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Número 126-127

Serie XIII

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Maurras, Maritain, Mounier... A propósito de dos libros

MAURRAS, MARITAIN, MOUNIER ...
A PROPOSITO DE DOS LIBROS (*)
POR
FRANCISCO JosÉ FDEZ. DE LA ÚGOÑA.
l. CHARLES M.AURRAS.
Cuando en el último año del siglo XIX surgió L'Actión Fran~aise
nada

parecía augurarle
furu.ro ni influencia. Y, sin embargo, fue un
acontecimiento capital para la historia intelectual de Francia y del
mundo.
Eran los días álgidos del "Affaire Dreyfus". En él se debatía
no
la carrera militar de un oscuro oficial francés, judío e inocente;
sino algo
mucho más
serio como era el ser mismo de Francia.
La
"filie ainée de l'Eglise", "le plus beau royaume aprés le royaume
de Dieu" acababa un siglo convulso
y sangriento: la Revolución de
1789, el Terror, el Imperio y las guerras napoleónicas, la-Restaura­
ción borbónica, la Monarquía burguesa de Luis Felipe, la República,
el Imperio de Napoleón III, la derrota de Sedan
y la invasión ale­
mana, la pérdida de .Afsacia y Lorena, la Commune, eran demasiados
acontecimientos para ser digeridos en menos de cien años de his­
toria. Y la República que advino a la caída del tercer Napoleón era
tan poco republicana que se la llamó la República de los Duques
y en ella los monárquicos tenían la mayoría absoluta en las Cámaras.
Una falta de entendimiento a última hora impidió la restauración
en el Conde de Chambord de la Monarquía francesa. Las fuerzas de
la otra Francia necesitaban una bandera y la encontraron en Dreyfus.
Nada ~s inexacto que plantear el Affaire Dreyfus como la ba-
(*) Albert Marty: L' Actfon Franraise raco_ntée .Par elle-méme, Nouvelles
Ed. Latines, París, 1968,
y Gustavo Cori;ao: O seculo d'o 12dda, Dist. Récord,
Río de Janeiro~Sao Paulo, 2'.ª ed.
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FRANCISCO /OSE FDEZ. DE LA CIGONA
talla entre quienes querían hacer triunfar la Justicia aunque con
ello se resintiese
el Ejército y los que querían salvar el Ejército aun
a costa de cometer una injusticia. Resultó,
al fin, que Dreyfus era
inocente. Pero quienes le combatían estaban tan seguros de su cul-_
pabilidad como sus defensores de su inocencia. Y las apariencias
ciertamente no estaban a favor de Dreyfus. Si
· a

eso se añade que a
su lado se alineaban los ateos, los enemigos de Dios
y de la Iglesia,
los antimilitaristas y' al menos para el
francés medio

tradicional, los
antipatriotas, los hijos, en
fin, de la Revolución de 1789, se com­
prende demasiado fácilmente que la Francia católica y monárquica,
que por aquel entonces eran uno y lo mismo, cerrase sus filas en un
frente anti Dreyfus.
Yves Simon, en
"La grande crise de la Republique Fran,aise",
describe

aquellos sucesos con esa óptica progresista que ve siempre
en los que profesan
la misma fe a los autores de todos los males y
en los enemigos de
la Iglesia a la encarnación del bien: "El "Affaire
Dreyfus" fue también una crisis religiosa, porque
la casi totalidad
de los católicos, ciegos (¿cómo no?) por
las pasiones de los grupos
a los que habían insensatamente ligado. su suerte, se pronunciaron
por la culpabilidad del capitán Dreyfus ... La causa de Dreyfus era
defendida por el partido republicano, por
la masonería, por los so­
cialistas (¿ hubiera sido lo sensato ligar su suerte a éstos?): luego
era precisa
la culpabilidad de Dreyfus. -Entre sus partidarios había
gran número de enemigos de la Iglesia, del Ejército, del orden po­
lítico: era preciso qune Dreyfus fuese culpado. Poco importaba
la realidad de los hechos ... con pocas excepciones los católicos fran­
ceses se comprometieron a fondo en la campaña anti Dreyfus- en con­
tra de la justicia".
No fue así. Se comprometieron por la justicia y por sus ideales.
Porque estaban convencidos de que Dreyfus era un traidor. Y les
confirmaba en sus creencias el hecho de que todo lo_ que veían era
contrario a la Francia que amaban apoyaba al capitán judío. Que
había sido condenado como traidor por un Tribunal
militar, degra­
dado
y desterrado. Los que no estaban en el interior del "affaire",
que eran
la casi totalidad de los católicos franceses, creían de buena
fe en lo que
toda persona normal tenía que dar por evidente.
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MAUR.RAS, MARJTAIN, MOUNIER ...
En esos días agitados se constimyó la Patrie Frán91ise que pre­
tendía agrupar a las
fuer= dispersas y desgastadas

por el caso Drey­
fus.
En ese movimiento militaban, entre otros, Jules Lema!tte, Mau­
rice Barrés, Henry Vaugeois, Gabriel Syveton, Paul Bourget, el duque de Broglie, Albert de Mun, Alberto Sorel, Frederic Mistral ...
A los pocos meses, la parte más activa, aunque no los nombres
más brillantes, de esa asociación nacida con tan buenas intenciones
como poca actividad se disgregó para formar L'Action Fran~aise.
Allí

estaban Henri Vaugeois como director, Maurice Pujo
y el joven
Charles Maurras. Su ideología era nacionalista, tras el "Sedan moral"
que amenazaba a Francia. Henri Vaugeois y Charles Maurras no eran
católicos. Vaugeois,
Lean de

Montesquieu
y Lucien Moreau no eran
monárq11icos. Aquí comienza la gran avenmra de la Acción Francesa.
Con una conferencia
y un boletín bimensual.
Hacer la historia de la Acción Francesa llevaría centenares de
págínas. No es, pues, momento ni lugar de ello. Pero sí conviene se­
ñalar que ya en 1905 Jaures publicaha en L'Humanité uo violento
artículo contra el "Comité nacionalista, reaccionario! monárquico y
clerical" que constimía la Acción Francesa. La defensa de la Iglesia
había sido asumida del modo más inteligente y decidido por aquel
grupo que tenía ya en Maurras su cabeza dirigente. Eran los días de
Ja persecución religiosa y Maurras seguía en el agnosticismo. Pe_se
a ello su nombre merece figurar al lado de los beneméritos cat61icos
que más se caracterizaron en la lucha contra la Revolución.
Ya en el conflicto de los inventarios de bienes de la Iglesia tomó
la Acción Francesa una decidida
postura de
apoyo a los católicos que
se resistían a la acción gubernamental. La política del Ralliernent de
León XIII había dado un resultado totalmente contrario a los pro­
pósitos, tan bien intencionados como utópicos, del Pontífice. La opo­
sición de la República a los católicos era más por católicos que por
monárquicos. Por ello cuando acataron, los que lo hicieron, la Re­
pública subsistió la misma oposición. Sólo que como fuerza polftica
se habían debilitado. La persecución llegó a extremos tales que los
oficiales que iban a misa eran postergados en sus ascensos mientras
que los afiliados a las logias prosperaban en su carrera. Cuando el
gobierno decidió entrar por la fuerza en los templos para inventa-
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FRANCISCO /OSE PDEZ. DE LA ClGOf riar sus bienes allí se encenaron los miembros de la Acción Francesa
codo a codo con el pueblo católico --católicos eran en su gran ma­
yoría los hombres de Maurras---para impedir la arbitraria acción.
Y con ellos estaba, naturalmente, Charles Mallrras. La valiente acti­
tud de los católicos impidió al Gobierno llevar adelante sus planes.
Y la colaboración en el triunfo de la causa católica de
la Acción
Francesa hizo que afluyeran a ella adhesiones de todos aquellos que
habían sido ejemplo de valor en defensa de la Iglesia.
Después vino la explosión de los
c,;melots du roi. Esos jóvenes,
cada día niás numerosos, que se descubrían monárquicos y católicos
y que se adueñaron de las calles de París. Uno de sus primeros actos
fue un homenaje a Juana de Arco saltando para ello cuantas barreras
intentó oponerles la policía. Y toda Francia vio que el catolicismo,
hasta entonces perseguido, pasaba a la ofensiva
reivindicando en el
presente de la patria el puesto que por historia le correspondía.
Llegada la guerra del 14 fue la Acción Francesa la más decidida
defensora de
la Iglesia y del S~o Pontífice. En su periódico publica­
ban escritos obispos y sacerdotes. Y en él aparecía, en febrero de
1915, la defensa de Benedicto XV, atacado por toda la izquierda fran­
cesa, firmada por Charles
. Maurras.
De
él son estas palabras:
"el
ca,
tólicismo
es

