Índice de contenidos
Número 141-142
Serie XV
- Textos Pontificios
- In memoriam
-
Actas
-
Oración ante el Santísimo
-
Crónica de la XIV Reunión de amigos de la Ciudad Católica
-
Homenaje in memoriam. El profesor Michele Federico Sciacca en las reuniones X a XIII de amigos de la Ciudad Católica
-
Gabriel de Armas y nuestra tarea con amigos de la Ciudad Católica. Discurso de clausura de la XIV Reunión
-
Actualidad teológica de Santo Tomás
-
Lo superfluo según Santo Tomás de Aquino
-
- Monográficos
- Estudios
- Información bibliográfica
- Ilustraciones con recortes de periódicos
Autores
1976
Intemperancia del espíritu
INTEMPERANCIA DEL ESPIRITU
aunque la misericordia divina es infinita, el mismo Dios. Estás ya,
Gabriel, en una región sin humo
y sin grietas. El sol radiante de tus
amada, Canarias era pálido reflejo del que hoy te calienta y te ilu
mina. Lo que querían arrancarte y no lo consiguieron, aunque en
ello se te fue
el corazón, es hoy ya para ti actualidad y vigencia
perpetua:
el Amor, la Verdad, la Fidelidad. Ya estás con tus ami
gos. Con Tomás
y con Ignacio. Con Teresa. Con Donoso. Con Arin
tero. Con Pildain. Y con Pedro. Con tu Pedro reencarnado y reen
contrado en cada Papa. Bueno o malo. Santo o pecador. Quienes
so
mos hombres de poca fe y tal vez tengamos un sentidomenos pro
videncial
de la existencia que el que tu tenías, jamás olvidaremos
cómo ante nuestras indignaciones y ante las indignidades, cantabas,
gritabas
el Tu es Petrus, aunque a veoes nos pareciese que te lloraba
el
alma. Con el Tu es Pelrtn habrás llegado a las puertas del cielo
y a sus ecos se
habrán abierto de par en par. Desde. allí pide a
Dios
por nosotras. Pide a Dios por la Iglesia. Pide a Dios por Es
paña". ¡~én!
JUAN V ALLBT DB GoYTISOLO,
INTEMPERANCIA DEL ESPIJUTU
POR
GABRIEL DB Ali
Gabriel de Arm41 deió, en su mesa de trahajo, inacabado, el discurso que
P,eparaha para la cl@s11ra de la XW Reunión de amigos de la Ciudad Ca~
tólica. Decimos inacahado porq11e j1171to al texto man11strito, Je IN p11ño y
l'etra,. pul&ramente, sin 1achad11ras, y con- limpios interlineados, también dejó
él un eSfJ.Netna que a continuación transcribimos:
Cómo definía Bossuet la intemperancia del espíritu -Coincidencia con
Bossuet de Diderot desde otro punto
de vista.-San Pablo nos previene con
tra ella_ (EpJJt. R.omanos).-La. intemperancia es subjetivismo orgulloso. que
rompe con la verdad objetiva.~La intemperancia !lega a oscurecer la inteli
gencia:
Sciacca, Danielou y Donoso C.Ortés lo habían formulado: extremo
de la inteligencia.-Niet:rtcb.e = Zaratrusta, Jouvés.-Sartre, La teologia a
cuenta de Dio1.;_El progresismo, que quiere conciliar lo inconciliable (2.º Bre
viario de S. lgnae-io).-El partitivo de la palabra_ .... Tras los sofistas los ver
dugos .... -No ha habido revoiución que no haya comenzado por el común de
nominador de las ideas briUantes. Diatriba contra el pasado y: Revolución
francesa: Monsieur Gourme. Revolución rusa: el obispo? Revolución espa
ñola:
Como puede 11er1e, dllRtJlle lo eurito resulta redondo y perfecto, .rin em-
19
Fundaci\363n Speiro
GABRJBL DE ARMAS MEDINA
bargo, según el e.squema del propio· autor, estaba inacabado, no lleiaba 1ino
escasamente a la mitad de lo proyectado. Incluso el último epígrafe escrito,
«Revolución española», concluía eón do¡ puntos (:). Con él .re llevó lo que
en-.la mente tenía y le quedaba por escribir, No obstante, lo escrilo con1titu
ye una bellisima introducción a un tema muy actual, a la vez q11e ilna per
fecta
conclusi6n de
los
temas objeto
de
'estudio en nuestra
XIV
Reunión;
Por eso.,_ con emoción, publicamos el «Discur.¡o -inacabado» de Gabriel.
