Índice de contenidos

Número 153-154

Serie XVI

Volver
  • Índice

El progresismo y su penetración en España. Apunte histórico-crítico

EL PROGRESISMO Y SU PENETRACION EN ESP.A:RA
APUNTE HISTORJCO-CIUTICO (*)
POR
BERNARDO MoNSEGÚ C. P.
El progresismo.
No

es nada
fácil una definición escueta y precisa del progresis­
mo atendiendo a sus contenidos
ideológicos. Y ello, porque el fe­
nómeno progresista es excesivamente vasto y complejo; además de
que
su nombre

traiciona
la reallidad.
Empezando por ,esto último, en efecto, Robert More!, en su cu­
rioso "Lexicon de L'Eglise Novelle" (París 1971),
tan agudo y lleno
de ironía, al vocablo
"progresismo" lo despadia con línea y media,
pero muy significativa y preñada de intención; vale por un tirón
de mano con que se le desenmascara a uno. Dice simplemente:
"Progresismo: Es lo que San Pío X IIarn6 modernismo, y lo con­
denó"; ~emitieodo,
en paréntesis, a la palabra Integrismo, que des­
pacha eo no más que otra línea: "Es lo que hasta ayer se decía
fidelidad", reenviando de nuevo a la palabra "progresismo".
Esto quiere decir que bajo una buena palabra se esconde un.a
perversa realidad, pues hablando de progreso se cae en retroees0;
ya que el progresismo de hoy es el modernismo de ayer. Lo contra­
rio

de lo que sucede
con el integri.mw, que, sonando a balldón, es
elogio:
el elogio de eso que hasta ayer se decía fidelidad.
Pero vamos
ali grano y digamos Jo que, segón la acepción reci­
bida y consagrada ya, se entiende por progresismo, sin perder de
(*) Conferencia. pronunciada por el P. Bernardo Monsegú C. P. en la
Junta General de la Hermandad Sacerdotal Española, celebrada en Saotiago
de Compostela los días 14,
15 y 16 de septiembre de 1976.
443
Fundaci\363n Speiro

BERNARDO MONSEGU, C. P.
vista la complejidad del fenómeno a que antes aludíamos y que
hace
tan difícil el definirllo doctrinalmente.
Debe notar~e, en efecto, que 1a aberración progresista no recae
sobre un dogma o praxis particulat de la Iglesia, sino que Jo abarca
todo:
pensamiento y vida, dogma y disciplina, litutgia y pastoral.
De ahí la justeza de la definición de M0tel.
Al· ser un modernismo
redivivo,

vale de
tll Jo que dijo de éste S. Pío X: que era "el com­
pendio
de
todalS las aberraciones".
Lo iremos viendo a compá.S-de estas reflexiones o apuntes, re­
feridos de un nwdo particular al progresisnw en España.
Históricamente, en

cambio, resulta
fáci[ definir
o
declarar lo
que
se entiende pot progresismo: Se trata de uoa e0triente de pen­
samiento
y de vida cuya primera manifestación en la Iglesia Católica
se
dio en el período posbélico de la segunda Gran Guerra, cobtó
auge

o alliento con el hecho
histórico del
Vaticano II, y ha
alcaozado
su madurez y plenitud, acaso diríamos rnejot su total desquicia­
miento o
desbordamieoto, después del

Vaticaoo II, en esto que
dicen "posconcilio".
Las tesis fundamentales del pro!l"esismo.
· Conw
tesis fundamentilil se puede establecer la de· una opc10n,
o
empeño, radicalizado y sistemático, por hacer progresar a la Igle­
sia

sometiéndola al dictado de
los tiempos, (los fanwsos signos de los
tiempas) en !<, dogroático, en lo institucional, en lo disciplinat, en
lo moral
y en !o Jiní,,gico.
Tan

es así, que la filosofía
clásica, la escolástica

sobre todo,
viene a
set despreciada, jgnorada y · sustimida por otras filosofías
cuya ai:rta de recomendación única es la novedad; y cuanto más
tengan de oposición a .Ja que se enseñó ayer, mejot. A Santo Tomás,
e1 Doctot Común de la Iglesia, [e veréis sustituido pot Teilhatd de
Chardin. ¿Acaso no hemo.s visto pulfücaciones católicas proponien­
do el Nuevo Catecismp Holandés como fa Suma Ter,lógica de 106
t~empos nuev95, o manual 4e los nuevos seminarios?.
En litutgia, todos sahemos lo que ha sucedido, no ya con el usó
444
Fundaci\363n Speiro

EL PROGRESISMO Y SU PENETRA<;ION EN ESPARA
dél latín, lengua que el Concilio c;lijo ser la oficial .de la Iglesia, pero
que
nadie usa y que ya los nuevos seminatistas ni entienden, sino
con
el mismo

rito de la Santa Misa.
Aparte el
ostracismo a que

se
ha condenado la Misa Tridentina,
de
modo tan solemne y

a
perpetuklad proclamada válida .por San
Pío V,
ahí están tantos y tales arbitris11,10S litúrgicos que se ven
tolerndos, consentidos, cuando no

autorizados
y bendecidos, por quie­
nes
menos
podda . esperarse.
De los
abusos disciplinarios, conculcando leyes canónicas santas
y santificadoras, mejot es no hal,lar. Muchos de nuestros. clérigos
progresistas hacen
chacota de las leyes canónicas, Ni SOtana ni der­
han.
Al confesionario (gatita
le dicen

ellos) si lo sufren,
los vereis
entrando en mangas de camisa o en un .atuendo romo de mecánicos
o
camioneros, o,

cuando
mucho, de conserjes de hotel y acomodado.­
res

de cine. Hasta
al altar suben

sin
el mínimo de otnatnentos sa­
grados requeridos.
Pru:ece ser

un signo de los tiempos que los sacerdotes se libe­
ren de todo signo sagrado, procurando
,p que
de verdad son. Auuque creo que esto de
ser habda que ponerlo
en cuarentena. Porque si
.es verdad. que

se puede parecer
y no ser,
de lo que no
cabe duda

es de que
el no querer parecer, de lo que
suele ser
señal es de que no se está. a gusto con lo que U/10 es,
Volviendo
a lo

de las tesis
fundamentales del

progresismo, va­
riantes todas
de. la primera, otro

de
los rasgos

típicos
dél mismo
consiste

en
el. prurito

por
parecer moderno y estar muy al . día, aun­
que
sea a
costa de

la fidelidad debida a la verdad, a la ley, a Cristo
y a los compromisos adquiridos con EL
Opinan, en
efecto, loo progresistas que lo .de hoy es siempte
mejot

que lo de
ayer, llegando a

establecer
romo criterio.
de
verdad
la

actualidad; una verdad que ellos fundan no tanto en la adecuación
con la
realidad (pa+a el caso: la realidad dogmática, moral o discipli­
nar establecida
pot la Iglesia, en fidelidad a la ~itura y a la Tra­
dición),
sino en la
estimación o

apreciación popular; es
decir, en
lo

que dicen o
piensan los más. De ahí la preponderancia que dan
a lo sociológico sobre lo teológico, a la democracia sobre la jetar-
445
Fundaci\363n Speiro