la única
iru;tirución orgánica y viva de espíritu universal.
Debilitarlo hoy es debilitar el último
signo terrestre de la unidad
del género humano··.
Entre tanto se había fundado el Instituto de Acción Francesa
inaugurado por el Cardenal de Cabrieres
y el P. de Pascal. Dentro
de ella alcanza.ron la fe Hénri Vaugeois, biznieto de un conveficional
regicida, Lucien Moreau, nieto de Pierre Larousse, que no había sido
bautizado, Leon de Montesquieu, Jules Lemaitre, Maurice Pujo, Char­
les Maurras, Joseph Lotre,
Henri Gheón, Henriette Charasson ...
Y a el~a llevaba el P. Oérissac, para confirmarlos en la fe, a ·nuevos
conversos como Psichari y Maritain.
Sólo por estas conversiones, que elevarori el prestigio del cris­
tianismo a cotas insospechadas, merecería la Acción Francesa el agra­
decimiento de la Iglesia. ·Porque, corno nos recuerda Henri Massis
en sü. gran obra "Maurras et notre temps", hacia 1890 un inspector
general de la Universidad terminaba su informe al Ministro de Ins-
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MAURRAS, MARITAIN, MOUNIER. ...
trucción Pública con estas palabras: "Pronto vendrá el día en él que
el mapa de la Francia católica coincidirá exactamente en el de
la
Francia iletrada".
El que no hubiese sido
así se
debió, en gran parte, a aquel mo­
vimiento cuyos fundadores eran, cuando comenzaron, casi todos in­
crédulos. Y terminaron, antes o después, todos ellos en el seno de
la
Iglesia católica.
Alrededor de Maurras se agruparon muchas de las primeras figu­
ras
del pensamiento francés. Una relacióQ no exhaustiva dará idea
d.e la importancia de aquel movimiento. De la Academia francesa
eran, o lo fueron después, entre otros, Maurras, Henri Massis,
Jac­
ques

Bainville, Paul Bourget, Jules I.emaítre, Pierre Gaxotte, Pierre
Benoit, Henry Bordeaux, Louis Madelin, Thierry Maulnier. Y a ellos
hay que unir los nombres de
Barrés, Bernanos,

Brasillach,
Psichari,
Momesquieu,

Daudet, Vallar, Salieron,
Maritain, Charles
Benoist,
Pierre Hericourt, Lucien-Rebatet, el P. Clérissac, los cardenales Billot,
d.e Cabrie!"es, Charost,

etc.
La
Acción Francesa

había impuesto
·el pensamiento
católico y
monárquico en Francia. Profesarse lo uno o lo
otro, o

ambas cosas
a la vez, había dejado ya de ser una actitud vergonzante para conver­
tirse en título de prestigio. ¿Cuáles hubieran sido
las consecuencias
últimas de todo ello? No las hemos podido conocer. El año 1926 una
oscura condena vaticana acabó con lo que prometía ser la restaura­
ción de
la Francia católica y tradicional. Los católicos liberales con­
siguieron

arrancar de Pío XI Jo que no
hablan logrado
de San Pío X
y de Benedicto XV. Maurras había pasado de ser "un hermoso de­
fensor

de la fe", en palabras del Papa Santo, a un condenado por
Roma ¿ Por
_qué?
Un

capítulo del libro de Gustavo
Cor9'0, O Secu/o do nada,
titula la condena "un tenebroso affaire". Y comienza con estas pa­
labras: "La novela de Balzac, que lleva ese título amedrantador, es un entretenido cuento de hadas comparado con la trama de intrigas,
la combinación de bajezas y miserias que produjo inesperadamente,
como un rayo en un cielo tranquilo
y azul, la tan comentada conderia
de la Acción Francesa". Y no exagera el escritor brasileño.
Las dos terceras partes de
la Comisión de los cardenales y arzobis-
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FRANCISCO ]OSE FDEZ. DE LA CIGONA
pos franceses simpatizaba, algunos entusiásticamente, con Maurras.
Según Adrián Dansette, escritor progresista francés y por tanto con­
trario a la Acción Francesa, una cuarta parte de los seminaristas del
Seminario francés de Roma estaban adheridos al movimiento y en
Francia la proporción se elevaría - posiblemente a una tercera parte
de los seminaristas. Las vocaciones sacerdotales y religiosas salidas
de los miembros de la Acción Francesa eran muy numerosas. La
mejor juventud católica, la más preparada intelectualmente y la que
ejercía mayor actividad, se alineaba tras Maurras. Albert
Marty pudo
responder a un velado ataque de Georges Bidault, entonces Vicepre­
sidente de la Acción Católica de la Juventud Francesa (A. C. j: F.)
con estas palabras precisas:
"No habéis nombrado a la Acción Francesa, pero la habéis seña­
lado claramente. Todo el mundo comprendió que se trataba de ella.
Afirmais que sus miembros se desinteresan de todo lo que no es
¡x>lítica Pero, ¿qué vemos en todos los terrenos?, ¿quién está a la
cabeza de todo? En Ciencias Sociales: La Tour du Pin, de la Acción
Francesa; en Filosofía: Jacques Maritain, de la Acción Francesa; en
crítica literaria: Henry Massis, de la Acción Francesa; en hagiografía,
el autor de San Agustín
y Santa Teresa: Louis Bertrand, de la Ac­
ción Francesa; en pintura religiosa: Georges Desvalliéres y Maurice
Denis, de
la Acción Francesa. ¿Quién es el renovador del teatro re­
ligioso? Henri Gheón, de la Acción Francesa. Entre los novelistas
católicos acaba de aparecer una nueva estrella; el autor de "Sous le
soleil de Satan", Georges Bernanos, también de la Acción Francesa ... "
Del prestigio de Maurras puede dar idea la encuesta promovida
por la Asociation Catholique de la Jeunesse Beige (ACJB) que pro­
puso a sus afiliados esta pregunta: "De los escritores de los últimos
Veinticinco años, ¿a cuál considerais vuestro maestro? Hubo 443 res­
puestas. Maurras tuvo 174 a su favor. Le seguía Paul Bourget con 81
, y tani.bién era de la Acción Francesa. Después Maurice Barrés y Hen­
ry Bordeaux, los dos íntimamente vinculados a Maurras y a su mo­
vimiento, Pierre Loti, el cardenal Mercier ...
Estos resultados que produjeron gran satisfacción al abbé Le­
clerq, director de Cahiers de la Jeunesse catholique (órgano de la ACJB)
y al Abbé Van den Hout, del XX Siécle, indignaron a un
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MAURRAS, MARITAIN, MOUNIER. ...
periodista belga llamado Passelecq que escribió un artículo contra
Maurras lleno de calumnias. Los modernistas, los antiguos amigos de
Le Sillon, todo el catolicismo liberal que había perdido por completo
a la juventud entusiasmada con las ideas de Maurras, comprendieron
que su única posibilidad de supervivencia era acabar con L'Action
Fran-;aise y no ahorraron en Romá. presiones e intrigas.
Se pensó que el mejor modo de comenzar la ?fensiva era ~onse­
guir de un ca!denal francés la publicación de una pastoral condenan­
do la Acción Francesa. Todos se fueron exaISando hasta que se con­
siguió del Cardenal Andrieu, arzobispo de Burdeos, anciano y en­
fermo, que años antes había-hecho de Maurras los más encendidos
elogios. Poco, pues, podía decir en contra de la Acción Francesa
el
anciano cardenal y se vio obligado a copiar, pura y simplemente, el
calumnioso panfleto del periodista belga Passelecq. La carta del car­
denal Andrieu está
fechada en

