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Número 179-180

Serie XVIII

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Thomas Molnar: Le modèle défiguré: L'Amérique de Tocqueville à Carter

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Thomas Molnar: LE MODELE DEFIGURE. L'AMERIQUE
DE
TOCQUE:vILLE A
CARTER
(*)
Nuestro amigo Thomas Molnar, a quien conocimns personal­
mente en Lausanne, en uno de los Congresos del
Off'ke l11ternatio­
nal, es de los escritores que más agudamente vienen observando la
pluriforme realidad actual. El pasado año publicó una obra que po­
demos catalogar entre las más importantes y significativas de las
aparecidas en estos últimos años.
El autor, al expresar el
propósito de la obra, subraya que los
Estados Unidos exportan hoy su mentalidad, sus problemas, sus
expresiones, su estilo. Francia y Europa están hor americanizadas,
como estuvieron anglicanizadas en
el siglo XIX y como Europa fue
afrancesada eo el siglo xvm. «Invenciones» europeas de todo tipo
-desde la pedagogía de
Rousseau al psicoanálisis de Freud-, fre­
coentemente bloqueadas o canalizadas por
el . sentido de la medida
en
Europa, se
han desarrollado plenamente en América, de donde
son reexportadas hada su continente de origen como modas invaso­
ras con sus doctrinas profundamente transformadas.
En el año del bicentenario de los Estados Unidos, Thomas Mol­
nar, nacido en Hungría
y desempeña la docencia universitaria, toma como punto de referencia
las observaciones que Alexis de Tocqueville expuso en 1830 en su
libro De la democratie en Amerique, y compara el modele, democrá­
tico, observado por este ilustre escritor francés, con. el .que la actual
evolución presenta ahora. Trata así,
·Molnar, de

contestar las interro­
gaciones que dejó aquél flotando y de confróntar sus previsiones
con
los
actuales resultados.
Así, con la perspectiva de cieoto cin­
cuenta años de distancia, repone sus mismas cuestiones.
l. Tocqueville atribuía la estabilidad del sistema democrático
americano a la juiciosa distribución del_ poder administrativo, en to­
dos sus escalones, en los que el ciudadano participaba de la cosa
pública, de tal modo que la sociedad actuaba por sí misma. Molnar
(*)° París, Presses Unfrersitaires de Frari&e, 2.2 trim., 1978, 223 págs.
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muestra, como contrapartida actual, cuán fácilmente podría hoy un
grupo de intereses, tan legalmente constituido corno se quiera, dictar
el curso de los acontecimientos. Advierte, ciertamente, que la men­
talidad del liberalismo americano estima que queda contrarrestado
este riesgo por el .mismo curso de los acontecimientos que, como
reacción a tal predominio le contrapondr'á el de otra institución u otro
grupo, que corregirá los males de aquél, «con la ayuda de la buena
visión · y asiduidad de un electorado itúormado y consciente de sus
deberes dvicoo».
¿-Expresa esta misma creencia un signo de estabilidad a toda
prueba -pregunta el autor- o bien es una muestra de carencia de
imaginación? Tocqueville, que estimaba esa estabilidad corno efecto
de
la participación de todos, incluso de los emigrantes rnás recientes,
explicó que esta
participación, efectuada
naturalmente en los gobier­
nos aristocráticos por loS cuerpos secundarios, se realizaba en el sis­
tema. democrático americano por la
asociación «artificial y momen­
tánea» de los ciudadanos mediante asociaciones privadas. Molnar
recoge la observación del escritor francés de que en América
loo
hombres

con opiniones muy alejadas de las de la mayoría nada pue­
den contra el poder de ésta,
para hacer notar que, con ello, aquél
diagnosticaba una. situación propicia
a los

demagogos, y no tem­
perada sino
por los caprichos de wi pueblo que se cansa pronto de
sus alaga.dores,
sean quienes
sean. Pero que con ello, y esto
es lo
peor, se produce el desaliento de los mejores. El resultado es un
«anti.elitismo», pues los bussinetsmen, a pesar de sus cualidades emi­
nentes, soo intelectualmente estériles, y no presentan jamás a la
juventud otro ideal sino la eterna exaltación de
la «práctica de la
democracia».
El

desaliento de los mejores se incuba en la propia carrera es­
colar, que inocula, como una
ideología, la

aceptación de
la medio­
cridad: en los estudios, en las relaciones humanas, intelectuales o espirituales. Se las
«canaliza>> hacia lo

rentable, hacia un horizonte
seguro pero achatado, hacia las, ocupaciones «sloganizadas». Esto
produce en las élites frustradas ya sea un odio hacia la sociedad o
bien su apartamiento de los negocios públicos, ante la presión
anó­
nima, pero pesada, de la democracia. Los que llegan a ocupar plaza
en

esos puestos con notable
movilidad, son
más bien «manipulado­
res», miembros de grupos
dominantes bien

camuflados, casi
invisi­
bles,

que dirigen
a sus

conciudadanos por numerosos
gimmtcks (pu­
blicidad, psicología,
slogans indefinidamente renovados, sinceridad
aparente, etc.) en política, en negocios, en lo cultural e,
incluso en
las

manifestaciones religiosas, con lo
cual la estabilidad del sistema
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
americano reposa en el sacrificio de sus espíritus más distinguidas.
La
cultura se aparta de la política, que se nutre con una clase profe.
sional
notoria por
su pobreza de intelecto y de imaginación.
La libertad americana, noción la
más querida

en el siglo en que
se constituyeron los Estados
Un.idos, expresada

por la frase «Cada
ciudadano
es rey>>, está

hoy preservada de su desbordamiento en la
anarquía por
esa misma falta

de imaginación y el conformismo de
los americanos. Se habla
mucho de

la «mutación» de las costumbres
americanas a

partir de 1968, que, antes puritanas, se
han hecho libres
y
sin, constricción.

