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Número 153-154

Serie XVI

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El respeto de las libertades sociales

EL RESPETO DE LAS LIBERTADFS SOCIALES
POll
ls.ABBLLE DE NBUVILLB.
Hablar de libertad es entrar en el corazón del p ¿se puede
conciliar la aspiración legítima de los hombres a la liber­
tad con un mínimo de orden,
de autoridad? Esta es una cuestión a
la que han intentado responder
todos los pensadores políticos; a
la. cual todas las ideologías, todos los sistemas, todos los partidos han
pretendido
aportar una solución.
Dos respuestas han ejercido sobre las poblaciones contemporá­
neas una

verdadera
fascinación y han sido los soportes de una in­
mensa esperanza.
Son: la respuesta liberal y la respuesta marxista.
Liberalismo
y marxismo han tenido la arubición de liberar al
hombre
y de procurarle felicidad.
¿Han
alcanzado sus
p han
realizado, concretamen­
te, en el ámbito de las libertades sociales?
La actualidad nos invita a esta meditación histórica, pues estas
dos

ideologías
comparten hoy
el imperio del mundo.
llllERA.LISMO Y· LIBERTADES
El liberalismo, como expusieron excelentemente Louis Salieron
(1) y Marce! de O>rte (2), estuvo en sus orígenes íntimaruente liga-
(1) Louis Salleron, La. France est-elle gouvernable?, cap. II: «Hacia los
regímenes de autoridad». Ed.
L'F.sprit Nouveau.
(2)
Marcel de

Corte,
L'Etat et le .dynamisme de l'économie. Comuni­
cación al VI Congreso del Oficio, Actas del Congreso, «Patrias-Naciones­
Estados». Cfr. en castellano en VERBO, págs. 59 y sigs. y en «Patrias­
Naciones-Estados», Madrid. Speiro,

1970.
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ISABELLE DE NEUVILLE
do a la exp«nsión económica. Enajenado por las inmensas posibili­
dades que le ofrecía el

desarrollo de la técnica, el hombre creyó ver
en el progreso material la condición suficiente de
su felicidad, y
en las actividades económicas el terreno privilegiado donde ejercer
su
libertad. O>nsidetada como

un absoluto, esta
libertad no
podía
admitir ninguna sujeción. Así, pues, hacía falta
romper en los
países católicos los marcos tradicionales de la vida económica y po­
lítica, suprimir todas las autoridades susceptibles de frenar, de mo­
derar el progreso, incluida la autotidad moral del catolicismo. Ese fue el objetivo de la Revolución francesa, que sitvió de modelo a
Europa.
La abolición del sistema corporativo, la desaparición del po­
der
monárquico, al
mismo tiempo que el final de la influencia
es­
piritual de la Iglesia en el orden temporal, dejaron el campo libre
al individuo erigido en rey.
En Jo sucesivo, una vez barridas las
reglamentaciones profesionales y el arbitraje político del Estado, po­
dría organizar la
economía a su guisa
sin que nada ni nadie
entot­
peciera
su libertad: dejar hacer, de¡ar pasar, cadd uno para ,, mis­
mo, todo po, el dinero. Tales fueron los fundamentos del libera­
lismo.

Los
liberales identificaron
felicidad
y prosperidad material. Una
vez asegurado el bienestar general,
pensaron que las tensiones socia­
les desaparecerán
por sí solas. El equilibrio político sería el fruto
de la liberación de
las fuerzas · materiales.
Tal
era la esperanza liberal.
Esperanza en
un mundo donde el
progreso resolvería todos los problemas, donde la política, con su cortejo de autoridades, sería relegada al último plano, donde reinaría
una tolerancia general en lo ideológico
y religioso, bajo la benévola
neutralidad
y laicidad de un Estado cuya tarea, mal definida, estaría
limitada a
las cuestiones de. interés general.
Que
cada uno se enriquezca como quiera, que piense como quie­
ra, que pida cuanto quiera.
"¡De¡dd hacer! ¡de¡dd pasar!". Por todas
partes
debía

reinar la libertad.
Se comptende que un cuadro tan idílico !haya seducido a los so­
fiadores. Nuestros grandes poetas románticos en particular, casi todos
legitimistas en sus comienzos, hicieron coro rápidamente para cantar
el progreso, la ciencia, la felicidad de los siglos futuros:
Releamos las líneas entusiastas de Víctor Hugo:
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EL RESPETO DE LAS UBERT ADES SOCIALES
"La eclosión futura, la eclosión próxima del bienestar universal,
es un fenómeno divinamente
fatal" ••. O todavía: "los cielos ya no
tienen infierno,
las leyes ya no tienen prisiones, todo renace".
La evolución de Rugo fue todavía la de Lammenais, predecesor
del
modernismo, con el que la
fe en el pueblo y el progreso su­
plantaron
la confianza en la monatquía y la fe en .la Iglesia.
De hecho, la inmensa mayoría de la élite intelectual, social y
política del siglo XIX .fue seducida.
. . ..
En medio del entusiasmo general, pateció inoportuna la condena
enérgica
por la Iglesia de esa filosofía cuya excelencia todo patecía
pt0batla.
Cómo extrañamos,
sin ernbatgo, de que
la Iglesia se hu­
biera
mostrado desconfiada desde el primer momento
por lo que
Louis
Salieron llama "un régimen de materialismo integral, pues,
mirándolo de cerca, es puta y simplemente el régimen de
la materia
en expansión" (3).
Por otra
parte, la Iglesia