agosto de 1926. De ella dice Adrien
Dansette, enemigo declarado de L'Action Fran¡:aise: "En realidad, el
cardenal Andrieu atribuye a todos los dirigentes de L'Action Fran­
¡:aise las

ideas de algunos de ellos
y especialmente de Charles Mau­
rras, del cual hace una exposición sin matices y atribuyéndole inten­
ciones que _no había formulado nunca (el restablecimiento de
la es­
clavitud o propósitos nunca
mante~idos: "prohibición

a Dios de
entrar en nuestros laboratorios". (Obsérvese
aquí' un

error
de Dan­
sette, pues lo-que había dicho falsamente el cardenal Andrieu que
sostenía Maurras era la prohibición· de entrar en los observatorios).
Cuando se piensa en el implacable dialéctico que es el jefe de L'Ac­
tion Fram;aise, si no se supiese que el cardenal Andrieu era un viejo
enfermo, no se podría comprender la ligereza
COn la que ha sido re­
dactada su requisitoria". Pero como dice Albert Marty el golpe no
viene de Burdeos sino de Roma, que utilizaba al cardenal Andrieu.
Y así, el 5 de septiembre de 1926, Pío XI dirige una carta de apro­
bación al cardenal. El 29 de diciembre el Santo Oficio condenaba
algunas obras de Maurras y el periódico L'Action Fran~aise. Por
último el 8 de marzo de 1927 la Sagrada Penitenciaría excluía de los
sacramentos a los lectores habituales de L'Action· Ftan~aise y a los
adheridos a ella. Se había consumado una de las mayores injusticias
cometidas en el seno de
la Iglesia católica.
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FRANCISCO /OSE PDEZ. DE LA CIGOfJ:A
A partir de ese momento se vio a los católicos más fieles perse­
guidos como alimañas por hombres de
la Iglesia. Dejemos que sea
Daniel-Rops, enemigo también de L'Action Fran~ise, quien nos lo
relata en las páginas de "Un combat pour Di'eu": "Se vio a cató­
licos ejemplares llevados civilmente al cementerio porque continua­
ban afiliados a la Acción Francesa, sacerdotes censurados porque
llevaban los últimos sacramentos a sus padres conJenados, matrimo­
nios
y bautismos clandestinos celebrados como en pleno Terror re­
volucionario .
. . Hay que añadir que algunos ordinarios llevaron
la
represión con una energía tanto mayor cuanto menos se habían apre­
surado a entrar en liza; su severidad extrañó incluso a los r::-~edios
romanos que encontraban w1n1ral que el rey de Italia, excomulgado,
cumpliera con Pascua y tuviese su capellán".
Todo

el dolor de aqud!os católicos, cuya reconciliación con
la
Iglesia era prácticamente imposible, pues se les exigía una retracta­
ción de algo que nunca habían profesado, viene expresado en la ora­
ción de Albert Pesrour a Santa Juana de Arco para que introduzca en el paraíso a las almas de los excomulgados de la Acción Francesa:
"Toi qui bus l'horreur
supreme,
plus

affreuse que la mort,
de perir par
ceux-la m@mes
que tu vénétais si fort;
toi qu'ils disaient anathéme
quand ton
afile avait

encare
la blancheur de son bapteme,
ouvre leur les portes d'or ... ".
Pío XI había sido engafiado. Le habíau convencido de que la
Acción Francesa era un peligro para las organizaciones católicas fran­ cesas, sobre todo para las juveniles. Que estaba dirigida por ateos que
se servían de la Iglesia para sus fines políticos, pero sin la menor
intención de servirla. Y algunas réplicas violentas a la inesperada
condena reafirmaron al Papa en sus ideas.
Pero pronto

comenzó a
dudar de lo acertado de su posición. Y ya en 1929 pedía a las car-
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MAURRAS, MARITAIN, MOUNIER. .. ,
melitas de Lisieux oraciones para que se arreglase el problema de la
Acción Francesa.
A partir de este momento actuó la gracia y no la nanualeza.
Porque la naturaleza no explica los hechos ocurridos. El carmelo de Lisieux recibe la petición del Papa
y se vuelca en la oración. Una
de las monjas, le ofrece a Dios su vida para
1a mejor resolución del
"affaire"
y muere al poco tiempo. La superiora pone el hecho en
conocimiento de Maurras
·que se
emociona profundamente.
A peti­
ción

de las carmelitas Maurras escribe al Papa. Y estando
encarcelado
en la Santé recibe una carta del Pontífice que le había condenado, y
cuya condena aún estaba vigente. No es lugar de reproducir las car­ tas en las que el aún no católico Maurras se direge
al Sumo Pontífice
y en las que éste bendice al preso en la Santé. Si Pío XI las hubiese
dirigido al más fiel de sus hijos
y Maurras al heredero del Trono de
Francia, no hubieran sido más
afecru.osas las
del uno
y más reverentes
las del
otro. Una

vez en libertad, Maurras acude en peregrinación a
Lisieux el 13 de julio de 1937. Ese
mismo día, en 1935, había muer­
to en el carmelo la monja que s_e había ofrecido como víctima pro­
piciatoria. Maurras vuelve
al año siguiente, y al siguiente ... Desde
allí se cruzan telegramas con Roma. "El peregrino de Lisieux, que
Vuestra Santidad conoce, agradece la especial bendición que le
ha sido fielmente transmitida y, arrodillado ante la urna de Santa Te­
resa, se

atreve a dirigiros un profundo homenaje de respeto
y con­
fianza". De Roma viene el 15 de julio la contestación: "Su Santidad
recibe con vivo agrado el homenaje del peregrino
y le envía su ben­
dición

paternal. Cardenal Pacelli, Secretario de Estado".
Al año siguiente se repiten peregrinaciones
y telegramas. Era ya
enronces Papa
Pío XII. "Los dos peregrinos del 13 de julio que
iVuestra Santidad

conoce, arrodillados ante los restos de Santa Teresa,
envían respetuoso homenaje de veneración
y de humilde esperanza".
Y el mismo día rontestaba el nuevo Papa. El 16 de julio de ese
mismo año publicaba L'Osservarore Romano el decreto del Sanro Oficio levantando
la excomunión. Llevaba fecha del día 10 del mismo
mes. La Acción Francesa volvía
al seno de la Iglesia. Pero sí la in­
justicia
se había !"eparado, el daño causado era de más difícil solu­
ción. Había quienes se habían separado ya definitivamente. Y
la
" 881
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FRANCISCO JOSE FDEZ. DE LA CIGOFIA
invasión alemana iba a impedir la reorganización de lo que hubiera
podido ser la restauración de la Francia católica.
El magnífioo libro de Albert Marty, '"L'Action Fran91ise racontée
par
elle-méme", que
fundamentalmente hemos seguido para redactar
estas líneas, describe
oon todo

lujo de detalles la
hisroria del
movi­
miento, tanto en estos sucesos como en otros de menor interés. Y se
refiere a la oposición, al alzamiento de la condena por parte de di­
versos sectores relatando hechos bien significativo& Del odio a Mau­ rras
y a lo que significó su obra podemos añadir una anécdota espa­
ñola, fácilmente comprobable, pues figura en letras de imprenta. Una
conocida editorial católica publicó hace algunos años una serie de
documentOs pontificios agrupados bajo la rúbrica de "'Textos polí­
ticos". Entre ellos se recoge, incomprensiblemente, pues no es docu­
mento
papa~ la

