Índice de contenidos
Número 126-127
Serie XIII
- Textos Pontificios
-
Monográficos
-
La fundación de Chile hispánico. Ciudades y Cabildos
-
El reino de Chile en el Padre Alonso de Ovalle (1601-1651)
-
El caso chileno. La política en Chile desde 1810 a la caída de Allende
-
La economía en Chile durante el período de gobierno de la Unidad Popular. La vía chilena al marxismo
-
Significado de un despertar
-
Reflexiones desde Europa tras los acontecimientos de Chile
-
Apéndice documental y comentarios
-
- Actas
- Crónicas
- Estudios
- Congresos
- Información bibliográfica
Autores
1974
Significado de un despertar
SIGNIFI(:AOO DE UN DESPERTAR
POR
JUAN ANTONIO Wmow.
Director de Tizona.
Quienes amanecimos el 11 de septiembre pasado escuchando, por
la radio, marchas militares
y, luego, la proclama de la Junta Militar
de Gobierno
en. que
se exigía a Allende la entrega inmediata de su
cargo
y declaraba la decisiqn de "luchar por la liberación de la ¡,arria
y evitar que nuestro país caiga bajo el yugo marxista", empezábamos
a
despertar de una pesadilla.
Lo peor de un gobierno marxista es la ausencia absoluta de futuro,
es la necesidad de atender exclusivamente a la
supervivenci'.1 cotidia
na,
sabiendo que cualquier medida tomada por los
. que sól? cuidan
de tener el "poder total" puede borrar de un plumazo esa supervi
vencia en los días que vienen. Es verdad que en Chile aún teníamos libertad de prensa,
y que
la oposición al Gobierno aún
podía ser
ejercida
tle manera
pública,
pero .. . ¿hasta cuándo? La felicidad de un pueblo no consiste, por cierto, en la posibilidad de oponerse al Gobierno. Y en el mes de
agosto pasado ya estaba
todo absolutamente marcado.: de
una parte,
por la necesidad angustiosa de procurarse los ·alinientos indispensa
bles y, de otra, por la politización profunda de todos los actos, hasta
los más insignificantes, pues todo estaba afectado por la destrucción
del bien común.
Muchos creíamos que::, si llegaba el día en que supiéramos de la
caída del Gobierno de Allende, íbamos a ser presas de·la euforia y de
la alegría incontenibles.
No fue
así, sin embargo.
La noticia nos
pilló fríos, extrañando en nosotros mismos la ausencia de una reac
ción que esperábamos. Poco a poCO, el convencimiento de que la
caída del marxismo es real, y que es real la recuperación dé nuestros
663
Fundaci\363n Speiro
JUAN ANTONIO WIDOW
derechos de personas, y real también la presencia de nn Gobierno que
tiene como intención el bien común, se ha ido apoderando de nos
otros. Y tal como la solidez de la tierra que pisamos se hace objeto
de nuestra honda gratitud luego de despertar de una angustiosa
pe
sadilla, la tranquilidad y la paz interiores que volvemos a gustar,
después de tres años en que toda posibilidad de alegría estaba deste
rrada, nos mueve desde lo más profundo a lo único que traduce con
fidelidad este nuevo y olvidado estado de ánimo: dar gracias a Dios.
He comprendido esa situación horrible de tantos millones de per
sonas sometidas a regímenes comunistas: su condena a la tristeza,
al olvido completo de toda forma de alegría del alma. Al saber lo
que son tres años de esto, én los· que conservamos a pesar de todo
la esperanza de una salida -la esperanza dolorosa de lo que no se
ve-, comprendo la tristeza inmensa -ésa en que se ha olvidado lo
que es una lágrima-, de los que viven sometidos al comunismo du
rante diez, veinte o cincuenta años, 1a de aqúellos · que, como che
coslovacos o húngaros, han creído ver por un momento la luz del
amanecer, para verse luego más duramente sometidos a la tiniebla
sin fin del comlJD..ismo, ante la indiferencia o la complicidad de los
que podrían haberlos salvado. He comprendido también que la in
diferencia es la peor negación del amor, el peor pecado contra la
caridad.