BERNARDO MONSEGU, C. P.
quía, a la libertad sobre la verdad, a la ooociencia sobre la ley o
norma objetiva. Es la concepción antropológica de la tooilogía, por
la que se llega a poner a:! hombre en el lug.,r que rorresponde a
Dios.
Y esto, en una ciencia que tiene a Dios y su Revelación por
fundamento
y norre.
Se intenta 1a construceión de una Iglesia sobre base mis comu­
nitaria
y democrática que personal y jerárquica; no se quieren ins­
tituciones que no estén a merced del pueblo; ni pastores que no los
elija
el pueblo;. se politiza el Mensaje, y se pasan a las estructuras
los cambios y reformas que Cristo pedía para las conciencias. Pe­
cados personailes a,pena.s si existen, como no sea ese que dicen de
"'opción fund=tal". Se habla mucho de la justicia social, poco o
nada de la justicia que hace santos. Se instrumentaliza el Evangelio
para fines socio-pollticos, y la vida teolog11IL y sact811Deiltru apenas
cuenta.
Derivación socio-política.
El progresismo se ha inventado también lo del socialismo con
ro,lro huma,w, ,ociaUJmo religio,o y cri,tianiJmo marxista, cuyo
postulado básioo se cifra en esa inversión del sentido de la fe notada
por Casanova:
"'Si antes

el servicio del
hombre no

tenía sentido sino
en cuanto era
servicio a

Dios;
actualmente di servicio a Dios no se
concibe sino como
servicio a las nocesidades de · 1os hombres entte­
gados a la 11eción práctica" (d. Le, marxi,1e, el fevr,/ution du monde
catholique.
Pam, 1972). A lo que ha contribuido -observa-el
mismo Concilio, con la inaugutllCión de una era de diálogo en la
práctica de la pastorad, y con la .mbigüedad o doble cata de alguno
de sus textos, según ya notara el pastor Visher.
La tedlogfa se hoce antropología. Dios pasa de vertical a hori­
zontal, "'pienle alrura. Optado conscientemente y definido como ser
ligado a

las necesidades y a las
aspiraciones humanas, ya no poseerá
fuera de ellas ni el cielo, ni trascendencia sobtenatutal". La jet11tquía
vista,

hasta
ayer, como representación

de Dios, pasa a ser
conside-
446
Fundaci\363n Speiro

EL PR.OGRJ!SISMO Y SU PENETR.ACION EN ESPARA
rada representación del pueblo. De ahí que sea cada vez más discu­
tida, triunfando una concepción comunitaria y democrática de la
Iglesia sobte otra personal y jerá1'quica. Los texros bíblicos se leen
cada vez

menos en sentido
sobtenatlll"all y en función teológica. Todo
es leído con sentido
temporal y revolocionwrio. El laicismo y la
secula.ización se adueñan de la ideología religiosa. Hoy se habla de
un
ateismo teológico, lo mismo que de un cristianismo ateo. De
los temas teológicos, 1os ,µ,icos que interesan sonJos de la encar­
nación de la
fe en una praxis al servicio de la promoción temporal
humana. Y por la praxis se juzga la ortodoxia.
El mismo Casanova oos dice que es así como hemos llegado a
esto que
llaman "crisis de identidad sacerdotal", muy en línea con
los principios y praxis del progresismo. "A escala mundial, esros
últimos (los sacerdotes), saben cada vez menos cuál es el sentido de
su vida y de su estatuto "permanente" eclesiástico. Ligados a las
masas, participan en la transfom1ación de las aspiraciones que ma­
nifiestan.
La vida como cristiano J.es ¡,«ece cada vez más sin sen­
tido, vakw ni utilidad; su ministerio .es paira una asistencia orimtada
enteramente al trabajo social, a las Judhas sociales, sindicales, polí­
ticas. Se vive en
términos idealistas,

siempre
gauthish>I" (Obr. cit.,
página
104),
Así observamos que

en su
a1án · de adaptarse a Jas masas, "aten­
ros a las evoluciones y reivindicaciones de las fuen:as popu:lües
cuando
éstas

son masivas,
se inclinan los obispos a hablar del so­
ciaUsmo,
incluso de lucha de dtises (como Jo hizo Monseñor Mazieres
dirigiéndose a

un
O>ngtes0 de Acción Católica) y a guarda,-más
las distancias respecto
del poder".
A
la verdad propuesta en nombte de Dios y hasta definida por
e'l Magisterio ,se prefiere la del consentimiento popular o la que
dicten
las encuestas. La fe escuoha al muodo en vez de escuchar a
Dios.
La teología de la redención cristiana cede el puesto al mito
de la
liberación humana; que,

sin embargo, dicen teología. Teología
¿por qué?, si es
una auténtica liberación de toda Teología... An­
tropología,
y gracias.
447
Fundaci\363n Speiro

BERNARDO MONSEGU; C.• P.
BREVE APUNTE HISTÓRICO.
El clarinazo de la "Rumam · w,neris".
Esta.ocio al dato histórico, debemos decir que el progresismo es­
taba ya miplícito o virtualménte contenido en algunas de las audaces
y peligrosas opiniones que. la '"Hwnani generis" reprobó.
Notemos con monseñor Rudolf Graber, que ya en 1937 y 1940
habían aparecido dos libros en A:!emania: Der Katholizismus, sem
Stwb
""°' W..-de y [Jer Katolizismus der Zuk,mft, en los que figu­
raban muchas de las tesis y postulados que habían de triunfar más
tarde con el

progresismo.
En
ellos. encontramos, por ejemplo, estO: 1) que se use la lengua
vulgar en

la
Lltw:gia; 2)

que
J,a "litutgia, de la palab;a" · se considere
esepcial
en

la
celebración del Misteri<;,; 3)

que
.se haga
una edición
popular de

la Biblia; 4) que
renazca el

folklore religioso; 5) que se
destaque
la prioridad de la misión del '1aicado; 6) que se reforme
la
ley del celibato; 7) que di Papa renuncie a la tirura y a la silla
g=toria; 8) que se vuelva. a la "puceza del Evangelio" y se revalo­
rice la Reforma".
Con. esto .último se apuntaba a la pretensión de llegar a una
sín,tesis entre el.catolici~ y el protestaotismo: catoiicismo "abier­
to. a Dios"; protestaotismo "abierto al mundo". También se pedía
upa redimensi6n .de la significación de Maríá en la Iglesia,
Cualquiera
echa de. ver la afinidad de tales ideas con algunas
de

las que
se abrieron ancha puerta
a la
hora del
Vaticano II.
En Francia habían aparecido tMI>bién dos libros, pioneros de las
nuevas ideas.