El vanidoso, ha escrito alguien, con razón, es como un gallo que
se imaginase que el sol salía para oirlo cmtar. El mundo vive hoy
en una fase de intensa proliferación de estos gallos
imaginarios e
imaginativos.
Convencidos, con Zaratrusta, de la muerte inevitable
del viejo Dios, disparadas hacia el fututo todas las
fuerzas prodigio
sas
de una voluntad desmesurada de poder, la virtud
de· la tempe
rancia, al significar un estorbo a cualquier opuesto, ha sido asesi~
nada alevosamente en lo profundo de las almas. La temperancia es
moderación, sobriedad,
comedimiento, límite. y contorno. Opuesto
a la
ambición, a
la vanidad, a
la envidia,· al orgullo, contra ella, vir
tud roquera
y ancestral de santos, se estrellaban las fuerzas de las tres
concupiscencias que constituyen el entramado del
pecado. La tem
perancia es
fruto del temor
de Dios, principio de la sabiduría:
"Initium sapientiae timor Domini", afirma el Libro de los
Salmos
(110, 10). Ante el convencimiento de que este Dios, a cuya sombra
transcurriera nuestra vida, ha dejado de existir, la temperancia como
virtud ha pasado a ser tenida por simple frustración psicológica y se
han abierto, consecúentemente, como en desplegado abanico, todas
las compuertas de
los bajos fondos humanos,
-• ..
El 9 de agosto de 1685, hace, pues, doscientos noventa años, casi
tres siglos justos,
Bossuet (1627-1704), en la oración fúnebre de la
princesa palatina
Ana de Gonzaga de deves, pronunciaba estas pa
labras dignas de su talento
y elocuencia: "No creáis que arrebate
solamente al hombre la intemperancia de los sentidos. No es me
nos
engañosa la
intemperancia del
espíritu. Como
aquélla, se for
ma de placeres ocultos
y se irrita por la . prohibición. El soberbio
cree levantarse sobre todos·
y hasta sobre sí mismo, cuando se eleva,
según le parece, sobre la religión, que por mucho tiempo
ha reve
renciado; colócase en el rango de las gentes desesgañadas; en su
00-
20
Fundaci\363n Speiro
INTBMPBRANCIA DBL BSPIRJTU
razón insulta a los espíritus débiles, que no hacen más que seguir
a
los otros sin descubrir nada por sí mismos; y, convertido en ob
jero únioo de
sus oomplacencias, él mismo se hace su Dios"
(Ora
oiones fúnebres, pág. 133).
Estas profundas palabras -repito-fueron pronunciadas por
el obispo de Meaux en el año 1685. En 1713 nacía en Francia Dio
nisia Diderot,
alma de la Enciclopedia y lazo de unión entre Vol
taire y Rousseau_ Bossuer, oomo acusador de la intemperancia del
espíritu,
y Diderot, oomo defensor de ella, utilizan los mismos con
ceptos y
casi hasta las mismas
palabras desde
puntos de vista dife
rentes, para configurar
su definición. Véase, a
tal efecto, cómo des
cribe al edéctioo el famoso enciclopista: "es un hombre que
des
preciando las preocupaciones, la tradiciÓ'¾ la antigüedad, el consen
timiento universal, la .autoridad, en
.una palabra, todo cuanto sub
yuga
y abate
el espíritu, osa pensar por si mismo, remontarse a los
principios
generales más
claros, examinarlos,
discutirlos,
y no admi
tir
oosa alguna
sino bajo
el testimonio de su experiencia y de su
razó'¾ y sin respeto ni parcialidad por ninguna füosof ía de las que
ha analizado, fórmase una propia
y peculiar de todas ellas" (V ent.
Raulica, 126).
