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Número 150

Serie XV

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Utopías y demagogia. Imperio del sentimiento sobre la voluntad y la razón

UTOPIAS Y DEMAGOGIA.
IMPERIO
DEL SIENTIMIENTO SOBRE LA

VOLUNTAD
Y LA RAZON
POR
JoslÍ M.• PsnT SULLÁ.
La falta de realismo de las ideologías revolucionarias que mm­
portan siempre un de=ocimiento e incluso un desprecio por el
ser personal del hombre, propugnan un sentimieoto o emotividad
que no
sólo rehúyeo !la reflexión

conceptual sino que
pretenden di­
namizar al hombre excluyendo su misma voluntad; Al carácter utó­
pico de la ideología revolucionaria
se une necesariamente una téc­
nica demag6gica.
La ideología revolucionaria es siempre mítica aunque sus mitos
se adornen

con supuestas cieotificidades, y es
también, por lo mis­
mo,

enajenación de la propia capacidad de
decisión del

hombre. En
la medida eo que el mito
sustituye a la realidad no s6lo = de
razón de verdad sino

también
de raron de bien. No podtía ser ele
Otra manera, si recordarnos la doettina tomista de que el ser origina
la verdad en
el entendimiento,

a la
vez que

origina la apetencia de
bien en la voluntad.
Si la utopía es
el nombre que merece el producto irreal e irrea­
lizable
de la imaginación por eocirna del entendimiento; la acción
que
ejerce sobre la voluntad no puede ser
orta que la manipulación

sentimientos, es decir, una demagogia. Una emotividad o
sen­
timiento
no

fundado en
ra26n no

puede ser tampoco motor de la
voluntad más que enajenando a ésta y
actuando en

realidad como
estímulo de tipo inconsciente queriendo provocar
teflejos automáti­
cos que actúan sobre el psiquismo animal del hombre y no sobre su
voluntad
libre.
Los mitos revolucionarios no pueden proponetse a la voluntad
1357
Fundaci\363n Speiro

]OSE M,4 PEI'IT SULLA
humana bajo la razón de bien y, por consiguiente, no puede engen­
draxse en

ella
amor, único

motor de las
elecciones libres
del hombre.
El peculiar "sentimiento" promovido por
las utopías es el sucedáneo
de la libre
y voluntaria elección y adhesión del hombre a la verdad
conocida y al bien
apetecido .
. No debe cree,se que las revoluciones posean una instancia "sen­
timental-afectiva"
que debería ser combatida por una especie de
,rigor intrelectual, cual si sucediera que en los mitos revolucionarios
se pretende ir a la voluntad sin pasar por el entendimiento. Cual
si en las revoluciones se diéra una primacía de la praxis sobre la
contemplación, simplemente,
romo se
dioe
tantas veces con excesiva
condescendencia
para
con el

verdadero sentido de la Revolucióo. En
efecto, en

rigor no puede haber primacía de
la praxis donde ésta no
viene regida
por la contemplación, porque careciendo de ésta no
puede·
existir la praxis. No puede haber verdadero movimiento
de la
voluntad libre allí donde se ha negado el
carácter de la vserdad, que
es
el bien·
del entendimiento. Con

razón se
ha dicho que la praxis
que se
pretende poner en la cúspide de los movimientos revsolucio­
narios

no es
más que

una
técnica de

manipulación de
masas y no
vserdadera praxis. Ninguna dimensión humana es potenciada por un
falso
sisrema de ideas, sino qne son todas más o menos descentra­
das
y, por lo mismo, mitigadas cuaodo no anuladas.
La técnica revolucionaria de dominio de la voluntad, de imperio
ciego y despótico sobre la misma, es sustancial para el logro de la
revolución,
y en tanto que es incapo.z del análisis conceptual y de la
reflexión raronada, debe prestar especialísima atención al

lenguaje.
La técnica ·:revolucionaxia -y es lástima que se preste a esto tan
poca atenciÓO'-es, ante todo, una técnica lingiiística. Digámoslo de
una
manera gráfica y breve: "La revolución es una cuestión de pa­
labras". Por esta conviccióo, que avala ci1 conocimiento teórico y
práctico de la Revolución, debemos lamentamos de que el lenguaje
rerolucionatio, que· llevsa siempre este carácter de

dominio de la
voluntad, se
adopte tan alegrea¡ente con

la
torpe ilusión de "no dis­
cutir por palabras"' o con la falsa sagacidad de quien pretende re­
batir las utopías revolucionarias "con el lenguaje moderno".
El uso de cierto
lenguaje estereotipado, perfectamente elaborado
1358
Fundaci\363n Speiro