Tanto,
que m el
Santo Oficio. Me
refiero al

del
P. M D.-Chenu: Une üme de
theologíe: Le Satdchow (1937) y al de L. Cbarlier: Essai sur le
p,obléme théologique (1938).
Vino luego la famosa
rontroversia motivada por la "parición en
el
mercado libreto

de la
meritísima colección

"Sources
ChrMennes··,
dirigida por De Lubac y Danielou; así como por la otta: '"I'heologie",
de los jesuitas de
Fourviere. La letta y espíritu de esas controversias
448
Fundaci\363n Speiro

EL PR.OGRESISMO Y SU PENETR.ACION EN ESPAÑA
quedaron consignados en el librito Dialogue Theologlque (1974), de
Labourdette.
Como reacción y, con la intención ~presa de -oponerse a las
nuevas · ideas que amenazaban con el deomantelamiento dogmático­
moral, litúrgico-disciplinar de la Iglesia tradicional, al amparo de los
desastres producidos por la
guerra, con ell aislamiento de las iglesias
europeas de

su centro, Roma, cuya
voz apenas

si podía
okse, y
oon
el trasiego de gentes que imponía
la misma guerra, haciendo mar­
char juntos al lirente, a las cárceles o a los campos de concentra,
ción

a
hombres de

distinto credo
religioso y político, ( oon Jo que
se
. favorecía

un
irenis.mo, un sincretismo o un contagio peligroso),
surgió en París, en
1946, la revista Le Pensée Catholique que aca­
ba de celebrar, en noviembre
del! 76, el trigésimo anive,:sario de su
primer número, sumando ya los 165.
En efecto -nos dice en el Editorial de su número conmemora­
tivo- "nos
pareció necesario reaccionrur contra tendencias, exce­
sivamente puestas
de manifiesto, de independencia y de liberalismo.
las filosofías existencia!listas alemanas y francesas pervertían las men­
tes en los medios estudiantiles y muru!anos. La "nueva teología" (a
pesar de la condena
de Pío XII) allcamente infecta de evoluciooismo,
seducía a los espíritus juveniles,
insuficifntemente armados, en Se­
minarios y Universidades. Tefilmrd de Cliardin se convertía en el
maestro,
más seguido cuanto más persegnido. Y en las parroquias
comenzabao a hacer su aparición ciertas Jimrgias por lo menos ex­
céntricas. Día a día perdía terreno la catequesis de niños y adoles­
centes

...
Y surgimos con nuestra divisa: Cum Pet-ro in Christo", y
la bendición de Pío XII.
A la
muerte ·de Pío XII.
Que Pío XII había puesto el dedo en la llaga, lo prueba la cam­
paña desatada contra él (uno de los más grandes Pontlfices que re­
gistra

la
historia de

la Iglesia) de un
modo inaudito, sobre todo con
su
muerte. ¿Qué digo con su muerte?. En el lecho de su misma ago­
nía.
44~
Fundaci\363n Speiro

BERNARDO MONSEGU, C. P.
lll comunismo triunfante, por un lado; y di odio de un cierto
clero
progresista y
corrompido, resentido

contra Pío XII, por otro,
le habían ido
oreando, ya

en sus últimos
años, según nota L. Villa,
buen conocedor de
los entresijos vaticanos, una cortina de aisla­
miento, que impedía que su voz se oyera -como él mismo comen­
tara-más allá de los muros vaticanos. "Se Je odiaba y se Je con­
denaba porque
era un Papa antimodarnista y antiprogresista. Su
aislamiento . se conv.i:rtió en · una especie de exilio moral en sus mis­
mas 'habitaciones ddl Vaticano.

Pot eso fueron
posibles, en

su
ú1tima
enfermedad,
aquellas

infames
fotografías, tomadas por su mismo mé­
dico de cabecera, haciendo burla de sus contraciones agónicas; las
que se
ofrecieron en
pasto a
una voraz y lúbrica ptensa internacio­
nal.
Así murió, solo y abandonado, a semejanza de Cristo, aquel
que había
sabido set tan digno y tan gran Vicario suyo."
Pero
allí empezó también la maniobra envo1'vente del progresis­
mo,
convertida en

auténtica conjura contra
la Iglesia, preparada con
astucia
diabólica,
apoyada de

un lado
y de otro por la traición de
cierto numeroso
dlero. Atizada por el soplo de la masonería, vino a
origina.r esta que se

ha
llamado "la

revolución de los católicos
co­
munistizados". Iba ordenada, en fin de cuentas, a acabat con la
Iglesia jerárquica, la Iglesia institueión, porque "Iglesia constanti­
niana", para inaugurar otra que dicen más consonante con el cris­
tianismo primitivo; pero cuya intención no es más que la de in­
troducir la democracia política en la Iglesia. Tanto ésta como el
cristianismo debían esp1ritualimrse, sin pretender erigi:rse en socie-­
dad, ptefkiendo una nueva cristiandad secular, laica y desacralizante,
a la tradicional, ~eligiosa y oristiana, de la base a!l vértice, que pre­
valeció

en los
siglos medios

y cuyo último grande
y glorioso empeño
hay

que
ponet!lo en

la sociedad
española de

la gran
España de Car­
los

V y
Felipe II.
Profetas

de esta nueva Iglesia
fueron en

Francia Mounier
y
Maritain; sobre todo el primero, que soñaba con un marxismo oris­
tiano. Las revistas "•Esprit", ··sept", "Temps pr-esent", "Temoignage
chrétien", "Jeunesse· de l'Eglise", "Quin.mine", "L' Actualite religieu·
se", "La vie intellectuelle", "La vie catholique ilustrée", "Radio
cinema", "Telerama", etc., amén de los nombres de Chenu, G.
4l0
Fundaci\363n Speiro

EL PROGRESISMO Y SU PENJ!TRACION EN ESPASIA
Suffert, P. Boisselot y otros colaboradores, sin mentar las "Infor­
mationts catholiques lnternationales", de sobra conocida, fueron o
son voceros del progresismo.
Acro DE PRESENCIA EN ESPAÑA.
A España el progresismo lleg6 ron retraso. Es fruto de impor­
taci6n. Cairece de

originalidad.
Tamporo encaja
en el temperamento
religioso, tradicionalmente conservador, de nuestro pueblo.
Pero, puestos a innovar y seguir '.la corriente, extremistas como
somos, no han faltado entre nOS01lt'OS quienes dieran en él de bruces,
haciéndose voceros de la ideología o praxis progresista.
Unos,
quedando encandilados y

boquiabiertos
ante teorías y
prácticas extrañas; otros, por no ser menos, urgiendo a toda prisa
el ponerse a!l día, adoptando modos de pensamiento y de vida apren­
didos fuera. Y dada la
hora y situaci6n pecu1iar de España, con un
régimen
po!Jtiro no

muy
del gusto
de los que querían poner
nuestro
reloj

a la hora
democrática y socia!lizante de Europa, nuestro pro­
gresismo deriv6 más hacia lo socio-político que hacia lo propia­
mente religioso y teol6gico.
El progresismo, en este último terreno, se centró en lo litúrgico
y disciplinar principalmente, haciendo leva de las llamadas comu­
nidades de
base y utiliz.ando la pastoral como amia para imponer
pecu1iares puntos

de vista,
sianpre apuntando más a lo político que
a lo religioso.
De ahí actitudes y hasta actuaciones
púl,licas que,

protagonizadas
por clérigos y hasta obispos, llevaron a situaciones de conflicto o
enfrentamiento con la autoridad civil, no
dispuesta a

dejarse comer
su terreno, ni aun en nombre de 1a :religión o de la Iglesia.
La presi6n ideológica y política europea, que comenzó a sentirse
ya con el alineamiento a la izquierda
y a favor de los "rojos", de
los izquierdistas
franceses, capitaneados por Chenu,