no fue
la única a través del Syllabus ( 4)
de Pío IX, en expresar su temor.
Muy pronto, estas voces inquietas,
al principio aisladas, des­
pués se hicieron oír
ca.da vez en mayor número.
En 1848, CW.teaubriand preguntaba por lo que sería la socie­
dad futura:
«Es de temer que el hombre tÜ.rmmuya, que algufMS facultades
eminentes
del genio se pierdan, que la imaginación, la poesk,, /,as
artes mueran en los huecos de u1>a sociedad-colmena donde elida
indwiduo no será más que una abeja, una rueda en. una máquina1 un
átomo en
la materia organizada.»
El

mismo. año en que
Ohateaubriand escribió estas líneas,
fue
difundido un texto de un lirismo ;ncontestable cuyo autor, mostrando
las contradicciones del libetalismo, predijo su aniquilamiento fatal.
(3) Saller6n, Op, cit.
(4) Recopilación de anatemas reagrupando las condenas del liberalis­
mo ya efectuados en varias encíclicas (1864).
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ISABELLE DE NEUVILLE
Ese texto que iba a entusiasmar a las masas obreras: «La burgueJio,
ah/ donde ht1 llegtldo "1 poder, ha destruido todtls las conexiones feu­
d"1es, patriarc"1es, id.utas.
Ha destruido sm piedad la multiplicidad
colorea.da de
los lazos feudales que unúm el, hombre a sus superiores
natur,,les,
y no ha dejado subsi-stk otr{J /,,z{J, entre hombre y h{Jmhre,
que el interés desnudo, que
el, frio "dmero cont,mte". Ha ahogado
en
las "K""' heladas del, cálculo egoísta, los temblores sagrados de
la piedad ex"1tada, del entusiasmo cab"1leresco, del senthnent"1/smo
pequeño-burgués.
Ha reducido la dignidad persmal "1 vk de cam­
bio, y, en el lugar de las irmr,mertlbles libertades reconocidas y cos­
t{Jsa,nente conquistadas, ha C{Jlocado la libertad útúca
e indiferente
del comercio» (5).
Marx no tuvo ciertamente las mismas razones que Ohatea.ubriand
para condenar el liberalismo. Uno se inquieti inteligencia y de la creación artística, el otro denunciaba la pérdida
de
las libertades y la injusta opresión de la clase burguesa (que
él
juzgaba, por

otra parte, necesaria
y benéfica en la medida que
servía al progreso

de la Revolución); pero los
dos constataban que
el liberalismo, lejos de liberar
al hombre, lo esclavizaba a la materia
o a los poderes del dinero,
y no 1~ procuraba la felicidad.
Este
balaoce se confirmó en el curso de la segunda mitad del
siglo
XIX.
Reiterando las condenas formuladas por Pío IX, León XIII en
su encíclica
R"""1n Novarum de 1891 escribió: que «disueltos en el
pastldo siglo

los
antiguos gremios de artesanos, sm ningún apoyo que
mueva a llendr su Vácio; desentendiéndose las imlituciones públicas
y
las leyes de la religión de nuestros ,mtepastldos, el tiempo fue
insensiblemente entregando " los obreros solitarios
e indefensos a la
Inhumanidad de
los empresarios y a la desenfrena.da codicia de los
competidores. Hizo aumentar el m"1 la voraz usura, que re#erada­
mente condena.da por la
autoridad de la Iglesia es practica.da no
obst,mte por
hombres codiciosos y aváros bájo una apáriencia dis­
tmta. Añádase
a eseo que no s6lo la contrátaci6n del trabájo, sino
támbJén
las relaciones comerciales de toda /nd{Jle, se h,,llan sometidas
( 5) Karl Marx, Manifeste du Par# Comm11niste.
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EL RESPETO DE LAS UBERTADES SOCIALES
al poder de unos pows oot• el punto de que un número sf/l1/U'11'Mlnte
reducido de opulentos y adinerados h• impuesto poco menos que el
yugo de la esckwitud a una muchedumbre infernal de proletarirm.
Se podría multiplicar este género de testimonios. La espetama
liberal foe rápidamente burlada: muy

pronto, los
hechos desmin­
tieron
las promesas. El mismo año en que León XIII escribió la
Rerum N 01Jarum, Albert de Mun pronunciaba la oración fúnebre
de

una doctrina
rondenada ya

por los
hedhos y que, en 1891, resul­
taba ya superada.
«El siglo que está acabándose no ,e lleva consigo la h,storia
transcurrida en un ciolo
de cien años, seiitlla en sus últñru,s horas el
irremediable
der;/,,,,a, de """ doctrina decaia,, y de un oiclo agolado.»
«Doctrina dec~»,
pero que llevaba oo. germen la otra espetan­
za, la esperanza socialista. Esta va a tomar el relevo de la esperanza
liberal.
• • •
J aures, recordando a los liberales este frenesí de satisfacciones
materiales
y este olvido de los divino que eran obra suya, les dirá
cómo, de su propia obra, surgió el socialismo.
« V osotro, habéis .-.-rump;do la 1Jieia canción que ,,.,-ha la
miseria humana
... y la miseria humana se ha despertado gril,mdo.
»Se ha dirigido a 110,otros, ha reclamado hoy su lugar, su amplio
lugar, bajo el
sol del mundo natural, el único que no habéis hecho
paJidecer ...
»Del
mismo moda que la tier,w pierde, por la irrddiaci6n
noc­
turna, una parte
del calor que el día ha acumulado, una parte de la
energía popular
se disipa por la irradiaoión religiosa en la 1IÍtUI sin
fondo
del espado.
»Así pues, vosotros h•béis parado est• m-adiaci6n religiosa,
y
habéis concentrado en las rewindict1ciones sociales, todo el fuego del
pensamiento, todo el ardor del deseo ... Sois vosotros quienes man­
tenéis la temperatura revmuci-o-nar>a del proletariado y si vosotros os
horf'<»izái-s hoy, es ante vuestra obre,».
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ISABELLE DE NEUVILLE
Ante la obta de los liberales, medio siglo después de Jautes,
San Exupéry exclamará así (6):
«Y" "" se puede vivi,-de fr*¡(Jlidades, de política, de baúmces y
de p,,/,,b,-as oruzadás, vedfo
... Ya "" se puede». En la misma C,wta
al General
X, expresó su angustia ante «el hamb,-e-r(Jbot, el hombre
te,mi,ta, el hombre osdkmte del tráb"ÍO en Ctldena ••• el hombre cas­
trado de todo su poder oreado,
y que m siqtder" sabe ya, en el rinc6n
de su pueblo, ore"' una danza (J """ c,mci6n. El hombre que se
alimentá de cultura de confeccim, de cultura
sttmdtWd, como se ali-­
menta a las b""'Jes con henu:».
La angustia de San Exupéry, ante las presiones sociológicas, cada
ve~ más