UTOPIAS Y DEMAGOGIA
y adecuado para el fin que pretende, esto es, provocar de forma in­
consciente

y automática la respuesta pretendida sin
reflexión, fue
puesto de relieve por el profesor Gambra en un artículo reciente.
La mayor parte del efecto revolucionario no procede de la lectura
de los teóricos revolucionarios sino simplemente del constante uso
de determinados "slogans" que causan efecto inmediato, precisamen­
te porque su

uso
ha desplazado el uso genuino del lenguaje. Es muy
difícil
sustraerse al ef.ecto psicológico que producen tales términos
que
han sustituido
el sentido normal de los términos. El profesor Ca­
nals
ha!,iaba hace afios, precisamente en otra reunión de la Ciudad
Católica, del sentido "mágico" de la terminología en uso en el len­
guaje político, económico o incluso teológico
actual La importancia
de esta terminología es
indispensable y consnstancial a la manera
de
presentarse estas doctrinas. Sin

este lenguaje
resultarían de
una
falsedad y

arbitrariedad
excesivamente obvias
incluso para
ufi pú­
blico no culto. Por el contrario, en cambio, hoy se ha conseguido
que
.el uso de este lenguaje sea ya de por sí representativo del
grado de

adaptación a
estas doctrinas y, por lo mismo, desprestigio
inmediato
para quien se niega a tomar esta técnica lingüística.
Este lenguaje está al servicio de una emotividad no racional y,
por
lo mismo, no voluntaria. Como quiera que la mayor parte de
estos
términos reciben su intención significativa de
los presupues­
tos

ideológicos que
los sostienen, el uso universal e indiscutido de
los mismos sanciona
una doctrina

que de otro
moao no tendría por
qué ser
aceptada. Lo más difícil de poner en duda es, para un hom­
bre, el lenguaje de
la sociedad en la que vive, por lo que se ve "obli­
gado" a aceptar la filosofía que lo sustenta sin que
quepa siquiera
la
discusión de la
misma. Si el término "inmovilista", por ejemplo, es
hoy una calificación peyorativa, en cualquier orden de cosas, esto
lleva necesariamente a a~tar, al menos de modo implícito, la di­
vinización del movimiento y la condenación de la
inmutabilidad del
Dios

verdadero.
En
alg6n caso

el lenguaje empleado puede
ser, incluso,
de una
etimología enteramente contraria
al efecto que pretende conseguir.
Así sucede, por ejemplo, que se
llame a uno "integrista" sin que
esto sugiera "integridad",
que es obviarnelite su raíz, sino por el
Fundaci\363n Speiro

/OSE M.< PETIT SULLA
contrario, se prerende sugerir falsedad y oocuridad. El lenguaje ya
no es_ siquiera lenguaje estrictamente considerado, en este caso como
en otro.s, sino impulso afectivo-emotivo puro.
El
lenguaje emotivo no pretende ser vehículo de
la realidad sino
la realidad misma, en el sentido de que "crea'" la realidad. El len­
guaje se refiere siempre a otro lenguaje cuyo sentido 6ltimo no es
más que el mismo orgullo revolucionario. La época actual ha supe­
rado

así al mundo de
los sofistas griegos. La preocupación primor­
dial

de un hombre de
nuestro· tiempo, enajenado por la utopía y la
demagogia revolucionaria, no es conocer la realidad que le rodea
sino dominar el lenguaje que se emplea.·
Esramos cogidos
en las
re:les de

un lenguaje
que actúa

como
impuiso de
reflejo condicio­
nado. El principal enemigo del
pensamiento y de la voluntad es el
lenguaje mismo que
empleamos.
La emotividad o sentimiento promovidQ por la técnica dema­
gógica
que sirve a
la utopía revolucionaúa sustituye a toda venla­
dera

sensibilidad y, muy en concreto, provoca
la absoluta pérdida de
la
verdadera alegría.
Se ha dicho muy ac~ente -y Max: Sche­
ler vio en ello el principio fundamental de
la moral revolucionaria­
que las utopías sociales, en su amplio sentido, promueven, fomentan
y se alimentan del
resentimiento y no del venladero sentimiento.
Así
como
la tan traída y llevada praxis revolucionaria no es más que
técnica de manipulación de la voluntad, el sentimiento revolucionario
es
manipulación y fomento del resentimiento.
Nunca

