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Número 181-182

Serie XIX

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La Instrucción Pastoral de los Obispos refugiados en Mallorca (I)

LA INSTRUCCION PASTORAL DE LOS OBISPOS
RJEFUGIADQS EN .MALLORGA (*).
POR
FRANCISCO- JOSÉ FERNÁNDEZ DB LA ÚGOÑA
SUMARIO: l. Los obispos fir111:antes; II. La Instrucción Pastoral; III. La
filosofía., amenaza rontra la Iglesia; IV. Las dos Españas; V. Una gue­
rra de religión; VI El Jansenismo; VII. La libertad de imprenta; VIII.
Sólo temiendo a Dios; IX. Los diques rotos; X. Escritores sabios
y ce­
losos; XI. En defensa de los regulares; XII. La desamortización; XIII.
Frente a las c.ortes; XN. Velar sobre la Iglesia; XV. El diálogo;
XVI. Los sacerdotes; XVII. No deis a los perros las cosas santas;
XVIII ..
La minoña de edad de lo seglares;· XIX. Epílogo.
I. Lo& obiopos firmantes
Uno de los documentos más importantes de la época de las Cor­
tes de
Cádiz es

sin duda
la Instrucción Pastoral ( 1) que los obispos
(*) Dentro de esta serie sóbre el pensamiento contrarrevolucionario
españoi,
han
aparecido en Verbo los siguientes trabajos del mismo autor:
«Fray Atilano Dehaxo Solórzano», VerbO, núm. 117-118.
«José Cadalso», VerbQ, n~. 121-122.
«Pedro de Quevedo y Quintano, obispo de Orense», Verbo, núm. 131-132.
«El Manifiesto de los Persas», Verbo~ núm. 141-142.
«El Beato Ezequiel Moreno, obispo de Pasto», Verbo,. núm. 151-152.
«Benito
María

Sotelo de Nohoa, marqués
de Villaverde

de
Limia.», Verbo,
núm. 165-166
( 1) «Instrucción Pastoral de los Ilustrísimos señores obispos de Lérida,
Totfósa., Barc.e:lona, Urgel,. Teruel ,y ~amplona, al clero y pueblo de sUS
dióCesis. M,allorca, Impréta de Brusi, 1813. En adelante la citaremos por
Instrucción Pastoral.
117
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGONA
de Lérida (2), Tortosa (3), Barcelona (4), Urge! (5), Terue! (6)
(2) Jerónimo María de Torres, obispo de Lérida (1783-1816). Había
suscrito también la Representación _de los 1111.Strisimo.r._ señores arzobispos de
Ta"agona
y obispos de Lérída, Tortqsa, Barcelona, Ut'ge/, Teruel, Pamplona
y
Cartagena, dirigida a las Corte.r generales y eXlraordfnarias, en

que piden
el
re,stablecimiento del Santo TribunaJ de

la
Inq111Sición al eiercfrio de s11s
funciones. Leída en la ses;ión pública ·id.el lunes '18 de mayo, Cádiz, en la
oficina de
fa viuda de Comes, afio.de 1_812,;y ila Car4:1 _Pa.rtOt"al dirigida por
ios M. RR. Obispos qne 'se hallan refugiado¡ en Palma de Mallorca a rus
respectivos diocesanos contra

el
Dicciotrario Crítico Burlesco. Reimpreso en
Cádiz, Imprenta Tormentaria1 4e las que algún día nos ocuparemos. Or. Vi­
llapadierna, Isidoro de: El Epfrt:opado .Efpañol y las Cortes de Cádiz, en
Hispania Sacra, 2.2 semestre. de 19,,, núm.

16, págs. 282
y 3.12.
(3)

Antonio José Salinas Moreno: obispo de Tortosa (1790-1814).
(Véase la nota
2).
(4)
Pablo Sichar. (1747-1831):

obispo de
Barcelona (1808,1831). Este
obispo fue también perseguido en el Trienio liberal, viéndose obligado a
huir
a Francia. CTr. Revuelta González, Manuel; Pq/ifica. religiosa de los
Jiber~es en el siglo XIX CSIC Madrid 1973, págs. 347 y 348, éolección Ecle­
siástica Española, Madrid 1824, lomo IX, págs. 291-302. (Véase la nota 2).
(5) Francisco de la Dueña y Cisneros (1753-1821): obispo de Urgel
(1797-1816) y de Segorbe (1816,1821). (Véase .la nota 2).
(6) Bias Joaquín Alvarez de Palma (17:54-1837). Obispo titulax de
Assura y auxilliar_ de Sigüenza {1798-1801_}, ,obispo de Albarra.cín (1801-
1802), obispo de Teruel (1802-1814), arzobispo de Granada (1814-1837).
La historia de este obispo es bastante agitada. Durante' el · Trienio public6
una
Pastoral condenando

cinco
libros impíos (1-11-1821). Revuelta Op. cit.,
pág. 110 y Colección Eclesiástica Española, tomo X, págs. 45-82. Se encarga
de los Regulares, Revuelta, Op, cit., pág. 267. Dehtinció al Conde de Mon­
tijo por sus manejos masónicos en
Granada·: Fuente ·v. de la: Historia áe
las Sociedades
Secretas antigllas y mrx/erfias en· Brpaiia, tomo I, ~g. 194,
Madrid 1874. Publica una pastoral
patriótica ei 8-1~1809. Cf!'. Villapadiem~
Op, cit., ·pág. 279. En su informe a Feriiando VII Sobre el estado de Es­
paña (182:5): Documentos dei" reinildo de Fernandr> VII, EUNSA, Pam­
plona 1966,
págs. 163-167, sefia:la ·e11 peligro

de
una nueva revolución
liberal,

pág.
165, ataca la masonería, pág. 16, y defiende ,a los voluntarios
realistas,
pág. 166 y a la Inquisición, pág. 167. Durante la Regencia de
M.! Cristina

es
-nombrado Prócer del

Reino (Revuelta
González Manuel:
La exclaustración, BAC, Madrid Í976, pág. 399) y se le ti"ene por Obispo
doblegado

al Gobierno
participando en

la
inhumana. · reunióil de

los con­
ventos de monjas. (Véase
'1a nota 2).
118
Fundaci\363n Speiro

«PASTORAL» DE LOS OBISPOS RJiPUGIADOS EN MAl.LORCA
y Pamplona (7) dirigieron al clero y pueblo de sus diócesis des-
(7) Fray Veremundo Arias Tejeiro OSB (1741-1824): pbispo de Pam­
plona (1806-1814). Arzobispo de Valencia (1814·1824). Arias. Tejeiro, del
que en otra ocasión nos ocuparemos. más extensamente, fue la gran figura
de la resistencia del episco~o ~ el Trienio como Quevedo y Quinta.no lo
habían sido en las Cortes Gaditanas (Revuelta González, Manuel:
Politica ...
págs. 16, 66, 108, 109, 111, 34, 186, 187, 188 y 194).
La Colección Eclesiástica Erpaño/a. ,ompren¡iva de los Breves de .-S. S.,
no/as del R. Nuncio, representacicmes de los S. S. Obüpos en las Cortes,
Pastorales, Edictos,
etc.

Con otros documentos
relativos a las innovaciones
hechas
por

los
r:onstitucionales en materias eclesMstítas desde

el
7 de marzo
de 1820, es texto imprescindible para la historia del Trienio y desgracia­
damente
casi desconocido

por los historiadores. que s_e refieren
a ese perío­
do. Queda en ella recogida la heroica
conducta de

la
_Iglesia española y la
persecución liberal que
Íue rigurosísima. En lo que a Fray Veremundo Arias
Tejeiro se refiere, tanto po{ recoger' sus actuaciones romo por el ·triste estado
en que quedó la archidiócesis tras su destierro, so_n especialmente pertinen­
tes los textos que- se señalan: tomo
I_ (Madrid,
1823),
págs. 189-15)2; to­
mo
11 (Madrid, 1823) págs. 68-72 y 95-102; tomo III (Madrid, 1823), pá­
ginas 56-103, 123-153,

185-193
y 250-258; tomo IV (Madrid, 1824), pági­
nas 3-108;.tomo
V (Madrid, 1824), págs. 167-168; tomo. VI (Madrid, 1824),
págs_ 231-236; tomo IX (Madrid, 1824), págs. 20-44; tomo XIII (Madrid,
1824),
,págs. 3-8 y 250~316 (en estas últimas páginas se recoge .la impor­
tantísima
carta que los obispos españoles residentes ,en, Francia dirigieron al
Papa
e-1 8 de mayo de-1823 y que firman '.el arzobispo de Valencia y los
obispos de Orihuela, Tarazana, Solsona y
Urge!); tomo

XIV (Madrid,
1824),
págs. 106-115.
Al arzobispo de

Valencia se refiere también el tomo
II de una obra
prácticamente desconocida que es una
glosa de la Colección Eclesiástica Es­
pañola. De la importancia que tuvo la actitud del arzobispo .de Valencia
puede dar lfe el

que después de ocuparse el autor en el tomo I de los do­
cumentos del
Santo Padre

y el
Nuncio, dedica el II íntegramente a Fray
Veremundo Arias Tejeiro. Esta es la referencia del libro: La. f/OZ de 101
obiJpm de EJpaña unido1 entre JÍ y con el Supremo Pastor: y Mae1tro Uni­
ve1'Jal
de

la Iglesia
contra lttr innova:cione.r decretadas en las Cortes

en·
ma­
terias ecle1iá1tica.r, o lnJtrucdón Cateqpi1tica de Doctrina Cristiana, que
da a luz para la má.r fácil inteligenda y pronto uJo Pe la ColeccMn Ecle-
1iá1tica Española, don-
Juan Bautista de

Reta, del
C0111eia de
S.M.,
Gran
Abad

de Colonia
y Prior de la Real y Colegial Igle1ia de Nuestra Señora
d~ Roncesvalles. Valladolid. Imprenta de Apa.rido, 1827.
Por todo lo expuesto, se hace imprescindible ,una biografía de .. este grao
119
Fundaci\363n Speiro

PRANCISCO /OSE PERNANDEZ DE LA CIG01 de .su refugio de Mallorca donde se .habían reunid<¡> huyendo del
francés.
arzol=!ispo es.pafio!, figura insigne de una época de insignes . obispos. Sob.re
el desconocimiento ~ de ,su .. persona puecJ.e servir de muestra un pésimo
artículo qu_e ~la revista Historia._16, núm. 37, año IV, fi.rma W~J .. Ca.
Jlahan, de ~a Universidad , de Toronto, en el que, entre increíbles errores,
como el
de hacer al padre Vélez autor - de una obra inexistente. que titll'la
El. Filósofo Riincio/ desconociendo que e5e nombre era el seudónimo que
inmortalizó al dominico padre Alvarado y con el que firmó sus Cartas, dice
textualmente en

lo. que a nuestro
ar?:obispo se refiere:

«Entre 1814 y 1816
se nombra tal vez el grupo más reaccionario de obispos:- Arias Tejeiro,
Inguanzp, Qeus, Strauch y. otros figuran en 1a lista» (pág. 46). Pues bien,
Arias Tejeiro llevaba ya .diez .afios de ejercicio ~piscopal cuando este «his­
toriador» decide consagrarle-obispo,
Villanueva
escribió-
contra él las cartas de Roque Leal.
ar. M.!! Gio­
vanµa Tomsich, siglo XIX de Espasa Editores, S. 4,-., Madrid 1972, El Jan­
senismo, en-

Bspafia,
págs. 169-176.
CTr. -tambiién :Felipe Lesmes .Zafrilla: Centinela contra. /os errores del
siglo, o sea, en cartas- filosófict11, teol(Jgicas, dogmáticas,

en
que -_se des­
cribe el

origen,
progrew, arterías, enlace¡ de los e"ores filosófico! con los.
religiosos, que presentan ambos para abatir a Jos enemigos del ·Altar y del
Trono -y en q11e se imp11gna11 l11-1 cartas de don Roque Leal (prohibid~
por
nuestro

Santo
Padre León

XII)
contra la
representación del
señor Arias,
arzobispo de V a/encía, Madrid? 1829 (Zafrilla era un autor contrarrevolu­
cionario, Canónigo Lectoral de Sigüenza),
El Diccionario de Historia Eclesiástica de España, .de Quintín Aldea, To­
más Marín y José Vives, CSIC, tomo I Madrid 1972, págs. 92 y 93, -da una
breve
nota de tan exceleote obispo y señala alguna : biografía que no .he po­
dido
consultar como las de Benito
Fer~ández Alonso, Orensano! ilustres,
Orense, 1914, págs. 11 y sigs. (el Es~ dice 111 y sigs.) y la de Goñi Gaz­
tambide, J.: Un_ Arzobispo de Pamplona, victima de la Revolución, en. la,
Revista HiJpania Sacra, má.s la refereQcia a fa Historia general-y literaria de
la <;ongregación de San Benito de Valladolid (in~ita en el Archivo de Silos)
que
preparó el padre Alamo

y qu_e es lástima no
-se haya impr:eso todavía. ,
El Dktionnaire J'Histoire._ et Ge0graphfe Eclesiasti.que_ le menciona en
el tomo
IV, col. 1'.50-152 y el EsP4Sfl en los tomos 59 _y 66, págs. 1.440-41 y
986, en esta última página, en. el
artícµlo que_ sobre la .y>ngregación de Va­
lladolid escribió el padre Mateo del AlalllO. (Figura en_ el tomo 59 al venir
por Teijeiro).
En un pintoresco libro de Fernando Iscar-Perra, Ecos de la fra~cesada
(laf Memorías de Zahonero y Alegria), Salamanca, 1.927, págs. 82 y -83,
120
Fundaci\363n Speiro

«PASTORAL» DE LQS OBISPOS REFUGIADOS EN MALLORCA
El extenso escrito (8), fechado el 12 de diciembre de 1812, es
un

formidable alegato contra la política liberal que se
hacia desde
Cád.iz,
aunque los prelados rehúyan en wdo momento la C() ción ditecta ron la auroridrul civil. P que el
más lerdo de los lectores que conociera lo que se estaba fra­
guando_
en la
ciudad
andaluza habría
de sacar las
lógi,as =secuen­
cias
de

la pastoral
de los obispos. Es decir, el absoluto repudio de
las

teorías liberales
por parte de la Iglesia.
Es, sin duda., la. In~ru.cción PastoraJ una toma de posición ante
la polítka liberal pero es fundamentalmente un documento reli:
gioso.
Nadie podrá honestamente reprochar a aquellos obispos que
hadan política. Muy otro
era su objetivo y
ellos mismos lo
confie­
san

paladinamente: «Salvar vuestras
almas es el gran empeño de
nuestro
ministeri<> y

el gran cuidado que
nos ocupa» (9).

