebradas ese día y cuyo objeto era elegir al reemplazan­
te de Eduardo Frei como Presidente de la República, se inició en
Chile una experiencia política que, para la inmensa masa de la opi­
nión pública extranjera manejada por una malhadada intelligentzia
liberal, cuando no marxista o filomarxisra, revestía caracteres de pas­
mosa llamatividad: el comunismo internacional aceptaba las reglas
de juego que imponía la burguesía y se comprometía a llevar al país
al socialismo por la ancha vía de la democracia y el pluralismo.
Sin embargo, para los que debíamos servir de conejillos de Indias
de tal experimento y algo sabíamos de comunismo, las cosas no pare­
dan tan llamativas. Y tan poco lo parecían que a los pocos días del
triunfo de Salvador Allende, líder de la llamada Unidad Popular
(U. P.) que agrupaba desde sectores pequeño burgueses hasta par­
tidos francamente marxistas como el comunista y el socialista, se ini­
ció una gigantesca corriente emigratoria a los países vecinos y a al­
gunos europeos, especialmente a España, y en la cual no sólo partici­
paron caracterizados derechistas, sino fundamentalmente vastos sec­
tores de
la clase media, que_ vieron en el triunfo comunista el cierre
de sus esperanzas de progreso
y desarrollo _ y también muchos que,
en tiempos mejores, habían hecho gala de frívolo izquierdismo, ha­
bían permitido
la participaci6n oficial del Partido Comunista en la
lucha elctoral e, incluso, llevados de un afán demagógico, habían
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GONZALO IBANEZ SANTA MARIA
adoptado no pocos de sus postulados. Cuando lo vieron en el poder, a esos tales se les
entró el
habla y lo único a que atinaron fue a
tratar
de

salvar el pellejo
y algo de la bolsa.
Tres años después, la experiencia chilena de la "vía democrática
al socialismo" terminó, dada la naturaleza del comunismo, en una
de sus alternativas lógicas: pronunciamiento militar que libera a
Chile de la tiranía y que evita las otras posibilidades como la ma­
sacre de los grupos y sectores no :marxistas y la guerra civil que tenía
preparada el gobierno.
¿Qué pasó entre medio? El gigantesco movimiento de opinión
pública orquestado por los mismos que se habían felicitado en sep­
tiembre de 1970, indica una desinformación grosera y malintencio­
nada sobre el caso chileno, caso que, por lo demás, es tan dramáti­
camente universal que conviene prestarle algo más de atención que
lo usual para estos efectos. Pero es evidente, para quien conozca cómo se producen los hechos
históricos, que _el proceso que condujo a Chile a un punto como el
del 11 de septiembre de 1973, no se inició el 4 de septiembre de 1970. En esta fecha sólo podernos fijar el principio del fin.
Detrás
de

él hay toda una historia sórdida, de turbios manejos, de soberbias
inauditas y de una ingenuidad, en el mejor de los casos, realmente
enternecedora ...
Aunque el ideal sería un análisis exhaustivo de la historia chilena,
dada la índole y límites de este trabajo, nos circunscribiremos a dar
un rápido vistazo para engarzar con
el tema que noS ocupa.
Sin
duda, el eje de nuestra historia es el
acto de independencia
de España, iniciado en 1810 y consumado en 1818, sin perjuicio de
que toda la ideología y la
doctrina que
lo imbuy6 habíase incubado
durante el siglo anterior, desde
la venida de los Borbones al trono
español. Es

así como se puede distinguir el período que va desde la con­
quista española hasta 1810, del que
transcurre posteriormente.

Pero
en éste hay que distinguir también una serie de etapas.
Una primera es la que transcurre desde la independencia hasta el
advenimiento de Diego Portales al poder y la instauración de la repú­
blica autoritaria; en segnida, desde esta
fecha-hasta la revolución de
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LA POLITICA EN CHILE DESDE 1810
1891 que consagra el régimen parlamentario; una tercera desde 1891
hasta 1925, fecha que señala el quiebre de tal régimen
y sus sustitución
por uno llamado de corte "presidencialista"; y, por últi11lo, desde esa
fecha hasta nuestros días, con una suberapa que va desde que se da
permiso legal para que el Partido comunista trabaje abiertamente en 1958, hasta su triunfo en 1970.
1810-1925.
Para el grueso público, el año 1810 Chile inició sólo un proceso
de separación política de la península, poniendo término -así lo
dice una interesada propaganda- a una oprobiosa tiranía. La verdad
es muy distinta. Ni la sujeción al rey de España constituía una opro~
biosa tiranía ni en 1810 sólo nos separamos políticamente.
lo que interesa destacar, más· que el hecho de la separación, fue
la revolución ideológica que ella implicó y que, en cierto modo -y
para desgracia de la historia posterior de nuestros países- más que
una razón de bien común --que la había-, fue la auténtica causa
de la separación política.
Dicha

revolución consagró en Hispanoamérica la doctrina liberal
con sus postulados sobre el poder político, con su cosmovisión opti­
mista, antropológica y naturalista, desgarrando al continente y a Chile,
por lo tanto, de la antigua cosmovisión tradicional
y católica del
mundo, del hombre
y de Dios, ya erosionada, es cierto, por un siglo
de racionalismo y de iluminismo.
Como se
sab~, la concepción tradicional, partiendo de un sano
realismo epistemológico, ve en el hombre lo que éste en verdad es:
una creatura racional
y, por ende, libre pero responsable, due!ía de
sus
actos, pero obligada a regirlos por la ley de su naturaleza si quie­
re alcanzar su perfección propia; que ocupa un puesto de privilegio.
en el mundo creado, sin perjuicio de su carácter de creatura, y que en
dicho mundo no puede operar sino resperando la naturaleza de las
cosas, transformándolas -no creándolas- de acuerdo a esa misma
naturaleza. A esto afiade, esta concepción,
la verdad católica acerca
del pecado original y de la necesidad de la gracia para restaurar el
orden querido por Dios.
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GONZALO IBAf.lEZ SANTA MARJA
El liberalismo vino a destruir esta auténtica visión de cuanto
existe. Al pretender eliminar a Dios como causa providente del uni­
verso y de sus creaturas, erigió al hombre en medida de todas las
cosas. lo desligó de todo orden moral objetivo y convirtió a su vo­
luntad, sin límite de ninguna especie, en: la única norma de bondad o
maldad de
sus actos,
y a la voluntad de la mayoría, en una única dis­
cernidora
·¿e lo