tiránicas, fue ya la de
Chateaubriand. Y
continúa preocu­
pando a
nuestros contemporáneos.
«Nuestra sociedad agoniza de una gig,mtesca indiges#m, -es­
cribía recientemente Massanier (7)-. Nuestros cuerpos están mto­
xicado,, nuestros espíritus teled.rigidos por
los mtereses s6rdidos y
nueskas
concient>úJs

se
pierden "" la confusión».
Por otro lado, pese a las divergencias en cuanto a los medios de
remediar
el
fracaso del

liberalismo, en cambio, en la referente
a las
simples comprobaciones,
conruerdan los

testimonios antiguos o re­
cientes, de León XIII o de Marx, de San Exupéry o de Massanier.
Porque

el liberalismo ha
pulverizado los laz.os vitales que unían
a
los hombtes entre sí y los ha reemplazado por las cadenas del
provecho, porque «en el lugáf de la.r m1'Hm1!81'áble, libertades reco­
nocidas y costosamente conquistadás ha C(Jfocado la libertad titnca e
mdJfe,eme del provechu:»
(Mane), el hombre separado de sus raíces
sociales y religiosas, se ha encontrado reducido a no ser más que
«una ruedr, de una máq,,i,,a, un átomo en la mt,terú, organizada»
(Chiteaubtiand), un robot «dlimentado de cultur,¡ de confecci6n, de
cultura standard»
(San Exupéry) y «teledirigido por intereses sór­
didos» (Massanier).
( 6) San Exupécy, carta al General X ( escrita en julio 1943). Citada en
Para que El reine, 3:ª parte, capítulo 2: «Ecce Horno», págs. 299 y sigs.
(cfr. 2.! edición en castellano, Madrid, Speiro, 1972).
(7) Massanier,
Le GoUt du temps qui passe.
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EL RESPETO DE LAS UBERTADES SOCIALES
Hay pues una contradicción entre las promesas hechas por los li­
berales
y los resultados obtenidos. Así pues, muy pronto, Marx y
después Lenin, se propusieron resolver esta contradicción: mostrando
la incapacidad concreta del liberalismo que, para mantener sus pro­
mesas de liberación social, había engendrado la esclavitud econó­
mica, y firmaron su condena de . muerte, presentando el socialismo
como el sistema capaz de
resolver estas
contradicciones.
Y
Jautes, una vez más,

en un
discurso a
la
Asamblea legislativa
puso

a los diputados liberales frente a sus
responsabilidades.
«El wciallsm<> aparece coma el única capaz de resolver est" con­
tradicción fund,,mental de la sooiedad presente, porque el socialismo
proclama que la República política debe ctmtlucir a la República
social, porque quiere
que la República sea afimiad,, en el taller
como
lo h" sido aqtd (en la Asamblea), porque quiere que la Nación
sea soberana en el orden económico, paira -romper el ¡,ritv#egio del,
capitalismo ocioso, CQm,O es soberana en el orden político; por todo
esto el socialismo surge del movimiento republicano. ¡Es pues la
República
su gran mstigador, su gran mantenedor, interpretándola,
por tanto así ante vuestros gendarmes!»
Todavía hoy ciertos liberales se horrorizan ante su obra, pero
continúan negando sus responsabilidades por la degradaci6n gene­
ral

del
clima social. En tanto otrao, más coherentes, proponen un
"liberalismo avaozado" cuyas realizaciones se

parecen
extrafiamente
al

"socialismo con rostro humano" que nos promete
Marchais.
• • •
El socialismo surge, pues, del liberalismo como su último reme­
dio. Porque satisface
la imperiosa necesidad de orden ínsita en el
corazón del

hombre
y que la aoarquía liberal había .. desconocido,
pues
ofrece la ilusi6n de una frareroidad a los hombres desarraiga­
dos, cansados de una sociedad
helada donde reina «el frlo dinero
canttM'lte>>, porque la fe cristiana expulsada de los corazones había
sido
sustituida por
otra fe, la fe en el advenimiento ineluctable de
la sociedad sin
clase, que llegaba a punto para reconfortar los cora-
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ISABELLE DE NEUVILLE
zones desengañados y a>lmar el vacío religioso nacido del libera­
lismo.
Se a>mprende que, desde entonces, haya seducido a espíritus tan
educados como el de un Péguy. Este dedicó su Ju,m,, de Arco ...
«a toa,,, aquellas y a todos aquellos que hayan co,wcido el
remedio del mal ,mwe,sa/, humano,
»es dem, a
todas aquellas '.)' a todos aqllellos q11e hayan 11Wido
suvidah-,
»a todas· aquelkis y a todos aquellos que nuni>rán de su mue,te
hll1'J"l,(lff4, »por
el establecimiento de la República socia/.ista ,mwersal,».
Esta nueva esperanza, a su vez, prometíi la constru.cción de un
mundo nuevo donde el hoinbre ya no sufriría ningún contratiempo,
donde encontraría la satisfacción de tod.s sus necesidades, donde
«al, gobiemo de los hombres sucede,ía la admmistración de las co­
sas».
«En """ fase superior de . la sociedad comunista, cuando haya
des,;parecido
la degradante subordinación de los individuos a la di­
visión del trabajo
(