La tristeza de los que .viven en un régimen comunista no es como
la que sobreviene, circunstanci~mente, ante una mala nueva. · Es, por
el contrario, la que nace de la imposibilidad práctica de una buena
nueva.
Es la tristeza hecha hábito, counaturalizada, es la negación de
la simple posibilidad de la alegría.
• • •
El marxismo no gana posiciones, sino que llena vacíos. Su insta
lación en el poder en Chile, en 1970, no se explica sólo por razones
electorales. Había, como condición fundamental para lo que enton
ces ocurrió, un embotamiento colectivo, ese embotamiento que es
causa y a la vez efectó del relativismo democrático. Es probable que
si Salvador Allende hubiese trinnfado en las elecciones presidencia-
664
Fundaci\363n Speiro
SIGNIFICADO DE UN DESPERTAR.
les de 1964, le hubiera sido prácticamente imposible asumir el poder
político; _ pues entonces aún había resistencia viva y espontánea a la
posibilidad de ser gobernados por un marxista. Esa resistencia, en
1970, ya estaba completamente aletargada. Me refiero a esa salud
moral de un pueblo,
y especialmente de su clase dirigente, en virtud
de la cual se conserva vivo y consciente el aprecio por lo que es el
verdadero bien común.
Los
marxistas pueden
hablar de una vía democrática al socialismo
sólo en la medida en que falte ese sentido común básico que Je haga
reconocer al país, de manera espontánea y clara, cuál es su auténtico
bien. Hay circunstancias, en las naciones, en que ese sentido se pier~
de, desapareciendo la aspiración al bien común tras el interés exclu
sivo por
el bien particular, y siendo reemplazada por la letargia del
"aquí nunca pasa
nada"", que
es justamente
Jo que permite que en
un país
pasen las cosas peores. Esro fue efecro en Chile de Jo que
he llamado el relativismo democrático,
el cual no se ha dado sólo en
el plano de las decisiones y las formas políticas, sino en éstas como
efecto o fruto de una situación a·núnica colectiva de escepticismo y
de indiferencia con respecto a los bienes morales y espirituales en
que
se funda la existencia social. Es verdad que esta .situación es, en
gran parte, efecto de la ausencia de virtudes en los gobernantes; pero
lo que sucede es que esa ausencia se proyecta en todo el cuerpo so
cial desde quienes tuercen el sentido de
la autoridad política, pro
duciéndose un vado que, como en los fenómenos climáticos, genera
la anarquía y la violencia: la fuerza colectiva, al no ser gobernada
por
la inteligencia colectiva, que. debería estar representada
por-· la
autoridad, queda absolutamente abandonada a sí misma, sin finalidad
ni control.
Quienes en Chile colmaron la medida del relativismo político
-directamente destructor, como digo, de
la objetividad del bien
común- fueron los demócratacristianos, los que actuaron no sola
mente como partido político y desde el poder cuando lo ocuparon
entre 1964
y 1970, sino como una mentalidad disociadora que se
extendió, como mancha de aceite, desde importantes sectores univer
sitarios y del clero. Era el subjetivismo liberal aparentemente trans
figurado en caridad cristiana, en virtud del cual el marxismo se pre-
665
Fundaci\363n Speiro
JUAN ANTONIO WIDOW
sentaba como una "buena intención que yerra en el procedimiento".
La preparación del terreno para la "experiencia socialista" corrió
casi exclusivamente por cuenta de esta mentalidad; que dejó inerme
y estupefacta a gran parte del país y refutó s_istem.áticamente !os ar
gumentos morales de quienes podían con eficacia oponerse a la ca
tástrofe en ciernes.