hubo
entre los. hombres de · nuestra civilización menos
sensibilidad.
Se dice habitualmente que estamos agobiados por las
tremendas noticias de las g\lel'tas, catástrofes o injusticias, pero es
más cierto que estamos acostumbrados a responder únicamente cuan­
do
se nos
estimula con los "slogans"
habituaJes. La falta de respuesta
personal radica en el hábito contraído a ser manipulado por moti­
vación de las facultades más animales de nuestro psiqnismo. No hay
verdadero amor,

que en el hombre es más que una pasión, ni verda­
dero odio,
ui auténtica alegría, ni profunda tristeza. Si del raciona­
lismo

hemos heredado la falta de
razón, del voluntarismo hemos re­
cibido la inhibición de la voluntad.
Cuanta mayor es
fa conciencia del revolucionario -y esto lo he-
1360
Fundaci\363n Speiro

UTOPIAS Y DEMAGOGIA
mos de constatar prácticamente- menor es su apasionamiento. El
apasionamie_nto, que se supone caracteriza al revolucionario es, en
general, aparente y fingido y la constaru:ia con que acomete su em­
presa utópica
y demagógica dascansa y se alimenta, sobre todo, en
la orgullosa contemplación de su propio proyecro creador. La "roma
de

conciencia"
que se requiere para comprender la nueva uropía
exp,esa
suficientemente

el
carácter "racionalista" y poco apasionado
del nuevo

estado de la voluntad.
La emotividad revolucionaria es
impulso auimal hacia
el proyecro imaginado, tal como lo describe
Nietzsche.
Por

ello, el "superhombre", como dijo
Heidegger es,
en
realidad, un
"infrahombre" y no sólo ni principalmente por rela­
ción al
entendimienro y razón, sino por referencia a su voluntad su­
plantada
por su

animalidad.
El
sentimienro infrahmnano,

promovido por las
uropías y or­
questado por las demagogias, se bifurca, partiendo de su
ttooco co­
mún, según se trate de la uropía positivista o de la marxista. Sus
ideales y métodos, aun siendo comúnmente anticristianos, se con·
cretan de modo dif=te. Usando de unos mismos métodos de psi­
wlogia
de masas, pretenden
fines distintos.
Es fácil advertirlos, por
un
igual, en nuestra civilización occidental
rodavia no esclavi>.ada
por

el comunismo, pero impregnada
. de marxismo y esclavizada por
los ideales
y modas materialistas. Su conexión ,estriba en la igual
negación del

ser
personal, racional y volitivo, del hombre. Discrepan,
sin embargo, en el modo

de
acceder a su utópica nueva sociedad. Es
importante notat el papel jugado por el sentimienro en ambas ideo­
logías, puesro que

ambas podemos encontrarlas en nuestra
sociedad.
La nueva Religión de la Humanidad a que aspira el positivismo
comtiano se funda
sobre la "simpatía" universall, que

es
el desarro­
llo

del
instinto simpático, meramente bidlógioo y, para más señas,
común

a los hombres, auimales, plantas e incluso a la
rotalidad de
la
natutaleza que

nosotros
llamamos inanimada.

En la
última época
de sus escritos Comte insiste en que el positivismo devi,ene una
religión en la medida en que gira todo él en romo al sentimienro.
La ciencia misma debe estar exclusivamente al servicio de este
ideal final. Aunque algunos
puedan considerar ridícula

esta
preten­
sión y pooo conforme · con el positivismo estricto, 1o cierto· es que
1361
Fundaci\363n Speiro

JOSE MJ1 PETIT SULLA
esta motivación "sentimental" a.nitm la construcción· "positiva" dcl
positivismo y 'le hace, según su autor, caipaz de sustituir definitiva­
mente la "antigua" religión cristiana. No vamos a tratat en abso­
luto
las· profundas razones y la estricta fidelidad de estos escritos
al plan genetal y originario del positivismo. V amos únicamente a
mostrar en