Del cabello cortado como un cepillo, del enrojeci­
miento ante la mención del sexo, del continuar la carrera de <(papá>>,
se ha pasado, de un día para otro, a los cabellos largos., a los records
de sexualidad y al abandono de la familia por la comuna. Pero
Molnar ve en ello un nuevo conformismo, en el mismo puritanismo,
que busca la realización del sempiterno ideal americano de «la li­
bertad
sin freno, la
igualdad total,
el bienestar
absoluto, Ihe greening
of Americá», cambiando la fórmula del progreso en el orden y el
trabajo, por
la del crecimiento cero y el hedonismo, que es igual­
mente

seguida de un modo puritano que da buena conciencia.
Según Tocqueville, el nuevo despotismo sólo podría surgir de
una democracia

de masa
igualitaria y
por la concentración del poder
apoyado en las
masas incoherentes

y políticamente miopes. Pero,
en
tanto

los distintos Estados
integrantes de
la Unión
se mantuvieran
fuertes

y se conservaran las autonomías locales, no
podría imponerse
el mecanismo centralizador que constituye la
gran tentación
de las
sociedades igualitarias. Hoy, a los ojos de Molnar, la situación es
muy distinta: el gobierno y, sobre todo, la Corte Suprema, hace
pasar aquellas
«libertades» por un rodillo compresor, y las borocra­
cias

del legislativo y del
ejecutivo gobiernan
cada
vez más, en sim­
biosis

con
la tercera rama: la judicial. Los burócratas de Washington
constituyen una verdadera casta superior, que se cree investida del
poder supremo de reglar los asuntos de la nación.
Molnar advierte
el paso de dos revoluciones silenciosas en los
Estados Unidos con un siglo de intervalo: la
jacksoniana y la roo­
seveliana. En ambos casos, se extendieron los derechos sociales y
económicos a los nuevos estratos con
la ayuda de legislación liberal­
progresista

propia de los Estados Unidos, que siempre
deja r,J,ierta
la frontera.
La emigración en masa, iniciada después de la guerra
de secesión y concluida en 1920, coincidió con
la expl"si6n tecno­
lógica y con las dos guerras mundiales, que abrieron a América el
camino del imperialismo.
La explosión tecnológica permitió elevar el consumo hasta la
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INPORMACION BIBUOGRAPICA
práctica del despilfarro sistemático. Convinada coo la emigrac10n
en masa, dio
nacimiento al m.-lling-¡,ot, que se identificó con la
esencia· del americanismo, dada la vocación de los Estados Unidos
de
atraer hacia


los «rechazados y perseguidos» de la tierra. Con­
firmaba
así su modelo de coexistencia por la felicidad y el bienestar
de un
microcosmos de

humanidad, en espera de que el
mdting-pat
se extienda al macrocosmos, como fusión de todas las razas en un
futuro homogéneo. Esto no hizo sino fortalecer la profecía de los
padres fundadores

de
la Unión

acerca de
la vocación universalista
de América, en una especie de cruzada
y de reconquista democrá­
tica, coo un gran
designio. imperial.
II.

El segundo capítulo de la obra describe
el cnadro político
de
los U. S. A.
Característica del americano, joven o viejo, consiste en que ape­
nas concibe Jo «diferente» y considera como .una aberración, diver­
tida o
dañina, la excepción al común denominador. Se la tolera sólo
como un cuerpo extraño que conviene reducir, asimilar, envolver
en fórmulas seguras.
Sin embargo; se
ha producido el despertar de las etnias, con
conciencia de su no reconocida alteridad racial, religiosa y social.
Pero, es algo muy diferente al despertar de los
nacionalismos corso,
occitano, bretón, vasco, flamenco, escocés, báltico, ucraniano o kurdo.
Estos tienen ralees en el suelo y en la continuidad histórica, aquéllos
en una negación de la nt!gad6n, es decir, una rebelión contra la
fórmuia que en U.
S. A. sustituye a la pertenencia a la noción. El
liberalismo
básico de

los
Estados, Unidos
deja un amplio espacio a
las
aspiraciones sectarias y particularistas -pero reduciéndolas, por
la tolerancia indefinida, a la inanidad, al folklore
y a la neutrali­
dad-,
explica que

el
despertar de

las etnias se manifieste
en la
bósqueda
de una verdadera identidad. Es como una reacción contra
el vacío
creado en
el alma por una identidad amorfa, que quiere
vengarse de una represión sutil, inconsciente y, no obstante, casi
mortal, en cuanto negadora de una necesidad legítima del hombre,
la lealtad a una entidad definida y =igente. Sin embargo, negros,
hispanófonos
y pronto otros, tratan de introducir por vía legisla­
tiva su derecho a un porcenta:je en los empleos, en los puestos,
en
las

funciones públicas
y en las actividades privadas, aunque este
sistema de cuotas contradiga
el principio del mercado libre, el de la
concurrencia, la libre circulación de los talentos
y la libertad de
contratar a quien se quiera.
No olvidemos que «la experiencia americana» se fundamentó en
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INFORMACION BIBUOGRAFICA
un optimismo radical, típico del «Siglo de las Luces», respecto del
individuo.
La nación es casi negada, en tanto que entidad tradicional
con persooalidad propia; las Iglesias
son puestas
en
cuarentena, en
cuanto
sou reducidas

al papel de agencias sociales para la ayuda de
los necesitados; y
el sentimiento patriótico es disuelto en un cálculo
meticuloso de
la atribución a cada uno y a cada grupo de su cuota
de participación en
el sistema pluralista. De tal modo, los U. S. A.
han sido higiénicamente
construidos para

domesticar cuidadosamente
las aspiraciones

que trasciendan al individuo
y le impongan sacri­
ficios.
Queda, no obstante, la
sed de pertenecer a alguna cosa menos
muelle y amorfa que el espíritu
nacional americano,
un deseo pro­
fwido, tal vez inconsciente, de · vengarse del aplanamiento sistemá­
tico impuesto por la sociedad permisiva. Pero, ese despertar de las
etnias, su
agitación tumultuosa,
cree Molnar que se agotará en
el
vado creado en tomo suyo, a menos que el sentido del meltir,g-pot
no se debilite igualmente en otros puntos, aumentando las fuerzas
centrífugas que
lleVll!Ían a la Unión hasta descomponerse.
Recuerda