Cana-panfleto del Cardenal Andrieu. Lo que sólo
tendría una justificación, la de dar a conocer lo más ampliamente
posible el affaire de la Acción Francesa. Pero esa interpretación no
puede sostenerse, pues el libro calla escrupulosamente que en 1939 se levantó
la condena que recaía sobre el movimiento francés. Los
lectores de esa editorial, por
otros conceptos
muy
meritoria, como
no
conozcan
la historia, seguirán pensando que la Acción Francesa era
una peligrosísima organización anticatólica que el Santo Padre
con­
denó

en 1926
y que aún hoy permanece condenada. Creemos que el
hecho no precisa más comentario.
Al fin de sus afias, ese viejo soldado que había combatido siem­
pre por Francia, por 'Dios
y por la Iglesia, en medio de la persecución
y la ingratitud, recobra la fe de la niñez. Y en la cárce~ condenado
a
cadena perpetua por traición, cuando había sido desde su juventud
el primer patriota de Francia, escribe estos versos que son su última
y más sincera declaración de principios. Esa última verdad que siem­
pre había buscado le inundaba ya plenamente.
882
Seigneur, endormez-moi dans· vátre paix certaine
entre les bras de l'Espérance et de l'Amout.
Ce. vieux coeur de soldat n' a point connu la haine et pour vos seuls vrais biens
.a battu

sans retour.
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MAURRAS, MARJT AJN, MOUNIER ...
Le combat qu'il soutint fut pour une Patrie,
pour un Roi, les plus beaux qu'on ait vus sous le del,
la France des Bourbons, des Mesdames Marie,
Jeanne d'Arc et Thérese, et Monsieur Saint-Michel.
Y
ese combate, sus esperanzas y _ su fracaso, tuvo trascendencia
universal.
II. JACQUES MARITAJN.
Gustavo Cor910, brasileño y también converso, así lo reconoce en
su reciente libro
O seculo do nada. Señala en sus páginas- llenas de
interés, cuatro

hechos decisivos que configuran gran parte de las ac­
titudes mentales del siglo xx. Y son el affaire Dreyfus, la crisis
modernista en la Iglesia, la creación por Marc Sangnier de Le Sillon
y la Encuesta sobre la monarquía de Charles Maurras con su conti­
nuación en la Acción Francesa.
Cor~ao, cuando se convirtió, encontró en Marita_in filósofo lo que
su mente había estado buscando sin éxito en las más diversas fuentes.
La filosofía perenne, presentada con un lenguaje moderno
y actual
le llenó plenamente. Y aceptó a
Marirain en

su totalidad. Hasta que
la evidencia misma le hizo reconsiderar
al maestro y sacar sus pro­
pias conclusiones. Que en los años 1970 son para Cor~ao una ad­
hesión total al filósofo tomista y la constatación de que sus ideas
político-sociales, que intenta justificar en cierto modo incluso en
"Le paysan

de
la Garonne", son radicalmente corruptores.
Llegados a este punto podemos plantearnos la pregunta de cuán­
tos Maritain hubo. Y afirmar rotundamente que tres: el Maritain
d.e
antes

de
su conversión que es el menos interesante; el Maritain de
la Acción Francesa, de "Ari.timoderne" y "Trois Réformateurs"; y
el Maritain que surgió a partir de la condena de Maurras por Pío XI.
No
existe un cuarto Maritaio que podríamos
llamar el de "Le paysan
de
la Garonne". Lo que ocurre es que el fil6sofo francés, desde su
conversión, conservó siempre
la fe y ante la crisis del post-concilio
reacciona en defensa de esa
fe que nunca había perdido.
Pero
su pensamiento político-social es fundamentalmente
el mis-
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FRANCISCO JOSE FDEZ, DE LA CIGORA
mo que cuando, pese-a las declaraciones expresas de Pío XI, de los
obispos españoles en su carta colectiva de 1937
y de todos los obis­
pos del mundo, sus simpatías estaban con
la República que en Es­
paña asesinó a ocho mil obispos, sacerdotes y monjas. Tal vez con
algunas atenuaciones, pero que no suponen ningún cambio de frente.
Por eso el. comunismo es el gran ausente del libro de Maritain.
Gustavo Corc;ao sigue la evolución del catolicismo progresista
francés, que vale tanto como decir del catolicismo progresista uni­
versal, desde comienzos de siglo hasta los prolegómenos del segundo
Concilio Vaticano. Su libro es extenso y apasionante y complementa
magníficamente el de Albert Marty sobre la Acción Francesa. El
discípulo de Maritain, que en ocasiones llega a ser extremadamente
crítico, se sirve del maestro como de hilo conductor para seguir esos
casi sesenta años de agitada historia
intelectual. No
vamos a detener­
nos en las interesantes referencias que hace de la Acción Francesa,
pues ya la hemos considerado extensamente. Pero sí conviene sefialar
cómo Maurras sigue siendo cita obligada en numerosos trabajos que ven la luz en los últimos años. Treinta son las páginas que
Cor910
le

dedica expresamente
y en muchas otras es protagonista principal.
Cor~ao analiza lúcidamente los contactos de Maritain con Mau­
rras. Maritain llega a la Acción Francesa llevado por el P. Clérissac
admirador ferviente del escritor monárquico. Según Raissa Maritain,
en "Grandes Amistades", los deseos del P. Clérissac eran para ellos
de tal fuerza que no se detenían ni a considerar sus posibles contras.
Añade Raissa que por aquel entonces a
Maritain sólo

le interesaba
la metafísica
y la teología, sintiendo profunda aversión por todo lo
que significase política. Y concluye diciendo que si no
hubif!se sido
por

el P. Clérissac, que les impulsó, lo mismo que a Henri Massis,
a adherirse a Maurras, nunca
lo hubieran hecho.
Es completamente distinto el testimonio de Massis que en "Mau­
.rras y lluestro tiempO" nos dice: "No puedo olvidar el calor con que
Maritain unía

su voz a
la del P. Clérissac para convencernos a Psi­
chari
·ami

de que rios
uniésemos a
la Acción Francesa". Y añade:
"'Conocí a Maritain en 1912; era entonces monárquico
y me censu­
raba por no serlo yo también".
Raissa Maritain co'ntinúa en "Grandes Amistades" los ataques a
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MAURRAS, MARJTAIN, MOUNIBR ...
la Acción Francesa. La vinculación del matrimonio a Maurras fue
"un esfuerzo de docilidad intempestiva" a los ruegos del P. Clérissac.
"No nos

tomamos el trabajo ni siquiera de leer los libros de Maurras
hasta el día en que nuestra atención fue violentamente sacudida por
la condena de Pío XI en 1926". Y Raissa transcribe las opiniones
de su
maddo: "El
ateismo profundo de Maurras, el culto
-a la vio­
lencia y •.• los procesos polémicos cada día más odiosos ... yo cerraba
los ojos con la esperanza ingenua de la próxima eonversión de Mau­
rras,"
"Me acusaré s1empre, como de una imperdonable debilidad, de
haber dado crédit0 durante
algún tiempo a un movimiento cuyos
sofismas tienen su base en el desprecio del Evangelio".
Cor~ao puntnaliza: "¿Dnrante algún tiempo? ¡Quioce años! ¡El
mayor filósofo del siglo tardó quince años en descubrir (y
al cabo
de esos años precisó t0davía de todo el majestuoso aparat0 del Ma­
gisterio
Extraordin.ario) que

vivía con unas gentes en las que las
ideas y los
programas se

basabao en el desprecio
al Evaogelio! ".
Yves Simon, discípulo de Maritain, intenta disculpar la afiliación
del maestro en "La gran crise de la République Frarn;aise", con estas
palabras que transcribo, como las anteriores, del libro de
Cor~ao:
"El

enorme éxito (de la A. F.) era constantemente alimentado por los
escritores que componían
el diario L' Action Fran~aise. El amante
de la literatura, si no era muy delicado en materia de
verdad y·· de
justicia,

tenía garantizada una hora
feliz todas las mañan_as desde que
se suscribiese a L'Action
Franc;aise. Se
encontraba con el artículo
diario de Leon Daudet, sabroso, truculento, violento,
divertido, lleno
de

ironía que desataba
la risa y quedaba en la memoria; tenía el ar­
tículo
diario de