qué
roru "sentimiento"
y mostrar
en

qué
maneta ha penetrado esta ideología en nuestra sociedad.
En la medida en que se rechaza a Dios se niega siempre, según
se desprende de la historia de la filosofía, al hombre mismo en su
libertad
y •su voluntad. Por la misma razón que desaparece el ser
personal individual se diviniza la sociedad entera de la que el hom­
bre es
sólo "parte". No es la sociedad suma de individuos sino el
individuo el concepto derwtldo de la totalidad, como pt1rte de ella. El
conocimientO y el amor no radican así originariamente en el indivi­
duo, sino que "participan" del conocer y amar de la sociedad que
sólo
radica

en
la totalidad. Todas las utopías revolucionarias niegan
por un igual los "personalismos", no ya sólo en el orden de la acción
sino en el
orden del conocimiento y de la aperencia. Los pensa·
mientas petsonales son sólo opiniones, en d ·mejor de los casos, mien­
tras que las apetencias

personales son calificadas peyorativamente de
intereses, sobreentendiéndose siempre que son "inconfesables" y
"egoístas" en la medida en que son personales. Salvo los "intereses de
clase'",
únicos legítimos,
todo
otro interés personal es egoísta y con­
trario a la comunidad. No se crea que esta visión es exclusiva del
marxismo. Nótese· con ruánta freruencia se habla así desde el len­
guaj,e del moderno liberalismo ran socialista como el marxismo mis­
mo.
Así se

expresa
precisamenre el
fundador del
positivismo, antes
incluso

que
el propio Marx.
El sentimiento que está al principio y al fin de la construcción
positivista, es de

esta
índole panteísta. El

"amor" a los
animales o,
en
general, a la "naturaleza" hoy tan en boga, está en el mismo ni­
vel, y en cierto modo superior, al amor a los hombres. El tal "amor"
ni
brota

de
la voluntad human tinto, ni se rige por el objeto conocido y valorado, pues se expan­
de
por un igual 'en la naturnleza entera, en la medida en que no
hay individualidad
y menos todavía substancialidad. Amar a un ob-
1362
Fundaci\363n Speiro

UTOPIAS Y DEMAGOGIA
jeto por él mismo, por su valor, es precisamente la expresión genui­
na
del

"egoísmo". Todo amor
ha de ser "desinwresado", es decir,
debe dirigirse
por un igual a cualquier parre, en tanto que todas las
partes contribuyen por un igual al todo divini.7.ado, único digno de
"amor".
El positivismo, escribe Comte en sus últimas obras, es la consu­
mación y perfeccionamieoto de aquella incipiente forma de re).igión
que

se
llama "fetichismo", del que no discrepa más que ro el ca­
rácter "~ientífico" y, por ello furulament>U!o, de este nuevo fetichis­
mo.

¿No
hemos capt>U!o el aspecro fetichista del

nuevo
arte? ¿No
hemos

comprobado la "simpatía universal",
caricatura y burla del
amor personal, en el trato entre los hombres? ¿No está
toda la pe­
dagogía moderna, desde la familia, tanto entre esposos como entre
padres
e

hijos,
hasta la escuela, presidida por. esta "simpatía" que
toma el hombre y la mujer, el adu[to y el niño, como [os nuevos ,,,¡q,,,.
bros de la sociedad "civllizada"? Nos educan para ser "sociobles". El
nuevo orden social se caxacreriza en el positivismo; esta revolución
que pretende no ser revolucionaria, por el perfecto "ajuste" de to­
das las piezas de esta totalidad en la que tener criterio propio es
sinónimo
de repetir
las ideas volcadas en las revistas de . "opinión",
y tener sentimientos propios es "amar" por un igual a los hombres,
prójimos o lejanos, a los animales y a
las ¡,!antas. Es, en fin, el
"amor" de las "relaciones humanas" en las que sólo hay "relación"
y no seres dignos de ser amados. Cualquier predilección es un egofs..
mo

contrario
al amor universal.
El sentimiento
promovido por el positivismo es una imnersi6n
del idividuo en la naturaleza, toda ella impregnada de ººsimpatía
universal". El

objetivo de este sentimieoto es, como en los estoicos,
"vivir conforme a
la naturaleza". El aspecto femenino que toma
nuestra sociedad -recuérdese que Comte propone seriarnenre sus­
tituir

el
término "Patria" por el de "Matria" -debe entenderse
como

preeminencia de la protección
rn&s material y biológica, sobre
la promoción del espíritu. El progresivo aumento de tooa clase de
"seguros sociales", que es ideal de los
socialismos occidentales, ex­
presa

este sentido protector de
la comunidad. Lo mismo, las cargas
crecientes sobre los
ingresos económicos

