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Número 179-180

Serie XVIII

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La irrefrenable y estéril inflación

LA ffiREFRENABLE Y E'lTERIL INFLACION
POR
JOSÉ MiAB.fA CArulALLO F.Bru;ÁNDBZ
I
RESACA EN EL MAR DE :i.A ESPERANZA
C,eo que 11n día habrá fltla regularizr:&ión,
Habrá un minlllo de 11erdaJ, un año de verdad,
y será penoso·(eomo lo fue en 1936-37) ... Vamos
hacia tina gigantesca resaca eeonómiGa .. .
(Paul Marc Henry)
Es natural que el público interprete que el objetivo furu:lameo­
i:al de la política monetaria debe oonsistir eo poner a disposición
de
la economía la cantidad de dinero necesario para que ésta se
desarrolle sin desequilibrios de cualquier clase, internos o externos.
Y, eo efecto, según sus propias declaraciones, las autoridades de
los diversos
países se han esforzado, desde el final de ia segunda
guerra mundial y hasta ya muy
avanzada la década de los sesenm,
en

mantener
la estabilidad de precios, dentro de la condición del
pleno empleo y del desarrollo, inyectando
liquidez al
ritmo que
consideraron adecuado para
equilibrarse con la producción interior
bruta. Los tantos de incremento de los precios quedaron contenidos
dentro de los límites de un dígito, a pesar de
a:lgunos síntomas

de
ruptura aparecidos

en el mencionado período de 1%0-70.
Sin embargo, pronto aparecieron distorsiones monetarias que pu­
sieron de manifiesto que la estabilidad del tanto de liquidez de la
economía no es, eo sí mismo, incompatible con elevados mntos de
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Fundaci\363n Speiro

/OSE MAmA CARBALLO FERNANDEZ
inflación, ya que las incertidumbres en cuanto a los efectos en can­
tidad
y valor, y el desencadenamiento de efectos acumulativos, cons­
tituyen

aporías evidentes
para el intento de radicar las acciones de
la política económica en la política monetaria, en la que el horizon­
te plnrianual debería prevalecer sobre la inmediata coyuntura.
La política monetaria y sus afines no representan el compendio
de
las acciones económicas. Y sería un grave error apoyar sobre ellos
los planes de
actuación, olvidando la cardinal importancia de las
políticas de aumento de productividad, de estímulos al ahorro, de
inversiones, salarios, empleo,
etc.
La historia de los últimos afí.os parece, con los graves proble­
mas
de inflación de dos dígitos y los altos niveles simultáneos de
desempleo,
haber destruido las

viejas
esperanzas de lograr dominar
los

fenómenos del dinero. Y
las secuelas de la inflación son graves, muy graves, desde el
punto social y económico.
Sobre todo,
por favorecer
especulaciones
audaces y muchas veces moralmente dudosas, por distorsionar la dis­
tribución de las rentas, por destruir
la confianza en la inverión, por
cohibir el ahorro, por
perjudicar principalmente

a los económica­
mente
débiles y pot modificar, en esencia, el comportamiento de
todos los agentes económicos ...
Solía suponerse que la inflación era un fenómeno únicamente
temible
más allá del pleno empleo y Keynes consideraba antitéticos
los términos desempleo e inflación.
Pues bien, en nuestros
.días, los
neologismos "stagflation"
y
"slumpflation" aluden a ese fenómeno inédito ... y generalizado en
el
Mundo de Occidente: El de un proceso creciente de inflación,
simultáneo al aumento incesante del desempleo. Phillips, un economista
australiano, pretendió

una explicación
del problema, sustentando la tesis de que,
pata mantener un desem­
pleo por debajo del
4%, fue

necesario, en Estados Unidos, en
la
década de los 60, un tanto de inflación superior en más de 1,5 pun­
tos
al de la década anterior. ¿Razones? ¿La imperfecta movilidad
de los
fact0res, tanto
laborales como espaciales
y temporales, entre
otros?
No existe, con toda evidencia, aouerdo alguno entre los eco-
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LA IRREFRENABLE Y ESTERJL INFLACION
nomistas, ni en cuanto a los orígenes ni a las soluciones. Reciente­
mente, Habermans, de la escuela de Frankfurt, afirmaba que los
marxistas han aprendido con el paso del tiempo, que las políticas
keynesiauas generaron primero la
inflación y

la persistencia de la
inflación generó

el paro •..
Y
acaso deba

subrayarse que las políticas keynesiauas, a través
de estas consecuencias, han provocado
la intervención del Estado y,
con ella, el fortalecimiento del poder de los Sindicatos, cuyas pers­
pectivas, en el futuro, si la ideología marxista se infiltrase en ellos,
podría conducir a la sociedad a un paso radical e insospechado
El

retorno a
la estabilidad monetaria, hoy perturba.da a escala del
mundo, no puede ser producto de
esfuerzos aislados y exigiría accio­
nes convergentes de las políticas económicas de los diferentes Esta­
dos, por
encima de

provincianas finalidades
y. particularistas
pro­
pósitos,
Para nada sirven unas reuni?fles internacionales. en las que es­
pecialistas
de primera fila intentan emitir diagnósticos y pronun­
cian veredictos, llenos de tau encantadoras dudas como las del coro
de doctores de una conocida zarzuela. No
ha logrado encontrarse
en ellas
edecnada terapéutica y el desempleo y la inflación continúan
siendo compañeros de viaje en nuestro caminar ¡>0r la historia.
Los posibles estabilizadores utilizables son desconocidos y todo
parece indicar