A lo largo
de todas las
páginas de

la Pastoral
aparece meridianamente clara
esta

preocupación que si tendrá indudables repercusiones políticas
es po¡-qll1' el poder temporal había
irrumpido violenta

e ilegítima­
mente en el campo propio
de la

Iglesia.
y su lectura no puede por menos de hacer surgir compacacio­
na,s con otros escritos episcopales, éstos sí saturados de temporalismo
y en los que el afán sol,renatural no se adivina por parte alguna.
Los prelados que pusieron sus firmas al pie de la Pastoral eran
obispos
que se
enfrentaban al liberalismo, sin _¡n-evios prejuicios per,_
encontramos ,esta curio_sa noticia: «Un cai~rático ·de_ esta Universida,d, don
Veremundo Arias,

se metió monje benito, prefiriendo la penitencia del
_mo·
nasterio a las que padecían en los claustros soportando a progresistas y reac­
cionarios.
·eomo no

es cosa frecuente esto de_tocar
(sic) fa muceta por· la
cogulla, vinieron a la ceremonia tres obispos, «siendo padrino la UniverSidád»,
que

festejó con
largueza la

retirada
de don Veremundo». 'I'. Moral) en el
Diccionario de

Hi¡toria
Eclesia[tica citado le

hace en
cambio ingresar en el
Monasterio de San Vicente de Salamanca a los quince años siguiendo al
Es­
pa,fa (tomo 59, pág. 1.440) del que toma hasta la bibliografía en su cási
total_idád. Es penoso que a. estas alturas_ del siglo tengamos ,que seguir vi,
viendo cÍel Espasa, sin negarle los indudables méritos en.la. 'fecha _de.·su pu­
blicación
(Véase ..la
nqta 2)_.
(8)

271
·págs. en ,la. edición_ que manejiµnos.
(9) Instrucción Pastoral,_pág. 254.
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FR,1NCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGO~A
scma!es. Es sólo desde presupuestos doctrinales como juzgan la alar­
mante situación que comenzaba a surgir ante sus ojos. Y la denun­
cia no pndo ser más contundente.
El episcopado
espafiol, al alborear el
siglo
XIX, no estaba a la
altura que las circunstancias exigían.
Reciente estaba aún

la vergon­
zosa actitud de
parte de

nuestros obispos ante el decreto cismático
de Urquijo,
asintiendo dóciimiente e

incluso
aplaudiendo la iniciativa
antirromana del ministro. Cierto que figuras sefu!ras como un Quevedo
y Quintan o ( 1 O) o un Menéndez de Luarca salvaban el honor de
los pastores que regían espiritualmente a :los· españoles, pero, a su
lado estaban los Arce, Tavira ... y el obispo de Urge! don Francisco
Antonio de la Duefia y Cisneros. Esta fue la respuesta que el 18 de
septiembre
de 1 799 dio el que afios después firmaría la Instrucción
Pastoral ante la usurpación de los derechos de
la Santa Sede:
«Excmo. Sr.: He recibido la real orden que me comunica V. E.
con fecha 5 del corriente
y he visto después la soberana, católica y
canónica resolución de S. M. de la misma fecha con motivo de estar
vacante
la silla a,postólica por fallecimiento de N. M. S. P. Pío VI
que en paz descanse, y con el de las turl>ulentas circunstancias de
la Europa,
· que

exigían de S. M. una providencia tan sabia
y tan
religiosa como propia de su suprema potestad económica,
y de la
eminente protección de la Iglesia de Espafia que está dentro de su
estado. De todo quedo enterado, contribuiré eficazmente a que ten­
gan efecto las justas
y piadosas de S. M., en toda mi diócesis y con
mi acostumbrada

fidelidad
y obediencia cumpliré con lo que manda
S.

M. porque
Jo manda, y porque es justo y conforme a las circuns­
tancias, a los verdaderos sentimientos de
la Iglesia, y a la disciplina
genuina
y saua de sus más seguros y santos establecimientos.
Dios. guarde a, V. E.. muchos años. Llimiana, en santa visita, y
septiembre 18 de 1799. Excmo. sefior: Francisco, obispo de Urge!.
Excmo. señor:

don
José Antonio Caballero>> (11).
(10) Sobre Quevedo y Quintano Cfr. mi trabajo en Verbo núms. 131·132,
enero-febrero de 1975.
{11) Llorente, Juan Antonio: Colección diplomática de varios papeles
antiguos y

modernos sobre
Jispen.ras matrimoniales y otros puntos de dúci­
p/ina ec/esiáJtica. Madrid, 1809, pág. 157. Imprenta de Ibarra:
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«PASTORAL» DE LOS OBISPOS REFUGIADOS F.N MALLORCA
El jansenismo y, sobre todo, el regalismo habían causado es­
tragos entre nuestra< obispos que sólo pasarán a integrar un bloque
compacto
y ejemplar, . en el que las excepciones serán tan minori­
tarias que
apenas vale la pena aludir a ellas, tras loo nombramien­
tos

que en elevadísimo número
hizo· Femando VII

al
regreso de su
cautiverio.
Entoru:es llegaron a la mitra los que se habían batido en las
Cortes

contra el
liberalismo y conocían perfectamente porque lo ha­
bían padecido todo lo que se ocultaba tras el nombre engañoso de la
libertad profesada por los constitucionales.
Los antiguos
diputados de

Cádiz, Inguanzo (12), Alonso
Ca­
ñedo (13), Creus (14), Ros (15), Simón López (16), Lera y Ca­
no (17), Esteban (18), los 'Persas': Castillón (19), Roda (20),
Ceruelo (21), Adurriaga (22)
y Rodríguez Rico (23), los escri­
tores contrarrevolucionarios Vélez (24), Strauch (25), Martínez (26)
(12) (1764-18.36) obispo de Zamora 1814-1824 y cardenal arzobispo de
Toledo 1824-1836.
('13) (1760-1829) obispo de Málaga 181'01825. Arzobispo de Burgos
1825-1829. (14) (1760-1825) obispo de Menorca 1815-1820.
Arzobispo de Tarra­
gona 1820-1825.
(t;;) Obispo de Tortosa 1814-1821.
(16) (1744-1831) obispo de Orihuela 1816-1824. Arzobispo de Va­
lencia 1824-1S31. (17) (1754-1831) obispo de
Barbastro 1815-1828.

Obispo de Segovia
1828-1831. (18) (1766-1831) obispo de Ceuta 1815-1816.
Obispo de

Jaén 1816-
1831. (19) (1756-1835) obispo de
Tarazona 1815-1835.
(20)

Obispo de León 1814-1823.
(21) (1755-1836) obispo de Oviedo 1815-1836.
(22) (1755-1841) obispo de Avila 1824-1841.
(23) (1772-1841) obispo
de Teme! 1825-1827. Obispo de Cuenca 1827-
1841. (24) (1777-1850) obispo de
Ceuta 1817-1826. Arzobispo de Burgos
1824. Arzobispo de Santiago 1824-18:SO.
(25) Obispo de Vich: 1816-1823.
(26) (1774-1827) obispo
de Málaga 1825-1827.
123
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FRANCISCO /OSE PERJMNDEZ DE LA ClGOFIA
y Rentería (27), los recopiladores de la C(J/erción EdesMstira Espa­
ñ(J/a,
Carrasro (28) y Díaz Merin<;> (29), etc •. etc., conocían el
liberalismo no sólo en sus teorías sino también en sus prácticas.
Pero los autores de
la lnsfrurción Pastoral no obraban más que mo­
vidos por la alarma de los sucesos de fos dos últimos años en los
que
percibían clarísima.mente un grave peligro para la Iglesia es­
pañola. Observaban desde. la lejanía de su isla fa proliferación de
unas doctrinas nuevas para ellos. Y _lX)r entederlas contrarias a su
fe advierten a. sus fieles Todo

ello hace
su requisitoria mucho más imparcial. E incluso
&US respuestas al rey cuando en 1817 son consultados respecto a si
convenía una amplia

amnistía son,
con !la excepción de Arias Te­
jeiro
(30), de ilas menos tigurdsas de 1as quie llegaron a 1a Cone.
Siohar
(31)

-Torres
y &¡linas ya hablan fallecido-, pese a .mos­
trarse contrario a la clemencia con los afrancesados, la pide para los
libera!les, aunque denuncia la benevolencia de la represión en muchos
casos (32); Dueñas (33) intercede a favor de los liberales y Alvarez
de Palma (34), en una respuesta sumamente confusa, se muestra
también
ene!llÍgo del
rigor.
Son prácticamente la excepción en todo
un episcopado.
Estos son, pues, los autores de la
Instrucción Pastoral. Muy ame­
nazadores presagios

tenían que alzarse ante ellos
para dar
a sus
fieles un documento tan preocupado
y tan hostil para con la revolu­
ción político--religiosa
que se

quería iniciar
en España.
(27) Obispo de Lérida 18-19-1824. Arzobispo de Santiago 1824.
(28) Obispo de Ibiza 1831-1852.
(29) (1772-1844) Obispo de
Menorca 1831-1844.
(30) Perlado, Pedro Antonio: Los obispos españoles anle la amnistía de
1817. EUNSA. Pamplona 1971,.págs. 570-572.
(31)

Perlado:
Op. cit., págs. 198-204.
(32) Perlado: op: cit., pág. 201.
124
(33) Perlado: Op. cit., págs. 466-502.
(34) Perládo: Op. ciJ.1 págs. 286.293.
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«PASTORAL» DE LOS OBISPOS REPUGIADOS EN MALLORCA
II. La Instrucción Pastoral
El escrito de los obispos ronsta de una introducción (35), cuas
tro 'artículos' que
tienen los
siguientes títulos:
La Iglesia 11ltraja,Ja
.,, SIIS ministros (36), La Lglesia combatida .,, su disc.pUna y su
gobierno (37), La Iglesia atropellada ,n su irmz,,nidad (38) y La
Iglesia atacada en su doctrina (39); otro capítulo que·se tirula Re­
sultado de las máximas permciOJ'as esp,,,-cidas ¡,or el libertina¡, de
la imprenta contr<> l<> religión y la patria (40)· Y una conclusión (41).
La edición que manejamos es la primera (Mallorca, 1813). Me­
néndez Pelayo

da noticia de dos ediciones
más: Málaga, 1813 y
Valencia,
1814 (42). Javier Herrero cita aún otras dos: Mallorca,
1814 y Santiago, 1814 (43). Cinco ediciones en dos años dan idea
de la importancia del escrito. Y
eso que
Villanueva
nos da
noti­
cias de medidas
tan liberales como · fac adoptada en Cádiz por la que
«La Regencia acordó que esta-misma noohe el juez de primera ins­
tancia Aguilar pase a la imprenta donde se reimprime la pastoral, y
secuestrando los ejemplares o pliegos impresos, proceda a averiguar
las personas
que han intervenido en
esta nueva edición» ( 44).
El mismo Fernando VII reoonoció esa importancia al elevar al
obispo de

Terne! al arzobispado de
Granada, al
de Pamplona a
la
sedé met:ropolieana de V de Segorbe.
(35) Instrucción Pastoral, págs. 1-16.
(36)
Instrucción Pastoral, págs.16-54.
(37)
Instrucción Pastora/1 págs. 55-91.
(38) Instrucción Pastora/1 págs. 92-164.
(39) 1nstruuión Pastora/1 págs. '165-1.84.
(40) lnstrucrión Pastoral, págs. 184-241.
(41)
Instrucción Pristoral1 págs. 241-271.
(42) Menéndez Pelayo, Marcelino: H/1 de los Hete1'od-oxds E.rpaño/e.r
BAC, Madrid 19'%, tomo I, 837.
( 43) Herrero, Javier: Los orígenes del -pensamiento reaccionario español.
Cuadernos para el Diálogo, Madrid 1971, pág. 364.
(44) Villanueva, Joaquín
Lorenzo: Mi viaie a las CorteS, BAE, to­
mo XCVIII,
pág. 422.
125
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO /OSE PERNANDEZ DE LA CIGOFlA
El pa.rcialisimo Herrero considera a la In.rtrucción «poderosísimo
factor en la futura destrucción del naciente liberalismo» ( 45) y
asegura que «su impacto en las Cortes fue enorme» ( 46). No fue
otra la consideración de acreditados liberales como Argüelles que,
en su Examen hiitórica de la .-efomu, &<>1Mtitudonal de Cádiz (47),
la califica de «declamación acerba y llena de P"filón, cuyo designio
no
se podía ocultar a nadie por las circunstancias en que apare­
cía» (48).
E., Argüelles uno de los que con más saña se encarniza coutra
la
pastoral y verdaderamente sería tibio calificativo el de acerbo y
lleno de pasión
si hubiera de aplimrse a sus pa:labras, las cuales son
de este tenor:
"La pastoral era un rayo lanzado contra las Cortes y su título
una mera evasión preparada cou todo artificio para aludir la res­
ponsabilidad de sus autores...
&ta incendiaria

homilía era como el
eco del grito de alarma que hablan dado en
las Cortes algunos clé­
rigos diputados... Los obispos retraídos en Mallorca (respondían)
clamando
arrebatados de santo furor por [a cooperación de aquel
tribunal de
sangre y

exterminio» (
49).
Toreno, mucho más moderado que Argüelles, prácticamente se
limita a dar noticia
. de «una pastoral
o manifiesto con fecha de
Palma de
Mallorca, a 12 de diciembre de 1812, aunque impreso
y circulando más tarde ( en el que los obispos) hacían gala de doc­
trinas inquisirorial ejemplos que
presentaban nuestros

insignes prelados del siglo
XVI» (50).
(45) Herrero, Javier: Op, cit., pág. 364.
( 46) Herrero, Javier:
Op. cit., pág. 364.
( 47) Argüelles, Agustín: Examen histárico de la refárma consJitucionaJ
que hicieron las Cortes Generales y Extraordinarias deide que se intalaron en
]a Isla

de
León, el día 24

de
septiembre de

1810,
hasta que cerraron en Cá·
diz .sus .sesiones
el 14" del-P,oplo mes de

1813.
Iter Ediciones, s.-A. Madrid
1970, pág.
· (48) Argüelles, Agustin: Op. rit., pág. 238.
(49) Argüelles,
Agustín: Op. rit., pág. 239.
( 50) To reno, C.onde de: Hi:rtoria del le11antamien10, guerra y revolu­
ción de España. BAE, tomo LXIV, Madrid 1953, pág. 453.
126
Fundaci\363n Speiro

«PASTORAL» DE LOS OBISPOS REFUGIADOS EN MALLORCA
Villanueva recoge, en Mi viaje " lfM Cortes, calificativos que se
aplicaban
a

la
Pastoral por la Junta de Censura o la Regeucia sin
poner
demasiado calor eu

el asunto. No
olvidemos que era clérigo
y,

en
frase de Menénde:z Pelayo, ««:abado modelo
de afectaciones
jansenísticas" (51). Así,
la pastoral era "sedicictsa", "podía rom­
prometer

la tranquilidad del reino»,
«subversiva», etc.
(52).
111. La fiwsofia, amenaza contra la Iglesia
Para

los obispos es la
filusofía el enemigo mortal a combatir.
Nacida en Francia, se
ha extendido por doquier y ha llegado hasr,a
nuestra patria. Las. citas podrían multiplicarse: «Los errores que
nos proponemos combatir en nuestros
falsos sabios
españoles son
los mismos que antes que ellos adoptaron,
y sigueu todavía pro­
pagando dondequiera que dominan, los corrompidos franceses, au­
tores de todos nuestros
males» (
5 3).
«Los falsos sabios de este siglo de tinieblas» (54)
amenazan
de

tal modo a la Iglesia que los obispos
se ven
obigados, «por no
ser infieles a nuestro ministerio y traidores al mismo Jesucristo» (55),
a denunciar a los 'filósofos', palabra en la que «no es nuestro ánimo
compr~er a aquello's sa,bios moderados, juiciosos y verdaderamente
amantes de la sólida sabiduría que, respetando la religión, las cos­
tumbres, la verdad y la
deceucia pública
en sus discursos, de
pala­
bra

y por escrito, se han hecho
.acreedores de
justicia al aprecio
pú­
bliro. Entendernos aquí por la expresión «filósofos» ciertos literatos
presumidos
que, muy distantes de
poseer la verdadera filosofía,
han profanado y envilecido
este dictado

y no
merecen más que el
nombre de
sofistas o

falsos
filósofos, de

que abunda tanto la
Euro­
pa en estos tiempos que han hecho ellos mismos tan infelices» (?6).
(51) Menéndez Pelayo, Marcelino: Heterodoxos 11, 832.
(
'.52) Villanueva, Joaquín Lorenzo: Op.