Boisselor, Ma­
ritain
y Bernanos, llegó a su cdlmo a la hora del triunfo de las de­
mocracias sobre los
países del

Eje. Pero se
hizo agobiante,
sobre
todo en lo ideol6gico, a
!la hora del Vaticano II y con la bien or-
451
Fundaci\363n Speiro

BERNARDO MONSEGU, C. P.
questada campaña .de prensa que · monra,:on en torno suyo !los pro­
gresistas.
Nadie
discute las
enseñaru:as doctrinales del Vaticano
II. Pero
no cabe duda que la orientación
tomada por la Iglesia a raíz de
este
Omcilio deja

mucho que desear.
Ha sido
el mismo Pablo VI quien ha expresado más de una
vez esta su decepción posconciliar, lamentando el período de con­
fusión, subversión y autodemdlición, a

juicio de muchos sin prece­
dente en la hstoria, que hoy
padece la I¡jlesia.
He

aquí una cita
del mismo. Pablo

VI en
su discurso
del 2 de
abril de
1969: "Hoy

la Iglesia se ve
sometida a
una de sus más
duras pruebas. ¿Es posible?. ¿Después del
Omcilio?. Sí,

después
del
Omcilio, El Sefio, nos

somete a
esta dura prueba. La Ig1esia
sufre

mucho, todos
vosottos lo

sabéis bien. En unas
pactes porque
se

la
priva de

la
libe
que tiene
detecho. En otras, porque ve
el
abandono que muobos católicos hacen

de la fidelidad
debida,
abandono
de

una
tradición secular

a la que no saben ser
fieles,
cuando

tanto Jo
me guir esa fidelidad, a base de comprensión y de amor,
será siempre
poco con
tal de conseguirla.
"Sufre sobre
todo por 'la conducta inquieta, la actitud crítica,
indóciJ y demoledora de tantos hijos suyos, los predilectos -sacerdo­
tes, maestros, laicos dedicados al servicio y al testimonio vivo de un
Cristo viviente en su Iglesia-, que se
rebelan contra la comunión
íntima

e
indi,q,ensable con ella, contra su estructura institucional,
contra
las normas canónicas, la tradición y la cohetencia de su fe,
contra su

autoridad, principio
insustituiMe de vetdad, de
unidad y
de caridad... Sufre
por la defección y por el escándalo de ciettos
eclesiásticos

y
religiosos que
están crucificando
hoy a
la
Ig1esia".
Hasta

aquí
Pa!,lo VI.
Cuanto

se había construido durante
veinte siglos,
a precio de
sacrificios
inoumemhles, hoy amenaza ruina. Y un cambio de sen­
tido
operado en

la Iglesia,
es a todas luces patente. ¿Qué duda cabe
que

es muy difícil, por ejemplo,
ponet en
línea de continuidad
y
de fidelidad a los mismos postulados de la fe y de la tradición ca-
Fundaci\363n Speiro

EL PROGRESISMO Y SU PENETRACION EN ESPAf tólica, a mucho de fo que se decía antes y se dice después del Con­
cilio?
¿ Y a qué viene tanto hablar de
una nueva mentalidad?. Men­
talizarnos ¿a

qué
y para qué ... ?
Primero,, pinitos, bajo el auspicio de organizooiones apostólicas.
Al iguall que en Francia; también en España el progresismo de
signo socio-político
llizo sus primeros ensayos o pinitos al color o
abrigo de organizaciones católicas que se profesaban apostólicas.
Cosa perfectamente comprensible atendida nuestra situación po!lí­
tica.
La Acción Católica tendió a especia:liza,:se, y surgieton los mo­
vimientos especiallizados de acción
y de testimonio, dedicados per­
fectamente al. mundo

obrero. La
J. O. C., por ejemplo, fue un mo­
vmiento

obrero nacido de la Acción Católica, en
el que no· sóio se
especializaba el apostolado, sino que se hacía propia la causa obrera.
La J. O. C. educaba a los suyos para que se responsabilizaran con
la causa del mundo obrero bajo su propia iniciativa, sustrayéndose
en lo posible a las consignas y directrices "paternalistas" de la je­
rarquía.

Cada
cual · debe ser dueño de sus compromisos y sus op­
ciones socio-políticas.
La J. O. C. iba dirigida preferentemente a los
jóvenes.
Hay que reconocer que el progresismo,. en su versión· humanís­
tico-nlM'.XÍsta del mensaje liberador del · Evangelio, tuvo en los "mo­
vimientos apostólicos" de España un muy activo y seguro asilo.
Se explica ello porque la HOAC, la JOC, la JIC, 'la JEC, la JACE y
demás variantes que hallarnos en la militancia cristiana de por loo
años

1943 a 1967, como
enmarcados en '1a Acción Católica jurídi­
camente establecida y
reconocida por

el Estado, disponían de una
libertad de

reunión
y de acción que no tenían otras agrupaciones,
sobre
todo en el
sector obrero. Recordemos

que lo característico de
estos movimientos apostólicos especiailizados no era precisamente 1a
especialización, bajo cuyo signo nacían, sino el que esa especializa­
ci6n incidiera sobre un determinado grupo o clase social: la obrera
en concreto.
Y se explica, además, por el partiailar favor o protec-
4l3
Fundaci\363n Speiro

BERNARDO MONSEGU, C. P.
ci6n que gozaron por parte del cardenal P1a y Deniel, de cuya
lealtad política nadie
dudaba.
Hay

que atender también a la liberación política
universitaria,
iniciada

bajo la
gestión ministerial

del señor
Ruiz Giménez en

1951.
Y en este sector universitario acaso sea útil recordar nombres como
los de Miret Magdalena, secretario que fue de la U. N. A. S., Benzo,
Marzal y Goru:ález Ruiz.
Como quiera que sea, el hecho cierto es que estos "movimien­
tos apostólicos especializados", patrocinados por la Acción Católica,
organismo apostólico dependiente de la J =quía, se vieron abo­
cados más de nna vez al ,enfrentamiento no s8lo con los guardianes
del

orden sindical
y político estal,Jecido, sino también con la misma
Jernrquía eclesiástica.
La
tensión en este aspecto hizo crisis de un modo clamoroso con
motivo de
las VIII