que, a pesar de
la· euforia
con que se propagaban en
el pasado tantos "milagros económicos", el cáncer que hoy roe a
la economía yacía larvado detrás de tantas vanidosas teorías que se
decían capaces de asegurar el desarrollo incesante de la opulencia,
la estabilidad del empleo y el mantenimiento del poder de compra.
No obstante la simplista y fácil excusa de atribuir todo a la cri­
sis del petróleo, iniciada en 1973,
y aun sin negar su importancia,
sería desconocer la realidad ignorar
el hecho de que, ya entonces,
eran muy
pocos los países cuyos tantos de inflación no llegaban al
10%, límite después ampliamente superado
por_ la mayoría.
Sin frenos al consumo interior, con la constante incitación al
despilfarro, con un desorden
monetario_ internacional

que espera
to­
davía el taumaturgo ca.paz de salvarlo, con las especulaciones de los
eurodólores y petrodólares y la invasión inversora de estos últimos,
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/OSE MARJA CARBAILO FERNANDEZ
con carencia de materias primas (sobre todo energéticas) etc., todo
parece colaborar a la degradación
y quiebra económicas, la corrup­
ción y
las angústias sociales y el envilecimiento inflacionista.
Dunlop,

de la Universidad de Harvard,
afirmó qne
los econo­
mistas
habían olvidado

que los
aspectos microeconómicos son

más
importantes que los
macroeconómicos, y

que las medidas adopta·
das desde el punto de vista macroeconómico son incapaces de ejer­
cer

efectos positivos de cualquier
especie.
Y se teme, por muchos trata.distas y expertos, que la "stagflation",
fenómeno al parecer implicito en
nuestra actual
economía capita­
lista, pueda poner un día en estado de coma a
la misma civilización
de

Occidente, más amenazada, según parece, por la descomposición
interna que por la agresión externa. El entonces Gobernador del
Bundesbank, K. Klasen, dijo una
vez que vivir con la inflación implica que nuestro sistema de libre
empresa se verá puesto en el ttance de morir con ella.
11
RAHAB (})
Tras de nosotros q11edan los miles de años agi­
tado! y te"ibles. Y seguimcn u#lizando las pó­
cimas que nunca curan.
(Christopher Fry, en E/ sueño de los presos)
El aparente desconocimiento de los medios adecuados para ac­
ruar, en tan críticos momentos de la economía mundial, ha sido
atribuido al error de pretender utilizar, según Gteenspan, cotrela­
ciones que, inducidas en un intervalo de la
'horquilla de
los tantos
de inflación, son inoperantes en otro.
Pero nadie deja de percibir con claridad que es imposible so­
portar el grado actual de desempleo de una juvenrud frustrada, de-
(1) El Caos.
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LA IRREFRENABLE Y ESTERJL INFLAC/ON
sorientada y arorralada, sin vernos conducidos a un auténtico caso
de

suicidio colectivo.
Pensar en
la posibilidad de que las masas acaben convencién­
dose,
a través de una adecuada propaganda, de
la ioevitabilidad de
los
procesos inflacionistas es

una
esquizofrénica incomprensión·
de
las gravísimas reacciones que se provocarían en el cuerpo labotal
y social.
Y parece imposible, a juicio de Milton Friedman, salir del cír­
culo vicioso de la inflación sin pagar el alto precio del desempleo
y la recensión económica_
¿Pueden

unos Gobiernos comprometidos en
la tarea de obtener
éxitos a
corto plazo (de

partido o personales) enfrentarse con la im­
populatidad? ¿Están dispuestos a
hacerlo?
Me.

Bride, en 1976, afirmó que es
indispensable y urgente pro­
ceder
a una revisión

completa de nuestras normas de moral pública
y privada. Pero la falta de autoridad y ooraje que va advirtiéndose
en Occidente, para atacar de frente
el problema de la explosión del
binomio inflación-desempleo,

está provocando una crisis profunda
de desconfianza
y la amarga vivencia de encontrarnos todos inmer­
sos en la más radical de
las incertidumbres.
Los himnos a la expansión, y las exhortaciones al combate oon­
tta la inflación, están llenos de las mejores intenciones, afamó
Wormser,

pero,
tras el velo de las palabras se adivina la impotencia,
o
la decisión de no aceptar los riesgos inevitables. Fue Whltehead
quien nos aconsejó atender más a
las hipótesis subyacentes en la ac­
ción, a veces
inadvsertidas para

los propios actores, que a los prin­
cipios expresos
y explícitamente por ellos manifestados.
Y, aun cuando la futurización y 1a conjetura sean menesteres
avenrurados, no

es posible
dejar de

ver
que la
situación
paro-infla­
ción puede oonducir a un World disa.rter, por usar una expresión
de Friedman, que podría
desembocar en la degradación de la de­
mocracia o en el nacimiento, en una u otra forma, de nuevas
aventuras totalitarias.
Hay quien supone que, en este sentido, se ha alcanzado ya el
Point of non Return.
Entre ranto, Vladimir S. Komenov, en una publicación de la
11917
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/OSE MARIA CAR,BAUO FERNANDBZ
UNESCO de 1978, destacaba el .hecho de no existir, en la economía
de la
URSS, el fenómeno del desempleo.
¿Puede esperarse de Gobiernos, empresarios y sindicatos, el su­
ficiente grado de comprensión y sentido de la responsabilidad para
abordar
un problema

que, con tanta virulencia,
compromete nuestro
futuro?
¿Está dispuesta la Sociedad a una vida material más austera y
espiritualmente más rica?
Cuando Dios, según un proverbio, arroja a los hombres en
aguas peligrosas, no es para que se
ahoguen, sino
para que se
puri­
fiquen.
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