Charles Maurras, sentencioso, grave, doctrinario
y
friamente implacable; tenía el artículo diario de Jacques Bainville,
que escribía tan bien como Voltaire".
"El
lectar habitual

de L'Action
Frao~aise tenía
respuesta para
todo y nunca se le ocurriría verificar el fundamento de lo que el
periódico le enseñaba con tanta firmeza dogmática
y tanto talento
literario ( ... ) Ningón periódico practicó nunca
la difamación, la
mentira, la ficción coherente y la injuria con una constancia más im­
perturbable de lo que lo hizo L'Action Frao~ise. El lector tragaba
885
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO /OSE FDEZ. DE LA CIGONA
todo con una perfecta disciplina. La credulidad de los lectores de
L'Action Franc;aise era fabulosa ... " Lo que hace comentar a Corc;ao:
"Está claro que en el momento en que Yves Simon escribía esas lí­
neas no le
pasó por la mente, ni por un instante, que Jacques Mari­
tain petrnaneció en ese estado de "fabulosa credulidad" durante quin­
ce años. Tampoco se acordó de los nombres de otros ilustres lectores
de la A. F.,
el P. Oérissac, el P. Gatrigou-Lagrange, el catdenal Billot,
Pío X y otros menores". Y
continúa Yves Simon: "Al lado de los insumisos y de aquellos
que sólo se sometieron aparentemente, hubo los que se sometieron enteramente
y que en recompensa de la sumisión recibiéron la gracia
de una maravillosa purificación interior. Conocí a muchos de esos.
Antes de
la intervención del Santo Padre nunca habían sospechado
que -pudiera existir algo pernicioso en la A. F. Con un- candor de
novicios aceptaban todas las mañanas, durante algunos años, las
hiscorias fantásticas, las calumnias, los razonamientos sofistas con que
el diatio solía regalat a los lectores". Decididamente Matitaín no sale bien patado en la defensa. El
gran filósofo no se apercibe de los sofismas con que dutante "algunos
años" -nada menos que quince- "L'Action Fraríi;aise" le obse­
quiaba todos

los días. ¿No sería que tales sofismas no existían? ¿Dón­
de queda, en otro caso, la inteligencia del filósofo? El filósofo con­
taba cuando la condena cuarenta
y cinco años. A esa edad, y . en una
personalidad como la suya, no cabe hablat de candores de novicio. Pero es que la sumisión de
Marica.in no

fue tan
simple éomo se

nos
pretende hacet creer. En 1926, cuando ya la crisis había estallado, Jacques Maritain se vuelca en defensa de Maurras con "Une opinion
sur Charles
Maurras et

le devoir des catholiques". No gusta, natu­
ralmente, en Roma su obra y publica entonces, una segunda,
''Primau­
té du'-Spirituel" (Pion

1927), en la que la Acción Francesa es objeto
de moderadas censuras. Pero se le exige más. Y se publica, por P.
Doncoeur, V. Betnatdot, E. Lajeunie, D. Lallement, F. X. Maquatt y
Jacques Maritain, en Editions Spes, "Pourquoi Rome a Parlé", en la que la ruptura con Maurras es ya total. A esta obra respondió Mau­
rice Pujo con su libro "Comment Rome est trompé" (Fayatd).
No ha habido, pues, en
todo este

"tenebroso affaire" -volvemos
886
Fundaci\363n Speiro

MAURJIAS, MARJT AJN, MOUNIER ...
a recoger el duro y expresivo calificativo de Cor¡:ao-ni candores de
novicio, ni confianzas engañosas,
ni desconocimientos de un filósofo
absorbido por la metafísica y despreocupado de las realidades tern­
,lX)tales. Sino

unas presiones que sólo fructificaron al tercer intento
en "Pourquoi Rome a parlé". Y a partir de este momento, en el que
--como dijo Pujo- Roma se ha equivocado,
el Vaticano pierde el
control del catolicismo francés hasta extremos inconcebibles.
La
preocupación que Pío XI expresaba a las carmelitas de Lisieux es­
taba verdaderamente justificada. Dos fueron las consecuencias inmediatas de
la condena. Por un
lado se deshizo en gran parte
el movimienro político, pero también
profundamente católico, de la Acción Francesa. Y el catolicismo de
los maurrasianos era pro-fundamente romano. De otro lado tomó im­
pulso un catolicismo, también político pero
de signo izquierdista,
que antes estaba apabullado por el ímpetu
y el prestigio de la Ac­
ción Francesa. Y
la figura principal de este catolicismo .fue precisa­
mente una persona que llegó a él obligada por
la Iglesia y·. sin. el
menor deseo. Pero
qú.e una

vez allí, perdidas sus antiguas conexio­
nes, se convirtió en cabeza de fila, por su prestigio y por su indu­
dable talento, del nuevo movimiento progresista. Fue Jacques Mari­
tain. Cierto que su sólida formación filosófica
y teológica le impi­
dió desbarrar en materia de
fe. Pero sus discípulos dieron los pasos
que el maestro no había dado. Por eso
el lamento tardío de "Le
paysan de la Garonne" pudo ser replicado desde las filas progresistas
con una contestación irreprochable:
"No hemos

hecho más que des­
arrollar lo que de ti habíamos aprendido".
Roma había pensado que con la condena los católicos abandona­
rían la tutela de Maurras y se limitarían. a seguir exclusivamente al
Vaticano. No porque la fidelidad a la Acción Francesa supusiese una
actitud crítica hacia
Roma, que

no lo suponía en modo alguno, sino
porque se ahorraba de ese modo la persona interpuesta que era, ade­
más, un laico agnóstico. Y comprometido en
una pnlítica concreta.
Pero

la Iglesia, cuando se inmiscuye en política, no tiene
la garantía
del
Espírini Santo y en esta_ ocasión, como en tantas otras, se equi­
vocó en sus suposiciones.
887
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FRANCISCO /OSE FDEZ. DE LA CIGOFIA
Ill. MARITAIN y u GUERRA DE ESPAÑA.
En 1932 se funda la revista "Esprit". La vinculación de Maritain a
· la misma evideflcia la constatación de Corc;ao: "En contraste con su
gran capacidad para la especulación abstracta, Maritain evidencia
un congénita debilidad frente a las constelaciones singulares de cosas
y personas concretas". Y así como se había entregado al P. Oérissac
y a Charles Maurras, que le convirtieron de incrédulo y socialista en
ferviente católico
y monárquico, Maritain se ciega ahora con Etn­
manuel Mounier y recibe todas las influencias de los condenados
"Le Sill~n" y Lamennais. Y comienza la más turbia trayectoria del
insigne filósofo.
En 1935
aparece la
revista "Vendtedi'" dirigida por Jean Gehena
y
André Charnson. En ella colaboran destacados personajes de la ex­
trema izquierda francesa. Y
al lado de los nombres de Julien Benda,
de Jean Cassou
y de André Gide aparece el de Jacques Maritain en
la lista de colaboradores. Una de las tesis que sirvieron de pretexto
para condenar a la Acción Francesa no es ahora obstáculo para la
integración en "Vendredi". Pero el agnosticismo de Maurras era solo
un problema personal, estando "L'Action Fran,aise" volcada en de­
fensa del catolicismo, mientras que
el de los fundadores de "Vendte­
di" era de absoluta militancia anticatólica.
Estando así las cosas se produce en España el Alzamiento de
1936. El sistemático exterminio de todo lo religioso en la zona roja
es pronto conocido. Ocho mil asesinatos de obispos, sacerdotes y re­
ligiosos no son fáciles de ocultar. Pero si aún pudieran caber dudas,
el 14 de septiembre de 1936, el Papa Pío XI se pronuncia solemne­
mente ante una peregrinación de españoles a Castelgandolfo, presi­
dida por los obispos de Urge!, Vich, Tortosa y Cartagena. Las pala­
bras del Papa no pueden ser más expresivas:
"Vuestra presencia, queridísimos hijos, prófugos de vuestra
y
Nuestra querida y muy atribulada España, suscita en Nuestro corazón
multitud de sentimientos tan contrastantes y opuestos que es absolu­
tamente imposible. darles adecuada
y simultánea expresión. Debería­
mos, al mismo tiempo, llorar por el íntimo
y amarguísimo dolor que
888
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MAUAAAS, MARJTAIN, MOUNIER ...
nos aflige, y deberíamos regocijarnos por la dulce y desbordante ale­
gría que Nos consuela y entusiam.a".
Y el Papa añade, recordando los sufrimientos que se viven en
España por aquellos terribles días:
"Todo esto es
u:n alarde de virtudes cristianas y sacerdotales, de
heroismos y martirios; verdaderos martirios en todo el sagrado y
glorioso significado de la palabra."
No cabe ignorar ya de que lado está
la causa de Dios. Pero el
Sumo Pontífice va más lejos todavía. No hay sólo unos católicos
que sufren martirio por Dios. Está también un ejército en armas
que se reclama vengador de la sangre de los mártires. Y de él dice
el Papa expresamente:
"Sobre toda consideración política
y mundana Nuestra bendición
se dirige de manera especial a cuantos han asumido la difícil y pe­
ligrosa tarea de defender
y restaurar los derechos y el honor -de Dios
y de
la Religión."
Pío XI comienza a sentir las consecuencias de la condena de
la
Acción Francesa. La revista "Esprit" en su número del 1 de enero
de 1937 -las palabras antes citadas del Papa son de septiembre de 1936- ataca a "los mercenarios de Franco" y expresa su total sim­
patía por
el bando de los fusilamientos de sacerdotes:
"Nosotros, que tenemos hambre
y sed de justicia y que pasamos
la vida denunciando los abusos del capitalismo, expresamos toda nues­
tra simpatía a los que defienden, no odiosos privilegios, ni lujos su­
perfluos