Jornadas de
la A. C. E. eri el Valle de Los Caídoo,
junio

de 1967, a
raíz de

la
cua:J hubo

un relevo de mandos en
el
cuerpo de consiliarios de la Acción Católica. Por donde se ve que
el mal venía de dos partes: de querer susttaerse con exceso al vi­
gente estatuto de la
Acción Católica, concebida

como participación
o
colabornción de

los fieles en el apostolado
jetátquico; y de querer
derivar
o

meterse con
exceso eo lo socio-político, chocando con el
régimeo establecido.
Desde

el punto de vista religioso, la
jerarquía reprochaba a tales
movimientos el desplegar nna acción más social · y política que
cristiana
y católica. Miret Magdalena, que estuvo en el interior de
la crisis, pudo condensar en estos cuatro puntos
las acusaciones que
se

hacían a estos movimientos: 1) Exceso de temporalismo; 2) Des­
cuido de lo parroquial; 3) Falta de
jetarquismo eo

los dirigentes y
en
la organización;

4) Carencia de espirirualidad, por
lo menos de
la propia de la Acción
Catolica, que

decían anquilosada
y sacra!,
prefiriendo

otra más viva
y de encarnación secular.
La mezcolanza polítioo-religiosa.
El auge de las democracias, a1 quedat derrotadoo militarmente
los
fascismos, produjo ya una euforia política que invadió al campo
Fundaci\363n Speiro

EL PROGRESISMO Y SU PENETRACION EN ESPANA
mismo eclesiástico. Lo probará un día la historia secreta del Vati­
cano
II. El contagio
allcanzó a muchos de !los nuestros, eclesiásticos
en especial, que empezaron a
sentirse a mal con el Régimen.
Y vinieron las denuncias y las homilías politizadas haciendo
coro

a Ru.iz
Jiménez con
su revista
Cuadernos p,,r" el Diálogo, a
Dionisio Ridruejo, Laín
Entrallgo, Aranguten, etc. Con más mode­
ración o, por lo menos, .!!lás sútilrnente, derivaron hacia el progre­
sismo

polí:ico, coloreándolo de religiosidad y servicio a las consig­
nas que les venían o creían eran del agrado de la diplomacia vati­
cana,
ios que se movían en '.la linea socio-política de la escuela de
don Angel
Herrera o nutrían los cuadros de eso que se ha dado en
llamat la "Santa Casa", y cuyo órgano de e,cpresión es el gran dia­
rio "Ya". Los "TACITO"
enroascar mo

a
la española, con mucho de mimetismo de

la
democracia ita­
liana

con
aditamento clerical.
Junto
a este progresismo político, coreado a menudo por publi­
caciones de menor volumen, algunas de
ellas pertenecientes a círcu­
los

apostólicos e incluso a Institutos religiosos (hagamos mención,
de
pasada, de El Ciervo, Triunfo, S6f'ra efOr, Hechos 'Y Dichos, Mtm­
do social,, Razón
'Y Fe, Viela N"""", Incunable, Pha,e, Pastortt/. Afi:sio­
nera, · lglesio 11wa, Y&), hay que poner otro ideológico y religioso,
peto tremendamente
politizado.
La lectura de las· puMicaciones que aca!,amos de citar nos ofre­
cerían abundantes pruebas de él a
lo largo de sus páginas. V ocetOS
de

este
progresismo han

sido
casi siempre sacerdotes que escriben
al aire de un cristianismo "secular'" y "comprometido", utilizando
a
veces
tribunas periodísticas

muy. profanas
y desacralizadas. Aparte
el
caso de "Triunfo", donde pone
paño al

púlpito un hombre como
Miret Magdalena

(un día nada menos que secretario de
la U. N. A. S,
y

que
pa,rece dedicado

a set caja
de resonancia de toda idea o de
todo
hecho que

ocurre en
la I,glesia con signo progresista) hay que
citar, en este punto priocipalmente, al canónigo
nuilagueño Don
José González Ruiz, cuyos conocimientos bíblicos rinden tributo ail
progresim:.o
más extremado, habiendo sido ganado totalmente para
la causa del IOO-C. Ultimamente se honta llenando la página que
a cuestiones eclesiales suele dedicar un semanario tan poco escru-
455
Fundaci\363n Speiro

BERNARDO MONSBGU, C. P.
puloso como "SáJbado Gráfiro". Al ahora Mons. Setién también ha­
bría que encuadtatlo plenamente en la línea esta más progresista,
así

como a
Mons. Palenzuela, lniesta y algún orro que no quiero
citar.
EJ enclave de las "comunidades de base".
Otro enclave, . digámoslo así, de progresismo en España (y tam­
bién
-fuera

de
España) S!>O las llamadas "comunidades de base". Sin
negar que

haya habido agrupaciones
de este

signo
y miembros de
las mismas que
supieran hacet de ellas un. auténtiro elemento de
renovación
eclesial ségÓn el Vaticano II, promoviendo una. vida más
intensá de piedad, oración y. ·concieÍlcia ,eclesial a nivel comunitario,
a partir de la misma célula o agrupación que se dice "comunidad de
base";
Jo cietto es que la mayor parte de ellas y los más de sus
miembros
degeneraron y degeneran en una especie de carismátiros que
se
arrogan el derecho de censuta a

la Iglesia, comunidad universal o
gran comunidad, y
marginan la parroquial, con censuras más o me­
nos
abiertas é hirientes hacia el vértice o Jeratqitfa, ·a la que acusan
de
enfeudamiento soci&-pdlítico a nivel de las estruetUras o

instim­
ciones.
Esto habría hecho petdet a la Iglesia de Cristo la conciencia
de sí
misma y de su condición . de Iglesia de loo pobres y deshere­
dados, para caer del !ád.o de loo poderosos.
Estas comunidades de base, pues, han tenido como nota distin­
tiva
no· la mayor intimidad religiosa, la obediencia y el mayor cré­
dito a la santa, católica y apostólica Iglesia de Cristo, sino · la de un
paso de resentimiento contra la Iglesia jetru:quica, la Iglesia insti­
mcióa, tildada

de juridismo,
autoritarismo y convencionalismo. Lo
de pueblo de Dios y romunidad de creyentes, lo entendieron y en­
tienden con un sentido
democrático y comunitario -ajeno al set
jetru:quiro y de instimción divina- (que bien destacó el Vaticano II);
muy
resabiado, en

cambio,
de marxismo.
De a:lú los vivos contrastes registrados entre ciertos tnovimien­
ros especializados apostólicos y Mons. Morcillo. Y callo lo de la
"Operación Moisés"
(1966); la Asamblea Peninsulat de Valencia
456
Fundaci\363n Speiro