Pues bien; esta intemperancia espiritual, que "se irrita con la
prohibición" y "se forma de placeres ocultos" tuvo ya su inicial ma
nifestación humana en
el momento en que la primera pareja dió
oídos
a
la serpiente: "Et eritii sicut Dei" (Gen., III, 5). Desde en
tonces,
el pecado de soberbia intelecroal ha trabajado ininterrum
pidamente por
la destrucción de la obra de Dios. Hoy, la mayor
tragedia de nuestra sociedad
radica en la extensión y profundidad
de
la intemperancia del espíritu, que amenaza con raer el propio
basamento de la inteligencia humana.
La advertencia de San Pablo
a
los romanos oobra nuevo
vigor en el
opaoo mundo
de nuestros
días: " ... os exhorto a todos
vosotroS en
virtud del ministerio que
por gracia se me ha dado: A que en vuestro saber (o pensar) no os
levantéis
más alto de lo que debéis, sino que os contengáis dentro
de
lÓS límites
de
la moderación" (Rom., XII, 3).
¡Moderación
y límites! En una palabra: temperancia. Aunque
es más
fácil,
naturalmente, lisonjear
al pensamiento
para que
se ex-
21
Fundaci\363n Speiro
GABRIEL DE ARMAS MEDINA
ttalimite. Adular inmoderada(nente al intelectual para que él abra
la ruta. Corromper la inteligencia para tranquilidad del oorazón.
Obnubilar
el pensamiento para que las pasiones ttOten a su antojo.
Poner cendales de estupidez a
la mente para evitat remordimientos.
Creat una filosofla que dé pábulo y calor a
las más apestosas sucie
dades.
Y hasta formulat un catecismo, donde Dios y el pecado vi
van
aromodadamente sin
recíprocas inferencias. Por encima de la
sabiduría divina,
gritan al unísono los
ooreadores de Z.arattusta:
"...
el bien y el mal que fueron imperecederos...
¡ no existen!- Y
quien quiera ser creador en
el bien y en el mal, debetá oomenzar
por destruir y
por romper los valores.
Así, la mayor malignidad for
ma parte de la mayor benignidad. Pero esra benignidad es la be
nignidad del creador"' (pág. 107).
Si
nuestra sabiduría se
afirma en la moderación, en el
oontorno
de nuestras propias
limitaciones,
romo afirma
San Pablo, habrá que
concluir que la humanidad
actual, masivamente, mal ronducida por
la intemperancia del espíritu, ha sufrido, en su intelectO, un grave
trauma. Dice Sertillages: "La ra7.Ón no lo puede todo. Su última ges
tión, según Pascal, ronsiste en comprobar sus límites"' (La vida m
telectual, pág. 17). "El primer deber del filósofo, dice Gabriel Ma
rul, es estat al tanro de los límites de su saber y reconocer que hay
dominios donde su incompetencia es
absoluta;' (Los homlwes .•• , pá
gina 88). Pues bien; en nuestro mundo actual es el filósofo, es el pen
sador, es el intelectual, es el profesor, es el escritor, el que tiene en sus
manos los medios audiovisnales, pertenecientes todos a la "élite" de
las minorías
enseñantes y
educadoras, los máximos responsables de
esra coherencia colectiva en
la confusión y de esta indiferencia y
como plácido descanso en el absurdo.
No
deja de ser significativa
la ooincidencia en temas y títulos
de dos obras importantes publicadas en nuestros días, por dos
emi
nentes pensadores de relevancia universal. Una de ellas. "La crisis
de la inteligencia hoy"', del llorado
Cardenal Danielou. La otra, "El
oscurecimiento de la inteligencia,., de la que es autor nuestro en
trañable amigo y compañero de jornadas, Michele Federico Sciacca,
quien
se nos
marchó apresuradamente a la eternidad, cuando tanto
cabía
esperar de su capacidad de saber y de su señorial
maestría para
22
Fundaci\363n Speiro
INTEMPERANCIA DEL ESPIRJTU
comunicar saberes. &iacca, como San Pablo, nos vuelve a hablar del
límite y afirma que "es el constitutivo ontológico de todo ser'" (pá
gina 19). ""Donde está el límite, allí está el signo de la inteligencia;
donde el límite es negado,
está el signo de la estupidez; del lado de
la inteligencia están la
cultura y los sentimientos más altos; · del otro,
la incultura y las pasiones más bajas: propia de la estupidez es la
"ttacotama"" o el "ultra cogitate, el ir más allá de los límites del
pensamiento y de la volunmd"" (pág. 34).