Ahora bien, lo sucedido en Chile prueba que si la iniciación de
una "experiencia" como· ésta requiere como condición sine qua non
ese aletargamiento previo de las fuerzas y organismos naturales de
la sociedad, también ha demostrado que su puesta en práctica, cuan
do éstos se encuentran sólo aletargados y no muertos, estimula na
turalmente todas las formas sociales del instinto de conservación. Si
el
cáncer marxista --empleando la precisa expresión del General
Leigh, miembro de la Junta Militar de Gobierno-, no mata rápida
mente al enfermo, inevitablemente va a producir en él fuertes anti
cuerpos. Es lo que ha sucedido en Chile, y es también la razón por
la cual se ha reafirmado la tesis de los ortodoxos del marxismo-leni
nismo, de que la única vía eficaz al socialismo es
la de la dictadura
del proletariado segón el molde soviético: la "vía
democr:itica" es
sólo
un recurso propagandístico.
El mismo Allende, ya al cabo de su primer año en el poder,
cedió a la tesis comunista, incluso en sus discursos públicos, abando
nando la contraposici6n entre la "vía chilena" al socialismo y la dic
tadura del proletariado. Esta~ conseivando su esencia, podía realizarse
bajo formas particulares, una de las cuales podría ser esta "vía chi
lena", que así tendría sólo diferencias accidentales con respecto a
todas las otras "vías" por las cuales
se-ha impuesto
el comunismo en
otras naciones, y que han tenido siempre como elemento común y
súbs
tancial la liquidación
moral
y física de todas las · personas, institu
ciones y fuerzas que podrían representar algón tipo de oposición a
la consecución plena del "poder total".
Ya a fines de 1971, cuando se inició activamente en Chile la
resistencia civil al
iégimen marxista,
que
tuvo sus·
primeros actos
visibles en la defensa de la Facultad de Dérecho de la Universidad
de
Chile contra
los intentos de insrrumentalización
y en la famosa
"marcha de las cacerolas", se podía notar que Allende no insistía
666
Fundaci\363n Speiro
SIGNIFICADO DE UN DESPERTAR
tanto en que al socialismo se llegaría "por nuestro propio camino",
distinto a cualquier "modelo extranjero", y que la tesis del Partido
Comunisra se imponía gradualmente al gobierno. Luis Corvalán, se
cretario general del P.
C., escribía en Pravda, de Moscú, el 2 de
enero de 1972, que "la llamada vía chilena no niega en absoluto los
principios generales de la lucha de clases, incluidos los relativos al
paso del capitalismo al socialismo". Poco más rarde, en marzo del
mismo año, Sergio Ramos, miembro de la comisión técnica del P. C.,
afirmaba que "existe una confusión entre lo que es la forma y lo
que es la esencia de la dicradura del proletariado; lo que constituye
la esencia de la dicradura del proletariado, la
necesidad absoluta de
su hegemonía en el período de
rransici6n al
socialismo, se confunde
con las formas que esra hegemonía puede asumir" (1).
La implanraci6n de una dicradura del proletariado indudable
mente ofrecía dificulrades graves, por el simple
hecho de
que Allende
no
bahía recibido
un país destruido
y desmantelado, ni se había im
puesto por las armas. Debían ser destruidos todos los organismos
sociales naturales, o. domesticados totalmente por el Estado, incluidas,
de manera principal, las Fuerzas Armadas. Esto era inseparable de
la "vía al socialismo". Ahora bien, la dificulrad fundamental consis
tía en que esta intención no podía ocultarse del todo, por el mismo
hecho de estar los marxistas en el poder: o actuaban de acuerdo a
sus principios, manifestando implícitamente, en todos sus actos, su
intención final, o echaban por la bo!da estos principios_ para cons
tituirse en un gobierno "demócrático
y burgués·" más. Estaban de
masiado comprometidos, y eran muy
fuertes las presiones
internas
y
externas -incluido el chari,trige a ciertos personajes claves, sobre todo
desde Cuba-, como para que se diera esta segunda posibilidad; ha
bía que marchar por la vía al socialismo, la cual pasaba necesariamente
por la dicradura del proletariado. El mismo Sergio Ramos, porravoz
en esto del pensamiento oficial del P.