que es bueno o malo en
el plano social.
Es evidente que el triunfo práctico de estos postulados no podía
traer otros efectos que los que trajo: el caos y
la anarquía a todo
nivel
y que Chile los sufrió desde 182 3 -cuando cae Bernardo
ó'Higgins, el Padre de la Patria- hasta 1830 cuando, dirigidos por
Portales, triunfa el secror conservador que, animado de un encomia­
ble sentido común, · decidió poner orden en el país de modo que
en él pudiera vivirse humanamente.
Por desgracia, -todo este sentido común que tendía a restaurar el
orden natural de las cosas e implantar un régimen de autoridad fuerte
e impersonal que hiciera justicia para todos, no cuajó en una cons­
trucción jurídica apta para hacerlo durar.
Muy al contrario, sus teóricos estaban imbuídos hasta los tuéta­
nos de la ideología liberal. Es una auténtica paradoja el que ellos
colaboraran con todo su esfuerzo en restaurar el orden en Chile y que
ayudaran a reprimir cualquier intento de subvertirlo, creyendo, a la
vez y a pies juntillas, en los dogmas liberales de la soberanía popu­
lar, de la voluntad mayoritaria, y negaran, en consecuencia, la exis­
tencia de un orden moral objetivo que ligara las voluntades de las
personas y que a la vez fuera límite eficaz de las ,pretensiones des­
bordadoras en que pudiera caer la autoridad.
En esos momentos y, por lo menos en los cuarenta años siguientes,
ello no sucedió por la intachable conducta y acrisolada honradez que en la gestión de su cargo exhibieron los Presidentes de Chile.
Pero nadie podía equivocarse. En nuestra Patria nunca funcionó
-especialmente en esa época- -la democracia liberal ni la soberanía
popular. El Presidente de la República era el gtan elector y nadie osaba oponerse a sus designios: él era la voluntad de la mayoría y de la minoría y él era el pueblo en quien residía
toda la sobetanía.
Sin embargo, la estructura jurídica que predominaba era la liberal
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LA POLITICA EN CHILE DESDE 1810
y que se expresó fundamentalmente en la Constitución de 1833 y en el código civil de 1855 que define a la ley como "la declaración de
la voluntad soberana que, manifestada en la forma prescrita por la
Constitución, manda, prohíbe o permite" (Art.
l.º).
Como era fatal que sucediese, esta contradicción flagrante entre
un absolutismo de hecho y un liberalismo de derecho, tenía que es­
tallar. Por supuesto, no porque el pueblo exigiese el ejercicio de los
derechos que
la Constiru.ción le reconocía, sino porque ciertos sec­
tores de la clase dirigente se vieron impedidos de
alcanzar todo
el
poder que pretendían.
Es así que, más o menos, a partir de 1857, se ve con claridad
cómo el proceso de liberalización toma una sostenida velocidad. Atrás
había quedado el período de la anarquía que tanto susto y anhelo de
una autoridad fuerte produjo. El proceso culminó
con la
revolución
de 1891, dirigida contra el Presidente Balmaceda.
Este, cuando joven, había sido ardiente liberal, pero cuando asu­
mió
la presidencia se convirtió en el más celoso guardián de las pre­
rrogativas del cargo, especialmente de las de hecho, como las de de­
signar su sucesor y cubrir con sus adictos los asientos del Congreso.
La revolución de 1891 significó la apoteosis del liberalismo, y
así -aunque sin cambiar ·un ápice la constitución- de fuertemente
presidencialista,
el régimen se transformó en un grosero parlamenta­
rismo con su sucesión enloquecedora de ministerios
y gobiernos. No
se crea que la gran masa de la Nación intervino en la cuestión
po­
lítica.

Todo se reducía a una lucha de poder
entré sectores
de una
aristocracia que hacía tiempo había degenerado en oligarquías
p~­
tidistas.
Pero todos los cambios, la demagogia desatada en los procesos
electorales, el capitalismo liberal, Cuya aplicación especialmente en
las minas del Norte del país, fue muy duro, contribuyeron a despertar
a esa masa y a hacerla materia apta para la siembra del odio y de la
naciente ideología comunista.
Esta etapa culmina entre 1920 y 1925, cuando et régimen se
quiebra por su inoperancia, cuando el desorden y la rufna amenaza­
ban con destruir las bases mismas de la nación, y cuando las luchas
por el poder habían relegado y deshecho la autoridad presidencial a
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GONZALO IBAl' su mínima expresión. Durante estos treinta años el número de gabi­
netes y de combinationes políticas llegó a lo inverosímil, batiendo
imposible cualquier gestión relacionada con el bien común. No fue
raro, entonces, que la crisis se produjera y se pusiera al país al borde _
de