Molnar que
la República americana fue concebida en
el odio al despotismo monárquico y en la visión optimista, muy del
siglo xvm, de que una vez se le hubiera privado a la
ambic:ón po­
lítica
de los medios de actuar sobre los derechos de los ciudadanos,
ya no habría sino multiplicar los grupos de intereses para que su
concurrencia natural obstaculizara las ambicioues de cualquiera de
ellos. Esta idea forma parte del
secriona!ismo --o fragmentación en
la

igualdad- que preside las realizaciones del espíritu americano,
la división de poderes,
el federalismo, la igualdad de las Iglesias
y su separación del Estado, y la animación de los grupos de presión. Sin embargo, hoy se plantea si
la proliferación de los grupos de in­
tereses y de presión es un bien indiscutible o bien
una causa
de
empobrecimiento, es decir, un daño político.
La dificultad va unida
a las de determinar
dónde coucluye

una empresa legítima y dónde
comienza un grupo de presión, dónde acaba la información verídica
y útil y dónde comienzan la propaganda y la publicidad mendaces.
Dada la concepción en U. S. A. del Estado, como producto ra­
cional de un contrato entre individuos libres e iguales., mínimo in­
evitable para la protección de los bienes de cada uno, en general se
estima que los grupos de presión son el medio
po,r excelencia
para
mostrar
la inutilidad -y ¡ la inmoralidad!- de la intervención es­
tatal, y para oponerse a la instauraci6n de un temible poder central
desmesurado. Ese es el lado positivo, pero -añade Molnar- no
debe disimularse el lado negativo. Los pequeños grupos son aplasta-
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INPORMACION BIBLIOGRAFICA
dos por· los grandes. V arios sociólogos han destacado la · reducción
de
los
tipos de asociación a algunos modelos, siguiendo la tenden­
cia hacia la homogeneización de la sociedad, que conduce a la con­
centración de
los medios·

de comunicación y al monopolio de
la te­
levisión.
Lo cierto es que
el Estado sufre un chantaje periódico y eficaz,
en la persona del Presidente, de los miembros del Congreso, o del
alto mando militar, incluso en política internacional, que mueve al­
ternativamente a negros, polacos, israelitas, irlandeses, etc., sin que
Washington sea capaz de escapar a las exigencias formuladas por
grupos de presión
compactos y
bien organizados. Ello conduce a
dos consecnencfas para.lelas:

una, el
refuerzo, camuflado,
de los
agentes del
Estado que,

seleccionados por poderosos
grnpos de vi­
gilaocia adquieren el gusto por la acción secreta; otra, una especie
de
anarquía producida
por los
grnpos de
presión, con la «feudali­
zación» de los
más fuertes. Se da lugar, así, a que se enfrenten la
téndencia
a acentuar el creciente influjo del Estado, para imponer la
igualdad, y

la
fuerza de

los grupos de presión, adquiriendo esta lucha
los aspectos de un combate clásico bien conocido en la historia.
El
equilibrio· de

poderes, el régimen presidencialista, su
«coo­
trol»
por el bicarnera.lismo, la independencia judicial y el ingenioso
papel
reservado a la Corte Suprema, especie de monarca colegiado,
fue
la base del sistema político el.horado por los fundadores de la
Unión. Pero, hoy, se observa un inmenso crecimiento --canceroso
segón algunos--del papel de los presidentes y de la vasta burocracia
de
la que

éstos se tienen que rodear
dooa la

complejidad y urgencia
de
las decisiones que deben tomar. Así, a la influencia del coojunto
de los representantes populares, se le superpone
gradualmente la
de
esa burocracia presidencial, más decisiva para obtener favores que
la de un diputado perdido entre la multitud de otros.
Resulta
que el

presidente por sí solo no es
capaz de
llenar todas
las funciones que la Coostitución le asigna, y así ocurre que, de
hecho, no es él quien resulta
todopoderoso, sino más bien
la buro­
cracia, en la que -se sedimentan los sucesivos actos centralizadores
efectuados por cada uno de los presidentes. «Las leyes --'CSctibe Kur­
land- las hace hoy
la burocracia, que asegura, asimismo, su ejecu­
ción». El cesarismo aparece de ese modo en el anticesarista
Estado
americano, y no se circunscribe a la Casa Blanca, sino que afecta
por entero a los miembros de toda la clase política.
Para
formar parte de ésta no
es preciso pertenecer a

una élite
intelectual. La mayoría de sus integrantes son de la categoría de los
businessmen, competentes, en general, pero desprovistos de otras
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INFORMACION BIBUOGRAFICA
dimensiones. La burocratización de una socidead de ma.sas atrae a
los mediocres.
En América lo mediocre es objeto de publicidad, tanto
los hombres como los productos. No hay, pues, contradicción
entre
lo

gris de
la clase política y el hecho de que sus miembros busquen
ávidamente las ocasiones de «hollywood.isación». No es, pues, ex­
traño que, entre el pueblo y la da.se de los dedsirm mr,kers (los que
deciden), se sitúen anónimos manipuladores, a su vez burócratas o
favorables a la burocratización en todos los niveles. La ideología
de éstos no difiere de la del resto de la nación, pero
de ella obtienen
Ia.s
últimas coosecuencias igualitaristas. Así, la mayoría, que alegre­
mente da su voto, va teniendo menor influencia en lo que sucede
que se convierte en materia prima en las manos de sus gestores.
Los partidos políticos han ido . dejando, cada vez más, de ser
las correas de transmisión de la volnntad popular, formada en sus
diversos cuerpos, y se ha id.o convirtiendo, también cada vez más.,
en lugares de encuentro de los grupos de presión. No será el partido
-republicano o demócrata- quien dé una dirección
a la nación,
o

bien quien, por el contrario, impida el
desarrollo en
su seno de
ciertas tendencias
funesta.s. No

es, por lo tanto, un cuerpo interme­
dio en el sentido tocquevilliano; i.iesulta demasiado amorfo para
tener una política determinada, fuera de la prosecución de las ten­
dencias generales en nombre de un pragmatismo que puede dar
resultados buenos o malos.
Sus decisiones son
tomadas por

muy pocos, a través de
la bu­
rocracia.
Ambos partidos,

ensamblando grupos de intereses capaces de
coexistir, constituyen una alternativa de gobierno dentro del propio sis­ tema. En su
creciente monolitismo

se
orientan en
dirección al Estado
tutelar, sin que el electorado lo perciba. Uno y
otro son

casi
absor­
bidos

igualmente por el
Estado al que a su vez absorben, presen­
tando un conjunto
poco diferenciado.
Ello tiene
,la ventaja

de la estabilidad; pero
inhibe la autocrítica
y el espíritu de iniciativa en materia
intelectual y espiritual. El mo­
nopolio indiscutido, e incluso inesperado, engendra la tentación, en
especial en. los demócratas cuando son mayoría, de ideologizar su
programa en sentido de un pleno igualitarismo.
Aunque la fórmula observada por Tocqueville apenas haya va­
riado, han

cambiado las costumbres influyendo en
el juego de los
partidos en el
sent!ido expuesto.
III.