C. y, por lo mismo, del Gobier-
( 1) Esta cita, y las otras, referentes a la interpretación comunista de la
«vía chilena al socialismo», las ha tomado del excelente artículo de Juraj
Domic, «El partido comunista liquida la vía chilena al socialismo», publicado
en
la revista «Portada» de Santiago dé Chile, núm. 38 de abril de 1973, pá
ginas 8-18.
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Fundaci\363n Speiro
JUAN ANTONIO WIDOW
no de Allende, escribía, en el texto citado, que "la conquista del
poder político pasa (no es lo mismo que, ni se agota en) necesaria
mente por la destrucción del ejército permanente
y la policía, en
tanto instrumentos de represión a favor de la burguesía y en contra
del proletariado, puesto que en el uso de la fuerza que ellos suponen
se fundamenta el uso de la violencia de la burguesía". Los actos del
gobierno marxista
contra los organismos sociales
naturales se fueron sucediendo, cada vez más intensa y violentamente,
desde noviembre de 1970, fecha en que Allende asumió el poder. En
el campo, prácticamente se destruyó
la propiedad privada, continuan
do la obra iniciada en este sentido por la democracia cristiana. Casi
todas las
grandes industrias
fueron requisadas, intervenidas o com
pradas
---mediante fortísima
presión a sus antiguos dueños- por
el
Estado, y también muchas de las medianas y. pequeñas, cuando éstas
no eran ahogadas mediante
la restricción de precios, la negación de
materias primas o las presiones impositivas. Igual hicieron con los comerciantes. En marzo de este año debía ser aplicada en todo el
país la
"Escuela Nacional
Unificada", que imponía masivamente
y
a todos los niveles de la educación la "concientización" marxista. Se
postergó su aplicación debido, principalmente, a la oposición clara y
expresa de los oficiales de las
Fllerzas Armadas,
las
cuales tuvieron
de
esta manera, como cuerpo, su primer enfrentamiento con
el Go
bierno de Allende.
La resistencia civil se fue haciendo cada vez más violenta, hasta
culminar en
el paro generalizado de actividades que comenzó en los
últimos días de julio
y terminó sólo cl 11 de septiembre. Este paro
ya no tenía como objeto reivindicaciones gremiales, sino lo único que podía permitir que siguieran existiendo esa multirud de cuerpos
y o!ganismos industriarles, comerciales, profes~onales y laborales, en
una
situación de
mínima normalidad
y seguridad: el final del Go
bierno de Allende. Se le pidió públicamente la renuncia a su cargo,
recolectándose cientos de miles de firmas en todo el país para apo
yar esta petición.
Era claro, sin embargo, que, ante un gobierno marxista, esta
ac~
ción
civil no
tenía-la
eficacia proporcionada a sus objetivos.
La hu
biese tenido
sólo de haber existido en los gobernantes un resto de
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Fundaci\363n Speiro
SIGNIFICADO DE UN DESPERTAR
conciencia moral capaz de hacerlos rectificar o renunciar; pero esto,
ya se sabe, en los marxistas,_ en la
.. medida
en que lo son, no puede
existir. Así como muchos habían ido quedando a
la vera del camino,
el resto tenía, a la corta o a
la larga, el· mismo destino. Por esto, la
única esperanza
era· la
acción de
las Fuerzas
Armadas.
Es illdudable que esta situación era clara para los estrategas de
la.política
marxista: no
SQio había que vencer la oposición civil, sino,
sobre
todO, la
amenaza militar. El
único medio
que se les ofrecía con
probabilidades de éxito
eta el de dar un primer golpe contundente
y profundo, que d~s~ticular_a y anulara las fuerzas contrarias, espe
cialmente
las militares.
El medio no era original, por cierto, pues es
el mismo que, en diferentes circunstancias, ha aplicado O; intentado
aplicar el comunismo para hacerse con.
el poder total: el descabezamien
to violento de todas las fuerzas de oposición.