situationes impredecibles. No está de más hacer notar que, desde mediados del siglo
XIX se
fue batiendo cada vez más activa la partitipación de la Jerarquía ca­
tólica en la lucha político partidista. Ella tomó fuerza a raiz de la
cuestión llamada "del sacristán", (1) que determinó la estructuración
definitiva de un partido conservador católico, y que, pocos años
más tarde, fue seguida por la de un partido radical que agrupó a sec­
tores
laicizante~ masones y socialistas.
La Jerarquía no se limitó
en su
acción a enunciar los principios
básicos de moral política según lo hicieron los grandes Pontífices
del siglo pasado, sino confundió desgraciadamente la suerte de la
Iglesia con la del partido conservador, con lo cual, a más de dividir
a los católicos, se colocó
al catolicismo -religión inmensamente ma­
yoritaria en Chile- como uno más de los bandos en lucha. Lo que es
más grave, se aceptaton las reglas del juego impuestas por el liberalis­
mo, con
lo cual, si bien el partido conservador sostenía programas rela­
tivamente ortodoxos, no los sostenia como
la verdad política, obli­
gatoria para todos, sino en la práctica sólo como
una opción más a
elegir entre otras muchas.
Como se comprenderá, esta actitud acarreó males gravísimos para
la causa católica
'Y también para el país, cuyo bien, dada las peculia­
res circunstancias en que desariollaba su existencia, dependía en no
pequeña medida de la situatión que ocupara
la Iglesia católica. A
raiz de estos hechos, se desató a partir de poco después de mediados
de siglo una violenta campaña anticlerical
y anticatólica que; poco
a poco, fue arrastrando
al país a un estado de laicismo con todas sus
consecuencias políticas
y culturales y que culminó con la separación
oficial de la Iglesia
y del Estado en 1925.
~,';-~1:-.:. ,,,,,,-·
-,._.,;.e· .
(1) Conflicto procesal su'scitado en 1856 entre el Arzobispo de Santiago
y la Corte Suprema.
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LA POUTICA EN CHILE DESDE 1810
1925-1970.
Entre 1918 y 1925, en nna crisis que se prolongó en realidad hasta
1932, el sistema se quiebra definitivamente. Las contradicciones entre
la clase alta que, dividida en múltiples fracciones, era incapaz de
gobernar
el país, sumada al nacimiento de la "cuestión social" que
venía agravada por la incapacidad de formular y promover a~ecua­
damente un bien común que diera razón a la conviviencia social pro­
vocan, en última instancia, la crisis. Es la época en que, definitiva­
mente, la vieja clase dominadora abandona el gobierno del país y se
ocupa masivamente sólo de sus intereses, cayendo la dirección de la
República en manos de burócratas elevados por el juego partidista
y de aventureros experros en demagogia. En 1938, triunfa en las elecciones presidenciales el llamado Frente
Popular en el cual tenía parte importante el Partido Comunista. _
Pero todavía no hahíá llegado su hora. En 1948, ante sus pretensiones
de dominar
la Administración Pública, el Presidente Gabriel Gon­
zález, elegido por aquel Frente, los pone fuera de la ley.
Sin embargo, la inconsecuencia es flagrante, pues no dejó de
mantenerse como ideal de régimen político a
la democracia, posrn­
Lindose
al

efecro la libertad absoluta para defender cualquier idea y
para pretender el poder a través de elecciones.
En 1957, no fue raro entonces que una coalición dirigida por la
cada vez más izquierdista Democracia Cristiana -nacida algunos afios
antes del Partido Conservador católico y seguidora de las doctrinas
de JM:a.ritain y Mounier, entre otros, y a la cual, poco a poco, fue apo~
yando la Jerarquía y el clero- derogara esa ley y les restableciera a
los comunistas una plena libertad de acción.
En 1958, triunfó en las elecciones presidenciales la Derecha tra­
dicional con su candidato Jorge Alessandri. La carencia de finalidades
precisas de su gobierno, la falta de una doctrina que diera sentido
a su
aett1ación pública,

la convirtió, sin embargo, en una mera ad­
ministradora del Estado cuya única preocupación era la cuestión económica. La
a11sencia de

ideas claras acerca de lo que debe ser
un Gobierno
y una Nación hizo que, -poco a poco, se fuesen impo-
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GONZAW IBA1'EZ SANTA MARIA
niendo las ideas izquierdistas y que, ha jo el signo de la "Alianza para
el
Progreso", se empezaran a poner en práctica las llamadas "Re·
formas estructurales", la principal de las cuales era la Reforma Agra­
ria cuyo objetivo consistía en la división de la propiedad agrícola
primero y, después, su acumulación en manos del Estado.
La lucha de clases se acrecienta, y en ese peligroso juego entra
definitivamente
la Democracia Cristiana ansiosa ya por hacerse del
poder. Ella busca en la "praxis" marxista un método adecuado para
arrinconar a la Derecha
y aniquilarla. El jueguito le daría, por el
momento, los frutos buscados.
En estos afanes recibió, por desgracia~ una inestimable ayuda de
buena parte del clero católico. Imbuido del espíritu falsamente acha­
cado al Concilio Vaticano II
y haciéndolo decir cosas que jamás ha­
bía dicho, se dedicó a promover, en vez de la salvación de las almas,
la revolución socialista, La pastoral católica se convirtió en prédica
revolucionaria. En esta época empiezan los famosos diálogos entre
marxistas
y católicos, destinados a buscar puntos de acción común
para después vaciar al cristianismo de su contenido y reemplazarlo
por el materialismo dialéctico. En 1964, al triunfar Eduardo Frei
y la Democracia Cristiana, la
corrupción de la Nación chilena entra en urui fase acelerada. Funda­
mentalmente corrupción intelectual, con
lo cual la confusión que
fue creándose adquirió caracteres de mayúscula. El país se convirtió
en una Babel donde para conversar con cualquier ,persona había que
empezar por definir los términos. Era la época del "que cada uno
tiene su .verdad" y también,· no obstante, de que el proceso al socia­
lismo
era "irreversible".
En seguida, corrupción social provocada por una desatada lucha
de clases, que se concretaba en el despojo de la clase agricultora y en
el preámbulo de Jo que sería
la destrucción de los estamentos indus­
triales y
comerciales, El

gobierno y su partido, que sustentaban y
promovían dicha política, como era previsible, poco a poco fueron
siendo sobrepasados y fue así como su dirección pasó a manos de los
comunistas y de grupos extremistas que se habían escindido de la
Democracia Cristiana. ,
Corrupción moral, también permitida, a lo menos, por el Gobiet-
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LA POLITICA EN CHILE DESDE 1810
no, cuya prensa no escatimó esfuerZOs en denigrar a los adversarios.
La política educacional fue destinada a convertir todo el aparato
educativo en promotor de mentalidades revolucionarias.
Sería faltar a la verdad, con todo, echar la culpa de la ruina de
la nación a las causas eficientes enumeradas. Fundamentalmente su
éxito se debió a las condiciones en que desarrollaron su acción. Es
decir, al arobiente de extremo materialismo a que había llegado el
país, al olvido de la cosa pública por amplios sectores, especialmente
de la clase dirigente, y a la búsqueda exclusiva de un falso interés
personal por sobre el bien común.
En definitiva, se vivía en una fiesta en los últimos días del pe­
ríodo de Frei; era el mundo de fantasía creado por la propaganda y
la sociedad de consumo. Era la apostasía de todo lo que constituía a
Chile como Nación civilizada, de su religión y de su tradición.
Es en estas circunstancias que sobreviene, rual cataclismo pre­
histórico, el triunfo del marxismo. El país aterrizó violentamente en
la realidad; la fantasía se acabó y empezó el drama y el duro bregar
por remontar
el mal paso.
1970-1973.
El triunfo comunista del 4 de septiembre de 1970 obró como
poderoso catalizador, precipitando las diversas corrientes en que se
dividía el
país. Por una. parte,
el movimiento organizado en torno a
la
candidatttra de