cit.,
pág. 428.
('.53) Inslrucción Pasto,4/, pág. 8.
(54)
Instrucción Pastoral, pág. 12.-
(55) lnstrucci6n Pastoral,
pág. 11.
(56) Instrucción Pastoral, pág. 13.
127
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGONA
Ellos son para los obispos los causantes de los males que asolan
Europa

y
qúe han llegado· hasta

España ya que
son «los errores

de
nuestros filósofos españoles
tan conformes con

los de impíos
fran­
ceses»
(57).
Una
Vez más denuncian

nuestros pensadores
contrarrevolucio­
narios el miserable calco que la pretendida reforma de las institu­
ciones
españolas hacía
de los modelos
revolucionarios franceses (58).
Y los
obispos. en su denuncia, ponen

nombre a
fos maestros: «Un
Voltaire, un Rousseau, un Condorcet, un d'Alambert, un Diderot,
un
Freret>> para impugnar

seguidamente
a «la demás chusma de
discípulos de

aquellos impíos que han trastornado la Europa, que
han corrompido la religión,
la moral y la política» (59).
No libran, y con toda razón, enrre esos discípulos de los grandes
maestros de

la Revolución a
«esa clase
de filósofos tonsurados» (
60),
de «oclesiásticos espurios» (61), que tanto han contribuido a ex­
tender las ideas revolucionarias y de los que nos
ocuparemos más
ampliamente al tratar del jansenismo. ·
Sigamos

pues con la
filc1ofí", «esta falsa ciencia que cifra toda
su doctrina en el desprecio
de los principios más generalmente re­
cibidos, graduándolos fríamente de
antiguas preocupaciones» (62).
Para los obispos hay tres constataciones principales en este terna:
la

existencia en
España de estos filósofos, su servil imitación de
los niaestros franceses y el carácter disimulado, '?l'r el momerito, de
muchos de sus ataques para impedir una enérgica reacción del pue­
blo español profundamente católico.
Nada
hay que objetar . a las . rres apreciaciones, pues coinciden
exactamente con la
realidad que se vivía entonces. Sólo cabe desta­
car
su clarividencia, púes, refugiados en una isla muy distante del
( 57) Inrtrucción Pastoral~ pág. 15.
( 58) Repetidas veces lo hemos señalado en trabajos anteriores y no he­
mos descubierto con ello
· nádá lluevo pues

muchos·
historiadores lo

habían ya
reconocido.
128
('.59) Instrucción Paitoral, pág. 30.
(60) Inslrucción Pastoral, pág. 33,
(61) lnJtr-ucción Pastoral, pág. 33.
(62) Instrucción Pastor-al, pág. 108.
Fundaci\363n Speiro

«PASTOR.AL» DE WS OBISPOS REFUGIADOS EN MALWR.CA
centro de todas las agitaciones, y acostumbrados a vivir en cierto mo­
do despreocupados de unas materias que caían de ll= bajo la com­
petencia de la Inquisición, pusieron
desde ios ¡,rimeros

momentos de
la eclosión
n:volucionaria el dedo en la llaga para ¡,revenir a sus fie­
l-es e intentar atajar el mal que nada o que, por 1o menos, se atrevía
a levantar la cabeza, descatadameute en algunas ocasiones o con­
servando hipócritameute las

apariencias en las
más.
El

extraujetismo de tales opiniones, su coincidencia con
las del
enemigo que era
combatido en

el campo de batalla, no era denun­
ciado por
un fácil oportunismo sino porque era la pura verdad.
Este es el
lamento de los prelados: «Si en Espaíia todos fuesen
españoles
y $i por desgracia no hubiesen nacido tantos frauceses,
tantos
falsos filósofos
en
Espaíia» (
63).
La identificación es com­
pleta. Era una verdadera
acusación de

traición a
la patria. Mucho
más graves en

aquellos
momentDs que en que
acaso no

era verdad?
Y la táctica de

los filósofos es la
misma que

en Francia se si­
guió con tau buen resnltado. «Disfrazar las
impi~ y esconder el
designio de aniquilar la

religión es
otro medio de que se valió la
filosofía en Francia» (64). Para los obispos no es otro el camino
seguido en
España: «No olvidaron esta máxima francesa nuestros fi.
lósofos españoles, escondidos bajo el anónimo, fuJso colorido y ex­
plicaciones violentas. Pero el mismo cuidado de esconderse los
des­
cubre>>
(65).
Llegados

a este punto, no
vaci'lan los tirmautes de

la
Jmtrr,cción
Partoral en meterse en un terreno delicado por aquellos días. La
Compaíiia de Jesús había sido exuplsada de los dominios espa­
ñoles por el abuelo del monarca reinante -aunque en
cautiverio-­
y extinguida por el Papa Clemente XIV. Sin embargo, los obispos
reconocen paladinameute que
«la extinción

de los jesuitas fue otro
de los medios de que se valió el furor de los filósofos para trastor­
nar la
Iglesia>> { 66)

Y contemplau los
ataques contra las demás
(63) Instrucción Patloral, pág. 3.
(64) Instrucción Pastoral, pág. 193.
(65) InsJr11~áón Pastoral, pág. 193.
9 129
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGONA
órdenes religiosas como la continuaci6n lógica de los designios
anticatólicos de la
filosofía .
. «Tan cierto es que todo es cop.ia, por no decir plagio, en nues­
tros filówfos españoles, monos siempre de los franceses. Si no pue­
den
imitar también a éstos e'l1 la expulsi6n de los jesuitas, ya con­
sumada, si

nuestros sofistas actuales no pueden gloriarse de este
triunfo
filooófico, queda

por lo menos de
su cuenta completarlo con
la
extinción de
todos los demás regulares en España» ( 67).
La advertencia a los católicos españoles y a los legisladores li­
berales no podía ser más · precisa. Y esta justísima defensa de las
órdenes religiosas
será calificada por políticos e historiadores como
una odiosa
intromisión en
asuntos temporales.
j Así se escribe la
historia!
Con estos propósitos de los liberales, que entc,nces eran ya ma­
ni:fiestos, como prudban los dbispos con rexros literales, aún ca­
llando por
exceso de

prudencia la crítica contra las medidas del
Gobierno,
y que luego la historia confirmó hasta la saciedad en la
posterior conducta de los políticos
gaditanos y de sus sucesores,
en verdad identificados ron el retrato que los firmantes de la Ins­
trilc-dón Pastoral
vienen haciendo, no es de extrañar la calificación
de

esta ideología como de
«hidra asoladora del filosofismo» (68),
dispuesta
a levanta, en cada momento

alguna de sus múltiples ca­
bezas · para acometer "el gian negocio que maneja con tanto arte en
sus
escritos la falsa filosofía: destruir al Cristo» (69).
Ecrassez

l' lt1/"11Je.
IV. Lo dos &,pañas
Estos lllños aciagos, en los que España se debatía en una desigual
guerra
con el

ejército napoleónico, fueron los que
alumbraron esa
.división .de
'la patria, que desde entonces ensangrentó nuestro suelo
130
( 66) Instrucción Pastoral, pág. 193.
( 67) Instrucción Pastr;n:Ai, pá:g,.194. -
( 68) Instrucción Pastoral, pág. 228.
(69) Instrucción Pastoral, pág 234.
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«PASTORAL» DE WS OBISPOS REPUGIADOS EN MALLORCA
y devoró en luchas políticas; cuando no en guerras civiles, las ener­
gías de la nación.
Desde que se completó la
unidad religiosa con

la expulsión de
judíos
y moriscos hasta: los sucesos de Cádiz no cabía hablar más
que de una España, pues fenómenos heterodoxos, como algunos focos
de protestantismo, o enfrentamientos ~ad.os, como las Comu.ni·
dades castel.lmas o las Germanías, no pasaron de episodios anec­
dóticos
sin la menor continuidad histórica.
Tampoco merece
consideración especial

en este sentido, aunque
su influencia fuera de gran importancia,
el filo,ofismo de parte de
la clase dirigente
en tiempos del tercero y el cuarto de los Carlos.
Se
trataba de

una élite
totalmente . desconectada

del pueblo
y su
ruptura
con la España tradicional fue mucho más de conciencia
que
exteriorizada en publicaciones .o disposiciones legales. Cierto
que la .expulsión de los jesuitas, el cismático decreto de Urquljo,
el regalísmo
exacerbado, la in.filtración en
el Santo Oficio
y la it¡o­
perancia de éste, el jansenismo, la correspondencia particular con
españoles
o extranjeros, los planes elaborados en tertulías elegantes
o
en algunas Sociedades

de
Amigos del País denotaban un estado de
opinión que indudablemente preparó el camino a acontecimientos
posteriores.
Pero .todo dio no permida babia< de dos Españas, sino
más
bien de algunos españoles insolidatios con una tradición mile'.
na.ria
forjada
al
calor de la religión católica.
A partir de las Cortes de Cádiz y, sobre todo, de la publicación
de la Constitución de'! Doce, la ~tuación es ya completa.mente dis­
tinta.
Es verdad, y está probad~. hasta la saciedad, que el pueblo es­
pañol, el pueblo que combatía .1111 francés, suspiraba por el Deseado
y pedía el restablecimiento de la Inquisición, no tenía nada que ver
con las aspiraciones
de los liberales gaditanos. Es más, los repudiaba
cordialmente
romo demostró con su Cl'.lilDJ?O""ento durante muchí,
simos

años.
Pero desde

entonces el
proyecto de

una España nueva
y distinta, insolidaria con su pasado y con su fe, se levantó ante los
españoles como una alternativa a la España que hablan amado y por
la que
habían muerto

sus padres
y SIJS . abuelos.
P~ importaba que

los partidarios de
la Constitución fueran en­
tonces una insignificante minoría. La bandera de la otra España es-
13 !
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO fOSE FERNANDEZ DE LA CIGO/,A
taba alzada y las circunstancias, los errores de Fernando VII, la in­
fluencia de '.la ma~ía, !as presion¡es_ extranjeras, y otras den
c.oncausas que sería prolijo enumerar, llevaron ,a que aquella chispa
que se encendió en Cádiz se convirtiera en incendio devastador.
Y
esta España nueva, desde entonces, viene luchando con lá. Es­
paña eterna de los sanJtOs y de los héroes, con la España de Indíbil y
Mandonio; de Istolacio, Indortes y Viriato; de Séneca, Trajano y
Teodosio; de Santiago y el Pilar; de Recaredo y los Concilios Tole­
danos; de Pelayo,. el Cid, Jaime el Conquistador, Fernando el Santo
y Alfooso el Sabio; de las Partidas y los Fueros; de las Universi­
dades
y las catedrales; de Femando e Isabel; de] Emperador, el Pru­
dente y Juan de Austria; de Trento, Lepanto
y las Indias; de Cer­
vantes,
Lope y Calderón de la Barca; de Domingo de Guzmán,
Ignacio de Loyola y Teresa de Jesús; de Velázquez, Zurbarán y
Riil>era; de Suárez, Cano, Soto y Vitoria; del Dos de Mayo y de
Bailén; de
Donooo, Balmes y Vázquez de Mella, con la Españ~.
en fin, por no hacer interminable la relación, del hooor y de la
glol1ia.
Porque,

¿cuáles
son J.as glorias de 1a otra España? EJ Riego de
la traición y iel Mina de !Q5 asesinatos, que· d de ia guerrilla rom­
batía

por la
España tradicional; las matanzas

de frailes
y la de­
samortización; la

masonería, que desde
l,is Cortes de Cádiz soplaba
al.
oído

de
los milit= la insurrección y levantaba la tea incendiaria
que
acabó en poco tiempo cort más obras de arte que la incuria, la
guerra
. .Y los siglos; Prim y sus asesinos; Isabel, Amadoo y el krau­
sismlo, el cantonalismo, el a.natquismo, el socialismo ...
No
he de
.ne¡¡ar que coo esta España ha estado en ocasioi¡es la
inspiración
liter¡,.ria, .. o

la artística,
· o él valor
personal, que el
es­
pañol suele tenerlo a.ún cuando forme parte de una banda de fora­
gidos. No
he de

negar
tampoco que
la España tradicional tuvo
lacras, y algunas muy graves y sin disculpa. Queden fos plantea­
mientos
maniqueos para 195 historiadores liberales

que tan
a gusto
stlelen moverse en ellos, aunque el resu1ta4o tenga más que ver con
eil planflero que con la historia. Pero, aun reronociendo todo, aun ad­
mitiendo todo, y· si. se quiere _todavía mucho más. de lo que es · justo
admitir,
j qué diferencia! ¿ Es que cabe siquiera parangonar a Blanco
,, '
132
Fundaci\363n Speiro

