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Número 179-180

Serie XVIII

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Un Congreso Mundial de Filosofía Cristiana en el Centenario de la encíclica Aeterni Patris

UN CONGRESO MUNDIAL DE FILOISOFIA CRISTIANA
EN
EL OEiNTENARIO DE

LA
E. "AETERNI PATRIS"
No todo son, noticias sombrías sobre acontecimientos negativos,
luchas o confusiones ideológicas, desviaciones doctrinales o de la
vida religiosa en el mundo católico de hoy. Los que hemos asistido,
invitados, a la magna concentración de filósofos cristianos, que voy
a referir brevemente, nos hemos llenado de gozo· y esperanza ante
el
pujante florecimieri!o de una auténtica
cultura cristiana
en los
pueblos de
América del Sur.
Signo

preclaro de este resurgir cultural
ha sido

el reciente Con­
greso internacional de Filosofía
cristiana (llamado

con legítimo or­
gullo por sus
promotores «Congreso

mundial»), cuyas sesiones de
estudio tuvieron
lugar en

la semana 21-28. de octubre
pasado en
Embalse,

un complejo hotelero cercano a
la ciudad

de Córdoba, la
segunda (y españolísima)
gran_ urbe

de la República
Argen_tina. Fue
convocada

por la
«Sociedad Católíca

Argentina de Filosofía>> en co­
laboración
. con

la «Asociación Católica Iberoamericana de Filosoffa»
y
la «Sociedad

internacional
tomista» de l\.oma, bajo

los auspicios del
episcopado argentino y con el apoyo del Gobierno y Aerolíneas
Argentinas: Al

frente de la comisión organizadora se encontraba el insigne
filósofo monseñor Octavio N. Derisi, obispo auxiliar de Buenos Aires
y rector de su Universidad católica; y era presidente de la
comisión ejecutiva
el activo

organizador doctor Alberto Caturelli, fi­
lósofo profundamente cristiano, profesor de la Universidad nacional
de Córdoba y alma del Congreso.
El Congreso
se reunía
para celebrar el centenario de la encíclica
Aeterni Patris de León XIII (4-8-1879). Fue la primera conmemo­
ración de este histórico documento, al que van a seguir solemne ce­
lebración en este noviembre
en Roma,
otro ·Congreso, también en
Roma, el año próximo
y diversos actos en otros centros católicos. La
encíclica lleva por subtítulo: «Sobre la restauración de la filosofía
cristiana». Y sabido es que esta encíclica constituye una magnífica
exaltación y aprobación de la doctrina filosófica de Santo Tomás de
Aquino, como «príncipe y maestro de
todos los doctores

escolásticos»,
con una insistente recomendación a las escuelas católicas a seguir su
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UN CONGRESO MUNDIAL DE FILOSOFIA CRISTIANA
sistema coherente de todas las verdades filosóficas, exponente máxi­
mo

e integrador de la sabiduría cristiana que los Padres y doctores
católicos han rennido en el correr de los siglos
y que en lo sucesivo
éstos deben sostener y desarrollar como síntesis de
la sabiduría hu­
mana en armonía con la verdad revelada.
Con esta encíclica y subsiguientes documentos promovió León XIII
un movimiento de restauración de la filosofía del Doctor Angélico,
el neotomismo, que se cultivó. y difundió con brillantez en el
mW1do
católico.

El concepto de filosofía cristiana viene así a confluir
y con­
fundirse sustancialmente con la renovada filosofía tomista, depurada
de las adherencias de la ciencia natural antigua y abierta a todas las
aportaciones del pensamiento que estén conformes con
la revelación.
Bien lo entendieron de este modo
los dirigentes y participantes del
Congreso
de Córdoba, que en su inmensa mayoría enfocaron
y expu­
sieron