... , sino simplemente
la posibilidad de una vida dignamente
humana."
¿Cabe más divergencia con el pensamiento
y con las palabras del
Papa?
Lo que para éste es un verdadero martirio para Mounier no
pasa de algunos
"actos reprensibles en esos momentos de revolución".
Y que naturalmente no son capaces de desviar su profunda simpatía
hacia quienes los cometen.
La guerra española no fue más que el contraste que señaló defi­
nitivamente
el escándalo. Porqri.e el espíritu venía desde más lejos.
Ya
el 25 de abril de 1931, el demócrata cristiano Gay, que despues
fundaría "L'Aube", se había congratulado del advenimiento de la
República recomendando a los católicos su apoyo al nuevo régimen.
889
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FRANCISCO /OSE FDEZ. DE LA CIGO1M
Y el 13 de mayo del mismo año se encontraban en "La Croix" estos
significativos titulares: "El populacho de Madrid ha incendiado diez
conventos. GUARDEMONOS SIN EMBARGO DE LOS JUIUOS
PRECIPITADOS

...
En
"L'Aube .. aparecerán

en 1933 artículos abiertamente favorables
al sistema soviético, firmados por Maurice laudrin, colaborador asi­
duo de "Populaire" y director de la revista comunistoide "Terre
Nouvelle ...
El

22 de mayo de 1939, "L'Osservamre
Romano .. se

verá obligado
a publicar la siguiellte advertencia: "No podemos ocultar nuestra
SOrpresa al

ver, en un diario inspirado por principios católicos, a
un colaborador de periódicos socialistas expresar, sin ninguna reserva,
sus simpatías por la República Soviética como elemento de "civili­
zación mundial",
en un
momento en que ese régimen emprende
la
guerra más clara y tenaz contra cualquier idea religiosa o moral y
en el que
la Santa Sede, firme y dolorosamente, denuncia al mundo
civilizado los abusos del bolchevismo".
Roto el dique de la Acción Francesa las aguas se desatan. El 8
de enero de 1937 la revista
"Sept .. ,

de los dominicos, se pone al lado
de
"Esprit .. en

sus ataques a la España Nacional. Como señala Gus­
tavo
Corc;ao, en

1930 fue
el mismo Pío XI el que indicó al P. Ber­
nadot la conveniencia de fundar un semanario que fuese para el lec­
tor común lo que "Vie Intellectuelle .. era para los espíritus más cul­
tivados. Y añade el escritor brasileño: "Todo parece indicar que
"Sept ..
habría

nacido en la mente del Papa, para llenar la laguna formada
por la prohibición de la Acción Francesa
... En

1937 moría la revista
también por indicaciones vaticanas. Sus ataques a la España nacional
habían colmado la paciencia del Papa que ya había publicado su
magna Encíclica "Divini Redemptoris" contra el comunismo. Como
señaló acertadamente la "Revue Catholique des Idées et des Faits .. ,
del

24 de septiembre
dé 1937,
"«Sept» murió de gripe española
...
Pero volvamos a· Maritain. A las· claras palabras de Pío XI en sep­
tiembre de 1936 sucedió la "Divini Redemptoris .. en 1937. Poco
después de su publicación Maritain firmaba, con Fran~is_ Mauriac y
Georges Bidault, entre otros~ un manifiesto a favor de los vascos que
combatían contra
el ejército nacional. Y el 1 de julio, fecha en la que
890
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MAURRAS, MARIT AiN, MOUNIER. ...
los obispos españoles hacían pública su famosa carta colectiva, es­
cribía Maritain en
"La Nouvelle
Révue
Fran~aise": "Aquellos
que
matan a los pobres, al pueblo de Cristo, en nombre de la Religión,
son tan culpables como los que matan a los
ruras por odio

a la
Religión". O lo que es lo mismo: El ejército nacional, que mataba a
los soldados del ejército republicano -pobres, pueblo de Cristo para
Maritain- es
tan culpable

como algunos asesinos que,
accidentalmen­
te, se encuentran en el bando republicano y que por odio a la reli­
gión matan a los sacerdotes. Los
campesinos navarros y castellanos,
que abandonaron sus míseras aldeas
para enrolarse como voluntarios
en el ejército nacional eran, sin duda, capitalistas a los ojos del ilus­
tre filósofo.
No son estas las únicas actuaciones de Maritain'. Suprimida "Sept"
por Roma, colabora decididamente en la fundación de "Temps Pré­
sent" sucesora de "Sept" no sólo en la ideología sino incluso en los re­
dactores. Joseph Folliet, ex-secretario de redacción de "Sept" es el nue­
vo secretario de redacción de "Temps Présent". Y los principales co­
laboradores son
Franc;ois Mauriac,

Louis
Gill~t, Jacques
Maritain,
Da­
niel Rops y Jacques Madaule. Solamente se nota un cambio táctico para
impedir una nueva
clausurá. por Roma. Los
dominicos
ya no tienen
la dirección de la revista. Está ahora en manos de laicos.
Ante todos estos hechos resulta increíble que Maritain haya aban­
donado la Acción Francesa por obediencia al ·Papa. O se demuestra
meridianamente que
la mejor escuela de obediencia era para Mati­
tain

la Acción
Francesa. Una
vez abandonada, la voz del Papa ya no
le dice nada.
Como señala Gustavo
Corc;ao, a

juzgar
¡:x::>r las
revistas católicas
francesas en 1937 la voz del
Papa, que

acababa de publicar su En­
cíclica contra -el comunismo, no llegó a París. Pero sí había llegado.
Fue oída por un sordo, encarcelado por el Gobierno, castigado
por
el Papa, señalado como pagano, ateo y peligroso para los intereses de
la Iglesia
y de la Patria. Fue oida por Charles Maurras. Y Harvard
de la