El
cudd,ro cultm-al no ha .podido menos que sufrir las con,.
secuencias de la desconfianza americana. hacia las élites, ya observa­
da por Tocqueville. Por otra parte, el genio americano no es la ori-
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INFORMACION BIBUOGRAFICA
ginalidad, sino la inventiva, que aplica las grandes ideas creadas por
otros a

las
convenJencias de
la vida cotidiana. Ello
conlleva: a) la
comercialización de todo, incluyendo el movimiento hippy, el álito
religioso, el psicoanálisis, los

éxitos astrooáuticos, todo con un «re­
duccionismo»
que multiplica

el
specimen incomparable, masifica lo
singular, socializa el genio, comercializa la creación, y, en. suma,
todo lo convierte en un prod11cto1; y b) la reducción pse11do-dentf­
fica, accesible a los cerebros in-capaces de alcanzar el nivel elevado
de
la verdadera ciencia, compensando
al hombre de tailento, al que
le niega el puesto de élite, abriéndole, si entra en el sistema, las
puertas del éxito, de la
cdlebridad y de

la fortuna.
Aquí, también en un océano de burocracia, se
ahogan las

élites
entre un juego de
influencias y, al final, quedan .Ja esterilidad. Los
fondos

de
las grandes fundaciones cudturales privadas, aportados
como fruto
de la
mala conciencia de los capitalistas, son distribuidos
en
gen=.! según los criterios dictados por la moda ideológica co­
rriente.
Esa falta de élites sociales la suplen élite, invi.ribles, y da lugar
al fenómeno de los grandes
manipul puestos como modelos,
vedettes que alcanzan un poder real, dinero,
lujo, celebridad, que se exiben ante un público enajenado
y aparecen,
en la publicidad

o en la política, como
élites en un

paisaje
sin élites.
La existencia de esos sucedánros ,es una prueba más, de que los
americanos, como los demás
puel>Ios, necesitan
élites, pero
que, al
no

poder
satisfacer esa necesidad de

un modo natural, se hallan en
la lamentable situación de ser manipulados, en lugar de
ser forma­
dos y guiados.
Esa labor ocupa a espíritus mezquinas, pero repercnte
en otros más serios.
En política, los partidos funcionan, por ello, a un nivel extrema­
damente

bajo: el candidato, cuando llega a serlo, es un ser
cualquiera
«robotizado»

por
las fórmulas a Jas que debe conformarse, castrado
por el personal que 'le dicta sus menores actitudes, gestos y sonrisas,
y, naturalmente, desde sus solemnes discursos hasta sus opiniones.
Se trata, pues, de una
clase política amorfa, no de una élite.
La guerra

contra
la mima noción de élite, conduce a la prolife­
ración

de
élites invisibftes que someten al pueblo a una incesante ma­
nipulación, que hábilmente enmascara, en nombre del «bien público,
algún interés particular. El mismo modelo de propaganda para el
consumo industrial
y comercial es aplicado en toda manipulación, no
s6lo electoral, sino también en materia de educación, salud, religión,
literatura y política internacional.
Advierte
Mdlriar que
no ha sido el capitalismo quien de ese
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JNFORMACJON BIBUOGRAFICA
modo ha pervertido el sistema americano; sino, a la inversa, éste ha
impuesto a aquél sus métodos publicitarios,
basados en
el estilo del
predicador puritano -piedad, sincetidad, amenaza del infierno, pro­
mesa

de compensaciooes terrenas----
y en la creación de una red de
distribución que explota sistemáticamente la mala conciencia previa­
mente creada.

Así se forma un círculo vicioso de credibilidad masiva
y de cinismo,
jamás puesto en ruestión, pues

la prosperidad
y el
éxito de toda la sociedad dependen de
esa red de manipulación, eu
la que todos
participan, cada

uno
manipulando al

otro.
Molnar plantea

la pregunta de si, dado que ningún sector de
la clase polltica puede elevarse al rango de élite, la función elitista ¿ha sido
asumida por

otros medios sociales, en
especial por

las
uni­
versidades y las iglesias?
l;a pedagogía progresista de John Dewey ya se orientó a lo coti­
diano, haciendo que
los estudios resultaran

romos, vulgares y monó­
tonos, sin exigir esfuerzo alguno intelechla!l del alumno-consumidor.
Y la segunda gran reforma, producida al fin de la última guerra,
que hizo de la enseñanza una
em¡,resa provechosa en

cuanto ase­
gurada por las
subvenciona públicas,

dio
Iugar a
un proceso de
socialización-comercialización de las empresas de enseñanza, que ha­
cen uso

de los mismos métodos publicitarios que las demás. De hecho,
según dice
Raymond Ruyer,

en su libro
La gnose de Princeton, las
universidades y colegios americanos
preparan una masa

de
medio­
cres

provistos de un diploma,
que les permite

circular en todos los
ámbitos de la sociedad democrática
industrial-jlocializada-burocrática.
No es considerada la universidad

americana como
un lugar

de
ma­
duración intelectual, sino como una estación de servicio de la socie­
dad, como las empresas o los sindicatos, productora de ideas-mercan­
cía de una mediocridad
azarante. Sin. duda

hay
notables excepciones,
en

la
generalidad mediocre
de
hombres-masa, burócratas y /m¡iness­
man, que se licencian en ,ellas.
Tocqueville estaba persuadido

de que la marea democrática de
su tiempo era irresistible y
que, abandonada

a sns propias fuerzas,
debía resultar

fatal a las sociedades creadoras de
Occidente, a
menos
que
la religón cristiana no recordara a todos. la dimensión vertical
esencial
a las civilizaciones y a las sociedades. Pero, advertía que
la
religi6n en