EL PROGRJ!SISMO Y SU PENETRACION EN ESPAFIA
(1969), los exabrutos homiléticos politizados o mantistizantes del
P.
Gamo o los escritos
periodí&ticos de
un P.
Llanos, un González
Ruiz o un Mitet Magdalena, hasta llegar a la explosión de la Asam­
blea de
Valleais y Canarias, por no citar mas que los hitos más
significativos, aparte las famosas reuniones del Escorial y de Avila,
en las que se optó
abiertamente por

el socialismo,
dándose cita pro­
pios y extraños.
El podium de la Asamblea Conjunta.
Acaso nada pueda servir mejor para conocer hasta qué punto el
progresismo se abrió . paso en España, contagiando las más . altas es­
feras,
y, de camino, averigua, por dónde han ido sus directrices o
líneas
maestras, como
Jo ocnrrido
a. la
hora de nuestra Asamblea
Naciona:l Conjunta (1971), donde el progresismo se impuso en de­
liberaciones, ponencias
y conclusiones. El documento emanado de
la
Santa
Sede, a ttavés de la Sagrada Congregación del Oero, con
fecha de
9 de febrero de 1972, fue. un toque de . alerta muy· serio
sobre ese progresismo. El documento sigue siendo válido en sus
contenidos
y advertencias fundamentales a pesar de cuanto ocurrió
en
romo a

su
tramitación, llegada
a destino
y declaraciones sobre
su
valor. Los progresistas acusaron el golpe y trataron en vano, pri­
mero, de desmentir su autenticidad, y, luego, ·de desvirtuar su·-vaJ.or.
Como el Documento sigue en pie, no tenemos más que hacetnos
cargo
de

su contenido
. para hacer juicio de nuestros progresistas.
Digamos
también que

no consta suficientemente de la garantía de
autenticidad, irnpercialidad, honestidad
y acierto con que, a través
de una encuesta
y deliberaciones previas, a escala parroquial y dioce­
sana, se llegó a Jo acordado
por, la Asamblea Nacional Conjunta de
Obispos
y Sacerdotes. Sobre ello ha habido graq polémica.
Creo

que no sólo hubo precipitación en
la preparación sino tam­
bién en las deliberaciones. Y todo por apuntarse un tanto con vis­
tas
al inminente Sínodo III Episcopal de R9ma, en ese mismo 1971,
al que se quería pres~tar, recogidas en un volumen por-la empresa
Editorial Católica (cuya tendencia progresista se ha ido haciendo
457
Fundaci\363n Speiro

BERNARDO MONSEGU, C. P.
senili cada vez más), las ponencias y conclusiones de nuestra Asam­
blea Conjunta.
Afortunadamente, ni el Sínodo hizo

suyas las conclusiones de
nuestra
Asamblea, ni

lo dicho por
ésta pasa de ser un intento pre­
coz de
"aggiomemanto" inmaduro

y de conclusiones inviables. Pnr
algo, según mis noticias, la misma Conferencia Episcopal Española
acord6, a propuesta de un obispo, que
se hiciera el más alto silencio
posible entte
tal Asaml:/lea Conjunta y sus documentos.
Reflexión cdtica final
I..ouis Bouyer tiene un libro cuyo título. dice bien lo profundo del
mai1 que

padece
la Iglesia: "La descomposición del Catolicismo"'. Y
de todos es sabido que L. Bouyer lo menos que es, es conservadnr o
integrista.
Su punto de
vista, por tanto, no peca de patcialidad, ya
que quienes no quieren oír hablar de enfermedad ni de crisis en la
Iglesia son

los progresistas. Ellos sabrán por qué. Quizá por eso de
que · no

es bueno mentar la
soga en

casa del
ahnrcado.
El

progresismo de
hoy, no es más que el modernismo de ayer,
haciendo de

la renovaci6n bandera
pata la traición; como aquél, no
quiere salirse de la
Iglesia, pnrque dentto

puede
consúmar mejor su
obra
destruetom con

una
labnr de

termitas. De
ahí el

dicho del mis­
mo Maritain: "los males de la Iglesia de ayer, con
ser muy

graves,
no lo fueron
tanto como los

de la Iglesia de hoy. Aquellos eran algo
así como piojos sobre su
piel,·

mientras
que

los de ahnra son como
microbios infllttados en su sangre". Y refiriéndose
concretamente
al

modernismo, revivido en el progresismo,
· compar~ba el primero
a un
catarn>, mientras del

segundo
decía que

es una pulmonía.
Del modernismo actual ha escrito también Calme! (It/n.,.IIÚ'e,
juuio 1974, pág. 140) lo siguiente: "El hereje clásico, Arrío, Nes­
torio,
Lutero, aun cuando
te!lfa alguna veleidad de permanecer en
la Iglesia
católica, hacía lo que podía pata ser excluido de ella:
combaili a

cara descubierta la verdad revelada, de la que es deposi­
taria viviente
· la Iglesia. Pero e'! hereje o, digamos mas bien, el
apóstata modernista,

un
Loysy, un P. Teilhatd de Chatdin, un Hans
458
Fundaci\363n Speiro

EL PROGRESISMO Y SU PENETRACION EN ESPANA
Küng, a pesar de rechazar conscientemente roda la doetrina cristiana,
nutren
el deseo
de
permanecer en
la Iglesia, y
toman las medidas
que creen
necesarias para conseguido: disimuhm, aparentan, con de­
seo

de
llevar a

término su deseo de
transformarla desde el interior,
o

como dijera el
mismo Tailhard de Ohatdin de rectificar la fe.
Es eo la hipocresía donde hay que poner la nota característica y
diferencial
de este modernismo. El modernista, no nos
cansaremos
de

repetirlo, no es más que uo apóstata
disfrazado de traidor ...
Quiere

la
rcinterpretación, o

mejor, una explicación mentirosa de
las
verdades de la fe, pero, bajo pretexro de hacerlas más comprensibles
al espíritu moderno, las
volatiliza furtivamente

y sin ruido. Y
esta
reinterpretación, digo, es hoy el procedimieoto en uso entre los nue­ vos modernistas", que son los
progresistas, Conservan las palabras,
los ~itos, 1" liturgia, pero lo dan a rodo otro seotido y otro valor.
Para
muchos la

misa ya no
es el Sacrificio del Señor sino la cena o
asamblea protestante.
La i,,falib#idad pontificia no significa lo que
siempre significó.
La exégesis es una tributación a las filosofías o
ideologías en boga,

no a la
Palabra de Dios

interpretada
por el Ma­
gisterio. La fe teologal está mutilada o racionalizada_ No se acepta
la profesión de fe del
Credo del pueblo de Dios, del que apenas si
se habla, pero sí se acepta y se habla y se predica segón esa que
dicen Suma Teológica de los tiempos nuevos, el
Nuevo Catecismo
Holandés, que curas y monjas manejan y recomieodan a pesar de
no estar recomendado
por la Iglesia.
Hoy, ha escrito Sallerón, los "nuevos" teólogos y los "nuevos
curas" predican como doctrina de la "nueva Iglesia" lo que la Igle­
sia de ayer condeoó como erróneo; y es uo reaccionario
rentógrado
quieo