«PASTORAL» DE LOS OBISPOS REFUGIADOS EN MALLORCA
White, modelo de todas las traiciones y de todas las apostasías, con
Quevedo
y Quintano o con Inguanzo, por buscar clérigos contem­
poráneos al
ex-clérigo, ex-español,

ex-anglicano
y ex-easi todo? ¿Es
que
Mariana Pineda
resiste la comparación con Agustina de Zara­
goza, Torrijos con
Zumalacárregi o Sanz del Río, modelo de her­
merismo
y extravagancia y pese a ello, o tal vez por ello, inspirador
y maestro del más importante movimiento intelectual de esa nueva
España, con la lógica sencillez de Balmes?
Quédese cada
cual con la España que quiera. Con la que le que­
pa en el alma. Pero no estará de más detenerse a meditar, siquiera
un
instante, que
España es ésa. Pues en estos
días, si nos

escudri­
ñamos el corazón, muchos no encontrarán en él a más personajes
que el judío de Tréveris, el filósofo de Ginebra o d maudarín de la
Gran Marcha. O lo que sería peor: el vacío más absdluto.
Los obispos firmantes de la Instmccí6n Pastoral no estaban, cier­
tamente
en esie caso. Ellos amaban a una España y se sentían hijos,
herederos
y continuadores de un pasado que querían preservar, por­
que estimaban que valía la pena legatlo a fos nuevos españoles,
para que

lo
respetasen y lo mejorasen hacia el futuro. Y se percatan
con toda claridad de la patria nueva que algunos querían crear de la
nada o, mejor dicho, de los materiales que les suministraba el mismo
enemigo.
Así lo expresan :
«¡Oh, tiempos felices los de nuestros padres
y sus verdaderos
hijos! Entonces, sí que nuestra Espafia, siempre parecida a sí misma,
y sin mendigar otros modelos, fue lo que debía ser por su reHgión
y su carácter en las empresas del mundo conocido y en las del nuevo
mundo,
qu:e ella sola dio a conocer al universo para .felicidad de
todos. Entonces, 'la religión pre,;idía a todo y todo caminaba feliz­
mente. Entonces, sí, ¿pero ahora? ¡Ay! Alh~ hermanos nuestros
muy amados, lo saben todos: ¿a qué vendría disimularlo para ador­
mecernos?
Ahora, después de consumidos tantos caudales y tantos
hombres, después de tantos
y tan diferentes gobiernos, despué<; de
tantas reformas, planes, proyectos y regeneraciones, que abottó el
enorme abuso de la libertad de imprenta para fascinar al pueblo
incauto con las fementidas pro01~ _ de una. ilustración y felicidad
H3
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGO~A
eterna en que sus mismos autores no creen, ahora, que salen de
la prensa polític05 flamantes y economistas recientes, desconocid05
en la nación hace tres años; economistas que por ventura no han go­
bernado jamás una familia
y se creen, no obstante, transformados
de. repente

en unos
Licurgos y Solones para dictar cada uno de
ellos, desde un bufete, leyes aJ universo; irhora, en fin, qwe ya tene­
mos toda la ilustración que p,tJ,OOen dar de sí nuestros nuevos es­
critores, quienes, no

contentos con darnos los pensamientos
rastreros
de una filosofía mezquina, nos copian también hasta las heces de la
francesa, que
ya teníamos en el original de mejor papel y mejor
imprenta, ¿qué
tenemOB?» (70).
Aunque

no hemos de ocuparnos en este lugar de la dura crítica
que la
lnsl'rucdón Past/Jl'al supone de fa política liberal de las Cor­
tes de Cádiz, como más adelante no repetiremos esta cita, conviene
notar · no solamente el concepto que de España tenían J05 obispos
y su
rechazo, de fa nueva patria que pretendía irflorar al impulso de
nuestros Hberales, sino también la dara toma de posición antigu­
bernamental que este texto supone en cuanto que es el liberalismo el
causante del enorme
abuso de la libertad de imprenta aprobada
por las
Cottes dos años antes.
Y

siguen los obispos:
«La respuesta es triste y dolot'OBa, pero tan cierta como la notorie­
dad del hecho. Tenemos los franceses aún. en casa, dominando y ta­
lando unas provincias,
amenazando a, otras y poniendo siempre en
obta toda suerte de medios para asegurarse en la usurpada domi­
nación» (71).
Una nueva crítica al Gobierno porque los obispos recogen, aun­
que
aparentemente sin darle expresa
relevancia, u.na censura que se
había escuchado numerosas veces aun en las mis.nias Cortes. La de
que ocupaban éstas su tiempo en reformas y generaciones en vez
de
emplearlo en la primera tarea que debía ocupar a todo patriota :
la
expulsión del fran,és.
(70) lnJtrttcción Pastoral, pág. 5
(71) Imtrucción Pa.rtoral, págs. 5 y 6.
134
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«PASTORAL» DE LOS OBISPOS RJJFUGIADOS EN MALLORCA
Dentro del tono de respeto formal que en toda la Pastoral se
mantiene

hacia el
Gobierno, la
crítica de
fondo es durísima y mani­
fiesta

para
cualquier lector medianamente ilustrado.
No hemos de acumular aquí testimonios en la misma línea que
el de los obispos
por lo que nos limitaremos a citar algunos :
Ya

en noviembre de
1810 «el Sr. Aner hizo una enérgica expo­
sición del tiempo que se había perdido hasta ahora en las Cortes,
no sólo
en negocios
ajenos de su instalación, sino en discusiones
excesivas e inútiles que comprometen a sus individuos con toda la
nación, exponiéndolos a
cargos severos

de sus provincias. Y su­
puesto que nos hallábamos ya unidos fa mayor parre de sus re­
presentan,es, era forzoso que, desde luego, y con exclusión de todo
otro

negocio
se tratase seriamente de lo que la patria desea ante
todas
las cosas, que
es ser libre de la dominación del tirano, diri­
giendo a este fin todos nuestros desvelos
y fatigas» (72).
En diciembre del mismo año, y siempre según el n,da sospechoso
testimon.io de Villanueva, «algunos han opinado que no debía pen­
sarse ahora en Constitución, sino en poner la Península en liber­
tad» (73 ). Poco después «el Sr. Llamas propuso que no se trate de
otra cosa sino de guerra, hacienda
y planes generales y particulares
para
arrojar a

los
eoemigos» (74). No era otro el sentir del «Sr.
Conde de Buenavista que (dijo) convenía acelerar la resolución
sobre los artículos restantes del reglamento, saliendo de este ne­
gocio a la mayor brevedad, porque convenía que el augusto Congreso
se dedicase exclusivamente a activar los medios de salvar la pa­
tria» (75). La ideotidad es total con el pensamiento de los firmantes de la
Instr11cáón Pastoral y se podríao aducir innumerables testimonios en
el mismo seotido. ¿No tenían razón
quieoes así
opinaban ya que,
aun dedicados integra.mente todos nuestros políticos a tratar la_ ex-
(72) Villanueva, Joaquín Lorenzo: Op. cit., pág. 47.
(73) Villanueva, Joaquín Lorenzo: Op. cit., pág. 96.
(74) Villanueva, Joaquín Lorenzo: Op. cit., pág. 101.
(75) Villanueva, Joaquín Lorenzo: Op. cit., pág. 29.
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FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGORA
pulsión del invasor, no habla llegado todavía el momento de de­
rrotar a
Napoleón? Muy posiblemente. Pero así pensaba la inmensa
mayoría de

los
españoles. Y

ciertamente
clas preocupaciones

del pueblo,
dedicado a
combatir a los franceses, no esl'aJban en los planes po­
líticos de los gaditanos sino en la lucha diaria y sin cuartel para
expulsar a Napoleón.
«Tenemos, además, siguen los obispos, otria guerra intestina y no
menos cruel en las provincias que más recursos debían ofrecernos
contra el enemigo exterior» (76). En estie punto, la razón les acom­
paña

totalmente.
Las ideas revolucionarias eran la primera y más
efectiva
de las causas de la emancipación de América.
Prosiguen señalando otros
efectos de
los principios revolucio­
narios para

concluir:
«Tenemos, en
fin,
IY esto es lo más doloroso de
todo, abatida la religión de Jesucristo por escritos impíos, perse­
guida su Santa Iglesia por
máximas anticristianas y la nación en
peligro
de quedar

sin ministros, sin templos, sin altares, sin Igle­
sía, si Dios no vela en. su conservad~ con una particular provi-:
dencia» (77).
Esta era
la principal preocupación de loo obispos y de ahí pro­
cede

su enérgira advertencia
contra los
peligros de las ideas
revo­
lucionarias.
Y tal vez cupiera ahora parafrasear a aquellos prelados y escri­
bir también: ¡ Oh tiempos felices los de nuestros padres en los que
los
obispos se

preocupaban
en sus
documentos
de que no se abatiera
la religión de
Jesucristo y de que la patria no quedase sin ministros,
sin altar~, sin templos.y sin Iglesia.!
Más

adelante nos ocuparemos
de cómo
estos
pastores entraban
en los más candentes temas políticos del momento sin perder nunca.
de
vista la

salvación
_de las
almas que tenían encomendadas. Para
eso eran
obispos. ¡ Cómo han cambiado los tiempos! ¡ O cómo han
cambiado los obispos!
(76) Instrucción Pa1toral, pág. 6.
(77) lnJtrucción Pastoral,_ págs 6.
Fundaci\363n Speiro

«PASTORAL» DE WS OBISPOS REFUGIADOS EN MALLORCA
No era nooesario, después de fo dicho, que precisasen cuál era
la España que estoo obispos veneraban,. Pero lo hacen en extensoo
párrafos

(78), de los que entresacamos
algunos radigmáticos
para los firmantes de la Instrucción Pastoral: «el grande
Osic»> (79), «el siglo incomparable loo
Eladios,

los Eugenios, los
Ildefonsos, los
Julianes
y los Brau­
lios» (80); "los Concilios de Toledo en que viven aún
her la cien­
cia,

la
virtud, la

discreción
y la politica más sana de aquellos va­
rones admirables» (81) ; la «larga lista de
loo eclesiásticos
sabios,
virtuosos,
sautoo (

de la Recouquista), como los Eulogios, los Ro­
sendos, un San Olegario en Tarragona, un
San Julián en Cuenca, un
San
Raimundo de

Peñafort, los
Rodrigas, los Lucas Tudenses,
los
Albornoces
y otros muchos que fuerou en sus respectivos tiempos
el cousuelo de la Iglesia
y del Estado» ( 82) ; «Pela yo» ( 83), «San
Femando y los Alonsos» (84), «Don Jaime de Aragón y los Reyes
de
Navarra» (85
). «¿Sabrían hoy
los españoles hablar y escribir
correctamente su lengua, si no les hubiesen enseñad.o a manejar­
la

la
gran mujer Santa Teresa y los dos sabios Fr. Luis de León
y de Granada? ¿ Hubiera políglotas en el mundo si no hubiese
dado
el modelo de todas
ellas el

grw cardenal
Cisneros ...
aquel
gran religioso, gran prelado, gran pdlítico, gran ministro, gran­
de en todo?» (86). Y «la multitud de sabios españoles y vir­
tuosos eclesiásticos

que con pasmo
<\el orbe literario brillaron tan­
to

en
el Concilio de Tremo» (87). Y los Covarrubias (88), Ri-
(78) Instrucción Pastoral, págs. 26 y s~~.
(79) Instruccíón Pastoral, pág. 26.
(80) Instrucción Pastoral, pág. 26.
(81)
Instrucción Pastoral, pág. 26.
(82)
Instrucción Pastoral, pág. 26.
(83) Instrucción Pastoral, pág. 3.
(84) Instrucción Pastoral1 pág. 27.
(85)
Instrucción Pastoral1 pág. 27.
(86)
Instrucción Pastoral, pág. 29.
(87)
J.nstrucción fastoral, pág. 29.
(88) Instrucción Pastoral, pág. 33.
07
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGONA
be1'ls (89), Mendozas (90), Muros (91), Anayas (92), Fonsecas (93),
Velardes (94)

...
Pero la
situací6n había cambiado y muy mucho.
«Sabí=, a la verdad, -dicen los prelados- por el testi­
monio de uno de
los mayores impíos

que
produjo el siglo XVIII,
tal como d' Alamhert, que la nueva filosofía, es decir, la impie­
dad más
descarad,i, enemiga
de toda religi6n y
sociedad ¡había,
en fin, 'penetrado sordamente' en España al lado de la Inquisi­
d6n» (95

),
.«Sabíamos, asimismo, por Vdltaire, en

carta de primero
de
marzo de

1768, que en
el año de esta misma fecha había eo
F.spaña 'una muy grande revolución en los espíritus', o en el modo
de pensar, cuyo m6vil es bien conocido de la Filosofía misma.
Tampoco ignoramos los infelices progresos que hizo después de
aquella
época la nueva moda de pensar a la francesa entre ciertas
clases de gentes,
especialmente j6venes
atolondrados, literatos de
café y teatro y otros que sin más instrucción ni más principios
que las especies de sus tertulias · y los de una lectura rápida de
algún papel impío, se creían ya maestros en
el arte y con el dere­
clio de

ridiculizar a los instruidos y juiciosos hasta tratarlos con
el desdén y el desprecio que ellos solos
mereclao» (96).
Una vez más la acusación de extranjerismo contra el pensa~
miento revolucionario, con lo que en nada se faltaba a la verdad.
Y
también esa constataci6n tan actual -y han pasado más de
ciento cincuenta
años-acerca

del desprecio y desdén de
los eru­
ditos " l,i violeta para con todos aquellos que discrepan de sus
elementales y
la mayor parte de las veces equivocados razonamientos.
Pero

será páginas más adelante cuando
los obispos dibujarán
el

cuadro español coa toda
crudeza y con unos rasgos de tal grave-
1}8
(89) lnJtrucción Pastora/1 pág. 33.
(90) Instrucción Pastoral, pág. 34.
(91) Instru.ci611 Pastoral, pág. 34.
(92) Instrucción Pastoral, pág. 3-4.
(93) l»Jtrucción Pa.rtoral, pág. 34.
(94) [»Jtrucción Pastoral, pág. 34.
(9.5) Instrucción Pastoral, pág. 184.
(96)
Instrucción Pastoral, pág. 18.5.
Fundaci\363n Speiro

«PASTORAL» DB LOS OBISPOS REFUGIADOS BN MALLORCA
dad que, al mismo tiempo que voz de alerta a sus diocesanos, son
radical censura del Gobierno que
ha .permitido tal situación.
«La situación de España en el día es la misma, o por lo menos
muy parecida, a
la en que se hallaba la Francia en los preludios
de su revolución desgraciada. Sí, amad.os hermanos nuestros, cami
namos a pasos largos, y por los mismos pasos, al abismo de males en
que

se sumió la Francia» (97).
Y puntualizan dos párrafos
después:
«Es verdad que en España no ha llegado aún la persecución hasta
el punto de despedazar a los ministros como sucedió en Francia;
pero el

furor con que se persigue a todos en su honor
y consideración,
¿qué indica? ¿Qué indica la infame pintura de un Prelado colgado
de una horca con todas sus insignias que, por mofa, se llaman 'arrequives obispales'?
¿Qué indican

las groseras invectivas con que
se zahiere a otros, sin perdonar a la persona misma del Señor Nun~
cio Apostólico, ni respetar el doble carácter de que se halla reves­
tido en
España? ¿Qué
anuncia el odio
y la persecución encarnizada
contra los regulares? ¿Qué pueden prometerse
todos los ministros
de la Iglesia de España si estos papeles prosperan y la bárbara filo­
sofía
triunfa? No lo dudemos: el camino
más corto para deshacerse
de
la religión es
acabar con

todos sus ministros o
reemplazarlos por
ministros

filósofos, que es lo mismo» (98).
Pocas veces se ha hablado con tanta valentía y clarividencia.
Los obispos refugiados en M•llorca veían con toda claridad cuál era
el propósito revolucionario y, lo que dice más en favor de su inte­
ligencia, cuando la revolw:ión se estaba gestando y procuraba disi­
mular en cierto modo sns intenciones. Pero los obispos
se aperci­
bieron

de la maniobra
y no dudaron en exponerla a la luz pública
para aviso e instrw:ción de los fieles.
Bien sabían que las puertas del infierno no podrían prevalecer
contra la Iglesia, pero ello no aseguraba que en ~odo lugar y mo­
mento estuviera al abrigo de los ataques de sus
~emigos. Y así lo
señalan:
(97) ln.Ilrucci6n Pastoral, pág. 188.
(98) Instrucdón Pastoral, págs. 188 y 189.
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGOEIA
"Pero, ¡ay!, decía el gran Bossuet a los franceses, si Jesucristo
ha prometido la indefectibilidad a su Iglesia en general, no la ha
prometido seguramente a la de Francia. Esta es una de las ramas de
este árbol, que puede
secarse, corno