América era democrática y republicana. El principio
sagrado, digámoslo así,
de la

separación de las Iglesias
y el Estado,
estima Molnar que
es, en gran medida, responsable del vacío espi­
ritual que aflige al país. Recuerda que a finales del
siglo pasado el
«americanismo» fue condenado por Roma, como una rama del roo~
dernisrno, una versión del pelagianismo que atribnye . a las obras y
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INFORMACION BIBUOGRAFIC;I
a la acción humana mayor valoc para la salvación que a la fe y
a la gracia. Aparte de esta desviación, buena parte de los obispos
ha.n destacado

como administradores
y businessmen más qne . como
guías de

la alta espiritualidad.
Sin embargo,

la Iglesia católica había
mantenido claramente qne no se

halla construida sobre una promesa
material, ni sobre la «prosecución del bienestar», sino con la inter­
vención única del más allá en lo temporal, que continua para col­
marlo.
En el breve espacio de unas décadas había llegado a repre­
sentar una
escapatocia de la banalidad, en un mundo con el ideal
de
la bnena gestión y al que preocupa más tener técnicos competentes
que buenos cristianos.
Como habla observado Tocqueville, una sociedad basada en el
éxito en este mundo ( America is a success storis) necesita reencon­
trar lo espiritual y dejarse penetrar por él, bajo pena de degenerar
en una especie de
tota!litarismo tolerante, pero

sin alma. Sin embargo,
este álito fue cortado por
las secuelas del Concilio Vaticano II, que
han detenido el renacimiento de la Iglesia católica en América del
Norte, a
la par qne han aumentado su aproximación al modelo ame­
ricano, activista, pluralista, experimental
y democrático,.
A
pesar del

pragmatismo americano, cree Molnar que puede
hablarse de una
ideología americana; no impuesta, como la marxista
en Rusia, sino compartida por · toda la población ; no como una teo­
ría, sino como un modo de actuar, según un modelo flexible de
gestos; modelo exportable, con. el doble objetivo
de realizar
una
sociedad ideal
y de constituir un núcleo al cual deberán adherirse el
res.to ,de· los hombres y concluir así la historia. Los. americanos tienen
una muy pronunciada inclinación qne favorece esa idea. El genio
americano no radica tanto en la producción industriai, en la que
japoneses y alemanes también destacan, sino en la distribución de
productos, con

una red de distribución
extraordinaria, capaz
de si­
tuar cualquier mercancía en cientos de miles de puntos de venta. Pnes
bien; lo que ocurre. con las mercancías también 9UCede con las. ideas
(información, explicación, instrucción, fórmulas, recetas) que la red
diseminada en los cerebros, sin cesar y a un, ritmo alucinante. Pero
este desarrollo, a su
vez, informa 1a ideología, pues las ideas-mer­
cancía deben ser aceptadas por el consumidor; la ley del mercado
exige la libertad moral· e impone la consulta· a la voluntad de esos
ciudadanos consumidores,

a su vez, bombardeados
por la publicidad
tanto de

cosas
como de ideas-cosas. Nótese

que el hombre colmado
de bienes
terrenales es

el
más manipulable, ya que para ello basta
manipular los

objetos que le rodean.
Esto explica
qne los medta en U. s, A. se hayan . erigido. en el
1332
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INFORMACION BIBUOGRAFICA
«cuarto poder». Notemos que al reconocer a cada ciudadano el de­
recho de colaborar en la marcha de todos los negocios públicos,
se les
considera investidos

de
la facultad
de discernir entre las di­
versas opiniones de sus contemporáneos. Esto explica la privilegiada
pasición de

los
media que las exponen, formulan y difunden. Pero
¿exponen
las de

todos? Lo cierto es que los
grandes media imponen
su consideración como la voz del pueblo soberano, de modo que toda
otra manifestación oral o escrita no puede ser considerada sino como
marginal!, sin peso en la balanza de la opinión pública. Esta se
elabora según la orientación de los
media, del mismo modo que en
las monarquías absolutas las
leyes se

promulgaban siguiendo la vo­
luntad del monarca, que hoy puede ser la de un grupo de
presión
oculto,

que sólo difunde los puntos de vista admitidos por tales
orientadores ideológicos, consultados en exclusiva.
Lo grave es que, siendo el fundamento de los
medí" la soberanía
popular ( «todos los ciudadanos son reyes»), es muy delicado tanto
censurarlos (¿autocensura

del soberano?) como alterar ese predomi­
nio, sin una correspondiente modificación del régimen democrático.
Los media pretenden ser libres en nombre del «derecho del ciuda­
dano a la información».
Actúan, a la vez, como parte y como juez,
y
anuncian el veredicto. Son loo censores de las conductas y exigen
su exención de toda censura por su conducta. Es una consecuencia
del carácter verdaderamente sagrado de la libertad de prensa, sacra­
lidad no concedida
por los americanos a ningun otro de sus órganos
institucionales ..
De hecho, se soperpone a la realidad un mundo de realidad-fic­
d6n que los medi" funden con aquélla, pues sus programadores co­
nocen
bien

la
ideología americana
y los limites
del público para ab­
sorber lo

que le es
extraño. Esa

realidad-ficción requiere un
desfile
inagotable de actores reales, cuya vida se novela, haciendo de ellos
moustruos (Nixon), víctimas (Marilyn Monroe), s11perman (Kis­
singer), heroes (J. F. Kennedy), etc. De este espectácuJo, los media
se benefician comercialmente, mientras que las ventajas publicitarias
recaen en

los personajes bien
tratadoo en
el
desfile presentado.
Tam­
bién intervienen en los acontecimientos, como instrumentos decisivos,
aun en contra de los intereses de la nación estimados por sus diri~
gentes

políticos. Recordemos Vietnam, los ataques a la CIA, etc.
Pero toda esa oposición corresponde a. la mentalidad americana, entra
en su sistema, lo cual hace que no se mueva en un medio hostil y que tengan gran aceptación en un público homogéneo y propicio en
aceptar cuanto
loo medi" les presentan y tal como se lo muestran.
La cultura en U. S. A. viene mediatizada por una doble preocu-
1333
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INFORMACION BIBUOGRAFICA
¡,ación por la homo genización y por el éxito, que conlleva la crea­
ción técnica de una
cultura de masa al nivd requerido para que
todos
y cada uno la posean, de modo que puedan funcionar en una
sociedad
como la