Así, al menos, se des
encadenaría una
guerra civil . en
la que
hubiera tenido
considerable
ventaja el comunismo.
Esto era el "plan
2-" de los marxistas: una reedición, a grari es
cala, del golpe de estado
que intentaron
los comunistas en Indonesia,
en 1965. Con las
rectificaciones· tácticas
que
la experiencia mani
festaba necesarias. Su realización fue violentamente impedida, pocos días antes de ser llevado a cabo, por la acción de las Fuerzas Arma
das.
Lo que sucedió el 1 de septiembre es, por esto y por muchos otros
conceptos, un verdadero milagro de Ojos .
• 669
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POR
JUAN ANTONIO Wmow.
Director de Tizona.
Quienes amanecimos el 11 de septiembre pasado escuchando, por
la radio, marchas militares
y, luego, la proclama de la Junta Militar
de Gobierno
en. que
se exigía a Allende la entrega inmediata de su
cargo
y declaraba la decisiqn de "luchar por la liberación de la ¡,arria
y evitar que nuestro país caiga bajo el yugo marxista", empezábamos
a
despertar de una pesadilla.
Lo peor de un gobierno marxista es la ausencia absoluta de futuro,
es la necesidad de atender exclusivamente a la
supervivenci'.1 cotidia
na,
sabiendo que cualquier medida tomada por los
. que sól? cuidan
de tener el "poder total" puede borrar de un plumazo esa supervi
vencia en los días que vienen. Es verdad que en Chile aún teníamos libertad de prensa,
y que
la oposición al Gobierno aún
podía ser
ejercida
tle manera
pública,
pero .. . ¿hasta cuándo? La felicidad de un pueblo no consiste, por cierto, en la posibilidad de oponerse al Gobierno. Y en el mes de
agosto pasado ya estaba
todo absolutamente marcado.: de
una parte,
por la necesidad angustiosa de procurarse los ·alinientos indispensa
bles y, de otra, por la politización profunda de todos los actos, hasta
los más insignificantes, pues todo estaba afectado por la destrucción
del bien común.
Muchos creíamos que::, si llegaba el día en que supiéramos de la
caída del Gobierno de Allende, íbamos a ser presas de·la euforia y de
la alegría incontenibles.
No fue
así, sin embargo.
La noticia nos
pilló fríos, extrañando en nosotros mismos la ausencia de una reac
ción que esperábamos. Poco a poCO, el convencimiento de que la
caída del marxismo es real, y que es real la recuperación dé nuestros
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derechos de personas, y real también la presencia de nn Gobierno que
tiene como intención el bien común, se ha ido apoderando de nos
otros. Y tal como la solidez de la tierra que pisamos se hace objeto
de nuestra honda gratitud luego de despertar de una angustiosa
pe
sadilla, la tranquilidad y la paz interiores que volvemos a gustar,
después de tres años en que toda posibilidad de alegría estaba deste
rrada, nos mueve desde lo más profundo a lo único que traduce con
fidelidad este nuevo y olvidado estado de ánimo: dar gracias a Dios.
He comprendido esa situación horrible de tantos millones de per
sonas sometidas a regímenes comunistas: su condena a la tristeza,
al olvido completo de toda forma de alegría del alma. Al saber lo
que son tres años de esto, én los· que conservamos a pesar de todo
la esperanza de una salida -la esperanza dolorosa de lo que no se
ve-, comprendo la tristeza inmensa -ésa en que se ha olvidado lo
que es una lágrima-, de los que viven sometidos al comunismo du
rante diez, veinte o cincuenta años, 1a de aqúellos · que, como che
coslovacos o húngaros, han creído ver por un momento la luz del
amanecer, para verse luego más duramente sometidos a la tiniebla
sin fin del comlJD..ismo, ante la indiferencia o la complicidad de los
que podrían haberlos salvado. He comprendido también que la in
diferencia es la peor negación del amor, el peor pecado contra la
caridad.
La tristeza de los que .viven en un régimen comunista no es como
la que sobreviene, circunstanci~mente, ante una mala nueva. · Es, por
el contrario, la que nace de la imposibilidad práctica de una buena
nueva.