Jorge Alessandri se disolvía completamente a las
10 de
la noche de ese día demostrando así su ninguna consistencia
y la falta de fortaleza de sus dirigentes que no supieron estar a la
alrora de las circunstancias. La Democracia Cristiana, por otra, man­
tuvo una cierta cohesión; sabía de antemano que iba -a ser derrotada
en las urnas, pero no creía en una -victoria comunista. Su posición se veía reforzada por el hecho de que sus votos en el Congreso eran
necesarios para que Allende quedara definitivaroente · elegido, pues
no había alcanzado la mayoría absoluta de los sufragios. A pesar de
todo, no escapó al pánico colectivo que se produjo en los días si­
guientes al de la elección.
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En verdad, no puede negarse que, dadas las circunstancias, era
prácticamente imposible a la Democracia Cristiana negarse a con­
firmar el triunfo de Allende, especialmente si se tiene en cuenta que
el comando alessandrista se había pronunciado públicamente para que
el Congreso diera el triunfo a quien obtuviera un voto más en la
votación popular
y que, en 1958, el mismo Alessandri había derro­
tado
por escasísimo margen
al mismo Allende, quedando como ter­
cero en discordia Frei. En ese entonces la Democracia Cristiana votó
en el Congreso por Alessandri, pues era el que había obtenido más
votos.
En todo caso, exigió la incorporación de un "Estatuto de Ga­
rantías" a la Constitución que, como se previno ya, iba a quedar en
la pura letra. También fracasaron los intentos extralegales para detener a Allende.
El que
culminó con

la muerte del Comandante en Jefe del Ejército,
general René Schneider, no pasó de ser la reacción desesperada de
quienes trataron de jugarlo todo antes
de ver a la Patria bajo la bota
marxista.
El marxismo en el poder.
Una vez
el marxismo en el poder, la cosa no tuvo misterios. Se
dedicó a hacer Jo suyo. Es decir, a implantar la "dictadura del
pro·
letariado".

Pero para estos efectos no le pas6 inadvertido el hecho
de que, si bien la conquista del gobierno había sido un gran paso adelante en sus fines, no era menos cierto que las "condiciones ob­
jetivas" para su instauración no estaban del todo dadas. Había, pues,
que darlas. Toda la "praxis" del gobierno hay que entenderla bajo
este dato fundamental
I y a su vista juzgarla, porque es evidente que
durante sus tres años
· de
gobierno, no tuvo nunca
la intención de
procurar el bien común. Para conseguir su objetivo, el primer paso tenía que ser, dada
su propia índole -tan contraria a
la naturaleza de las cosas-, la con­
quista

del poder total, de modo de imponer sus designios por la
fuerza
y sin contrapeso efectivo.
El comunismo
tenía el Gobierno en ·sus manos y con él una serie
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LA POUTICA EN CHILE DESDE 1810
de resortes institucionales que, bien manejados, podían servir al efec­
to. En general, puede decirse que el plan marxista· estaba bien pen­
sado, pero en su realización se notaron los defectos que le acarrearon
la derrota final.
• • •
Desde un punto de vista cronológico, los primeros embates fue­
ron dirigidos a obtener la dirección y el control de la economía.
Es así como, al iniciarse el año 1971, se puso en práctica un plan
destinado a adquirir
toda la banca privada sobre la base de comprar
las acciones, lo que se logró no sólo aprovechando la profunda de­
presión
y pesimismo que se había abatido sobre los chilenos, sino,
además, usando todo tipo de presiones destinadas a obligar la venta.
Salvo un Banco -que fue intervenido- todos los demás cayeron,
empezando por los que pertenecían a capitales extranjeros como el
First National City Bank, el Francés e Italiano, etc ....
Una legislación de excepción permitía en Chile
el uso de la re­
quisición
y de la intervención estatal en industrias y comercios cuan­
do
el bien de la Nación así lo exigiera. Por demás está decir qué
uso hizo el marxismo de estos instrumentos legales.
En
esta materia de aprovechamiento del orden jurídico positivo,
un "jurista católico" comprometido con la Unidad Popular,
Eduardo
Novoa

Monreal, estructuró la tesis de los "resquicios legales" a tra­
vés de los cuales
podía conducirse

al país al socialismo sin apartarse
un ápice de la letra de
la ley.
De este modo, un inmenso número de empresas, especialmente
de las más poderosas, pasó de hecho o de derecho a manos del
Es­
tado. Las que no pudieron ser estatizadas fueron objeto de una ver­
dadera operación de estrangulamiento económico por medio de un rígido control
y fijación de precios. Asimismo, el Estado dio rienda
suelta a
la emisión de moneda para tranquilizar a la población con
el subterfugio de llenar los bolsillos de billetes. Para cubrir estas emi­
siones
y, mientras se completaba el plan de sujeción del aparato eco­
nómico,
'no se
notará su inorganicidad, se despilfarraron las reservas
en
moneda extranjera,

aumentando las importaciones, fundamental­
mente agrícolas, i niveles no igualadOs.
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GONZALO IBAFIEZ SANTA MARIA
Por otra parte, el control de la industria y de la agricultura, mo­
vió a la U. P. a tratar de obtener el de la distribución de modo de
poder dominar
·a la población