se han secado otras al
mismo
tiempo

que
este divino árbol brotaba y se extendía entre las naciones
bárbaras
Ll Iglesia es indestruotible, sí,

pero la religión
tJJansmi­
gra;

no depende
de los lugares ni

de
los tiempos;
todos
los siglos
son

suyos
y su patria en la tierra es el universo. Verdades terribles
pero indudables.
¿ Y no podremos nosotros anunciarlas hoy a los
españoles como Bossuet en mejores tiempos
las anunciaba
a los
franceses? ¡ Ayl Con.fiemos, sí, porque Dios es misericordioso. Pero
temblemos, españoles, porque es justo, es terrible para los ingratos.
Acordémonos que el pueblo de Dios,
el pueblo escogido, fue re­
probado al mismo tiempo que fueron adoptados los gentiles. Acor­
démonos, en fin, que
cuando la

impiedad de sus hijos le blasfema
y le persigue impunemente, El sabrá hallar verdaderos adoradores
entre los bárbaros y suscitar hijos de Abraham entre las piedras
mismas. Creemos, hermanos nuestros, deber r-eoordaros estas palabr-as
tan importantes pero sin olvidamos por eso del paralelo que hemos
comenzado
y que puede servir tanto para prevenir en tiempo la des­
gracia que nos amenaza» (99).
Desgracia que no es otra que la revolución, personificada en
esos «falsos políticos y filósofos españoles, si es que deben aún
llamarse españoles los que parecen haberse desnudado enteramente del carácter de su nación ( que a ninguoa cede ea religiosidad, en
honor y en cuantas prendas pueden adornar a un pueblo culto)
para adoptar las máximas,
el tono y los vicios todos que detestamos
en la corrompida Francia. Francesa y no española -es, sin duda,
su charlatanería incansable, francés su odio contra
los obispos,
fran­
cés su
bárbaro idioma contra todo ministro de 1a religión, francés
en fin su furor contra todos lqs regulares, proscritos de antemano
por
su maestJJo y patriart:a Volraire, extinguidos por su modelo la
impía Asamblea de Francia, expatriados de aquel reino por una
política atroz que lo
ha desolado en todos (los) ramos y supri-
(99) Instrucción Pastoral, págs._ 196 y 197-
140
Fundaci\363n Speiro

«PASTORAL» DE LOS OBISPOS REFUGIADOS EN MALLORCA
midos, en fin, en España por el intrus0 Gobierno francés, ministro
ejecutor de todas las maldades
filosóficas. Todo
se
halla auténti­
co en la historia de
nuestros días, todo

se ve
trasladado a

los
escriros
de

nuestros
filósofo,¡ españoles y todo prueba la identidad de planes,
de
proyectos y de medios por donde un filosofía atea camina en
las dos
naciones al mismo

fin que
es la extinción total de la Iglesia
de Jesucristo» (100).
¿Y quiénes son «esos españoles que queriendo pasar por ori­
·ginrues no son más que el eco d.e los franceses»? (191) Cierta­
mente

los
redactotes d,e la T ripie Alúmza, Gallardo o Quin rana, co­
mo denuncian
lo,¡ obispo,¡. Pero también, y sobre todo, los que to­
leran esos ataques, los que protegen a sus autores cuando algo les
amenaza, el Gobierno que

persigue
a· los regulares, decreta la

aboli­
ción de
Ja Inquisición, expulsa al

Nuncio
y al obispo de Orense,
persigue al Cabildo de G.diz, etc., etc.
El Diccionario ,:rílico-burlesco o los verso• de Quintana son so­
lamente

el pretexto.
La denuncia de los obispos apunta mucho más
arriba. Directamente a las Cortes y a la revolución liberal por ellas
·a¡cometida.
Y ello eta tan evidente que a na.die le pudo caber la
menor
duda.
V. Una guerra de religión.
No cabe negar este carácter a nuesrm guerra de independencia.
Los españoles vieron desde el primer momento en el francés al per­
seguidor de la
religión católica 'Y el Gobierno intruso pronto se en­
cargó de confirmar con medidas
legales lo
que
los excesos
de la
soldadesca pregonaba por

doquier. Y es
cu.deso oooervar cómo las
medidas preconizadas
por

los
Hberales, y en lo posible llevadas a
la
práctica, coincid.e exactamente ron ,las realizaciones del invasor.
Lo que atestigua una identidad de pensamiento y de propósito de-
(100) In.str11cci6n Pastoral-, págs. 213,y 2.14.
(101)
Inrtr11cción P,utoral, pág; 234.
141
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO /OSE FERNANDEZ ·DE LA CJGORA
mssiado sorprendente en quienes parecían empeñados en una guerra
sin cuartel.
No a.portaremos resrim.onios de autores en 'W_IX)lyo de esta tesis
que su evidencia hace innecesarios. Repásese cualquier texto de
historia y,

por
muy po:rcial que

sea, se comprenderá
inmediatamente
cuá!. fue el v-enladero motor ideológico de esta guerra en la inmensa
mayoría del pud>lo español. Los franceses así lo reconocían al tener
al
alzamiento por
obra de clérigb5 y frailes (102). Y aunque To­
reno se empeñe en negar los
hechos (103

), la lectura de su
Historia
del /fJ11¡,ntamientq, guerra y revohtción de Españ", es la prueba más
evidente de lo contrario de lo afimado por él.
Lla.no Ponte en Asturias (104), Quevedo y Quintano (105 ),
Andrés Garda (106) y los abades de Casoyo (107), Couto (108)
y Valladares (109) y Fray Francisco Cru:rascón (110), en Galicia,
el obispo
Menéndez de

Luarca
(111) en Santander, el P. Gil (112)
en Sevilla, el P. Puebla (113) en Granada, el P. Rico (114) en Va­
lencia, Bogiero (115) y el beneficiado de Sas (116) en Zaragoza,
las partidas del Capuchino (117), de Merino (118) y de Tapia (119)
entre otras (120); el encru:nizamiento de los franceses contra el
142
(102) Toreno, Conde de: Op. cit., pág. 62.
(103) Toreno, Conde de: Op. cit., págs. 62, 78, 173.
(104) Toreno, Conde
de: Op. cit., pág. 57.
(105)

Toreno, Conde de:
Op. cit., pág. 61.
(106) Toreno, Conde de:
Op. cit., pág. 61.
(107) Toreno, Conde de: Op. cit., pág. 188.
(108) Toreno, Conde de: Op. cit., pág. 189.
(109) Toreno, Conde de: Op, cit., pág._ 189.
(110) Toreno, Conde de:
Op. cit., pág. 189.
(111) TÓreno, Coode de: Op. cit., pág. 62.
(112) Toreno, Conde de: Op. cit., pág. 64.
(113) Toreno, Conde de:
Op. cit., pág. 68.
(114) Toreno, Conde de: Op. cit., pág. 71.
(115) Toreno, Conde de: Op, cit., pág. 75.
(116) Toreno, Conde de: bp. cit., pág. 117.
(U7) Toreno, Conde de:
Op, cit.1 pág. 226,
(118) Toreoo, Conde de: Op. dt., págs, 117. 281, 403.
(119)

Toreoo, Conde de:
Op, dt,, pág. 226.
(120) Toreno, Conde de:
Op. <ÍI., págs. 1%, 401.
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«PASTORAL» DE WS OBISPOS REFUGIADOS EN MALLORCA
clero con el .asesinato del anciano obispo de Coria (121), fa bafba...
ríe antieclesial acreditada en Cuenca (122), Córdoba (123), Riose­
co (124), Uclés (125 y tantos otros lugares, los alzamientos de los
pueblos

al
enterarse de

que
los soldados
napoleónicos
se llevaban ...
los vasos
sagrados (126), los numerosos eclesiásticos que formaron
parte tanto de las Juntas locales (127) como de la Central (128) y
los que luego fueron diputados, sobre todo cuando las provincias
podían elegir librenrente a sus tepiresentantleS y aun teniendo en
cnenta
la oposición a los regulares, demuestran meridianaruente cuá­
les
eran
los sentimientos
del pueblo español sin
más que recurrir a
la ideológicamente tan parcial historia del Cende de Toreno.
Hemos preferido acndir al testimonio de autor tan poco sospe­
choso en vez de multiplicar las citas procedentes del otro campo
que señalan exactamentie cnál fue el peso especifico del factor
·religioso en la guerra. Con Toreno nadie podrá pensar que eran in­
tereses
de
clases o

prejuicios
;deologicos los que movían su pluma. Lo
cierto, y él mi:smo se ve obligado a reconocerlo, era que el pueblo es­
pañol se sentía, en contra de 1os diputados liberales de Cádiz, profun­
damente católico y eso sobre todo, en unión de otros motivos suma­
mente legítimos, le llevó a aquella guerra que verdaderamente pue­
de~ de

religión.
Porque los españoles
de entonoes -.y el rono de ceDSUta es · el
mejor reconocimiento
de la realidad· de los hechos-de lo que gus­
taban era de «los actos de devoción engerada>> (129). Esa exage­
radón que Toreno se veía obligado a reconocer era la firme adhe­
sión a
la religión

católica que
iba a pesar como una losa. sobre todos
los gobiernos liberales
que en el curso de la historia sucedieron al
de
las Cortes de Cádi~ impidiendo, desde los escaños del parla-
( 121) Toreno, Conde de: Op. cit., pág. 211.
(122) Toreno, Conde de: Op, cit., -pág. 99.
(123) Toreno, Conde de: Op. cit., pág. 94.
(124)

Toreno, Conde de:
Op. cit., pág. 102.
(125) Toreno, Conde de: Op. cit., pág. 162.
(126) Toreno, Conde de: Op. éit., págs. 108-124.
(127) Toreno, Conde de: Op. cit., págs. 61-62.
(128) Toreno, Conde.de: Op. cit., pág .. 132.
{129) · Toreno,

Conde de:
Op. át., pág. 423.
143
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P&INCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGO!v//.
mento, la prensa, el púlpito o los r.iscos de nuestms sierras, arma al
braao, la descatolización de F.spaña iproploiada por aquellos gobiernos.
Las alternativas fueron

numerosas y
en muchas ocasiones pudo
el poder pensar que
había aplastado para siempre la resistencia de
un
pueblo a cambiar de modo de ser, de creer y de morir pero se
engañó ruant>ts veces estimó definitiva su vfotoria, y lo que pudo
parecer pavesa
agonizante volvía a incendiar poco después

los co­
razones del

pueblo
español y

a moverle a todos los sacrificios por
una
causa que

entendía sagrada.
No se pueden hacer profecías con la historia que es un libro en
blanco donde los hombres van escribiendo día a día su existencia.
No he de hablar en días de
fe flaca y descaecida, aunque lo mismo
dl'Cía Menéndez Pelayo po:r los años ochenta del pasado siglo (130),
y agitada fue desde entonces nuestra historia, del dedo de Dios
moviendo los hilos de nuestro vivir. Crea en
ello quien lo

prefiera
y tómelo a chacota qnien así le acomode. Fijémonos solamente en los
hechos y éstos nos dioen que la causa católica parecía itremisible­
mente
perdida
en el

Trienio, con
Mart!nez de la Rosa y Mendizábal,
con Maroto
y Esparteto, ron Amadeo y con la 'gloriosa', con la
Institución
Libre, con la que'ma de conventos, con Aaaña... Y sin
embargo esa
misma sucesión di, nombres, y otros que podrían aña­
dirse, demuestran que
lo qué parecía apagado, volvía a encenderse y
lo
: que

parecía muerto
retoñltbá con
idéntica
fueri:a.
¿Qué hemos, de decir hOf ali.te la traición de los clérigos de estos
días, muthos

de los
cuales hacen añorar

a José
~a Blanco,
Fer­
rulndo de

Castro o Basilio
Alvatez, pues con

ellos
al menos podía
saber cada cual en dónde _,.tabá? ¿Qué hemos de pensat de una
elevada
jerarquía religiosa que afirma que ya no sirve para nuestros
días
la frase: España no puede dejar de ser católica sin dejar de ser
España?
Respóndan!e
los obispos firblantes de la lmPruai6n P a,lof'a/. que
tenían un concepto muy diverso, de lo que
era España y lo que sig­
nificaba la fe para sus ciudadanós. Para ,ellos era la fe católita el
(130) Menéndez Pelayo, Matcelino: Heterodoxos, tomo II, pág. 338
144
Fundaci\363n Speiro

«PASTORAL» DE LOS OBISPOS REl'I/GlADOS EN MALLORCA
más importante tesoro de España y esa fe significó el mejor elemento
de aglutinación

y de reacción en los
peóres momentos
de nuestra
historia como cuando
la invasión musulmana: «Todo parecía en­
tonces perdido
. y . todo

lo estaba seguramente más que ahora; pero
la religión se conservaba aún en los corazones españoles como la
única y más. preciosa alhaja que no está sujeta al saqueo ni a los
filos del cuchillo» ( 131).
Pese a los esfuerzos de la filosufú,, aún permanecía inronrami­
nado

el corazón del pueblo español al comenzar el siglo
XIX y por
eso fue unánime su reacción con las tristes y verdaderamente mi­
norirarias excepciones liberales: «¿Y quién ru:, sabe mmbién que en
nuestros días la reunión instantánea de. todas ·nuestras provincias en
un mismo grito de alarma no pudo sér sino .el prodigioso efecto de
la unidad de religión que se conservaba aún Wliformé en todas
ellas?» (132).
Tres fueron los vivas en que prorrumpió el pueblo: «Viva la
Religión, viva el Rey, viva la Patria>>
(133) y

los tres respondían a
algo que

era evidente para
los obispos y para cualquier observador
imparcial:
«Todo se

ha debido al
rumor de fa Religión, al amor del
Rey y al amor de la Patria» (134). Exactamente el mismo trilerna
que dos décadas después alzarla el carlismo.
En este punto es total la coincidencia de Toreno, a la que antes
hicimos mención, con los firmantes de la
Inrtrucción PtMtoral. Tal
vez sirva para

que quienes están dispuestos a
aceptar cualquier

fal­
sedad, con tal de que venga avalada por un· historiador liberal ad­
mitan, al menos en una ocasión, esta verdad irrebatible de los
obispos. «Que se pregunte a estos pueblos, dicen, testigos oculares
· de
tantas cá.rnicerfas, por· qué d.elitos son tratados estos .eclesiásticos de
un modo tan especial, tan bárbaro e inhumano. Todos responderán
a una voz: porque son los mayores
enemigos de
los franceses,
el
(131)
(132)
(133)
(134)

