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Número 126-127

Serie XIII

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Una nueva concepción del hombre: el humanismo y el protestantismo

UNA NUEVA CON-OEPCION DEL HOMBRE:
EL
HUMANISMO Y
EL PROTESTANTISMO
POR
JosÉ MARÍA ALSINA ROCA.
El Renacimiento es la . primera manifestación cultural que lleva
consigo los gérmenes que van a producir
la quiebra
de la uuidad re­
presentada por la Cristiandad medieval; pero esta quiebra se pro­
duce no solamente por la forma en que se presenta el Renacimiento
sino también por las r~cciones que surgitán enfrentándose con él.
El Renacimiento, sobre todo en sus inicios,
fue un movimiento de
clara inspiración pagana que se refleja en sus manifestaciones más
genuinas; pasamos
de uua concepción cristocénrrica del hombre, del
mundo, de la vida social y política, a una visión antropocéntrica; pero
casi inmediatamente surge el intento de cristianizar el humanismo
pagano.
La adaptación a la mentalidad cultural que había aparecido
completamente ajena a la inspiración cristiana hacia problemático,
al
mismo tiempo que generador de confusiones, este intento de cris~
tianizarlo,
El principal exponente de este humanismo cristiano es Erasmo.
Su figura es muy conocida, amigo de los papas
y de los reyes de
aquel momento, será
el gran protegido e incluso su inspirador. Irr­
tenta

presentar las características culturales del humanismo, no sólo
como aceptables para la religión, sino incluso como la expresión más
genuina. Nos encontramos en sus escritos con. una valoración de
la
cultura desligada de todo fin sobrenatural, juzgada únicamente como
algo valioso en sí mismo, al mismo tiempo que presenta una crítica
mordaz
y satírica a los rasgos que habían sido más significativos del
muudo cultural del medioevo. Erasmo en su libro
Elogio de la locura, critica duramente la
vida monástica, las devociones
y santos populares, e incluso la de-
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/OSE MARIA ALSINA ROGA
voción mariana, tan arraigada ya a finales de la edad media. Esta crítica despreciativa nace de contemplar todos estos elementos reli­
giosos como frutos de la pequeñez humana,
y aquí se manifiesta la
característica con que se enfrenta· a lo hum.ano en cuanto sabio, en
cuanto grande, en cuanto capaz de generar grandes valores en sí
mismos
apreciables.
Frente

a la concepción humanista nacida dentro del mundo re­
nacentista,- el protestantismo aparece como un movimiento que quie­
re reaccionar contra esta
secularización religiosa.
Frente a la prima­
cía de lo humano que ha invadido todos los campos culturales, frente
a la falta de tensión religiosa que se manifiesta incluso en la relaja­
ción de algunas Ordenes religiosas a finales de la edad media, el
protestantismo presenta una apariencia de querer afirmar otra vez
la primacía de lo divino frente a lo humano.
En esta perspectiva aparece el hum.anismo ,Y el protestantismo en
polos opuestos, el primero afirmando los valores humanos, mientras
que el protestantismo subraya el poder de Dios frente al hombre
caído por el pecado.
A. pesar de esta oposición encontramos entre el protestantismo y
el humanismo muchos puntos de comaeto: la ridiculización de las
devociones populares,_ de la vida monacal e incluso el .menosprecio de
los sacramentos, que menciona Erasmo; también lo podemos · encon­
trar en los escritos del protestantismo, especialmente en Calvino.
Aunque usa casi los mismos términos el tono de expresión es muy
distinto; sus críticas son más ásperas y sin la frivolidad típica de
Erasmo. Esta coincidencia es, sin embargo, fruto de una
p,;oblemá­
tica muy distinta. La crítica h~nista nace de una visión cultura­
lista del problema religioso, mientras que para el protestantismo son
elementos hÚlllanos introducidos en la religión, por lo tanto indignos
de lo divino.
Lo humano está radicalmente perdido y abatido por el
pecado.
La concepción protestante del hombre es puesta de- manifiesto
en su doctrina sobre la gracia contraponiéndola a una pretemüda
concepción humanista sostenida por la Iglesia. El ~imismo protes­
tante ante la naturaleza humana por su radical impotencia
para poder
obrar el bien, se quiere presentar enfreotada a una concepción eri
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EL HUMANISMO Y EL PROTESTANTISMO
que la salvación es fruto conjunto de la obra humana y divina en
un plano de igualdad. Frente al confusionismo nacido en los primeros momentos de la
polémica antiprotestante, en la cual intervendrán figuras tan repre­
sentativas del humanismo renacentista como Erasmo y Enrique VIII,
el O,ncilio de Trento expondrá con toda claridad la doctrina profe­
sada