americana, emancipada, pluralista, liberal, abierta
y reformista, basada en la adqnisición de todas las técnicas en curso
y de 105 métodos de transmisión de lo adquirido. Su resulta,do es
la uniformidad cultural, en una mediocridad, en la cual son juzga­
das indecentes
y socialmente injustificadas la sed de lo, desconocido,
la inquietud metafísica y la aspiración a la perfección.
La cultura de los U. S. A. se halla as! mntilada de lo que da sig­
nificado a otras culturas, condenada a no ser sino un cuadro de rela­
jación y distracción, en el que ciertamente pueden darse realizaciones
admirables, pero

en
la que deben coexistir en plano de ignaldad con
lo mediocre, lo que paraliza su función de levadura espiritual. La
cultura se convierte de ese modo en industria y juzgada, como tal,
como un producto que debe satisfacer al consumidor. Esto explica
el

fenómeno del
bast-seller o de los cursos populares universitarios,
de un semestre
de duración y aúdos en el olvido un año después.
. He _ ahí, en resumen, una cultura que, por primera vez en la
historia, ru> es reducible a un ejemplo, a un mito, a una religión,
ni
siquiera a una tradici6n, que no sale tampoco anónimamente del
alma del pueblo, que se dirige a. la masa, como «público», con el
deseo de colmar un mercado sin l!mites. La cultura, como el ocio,
la
información, es

un deber dvico
de consumo, liga,do a la industria,
en una
especie de

actividad. triangular que hace marchar
al pals y a
la económica. El genio práctico de los americanos, con sus beneficios
en
el orden material y sus invenciones que dejan estupefacto, desem­
boca en una cultura de masas y para !as masas, en la que todo se
deforma
por una ideologia optimista y manipuladora.
IV.
Las relaciones entre los U. S. A. y el mundo exterior están
también determinados por su ideologia que los autositúa
en un

plano
de inconmensurable superioridad, como representante de la moral
democrática y pluralista precisa para las relaciones internacionales y
la organización del porvenir del universo. Asume as! la misión de
conducir
la humanidad a la utopía, que se conseguirá por la educa­
ción de
los pueblos

según
106 rudimentos
del
arnericanismo, como
ideologfa y way of life. He ah! el ensudio de un entrecruce univer­
sal, en el que los hombres aprenderán a fraternizar, amarse y com­
prenderse al entrar en contacto, unos con otros, que llevará a una
especie de «fin de la historia», versión americana del imperio uni­
versal de Hegel o de la sociedad sin clases de Marx. Observarnos, en
1334
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U. S. A., la convicción utópica de hallarnos ante un monumento (la
O. N.U.) que
encarna el fin de la Historia, la fórmula suprema
por
la
cual la

humanidad llega a su
objetivo, total.
Fórmula ameri­
cana, intentada por Wilson al final
de la primera gran guerra y por
Roosevelt
al concluir la segunda, sintiendo el despertar de una nue­
va era.
Se produce una confusión entre el bocho de ser una gran po­
tencia
y la preteusión de actuar, a la vez, como árbitro moral de la
humanidad. De ese modo, concurre esta pretensión moral con un
pragmatismo egocéntrico, produciendo la apariencia, al menos, de
una hipocresía ingenua por parre de quien no renuncia a sus inte­
reses comerciales, pero retrocede ante
el ejercicio habitual del poder.
Los U. S. A. prometen protección, orden mundial integrado y uto­
pía; pero, como no logran que se alcancen estos ideales, aireados
por la propaganda, sufren desprecios y son detestados. Los pneblos
circundantes no conciben que una nación, elevada súbitamente al ce­
nit, predique con un fervor religioso cambios estructurales en el mll­
verso hum.ano, jt12gan ese fervor ya sea como inconsciencia culpable
o bien como una hipocresía convertida en segunda conciencia doble­
mente falseada. La
exportación de
su modelo
con las
mayores redes
de organización, les depara las acusaciones de «capitalista», imperia­
lista, intervencionista, neo-colonialista, reaccionario, etc.
El suyo es, sin duda, un nuevo género
de ffieSianismo. Un me:.
sianismo

material
.:--del confort, la permisiVidad, el consumo des­
enfrenado, la movilidad social- vehiculada por el W "Y "f life; y
que, en cuan.to material, contradice 1a tradición de casi la totalidad,
de los pueblos del planeta, que estiman lo que hace U. S. A. como
una contradicción
hecha imperio.

Esa América rica
y desbordante,
con su gigantismo y su masificación, mira · al mundo como antes
contempló su espacio interior del Atlántico al Pacífico; es decir,
como objeto de
transformación. El
ideal de Washington es «meta­
polftico», aspira a guiar al mundo hacia un estado armonioso inal­
canza-do, sin
hegemonía,. sin confrontaciones, mostrándose decidido
a comprar la paz al precio de concesiones.
El
cuasi-imperio americano
se muestra incapaz de decidir: si efec­
tivamente es una nación ; si puede tener otra política que la de abs­
tracciones con una envoltura moral; si su misión es la de a:bolir la
política, asegurar la paz perpetua, debilitándose a sí misma para
dar ejemplo y
para disolver las veleidades agresivas de los otros.
Pero,
se arguye que la
U. S. A., siguiendo la ,estela de Inglaterra, lo
que quiere es garantizar la libre
navegación, el
acceso a las materias
primas, etc., de
modo que,

en el fondo, la obsesión de paz es
una
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fach•da hipócrita, detrás de la que se disimulan los sór reses de los
super millonarios y

de las multinacionales. Lo cierto es
que los U. S.
A. no parecen discernir bien las líneas de fuerza de
ambas políticas.
Según el establishement, las tensiones del mundo moderno son
el resultado de una evolución global.
Según Z. Brzezinsky, primer
consejero del presidente
Carter, estarnos en «la tercera era» llamada
«tecnotrónica», edad del humanismo racional a escala planetaria, que
nos ha de llevar a la convicción de la libertad personal y de la igual­
dad universal, para lo cual debe
comenzarse por
la
tarea de
desmon­
tar, en un proceso
pol!tico global,

el
sistema de
los
Estados-nacioues
dinosaurios condenados a desaparecer en el entramado de una po­
lítica nueva. <(Los bancos internacionales y las compañías multinacio­
nales -escribe Brzezinsky-persiguen su planificación y su acción
de una ma,;iera más eficaz y con criterios más avanzados que los
Estados-naciones». Para ello, es preciso adaptarse a un «nuevo con­
texto internacional», con sus nuevos
valores, en
busca del cual debe
llegarse al desarme unilateral y a la
acepración de