Es la tristeza hecha hábito, counaturalizada, es la negación de
la simple posibilidad de la alegría.
• • •
El marxismo no gana posiciones, sino que llena vacíos. Su insta
lación en el poder en Chile, en 1970, no se explica sólo por razones
electorales. Había, como condición fundamental para lo que enton
ces ocurrió, un embotamiento colectivo, ese embotamiento que es
causa y a la vez efectó del relativismo democrático. Es probable que
si Salvador Allende hubiese trinnfado en las elecciones presidencia-
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les de 1964, le hubiera sido prácticamente imposible asumir el poder
político; _ pues entonces aún había resistencia viva y espontánea a la
posibilidad de ser gobernados por un marxista. Esa resistencia, en
1970, ya estaba completamente aletargada. Me refiero a esa salud
moral de un pueblo,
y especialmente de su clase dirigente, en virtud
de la cual se conserva vivo y consciente el aprecio por lo que es el
verdadero bien común.
Los
marxistas pueden
hablar de una vía democrática al socialismo
sólo en la medida en que falte ese sentido común básico que Je haga
reconocer al país, de manera espontánea y clara, cuál es su auténtico
bien. Hay circunstancias, en las naciones, en que ese sentido se pier~
de, desapareciendo la aspiración al bien común tras el interés exclu
sivo por
el bien particular, y siendo reemplazada por la letargia del
"aquí nunca pasa
nada"", que
es justamente
Jo que permite que en
un país
pasen las cosas peores. Esro fue efecro en Chile de Jo que
he llamado el relativismo democrático,
el cual no se ha dado sólo en
el plano de las decisiones y las formas políticas, sino en éstas como
efecto o fruto de una situación a·núnica colectiva de escepticismo y
de indiferencia con respecto a los bienes morales y espirituales en
que
se funda la existencia social. Es verdad que esta .situación es, en
gran parte, efecto de la ausencia de virtudes en los gobernantes; pero
lo que sucede es que esa ausencia se proyecta en todo el cuerpo so
cial desde quienes tuercen el sentido de
la autoridad política, pro
duciéndose un vado que, como en los fenómenos climáticos, genera
la anarquía y la violencia: la fuerza colectiva, al no ser gobernada
por
la inteligencia colectiva, que. debería estar representada
por-· la
autoridad, queda absolutamente abandonada a sí misma, sin finalidad
ni control.
Quienes en Chile colmaron la medida del relativismo político
-directamente destructor, como digo, de
la objetividad del bien
común- fueron los demócratacristianos, los que actuaron no sola
mente como partido político y desde el poder cuando lo ocuparon
entre 1964
y 1970, sino como una mentalidad disociadora que se
extendió, como mancha de aceite, desde importantes sectores univer
sitarios y del clero. Era el subjetivismo liberal aparentemente trans
figurado en caridad cristiana, en virtud del cual el marxismo se pre-
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sentaba como una "buena intención que yerra en el procedimiento".
La preparación del terreno para la "experiencia socialista" corrió
casi exclusivamente por cuenta de esta mentalidad; que dejó inerme
y estupefacta a gran parte del país y refutó s_istem.áticamente !os ar
gumentos morales de quienes podían con eficacia oponerse a la ca
tástrofe en ciernes.
Ahora bien, lo sucedido en Chile prueba que si la iniciación de
una "experiencia" como· ésta requiere como condición sine qua non
ese aletargamiento previo de las fuerzas y organismos naturales de
la sociedad, también ha demostrado que su puesta en práctica, cuan
do éstos se encuentran sólo aletargados y no muertos, estimula na
turalmente todas las formas sociales del instinto de conservación. Si
el
cáncer marxista --empleando la precisa expresión del General
Leigh, miembro de la Junta Militar de Gobierno-, no mata rápida
mente al enfermo, inevitablemente va a producir en él fuertes anti
cuerpos. Es lo que ha sucedido en Chile, y es también la razón por
la cual se ha reafirmado la tesis de los ortodoxos del marxismo-leni
nismo, de que la única vía eficaz al socialismo es
la de la dictadura
del proletariado segón el molde soviético: la "vía
democr:itica" es
sólo
un recurso propagandístico.