sus
temas de

estudio desde los principios de la doctrina to­
mista, sin que faltaran otros matices del pensar cristiano, agustinianos,
lulianos, ros.minian05, etc.
Los organizadores contaban en su convocatoria con unos tres­
cientos asistentes. La cifra se rebasó ampliamente, llegando a 640
el número de «congresales» ( así los llamaban), participantes en la
magna asamblea intelectual; cifra raramente superada en una con­
vocatoria de esta índole científica. Y
la «internacionalidad» (y hasta
mundialidad) del Congreso se conseguía plenamente.
Los miembros
más numerosos eran, como es obvio, 105 autóctonos: profesores de
filosofía venidos de las ciudades universitarias de la República ar­
gentina, sobre todo de las múltiples wiiversidades católicas privadas
existentes
en el
país, se dieron cita
allí con el ansia de intercambiar
experiencias con sus colegas foráneos
y de profundizar y ampliar sus
conocimientos filosóficos. Junto a ellos, los grupos más nutridos
procedían de las
también universidades católicas de Brasil, Chile y
México, algunos también de Uruguay, Perú, Venezuela, Ecuador, no
faltando tampoco profesores de
sus universidades
nacionales.
Fuera del mundo latino-americano, acudieron al Congreso ilus­
tres representantes de las universidades de Estados Unidos, alguno también del Canadá.
La representación de los centros intelectuales
europeos fue, asimismo,
numerosa. El
principal grupo lo constituían
filósofos venidos de Italia, eclesiásticos
y seglares, figuras todas bien
conocidas. Nuestro grnpo español de invitados, con los profesores
Angel González Alvarez, Antonio Millán
Fuelles y V alentín Yebra,
y los dominicos Abelardo Lobato, Victorino Rodríguez y el que
suscribe, fue muy reducido. Asistieron, asimismo, profesores venidos
de Francia, Bélgica, Alemania y Polonia, notándose la ausencia de
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UN CONGRJJSO MUNDIAL DE FILOSOFIA CRISTIANA
otros muchos que enviaron su adhesión y comunicaciones, sin poder
estar presentes por lo costoso de los viajes. La nota ecuménica la po­
nían el re<'.tor de la Universidad de Atenas, E. Mouisopoulos, con el
prelado monseñor Gheorghiu, ambos simpatizantes del pensamiento
tomista.
Un aspecto
dinámico, y alegre lo daban los grupos de estudiantes
de filosofía venidos de las nniversidades católicas de Buenos Aires
y de los centros intelectuales de Córdoba, que manifestaban un en­
tusiasta
afán de formarse en la filosofía cristiana y tomista no sólo
con la asistencia atenta a las sesiones de conferencias y exposiciones,
sino también

organizando frecuentes convivencias.
y charlas con los
distintos profesores, rodeando e interrogando a los mismos ( espe­
cialmente a nosotros los españoles) sobre problemas, publicaciones
y corrientes de pensamiento dentro del mnndo católico. Con ello
delataban bien a las claras su in.tensa preocupación por los estudios
e
información en

nna sana filosofía.
Sobre el cooteuido doctrinal de los trabajos presentados, no es
posible dar nna idea,
ni siquiera mención, en breve espacio. La ri­
queza y variedad de los
temas tratados sólo podrá conocerse ruando
sea publicado el enorme acervo de ponencias y comunicaciones en
las Actas del Congreso, que el infatigable director, doctor Caturelli,
se
dispone a
editar en breve. El programa
propuesto abarcaba la

te­
mática general

de las disciplinas filosóficas, analizadas desde un
enfoque cristiano, con referencia especial a los problemas actuales
y en contraste crítico con los errores de nuestro tiempo. El temario
se desarrollaba, segón la práctica común, en las sesiones plenarias de
la mañana y en
tres sesiones o secciones especiales de la tarde, com­
prendiendo cada una larga serie de ponencias y comunicaciOnes con
sus respectivas discusiones. Faltó, sin embargo, espacio y algunos
participantes se lamentaron de no haber podido dar cuenta de sus
comunicaciones.
El ioterés primero lo ocupó la concepción de la filosofía cris­
tiana, sus implicaciones en la existencia del hombre cristiano, las
relaciones entre lo
narnral y sobrenatural, su mutua distinción e in:.
legración de ambos órdenes en el saber cristi1lllo. Frente a algunos
conatos de excesivo sobrenaturalismo, se imponía la doctrina aqui­
niana de la autonomía de la verdad filosófica en su propio campo
de investigación racional.
La filosofía cristiana es sustancialmente
la misma filosofía de la razón natural, rectificada
y depurada de erro­
res incompatibles con la fe, mediante la iluminación extrínseca de
la revelación en el filósofo creyente, que cooforta el vigor de su
razón y le orienta
y enriquece con sus luces para la captación de la
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UN CONGRESO MUNDIAL DE FILOSOFIA CRISTIANA
verdad natural íntegra, preservándola de falsas desviaciones. Así se
configura la filosofía cristiana, ·históricamente, como la verdadera
y perenne filosofía de la razón humana, integradora de todas las
aportaciones de un
pensar racional sano y recto.
Una
atención

preferente mereció en el Congreso el tema meta­
físico en su dimensión
más propia de ontología. El interés con que
se
escuchaban las numerosas comunicaciones sobre la filosofía del
ser, la analogía, la fundacnentación metafísica de la Trascendencia,
expuestas con rigor,
delataba en los oyentes

el deseo de un
cono­
cimiento más hondo de estos problemas, de una formación sólida en
la alta filosofía tomista para superar el vacío ontológico dejado por
las nuevas ideologías del subjetivismo inmanentista y empirista. La
sana filosofía cristiana tiene pcr
· clima propio el realismo ontológico
del sistema de Santo Tomás, pues, como proclamaba el profesor de
Varsovia, S. Swiezawski, conocido campeón del tomismo desde los
tiempos del