los reveses.
Cierto sector de la
clase político-financiera

de U. S. A., la de los
Rockefeller y otros gigantes de la industria y de la banca,
se ha
aliado con es05 intelectuales, creando una simbiosis nueva, que ha
roto la anterior y oonstante oposición entre ambas categorías. Con­
fluye esa alianza con el maguetismo mutuo que se produce entre ca­
pitales y técnicos americanos y los grandes espacios y recursos de
la
Unión Soviética.
Cada día
son más
sólidos los vínculos
econó­
mico-tecno,/ó gicos
entre Harvard, Washington y Moscú, que se es­
timan

aptos
para reestructurar el planeta.
Así se convinan wi empirismo cínico, para incrementar los ne­
gocios, con un mesianismo
ingenuo, funesto
por su misma ingenui­
dad, que pretende un <«nundo pluralista», proyección a todo el pla­
neta
de la
sociedad pluralista americana. Pero la aceptación de
los
reveses políticos internacionales, que esa política depara a 1a U. S. A.,
no recibe de .sus adversarios la contrapartida de la aceptación gra­
ciosa de
reveses semejantes.

En cambio, debilitan
y desmoralizan al
pueblo americano y a sus aliados, mientras que envalentonan los
apetitos
y aumentan las ocasiones de chanta;e contra ellos, e incre­
mentan de rechazo la satelización y la servidumbre de las pequeñas
naciones.
Es un curioso espectáculo el del establishement intelectual ame­
ricano

invitando a los adversarios de su
nación para que

le
ayuden
a

suprimirla, transformándola en la base de una república mundial.
La duda está en saber si los oropeles de esa ideología americana
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han conducido vertiginosamente a un período post-imperial, de de­
cadencia y desintegración, que
conlleva el
hundimiento de los
Es­
tados-clientes y conduce al fin de una civilización. Y, junto a esa
duda, se observa
fa cuestión de la necesidad de burocratizarse, que
siente todo imperio en cierta etapa de su evolución, y de dotarse de
instituciones «cesaristas». Hoy la burocratización se llama «socialis­
mo» -aW1que no se diga así ·m U. S. A.-y, como siempre, ese
período se caracteriza por la ascensión de las clases inferiores, que
son protegidas, ya sea por un césar, ya por un sindicato, ya por un
gobierno burocratizado.
Entra América del Norte en ese momento histórico, aspirando a
convertirse en una república mundial de esas características,
y con
su lealtad transportada a objetivos extra-americanos: las Naciones
Unidas, la
paz, el humanismo global, la doctrina del gobierno de
la mayoría; pero corriendo el riesgo de no pasar de ser sino únicamen­
te el marco de las transac:ciones comerciales de una nación con base
indnstrial.
En ambos casos, el imperio 31>arece como una empresa abortada,
aunque ese resultado teóricamente corresponda, ·tal vez, al ideal ame­
ricano de anunciar ,el final de todos los imperios, comenzando por
el suyo; y exprese, a la par, la quimera del pensamiento hegeliano
de llegar al pretendido estado definitivo, que sería, en el caso de
la U. S. A., semejante al
proyecto santsimoniano sustitutivo de

los
«gobiernos de hombres» por agencias de la razón pura que se ocu­
pen de En

esa situación, cree Molnar que: «sólo una élite adecuadamente
protegida de la pasión popular y de las tensiones interiores sería
c•paz de

conducir una política internacional;
ahora bien,
el mante­
nimiento. de la "soberanía popular", cuando el pueblo se desinteresa
de la cosa pública y pierde su confianza en las instituciones y pro­
cedimientos, no puede sino transferirse a las manos de un personal
de baja calidad y, finalmente, a los grupos de presión.>>.
V. La conclusión del libro, Tocqueville revu1 comienza recor­
dando que, cuando este ilustre escritor contemplaba los U. S. A.,
éstos constituían un
caso asombroso
de éxito, objeto de imitación;
una experiencia que venía cumpliendo sus promesas
y que acabaría
de cumplirlas cuando fuera exportado a
otras orillas;
un modelo
que no podía fallar.
Hoy la perspectiva que contempla Molnar es
otra:
al lado de un extraordinario éxito económico y del espectáculo
permanente
del gigantismo de
las estadísticas

augurizantes,
U. S. A.
es la tierra de elección de las vedettes y los supermen, la tierra natal
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!NFORMACION BIBUOGRAFICA
de ,Jos demiurgos del siglo .XX, en una especie de cuento de hadas
en el

que se curuplen las
maravillas tecnológicas,
pero el
,n~delo de
socieddd ya no se halla por parte alguna.
· No

se ha produádo el movimiento centrífugo de los Estados, te­
mido por
Tocqueville; pero


la evolución hacia el despotismo de
la
mayoría en

forma de Estado tutelar,
con la
consiguiente evolución
hacia el presidencialismo, con una burocracia invasora y regulatriz
de la vida de
los ciudadanos,

con
fa consiguiente disminución

del
espíritu de iniciativa. Pero las principales modificaciones se han
producido en una tercera zona de la cual
Tocqueville describió
los
primeros síntomas, dimanantes de
la ideología liber•l-igualitarista­
progresista, a

las
que una

sociedad pretendidamente amorfa no puede
resistir.
Como consecuencia: la economía local ha sido absorbida en la
vorágine de los grandes movimientos colectivos y
centr,lizadores ;
el conformismo·, que apenas deja percibir las ideas originales, se
ha convertido en un útil auxiliar de la ideología niveladora, a la
par que esa
pasión igualitaria desilusiona a las élites, incluso antes
de su formación, haciendo que ,Jos mediocres suban a la superficie.
Es cierto
que el success story americano se ha fundado en tres
factores:
el pluralismo, que garantiza un puesto igual, de una parte;
la mentalidad
liberal, agresivamente centrada en el éxito y que · pos­
tnla el derecho de cada cual a un consumo ilimitado, de otra, y,
en fin,
la animación del igual#tJrismo, que empuja hacia el mercado
a más participantes
y consumidores cada día. Pero, a finales del si­
glo xx, ya no inspira
igual confianza
el mecanismo
perfeccionado
del