más altos. El capitalismo,
Fundaci\363n Speiro

/OSE M.• PP:rrr SULLA
más de los banqueros que de . los industriales, tiene esre carácter
"dispensador" de

toda
dase de
bienes, de trabajo, de
salud, de cul­
tura, de promoción de la mujer y de "protección" a los ancianos o
"subnorma[es". Nótese

que a los
llamados "subnormales" se

les pre­
senta como "hijos" de la sociedad
enrera, cuando

la realidad es, como
se vio con la
famosa "Talidomide", que los hijos tarados por causa
de este fármaco fueron, en
buena parte, rechazados por sus propios
padres narruales y legítimos. Los liberales "progresistas" y socia­
listas
aplaudieron y fomentaron el aborto de los que se presumfa
saldrían
tarados. No puede haber sacrificios personales, callados y
continuos, sino que se propone la "adopción" colectiva de los que
han de ser "rehabilitados". El amor no es personal sino colectivo y
no se ejerce en el árnbiro de la familia sino de la sociedad. Lo que
se está introduciendo
mn estas campañas pseudocarita
la
idea de que todo el
afecro es

"social" y que
todos somos de alguna
manera destinados a ser
"rehabilitados" por la sociedad, única po­
seedora de capacidad de
"amor". Se ha empezado por los llamados
"subnormales", pero prueba de dónde apunta este especial "amor"
Jo tenernos en que se está proponiendo el mismo traro "social" para
los ancianqs, como si ellos fueran también algo especial y anormal
en la sociedad. El positivismo,
en definitiva, propugna

el socialismo
"social", es

decir,
total, mucho antes que el simple socialismo eco­
nómico. Se quiere socializar el afecto, como se quiere socializar la
razón. Se quiere, en definitiva, divinizar la sociedad, con el argu­
mento pseudocristiano e incluso anticristiano del "amor universal"
que es la simpatía biológica, fusión del individuo en el medio so­
cial total.
El desarraigo del hombre de su propia intimidad, colocándose des­
de
el princi,pio a una extroversión y "relación" con la rotalidad, ri­
diculizando
y desprestigiando las relaciones naturales, con Dios,
con
· 1a familia,

con
el medio ambiente más inmediaro, es el caldo
de · cultivo fomentado por las utopías revolucionarias. Tonto la re­
volución positivista o liberal materialista como la
marxista se
em­
peñan en romper o hacer imposiblés las

tradiciones de todo tipo, que
son como la memoria de las comunidades,
que. prestan

identidad a
los individuos
y a los pueblos. Las tradiciones son vistas como la
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UTOPIAS Y DEMAGOGIA
expresión suprema del "egoísmo". Mientras se predica demagógica­
mente la autarquía y la "autenticidad", se crea un mundo en que
no es posil:Jle más que la moda y la imitación o el simple contagio
colectivo.
El marxismo opera en esta

situación
creada por el li~o
materialista
de

modo más violento
aprovechando esta distorsión del
hombre
individual o

de grupos especiales que
el liberalismo ha con­
vertido primero en
"clases" homogéneas y cuyo único sello es el
potencial económico
y su inserción en el mundo de la producción.
La invocación a la totalidad, que -también se dará a la larga, pasa
primero, en el marxismo, por la invocación a la clase de los "opri­
midos". El enemigo inmediato del revolucionario
ya no es sólo el
padre, la
familia y todas las "instituciones" de la "clase dominante",
sino que es la misma sociedad que ella ha
creado. Rota la naturali­
dad

de
las relaciones personales, con Dios, con uno mismo y con los
"prójimos",
el hombre

puede
sentir la

tentación de la nueva "sim­
patía"
creada por la nueva asociación de los que luchan por su "li­
beración".
La absoluta pérdida de la humildad, a nivel incluso hu­
mano
y naturllll, esto es, la alegría de la aceptaeión de la realidad,
forma suprema de "alienación"
para los marxistas, predispone al
'hombre a moverse, en su razón y su voluntad, por juicios que fo.
mentan
el resentimiento social hasta el odio instintivo por la socie­
dad que le
rodea. La emotividad revolucionaria promo'l'ida por la
demagogia quiei mundo dominado por la
"clase dominante".

Se pregona el carácter
"contradictorio"' de toda
realidad social.