por el estómago.
Con toda la producción de alguna manera en sus manos
y ha­
biendo estatizado las empresas distribuidoras al por mayor, el Go­
bierno puso en práctica un doble plan para lograr esta finalidad:
por una parte, la distribución al por menor a través de las Juntas de
Abastecimientos
y Precios (JAP), que además cumplían una misión
de "soviet vecinal",
y, por otra, a través del mercado negro cuya pro­
liferación fue inverosúnil. De este modo obligaba a la población a
mendigar el alimento en las JAP, que lo disrribuían con criterio ne­
tamente político, o bien a pagar sumas siderales por los productos
de primera necesidad, distribución que, en definitiva, también podía
adquirir una nota selectiva desde el punto de vista político. En suma, lo que el Gobierno rrató,
y consiguió en gran medida,
fue quebrar la economía, pauperizar al país y así hacerlo depender
íotegramente del favor estatal.
Juntamente con estas medidas y con el objeto de impedir la reac­
ción de los trabajadores, el comunismo trató de dominar íntegra­
mente todo movimiento sindical, aunque fuera por la vía del parale­
lismo, de modo no sólo de
inhibir posibles

reacciones sino, además,
de utilizar las masas para sus fines. Especial importancia tuvo el dominio de los medios de comu­
nicación social y la implementación de una masiva política de "con­
cientizacipn" que

le permitiera contar con
la adhesión intelectual
de las grandes masas, y disminuir abruptamente la imagen de sus
enemigos. Es tal vez aquí donde con mayor fuerza y durante más
tiempo se dio una dura
batalla, .pues el gobierno no sólo quería au­
mentar su difusión, sino fundamentalmente aniquilar la de sus ad­
versarios. Como muchos de estos medios independientes vivían de la
propaganda comercial, que había pasado casi enteramente a manos
oficialistas por
la estatización de la industria, la lucha se hizo dra­
mática, tanto, que algunas radios y el canal de TV de la Universidad
Católica pidieron la ayuda del público para sobrevivir.
En el campo educacional, el Gobierno puso especial énfasis en
estatizar
y poner en la mano del Estado toda la educación nacional.
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LA POLITICA EN CHILE DESDE 1810
Es así como se trató de implantar la llamada Escuela Nacional Uni­
ficada
(ENU). Este fue sin duda un punto álgido, pues constituyó el
eje de la política cultural de la U. P.:
formar personal

al servicio de
la Revolución, para lo cual se hacía menester desligarlas del
ambien­
te

familiar
y de todo aquello que las arraigara a algo que hiciera
contrapeso a ese objetivo: tradición, cultura occidental, religión, etc ....
El plan de la ENU estaba concebido, además de su contenido socia­
lizante,

sobre la base de unir la educación
al trabajo, y de cubrir toda
la vida de las personas. Al efecto se contemplaban toda una serie de
medidas
y actividades extraordinarias destinadas a mantener siempre
en la cabeza de la gente
los. principios del

materialismo dialéctico.
Por último,
y dentro de muchas otras medidas y estrategias de
menor importancia, ocupó un importante lugar en el plan marxista,
la formación de un "poder popular" que pudiera hacer, llegado el
momento, un adecuado contrapeso a las Fuerzas Armadas profe­
sionales.
Aquí no se escatimó esfuerzo, ni en medios materiales ni en
hombres, especialmente durante los últimos meses, para convertir cada fábrica en un cuartel
y organizar una· fuerza operativa a base
del "Movimiento de Izquierda Revolucionaria"" (MIR)
y de grupos
extremistas extranjeros. Para esto se _contó con el generoso apoyo en
armas
y elementos de los países de la órbita soviética. Varias veces
este poder popular salió a la calle, en manifestaciones
y concentra­
ciones, batiéndose con las fuerzas del orden. En el campo de las relaciones exteriores, el país fue rápidamente
conducido a depender, como otro satélite más, de la Unión Soviética,
en todo orden de cosas. Especialmente en lo que se refiere al crédito,
cerrado en el mundo occidental-a raiz de las expropiaciones.sin pago,
y a la tecnología. Es evidente que este hecho significó, dado el nivel
de esos países, un fuerte retraso para el nuestro. Por otra parte, se convirtió
al país e-'! base de organizaciones gue­
rrilleras
y terroristas destinadas a operar en los países vecinos. Chile,
entonces, a más de convertirse en otro peón más de la estrategia mi­
litar moscovita, fue un disciplinado miembro de
la internacional co­
munista, en el sentido de convertirse en exportador de revoluciones,
sin olvidar, por lo demás, que la corrupción de los países adversarios
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Fundaci\363n Speiro

GONZALO IBAFlEZ SANTA MARIA
por el virus revolucionario es, tal vez, la piedra fundamental de la
estrategia soviética.
• • •
El resultado definitivo de este plan fue el fracaso, pero no, como
hemos dicho, por defecto del plan, que en sí estaba bien concebido,
como copia que es en sus líneas fundamentales de otros que han
servido para SOjuzgar a diversos países, sino en su aplicación. Es
aquí donde pueden descubrirse errores groseros
y una manifiesta in­
capacidad humana para alcanzar los objetivos propuestos.
Es así como el sectarismo, la pasión por el poder, el desenfreno
de todo tipo, la vida principesca que pasaron a llevar los jerarcas del
régimen, la petulancia, el arribismo, etc .... , fueron algunos de los factores que influyeron en el desprestigio del comunismo.
La ban­
carrota económica, con todas sus terribles secuelas, especialmente la
inflación y el desabastecimiento, sobrevino antes de que estuviera
completado el control político sobre la nación, que exige, previamente
la presencia de un aparato coercitivo que impida y refrene la natural
resistencia· de un pueblo.
Capítulo aparte merece el uso que hace el comunismo de la men­
tira, la infamia, la difamación y la injuria como armas de lucha. Su
abuso extremo produjo en la inmensa mayoría de los chilenos un
sentimiento de asco
y aversión y, además, una colectiva pérdida de
fe eri Jo que se dijera desde el Gobierno. A éste, al final, nada se le
creía: su desprestigio era, total. Y por eso que, a la hora de la verdad,
a Allende le fallaron totalmente las masas populares, que según él
eran su más sólido sustento. El poder popular, por último, creado para situaciones extremas,
no pasó de ser, en definitiva, sino una burda parodia. Humanamente
hablando,
y también desde un punto de vista material, quedó a in·
conmensurable distancia de las FF. AA.: a un Ejército profesional
y bien organizado como el chileno era utópico oponer las milicias
de la U. P., por mucho que fuera su armamento y por muy extran· jeras sus inttuctores.
Al marxismo le falló, entonces, el eje sobre el cual debe estruc-
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LA POLITICA EN CHILE DESDE 1810
turar siempre su estrategia, según ya_ lo hab,4t sostenido Lenin: la
disolución de los ejércitos permanentes.
En resumen, puede decirse que el partido comunista pretendió
seguir el modelo checoeslovaco de
1948, pero