El mismo Allende, ya al cabo de su primer año en el poder,
cedió a la tesis comunista, incluso en sus discursos públicos, abando
nando la contraposici6n entre la "vía chilena" al socialismo y la dic
tadura del proletariado. Esta~ conseivando su esencia, podía realizarse
bajo formas particulares, una de las cuales podría ser esta "vía chi
lena", que así tendría sólo diferencias accidentales con respecto a
todas las otras "vías" por las cuales
se-ha impuesto
el comunismo en
otras naciones, y que han tenido siempre como elemento común y
súbs
tancial la liquidación
moral
y física de todas las · personas, institu
ciones y fuerzas que podrían representar algón tipo de oposición a
la consecución plena del "poder total".
Ya a fines de 1971, cuando se inició activamente en Chile la
resistencia civil al
iégimen marxista,
que
tuvo sus·
primeros actos
visibles en la defensa de la Facultad de Dérecho de la Universidad
de
Chile contra
los intentos de insrrumentalización
y en la famosa
"marcha de las cacerolas", se podía notar que Allende no insistía
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tanto en que al socialismo se llegaría "por nuestro propio camino",
distinto a cualquier "modelo extranjero", y que la tesis del Partido
Comunisra se imponía gradualmente al gobierno. Luis Corvalán, se
cretario general del P.
C., escribía en Pravda, de Moscú, el 2 de
enero de 1972, que "la llamada vía chilena no niega en absoluto los
principios generales de la lucha de clases, incluidos los relativos al
paso del capitalismo al socialismo". Poco más rarde, en marzo del
mismo año, Sergio Ramos, miembro de la comisión técnica del P. C.,
afirmaba que "existe una confusión entre lo que es la forma y lo
que es la esencia de la dicradura del proletariado; lo que constituye
la esencia de la dicradura del proletariado, la
necesidad absoluta de
su hegemonía en el período de
rransici6n al
socialismo, se confunde
con las formas que esra hegemonía puede asumir" (1).
La implanraci6n de una dicradura del proletariado indudable
mente ofrecía dificulrades graves, por el simple
hecho de
que Allende
no
bahía recibido
un país destruido
y desmantelado, ni se había im
puesto por las armas. Debían ser destruidos todos los organismos
sociales naturales, o. domesticados totalmente por el Estado, incluidas,
de manera principal, las Fuerzas Armadas. Esto era inseparable de
la "vía al socialismo". Ahora bien, la dificulrad fundamental consis
tía en que esta intención no podía ocultarse del todo, por el mismo
hecho de estar los marxistas en el poder: o actuaban de acuerdo a
sus principios, manifestando implícitamente, en todos sus actos, su
intención final, o echaban por la bo!da estos principios_ para cons
tituirse en un gobierno "demócrático
y burgués·" más. Estaban de
masiado comprometidos, y eran muy
fuertes las presiones
internas
y
externas -incluido el chari,trige a ciertos personajes claves, sobre todo
desde Cuba-, como para que se diera esta segunda posibilidad; ha
bía que marchar por la vía al socialismo, la cual pasaba necesariamente
por la dicradura del proletariado. El mismo Sergio Ramos, porravoz
en esto del pensamiento oficial del P.
C. y, por lo mismo, del Gobier-
( 1) Esta cita, y las otras, referentes a la interpretación comunista de la
«vía chilena al socialismo», las ha tomado del excelente artículo de Juraj
Domic, «El partido comunista liquida la vía chilena al socialismo», publicado
en
la revista «Portada» de Santiago dé Chile, núm. 38 de abril de 1973, pá
ginas 8-18.