se
mantiene fiel

a la
doetrina católica

de siempre, negándose
a creer que la verdad no sea
más inmutable que el hombre mismo o
no
tenga
otro criterio

que la utilidad práctica. Cuando el hombre
no quiere '\'"Ívir su vida conforme a la Verdad, sino que cree que en
su vida esti la verdad, entonces toda doetrina se reduce a praxis y
la religión se hace política.
Pero
como la
política
-ruiade Sallerón-
tiene sus leyes, que no
son precisameote

angelicales, la
politización del
Evangelio, o
el re-
459
Fundaci\363n Speiro

BERNARDO MONSEGU, C. P.
ducir la misión de la Iglesia a pontificar sobre las cosas temporales
y el gobierno de los :Estados, no puede llevar a otra cosa sino a hacet
de la Iglesia
un instrumento político, dejándola a metced de los
acontecimientos humanos, que
hierven en· la

olla política. Cuando
la. Iglesia se

politiza, la
política iinpone su· ley a la Iglesia. Y ésta,
como

institución, no se sustrae a
.la acción
deletérea de lo político
en lo religioso.
Así se e como
los. tuvimos .ayer . liberales, en el peor sentido de la palabra,
¿No nos dijo el
Metropolita Nkodemo (Nikodim),

según
refetencia
de
The Free World (junio del. 70) que "un cristiano debe saber
que
en

este nuevo
m1JÍldo· (comunista)
tenemos en realidad encar­
nados los ideales que nos trajo Jesucristo ... ? ¿No vemos surgir por
doquiet predicadores de la violencia revolucionaria, que canoni2an ,a
Camilo Torres o al Che

Guevara
y que se lanzan ellos mismos, fusil
al .hombro,
á conseguir poi la fuerza la implantación de un mensaje,
que
dicen cristiano

o de Cristo,
pero que
está en la
más flagrante
contradicción

con
10 que Cristo dijo y lo que Cristo practicó?.
Otros, si DO ·llegan a tanto, hacen de la democracia el breviario
de la nueva
cristiandad, queriendo que la misma Iglesia se confi­
gure
y constituya por el estilo 'de las democracias políticas, y que el
"pueblo de Dios sea también
el soberano de la Iglesia, un pueblo
rey. A juzgar _por los dichos y los hechos registrados, tanto antes,
como ahora, como después del
Concilio (a cargo DO sólo de teólogos
punta,
sinO también

de
obispos muy "aggiarnati") no

le falta
razón
a Sállet6n cuando escribe que fue, primero· la

igualdad de los obis­
pos con el Obispo de Roma, invocando la "colegialidad" por lo
menos de ejetcicio, lo que se manipuló para tenet en la Iglesia un
gobierno
dernOctático. Pero

¿qué es un obispo
más que
un sacetdote
al servicio de
los demás sacetdótes?. Venga, pues, la "co1egislidad"
presbitetal,

como refuerzo de la
episcopal.. Detrás de

eso
vendtá el
laicado, que se dará a sí mismo los sacetdotes, los obispos y el Papa.
Todo por un déficit enotme de critetios cristianos.
460
Fundaci\363n Speiro

EL PROGRESISMO Y SU PENETRACION EN ESPAflA
Traición al miomo Vaticano II.
Haciendo
palanca del Vaticano II, leído casi siempre en contras·
re o contradicción con la doctrina tradicional de la Iglesia, los pro·
gresistas se
han erigido en "contestatarios", tanto de la institución
eclesial

como de la
institución política

y
'las relaciones concordadas.
Una

parte importante de nuestro clero se
ha pasado .a las filas de
la oposición, abriéndose a
la i,,quierda, e

incluso
al comunismo. Des­
de luego los grupos activos del catolicismo político, como ha obset·
vado

Iglesias Selgas, ya no pueden ser identificados con las
fuerzas
conservadoras,

pues caen del lado de un catolicismo
liberal, mar­
xistizante

en lo socio-político, y secularizador,
desacralizante, laico
e infecto del

virus modernista en lo
ideológko--religoso.
Muchos ado¡:rrinamienros
teológicos, homiléticos y pastorales es­
tán llenos de reticencias tanto contra la Iglesia tradicional como
contra un
régimen confesional o

de continuidad en
el. ideal de cris­
tiandad.

Hay en ellos un acento profético
qcc politiza
lo religioso,
sirviéndose del profetismo para
atacar a

la Iglesia institucional o
llevar la religión
al terreno

político. A este
profetismo mal
enten·
dido son imputables
las "manifestaciones

de las
soranas", las '"huel­
gas
de misas", las "sentadas" en iglesias y seminarios, y ciertos
"encierros"

o semanas
de estudio
(por lo
común en conventos o
monasterios) cuyo punto de mira político se conoce a tiro de
ba·
llesta.

También le es imputable la
anarquía disciplinar
y litúrgica
de cierto clero
y de cierras "comunidades cristianas" o "comunidades
de
base", que destruyen más que edifican. La diversidad de adoctri­
namientos y comportamientos que el pueblo percibe en nuestrO
clero
no sirve ciettamcnte ni

a la causa de la unidad ni a la causa de la
verdad católica.
La "subsidiariedad" se traduce por autonomía, como
el "pluralismo" por
anarquía o
con
tradición.
Esstarnos
ante

una auténtica depreciación de lo teologal y teo­
lógico, de la teología de la vida
cristiana partiendo

del caso autén­
tico, que es el del sacrificio o Cruz, cuyo dobleje cristiano se niegan
hoy
a hacer los nuevos cristianos. Y, ·efectivamente, por 1o que se
oye, el
hombre ,edimido no

se debe ya propiamente a Cristo, sino
461
Fundaci\363n Speiro

BERNARDO MONSEGU, C. P.
a los otros hombres, pues Cristo fue sólo un hombre para los demás
hombres.
Lo divino queda sacrificado ante lo humano. El cielo ol­
vidado por la tierra. Y ¡oh paradoja! Cristo resucitado hace inútil
a Cristo
crucificado, que

queda sólo como
ejemplo de
sacrificio por
los hombres.
Se olvidan que no soy yo ni es mi prójimo lo que está en el
centro
y en el fundamento de una teología y de una vida estruetu­
radas

como reclama
la revelación

cristiana. Es el amor de Dios que
se crucifica
para mí el que funda y el que justifica mi amor al pró­
jimo.

No sabemos lo que es
amar ni amaremos como

Dios manda,
sino enalteciendo primero
al amor que Cristo noo tuvo: amándole
a El,
-lo primero, y en El, por El y Segúo El, amando a nuestro pró­
jimo.
"Hemos conocido

el
amor en
que El dio sn vida por
nosotros"
(Jn.