espíritu geométrico
del siglo de las
luces. A pesar de ello, se
insiste en la captación del
elemento rebelde y en los mecanismos de
asimilación, para que los negocios continuen y persiste la ilusión
de que sus políticos, más prestidigitadores que hombres serios, con­
seguirán integrar en la unidad, dándole acceso al consumo, al pro­
letariado insaciable manejado por demagogos que invaden las ciu­
dades. La

ignorancia de la
histori¿ les
esconde la lección de que
los grandes Estados siempre son conquistados por sus proletarios
urbanos. Se olvida que este proletariado es menos resultado de la
miseria que de la desafección a
3!lguna lealtad,

que no aflora ni en
el pueblo ni en sus dirigentes.
Por lo que se refiere a las futuras relaciones con el proletariado
externo del tercer mundo y sus demagogos, los U. S. A. han elabo­
rado el castillo de

naipes de un
modelo. «mundial»,
aplicando a todo
el planeta la ideología americana,
modelo que

es variado por lo
menos una
vez en·

cada presidencia, en ingenua búsqueda de
la fór.
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mula mágica que transformará el mundo exterior. Como la enésima,
sugerida por George Kennan, de que el adversario es tan razonable
y humano como nosotros y nos dejará estar en paz. ·
Todo ello es fruto del inmenso optimismo ( ¿hybris? )· de que el
sistema, las instituciones con el apoyo del pueblo, posee un infinito
poder de regeneración y de autorectificación. La ausencia de un pen­
samiento histórico
y político, permite contemplar las instituciones
como ideas platónicas inmutables en su esencia,
y al pueblo como
la encamación de la eterna sabiduría.
No es concebible un Augusto en U. S. A., dada la imagen de la
política dada al pueblo americano, como una especie de juego de
lujo, con un desfile de
person&jes mitad

oportunistas
y mitad bu­
fones ante los espectadores divertidos. Tampoco una restauración na­
cional apoya.da por el ejército, pues los media no pierden ocasión
de vilipendiar a los militares, presentándolos como fascistas en po­
tencia,
y desde 1945 incluso como criminales de guerra en germeu,
reliquias de formas atávicas de
las relaciones humanas, que no ten­
drán puesto en
la paz universal que pronto quedará garantizada.
Tampoco cree viables Molnar una restauración de la derecha, ni
una ascensión. de la izquierda.
A

su juicio, solo queda
el business as usual, es decir, un conser­
vatismo cauteloso, pero agitado en intervalos regulares por el ruido
estridente de los
tumu!ltos, escándalos,
corrupción, demagogia gra­
tuita
y elecciones. Lo que le parece grave es que, en esa vacanal y
en ese tumulto habituales, no se distinguen los signos inquietantes
de la descomposición social.
En el paisaje uniforme de la sociedad
americana, en esa nivelación sin élites, no existe autoridad política
ni espiritual, que sirva de conciencia a la nación, y le advierte de los
peligros

que ella corre. Todos
hablan con las mismas palabras; todos
tienen razón o todos se equivocan. Haría falta que un nuevo Toc­
queville, en el propio seno de América, se hiciera oir con· una voz
leja.o.a, pero valerosa
y clara, indicando el camino del futuro en
el decurso hacia el tercer centenario de
la Unión.
Molnar
ha ese.rito una obra importante, que debiera leerse des­
pacio
y meditarse, aquí y por doquier, ante· la ola de americanización
que nos invade a todos
106 niveles: educacional, informativo, social~
político, en un consumismo de ideas cortas y de cultura mediocre
y masificante, como toda pseudo cultura de masas hecha de best­
seller, de periódicos, de mass media, de lugares comunes, convertida
en slogans difundidos por doquier. Junto a la revolución socialista
dé la URSS y a la cultural de China, tenemos, aun en U. S. A., el ex-
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ponente de la revolución de las Luces, en progresivo estado de des­
composición, pero con la capacidad de contagio que le proporcionan
la potencia comercial y financiera americana, su tecnología y sus
m Juan V allet de Goytisolo
Alvaro d'Ors: ENSAYOS DE TEORIA POLITICA (*)
Hace unos días apareció este nuevo libro de Alvaro d'Ors. Nue­
vo libro, pues aunque el autor señale en su prólogo que varios de
los ensayos del volumen estaban escritos hace algunos años, sin em­
bargo -además

de que el libro contiene rrabajos hasta
hoy iné­
ditos-el conjunto de todos los ensayos es lo que, a mi juicio, hace
que el lector se halle ante una obra originalísima, nueva, del insig­
ne patriota -empleo esta palabra grata a Alvaro-y romanista y
foralista destacadísimo.
Destaco, también, el hilo conductor que pasa a través de los en­
sayos

dándoles unidad. Hilo que, a mi modo de
ver, es

el sano intelec­
tualismo universitario teñido de ironía no ajena al humor galaico
("celta") semejante al humour chestertoniano.
Por

ello, y por otras razones, me parece que a d'Ors habría de
enclavársele -siguiendo una
célebre dicotomía

de André Maurois­
entre :los autores "mágicos" más que entre los autores "lógicos".
Pues aunque la lógica del razonamiento sea siempre impecable,
una brillante paradoja está siempre presente en el centro de aquel
razonamiento. Así,

la
lectura de
estos "ensayos" no es ya
tan sólo
interesantísima, formativa y de sólida doctrina (categorías "lógicas"),
sino sugerente en sumo grado, bienl:mmorada -d'Ors, dentro del
rigor y de
la profundidad de su pensamiento, es también un bien­
humorado polígrafo- y, en definitiva, "divertida", con mil bri­
llantes facetas mentales. lo que entra de lleno en las categorías
"mágicas", que

hacen la
lectura -como
la vida- más amable
y
graciosa.
No he de entrar en una pormemorizada recensión de cada uno
de los ensayos. Las síntesis que en ellos hace Alvaro d'Ors son di­
fíciles de superar. Por otra parte, tesumir más su pensamiento lle­
varía

-cosa no
infrecuente en las recensiones--a afrerarlo, a de­
formarlo.
Los ensayos son 15. Van -no cronológicamente--desde el
(*) Pamplona, Ediciones Universidad de Navarra (EUNSA), 1979, 306
páginas.
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