Montagne cuenta en su libro
''Chemins de
Rome
et de France"
una anécdota reveladora que recoge Albert Marty. El cardenal lauri, Penitenciario
entonces,' leía

los artículos de
la
prensa francesa que su secretario monseñor Hérisse le pasaba. Ante
891
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FRANCISCO /OSE FDEZ. DE LA CIGORA
los de los periódicos liberales y demócratas murmuraba el cardeoal
-"Detestables"-.Y entonces le pasaba el secretario artículos de
Harvard de la Montagne y de .Mau.rras: -"este si que es excelente",
comentaba el cardenal.
"j Ay Eminencia! --decía Monseñor Hérissé-, lo malo es que
los buenos son de un periódico condenado, y los que juzgais detesta­
bles son de aurores que se jactan de tener la confianza de la Santa
Sede."
El cardenal Lauri llegó a confesar a Harvard de la Montagne:
"Estoy resuelto, si el affaire (de la Acción Francesa) no se arre­
gla, a pedir al fututo Papa (acababa de morir Pío
XI), que me des­
cargue de la Penitenciaría. No puedo, en conciencia, asumir la res­
ponsabilidad de las sanciones". Al poco tiempo Pío XII levantaba
la condena, peto el daño era ya irreparable.
No vamos a seguir la trayectoria de Maritain. Quien quiera pro­
fundizar en el tema puede consultar el magnífico libro de Leopoldo
Eulogio Palacios, "El mito de la nueva cristiandad" (Rialp, Madrid, 1953,
3." edición);

los de Julio Meinvielle, "De Lamennais a
Mari­
tain" y "Crítica de la concePción de Maritain sobre la persona humana"
(Edición Nuestro Tiempo, Buenos Aires, 1945 y 1948); el del jesuita
Antonio Fernándes, "Jacques Maritain, As sombras de sua obra"
(Pernambuco 1941) y los artículos del también jesuita P. Messineo
en la "Civilta Católica", de
los días
3 de marzo, 5 de mayo, 2 de junio
y 7 de julio de 1956.
También
hay,que destacar el número de VERBO (78-79, de octubre
y noviembre de 1969), publicado con motivo de la aparición de
"Le paysan de la Garonne", y que incluye los siguientes artículos:
"En torno a la significación de Jacques Maritain", de Eugenio Vegas;
"El testimonio de un hijo del siglo sobre graves problemas de nues­
tro tiempo", de Bernardo Monsegú CP; "Jacques Maritain y el neo­
modernismo", de Louis Jugnet; "Maritain, Mounier y la continua­
ción", de Louis Salleron; "Maritain y Teilhatd de Chardin", de Ra­
fael Garnbra.
Es asimismo destacable el número que la gran revista "Itineraires"
(abril de 1967, núm. 112), dedicó a "Le paysan de la Garonne" con
los siguientes artículos: "Le paysan et le ruminant", de Jean Madiran;
892
Fundaci\363n Speiro

MAURRAS, MARJT AIN, MOUNIER ...
"Qu'en pense Maritain?" y _"Maritain et Maritain, anexe sur gauche
et droite chez Maritain", de I.ouis Salieron; "Propos meles de sou­
venirs sur la personne et l'oeuvre de M. Jacques Maritain", del Ab­
bé V. A. Berto; "La Garonne et le Danube", de Henti Rambaud y
"Le
Testament de Maritain", de R. Th. Calme! O. P.
,_ Aunque una somera bibliografía de Maritain llevaría muchas pá­
ginas y tocaría además temas por completo ajenos a los de este tra­
bajo si quiero señalar el libro de Gustav9 Corc;ao, "O seculo do nada",
al que tantas veces me he referido, y algunos artículos de interés y
de fácil localización como "Origen y fundamento del poder", de Eu­
genio Vegas (VERBO, mayo-junio-julio 1970, núm. 85-86); "Madurez
de un laico. El último Maritain", de Edmundo García Caffarena ("Uni
versitas", octubre 1967, núm. 2), aunque con Eugenio Vegas creo que
no cabe hablar, como ya he
dic_ho, de

un
último Maritain
ideológico,
y sí solo cronológico, cuando nos referimos a "Le paysan de la Ga­
ronne"; las palabras de Pablo VI con motivo de la muerte de Ma­
ritain, recogidas en Ecclesia (19-5-73, núm. 1.642); "Des bavure,
dans l'Eglise de France", de André Giovanni ("Le monde et la Vie",
diciembre 1966); "Une certaine peine, del P. Congar" ("Le Montle",
28-12-1966),

en
el que lamenta, en cierto modo, la aparición de "Le
paysan

de la Garonne"; "El campesino del Carona" de José Artigas
("Arriba", 21-1-67); "Qué difícil es", de Adolfo Muñoz Alonso ("Arri­
ba", 26-3-1967); "El último Maritain", de Alfredo Roncuzzi ("Roca
viva", enero 1968, núm. l); "El campesino del Garona repudiado por
-progresi_sras y tradicionalistas", de Julio Meinvielle ("Roca viva",
agosto-septiembre, octubre y noviembre de 1968, núms. 8-9, 10 y 11);
"El rostro de Dios", por B. Monsegú ("ABC", 20-2-67) y "¿Maritain
heterodoxo?", de Luis María Ansón ("ABC").
Requiere mención especial el extraordinario artículo de Leopol­
do Eulogio Palacios publicado en ABC el 26 de mayo de este año.
En él, el ilustre filósofo, profundo conocedor de Maritain, confiesa:
"Y hoy me invade el estupor cuando veo que
una.,s tesis
fragilísim.as
sobre las relaciones del Estado y la Iglesia o de la, política y la re­
ligión, -sacadas de ~ibros como Humanismo Integra/,-, Los Derechor
del

Hombre y
Cristianismo y Democracia, tesis que ya andaban mal­
trechas por mis papeles con mucha_ anterioridad al Concilio, son
• 893
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FRANCISCO ]OSE FDEZ. DE LA CIGOÑA
ahora poco menos que atribuidas al Espíritu Santo y presentadas por
próceres insignes como verdades caídas del cielo.
"Entiéndaseme bien: la doctrina maritainiana es fragilísima desde
el punto de vista católico, no desde el punto de vista liberal. Y am­
bos pulltos de vista llevan a posiciones que no se pueden casar: sólo
, se pueden liar entre sí por un compromiso inestable, y ese compro­
miso
es el lío postconciliar".
Las
conseruencias están
claras para Leopoldo Eulogio Palacios:
"Más de 20.000 sacerdotes han abandonado su ministerio. Otros van
disfrazados de seglares. La tradicional misa latina ha sido babelizada
y sometida después a podas e injertos- de estilo protestante. Se cie­
rran, faltos de alumnos, los seminarios. Yace descaecida
la flor del
ascetismo cristiano, decrece el sentido escatológico de
la vida, y mu­
chas veces parece que la Iglesia no t!ene ya más misión que la de
ponerse a arreglar ·este mundo".
Es muy cierto que las más endebles teorías de Maritain son hoy
norte y faro de algunas jerarquías religiosas. Pero cuando el norte
no es fijo y el faro carece de luz, el naufragio es seguro. Y eso es lo
que está pasando, aunque J. l., iniciales de un conocido sacerdote,
español, pretenda desde un artículo que no merece
ser citado,
salvar
lo insalvable. Las mismas iniciales y el mismo periódico habían co­
rrido ya al quite de Díez Alegría en un artículo altamente elogios<;>
para con el jesuita exclaustrado. Y poco después era Hans Küng el favorecido con los fervores del clérigo periodista. Todo ello es con­
secnencia del desorden mental que Maritain introduce en la Iglesia
y que no se sanará hasta que sus doctrinas sean definitivamente re­
chazadas.
IV. DE MARITAIN A MouNJER.
Louis Salieron nos dice: "A los ochenta y cuatro años, Maritain
realiza esa paradoja de la yuxtaposición de una fe inquebrantable y
de una filosofía política en la que el comunismo que él repudia, halla
todos los jllstificantes".·La fe de Maritain no le hizo caer en el mar­
xismo. No ocurrió otro tanto cori. Mounier: "Mounier, prosigue Sa-
894
Fundaci\363n Speiro