cuando se dio cuenta
que sus intentos- de atraer a los militares, de infiltrarlos o de co­
rromperlos fracasaban, se decidió por el modelo indonesio: descabe­
zarlos de modo fulminante. Fue
la gora que rebasó el vaso de la
paciencia de las Fuerzas Armadas, ya alarmadas por la incidencia que
' la política.de la Unidad Popular tenía en la seguridad nacional y en
la vida de sus propias familias, también angustiadas por la escasez,
el mercado negro,
ia matxistización de la educación, etc .. , .
La reacción nacional.
Como ya se ha
señalado, la primera reacción de los sectores anti­
marxisras frente al triunfo de la Unidad Popular fne de desesperación,
de pesimismo y, lo más fatal, de entreguismo. Pasó tiempo _antes de
que levantaran cabeza, anonadados, como estaban, por
tl acaecimien­
to de lo que se creía imposible: que el comunismo, aceptando las
reglas del juego democrático, consiguiera el poder.
Para ·quien no haya vivido en Chile le es prácticamente imposible
comprender cómo nunca nadie pensó en serio que el camino demo­
crático no es más que eso: un camino, que puede conducir a cual­
quier parte. Sería entrar en disquisiciones de otro orden tratar de
explicar este fenómeno. Por ahora quedémonos con el hecho
tal
como es: nadie creyó que la democracia fuera instrumento utilizable
por el marxismo. Cuando el país se dio cuenta que había cometido
un error, era
tarde pata
repatatlo, pues la
trampa se
había cerrado.
Sin embargo, y aunque parezca inverosímil, amplios sectores se
empecinaron en él, por lo que es necesario estudiar desde dos án­
gulos la reacción nacional: la oposición llamada democrática que, contra las pretensiones marxistas, postulaba el pluralismo
y la demo­
cracia como alternativas,
y lo que podría llamarse la oposición social,
encabezada por .los gremios y estamentos natutales de la sociedad.
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GONZALO IBAFIEZ SANTA MARJA
La reacción democrática.
Los sectores que en. ella militaron, dirigidos por los Partidos De­
mócrata Cristiano
y Nacional, se empecinaron en que la única alter~
nativa

al marxismo consistía en el juego democrático, sin
parar mien­
tes que fue ese juego el que permitió el triunfo comunista. Frente
a la cosmovisión marxista opusieron un camino que permitía llégar a
cualquier parte.
A un fin ofrecieron como alternativa un medio.
Y más aún, para ellos esta oposición debía man1estarse a través de
elecciones.
En definitiva, manifestaron que lo que interesaba era la volun­
tad de la mayoría y, porque ésta ocasionalmente no estaba en térmi­
nos absolutos a favor de la implantación del comunismo, no tenía
éste mayores derechos.
Sin entrar a juzgar intenciones, no es difícil demostrar el grave
peligto que esta estrategia produjo al país al circunscribir la discu­
sión a cuestiones accidentales, como el número de personas que apo­
yaba o no
al Gobierno o si éste actuaba o no ·en conformidad a las
leyes
y reglamentos, en vez de ir al fondo del problema que consistía
en averiguar si el
marxismo, por
su intrínseca perversidad, tenía o no
derechos a regir los destinos de la Nación. Por otra parte, quedó manifiestamente en claro que, desde un punto de vista institucional
era imposible

impedir que Allende cometiera las depredaciones que
cometió. Un poco sirvieron de dique la valiente labor de
la Corte
Suprema, y, en general, de todo el Poder Judicial, y la de la Contra­
loría General de la República, pero que de suyo eran incapaces de
solucionar el problema en su totalidad.
Fue peligrosa esta estrategia porque su postulado de respeto irres­
tricto de la Constitución y de las leyes pudo perfectamente inhibir a
los militares del paso que dieron, el cual, desde luego, no es posible explicar a la luz de textos legales. Por último, fue ineficaz. Todas las esperanzas se cifraron en las
elecciones generales de parlamentarios de marzo de
1973, que

si bien
no dieron el triunfo al Gobierno, le permitieron
exhibir -aunque
con fraude, según se dice- un porcentaje del
44. % del electorado,
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Fundaci\363n Speiro

LA POUTICA EN CHILE DESDE 1810
inhibitorio, dadas las cirCUnstancias, de cualquier acción antimar­
xista que se pretendiera llevar a, cabo a partir de
las elecciones.
Marzo de 1973 fue el momento de máximo peligro, pues todo
se había pospuesto al resultado electoral, entre otras cosas la definición
del
paro de

octubre de 1972 que tuvo a Allende
al borde de la caída.
Esta fecha marcó,
y gracias a Dios, el fin de la estrategia elec­
toralista y democrática y surgió, ya definitiva y única, la reacción
social en lucha por sus derechos naturales que, habiéndose manifes­
tado con anterioridad, siempre lo había hecho . como subordinada y
ordenada a la anterior.
Cón todo, y en honor a la justicia, hay que hacer una diferencia
precisa y clara entre la actitud del Partido Demócrata Cristiano y la
del Nacional.
Mientras para los democristianos la mantención del sistema de­
mocrático era esencial, pues ese s~ les presentaba como el único ca~
mino para reconquistar el poder, para los nacionales no eta lo esen­
cial, pues lo que pretendían era el bien del país. La Democracia Cris­
tiana tenía como gran carta la vuelta de Frei a la Presidencia, por lo
que no podía aceptar bajo ningún motivo un pronunciamiento mili­
tar como el que se produjo, pues le cerraba definitivamente las puer­
tas
al poder, que era su gran objetivo. Justo es decir también que las
bases del partido poco comulgaban con las ideas de sus dirigentes,
y al final estaban en franca rebeldía, pero, en todo caso, la posición
de los dirigentes era esa.
Los nacionales en cambio, sobre todo después de marzo de 1973,
se vuelcan masivamente a la lucha gremial y producen _cienos plantea­
mientos doctrinarios de valor referentes a la ilegitimidad del poder
de Allende. Fueran ellos
el motor de la histórica declaración de la
Cámara de Diputados del día 22 de agosto de 1973. Además de esto
colaboraron fuertemente en denunciar los escándalos de; la adminis­
tración marxista con lo que provocaron en medida no despreciable
su total desprestigio.
La diferencia entre democristianos y nacionales se ha percibido
con claridad en estos días. Mientras los primeros, por lo menos bas­
taotes de ellos, decididamente no comulgan con la filosofía del go­
bierno militar e insisten en retornar a un régimen democrático li-
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Fundaci\363n Speiro