El mundo humano, a
todos
los niveles, es .. lucha", "conflicto". Es necesario "crear" otra socie­
dad que todavía no ha eristido nunca, en la que nadie "expl0tará"
a

su semejante.
La terminología es aquí absolutamente imprescindi­
ble
y debe evocar ·siempre el carácter de dominio de toda relación
humana

hasta el presente.
El mundo, segón esta utopía, ha
de ser "transformado". Esta tarea
impone un desprecio absoluto
por el orden "burgués". El fomento
dél resentimiento

es absolutamente crucial. El
lenguaje está
aquí al
servicio, no de la
"simpatía universal"

del positivismo sino del
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/OSE Mil PETIT SULLA
resentimiento universal, del. desp~io y odio .hacia roda realidad.
Todo es "problemático", "contradictorio", .. alienante". La realidad
ha de ser "tensión", el pensa!Iliento ha de ser "oposición", la rela­
ción social
ha de ser "conflicto". Toda esta rerminología es absolu­
tamente indispensable para crear una respuesta automática sin la
menor reflexión.
Nótese
que la superación de estos contrarios dialécticamente en­
frentados no es
otro sino
la
misma sobsunción del individuo en la
totalidad. Así, por ejemplo, toda relación laboral es "explotación""
mientras el pacto laboral es entre capital y trabajo, pero deja de ser
explotación,
no

cuando mejora la calidad
y retribución del t1tabajo
y de sus condiciones sino cuando el trabajador lo· hace para el Es­
tado que

es el
propietario exclusivo

de
todos los bienes de produc­
ción. No
hay nada digno de ser apetecido por sí mismo sino lo que
sirve directa o
ind.irectámente al
Estado totalitario.
Así sucede con
el
matrimonio, con la
propiedad, etc.

El solo hecho de
discrepar de
la
totalidad controlada

por el
estado policía es

sinónimo
de "contra­
trevolución". El contrarrevolucionario debe
ser tratado

como un "en­
fermo". Antepone

su propio interés
al inrerés

del
Partido y, por lo
tanto,
de la "clase" obrera. Es un enemigo
de la comunidad. Su voz
no suena acorde con la multitud
y, por tanto, él mismo se condena
al aislarse del cuerpo
sociall. Se rige por. su propia razón y su pro­
pia voluntad; por tanto, no puede alcanzar el punto de vista ver­
dadero. El lenguaje del comunismo internacional es
completamenre es­
tereotipado. Todo son insU'.itos, todo son palabras "mágicas" para
cubrir
la
falta de
pensamiento y de voluntad. Il! "deber" es cl im­
perativo supremo de toda la acción política que suplanta la adhesión
de la voluntad al bien conocido. Por carecer de verdad el comunis­
mo no puede mover
la voluntad. Por esta razón todo es colectivo,
unánime, populat.

Toda
discrepancia es minoritaria y autosegregada
de

la
totalidad. De ahí las "confesiones" de culpabilidad, el recono­
cimiento

de la "separación". Toda ideología falsa ha de ser totalita­
ria, porque no
pndiendo pasar la criba de la razón y no pudiendo
satisfacer el anhelo de la voluntad se ha de imponer por motivación
de sentimiento biológico, instinto de conservación del
Mg,,,.;.,mo.
1366
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UTOPIAS Y DEMAGOGIA
El error conlleva siempre una tiranía, esto es, una reducción del hom­
bre a su animalidad, de su individualidad a su ser "miembro" de
una clase o
comunidad. La propaganda será siempre absolutamente
indispensable para mantener el asentimiento del individuo al "pro­
grama" colectivo.
ACTAS DE LA V REUNION DE AMIGOS
DE LA CIUDAD CATOLICA
El Paular, 29, 30 y 31 de octubre de 1966.
II
PUNTOS BASICOS PARA LA ACCION
DE LOS
SEGLARES EN
EL
MUNDO
Introducción: Comunidad y espíritu comunitario, por
Germán A~e: de Sotomaryor,
Ortodoxia de la fe: "Creo en Dioe, Padte Todopoderoso",
por Ju,m Roig Glll'onella, S. 1, ·
Espiritualidad

y
aooión conseeu.ente de los seglares en el
mundo, por José María Gil Moreno de Mora.
Método racional, por R,.fael Gambra.
El Oi,den natural y el Derecho, por Jzum V allet de Goy­
tisolo.
Importancia de la Política, por Francisco José Latapie.
1
Poder político y poder económico, por Fram;isoo José '·
F enuíndez de la Cigoño. 1
76 págo. 60 ptas.
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