MAURE.AS, MARJTAIN, MOUNIER ...
lleron, en este aspecto ( el de sus -inclinaciones hacia el comunismo),
hace pensar un poco en Sartre, el cual queda siempre fuera del "par­
tido", toma en
tal o cual circunstancia sus grandes distancias de él,
pero insiste en dejar bien claro
que en él está
la salvación
y la verdad,
porque en él está
la Historia en marcha". Y concluye el escritor fran­
cés: "¿Es verdad que aún ejerce una influencia sobre algunos am­
bientes? Me lo dicen. Me cuesta creerlo, porque ¿qué puede él dar­
les? Hizo figura de innovador entre las dos guerras porque estableció
una comunicación entre
él marxismo y algunos círculos importantes
de la "intelligentsia" católica.
Pero hoy

día en que
el marxismo está
por todas partes, Mounier debe parecerles a los jóvenes una "vieille
lune". Sus audacias harían sonr_eir. Ya están muy "superadas". Y así
es. La bibliografía sobre Mounier, abundantísima, es de una monoto­
nía inaguantable. Leído uno cualquiera de los libros de sus hagió­
grafos se han leído todos. Y sus posturas, explosivas en aquel enton­ ces, tienen que parecer hoy a los sedicentes católicos, marxistas incluso
conservadoras. Pero a los trece años de la "Divini Redemptoris", en
pleno Pontificado de Pío XII, su afirmación de que "nosotros con­
tinuamos en actitud de alerta para que no se rompa esa unión ( con
los comunistas) ya que el
coffiunismo sigue

controlando
una buena
parte del proletariado",
hecha en vísperas de su muerte, mostraba
una vez
más, y demasiado escandalosamente, el error de la condena
de la Acción Francesa.
Pero si la literatura favorable a Mounier es muy abundante,
y
en general de escaso valor (cfr., por ejemplo, el libro de Roberro
Coll Vinenr, "Mounier y
el desorden establecido"), sí merece ser
citado
el libro de ManueL Zurdo Piorno CMF, "De Mounier a la
teología de la violencia" (Madrid, 1969)
que analiza
lúcidamente los
graves fallos del pensamienro del fundador del personalismo. También
merecen ser leídas las páginas que- Juan Vallet
_dedica a Mounier en
su excelente trabajo "¿Cristianismo marxista?"
(VERBO, agosto-sep­
tiembre-oc;,tubre 1972,

núm
.. 107-108, recogido

en "Daros
y notas
acerca del cambio de
estrucn.u:as", Madrid,

Speiro, 1972), así como
el artículo de Zurdo en
Ecclesia (30-8-69) titulado: "La verdad sobre
Manuel Mounier", aunque si se
lee su
libro ya citado el artículo pier­
de interés.
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FRANCISCO ]OSE PDEZ, DE LA CIGORA
En 1950 fallecían Marc Sangnier, León Blnrn y Emmanuel Mou­
nier. Este último en
v_ísperas de

cumplir los
cuarenta y cinco años.
Gustavo
Cor~ao nos

dice: "El P. Danielou, que pocas veces en
la
vida dejó pasar una buena ocasión para callarse, escribe (en "Emdes",
mayo 1950):
"en pocas ocasiones la muerte pareció tan desconcer­
tante a los ojos de los_ hombres, porque Mounier parece dejarnos en
el momento en que una generación necesitaba más de él". El P. Rou­
quette, en

"Temoignege Chrétien" (marzo 1950) fue menos oscuro
y soltó a los cuatro vientos su elogio fúnebre de Mounier: "Ese pro­
feta de
la 'contestación' -cristiana, ese lúcido marxista que no se dejó
ligar a los dogmas políticos ... ". 1950,
el año de la "Humani Ge­
neris".
El catolicismo francés había tocado los límites mismos de la
fronda. Hasta entonces
hay que señalar el movimiento "J eunesse de
l'Eglise", nacido en 1936
que guiado

por
el P. Montuclard va identi­
ficándose cada vez más con el marxismo. En 195 3
·es llevada al Indice
la obra de Montuclard, "Les Evenernents et la
Foi" y poco después
el P. Montuclard abandona los hábitos. Montuclard era dominico, el
P. Chaillet, jesuita, funda en 1941 "Ternoignage Chrétien". Poco
después diría en ese semanario André Mandouze: "Les Comunisres? Je suis avec eux". El P. Godin, muerto a los 37 años en trágicas
circunstancias,
lanza su

famoso
"La France,
pays
de mission"? En
esa línea se inscribiría
la carta pastoral que el Cardenal Suhard pu­
blicaría poco tiempo después, "Essor ou declin de l'Eglise". En ella tienen
tabida todos

los tópicos del progresismo católico, naturalmen­
te, tratándose de un cardenal, dentro de la ortodoxia. Ya en 1947 se
hablaba de
la crisis de crecimiento. Palabra que a partir de entonces
llenará la boca de tantos obispos y cardenales que creían que pro­
nunciaban una palabra mágica que abriría las puertas del futuro cuando cualquiera veía que no era más que una inmensa estupidez. Y vino después "Economía y Humanismo",- de los también do­
minicos Lebret y Desroches, este último pronto secularizado y con­
·vertido en comunista. Y
la gran tragedia de los sacerdotes obreros
que

cuando Roma, con poderosas razones, decidió suspender la ex­
periencia, dieron al mundo
el escándalo de renegar de su sacerdocio.
Estamos ya en 195 3. La
fuerza del
catolicismo francés, para
el bien
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MAURRAS, MARJTAIN, MOUN/ER ...
o para el mal, parece agotada. En el concilio aún jugó un papel
importante,
pero' al
lado de los Chenu, Cangar, Lienart, etc.,. estaban
ya los Schilleebecks, Alfrink, Rahner, Küng . . . La teología de la muerte de Dios es de origen anglosajón
y la más moderna de la libe­
ración es
producro iberoamericano, con raíces francesas, sin duda,
pero trasplantadas ya a otro ambiente y a otra cultura. El catolicismo
francés parece exhausto y las ex]_)ériencias de, por ejémplo, un Be;ret
apenas

permiten
la comparación con las de un Franzoni. Pero la se­
milla prendió en otros terrenos
Y: Ja crisis de la Iglesia va en au"merito.
Y a lo lejos sigue estando, no c.¼ímo causa primera, pues el IllilI está
en el hombre desde el pecado original, pero sí eón toda la fuerza
que realmente tuvo, la gran equivocación de la condena de la Acción
Francesa. No cabe hacer conjeturas con hechos que pudieron ser de
otra manera, pero que no fueron. Pero sí se puede sospechar, y con
mucho· fundamento, que de haberse mantenido el mejor catolicismo francés vinculado a Maurras y a su movimiento muchas lamentables
desviaciones no se habrían producido. El libro de
Cor¡:ao relata

estos largos y cargados años, que en
estas líneas hemos trazado a vuelapluma, con mucha más detención.
Algunos capítulos los encontrará el lector cortos.
Es inevitable. Cada
uno de ellos podía dar origen a un extenso libro. Pero de su lectura
se obtendrá una perspectiva imprescindible para entender muchas
de las cosas que hoy están pasando. Gustavo
Cor~ao nos da una

inteligente interpretación del pro­
gresismo cuando dice: "Como los aviones a reacción
el 'progresista'
sólo se mueve 'hacia adelante', esto es, en la dirección a la que _ él da
toda clase de
eufemísticas denominaciones,

a costa de
la retropropul­
sión de su propia sustancia. No
rile cuesta

demasiado trabajo imaginar
la "Nueva Iglesia" de los progresistas en una vistosa .y adornada aero­
nave que se dirige hacia el soñado Nuevo Mundo con una propul­
sión que procede de la enérgica expulsión de su carga. Expulsa
el
latín y gracias a ello avanza unos kilómetros; expulsa violentamente
el gregoriano, y avanza otros tantos kilómetros; expulsa las imágenes,
las sotanas,
la tonsura, los signos de lo sagrado: nuevo avance; en
una expulsión cada vez más rápida se deslastra del misal, del bre­
viario, del celibato sacerdotal; acelerando
el motor de retropropulsión
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FRANCISCO /OSE PDEZ. DE LA CIGOf'iA
expulsa los dogmas, lós mandamientos y las bienaventuranzas. Y así,
cruzando
la estr~tosfera como un bólido incandescente la aeronave
llegará un día a Marte o a Venus, donde sus habitantes, estu_pefactos,
v_erán que la enorme aeronave no trae nada ni a nadie, llega vacía,
trae el vacío absoluto y absolutamente ecuménico".
Así es lo que está
ocurriendo. Y
una de las primeras cosas arro­
jadas por la borda fue de manos de Paulino, Cardenal Andrieu, Arz-
-
obispo

de Burdeos, en 1926. Ni el anciano cardenal ni
el Romano
Pontífice previeron las
conseruencias. Y

el segundo, hábilmente con­
vencido, creyó sin duda que
el bien de la Iglesia exigía la dolorosa
medida. Hoy, tantos años después, vemos claramente que fue una
equivocación.
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