Danielou, por su
parte, denuncia
que el
drama del
mundo ac
tual es una crisis radical y profunda de la inteligencia. Sólo la inte
ligencia
auténticamente científica es la que sabe
aplicar a cada ob
jeto el método que le conviene: "" •.. como se equivocaría ---11rgu
ye-un filósofo que quisiera aplicar el método de la filosofía a la
física, así
también se
equivocaría un físico que
quisiera
aplicar los
métodos de
la
física a la teología. Se equivocaría empleando un ins
trumento que no está hecho
para eso"" (págs. 57-58). No olvidemos
que '"método'" es
un
vOQlblo de
origen
griego equivalente
a cami
no. El camino es contorno,
límite y medida. Quien abandona el ca
mino, por deseo o por equivocación,
por ambición o por prisa, por
pereza o negligencia, se pierde y no llega. Se extravía, porque marcha
fuera de la vía. ¿Qué es, si no, lo que sucede a nuestro mundo?
En la vorágine de la vida actual, la intemperancia del espíritu
ha querido borrar maliciosamente todos los caminos. La verdad ob
jetiva y sus valores no son objeto de investigación, porque no · inte
resan.
Nos encontramos a
cada paso con estacadas. Aristóteles es ig
norado y Santo Tomás despreciativamente sonreído. Definir es casi
de
mala educación: pero, sin embargo, es la mala educación la que
está definiendo. El orgullo intelectual
ha accedido a las más airas
cimas de
la idiotez y nos está alimentando de falacias.
Son
para meditar las siguientes palabras de Gustavo Thibon,
llenas de vigorosa causticidad:
"Hay dos zonas infinitas en el hom
bre: su orgullo y su miseria, que mantienen una lucha inéesante. La
miseria, plenamente reconocida y acepmda, es capaz de sofocar el
orgullo, pero el orgullo
nunca podtá sofocar la miseria. S610 podtá
disimularla, permitiendo que surja un nuevo infinito, que tratará
23
Fundaci\363n Speiro
GABRJEL DE ARMAS MEDINA
de conciliar ilusoriamente a los otros dos: el infinito de la incen
tiva"
(N11Bslra mi,-tJda, pág. 288).
La
miseria reconocida y
aceptada nos conduce a la humildad, que
es
andar en
verdad
(Santa Teresa, pág. 641), porque nos señala pre
cisamente el sentido exacto de nuestras limitaciones. Bien está el
ansia moderada de comprender; pero anre todo ,hemos de preparar
nos para ver, para contemplar las cosas, con ojos limpios, para acep
tarlas en su realidad objetiva,
bajo el
resplandor divino que puso en
ellos su inefable destello.
La palabra es la gran creadora. Por la pa
labra, en labios de
espíritus intemperantes, sin embargo, se esrá des
truyendo la creación.
La subversión, el crimen por el crimen, el te
rrorismo, que asolan hoy a comarcas, na~ones y al mundo entero
naéional son la óltima consecuencia de las ideas que se forjaron las
mentes de los conductores de masas. Tenía razón Vasconcelos cuan
do escribió: "La
bala, la piedra, el
cañón, todos son potencias sub
alternas del concepto"
(Pesimismo alegre, pág. 30). ¿Qué conexión
histótica de signo
revolucionario, ha dejado de estar precedida y
presidida por aquellos que primariamente la arroparon en sus in
temperantes meditaciC)nes?
He
aquí un
pensamiento que
se presenta nítida y
transparente
en
Donoso
Cortés. En su polémica con la prensa española (16 de
julio de 1849), expone: "Detrás de los sofistas vienen siempre los
bárbaros, enviados
por Dios para
cortar con
su espada el hilo del
argumento'" (pág.
213).
En El Ensayo (1851) vuelve a repetir, con
frase aún más acerrada: "...
para aquellas
sociedades que abandonan
el culto austero de la
verdad por
la idolatría del ingenio, no hay es
peranza ninguna. En pos de los sofismas vienen las revoluciones,
y
en pos de los sofistas los verdugos" (pág. 349).