... ),
cuando el trabajo no sea solamente un medio
Paff' vivir, sino que llegue a ser por sí mismo el princ;pi-0 vital, ( ... ),
cuando todas las fuentes de la riqueza colectiva surjan con abun­
danoia,
sólo entonces el horizonte limitado del derecho burgués po­
drá ser definitivamente traspasado y la socieddd podrá escribir sobre
s,n banderas: "de
cada uno según sus c,;paddades, a cada uno según
Sfll ","°8SidatJeS"».
Aun cuando el primer éxito del marxismo proviene de la espe­
ranza de la que es portador, esta espéranza por sí sola no basta para
explicar
su exttaardinaria expansión. Los liberales también tenían
fe

en la
coostrucci6n de

un mundo nuevo, y,
sin embargo, el

libera­
lismo está muerto, mientras que cada afio vemos· caer nuevos países
y nuevos territorios bajo la tutela marxista.
La eficacia prodigiosa, temible, del marxismo viene de su ca­
rácter práctico.

En
lugar de ocuparse de
generalidades,
a>mo habían
hecho los liberales, Marx, seguido por Lenin, propuso medios radi­
cales para la liberación del hombre y para esta liberación puso en
mardrur una

máquina
jamás vista.
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EL RESPETO DE LAS UBERTADES SOCIALES
Esta "máquina para liberar al bombee" es el Partido. El Partido
de los crudos rectores de una negación
total (8), poro nume,osos
peto
notablemeote formados, que mantieoeo en los
países capitalistas
la agitacióo por ~io de la creación de células. Esta creación de
células está por otra parte institucionalizada. Para convencerse, basta
leer la
Omstitución soviética. Pera un
lector no advertido e inatento,
las
libertades parecen allí constitucionalmente garantizadas (9).
Art. 125: «Conforme a k,s mtereses de los trabaiadores y con el
fin de afirmar el régimen sociaUsta, la ley garantiza a k,s ~s
de la URSS:
a) la tibertad de palabt-a;
b) la tibertad de prensa;
c) la tibertad de rer,niones y mitines;
d) la llb11rtad de clJ1lli,ti,vas y 'f/Ulmfestaciones en la calle.
«Estos derechos
de los ciudadanos son "'egurados por la puesta
a disposición
de los traba¡adores y de sus orgllTlizaciones, de las fm,.
P,ent"-', de los stocks de pape/,, de los edificios públicos, de las ca­
lles,
de los P. T. T. y otras condiciones maleriales necesarias al eier­
ckio de sus derechos».
He aquí algo que de por sí es concreto, que de por sí es satisfac­
torio en el plano
práctico, en

contraposición a
la famosa y solemne
"Declaración Universal de los Derechos del Hombre",
tan cara a
los liberales. Pero la
Omstitución no

se para
"1:ií:
Art. 126: «Conforme a los mtereses de los trabaiadores y con el
fin de desarrollar la inicia#1/a de las masas populares en materia de
organizaci6n arl como su actwklad polltica, se aregura a los ciuda­
danos de la URSS el derecho de agru,p,zrse en el seno de organiza­
ciones sociales:
shztücatos profesionales, uniones cooperadvas, orga-
( 8) Pu.es, para sus mifüantes, elegidos de preferencia entre los prole­
tarios, los desarraiga.dos, el partido puede hacer las veces de Iglesia, de
Familia,
de Patria. «Me aferré
al Komintero como un paisano se aferra a la
tierra de sus
a.ntepasa.dos. m Komitem era la. gleba que me daba. la vida y
mi
razón de vivir». Jean Valtin, Sin patria ni frontera.1, Ed. J. Oottis.
(9) En
el libro de J. Madiran La vieil/esse du Monde hay un análisis
más

desarrollado de la técnica soviética. de
la esclavitud (D. M. M ..

1975).
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ISABELLE DE NEUVILLE
n;z,,oiones de la itwentutl, orgamzaciones de deporte y de defensa,
sociedades. culttwdles, técnicas
y científicas.
»Los ciudad,mos más activos y más conscientes -pertenecientes a
la clase obrer", los campeshws sra(uqado,-es y los kabajadMes ;me­
lectlldles únense libremente en
el seno del Par#do Comunista de la
Unión
S01Jiétiea, vangtklrdi,, de los t,-abajado,-es en su lucha por la
conskucción de la sooiedad comunista
como núcleo di,,igente de
t~ 1"' o,-ganiz,,oiones de t,-abajado,-es, tanto de 1"' organizaciones
socidles como de
1"' organizaciones del Estado».
El Partido es la «vanguardia de los t,-abajadores en su lucha po,­
la construcción de la sociedad comunista», y, por tanto, muy constitu­
cionalmente «el mídeo di,,igente de tok las organizaciones», tanto
si
estas organizaciones son