3-16).
"lll amor no

está en que nostros hayamos amado a Dios,
sino en que ~-nos amó a nosotros y envi6 a su Hijo propiciación
por nuestros pecados" (Jn. 4-1-0). El orden de la caridad empieza por
Dios
y lo rige Dios, advierte Urs von Balthasar.
Nuestra vida debe ser ante todo respuesta al amor de Cristo,
que se sacrificó
por mí y por el que yo estoy dispuesto a sacrifi­
carme. Todo
proyecto cara al fututo, a un porvenir mejor dejará
de ·ser beneficioso si no es cristiano. Y para ser cristiano tiene que
partir . de. Cristo y orientarse hacia Cristo. Y este precisamente, cru­
cificado.
Por eso -dice Urs von Balthasar-nuestra viva respuesta
al amor crucificado tiene que ser también una vida crucificada al
servicio de nuestros hermanos, servicio empero realizado sobre el
surco abierto por nuestro amor a Dios. Amor a Dios y amor al pró­
jimo,
cierto. Póngase, si

se
quiére, identidad,

"pero
sólo cristológi,­
camente
y con la absoluta prioridad del amor de Dios (genitivo,
subjetivo y objetivo), que luego refluye
desde Dios y con Dios
sobre el prójimo" (pág. 140), segúo recalca
el mismo Urs von Bal­
thasar, que corrige en esto a K. Rahner, más antropólogo que teó­
logo.
Esta y no otra es la teología cristiana, que no puede verse como
mera antropología ni dejar de tener su centro de referencia y de
irradiación en Cristo y Este crucificado por amor al hombre, so pena
de degenerar en rurturalismo sociológico y marxismo ...
462
Fundaci\363n Speiro

EL PROGRESISMO Y SU PENEI'RACION EN ESPASIA.
En la l:omilía del domingo de Ramos de 1972 decía Pablo VI:
"Se impone un giro en la sicología y teología decadente de nuestto
tiempo, la que nos presenta a Jesucristo casi en exclusiva como un
hombre singulatmente bueno "un hombre para los demás" midién­
dole con
metto humaoo y sociológico. Hay que verlo ante todo
como
Dios, que

se
humaniza para divinizamos y santificamos, no
para que nos quedemos en nuestta
pura condición humana, socioló­
gica
y desacraliuda. Ni el cristianistno es ante todo un humanismo,
como
quiere, precisamente,
el
ptogresismo, ni
la finalidad de la ve­
nida de Cristo
ha sido para liberarnos de las esttucturas políticas
injustas,
sino para
liberamos del
pecado que nos hace injustos
y
trae como consecuencia las estructuras o instituciones injustas. Las
estructuras no
pecan; quienes pecan son los hombres. Seamos santos
y conseguiremos que el remo de Dios venga sobre nosotros y esté
en
nosotros. Lo que en cristiano no podemos pretender nunca es
hacer de la tierra nuestro Paraíso o nuestra ciudad permanente, sin
ponernos en conttadicción con el Evangelio, y, por conquistar la tie­
rra exponernos a perder
el cielo. Es el peligro que acecha al pro­
gresismo, pues antepone el hombre a
Dios, la

vida terrena o según
la
carne a

la vida
teologal o

según la fe, poniendo en la ttansfor­
mación de las esttucturas
la atención que debe poner en la conver­
sión de las conciencias. Busca lo primero no el reino de Dios sino
la añadidura, con lo que ni consigue que venga el reino de Dios ni
que la añadidura consiga una felicidad que no es pattimonio de
este mundo. Contta el progresismo, pues, porque, aparte ser la con­
ttadicdón más flagrante con el
Evangelio y con la Tradición de la
Iglesia (que es ante todo una Tradición), es el causante del descon­
cierto doctrinal,
lit6rgico, disciplinal,

sacerdotal y religioso que hay
hoy en la
Iglesia, del

vacío de los conventos y de
los seminarios,
que van a llenar las
filas de los secuaces de Marx o por lo menos
de los que gustan
más de
la añadidura que del Reino, dejándose
ganar por
el mundo

en vez de ganar ellos al
m11'1ldo. "Abramos
los
ojos
-dec'.a Pablo

VI en
1a audiencia del día 11 de septiembre de
1975-y veremos que ella (es la Iglesia) padece ahora en cienos
aspectos graves sufrimientos, radicales opciones, corrosivas contes­
taciones ... ". "Incluso algunos hijos que le juraron amor y fidelidad
463
Fundaci\363n Speiro

BERNARDO MONSEGU, C. P.
se van. De ahí no pocos seminarios casi desierros, familias religio­
sas ';!"" apenas encuentran nuevos seguidores, fieles que ya no temen
ser infieles... La lista de estos adhaques, que afligen hoy a la Iglesia,
a
pesar del Concfüo, podrla continuat hasta hallar que parte de
ellos no
acometen a

la Iglesia desde
fuera, pero la afligen, la debi­
litan, la enervan desde dentro. El corazón se llena de amatgura y de
un mayor y más tierno
afecro" _
P~blo
VI planteó a continuaci6n una pregunta:

¿Puede la Iglesia
superat las dificultades
presentes?. La respuesta es fácil, dijo, porque
no es formulada
por la prudencia humana, ni fundada sobre nuestras
pobres
fuenas. La respuesta está en la promesa de Cristo: "No
prevalecerá" (Mt. 16, 18); "Yo estoy
con v050tros" (Mt.

28, 20);
"el mundo os perseguirá, peto confiad, yo he vencido al mundo"
(Jn, 16,

33);
"el cielo y la tietra pasarán, pero mis palabras no pa­
sarán"
(Mt. 24, 35). Más allá de
los problemáticos resultados

que
puedan
tener nuestras aventuras,

estas
palabras, recordadas ahora,
son

palabras verdaderas,
palabras divinas. Podernos todos y debemos
todos tomarlas
en serio.

¿Qué significa
"tomatlas en serio"?. Sig­
nifica

esta
fundamental aotitud nuestra, significa prestarles fe, sig­
nifica
creer. Digamos claramente: la fe

es la primera condición
pata superar las dificultades presentes. Lo confirmó el Apóstol Juan:
"ésta es
la victoria

que vence al mundo: nuestra fe". (Jn. 5, 4).
Seamos
pues, herma.nos,

hombres de fe,
seamos cristianos
de
verdad,
gloriémonos de tener a Cristo por Padre y a la Iglesia por
Madre, lo que nos llevará necesarianiente a procurar vivir siempre
en gracia de Dios, convertidos en El de corazón, y a tener respeto
y sumisi6n a su Iglesia, obedientes a las doctrinas y a las leyes del
Magisterio,
y habremos hooho por la reconciliación dentro y fuera
de nosotros más que con todos los
aperturismos," liberalismos, y plu­
ralismos
hoy tan en boga que, lejos de "engendrat reconciliación lo
que
generan es
hostilidad
y desuni6n.
'464
Fundaci\363n Speiro