Instrucción Pa.rtorál, págs. 2-3.
Instrucción Pastoral, pág. 3.
Instrucción Pastoral, pág. 1;
lnstructión Pastoral, pág. 4.-
145
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FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGONA
antemural más firme contra sus empresas y el apoyo más sólido y
más constante de la nación española» (135). Porque esa oposición
al invasor estaba motivada sobre todo por una fe amenazada.
Los
· obispos estaban convencidos de que el pueblo sano, como
lo era entonces la inmensa mayoría de los
españoles, comprendía
las

razones de
tan sañuda persecución. Pero .es que el mismo pueblo
se encargaba

de
demostrárselo.
«Una

de las pruebas
más palpables de esta verdad ( que el pue­
blo estaba
con la

religión
y en contra de quienes la comhatlan des­
de

las mismas filas
españolas) es la que nos ofrecen todas las pro­
vincias de nuestra España y de las dos .Américas, ya en las eleccio­
nes de sujetos para las Juntas particulares de provincia, ya en la de
diputados para las Cortes. Vemos elegidos para las primeras los
obispos, canónigos,
párrocos y religiosos los más distinguidos de
los pueblos; así como se ve actualmente en nuestras Cortes, por re­
sultado de las elecciones más solemnes y populares, en buen nú­
mero de diputados
eclesiástic05 de

todas clases; que sin duda se hu­
biera aumentado considerablemente, con escándalo de
la filosofía,
si tanras rprovincias de España, dominadas por los fr.anceses, se ha­
llasen
libres al

tiempo de
las elecciones y si en el arreglo de ésras
no se hubiese coartado
la libertad de los electores excluyendo abso­
lutamente de voto en Cortes a todos los regulares» (136).
Tiene este párrafo mucha más enjundia que la que una super­
ficial lectura pudiera percibir. Porque no sólo proclama
algo de
lo
que nadie
podía dudar y que era la plena identificación de los es­
pañoles con la religión, lo que se traducía en la designación de ecle­
siásciros cuando manifestaban su confianza, sino que contiene además
dos tajantes denuncias del despotismo liberal.
La primera, que toca a la legitimidad misma de las Cortes,
al
proclamar

que el
procedimiento seguido
para su constitución -la
designación de suplentes
para aquellas provincias que no podían
enviar a sus representantes---- era contrario a la voluntad de los re­
presentados que hubieran enviado a Cádiz, 'con escándal<> de la
146
(135) Instrucción Pastoral, pág. 40.
( 136)
Instrucción Pastoral, pág. 41.
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«PASTORAL• DB WS OBISPOS REFUGIADOS BN MALLORCA
filosofía', W10S diputados de pensamiento mucho más conco el de los obispos. Que esto era así, se enG1tga.ron los hechos de
demostrarlo cuando

pudieron
ir llegando a las Ü)rtes los titulares,
conforme

se iban liberando las
pro;vincias. Y

así lo reconocen los
mismos liberales en textos que en alguna
ocasión hemos

aportado.
La segunda, al denunciar, sin el menor recato, la dictadura libe­
ral en la ;njusta medida que ha c<>t1rtad<> la /ibe,tad de los electo-res,
de privar a los regulares, es decir, a todas las órdenes religiosas que
tan inmenso
influjo tenían

en España, de la posibilidad de ser ele­
gidos, haciéndoles objeto de

una
verdadeo:a e inicua proscripción.
Están
nmy equivocados quienes sólo se remontan a

Cánovas
y
Sagasta eu la· fea historia del pucherazo electoral. Es preciso ir más
lejos, hasta llegar al Cádiz de las Cortes
donde se creó consciente
y artificialmente una voluntad popular que nada tenía que ver con
la del pueblo español. Volvamos a los obispos con una última cita
acerca del

espíritu
que tuvo aquella guerra, que era
el de la España de entonces y el
.de la

España eterna. Y que
.al compararlo con las manifestaciones
antes aludidas

de un prelado de nuestros años,
da la impresión de
que se

trata de
pastores de

dos
Iglesias roralmente diferentes.
«Sin religión no hay verdadera patria, es decir, pata la ver­
dadera felicidad del hombre nada
vale la patria

sin religión.
La re­
ligión es la que sostiene
la patria como su más firme y constante
apoyo (137);
la religión la que ins,pira al ciudadano el verdadero
amor a la patria; la religión la que le intima
y graba profundamente
en su corazón todos los deberes
y sacrificios que la patria exige del
ciudadano; la religión
la que le estimula y le da fuerzas al mismo
tiempo para cumplir con todos
ellos; ninguno, en fin, más amante
de la patria, ninguno que
1a sirva con más ardor y más desiste*
que

el ciudadano religioso. El que conserve en el fondo de su
alma
como su primer deber la religión, éste será el más ficl servidor d:e
(137) Por eso en días en que la religión parece disolverse son también
los de la disolución de la patria. .No es otra la tesis que Rafael Gamhra desa­
rroll6
en· un.a extraordinaria conferencia que. pronunci6 el 20 de febrero de
1976 ante la
Uni6n Seglar de Nuestra Señora de la Almudena de Madrid
con el título «Del Guadalete a Covadonga»,
147
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGOf
la patria. La nación española nos da . pruebas prácticas .de todo:
porque tenía -religión, -arrojó a los mocos de la patria en otro tiem­
po; y porque la cooservaba en los nuestros, se levantó en masa
contra los franceses
para salvar la patria. Que se pregunte al último
de nuestros soldados
por quién pelea y a todas las provincias de
España cuál fue el primer móvil de su espontánea insutrecdón. Su
respuesta descubrirá el sofisma de los adoradores de la Razón y
la
falsedad del gran principio que establecen o parecen suponer
cuando dejan ver en sus escritos una verdadera oposición entre los
intereses de la religión y los de la patria» (138).
Para estos obispos no había dejado de tener valor en que España
siguiera siendo católica o dejara de serlo.
Ellos no
entendían otra
España que
la católica. Lo otro era el sofisma, la falsedad, el afran­
cesamiento, la filosufí~, la Revolución.
Los obispos de hoy, o al menos algunos de ellos, parecen pensar
otra
cosa. Obi•po por obispo, tanto vale uno de fines del si¡¡lo XX
como otro de comienzos del XIX. La consagración episcopal no da
ahora ciencias infusas ni
.gracias distintas
a las que recibían los
obis¡x,s precouciliares. Y en cuanto a cualidades personales y vir­
tudes humanas
cada uno tiene las que tenga y se puede ser obispo
necio
en

el siglo
xx y sabio en el XIX o viceversa. Los católicos han
de juzgar del dogma según la doctrina de la Iglesia y de lo que es
opinión
particular del obispo segón la ciencia y argumenración de
éste. Y 'los no católicos, como ,les acomode. Catorce siglos de espa­
ñoles parecieron estar de acuerdo con los firmantes de la lnslrucción
Pastoral y tengo para mí que, incluso a algunos clérigos jansenistas
de entonces, a quienes el documento _que venimos comentan.do hubo
de saberles a rejalgar --un Villanueva, un Oliveros-, habrían de
alarmarse ante la opinión del
obispo de

hoy que venimos aludiendo.
Y que en cambio habría recibido los plácemes de los más exaltados
liberales.

Al
menos en esa opinión.
Los apologistas católicos habían dado
antaño gran
importancia
d tema de las variaciones. lo que cambiaba era lo falso, pues la ver­
dad es inmutabie. Hoy el argumento ha caído en desuso, no porque
(138) I11.11rucción PaJIQt'a/, págs. 238-239.
148
Fundaci\363n Speiro

«PASTORAL» DE LOS OBISPOS REFUGIADOS EN MAUORCA
haya perdido su valor intrínseco sino porque en esta Iglesia del pos­
concilio han desaparecido los apologistas. Parece corno si ya no hu­
biera
nada que defender. O nada que merezca la pena ser defen­
dido. No
opinaba así esa especie de Conferencia episcopal reunida
en
1812 en Mallorca a la que el obispo de ahora tendría que dirí­
gir sus protestas si no está de acuerdo con. sus afirmaciones. Pero
hoy tampoco se protesta de nada.
No conviene, sin embargo, concluir este epíg.mfe sin constatar
un hecho que puede tener gravísimas consecuencias p«ra el futuro
del catolicismo
esp«ñol. Hecho verdaderamente nuevo en nuestra
historia. eclesiástica, al menos desde que un cierto número d-e pre­
lados dieron su aprobación en·¡ 799 al cismático decreto de Urquijo,
· El

episcopado español había constituido
un bloque monolítico
en defensa de la tradición tatólica de España. Excepciones como las
que pudieron significar el cardenal Borbón,
Fraile, González Va­
llejo o Posada y Rubín de Celis nada suponían ante la actitud de loa
demás
prelados o incluso fortalecían la firmeza católica como mues­
tras del ejemplo a no seguir. Así
se estrellaron los liberales con un
muro inexpugnable que los destierros, las sedes vacantes y los obis­
pos
intrusos parecían robústecer todavía más. Pero, ¿qué ocurrirá
si esas excepciones pasan a ser en lo sucesivo los obispos celosos,
preocupados de fa fe y de la religión, mientras que la mayoría se
dedica

a pontificar sobre cosas opinables o a ocuparse de
asuntos
temporales

permitiendo que impunemente
se ataque al dogma. y· a
la moral de la Iglesia, abandonando · ett el pueblo la oración y los
sacramentos y corriendo a
abra.zar a

los
enemigos de
la Iglesia?
¿Se
conseguirá así en pocos años lo que un poder hostil no consiguió en
m;,chas décadas? Rehuyamos la profecía pero no disimulemos la
aparición de nuevos factores que pueden condicionar gravemente los
acontecimientos.
VI. El Jansenismo
Menéndez Pelayo en su ,.,bra Los heterodox{Js, trazó con mano
maestra
fos Tasgos del jansenismo español que tan poco o nada te­
nía
que ver con
las cinco proposiciones de . Jaosenio.
149
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO /OSE PERNANDEZ DE LA CIGONA
Estas son sus palabras: "La España del siglo XVIIl apenas pll>­
dujo

uingún
teólogo de wenta, ni

ortodoxo
ni heterodo~; ,en
cambio,
hormigueó

de canonistas, casi todos adversos a Roma. Lla­
marlos
jamenistas no es del todo inexacto, porque se parecían a los
solitarios de Port-Royal
en la afectación de nimia austeridad y de
celo.

Por
la pureza de la antigua disciplina; en el odio mal disimu­
lado a la soberanía pontificia en las eternas declaraciones contra
los
abusos de la curia romana; en las sofísticas dis,tinciones y rodeos
de que se valían para eludir las condenaciones y decretos apostóli­
cos; en el espíritu cismático que acariciaba la idea de Iglesias nacio­
nales y, firuúmente, en el aborrecimiento a la Compañia de Jesús.
Tampoco andan
acordes ellos mismos entre si: unos; como Pereira,
son
,episcopalistas acérrimos;

otros,
como Campomanes,
furibundos
regalistas; unos ensalzan las tradiciones de
la iglesia V'isigoda; otros
se lamentan de las invasiones de la teocracia en aquellbs siglos ;
otros, como Masdéu, .ponen
la fuente de todas las corrupciones de
nuestra disciplina en la venida de los monjes cluniacenses y en la
mudan;,a de

rito. El
jansemsm(J de algunos más bien debiera lla­
marse
hispanismo, en el mal sentido en que decimos galkanisma.
Ni procede en todos de las mismas fuentes; a unos los descarría el
entusiasmo por ciertas épocas de nuestra -histoi;ia eclesiástica,· en.~
tusiasmo nacido de largas y eruditas tinvestigaciones, no guiadas por
un criterio
lo bastante se'reno, como ha de seir el que se aplique a los
hechos
pasados.

Otros son
abogados discretos y habilidosos que re­
cogen y e,oageran las tradiciones de Salgado 'I Macanaz y hacen
hiocapié en

el
exeqllatur y en la.s recursos de fuer7.JJ, A orros, que
fueron
verdaderamente varones piadosos
y de virtud, los extravía un
celo
falso
y fuera de medida contra abusos reales o supuestos. Y,
por último, el mayor número no son, en el fondo de su alma, tales
jansenistas ni regalistas, sino volterianos
puros y netos, hijos disi­
mulados de la impiedad francesa, que, no atreviéndose a hacer
pú­
blica ostentacioo de ella, y queriendo dirigir más sobre seguro los
golpes a
la Iglesia, llamaron en su auxilio todo género de antigua­
llas, de intereses
y · de vanidades, sacando a relucir tradiciones glo­
riosas, pero no aplicables al caso,· .de nuestros concilios toledanos y
trozos mal entendidos de nuestros Padres, halagando a los obispos
150
Fundaci\363n Speiro

«PASTOR.AL» DE WS OBISPOS REFUGIADOS EN MALLORCA
con la esperanza de futuras autonomía, halagando a los reyes con
la de convertir la Iglesia en oficina del·
Estado y hacerles. cabe2a
de

ella, y pontífices
máximos, y despqticos gobernantes en

lo re­
ligioso, como en todo lo dem_ás lo eran conforme al sistema cen­
tralista francés» (139).
O como escribía, el ruula sospechow arzobispo de Palmyra y
abad de San Ildefonso, Félix Amat (140): «fuera exceso evidente
por ensalzar la gracia, quitar el li!,re albedrío; por huir de la ]a.
xedad, abrazar el excesivo rigor; por alabar las prácticas antiguas,
despreciar las que después se han introducido legítimamente; y con
el pretexto de ensalzar la disciplina de los primeros siglos, hablar
mal de lo que ahora dispone la Iglesia y resistir a sus providen­
cias»
(141 ).
Nuestros obispos no difieren del ilustre poligrafo con
más de
medio siglo de anticipación: «Pero si a nuestros críticos les · es ya
indispensable censurar al clero de cualquier modo, más fácil les
sería encontrar materia abundante a sus invectivas en cierta clase
de eclesiásticos, originarios por muchos costados de Francia, que
ahora los papeles públicos suponen establecidos en España. &lesiás­
ticos muy
presumidos de

reformadores
y preciados de filósofos mo­
dernos;
pero muy

despreciables y despreciados a
loo ojos
mismos de
la secta a quien sirven bajamente, como que son la escoria y las
heces de ella y sólo unos agentes subalternos de quienes la filosofía
se sirve oportunamente, como de enemigos domésticos, para depri­
mir a los
demás eclesiásticos.