deportivas,
literarias, econ6mlcas, polí­
ticas

o religiosas... El
Partido es

el núcleo de cada cuerpo
social y,
entiéndase bien, el dispensador supremo de la libertad.
Admiremos la lógica y la precisión del sistema: la liberación del
hombre se identifica a
la edificación de la sociedad comunista. La
condición primera de la existencia de ésta es la igualdad cuyo fruto
será
la libertad.
El
Partido tiene, pues, como
primera misión
instaurar la igual­
dad por la
fuerza y, por lo tanto, eliminar los indeseables, los opo­
nentes, los disidentes acusados sistemáticamente de ser eso-portes
del capltdlismo» o de querer «opri,,,,ú-al pueblo». «Ninguna libertad
para los enemigas de
la libertad».
Parafraseando a Rousseau, se podría escribit: «Quienquiera que
rechace su participación en la edificación de
la wciedad comunista,
serJ canstreñido por el Partido.
Lo que no s,gnifica oka cosa sino
que

se
le forzará a ser lihr•» (10).
Tal es la organización científica y racional de la esclavitud de la
(10) a. Rousseau: Del rontrat huse obedecer a Ja voluntad general será r:onstreñido por todo el cuerpo. Esto
no significa sino que se le forzará a ser libre». La noción de Partido, para
Mane, remplaza. la noción de mayoría. de los demócratas. Mientras la polí~
tica estu.-vo confiscada. .por la burguesía., la mayoría fue sometida a ésta. En
cambio hoy el Partido es presentado como realmente «la vanguardia de los
trabajadores» expresión

de la
volu.titad popular.
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EL RESPETO DE LAS LIBERTADES SOCIALES
URSS. «Fase transitoria:», dirán los comunistas. Se trata de organi­
zar la igualdad para que la libertad pueda florecer. En la sociedad
sin clase, ya no existirá" Partido, ni Estado ...
DEc.EPcióN
Nadie cree ya en la realización de este programa seductor. Ni
siquiera
los marxistas. Y el pueblo, todavía menos.
«Bien podría ser, en
efecto, que el único medio de refutar el
marxismo fuese aplicarlo»,
gusta decir Andrés Frossard.
Los hechos son más elocuentes que todas las explicaciones doc­
trinales. Ante la prueba de los
hechos, muchos marxistas empiezan
a dudar. A
partir de 1933, Simone Weil constató: «El Estado obrero no
ha existido jamás s,obre la tierra ... En CMn,bio, f'eina sobre un sexto
del glohll, desde hace cerca de qui,,,ce año,, un Estado tan opreswo
C07/W Otrll cuaJquie,a J que no es m c,,p#a/ista, ni qb,e,o. C;e,-tt>­
mente, Marx no hi,b/,,, prwisto nada parecido, pero Marx tampoco
no, es tan querido como la V erd«d» (11).
A esta reflexión desengañada, 'hacen eco las preguntas angustio­
sas del
marxista Henri Lefebvre (12).
¿é ómo el an,mcw del fin del Estado y de la plllíúca se ha trans­
formado en una "fJo/ogla del Estlldo
y de la política? ¿Cómo se ha
tramformadll la ori#ca ,adúal del sistema (filosófú;o-poli#co) en un
nuevo si.stema? ¿Cómo
ha sido cambiado el exceSll de filosofla por
una filosofía
más raída, más dura, más dogmática que la de antañtl?
A esta pregunta hecha por un marxista en 1960, respondió otro
marxista en

1971 ...
Haciendo
el juicio del régimen soviético, Marc Paillet, en su
libro
Marx contra Marx, escribe:
(11) Citada por Pierre Fougeyrollas; «El Marxismo en cuestión», 1959.
Le Seuil. Fougeyrollas había sido miembro del partido Comunista durante la
última guerra.
(12) Henri Lefebvre, La iomme et le reste, Ed. La Nef de París.
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ISABEUE DE NEUVIUE
«FJ s11;eto es . vigilado en el l11gar del traba;o, vigilado en su
domicilw, mgilado en s11S o·cws, vigilado en el empleo
de su nem­
po, e,, la elección de SUS dm de dír,, vigilado de no•che. Si hace fa/.ta, se pondrán .,, ~
todos los recursos de la técmc,, modema pdra registrar SIIS ideas más
secretas, fotografiar sm actitudes más íntimas, y, sé es preciso, pro­
vocar lo-s flflC.'identes reveladores.
»Una f/11% reti/,hado todo esto y recogidos los hecho, -o los
pretendidos como tales-, se c011fr01'tarán los datos personales, pro­
fesionales, políticos, culturales, unos con otros. La burocracia tiene
tiempo: es el f!erdadero oficw de dmgente. Y, a fin de cuentas, llega
el. f!eredicto, con todos los medios de ponerlo en -p,-ácüca: ostraasmo,
persecllt:i6n, am011estadones, .¡,,,esta a
prueba, -esto, manip,,Jación,
deshonor
y e;ecllt:i6t»;.
Después de Marc Paillet, acaba de hacer su examen de concien­
cia
Jeau-Fran~is Reve!.
Con
ocasi6n de la reciente apatici6n de su
libro la
Tentación tutalitaria (13), I.:Express le ha dedicado un nú­
mero entero
titulado '"El suicidio socialista" (núm. 1.279, enero
1976). Al hablar del estrangulamiento de
las libertades en los regí­
menes
marxistas, Jeau-F~ Reve! afirma que «11na experiencia
histárica ahora bast-e am,plia permite
condllir, y en mr,do alguno
pr,r especulación sino
s6lo por comprobacit,,., que no ha exi-stúlo
nunca ni exi#e un réghnen comllnista no estalmiano».
Tal balance no necesita comentatios.
Sin embargo, nos obliga
a hacer algunas preguntas: ¿C6mo
después de estos testimonios,
irrecusables porque
vienen de
marxis­
tas, después de estos testimonios de quienes han vivido bajo los
regímenes
totalitatios
y por tanto saben de lo que hablan, pueden
aún socialistas y comunistas tener
la audacia de prometernos lo que
ya prometían hace cien años? Hoy como ayer, cambiar de vida, vivir
libremente,
con sus slogans favoritos ilustrados por la inocente ima­
gen de la rosa "en el puño". ¿C6mo pueden tener la audacia, en este
momento, en Francia, de presentatse como los campeones del res-
(13) Jean Fr&.™;ois Revel, «La tentation tota.Htaire», Robert Laffont,
1976, 178 págs.
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Fundaci\363n Speiro