• La intemperancia del espíritu ha prostituido la palabra, el signo
más inequívoco de nuestra sociabilidad. No es
extraño, pues,
que
en vez de
servir de
aglutinante sea hoy factor de disposición
y de
odios irreconciliables. El abuso indiscriminado de la palabra está
convirtiendo al. mundo
en un campo irremediable de luchas fratri
cidas. El don de la palabra
.se nos ororgó para servir de
vehículo
ex
presivo
a la verdad y Jo hemos convertido en el más potente cata
lizador de
mentiras.
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aunque la misericordia divina es infinita, el mismo Dios. Estás ya,
Gabriel, en una región sin humo
y sin grietas. El sol radiante de tus
amada, Canarias era pálido reflejo del que hoy te calienta y te ilu
mina. Lo que querían arrancarte y no lo consiguieron, aunque en
ello se te fue
el corazón, es hoy ya para ti actualidad y vigencia
perpetua:
el Amor, la Verdad, la Fidelidad. Ya estás con tus ami
gos. Con Tomás
y con Ignacio. Con Teresa. Con Donoso. Con Arin
tero. Con Pildain. Y con Pedro. Con tu Pedro reencarnado y reen
contrado en cada Papa. Bueno o malo. Santo o pecador. Quienes
so
mos hombres de poca fe y tal vez tengamos un sentidomenos pro
videncial
de la existencia que el que tu tenías, jamás olvidaremos
cómo ante nuestras indignaciones y ante las indignidades, cantabas,
gritabas
el Tu es Petrus, aunque a veoes nos pareciese que te lloraba
el
alma. Con el Tu es Pelrtn habrás llegado a las puertas del cielo
y a sus ecos se
habrán abierto de par en par. Desde. allí pide a
Dios
por nosotras. Pide a Dios por la Iglesia. Pide a Dios por Es
paña". ¡~én!
JUAN V ALLBT DB GoYTISOLO,
INTEMPERANCIA DEL ESPIJUTU
POR
GABRIEL DB Ali
P,eparaha para la cl@s11ra de la XW Reunión de amigos de la Ciudad Ca~
tólica. Decimos inacahado porq11e j1171to al texto man11strito, Je IN p11ño y
l'etra,. pul&ramente, sin 1achad11ras, y con- limpios interlineados, también dejó
él un eSfJ.Netna que a continuación transcribimos:
Cómo definía Bossuet la intemperancia del espíritu -Coincidencia con
Bossuet de Diderot desde otro punto
de vista.-San Pablo nos previene con
tra ella_ (EpJJt. R.omanos).-La. intemperancia es subjetivismo orgulloso. que
rompe con la verdad objetiva.~La intemperancia !lega a oscurecer la inteli
gencia:
Sciacca, Danielou y Donoso C.Ortés lo habían formulado: extremo
de la inteligencia.-Niet:rtcb.e = Zaratrusta, Jouvés.-Sartre, La teologia a
cuenta de Dio1.;_El progresismo, que quiere conciliar lo inconciliable (2.º Bre
viario de S. lgnae-io).-El partitivo de la palabra_ .... Tras los sofistas los ver
dugos .... -No ha habido revoiución que no haya comenzado por el común de
nominador de las ideas briUantes. Diatriba contra el pasado y: Revolución
francesa: Monsieur Gourme. Revolución rusa: el obispo? Revolución espa
ñola:
Como puede 11er1e, dllRtJlle lo eurito resulta redondo y perfecto, .rin em-
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GABRJBL DE ARMAS MEDINA
bargo, según el e.squema del propio· autor, estaba inacabado, no lleiaba 1ino
escasamente a la mitad de lo proyectado. Incluso el último epígrafe escrito,
«Revolución española», concluía eón do¡ puntos (:). Con él .re llevó lo que
en-.la mente tenía y le quedaba por escribir, No obstante, lo escrilo con1titu
ye una bellisima introducción a un tema muy actual, a la vez q11e ilna per
fecta
conclusi6n de
los
temas objeto
de
'estudio en nuestra
XIV
Reunión;
Por eso.,_ con emoción, publicamos el «Discur.¡o -inacabado» de Gabriel.