GONZALO IBAREZ SANTA .MARIA
beral, los nacionales se han integrado perfectamente al_ nuevo estado
de cosas, la inmensa mayoría ha vuelto a sus ocupaciones habituales
y el resto colabora activamente con el- gobierno, con lo cual el par­
tido como
tal se ha disuelto de hecho.
La Democracia Cristiana, no. Ella sigue aún, y no pierde las es­
peranzas de

hacer · retroceder
el reloj de la historia. Más o menos,
como ciertos ambientes eclesiásticos.
La rea-cción social
A poco de andar el gobierno de Allende, grandes sectores de la
población comprendieron, aunque no de
modo totalmente
claro, que
aquél contenía una enorme diferencia con los demás, puesto que pre­
tendía realmente cambiar desde sus cimientos la
estrucnua social
chilena
y de privar al país de sus libertades tradicionales en beneficio
de una mítica clase proletaria, eufemismo bajo el cnal se ocnltaba el interés de los que dirigían la revolución,
y que para estos efectos que­
rían aprovecharse de todos los resortes que contiene el poder. Tam­
bién se vio que, a diferencia del caso de
la Democracia Cristiana, que
fue vencida electoralmente, con el partido comunista había que usar
de argumentos más
contqndentes. Todo lo

cnal venía corroborado
por
la experiencia histórica de otros países, especialmente de España
en 1936, proceso al cnal el chileno se asemeja en múltiples aspectos.
Junto con esto, se hizo más o menos claro que, dijérase lo que
se
dijera sobre

la democracia, hay en
la vida social ciertos principios,
ciertas instituciones

que no pueden cambiar so pena de echar abajo
t0da la convivencia ·humana y que, precisa.mente, el fin dé la Unidad
Popular era quebrar esos principios
y esas instituciones de modo ·de
hacerse

del país.
La
grati reacción

social se inicia
al verse los primeros efectos del
gobierno de Allende, especialmente en
la parte económica, con el
desabastecimiento de
los __ p~uctos más

esenciales. Ese desabasteci­
miento_ condujo a las mujeres no marxistas a efectuar la marcha his­
tóriciunente conocida

como
la de las "cacerolas vacías" el día 1 de
diciembre de 1971, cuando Fidel Castro estaba en visita oficial en el
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Fundaci\363n Speiro

LA POUTICA EN CHILE DESDE 1810
país. La magnitud de la marcha, el furor oficialista expresado en una
represión implacable
y la justicia de las peticiones, hizo de esa ma­
nifestac;:ión el

comienzo del proceso -de
.reacción que
no paró hasta
el 11 de septiembre de 1973, a la vez que convirtió a la cacerola en
el símbolo de la resistencia
contra la opresión.
Al año siguiente
se suman los esrudiantes. De hecho, el comunis­
mo perdió, al promediar 1972, su dominio de las masas juveniles que
le servían admirablemnte de fuerzas de choque,
y con él el de la calle,
lo
cual fue un factor decisivo para despertar y elevar "el nivel de
conciencia
antirrevolucionaria" de los
sectores antimarxistas.
Pero, en definitiva, fueron los gremios los que en este período
dieron el embate más poderoso. Dos motivos los movieron a sumarse
a la lucha: la·pretensión oficialisra de estatalizarlo todo: el comercio,
la indus~ia, la agricultura, el transporte, los servicios, ere, ... , sin
respetar ni a grandes, medianos o pequeños; y la porfía en ganarse
por todos los med_ios los sindicatos para usarlos como instrumentos
de presión contra los mismos trabajadores, para lo cual pretendió cons­ truir un sistema de paralelismo
sindical_,, sin

parangón en la historia
de Chile, que ya había conocido intentos análogos pero muy menores
en tiempós de la democracia cristiana.
Tod? esto

sumado a las causas
d~ pú~lico maléstar:: la

desastrosa
política económica, el sectarismo irritante, la mentira, la prepotencia
inaudita, la suficiencia, la total falta de
!espeto por

la idiosincrasia,
mentalidad
y derechos de los chilenos no afectas al régimen, produjo
el llamado "paro de octubre" que va desde el 9 de octubre de 1972
hasta el 5 de noviembre de ese año.
Durante más de tres
semaO.as el país permaneció

paralizado a
raíz del

movimiento iniciado por los
transi,OrtistaS en
defensa de sus
derechos y al
rua1 se fueron sumando en ininterrumpida cadena los
comerciantes, los estudiantes, los gremiás profesionales .. . El con­
flicro fue

subsanado transitoria.mente con el ingreso de los militares
al Gabinete ministerial a cuya.
cabe.ia, en· la carteia del Interioi, quedó
el General Carlos Prats, Comandante en Jefe del Ejército.
Desgraciadamente, los dirigentes de este movimiento no le dieron
pública.mente todo el alcance
que de

hecho tenía, y se mantuvieron
salvo excepciones, en la defensa de lo estricta.mente gremial.
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Fundaci\363n Speiro