por la Iglesia sobre la gracia.
Frente al optimismo humano con el que era acusada la Iglesia
por los protestantes, aparece a la luz del O,ncilio de Trento la fuer­
za

de la gracia capaz de sanar la naturaleza humana caída por el
pe­
cado y obrar en ella los frutos de la Redención .. Es significativa la
actitud en que los humanistas y el protestantismo se colocan ante la
Virgen y su papel en la economía de la Redención. El menosprecio,
incluso la ridiculización de la devoción mariana que hace Erasmo,,
nace de la falta de grandeza aún desde el punto de vista simplemente
humano con que es enfocada esta devoción. Por su parte los protes­
tantes interpretarán la devoción mariana como la afirmación de unos
valores simplemente humanos. No serán capaces de ver
en la Virgen
la grandeza de la obra de Dios y la penetración en la naturaleza hu­
mana

de
la obra de la gracia.
En la perspectiva antinómica con el humanismo, se ha podido
afirmar que el protestantismo represente una herejía medieval, en
cuanto reafirma frente a un mundo renacentista preocupado
y cen­
trado en las grandezas. humanas, la debilidad e impotencia del hom­
bre. Esra

falsa dialéctica estuvo
propic.iada por
las circunstancias que
atravesó la Iglesia en el momento en que surge la herejía luterana.
Un Papa, León X, más preocupado por la cultura que por reafirmar la
verdadera doctrina, más preocupado por el arte que por regular otra
vez una verdadera vida monástica, que ante la herejía protestante,
confía en
_Erasmo para
impugnarla. Hasta que no surgen en el seno
de la Iglesia los santos de la O,ntrarreforma y se lleva a cabo el O>n­
cilio de Trento, la Iglesia vivirá unos momentos de confusión, apo­
yados en un falso optimismo, minimizando la gravedad de la herejía.
En contraposición tanto con el movimiento humanista como con
el
protestantismo se nos
presentan los
santos que_ dieron lugar
-a la
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Contrarrrtorma. En la figura y espiritualidad de San Ignacio nos
aparece con
claridad este
contraste. Por un lado su fidelidad a
la
doctrina de la Iglesia, centrada en la afirmación de la supremacía de
Dios iluminando
toda
la vida
del hombre, y la valoración de aquellos
medios despreciados por los humanistas,
y negados por el protestan­
tismo que
la Iglesia ha puesto a disposición del hombre en orden a
su salvación. Ejemplo de lo que acabamos de decir es
la alabanza
que hace San Ignacio en sus Reglas "para sentir con
la Iglesia"
de
las devociones de los Santos, los cirios en la iglesia, etc., que revelan
como en la fidelidad a la Iglesia, el hombre penetrado por la gracia
puede
dar frutos de salvación.
Para comprender con más profundidad el alcance desintegrador
del humanismo renacentista, podemos contemplar el desarrollo his­ tórico de los distintos movimientos que han ido presentándose bajo el título de "humanismos".
El Humanismo del siglo XVI, quiere aún conservar la fe cristiana
pero nos presenta al hombre no asumido radicalmente por Dios y
por lo tanto sus actitudes culturales y sociales serán valoradas con
criterios puramente humanos. En
el siglo XVIII la Ilustración también
querrá presentarse como una ideología reivindicadora de los valores
humanos, pero esta reivindicación sólo será posible a partir de la
negación de
la fe cristiana. Habrá desaparecido un Dios personal,
encarnado para redimir al hombre, quedando
la afirmación de un
vago deísmo. Un paso más en este camino emprendido lo dará el
Humanismo socialista en el que
la glorificación del hombre es pre­
sentada como su deificación. Hemos pasado, como dijo Paulo VI,
de
la religión

de un Dios hecho hombre a
la religión del hombre
que se hace dios.
Paralelam~nte en