EL RESPETO DE LAS UBERTADES SOCIALES
peto de las libertades llegando hasta a afirmar (Rapport Jospin) qrie
«la üb.,.tdd es consu.st,mola/ .t ,oCMJ,iimo y que, allí donde no ht11J
J,;b.,.tad, no
bt11J ,oclatimw"?.
¿Cómo, sobre rodo, pueden existir. gentes tan ingenuas pan
prestar atención a esos discursos mentirosos? Como la manzana del
jardín del Edén, el marxismo no es un fruto tentador sino pan
quien no lo ha probado, Pero es una tentación tanto más peligrosa
por cuanto el mundo liberal rorroído, estragado, no tiene nada que
oponerle.
En todas sus manifestaciones y, recientemente todavía, en cada
una de sus intervehciones en· la televisión franc~ en la emi­
sión "Les Dossiets de l'F.cran", Soljénitsyn se esfuetza en ha= salir
de su error al Occidente decadente.
«El tiempo ha· co"oído 1/U6Jtra noción de la lib8"1da. Habéis gua,-­
dado
el nombre y fabricado otra noción: """ pequefla libertad que
no e,
má.r que una Ctll'OCdltwa de la grande. Una libertad .rin obliga­
ciones
y sin re,ponsabüidad, que de,emboca, todo · 10 má.r, en el· goce
de los biene,. Nadie está preparado p11ro mom por ella. 'E,ta J,;b.,..
tad que, p11ra no,0'1'0,, es to""'1ú, la pequeña llamo que ilumina
nuesH'a noche, se· ha co,we,rtit,lo para 11tJsoiro! en tVlkJ realidad acha­
fJ"'1'ada
y engafiosa porque está Uena de follaje, de riqueza y de
vado» (14).
Estas palabras se unen a lo que había escrito a su vuelta de China
el
padte Dries Van Coilloe: «he deiado esa China ,o¡a donde el hom­
bre e, sdCÑficailo a una ideologla, y a lo, de,ignio,. que 8lla inspwa.
¿Y qué he vi!to dU? He viJto que la pa,ta 1,umtma es infinitamente
meleable
y que ,e eonsigue todo de lo, hombres y ha,ta la má.r
ba¡a ,ervidumbre, cuando e,tJn eompletamente de,acrdizados, cuan­
do han abandonado la sumisión a una 11...dad que ,e encuentra fue­
ra de ello,
y por encima de ellos, por encima de los que les dm­
gen ,( ... ).
»De es" China de,truída, he reg,e,ado a las palses donde reina
la cwilización occldenta/,.
¿Y qué he visto? He visto la, mar"11illa,
(14) Entrevista concedida por Soljenitsyn a Point, núm. 171, diciembre
197'.
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ISABEI.LE DE NEUVII.LE
de la técmc11. He 11istr, el lt,jr,, la opulencia, el confort .•. He vuelto
a
trmu,;, contacto, con un mundo tan reflleto de riquezM, de conoci­
mienws, de placeres
y tan ctmfittdr, de sus proezM prometeicar que
se c.-ee lo bastante fuerte para prescindir de Dio,, un mundo des­
g,.,.,.dr, por lo, egoísmo,
1 el resentimiento. Y he vistr, que aqul
cr,mo allí
el hr,mbre es maleable cr,mr, plr,mo fundido. En el seno
de esos países que ~s "'Ubres", la presi6n
sobre las condencias
se oper-, "libremente" por todas /as fr,rmM de propaganda, por la
puesta en condiciones del
indwi4ur, y la generalizada puesta en ac­
ción d• lo que
M. Gabriel Marcel llama /as técmcar envilBcedorM.
Orient• rojo aboli6 la
Ubertatl, Occidente la desnattHal-iza y la es­
trot,ea" (15).
CATOLICISMO Y LIBERTADES
Estas observaciones . del padre Van Coillie confirman las célebres
f6rmuJas de Bergson afirmativas de que a más mecánica hace falta
más mística y que el cuerpo agrandado de la humanidad exige un
"suplemento de alma".
Por haber desconocido, la. necesidad de un principio espiritual,
la esperanza liberal ha hecho quiebra.
La esperanza. marxista se hunde hoy.
«Hemos hecho casi todas las experiencias, hemos agr,tat/r, todas
las negaciones, no h,r¡ r,tro nombre ( que Dir,s) que pueda ser p,o­
m,nciado
P""ri 11ower a dar al hombre del siglo XX la esperanza y
/a aleJUÍ(,>.
La líneas de Jean Guitton recuerdan la eocliortación del Car­
denal Pie:
«S~ ha p,obadr, todo, ¿no habrá llegfldo la hora de probar la
Verdad?».
• • •
El homenaje (a veces inconsciente) que a la obra social del Ca-
(15)- Podries Van Coillie, ]'ai suhi le Javage de cervetm, pág. 316,
D. D. Bronnier 1964, 325 pág,,.
480
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EL RESPETO DE LAS UBERT ADES SOCIALES
tolicismo han rendido incrédulos, agnósticos, e incluso los enemigos
del