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JUAN ANTONIO WIDOW
no de Allende, escribía, en el texto citado, que "la conquista del
poder político pasa (no es lo mismo que, ni se agota en) necesaria
mente por la destrucción del ejército permanente
y la policía, en
tanto instrumentos de represión a favor de la burguesía y en contra
del proletariado, puesto que en el uso de la fuerza que ellos suponen
se fundamenta el uso de la violencia de la burguesía". Los actos del
gobierno marxista
contra los organismos sociales
naturales se fueron sucediendo, cada vez más intensa y violentamente,
desde noviembre de 1970, fecha en que Allende asumió el poder. En
el campo, prácticamente se destruyó
la propiedad privada, continuan
do la obra iniciada en este sentido por la democracia cristiana. Casi
todas las
grandes industrias
fueron requisadas, intervenidas o com
pradas
---mediante fortísima
presión a sus antiguos dueños- por
el
Estado, y también muchas de las medianas y. pequeñas, cuando éstas
no eran ahogadas mediante
la restricción de precios, la negación de
materias primas o las presiones impositivas. Igual hicieron con los comerciantes. En marzo de este año debía ser aplicada en todo el
país la
"Escuela Nacional
Unificada", que imponía masivamente
y
a todos los niveles de la educación la "concientización" marxista. Se
postergó su aplicación debido, principalmente, a la oposición clara y
expresa de los oficiales de las
Fllerzas Armadas,
las
cuales tuvieron
de
esta manera, como cuerpo, su primer enfrentamiento con
el Go
bierno de Allende.
La resistencia civil se fue haciendo cada vez más violenta, hasta
culminar en
el paro generalizado de actividades que comenzó en los
últimos días de julio
y terminó sólo cl 11 de septiembre. Este paro
ya no tenía como objeto reivindicaciones gremiales, sino lo único que podía permitir que siguieran existiendo esa multirud de cuerpos
y o!ganismos industriarles, comerciales, profes~onales y laborales, en
una
situación de
mínima normalidad
y seguridad: el final del Go
bierno de Allende. Se le pidió públicamente la renuncia a su cargo,
recolectándose cientos de miles de firmas en todo el país para apo
yar esta petición.
Era claro, sin embargo, que, ante un gobierno marxista, esta
ac~
ción
civil no
tenía-la
eficacia proporcionada a sus objetivos.
La hu
biese tenido
sólo de haber existido en los gobernantes un resto de
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SIGNIFICADO DE UN DESPERTAR
conciencia moral capaz de hacerlos rectificar o renunciar; pero esto,
ya se sabe, en los marxistas,_ en la
.. medida
en que lo son, no puede
existir. Así como muchos habían ido quedando a
la vera del camino,
el resto tenía, a la corta o a
la larga, el· mismo destino. Por esto, la
única esperanza
era· la
acción de
las Fuerzas
Armadas.
Es illdudable que esta situación era clara para los estrategas de
la.política
marxista: no
SQio había que vencer la oposición civil, sino,
sobre
todO, la
amenaza militar. El
único medio
que se les ofrecía con
probabilidades de éxito
eta el de dar un primer golpe contundente
y profundo, que d~s~ticular_a y anulara las fuerzas contrarias, espe
cialmente
las militares.
El medio no era original, por cierto, pues es
el mismo que, en diferentes circunstancias, ha aplicado O; intentado
aplicar el comunismo para hacerse con.
el poder total: el descabezamien
to violento de todas las fuerzas de oposición.
Así, al menos, se des
encadenaría una
guerra civil . en
la que
hubiera tenido
considerable
ventaja el comunismo.
Esto era el "plan
2-" de los marxistas: una reedición, a grari es
cala, del golpe de estado
que intentaron
los comunistas en Indonesia,
en 1965. Con las
rectificaciones· tácticas
que
la experiencia mani
festaba necesarias. Su realización fue violentamente impedida, pocos días antes de ser llevado a cabo, por la acción de las Fuerzas Arma
das.
Lo que sucedió el 1 de septiembre es, por esto y por muchos otros
conceptos, un verdadero milagro de Ojos .
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