la evolución que ha ido surgiendo en muchos
sectores, el p1'9testantismo nos revela los elementos disociadores que
presentaba ya desde los primeros momentos. Bajo una apariencia de
radicalidad religiosa la
· paulatina
destrucción de gran parte de los
dogmas de
la fe ctistiana dentro del. pr9testantismo, deriva de una
reducción fideista de la
fe y de la falta de una afirmación clara del
poder restaurador de la gracia en
la naturaleza
humana; todo ello
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EL HUMANISMO Y EL PROTESTANTISMO
llevó al protestantismo a convertirse simplemente en un movimiento
humanista al que inicialmente se había opuesto en forma tan radical. Otras perspectivas también nos ayudarán a comprender como
mo­
vimientos tan opuestos llegan a conformar actitudes e ideologías muy
semejantes. Los humanistas dividieron a la humanidad en dos clases:
el mundo de los humanistas que participaban de la sabiduría, de la
cultura de aquel momento histórico, y enfrente a él, el mundo de )os
bárbaros que aún no bahía accedido a participar en estos principios
salvadores; por Jo tanto el caroino que debía seguir la humanidad
era el trazado por los primeros en sus escritos. Llevan esta afirma­
ción a casos tan concretos que llegan a caer en el ridículo. Para Eras­
mo, el papel de la mujer cristiana era el de educar a los hijos, pero
para ello era necesario participar del mundo de la sabiduría y de la
cultura, Jo cual le llevaba a poner como condición necesaria para el
desempeño de su función educadora, la educación de las madres en
el conocimiento del
latín, para

poder participar de la "sabiduría
hu­
manista". En este· caso concreto se revela como el Humanismo aun
cuando no ha perdido la fe cristiana, su concepción de la vida y del
hombre ya no está centrada en la fe.
La conversión del protestantismo en un· tipo de humanismo, del
que ya hemos hablado anteriormente, tiene su origen en la falta de
visión integradora entre la natutaleza humana y la gracia. Por otra
lado

la misma vaguedad que contenía su doctrina sobre la predesti­
nación, llevó a múchos sectores protestantes a· buscar eri las acciones
humanas los signos que revelaran la seguridad de su salvación. Esta
es la tesis que sostiene Max Weber, como los orígenes del capitalismo
se encuentran en la ética protestante, no derivada directamente de la
doctrina de Calvino, pero sí de la forma que fue interpretada y vivida
por los movimientos puritanos. Esta mentalidad es la que se mani­
fiesta en la revolución puritana de Cronwell, en la conquista del Oeste de los Estados Unidos
y, en general, en el moviµtlento liberal
protestante
que simboliza en el triunfo económico y social la
mani­
festación de Dios bada el pueblo elegido.
Mientras que los Humanistas dividían a la humanidad en dos
grupos sociales: los sabios y los bárbaros, en estos movimientos pro­
testantes también el mundo queda dividido entre predestinados y
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/OSE MARIA AISINA ROCA
condenados, formando parte del primer grupo, naturalmente, ellos, y
encontrando su confirmación en el triunfo de los distintos objetivos
políticos o económicos.
El
marxismo actual, nos pone de relieve cómo se pueden combi­
nar satánicamente estas dos tendencias. Por un lado se nos presenta
como un verdadero humanismo, consistente en desligar al hombre
de Dios
y llevarlo a ocupar su sitio; pero, por·orro lado, participa de
este sentimiento de elección de pueblo elegido, con la misión de
redimir al mundo a través de una revolución económica y social. Es
una herencia del proceso secularizador que fue atravesando los dis­
tintos sectores del protestantismo.
En la actualidad, también nos encontramos con actitudes
y pro­
blemáticas semejantes a las del Renacimiento; nos referimos a la
falta de visión religiosa,
y a la falta de radicalización en lo sobrena­
tural, cuyo fruto fue la aparición del humanismo y del protestan­
tismo.
Sin una actitud que vaya a buscar su fuerza en lo más esencial
de
la religión cristiana, en que el centro de la vida humana, de la vida
política
y social no resida en Dios, es imposible vivificar y asumir
todo _lo humano sin antítesis disgregadoras incapaces de ofrecer un
camino de salvación.
El optimismo inútil y la minimización de la herejía protestante
y su peligro para la unidad de la Iglesia caracterizó algunos sectores
de la Iglesia, lo cual dificultó la labor que más tarde realizó el Con­
cilio de Trento.
Con todo, lo que
acabarnos de

decir nos parece que
el problema
nuclear alrededor del
cual se presenta el humanismo y el protestan­
tismo es
el de las relaciones del hombre con Dios y lo podríamos
concretar con un detalle eminentemente revelador. La actitud que
compartieron humanistas y protestantes de ridiculizar las devociones
populares extendidas . en el seno de la Iglesia, que respondían, para
unos

a un desprecio de lo pequeño frente a lo sabio, y para otros por
verlo algo simplemente humano, en
el fondo coincidían en la nega­
ción de una concepción de la vida humana centrada en Dios que
podía ser integrada y vivificada por la gracia divina.
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