Catolicismo,
nos da coraje.
En las palabras de Marx afirmando que el Liberalismo «ha des­
trozado sm piedad
Ir, multiplicidad coloreada de los lázos feudales
que unúm
al homb1'e a sus superiores naturales», en las de San Exu­
péry ·«nada como oí,-un canto aldeano del siglo XV pM"a medit-la
pendiente descendida», hay como una nostalgia de los tiempos pasados.
La Europa cristiana había sabido sembrar los primeros gérme­
nes, concretos, de las libertades. El
Liberalismo y el Marxismo han
pretendido hacer mucho más ... ; hemos visto lo que han hecho.
El

mismo
Marx reconoció

que
la condición del siervo era infini­
tamente más suave

qce
la del proletario ...
El
Catolicismo
no ha inventado la explotación marxista, de la que
nos
dice Marc Pailler que «resume ellá s-alr, los dos a,pectos, feudal
y et>pitalirta, de explotaci6n de ciares •.. y aún les añade tratos origina­
les». Por el contrario, el Marxismo ha sido condenado por la Iglesia.
Comparando los
baños de
sangre,
las injusticias que han engen­
drado Libetalismo
y Marxismo (16), ¡qué mezquinas parecen, las tan
usadas y revoladas críticas que nos dirigen a propósito de las Cru­
zadas, de la Inquisición o del asunto Galileo!.
A
despecho de sus inevitables imperfecciones, el orden cristiano,
fundado en
la observación de las necesidades reales del hombre ( en
particular, de la necesidad de
arraigo sin la cual toda libertad es
ilusión), fundado en el
respeto a

una jerarquía que viene de Dios
y no de los hombres, el orden cristiano es históricamente el único
que
ha sido generador de libertades.
La anarquía liberal ha destruido la obra emprendida.
El orden
marxista la ha caricaturizado.
Los lazos orgánicos que unían a los hombres entre sí han sido
reemplazados por las cadenas del provecho y de la burocracia.
(16) ¡La Convención hizo 50 veces más víctimas en un año que la
Inquisición en 500 años! y los marxistas reconocen que la instauración del
régimen comunista ha precisado la desaparición de varias decenas de millones
de Rusos y de Chinos.
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ISABELLE DE NEUVILLE
Al arraigo en las comunidades naturales le han socedido la su­
jeción a

la materia o
al dinero, y la adhesión· a un partido.
A la sumisión liberadora a un orden divino le ha
sucedido la
sumisión

servil a
las ideologías humanas.
A la ley de amor le ha
sucedido la
ley del odio.
«Uno se httmilla cuando se juzg", se enorgullece cuando se com­
pMa»
le gustaba decir a Talleyrand. ¡Esta debería ser la máxima de
todo cristiano unido a la Iglesia!
Hace tres años que, en esta misma tribuna, Ignacio Gutiérrez
Laso

había esbozado un gran fresco de los progresos que el mundo
debe a la Iglesia (17). Recordemos dos de sus más
bellas conquistas:
su

primer
título de
gloria, fue la superación de la esclavitud, esa
plaga de la
Antigüedad que

todas
las bellezas de las civilizaciones
paganas no consiguen hacer
olviidar.
Como

escribió
Paul Allatd (18):
«Ni S6crates, tan grande y ttm puro, ni Xenof6nes, su dulce y ar­
monioso
eco, ni Plat6n, el más sublime de

los
pensadores, ni Aris­
t6teles, el más exacto y
el más penetrtmte de

los
espíritus, ni los
epicúreos egoístas, ni los rigidos estoicos intentaron transforma,- esa
base inhttmtma, abath los muros de la Ciudad Antigua, restituh al
trabajo su nobleza original, fundar
sobre

la
igualdad y la justicia la
rel,,,ci6n de

los
hombres entre ellos

...
»La civi/i.,,cj6n romana, hija de la civilizaci6n griega, estaba
fundada como

ésta, sobre la
desigualdad, la opresión, la esclavitud».
Sólo el Cristianismo llega al fondo de esta tatea.
Lentamente, con una prudencia
extrema potque sabía que toda
reforma estable exige en primer lugar un cambio en las mentalida­
des, la Iglesia afirma la dignidad del
hombre, predica a

los patronos
la dulzura, favorece las manumisiones, pide medidas
para facilitar
la incorporación social del manumitido,
y acaba por obtener la abo­
lición

completa de la esclavitud.
Si la Iglesia
abolió la

esclavitud, mejoró también la suerte de
(17) a. Actas de Lausanne 1973, L1Ed11ration des hommes, págs. 167
y sigs.
(18) Citado por Jean Guiraw:l en Histoire partiale1 histoire vraie, Tomo l.
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EL RESPETO DE LAS llBERJ.' ADES SOCIALES
la mujer que en las sociedades antiguas había sido apartada de la
vida cívica, y a menudo considerada como un simple objeto de
placer.
. . . Que
se recuerde el ideal caballeresco de la Edad Media y
se medirá el camino recorrido: la mujer es entonces respetada, hon­
rada, cantada por los poetas y a veces ella misma poeta. Santificando
el

matrimonio, afirmando su indisolubilidad, la Iglesia le
ha devuelto
su
dignidad. Pero