Hablamos
de aquella
especie de clé­
rigos inflados y
orgullooos, que

en otros tiempos hicieron tanto
ruido en Francia, que
en ios de la Revolución francesa se reunieron
en

gran número con todos los enemigos de la Iglesia y del
Estado
para arruinarlo todo, que en Pistoya alborotaron la Italia bajo el
pretexto pérfido de reformas de su capricho y que alborotarán siem-
(139) Menéndez Pelayo, Marcelino: Heterodoxos, tomo II, págs, 474-476.
(140) Menéndez Pelayo lo tacha de
jarui:enista: Heterodoxos, tomo II,
págs. )48, ))).))6, 879-881.
(141) Amat, Félix, Historia Etlesiáslka: tomo-XI, Barcelona 1803,
pág. 292.
1)1
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGOfU
pre las regiones que tengan la desgracia de abrigarlos. Eclesiásticos
rebeldes siempre a los
decretos de
la Iglesia y de los Papas
y por lo
mismo peligrooos en todos los Estados por su espíritu revolucionario,
por su afectado
sistema de lo que ellos llaman moral severa y duc­
trina sana y, en fin, por su espíritu cismático, que hace su ver­
dadero carácter, declarado ya por la Iglesia>> ( 142).
¡Cuánms de ¡«,esta especie de eclesiásticos espurios, esta clase de
filósofos tonsurado» (143) pululan hoy por nuestra prurria alboro­
taodo
las diócesis
r¡t1e tengan 1~ desgrada de abrigarlos! Son pá­
ginas que parecen escriras para nuestros días, aunque hoy apenas hay
quien los

denuncie con la claridad y
la severidad de loo obispos
refugiados
en Mallorca.
Verdaderos popes Galponi, dispuestos siempre a atacar a la Igle­
sia y a alabar a sus perseguidores y significados en todo momento
por su esp!ritu cismático. No hay má, que .cambiar el nombre de la
secta a la r¡ue sirven ba;amente para que la identidad sea total.
Antes servían a la masonería y al regalismo. Hoy lo hacen al mar­
xismo. Todo lo demás puede
trasladarse a

nuestros días.
No hemos de adentrarnos en la demoledora critica que del jan­
senismo o de lo que aquellos días era ten.ido por tal, el regalismo,
hacen los obispos. La tan controvertida distinción entre disciplina
interna
y exrerna de la Iglesia, somenida 1a segunda a los reyes
según

las
doctrinas regalistas y fuente, por taoto, de todas las in­
tromisiones en lo que era competencia
eclesiástica (144),
es enérgi­
camente denunciada por nuestros prelados.
Pero· no

es sólo la
auto­
ridad

civil
el objeto <:le la

censura episcopal. Porque «se encuentran
aún en

nuestros
· días

cierta
clase de

abates, y no
abates, que
llenos
del
espíritu de

orgullo
e independencia

que los
caracteriza, claman
por
fa anrigua disciplina, sin conocerla, y quieren reformarlo todo
a
su modo, sin contar con
el. legítimo gobierno

de
la Iglesia, sin
hacer memoria del Vicario de Jesucristo y los Concilios, a quienes
únicamente pertenece el gobernarla» (145).
152
(142) Instrucción Pastoral, pág. 32 y ,33.
( 143) Instrucción Pa.rtoral, pág. 33.
(144) Instrucción Pastoral, págs:· 55-y sigs.
(145) lnJtrucción Pastoral, pág. 55.
Fundaci\363n Speiro

«PASTORAL» DE LOS OBISPOS REFUGIADOS EN MALLORCA
¿Quién no ve en estos abates a esa figura hoy tan abundante,
por desgracia, del clérigo progresista que cada día inventa una nue­
va liturgia sin autorización de nadie, predica un05 tiempos pre~
constantinianos que sólo existen en su imaginación y hace caso
omiso del magisterio pontificio y de las di.aposiciones dogmáticas de
todos los
.Coocilios? ·
Y como antes habían denunciado a los. sumos sacerdotes de la
filosofía, ahora previenen a sus fieles contra los maestros jansenistas:­
«los

Febrooios, los Peteiras, los Grimaudet, los doctores
de Pistoya
(

«reprobado
Concilio de
Pistoya», lo habían llamado páginas
an­
tes) (146), y otros mil autores que quieran delirar con ellos (147).
No
hay para los obispos la menor duda acerca de dónde .está
la
fuente de la verdad para los
. verdaderos cat6licos: «¿Qué voz
han

de escuchar y seguir las ovejas? ¿Hay otra entre todos los auto­
res
más segura que la del Pastor Supremo?» (148).
Y tampoco podían dudar los fieles d6nde se
encontraban los
eoemigos de

la Iglesia aunque muchos vistieran traje talar. «Ha­
blamos de los
sectarios de

Jansenio, que siempre enemigos de la
autoridad eclesiástica
sólo piensan en

comprometerla
con la
civil
para
arruinar por

la
fuerza y
la violencia las provideocias de la
Iglesia, que no
aman; sin

que
por ello
respeten
más las del gobierno
temporal. Abrase
el conciliábulo de Pisroya y no verán allí sino ba­
jas adulaciones prodigadas al Duque de Florencia por los más celo­
sos del
partido, al

mismo tiempo que atropellaban descaradameote
por los decretos del Concilio geoeral
· de

Trento
y las provideocias
más

justas de los
Pontifices que

ocuparon la silla de
San Pedro por
siglo
y medio» (149).
Para los obispos
«la inobedieocia es

el carácter de esta secta. De
aquí la sublevaci6o contra todas las Bulas que ha expedido la
Santa
Sede para extirparla; de aquí tantos subterfugios íoventados para
eludir las providencias pootificias; de aquí el
odio implacable
con-
( 146) Instrucción Pastoral, pág. 55.
(147) lns,.,-ucción Pastoral, pág. 60.
(148)
lmtrucción Pastoral, pág. 60.
(149)
Introducción Pastoral, pág. 89.
Fundaci\363n Speiro

I/lf,Jt,lCISCO JOSE FERNANDEZ DE LA CIGOFIA
tra el Santo Tribunal de la Inquisición, que tan justamente pone
trabas
a la propagación de su pernicioso sistema: de
aquí, en fin,
el encono contra la disciplina moderna, bajo el espaci060 pretexto de
restablecer la antigua ( que · afectadamente llaman la más pura) o
por su

propia autoridad o
por la del gobierno temporal, sin contar
para nada con la de la Iglesia; como si no fuese precisamente esta
autoridad de
la Iglesia, siempre la misma,
la que hacia tan respeta­
ble
la antigua . di:icip1j,_, en los primeros siglos, como debe serlo
en
el nuestro la presente, igualmente acomodada que aquella a las
diversas circunstancias de sus respectivos tiempos» (150).
A nadie se podrá ocultar, tras esta semblanza del jansenista,
exactísima por

otra parte, un Joaquín
Lorenzo Vil!anueva y demás
cl_érigos
antitradiciooales

de las Cortes que, con tal de
humillar a
una

Iglesia que desde
la bula de Urbano VIII condenando el Augus­
tínus
en 1642 a la A11ct01"em. fideí de Pío VI en 1794, pasando,
entre otras, por
la Cum occasíone de Inocencio X (1653), la Regi­
minis Apostoiíci de Alejandro VII (1665), la V,'neeam Dominí_ (1705)•
la UmgenJJ,n (1713) y la Pastprali-s Pfficü (1718) de Clemente XI
y la Ex omnibus de Benedicto XIV (1756) lbabía impugnado el jan­
senismo -los ciento cincuenta años de que hablan los obispos-,
estaban dispuestos a aliarse, si no con el mismísimo diablo, sí al me­
nos con quienes eran enemigos declarados de la Iglesia.
Vil La libertad de imprenta
En la iiberrad de impr~ aprobada por las Cortes, veían los
obispos la cansa

de
todos los males que afligían a España excepto,
naturalmente,

los derivados de
la invasión francesa. Ella es, por
tanto, el objeto principal de la Pastoral que redactaron,
El gran peligro es para ellos ''todos los periódicos y hojas ve,.
!antes
implas que se anuncian al público y circulan por todas par­
tes» {151), ya que «además de los que hemos visto por nosorros
154
(150) Introducción Pastoral, pág. 6.
(151) lntroduccMn Pastoral, pág. 10.
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«PASTORAL» DE LOS OBISPOS.RJ!JIUGIADOS EN MALLORCA
mismos, se nos anuncia una inundación de escritos perversos que
combaten la religión, que corrompen la moral y trastornan todos
los
principios sanos respeta
nuestros
días» (152).
¿Cómo

llegó esa libertad de imprenta?
¿La. reclamaba el pue­
J,Jo?
En iDlOOO a:lguno. Las p,,lal>ras de Pooro .Sáinz sobre siglos
anteriores seguían siendo fundamentalmente válidas en la
tranoi­
ción del xvm al XIX.
«El examen de los procesos por herejía nos muestra. la difusión
enorme de la cultura teológica
hasta eo
las clases
más bajas de la
nación. Los

testigos de condición más humilde
aparecen enterados
de

cuestiooes teológicas
y perfecta.mente informados eo todo lo re­
ferente al dogma. El teatro religioso
y las representaciones de autos
sacramentales

son eminentemente populares.
Coo fiestas celebró el
pueblo el fin de la polémica teológica que inspiró
El comlentido por
desconfiado. El odio a los herejes estaba. difundido entre todas las
clases sociales,
y llega a producir frases típicas en el lenguaje: cara
de hereje se llamaba al

hombre feo
y malvado; la frase latina 'nece­
sitas
caret

lege'
se tniduce: 'la necesidad tiene cara de heteje'; hacer
una herejía era
hacer las más horribles crueldades.
El comercio con los
herejes era
mirado coo preveoción, porque
con.l:Jiibuía a que se les perdiese el recelo y horror con que se les
debía tratar ...
En los momentos· más apurados de nuestros reveses en · Europa,
flora
sobre toda otra
preocupación el afán de la prosperidad de la
religión carólica ... » (153).
En ese ambiente popular se produce el decreto sobre la libertad
de imprenta. Bien sabían los liberales gaditanos que aprobarla en
toda su
extensión podía dar al traste con toda la obra que se pro­
pooían y por ello dejaron al margen de esa libertad a la religión.
Entiendo que

si se hubiese cumplido a rajatabla la letra de la ley
hubiera
surgido también

la reacción,
pues las reformas políticas de-
(152) lntrod11cción Pastor#, pág.
(153) Sáinz Rodríguez, Pedro: E110/11rión de las ideas"· sobre la deca­
dencia española. Ediciones Rialp, S. A. Madrid 1962, págs. 93-94.
15~
Fundaci\363n Speiro

FRANCISCO /OSE PERNANDEZ DE LA CIGORA
seadas tampoco sintonizaban con los deseos del pueblo español,
pero

es que
además no
se respetó tampoco la religión
y ello desde
los primeros momentos.
Y de ahí la enérgica intervención de los obispos que en todo
el documento se ocupan casi exclusivamente de cuestiones religiosas
hasta el punto de poderse afirmar que la Instrucción Pastoral es
un

modelo de escrito episcopal por el objeto
y por la intención de
sus redactores. Aquellos obispos no se proponían hacer polltica ni
hablában de cuestiónes ajenas

a su ministerio.
Que el escrito resul­
tara,

pese a lo
dicho, con

una enorme carga polltica no puede acha­
carse a
los obispos

sino a las Cortes.
La
descarada intromisión de éstas en asuntos !Puramente eclesiás­
ticos fue la única causa de que Ja respuesta de la Iglesia tuviese gra­
vísimas repercusiones políticas. Pero la finalidad del documento no
era en modo alguno reflexionar sobre la situación social de España,
sugerir a los gobernantes lineas de actuación
en asuntos

temporales,
aleccionar al
Rey o a las Cortes sobre deberes o derechos más o me­
nos

discutibles.
Los seis. obispos refugiados en Mallorca se proponían solamente
defender la fe
de sus fieles y a la Iglesia española gravemente ame­
nazada por

los legisladores de Cádiz. No existe, por tanto, el menor
parecido con
pastorales, notas, declaraciones u

homilías de obispos
o conferencias episcopales de nuestros días.
La maniobra anticatólica era
~vidente para

aquellos prelados
corno evidentes eran los

fines de quienes se servían de la libertad
de imprenta: "Para lograrlo todo sin rropiezo pusieron en movi­
miento sus prensas revol:ucionarias, resorte pérfido de sus más ini­
cuos proyectos. De aquí los libelos infamatorios, los catecismos im­
píos,
los ;periódicos a sueldo, ias sátiras,

los
sarcasmos y el ridículo
que con wito arre introducían, ya en las obras de literatura moderna
para
fascinar a los literatos del día, ya en papeles volantes
y hojas
sueltas llenas de sales picantes, chistes malignos
y bufonadas, para
alucina,: a los

más sencillos del pueblo,
hasta sublevarlo, en fin, en
masa,
,por este medio, contra las clases distinguidas y, singularmente
156
Fundaci\363n Speiro

«PASTORAL» DE LOS OBISPOS REFUGIADOS EN MAUORC.A
contra la de los ministros de la Iglesia y sus pastores, que tanto
habían respetado» (154). Y los obispos
• constatan

otra verdad irrebatible: «Libres estos
señores de las trabas saludables de la
imprenta comenzaron

desde
luego, por
no perder

tiempo, los primeros ensayos de sus p.royectos
y en vez de tomar las
armas para

defender su patria, reuniéndose
con
todos los

buenos españoles,
· tomaron
la pluma para arruinar­
la» {155). Una vez más las dos Españas: la que combatía al francés
en los campos de batalla y la que desde
el. abrigo
seguro de
Cádiz
introducía en 1a legislación las -ideas que habían levantado en armas
a 'todos los buenos españoles'.
Pemán lo reflejaría en aquellos versos escritos más de cien años
después en su obra Cuando las Cr,rtes de Cádiz.
«Mientras que el pueblo se engaña
con ese engaño marcial
de la guerra y de la
hazaña,
le

está royendo la
entraña
una traición criminal.»
Aquellos obispos no crelan que tod.,. las ideas, aun las más ·im­
pías, tienen derecho a la libre circulación. Para ellos había valores
superiores que era obligado defender y a eso acudían en lo que es­
timaban deber
inexcusable de su ministerio pastoral. Sabían bien
que
son
las falsas rideas las que corrompen a los pueblos, y aun a
cosra de
graves incomodidades
personales, se
a,presllan a araja.-las.
Y claro estaba

que el ataque a la Iglesia era en
toda la línea y no,
como

pretendían algunos, a defectos particulares de
alguno, miem­
bros

de ella que los obispos son los primeros en reconocer y deplorar.
«Mas no nos engañemos --decían-: sus impías bufonadas, sus
sátiras y crueles invectivas van a descargar todas, no ya precisamente
sobre los ministros, sino sobre el ministerio .mismo y, por oo~i~
guiente

legítimo, sobre
la religión de Jesucristo. No hay religión
(154) InstrNcción Pastoral, pág. 1,7.
(1''.5) Instrucción Pastoral, pág. 19.
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FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGOf
sin ministros; y no hay ffilllistros cuando la espada de la persecu­
ción los degüella o, lo que viene a ser lo mismo, la calumnia llega
a envilecerlos
y abatirlos hasta reducirlos a la nada en la considera­
ción del pueblo cristiano. Este, este es, si no el verdadero objeto, a·
lo menos el resultado que debe temerse de los escritos de que habla­
mos» (156).
La táctica es la misma que la seguida en Francia por los en­
ciclope cunsrancias, producen lo mi&m.os efecros» (157).
Pero, ¿era tan grave la · situación? ¿Realmente se atacaba a la
Iglesia del modo inmisericorde que denuncian los obispos? Quie­
nes

hayan aprendido la
historia de
la mano de los
maestros liberales
del

siglo
XIX o de sus ep!gonos actuales no han de ver en las pa­
labras episcopales más que la airada reacción del fanatismo en
trance de perder unos privilegios de clase y de ser desposeídos de
los incalculables bienes raíces amortizados en las manos muertas ecle­
siásticas. Porque =¡,ro en ia corrección de esos intolerables abusos
y en la purificación de las innumerables supersticiones que padecía
la Iglesia española, alentadas naturalmente por los frailes ya que
les reportaban pingües ingresos, nadie habría
más respetuoso con
la Iglesia que aquellos virtuosos padres de la patria que parecían no
tener otra ocupación que predicar
la libertad,

amar a sus semejantes
y pretender para todos sus conciudadanos el progreso. Y, ¿cómo iba
a ser de otra manera si entre ellos
babia no
pocos clérigos y hasta
algún obispo?
Bien

sabe quien haya superado el lavado de
cerebro de
la ma­
yoría de nuestros manuales de historia que la realidad que surge de los documentos es muy otra. Y así lo declaran los obispos : «Sin salir de esta isla podríamos presentar un buen catálogo de
máximas tan opuestas
a la

verdadera doctrina de la religión como
conformes al espíritu y sistema del moderno filosofismo, en medio
de la mala acogida que han podido prometerse sus autores. Veríais
en estos impresos,
repetidos los calumniosos

improperios
y atroces
(1'6) Instrucción Pastoral, pág. 52,
( 157) ln1trucción Pastoral, pág. 53.
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«PASTORAL» DE WS OBISPOS REFUGIADOS EN MALLORCA
insultos publicados primero en otros periódicos contra los estable­
cimientos eclesiásticos más autorizados, contra las- 6rdenes religio­
sas, tratadas de perjudiciales en la sociedad civil; contra el Santo
Tribunal de la Fe, retratado como anticristiano y repugnante al
derecho natural y divino; en leyes que gobernaron largo tiempo en
la Iglesia; se
verían igualmente calumniados loo san too mismos

que
veneramos en los
altares, reprendidas

en ellos como criminales ac­
ciones que
la Iglesia califica de virtuosas y "un de heroicas y, tal
vez, fos empleos y profesiones en que se santiifi01.ron; se vería
atacada directa o indirectamente la autoridad y la infalibilidad de
la Iglesia misma. en sus decisiones más -solemnes; se Verían, en fin,
en semejantes escritos otras máximas erróneas en la doctrina y per-:­
niciosas en la mo.ral, denunciadas ya por lo mismo a la Junta Pro­
vincial de Censura
y calificadas por ella como comprendidas en la
prohibición del
Reglamento de