El vanidoso, ha escrito alguien, con razón, es como un gallo que
se imaginase que el sol salía para oirlo cmtar. El mundo vive hoy
en una fase de intensa proliferación de estos gallos
imaginarios e
imaginativos.
Convencidos, con Zaratrusta, de la muerte inevitable
del viejo Dios, disparadas hacia el fututo todas las
fuerzas prodigio
sas
de una voluntad desmesurada de poder, la virtud
de· la tempe
rancia, al significar un estorbo a cualquier opuesto, ha sido asesi~
nada alevosamente en lo profundo de las almas. La temperancia es
moderación, sobriedad,
comedimiento, límite. y contorno. Opuesto
a la
ambición, a
la vanidad, a
la envidia,· al orgullo, contra ella, vir
tud roquera
y ancestral de santos, se estrellaban las fuerzas de las tres
concupiscencias que constituyen el entramado del
pecado. La tem
perancia es
fruto del temor
de Dios, principio de la sabiduría:
"Initium sapientiae timor Domini", afirma el Libro de los
Salmos
(110, 10). Ante el convencimiento de que este Dios, a cuya sombra
transcurriera nuestra vida, ha dejado de existir, la temperancia como
virtud ha pasado a ser tenida por simple frustración psicológica y se
han abierto, consecúentemente, como en desplegado abanico, todas
las compuertas de
los bajos fondos humanos,
-• ..
El 9 de agosto de 1685, hace, pues, doscientos noventa años, casi
tres siglos justos,
Bossuet (1627-1704), en la oración fúnebre de la
princesa palatina
Ana de Gonzaga de deves, pronunciaba estas pa
labras dignas de su talento
y elocuencia: "No creáis que arrebate
solamente al hombre la intemperancia de los sentidos. No es me
nos
engañosa la
intemperancia del
espíritu. Como
aquélla, se for
ma de placeres ocultos
y se irrita por la . prohibición. El soberbio
cree levantarse sobre todos·
y hasta sobre sí mismo, cuando se eleva,
según le parece, sobre la religión, que por mucho tiempo
ha reve
renciado; colócase en el rango de las gentes desesgañadas; en su
00-
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INTBMPBRANCIA DBL BSPIRJTU
razón insulta a los espíritus débiles, que no hacen más que seguir
a
los otros sin descubrir nada por sí mismos; y, convertido en ob
jero únioo de
sus oomplacencias, él mismo se hace su Dios"
(Ora
oiones fúnebres, pág. 133).
Estas profundas palabras -repito-fueron pronunciadas por
el obispo de Meaux en el año 1685. En 1713 nacía en Francia Dio
nisia Diderot,
alma de la Enciclopedia y lazo de unión entre Vol
taire y Rousseau_ Bossuer, oomo acusador de la intemperancia del
espíritu,
y Diderot, oomo defensor de ella, utilizan los mismos con
ceptos y
casi hasta las mismas
palabras desde
puntos de vista dife
rentes, para configurar
su definición. Véase, a
tal efecto, cómo des
cribe al edéctioo el famoso enciclopista: "es un hombre que
des
preciando las preocupaciones, la tradiciÓ'¾ la antigüedad, el consen
timiento universal, la .autoridad, en
.una palabra, todo cuanto sub
yuga
y abate
el espíritu, osa pensar por si mismo, remontarse a los
principios
generales más
claros, examinarlos,
discutirlos,
y no admi
tir
oosa alguna
sino bajo
el testimonio de su experiencia y de su
razó'¾ y sin respeto ni parcialidad por ninguna füosof ía de las que
ha analizado, fórmase una propia
y peculiar de todas ellas" (V ent.
Raulica, 126).
Pues bien; esta intemperancia espiritual, que "se irrita con la
prohibición" y "se forma de placeres ocultos" tuvo ya su inicial ma
nifestación humana en
el momento en que la primera pareja dió
oídos
a
la serpiente: "Et eritii sicut Dei" (Gen., III, 5). Desde en
tonces,
el pecado de soberbia intelecroal ha trabajado ininterrum
pidamente por
la destrucción de la obra de Dios. Hoy, la mayor
tragedia de nuestra sociedad
radica en la extensión y profundidad
de
la intemperancia del espíritu, que amenaza con raer el propio
basamento de la inteligencia humana.