GONZALO IBANEZ SANTA MARIA
Pesaba todavía la idea de que reconocerle contenido político a un
movimiento de esta namraleza era partidizarlo, y por ello no se ex­
plicitó el deseo común de que si no había arreglo político, es decir,
a nivel de cambio fundamental de rumbo en el gobierno, estaba to­
talmente de más atreglat aspectos patticulares de cada gremio. Con
todb, la idea cobró tal fuerza que, en los meses siguientes, se impuso
como el único fundamento valedero de la acción antimarxista.
Fue importarite este

paro porque demostró una solidaridad entre
los afiliados a diferentes estatnentos que supera el ámbito del senti­
miento para caer en el de las razones: por ejemplo, un médico en
Arica -extremo norte del país- comprendió a cabalidad que los
principios que estaban en juego en el movimiento d~ los transpor­
tistas en Aysén --éxtremo sur-lo afectaban tanto como a ellos. Es
decir, se hizo carne el concepto de bien común, realidad básica de la
vida social.
Asimismo el movimiento demostró la fuerza de la oposición y la
debilidad extrema del gobierno, incapaz de defenderse con sus propios
medios. Fue necesario que las FF. AA. le tendieran la mano e in­
gresaran
al Gabinete, y que además durante todo el paro ellas man­
tuvieran el orden externo, para que no cayera.
La falta de un fin político datatnente expresado y la visión de las
elecciones de marzo próximo como un camino más fácil y más có­
modo, fueron factores que influyeron en la congelación del conflicto.
Además pesó el hecho cierto de que las FF. AA. en ese entonces
no se sumaron al movimiento sino que respaldaron al Gobierno.
Las
el"ecciones de
marzo pasaron dejando un sabor amargo en mu­
chos, una terrible decepción
y pesimismo en otros, y dio motivo para
que ·se organizara ·una nueva corriente emigratoria. Sin embargo, no
estaba dicha la última palabra. Poco después de
las elecciones, y mientras todavía el gobierno
celebraba el respaldo recibido, las FF. AA. comenZaton una serie
ininterrumpida de allanamientos en locales
y fábricas dominadas por
la
U. P., en busca de atmas, todo dentro de la más estricta legalidad.
Estos hechos, que fueron aumentando su frecuencia, empezaron a de­
notar el
nUevo espíritu
que las animaba, a
la vez que incitaron a la
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LA POLITICA EN CHILE DESDE 1810
Izquierda a una campaña de desprestigio contra los Altos Mandos que
le fue fatal.
Por otra parte, el Gobierno, sobreestimando su posición, dio a
conocer su plan educacional y su deseo de implantar la ENU. La reac­
ción fue

inmediata. Los padres y apoderados junto a los alumnos se
aprestaron a defender la libertad de enseñanza por todos los medios.
Fue significativo que sinnúmero de oficiales cuyos, hijos se veían
afectados )?Ot tal medida, tomaran parte activa en la campaña contra
ella. De nada le sirvió al Gobierno, al ver la ola que se levantaba en
el
país, y
a la cual se
sumaron con
remilgos y reservas nuestros Obis­
pos, echar pie atrás y posponer un año la aplicación de tal institu­
ción, Nuevamente la ÚJ;XJi;ición e·sraba viva.
Juntamente
con estos hechos, se inició, el 19 de
abril, en "El
Teniente" -una de las más grandes minas de cobre; ubicada un poco
al sur de Santiago- una buelga de índole económica que babría de
tener fuertes repercusiones políticas, pues se trataba de :sindicaros
controlados tradicionalmente por la izquierda. La larguísima duración
de
la huelga, la marcha de los mineros y de sus familias sobre Santiago,
que originó una verdadera ba41Ia sobre el río Maipo contra fuerzas
de carabineros, el apoyo masivo de la ciudadanía, y los paros de ad­
hesión de múltiples sindicatos a través del país, hicieron que esta
huelga sobrepasara lo puramente gremial. Ella recién vino a termi­
nar el 3 de julio.
Es en estas circunstancias cuando sobreviene el día 29 de junio
el levantamiento de un Cuerpo de Blindados en la capital, que, si
bien no tuvo éxito, demostró la fortaleza del "poder popular": apenas
se escucharon algunas balas
y se vieron tanques en las calles, el pue­
blo civil, alleridista o no, sólo atinó a correr a sus casas y mantenerse
en

ellas esperando
el resultado de los acontecimientos. Hubieron de
salir otros regimientos a deponer a los sublevados.
No obstante, el fracaso del levantamiento no amilanó a la oposi­
ción. Se redoblaron los ataques al Gobierno. El día 25 de julio se
inició en todo el país el segundo paro de los transportistas, que nue­
vamente arrastró a los demás gremios-. ·A poco andar, el movimiento
tomó un -neto carácter político,
y puso como condición de arreglo la
salida de Allende de la Presidencia de la República. El país entero
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GONZALO IBAFiEZ SANTA MARIA
se paralizó y exigió a gritos la renuncia de Allende. Un postrer es­
fuerzo

que incorporó a los Jefes de las FF. AA. y Carabineros al
Gabinete, al promediar agosto, fracasó al renunciar días después el
General César Ruiz, de la Aviación, encargado de solucionar el con­
flicto
con los transportistas. El general Ruiz se ve obligado a dimitir
también por presión del Gobierno a su Comandancia. Renuncian en­
tonces
al Ministerio los otros jefes, salvo el de Carabineros, aunque
todos son reemplazados por generales de inferior antigüedad. El
día 22
de agosto, la Cámara de Diputados denuncia pública­
mente la ilegitimidad del Gobierno de Allende, le enrostra sus
fla­
grantes violaciones a la Constitución y a las leyes, y llama a los mi­
nistros militares a restablecer el orden jurídico en el país.
Al día siguiente, 23, el general Prats es obligado a renunciar a
la Comandancia en Jefe del Ejército a raíz de una manifestación de
señoras de oficiales, entre las cuales algunas de generales.
La caída de Prats precipita definitivamente las cosas, pues era el
freno que retenía y dividía al Ejército en sus afanes de pronunciarse
y librar al país del marxismo. Era el hombre de confianza de Allende
y su único sostén en las FF. AA. La Marina y la Aviación hacía ya
tiempo que habían decidido el
paso.
El 11 de septiembre se levantan las FF. AA. y Carabineros, ponen
fin ,al dominio comunista, y deciden tomar el Gobierno para restaurar
el orden, la justicia y la paz entre los chilenos. Allende cae · y se
suicida sin pena ni gloria, acompañado por el reducidísimo número
de fieles que todavía no lo habían abandonado. En el resto del país,
calma absoluta. En Santiago, después de algunos
días de
limpieza de
francotiradores, la. vida toma su curso normal. Es el epílogo pacífico
de un tormentoso período de la historia chilena.
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