Concilio, «la traición al realismo es una traición al cris­
tianismo». Por esto mismo fueroo agndas y enérgicas
las críticas

que
se expusieron a dichas filosofías inmanentistas y empiristas, raíz y
fuente de las desviaciooes del pensamiento moderno hacia el agnos­
ticismo e incluso el ateísmo. Destacó_, sobre todo, la sesión dedicada
al examen de la filosofía analítica y el positivismo lógico. Eminen­
tes profesores, muy versados en las técnicas de
la logística, pusieron
de relieve la incapacidad radical de este movimiento de análisis ló­
gico y lingüístico para acceder al campo ontológico de la metafísica,
tachándolo de puro nominalismo y extrema pobreza filosófica.
El Congreso prosiguió con
el estudio y discusión de diversos te­
mas de

ética, derecho y política. El rechazo global del marxismo y
sus infiltraciones
pseudocristianas en

la teología
de la liberación
era significativo en aquella asamblea de filósofos de profunda
fe
cr.istiana que han vivido de cerca en sus países la subversión revo­
lucionaria.

Por otra parte, fue muy relevante la participación de fi
·
lósofos

juristas provenientes de las
farultades nacionales
de Derecho,
que defendían unánimes la vigeocia íntegra del derecho natural
frente al
positivismo de

las actuales democracias, cuyas normas deben
ser base de la ordenación jurídica de los Estados y principio de toda
legislación positiva. Todavía los desarrollos
postreros del

Congreso fueron dedicados
a
los temas, tao

propios de una filosofía cristiana, de la contempla­
ción, de la acción, el trabajo y la térnica, la creación artística, la filo­
sofía de la educación y hasta de la formación del sacerdocio en una
sólida cultura cristiana.
La presencia de Sánto Tomás, con sus doctrinas y textos, era do-
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UN CONGRESO MUNDIAL DE FILOSOFIA CRISTIANA
minante en el conjunto de las lecciones .y discusiones del Congreso,
conforme a
la consigna y orientación de la Aeterni Patris. Por eso
la sesión final era dedicada a exaltar
la figura del Doctor communis
de la filosofía cristiana y perenne, con tres conferencias debidas a los
profesores
Joseph de Finance, Victorino
Rodríguez y Mons. Adolfo
Tortolo, Obispo de Paraná, que presentaron al Angélico como modelo
de creatividad filosófica y santidad de vida. Y
se añadieron sendas
lecturas de homenaje a tres filósofos cristianos:
E. Gilson, cuyas obras
tanto
influyen en la
formaci4n del

tomismo sudamericano; F. M.
Sciacca, muy
amado y leído en aquellos países, y Sixto Terán, un pio­
nero del
pensamiento cristiano

en Argentina. Cerró el Congreso la re­
lación de clausnra del presidente, A.
Caturelli, glosando con excepcio­
nal profundidad el lema pontificio:
V et era novis au gere et perficere,
que ha de servir, dijo, como conclusión a extraerse de la intensa acti­
vidad de elevados estudios y trabajos del Congreso, que fue coronado
por solemne celebración eucarística con participación de todos los
asambleístas.
Es sorprendente y significativo que la primera conmemoración
del centenario de
la Aeterni Patrir se haya llevado a cabo en el in­
terior de la pampa argentina y del continente sudamericano con asis­
tenci~ tan masiva de filósofos del viejo y nuevo mundo. Los que
hemos tenido

el gozo de tornar parte en
él hemos
admirado la am­
plitud e intensidad del estudio filosófico en aquellos países,
la multi­
plicidad de centros universita.rfos católicos en que una gran masa
de profesores se afana en el estudio serio y elevado de la filosofía,
bebida en sus mejores fuentes del tomismo,
y se esfuerza por im­
partirlo
• sus

oyentes como núcleo primordial de su cultura
católica
y

medio para no contaminarse
en las falsas ideologías que presionan
por doquier.
Surgía espontáneo

en
nosotros un
optimismo esperan­
zador. De estos Centros católicos americanos puede brotar una nueva
restauración tomista, de la perenne filosofía de Santo Tomás «que
la Iglesia
ha hecho suya» (Pablo VI), firme apoyo y baluarte de
su fe
y teología, cuando en el viejo y supercivilizado continente eu­
ropeo, contaminado
por toda clase de desvaríos del pensamiento, se
halla en franca
recesión y

olvido.
Porque Iberoamérica es
el único continente católico del mundo,
esperanza de

la Iglesia para
el futuro inmediato, como les ha dicho
Juan Pablo II, y fermento muy activo del pensamiento católico. O,
como decía
también a esos grupos representativos el llorado M. F.
Sciacca: «Vosotros sois la reserva espiritual de la cultura de occi­
dente>>.
'ToóFILO URDÁNOZ
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