La advertencia de San Pablo
a
los romanos oobra nuevo
vigor en el
opaoo mundo
de nuestros
días: " ... os exhorto a todos
vosotroS en
virtud del ministerio que
por gracia se me ha dado: A que en vuestro saber (o pensar) no os
levantéis
más alto de lo que debéis, sino que os contengáis dentro
de
lÓS límites
de
la moderación" (Rom., XII, 3).
¡Moderación
y límites! En una palabra: temperancia. Aunque
es más
fácil,
naturalmente, lisonjear
al pensamiento
para que
se ex-
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ttalimite. Adular inmoderada(nente al intelectual para que él abra
la ruta. Corromper la inteligencia para tranquilidad del oorazón.
Obnubilar
el pensamiento para que las pasiones ttOten a su antojo.
Poner cendales de estupidez a
la mente para evitat remordimientos.
Creat una filosofla que dé pábulo y calor a
las más apestosas sucie
dades.
Y hasta formulat un catecismo, donde Dios y el pecado vi
van
aromodadamente sin
recíprocas inferencias. Por encima de la
sabiduría divina,
gritan al unísono los
ooreadores de Z.arattusta:
"...
el bien y el mal que fueron imperecederos...
¡ no existen!- Y
quien quiera ser creador en
el bien y en el mal, debetá oomenzar
por destruir y
por romper los valores.
Así, la mayor malignidad for
ma parte de la mayor benignidad. Pero esra benignidad es la be
nignidad del creador"' (pág. 107).
Si
nuestra sabiduría se
afirma en la moderación, en el
oontorno
de nuestras propias
limitaciones,
romo afirma
San Pablo, habrá que
concluir que la humanidad
actual, masivamente, mal ronducida por
la intemperancia del espíritu, ha sufrido, en su intelectO, un grave
trauma. Dice Sertillages: "La ra7.Ón no lo puede todo. Su última ges
tión, según Pascal, ronsiste en comprobar sus límites"' (La vida m
telectual, pág. 17). "El primer deber del filósofo, dice Gabriel Ma
rul, es estat al tanro de los límites de su saber y reconocer que hay
dominios donde su incompetencia es
absoluta;' (Los homlwes .•• , pá
gina 88). Pues bien; en nuestro mundo actual es el filósofo, es el pen
sador, es el intelectual, es el profesor, es el escritor, el que tiene en sus
manos los medios audiovisnales, pertenecientes todos a la "élite" de
las minorías
enseñantes y
educadoras, los máximos responsables de
esra coherencia colectiva en
la confusión y de esta indiferencia y
como plácido descanso en el absurdo.
No
deja de ser significativa
la ooincidencia en temas y títulos
de dos obras importantes publicadas en nuestros días, por dos
emi
nentes pensadores de relevancia universal. Una de ellas. "La crisis
de la inteligencia hoy"', del llorado
Cardenal Danielou. La otra, "El
oscurecimiento de la inteligencia,., de la que es autor nuestro en
trañable amigo y compañero de jornadas, Michele Federico Sciacca,
quien
se nos
marchó apresuradamente a la eternidad, cuando tanto
cabía
esperar de su capacidad de saber y de su señorial
maestría para
22
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INTEMPERANCIA DEL ESPIRJTU
comunicar saberes. &iacca, como San Pablo, nos vuelve a hablar del
límite y afirma que "es el constitutivo ontológico de todo ser'" (pá
gina 19). ""Donde está el límite, allí está el signo de la inteligencia;
donde el límite es negado,
está el signo de la estupidez; del lado de
la inteligencia están la
cultura y los sentimientos más altos; · del otro,
la incultura y las pasiones más bajas: propia de la estupidez es la
"ttacotama"" o el "ultra cogitate, el ir más allá de los límites del
pensamiento y de la volunmd"" (pág. 34).