Imprenta.
Pero .barríamos intecminables este escrito si nos empeñásemos en
especiificar nuís detenidamen11e estos y otros muchos errores, espar­
cidos
por la prensa en nuestra España desde que a favor del
desorden general de la
época presente logró el libertinaje romper
todos
los diques que podían
y debían contenerlo» (158).
No hay exageración alguna en lo denunciado por los obispos.
Acúdase
a los

periódicos de
la época y se encontrarán nume!06í­
simos

ejemplos de lo por ellos
señalado.
¿Era eso aracar " 'las Cortes? Sí, en. cuanto que tol«aban esas
agresiones

a la Iglesia, rompieron 'los diques que podían
y debían
contener' al libertinaje
y fueron el Jugar de resonancia de los auto­
res, los cómplices o los encubridores "de tantos papeles impíos y
escandalosos como aborta diariamente el libertinaje de la imprenta
que, con
el pretexto

de ilustrar
la opinión pública, la corrompe
para la ruina de la religión, de las costumbres y del Estado» (159).
En ese sentido, sí es política la Instrucción Pastoral-. Pero, ¿no es esa
denuncia inexcusable obligación .de los obispos?
Vuelven a insistir los

obispos en que
tail fue el procedimiento
( 158) Instrucrión Pastoral, pág. 183.
(159) lnslrucrión Pa.Itoral, pág. 1s,.
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FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGOflA
seguido en Francia «para destruir en aquella nación la religión de
Jesucristo»
(160). No repetire= sus palabras. Recojamos sólo su
gran preocupación por cuanto tiene de resonancias actuales en
mo­
mentos en que parece echarse tanto de menos el valor y la claridad
de los obispos refugiados
en. Mallorca.
«Nos

contrista sobre todo la situación infeliz de nuestra juven­
tud española que, sin la experiencia
y conocimientos que pudieran
preservarla de la corrupción
en edad más madura, se halla en la
más frágil, rodeada de periódicos y
discursos loo más seductores y
libertinos, que excitando su curiooidad y halagando sus vivas pasio­
nes, les convidan con los placeres más sensibles y les
hacen beber
dulcemente el tóxico preparado por 1a impiedad, al mismo tiempo
que bajo
el nombre odioso de hipocresía, preocupación y fanatismo
les pintan como ridículas
las más saludables máximas y prácticas
cristianas,

único freno que podía contenerles en su deber
y preser­
varles de la apostasía»
(161).
VIII. Sólo temiendo a Dioa
Nadie podrá reprochar, a los obispos, circunloquios o impreci­
siones en sus palabras., Pero ellos debieron estimar que era necesario
todavía señalar con más claridad la amenaza que se cernía sobre la
religión. Con profundo conocimiento de la psicología humana com­
prendieron que, para el común de las gentes, no bastaba rechazar el
error
si cobardemente call,ban el nombre de sus propagadores. Por­
que ese común de · las gentes es incapaz, en no _pocas ocasiones, de
concretar fas condenas generales. Y así no rehúyen el citar, para
advertencia de los fieles, a los que estimaban cabecillas de los ataques
a la religión.
Esa
postura
no era cómoda. ni exenta de riesgos.
Los obispos lo
:"'bían pero no rehúyen desi~ar exipresamente a dos de las princi
J60
(160) lnstrucdón Pastoral, pág. 191.
(161) Instrucdón Pastoral, pág. 242.
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«PASTORAL» DE LOS OBISPOS REFUGIADOS EN MALLORCA
pales figuras del liberalismo,• Ba.rtolomé José Gallardo y Manuel
José Quintana. Y con ellos, varios periódicos de los que capita­
neaban
la guerra contra la religión,
a) Bortolomé José Gallardo
No analizaremos la personalidad ni los méritos literarios · del
erudiro extremeño ni el escándalo que supone [a aparición del Dic­
cionario .crítico-b1Wle,¡;.o (162). Veamos solamente la reacción de !os
obispos ante el
Diccionario :
«¿ Y qué deberá decirse del más . impio, irreligioso .e infame
libelo que entre otros
ha abortado igualmente el libertinaje · de la
imprenta, ciado a iuz en Cádiz bajo ·et título· de Diccionario ct¼co­
burle,co? Libelo abominable, y abominado de todos los buenos, y aun
de los que conserven algún resto de .religión y de decencia. Libelo
justamente denunciado

al supremo gobierno por el Ordinario eclesiás­
tico
diocesano como el más completamente inmo.-a/. e ;,,e/igioso •.• en
cuanto- directa e indirectamente toca-~ la. reJ#gión, sus práctic.as y sus
mimstros. Libelo censutado por diforentes prelados · del reino en
términos de prohibir,
bajo las más

graves penas, su
[ectura y mandar
recoger los ejemplares
que

circulasen
por sus diócesis. Libelo califi­
cado por
la. Junta de Censura de la provinci.a como atrozmen·le in­
j,Moto " lo, miniflro.r de la Igle,ia y 4 !ti, !71'/Íene, religotar.
Libelo, en fin, cuya publicación produjo al augusto Congreso de
Jas Cortes
la amargura y sentimiento que era natural y de ·que tuvo
a
bien dar un público testimonio
.. ¿Qué diremos después

de esto de
un papel acaso el .n,ás. escandaJoso y· execrable ,que haya aparecido
en

estos tiempos?»
,(163). ·
La reacción de las Cortes, atestadas de ~ ideológicos y aun
(162) Cfr. Men:énd~ Pelayo, M~lino: Ílet~odoxos, "tomo II, pági­
nas 806-815; Toreno, Conde de: Op. cit., págs. 410-411; Martí Gilabert, Fran­
ciscco: La abolición de la Inquisición en España, EUNSA. Pamplona 197',
págs. 71-72; Sáinz ·Rodríguez, PedrQ:-Op, cit., págs. ·284-333 ( con bibliografía).
(163) Instrucción Pastoral, págs. 47•48.
u 161
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FRANCISCO /OSE FERNANDEZ DE LA CIGOFIA
personales de Gallardo no fue 'exactamente Ja; que dan a entender los
obispos, si bien,

en un ptincipio,
ante 'la indignación producida por
el Diccionariu, protestaron hlpócritamente su • amatgura'. Pero los
. abispos, al tiempo de redactar su &rord-, no conocían la con­
clusión de este asunto.
El 20 de noviembre se rechazaban en las
Cortes las
proprn;iciones que

Simón
López, después obispo de Ori­
huela
y arzobispo, de Valencia, presentaba cootra Gallardo (164).
Y la Instrucción Pa.rtoral éStá fechada veiotidós 'días después.
Mas no es este el tem¡i: de este trabajo. Quede sólo 'la constancia
de

la ta/ante condena del
libro de

Gallardo para advertencia de
todos los fieles.
Y cootinúan los obispos: .
«No,

no
inaocharetnos este
escrito con la relación de los
io­
sultos indecentes, obsaeoos y bárbaros· coo que se denigran en él
todas las dlases del clero, y de que se avergonzarían aun 1ós calum­
niadores más· · disolutos. Nos con.tentaremos con observar que, si se
hubiese de juzgar de los escritores por sus escritos, probaría este papel
con evidencia, en primer lugar~ lo que valen, lo que saben, -lo que
son y lo que hay que esperar para la Religión y . el Estado de este
filósofos il día y de los if.ilósofos semejantes a éste. Probaría fo se­
gundo cuá1 es el carácter,' el origeo, el objeto y 'los fruoos de la más
que pagana filosofla que dicta tales libelos. Probarla lo tercero los
progresos que ha hecho eo · nuestra España la impiedad, la irreli­
gión, el 'descaro y la osadía de ciertos críticos burlescos que, sio
misión, se · meteli a reformadores bajo los espec1osos prerextos · de
pretendidos abusos, ·supersticiones, etc.

Probaría, eo
fin, lo cuarto,
qué
titl ~. y

a
qué clase pertenece eo punto de religión, el que per­
sigue con tanto furor a los ministros· de 'la Iglesia, el que esparce en
sus producciones d1cterios sobre dicterios cootra
el clero,
el que
insulta e infama atrozm.ente a-los regulares, y qué juicio puede for­
farse de todos sus semejantes»
(165).
162
Y los firmantes de la Instrucción _Pastoral concluyen:
{164) Villanueva, Joaquín Lorenzo: Op _cit. págs. 400·401.
(165)
Instrucción Pastoral, pág; 48.
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«PASTORAL» DE LOS OBISPOS REPUGIADOS EN MALLORCA
«Toda la malicia de un ateo y toda la perversidád de un fora­
jido no podrían dictar máximas
más abominables» (166).
Los «muchoo errores, que seria preciso contarloo por sus li­
neas» (167) del Diccionario, «mofa impla y grosera de todo lo santo
y sagrado y ( que) viene a ser, como hemos dicho, uua apostasía
completa de fa religión revelada o, más bien, un ateísmo mal dis­
frazado»
(168), no podían haber sido denootados con más energía
por nuestros obispos.
En días acostumbrados a todas las tolerancias
y a 1.0Clas fas ttansigencias, podrá tal vez . extrañar pastores,

tan ajeno al de los obispos de hoy
pero con tantas reso­
nancias de Pablo y de los Padres.
Ellos tenían ante sí uua evidencia : «la Iglesia de España se está
abrasando por los errores; los
obispos son los custodios de esta ca­
sa> (169). Quien les oiga, podrá quiza repetir el D,,,-o est hú s..-mo
pero no reprocharles el que hayan sido perros mudos ante los lobos
que querían devorar el rebaño.
b) Manuel José QUÍlnJIXllla
Para los obispos hay «otra prodw::ción más que escandalosa en
1a que,_ entre otras, se hacen mµy notables onc~ líneas. Nos cuesta
mucho dar el texto; pero él sólo es el. que puede .deponer y servir
de prueba en este
nuevo crimen

de
~a _imprenta. Es el signifflre se­
gón puede verse en los papeles públicos de donde lo hemos tomado :
'jAy del alcázar que al. errot•fundaron
la

estúpida ignorancia
y tiranía!
El volcán reventó, y a su porfia
los soberbios cimientos vacilaron.
(166) lnstrncción Pastoral, pág. 99,
(167) Instrucción Pastoral, pág, 180.
(168)
Instrucción Pastoral, págs. 187·188.
(169) Instrucción Pa:rtora/1 pág. 269.
16;
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FRANqsco /OSE FERNANDEZ DE ~ CIGOFlA
¿Qué es del monstru,o, decid, inmundo y feo
que
abortó et dios

del mal,
y que insolente
sobre el despedaza.do Capitolio
a
devorar el
nnmdo impunemente
osó
fundai: su

abominable solio?
Dura, sí, mas su inmenso poderio
desplomándose va.,.'
Onoe líneas.
Pero

once
líneas que
descubren,
"1 través de ,su dis
fraz misterioso,

la impiedad
más. execrable que puede imaginar­
se;

o cuando menos la
soopecha más vehemente de un descarado in­
sulro hecho
a 1a religión, a la Iglesia y su cabeza. Porque, ¿qué pue­
de
enten,derse aqµí por

el
CapjtuJro sino Roma? ¿Y cuál puede ser
el solio fundado sobre aquel CapitrJlio despedazadq, cual el rnons­
truo sentado sobre _este-solio, 01yo· poderío aún ~ura, slno la religión
de J esuoristo furulada sobre las rumas .de ·la idolatría, o, lo que es
lo mismo, el Imperio espiritual de Jesucristo
y de su Vicario en
la tierra, establecido en Roma
sobre el despedazado Capitolio del
paganismo
para gobernar desde allí a. todo el mundo cristiano?
¿Qué otra explicación puede
darse a · este

misterio poético
que lo
haga

en
algún sentido tolerable? No la hallamos» (170).
. y ciertamente no cabe otra interpretación de los {,ersos de Quin­
tana que son
para los obispos «poema bárbaro que insulta a la re­
ligión
de
J esttcristo, a S1i Iglesia y su Vicario en la tierra, cautivo
gloriosamente por su religión
y si,i cO!l-".táncia» (171). ·
El Seminario patnótko, que había llamado .a los obispos «ser­
viles

instrumentos de la tiranía, fanáticos
y. seductores de los pue­
blos» (172), la
Triple Alianza, que ofrece a sus lectores «nada me-
164
(170) In.rtrucción Pastoral, págs. In-178.
(171) Instrucción Pastoral, pág. 187.
(172) Instrucción Pastoral, pág. 47.
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«PASTORAL» DE LOS OBISPOS REFUGIADOS EN MAUORCA
nos que el materialismo puro, es decir, la horrible doctrina de que
el alma del hombre
perece con
el cuerpo, como la de las bestias;
y que por consiguiente nada hay que esperar ni que temer de la
otra vida, porque 110 hay otr.a vid.a después de ésta» (173), son
sólo dos

botones de muestra entre los muchos
que los obispos po­
dían hober espigado de los peri6dicos de la época,
A ellos hay que añadir «ciertos extractos o retazos de discursos
publicados en esta isla en 1810 para la
pretendida ilustraci6n
del
pueblo» (174), el
«an6nimo impreso

en Valencia bajo el titulo de
reflexiones sociales» (175), etc., etc.
(173) lnJtrucción Pastoral, págs. 171-172.
(174) ln.flrtm:ión Pastoral, pág. 20.
(175) lnstrucdón Pastora/1 pág. 79,
Conti-nua,rá.
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