su vocación de esposa
y de madte no le prdhíben
ni las responsabilidades sociales ni la cultura.
«La abadía de A,genteuil -cuenta Régine Pernoud (19)-donde
fue educada F.loisa, emeñoba a la.r jóvenes la Santa Escri;,wa, la.r
letras, la medicina, e incluso la cirugía, sin contar el griego y hebreo
que a/,/,/ enseñoba Abe/ard<,».
Además ¡ qué diversidad de vocaciones!
Que
se piense en la Reina Blanca, sabia regente del Reino, en
Juana

de Arco, jefe del ejército a
los dieciocho
años, en
Isabel la
Católica,

que presidió el descubrimiento del Nuevo Mundo, en santa
Teresa,
doetora de la Iglesia, en Madame de Lafayette, autora de la
primera novela psicológica ... se podría alargar la lista hasta el
infinito.
También, está

permitido sonreír cuando se
oye a
los
mo­
vimientos

revolucionarios reclamar la
liberación de
la mujer.
Se
sabe que

en
Moscú, son

raras
las mujeres en los puestos ele­
vados del gobierno. Se las ve más fácilmente barrer las calles ...
y
Catalina la Grande no esperó a Marx para poder gobernar.
El

conjunto de los textos pontificios, desde la legislación de los
primeros Concilios sobre la esclavitud hasta
las últimas encíclicas
pontificias, constituyen el magnífico testimonio del infatigable in­
terés mantenido por la Iglesia acerca de las cuestiones sociales. No
se terminaría de enumerar lo que la Iglesia ha aportado a la
humanidad: ha abolido
la esclavitud, instaurado la libertad del ma­
trimonio, asignado a la mujer su verdadero lugar. Bajo su influen­
cia, la guerra se hnmanizó y el soldado se convirtió en caballero.
Gracias
a
ella, se desarrolló la enseñanza, resplandeció la cultura.
(19) Regine Pemoul, Beaulés d11 Moyen-Age, Gautier-Longu.erau, 1974,
190
páginas,
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ISA.SELLE DE NEUVILLE
Porque tenía un poder espiritual, su papel fue determinado en el
florecimiento de las
artes.
De la libertad cuasi biológica de poder procrear según su deseo
hasta el más
elevado dominio

de la libertad de pensamiento, nada
le
ha sido ajeno.
Es de tal modo imposible disociar su acción de la historia de los
países cristianos que Simone W eil, cuando todavía era agn6stica,
juzgaba absurda
«una instweción en la cual no se trt religión» y afirmaba que «la única act#lld a la vez leglm,u, y prác­
tiC"7mfflte
-¡,o,ible que puede tener, en p,,mc;,,, el espíritu laico res­
pecto
del Cristianismo comiste en mirarlo como un tesoro del pen­
samiéf#o h"""""1»
(20).
. . . Actitud tanto más legítima cuanto que ¡ la misma laicidad es
hija de la Iglesia!
Un diputado socialista,
M Deixonne (21) lo ha reconocido en
un texto donde,
por atta parte, rendía homenaje al papel de la
Iglesia en
la liberación de los esclavos y en la liberación de la mujer:
«El espmtu laioo -- aportación
del crlsn sentándose como sobrenatural,, introduio en el mundo el principio
laico de
la distinción entre la lgles.;,, y el Estllllo».
Pesentándose como sobrenatural, el Cristianismo ha hecho mucho
más,
nos dice Maurras,
ha aportado al mundo la suprema libertad,
la libertad de pensamiento:
«El pem.:múento libre es la Iglesia, puesto que la Iglesia es la
única fuerza espimual del mundo cwilizllllo, la única que, mante­
niéndose
y desar,ollándose no se inviste de ninguna fueru, mt sino que proclama siempre s11 distinción perfecta de lo que no es
espimual... T enemas ahl un poder puramente espimual; que stlf!o
incluso imponer su voluntllll a lus poderes mt,teria/,es
(lo que cons­
tituye precisamente
la obra maestra de un pemamiento libre). Nunca
ha
llllmitido que esos poderes le fueran stlf!eriMes ...
. »La Ig/esú, cat6/ica es más que inaepfJl'ltÜente, tiene lo positivo
(20) Simone Weil, L'Enracinement, Gallimard 1949.
(21) Citado por M. Creuzet en Bnseignement-Education, Montab:a 19'74.
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EL RESPETO DE LAS LIBERTADES SOCIALES
de toda libertad, tiene la fuerz"'· los príncJpes le e,wkm embajado­
res,
los banquero, cuent"" con ell"' Ha realizado con la wla fuerza
del Espíritu pu,o una dominación cr,rna/, comparable
y superior a
los
imperios fundados por los medios de

la
carne. Pura y Ubre de
Jo que no es el pensamiento, es la encarnación y la apoteosi, terrenal
del pensamiento,>.
• • •
Estos diferentes testimonios pueden devolvernos el respeto y el
amor de
la obra liberadora de la Iglesia. Estas palabras de un agnós­
tioo
nos

devuelven el gnsto
y el honor del pensamiento católico.
Mientras
ella ha reinado, libre, sobre los corazones, el respeto a las
libertades sociales se ha encarnado en las instituciones; cuando otras
ideologías
han pretendido reinar en su Jugar, se han instaurado la
anarquía
y la opresión.
No se trata ya ahí de discursos, sino de hechos.
La Historia y la actualidad recuerdan a los católicos los deberes
de piedad
ron la Madre de las Libertades.
En la medida en que somos miembros de las ciudades carnales,
nos oorresponde vivificar estas libertades en las comunidades, hacer
revivir los principios que sólo nuestra torpe ausencia de lo temporal
ha hecho
estériles.
O nOSOtrOS, Jaioos católicos, defendemos la libertad, o bien la Ji.
bertad no será sino una palabra que el Liberalismo y el Marxismo ha­
brán borrado de
la superficie de la tierra.
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