Danielou, por su
parte, denuncia
que el
drama del
mundo ac
tual es una crisis radical y profunda de la inteligencia. Sólo la inte
ligencia
auténticamente científica es la que sabe
aplicar a cada ob
jeto el método que le conviene: "" •.. como se equivocaría ---11rgu
ye-un filósofo que quisiera aplicar el método de la filosofía a la
física, así
también se
equivocaría un físico que
quisiera
aplicar los
métodos de
la
física a la teología. Se equivocaría empleando un ins
trumento que no está hecho
para eso"" (págs. 57-58). No olvidemos
que '"método'" es
un
vOQlblo de
origen
griego equivalente
a cami
no. El camino es contorno,
límite y medida. Quien abandona el ca
mino, por deseo o por equivocación,
por ambición o por prisa, por
pereza o negligencia, se pierde y no llega. Se extravía, porque marcha
fuera de la vía. ¿Qué es, si no, lo que sucede a nuestro mundo?
En la vorágine de la vida actual, la intemperancia del espíritu
ha querido borrar maliciosamente todos los caminos. La verdad ob
jetiva y sus valores no son objeto de investigación, porque no · inte
resan.
Nos encontramos a
cada paso con estacadas. Aristóteles es ig
norado y Santo Tomás despreciativamente sonreído. Definir es casi
de
mala educación: pero, sin embargo, es la mala educación la que
está definiendo. El orgullo intelectual
ha accedido a las más airas
cimas de
la idiotez y nos está alimentando de falacias.
Son
para meditar las siguientes palabras de Gustavo Thibon,
llenas de vigorosa causticidad:
"Hay dos zonas infinitas en el hom
bre: su orgullo y su miseria, que mantienen una lucha inéesante. La
miseria, plenamente reconocida y acepmda, es capaz de sofocar el
orgullo, pero el orgullo
nunca podtá sofocar la miseria. S610 podtá
disimularla, permitiendo que surja un nuevo infinito, que tratará
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Fundaci\363n Speiro
GABRJEL DE ARMAS MEDINA
de conciliar ilusoriamente a los otros dos: el infinito de la incen
tiva"
(N11Bslra mi,-tJda, pág. 288).
La
miseria reconocida y
aceptada nos conduce a la humildad, que
es
andar en
verdad
(Santa Teresa, pág. 641), porque nos señala pre
cisamente el sentido exacto de nuestras limitaciones. Bien está el
ansia moderada de comprender; pero anre todo ,hemos de preparar
nos para ver, para contemplar las cosas, con ojos limpios, para acep
tarlas en su realidad objetiva,
bajo el
resplandor divino que puso en
ellos su inefable destello.
La palabra es la gran creadora. Por la pa
labra, en labios de
espíritus intemperantes, sin embargo, se esrá des
truyendo la creación.
La subversión, el crimen por el crimen, el te
rrorismo, que asolan hoy a comarcas, na~ones y al mundo entero
naéional son la óltima consecuencia de las ideas que se forjaron las
mentes de los conductores de masas. Tenía razón Vasconcelos cuan
do escribió: "La
bala, la piedra, el
cañón, todos son potencias sub
alternas del concepto"
(Pesimismo alegre, pág. 30). ¿Qué conexión
histótica de signo
revolucionario, ha dejado de estar precedida y
presidida por aquellos que primariamente la arroparon en sus in
temperantes meditaciC)nes?
He
aquí un
pensamiento que
se presenta nítida y
transparente
en
Donoso
Cortés. En su polémica con la prensa española (16 de
julio de 1849), expone: "Detrás de los sofistas vienen siempre los
bárbaros, enviados
por Dios para
cortar con
su espada el hilo del
argumento'" (pág.
213).
En El Ensayo (1851) vuelve a repetir, con
frase aún más acerrada: "...
para aquellas
sociedades que abandonan
el culto austero de la
verdad por
la idolatría del ingenio, no hay es
peranza ninguna. En pos de los sofismas vienen las revoluciones,
y
en pos de los sofistas los verdugos" (pág. 349).
• La intemperancia del espíritu ha prostituido la palabra, el signo
más inequívoco de nuestra sociabilidad. No es
extraño, pues,
que
en vez de
servir de
aglutinante sea hoy factor de disposición
y de
odios irreconciliables. El abuso indiscriminado de la palabra está
convirtiendo al. mundo
en un campo irremediable de luchas fratri
cidas. El don de la palabra
.se nos ororgó para servir de
vehículo
ex
presivo
a la verdad y Jo hemos convertido en el más potente cata
lizador de
mentiras.
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